LA URBANA, UNA MIRADA Y OTRO LENGUAJE

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Edición especial

URBANA LA

P r e s e n t a

TABÚ C onf es i ones


Los textos publicados son responsabilidad de sus autores.

CONTENIDO TABÚ

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calor al asunto ´ ..... ....Pongale Animales por naturaleza

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´ .YAGE, Mito o realidad? Droga o medicina?

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......Notas el olorcillo aquel?

......Al diablo con la verdad


Director Miguel Rodríguez Subdirector

Juan David Molina Editora en jefe Mariel Bejarano Vásquez Editores Gustavo Adolfo Vargas Mariel Bejarano Vásquez

REALIZACIÓN ©

Diseño original protegido copyright

Diseno y diagramacion Miguel Rodríguez Mariel Bejarano Vásquez Impresion Rafael Guerrero Fotograf a Portada Juan Manuel Hincapié Fotograf a Mariel Bejarano Vásquez Juan Manuel Hincapié César Romero Mariana Escobar Castrillón Publicidad Maria Catalina Beltrán Miguel Rodríguez Colaboradores Luisa Fernanda Molina Juan David Posada Ramírez Julián David Rengifo

Agradecimientos Universidad Católica de Pereira Corporación Autónoma Regional de Risaralda


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E l

EDITORIAL

os encontramos y creímos en lo que cada uno guardaba a partir del lenguaje, una mirada diferente construida a partir de la variedad de situaciones generacionales, que de una u otra forma nos afectaron en diferentes niveles, en algunos muy intensos, en otros, hasta graves. El caso es que todas aquellas emociones tan ambiguas y fabulosas conspiraron para unirse a un tiempo determinado, a una hora perfecta; solo el hecho de mirarnos a los ojos nos permitió creer y confiar en nuestras interpretaciones escondidas, compartirlas y desear comunicarlas. Buscamos la integración, la voz abstracta pero fiel que lograra situarse en el momento en que más se necesitara, algo así como una buena amiga para aquél que se preocupa por saber en dónde vive y ha vivido, y que de algún modo, busca dejar una huella del presente para poder sentirse a gusto en la ciudad en que habita. “La niña”, así le decíamos los primeros días, cuando la construíamos página por página, pensando en todas esas cualidades estéticas y espirituales que nos atraían de “las viejas”, entre más “raritas”, mejor. Alternar fue la pasión y la principal consigna fue revolucionar. Nuestra niña llegó a tener un mechón de color verde. La amistad fue un mandamiento, un principio entre todos los integrantes de esta casa, el respeto permitió que perdurara la idea, cada uno tan diferente pero marcados por una gran visión que incitaba a revolcar nuestros pensamientos, permitir que muchos, como los que encuentran la paz encerrados en sus cuartos hasta las primeras horas de la madrugada, en donde su única luz es la que sale de sus ojos abiertos proyectando imágenes en frases perfectamente organizadas y cargadas de humanismo invisible, llegaran hasta nuestra casa para recibirlos con un café, y empezar a escucharlos, a comunicarrnos de forma apasionada. La Revista Urbana permitió conocer nuevos amigos, hacer de la diferencia un gran mosaico de conocimientos, en los que algunos se mezclaron y alcanzaron tonalidades que representan la conciencia de una ciudad mística,


de saberes profetizados que no se perciben a simple vista, la idea de trascendencia no se nos va, el prejuicio ahoga, del tedio se puede pasar a la inexistencia, en el sentido filosófico de la palabra; quien negocia su vida con la cruz del miedo y la indiferencia, se está perdiendo de muchas señales que, aunque se manifiesten de forma fugaz, constituyen y alimentan el espíritu en vía al ideal de una vida digna. Nuestra ciudad, preguntarnos qué homenaje dejarle a ella, es un deber para los que nos situamos aquí. Esta edición de La Urbana tiene un tinte Tabú, diferentes voces se mezclan logrando transiciones de colores inesperados, pero universales y cargados de libertad; imágenes que deliberan en el transcurso de la interpretación y rompen de una forma sutil los condicionamientos estéticos para la expresión del cuerpo humano, situando conceptos que permiten repensar en nuestra condición como Seres H. Le daremos vuelta a la revista, y de cabeza encontraremos un conjunto de cuentos llamado Viajes y Quenopodios. Con esta edición especial de La Urbana nos queremos despedir por un tiempo. Se realizó un trabajo pensado para ustedes, con el fin de que se conserven las voces que no nos hagan olvidar del pasado y el presente, que nos mantengan al tanto del futuro, y que una u otra palabra allí encontrada constituya una propuesta que sea fomento para la transformación cultural de nuestra ciudad. Por ello, esta edición de la Revista La Urbana, está dedicada a todas aquellas personas que han contribuido a la construcción de esta Casa, en donde las puertas siempre se encontrarán abiertas para la expresión cultural, para los relatos acerca de esa ciudad mutante, las imágenes de diferentes tiempos, y sus habitantes, que son los testigos de cada cambio disimulado. Para todos esos buenos amigos que hicimos y visitaron nuestro Café- Bar, un especial agradecimiento, y un fuerte abrazo, porque se han quedado. Siempre fue un gusto compartir con ustedes la grata sonrisa. Finalmente, también agradecemos a todos aquellos que participaron en esta edición, y a todos aquellos que estuvieron en las anteriores publicaciones, sin sus pensamientos preciosamente amanecidos, toda esta memorable experiencia no hubiera sido posible

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Póngale calor al asunto P o r . M a r i a n a

E s c o b a r

Texto, página siguiente


Póngale carlor al asunto

“ e l s e x o e s p u d o r, p a s i ó n . . . ”

E

l sexo es pudor, pasión, deseo y puede llegar a ser un tema tan controversial desde cualquier perspectiva que se le mire. No sólo porque trae diversas implicaciones de tipo moralista, sino que sigue asumiéndose como un tema espinoso que aturde a hombres y mujeres a cuestionarse sobre lo más íntimo: su cuerpo, su sexo y porqué no, sus inseguridades. Bien afirmó Freud, que la pulsión sexual es la fuerza motivacional más importante presente no sólo en los adultos, sino en el niño que pasa por distintas etapas (oral, anal fálica, latencia, genital). Somos una generación evolutiva, que progresa físicamente, que advierte cambios, pero que pocas veces se ven exteriorizados en nuestras conductas por el simple temor a ser juzgados. Ahora, quiero dirigir mi atención a un tema que al común de la gente también le queda muy trabajoso discutir: el sexo en las mujeres y en los hombres. La sociedad, la cultura y las mismas costumbres ‘cliché’ inmersas en ellas, han hecho que prevalezca la idea de que las mujeres siempre piensan en una milenaria lista de cosas antes de ir a la cama, muchas relacionadas intrínsecamente con una carga emocional y sentimental abrupta, mientras que el imaginario en los hombres, supone que ellos piensan solo en el imperativo carnal del momento.“El primer tema es que las mujeres necesitamos más de amor que de sexo. Por el contrario los hombres buscan satisfacerse y en esa medida a ellos hay que enseñarles que todo debe ser despacio, que se tomen el tiempo para seducir a la pareja y explorarla” cuenta Milena Aristizábal. Ella es esteticista, madre de dos hermosos hijos y que durante mucho tiempo asumió –sin ella misma desearlo– el papel de convertirse en una mujer sumisa, que vivía

encarcelada en la idea equivoca de que el sexo era pecado. El acto sexual para ella, se reducía a un constante placer que se brindaba pero que no era correspondido, su figura delicada tomó forma de instrumento y el atrayente mundo del sexo nunca le pareció la mejor historia que le habían contado. Luego de esa experiencia y con la madurez que ahora le conceden sus 34 años, Milena es quien controla la relación y apunta a decir que a las mujeres “les falta tener carácter e innovar en la cama, porque lo cierto es que hay que mezclar corazón con creatividad”.


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Fotografía Por. Mariana Escobar

Sale a relucir otro testimonio y esta vez, lo invoca una mujer que sostiene una postura poco más distante que la de Milena. Ella es Comunicadora SocialPeriodista que prefirió el anonimato y dice: “En la actualidad ya no aplican esas caracterizaciones sexuales de género. Creo que hay más una individualización de comportamientos, independiente si es hombre o mujer. Así que tanto ellas como ellos, en diferentes circunstancias, tienen sexo para responder a necesidades tanto emocionales como fisiológicas”.

La disputa más aguda que puede hacerse al respecto, es que cada testimonio va dejando entrever otra mirada, una mirada que atiende a otro tipo de exigencias que el nuevo siglo nos presenta, como por ejemplo, que ya cada mujer puede empezar a tomar decisiones en el sexo, ser ella quien domine y se absuelva de cosas que no le parezcan o simplemente insistir en que tanto hombres como mujeres respondemos a las mismas necesidades fisiológicas u otro tipo de llamados emocionales, pero que yo sigo pensando


Póngale carlor al asunto que tanto cultura como religión influyen de manera tajante en este tipo de posturas personales. Mauricio García Villegas, profesor de la Universidad Nacional y columnista del periódico El espectador, escribió en un artículo títulado ‘Sexo y pobreza’ en el año 2010: “para la Iglesia Católica los peores pecados giran alrededor del sexo: el matrimonio gay, el aborto, la ordenación de mujeres sacerdotes, el uso del condón, la liberación sexual”. Las aproximaciones que hace Villegas en su artículo son muy destacadas, pues no se abstiene de lanzarle una fuerte crítica al modelo eclesiástico; además da cuenta de que éste sigue empecinado en sobrellevar, difundir y aplicar lo convencional y supuestamente “correcto” a la sociedad en general u otras instituciones. La cultura por otro lado, encierra otra cantidad de connotaciones imprescindibles frente al sexo. A partir de ella, cada uno de nosotros y nuestra mentalidad en particular, se traslada a un plano casi viciado –en algunos

casos– y que parece no fundamentarse en otro tipo de conclusiones más que las que se nos han impuesto desde la niñez. La afirmación la sustento mejor, si tomo en cuenta que Maurice Zundel, un sacerdote polémico, poco costumbrista, dice en su libro “Otro modo de ver al hombre” que: “Y ese ‘yo’, y ese ‘mi’, tenía que ver con lo que éramos entonces: un niño proyectado a la existencia por una herencia que no ha elegido, educado según sus principios que no ha elegido, repleto de los prejuicios de su raza, de su continente, de su siglo, de su lengua, de sus supersticiones, sin haber elegido ni siquiera su religión”. Lo que realmente está haciéndonos falta es establecer un principio de determinación que nos permita asumir otras prácticas y en este caso, otro tipo de moral sexual más abierta para cumplir nuestros mayores deseos sin represión alguna, esos deseos que traen consigo el exceso divino de la carne y de la piel.

La hora de independencia en las mujeres… Ciertamente el tema de la liberación sexual femenina que tuvo sus comienzos en 1920 ha ido evolucionando a pasos agigantados. Hoy muchas mujeres hacen un mayor esfuerzo por romper con lo convencional y siempre buscan ser más espontáneas para ir ahuyentando sus prejuicios. Pero la tendencia a ser estigmatizadas sigue irrumpiendo en su actuar cotidiano. Dora María Castrillón es antropóloga de la Universidad de Antioquia y respecto al tema hace un aporte de forma personal: “El término de liberación no creo que tenga que ver sólo con el género, tiene que ver también con el concepto de libertad de prácticas derivado de libertad de pensamiento. Asumo que la sociedad no está preparada para pensar con libertad en relación a muchos temas y el de la sexualidad es uno de ellos”.


Frecuentemente se escucha a la gente hablar sobre la “libertad sexual femenina”. Y entonces me aslatan una serie de inquietudes, porque no creo que, por el solo hecho de que la mujer quiera abrirse a otros horizontes laborales, ser independiente y en lo que al tema se refiere: tomar el control de la relación sexual, deba señalársele de una u otra forma. (De qué forma se le señala?) Porque en esa dinámica lo que realmente debe destacarse es la iniciativa de la mujer pensante que busca desprenderse de otros tantos miedos y llevar a cabo sus ideales. Ahora ese tipo de libertad tampoco creo que deba juzgarse como libertina si se trata de generalizar, al respecto Dora afirma que: “No es lo mismo una mujer que sabe lo que quiere y piensa con libertad, que una libertina que no sabe lo que quiere y hace cualquier cosa, entonces no podemos juzgar y menos encasillarlas. Hay algunas que nos pensamos y nos sentimos tranquilas y orgullosas de cómo experimentamos, incluyendo el sexo”. Marcela González es psicóloga y trabaja en el departamento de Recursos Humanos de Arturo Calle, ella comparte la idea de libertad e independencia en la mujer y en esa medida sugiero que esos dos condicionantes deberían suscitarse en todos los planos cotidianos de la vida; si no existe esa imposición de valernos por nosotras mismas, la tendencia asfixiante a ser dominadas puede irse involucrándose de alguna manera en la vida de cada una. “Las mujeres de hoy son muy autosuficientes, no necesitan de un hombre para salir adelante. El problema coyuntural es que a veces esta independencia o libertad en la mujer no cae muy bien en la sociedad que vivimos”, atestigua Marcela.

Y las ayudas sexuales…

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No son los más asequibles, pero buscan recrear con sus distintas formas, olores y servicios la imaginación. Emanan cierto grado de erotismo y curiosidad que van imprimiendo otras sensaciones que si bien no se explican, buscan encontrar respuesta. Si este tipo de insumos están acompañados de diversas prácticas poco tradicionales, es muy probable que el erotismo cobre vida de manera distinta, es decir, que todo ese preámbulo tenga una fuerte carga emocional que incite al desarrollo de diversos roles para permitir la suspensión de esos orgasmos que enardecen el cuerpo y el alma. No toda relación sexual debería reducirse al momento exacto del coito, sino a la prolongación del mismo.


Póngale carlor al asunto

Sandra Lustgarden es una rubia argentina, de tez blanca que guarda en su rostro la picardía que uno podría esperar de una persona que ejerza como ella, la profesión de sexóloga. Es además, autora de un libro titulado “desnúdate conmigo” y otra infinidad de artículos publicados en revistas digitales, que hablan sobre las fantasías, la estimulación del deseo, la liberación sexual, entre otros temas. Recientemente la revista digital entremujeres.com publicó el doce de enero del presente año, un artículo de esta intrigante mujer en donde ella apunta a decir que los juguetes sexuales tienen una gran importancia en la medida en que éstos puede ser una opción para ‘educar sexualmente’ y además que “permiten que la pareja adicione tiempo al encuentro a través del juego y de la intensificación del placer”. Al respecto, la Comunicadora Social-Periodista que por esta vez prefirió el anonimato, dice que los juguetes sexuales le ‘parecen chéveres y siempre traen algo de novedad’, Milena Aristizábal confiesa que le dan pena y por otro lado Diana Carolina Giraldo, una chica de 21 años, muy carismática por cierto, asegura que ‘la cultura en que vivimos ha ido evolucionando, pero aún así, ese tipo de prácticas y el solo hecho de entrar a una tienda Sex Shop siguen asumiéndose como tabú’, por ese lado y afianzando el testimonio de Diana, Dora Castrillón dice que ese tipo de estupor que siente la gente cuando entra a una tienda Sex Shop ‘es solo uno de los muchos posibles comunicantes de cómo está nuestra sociedad pensando sobre el tema del sexo’.

Hay que admitir que al sexo lo preceden una cantidad de condicionantes que alteran nuestra perspectiva frente al tema para mal o para bien. Somos seres mediados por la cultura, seres que respondemos a un instinto sexual fisiológico, pero al mismo tiempo a unas emociones que bien dirá Dora Castrillón ‘varían según los lugares y los aprendizajes’


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“ e l s e x o e s p u d o r, p a s i ó n . . . ”

Fotografía Por. Mariana Escobar


Animales por naturaleza

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a infidelidad se conoce como una de las principales responsables de las crisis en las parejas, y a pesar de que es un tema bastante nombrado en el entorno, aún existe cierto rechazo a aceptarlo, por lo que se ha tratado a lo largo del tiempo como un tema tabú. La infidelidad, se asocia la mayoría de las veces con encuentros sexuales que se viven por fuera de la pareja, las causas se las atribuyen en gran medida a la insatisfacción con la pareja, por conveniencia económica o también porque se busca en otra persona lo que la pareja no suele dar. También hay quienes toman el hecho de desear o admirar a alguien por fuera de la pareja, como una falta de respeto y lealtad frente a la relación. Pero así como el mundo ha evolucionado, el concepto de infidelidad también lo ha hecho, P o r . P a b l o

Animales por naturaleza

y lo ha hecho de la mano de la tecnología, quien es presentada en esta época de la globalización como una herramienta de permanente interacción que influye para que se presenten cierto tipo de relaciones y fantasías con terceras personas. Pero ¿Por qué no se habla del tema abiertamente en la pareja?

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H e n a o

Dentro del común de las parejas es muy poco tratado el tema por temor a ser rechazados o, a ocasionar momentos de dudas frente al compañero o compañera sentimental. Claudia Osorio, una estudiante universitaria, dice que, “en esta sociedad uno no puede manifestar los deseos hacia otra persona que no sea el novio, porque


Pag ´ [ 12 // 13 ] “en esta sociedad uno no puede manifestarse...”

