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Ilustraci贸n hibrida montada por el autor. Titulo: Soldados de la guerra. Fuentes del autor: cartel de la Primera Guerra Mundial. 1918 d.C. 隆Armas de la muerte; armas para la vida! Y la Muerte y el Diablo G.P.
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Índice
Alienación
(nuevo)
página 006
El niño que un día fue soldado. (Revisado y ampliado)
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Página 031
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Dedicado a Jesús Martínez Vázquez. Amigo de la infancia. Y ex presidente de la Gaceta de Canarias el Mundo. Aquel día en la playa –creo recordar del Puerto de la Cruz- cuando buceando pescaste aquel enorme pez por mi cumpleaños. Aún no recuerdo el sabor pero sí recuerdo la algarabía festiva y te recuerdo sujetándome en brazos, pues yo tan sólo era un niño. Y hoy, te cuento el niño que nunca quise ser. ¡Mi verdad! Quiero recordar, y también recuerdo. A Federico Hernández Medina, adjunto al Diputado del
común y extraordinario hombre. Y lo recuerdo en el antiguo
asentamiento de Playa de la Américas. Cuando aún se podía acampar en el antiguo y salvaje paraíso de los Cristianos – Américas. Con alegría y congoja recuerdo su televisor antiguo, una maravilla de la electrónica que funcionaba con batería y pilas. A los pies de su caseta se sentaba un niño, a ver en la tarde del sábado aquel ingenioso juego del fútbol. Un deporte extraordinario, pero al que nunca me entregué. Al menos yo. Así, que amigo mío. Y querido Jesús Martínez, el silencio es una virtud del predicador, pero un castigo para la desesperación. Fernando de Monreal Clavijo - El niño-
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No es entonces descabellado que los egipcios sostengan en su mitología que el alma de Osiris es eterna e incorruptible, mientras su cuerpo es repetidamente desmembrado y ocultado por Tifón, e Isis lo busca por todas partes y logra recomponerlo nuevamente. El ser está por encima de toda corrupción, así como de todo cambio. Plutarco
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Alienaci贸n
El hombre proviene de la creaci贸n Alfa y a su final le antecede el Omega. Fernando de Monreal Clavijo
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Este relato, es la más fiel narración verídica de una vida. Mi vida y la vuestra. Una vida cuyo principio y fin intenta ser un nuevo amanecer a una nueva vida. Así pues hoy, os enfrentáis a vuestra historia, una historia que como casi todas las historias, comienza con una buena taza de café en uno de los mejores rincones de mi país. He estado en muchos rincones, pero siempre, en cada lugar que he recorrido descubro nuevos espacios tapizados por aromas que ennoblecen el paladar del orador. Muchos de mis amigos han visto y seguirán viendo, como cincelo a fuerza de pulgares, índices, anulares, corazones y meñiques. Abriendo y cerrando los puños en donde se encojen los corazones de los nobles y esconden los cobardes. Este es un largo recorrido que lejos de buscar la popularidad y el mediatismo de la información, rebusca la justicia en la que no es tan importante la cantidad de las almas que pueden leerlo.
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Sólo es significante la calidad de aquellas almas que entienden lo que leen. Cuando intenté recomponer el rompecabezas que abdujo a tantos adultos que permitieron aquella locura aberrante y descomunal, frente a los ojos de jueces, maestros, miembros de los cuerpos armados e incluso de parientes y familias tan cercanas, sólo atisbo en el horizonte las sombras de las miserias
humanas
que
se
reúnen
para
perfilar
un
alienamiento paralelo a lo que hemos vivido durante los últimos y presentes tiempos. La ignorancia y el error es el placer del dolor del ser propio o ajeno, y a este error le precede la muerte como el huésped de la fiabilidad y de la ignorancia de lo absurdo en cuyo núcleo conspiran lo irracional y la inteligencia perversa del ser humano. Es en esta historia en donde el hombre puede sumergirse y leer las cúbicas y humildes letras que redescubre la constante violación de los derechos fundamentales del hombre 8
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y la perenne aberración a las paginas ilustres de la Constitución española. Es el hombre el pueblo y el pueblo es la nación, y este redescubrimiento nos ofrece el conocimiento de que el hombre debe alzarse en lucha para que el pueblo se levante sobre los obstáculos venciendo las adversidades que contra él han sido construidas por burdas inteligencias. Y con su esfuerzo y el despertar de cada día emerjan rompiendo las cadenas que lo alienan en la esclavitud y dar paso a la liberación de una nación estrangulada social y económicamente. Es el pueblo el que representa la naturaleza y la auténtica verdad social de la nación. Y es el hombre el pueblo. Si el hombre llena su vida de dicha y felicidad, el pueblo es dichoso y feliz. Si el hombre está pleno en justicia original y lleno de gracia, el pueblo es pueblo amistoso y original. Es el pueblo el que debe vencer la ignorancia con la lucha y buscar la justicia liberadora y social. El pueblo sólo obtendrá de su continua paciencia, ¡dolor! Y de su resignación ¡la 9
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muerte! Y nada le ha sido recompensado, ni de su continuo dolor ni de su constante resurrección de la muerte. Así pues, el hombre que precedió al niño, tras la muerte, dice: .- ¡Basta! ¡Basta ya! La iglesia. La iglesia de los hombres nos ha enseñado el sufrimiento y la mansedumbre que resulta del alienamiento de la tortura. Pero esa mansedumbre, esa presunta sumisión fue el resultado del alienamiento con el que sometieron y torturaron a Jesús de Nazaret. Que fue practicado por militares y políticos, lo que viene a convertirse en el paralelo de nuestra edad moderna. La iglesia, debe darse por aludida, y debe rescatar del cataclismo social a su pueblo. Y esto no lo logrará sólo con oraciones, pues el Dios de los Cristianos, y los dioses de las doce religiones de la creación, siguen diciendo desde sus testamentos, desde las catacumbas, desde los cielos: .- ¡Libre albedrio! ¡Luchad!
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Llegará un día en que la sociedad tendrá que poner en el limbo
sus
decisiones
adoctrinadas
que
les
obligan
psíquicamente al ejercicio democrático, y deberá preguntarse qué cosa es la verdad, y que forma es el error. El error de la prensa, de la tribuna, de los periodistas, de los parlamentos, de las asambleas, del senado y del congreso. Y en ese día, en el que el error y la verdad dejen de confundirse en los entendimientos de la sociedad, todas las regiones abducidas por las sombras del pasado, caídas bajo el imperio de la alienación del martirio omnipresente del hambre y la pobreza, calificada como forma de ficción en el mediatismo periodístico de la mentira estatal. Se levantaran en pos de una liberación
internacional.
Y
os
preguntaréis,
si
este
alienamiento con el que nos habéis sometido habrá merecido la pena, para vuestras descendencias en el futuro nacional. El pueblo es el modelo de lo que los padres de la nación han construido a su rededor. Sus estudios, capacidades y trato afectivo social. Son estos padres, los que acercándoles el 11
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candelero donde habita la luz del hombre, los que deben templar armónicamente el alma del pueblo. Sin olvidar que el hombre es la luz del pueblo y el pueblo la luz de la nación. Siendo el hombre el eje perfecto alrededor del cual se debe construir la esfera perfecta de la personalidad del pueblo. Una personalidad alrededor de la que es necesario construir una nueva nación, perfecta y digna de ser recibida entre nuestras ancestrales raíces nacionales. Pero hoy, no sólo se ha olvidado cómo se construye una nación, sino que se han perdido los primeros modelos fundacionales de nuestros antiguos modelos de estado social. En los abismos construidos por la nada del despotismo político social. Y con ello el sentido de la responsabilidad y de la importancia de la figura del verdadero hombre, albacea de la familia social y democrática. Y es aquí, donde el despertar irreconciliable con el anacronismo de la desidia y la cobardía, se levanta ¡se debe levantar! En lucha pertinaz y perenne,
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aunque desigual con el poder déspota y mentiroso de los lobos del estado. Son los errores de los grandes ídolos políticos, los que deben ser tan útiles en el despertar como las verdades que descubren para la vergüenza y enaltecimiento del pueblo. Pues ellos, nos enseñan cada día, con sus grandes errores, con sus patrias traiciones, que el despotismo, la intolerancia, la deshonesta y alienante expresión de ¡salva patrias! Son corrientes que abrigan el latrocinio y luchan contra el bienestar del pueblo. La familia es y debe ser una criatura adorada por el estado como lo es el niño Dios por su Iglesia Cristiana, pues es la familia el sagrado eslabón del desarrollo de todo estado nacional. La familia, durante decenios ha sido una criatura dotada de una gran comprensión, que se adelantaba al dialogo antes que a la rebelión. Pero ¿qué respuesta debe recibir el continuo despotismo que se antepone a los reales valores democráticos y sociales de la familia? Esa familia concebida 13
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por el modelo Demócrata Cristiano, en pos de una evolución y revolución inteligente en los albores de los tiempos más remotos de la historia de la humanidad. Escribo y relato estas páginas de la historia pasada, presente y futura, en el año del cambio 2014 del mes de septiembre. Y aún cuando sigo viendo y compartiendo el sufrimiento al que un estado déspota construido por una clase política soberbia y vil. Arrastran a nuestras familias españolas a los abismos más lóbregos y tristes, en cuyos niveles sociales se puedan dividir las diferentes etapas de la evolución económica y social de la historia de nuestro país. En el que las familias españolas y los principios básicos y democráticos le son estafados a las arcas del estado español y negados a las necesidades más básicas de la pervivencia humana. En donde la necesidad y el hambre se convierten en un negocio social para los administradores de las instituciones políticas, los que hacen negocio del sufrimiento social de nuestras familias y de todas las vidas que el latrocinio estatal 14
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extirpa cada día de las raíces nacionales, sembrando en el camino de todas las ciudades de España, un irreversible despertar. He podido descubrir, he podido vivir, y he visto y vivido en el futuro, que el espíritu del hombre marchará siempre sobre los espíritus de las familias de nuestra patria, protegiendo su imparable liberación y evolución de nuestro pueblo. Y que el pueblo ha tenido espíritu comprensivo y tolerante, como lo tendrá de invencible e imparable. El estudio de la historia, es el estudio de todas las sociedades, tanto sean estas civiles como militares. Y cuando se estudia la historia de una sociedad, es inevitable estudiar la historia filosófica de todas las sociedades, desde el principio de su nacimiento hasta nuestros días. Y todo investigador que se precie y científico que haya estudiado las diferentes sociedades de la historia de la humanidad, se ha hecho la siguiente y tímida pregunta: .- ¿Dónde está Wally?
