SUMARIO Foto de Portada: Avda. General Luxán, Maria Dolores, con su amiga Rosita, en uno de los coches de su papá. Año 1945. (1) Foto cedida por: María Dolores Calero Puebla. Fotos papel vegetal: Delantera; Jóvenes de Castuera en “La Farola”. Marzo del 68. Trasera; Mi abuela, Primitiva Matínez Jiménez. Cedida por Alberto Hidalgo Martín (su nieto)
COORDINACIÓN: Fita Hidalgo Gallego DISEÑO
E IMPRESIÓN: Estudio Creativadero José Manuel Sobrino Carrasco Tlf · 635 323 944 Castuera
La dirección no se responsabiliza ni se identifica, necesariamente, con las opiniones expresadas por los colaboradores de la revista. ISSN de la revista Antaño · 1695-9949 Depósito Legal: BA-171-2000
Presentación “Antaño 16” Mª Isabel Fernández Cáceres
Batir los vientos: Molinos y Molineros en el Castuera del S.XIX Luis Vicente Pelegrí Pedrosa. “La Posá de Curro” Maricarmen Rodríguez Pulgar. Castuera y “el oro negro” de los nazis. Antonio Doroteo López Rodríguez
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1948-1953: homenajes a Valdivia en Chile y Castuera Ángel David Martín Rubio
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HERALDICA EN LA VILLA DE CASTUERA. Escudo en patio de casa de Calle Santa Ana. Cándido Sánchez y L. Vicente Pelegrí.
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Ricardo Fernández-Blanco Moral: Un político liberal de la comarca de La Serena. Anselmo V. Fernández-Blanco García.
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La Fiesta de San Juan. Begoña López y Tania Morillo
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La delimitación de los límites entre los términos Municipales de Castuera y Malpartida de la serena (1898) José Jerónimo Rodríguez Carrasco.
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GASTRONOMÍA TÍPICA. Gastronomía de la provincia de Badajoz: Negocio, turismo, sostenibilidad, pasión.- (1ª parte) Juan Pedro Plaza Carabantes.
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OFICIOS DE UNA VIDA Desde conductor de carruajes, “Los periquillos”, la saga continúa Candy Morillo González
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LAS HISTORIAS DE LOS ABUELOS. “Carole” “Con 10 años, unos zapatos; con 12, un libro; con 83, su historia” José Cándido Cáceres Sánchez
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ESTABLECIMIENTOS CON SOLERA Embutidos Holguín “An cá Chicha” Fita Hidalgo Gallego
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CURIOSIDADES Y ANÉCDOTAS DE CASTUERA. Fotógrafos rurales ambulantes en el S.XX. Anotaciones generales y labor de dos fotógrafos castueranos: “Pérez” y “Felipe”. Silvia Pérez Simón
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Cosas de Cine Archivo “Casa Museo Paolo de Atalaya”
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RESEÑAS BIBLIOGRÁFICAS Buensuceso Sánchez Mendoza.
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Antaño
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l momento que nos ha tocado vivir a los jóvenes castueranos de hoy dista mucho del que vivieron nuestros predecesores. En esta vida líquida, en términos del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, el cambio y la incertidumbre están a la orden del día. Si no encontramos trabajo o vemos frustrados nuestros planes de futuro, poco nos importa ya si nuestros abuelos pasaron penurias o si nuestros padres intentan consolarnos con un “ya pasará, salimos de la de los ochenta y saldremos de esta”, “¿Qué más da lo que pasase en tu época? Esto es completamente distinto”, les respondemos enseguida.
Esta respuesta que, estoy segura que más de uno ha empleado alguna vez, revela un gran vacío. ¿Acaso las experiencias de antaño carecen de valor? Sí, he dicho antaño. Se trata de una palabra que, muy a mi pesar, sufre un evidente desuso entre las generaciones más jóvenes y que, conforme perdemos a nuestros mayores, desaparece tímidamente. Pocos son ya los que hacen uso de ella para echar la vista atrás y comprender así las transformaciones acontecidas a lo largo de la historia de nuestra localidad. Cuando era pequeña, antaño era una palabra que escuchaba a diario, como una expresión nostálgica de una época pasada, pero todavía presente, en la vida de quienes me rodeaban: “Antaño no pasaba esto”, decía mi tía María; “antaño no teníamos qué llevarnos a la boca”, espetaba mi vecina Brígida cuando no me gustaba la merienda; “antaño se escuchaba más a los mayores”, se lamentaban mi abuelo Miguel y su hermano Leopoldo frente a dos chatos de vino en el bar Tirantas. Yo, una niña bastante inquieta, pasaba las tardes en la peluquería de mi madre y mi abuela (ancá “la Antonia” la peluquera, como siempre se había conocido el lugar); punto de encuentro, intercambio de opiniones, ideas e historias de “antaño”. “Fulanita se ha casado”, decía Elisa Chuquena, “y, ¿quién es esa?”, preguntaba Fortuna. Entonces, la referencia al pasado adquiría una gran utilidad: “¿te acuerdas de un muchacho que su padre tenía una carpintería hace muchos años detrás de la Iglesia? Pues su hija” “¡Ah, Fulanita!”. Poco a poco comprendí la importancia de la palabra antaño y de sus implicaciones sociales. ¿Qué sería de nuestro pueblo ahora si “los de antaño” no hubiesen apostado por él? ¿Cómo hubiera conocido Fortuna a la recién casada? ¿Habríamos sido los mismos de hacer caso omiso a las vivencias y experiencias de otros? ¿Qué hay de los apodos familiares? ¿Qué decir de las tradiciones artesanas que se remontan hasta nuestros días? En definitiva, en estas líneas pretendo rescatar un término cuya riqueza no sólo reside en su significado, sino también en su incalculable labor social. ¿Cómo nosotros, los jóvenes, pretendemos saber a dónde vamos sin entender de dónde venimos? ¿Cómo podemos deslegitimar el esfuerzo que antaño hicieron nuestros padres y abuelos por llegar hasta donde hemos llegado? No podemos dar la espalda a nuestras raíces porque, por mucho que nos pese a día de hoy, constituyen la parte más estable de quiénes somos y nos ayudarán a construir poco a poco quiénes queremos ser. Espero, de todo corazón, que esta pequeña aportación despierte el interés de otros jóvenes por esta revista. Les invito a ser partícipes de lo que aquí acontece porque, en un futuro no muy lejano, nuestro momento pasará a formar parte de esta hermosa época, la época de antaño. Mª Isabel Fernández Cáceres Socióloga y vecina de Castuera
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Batir los vientos: Molinos y Molineros en Castuera en el siglo XXI. Luis Vicente Pelegrí Pedrosa. Doctor en Historia. Hace 170 años el Cerrillo de Castuera era una prolongación del paisaje de la Mancha castellana en tierras extremeñas. Las aspas de unos molinos de viento batían los aires. Estos ingenios mecánicos son los responsables de la toponimia del enclave: el Cerro de los Molinos. ¿cuándo surgieron? ¿cuánto duraron? ¿cómo eran?, ¿quiénes fueron sus promotores y propietarios?. Vamos a tratar en este breve artículo de despejar algunas interrogantes, en un tema que tiene aún mucho por desvelar. En algún artículo de esta revista, y en otras publicaciones, se ha tratado de los molinos de agua en el Zújar, pero es escasa la atención que han requerido los molinos de viento. Es hora de empezar a rescatarlos. Ambos tipos de instalaciones transformaban energía natural: hídrica o eólica, en mecánica para moler y triturar a través de juegos de engranajes que movían siempre una, o varias, muelas de piedra volanderas sobre una solera también de duro granito, por simplificar la descripción del mecanismo Veamos las fuentes históricas principales. Vamos a empezar por la iconografía histórica más completa que tenemos del enclave: el ya conocido paisaje, de en torno a 1900 que, desde la perspectiva de la actual plaza de España, enfoca el Cerrillo. Allí se observan unas moles constructivas a modo de torres que señorean la población: los antiguos molinos. Igualmente se aprecian los restos de la antigua iglesia parroquial y su campanario, -en ruinas ya en la década de 1680, tal y como demostramos en nuestro libro sobre el mecenazgo indiano en Castuera-. En un artículo de Antaño sobre aquella parroquia se preguntaba su autor porqué designamos como “nuevo” poblamiento el desarrollado en el siglo XIX e en el Cerro de los Molinos ; muy sencillo: porque, a falta de más fuentes, podemos afirmar que existe una discontinuidad del asentamiento desde el primer momento romano, -visible en superficie, en toda la ladera sur, como es bien sabido por las prospecciones arqueológicas- hasta la construcción del citado edificio religioso, y entre ese momento y el siguiente, con la implantación de los molinos y la expansión del uso residencial coincidiendo con el abandono de los mismos. Se trata, por tanto, de una nueva forma de poblamiento. Las fuentes documentales –que por ser ampliamente conocidas no abundamos en notas ni citas- son más precisas. En el “Interrogatorio de la Fábrica de jabones de José Mª Caballero. 1926. Cedida por José Mª Caballero Donoso.
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Antaño Real Audiencia de Extremadura” de 1791, en su descripción general de la población, no aparece mención alguna a estos artefactos cuando sí la hay del resto de industrias. Ya tenemos, por tanto, un término cronológico a partir del cual buscar su origen. Pero en el “Diccionario Histórico Geográfico” de Pascual Madoz, cuyos datos se recopilaron en la década de 1840, sí se mencionan: tres molinos de viento para grano, situados en el Cerrillo. Sin embargo, en una fuente inédita para el asunto que hemos estudiado, el Catastro o Repartimiento de la Contribución Territorial, Industrial y Comercial de 1852, se recogen los nombres de cuatro industriales que tributan por rentas de los molinos de viento de Castuera: don Basilio Calderón, José Joaquin Guerrero, Antonio García de Cáceres y José de Tena Mora. Todos ellos contribuyen con la misma cuota fija: 84 reales de vellón y 27 maravedíes, al contrario que la contribución territorial que gravaba con un 23 por ciento el producto anual imponible de tierras, casas y ganaderías y, por tanto, variaba el importe total de cada tributo. Ello nos lleva a plantear varias hipótesis: a) o uno de ellos tenía el condominio con otro propietario y uno de los molinos producía más y tributaba el doble que los demás; b) la información del Diccionario Geográfico es incorrecta; c) entre 1845 y 1852 surgió un cuarto molino. Con los datos que poseemos y, sin excluir la segunda posibilidad, nos inclinamos por la tercera. El hecho de que todos tributen con una cuota fija parece indicar la existencia de cuatro unidades con producción muy similar. Y, lo más relevante, en la pintura de hacia 1900, aparecen cuatro moles en
Restos de los molinos de viento y antigua iglesia en el cerrillo. Finales de SXIX. Cedida por Vicente Pelegrí Escrivá de Romaní.
el sector más elevado del Cerrillo: tres conjuntas en el Cerro al que dan nombre, al Oeste de la iglesia, y otra aislada que se encontraría sobre la crestería y ladera Sur de la Calle de las Piedras, al Este de la misma iglesia. Estos molinos, como los del Zújar, estaban destinados eminentemente a molturar cereal. Sin embargo, el Ca-7-
Antaño tastro de 1852 diferencia en Castuera a otro propietario o industrial por un molino harinero: don Juan Rafael Tamayo. El molino de aceite, por su parte, era de don Juan Alfonso de Cáceres. En cuanto a la tecnología y la fuente energética, aparecen claramente diferenciados los molinos de viento de los molinos de agua. Estos últimos eran propiedad de don José Valdivia, don Alonso de Cáceres y don Antonio Benegassi. –El tratamiento de “don” diferencia en la época tanto a profesionales con carrera universitaria como a hacendados o propietarios destacados-. Es significativo que los molinos de agua pagaban una cuota fija de 26 reales, al igual que el calificado como harinero y, sin embargo, el aceitero ascendía a 74 reales. Los molinos de viento eran por tanto, los que más tributaban. Esto puede indicar que eran los más rentables porque su tecnología abarataba costes de producción, hasta que la electricidad y los combustibles fósiles los acabaron sustituyendo a todos. Por tanto, los molinos de viento de Castuera, a falta de afinar más la cronología, pudieron construirse en la primera mitad del siglo XIX y en 1852 se hallaban a pleno rendimiento. No debió ser amplio el tiempo de funcionamiento, pues en la citada pintura de fines de ese siglo y principios del siguiente ya muestran un evidente estado de deterioro. Coincidiendo con este momento arrancó el nuevo uso residencial de la zona. Desde luego, en las dos primeras década del siglo XX, eran aún visibles restos tanto de los molinos como de la antigua iglesia parroquial, tal y como hemos recogido por testimonios orales. Los molinos de viento que dieron nombre al cerro homónimo fueron, por tanto, un fenómeno industrial y paisajístico característico de la Castuera del siglo XIX. Fueron coetáneos a la era de progreso industrial que tuvo su máximo desarrollo, en nuestro pueblo, entre 1866-1930, por señalar dos hitos cronológicos señeros: la incorporación al avance del ferrocarril y el inicio de la depresión económica y política de la década de 1930. En esas “décadas prodigiosas”, acompañadas de unas élites locales industriosas y de verdadero progreso –telares de Atalaya, fábrica de Jabón de Caballero, Tinajas de Chamizo, explotaciones mineras…. Precisamente el Catastro Fiscal de 1852, del que avanzaremos otras conclusiones en nuevos artículos, demuestra, por el volumen de su base imponible, que Castuera estaba entonces en vanguardia del desarrollo económico comarcal. En el marco político y administrativo esta etapa tiene un avance político y administrativo: su designación como cabeza de Partido Judicial, en 1834 , al que no fue ajena la élite policía local, de la era de la revolución liberal, que puso las bases de ese progreso, junto al trabajo callado de miles de nuestros paisanos que vivieron aquellos años, y a cuya huella histórica debemos cuanto menos respeto y el deber de conservarla. En el estado actual de la investigación no podemos afirmar hasta qué punto estos ingenios fueron únicos en la Serena y propios en exclusiva de Castuera. Aún hoy seguirían siendo un componente de identidad peculiar, junto a los restos de la antigua iglesia parroquial si se hubieran consolidado en vez de arrasarlos. Un ejemplo más del escaso cuidado que se ha dado en Castuera, durante el siglo XX, a nuestra riqueza arquitectónica; patrimonio histórico común que, en cualquier sociedad avanzada, es fuente de riqueza no sólo cultural sino también turística y económica. Aún hoy los fondos europeos de desarrollo siguen manteniendo una vertiente de subvenciones para la protección, rehabilitación y explotación de inmuebles y cascos históricos declarados y elementos singulares del paisaje urbano, como podían seguir siendo nuestros señeros molinos de viento.
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“La posá de Curro” Mª del Carmen Rodríguez Pulgar. Cada pueblo se va formando como una entidad única a lo largo de los años. Son sus edificios, sus calles y plazas las que van dando vida a esa criatura. Si hubo un edificio en Castuera que pudiera representarla durante muchos años, éste fue el conocido en el siglo XX como “Posá de Curro”. Lamentablemente hablamos en pasado porque, una vez más, la inconsciencia, desidia, el desconocimiento u otros intereses, acabaron destruyéndolo, perdiendo con él una parte importante de nuestra identidad. Si hacemos un poco de historia, recordemos que Castuera empieza a gestarse como una pequeña aldea cuando la Edad Media cedía el testigo a la Moderna. Entonces, el poblamiento se concentraba en torno al llamado barrio de El Cerrillo, la zona con mayor altitud y antigüedad de nuestra villa. En el siglo XVI aquella pequeña aldea crece y los edificios oficiales (Casas del Concejo, Audiencia, cárcel, pósito, ermitas, hospital, carnicería,...)(1) se sitúan en los alrededores de la Plaza de San Juan llamada así por la ermita del mismo nombre que la presidía. En la parte más alta del cerro se erigía la primera parroquia que pronto se quedaría pequeña para una población en crecimiento. Esta primera plaza fue testigo de todo tipo de acontecimientos festivos o económicos y hasta del enriquecimiento de sus habitantes más honorables que, un día partieron para el Nuevo Mundo, huyendo de la miseria que le ofrecía estas tierras. (2) De esta primera plaza, partía la vía principal denominada, como no podía ser de otra manera, Corredera de Abajo. Curro el de La Posá el día de la boda de su hija.