Fotografía P o r. J u a n M a n u e l H i n c a p i é

ahí mismo todo mundo lo señala a uno como una persona “perra”, lo que le impide a uno muchas veces hablar sobre el tema”. Hay que anotar, que también se está dando una liberación dentro de los jóvenes a la hora de conformar una unión, Julián, quien ha pedido que se le cambie el nombre, manifiesta: “al momento de conformar una relación, yo siempre le digo a la otra persona que no le puedo garantizar fidelidad, para mí la fidelidad no existe”.

Un tema Cultural... Para Carmen Osorio, una Ama de casa, “la fidelidad debe ser para toda la vida, he visto parejas felices toda la vida, ahora lo que pasa es que la gente está más degenerada”. El tener experiencias con varias personas es un tema que ha existido por naturaleza,


Animales por naturaleza

incluso, se dice que, “dependiendo, la cultura es normal o no, la tradición judeocristiana lo impide, pero antes cuando se necesitaba poblar el planeta era muy necesario, hoy tiene algo de moda”, dice Wilmar Vera Zapata, Magister en Historia de la Universidad Nacional de Colombia. Cada vez es más común encontrar en los medios, sobre todo en la red y en los diarios, avisos que invitan a fiestas de intercambios de pareja, a sitios que ofrecen cumplir fantasías sexuales como tríos, orgías etc, como respuesta a toda esa necesidad de experimentación que necesita el ser humano, así como de liberación de las normas sociales. Estas últimas, por lo general son impuestas por los códigos de ética y la iglesia, y tienen como función moldear unos estilos de comportamiento que generalizados se adoptan como normales dentro de una sociedad. Pero el hombre es un ser más instintivo que racional, así lo plantea Alex Pentland, quien ha estudiado el comportamiento humano por medio de dispositivos electrónicos en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, los impulsos instintivos están ampliamente ligados con lo biológico, por lo que el desarrollo está sometido a lo primario donde el placer es el gran protagonista. Teniendo en cuenta esto, es que el tema se debe abordar en pareja sin ningún tipo de reparos, pues como le pasa a ella le puede pasar a él, esa es la condición humana de la que no podemos huir o renunciar


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espués de negar en numerosas ocasiones mi encuentro con el yagé, y de asegurar que nuestra unión no se daría, no por lo menos en esta existencia, fue él quien me encontró y quien esperó por mi calmada y silenciosamente. Me hallaba sentada en una conferencia de blogueros el año anterior, en el Campus Party 2011, sentada, simplemente sentada, porque mi mente y mi corazón andaban en otro lugar, en un espacio que no era la dichosa conferencia, de la cual sinceramente recuerdo nada. Con lágrimas en los ojos tecleaba mi computador y escribía cartas de amor que no serían entregadas, levanté los ojos y vi aquel sujeto de cabello revuelto y curiosas gafas. Sequé mis lágrimas, me acerqué y le pregunté si era él la persona que me enseñaría unas cuantas cosas, yo que sé; en ese momento

YAGÉ,¿Mito

o realidad? ¿Droga o medicina? Por.Claudia Zuluaga


YAGÉ, ¿Mito o realidad? ¿Droga o medicina?

Fotografía Por.Claudia Zuluaga

algo se me ocurrió; por supuesto no era él, di dos pasos de regreso y tomó mi brazo, e insistió en que era importante hablar. No sé de qué galaxia fue enviado, pero en cuestión de segundos, lo ancestral, el chamanismo y por supuesto el yagé ya eran parte de nuestra conversación. Le tomó pocos minutos para convencerme de dar el paso que tanto había temido. Al día siguiente partimos rumbo a una finca en las afueras de Bogotá. Una multitud de personas vestidas de blanco (parecían ángeles bajados a la tierra), con miradas apacibles y ninguna emisión de sonido. Era tal el silencio y el misticismo del lugar

que medía mis pasos finamente para no tropezar en aquella zona desconocida. Ocho de la noche, la ceremonia empieza. Un gran espacio cubierto con un fuego sagrado en la mitad, las mujeres con tiaras naranja, y collares de múltiples colores, los hombres con el azul del cielo y plumas en el pecho. El círculo de palabra tomaba su forma y acompañado del mambe de coca, maíz y tabaco en pasta, la palabra se endulzaba para salir de la boca, pero en especial para comprenderla y guardarla en el corazón, no en la mente. Acá realmente nace la historia, un cuento sin principio ni fin, sin tiempo, porque él mismo me demostró que no existía y que es una figura, un espejismo que acariciamos constantemente para


“ e l Ya g é e s u n t a b ú q u e m u c h o s n o s a t r e v i m o s a r o m p e r. . . ”

sentirnos aferrados a la vida, cuando la vida misma se nos escapa a bocanadas en respiros inconclusos, entrecortados, vacios de vicios y de amores mal entendidos. Engendrados en la razón en el pulso que se afina tras un papel, en el ego que juguetea constantemente en el inconsciente eterno de la materia. Tras una corta espera, me arrodillé ante el Taita para pedirle ayuda y mi sanación, tomó una copa pequeña y vertió en ella el líquido sagrado, realizando un susurro cerca a ella y me la ofreció con reverencia, la tome en mis manos y con profundo respeto la ingerí. Me levanté, caminé hacia mi hamaca y después de 20 minutos cerré los ojos

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y empecé a ver una realidad que en mi cotidianidad no percibía; un frío intenso recorrió mi cuerpo, mi garganta se atoró y por mi nariz no pudo entrar aire. En el oscuro interno de mi mente se dibujaban mandalas de insondables matices y formas. Tras un descuido, salí expulsada de la bolsa que me contenía, el trayecto fue largo, las palabras le acompañaron en un ritual de despedida y fue la eternidad condensada en negación y apego la que me arrojó en un túnel oscuro, cargado, denso. Multitud de voces susurraban en mi mente y poco a poco clarificaba la verdadera. Allí un minuto se convierte en eones que te


“no sé si es la planta misma como dios...”

llevan a vivir una vida paralela, y el todo se hizo uno y vi nacer el cosmos, y el cosmos se hizo en mi y entendí que yo misma soy un universo. La indescriptible cantidad de información no podría ser plasmada en estas hojas y la paz y serenidad que hoy me acompañan no se pueden calcular con la irremediable sed del mundo que anteriormente me dirigía. El final de la historia aún no existe, tal vez cuando me disuelva en el lugar al que fui enviada en aquella ocasión llegará el momento. Fueron unas cuantas veces más las que me llevaron a “pensar bonito” como dicen en la comunidad de yageceros, según ellos y los indígenas, el yagé es el cabello que Jesús arrojó a la selva para que al ser consumido nos acercaramos a Él y le conversáramos directamente. No sé si es Dios manifestado en planta, no sé si es la planta misma como Dios, no sé si soy yo mi propio Dios, aún nada sé, sólo conservo el mismo temor que antes del encuentro, no todas las “pintas” o “chumas” te llevan al mismo lugar, en ocasiones te sumergen a tu propio infierno y te remueven todo cuanto quieras que sea removido. ¿Un estado alterado de conciencia? … ¿cómo definirlo? si acá en la supuesta conciencia vivimos alterados. ¿Una droga? O ¿un anteógeno, que al alucinar te lleva a dentro? Tal vez, este último interrogante sea la única respuesta... El yagé es un tabú que muchos nos atrevimos a romper, un acercamiento a una de las plantas sagradas más fuertes que existen. Como tal merece respeto y sacralidad al ser consumida, te abre puertas y te muestra, tú decides qué y de qué manera. Al ser una de las plantas sagradas, su consumo debe hacerse bajo la guía de un Taita o Chamán que te cuiden en el viaje, el lugar en donde se consume debe ser purificado y tú mismo debes purificar tu cuerpo días anteriores a la toma. El yagé es una opción, un camino como tantos, no es para todos, no es el todo

YAGÉ,¿Mito o realidad? ¿Droga o medicina?


L a i n f o r m a c i ó n d e l a r e f o r m a a l a L e d e E d u c a c i ó n S u p e r i o r ( L e y 3 0 d e 1 9 9 2 ) c u b r i ó c e l p a n o r a m a s o c i a l d e l p a í s , e x c e p t o a l o s p o b r e s , a a q u é l l o s q u e e n l o s n o t i c i e r o s s o n m á s e x p u e s t o s , a r a d e m o s t r a r u n a r e a l i d a d t u r b a d a d e v i o l e n c i a . L a j u v e n t u d y d e m á s s e c t o r e s d e l a c o m u n i d a d e d u c a t i v a y a v e í a n v e n i r e l d e s a s o s i e g o g i g a n t e , b r u s c o y a b u s i v o a t r a v é s d e u n t í t e r e , q u e e n s u m a n d a t o n o s a b e s i n o m o s t r a r u n a c a r a d e v a c í o , c a m u f l a n d o a s d e c i s i o n e s m á s u r g e n t e s q u e n e c e s i t a u n p a í s n u n a e t e r n a

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Gato liebre

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por

Por. Juan David Molina V.

La información de la reforma a la Ley de Educación Superior (Ley 30 de 1992) cubrió casi todo el panorama social del país, excepto a los más pobres, a aquéllos que en los noticieros son más expuestos, para demostrar una realidad turbada de violencia. La juventud y demás sectores de la comunidad educativa ya veían venir el desasosiego gigante, brusco y abusivo a través de un títere, que en su mandato no sabe sino mostrar una cara de vacío, camuflando las decisiones más urgentes que necesita un país en una eterna “conciliación”, y en una inmortal espera… pobres víctimas del invierno. A ellas no creo que les interese mucho este tema, pues el país se ha deslumbrado con visiones de grandes, fríos y obsoletos mercados que buscan embrutecer más a una sociedad. Hacer un “negocio” de injusticias bajo cuerda. Esto se convirtió en un karma, como quizás lo quieren hacer con la educación. Al parecer, para un presidente, la educación es de calidad cuando tiene incidencia el sector privado; ¿qué es esto?, ¿en qué se convertirán los estudiantes?, ¿las filosofías institucionales tendrán que cambiar?, ¿intensificaremos la formación de un estudiante en alguien estándar para una sociedad cada vez más injusta?, qué perspectivas administrativas y excluyentes se nos presentan, ojalá no las podamos ver, es así como le gusta al nuevo gobierno, actuar con submarinos, hasta será por eso que se inunda tanto nuestro país. Nos están presentando como una novedad el hecho de que la empresa privada influya en el sector educativo, y haga sus negocios, y poco a poco las universidades se conviertan en espacios como los centros comerciales, silenciosos, con pocos lugares para compartir, para la armonía de la comunidad educativa. Tan necesario que es formar al ser de forma integral, que se comuniquen los unos y los otros, y se


Gato por liebre presenten las diferencias; no privándolo, no saturándolo de espacios y servicios que inconscientemente cubrirá, y que le serán hasta injustos; no es por exagerar, pero el futuro sería de egresados que se desconocen y se acoplan a otras situaciones de la vida, que en ese caso, estas serán más aberrantes para la sobrevivencia. Lo que quizás muchos no sabemos es que los recursos del sector privado en una universidad han existido desde hace tiempo, no es un cuento nuevo; y esto es lo que ha favorecido en su mayoría a las investigaciones. La calidad de la formación superior quedaría en la cuerda floja al ver ahora esta “propuesta de propuestas”, que no sólo afecta a las universidades de carácter público, sino también a las de carácter privado; (por eso los que más se preocupan por una estabilidad segura y económica, y viven de una educación mucho más triste, brincaron, y después marcharon y gritaron). Se trata de la novedosa idea de crear universidades con ánimo de lucro. El presidente quedó enamoradísimo de este modelo, ya aplicado en Brasil; como cosa rara, feliz con cifras y porcentajes invidentes en un supuesto progreso. La empresa, como su nombre lo indica, no deja de tener un sentido de interés, aprovechamiento y apatía; para decirlo de una forma menos abstracta, no dan mucho, pero sí cobran mucho. Ahora, ¿Qué calidad de educación se podría esperar de este modelo?; podría ser peor, la educación sería inmediata, con poca cobertura para el análisis, no conoceríamos los procesos a los que tendríamos el pactado derecho, sería algo más artificial, y mucho más perdida. Por ¡Dios!, (ese ser al que nombra tanto el presidente Santos), acaso no se da cuenta de que las mejores universidades en este país son las públicas, que son la base para el progreso irreconocible que hemos alcanzado.

Bloque deopinión Fachada, representación es lo que quiere este gobierno de una educación farandulera, cuando los problemas andan escondidos, cuando las verdaderas acciones se encuentran en el núcleo y el trabajo interno de las instituciones por su autonomía. Fue grandioso saber que el pasado siete de abril, los estudiantes y demás sectores de la educación en Colombia, se unieron para el rechazo de la reforma a esta ley, todo se hizo a partir del arte, de la protesta pacífica, digna de visionarios que quieren un mejor país; los monólogos y las representaciones teatrales demuestran una vez más, la utopía verdaderamente política de un país democrático, no excluyente; pues la voz de la democracia se hace afuera, es pública, no a partir de unas cuantas decisiones que desconocemos, hechas por ciertos individuos o grupos externos a nuestro pensamiento, formación y participación. Me pongo la misma camiseta de mis compinches, esa que dice: “Con la reforma a la ley 30, nos dan gato por liebre”


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P o r. C é s a r A u g u s t o R o m e r o M a r i e l B e j a r a n o V á s q u e z

Más de ocho mil personas gritan y cantan, camino de marcha que huele a juventud, a universidad, a conocimiento. El 7 de abril y el 25 de mayo olas de universitarios llegaban a altamar con una misma consigna, “La educación como un derecho, no como un negocio”, pasos en rechazo a la reforma de la ley 30 de 1992 planteada por la ministra de educación, que acá entre nos, sabe poco de realidades. Una reforma a una ley que viene mal desde el año de su creación, los recursos asignados a la educación han sido siempre el mismo monto y ahora se plantea que las universidades entren a manos macabras de privados para su administración


Fotografía P o r. C é s a r A u g u s t o R o m e r o


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Fotografía

P o r. M a r i e l B e j a r a n o V á s q u e z


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m a c i ó e f o r m a L e d u c a c i ó p e r i o e y 3 0 d 9 2 ) c u b r i p a n o r a m c i a l d e í s , e x c e p t o s p o b r e s q u é l l o e e n l o t i c i e r o o n m á p u e s t o s a d e m o s t r a a r e a l i d a r b a d a d o l e n c i a j u v e n t u d e m á c t o r e s d c o m u n i d a u c a t i v a y a n v e n i r e s a s o s i e g g a n t e r u s c o u s i v o v é s d e u t e r e , q u s u m a n d a t s a b e s i n s t r a r u n a d e v a c í o m u f l a n d d e c i s i o n e s u r g e n t e e n e c e s i t n p a í s a e t e r n

n a e n r e ó a l o , s s s s , r d e . d s e d a l o , y a n e o o a , o s s a n a

¿Notas el olorcillo aquel? Por.Alejando Buitrago A

L

e debo a un experimento la génesis de este texto. Tuve un trabajo que me estaba matando, no voy a decir dónde pero me estaba separando de mí mismo. Fue durante ese tiempo que realicé una investigación acerca de mi aroma personal. Sabía que era socialmente arriesgado, pero decidí dejar de usar desodorante durante tres meses y oler lo que sucedia. Tal vez quería que me despidieran pronto de aquel empleo pero no funcionó, entonces renuncié. De todas maneras pude constatar que la acidez del aroma y por tanto la irritación en la nariz de los demás, aumenta cuando uno se ve sometido a presión psicológica, miradas de sorna y cierto grado de humillación. Es como si las axilas expresaran el deseo de ser libre, como si el olor quisiera abrir campo para que dejen al individuo tranquilo. Comprobé que el olor de axilas bienaventuradas, que son aquellas cuyo dueño ha realizado o realiza


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un ejercicio gozoso, como tener una relación sexual amorosa, caminar o correr por el campo, o incluso, dedicarse a labores agrícolas independientes, es un olor que, sin necesidad de desodorantes inspira ese mismo estado de bienestar o tiende a reproducirlo. Otro descubrimiento que tuve, es que el olor de la axila izquierda nunca es igual al de la derecha, y que el aroma de ningún día o momento del día es idéntico al de otro. Me sorprendió observar, con la nariz, cuanta diversidad había pasado inadvertida. Entre las fragancias que emanan del cuerpo, el aroma de las axilas destaca por su cercanía con el rostro, en medio del cual emerge impetuosa la nariz, materialización del instinto de oler muy desarrollado en hombres y mujeres naturales, y atrofiado casi por completo en individuos urbanos, menoscabados para bien de los mercados por la vergüenza, el temor y el asco. Las mayorías de hoy, a lo sumo distinguen el olor de un pedo humano del que se tira un perro, pero ignoran la diferencia entre los aromas de las siete clases de albahaca, siendo incapaces de distinguir la menta de la hierbabuena, y el prontoalivio de la mejorana. El humo, los perfumes, los químicos que llenan las alacenas, los jabones de tocador, talcos y cremas, los desodorantes anti-transpirantes y muchos otros productos entorpecen y ciegan el olfato. La palabra correcta es anosmia, que significa pérdida o disminución del sentido del olfato. Pero estamos poco familiarizados con esta palabra cuya importancia aquí se impone: Campesinos han señalado el hedor que experimentan al entrar en nuestras ciudades, tan abundantes en hipoclorito y detergentes. Un hedor, según dicen, a podredumbre y basura que nosotros pasamos por lo bajo y olvidamos colectivamente. Caso masivo de anosmia selectiva: “Venga para acá el perfume, déjeme oler el producto, pero vallan al olvido la basura y sus flatos”. Me dirán y tienen razón, que la anosmia selectiva se vuelve imprescindible para permitir el convivio