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Al hablar de la alienación social de las masas a través de los medios que se encuentran más cerca y son reconocidos como más cercanos al núcleo familiar, mediante procesos educativos colectivos, tenemos que centrar nuestra atención en los prototipos
de
procesos
que
trabajan
y
cambian
constantemente -según el escenario social de cada tiempopor la adaptación de las masas a unos determinados patrones familiares y sociales. Unos estereotipos que se convierten en moldes a los que las masas han de responder para no ser consideradas desadaptadas y antisistemas y en su defecto, perseguidas. Masas que tienen miedo de ser señaladas como raras, en un medio social prediseñado para alienarlas y cuyo sistema, teme a los que se resisten a su medio social. Un medio producido y alienado por un sistema político que lucha contra la corriente y el equilibrio social de un pueblo. Gobierno y tendencia a la alienación de las masas en contra de sus propios intereses vitales para una vida digna, económica y social. Aquella que permita a una nación 16
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evolucionar en la vida político y social en la historia patria, es el dogmatismo político del despotismo cuando este ve predominar la división del estado entre el pueblo y los gobernantes que gobiernan para el capital nacional y foráneo, en contra de los intereses del pueblo y para sus propios intereses y los del imperio europeo dominante. En donde el pueblo y sus familias son vistas como la chusma, los antisistemas, los terroristas, los guerrilleros, que hay que combatir porque amenazan el sacrosanto sistema de iniquidad y explotación, de esclavismos disfrazados de puestos de trabajo, de sistemas monetarios de usura, donde conservar una casa es una meta imposible, en donde los suicidios entre la población son casi colectivos por la desesperación y la negación de un auxilio digno y de derecho por parte del sistema volcado en los servicios sociales de los municipios, los que han fallado en masas y colectivamente en contra del bienestar nacional de nuestras familias, obligadas a hurgar en
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los contenedores de basura, en busca de algo más que muerte y desolación. La alienación transforma la realidad, la comprensión y el entendimiento de la realidad, de la vida, de la lucha que debe nacer de la naturalidad de la supervivencia y la resistencia a una muerte social y física, a la que la barbarie y el despotismo del sistema político que gobierna a nuestro pueblo nos dirige. ¡A una segura desaparición física y natural, como pueblo libre! La alienación es una forma antropomórfica dentro del antropomorfismo y zoomorfismo de los diferentes nombres que puede adoptar el mal. En el interior y profundo agujero de gusano y sujeto al entramado de la alienación, se encuentran particularidades científicamente demostradas como el desdoblamiento de la personalidad humana. Una desdobles que puede producir el
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bien o el mal según la forma de alienación construida en cada entramado. En un principio, en esta forma de alienación se encadenan a múltiples individuos, en su segunda fase a uno sólo y más tarde, a cada uno de los alienados se les va sometiendo individualmente a lo que ellos llaman, un dios. Pero un dios maléfico no es un dios, sino un ignominioso y vil hombre. Y a la vez, un desdoble de la persona alienada, en la que aparecen otros alienados que hacen de intermediarios con el alienado y el mismo, creando un extraño e ingenioso bucle.
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Copia de una de las correspondencias intercambiadas por Don Antonio Encinas Cueto. Y que fue enviada al autor, como muestra de transparencia y confianza hacia 茅l.
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El mal no posee una única representación en la sociedad. Pero sí una misma fórmula en su alienación. Lo que viene a formar un paralelo en la asimilación del mal como una única forma de expresión y formulación. Esto significaría unir los diferentes espacios de Seth y Satán en uno sólo, y que la existencia simbólica e histórica, e incluso vidas de ambos, dependiera de otro. El mito de Seth: Se fundó con la invasión de los pastores. Su dios es Sutech; éste se funde con el Set de Ombos y consagra los reyes que le adoran, convirtiéndose en providente. Pero cuando llega la expulsión de los Hyksos; Seth es considerado un proscrito, origen de todo mal y huye. Osiris ocupa su puesto y Seth se venga. .- ¿Cuál es la base de la alienación? La sociedad moderna hace imposible las personificaciones del bien y del mal. Pragmatismo de estas nociones básicas demostrado por todas las ciencias. Y lo que determina la 22
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bondad en una cosa juzgada por toda sociedad, es el cumplimiento adecuado del fin para el que ha sido destinado, siendo su incumplimiento el Mal natural nacido de la inobservancia de la ley. El hombre llama buenas ó malas á las cosas que giran en relación a su mundo. Mientras ellos rotan continuamente en torno al mal que proviene de los hombres contra los hombres, individuales y superorgánicos. El derecho a la defensa germina del derecho a la evolución vital de las personas. Y es por esto que todos los presuntos crímenes deben ser estudiados e investigados en su conjunto, y lejos de ser sus penas consideradas como ejemplo de una venganza deben ser consideradas como una defensa a la vida. El derecho a la defensa activa, supone el derecho de eliminar todo lo que á dicha evolución vital se opone. Y los culpables tienen derecho a ser castigados, es decir, modificados por la ley. Los seres inocentes, las víctimas de esos culpables, tienen el derecho soberano a que se les ayude a evolucionar, a 23
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recuperar los pasos perdidos y retrasados por el alienamiento practicado por los criminales. La razón de la soberanía del hombre sobre el resto de la cadena evolutiva, favorece la organización armónica de la Tierra. El conocimiento del equilibrio armónico en la convivencia de los seres vivos, y las repercusiones de un cataclismo humano, nos demuestra una vez más que nadie puede, que nadie debe servirse de otros seres, ni aún de los contrarios, de nuestros rivales, sin faltar a la justicia natural, sino en la medida estrictamente necesaria; y á este fin deben ser perfeccionadas las máquinas, protegerse los animales domésticos, y los inofensivos, haciéndose sufrir lo menos posible á los que se deben matar para la alimentación equilibrada del hombre, y otros usos. Se deben recuperar los campos de siembra, los ganados y el derecho de gentes en la guerra. Las actitudes criminales sólo desaparecerán por la instrucción, por una educación social y colectiva, adecuada y 24
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lejos de las miradas independentistas de intereses políticos, foráneos de todo raciocinio social. Una educación que garantice la estructura futura del estado, ayudada por el mejoramiento de las condiciones de justicia que garanticen a cada ciudadano, a cada familia, lo que por derecho de nacimiento le corresponde para el buen funcionamiento de una sociedad natural y moderna. Injusticias admitidas son la renta, la propiedad de unos no puede mermar la de otros; la explotación del trabajo ajeno en manos extranjeras es una continua demolición de la familia, equilibrio fundamental del estado, lo que supone una fuente de propiedad injusta. Injusticias admitidas ayer, inadmisibles hoy. Son las ideas alienadas en el mal premeditado la que no dejan ver las ideas del valor de las cosas, y es esa verdadera idea real la que hará desaparecer las injusticias. Una idea que debe fundarse en el conocimiento de la organización y del
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esfuerzo que se necesita para producirlas y de la utilidad que prestan. La ignorancia del valor real de la propiedad es una fuente inagotable de incesantes injusticias, lo que ha reventado la economía familiar europea. El utilitarismo, el materialismo social europeo, nos ha provocado un gran atraso social, nuestra sociedad actual se ha visto obligada a retroceder y ceder puestos gratuitos a la pobreza y analfabetismo nacional. Lo que conllevará una gran deuda social con nuestro pueblo. Grandes males encadenados, alienados, que marchitan en el desierto de la nada las grandes inteligencias que hoy se refugian en el exilio de la incomprensión. En una escala de valores, los productos científicos ocupan hoy el primer puesto, esto es debido a que sin el conocimiento de las cosas, no hay justicia posible. Y es por este motivo, que debemos observar sin retraernos, nuestro pasado y nuestro presente, para poder ver en el horizonte,
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nuestro futuro, enfrentándonos si es necesario al origen de la verdad y del mal. .- ¿Puede a la especie humana faltarle un día la subsistencia, y el espacio en la superficie de la tierra por efecto de su multiplicación sin sufrir como resultado un holocausto catastrófico? ¿Puede un alienamiento demostrar lo contrario? ¿Es el mal lo positivo o lo negativo es el bien? La potencia genética en razón inversa, el desarrollo individual, el equilibrio armónico de la creación del suelo y de las cosas como eje vital en el futuro de la humanidad. El mal es la muerte sentida por la vida. Dijo Shopenhauer que esto es lo positivo. Pero el alienamiento entendido como la coordinación del mundo y presentado como la salvación de este, se ofrece a la sociedad europea para la anulación de un mundo, o una parte del mundo social, en el que el dolor y el sufrimiento del pueblo es el placer que alimenta el mal. Siendo el placer el resultado de la satisfacción adecuada de una función alienada. 27
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La otra mitad de ese mundo, ya está alienada con el sufrimiento y la devastación de la guerra. La alienación es un defecto y en una sociedad con excesos en necesidades sociales y sobresaltos en corrupción, la alienación es un defecto defectuoso y enfermo. Un sistema que intenta coordinar la existencia civil de una sociedad consumista y enferma, llena de dolores económicos y sociales, de frustraciones y sueños rotos. Con la omnisciencia del inconsciente torpe y dormido, la salvación se nos presentará disfrazada de única esperanza, y bajo cuyo vestido salvador se esconderá agazapada la anulación social y civil de la libertad de nuestro pueblo. La felicidad no es posible si no viene acompañada con la progresión de las necesidades paralelamente alienadas con su propia satisfacción social. El carácter activo del placer de las familias es el trabajo. El trabajo de calidad es una fuente inagotable del placer, y este placer hace más fuerte y fecundo al estado si el placer reside en la familia. 28
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Este placer, resultando de un aumento de vida no debe ir necesariamente precedido de dolor, pues la felicidad es posible para la inteligencia social, cuando una alienación enferma es substituida por un orden social y económico en donde el equilibrio social es restablecido, en donde los jóvenes se pueden formar en los hogares paternos mientras los mayores no temen por el empleo que les ratifique la prosperidad evolutiva de sus hogares y la evolución de sus descendencias. Cabezas que pueden transmitir a sus hijos los conocimientos del respeto político y social de un pueblo.