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e su nombre deducimos que en el cerro debía haber otra Corredera o calle principal que partía por la mitad y de forma longitudinal el primer núcleo. Mucho más tarde pasaría a llamarse Corredera de San Juan (3) que desembocaba en calles secundarias por donde se iba abriendo la población (C/ Huertos, Arriba, …) y donde iban estableciéndose las familias de más rancio abolengo allá por el siglo XVII. Aquel primer núcleo se había quedado pequeño y la población, en aumento, se vio obligada a bajar al llano. Era normal que en estas comarcas de llano, abriéndose paso en los extrarradios de la población, hubiese una calle llamada Ancha (4). En Castuera, la C/ Ancha, de “Los Mesones” o Sola, como aparece en las fuentes, se situaba en lo que hoy es la actual plaza, la segunda de Castuera. Fue en ella donde, a mediados del siglo XVIII, incautando el terreno a algunas casas solariegas de grandes familias como los Hidalgo-Montemayor, Calderón y Chaves, Calderón Gallego o Donoso se erigiera la nueva Iglesia Parroquial.
1. MIRANDA DÍAZ, B: La villa de Castuera (siglos XVI y XVII). CEDER La Serena y Diputación de Badajoz, 2012. Pp. 71-82. 2. PELEGRÍ PEDROSA, L.V: América en Castuera: El impacto del Nuevo Mundo en una villa extremeña. Badajoz, 1993. Págs. 28 y ss. 3. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A: Extremadura popular. Casas y pueblos. Diputación de Badajoz. Pág. 72. 4. Ibidem. Pp. 56-57.
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n el Testamento que otorga D. Francisco Morillo Baldibia, Comisario del Santo Oficio de la Inquisición de Llerena número desta villa de Castuera (5), se hace referencia a la esquina que llaman “de la Madre de Dios”, situada posiblemente donde hoy se abren las “Cuatro Esquinas”, en una de las cuales, dentro de una pequeña hornacina, se sitúa todavía una pequeña imagen de la Virgen. Si seguimos el documento, se mencionan unas propiedades de los padres de D. Francisco que “hazen frente a la calle Ancha y lindan con las del referido Francisco Antonio Brabo y casa meson de los hijos de Don Juan Francisco Gallego en herenzia de Doña María Josefa Calderón Gallego, su madre y muger del referido que tienen comunicación a las mías principales”. (6) Estamos hablando de dos de las familias más destacadas en el pasado de nuestra localidad y que económicamente han podido enriquecerse en las últimas décadas. Nos referimos a los Morillo Valdivia, uno de cuyos miembros pujaría por las obras de reparación de la nueva Iglesia Parroquial de Castuera. (7) La otra familia era Calderón Gallego, descendientes del famoso indiano, que en el siglo XVII invertiría en Castuera gran parte de su capital acumulado en América. Ya en 1741 se localiza en las inmediaciones de las Cuatro Esquinas, ya en la Calle Ancha, un antiguo mesón recibido por herencia de varias generaciones anteriores. De ello podemos deducir que el mencionado mesón podía existir desde el siglo XVII o incluso desde fechas anteriores. Si atendemos a algunas similitudes arquitectónicas con el actual Pósito. Lo que desconocemos es si este edificio tan singular, desempeñó desde su origen esta función o pudo ser sede de un organismo oficial, como las llamadas Casas de La Tercia o Cillas, edificios utilizados en las villas para recaudar impuestos, rentas y como almacén de granos. Según recoge Miranda Díaz, en su libro La Villa de Castuera (Siglos XVI y XVII), la primera cilla perteneciente a la Mesa Maestral estaba situada en la plaza de San Juan, junto a la Audiencia, ya en 1530, “La dicha casa tiene las paredes de fuera y de dentro de mampuesto de piedra revodcada de cal y tiene una portada de un arco de piedra labrada... La entrada de la dicha çilla está enlosada, y la dicha çilla es de dos cuerpos y pásase de uno a otro por un arco de piedra labrada y todo el suelo está enladrillado en cantos. La dicha cilla está cubierta de cuartones de pino con hileras y cabrios de madroño y caña y barro y texa ençima.”(8) Una vez arruinado este edificio, siguiendo al autor anteriormente mencionado, fue sustituido por “un inmueble práctico y muy bien terminado, el cual había sido sufragado enteramente por los banqueros alemanes Fugger durante el tiempo en el que estuvieron al frente de la mesa Maestral”(9). La posible localización de este edificio es incierta, aunque no parece descabellado que se alejase algo de la Plaza de San Juan, lo mismo que lo hiciera la antigua Cárcel, ubicada en el siglo XVII en la calle de Los Huertos (10). El pósito, que sí se conserva todavía en la Plaza de San Juan es el Pósito de Concejo, espléndido edificio de 1579. Su interior, todavía luce en la actualidad diez columnas toscanas de gra nito y ocho arcos de medio punto con dovelas del mismo material. En 1791 en el “Viaje a la Serena”,A. Agúndez, además de reseñar que Castuera tenía dos plazas, (Plaza de San Juan y la Plaza Nueva), nos refiere que Castuera “es importante en el sistema de comunicaciones, es cruce de caminos para Andalucía con gran número de arrieros y trajineros, famosos por lo bien entendido en el oficio, con tres amplios y buenos mesones.”(11) Es muy probable que estos mesones, además del referido, estuviesen ubicados en calles abiertas con buena disponibilidad de espacio para la entrada de animales como la C/ Ancha. Nos consta que en el siglo XIX en la Plaza podían estar ubicados varios establecimientos que desempeñaban esta función, como el situado en la antigua casa de Romerito, otro frente a la Iglesia Parroquial o el emplazado en los locales del actual Ayuntamiento ( C/ Ancha nº 3 ó 5) propiedad de Valentín Aragonés Iniesta, natural de Herencia (Ciudad Real) que llega a Castuera como carretero. Uno de ellos se conocía como la Posada de La Peña En todas las poblaciones de la comarca encontramos edificios dedicados al hospedaje de arrieros o viajeros, algunas de ellas de especial relevancia constructiva como la Posá de Quintana. 5. A.P.N.C. 1741.TOMÁS FERNÁNDEZ. 07 NAP 564/2 . Fol 119. 6 Ibidem. Fol. 125 y Vº. 7. LÓPEZ RODRÍGUEZ, A.D. y MARTÍN NIETO, D. “La construcción de la Iglesia” Revista Antaño Nº 12. Castuera, 2004. Pp. 10-11. 8. MIRANDA DÍAZ, B: La villa de Castuera (siglos XVI y XVII). CEDER La Serena y Diputación de Badajoz. Badajoz, 2012. p.76. 9. Ibidem. 10. Op. cit. p. 81.
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Antaño EL EDIFICIO En el inicio de la Edad Moderna, tanto los asentamientos como la morfología de la casa respondía a esquemas sociales, económicos, geográficos, laborales o políticos. Tal como afirma A. González la utilización de la mula para los trabajos del campo, contribuye a la determinación de la casa de colada (12). El edificio que pasaremos a describir, se ubica en un núcleo de llano y muy posiblemente se tratara de una gran casa de colada o “casa entera”, que, con el tiempo se dividiera por herencias, adjudicándose las piezas de uno de los lados a otra familia: La Lala de La Posá. El ancho pasillo central es el eje o columna vertebral que divide el espacio en profundidad. Debe adaptarse al paso de los animales o incluso de los carruajes. La colada queda subrayada por los “pasos”, cuerpos o crujías que, paralelos a la calle, van dando funcionalidad al edificio. Nuestra casa disponía de tres crujías y al fondo un gran corral en el que se situaban la cuadra, el pesebre, pozo, pilas y, finalmente unas escaleras que conducirían a un pequeño doblado que serviría para almacén y aislante térmico. El primer paso, más cercano a la calle, estaría abierto por pequeños vanos de ventilación y sobre el muro lateral derecho, se abría una chimenea con campana de grandes dimensiones sustentada sobre arco, aunque lo normal es que la cocina se ubicara en los cuerpos centrales. En este espacio, todos los huecos se aprovechan como vasares, cantareras, chineros o alacenas. El paso al segundo cuerpo se hacía a través de un gran arco rebajado y realizado con dovelas de piedra granítica unidas por Plano
verdugadas de cal. El arco descansa en sendas columnas toscanas adosadas al muro, con una basa de dos piezas y un capitel con collarino, toro y ábaco. Es reseñable una pieza con forma fálica en una de las enjutas. Es frecuente encontrar en Castuera, este gran arco, con dovelas de cantería que da paso al segundo paso o cuerpo, en casas solariegas del siglo XVII. En los pasos centrales se hallaba una gran dependencia dividida en dos tramos mediante sendos arcos rebajados del mismo tipo que el anterior apoyados en una fuerte columna toscana con amplia basa y capitel. La presencia de estos arcos la dota de una especial singularidad constructiva, lo que nos hace pensar que este edificio desempeñó una función relevante en el siglo XVII o que la familia a la que perteneció disponía de elevados medios económicos. En torno a este gran espacio, debieron estar situadas las dependencias vivideras y de estancia como dormitorios, alacenas y posiblemente una escalera interior para subir al doblado, suponiendo que la función del edificio fuese la doméstica. El material empleado para su construcción, lo mismo que de el resto de las de Castuera, es tapial y piedra que conforman gruesos muros. La techumbre se compone de cuartones o vigas, posiblemente de madera de encina, con cabríos, cañas, barro y cubierta de teja. El cuerpo exterior de la chimenea o cañón, adquiere un gran protagonismo volumétrico por encima del tejado. Se remata con respiradero o tiro para terminar en caperuza. omo solería tenemos un empedrado de cantos que se combina con losas de granito, adaptándose al paso de los animales o al almacenaje de cereales. Por lo que se refiere a la puerta era adintelada, de proporciones anchas para el acceso de animales de labor carga 11. AGÚNDEZ FERNÁNDES, A. op. Cit, p.107. 12 GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Op. Cit., p. 121.
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Antaño dos y carros. Tanto la portada, como la pequeña ventana del doblado presentaban recercos y chambranas de granito y cal. En la fachada se abrían una o dos pequeñas ventanas con sencillas rejas. En la entrada conservó una gran losa de granito. En la entrada conservó una gran losa de granito.
LA VIDA EN LA POSADA DE CURRO. De momento, nos es imposible reconstruir la función de este magnífico edificio en el siglo XVII. Sin embargo, ya aparece en la documentación como mesón, o posada en el siglo XVIII, función que muy posiblemente siguió cumpliendo a lo largo del siglo XIX. En estas fechas estaríamos hablando de una casa entera, que luego a causa de los repartos por herencia se escinde en dos; La Posá de la Lala y la Posá de Curro que es de la que nos ocuparemos a continuación. ¿Quién era Curro? Como hemos dicho su nombre real era José Mª López Simón-Talero, hijo de Juan López Pozo y Eloísa Simón-Talero y García y nieto de Miguel López, nacido en 1846, de profesión propietario, e Isabel del Pozo. La familia comenzó a llamarlo Curro desde pequeño. Era un hombre bajito, enjuto, que casó en dos ocasiones y emparejó una tercera con una ciudadana alemana. Tiene una hija, Eloisa López Luján, apellido de la madre, Modesta Luján Esquivel, natural de Azuaga. Pocos datos encontramos en la documentación de La Posada, salvo unas referencias que la pintora franCelebración familiar junto a los arcos de la Posá.
cesa Magdalena Leroux, esposa del famoso escultor Enrique Pérez Comendador. Tal como menciona César Velasco Morillo en el nº 10 de esta misma publicación, la pintora visita Castuera a finales de 1946. En los 14 días de estancia en Castuera, realiza varios bocetos, entre ellos el interior de la Posada de Curro que adjuntamos por gentileza del Museo “Pérez ComendadorLeroux” de Hervás y, del que su marido comenta: “...me gusta el croquis que me mandas de la posada, sería un cuadro interesante y muy particular”...(13) a vida en la posada comenzaba al amanecer. Alrededor de las cuatro de la madrugada se abrían las puertas. A esa hora venía en tren y se iban a recoger los peces. También a esa hora se tenía que acarrear el agua
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13. VELASCO MORILLO, C.: “Magdalena Leroux Comendador”. Revista Antaño. Nº 10. Castuera, 2002. Pp. 16-17.
Dibujo a lápiz. Magdalena Leroux Morel. Castuera, 1947. Cedida por Museo Pérez Comendador-Leroux (Hervás. Cáceres).
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Antaño de la fuente situada en la esquina de la calle Cruces, después de largas colas y no menos esperas. Era Curro quien preparaba la comida para todos los huéspedes (50 ó 60 personas), tal como aprendió de su padre. En un principio en la chimenea se ponía el puchero para alimentar a todos, aunque
Pareja de “Los Arrieros” junto a la chimenea.
después la comida se preparaba en anafres de gas. La comida se servía a las dos de mediodía en platos grandes y cada uno volvía a sus faenas. Por la noche no se preparaba cena. Los huéspedes dormían en serones que con suerte se colocaban sobre duros catres. Si a medio día no había tiempo de sobremesas, en las largas noches de frío invierno se charlaba alrededor de la lumbre o se jugaba a cartas. Lo mismo ocurría en la puerta de la calle, al fresco de las noches de verano.
LOS CLIENTES Allí confluían todo tipo de arrieros o trajineros procedentes de todas las latitudes. Principalmente residían hombres, si acaso, alguna gitana como aquella que parió sola en la posada, en un saco de paja, y recién parida se fue a comprar carne al mercado, según nos cuenta Doña Eloísa López Luján. -Vendedores de ajos procedentes de Cabra (José Ruíz: El Mascotilla). -Artistas de circo procedentes de Portugal y Alicante. -Camineros que pernoctaban cuando se hizo la carretera a Zalamea y Monterrubio. -Canteros de La Haba y Barcarrota. . -De Campanario traían peces, queso de cabra, esparto y fruta. -De Cáceres traían cuadros y discos de Peñarroya. -Los gitanos de Jaén compraban pelo a cambio de quincalla. -De Galicia venían afiladores o vendedores de cabestros para la familia Gironza. -Los encajes venían de Camas. -Tratantes de ganado de Zafra venían a vender caballos a la Feria de Zalamea, lo mismo que de Horcajo y Helechosa para vender sus bestias. - De El Puerto Hurraco, en su mula, venía una lavandera. -”La Bola” de Quintana traía cántaros. -Allí se quedaban los peregrinos a Santiago de Compostela que, procedentes de Guadalupe seguían por el Camino -13-
Antaño Mozárabe. Se les reconocía por sus casacas marrones y sandalias, sus conchas, barbas y falta de higiene. Solían quedarse en el pequeño doblado. La Posá de Curro siguió dando cobijo a su clientela hasta finales de los años sesenta del pasado siglo, cuando los necesarios dineros de Alemania atraían a nuestros hombres. Entonces se cerraron sus puertas y poco más tarde sus piedras y columnas se arrojaron en cualquier escombrera. Las voces, los cantes, las bromas, las historias de todas las personas que por allí pasaron, desaparecieron como el humo por su ancha chimenea aunque hoy Antaño las traiga de nuevo a nuestro recuerdo para que, aunque sea por unos instantes, volvamos a darles vida. INFORMACIÓN CEDIDA POR -Dña. Eloisa López Luján. -Dña. Vicenta García Romero. -D. Antonio López Rodríguez. “Centro de Documentación Ceder La Serena.” -Dña. Mª José Hidalgo Gallego. Fondo Fotográfíco. Revista “Antaño”. -Museo Pérez Comendador-Leroux de Hervás. -D. Antonio Peña López. -D. Manuel Peña López. -D. Luis Aragonés. -D. Cándido Sánchez García. BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN AGÚNDEZ FERNÁNDEZ, A.:Viaje a La Serena en 1791. Historia de una comarca extremeña escrita tras los pasos del magistrado Cubeles. Cáceres,1955. MÉLIDA, J.R. Catálogo Monumental de la Provincia de Badajoz (1907-1910). Madrid, 1926. MENA, V.: Viñetas castueranas. Villanueva de La Serena, 1929. MIRANDA DÍAZ, B.: La villa de Castuera (siglos XVI y XVII).CEDER La Serena y Diputación de Badajoz. Badajoz, 2012. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, A. Extremadura popular. Casas y pueblos. Badajoz, 2005. PELEGRÍ PEDROSA, L.V: América en Castuera: El impacto del Nuevo Mundo en una villa extremeña. Badajoz, 1993. Revista Antaño: Nº 10 y Nº 12 Castuera, 2002 y 2004.
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“Castuera y el oro negro de los Nazis” Antonio Doroteo López Rodríguez. Licenciado en Historia. Asociación para la Defensa del Patrimonio de Valle de La Serena.