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n a Notas el olorcillo aquel? e u p e r i o r L e y 3 0 d e 9 9 2 ) c u b r i ó e l p a n o r a m a o c i a l d e l a í s , e x c e p t o l o s p o b r e s , a q u é l l o s u e e n l o s o t i c i e r o s o n m á s x p u e s t o s , a d e m o s t r a r n a r e a l i d a d u r b a d a d e i o l e n c i a . a j u v e n t u d d e m á s e c t o r e s d e a c o m u n i d a d d u c a t i v a y a í a n v e n i r e l e s a s o s i e g o i g a n t e , r u s c o y b u s i v o a a v é s d e u n í t e r e , q u e n s u m a n d a t o o s a b e s i n o o s t r a r u n a r a d e v a c í o , a m u f l a n d o d e c i s i o n e s á s u r g e n t e s u e n e c e s i t a n p a í s n n a e t e r n a

abigarrado de la vida en las ciudades, donde seres, animales y máquinas expelen a todo poro sus aromas. Un ascensor o una buseta no serían lugares urbanos, si la gente hábil en reprimir sus pedos o tirarlos en modo silencioso, no hubiera estregado y depilado sus axilas, y luego sobre raso, aplicado con esmero desodorantes y aún lociones. Esto es lo que se llama “maquillaje olfativo”, un vestido por dentro y por fuera del vestido. Una máscara del todo bien en los tiempos del todo mal. De no ser por tales estrategias, las narices agudas, que aún las hay,

podrían conocer íntimas fermentaciones a las que no han sido invitados. Consultado el “popular sabio Google” sobre el asunto “olor en las axilas”, no sorprende la cantidad de personas que a gritos en los foros piden ayuda para solucionar su situación. Es lógico, para vendernos más productos, ideas y religiones, nos han enseñado a tener asco de nosotros mismos. Lo que sí me sorprendió y muy gratamente, fue la declaración de una persona anónima que afirmaba disfrutar el


Pag ´ [ 26 // 27 ] olor de sus axilas, y claro, es un natural medio de autoconocimiento, pues esos olores están llenos de autenticidad y de mensajes. El hombre natural se acerca a una mujer que es como un fruto, y sabe por el olor que de ella emana, si esa mujer está atrayéndolo o si por el contrario lo rechaza. Además puede percibir en qué punto de su ciclo hormonal se encuentra, y si es propicio o no el encuentro a la siembra de hijos. Una mujer puede a través de sus fluidos aromáticos, expresar emociones

Fotografía P o r. M a r i e l B e j a r a n o V á s q u e z

tales y de tal intensidad que no cabrían en todo un libro lleno de palabras. La fruta cuando está en sazón huele, también el hombre y la mujer debieran oler indicando su punto de madurez y su dulzura. Muy al contrario los olores conceptuales nos engañan, vistiendo de dulzura el agrio fruto y ocultando el amor, la pasión, la podredumbre y el avinagramiento. Los olores median una forma de comunicación poco atendida por las ciencias que de ese campo se ocupan, pues se trata de un intercambio tan sutil,

E n u c o n s

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Notas el olorcillo aquel? que en muchos casos ni nos enteramos de que nos estamos comunicando a través de ellos. Es un debate médico la presencia de feromonas en el ser humano, pero para los individuos olfativos, no es un debate que el olor de otro ser humano los pueda llevar a comprender sus sentimientos o realizar un comportamiento, ya sea emprender un galanteo o salir corriendo. Esta forma de comunicación bioquímica desdeñada por la civilización higienista, es más antigua que el uso de la palabra, la pintura rupestre o el teatro, y se encuentra en riesgo de desaparición, no por ausencia de olores sino de narices que huelan. Entre tanto, la valoración del aroma artificial es tan exagerada, para mayor desdén con los olores naturales, que la sola mención de los sustantivos “pedo, pecueca, chucha y mal aliento”, mueve al lector a despectiva risa, más no ocurre lo mismo si se menciona la fresca lavanda, vainilla o coco, entre tantos otros, que desmesuradamente se compran y consumen. Los olores generan según afinidades, fenómenos de repulsión o de atracción. Por lo general, el olor de la basura es rechazado como perfume ingrato del excremento del mundo y el olor del chicle de yerbabuena es aceptado, como virtual regreso a la imagen de una naturaleza prístina y mentolada. Nuestra cultura signada por un fuerte dualismo, cultiva en los individuos tanto el apego y el deseo, como el asco y el miedo. El asco es una herramienta de control social: la cultura nos programa para experimentar una fuerte aversión hacia muchas de las cosas y personas que componen el mundo, incluyéndonos a nosotros mismos, que somos buena fuente de heces, sudor, vapores, orina, vómito, saliva, semen y otros fluidos. Tras esta programación mental, todo lo que sale del cuerpo, a excepción tal vez de las

palabras, tiende a producir en uno mismo y en los demás, estados de vergüenza o aversión, que constituyen una barrera a cualquier evento comunicativo sano, aumentando la sensación perniciosa de aislamiento social. En un grupo de estudiantes consultados para una actividad acerca de la vergüenza, más del 80% refirieron anécdotas en las cuales se les había escapado del cuerpo algún fluido orgánico en presencia de testigos. Según este modo de pensar, un ser humano modélico debe estar aislado y cubierto por una capa inorgánica e inmaculada, pues si se le escapa una gota de cualquier fluido interno o un vapor en mal momento, será procesado por el colectivo a sus espaldas. Observamos pues, que los lugares del


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cuerpo que más huelen, lo hacen a la sazón del encierro al que lo obligan incómodas maneras de vestir. El aislamiento es ley importada de parajes fríos, pero la verdad en nuestra ciudad de extraño clima tantas veces bochornoso, es que el sudor expresa lo que uno reprime: Las ganas de enrostrarle a un jefe su injusticia, el deseo de intimar con alguien o de salir corriendo de un lugar en el que por temor o inercia se permanece. En fin, la empatía o antipatía frente al contexto, callada o disimulada con afectadas maneras, es en cambio gritada al viento por todos los poros de un cuerpo cubierto y acallado. Viví un tiempo en la selva amazónica, entre

nativos descamisados y descalzos, y pude comprobar que aunque hacía un calor de 36 grados a la sombra, sus olores no eran menos agradables que el de la resina de un árbol. Yo recuerdo que en mi infancia entre compañeros de juegos y aventuras, se tenía por el pedo fétido y el gargajo verde una mezcla de asco y de respeto. Y más aún, recuerdo que el que eructaba mientras entonaba el coro entero del himno nacional tenía derecho a sentirse orgulloso. En esa época anterior a la adolescencia, tener chucha era el signo del anhelado crecimiento, lo cual impregnaba en el rapaz una temprana imagen de virilidad sexual, pero hemos crecido ya y poco respeto queda por estas cosas


Dedicatoria

S

in entenderlo bien se lanzaban hipótesis al aire, buscando una explicación, una respuesta, un algo que ayudara a comprender lo sucedido, pero era inútil, no había nada, sólo el hecho de que se había ido y que nos dejaba atrás con el inmenso dolor que producen las partidas. En el carro camino al cementerio los muchachos miraban por la ventana el domingo gris y frío que se extendía por la ciudad. Por algún momento el silencio se apoderó y nadie se atrevió a pronunciar palabra. Situación incomoda, ya que ningún tema haría olvidar lo sucedió, no hubo otro camino que recordar sus hazañas, las míticas maniobras que lo hicieron tan querido por todos. Y así hablando de él, logramos esquivar por unos instantes la tristeza. Cómo olvidar que había sido por dos años consecutivos el campeón de la Trisirrasca, que había conseguido la victoria como el mejor de los profesionales. Con gran maestría dominó la competencia tomando cerveza alclima, devorando bananos y galletas de soda mientras conducía un pequeño triciclo y dejaba rivales mareados detrás de él; o aquella vez que se batió a duelo de alcohol con el contrincante más audaz en la materia. Fue una verdadera D E D I C A T O R I A lucha, los dos se atragantaron con tequilla, aguardiente y cervezas. Al final, después de haber casi terminado con todo el licor que había en la fiesta, se proclamó un merecido empate, y todos corrimos hacia él a felicitarlo, nos sentíamos orgulloso que un amigo fuera capaz de estar a la par de aquel gordo que se alimentaba con whisky. Los momentos en el carro se hacían mas amenos, sentíamos una gran alegría de estar juntos en ese lugar hablando de él, creo que Dedicado por todos los realizadores de LA URBANA a Alexander Morales (Chamaco). todos hubiéramos deseado unas cervezas para brindar en su nombre y continuar riéndonos Texto. Julián David Rengifo. y dejando ver en nosotros esa felicidad que quizá era su mayor característica.

Nos

vemos luego


Pag ´ [ 30 // 31 ] En algún momento hablamos de aquel día que se había ido por primera vez, un día llegó a clase y dijo que se cambiaba de ciudad, nadie le creyó, muchos pensamos que era una de sus bromas, pero al siguiente semestre ya no estaba y supimos que andaba por la capital y que se había matriculado en una universidad del lugar. En esos años nos hizo falta, pero nos acostumbramos, entonces un día, sin que nadie lo pensara regresó. Su retorno fue desconcertante al principio, volvió con menos pelo y más barriga, ya no tenía sus camisetas negras ni sus tennis Converse sucios y rotos, en cambio utilizaba camisa manga larga de cuello duro y zapatos pulidos y brillosos. Creo que ese día no lo reconocimos a primera vista, pero en el momento en que saludó, nos dejó oír esa voz fresca y relajada y su característico acento paisa, de inmediato nos dimos cuenta y fuimos a saludarlo y descubrimos que aunque no se vestía igual era el mismo. Sin saber cómo, y ahora fuera del aula, empezamos a hablar muy seguido, y así pudimos comprobar que sus años en Bogotá sí habían dejado en él algo diferente, ahora tenía un hijo que adoraba, una mujer que quería pero que a veces le costaba soportar, y una meta. Él quería cambiar las cosas desde adentro, quería proporcionar soluciones para mejorar el destino de todos, por eso decidió inmiscuirse en la política y al cabo de poco tiempo ya era aspirante al consejo de la ciudad. Y en eso estábamos cuando el carro dobló a la derecha y reconocimos los pinos y los eucaliptos del cementerio y volvimos a la realidad de su partida, pero a diferencia de aquella vez que se fue de la ciudad, ahora no regresaría. Así retornamos a las caras largas y a la postura de velorio. Aún nos costaba entenderlo, pero lo único que nos quedaba era apoyarnos en los buenos recuerdos que nos dejaba y desearle un buen viaje, y estoy seguro que todos pensamos: “nos vemos luego chamaco, nos vemos luego”. De regreso en el carro nadie dijo nada


Al diablo con la verdad

La mirada de Tomás, un satanista que concibe el mundo bajo sus propios miedos, diluye las restricciones morales y sociales, considerándose a sí mismo un ser libre, sin ataduras ni limitaciones. Algunas cosas ha olvidado Tomás: sus complejas adicciones y su necesidad infinita de autosatisfacción; situaciones que lo han destruido lentamente. Éstas son sus expresiones, sus duras justificaciones: esta es su vida real.

Al diablo la verdad

con

P o r . A n a

B o t e r o


, s e r b o p s o l a o t p e c x e , s o l n e e u q s o l l é u q a a s o r e i c i t Pag o // 33 ]n ´ [ 32 , s o t s e u p x e s á m n o s r a rHoyt solo s quiero o mllevar e mi d vida ilimitadamente sin conocer a r a d abarreras; d quiero i quella indulgencia a e me acompañe r a y quen la u . a abstinencia i c n desaparezca; e l o i que v la soledad, e d el a dolor d ay el bdeseo r u t permanezcan; lo único que poseo es mi libertad; ésta es mi d u t n e v u j a verdad L y mi único ideal. Por eso mis acciones responden a mi voluntad, e drecurriendo s e r alosexo, t las c drogas e s o cualquier alucinación. s á m e d y d Satán a es dexistencia i ennvida, niega u m o c a l quimeras espirituales que n aesclavizan í e vmi voluntad. a yÉl permitea que v mii felicidad t a csea uahora, d e o gno edepender i s de o vidas s aabsurdas s e del d másl alláe siendo r inexistentes. i n e v y oPorc esos miusabiduría r b depende de mi cuerpo , e que t esn unaverdadero g i g templo de virtud. Soy un satanista que cree en la verdad; creo e dque el mundo s é está v equivocado a r t por vivir a arrodillado o v i ante s useres b a n einferiores coneconsciencias u q , limitadas. e r e t í t n u o n i s e b a s o n o t a d n a m u s e dCreo en la a purificación r a c del airea conn la ucampana, r a en r elt pentagrama, s o m en las velas negras, en el vino; creo en el altar para invocar o d n a l f u m a c , o í c aa losv verdaderos príncipes: Satán, Lucifer, Belial y Leviatán. Beberé s á el vino m mientrass hablo e nconolos idemonios, s i csacaré e toda d mi ira; sno la a a t contendré i s e “Hecho c e está!, n e¡Shemhmforash!, u q s eSalve t ¡Satanás!” n e g r u a nYorsoyesuperior t e aaustedes, n u parásitos existentes, n s porque í a creo p nqueu n eSatány es respeto , a” quienes n ó loi merecen: c a imentes l i superiores. c n o En c “ momentos de ritual llega el deseo de la destrucción mortal a … a r e p s e l a t r o m n i a n u quienes lo merezcan; inicio un odio total y vengativo, absoluto y l e asesino d s a m i t c í v s e r b o p a un ser, una maldición mágica y pura que lo humille y o nreduzca s aaun lsimple l einsecto,Auna rata, . oun nanimal. r eYoino vretrocedo n i e s ante e elr odio: e lo t vivo n yi lo maximizo. s e l e u q o e r c , a m e t e t s e o h c u m els ritual a hEn otrase ocasiones s í ameplleva a lal consumación e s total e u p del sexo realizando cualquier tipo de actos; orgías, serpientes, n oobjetos c que representen una o sensación d a r máxima, b m sin u negarnos l s e d , s ninguna e d posibilidad. n a r gPero siepordel contrario s e nuestro n o deseo i s esi v s ollorar, t eentonces l o lloraremos s b o hasta desahogarnos y s o íun rritual f haciendo n acompleto c s de u compasión, b e de u dolor, q de tristeza. s o dLlevaremos a c r todos e m a nuestrossdeseos á mal punto máximo, r e a un c extremo e t utotal r donde b mlas e emociones se desenfrenen y se desborden, para quedar liberados r e declas afurias, H dolores . yddeseos a denardecidos e i c que o me s habitan. a n u e d ” o i c o g e n “ n u o j Siempre a b Satán será mi responsabilidad, s a i c noi met destruyo s u con j n i e s preocupacioneso morales t s yEestúpidas. Yo solo . respondo a d r a emi u c de vampiros n uautonomía, no nme valgo e ó síquicos i t rquei sevaferran n oy c aniquilan mi ser; dependo de mí. s á z i u q o m o c , a m r a k n o c r e c a h n e r e i u q o l . n ó i c a c u d e a l a r a p , r e c e r a p l A


Al diablo con la verdad Estúpidos quienes piensan que me voy a limitar por creer en el pecado, eso me impediría el clímax físico, emocional y mental; viviré sin pensar en nada. Si la mirada a Satán es el pecado, entonces también es la felicidad y la verdad del mundo. Quiero adorar lo bello, lo grande, lo magnífico; gozar de los siete gloriosos momentos a los que todos temen: codicia, orgullo, envidia, ira, gula, lujuria y pereza. El mundo se autoengaña; vivo en medio de una manada de estupidez, miedo e hipocresía. Mi rechazo es para el engaño del débil, del pobre, del mediocre, creo que los estúpidos merecen sufrir por su actuar. Soy grande y por eso sobreviviré, porque los pequeños deben ser pisoteados; mi Biblia negra dice “¡Muerte a los débiles, salud para los fuertes!”. Yo no creo en la utopía ni en la justicia que es para castigar a los imbéciles, los mismos que con diezmos se quieren asegurar la tal eternidad, los que con rezos dignifican su putrefacción, los que con latigazos apagan la llamarada de su creación y se castigan en un laberinto de mentiras; los mismo que buscan la felicidad en apocalípticos versos, que viven de dios y sus juegos; ellos son seres desorientados y por eso sigo lo que mi maestro, el papa negro, sabiamente dice: “Apedrea al profeta antes de que inicie su retahíla. No le permitas salir de su cueva a evangelizar.”