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P.- Hola, buenos día, ¿café o té? X.- Un café, un poco largo, por favor. P.- Debo confesarle, de que mi impaciencia por entrevistarle, a punto estuvo de traicionar la confianza en mí mismo. Y todavía no conozco su nombre ¿Cuál es? X.- h2ox7. P.- Debo entender que no desea que se conozca su nombre. X.- Si usted lo dice, debe ser eso. P.- Y ¿qué es h2ox7? X.- mi memoria, mi existencia, mis recuerdos, mi más intima investigación, tu vida y la mía. Y España. P.- Hoy, deseo escuchar de usted su historia, su testimonio, la de un desconocido para un país que olvida a sus hombres tras las líneas del enemigo, y para una sociedad que obvia al soldado desconocido. Y, estoy aquí para escucharle. X.- Le enseñaré el corazón de España y le contaré una verdad. La de un niño que lloró lágrimas de sangre y que fue soldado por un solo día. 30
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EL NIテ前 QUE UN DIA FUE SOLDADO
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Ah, recuerdo con todo el claror de mis recuerdos, que fue aquel verano. Y cada ascua separada, muriendo junto a mí. Ansiaba yo con ardor resurgir en el nuevo mundo y en vano había intentado conseguir en mis libros la paz de mi alma, la armonía de mi espíritu, y la suspensión al dolor que padece mi alma. Un dolor que reniega de la absolución de los pecados del malvado invasor, esperando un juicio justo. Este es un dolor que no desaparece, que me observa y espera cada noche, en la obscuridad y cada día en el amanecer. El me conoce y yo a él. Pero no le tengo miedo, yo soy quien al final del mundo, en los confines de la eternidad, de mi alma, le esperare al final de su camino, un sendero más efímero que el mío. Los Ángeles me llaman en la noche, ¡Bel, Bel, Bel!
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Ello, los Ángeles, los mismos que me acompañaron como testigos de mi vida, siempre me buscan y llaman en la noche. Todo fue visto, escuchado y grabado por Dios, a través de los ojos de los ángeles. Y, el más bello de todos, aquel al que nadie se atreve a nombrar sin atreverse a despreciar lo desconocido, sin acordarse del pánico, del terror y de la oscuridad que acecha en los infiernos. Ese, el que amo Dios y el que fue amante de Dios, y que volverá a Él. Custodia hoy mi equivocada estancia en los infiernos. Hoy,
una permanencia
voluntaria y encadenada por el caprichoso amor a la esclavitud de un corazón que late en los abismos del desconocimiento humano. Ellos, convirtieron mi vida en guerra, la guerra es el infierno. Y la hostilidad gratuita es una continua guerra en el averno. Y cuando observo los fantasmas de esa guerra, sus rostros modelados en efigies
anárquicas. Veo a unas figuras que
también me observan pero que desaparecen huyendo de los latidos de mi pasado, el que ellos tejieron como arácnidos, tras 33
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las cortinas teñidas por las lágrimas que se desgarraban de los ojos de los querubines inmortales. Gotas purpúreas que aún hoy siguen inundando y dando color al dolor de los corazones sepultados bajo los témpanos que se desmoronan en la aguas del mundo. Me apresuro como un soldado sin mando, perdido en la nada, entre los hilos de humo que huyen desprendiéndose como alpinistas congelados entre los labios muertos de un cuerpo desconocido y descompuesto por el tiempo prestado que embarga la vida a la ingratitud humana. Y Corro hacía ese dosel e intento transitarlo. Su tacto áspero y execrable. El olor y la visión de la sangre desecada y agrietada por el paso de la muerte, provocan incertidumbre en mi curiosidad. El crujido confuso y triste me estremeció y llenó de fluctuación y sensaciones nuevas el arca de mi curiosidad. Sensaciones que nunca antes había sentido con el ser humano. La sangre reseca y agrietada por el tiempo, casi convertida en arena. Casi puedo percibir en mi paladar, el 34
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extraño sabor que aún hoy sentido gustativo recuerdan sin pavor y sin miedo. El miedo ha sido mi continuo aliado. Pero su crujido, es una cruz confusa y triste cuyo recuerdo hoy, me sigue estremeciendo y sacudiendo mis silencios con dudosas incertidumbres. Fueron aquellas unas sensaciones nuevas, que antes nunca, había sentido. Mi corazón, ¡mi corazón latía con tanta fuerza, que llenaba los vacíos de mi memoria con los recuerdos del ayer! Deseaba migrar junto a las golondrinas, pero fueron las golondrinas las que llegaron con el verano. Y las golondrinas. Esos pajarillos tan inteligentes y armados, que pueden llegar a ser los mejores amigos de un errante perdido. Ellas, son las ostras del aire, las únicas aves armadas con dos corazones, uno de carne, puro músculo y otro de piedra, tan negra como la obscuridad y tan roja como el sol. Al despertar. En el despertar de cada día, de cada tiempo,
siempre recordaré un día especial en todas las
aventuras de mi existencia. Pues la vida no deja de ser una 35
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aventura para aquellos que nos arriesgamos a lo nuevo y desconocido. Y es por esto que al levantarse el Sol, el hombre carga con las glorias y los infiernos que en cada camino encuentra. Y esas viejas y nuevas glorias, y esos desvencijados infiernos, trazan la verdadera ruta que el hombre ha de seguir hacia el inmenso universo, entre cuyas estrellas y constelaciones se encuentra la puerta hacia el infinito cielo. Despierta aquel día junto a mí, todos los días de mi vida, como si hoy fuera aquel día de Julio, saliendo por la puerta trasera del patio de armas, allí, sentados estaban dos coroneles, uno del ejército y el otro de la guardia civil. De pié, junto a la puerta, vestido de civil y con su facunda sonrisa, sujetando en mano izquierda, su estilete camuflado en útil bastón, el General Antonio Encinas Cueto. Por aquel entonces Don Antonio ya era general de mutilados, y de mutilados gracias a la pierna que le faltaba, extremidad que le había sido extirpada por un grave error
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médico en el hoy Hospital USP la Colina, de Santa Cruz de Tenerife. El año anterior había estado alojado en su residencia, la que tenía en Madrid, en el Cir de la Guardia Civil en la majestuosa Calle Velázquez y que gozaba de una estupenda terraza al aire libre, en la que cocinábamos y pasábamos las noches de agosto a la luz de la luna de Madrid. Aún puedo recordar el aroma del café que escalaba por la calle paralela al cuartel hacia el ático del general, pero lo que siempre recordaré es el irrepetible sabor del suculento cocido madrileño que preparó el General Antonio
con los
ingredientes que compramos en el mercado aquel domingo de agosto. Y nunca encontraré quien mejor se igualara a él como cocinero de este famoso plato madrileño. Toda historia que se precie de recordar, debe contener al menos una anécdota y de cada anécdota surge una ilustrativa y conveniente lección.