En 1943 las condiciones de vida de cientos de vecinos en Castuera se debatían dentro de la lucha más básica por la subsistencia. La posguerra de Franco sometía a los españoles a un sufrimiento sin parangón en su Historia más reciente. Pero en medio del miedo y de la miseria de esa década de los cuarenta del pasado siglo, y propiciado por las mismas políticas autárquicas y de racionamiento de la dictadura, emergieron considerables fortunas. El control de todas las ramas de producción por miembros destacados del nuevo régimen creaba una red piramidal donde la proliferación de los acaparadores y el mercado negro era una consecuencia lógica del sistema. En ese ambiente de férreo control socio-económico, de estraperlo y carestía, se abrieron camino individuos que supieron manejarse entre la burocracia franquista, y burlando la vigilancia de la Fiscalía de Tasas. Uno de estos personajes fue Juan Martín Domínguez, más conocido en Castuera y alrededores como “el señor Juan de los jamones”. De origen salmantino llegaría tras el final de la guerra a Castuera. Su apodo hacía alusión a su dedicación a la industria chacinera. Aunque no era el único negocio en el que estuvo metido. De hecho en esos mismos años una de sus principales ocupaciones fue la actividad minera, y más concretamente la compra-venta de wolframio.
Plano general de La Serena y ubicación de la Mina de “Picolirio”, Castuera.
El wolframio es un mineral con una corta historia. Sus descubridores fueron unos hermanos riojanos a finales del siglo XVIII. Sin embargo al descubrimiento científico no le siguió una aplicación práctica inmediata. No fue hasta finales del siglo XIX, y sobre todo con la Primera Guerra Mundial, cuando el wolframio se convirtió en un mineral estratégico por su uso por la industria militar. Aunque la Segunda Guerra Mundial elevó aún más su importancia. La alta densidad del wolframio unido a que posee una gran resistencia a altas temperaturas lo haría imprescindible en las aleaciones para la -15-
Antaño construcción de los temibles tanques nazis y las cabezas perforantes de sus proyectiles. Por tanto durante la Segunda Guerra Mundial los dirigentes nazis aceleraron el proceso de acaparación de este mineral. Las magníficas relaciones entre la España de Franco y la Alemania hitleriana provocaron que se estrecharan los lazos comerciales entre ambos Estados. Para facilitar estas relaciones comerciales, donde también se hacía frente a la importante deuda contraída por Franco con Hitler por su vital ayuda durante la Guerra Civil, los nazis establecieron una amplia maraña de empresas que rezarían bajo el nombre genérico de SOFINDUS. Así, por ejemplo, la Sociedad Montes de Galicia constituida por los nazis en Vigo, se haría con el control de buena parte de las minas penínsulares de wolframio. Entre ellas estuvo la mina de “San Nicolás” en Valle de La Serena. En este contexto Juan Martín Domínguez, junto con su hermano Tomás, se pondría al frente de concesiones mineras cercanas al Grupo de “San Nicolás” en Valle de La Serena. Su labor empresarial se basó en abrir “minas tapaderas” consistentes en explotaciones mineras ficticias que comerciaban con el wolframio que los mineros de la Sociedad Montes de Galicia eran capaces de sacar a escondidas de los tajos de la mina de “San Nicolás”(1).
Centro Cartográfico y Fotográfico CECAF, Foto aérea de 1956.
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l alto precio que empezó a tener en el mercado el wolframio animaba a los mineros, que contaban con un jornal exiguo, a intentar burlar los controles de los guardas de la Sociedad minera y de la propia Guardia Civil para venderlo a las citadas “minas tapaderas”. La deriva de la Guerra, con la invasión nazi de la Unión Soviética en el verano de 1941, disparó aún más el precio del wolframio, el ya nombrado como “oro negro”.
Además los aliados conocedores de las necesidades de la industria bélica nazi iniciaron compras de wolframio para provocar el desabastecimiento alemán. Tanto Británicos como franceses copiaron el modelo nazi y crearon dos empresas al estilo de la SOFINDUS(2). Esta situación también redundará en la elevación del precio del wolframio. La gran demanda de este mineral provocó que se ampliara la búsqueda de yacimientos. Según la Estadística minera española para 1943 ya estaban explotándose las minas “Rosita” en Campanario y “Picolirio” en el término municipal de Castuera. La mina de Castuera, situada en el paraje de “Picolirio”, consistía en filones de cuarzo que contenían nódulos de wolframita. El ingeniero jefe del Distrito minero de Badajoz describía la manera de llevar a cabo los trabajos “La explotación se hace por trancadas, que solo han llegado a los ocho o nueve metros de profundidad”(3), donde los obreros no eran contratados por la empresa que únicamente se limitaba a asignarles una zona de extracción, proporcionándoles herramientas y explosivos. 1. Minaya Caballero, Juan José (Editor). Historia y Patrimonio Minero en Valle de La Serena. La singularidad de las Minas de San Nicolás. Asociación para la Defensa del Patrimonio de Valle de La Serena, Cabeza del Buey, 2014.(p. 117) 2. Carmona Badia, Xoam. “La minería española del wolframio, 1936-1954: los años de la fiebre”, en Sánchez Recio, Glicerio y Tascón Fernández, J. (Eds.). Los empresarios de Franco. Política y economía en España, 1936-1957. Editorial Crítica, Barcelona, 2003. (p. 297) 3. Instituto Geológico y Minero de España (En adelante IGME). Estadística Minera de España. Año 1943.
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Antaño “Se paga a los obreros a razón de 50 pesetas el kilogramo de mineral viable, proporcionándoles además las herramientas y los explosivos. Como el cuarzo se distingue de la pizarra perfectamente, los obreros recogen a mano el cuarzo, que sacan al exterior, donde lo reducen a finos mediante posones de hierro en eras, y luego lavan estos finos en rollos de gran longitud, donde se separa el mineral de la ganga; las colas las vuelven a tratar en palanganas, con gran habilidad.” Los obreros a cambio estaban obligados a venderles el mineral que extrajeran de los tajos a los precios que la empresa tuviera establecidos, por supuesto inferiores a los que se estaba pagando en el mercado. Así cuentan los propios mineros que pasaban días sin conseguir jornal alguno, sólo cuando lograban una “bolsa de mineral” podían obtener dinero. Por supuesto otros se arriesgaban a no venderlo a la empresa sacándolo oculto para colocarlo en el mercado negro. La producción en 1943 fue considerable al igual que los beneficios “oficiales” obtenidos de su venta:
El destino, según las declaraciones a la Hacienda(4) pública de la empresa de Juan Martín Domínguez, era Sevilla y Madrid donde era conducido en camiones mediante guías de circulación. Que uno de los destinos fuera el puerto de Sevilla hace pensar que los compradores finales fueran los Aliados, dado el control militar marítimo sobre la Península ejercido por la Royal Navy. De hecho el traslado del wolframio que se sacaba de las minas de “San Nicolás” eran también en camiones pero con destino a Irún, vía continental terrestre controlada por los nazis. Para el año 1944 la situación iba a cambiar de manera radical debido al devenir de la Guerra en Europa. El avance aliado en todos los frentes debilitó la posición alemana en el conteniente. La dictadura franquista mutará su relación con sus amigos nazis. Además los aliados forzarán a Franco a eliminar sus exportaciones de wolframio a cambio de poder recibir el petróleo estadounidense(5).
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urante el primer trimestre de 1944 continuaron las expectativas de conseguir un buen jornal entre los mineros productores de wolframio, animación que decayó al prohibir, en cumplimiento de los acuerdos con los norteamericanos, la exportación del mineral. Así para mayo de 1944 la paulatina paralización de las minas empezó a ser una realidad, y solamente las sociedades importantes mantenían la conservación de sus trabajos. Para este año y según la estadística minera el wolframio que se obtenía era de ley superior al 65 por 100 de WO3, y la cotización media era de 190 pesetas kilogramo con mineral de dicha ley. Las minas de mayor producción fueron el Grupo minero “San Nicolás”, del término del Valle de La Serena, con 54,5 toneladas; la mina “Picolirio” de Castuera, con 19,5 toneladas, y la mina “Rosita”, del término de Campanario, con 24,5 toneladas(7). Al finalizar el año de 1944, y faltando cinco meses para terminar la guerra, todas las minas estaban ya paradas. De nuevo otra guerra, la de Corea, volvería activar las minas de Juan Martín Domínguez, y entre ellas la de “Picolirio”, pero no pasarían de producir pequeñas cantidades a lo largo del año 1951. 4. Archivo Histórico Nacional. Fondos Contemporáneos. Ministerio de Hacienda. 5. Thomàs, Joan Maria. La Batalla del Wolframio. Estados unidos y España de Pearl Harbour a la Guerra Fría (1941-1947). Ediciones Cátedra, Madrid, 2010. (pp. 194-195) 6. IGME. Estadística Minera de España. Año 1944.
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1948-1953 Homenajes a Valdivia en Chile y Castuera Ángel David Martín Rubio Canónigo Archivero y Doctor por la Universidad San Pablo-CEU (Madrid) Jaime Eyzaguirre ha caracterizado a Pedro de Valdivia en unos términos que nos lo presentan como “un hijo del Renacimiento: diplomático, político, esteta del gobierno y de la guerra”. Tan múltiples facetas, explican el interés y la admiración que, a lo largo de los siglos, ha despertado la figura del conquistador de Chile. Admiración que se hace extensible a los primeros españoles que, junto a él, llegaron a aquellas lejanas y hasta entonces inaccesibles, tierras e incluso a los indígenas que se les enfrentaron. Son los propios chilenos quienes reconocen, como el autor citado, que: “Valdivia es el que ha escrito el nombre de Chile en la lista de las naciones. Antes de su viaje la vida en dicho territorio carecía de toda cohesión y las tribus indígenas, diseminadas a lo largo del inmenso espacio, no guardaban más vínculos que los ocasionales nacidos de la guerra. A Valdivia se debe la estructuración coherente de la esbelta cinta que cuelga entre la cordillera andina y el mar océano, y de su pluma brotan, como despuntes del patriotismo, las primeras manifestaciones de amor hacia la tierra moldeada con su sudor y su sangre. Recordarle no es, pues, un capítulo de seca erudición, sino un golpe del corazón agradecido, porque sin Valdivia no habría patria chilena” (Jaime Eyzaguirre, Ventura de Pedro de Valdivia, Madrid: Espasa-Calpe, 1967, pág. 10).
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or ese motivo, queremos evocar en este artículo una serie de homenajes que se tributaron a Pedro de Valdivia en las décadas de los cuarenta y cincuenta del pasado siglo. En aquellos actos se unieron protagonistas de ambos lados del Atlántico: españoles procedentes de la cuna de Valdivia y chilenos que se reconocían fruto de una historia que nace cuando el extremeño y sus acompañantes llegaron al territorio previamente explorado por Almagro.
Estatua de Pedro de Valdivia. Foto: Cristian Garay
Santiago de Chile. Foto: Cristian Garay
1948: Homenaje a Valdivia en Castuera. En el primero de los episodios que nos ocupan, participaron tanto Castuera como Santiago de Chile. Nuestro pueblo porque, desde los años veinte, y sobre todo a raíz de los trabajos de investigación y divulgación llevados a cabo por el sacerdote D. Vicente Mena, era generalmente reconocido como el lugar de nacimiento de Pedro de Valdivia, desbancando las infundadas pretensiones de la cabecera de la comarca, Villanueva de La Serena. Santiago de Chile porque su fundación en febrero de 1541 era la piedra inicial de la obra de Valdivia y, para indicar que se trataba de algo más que de un campamento, a las pocas semanas instituyó su Cabildo y nombró a sus componentes (7-marzo-1541). Comenzaba así la vida institucional de la ciudad y de la provincia del Nuevo Extremo. El 4 de enero de 1948 se celebró un solemne acto con motivo de la entrega de una bandera chilena a la Parroquia donada por el Cabildo catedral de Santiago de Chile y la colocación de unas lápidas en la fachada del templo parroquial de Santa María Magdalena de
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ABC, Madrid, 5-octubre-1950, p.5
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Antaño Castuera, edificio del siglo XVIII que reemplazó al ubicado en Los Molinos que es en el que sería bautizado Pedro de Valdivia. La placa y bandera fueron traídas desde Chile por monseñor Aníbal Carvajal, canónigo doctoral del Cabildo de Santiago de Chile, que llegó acompañado del ministro de Chile en España, D. Armando Maza Fernández (encargado de negocios ad interim); del secretario de la Embajada, D. Juan José Fernández Valdés; del cónsul de Chile en Madrid, D. Arturo Philipe Peñafiel, y del citado sacerdote madrileño e historiador D. Vicente Mena. Todos ellos fueron recibidos por el presidente de la Diputación Provincial de Badajoz que ostentaba la representación del Gobernador Civil, jefe de los Servicios Culturales de dicha Corporación; alcalde, párroco y restantes autoridades locales. El referido presidente de la Diputación Provincial lo era desde el 30 de abril de 1940, Juan Murillo de Valdivia y Martínez-Matamoros, natural de Castuera (1908-1972) y que ocuparía el cargo hasta el 2 de junio de 1949. Posteriormente fue Gobernador Civil de Zamora, Segovia y Albacete. Al comunicarse su designación para Zamora, la prensa daba esta información de su trayectoria biográfica: “Don Juan Murillo de Valdivia fundó en Castuera la Falange, a la que se había adscrito en enero del año 1934. Sorprendido por la guerra de Liberación en zona roja, donde fueron asesinado su padre y hermanos [*], fue perseguido encarnizadamente, por lo que permaneció escondido emparedado durante siete meses. Ha sido delegado provincial de Sindicatos, de la Vieja Guardia y de ex Cautivos de Badajoz y presidente de su Diputación Provincial. Como representante especial del Gobierno español, asistió a los actos conmemorativos de la fundación de la ciudad chilena de Concepción. Posee la Medalla de la Vieja Guardia, la Gran Cruz del Mérito Civil y el Aspa Verde de la Falange, y las condecoraciones chilenas de comendador del Mérito de Bernardo de Hoggins y Medalla de Oro de Concepción” (ABC, Madrid, 8-noviembre-1953). [*] Nota del autor: se trataba de Bernardo Morillo-Valdivia y Fernández-Canedo, de 78 años de edad y Vicente Morillo-Valdivia y Martínez-Matamoros, de 23 años.
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las once de la mañana, se reunieron las mencionadas autoridades en la sala de actos del Ayuntamiento, donde el alcalde dio lectura al acuerdo municipal por el que se nombraba a todos los visitantes huéspedes de honor y se organizó la comitiva que habría de dirigirse a la Parroquia. Una vez bendecida la bandera, las personalidades asistentes subieron al presbiterio donde D. Vicente Mena celebró una Misa cantada. Después, en la puerta el templo se descubrió una lápida de mármol con letras de bronce adosada al muro en la que podía leerse: “1947. El Cabildo metropolitano de Santiago de Chile, al gran conquistador D. Pedro de Valdivia”. Y otra placa debajo con la siguiente inscripción: “Este recuerdo se coloca el 4 de enero de 1948, siendo ministro de Chile en España el excelentísimo señor don Armando Maza”.
Casa Pedro de Valdivia
Pronunciaron discursos el alcalde, el ministro de Chile, D. Vicente Mena y Juan Murillo. A continuación se dirigieron a la casa de Valdivia donde monseñor Aníbal Carvajal recogió una piedra para el monumental Via Crucis que se proyectaba en Chile y en el que cada Estación habría de llevar una piedra de los lugares más célebres y gloriosos de la guerra de 1936 y de mayor trascendencia en la conquista de América así como una cita alusiva escrita por diferentes poetas españoles (cfr. ABC, Madrid, 6 de enero de 1948). Hemos consultado al historiador chileno Christian Garay Vera para saber si dicho proyecto se puso en ejecución pero nos informa que no tiene noticias de que se llegara a construir.