No tengo a nadie. Es verdad. Estos 8 años de pensamiento satanista han sido una búsqueda por olvidarme del mundo desde que mis amistades me llevaron a conocer su grandeza; no creo en familia ni amigos; ellos cuentan la misma historia de ignorancia, son simples seguidores de la mentira y desconocen mi verdad. Ahora busco en rituales la compañía de los demonios, alejando de mi ser cualquier acercamiento humano. Lo único que he logrado es estar en contra de Dios; me he sentido mal con el mundo y con la voluntad malvada de un supuesto dios. Creo en la ley humana basada en la acción y la reacción. Todo lo que tengo es

gracias a mi actuar, así manejo cada situación y me libero sumergiéndome en la magia de la seducción de Satán “que me eleva a las puras dimensiones”. Sé que en el nombre de Satán, Señor de la Tierra, Rey del Mundo, puedo ordenar a las Fuerzas de la Obscuridad que viertan sobre mí su Poder Infernal. Tomaré sus nombres como míos, viviré como las bestias del campo regocijándome en la vida carnal, favoreceré al justo y maldeciré lo podrido. Ésta será mi promesa eterna, mi juramento ante ti para defenderte ante el mundo. Renuncio plenamente a todas mis alianzas pasadas y te reconoceré


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Fotografía P o r. C é s a r A u g u s t o R o m e r o

siempre en tu gloria; mi lealtad está concedida a ti. Lo juro”. Tomás se entregó a la creencia en Satán. Juró para toda su vida estar con él y renunciar al mundo. Su creencia se viste de escudo para liberarse de represiones morales; cada una de las acciones de su vida se ven marcadas por la presencia de este demonio que alimenta su “verdad”. La vida de Tomás mirada desde el marco de la colectividad, está patas arriba. A sus 20 años, no ha salido del Colegio; cursa grado 8°. Ha sido expulsado de más de 13 instituciones. Pero eso no le preocupa, ni siquiera el hecho de haber estado en

centros de rehabilitación más de tres veces. Ese es otro aspecto de su vida al cual se enfrenta sin pensar. Después de haber sido echado de su casa, donde vive con su padre y su hermano, se ha visto en la obligación de asistir a estos centros, pero sólo por no tener dónde más dormir. Las experiencias con su novia en los cementerios no duran por mucho tiempo. Pero su padre siempre ha estado para recibirlo de nuevo en su casa; razón por la cual un día tuvo que aceptar un tratamiento con metadona para reemplazar la heroína; tratamiento que todavía sigue. El aspecto demacrado, la obsesión por fumar Marlboro, los ocho


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Al diablo con la verdad

piercings, el silencio, los comentarios basados en la idea de vivir en lo “inmoral”, los ojos enrojecidos, las manos temblorosas, la risa, el desapego; son detalles que describen minuciosamente su personalidad. La familia, al contrario, siente un terrible peso que no puede controlar. Su padre evade la verdad, su hermano lo acusa. Su madre y su hermana no viven con él. Los enfrentamientos y peleas, han sido una constante en la vida de todos. La vida familiar de Tomás se limita a permanecer en su cuarto desordenado, con varios frascos de metadona, un televisor que permanece encendido, una cama sin tender, ceniceros saturados, un closet con mucha ropa, varios aparatos tecnológicos y cigarrillos. Allí permanece encerrado.

Aquí termina la revista

Con amigos el encuentro se limita a las celebraciones satanistas en las que se hacen misas. Tomás niega rotundamente la idea de asesinar cualquier tipo de vida, razón por la cual sus encuentros se reducen a momentos de extralimitar sus emociones y nada más. Mirarlo desde el prejuicio puede resultar excesivo. Así como él cree tener la verdad absoluta, la sociedad cree tenerla de una manera distinta. El ser humano tiende a esto; aferranrse a lo que cree como única verdad. Mirar una posibilidad distinta parece imposible. En este caso, Tomás puede parecer perdido... pero es ésta una decisión del lector *Nombre falso para proteger su identidad.

Voltea y empieza el libro


Especial doble cara libro-revista

Aquí termina el libro

© Agradecimientos *Universidad Católica de Pereira *Corporación Autónoma Regional de Risaralda Casa Editorial LA URBANA 2011


Gracias Ana [9]

..:::::::::::::: Ă?NDICE

El ‘totuso ese [12] Para lo que sirven las revistas de farandula [20] Hacia el abismo [26] Palabra azul promesas [30] Mariposas de cianuro [38] Gatopardo [41] Homenaje al detective [45] El profeta de la lluvia [48] El pacto [53] Encuentro [59] la salida [64] carta a mis zapatos viejos [67] Ciudad de las puertas abiertas [71]


Viajes

yQuenopodios

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Empacaron con afán, como esclavos liberados en Egipto, pero aquí todo ocurría al revés: ebrios de miedo tenían que dejar su tierra prometida. Muchos tenían familiares en Malhabar y Colinas, pero de allí tuvieron que salir otra vez cuando los otros tentáculos brotaron del piso. Los noticieros siguen con su desesperanzador silencio sobre el tentáculo de Cthulhu. Más ancianos han desaparecido las noches de luna llena en Peralonso, Solferino, Sierra Morena, La Avanzada, El Carmen, Hoyo Frío y Vélez. Ya nadie va a las iglesias pues les ha dado por estallar en su nave central sin previo aviso, el pararrayos de los mormones ha florecido y las paredes del templo han estado brillando al alba con un tono verde pesadilla. Llevo diez días en una pequeña propiedad en Guacas, a veinte minutos de las fondas. Me ha acogido un clarinetista que asegura haberse ido del estadio en Milán un minuto antes del gol de Freddy Rincón en el partido contra Alemania en el mundial de Italia 90. El contrabajista y yo tenemos un par de escopetas y le he dicho a mi novia que traiga su perro, un pequeño West Highland obsesionado con las sombras. Cthulhu, Fhtagn. Fhtagn un poco más.


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Ciudad de las puertas abiertas Por. Federico AC

llamado de los Antiguos, le decían así a ese susurro diabólico. Era un ronquido terrible, idéntico al de la ciudad de aquellas pesadillas. En Palermo dos señoras compraron limpiadores que vieron en un catálogo y lo llamamos progreso, en Fátima una mujer logró cruzar la calle con su hijo en brazos y no fue devorada y lo llamamos un buen día. Cthulhu –explicaron los ancianos mono a un comité de vecinos que les ofreció diez niños vivos como gesto de buena voluntad–, es uno de los antiguos dioses más viejos que el tiempo. Cthulhu, el que tiene las llaves de las puertas entre universos. Cthulhu, más grande que una montaña, no es muy distinto al hombre en la forma de su cuerpo, garras largas en sus extremidades delanteras, cabeza bulbosa y tumefacta, cilios gruesos y voluntarios cuelgan de su boca. Todo cuanto mira Cthulhu se convierte en locura, su regalo de odio a este mundo donde duerme en su muerte es uno de caos, alegría en la agonía, celebración en la evisceración. Ese tentáculo es una de las muchas fauces que tiene Cthulhu. Aquí se ha detenido en su periplo subterráneo ahora que ha escapado de la ciudad de R’lyeh. En su casa En R’lyeh –rompieron en canto/murmullo los ancianos mono– Cthulhu muerto espera soñando. Pero ya no Fhtagn, Cthulhu ya no espera, ahora es Cthulhu Nwgh’agn, Cthulhu se mueve. Los vecinos de Fátima no sabían cómo mostrarse escépticos. Los ancianos mono habían sido los viejos del barrio, padres y abuelos. Ahora mutados, engendros sanguinarios por la acción de un tentáculo que dañó la iglesia del barrio. “Si Cthulhu Nwgh’agn,” dijo el revueltero, “nosotros Nwgh’agn también.” Y así comenzó el éxodo de Fátima.


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en el piso de la iglesia y cierto día decide ir a cumplir sus fantasías en el templo. El plan de rodaje indicaba que esa sesión grabarían exterior/noche: Dánae –la protagonista– corre a la iglesia de Fátima. Con el trípode en posición, la actriz debía correr frente a él calle abajo, la cámara cabecearía como un viejo verde sigue a una colegiala. La primera toma no funcionó, el paneo había sido muy inseguro. En la segunda toma todo iba bien, el rostro de la joven se veía claramente y su trote fue grácil en un andén de adoquín levantado. Hacia el final de la curva, cuando el cuerpo de Dánae apenas ocupaba una esquina del encuadre, un grupo de ancianos que se movían saltando como orangutanes cayeron sobre ella y rasgaron su ropa primero y después su piel. Tenían ojos grandes y locos, sus bocas sin dientes se veían horrorosas chorreando la sangre de la actriz universitaria, gritaban ¡Iä! ¡Fhtagn! Al tiempo que desmembraban al personaje que fantaseaba con el tentáculo. El equipo de producción se mantuvo alejado, dejando rodar la cámara, transformados por trágica coincidencia en documentalistas. El registro de la orgía sangrienta que los viejos disfrutaron con la actriz quedó a salvo porque el equipo entero huyó en una camioneta cuando los ancianos empezaron a acercarse. Los ataques de los viejos mono aumentaron en frecuencia con una velocidad igual o mayor que la del pánico cuando el tentáculo apareció. Asumieron control de todo Fátima en cuestión de días, tapizaron las calles con los órganos de quienes encontraban en su camino. Se reunían junto a la iglesia, sobre las terrazas de drenaje en filas mirando al oeste, a la hora del atardecer que pensábamos era tan romántico en Chipre. Ellos se paraban allí y murmuraban, musitaban el L


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Ciudad de las puertas abiertas Por. Federico AC

cuando el flash de las cámaras fotográficas se disparaba. Un documentalista de corte comercial y poca estatura se acercó al tentáculo con una grabadora de sonidos para comparar su llamado con el de las ballenas, intentaba demostrar que el monstruo estaba perdido y necesitaba la ayuda de los hombres para volver a su hogar. Juanes hizo una canción al respecto. Las ventosas del tentáculo ejercieron esta vez una succión tan enérgica que el documentalista perdió la grabadora, también sus globos oculares fueron absorbidos por el tentáculo e hilachas de su cerebro quedaron colgando de sus cuencas. El video clandestino de este suceso es fácil de encontrar en la Internet y una buena porción de la clase oficinista en la ciudad lo ha descargado en su teléfono celular y parados frente a la máquina fotocopiadora comparten opiniones. Luego se recomiendan otros videos parecidos. Durante el segundo mes de la aparición del tentáculo, los ancianos que no habían sido lanzados a otros vecindarios desaparecieron. Fue una noche de luna llena. Los adultos que se recuperaban de sus pesadillas de repente ya no oyeron los gargarismos de sus abuelos, sus escupitajos y sus marchas al baño para un nuevo encuentro con el reto de orinar. La mañana siguiente, la estación de policía recibió cincuenta y dos denuncias de adultos mayores extraviados. Sin muchas más hipótesis y lo sobrenatural como obvio y regla, los vecinos buscaron explicaciones en el bamboleo del tentáculo. Esa noche, aprovechando la falta de lluvia por la luna llena y el tentáculo como elemento visual imposible de falsear, un grupo de estudiantes de artes se dispusieron a grabar un cortometraje cerca de la iglesia. En su historia, una hermosa adolescente tiene sueños eróticos con el miembro que nace


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A pesar de su creciente aceptación en la cultura popular, el tentáculo siguió constituyendo una preocupación para la gente que vivía cerca de la iglesia. Hedía a marea baja inundando aserraderos, pescado muerto del Pacífico, basura descompuesta bajo la cama. Muchos desarrollaron problemas que requerían ayuda psiquiátrica. De ellos, más de la mitad fueron aplastados por el tentáculo cuando iban a la cita con el psiquiatra. La población sufrió una epidemia de pesadillas, muchas similares entre sí. En la oficina de apuestas legales, la gente hablaba de una ciudad refulgente bañada por el mar en todos sus lados, con enormes edificios de roca verde pálido, fosforescente. La isla tenía columnas y monolitos en todas sus avenidas; había ricos bajorrelieves en las murallas y sus puertas estaban todas cerradas. El cielo sobre la ciudad era oscuro y las nubes hostiles, la tormenta amenazaba con apresurarse a ser diluvio en cualquier momento, y doquiera que el paisano atrapado en la pesadilla se encontrara podía escuchar un ronquido gravísimo y eterno, como el motor de un camión resistiéndose a arrancar en la madrugada. Luego, lo más vergonzoso de estas faenas nocturnas, se despertaban gritando cosas desconocidas. “¡Iä! ¡Iä! ¡R’lyeh! ¡Cthulhu Fhtagn! ¡Fhtagn!”. Esta parte no era comentada en las asambleas de mañana de barrio, pero a todos les ocurría. Caminando por las calles de Fátima aquellos días podía oírse el coro desordenado de todos los que abrían los ojos dando alaridos. Diferentes grupos de investigadores de universidades distantes llegaron al barrio patrocinados por organizaciones no gubernamentales y fundaciones sin ánimo de lucro, todos fueron aniquilados por la furia que poseía al tentáculo


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Ciudad de las puertas abiertas Por. Federico AC

tentáculo y murieron allí. Las jovencitas que florecían a una rosada adultez fueron sofocadas por el abrazo del tentáculo que las dejó convertidas en montones sangrantes de carne muerta. Los ancianos intentaron recuperar las bancas del parque, pero fueron prontamente bateados por la ciega extremidad hasta las vecindades de Malhabar y la avenida Panamericana. La oración incrementó. Los vecinos expresaron una devoción cada vez más fuerte en la esperanza de una solución divina. Quienes seguimos el caso con celo hallamos macabra la ironía superficial de la tragedia: cuanto más se encomendaban los habitantes del barrio al poder de una entidad celestial, más insistían los delegatarios de tales deidades en ignorar los ruegos de la comunidad. Pronto los intelectuales de la ciudad habían hecho del asunto y sus implicaciones la comidilla favorita de toda reunión. Alrededor de canastas de cerveza, las lumbreras universitarias proponían diferentes enfoques y acariciaban las posibilidades redituables del acontecimiento. En menos de un mes se había estampado en más de dos mil camisetas la imagen del tentáculo emergiendo de la iglesia de Fátima, todas vendidas a precio de interés para el diseñador. Las paredes se cubrieron de grafitis relacionando el fenómeno sobrenatural con la capacidad del presidente para controlar la opinión del vecino promedio. En el centro los proverbiales rebuscadores se dieron a la tarea de confeccionar sombreros en espuma con la forma del “Monstruo de Fátima.” Los niños en el jardín infantil aprendieron a hacer tentáculos recortando guantes de látex y decorándolos con témperas. Una caja de fósforos usada como anillo en el dedo tentáculo hacía las veces de la parroquia de nuestra señora de Fátima. Ad infinitum.


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l lugar –a pesar del cubrimiento que los noticieros desplegaron en principio y el innegable tentáculo que se levantaba en la nave central de la iglesia de Fátima– ya no existía. Una misteriosa ley de olvido se había decretado desde los despachos del gobierno, el clero y hasta las autoridades ambientales y geográficas. El barrio que abrigaba en su corazón la parroquia había intentado continuar con la rutina y sus actividades. Las tiendas de esquina abrieron a la segunda semana, las mujeres volvieron a apresurar chismes mientras intercambiaban ingredientes para el almuerzo y los niños fueron recibidos en las escuelas. Los hombres dejaron el barrio para regresar a sus trabajos, esperando que la situación mejorara. Sin embargo, la vida fue imposible de hilar con naturalidad en tanto el enorme tentáculo de reptil siguiera asomándose por el techo de la iglesia y se retorciera sobre la calzada contigua aplastando buses y peatones. Muchos niños que salían a jugar a la pelota resultaron con sus cabezas atrapadas en las ventosas del


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Ciudadde

las

Puertasabiertas Por. Federico AC. DĂ­a de EpifanĂ­a, 2K10


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medias podridas. Quiere dejar a sus pies respirar. Ahora sí está considerando seriamente la posibilidad de bañarse y de bañarme. Demasiado tarde. Voy corriendo calle abajo, con la energía suficiente para enfrentar grillorachas y jugar mucho fútbol. Y a que no adivina… Me dieron mi primer baño.