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Así que aquel día por la mañana salí a tomar una buena taza de café a la cafetería cinco tenedores. Era aquella mañana de un amanecer soleado y a medida que avanzaba el día, las temperaturas subían de forma espasmódica. En consecuencia una ola de calor que me obligó a tenerme que duchar y mudar de indumentaria hasta tres veces, en un intento infructuoso de que mi cuerpo dejase de segregar sudor. Tras mi tercera ducha, volví a seguir con mi paseo por Velázquez, y al regresar de comprar unos zapatos Danko en el Corte Inglés. Encinas me explicó enérgicamente –como él eray afectuosamente, que para evitar sudar tanto debía bañarme con agua caliente y no fría. Ya que de esta forma, al ducharte con agua caliente, los poros de la piel se dilatan y abren refrigerando el cuerpo, por lo que
se suda menos. Y fue
verdad. A la cuarta vez lo descubrí. Aquella semana, en el puesto de guardia, a la entrada del Cir estaba de guardia un ex campeón de boxeo de los 38
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pesos pesados que me preguntó, al verme la medalla que llevaba sujeta a mi guerrera, si yo pertenecía “a los pilotos” a lo que le respondí que ¡sí! Sorprendiéndome el que conociese tal unidad. .- Y, es que el también pertenecía. Luego supuse. Estuvimos hablando cada día, o bien cuando salía a tomar café, por las mañanas, o cuando me escapaba de noche a echar un trago. Siempre fueron conversaciones sobrias que no dejaban margen para nada más. Era terco en palabras, y aunque casi siempre estaba en el turno de noche, y las vigilias suelen ser aburridas, el era así. Lo sorprendente de cada vida, no es el tiempo que dura una vida, lo prodigioso es lo que dura una aventura en una vida, y la eternidad de cada historia en cada una de las aventuras de esa vida. Una vida llena, es una vida que se arriesga y adentra en lo desconocido, cuya respuesta a lo inesperado y al valor es siempre afirmativa el ¡Sí! Es la 39
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respuesta a todo aquello que puede llenar una vida de conocimientos, honor y valor. Sólo los cobardes, los recipientes vacios e inicuos, dicen ¡No! Y por defecto, intentan contaminar y obligar al ¡No! A los demás. Y, de que vale una vida, si cuando te internas en su corazón, al observar su alma y hablar con su espíritu, sólo encuentras tejidos vanos, arañas penitentes y obscuridad sin luna. .- ¿De qué me sirve un vaso vacio cuando tengo sed en el desierto? .- ¿De qué me vale si vosotros sabíais que necesitaríais beber? Tal vez, es que fueron demasiado presuntuosos. Había sido durante tan sólo veinticuatro horas un soldado y de soldado pasé a formar parte - en la guardia civilde una unidad especial, secreta, experimental y desconocida. Una unidad que no viene en la publicidad que le hacen al cuerpo, de la que no existen logotipos ni fetiches. El ejército 40
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me cogió de la mano y me entregó al cuerpo de la Guardia Civil. Yo soy el niño que un día, un solo día fui soldado y que juró la bandera a la sombra del anonimato. Mi deber fue, el estudio del terrorismo, la investigación, la información y delinear el camino con proyectiles trazadores que enseñen el camino, las puertas y el destino del objetivo. Miedo; Pánico; Terror ¡no! Obediencia, confianza, honor y libertad ¡sí! Suponía una deseada libertad, una oportunidad de escapar del verdadero infierno hacía una vida que cobraba sentido. Hasta aquel día, pensé que por fin podría escapar de una vida en la que me habían sometido y convertido en un esclavo sumiso. Era la vida que hasta entonces me obligaban a tener. La que por entonces aún tenía. Pero, ¿por qué no se lo confesaba al General? ¿Por qué no le decía a lo que me estaban obligando? Que día tras día me obligaban a escapar a
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ninguna parte que no fuera la mismísima muerte. Y que yo sólo quería a una sola familia, a la Guardia Civil. Conociendo al General Antonio, al contarle mi personal infierno, hubiese montado sobre la cólera de Dios, y de un plumazo me hubiese refugiado bajo sus alas verdes. Las verdaderas alas de un titánico dinosaurio del deber y el honor. Tal vez, fue el conjunto de los que me acompañaron en el viaje. Lo que siguió encadenándome al pavoroso infierno de la tortura y la muerte. Esto es una de las consecuencias del alienamiento al que ellos me sometieron desde mis nueve años de infantil edad. Torturado, fustigado, humillado y vuelto a torturar por Vicente González Segura y sus adeptos. Puedo decir con honor, que nunca utilicé al Cuerpo de la Guardia Civil ni al ejército, para mis venganzas personales. Y que pude romper el alienamiento mental y psíquico al que fui sometido, muy tempranamente. Al contrario que el resto de 42
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las víctimas, como lo fue un pequeño y reconocido constructor de Canarias, Marcos Chinea Hernández, así como su compadre José Mora y la familia de este, naturales todos ellos de la población de los Naranjeros en el municipio de Tacoronte. Todos adeptos funcionales del alienamiento. Estuve de pié, creo recordar, diez minutos que se hicieron interminables. Y aunque aquellos dos hombres, me explicaban dentro de aquella estancia, junto al patio de armas, que me traspasaban, -como se hace con los jugadores de futbol- al cuerpo de la Guardia Civil, y que desde aquel momento dependía de ese cuerpo. De aquellos diez minutos, sólo pude escuchar las anotaciones que hizo el General: .- Has sido soldado por un día y perteneces a la familia para toda tu vida. Las circunstancias son difíciles y debo de recurrir a mi memoria íntima, aquella que sólo despierta cuando menos lo deseas.
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Trato de intentar describir una vida al servicio de mi país con la terrible circunstancia de vivir sin honor y de tener la conciencia de haber sido un experimento en las manos equivocadas, ¡o tal vez no! Tal vez este sea el peor castigo de cualquier militar y civil. Vivir sin el título de decir quién eres, o quien fuiste. Levantar la cabeza frente a la bandera y sangrar por dentro mientras miras a los ojos a los jóvenes soldados cuando se dirigen al frente. Y ser despreciado por los otros y exclamado y señalado con orgullo, por otros muchos, cuando ven junto a tu nombre un simple asterisco, una simple estrellita. Que dice ¡Frágil no tocar! Pero ese asterisco, esa estrellita, te hace más frágil frente a quienes no respetan el sentido del deber. Y es en esto en lo que se convierte la sombra de nuestra bandera que ondea cada día sobre nuestras conciencias.
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Yo hoy debiera estar allí, hoy, sin embargo estoy aquí. Como un juguete roto y sin cuerda, sediento de vida y hambriento de futuro. Un futuro que siento cada día, como me lo arrebatan. Proyectos tras proyectos. Voy caminando y me van pisando. Roto por dentro, entero por fuera. Honor esculpido en mis venas, orgullo discreto, perdido entre las tinieblas de los sueños rotos.
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He tocado muchas cuerdas de una guitarra de palo fino, y buscados horizontes nuevos. Pero somos los hombres aquello en lo que un día nos convirtieron. Y llevamos en nuestras venas toda la sangre que nuestros mayores nos cedieron. El honor, al contrario de los que algunos amigos dicen, ¡si existe! Es el honor al hombre de palabra, lo que es el hombre de palabra al honor. Este se lleva con orgullo discreto y perdido entre las tinieblas de los sueños rotos de aquellos arquitectos que abandonaron los planes de un pequeño y reducido grupo de jóvenes y ambiciosos militares, perdidos en la nada del ¡No! Tal vez nunca pueda se pueda expresar con palabras como fue aquello, y sólo con pequeños ejemplos de gigantes, se puede llegar a decir para que sirvió la entrega de la vida y el futuro disuelto de tan hermosa eucaristía de valor. Esto, es como si un ciego definiera la belleza de un amanecer en medio de una tormenta y el espectro de una madre expresara – esperando ser escuchada- el dolor desgarrador al 46
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perder a un hijo en combate, en accidente de tráfico o a manos de los pistoleros de Eta. Es el intento de expresar el dolor y la rabia que siente un amigo al perder a su mejor amiga a manos de unos indeseables que se esconden tras el poder económico y político. O el perder a una hermana en los mercados de la adopción, que tanto tienen que explicar sobre las tumbas vacías de los hijos de Dios. Todo la historia de mi futuro, se encuentra en la encrucijada, en el martirio que los golpes del martillo que hundió los clavos de Jesús entre sus carnes, despierta en la conciencia viva del hombre, y este es obligado, en sus peores pesadillas a parodiar sobre un escenario previamente preparado, el dolor desgarrador que puede sentir un niño al ser violado por su padrastro o una mujer al ser maltratada por la persona en la que confió su vida. El tener que dar los detalles de aquella atmósfera que me ha atrapado en el tiempo, subraya la verdad de que los
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hombres también lloran, aunque lo hagamos en la intimidad y soledad del bosque. Tal vez para ellos tan sólo fue un juego o un experimento. Para nosotros, para mí fue un servicio que duró la mitad de la vida que hoy tengo y que el próximo año tendré, y así hasta el final de mi vida. Y aún sueño, siempre sueño, pero este sueño lo sigo teniendo, cuando uno de ellos aparece acompañado de la policía militar, y me obliga a vestir el uniforme, diciéndome las únicas palabras que no puedo oír. .- Ya todo está hecho los sabemos todo. Pero es sólo un sueño, tan sólo una pesadilla que no termina. Sólo la aparición de uno de ellos significaría reconocer el error o ¡una traición! A aquel niño soldado sólo le queda la formación. Y tal vez esa formación hoy día haya cobrado forma de maldición. La verdad no está siempre en el fondo de un pozo. Y no hay
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mejor modo de mentir que decir la verdad. Aunque para decirle la verdad al mundo tengamos que mentir. A veces. Entre todos los seres que pertenecen a la ficción y que ocupan un grado cercano a la existencia, cito al que considero esta en mi paralelo de la realidad. Se trata del francés Francois Vidoc, que nació en 1775 y murió en 1857. Preso y Recluido por desertor en la prisión de Brest, se evade para reaparecer como espía y jefe de la brigada de seguridad. El sistema de Vidoc en sus investigaciones proceden del campo analítico, combinado con una poderosa intuición del que se dice era un excelente adivinador y una persona perseverante. Y es aquí, en esta obra verídica, donde la vida y la muerte, el bien y el mal, se convierten en las dos caras de una misma moneda. O la cara oculta de la Luna. ¡Atrapado! El pulso acelerado de forma perenne, que golpea mis sienes haciendo sonar eternamente la vieja campana del Estado, la campana de la libertad, uno de los 49