1950: Juan Murillo de Valdivia en Santiago de Chile y Concepción En octubre de 1950, Juan Murillo de Valdivia viajaría a Chile en condición de invitado oficial para participar en los actos conmemorativos del centenario de Concepción, ciudad promovida por Pedro de Valdivia que formalizó su fundación el domingo 5 de octubre de 1550. El propio conquistador delineó la plaza de armas, y repartió terrenos y solares destinados a edificios públicos y religiosos y a sus habitantes. Los actos estaban previstos para el día 5, pero una catástrofe minera en el pueblo de Lota, que causo 31 muertos, llevó a las autoridades a suspender las celebraciones y el propio Murillo de Valdivia se desplazó hasta el lugar de la tragedia, asistiendo al entierro de las víctimas. Juan Murillo había llegado a Santiago el 4 de octubre. Ya en la ciudad de Concepción, el día 7 asistió a la bendición de la Catedral que estaba a punto de terminarse y el 10 de octubre tuvo lugar una solemne recepción en el Ayuntamiento a la que acudió acompañado
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Antaño de D. José María Doussinague, Embajador de España en Chile. Allí se le hizo entrega de la medalla de oro con el escudo de la ciudad y del propio bastón del mando del Alcalde correspondiendo él con una copia del cuadro de Zuloaga que representa al conquistador, obra del pintor Penagos, y con un busto de Pedro de Valdivia, obra del escultor extremeño Pérez Comendador. Juan Murillo evocó cómo Valdivia, con su genio militar y su prudencia de mando, simboliza el estilo de España en el siglo XVI. La escultura de Pérez Comendador (reproducida fotográficamente en ABC, Madrid, 5-octubre-1950, p.5) se encuentra actualmente a un costado de la Parroquia del Sagrario, en una especie de patio o pequeña plazoleta y muestra al Gobernador de medio cuerpo, vistiendo su armadura y un pliego en la diestra. Junto a ella, una inscripción: “OBSEQUIO DEL GOBIERNO ESPAÑOL / A LA CIUDAD DE CONCEPCIÓN / 1550 – 5 – X – 1950”
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n el teatro de Concepción, que lleva el mismo nombre de la ciudad, Juan Murillo de Valdivia fue objeto de un homenaje. Después de haber sido interpretados los himnos nacionales de ambos países, el alcalde de la ciudad pronunció un discurso en el que expresó el honor de sentirse heredero de los Cabildos españoles. Seguidamente, dio cuenta del acuerdo de nombrar al homenajeado ciudadano ilustre de la ciudad de Concepción y pidió a éste que llevase a España el saludo y el agradecimiento de los hijos de América. Juan Murillo contestó con un discurso en el que ensalzó la personalidad del fundador de la ciudad y conquistador de Chile. Evocó las características principales de Extremadura, cuna del conquistador, y dijo que el pasado histórico, común a Chile y España, no es un documento olvidado en los archivos sino algo vivo que se proyectará en el futuro. También visitó el fuerte de Penco (origen de la ciudad) y tuvo un encuentro con la colonia española (cfr. Hoy, Badajoz, 11-octubre-1950 y ABC, Sevilla, 8 y 11-octubre-1950). En Santiago de Chile se reiteró el homenaje y el 14 de octubre salió para la ciudad de La Serena, invitado por el presidente de la República González Videla, y acompañado de altos funcionarios del Gobierno y el representante del Departamento de Estado norteamericano. En un acto celebrado en la Municipalidad, fue condecorado con la Medalla de Bernardo O’Higgins. A su regreso, comunicó sus impresiones del viaje en una entrevista que reprodujo la prensa provincial (cfr. Hoy, Badajoz, 5-noviembre-1950). 1953: Castuera en el 4º Centenario de la muerte de Valdivia El último acto al que nos vamos a referir tuvo por escenario, de nuevo, a Castuera y su motivo fue el cuarto Centenario de la muerte de Pedro de Valdivia. Precisamente, la descripción del episodio consta con especiales detalles de historicidad en la crónica escrita por el capitán Alonso de Góngora Marmolejo, uno de los contemporáneos del conquistador de Chile que ubica con mayor precisión su lugar de origen: “Era Valdivia, cuando murió, de edad de cincuenta y seis años, natural de un lugar de Extremadura, pequeño, llamado Castuera, hombre de buena estatura, de rostro alegre, la cabeza grande conforme al cuerpo, que se había hecho gordo, espaldudo, ancho de pecho, hombre de buen entendimiento, aunque de palabras no bien limadas, liberal, y hacía mercedes graciosamente…”. El homenaje, organizado por el Ayuntamiento, se celebró el 25 de diciembre de 1953 con asistencia de numerosos vecinos y autoridades. Fue rezado un responso y la Banda Municipal interpretó los himnos de Chile y España. En la casa natal de Valdivia se descubrió una lápida con el siguiente texto: “EL AYUNTAMIENTO DE CASTUERA / A LA MEMORIA DEL QUE FUE HIJO DE ESTA VILLA / Y GRAN CONQUISTADOR DE CHILE / D.PEDRO DE VALDIVIA / EN EL IV CENTENARIO DE SU MUERTE / 25 DEL XII DE MCMLIII”
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on motivo de la efeméride, la Dirección General de Correos había concedido a la Estafeta de Castuera un matasellos especial alusivo al Centenario (cfr. ABC, Madrid, 29-diciembre-1953 y el periódico ABC publicaba un reportaje de José de las Casas Pérez con una entrevista a Fernando Guardia Geywitz, arquitecto de la Academia de Chile y becario del Instituto de Cultura Hispánica, que había estudiado a fondo la vida del conquistador de Chile para escribir la Historia de la Ciudad de Valdivia. Su admiración por el extremeño le llevaba a ponderar como “Valdivia constituye el más formidable y definitivo de los argumentos humanos contra la ya descreditada leyenda negra”: “Valdivia está por encima de la gran mayoría de los conquistadores de América. Él y Hernán cortés, forman la pareja preeminente. Pero Valdivia, como valor humano, es superior a los otros. Con profundo respeto hay que inclinarse ante su figura, que se alzó en las más altas cordilleras de América. Cortés y Pizarro dispusieron pronto de dos grandes imperios, Valdivia, no. Vivió en la guerra y sufrió mucho.
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Antaño Resistió victoriosamente los ataques, sin tregua de los indios más bravos y crueles. Triunfó con ciento treinta españoles en la terrible batalla de Andalién, frente a treinta mil indios. Fue, sin dejar el yelmo y las armas, un magnífico gobernante, fundador de varias ciudades, entre ellas Santiago y Concepción, y como en el mundo antiguo, a Constantinopla, a Roma y Antioquía, él dio también a su ciudad preferida, que se extiende río arriba, su propio apellido por nombre” (ABC, Madrid, 30-diciembre-1953). Sirva este artículo como una invitación a recuperar las lapidas que manos chilenas, más celosas de nuestra historia que los propios castueranos, colocaron en la fachada de nuestra Parroquia y a rendir un homenaje a D.Vicente Mena, que fue capaz de expresar su amor a Castuera desde el rigor histórico en sus investigaciones sobre Valdivia y desde su inspiración poética en las inolvidables Viñetas Castueranas.
“Heráldica en la Villa de Castuera” Escudo en el patio de una casa. Calle Santa Ana Cándido Sánchez y L. Vicente Pelegrí
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scudo cuartelado, con primer cuartel partido a un tercio. Primer cuartel: cruz de Alcántara, partido a un tercio por una flor de lis; segundo cuartel: brazo empuñando objeto a modo de fusta o ¿un tipo de ballesta); tercer cuartel, animal rampante, probablemente un león; cuarto cuartel, igual que el tercero. La talla es coincidente con el estilo barroco de los demás que existen en la villa de Castuera, datables en los siglos XVII y XVIII. La identificación de los apellidos es difícil de conocer sin los colores y metales originales a los que se refiere cada emblema, y más los animales rampantes y las flores de lis que son muy frecuentes. Pero la cruz de Alcántara es un tipo parlante que alude al apellido homónimo, que encontramos en otros escudos castueranos, como el de la magnífica fachada con portada de cantería de la calle Gabriel y Galán, frente a la Universidad Popular. El segundo cuartel existe con rasgos similares en escudos de Esparragosa de la Serena, con otro tipo parlante que alude al apellido Ballesteros. Tendremos que volver sobre este escudo cuando tengamos ocasión de estudiarlo con más detenimiento.
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Ricardo Fernández Blanco-Moral
Un político liberal en la comarca de La Serena Anselmo V. Fernández-Blanco García.
Gracias a esta oportunidad que me brindáis en vuestra publicación, quiero dar a conocer la figura de uno de los familiares de mis antepasados, dado el desconocimiento total de este personaje que fue tan influyente a nivel comarcal, provincial y yo diría que incluso nacional, no en balde llegó a ejercer varios puestos en el Gobierno del liberal Práxedes Mateo Sagasta, Presidente del Gobierno de España a finales de la centuria del XIX. Fue tal el carisma de este personaje y el aprecio que despertaba entre sus paisanos, como muestra el pueblo de Siruela nombrándolo hijo adoptivo, o el reconocimiento de su villa natal rotulando su nombre a una calle principal del pueblo; y Castuera poniéndole su nombre a la actual calle Arriba que se llamó calle Fernández-Blanco hasta terminada la Guerra Civil. icardo nació en Malpartida de la Serena un 6 de Noviembre del año 1845, era hijo de Victoriano Fernández-Blanco, Abogado y consecuente liberal, asesinado por sus adversarios políticos el 10 de Abril de 1846 en la misma Malpartida, y de Fermina Moral Grande natural de Badajoz e hija del Intendente de Rentas de la ciudad de Badajoz, Antonio Moral Arenzana, este natural de la ciudad de Llerena. Con tan solo tres años fija su residencia en Castuera, donde vivió toda su vida, donde casó y murió, al casar su madre en segundas nupcias con el castuerano Antonio Morillo de Cáceres, Secretario que fue de su Ayuntamiento.
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María Cristina de Austria, segunda esposa del rey Alfonso XII y regente de España en nombre de su hijo menor de edad Alfonso XIII.
Inició sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Madrid en el año 1861, bajo la tutoría de don Mariano Fernández-Daza, quién lo acogió en su casa de Madrid calle Jacometrezo, quizás fuese obligado a estudiar, pues por su rebeldía de juventud y debido a su falta de asistencia a las clases fue expulsado por el Rector al año siguiente. Tomó contacto con el mundo de la política muy joven debido a las amistades que tenía y amigos de su difunto padre, pero fue tras la Revolución que se produjo en España en 1868 que obligó a la Reina Isabel II a exiliarse, cuando Ricardo entró a formar parte de la denominada “Junta Revolucionaria” del distrito de Castuera, entidad que se creó tras dichos acontecimientos, concretamente fue -23-
Antaño nombrado vicepresidente de la Junta, que presidió su suegro Manuel Benítez-Donoso Custodio, quién ejerció de médico en Castuera más de 50 años. En el año 1874 fue nombrado diputado provincial en Badajoz por el Gobernador Civil de la provincia y permaneciendo como tal al menos hasta el año siguiente de 1875, sirvió gratuitamente un puesto en la comisión provincial, pues renunció al sueldo en favor de la provincia. También lo fue en 1881 al ganar las elecciones de Diputados Provinciales, pero sólo lo fue unos meses, pues dimitió al ser elegido Diputado a Cortes por primera vez. Formó parte del partido liberal en la provincia de Badajoz llegando a ser elegido Presidente del comité provincial en el año1881, cargo que desempeñó hasta bien entrado el siglo XX. Dio el salto a la política nacional al presentarse como candidato liberal por el distrito electoral de Castuera a Diputado a Cortes, en las elecciones del 20 de Octubre de 1881, obteniendo una aplastante victoria y derrotando a su oponente conservador don José Moreno Nieto, Diputado a Cortes que fue por el distrito de Castuera en varias legislaturas anteriores. De nuevo fue elegido Diputado a Cortes en el año 1886 y en otras seis legislaturas más, siempre por el distrito electoral de Castuera, hasta la última que represento hasta el año 1914. Fue Gobernador Civil de la provincia de Tarragona del 3 de Diciembre de 1885 al 13 de Mayo de 1886, cargo que abandonó al dimitir al ser elegido por segunda vez Diputado a Cortes. También lo fue de la provincia de Vizcaya, nombramiento que se publicó en la Gaceta de Madrid de 22 de Marzo de 1888, en dicho Gobierno Civil permaneció hasta el 10 de Julio del año 1890, en Bilbao hizo muchos y buenos amigos, al despedirse fue obsequiado con un banquete de despedida en el Club Náutico de Bilbao, asistiendo más de cien comensales entre ellos el presidente y vicepresidente de la Diputación Vizcaína, los diputados a cortes de la provincia, el alcalde de Bilbao y algunos alcaldes y concejales de pueblos de la provincia. Práxedes Mateo Sagasta, fundador del Partido Liberal (1885), presidiendo el Consejo de Ministros en 1881-83, 1885-90 (al inicio de la Regencia de María Cristina)
Ricardo guardaba muy buenos recuerdos de ésta etapa, con el tiempo compró una finca en Castuera a la que llamó “La Bilbaína” como prueba del cariño que recibió en aquella provincia. En Octubre de 1897, el Presidente del Gobierno, Práxedes Mateo Sagasta le nombró Director General de Administración Local, tomando posesión -24-
Antaño en Madrid el día 20 del mismo mes. Según artículo que publicaba el periódico EL LIBERAL de 31 de Octubre de 1897, Ricardo realizó un viaje de Madrid a Castuera en ferrocarril, ya como nuevo Director General. Narraba dicho diario que a su llegada a la estación de Castuera, había congregado gran cantidad de público, foráneo y de otros pueblos de la comarca, que no cesaban en lanzar vítores entusiastas al señor Director General; la comitiva le acompañó hasta su domicilio (calle Arriba, nº 24) amenizada con la banda municipal de música. Por la noche se celebró un banquete en su honor y se lanzaron fuegos artificiales. Al día siguiente proseguía su viaje a Badajoz, acudiendo bastante gente a despedirlo a la estación. Como tal Director General formó parte de la comisión encargada de esclarecer un escabroso asunto de las quintas de Murcia, misión que desempeñó con gran imparcialidad y con aplauso de los partidos y de la oposición renunciando a las dietas que le correspondían como Comisario Regio. Renunció al cargo de Secretario del Gobierno Civil de Santander y también del de Cáceres, para el que fue propuesto por el Gobierno opuesto a su opción política, manifestando que no quería nada del Gobierno Conservador. Por sus méritos fue condecorado por la Reina María Cristina el 11 de Julio de 1901 con la Real Cruz de la orden de Isabel la Católica, que recibió de manos del Presidente don José Canalejas. Al finalizar la legislatura de 1914, ya frisando los 70 años, Ricardo comenzó a considerar la posibilidad de jubilarse desilusionado tras el atentado del Presidente del Gobierno en 1912, coincidiendo también con la muerte de su primo y correligionario, el Presidente de la Diputación de Badajoz (1909-1913) Hipólito Fernández-Blanco Balsera y la muerte de su esposa, después de una larga y dolorosísima enfermedad en Julio de l914. Tras un paréntesis de dos años, Ricardo seguramente animado por su partido y sus amigos, acepta el ofrecimiento y se presentó como candidato a Senador por la provincia de Badajoz, siendo elegido en las elecciones del 23 de Abril de 1916, cargo que representó hasta el año siguiente de 1917. Este fue el último puesto que desempeñó, jubilándose y dedicándose a posteriori a su joven esposa y a su hijo, también llamado Ricardo. Él murió en Castuera el 14 de Abril de 1920 a los 74 años de edad, dejando a su mujer embarazada de su segundo hijo, que nació póstumo en Octubre del mismo año. Su cuerpo permaneció en el cementerio municipal de Castuera, hasta el año 1965, trasladando sus restos su hijo Victoriano Fernández-Blanco Isla al cementerio de Don Benito, donde actualmente reposan junto a su segunda mujer.
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La fiesta de San Juan Begoña López Blanco. Licenciada en CC Políticas y Sociología. Tania Morillo Ruiz. Antropóloga Social
La Fiesta de San Juan coincide con el solsticio de verano, y ha heredado una serie de ritos y costumbres propias de religiones paganas. Parece ser que una de las razones de más peso en esta coincidencia es que el santo estaba relacionado con uno de esos ritos en los que el agua tiene un gran papel: el bautismo, rito del que hablan los más viejos autores precristianos (1). Aún en el siglo XVIII vemos como Juan Meléndez Valdés compone un romance, que contiene alusiones a las ideas populares, a las plantas de San Juan, como el trébol, la verbena, etc.