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Carta a mis zapatos viejos Por. Sara Gaviria

Chas chas chas. Truenos. Más lluvia, más lodo, más saltos en los charcos, más golpes a mi estómago. Esta vida de zapato cómodo es incómoda. Las personas son demasiado altas, demasiado pesadas, demasiado indiferentes. A usted no le importo. Sólo le importa esa lluvia que absorbe como planta. Usted despeinado. Usted haciendo el amor con el clima. Usted y su camisa mojada. Yo preocupado por el resfriado. Espero que quede muy cansado. Espero que se relaje una o dos semanas. Una o dos eternidades. Caminamos de nuevo a la civilización. A usted lo miran como un desadaptado sin hogar. Yo me escondo en la bota de su pantalón roto. Un zapato de gigante me pisó, usted se queja, a mi me duele. Tic tin tan pun pen. Pasos sin ritmo. Pasos pesados. Mucha gente por esta zona de comidas. Pesos pasados. Una grilloracha sale del restaurante chino. Ni se le ocurra acercarme hacia el bicho. ¡Pare! Me asusta la grilloracha. Un perro con forma de nube se acerca a la escena. Mira al insecto, pero le parezco más provocativo que una mezcla de grillo y cucaracha. Soy un irresistible zapato viejo. Por suerte logré asustar a la grilloracha. ¡Regresa a tu basura! Digo con remordimiento, ella sufre tanto como yo. Tin tin tin. Se acercan las zapatillas. Niñas, zapateen sobre mí. Pienso, pero no alcanzo a decir. Por poco olvido que hoy estoy más sucio que siempre. Un balón de fútbol pasa rodando. ¡Juguemos! No deje que se vaya. Olvidaba que usted es tan torpe con el balón, como yo con las grillorachas. Un día escaparé y sólo jugaré fútbol. Por el fútbol vale la pena soportar el clima. Usted se sienta en el paradero, se quita sus


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“sentada en el suelo, piensa que sería delicioso meter la cabeza en uno de aquellos zapatones para dormir un rato.” Antón Chejov

P

lash plash plasch. Deje de arrastrarme por este pavimento frío. Me lastima el asfalto. Usted debería usar taxi en invierno. Mi lona roja es delgada, mis fibras tienen escalofríos. Comienzo a pensar que más bien no soy Converse original como usted presume con sus amigos. Tengo un roto que es imán de agua. Se moja mi suela. Lo único bueno de caminar es saludar a mis amigos y envidiar su limpieza, pero hoy las calles están solas, como usted y como yo. Pam pam pam. Un escondido camino y estrecho como orificios de los cordones que usted nunca amarra. Llueve. Lleve sobre mojado. Comienzo a disfrutar el lodo. Por lo menos no me lastima. Dos guaduas atravesando un riachuelo. Usted lo usa como puente, pero es un observador de pececillos. Es un concierto de gotitas. Desde mi persiana de bambú le hablo a una pequeña larva, ella me mira con sus ojos de anfibio, preguntándose, qué se le dice a una mugrosa imitación de Converse. Todo es lindo desde arriba. Usted debe vivir feliz con tanta altura.


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Carta amis

Zapatosviejos

Por. Sara Gaviria


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absurdo! Dijo una muchacha amarilla saliendo de la tienda de peces y loros que estaba frente a la tienda de ropa. ¿Absurdo que no tenga dinero? No, eso no. Absurdo que te mueras por el dinero. –Aun no he muerto– dijo la voz del muchacho desde el reguero de sopa en que se había convertido. Metafóricamente sí. Te mueres por el dinero. Metafóricamente todos estamos locos si hay que pagar la entrada y también la salida. Dijo el muchacho. ¡Atrápenlo! Gritaron los vigilantes, cada uno con una cuchara en la mano. Tiene que pagar la salida, ya que no quiso pagar la entrada. La muchacha amarilla tenía un puñado de peces en la mano. Los soltó uno a uno y salieron volando. –No entiendo–, dijo la sopa. Estoy muerto o estoy soñando. –Ni lo uno ni lo otro–, dijo la mujer flaca. Estás atrapado y si no pagas el precio seguirás atrapado. –No es que no tenga–, dijo el muchacho, lo que pasa es que no estoy, y si no estoy no tengo que pagar ninguna salida. –Ni estás ni eres– dijo la señora flaca. ¿Y entonces? Preguntó la voz sopuda. –Tienes que pagar para saber tu identidad–, gruñó uno de los vigilantes. –No tengo número– dijo la voz del muchacho hecho sopa. ¡Blasfemia! ¡Blasfemia! Gritó la muchacha amarilla de ojos horrorosos. Todos tienen un número. Un loro que llevaba en el hombro empezó a gritar también: ¡Absurdo Absurdo! Sin número no eres, ni estás, ni nada. –Exacto– dijo la voz del muchacho: ni nada. No tengo número. –Estás loco– dijo la mujer flaca. Más te vale que encuentres el número antes que desaparezcas. –Estoy loco– dijo el muchacho. Todos estamos estúpidamente locos, chatos, aplanados por un número. Y regresando a su estado humano salió corriendo hasta alcanzar la calle. ¡Subversivo!¡Atrápenlo! ¡Que no escape!. Gritaron los vigilantes.


La Salida

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Por. Nelson Espinosa Orozco

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l piso estaba reluciente como un mar al medio día; el corredor era largo y se extendía muchos metros hasta las escalinatas que conducen a la calle. El chico pasó corriendo atropelladamente y los vigilantes corrían tras él gritando a toda voz: ¡Ato! ¡Seguridad! Lo alcanzaron antes de llegar a la calle y cuando ya iban a esposarlo, increíblemente el sujeto se derritió hasta convertirse en un caldo azuloso. Los vigilantes aullaron como fieras heridas porque el caldo azuloso les quemó las manos. –Es el ácido de la violencia–, dijo una señora muy flaca y elegante que salió de una tienda de ropa para niños. ¡Él no pagó la salida! Dijeron los vigilantes. ¿Y para qué diablos cobran la salida? Preguntó la señora flaca. –Porque nada es gratis–. Dijeron los vigilantes. La sopa caliente y azulosa en que se había convertido el muchacho, se deslizó en el piso reluciente. ¡No estoy! Gritó una voz chillona y caldosa. ¡No estás! Dijo la señora flaca quitándose los guantes verdes. Nunca has estado porque vives como si no existieras, no pagas la entrada y quieres escapar sin pagar la salida. ¡Estoy vuelto una sopa! Dijo la voz del muchacho. –Claro– Dijo la señora flaca. –Como no vives en la realidad sino como en un sueño, tienes que estar hecho cualquier cosa absurda, una sopa o un reguero de caldo celular por ejemplo–. –No tengo dinero para vivir la realidad–, dijo la voz. ¡Absurdo,


..::::::::::La

Salida

Por. Nelson Espinosa Orozco


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Encuentro

Por. Yerson Gallego

para mí–. Simplemente con un gesto me dijo todo lo que quiso. No puede esconder lo que siente. ¡Nunca ha podido hacerlo! No pude más y me le lancé como felino a su presa, agarrándole, apretándole fuerte, tan fuerte que nuestras lágrimas se escurrían confundiéndose con la lluvia. Sentía que mi corazón le atravesaba. Le apretaba más rudo. Escuché su voz susurrándome al oído: –creo que no fue buena idea–. Mi llanto se elevó y empecé a sollozar. Mis berridos no paraban. Trataba de soltarse pero yo más le apretaba. Forcejeaba con más fuerza. No le dejaba ir. Me calaba. Volvía a intentarlo. Mi fuerza flaqueó. Se apartó bruscamente. Se alejó. Le vi alejarse, hasta desaparecer de mi vista, de mi alcance. Me dejó entre la lluvia extrañándole aun más. Saqué un cigarrillo pero no tenia encendedor. Se mojó con la lluvia. Se destrozó. Me fui caminando, perdiéndome en las calles de la ciudad. – No fue buena idea–, repetí. No debí venir.


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de lluvia que se deslizó por una hoja del árbol cayó sobre la punta de su nariz. Sonreí al ver su reacción. Se sorprendió y miró al cielo a ver si llovía, poco a poco caían más gotas. Estiró su mano para comprobarlo. Su rostro parecía un témpano de hielo. Yo me quedé congelado. Él me veía y quedamos estáticos. Atrapados como estatuas. Petrificados sin hacer el más mínimo movimiento. Nos vimos atrapados en un aguacero torrencial. Como enjaulados. Enmarcados por un sentimiento confuso –al menos para mí–. Se agudizaban cada vez nuestras miradas, nuestros sentidos, –o al menos los míos–. De un momento a otro se rompió el lazo que nos ataba cuando volteó y miró al tronco del árbol. Continué viendo su perfil. Sentía que me envejecía y volvía a rejuvenecer. Me agotaba. Absorbía todo de mí sin darme cuenta, dejándome vacío y cuando quería volvía a llenarme. ¡Siempre fue así, una y otra vez! Como empujado por el viento me acerqué un paso. Quedamos muy cerca, frente a frente. Pero no lo suficiente. Estábamos tan juntos que casi nos tocábamos. Volvió a mirarme. Mi cuerpo temblaba al evitar tocarle. Reprimía la sensación de írmele encima. Su mirada trsite triste y su cuerpo inmóvil me desesperaban de tal modo que tuve que hacer uso de todas mis fuerzas para no hacerlo. No sé si quería golpearle, tocarle, acariciarle, besarle, poseerle, abrazarle de nuevo. No me atrevía a hacerlo. Así que lo imaginé. ¡Siempre había sido esa mi salida! Siempre le molestó que lo hiciera, aun más cuando discutíamos. Empezó a balancear su cuerpo hacia mí. Volvía a su eje. Una y otra vez. Sentía lo mismo que yo. Como siempre, se expresa más fácil. Era sencillo leerle cada movimiento –por lo menos


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Encuentro

Por. Yerson Gallego

Acomodé mi chaqueta. Fumé dándole muerte al cigarrillo y lo lancé lejos. Hizo lo mismo. No aguantaba tanto silencio. Sabía que compartíamos ese desasosiego. Observé su intento de pronunciar algo. Se arrepintió. Una y otra vez. Eso también lo compartíamos. Bostecé de nuevo e inicié la conversación de forma inconsciente. –Hace frio–. Me intrigaba saber cuál podía ser su respuesta –hhmm–. No fue más. Se me acabó de enfriar el aliento. Su displicencia aparente me devoraba en instantes. Se estiró las mangas de su abrigo. ¿Qué estará pensando? Pensaba. Si estaba inquieto, ¿por qué frenaba todo con su habitual –hhmm–? Introduje mis manos en los bolsillos de la chaqueta. Siempre me había molestado que usara esa respuesta. Respiré profundo. El vaho de su boca se divisaba con cada respiración profunda. Una y otra vez. De pronto, en un impulso incontrolable balbuceamos al mismo tiempo ¡eehh! Nos miramos a los ojos. Nos hicimos frente a frente. Que belleza la que irradiaba ese día. Nunca había sido consciente de la hermosura que poseía. Era de tan gran magnitud. Me volvió a hipnotizar. Me miraba y yo leía en sus ojos “no sé”. Alzaba un poco los hombros. Yo alcancé a hacer una mueca de “tu verás”. De nuevo nos quedamos mudos. La mirada fija. Pasó una pareja a nuestro lado que nos miraba. La percibimos nada más. Me sumergía en sus ojos como bloque de asfalto que lanzan al océano. Muchas cosas empezaron a invadir mi cabeza. De pronto vi un pequeño deje de sonrisa. Le decía a su mente “sí, yo también lo recuerdo”. Pero también vi sus ojos como lagunas, como charcos o lagos que están a punto de sobrepasar su orilla. Me entraron deseos de abrazarle. No me atrevía. ¡Parecíamos dos desconocidos! Creo que así fue desde el principio. De repente una gota


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l cielo cubierto de grises nubes transmitía lo que sentíamos en ese momento. Ambos estábamos ensimismados y en silencio, bajo ese árbol que significaba nuestro encuentro. Cansados del afán que llevábamos y de la incertidumbre de vernos, ambos mirábamos el prado que pisábamos, húmedo por la lluvia que acaba de caer. La tierra blanda me recordaba la piel que marcó mi pasado y saqué un cigarrillo. Le ofrecí uno, el cual recibió y sin decir nada lo encendió con su mechero. Me ofreció fuego y encendí el mío. Intentando que la flama del encendedor no se apagara rocé su mano. Mis dedos tocaron los suyos. Ya había olvidado su suavidad de algodón y su tibieza de ceniza. Fumamos juntos. Despacio. No me atrevía a mirarlo. No quería permanecer de pié, pero tampoco ensuciarme con la tierra mojada. No dijimos nada. Divagué un momento. Me miraba. Yo lo percibía. Suspiramos juntos. Nos miramos. Levantamos la ceja. Asentíamos mientras pensábamos el uno en el otro. O por lo menos yo lo hacía. Ambos bostezábamos. Seguíamos fumando. Estiré los brazos y relajé el cuello.


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Encuentro Por. Jerson Gallego


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que sólo existimos en el presente y que esos perfumes del ayer pueden no ser más que cavilaciones del olvido. –La he olvidado, he olvidado la formula final… el 2066 se viene encima y por eso tienen que prepararse! Necesito físicos, médicos, biólogos, matemáticos y químicos! Ya no hay vuelta atrás! Yo la sé, yo sé la fórmula, solo que la olvidé! La desintegración ha llegado, el 2066 ya viene y necesito la fórmula porque ¡un pacto es un pacto!


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El pacto

Por. Luis Carlos Gómez Castaño

–Cuál es la respuesta? De nuevo fallé en la apreciación de su anhelo: –Hay varias respuestas… vociferé. Una vez más se paró, y con la rabia sobre su rostro, casi gritando, me dijo: –¡No! Existe una sola respuesta, porque un pacto es un pacto! Y se apartó de mí, en su torpe, pero decidido caminar. Un revuelto asombro se apoderó de mí. Ante tan inesperada respuesta, no tuve tiempo ni de pensar o de asimilar lo sucedido. Como una nueva oportunidad, la tenía sentada de nuevo a mi lado. Tras unos eternos segundos de reflexión me dirigí a ella: –La Luz es la respuesta– Sorprendida y de nuevo irritada desmintió con rigor mis palabras y descargó sobre mí toda la fuerza de lo que minutos antes, yo había fervorosamente deseado saber. Por su negra mirada y el inexplicable poder de sus expresiones, aún no sé si todo esto me lo dijo o simplemente me lo hizo saber; si me lo plantó en lo más hondo de mi ser, como el amor de una madre que mira por primera vez a su hijo o esos sabores de la infancia que se guardan en el alma como prueba de que sí venimos del pasado aunque luego nos demos cuenta


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ni una sola nota de tan negra melodía. Sus ojos, tan abiertos como su piel lo permitía, de nuevo desorbitados, reflejaban aquel inhumano asombro de ver en sus manos nuevas claves para la solución del más grande acertijo. Y fue ahí cuando finalmente se apoderó de mi, ponzoñosa y rapaz intriga, incontrolable deseo, inquebrantable necesidad de saber lo que estaba allí escrito. Me cargué de valor, o debería decir más bien de demencia, y a medida que me acercaba a ella surcaban en mi mente infinitas escenas de lo que los próximos segundos iba a labrar en mi conciencia. Una vez me vi sentado ahí, a su lado, salieron de mi boca, –como siempre sucede en los momentos claves de presión–, las más inadecuadas palabras para cumplir el cometido: –Quiero saber qué es lo que le da tantas vueltas en la cabeza? En lo que pareció una bofetada que decía: “Quién demonios es usted y cómo se atreve a indagar lo que mueve mi solitaria realidad?” Se paró de un golpe con la absoluta convicción de alejarse de aquel “demente” personaje que de la nada había venido a sacarla de su absoluta concentración. Al ver que mi preciado papel estaba a punto de dar su primer paso hacia la inevitable desaparición, llegó a mí, como una revelación, lo que de inmediato la hizo volver a su asiento y concentrar toda su atención en ese nuevo mensajero: –Yo tengo las respuesta! Le dije. Me miró con esos ojos condenados a mirar otra realidad, inundados de odio, de temor pero a la vez de intriga.


El pacto

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Por. Luis Carlos Gómez Castaño

En solo unos pocos segundos de mi descuido, en un girar rápido del entendimiento que no tenía otro fin que el de añadir nuevas piezas a ese orate rompecabezas de otro mundo, los vi a ambos adentrados, para mi asombro, en una cálida conversación que no dejaba de tener esa misteriosa presencia, como si una fría y lúgubre bruma los envolviera cual abrazo de lo desconocido. Con cada palabra que salía de sus entrañas, se incrementaba mi vulgar intriga frente a aquello que con tanta fuerza les hacía desconfiar del mundo circundante, aquello que los sumía en ese profundo desespero por encontrar las respuestas, las de seguro inexistentes razones de su nueva e igual inexplicable presencia. De repente el joven pronunció a su oído la esperada secuencia de palabras que, juntas añadieron de inmediato un escalón más al creciente abismo de su locura. Y fue ahí cuando, impulsada por la fuerza de su perdido espíritu, empezó a morder su puño, como si el tragar su mano le fuera a llenar el vacío que con cada latir de su opacado reloj la absorbía cual negro abismo. Sus desorbitados ojos buscaban desesperados alguna señal, tal vez algún hueco en el tiempo a través del cual pudiera encontrar a quien le diera por fin la llave de su, –hace tiempo–, clausurada tumba. Lentamente su recorrido se puso en marcha, y esa caminata a través de la nada incrementó el pavoroso aspecto de su desolación. Mientras se sentaba de nuevo, sacó de su improvisado escote un lápiz y un arrugado pedazo de papel y comenzó a escribir en él con el desespero de quien no quiere olvidar


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stuve mirándola un largo rato, viendo como su locura hacía estragos en ella, la carcomía y a la vez actuaba como su motor. Caminaba de un lado a otro de aquel oscuro recinto de música estridente, de negros personajes y ambiente amargamente surrealista, vociferando al tiempo que agarraba su cabeza con incrementado desespero; amparada por lo que parecía ser su único refugio, su escudo contra el mundo y sus pasados años, sacudían aquel roído que la abrazaba desde la cabeza hasta los pies como quien esconde bajo su regazo a la más aterrada cría. A mi lado estaba él, joven promesa de lo oscuro, disfrazado con su improbable realidad; pantalones hasta las rodillas, fríos huesos abatidos por viejos golpes de culpa, un par de zapatos que estarían contando ellos mismos sus milenarias historias si pudieran hablar; y de nuevo presente lo que ahora parecía ser, para ellos, una transportable guarida, aquel fuerte abrigo, temerario guerrero que guardaba con su rasgada vida el imposible incógnito de su protegido.