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grandes símbolos de la independencia, de la abolición de la esclavitud, y el carácter de la nación y libertad de los Estados Unidos. Y ella nos cuenta en su interior: .- Proclame la libertad en todas las partes de toda la tierra a todos los habitantes de esta lev. XXVX. Año de MDCCL. Y el cuerpo se desploma lentamente, como si fuera un cliché intermitente, de mil posiciones, interminable, algo muy pesado tira de mi, hacia el núcleo sin puerta, laberíntico, mientras, mis pupilas se dilatan y buscan con desesperación un haz de luz. Todos los músculos de mi cuerpo se tensan, ¡atrapados! En un sueño despierto. La noche anterior había muerto el General, consciente de que podía morir, sólo, aislado bajo toneladas de una pesada carga. Años de trabajo, de investigación se habían convertido de pronto en puertas de humo, de un extraño humo inmundo, viciado y espeso. Y etéreo había resultado mi servicio y trabajo. Estaba sólo, sin nadie que me indicara el camino de 50
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salida, de regreso a casa. Con la amarga certeza de no poseer más que mi cuerpo e inteligencia para escapar del laberinto, de no ahogarme en la piscina cuya agua se había corrompido convirtiéndose en estanque lechoso, de algas y escorpiones que paralizan los movimientos del cuerpo al intentar mantenerse a flote. No apartaba mis pensamientos del hecho de no haber tomado las precauciones que le permitieran defender la identidad de mis investigaciones. Las luces de la libertad, cuidadosamente empaquetadas y custodiadas en la caja fuerte de una conocida entidad bancaria en la isla de Tenerife, estaban definitivamente perdidas como investigación militar. Aquellas que blindaban mis años de servicio a mi país. Ya era tarde para lamentarme del descuido, ya era tarde para todo. Para regresar a una vida ordenada, para vestir el uniforme, para acudir al Gobierno militar donde estuve aquel día con el General Encinas y el Coronel. Para jurar la bandera ante los ojos quebrados y arrugados de mi abuela. Aunque mi abuelo 51
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sabía la verdad y la guardó celosamente. Era tarde para que mi madre desde las gradas se enorgulleciera de mí y para que mi hermano menor tomara ejemplo del orden, o para que mis tíos se sorprendieran una vez más por algo inesperado. Él. El niño, ¡yo! Que un día fui soldado, un solo día. Tardé un segundo en reaccionar y dentro de la gran caverna laberíntica, sumergido en un silencioso frío, ambiguo, hostil, vergonzoso y casi sacrílego, recordé las palabras que me dedicó una gran amiga: .-Sólo confiar en el silencio, podrá salvarte la vida, cuando realmente, y sólo de verdad estés sólo entre ti y tu único secreto. Ten fe en la victoria del silencio. Cuando tengo que atravesar una ciclópea cordillera de despropósitos, absurdas respuestas en todos los frentes que se creen soberanos de la justicia civil y política. Sin ser jueces ni miembros de jurados. Y cuando incluso los jueces le hacen pulso a la verdad y la justicia empuja al suicidio colectivo de la inocencia indefensa y huérfana de la madre justicia. Sólo en 52
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la penumbra social y en un largo recorrido a través de las puertas de humo, todo sigue quedando en una asignatura pendiente, como roca inmóvil en el Valle de la muerte. Vivo, pero muerto. Muerto, pero sin miedo. Vivo, pero sin paz. Honor, pero sin honra. ¿Miedo? ¡No!, ¿Desdicha? ¡No! ¿Dichoso? .- Solo un día, un solo día lo fui. Y fue aquella noche, cuando recordé que siempre había estado orgulloso de mí mismo, que me enorgullecía de haberme entregado a un porvenir que siempre había estado escrito con fuego entre mis venas, en las líneas de la palma de mis manos, en mi frente. En mi frente está grabado mi duelo con la muerte. Mi estrella, mi compañía. La estrella de mi compañía: .- ¡el Dragón! No podía. Tenía miedo de poner mi fe a prueba, porque no se trataba de tener fe, era todo lo contrario.
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La prudencia es el silencio, y aquella fría mañana quemé en el descampado de bajamar, todos los uniformes y las credenciales. Todas las cartillas y las fotografías. Todas, y con la inesperada compañía de dos vecinos muy curiosos. Ellos banqueros del BBV hoy BBVA que siempre ignorarían el espectáculo al que habían asistido. Ellos sólo arrugaban la nariz tratando de exprimir infructuosamente lo que allí se estaba extinguiendo, en aquella atmósfera tensa, triste y secular, se extinguía un titán en llamas, se dormía un volcán con promesas de despertar, de volver. Yo estaba vivo. Y sin embargo estaba muerto.
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Felicitaci贸n del General Antonio Encinas
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La muerte, esa clase de muerte que hiela mientras sientes que trepa deslizándose desde la nada, ausente y ascendiendo cual tifón a través de las olas de la desesperación por entre la columna vertebral de la verdad. Esa verdad que es el miedo valiente que debe cargarse en el silencio de toda existencia nacida para el propósito de la verdad. Esta es la máscara de acero frío, y templado, la que lleva mi rostro. Las supersticiones, las oraciones, la comunión y la eucaristía pública, es el refugio de algunos. Yo no soy supersticioso, ¡Conozco lo suficiente al diablo como para no serlo! Y las oraciones repetidas no me gustan, yo sólo hablo con Dios en la intimidad. Más no comulgo en público, prefiero hacerlo en privado. Era y soy consciente de que nada de esto me serviría para encontrar sentido a la vida y sólo entonces entendí la tradición de los marineros del S.XIX sobre el mal augurio que le daban al admitir a una mujer a bordo de un barco.
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Mi casa se convirtió en un barco sin rumbo y con una novia a bordo que se agarraba al timón como una rata a una onza de queso. Inconsciente y desbocada dirigió un barco al que arrancó sus velas para asirlas de mantel de mesa, y llevarlo a la deriva. Mi pequeño barco, perdido entre las nieblas de un océano embravecido y con su capitán herido. Fue sacudido por una novia inconsciente, estúpida y de mala hierba, que equivocó y confundió sus derechos de mujer independiente y libre con el espejismo de creerse dueña y patrona, cantante arpía y azote. Que terminó encariñándose con la muerte. ¿Cuánto me quedaba dentro del laberinto de la soledad y la desesperación? El frio de la incertidumbre se apoderó de mí clavándose contra la armadura blindada de mi corazón creado en los témpanos del infierno de la niñez. Mi mirada hacia la perversidad descubierta en ella, era de finos alfileres de hielo que atravesaban las cortezas humanas tras la que se esconden las ratas de los barcos 57
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varados en los arenales del asfalto. La sangre no corría por sus venas, eran ríos del acido que confundía el hedor de la demacración de sus cantos, de sus brindis desconocidos a los desconocidos comerciantes de la jácara, de la engañifa de la píldora de la argucia. Sus ojos habían dibujado y petrificado un gesto pétreo, agónico, que acorazaba la tradición y la cobardía tras el lecho de la mentira. Hubo un instante en que mi corazón parecíase detener y suspender su actividad frenética. Mis ojos se negaban a parpadear, el tiempo transitaba lentamente, las imágenes parecían dejar paso al espectador e invitarlos a participar de la tragedia. El día en que la ingratitud entró por la puerta de mi privado, en el edificio de investigación de la universidad de la laguna, -la tapadera perfecta- fue el día en que el fin fue fecundado. Sus voces eran como tiros a boca jarro de escopeta de cañones recortados y cantos esperpénticos proferidos por bogavantes arrojados en el interior de una olla a presión. 58
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La ignominia de sus diferentes lenguas, todas bífidas, envenenó las ansías de los curiosos, frenó la prolongación de la verdad como el peor de los accidentes pudiera causar en la autopista de la información. Cuando me hice con el control de sus actos ya era tarde, en medio del frío y del desconcierto, creí distinguir un tibio movimiento. En la penumbra de sus pensamientos, forcé la acción depredadora de aquella que sólo aparentemente era una titánica especie de fiera cuya figura pareciese desdoblar en múltiples y diferentes siluetas. Primero me lo negué a mí mismo. Era imposible que se hubiera cernido tan grueso grano. Pero después me aferré a la realidad de la fiereza quimérica. Tuve la clara sensación de que en el fondo de la sala se aliaban dos siluetas, al menos dos personas, delatadas por una brizna de sol que se colaba por entre las ventanas translucidas, revelando así la presencia que ocultaba la traición. Los signos eran evidentes, ella ya lo sabía y estaba siendo dirigida con el firme propósito de extenuar la verdad. 59
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Aquellas dos respondían a los nombres de José M. Cabrera y otro colaborador del grupo del General. No me costó identificarlos. Aquella confrontación hubiera significado falsa e inquietante para el público presente. Sin duda, el producto de mi poderosa
investigación,
la
trinchera
del
trabajo
que
desarrollaba en una escalera de múltiples colores, en un transportador de gama de tonos, sobre el estomago del arco iris de iris. Para todos ellos, -el público del desconcertante concierto- fue como una potente alucinación celada por una licenciosa traición que insultaba mi equilibrio. Durante un instante calibré la posibilidad de echar a correr hacia ellos, pero aquella no era la forma de responder a un ataque querellante y teledirigido. Sin dejar lugar a dudas, fue el objetivo de aquel atentado presenciado desde una posición cercana y cómoda, el crear la desorganización y la anarquía. Siempre tuve una caja fuerte contratada en un banco, donde custodiaba las anotaciones de mi trabajo. Cada frase, 60
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cada anotación, cada des encriptado, lo guardaba celosamente dentro de las tripas de la Caja de Canarias en la Isla de Tenerife. -Siempre usé el nombre de otra persona- La de un pariente cercano, que me prestaba gratuitamente ese servicio. H2ox7 Aquel día, mantuve la respiración diez segundos, de haber respirado antes de terminar de contar, hubieran salido de mis pulmones los vientos huracanados de la caja de pandora. Su gato es un buen amigo mío. Esperé, respire y me hice con el control de la situación. Aquella despiadada mortal y su futuro despido de mi vida, había sido sentenciado y firmado aquel día por mi conciencia y sentido común. Y en cuanto a Cabrera, que siguió manteniendo el mando a distancia tras el disfraz de su mirada impertérrita, junto a la de su acompañante. Se mantendrá, estacionada, limitada y cesada hasta el final de mis días. En una jugada maestra en el tablero del ajedrez.