Mañanita de San Juan Por el parado de la aldea A celebrarla se salen Pastores y zagalejas Bailándolas ellos vienen Con mil mudanzas y vueltas; Y cantando mil tonadas Del dulce Amor vienen ellas. Unos el suyo encarecerse En bien sentidas ternezas; Y otros con agudas chanzas Bulliciosos las alegran. Los que son más entendidos
Cortesanos les presentan, La mano para apoyarse, con delicada fineza. No hay corazón que esté triste; Ni voluntad que esté esenta; Todo es amores el Valle, Los zagales todo fiesta, Cual saltando se adelanta, Cual burlando atrás se queda, Y cual en medio de todas, Repica la pandereta. El crótalo y tamborino Con la alegre flauta alternan,
Y el regocijo y los vivas Suben hasta las estrellas. Unos de trébol y flores Y misteriosa verbena Sus cándidas sienes ciñen Matizan sus rubias trenzas. Otros por detrás sus ojos Con un lienzo arteros vendan, Y del juego alegres ríes Si con el engaño aciertan; Y otros de menuda juncia Tejiendo blandas cadenas.(2)
RITOS PURIFICADORES: FUEGO, AGUA Y PLANTAS Las hogueras en San Juan tienen un carácter básicamente purificador, pues se creía que a través de ellas, el hombre y los animales podían librarse de toda clase de maleficios. Saltando sobre las hogueras, aspirando su humo, danzando alrededor… se obtienen cosas como la preservación o curación de determinadas enfermedades (sarna, tiña…), la preservación de los maleficios de las brujas y la expulsión de éstas y de los ladrones, la preservación de animales dañinos (mordeduras de perros, culebras…) o haciendo pasar a los animales por ellas se les preserva de enfermedades. Veamos que en Galicia, y en especial La Coruña, el folclorista Carre Aldao, afirmaba cómo se realizaban diversos saltos en las hogueras mientras cantaban:
Salto por en riba do lume de San Xoan, pra que me non trabe nin cobra nin can
En Pauls, las madres cogían a los niños por debajo de los brazos, pasándoles por encima de las llamas y diciendo: “Bolangera de Sant Joan Desambroma’t per tot l’any” -26-
Antaño En Torrecilla de los Ángeles (Cáceres) se recitaba: “Por aquí pasa San Juan, por aquí San Pedro, por aquí mi burra, por aquí mi perro”(3) El culto que se realiza en San Juan a las aguas tiene diversas manifestaciones. Por un lado, las aguas de ríos y fuentes, por otro, las aguas del mar, y, por último, el rocío, poseen unas virtudes esa noche de las que carecen el resto del año. En muchos pueblos se bañaban las gentes en los ríos y arroyos, cogían el agua de las fuentes, o caminan por el rocío, bajo la creencia de que el santo bendice esa noche a las doce todo lo que existe sobre la tierra: campos, hierbas, montes, ríos y fuentes. En algunos pueblos de Extremadura como Mérida y Valdecaballeros, se hace el agua de San Juan: por la noche se llena un baño y se echan plantas y flores aromáticas, y especialmente rosas, verbenas, claveles, jazmines, madreselvas y yerbaluisa. Al salir el sol las flores y hierbas se secan y el agua se considera milagrosa. NUEVAS PAREJAS: LOS ENRAMOS Otra costumbre muy difundida era enramar las puertas de las mozas los días de San Juan y San Pedro, encontrado referencias deliciosas en muchos de nuestros escritores clásicos. En El Leal Criado, de Lope de Vega, acto II, Corinto y Tibaldo hablan de la amada de Tibaldo:
- Corinto. - Tibaldo. - Corinto. - Tibaldo. - Corinto. - Tibaldo
¿Has ofendido? Yo, ¿en qué, si no es en quererla tanto? ¿No la has sacado el disanto al baile y pisado el pie? Si la pisé, y aun un buen rato, que cuando me dispuse sobre el pie por Dios, le puse trece puntos de zapato. ¿Posiste ramo en San Juan? ¡Y cómo! ¿Pues era bobo? Todo un álama y un pobo Que enramó puerta y desván (4)
En la jornada I de Pedro de Urdemalas, de Cervantes, dice, hablando de su amada, con motivo de las enramadas de San Juan, el enamorado Pascual: “Y en los árboles que ahora Vendrán a enrramar tu puerta Veras cruel matadera, Como en ellos se ve cierta La gran fé que mi alma mora. Aquí verás la verbena De raras virtudes llena, Y el rosal que alegra el alma (5) Por toda España se fueron extendiendo las enramadas. En Santander los mozos, al hacer la ronda, dejaban flores y ramitas verdes con cintas azules y blancas en las casas de las chicas guapas; donde las feas dejaban ortigas, espinas y hojas de higuera. En Alosno, las enramadas indicaban distinto grado de aprecio, como podemos ver en estos versos: -27-
Antaño Pino te estimo; Peral te quiero mas; Alamo te amo; Jara haragana; Adelfa, gitana. El lado poético de la costumbre viene dado por la creencia de que las plantas y hierbas de San Juan, además de tener propiedades medicinales y de protección, ejercían un efecto amoroso. En muchas obras clásicas, como La Celestina, se citan las llamadas “hierbas de San Juan”, entre las que destacan la verbena, el helecho, el trébol, la albahaca, la valeriana… Originariamente se llamó verbena única y exclusivamente a aquella clase de romería en que se vendían y antes se recogían plantas de verbena y otras como las enumeradas, y en un tiempo, la “verbena” fue la de San Juan. Era famosa en primera mitad del siglo XIX en Madrid, la verbena de San Juan y San Pedro, que se celebraba en el Prado, vendiéndose, como en el siglo XVII en la Plaza Mayor, cantidad de flores y tiestos. También era muy conocida la verbena de San Juan en Sevilla, que se distinguía por su gran licencia en las costumbres (Julio Caro Baroja 1992). LA VELADA DE SAN JUAN EN CASTUERA Cuenta el Magistrado Cubeles en su Viaje a la Serena en 1791 “Subiendo al barrio antiguo llegamos a la plaza de San Juan, enjoyada de tradicionales casas con escudos nobiliarios… La ermita de San Juan… fue la primera Iglesia de Castuera, y entonces el Bautista patrón de la villa”(6). En Castuera la noche de San Juan, era un momento propicio para la creación de noviazgos y de ahí la importancia de “los enramos”, tradición que se fue perdiendo con la guerra civil y la dictadura franquista. Según recoge la jota de la Velada de San Juan, era costumbre que los mozos regalaran a sus enamoradas “enramos” hechos de plantas y flores. Plaza San Juan 1929, foto del fondo de Garrorena Excma Diputación de Badajoz.
Cuando una moza no acudía a la Velada, y por tanto, dejaba a su enamorado sin esa posibilidad, éste cogía grasa de un carro, y pintaba el quicio de la puerta de la muchacha, para que así ella tuviera que salir a la calle a limpiarla antes del alba, y de ésta forma la veía; aunque en ocasiones, era la madre la que se encargaba de hacerlo, estropeando los planes del joven. La informante Carolina Sánchez Ortíz nos cuenta: “los enramos eran muy peligrosos porque teníamos las puertas de las casas muy fregaitas y limpitas y los mozos cogían la grasa de los carros y nos pintaban las puertas”. Del mismo modo se ha tratado de contrastar la continuidad de las supersticiones atribuidas a sus habitantes en pasadas épocas, y recogidas en algunas publicaciones (Publio Hurtado, 1989)(7), “en Castuera, como remedio para las calenturas. Siguiendo con las tradiciones, antes y después de la guerra civil se tenía la costumbre de tostar habas en las casas y reunirse en las puertas con la familia, amigos y vecinos esa noche hasta bien entrada la madrugada. En la plaza había puestos de dulces, helados, bisutería, etc. La informante Andrea Romero nos lo describe: “...había puestos de muñecas, de turrones, buñuelos…y me acuerdo también de los helados que no eran como los de ahora que los hacían como en una tinaja de lata y con unos sobrecitos les daban color.”
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Antaño LOS ARRIEROS Y “LA VELADA DE SAN JUAN”
Grupo folclórico de Castuera, años 70, en la Posada de Curro.
De gran relevancia el papel que tomaron el grupo folclórico de Castuera “Los Arrieros”. El grupo folclórico se creó en el año 1977 y Felisa Cáceres fue su primera directora. El grupo revivió en el año 1978 esa festividad y esa tradición de la Velada de San Juan, bailando en la plaza cada año. El escenario se colocaba en la plaza de San Juan, frente al pósito. Esa noche, Los Arrieros bailaban numerosas jotas encima del escenario, pero la jota cuyo nombre rendía homenaje a la fiesta: “La velada de San Juan”, la bailaban en el suelo de la plaza, haciendo un corro, simbolizando la tradición de bailar alrededor de la hoguera. Según testimonio de Felisa Cáceres la jota fue escrita por Juan Petregal, que enseñaba a bailar la jota a las mozas de la época, en colaboración con Juan Godoy. Como puede observarse al escuchar la jota, además de las alusiones a la noche de San Juan y a la composición de los enramos también se hacían otras relativas al pueblo y vecindad “a lo largo de ésta calle dicen que no hay catalinas, en el comedio de las mismas, Las hay como clavellinas”. Se refiere que en la calle arriba en el medio de ella vivía Juan Godoy cuya madre se llamaba Catalina y un poco más abajo tenían otra vecina que se llamaba también Catalina, por lo tanto. YO QUIERO UN ENRAMO DE HERMOSAS MANZANAS, DE HERMOSOS CLAVELES, Y DE MEJORANA. (BIS) La velada de San Juan, La noche de los enramos, Y también de que demuestren Los galanes su entusiasmo. Y también de que demuestren Los galanes su entusiasmo -29-
Antaño
P
YO QUIERO UN ENRAMO DE HERMOSAS MANZANAS, DE HERMOSOS CLAVELES, Y DE MEJORANA. (BIS) A lo largo de esta calle, Dicen que no hay catalinas, En el comedio las mismas Las hay como clavellinas. En el comedio las mismas Las hay como clavellinas YO QUIERO UN ENRAMO DE HERMOSAS MANZANAS, DE HERMOSOS CLAVELES, Y DE MEJORANA. (BIS) En la plaza de San Juan, En la villa de Castuera, Bailan los enamorados, Alrededor de la hoguera. Bailan los enamorados, Alrededor de la hoguera. YO QUIERO UN ENRAMO DE HERMOSAS MANZANAS, DE HERMOSOS CLAVELES, Y DE MEJORANA. (BIS)
ara finalizar con el tema del folclore en San Juan, hay que decir que Los Arrieros actuaron esa noche hasta el 2008, fecha en que desafortunadamente se disolvió el grupo. A partir de un estudio realizado el pasado año en colaboración con la Universidad de Extremadura, se han obtenido algunos datos que nos dan información sobre la pervivencia que tiene esta fiesta y el interés por su continuidad, de forma que el 69% de las personas encuestadas asiste a la celebración de la Velada de San Juan y la formación de hogueras es la actividad que los castueranos tendrían mayor interés en recuperar, con un 88% de las personas encuestadas.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
1. Caro Baroja, Julio: La estación del Amor (Fiestas populares de Mayo a San Juan). Círculo de Lectores, 1992. 2. Meléndez Valdés, Juan: Poesías, Tomo II. Madrid 1820. 3. Delgado Hierro, A. B. Plantas vinculadas a celebraciones religiosas y Mágico-religiosas en la región de la Sierra de Gata (Cáceres). Trabajo presentado en el Congreso Internacional de Etnobotánica “Etnobotánica 92”. Córdoba, 20-26 de Septiembre de 1992: 4. Lope de Vega, Félix: El leal Criado. Biblioteca Nacional. Madrid 2009. 5. Miguel de Cervantes: El rufián dichoso / Pedro de Urdemalas. Madrid, Cátedra, 1986 6. Agúndez Fernández, Antonio: Viaje a la Serena en 1791. Historia de una comarca extremeña escrita tras los pasos del Magistrado Cubeles. Sevilla 2011 7. Hurtado, Publio: Supersticiones Extremeñas. Huelva, 1989. -30-
Antaño La delimitación de los límites entre los términos municipales de Castuera y Malrpatida de la Serena (1898) José Jerónimo Rodríguez Carrasco. Licenciado en Geografía e Historia.
El más remoto deslinde entre los términos municipales de Castuera y Malpartida de la Serena del que se tiene constancia documental fue el realizado con la dinastía de los Austrias, durante el largo proceso seguido por Malpartida de la Serena para obtener el título de villa independiente (1590-1610), -antes aldea subordinada a Castuera-. El amojonamiento del término de Malpartida de la Serena tuvo lugar en marzo de 1590 y en él estuvieron presentes representantes del Concejo de Castuera, así como de otras poblaciones limítrofes. Entonces, Malpartida de la Serena, según se expresa en la propia Carta –Privilegio de villazgo malpartideña, en este primer trazado de la línea delimitadora del término, se integraba en la demarcación territorial denominada Baldíos de Tierra de Benquerencia, con la que confinaba en su zona Sureste y Este. Los Baldíos de Tierra de Benquerencia era una Comunidad de Villa y Tierra a la que estaban adscritas las localidades de Malpartida de la Serena, Castuera, Benquenrecia de la Serena, Esparragosa de la Serena y Monterrubio de la Serena, “Las Cinco Villas”, y cuyo objetivo era el uso y el aprovechamiento de una serie de terrenos comunales.(1) Por tanto, se puede afirmar que en esta época no hubo un deslinde exclusivo entre Malpartida de la Serena y Castuera al limitar ambas poblaciones en una zona que era de utilización conjunta, la de las “Cinco Villas” aludidas. Quizás, por dicha razón, pocos años después, entre 1620 y 1628, como ha puesto de relieve Anselmo Fernández- Blanco, la nueva jurisdicción territorial malpartideña, (establecida en 1590 y confirmada de forma definitiva en 1610), sería fuente continúa de conflictos entre vecinos y autoridades de Castuera y Malpartida de la Serena, dando lugar a diversos pleitos.(2) Cabe suponer que, a nivel general, los límites entre los territorios malpartideño y castuerano se mantendrían tal como quedaron determinados entre finales del siglo XVI y principios del XVII, ya que ninguna fuente histórica posterior hace alusión a nuevos deslindes antes de finales del siglo XIX. Hay que esperar aproximadamente tres siglos, hasta 1898, en la época de la Restauración, para asistir al trazado definitivo de la línea divisoria que actualmente delimita los términos municipales de Malpartida de la Serena y Castuera. Esta fecha marca un acontecimiento señalado en la Historia de España, “el desastre del 98”, provocado por la derrota militar ante Estados Unidos y la posterior pérdida de los últimos territorios importantes de Ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). La acción del deslinde y fijación de las mojoneras entre estas dos localidades vecinas fue realizada por un equipo técnico formado por topógrafos enviados por el Instituto Geográfico y Estadístico (hoy, Instituto Geográfico Nacional) para dar cumplimento a diversas normativas legales de 1896, que se dictaron con el propósito de tener un conocimiento más preciso no solo de los límites municipales sino también del aprovechamiento económico dado al terreno, con vistas a perfeccionar la información fiscal del campo español. El 14 de marzo de 1898 se levantó un “acta de la operación practicada para reconocer la línea del término y señalar 1. RODRÍGUEZ CARRASCO, J.J., Los gobiernos municipales en La Serena durante la Edad Moderna. El privilegio de villazgo de Malpartida de la Serena (1610), Departamento Publicaciones Diputación Provincial de Badajoz, Badajoz, 2006, pp.54-73. MIRANDA DÍAZ, B., Pleito por los pastos y aguas de La Serena. La situación de la comarca tras la cesión del maestrazgo de la Orden de Alcántara a la corona de los Reyes Católicos, Diputación de Badajoz –CEDER La Serena, Badajoz, 2003, pp. 20-21. 2. FERNÁNDEZ-BLANCO GARCÍA, A., Los conflictos de jurisdicción entre las villas de Castuera y Malpartida de la Serena. Revista de Ferias y Fiestas en honor a Nuestra Señora de la Asunción, Ayuntamiento de Malpartida de la Serena, 2013.