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El pacto Por. Luis Carlo G贸mez Casta帽o


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–Inmediatamente la mujer rompió en llanto, desesperada se aferró al profeta, y como hierro fogoso marcó para siempre con un beso de ardor el último día de lluvia. De pronto un rayo de sol los envuelve, deciden marcharse, extasiados, extraviados y con una esencia inmortal de saparecen del pueblo…que ahora retumba en algarabía. –¿Y volverá a llover? Se preguntan en el pueblo. –No, el profeta ha muerto.


El profeta de la lluvia Por. Luisa Molina

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–No, nadie en el pueblo. Respondió la mujer, aún sin levantar la cabeza. –Déjate seducir… el corazón es lluvia. Concluyó, el profeta. Entonces se acerca a la mujer; levanta su rostro temeroso, agarra su cabello con una violencia inteligente, absurda, bella, recorre su frágil cuerpo con sus manos grandes y finalmente sonríe de una forma misteriosa, como camuflando cinismo. –Eres verdaderamente bella… y te ha traído la lluvia. Susurró el profeta. –¿Cómo te llamas? Preguntó, sin obtener respuesta. –Al parecer existe una fuerza maligna que acabará con nuestras vidas, entonces de qué sirve que sepas mi nombre? Se dirigió al profeta aún intimidada. Suspiró profundo y continuó. –La lluvia adentra la nostalgia, no quiero un valle de lágrimas en éste pueblo. –¡Profeta! Gritó desesperada la mujer. –Necesitamos un día soleado, aunque sea uno. El profeta miró su lluvia aterrado, pues así decidió llamar a la muchacha, pese a su silencio y dijo: –Sólo hasta que decida marcharme… –Márchate, márchate… o moriremos todos. Gritó repetidas veces la mujer. –La tristeza nunca se irá de los corazones de los seres humanos, ¡Nunca! Refutó el profeta.


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–Parece que se avecina un día iluminado. Piensa con cierta ironía. La lluvia no cesaba desde su aparición; las personas preferían quedarse en sus casas, observando a través de los vidrios el extraño fenómeno. En los parques, ya no se escuchaban las risas de infantes, la campanilla de los helados, el megáfono que anunciaba: “hoy, gran circo. Adultos 1.000 y niños 500”, el hombre robusto que gritaba: “pócima para alejar a su mujer, contra la envidia, la avaricia, para atraer el dinero…”, el payaso de la guitarra desafinada y zapatos rotos, el mendigo, el ladrón, el perro moribundo, la campana de la iglesia, el viejo mujeriego de los tintos, el lustrabotas que siempre llevaba una mueca en su cara que dejaba al descubierto un desierto… Sólo un hombre con los ojos y brazos abiertos a la lluvia, a esa sinfonía que le provocaba una dicha desesperada. De pronto una mujer aparece en medio de su eufonía. Camina serenamente. Su vestido negro resalta la palidez de un rostro desanimado, falto de expresión y de colorido, llegando incluso a trasmitir lástima y dulzura a la vez. El profeta respira profundo un par de veces y se dirige hacia ella. –Maldito profeta, ¿cuándo te irás del pueblo?, ¿cuándo cesará la lluvia? La mujer exclamó con su voz entrecortada, sin mirarlo a los ojos. –¿Acaso no disfrutas de la función? Preguntó ensimismado el profeta.


El profeta de la lluvia Por. Luisa Molina

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a. Aquel

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ólo recorre las calles cuando están húmedas, su silencio se prolonga mientras camina en círculos como queriendo alcanzar una idea, un designio, una sombra, una mujer. En medio de la multitud, se asemeja a una lagartija; un ser desconfiado, que anda por sus propios caminos y nunca encuentra una lengua habitual. Mira su reloj: 6:30 de la mañana. –Aún es muy temprano– . Dice con una expresión burlesca. Entonces, sigue caminado con su sonrisa intacta; pasando por parques en donde los mangos maduros se desprenden de los árboles y ruedan, atolondrados pero felices de su aparición… Su ruta es la lluvia por eso nunca lleva zapatos, le gusta sentir las piedras, los vidrios y los desperdicios en la planta de sus pies.


..:::::::::: El profetade la lluvia

Por. Luisa Molina


Homenaje al detective Por. Alejandro Buitrago

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d

e micro y el frente de la casa de esa muchacha de la cual no voy a hablar porque es muy tarde. Tuve la suerte de que hubo luna y la sangre seca luce mejor cuando ella brilla de esa manera. La luna llena me resultó oportuna, además el solo verla me sirvió para darme brío, que ya empezaba a faltarme en algunos tramos confusos en los que cientos de pasos habían arruinado la pista. Menos mal que no llovió, porque una lluvia leve como la de la mañana, arruinaría del todo estas pequeñas pistas tan imprescindibles para descubrir lo que ha ocurrido. Me siento como un detective, sólo que sin sueldo y un poco menos indiferente, pues sospecho que esto tiene algo que ver conmigo. Pasaron las horas en mi camino investigativo y tan concentrado estaba olfateando en mi gateo que nadie, nadie se atrevió a importunarme con preguntas, ya sentía que se aproximaba a mí el descubrimiento, el misterio sería revelado. Al fin, como en un cuento de hadas, faltando trece minutos para las doce y trece, encontré mi propio cuerpo entre los pastos.


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A

l medio día encontré en el parque de mi barrio una gota de sangre. Al lado había otra y al lado de esta, otra. Noté que era una pista, era el rastro que me llevaría a comprender lo sucedido. No fue fácil seguir tal camino, la lluvia leve de la mañana había borrado algunos tramos y los otros estaban sumergidos en una luz como de sueño. Me agachaba, tenía que hacerlo para poder seguir el rastro, pues no era ese río escandaloso que dejan las grandes hemorragias, no, era una pista discreta perfecta para seguir con una lupa y gran paciencia. Yo no tenía lupa y sólo un poco de paciencia pero ya no importa. Nadie parecía interesarse en lo que yo estaba haciendo. En verdad, sé por experiencia que cuando uno se pone a realizar un acto extraño, para muchos es mejor fingir que uno no existe. Lo hacen por comodidad, por confort existencial. Seguí el rastro toda la tarde por el barrio. Este pasaba por los lugares de siempre, el parque, la iglesia, la esquina de la panadería, el salón de los videojuegos, la cancha


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Homenaje detective

al

Por. Alejandro Buitrago


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casa y los amigos pasaban por su lado y “todo bien, salga de esa vuelta primero” sin problemas, los de la otra orquesta hacían treguas en respeto. Entonces la vio llegar, llena de olor a eucalipto, con la mirada invisible de una cita con el sacerdote del barrio, petición hecha por la madre, quien quería llevársela a su casa unos días hasta notarla mejor; sólo recoger una ropa, paciencia mijo, ella se recupera; pero ni la madre creía eso, se le veía en el maquillaje corrido y en lo temblorosa al caminar. No había de otra, sino el sonido de las balas saliendo del cañón y entrando en forma violenta en el pecho de ella, cayendo al lado de la alcantarilla y tan siquiera un signo de dolor en el rostro, como muerta antes de matarla. Fue cuando el Diablo perdió la memoria, no recuerda quién era luego de haber observado al novio disparar y desquiciarse con el olor a azufre y los cascos de caballo en vez de dedos en los píes al verlo de traje blanco junto al cadáver. Ahora se le encuentra acá en Gatopardo esperando quién sabe qué, y mejor tenerlo así entre el aguardiente y sus penas de amor; mejor tenerlo acá, no vaya a ser que los amigos se desquiten con el pobre tras el suicidio del novio.


Gatopardo

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Por. Gustavo Vargas

chaquetas de cuero, viendo cómo se acercaba al Diablo, y él sonriendo, acaso fuera la primera vez con devoción; acaso ella sintiera lo mismo y quizá pedirle dejar al novio y pegarse una voladita al motel más cercano para guerrear una batalla de vacíos dulces, organizar un futuro abrazados bajo las sábanas. Pero ella no dudaba de los infinitos muertos cargados por su novio desde que inició en ese trabajo cuando empezaron a salir; por lo que nada de eso se habló así quisieran, y los amigos dolidos esperando el momento para estallarlo sobre los dos, aunque no era asunto propio y mejor dejarle la vuelta al directo perjudicado, contarle lo del hombre de blanco entrando en Gatopardo y su mujer temblorosa pegada a su respiración mientras Frankie cantaba la amargura. Eso le dijeron más tarde, esa misma noche, ella le contó la otra página, lo de los pies fatídicos, lo de la mirada fija como pesadilla, lo del olor encerrado, su miedo a ese olor del cual tanto le comentaba la madre católica. El novio esperaba que le llegaran palabras de perdón por aquellos largos pensamientos de seducción en brazos del baile y del Diablo, pero no encontró un titubeo de arrepentimiento. Entonces la sentenció aunque no lo dijo y volvieron juntos a casa, la dejó dormir, la sintió soñar y recordar los pies y el olor en la madrugada, la sintió lastimera al enamorarse así, la sintió con pesar y ternura, suerte de celos mutando a salvedad, sacarla de la pesadilla, quizá de una locura por tantos pases. En el baño de la casa el novio lloró apretando contra su pecho el escapulario que colgaba de su cuello, y al otro día la dejó ir donde un brujo con su madre mientras él preparaba una redención. Fue cuando compró las balas, las llenó de rezos, las besó en el tambor y salió a la calle. La esperó sentado en el bordecito del andén frente a la


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l Diablo perdió la memoria. Fue luego de ver morir a la mujer con quien bailó toda la noche en Gatopardo. La vio dibujada de balas en el pecho, conquistadas por su novio lleno de bocas y amor, rezadas en casa de manera expiatoria como el último presente para no sufrirla más. Nadie supo que el Diablo se había enamorado; el novio no perdonó al enterarse por palabras de ella sobre el otro hombre en la discoteca, y al conocer la historia en su revés, si hubo alguno, sumó otra razón para matarla. Pobre mulata de motocicletas y sexo en moteles. Ese día en Gatopardo lo vio entrar en su vestido blanco, casi intocable. Lo vio colocar sus ojos sobre ella y sintió el olor cercano, la densidad de las manos naufragando en su pelo negro. Nada que hacer, la música poco ayudaba, así no quisiera rodear su espalda ancha con los brazos y apretarse a su cuerpo oscuro. El Diablo sonreía al verla moverse también sobre el Sonido Bestial y La Cura, y afuera las RX-115 de los amigos del novio; ellos con sus mujeres y la bendición del fuego bajo las


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Gatopardo Por. Gustavo Vargas


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que me ames, después de todo, lo último que quiero hacer es asesinarte, o que me asesines, aunque yo te mataría antes de que supieras con cuál de tus ocho manos dispararme. –¿Cómo así? No logro entender nada de lo que veo, no sé si toser o suspirar, no escucho nada más que conversaciones psicodélicas, gritos, mofas, gemidos... dulces gemidos. Esto comienza a desesperarme, ella no deja de mirarme y por su piel siguen corriendo las gotas de ese sudor explosivo, yo me muero por lamer un poco, pero eso me mataría, en éste lugar todo podría matarte, pero es lo que me tragué hace un par de minutos lo que me jode. No volveré a correr con la boca abierta, así no me trago nunca más una maldita mariposa de cianuro.


Mariposas de cianuro Por. Carlos Pihedraíta

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–¿Cómo así?

–¿Me lo preguntas a mi?

–Obvio, no vez que el zancudo no me habla desde la última picadura– –Él tiene la razón–. –¿Otra vez tú con eso? A la mierda, él insiste en que deje de beber, yo le digo que se joda, si quiere mi sangre que se aguante mis borracheras. –No le hagas al pobre lo mismo que a mí, terminarás deseando sus picaduras y no todos te desprecian tanto como yo. –Y eso qué tiene que ver, no ves que no entiendo? –¿No lo entiendes?– Desde la primera vez que te vi te dije lo mucho que te amaba, aún cuando me diste aquellas 72 puñaladas yo seguí amándote y eso que usaste tu peor cuchillo. –Ese es tu problema, hace más de un año que no te obligo a


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..:::::::::: Mariposasde cianuro

Por. Carlos PiedrahĂ­ta


Palabra azul promesa Por. Fabián Cristncho O

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un amante, golpes contra el armario, un traspiés por la ropa en el piso, como animales se muerden entre sí, sangre, labios, sus manos con afán buscan abarcarla, los pezones rígidos, aún fríos dentro de la boca del hombre alterado, no hay cordura; exhalación divina, un abrazo ilógico, sin ganas. El gato se asoma perturbado por los pensamientos de un hombre sentado con un abrigo encima, pasa indiferente, como Dios sigue su paso. Forcejean la puerta que da a la calle desconocida, se pone de pie y sin pantuflas sale mientras Isabella cargada de paquetes trata de cerrar la puerta con el pan que se asoma por una bolsa de papel amarillo. Por fin pronunció palabra, –¿Por qué te demoraste tanto? –. –¡Algo tenemos que comer! Contesta ella. –Te he extrañado.

Ella lo sabe. Sonríe, le da un beso en la frente y ahora el viejo trata de abarcarla con sus débiles manos. A punto de desbordar en llanto se refugia en su cuello; recuerda a la amada, hija, madre, esposa, amante, a esa mujer a la que una vez sin exagerar y con la memoria intacta le prometió la vida.


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El cuarto sagrado de tres paredes era el cofre que los contenía, testigo de las tantas veces que llegó con su cabello mojado a contarle una historia, de esas tan minúsculas como la mirada de una mujer en el metro que, según Isabella, causó un accidente fútil en el que estuvo involucrado un vestido blanco y un té. Conversaciones impertinentes, nunca pedidas; irrumpía mientras dibujaba, leía o escribía. Solo la miraba como un perro con culpa que pocas veces recordaba el final de la historia. Ella notaba su disgusto y a veces se alargaba en detalles inventados, le encantaba verlo sentado ahí, con la pluma en la mano jugueteando con desespero. Abre el armario en busca de algún recuerdo, periódicos, pantalones grises, cobijas. La echa de menos, no la encuentra, no está. Sus ojos recuperan el brillo cuando ve la manga de un abrigo semejante a las celdas de un panal escondido a la fuerza. El descubrimiento le refresca su garganta. Otra vez el mareo, abraza el pedazo de tela y ahí está ella en el parque de los árboles desnudos y morados por el frío, camina hacia él sobre un colchón de hojas secas, un reflejo dorado se posa sobre el rostro de Isabella, la amada, la valiente, la sonrisa, la lejana. Las alas las quebró el tiempo, la memoria el cielo. –No olvidarla es la única forma de sentirla, piensa y ahora se conduele su garganta, volare, cantare, nel blu, dipinto di blu, felice di stare lassù… Aquel día…Llegaron tiritando de frío, él empezó a mamar un cigarrillo mientras ella dándole la espalda se quitaba, con cuidado de no mojar la alfombra, el ropaje inútil que solía llevar. Se abalanzó sobre Isabella para darle calor, cada centímetro de la piel fría fue buscando el ardor que solo da


Palabra azul promesa Por. Fabián Cristncho O

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Bebiendo el café al lado de la ventana que daba a una tapia gris sintió que sus párpados se le hinchaban, le pesaban las noches que no había dormido, los alimentos que no había comido, abrazos negados, besos postergados, hijos incomprendidos. –Gracias a la naturaleza no tengo hijos, los únicos son los libros que no escribí y ese gato Run–, rún que ni siquiera sé si está vivo. “No haber nacido es, por encima de cualquier otro, el mejor premio”, dijo el trágico poeta. El deseo de ver la extensión de mi existencia y mis gestos repetidos me los castró el afán de ver más gente que hormigas. Si Dios existiera lo hubiera controlado, hacedor del todo y receptor de todas las quejas cuya respuesta es nada, aquel Dios que en su infinita misericordia creó a los niños con sida y al séptimo día, se rió. El viento de la calle que aún no recordaba se coló por debajo de la puerta, sintió el frío seco del medio día y la película de polvo que estaba sobre todos los objetos cambió de posición, estornudó, se rascó la cabeza y decidió ir a la cama. Se sienta con dificultad, le duele la pierna izquierda, pero como si le observaran contiene su queja. Acaricia las almohadas y observa las costuras por donde alcanzan a brotar algunas plumas, plumas de algún ave que tiene frío o que ya está muerta. –Ojalá sintéticas, Isabella siempre cuidó a los animales y mucho más a los que tenían frío. Isabella iba dejando un poco de ella por toda la casa, en la cama cuadrada que despedía un olor inmanente a pino encontró una, dos, tres hebras de cabello. Y así todos los días hasta que los dejó de ver, como los números del teléfono para pedir una cita que incumpliría con el oftalmólogo.