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Ella, la insensata mental del asfalto, el cocodrilo hembra de los pantanos, se paseó por todos los escenarios de mi vida social, segmentado mis pasos. Mientras, yo, luchaba contra la corriente certera de aquellos que supieron de mis pasos. Su torpeza llevó a los druidas de la ETA a visitarnos en las instalaciones de la Extensión de la UNED del municipio de Arona en la Isla de Tenerife. Y que en estrecha colaboración con un viejo conocido y amigo de mis amigos, El prestigioso Don Javier Tusell, pude ofrecer como proyecto al Partido Popular de Tenerife, a través de Don Melquíades Darías Mora, cuando fue concejal de Educación por el Partido Popular en el municipio de Arona. Su estupenda esposa, traductora para el ministerio del interior en las comisarias del Sur de Tenerife- preparó una interesante y artesanal salsa de castañas como acompañante en la elaboración de un cochinillo asado en horno de leña. El que degustamos con un exquisito vino tinto de la Rioja e interesante conversación, en Las Galletas. 62
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Sus piernas le temblaron cuando reconoció el acento vasco y las facciones de los tres druidas. Aquel mismo día, estuvo sentada durante más de tres horas sobre un amplio abanico de fotografías de los miembros de ETA, en la comisaría de la Policía Nacional de playa de las Américas. Ellos desaparecieron, por supuesto. Se cazan más moscas con miel que con vinagre. Yo desaparecí de su vida para siempre. Fue lo mejor para todos. Comprendí que de aquellos dos invitados de alabastro, al menos uno, no sólo sabía quien fue el niño, sino quien era aquel día y a lo que se dedicaba el hombre. ¡Y quien es hoy! H2ox7. No era de extrañar. Cabrera, como yo le llamaba, y a cuya hija menor que tuve el placer de poder cortejar como a una reina, y con la que pasé inmemorables momentos leyendo los dos juntos, en el recibidor de su casa, los mejores poemas de Federico García Lorca, fue quien me presentó en Madrid, al General Don Antonio Encinas Cueto. Los dos fueron 63
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compañeros de correrías, a pesar la vislumbrada diferencia de edad. Encinas era una persona de comportamiento notable y rígido carácter, pero en la intimidad era muy campechano. Los mejores recuerdos que tengo de ella, son aquellos días de verano, cuando juntos pasábamos las horas sin darnos cuenta de que nos observaba con una entrañable sonrisa, su estupenda madre. Que siempre me invitaba a merendar. Su madre era una mujer encantadora y sufrida por el desamor y el desprecio de un marido terco y mujeriego, al que sorprendió una colección de desnudos de sus mejores amantes, en un archivador de su despacho. ¿Amantes? A veces para decirle la verdad al mundo es necesario mentir o reconocer una mentira como si se tratara de una verdad. La certeza de su conocimiento de mi trabajo fueron causas fulminantes, para establecer una disciplina de cambios estratégicos en mi rutina. Mi identidad siempre estaría
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marcada y disfrazada. Fatal decisión en mi vida y etiqueta que tardaría en arrancarme de mi destino. En nuestro último encuentro, su expresión anímica dejó descubrir una mirada escéptica mezclada con una extraña ironía. Casi pude percibir la pregunta del juego que el y yo estábamos acostumbrados a ejercer. ¿Se estaba volviendo loca? ¡No! Me respondí a mí mismo. Y la triste realidad era que el efecto de la maldición de estar tras la línea del enemigo comenzaba a surtir el efecto esperado. Me encontraba pues bajo el peso aplastante de la gran pirámide. La más majestuosa pirámide de poder a la que no cualquier mortal pudiese, no sólo entender sino enfrentarse. Y nunca digas ¡nunca jamas! Pues esta pirámide supera a la de Giza. Primero te enfrentas a los animales de carroña, los de cuatro patas. Estos son minúsculos, bajitos, con dientes sanguinolentos y muy afilados. A estos les siguen los plumas, que parecen reírse del olor a muerte. Tras estos llegan los 65
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cazadores, depredadores de la selva, reptiles que se arrastran con grandes colas y poderosas mandíbulas, que lloran y gimen mientras devoran a sus victimas. ¡Y subes otro escalón de la gran pirámide! Y aparecen los grandes felinos, durante la noche, o bien durante el día. Y sorprendentemente estos son los únicos que te respetan. ¡Tienen honor! ¡Saben lo que es el honor y te pueden enseñar a
poseerlo! El honor. Porque el honor hay que poseerlo,
montarlo como a un caballo salvaje de la llanura. El honor se doma como a se deben domar a las fieras, un honor indomable, es la soberbia salvaje del desierto. Y quien muere sin honor, muere en la soledad del cuerpo y del espíritu. Ellos te conocen, te huelen y reconocen el olor de su presa, es de la misma especie y esta herida. Y los ancianos saben que deben respetar a un león, a un tigre, a cualquier felino herido. Y subes otro gran escalón, y es cuando aparecen las bestias negras vestidas de togas que esconden el uniforme armado. ¡Te esfuerzas y das un rodeo! 66
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Te tienes que vestir con el disfraz de loco samoyedo, de perrito de aguas gracioso, convertirte en el armadillo que olisquea o en el osito
perezoso, para no molestar. Y
conquistas otro escalón formado por los grandes bloques de piedra. Y aparecen los virus de la gran colmena, los que son movilizados por los hilos de la política. ¡Pero unos piensan sólo en el poder! Y otros en aparecer en el congreso, asediados por los flases multicolores y la fama de sus carteras. De pronto, sin darte cuenta, como si te hubiera alcanzado un disparo del calibre 22 mientras corres, estas jadeando como un oso polar atravesando el desierto. A cuatro patas e indefenso. Te has convertido en un animal peligroso, y ellos lo saben. El silencio te salvará. El divino silencio. Ese silencio infernal que rompe los esquemas y ensordece hasta romper el equilibrio de la negación. 67
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Yo he cumplido con mi deber y sigo el camino del hilo de Ariadna. Ese hilo que me encontré a la puerta del núcleo rector. He conseguido subir el penúltimo escalón de la gran pirámide, y es aquí, donde se forma la gran orgía. Aparecen Cardenales y Arzobispos, el Opus dey y el periodismo. ¡Grata sorpresa, todos son amigos y escurridizos enemigos! Pero todos saben quien soy y forman un pasillo. Este es invisible, transparente, cálido y sencillo. Solo, inquieto, con miedo, pues debo tenerlo. Me pregunto: .-
¿Cuándo conseguiré subir el último escalón? Mi
trabajo lo entrego a la opinión pública, a los políticos y a la Corona de España. Pero son cinco los que están en diferentes manos. Y H2OX7 es mi silencio. La publicación
paralela de la verdad y sólo un escritor
encontrará en ella el paralelo de la realidad. Sólo el hijo espiritual la sabe ya. 68
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El sabe quien soy, quien fuí y como lo conseguí. ¿Soñaba? ¿Estaba muerto? Nunca estuve más vivo que Napoleón cuando entró en España ni más muerto que cuando midió su cuerpo dentro del Sarcófago de la Gran Pirámide. Pero de toda realidad se ha despertar, y cuando se cierra una etapa en la vida de una persona se cierra una puerta y tras esta puerta se abre otra de un nivel mucho más superior. Y esta sólo se puede cerrar cuando la historia se transmita, se cuente, se imprima, se lea y se cierre el libro. La obra X. Tal vez, nunca sepa explicar con las palabras certeras lo que durante veinte y cinco años y muchos más he sentido y seguiré sintiendo. De poder hacerlo, habría explicado antes, lo que sentí a los diez años de vida. Mi corazón desgarrado junto a mi inocencia. Sumergido en el infierno de la inconciencia, secuestrado por la bestia nefasta de los extirpadores de la santa niñez. Muerto, inmóvil, sobre el granito degollador de la in disoluta presencia de la fantasmagórica fosforescencia de su impúdica presencia. El 69
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monstruo me había engullido en una digestión de más de diez años. Lo único vivo que permanecía en mí era mi vientre, que noche tras noche se desgarraba de dolor y su eco interno, el de la flagrante desgracia hacía estallar en mis sienes los demoledores latidos del dolor vivo. Comprendí muy, ¡muy joven niño! Que no me vendería jamás y que debía escapar de las mazmorras de aquellos seres, cuyos nombres son Vicente González Segura y Maria Martel Castro y que como corsos habían asaltado la fortificación de mi porvenir. Ellos desordenaron mi infancia, mi niñez y mi adolescencia, apoderándose de la voluntad de mi madre, que siempre fue niña y morirá siendo una hermosa niña afortunada y feliz para volver a nacer siendo una bella niña con una nueva oportunidad de libertad. De lo contrario ¿de que habría valido mi sacrificio abnegado? A mi hermano Andrés
lo