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Antaño los mojones comunes a los términos municipales de Castuera y Malpartida de la Serena (…)”. Dirigía estos trabajos de reconocimiento y delimitación Luis Harguindey, Jefe de la Sexta Brigada Topográfica, dependiente del Instituto Geográfico y Estadístico, estando presentes representantes de los Ayuntamientos de Malpartida de la Serena y Esparragosa de la Serena –que firman el acta- y la ausencia de los de Castuera y Quintana de la Serena. El límite que se estableció entre estos dos pueblos serenenses tiene una longitud de aproximadamente 9 km y quedó definido a través de 11 mojones. Tanto éstos como él área circundante se describen en la mencionada acta de forma sumamente detallada: forma y medidas de los mojones, topónimos de los lugares cercanos, orientación respecto a los puntos cardinales, vías de comunicación, cursos fluviales, dueños de las fincas en las que se hallan los mojones, referencias visuales de los pueblos (las torres de las iglesias parroquiales)… El mojón nº 1 está emplazado en el sitio de “El Coto”, muy próximo al antiguo camino de Castuera a Quintana de la Serena “en su margen izquierdo” y teniendo al Norte la zona de “El Chantre”. Éste es común a los términos de Quintana de la Serena, Castuera y Malpartida de la Serena. Dicho mojón fue reafirmado a través de una acta adicional (abril de 1959) en la que se hacía una nueva descripción de este elemento delimitador, aunque no variaba de posición ni tampoco se introducían otras modificaciones en la linde divisoria de ambos términos. Desde el anterior hito el trazado del límite discurre en dirección Este casi en paralelo a la actual carretera BA-112 que une los municipios de Castuera y Quintana de la Serena, girando en dirección Sur en las proximidades de la desembocadura del arroyo Merdero en el río Guadalefra (zona de “Las Cabezas”), para cruzar el propio cauce del arroyo Merdero hasta su margen derecha y continuar dicho recorrido por las inmediaciones de este regato (mojones nº4 y 5º). A continuación, la linde se desvía de este curso de agua para ir en línea recta a la que fuera “viña de D. Gaspar Rebollo” (mojón nº 6). Desde ahí, la línea de separación toma una orientación Sureste y deja a un lado, el de Malpartida de la Serena, la zona de “Las Tejoneras” y “Las Payas” y al otro, el de Castuera, el paraje de “El Baldío” (mojones nº 7 y 8), hasta cruzar el río Guadalefra y situarse en su margen derecha, la zona de “Montenegro” - Malpartida de la Serena-, cercana a la desembocadura del arroyo Lavandero y de la “Dehesa de la Parte” - Castuera- (mojones nº 9 y 10). Desde el punto anterior la línea divisoria toma, de nuevo, dirección Sur y atraviesa, casi en perpendicular, la carretera EX-103 que comunica a Castuera con Malpartida de la Serena. A partir de ahí, discurre teniendo a un lado, el izquierdo, el río Guadalefra, y al Fragmento de mapa. Término municipal de Castuera. Zona oeste, polígono nº 1. Instituto Geográfico y Catastral, abril 1934. Fuente: @INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL, 2008. -32-
Antaño otro, el derecho, la carretera que conduce a Esparragosa de la Serena (BA-063). Por último, se termina el recorrido de estos linderos en un punto cercano al antiguo camino que iba de Malpartida de la Serena a Cabeza del Buey, donde se ubica el mojón nº 11, que sirve para separar los términos no solo de Castuera y Malpartida de la Serena, sino de ésta primera población y Esparragosa de la Serena. Para finalizar, a modo de ejemplo ilustrativo, así se describía el mojón nº 11 en 1898: “Se hizo y reconoció como tal un montón de tierra y piedras de forma cónica de cincuenta centímetros de diámetro en su base y cincuenta centímetros de altura. Se han colocado en la base que sirve de apoyo a dicho cono tres piedras de forma irregular y una cuarta piedra de forma prismática rectangular de treinta y cinco centímetros de longitud, veinte centímetros de anchura, sesenta centímetros de altura, colocada en el centro de gravedad formado por las tres primeras, siendo su eje mayor vertical y coincidiendo con el eje del cono que constituye el referido mojón. Está situado en la linde de los terrenos de labor de doña Manuela Montalvo y en el borde derecho del camino que conduce de Cabeza del Buey a Malpartida de la Serena y a cinco metros de la esquina sur de la cerca de la viña de D. Pedro Benítez, vecino de Zalamea de la Serena. Se ve desde este mojón al Sur Esparragosa de la Serena, distinguiéndose la torre de su iglesia parroquial, al Oeste la torre de la iglesia parroquial de Malpartida de la Serena y al Noroeste la casa de la huerta de los herederos de D. Francisco Cañamero. No se ve el mojón anterior. La línea de término reconocida entre el décimo y undécimo mojón es la recta que los une. Es común este mojón a los términos municipales de Castuera, de Malpartida de la Serena y de Esparragosa (…)”.(3)
Fragmento de mapa. Término municipal de Castuera. Zona oeste, polígono nº 3. Instituto Geográfico y Catastral, abril 1934. Fuente: @INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL, 2008. 3. @INSTITUTO GEOGRÁFICO NACIONAL, 2008, Actas del deslinde entre los términos de Castuera y Malpartida de la Serena (1898, 1959).
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Antaño GASTRONOMÍA DE LA PROVINCIA DE BADAJOZ: NEGOCIO, TURISMO, SOSTENIBILIDAD, PASIÓN. (I PARTE)
Juan Pedro Plaza Carabantes. Gerente del Patronato de Turismo-Diputación de Badajoz y Secretario de la Academia Extremeña de Gastronomía.
Eruditos y estudiosos de las cocinas tradicionales afirman que somos lo que comemos y se come con la memoria; o el más coloquial dime lo que comes y te diré quién eres. Hay una estrecha relación inmaterial entre nuestra alimentación y el sentir de los habitantes de nuestra Provincia; porque nuestra gastronomía es el fiel reflejo de las características económicas, históricas, sociológicas y culturales, en definitiva. Basta pasearse por campos, montañas y llanuras; por calles y plazas; visitar los hogares y los restaurantes; vivir sus fiestas y tradiciones culinarias... para conocer la cocina que se ha ido conformando – en el transcurrir de los tiempos-- de esta tierra, abierta y hospitalaria como pocas. La tierra, los productos que consumimos, la religión, la memoria, los mitos culturales... todos influyen, en mayor o menor medida; sin olvidar influencias externas, porque es imposible situar la cocina tradicional en un marco cerrado: es libre, no entiende de artificiales límites geográficos y administrativos; es libre, se interrelaciona entre sí. Aun así, es preciso definir lo que nos diferencia de otras cocinas; para que seamos complementarios y no un todo unido, monolítico, uniforme, aburrido...; que es a dónde parece que quieren llevarnos en esta aldea global que nos ha tocado vivir. La cultura de nuestro pueblo no se puede medir, exclusivamente, por medio de los hábitos conscientes. Hay algo que hacemos, varias veces al día y todos los días de la vida.
Emilio Sánchez con un amigo en la inauguración del mercado de Abastos. 1964
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Antaño Como un acto de vida, desde luego; pero, además, como un acto cultural inconsciente: La comida, el acto de comer. La gastronomía de Badajoz posee un recetario rico, basado en la utilización de productos naturales de primerísima calidad y de unas características organolépticas singulares; por la cualificación de nuestros excelentes profesionales; por el rico patrimonio festivo; por la imaginación de nuestras mujeres; el alma de un pueblo sencillo, culto, sabio... como el de nuestra Provincia. En nuestra gastronomía se encuentra la fusión del sabor romano, árabe, judío, cristiano; esa sabiduría – empírica o no-- del saber hacer utilizando la materia prima de la dehesa, de los regadíos, del secano, de los huertos, de embalses y ríos... Cocina pastoril, cocina popular, cocina burguesa; de monasterios y conventos; de los antiguos y nuevos –y grandes-- restaurantes repartidos por nuestra amplia geografía. Comemos y bebemos a diario. Sabemos qué sirven en los restaurantes, en los bares. Organizamos fiestas populares en torno a nuestra gastronomía. Conocemos todas las variedades de platos, desde la Oficiales al termino de la obra de la Plaza de Abastos de Castuera. 1964.
cocina tradicional a la más novedosa. Hablamos de ellos, recomendamos como hacerlos mejor, de esta o aquella manera. Somos aceptables catadores de vinos, y recomendamos nuestras marcas y aceptamos otras sugerencias. Hacemos, en nuestra mundana vida, entre 75.000 y 100.000 comidas, aunque no tengamos consciencia de ello; dedicando a cocinar más tiempo que a nuestros largos horarios laborales. La comida es un fenómeno esencialmente cultural; en la que influyen innumerables factores, que se mezclan en nuestro ser de forma compleja, aunando el enfoque histórico y el sociológico, bajo los que subyace una constante preocupación por comer y beber bien, y con espíritu gozoso. Es un ejercicio de reflexión, basado en la comprobación de que eso que damos en llamar el gusto, la Gastronomía, varía según las sociedades en las que se viva, en los momentos históricos que se suceden; en las categorías sociales que existen, no lo dudemos y, en última instancia, en la libertad individual. De ahí el apego que tenemos a “nuestra” cocina. Dejó escrito el filósofo Michel Serres que nada hay en la inteligencia que no haya estado antes en los sentidos; si nunca ha vibrado el olfato por la ruta de las especias. No seré yo quien lo contradiga. Como no lo haré con el viejo y sabio refrán sueco que dice Cocinar es referir una historia. O con lo que él, nunca bien ponderado, biólogo extremeño de Fregenal de la Sierra, varias veces propuesto para premio Nóbel, y al que nunca se la tributado homenaje alguno en Extremadura, don Faustino Cordón, que tituló a uno de sus innumerables libros con el sugestivo “Cocinar hizo al hombre”. -35-
Antaño
Oficios de una vida.
Los Periquillos. “La saga continúa” Candy Morillo González. Diplomada en Marketing. A la memoria de mi padre
Pedro Morillo Morillo, mi abuelo, a la derecha de la foto, con algunos de sus camiones.
Pedro Morillo Guisado, “el periquillo”, hijo de Pedro Morillo Cascos, natural de Campanario, nace en la calle Arrabal nº 24, de Castuera. Desconozco la fecha exacta del nacimiento de mi bisabuelo, (año 1.870- Febrero 1.936), pero sí la procedencia de su apodo, que a día de hoy, sigue vigente a la hora de identificarnos sus descendientes. Era familiarmente llamado Perico, y a muy corta edad, comienza a trabajar en un taller de carruajes situado en la calle Los Arcos, propiedad de “los basilios”. Sus propios compañeros, admirados ante la habilidad del crio con los carros y bestias, renombran al niño que fue, con el sobrenombre de Periquillo, que había de acompañarle de por vida, a pesar de su madurez.
A
ños después, conseguiría ser propietario de un carro y unas mulas, dedicándose, al transporte de las mercancías que llegaban a la estación de ferrocarril, distribuyendo estas por los pueblos de la zona. Desde algarrobas, naranjas, cereales o carbón, hasta Zalamea, Monterrubio, Talarrubias, Puebla de Alcocer y resto de pueblos de la comarca. Se casa con Manuela Morillo Fernández, y tienen seis hijos, todos ellos varones: Manuel, Frasco, Pedro (mi abuelo), César, Jacinto (el mellao) y Mariano, de mayor a menor. El segundo y tercero, con sólo once meses de diferencia, coinciden haciendo el servicio militar (que entonces duraba tres largos años), en Guadalajara. Y allí, casualidades del destino, se atolla un carro, que Frasco consigue sacar. Alabado por su hazaña, muestra su deseo de ser conductor, que es cumplido por su capitán en agradecimiento y extendiéndose este hasta Pedro. A su regreso, lo que entonces era el negocio familiar, sufre una revolución. Los hermanos, enseñan a los cuatro restantes a manejar el volante. El tío Frasco compraría su primer taxi: un Fiat Balilla; y mi abuelo, su primer camión: un Renault, comprado a Don Manuel Calero. A partir de ese momento, a excepción de Pedro, todos se decantan por la opción del taxis y autobús, llegando a existir una línea regular Castuera-Madrid, durante años, regentada por los hermanos Joaquín, Manuel, César y Pedro (hijos de Frasco). El tío mellao (Jacinto), se trasladó a vivir a Madrid, donde alternaba su profesión, que también heredó su hijo César, -36-
Antaño con una portería, primero en la calle Lope de Vega y después en Princesa, que a su vez, servía de pensión a todos los Castueranos que viajaban a la capital. A día de hoy, aún hay dos taxistas “periquillos” en el pueblo: Juan Francisco Morillo Anés, nieto de Manuel y Antonio Morillo Morillo, nieto de Frasco. Francisco Morillo Morillo, Pedro Antonio Morillo Benítez, Pedro Morillo Guisado y Antonio Morillo de Tena, descendientes también de aquel primer arriero, continúan ligados a la profesión, aunque fuera de Castuera.
E
l 20 de Abril de 1928, se casaría mi abuelo con Cándida Fernández Tárrega. Nacida ya su primera hija, abandonan la calle Arrabal, para trasladarse a casa de su suegro Cándido Fernández Sánchez, en la calle Huertos nº 14 (antigua calle Las Huertas de Valdivia), donde nacerían el resto de sus hijos. Había sido con anterioridad, una posada, que abrió el abuelo Francisco Tárrega cuando llegó al pueblo desde Alacuás (Valencia), vendiendo loza. En 1934, compra un terreno en el Pozo Nuevo a Julián León Caballero, de profesión hortelano. Un pocero, apodado “el gatito”, rebaja la ladera de la sierra a pico y pala, y el maestro Gabriel Pino Balsera, levanta la primera de las cocheras de los Periquillos. El dieciocho de julio de 1936, se dirige a Madrid en un Reo Corona de Oro, a recoger una carga de cervezas Mahou. En la calle Santa Cruz de Marcenado (Argüelles), le requisan su preciado medio de transporte, con el que se gana la vida. Acaba de estallar la guerra civil.
Tarjeta de identidad de Pedro Morillo Guisado, el primer Periquillo
No conseguiría regresar a casa, con las manos vacías, hasta la madrugada del 25 de Julio, el mismo día que cumplía treinta y tres años. Se han adueñado también del Renault que había dejado aparcado en el Pozo Nuevo. Meses más tarde, el ejército rojo le busca. Necesitan un conductor para transportar milicianos hasta Chester (Valencia). Desconoce cuándo y si volverá. Traslada a su mujer, embarazada de su quinto hijo y a los cuatro nacidos, hasta el cortijo de su cuñado Vicente (familiarmente llamado el padrino), en Cañá Honda, actual cortijo de La Condesa. Allí nacería, como se esperaba, y en plena guerra, mi tío Antonio. A su regreso, compra un Ford (CR2196) con el que, asociado con Adela de Tena, suministra azúcar a los minoristas de la zona. A este le seguiría un Ford María de la O, a Don Manuel Luna, alcalde de Zafra (BA5618) y otro a los Berlangueños (SE18215). Un ruso 3HC. Un Ford F5, propiedad de Herrera (el de las cuatro esquinas), matrícula S7040. Un Ford Barbas SA4079 adquirido en Torrejón el Rubio. Un Tames Palmera (BA8898), que conduce habitualmente su hijo mayor, Cándido (el canario). Durante varios días estuvo expuesto en la calle Santa Ana, en el establecimiento de Don Fernando Calero (actual Paraiso I), donde un cartel anunciaba la reciente compra por parte de Pedro Morillo. Un Mercedes (M90237) comprado en Madrid, en la calle Fuente del Berro, junto a Las Ventas. Un Barreiro Super Azor 115, matrícula BA20820, en MOSA, Mérida. -37-
Antaño
Y
a partir de ese momento, comienza la era Pegaso. Se compran tres Pegasos Europa 170, en Automoción Extremadura, Mérida. BA29423, conducido habitualmente por su hijo Perico. BA35107, por César; y BA40566, por Ángel, el más pequeño.
La mañana del veinticuatro de junio de 1959, la guardia civil de tráfico aguarda en la puerta de Don José Matito (calle Cruces). Un imberbe, ajeno a lo que le espera, recorre su camino habitual, conduciendo el Tames Palmera que oficialmente lleva su hermano mayor. Es detenido y encarcelado durante horas, hasta que mi abuelo resuelve los trámites. Mi padre cuenta en ese momento, con quince años. Una vez puesto en libertad, esa misma madrugada, inicia su siguiente viaje, y el día veintiséis, justo una mañana después, vuelve a ser detenido en Chillón (Ciudad Real). En los próximos seis años, viajará siempre al ocultarse el sol, y se detendrá, al amanecer. Al problema de la edad, había que añadir otro inconveniente. Las gasolineras permanecían cerradas durante la noche. Aún con el tanque lleno, no había posibilidad de llegar con combustible suficiente hasta un lugar tan cercano como Sevilla. Debía cargar con un bidón de cincuenta litros de gasolina, y con una goma, recargar el depósito para continuar su camino antes de que abriera el día. Es justo, hacer una mención especial, a los turroneros y ganaderos, que durante años fueron sus compañeros de viaje. Desde los Rey, a Churrusco. El Goloso, los Muertos, los Berruga, Escopeta…Que llevaban su delicioso producto Mi padre, Angel Morillo, en la Plaza España de Castuera. Fue la primera cabeza tractora que compró. Su primer viaje fue a Zaragoza. De ahí, su nombre.
artesanal en sacos de arpillera. Pesaban su carga, y pagaban según los kilos. Compartían, no sólo el porte, subidos todos en el remolque, encima de los turrones, sino risas y anécdotas, contadas, mucho después, hasta la saciedad.