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hacía sentir vivo pero le abría un vacío profundo en el pecho, entre los pulmones se le iba el alma. –Alma no tengo– dijo mientras se borraba la tristeza con la cobija de rombos rojos que mantenía sobre sus piernas. Hizo un sonido con su nariz que retumbó por toda la casa como si tratara de absorber el alma que se le había escapado. –Alma no tengo, no soy huevo de cucaracha. Más que caparazón de un alma que no se siente, somos hogar del odio y la lujuria, esos sí que se sienten. Al alma se la inventaron unos barbados que no pudieron controlar el cuerpo, nos hicieron creer que después de la muerte hay otra vida. Pero cómo otra vida, ¿y los que queremos descansar? La vida carrusel me marea. Ahora su perspectiva era oblicua y los débiles colores se saturaron. Dobló la cobija de rombos y se dio cuenta que también podían ser cuadros. Intentó pararse pero sus piernas no le dieron, la silla se fue hacia atrás como si no le dejase ir, se sintió inútil y con más fuerza se impulsó hacia delante, se paró encorvado y atinó a ponerse una pantufla, la otra no estaba a la vista. Caminó con desgano hacia la cocina, la madera chillaba a cada paso. Abrió el grifo y medio lavó una olla para enanos curtida por miles de cafés que hirvieron y mancharon también la estufa. Esperando a que el gas subiera por los conductos vio al gato sordo encima de unos periódicos rosados, dormía con toda tranquilidad. En un cajón buscó las pepitas negras que rara vez masticaba, no las encontró ni tampoco su nombre y para no perder el intento las reemplazó por astillas de canela.


Palabra azul promesa Por. Fabián Cristncho O

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fondo la puerta que daba a una calle no recordada. No habían espejos en casa. –Sí recuerdo, después de la puerta me reciben tres escaleras por el desnivel hacia la acera, se volvió una incomodidad hacer un desembarco cada que salía a esa calle muerta–. Vagó entre sus incomprensibles palabras al son del péndulo del reloj de su hermano del alma. No había abierto la boca desde que desayunó una naranja a mal pelar, según él lo dulce no debe ser completo, así como la vida es el camino más corto para la muerte. Por inercia alimentaba el vicio de su mano izquierda, pulgar contra índice entre la falange distal y media iba y venía como un masaje desesperante en donde la fricción contra el pliegue de sus dedos bien podría servir para prender leños. Lo hacía mientras remembraba días en desorden, rostros borrosos, voces lejanas, olores fieles de momentos sin fecha. Recordar un olor implicaba sentir tibias lágrimas sobre su rostro, conducto divino entre nariz y pómulos, vía de innumerables tristezas y tan pocas alegrías. Con retazos de tiempo construyó una tarde blanca que lo cegó por unos segundos; caminaba sobre el césped aplastado recién por una máquina, amarillo desde arriba delimitaba una figura cercana a un tanque de guerra, sin dejar de mirar el cielo vio un vencejo negro con las alas desplegadas, aquel ratón con alas violaba el blanco que imperó por unos minutos en su ceguera, el viento le acarició sus piernas y percibió un olor a guayaba madura, amarilla, guayaba vida, guayaba abuela, guayaba lágrimas. Lloró. Recordar un olor diferente a la madera húmeda lo


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e acomodó en su silla y cruzó las piernas. Poco había pensado en lo que seguía de su rutina, pero si ese también era un paso lo estaba haciendo bien. Poco también había sido el tiempo dorado en el que un reconocido dentista fue su avatar. De ello quedan fotos, fotos fantasma, fotos que nadie mira, fotos que ya no sabe el por qué, fotos recuerdo, fotos postizas, fotos polvo, mugre. –¿Recuerdo qué?– Se interrumpió. Silencio. Se echó para adelante y la silla se meció sin ganas, la madera sucia por el tiempo gritaba, rechinaba. –No está sucia, tampoco grita. Me desgasta, minúsculo punto divino. Dejó los pensamientos que lo habían corroído por unidades de tiempo inciertas pero eso sí, amargas. Pensó en ella. Recordó su aroma y el grosor de sus labios. Desde esa misma esquina, sentado sobre la misma silla la había visto preparar la misma cena adecuada tal y como lo había mandado el mismo médico. Tenía a su derecha la cocina, estrecha y con el piso oscuro, a luego un salón de bienvenida modesto y al


..:::::::::: Palabra azul promesa Por. Fabiรกn Cristancho O


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–¿Qué hay de tu vida?–, Bien, todo tranquilo, –¿Disculpe, sabe la hora?– , ¿Sabe qué ruta me sirve?, ¡oh! –Que calor hace en esta ciudad–. Estoy cansada de tanta indiferencia, de tantas frases reiteradas. Al escuchar esto la mujer rubia dijo: –¡Qué barbaridad!– Te parece a vos posible romper nuestra tranquilidad con tus crisis emocionales. ¡Por favor! Aprende al igual que nosotros a reprimir tus pensamientos ya que a nosotros no nos interesan. Mientras tanto el conductor por el espejo retrovisor miraba la escena. –¿Es que acaso alguno de ustedes no ha necesitado en algún momento que lo escuchen?–. Dijo ella; y se sentó sollozando. Mientras tanto el conductor por el espejo retrovisor miraba la escena. –Tranquila chiquitina. Vamos, te invito a tomar un café, yo sé que no hay a dónde ir, después de todo lo único que nos queda es la muerte y mientras a ella nos dirigimos es mejor que descarguemos las palabras porque después el silencio será eterno. –Ella lo miró dulcemente, se paró, tomó aire y dijo: –Lo siento–, vayan todos ustedes tranquilos, callados como se encontraban, sigan su ruta segura hacía el abismo, yo no voy más, aquí me bajo. Y así lo hizo. Con el viejo de la mano caminó la mañana en silencio, no necesitaban hablar, las personas callan por sabiduría o por ignorancia, en cualquiera de los casos el silencio es prudente, pero cuando se vuelve constante es agudo, doloroso, y por lo general termina en un grito. El sol resplandecía en el cielo y la ciudad se saturaba de voces y pitos, algunos pájaros cantaban, los otros tan solo preferían volar.


Hacia el Abbismo Por.Juliana Gómez

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importante de sus vidas: el presente. Nadie le habló, alguien la miró y después volteó la cabeza y se quedó dormido. Ella hablaba para sus adentros: Necesito conocer amigos, hacer círculos sociales. Me está matando la soledad. En la fábrica no hablo más que con mi superior lo necesario. Corta esta camisa, plancha la otra. Estoy perdiendo la capacidad para el diálogo. ¿De qué habla la gente, cuáles son los temas comunes de conversación, cómo pude haber caído en un silencio tan profundo y terco? No tengo nadie que me escuche y las voces en mi cabeza llegan a patadas a interrogarme, persuadirme, azararme –¡ahh!– Lanzó un grito aturdidor. El bus frenó, ella se encontraba en un silencio aún mayor, todos la miraban algunos con miedo, otros con lástima. De pronto un hombre viejo se le acercó y le dijo. –¿Señorita, se encuentra usted bien?– Silencio, miraba a todos como fieras a su acecho, al subir había sido una desconocida más y ahora de repente todos se preocupaban por ella. No dijo nada, por sus mejillas resbalaron dos gruesas lágrimas, una se le secó en la boca, la otra le llegó hasta el cuello. –Está loca–. Comentó histérica una mujer rubia. Es posible, pero su cordura me da asco. Respondió ella. Se acercó al viejo y le dijo: sabrán ellos a donde se dirigen?. Imagino, muchos a sus trabajos, otros a sus casas, pero más allá de la ubicación espacial, saben hacía dónde van?. ¿Qué es eso que persiguen entre tanto afán por las calles cuando se cansan de estar encerrados en un autobús y deciden caminar? ¿Qué es eso que buscan en los otros al conversar?, ¿Desahogarse, engrandecerse, escupir sus emociones, sentirse importantes? Hace meses que no hablo más que frases comunes y vacías, las que todos ustedes repiten; ¿Hola cómo estás?, –Bien–. ¿vos?,


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stá cansada, camina las mismas calles todos los días. De su trabajo a su casa, siempre la misma ruta. No se atreve a tomar otra, le da miedo perder la costumbre y quedar a la deriva en medio de una ciudad de desconocidos. Hoy se levantó a las 6 a.m y sin esfuerzo se deslizó hasta la ducha, el agua le mojó la cara, los senos y algunas gotitas se le quedaron en el ombligo. Vestida y tras tomar un café salió a la parada del autobús. En la mañana no le gusta caminar, ni siquiera por la misma ruta. Le molesta ver gente trotar y disfrutar de su tiempo libre, niños ir a la escuela, perros pasear por las calles. El 39 pasó enseguida antes que la invadiera algún pensamiento vacío. –Buenos días, señor. –Buen día chica. Introdujo una a una las monedas de 1 y de 5 centavos en la rendija y miró el interior del autobús casi lleno, cargado de rostros impávidos e indiferentes. Por suerte quedaba una silla. Se sentó, ahora no había más cupo, estaban todos allí, los elegidos de la tuta 39, listos para comenzar el día más


..:::::::::: Hacia el Abismo

Por. Juliana G贸mez


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No sé si fue de rabia por el dolor que me volvía, o por lo estúpida que ella solía ser con sus clientes, o por la poca consideración que me tenía (pues nada le costaba comprarle un rollo de papel higiénico a un sufrido amigo con problemas del colon), pero agarré sin pensarlo una de las revistas que Arturo le trajo, arranqué varias hojas y me limpié con ellas. Antes de echar la penúltima a la caneca, la miré con detenimiento. Tenía una foto de Salma Hayek que no distinguía bien por la sangre y los restos de caca. La bella Salma también era una puta con clase, una hermosa meretriz del showbussines que jugó sus cartas muchísimo mejor de lo que pudo haberlo hecho Marta. –¿Todo bien? –Me preguntó–. Todo bien –dije–. El único problema es que a falta de papel y de alguien que lo compre, utilicé una de las revistas que trajo Arturo. Espero que no haya inconveniente con eso. –No–, no hay ninguno. Antes me avisas si necesitas más. En mi cuarto tengo guardada la otra que ya conoces. La del especial de cuando era modelo y todo eso. –Puedes quedártela, –dije–, recostándome en el espaldar del inodoro. Aquí tengo hojas de sobra para limpiarme. ¡Bah! –me contestó–. Te la traigo por si acaso vuelves a tener otro sangrado y esa se te acaba. A mí ni falta que me hace. Total, para lo que sirven las revistas de farándula.


Para lo que sirven las revistas de farÁndula Ignacio Javier Beetar Zúñiga

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–Que se me reventó algo detrás –le dije–. Me sale muchísima sangre. –Métete en la ducha y échate agua–. Quizá con eso pare. Entré a la ducha y no sé si fue el agua fría o qué, pero antes de que pasara el primer minuto ya no me dolía nada y la sangre había parado. Marta preguntó si me sentía más tranquilo, y le dije que sí, que al parecer ya había pasado lo peor. –¿Podemos seguir hablando? –Preguntó–. –Sí –le contesté–. Aunque voy a quedarme aquí otro rato, por precaución. –El imbécil pensaba que me lo iba a tirar gratis. Recuperé el hilo de la conversación y chasqueé los dientes en señal de desaprobación por lo que Arturo había hecho. –No sé qué harías sin mí –dijo riendo–. Si no te hubiera ofrecido mi departamento estarías con las nalgas ensangrentadas en una acera cualquiera de la calle. Sí, –le repliqué–. Y te lo agradezco; pero te agradecería más si me consigues algo de papel higiénico. Creo que estoy sangrando de nuevo. –¿Crees que hice mal al echarlo? –No me parece, le contesté–. El tipo sabe que eres una puta cara, con clase, y que aquí sólo viene gente de plata. Antes ha debido disculparse. –Cierto– y en su voz apareció un leve toque de ingenuidad al darme la razón. –Creo que tienes que enseñarles a respetarte; tienes que darte tu porte–. Y ahora por favor, consígueme papel higiénico. Estoy hecho un lío. –Se acabó el Papel, Rodri. Hay que irlo a comprar–.


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fotos que acababa de ver. Los humores en la sala empezaban a caldearse. Marta hablaba en un tono demasiado alto, pero sin perder la cordura de la que tanto hacía alarde. Arturo le propuso que subieran a su apartamento. Ella estuvo de acuerdo, pero antes le sugirió con disimulo establecer el precio de la cuota correspondiente; algo que él no esperaba. En conclusión, creo que el comentario le pareció ofensivo por aquello del orgullo masculino, de la “maestría en el arte de la conquista” y ese otro montón de estupideces.

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Dejaba la vida entera en el fondo del retrete cuando me tocó la puerta del baño. Reconozco su rabia por el ir y venir de sus pasos, por el taconeo de un extremo a otro de la sala. –¿Te moriste? –Preguntó de pie frente a la puerta–. –No, no, todo bien –le dije–. Todavía me falta mucho que discutir con mi intestino. –Eché a Arturo –dijo repentinamente–. Es un imbécil, cree que soy una cualquiera. –Pero lo eres. –Sí –respondió–. Pero no me agrada que me lo recuerden. Preferí quedarme un rato más en la taza después de haber terminado; por lo menos hasta que me volviera el alma al cuerpo. El dolor en el culo reapareció al poco rato y aumentó considerablemente. Segundos después sentí un escozor y un sonido como de agua cayendo en el fondo del inodoro. El grito que di fue alto y profundo. Lo hice no tanto por el dolor como por el miedo de ver tanta sangre saliéndome de atrás y no saber cómo pararla. –¿Qué pasa? –Preguntó–.


Para lo que sirven las revistas de farÁndula Ignacio Javier Beetar Zúñiga

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primera vez, pero sentía la misma curiosidad por la suerte de todos. La revista decía que las oportunidades para los actores colombianos radicados en USA (Miami, para ser más específicos) eran muchísimas y que en definitiva allá se tenía muy en cuenta el talento latino. Arturo me ofreció un trago, pero lo rechacé diciendo que me sentía indispuesto y que por eso me tenía enfrente suyo, porque de lo contrario estaría trabajando y quizá así todo fuera distinto para ellos, pues no tendrían que soportar mi presencia durante toda la noche. Ambos se acomodaron en el sofá lo mejor que pudieron y quedaron en completo silencio, tal vez esperando que regresara a mi cuarto. Me retiré no sin antes agarrar el par de revistas. En definitiva, serían un distractor que podría ayudarme a soportar el ardor en el culo el resto de la noche.

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Marta figuró entre muchos de los personajes sin talento que ocupaban la portada trimestral de la revista. De eso hace ya cinco años. En esa época era mucho más delgada, de cabello largo rizado y piel tostada acaramelada. Se veía tan linda e inocente que de seguro jamás habría imaginado el daño que con el tiempo le haría el showbusiness. Y aunque esto último se dio de forma irremediable y rápida, por lo menos supo valerse de sus roces sociales en el momento adecuado y volverse lo que muchas de sus colegas no pudieron. Una puta astuta con clase. Iba por la mitad de la primera revista y el culo no dejaba de arderme. A esas alturas ya había olvidado casi todas las


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observaba desde el pasillo del baño. Podría haberme quedado con ambos, pero dadas las circunstancias, prefería evitar cualquier tipo de bebida diferente al agua. Por otro lado, eso de la conversación no se me da muy bien que digamos, y además, en ultimadas cuentas, no sabía si aquel tipo sería uno de los clientes de Marta o un potencial pretendiente en busca de algo más. Siendo así, era preferible que por lo menos en esa ocasión me mantuviera al margen. Ambas revistas me llamaron la atención. Imagino que el tipo las trajo por lo de los años de modelaje. Porque Marta empezó a ser modelo desde muy joven, pero por cosas del estrés se vio involucrada en problemas serios con la bebida, la cocaína y el uso indiscriminado de pastillas para dormir. Como se acostumbró a la plata fácil, se hizo de un grupito de amigos influyentes que le daban una cuota mensual bastante elevada por sus servicios. Lo suficiente para pagar el apartamento en el que vivía, en uno de los edificios de la avenida principal, en el centro de la ciudad, al lado de una clínica veterinaria cuya fachada era de un verde oscuro poco común. Ella llevaba más de cuatro años allí, hasta que un día cualquiera, caminando por los alrededores, y en busca de un trabajo que me diera suficiente para comer y agenciarme un techo donde dormir, tropezamos. Me contó lo de su departamento, y al enterarse de la penosa situación por la que pasaba, puso a la orden su vivienda con la condición de que me encargara de preparar la comida y hacer la limpieza. Las dos revistas eran de Bogotá, pero las noticias que traían se centraban en la vida actual de los actores colombianos y mexicanos radicados en Miami. A varios de ellos los conocía de telenovelas y programas variados. A los otros los veía por


Para lo que sirven las revistas de farÁndula Ignacio Javier Beetar Zúñiga

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a. Luis C. Barón

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Trabajaba de portero en un conjunto cerrado los lunes, miércoles y viernes, pero ese día no pude ir por una diarrea que me estuvo matando desde la noche anterior, y ya sin fuerzas, fui de urgencias a la clínica, y todo se puso peor cuando después de la consulta me dijeron que lo que tenía era un problema crónico en el colon, y que si no andaba con cuidado podía terminar con un tubo conectado a la tripa. Marta llevaba doce días de abstinencia y en realidad aquello no se le hacía demasiado duro. Quiero decir, que desde el primer día que decidió dejar de beber, el trago no le había hecho falta. Eso hasta la noche que Arturo, su vecino del apartamento de arriba, se apareció con un litro de Coca-Cola, una botella de Ron Havana Club y dos revistas viejas con fotografías de actores del canal Univisión. Era obvio que los doce días de abstinencia se iban a ir por el retrete. Estuve seguro de eso cuando vi a Marta destapando la botella de Havana Club, con una sonrisa de oreja a oreja y bajando la mirada cada vez que me paraba frente a ellos y los


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Para lo que sirven las revistas de farandula ´ Por. Ignacio Javier Beetar Zúñiga


El ‘totuso’ ese

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Por.Adriana Bernal De las Casas

el súper poder. Caminó a la cafetería, se encontró con los médicos, al cruzarse las dos partes ladearon la cabeza para dar un saludo forzado y luego la debida sonrisa amigable. Recorrió el pasillo y los susurros de los médicos fueron desapareciendo. Entró a la cafetería, saludó a la cocinera, quién le pasó su ya acostumbrada taza de té y se sentó a esperar la conmoción… El té estaba amargo, le faltaba azúcar, pero un mono de la monarquía jamás rechaza el té que le da una dama, así que acompañado de una galleta integral se lo tomó y esperó.