habría liberado, cediéndole un hermoso trabajo en la Cámara de Comercio de Santa Cruz, de esta manera, el tendría que quedarse a vivir en Santa Cruz, lejos de la bestia. Y Siempre, 70
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mis abuelos, resignados me lo decían y mi abuelo siempre la recordaba con sus preciosas trenzas y reía mientras dejaba entrever una triste y melancólica sonrisa. .- Tu madre es tan buena como lo puede ser una niña inocente y juguetona. Los brotes verdes del jardín de la infancia empezaban a asomar su delgada y fina estampa, rompiendo la tierra turronada y húmeda. ¡Les tuve miedo y no me avergüenzo por ello! Por que fue por mi infantil madre por la que temí. Y es por lo que me dejé someter a la esclavitud de la que en un tiempo fue candente y sutil. Padecí el escándalo de la locura que aquello llego a significar socialmente en mi existencia. A la orgía del carnaval continuada y sin parangón, al caciquismo en mis propias tierras, por seres extraños, que fueron obeliscos de la sin razón. Hoy todos y cada uno de aquellos momentos se concentran en uno solo, en un solo lado de mi cuerpo, ¡el izquierdo, fue mi
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corazón de carne, hoy es de piedra! Ellos se llevaron las mieles de mi mundo, la felicidad, la paz, la alegría, el consuelo. La virginidad de mi cuerpo, retorcíase en mi lecho y el dolor se alió a mi mente. El, Vicente González Segura, el conocido y reputado curandero de la Cruz Chica, de San Juan de la Rambla, de la Guancha, del Médano, en donde habitualmente hoy vive junto a María Martel Castro. Poseyó mi cuerpo violentándolo sin descanso, y lo hizo suyo frenéticamente en un hotel de Las Palmas de Gran Canaria, el mismo día que se estrenaba en la Capital Gran Canaria la histórica película Evasión o Victoria. Recuerdo, aún puedo recordar, que cuando entramos en el hotel, pidió una habitación que no tuviera ventanas hacía el exterior y que nos permitiera descansar. Y me registró como hijo suyo en el libro del hotel. La habitación sólo tenía ventanas al callejón, un callejón oscuro y tétrico. Se baño y mando a bañarme, me dijo que no me vistiera, me dio a beber algo en un vaso de agua, y que me agachara de cuclillas varias 72
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veces, y desnudo. El resto es parecido a un mal sueño, a un sueño RAN que sólo las personas fuertes pueden sobrellevar con dignidad. Tuve miedo por mi madre, ella se perdió entre las sombras del infierno, y a tientas atrapé a Pegaso, con el puño izquierdo lo agarré por la cola y con el derecho su crin, y de un salto me subí a su lomo y cabalgué por la llanura. Guiándome por las estrellas. Aun estaba vivo. No podía dejarme morir. ¡No así! Aun recuerdo el hedor a pozo muerto y olvidado que se deslizaba por su garganta, era como un golpe de brisa putrefacta que golpeaba mi cara. Le había ganado a la oscuridad mas violenta, cruel y desalmada, jamas encontrada por el hombre. La ausencia de la luz. Y es la ausencia de esa luz que necesitas, lo que mas intimida mientras sufres. La ceguedad de los que te rodean, desprovistos de ojos, parpados, cejas, pestañas, miradas sin expresión, sin rasgos, pero sobre todo sin preguntas.
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Ellos me hubieron podido rescatar del secuestro de la muerte. No hubo preguntas porque en los otros, afincados en los bienes de mi casa, había bonanza, ¡solo en ellos! ¿Qué hacia allí aquella mujer, Maria Martel Castro? ¿Qué hacia allí, aquel hombre, Vicente González Segura? ¿¡Quienes eran!? ¿Por qué, de pronto quería salir corriendo y mis pies me fallaban, y mi mente se iba, volaba con Pegaso surcando el cosmos, cruzando los océanos y los continentes? Aquel niño murió a lomos de Pegaso, se quedo dormido y ya no despertó. Construí un muro con los bloques del sufrimiento, tan alto que rozaba el cielo y que los rodeaba a todos ellos, dejándolos al otro lado, excluidos de mis pensamientos, de mi vida, de mis sueños, de mi mundo. Pronto me di cuenta, al tantear el nuevo terreno al que me enfrentaba. Las puertas y las paredes que emergían de la nada, como sables, en un sendero que cobraba vida con formas diferentes, apreciase una boa constrictora cambiando 74
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la piel de forma constante, acérrimamente, sin fatigarse e intermitentemente, ¡sin pausa, sin tregua, sin piedad! Fue la nueva situación que me ofreció la desaparición del General – ya no contaba con su enlace- Me di cuenta de que estaría sólo hasta la culminación de mi trabajo, de mi deber, un deber que era un contrato jurado sobre una antigua mesa castellana, vieja y lóbrega, adornada con una diminuta bandera, ¡y grandes son sus colores! El amarillo, símbolo de la armadura del cuerpo, el rojo la sangre que viste el cuerpo. El contrato ya no era correspondido por la fidelidad al juramento, a la perseverancia y a los resultados. Y fueron muchos. Mi trabajo se convirtió en investigación personal y civil. Y ya no tenía correspondencia con un viejo amigo mío. Edgar Aguilar Hidalgo de Costa Rica, el sabía poco de mí, pero lo suficiente. El desenlace motivó el olvido mientras las puertas laborales de mi existencia se cerraban lentamente, pero mas 75
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rápidas y pellejas que lo que las cadenas que casi inmovilizaban mis pies me permitían andar, impidiendo el movimiento veloz que mis pasos me podrían permitir avanzar hacia la estabilidad económica y la libertad de movimientos de la que antes había disfrutado. Las consecuencias de la depravadora sujeción permitió desenlaces nefastos, tristes y sin remedio en la recuperación de vidas, rescatados sus cuerpos, del terror, unos con sus ojos cerrados, sin vida, sin luz, otros con sus extremidades rotas, quebradas, desgajadas como si fueran racimos de tomates exprimidos y cocidos entre el fuego de los atentados. Otros, con la mirada de la muerte reflejada en sus pupilas, fotografiada en la oscuridad de los zulos más recónditos de las fronteras. España, Libia, Portugal, Francia, Venezuela… sus cuerpos
extenuados,
cansados,
agredidos,
violentados,
esqueléticos. El oxigeno de la muerte en sus pulmones. Raramente se podrán recuperar.
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¡Custodiados en las frías paredes adornadas del dálmata mármol y saludados por la mano temblorosa de la traición, no descansan los cuerpos sin vida de los que pudieron disfrutar de la luz del Sol! Los niños que nunca pudieron ser niños, los niños que no pudieron nacer y ser hombres, y que perecieron en el vientre materno abrazados al cordón umbilical de sus madres asesinadas. Los novios que nuca asistieron al altar, los padres que nunca volvieron al hogar y fueron despedidos en funerales inesperados como la noche al amanecer, las abuelas que no pudieron conocer a sus nietos y los abuelos que los esperaban para sentarlos en sus rodillas y enseñarles los secretos que esconde la vida. Pasearlos por los parques y empujar sus bicis, los amigos que nunca llegaron a las puertas del cine, ni del teatro, al café de las ocho, antes de entrar a las oficinas. El chico que le gustaba a la chica, la chica que le gustaba al chico, de lo que solo les queda el recuerdo de su
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mirada y la sonrisa correspondida. Los padres, las madres, los abuelos, los novios, los tíos, los amigos, las familias…. ¿Qué pudo haber sido y no fue? Mis temores tenían razón de ser. Todo, incluso el preciso instante en que la última llama del General Encinas chisporroteo hasta consumirse, parecía haber sido preparado a conciencia. Recuerdo el
eco del crujido agónico que padecía mi
cuerpo sometido durante mi infancia. Me hacia estremecer el aroma del humo ascendiendo hasta el techo, esta visión me hacia recordar – y daba luz a mi mente- que yo había vencido a la oscuridad decadente de la perversidad de los hombres. ¡Honor y gloria! Dos palabras que gravitaban sobre mi cabeza y que luchaban contra los recuerdos del humo negro, blanco y amarillo de aquellos racimos de puros grandes, enormes como chorizos cantimpalos que me obligaban a fumar día tras día. Y día tras día los fumaba de nueve en nueve, hasta veintisiete diarios, y rezaba mientras fumaba: 78
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.- Padre nuestro que estas en los cielos…. Y lloraba mientras limpiaba mis vómitos y hablaba con Santa Lucía: .- Santa Lucía, Santa Lucía del Altar…. ¿Donde estabas? Yo conozco bien al demonio. Y no le tengo miedo… Con diez años de edad, Los labios de mi boca, las paredes de mi paladar, la costura de mi lengua, mis encías, mis ojos, mis pupilas, ¡ardían y sangraban, por Dios y por el Diablo! Obligado a fumar, por aquellos engendros corzos que decían ser chamanes y lectores del habano. Y mientras fumaba, para mis adentros, rogaba a Dios y le decía al diablo, ¡yo a ti no te he hecho daño! ¿Por qué me lo haces tú ahora a mí? Y rezaba el padre nuestro, el ave María, el Gloria al padre, ¡El santo rosario, hasta tres veces mientras fumaba! Y hasta veinte y siete puros al día.