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a transhumancia, invierno tras invierno. Las llamadas al final del verano, para transportar su ganado hasta la Serena, desde tierras como La Laguna Negra, en la Rioja, por carreteras tan estrechas, que había que avisar de tu llegada, porque era imposible coincidir con nadie más en el trayecto. Antes de que asomara la primavera, volverían a subir los pegasos, en fila, cargados. Guardado en mi memoria, ese inconfundible olor a borrego, que para otros es nauseabundo, como el más preciado de mi infancia. Es la viva imagen de mi padre, de vuelta en casa, anunciando con gestos, que no debía ser abrazado hasta pasar por la ducha. En 1975, dos sueños quedan por concluir. Uno, el permiso para transportar mercancías peligrosas; único espacio vacío y sin sellar, en su carnet de conducir. Y dos, obtener la autorización del Ministerio de Transporte para traspasar las fronteras de España. Aunados los dos, realiza un primer viaje con un Barreiro (SE3067H), comprado en La Roda de Andalucía, y una cisterna persvalizada (sólo válida para sólidos). Desde San Juan del Puerto (Huelva), a Lisboa, pasando por Ayamonte, en una barcaza, única opción posible entonces para llegar a Portugal desde esa provincia. A su espalda, y por primera vez, tripolifofato. A su regreso, ya más tranquilo, sulfato cálcico. El ganado de la Serena, ya no tiene como único destino, los mataderos españoles. Se llega hasta los de Francia. Atrás quedarían los miedos por el desconocimiento del idioma. Le seguirían otras cargas, y otros países. Italia, Alemania, Marruecos, Mónaco, Luxemburgo, Holanda y Bélgica.
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Antaño
Mi padre, Angel Morillo, en la Plaza España de Castuera.
Cuatro generaciones después, hay un Pedro Morillo del Hierro, “Periquillo”, que sigue traspasando fronteras y sueños. De copiloto, siempre que los estudios lo permitían, al lado de su padre, César, aprendió el oficio. Y al terminar la universidad, tuvo claro cuál era su vocación y cuál sería su profesión. En su camión, las mismas letras de aquel bisabuelo arriero.
Mi tío, César Morillo y su hijo Pedro Morillo del Hierro. (Con la inestimable ayuda de mi tía y mi padre , Manolita y Ángel Morillo, que desde muy niña, me contaron historias de mi familia, que yo anotaba en cartulinas)
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Antaño
Carole.
“Con 10 años, unos zapatos; con 12, un libro; con 83, su historia” Información cedida por: Antonio Díaz Fernández y presentada por: José Cándido Cáceres Sánchez. Ldo. en Ciencias de la Información
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lo largo de la vida perdemos muchas cosas, casi innumerables. Intangibles algunas, importantes o nimias otras, unas son recuperables y, la mayoría, irreversibles. Pero hay dos que, al menos yo, jamás querría perder: la memoria y la sonrisa. La memoria es la garantía de que hemos vivido y la sonrisa, la tranquilidad de poder mirar atrás para repasarla sin arrepentimiento. Para quienes lo conocen, si digo Antonio Díaz Fernández, o ‘Carole’, habrán evocado estas dos cualidades antes incluso que su rostro. 83 años, 5 nietos y mil historias que contar, todas ellas sin el más mínimo margen de error, pues Carole tiene una memoria asombrosa. El día de la entrevista, nos recibe en su casa y, tras saludarnos y ofrecernos un asiento, se disculpa por sus problemas de vista. “No veo casi nada”, asegura, “ya tengo que incluso que firmar con el dedo, pero Foto de Boda de Antonio Díaz Fernández y Antonia González Bueno.
tengo una lupa por si queréis que lea algo”, resuelve, con la sonrisa que le caracteriza. Este podría ser el resumen de su vida, una vida de adaptación. Antonio nació el 19 de abril de 1931 en Castuera en el seno de una familia numerosa, pues fueron ocho hermanos. “Eran tiempos muy duros, la gente moría de hambre como perros”, advierte, a modo de preludio. Uno de sus primeros recuerdos fue el bombardeo del 5 de mayo de 1937, en la Calle Fray Mateo del municipio. “Se estaba celebrando una boda y murió gente”, cuenta, con esa sonrisa que parece casi esculpida y que no podría calificar de alegre por los relatos que la acompañaban. Un año más tarde, el 24 de julio de 1938, entró en Castuera el Frente Nacional y tuvo que huir junto a su familia. “Huíamos los de izquierdas, para que te enteres”, asegura con el mismo rubor que tendría quien hace una confesión. A pie, “y a lo que caía”, sus pasos les llevaron hasta Villanueva de los infantes, una localidad de Ciudad Real ubicada a unos 300 kilómetros de Castuera, y no volvieron hasta que habían pasado nueve meses, el 1 de abril del 39. “Fue un viaje muy duro, en el auxilio social nos daban un mendruguito de pan de vez en cuando y comíamos y dormíamos donde y como podíamos. Incluso vimos algún -40-
Antaño que otro cadáver en las cunetas, donde también dormíamos”, relata Antonio, que tenía siete años entonces y responde, al preguntarle “cómo aguantó”, que “cómo no iba a hacerlo”. Al volver, las cosas no mejoraron, pues estuvieron racionados hasta el año 50. Dos de sus hermanos murieron, uno de ellos de hambre. Durante toda la entrevista, es el único momento en que Antonio tuerce el gesto al hablar, momento en el que no quiere detenerse, salvo para añadir que “todos los días había tres o cuatro entierros, casi”. Carole, que recibe el apodo de su padre, el ‘Calores’, por estar éste siempre al sol, tuvo sus primeros zapatos con diez años. “¿Cómo iba a ir a la escuela si no tenía zapatos y casi ni ropa ni comida?”. Él buscaba otras cosas en las que ocuparse y aprendió a leer por afición, a lo que ayudó que su abuela le regalase su primer libro en el año 42: “Enciclopedia Elemental”.
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ran tiempos duros – qué frase tan manida, pero tan cierta -. En el cementerio, nos cuenta, alguien puso un cartel: “Para abril todos estamos aquí. Para enero, aquí te espero”. Poco más que decir. Con doce años encontró trabajo guardando cochinos en un cortijo entre Monterrubio y Peraleda. “El cortijo ahora se llama ‘La Segaora’”, pues lo visitó no hace mucho de nuevo para acompañar a un historiador local y contarle todo cuanto recuerda de la guerra en esa zona, que no es poco. A Carole no le pagaban, pero le daban de comer. Durmió en un saco de paja en el suelo durante meses y trabajaba duro, pero fue una suerte para él. Desde el 16 de mayo del 43 hasta el 25 de
Grupo de trabajadores de en la fábrica de mosaicos de Juan Miguel Rodríguez Donoso. 1947
septiembre del 45, momento en que tuvo que volver por la peligrosa presencia de los maquis en la zona. “La feria empezaba el día 15”, ríe y recuerda, lamentándose del menor de sus males. Empezó a trabajar de nuevo en el 47 en la fábrica de mosaicos de Juan Miguel Rodríguez Donoso, hasta -41-
Antaño el año 65. En esta época conoció a su esposa, Antonia González Bueno, quien vino de La Higuera a servir para una familia de “Los Taleros”. Se casaron el 22 de agosto de 1960, cuando ella tenía 17 años y él 29, y fueron a vivir a una habitación alquilada. “Nos costaba un duro al día y yo ganaba 35 pesetas”, cuenta, sonriendo de nuevo. En octubre del 65 fue el turno de emigrar, como muchos otros castueranos. Junto a trece más empezó a trabajar para la General Motors de Alemania. Lo único que nos cuenta, a modo de idea de los que fueron unos buenos años, es que engordó más de 20 kilos en apenas 8 meses. Trabajó mucho pero también ganó dinero. Tras nueve años, volvió a Castuera junto a su mujer y sus tres hijos. “Con el cambio de moneda, el término del contrato y las devoluciones traje unas 300.000 pesetas”, indica. Con ese dinero pudieron comprar un terreno y una casa, la cual construían y arreglaban por las noches y en vacaciones, como y cuando podían, pues una semana después de su vuelta empezó a trabajar de nuevo junto a su cuñado guardando paja. Poco después, encontró empleo en la construcción, oficio al que se dedicó hasta su jubilación, momento en que pudo empezar a descansar. Calore es una persona sencilla y, a pesar del enorme peso que cargan sus hombros, no se lamenta, sino que asume lo mucho que ha penado y lo poco que ha disfrutado como aquél al que, simplemente, le toca. Además, lo tiene claro: “En la vida, ni más ni menos, hay que tener la cabeza en el cielo, el corazón en el medio y los pies en el suelo”. Las ‘historias del abuelo’ pueden a veces entretenernos, sobrecogernos y también enseñarnos. Con ésta que os cuento, al menos yo, he hecho las tres cosas. “Carole”, emigrante en Alemania, trabajó en la General Motors. 1965
Calore es una persona sencilla y, a pesar del enorme peso que cargan sus hombros, no se lamenta, sino que asume lo mucho que ha penado y lo poco que ha disfrutado como aquél al que, simplemente, le toca. Además, lo tiene claro: “En la vida, ni más ni menos, hay que tener la cabeza en el cielo, el corazón en el medio y los pies en el suelo”. Las ‘historias del abuelo’ pueden a veces entretenernos, sobrecogernos y también enseñarnos. Con ésta que os cuento, al menos yo, he hecho las tres cosas.
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Antaño ESTABLECIMIENTOS CON SOLERA
“Embutidos Holguín, “an cá Chicha”. Información cedida por Vicente Holguín Izquierdo y presentada por Fita Hidalgo Gallego.
Empleados de Antonio “Chicha” Manuela Cruz, Tomasa Algaba, Josefa Fernández y Manuel Caballero.
Cuando decidí hacer el artículo para esta sección “Establecimientos con Solera”, sobre “Los Chichas”, sospeché que se trataría de una larga tradición familiar que habría ido transmitiéndose a lo largo de varias generaciones y que tendría que buscar su origen ahondando en el tiempo… ¡y estaba en lo cierto!
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enemos que remontarnos al primer cuarto del siglo XIX para dar con la primera persona que inició la actividad de la producción de cárnicos y su comercialización y… ¡sorpresa! Se trataba de una mujer, llamada Teresa Hidalgo-Dávila Holguín. La señora Teresa enviudó, de manera prematura, de Jacinto Holguín, siendo madre de tres hijos. La necesidad unida a su inteligencia y a su carácter hizo que para sacar adelante a su prole, ingeniara y pusiera en marcha un negocio. Este consistía en comprar un cochino, hacer una matanza, elaborar embutidos, vender todos los productos extraídos del animal, reinvertir y ampliar poco a poco. Para llevar a cabo la empresa cuenta con su propia vivienda. La matriarca se llamaba Teresa Hidalgo-Dávila Holguín
Ya se encontraba la matriarca Teresa en esta actividad cuando recibe la ayuda económica de una tía suya que había emigrado a Brasil a “Hacer las Américas” y que trajo de allá unos buenos lingotes y doblones de oro.
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Antaño
os tres hijos de Teresa Manuel, Catalina y Josefa Holguín Hidalgo-Dávila, heredaron su espíritu emprendedor de la madre: El varón lideró una fábrica de las famosas tinajas de Castuera; Josefa regentó una posada y Catalina continuó con el negocio de “la chicha”.
Catalina Holguín se casa con Juan Holguín y tienen nada más y nada menos que 12 hijos, de los que le sobrevivieron 10. El matrimonio se dedica a la empresa de matar a los animales y vender sus productos. De los hijos, el que se quedó soltero, Benito y Juan, casado con Francisca, fueron los que continuaron con la actividad de las “Chichas”. Juan y Francisca tuvieron cinco hijos: Antonio, Juan, Juan Manuel, Manolita y Mª del Carmen. Mientras fueron niños y jóvenes todos ayudaban a los padres en sus diferentes negocios, después, los tres varones continuaron la actividad familiar, Juan Manuel, de empleado con el Señor Juan, “El de los jamones” y los otros abriendo sus propias tiendas. Los hijos de Juan y Juan Manuel no han querido dedicarse a esta profesión, pero sí ha querido el hijo de Antonio, Vicente. Actualmente, es Vicente Holguín Izquierdo, junto con su mujer, Isabel Fernández Fernández, los titulares de la casa “Chicha” que aun continua en activo. Ella, es quien lleva la tienda, que desde principios de los años 50, sigue abierta en Castuera con el nombre de “Embutidos Holguín”, motivo éste por el que le estamos dedicando esta sección en la Revista “Antaño”. Con ellos son, nada más y nada menos, que 5 generaciones a lo largo de dos siglos de la historia de nuestro pueblo. Esta actividad productiva no sólo ha dado de comer a toda esta gran familia sino a muchos vecinos de la localidad que encontraron empleo “an cá los Chichas”. Una empresa que desde el principio no ha hecho distinción de sexo a la hora de dirigir y trabajar para obtener los resultados deseados.
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ablamos con Vicente Holguín, quien puede que sea el último de la saga, y que nos cuenta lo que él ha vivido en primera persona: “Cuando mi padre era pequeño mataban en casa de mis abuelos, en la Calle Las Cruces, donde tenían una cerca detrás de la vivienda que daba a su vez a la Calle Velarde. Hacían las morcillas de patata, de lustre, salchichón y chorizos. Cuando lo vendían todo, mataban otro y así sucesivamente. Esta actividad la llevaban a cabo en los meses de invierno, principalmente en Diciembre y Enero, y ocupaba a toda la familia tanto hombres como mujeres. A mis tías, las ayudaban sus amigas a terminar las tareas con las morcillas y demás, para que las dejaran salir a jugar o a pasear. Mis abuelos también tenían vacas y grifos de agua potable, así que vendían leche y agua todo el año. Mi abuela Francisca era muy trabajadora y a pesar de que no quedó bien de salud por una bomba que le cayó cerca en la guerra, regentaba una tienda en la Calle Ramón y Cajal. Cuando mi padre y sus hermanos fueron mayores cada uno abrió su propio negocio. Mi padre, Antonio Holguín, lo abrió en la Calle Santa Ana, donde hoy están los Seguros del Grupo Pacc, pero realizó un cambio con el dueño de un solar de enfrente e hizo la obra del local y del piso para vivir ellos, hace ahora 65 años. En esta nueva ubicación, mataban un par de cochinos a la semana. Los traían de noche, cuando no había gente, desde la cerca de la Calle Velarde. Venían andando por las Calles Arcos, Ramón y Cajal y Buensuceso, hasta la Calle Santa Ana y entraban por la puerta del comercio hasta la parte de atrás donde teníamos un pozo de agua y cocina para cocer las patatas y preparar los guisos de los embutidos. Yo era un niño de 9 años cuando ya ayudaba en todo a los tres o cuatro empleados que teníamos. Mi padre, trabajador incansable, era quien picaba la carne, a cuchillo, encima de unas “mesas de tabla”. Era muy habilidoso. Una vez terminadas las morcillas, a las que había que ir dándoles vueltas, incluso de noche, las colgaba en el “doblao”. Durante el día, paralelamente a todo esto, se mantenía abierta la tienda, en la que mi madre era la cajera y tenía de empleadas a Manuela Cruz, Tomasa Algaba y a Josefa y al entonces joven, Manuel Caballero Nogales, “Fajurrio”. A la tienda venía gente a comprar de todos los pueblos de la comarca, por lo que todo el edificio, desde el sótano hasta el “doblao” y desde la parte de atrás hasta la puerta de la calle era testigo de una frenética actividad.” -44-
Antaño
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os sigue contando Vicente, que sus tíos y su padre compraron una parcela en la zona de la estación y edificaron una fábrica para matar “los guarros” y elaborar los productos cárnicos. Esto relajó un poco el ambiente de la tienda de la Calle Santa Ana, que es la que nos ocupa en este artículo, pero aceleró la fabricación. Tuvieron que contratar más mano de obra, al menos 25 empleados, ya que ampliaron el número de matanzas y por consiguiente el nº de ventas. Se subía la carne y los embutidos desde la fábrica hasta los establecimientos del pueblo, con una burra que arrastraba un carro cerrado. Comenzaron a enviar cajas de madera de 25 kilos (que eran las de las sardinas del Mercado de Abastos, después de fregarlas en condiciones) de morcillas a Puertollano en ferrocarril, en “El Correo de las 12”. Igualmente enviaban los embutidos a Bilbao, Zumárraga y San Sebastián, en cajas de cartón (que eran las que venían con el tabaco y se las guardaba el estanquero) en los autobuses de Quintana de la Serena. Después fueron comprando vehículos propios y más actualmente vehículos frigoríficos.