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organizada por el Señor Totuso Rodrigo los puso a todos en alerta y no lo dejaron en paz, le hablaban, le gritaban, movían sus cosas, le roían la ropa, arrojaban mugre, polvo, humo, babas, cantaban hasta el amanecer, chillaban, le jalaban los pies en la noche y lo tiraban al piso para luego saltarle en el estomago, arrojaban su comida al jardín, y le recordaban segundo a segundo que la realidad eran ellos y que la ciencia sólo quería hacerle creer que había otra realidad. Una tarde, a la hora del almuerzo institucional, armado solo con sus calzoncillos roídos, moviéndose con paranoia, cuidando de no ser visto, sacó uno a uno todos sus trastos, se quitó los calzoncillos, estos también se habían unido a la revolución y no hacían otra cosa que gritarlo y pellizcarlo. Se arrodilló. Le gruñó a la fe, al dios, los dioses, ese Dios, a su madre, al cura, los vecinos, las enfermeras y médicos, a la ciencia, a quienes ya no recordaba. Les pidió perdón al Señor Totuso Rodrigo y sus camaradas. Prendió fuego a todas sus pertenencias, las oyó chillar y recibió como un buen perdedor todos los insultos que le gritaban mientras se morían, esperó que la llama cogiera fuerza, se tragó todas las pepas del frasco de las 11:00 a.m., se amordazó con el trozo de calzoncillo y se lanzó a las llamas. Parado junto al fuego parecía que un tono rojizo pintaba su melena, las altas llamas se reflejaban en sus ojos y el calor le suavizó su casi siempre erizado pelo. El Señor Totuso Rodrigo sacó un pañuelo de seda y secó sus lágrimas. Era el último viaje del amado amigo, no se haría un diario ilustrado, no se cantarían temas a la victoria. El respeto se daba con el silencio. Por amor propio y no vivir en la depresión se propuso


El ‘totuso’ ese

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Por.Adriana Bernal De las Casas

con drogas y por seguridad de todos y por supuesto del niño, tenerlo atado a una cama de hospital. La ciencia dijo: “Le garantizo que poco a poco se deja de pendejadas, desaparece el ‘totuso’ ese, comienza a hablar y se vuelve una persona de bien, una persona normal”. Dicho eso por la ciencia, la mamá, rezando el correspondiente rosario, pudo dormir tranquila después de 12 años. Una semana después de prenderse fuego vivo, los médicos revolcaron toda su habitación. La –ahora– moderna ciencia dijo: “Se veía tan recuperado, estaba bien, perfecto, no entendemos qué pasó”. Por supuesto estaba perfecto. A las malas, bien callado, sin poder chistear o decir algo relacionado a la ya bien definida irrealidad, paso a atesorar su maldad, sus demonios, su única pertenecía. Semanas atrás, durante la época de pesadillas había creído que tal vez, solo tal vez, dada una remota, casi imperceptible esperanza, algo, un ruiseñor, una hoja de un árbol, un grano de café, podría salvarlo, podría sacarlo de ese mundo de farsas que había tenido que construir para complacer a la ciencia y a los suyos. Si lograba definir que hacía de aquello algo real y no algo irreal, lo dejarían regresar a ese espacio diferente a un cubo de cuatro metros, desteñido de blanco y con vista al jardín. A fin de lograrlo disfrazó su mente. Lleno de dolor y tristeza le dejó de hablar al Señor. Totuso Rodrigo, su amigo de la vida, de toda la vida, 25 años debían recibir el súper poder, no podía hablarle ni con la voz silenciosa, si algo era cierto era que la ciencia leía su cerebro. Se obligó al mutismo, la ceguera, la sordera, con su amigo, con los objetos ya no inanimados y con los compinches del Señor Totuso Rodrigo… pero a larga perdió la guerra. Una revolución


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escuela le habían hecho, eso antes de que no pudiera volver a clases y había funcionado, ya no tenía ningún recuerdo de haber asistido a la escuela; así que allí se quedaron hablando por lenguaje de señas y jugando a países y capitales. Varias horas después su madre se despertó y salió del cuarto. Nunca le contó a Señor Totuso Rodrigo que no había olvidado ese momento, la escena siempre le recordaría… que su madre también tenía demonios, que llena de miedo –por vergüenza más que por otra cosa– trataba de sacárselos ella sola y lo más importante, que a ella tampoco le funcionó. Los juegos con Señor Totuso Rodrigo consistían en viajes por los mares, la búsqueda de islas secretas, visitar increíbles ciudades donde reyes y emperadores los atendían en lujosos palacios, realizar expediciones por la selva y las tierras polares, y muy de vez en cuando librar alguna batalla. Les gustaba dibujar lo que veían en sus viajes, llevar un diario ilustrado, lleno de detallados mapas, anexos de flora y fauna, apuntes históricos y literarios, un claro estudio geográfico y los debidos segmentos de historias de vida y experiencias personales. Los diarios del Señor Totuso Rodrigo eran más elaborados, pero era lógico, era mayor. Decían los sicólogos que el tal ‘totuso’ era la causa de su envenenamiento cerebral. La imaginación le dañó la capacidad de pensar y por eso ya no hablaba ni se integraba, por eso gruñía cuando se ponía de mal genio, la imaginación lo volvió una bestia. Y es que la ciencia lo decía: –Todos esos disparates lo volvieron un anormal–. Y es así como se llega a la única solución para sanar al niño, ya que ese Dios no pudo, no hay nada más qué hacer que pasarle corriente, tenerlo calmado


El ‘totuso’ ese

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Por.Adriana Bernal De las Casas

al limite su autismo voluntario. No tenía por qué hablar, integrarse, estar con otros, amar a quienes lo odiaban. ¿Acaso debía creerse eso que había dicho un hombre hace miles de años de amarse los unos a los otros? ¿Alguien lo creía? No podía amar a esos que al verlo asomarse por la ventana corrían a esconderse en sus casas, que rogaban para que no lo dejaran salir, que mandaban cartas pidiendo que lo encadenaran. No necesitaba de esa gente que negaba sus propios demonios. Más tarde que temprano, de eso sí estaba seguro, dejaría su autismo para mimetizarse con los mugrientos demonios de quienes lo habían torturado, iba a besarlos, consentirlos y luego ahogarlos en agua bendita. El Señor Totuso Rodrigo, era su único amigo, el personaje tenía cuerpo de mono, melena de león y vestía como rey, también hablaba y se comportaba como rey. Una tarde mientras jugaban encerrados en el armario del estudio, entró su mamá; la mujer llevaba un látigo en una mano y el ají en la otra, se puso de rodillas y se golpeó hasta sangrar, gritaba: –¡soy pecadora, castígame!–. El niño podía ver cómo la carne se abría con los latigazos, sus ojos aterrorizados miraban a trevés de las rendijas del armario estaba paralizado. La mujer sólo paró cuando sus brazos ya no dieron más, con el cuerpo encorvado, apoyada sobre sus cuatro extremidades, tomó el frasco de ají y lo volteó sobre sus hombros y espalda; chilló como un animal herido, se revolcó en el piso, botó babas y escupió, luego quedó inconsciente. Debieron quedarse muy callados. Señor Totuso Rodrigo le recomendó olvidar lo visto, podría poner en práctica el súper poder de la ‘memoria blanca’. Había desarrollado el súper poder para olvidar las atrocidades que los niños de la


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Primero tuvo fe, porque fue lo que le inculcaron, después no tuvo, porque no tenía razón para tenerla, luego volvió a tenerla, porque no tenía nada más. De pequeño lo llevaban arrastrado a la misa para que el cura le sacara todos esos demonios que lo hacían portarse como una bestia. Delante de los fervientes creyentes, todos ellos de buen corazón, el hombre lo zarandeaba, lo apretaba fuerte por la nuca y le sumergía la cabeza en agua bendita, el niño lloraba y gemía, sentía que se iba a ahogar, pero a nadie le importaba eso, después de algunos segundos en los que recuperaba el aliento volvía a sumergirlo. En una ceguera grupal la gente sentía que se estaba dando un milagro, todos podían ver el poder del Señor, ese invisible y gran poder, que con el desbordante amor de los presentes permita que se salvara el niño, un cansado, deprimido y asustado niño. Siempre ‘aquella’ era la última sesión, solo una más. Él, cada vez estaba más ausente, enfadado, débil, atormentado. En su pecho solo crecían con fuerza, tragando vitaminas, eso que los creyentes llamaban demonios. Su acongojada madre lo amarraba al palo del guayabo y lo dejaba quemándose al sol, creía que si el niño se quemaba, esos monstruos que vivían en él también se iban a quemar. Decía la señora que el vómito, la fiebre, los delirios, eran señal de que los demonios se estaban muriendo. A veces lo bañaba con vinagre, desinfectantes o ají con limón; le colgaba escapularios, rosarios e imágenes de santos; tres veces al día rezaban el rosario y cada dos días visitaban la iglesia… nada sirvió. Se miró al espejo y alguien extraño lo miró. Allí más grande y fuerte, ‘casi como un adulto’, estaba un ser de mirada perversa, lleno de ira, rencores, veneno; un ser decidido a llevar


El ‘totuso’ ese

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Por.Adriana Bernal De las Casas

S

e retuerce como serpiente, la cama ya está pegajosa y húmeda, él suda mares y las sábanas se empapan. Una pesadilla, otra noche llena de malas memorias, otra noche de desvelo. Alberga la esperanza de que algún dios, un dios, cualquier dios, incluso ése Dios, le quite los estrujones y delirios, los deseos inhóspitos, deteriorados, perturbadores, contaminantes. Anhela que esa fe le deje respirar con calma, sin hiperventilar, sin las extremidades durmiendo al paso que la angustia lo devora. Vive el individuo creyendo que todo es una pesadilla, ya no sabe si está dormido o despierto, nada ayuda a creer que puede estar despierto, podría estar en una pesadilla soñando que se despertó. Igual, qué más da, al final de cuentas ¿cuál es la diferencia entre una pesadilla inconsciente y una pesadilla consciente? El refrigerador le habla, y éste lleno de temores, deja de comer y beber; los espejos reflejan espectros y él deja de asearse; los muebles tienen bocas hambrientas por las que emanan humos negros y entonces anda en ropa interior y duerme en el tapete; no escucha la radio, no lee, no ve televisión, no quiere saber de nada porque todos estos seres lo acechan… si no estuviera casi desnudo saldría al jardín a prenderle fuego a todas sus pertenencias.


..::::::::::El ‘totuso’ese Por. Adriana Bernal De las Casas


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..:::::::: Ana

Gracias

Por. Mariel Bejarano vásquez

Hoy lo volvieron a conectar, es como una especie de coma, no reconoce a nadie, no respira solo, no habla, ni abre los ojos. Los encargados dicen que debemos esperar, esperar a que responda, a que decida qué. Ya sabemos que posiblemente quedará con problemas mentales, de siquiatra se irá si logra salir de esto. Ay Ana, no sé qué hacer. Antes de eso tuve una discusión con él y muy seguramente es cierto que soy una egoísta como me dijo antes de tomar lo que tomó, quizá pude impedirlo, pero siento que esto tenía que pasar, pero no sé qué haré si muere o si queda con problemas. El hecho es que nos estamos enterando de muchas cosas que hizo y nunca conocimos, de engaños, mentiras y cosas horribles que una persona normal no haría, mi padre ya tenía problemas (como te lo conté alguna vez), su silencio y su egoísmo finalmente lo llevaron a encontrarse y le dio miedo. Tuvo la fortaleza de matarse, pero frente a mis ojos, y no supo cómo dolió.


ese poder seguir siendo en la inmundicia, ese poder estar al nivel de las cloacas, sin renunciar a una memoria ancestral que, de pronto, te dicta este haikú: –¿Cómo así? –¿Me lo preguntas a mí? –Obvio, no vez que el zancudo no me habla desde la última picadura– –Él tiene la razón–. Habita en el centro de esta Urbe imaginada del desecho una neurosis y en sus márgenes, una pulsión arterial que se agita en cada palabra pronunciada, que engulle imágenes difusas y pequeños haces de luz que refractan la poesía: “La muchacha amarilla tenía un puñado de peces en la mano. Los soltó uno a uno y salieron volando”. ¿Cómo sobrevivir, cómo esperar la noche sin temores? Habría que pedirles a estos escritores que nos confiesen cómo, después de todo, no le temen a la sintaxis: “Con retazos de tiempo construyó una tarde blanca que lo cegó por unos segundos”. Y en la ceguera, lo presentimos, la poesía se las trae para seguir viendo la ciudad y sus pequeñeces y sus fatalidades y sus actos más heroicos, como ese de querer vivir en el relato bajo otra piel de cicatrices nuevas.

Rigoberto Gil Montoya.


Prologo ´ La ciudad que aparece iluminada en los relatos de este libro es una ciudad extravagante en lo anodino y compleja en las cosas que ocupan el tiempo de los otros. Es una ciudad de ruidos y escaleras, de pequeños destinos fatales, de alcantarillas que absorben el sudor amarillo de las tribus, de dolorosas enfermedades tan próximas al tedio y al desconsuelo, como antesala de un querer ser sin esfuerzo, como un dejarse llevar por un plash plasch, ese par de zapatos viejos que pide no ser arrastrado más por el frío del pavimento. Una ciudad donde hasta los zapatos protestan, no es una ciudad confiable, porque allí el azul no es promesa, el Diablo amoroso ha perdido la memoria y una mulata que practica sexo en los moteles, es apenas el personaje secundario de un road movies donde un ser anónimo tiene, por fin, una certeza: “No volveré a correr con la boca abierta, así no me trago nunca más una maldita mariposa de cianuro”. Viene la soledad y con ella, la poesía, o por lo menos ese estado del día en que la poesía se torna imagen y se hace luz bajo la sombra de un bicho gregoriano: “Alma no tengo, no soy huevo de cucaracha”, dice una voz de insecto en algún rincón de esta urbe donde no hay héroes, pero sí acciones heroicas, como eso de atreverse a tomar el bus, a cruzar una calle o a seguir la extraña pista de una gota de sangre que conduce a la realidad de uno mismo. No hay vidas trascendentales, pero sí acciones memorables, como eso de limpiarse el culo con hojas de farándula mientras una chica bonita te sigue hablando detrás de la puerta como si tal cosa: como si en la agobiante agitación del intestino grueso y el intestino delgado, retoñara, a su medida, la tripa del destino convertida en epifanía:


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a. Mamรก y Papรก


..:::::::::::::::::::: Portada trabajada en Tinta seca y resaltadores Portada realizada por Catalina Cruz Montoya Editora Mariel Bejarano Vásquez Diseño y diagramación Miguel Rodríguez Mariel Bejarano Vásquez Primera edición Junio de 2011 Correo revistalaurbana@gmail.com ISBN 978-958-44-8990-6 Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio sin permiso de sus creadores. Impreso en el taller de la Casa Editorial LA URBANA por Rafael Guerrero. Pereira-Colombia. Al cuidado de esta edición Miguel Rodríguez Casa Editorial LA URBANA 2011 ©


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Los textos publicados son responsabilidad de sus autores.


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