Empleadas de La tienda de “Chicha”
Cuando sus tíos y su padre colgaron el hábito, el joven Vicente y su esposa siguieron con la producción y la venta. Las matanzas dejaron de hacerse en la fábrica de La Estación ya que, por normativa legal, tuvieron que hacerse en un matadero homologado. La fábrica con reformas y maquinarias modernas quedó solamente para la transformación y preparación de embutidos. La tienda en Calle Santa Ana, fue renovada como autoservicio hasta el día de hoy. Para ellos ha sido un buen negocio que les ha permitido criar y dar estudios a sus hijos y mantener y ampliar sus pertenencias pero con Vicente e Isabel se cerrará, seguramente, esta larga historia ya que de momento no está previsto que ningún Chicha coja el relevo cuando ellos se jubilen. Sus hijos estudiaron y están trabajando fuera de la localidad, por lo que se plantean, incluso, la venta de todo: granja, fábrica y tienda… Y la actividad que ancló en la familia Holguín y trascendió cinco generaciones junto con el apodo de “Los Chichas” se asoma a su final…
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Antaño FOTÓGRAFOS RURALES AMBULANTES EN EL S.XX.
Anotaciones generales y labor de dos fotógrafos Castueranos
“PÉREZ” Y “FELIPE”. Silvia Pérez Simón. Antropóloga
INTRODUCCIÓN Inicialmente y durante mucho tiempo en el ámbito académico la fotografía se ha abordado principalmente desde la perspectiva de la historia del arte. Con un interés estético y desde la consideración del fotógrafo como artista. Pero la imagen fotográfica aún puede invitarnos a ir mucho más allá. Jay Ruby señala que “la emergencia de una aproximación social a la historia de la fotografía considera las fotos como artefactos socialmente construidos que nos cuentan algo sobre la cultura reflejada”. (1936: 1346 en Brisset, 1999:2) Así entendida, la fotografía y todo el proceso que la pone en marcha se revelaría como un lenguaje. Gracias a él, los clientes tratan de contar algo muy determinado, con su puesta en escena escogen cómo mostrarse y los fotógrafos, al estar en ese lugar y en ese momento preciso, expresan unas motivaciones, unas necesidades específicas, unos medios y unas formas determinadas de hacer y entender la fotografía. Para nuestra investigación de doctorado sobre Patrimonio de Sierra de Gata, partimos de este enfoque reconociendo la posibilidad de entender el lenguaje fotográfico como una oportunidad comunicativa y, en este sentido, como herramienta de poder. En este artículo vamos a hablar del papel de los fotógrafos rurales que desde inicios de siglo XX y fundamentalmente desde la posguerra hasta la llegada del color y demás avances, consiguieron extender el uso de la fotografía a zonas rurales más bien alejadas de éstos y otros adelantos.
Foto izqda: Pérez, con su madre en el tren destino Madrid y otra madre con su hijo igual que ellos. Foto dcha: Pérez, subido en el guardabarros de un taxi en la plaza de Castuera.
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Antaño EL FOTÓGRAFO RURAL AMBULANTE En los años de posguerra, en la comarca de La Serena, así como en el resto de España se dio un proceso de gestación de una raza diferente de fotógrafos. Se trataba de una nueva generación de fotógrafos ambulantes, profesionales que carecían de la pretenciosidad de otros retratistas, aficionados o fotoperiodistas de esa y de otras épocas anteriores, pertenecientes a clases sociales más potentadas. El fotógrafo rural ambulante, afincado en ciudades de provincia e incluso en localidades algo menores y próximas a pueblos más remotos solía montar su estudio generalmente en el mismo inmueble que la vivienda. Con escasos recursos al principio (sobre todo en los casos en los que se iniciaban en la actividad por iniciativa propia por oposición a los deseos familiares, como el caso de Asunción Cano “Chon” en San Martín de Trevejo) consiguieron en el transcurso de pocos años ir dotando de mejores medios estos espacios de trabajo, sustituyendo focos por flases o las Retina por Fujikas o Calumet, ampliando estancias, variando telones de fondo, incluyendo recibidores… Y es que no deja de sorprender cómo en los turbulentos años de posguerra, en un contexto de represión y estrechez donde una ingente cantidad de población emigró a otras zonas más prósperas, esta modalidad de fotografía encontró (podríamos decir) un filón. Las razones podemos encontrarlas, además de por tener precios accesibles, por un lado en la idea bastante extendida de la fotografía como un reflejo fiel de la realidad y por otro, en los deseos de estas clases más humildes de asemejarse a las más pudientes. Semejante proceso de imitación se dio en el s.XIX entre las clases burguesas y las aristocráticas y políticas, quienes usaban la fotografía como estandarte de prosperidad socio- económico. Estas concepciones contribuyeron en sendos momentos históricos a hitos de democratización fotográfica.
Foto izqda: Pérez con su familia, sentados en el campo, San Isidro año 1966. Foto dcha: Pérez, subido en el cabillo de cartón vestido de marinero.
En ese encuentro entre la población y su propia imagen se desarrolló una toma de conciencia de la necesidad de documentar determinados aspectos de la realidad. ¿Y cuáles de esos aspectos se solían mostrar en las imágenes de lugareños de clase humilde de Castuera o cualquier otro pueblo de España? Pues ni más ni menos que aquellas escenas que transmitían bienestar y felicidad. Antes se hacía en los contextos festivos más comunes: ferias, romerías, comuniones, bodas; ahora en cumpleaños, viajes y en casi cualquier situación que ya es digna de ser recordada (comiendo, durmiendo, viendo la televisión...). Visto con cierta actitud crítica no distaría mucho de un uso propagandístico como el registro fotográfico de los viajes de Isabel II (realizado por Clifford y Laurent) a mediados del s.XIX o la visita del entonces rey D. Juan Carlos de Borbón a Castuera… Esto salvando las distancias (nunca mejor dicho). Y es que la imagen que los grupos sociales proyectan influye en la relación que entre ellos se da. El hecho de que clases más humildes pudieran tener la oportunidad de -47-
Antaño decirle al mundo (empezando por los seres queridos) no sólo que podían pagar por conservar la imagen deseada de sí mismos, sino que se sentían felices, podríamos decir que de alguna manera suponía acortar distancias entre dichos grupos o al menos ilustrar que éstas no eran tan importantes… Los fotógrafos aficionados que coexistían con los profesionales y en ciertos pueblos emergieron antes, eran personas de cierta posición social con curiosidad artística por el medio pero que escogían sus temas de acuerdo con sus propios gustos e intereses; sólo ocasionalmente retrataban a vecinos que querían tener un recuerdo de sí mismos para la posteridad (1).
Foto izqda: Felipe con Chicote, Teresa y Paolo
Foto dcha: Felipe con un amigo fotógrafo trabajando en una feria.
Los fotógrafos ambulantes se comprometieron con la actividad fotográfica como profesión y consiguieron estar en el momento y en el lugar justo en que la población deseaba fijar su recuerdo (y si no llegaban a alguna boda o bautizo, se simulaba unas semanas después)… Con pocos y pesados medios (batería, flash, carretes, cámaras…) estos artesanos de la luz se desplazaban a pueblos más o menos próximos a su localidad de residencia. Desde Castuera, foto Pérez y Felipe recorrieron prácticamente todos los pueblos de la comarca de La Serena (salvo algunas localidades mayores como Campanario (2). Al principio en una Vespa y luego en un 600, con su carné de fotógrafo ambulante en regla dejaron huella en miles de personas. En otras comarcas también el burro o el autoestop fueron estrategias cuando la economía no permitía más (como el caso de Félix, en Gata). Pero no sólo fotografías de fiestas, también algunas postales, fotos de delincuentes y encarcelados (algo que no hacía mucha gracia al castuerano Pérez), publicidad (como la promoción bancaria del Banco Bilbao de Castuera, que regaló coches por abrir una cartilla), dar registro gráfico a atestados para seguros… y sin olvidar los retratos de carné, que cada cinco años nutrían bien las ajustadas arcas del fotógrafo. Hay que entender que se trataba de una profesión estacional compatibilizada muchas veces o, en sus inicios, con otras profesiones. El fotógrafo trabajaba a deshoras, los fines de semana y principalmente en verano. El resto del tiempo se vivía de lo que se ganaba en estas ocasiones. Total, por tres copias de 7x10 en las fiestas se solía pagar 10-15 duros. Por una postal un duro… 1. También se recurría a ellos para las fotos de familia numerosa, necesarias para acceder al sistema de premios y ayudas implantadas durante el régimen franquista. 2. En Cabeza del Buey había otro fotógrafo. No obstante, al ir estableciendo relación con gente de la localidad a través de su esposa, Pérez consigue tener también clientela en la localidad.
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Antaño Los formatos más habituales eran el 20x25 en las bodas (ampliaciones en 40x50 o 60x70 si te las pedían) y el 13x18 cm en comuniones. Aunque nos aclara Pérez que posteriormente salió el formato 15x20 que, al costar igual, era preferido por la gente.
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ntre estos entrañables fotógrafos, es prácticamente omnipresente el apoyo familiar. De esta manera el ego profesional que pudiera haber (y si lo había…) quedaba en un segundo plano: la necesidad de ajustar recursos hacía que el papel de la mujer fuera crucial: cuando no era fotógrafa ella misma, como fue la propia Pilar Guerra (madre de Pérez), ejercía de ayudante infatigable tanto atendiendo en casa a los clientes como acompañando al marido con sus hijos en bodas y demás eventos. La aventura de ser retratista no terminaba ahí: una vez reveladas las fotos (con esos líquidos, ampliadoras, reveladoras, más propias de alquimistas que de “ganapán”), había que distribuirlas. Algunos fotógrafos optaban por enviarlas a través de amigos- socios que las repartían a cambio de un pequeño porcentaje. Otros, como el castuerano Pérez, iba casa por casa en cada uno de estos pueblos, cuando no se colocaba en lugar visible enseñando sus retratos. Y no solían tardar en ir a repartirlos, pues el emocionado cliente, lejos de la euforia festiva podía arrepentirse de su foto.
Felipe (Hijo). Releva a su padre en la profesión de Fotógrafo.
E
l arte de sacar una foto (estar ahí, dominar la presencia de la luz, las distancias o los encuadres; conocer la técnica del revelado, saber cuidar al cliente…) tenía que formar parte del saber hacer de estos profesionales. En Castuera, Felipe y Pérez, herederos de una tradición de fotógrafos andaluces, supieron, como decimos, sacarle partido al negocio familiar y quedar grabados en la memoria de toda una comarca. Esperamos desde aquí que este pequeño reconocimiento mantenga en nuestra memoria la labor de estos fotógrafos de la cual, ni ellos mismos en muchos casos son conscientes. Entre los estudiosos del tema, nuestra idealización de la actividad fotográfica contrasta con el hosco recuerdo que mantienen de sus trayectorias tantos profesionales que adoptaron este oficio porque no tuvieron otra opción (según recuerda Pérez), o porque, sencillamente, era una opción más, como en el caso del conocido Vieitez. Pero hasta eso, forma parte de su encanto. -49-
Felipe con su 600.
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Curiosidades y anécdotas de Castuera
COSAS DE CINE
Archivo “Casa Museo Paolo de Atalaya”. Castuera -50-
Antaño
Curiosidades y anécdotas de Castuera Archivo “Casa Museo Paolo de Atalaya”. Castuera
COSAS DE CINE
Cine Covadonga. Local de Verano (hoy edificio Europa) 1945.
Cámara Philips FP5. 1950 Carné de operador cinematográfico. Lo tenían: Adriano Atalaya Eduardo Atalaya Enrique Rodríguez -51-
Antaño
Reseña Bibliográfica Buensuceso Sánchez Mendoza (Bibliotecaria)
Título:
Comentario sobre el Libro
Director de recopilación: Demetrio Ruíz Sánchez
Esta edición pretende divulgar entre los pueblos de Extremadura y especialmente de la Serena, los orígenes y la figura de D. Pedro de Valdivia, conquistador de Chile, posibilitando que la mayoría de los ciudadanos tengan documentación más o menos suficiente para conocer la historia de nuestros antepasados. Propuesta hecha por una comisión del Instituto de Bachillerato de Campanario, y en su nombre, el secretario ejecutivo, Demetrio Ruíz Sánchez Este libro nos habla del ambiente, del lugar y del tiempo, explicando a su vez las ramificaciones de los Valdivia por los distintos pueblos de la Serena _Además de los Valdivia que a principios de S. XVI vivían en Castuera y que se registra la ejecutoria de la hidalguía ganada en 1537..( pág. 83) –
PEDRO DE VALDIVIA. CARTAS Y APUNTE BIBLIOGRÁFICO
Año: 1992 Edita INDUGRAFIC. Localización Biblioteca Pública Municipal “Gonzalo Soubrier” de Castuera.
Como cumbres magníficas de una gran epopeya resaltan a través de los siglos, pasan vibrando por la imaginación los nombres extremeños, poemáticos y evocadores, de Hernán Cortés, de Francisco Pizarro, de Pedro de Valdivia y de Hernando de Soto, entre otros. Emperadores de la Aventura, que un día salieron para las costas españolas, embarcaron en frágiles tablas, dieron a todos los vientos y pasearon por todos los mares el nombre de Extremadura. Además se recopilan en este libro cartas dirigidas a figuras tan importantes como el emperador Carlos V o al príncipe Maximiliano.
Selección de libros “EL MÉDICO RURAL” Año: 1978 Autor: FELIPE TRIGO Novela de carácter rural autobiográfico, narra sus primeros pasos en el ejercicio de la medicina. Sus angustias frente al enfermo, su desolación y la impotencia frente a la muerte, alcanzan en esta novela trágicas emociones. Escrita en un estilo directo, sobrio, desgarrado y colorista, la novela constituye una implacable denuncia contra la ignorancia, el caciquismo y la situación mísera del campesino extremeño. Novelista hoy olvidado, injustamente tratado por la crítica como frívolo y erótico, está llamada en estos omentos a una urgente revisión. Las páginas de “El médico rural” constituyen, sin duda, un acontecimiento literario de primera calidad Felipe Trigo nace en Villanueva de la Serena en Febrero de 1865 Edita: Turner. Madrid
JOSÉ MARÍA GABRIEL Y GALÁN. SU VIDA, SU OBRA, SU TIEMPO Año: 2004 Autor: Jesús Gabriel y Galán Acevedo Esta biografía del poeta José María Gabriel y Galán ve la luz pública en el umbral del centenario de su muerte, acaecida en el pueblo cacereño de Guijo de Granadilla, el 6 de enero 1905, donde reposan sus restos. La efeméride por sí sola sería suficiente justificación, aunque no hubiera otras, para ofrecer al público la oportunidad de descubrir una figura de gran popularidad en su tiempo, cuya influencia alcanzó a grandes poetas como fue Antonio Machado. Se encontrarán en este libro gran cantidad de datos, cartas y fotografías inéditos que ayudarán al conocimiento de un poeta, que es casi una leyenda, y cuya obra sigue publicándose en nuestros días. Edita: Junta de Extremadura. Consejería de Cultura
LOS RETABLOS DE EXTREMADURA Año: 2008 Autor: Román Hernández Nieves
“EXPRIMIENDO LIMONES DE MADRUGADA” Año:2013 Autor: Hilario Jiménez Gómez
La palabra retablo se ha definido como un conjunto de imágenes pintadas o de talla que representan e ilustran historias o episodios sagrados, se disponen ordenadamente en un espacio arquitectónico de madera, piedra u otro material y decoran o embellecen un altar. Este cuaderno popular de los Retablos de Extremadura se nos ofrece como la mejor guía. Es un exhaustivo repaso a los principales retablos extremeños, posibilitando las claves necesarias para comprender a fondo lo que hasta ahora solo podíamos admirar. Los amantes de los retablos encontrarán aquí una guía perfecta de la iconografía, de los centros artísticos de Extremadura y de los artistas de dichos retablos Edita: Junta de Extremadura. Editora regional
Lo que aquí se publica es una selección de interesantes reflexiones a partir de una cita de Ortega y Gasset : “ Una buena parte de los hombres no tiene más vida interior que la de sus palabras”. Papeles volanderos y sentimientos desiguales se pasean libre y llanamente por estas páginas en una suerte de diario que trata de congelar el momento, a la vez que nos ofrece el singular punto de vista del autor sobre su realidad y la que nos rodea. Hilario Jiménez ha publicado ensayos destacando la figura de Lorca, Alberti y Pablo Neruda entre otros. Nace en Extremadura y es el cronista oficial de Montánchez, su pueblo natal. Edita: Gobierno de Extremadura. Editora Regional
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