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Y treinta más, hasta que me sangró la ulcera estomacal y me visitaba en la cama el Corso que me obligaba a ponerme una cinta roja en la cabeza, para ser marcado ante la sociedad. Y fue marcado por ella, por la sociedad, un simple niño que sólo deseaba estudiar y proteger a su madre. Apenas mis manos pequeñas y cubiertas de llagas por la carga de los bloques que día tras día, cargaba para hacer los cuartos en el huerto de Candelaria, por el cemento, que día a día amasaba a las puertas de aquel infierno, podían sujetar al caer la tarde, aquellos habanos con una sola mano. Una al derecho, otro al revés, uno al derecho, otro al revés, hasta completar número impares. Siempre números impares.
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El autor Fernando de Monreal Clavijo (con la cinta roja) junto a la Prima de Vicente Gonz谩lez Segura y sus sobrinos en Gran Canaria. La imagen se ha recortado para proteger la identidad de otras v铆ctimas que aparecen en la misma.
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Los vecinos circundantes de la Urbanización la Palma, Plan Parcial la Palma- en el municipio de Candelaria, no solo no intercedieron ante tal locura, sino que compartían vinos y carne de cerdo con ellos, Y sólo, el palmero - al que Vicente y María odiaban con premeditación- cuyo chalet avejentado, hoy aún se puede divisar desde la autopista del sur, adornado con una preciosa palmera, y desde cuya balconada aun se pude disfrutar de litoral de Candelaria. Fue el único que se enfrento a los corzos, y aunque perdió la batalla, junto a los italianos que desde lo alto del paladín de su piscina, observaban la cruzada, siempre la estupefacción maquillaba sus rostros. El niño murió, ya no llora, ya no duerme, se escapa en la madrugada y visita la cueva de san Blas, la basílica y el litoral. Y regresa muy a su pesar, y regresa para seguir muriendo. El impenetrable silencio mi fiel compañía, había llenado la estancia un segundo después de morir. La oscuridad fue 82
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conquistada por la luz de las estrellas a las que haría relevo la luz del sol. Todo obedecía a una meticulosa maniobra de los amigos y compañeros del anciano Encinas. O lo parecía. ¿A caso pensaban que yo caería en esa trampa? Los políticos, los conocidos, los militares, e incluso, ni siquiera Cabrera, que me conocía un poco mas. Y que conocía de sobra a Vicente y a María, era consciente de que yo había aprendido desde los diez años de edad, a pensar, a discernir, a escudriñar, a dejar someterme para encontrar, buscar, esperar y tener la oportunidad de agarrar por los testículos al minotauro de dos cabezas, arrancarle su corazón y comérmelo mientras todavía latiera entre mis manos. Me enseñaron a estar preparado ante la deslealtad humana de los hombres. Pegaso me lo enseño. La voracidad del dolor y la falta probada de escrúpulos me habían entrenado a distinguir los corazones falsos de los nobles, a
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desconfiar de los amables gestos de cualquier hombre, sea cual fuera su credo o raza. En la sociedad multicultural, he conocido casi todas sus culturas, costumbres, profetas y profecías. Y ninguno me ha servido de guía, ninguno mejor que el Sol. En la intimidad, aun lloro en la soledad. Estaba solo, y el ojo de Isis se había desbordado, esparciendo el limo de la verdad por los campos de las letras, de estas letras que estoy escribiendo en mi viejo y maltrecho ordenador portátil, mientras mi hija de seis años corretea por entre mis alrededores y no deja de decir, papi, mami, papi, ¡que vengas! Y mientras me tomo un café, gracias a un impetuoso movimiento de mi mano, una pagina del libro que estoy leyendo, y dejado a mi lado, junto al PC, ha quedado marcada por una contundente gota de ese café sólo y un poco largo, que todas las mañanas me tomo, mientras leo, antes de comenzar el día.
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Esa gota, caída a plomo, cual lagrima de lava, desde el volcán de la fe, marcará para siempre la pagina veinte y tres, del libro escrito por Javier Sierra, -El Secreto egipcio de Napoleón- en el que, como si se hubiera despertado, cobran vida candente, las palabras ¡Con la obra…! Cuando la ley de la gravedad permite que cualquier clase de materia caiga, al hacerlo esa materia entierra, cubre, esconde, parapeta, aplasta y encierra algo. Y sea lo que sea, la muestra de esa sombra vislumbrara la verdad de lo que debajo se esconde. Y en eso se convierte mi deber, en una obra con la obra. Y, deseo que la sociedad celebre su aparición, que el peso de sus páginas aplaste a las ratas de los barcos anclados en la cubierta de asfalto de la gran arca, el planeta tierra, a los piratas que asaltan las cunas y a los que balancean hasta despertar el odio. Que sus páginas den frutos que alimenten la
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luz en los hombres y que fecunden el interior de la verdad. Y Que encuentren la salida del laberinto. Quien domine la pirámide del poder dominará su andar. El cabecilla del movimiento sobre el tablero de ajedrez, ¿Cabrera? Se había convertido en peón muerto, pocos meses después tendría que ser internado en el hospital psiquiátrico de Tenerife. Yo seguiría con mi deber que tomaría giros inesperados. Supongo que mi respuesta, mi contra ataque en el juego al que libremente se había invitado a jugar, había tumbado al caballo. Tampoco se engañó al desconfiar de mis amables gestos de aquiescencia. Al fin y al cabo el fue invitado de mármol - cuando yo era niño- durante mi larga agonía a manos de los corzos. Razón por la que prohibió a su hija menor, a dejarse cortejar por mí y a volver a verme. Al regreso del funeral del General, Cabrera se habría presentado a su viuda que vivía en Tenerife, y supongo que a 86
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su hijo, percatándose de mi consanguínea vinculación con la investigación que desde hacia años estaba realizando. Y aceptando con abierta sonrisa las pretensiones de hacerse con los manuscritos para seguir encauzando la obra desde su inteligencia corza. Quise hacer memoria y solo las cartas, la correspondencia que mantuve con el general, le habían servido de guía a cabrera para dirigir el desembarco de los corzos y conducirlos a las lindes del oasis que dejé desierto, con la promesa que me hice a mi mismo, de revelar algo extraordinario. Celebraban la victoria y pesaban las mieles sin aun haber recogido las jaleas reales. En mi memoria aun puedo ver la cara de insecto palo que sus varones pusieron, cuando el río se les desbordo y encontraron la nada esparcida entre las fechas de su locura. ¡Jaque mate y sigo, querido! H2OX7 Tan extraña invitación, formulada en el despacho del psiquiatra, debía haber despertado en la inteligencia de sus 87
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amigos -los que se contaban desde sargentos y tenientes coroneles- un interrogante en la lóbrega laguna de su memoria.
Se erguía
como
cabecilla
recuperándose
y
obsesionándose por algo que le había supuesto ¡nada! Pero su asistencia y permanencia como inquilino inesperado del desconcierto fue fundamental para frenar su partida de ajedrez, aunque su tenaz insistencia encontró la bendición en otros varones que les sirvió de escoltas y actores. Y sólo, insólito en mí, al principio, solo al principio, ni siquiera le presté atención a la patética interpretación de los bufones que de las cortes de todas las naciones y razas se unían y agrupaban a aquellas líneas para hacerme reír como al mejor cortesano del siglo de oro. Y, sin embargo, siempre existirá la excepción del equilibrio entre mi memoria, la risa, la justicia y la ira. Puedo crear, y creo formulas que despiertan en mi, los recuerdos del ayer, cuando la brisa, el sereno y el frío de la madrugada, me hacían reír de alegría, al presenciar el 88
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nacimiento de un nuevo día, mientras me tomaba un café en los balcones de Orchilla. Ella aún vivía, hoy sólo viven sus recuerdos en mi existencia. Ý= 25 / 2+5= 7 Me preguntaba ¿Qué habían visto en la pirámide de poder? Todos los de mi especie, los descendientes de mi camada y mis ascendentes, habían sido conscientes de su muda visión, la del poder que maltrataba y aplastaba hasta extinguir la presencia subyacente del hombre sin mando. Y ellos eran pollinos cargados de enormes bananas con la intención de pagar el tributo al rey mono de la montaña de oro. Después de remontar el tren de colosales estatuas de granito en las que se habían convertido sus presencias, y superar la presión que ejercían sus sombras las que habían conseguido lograr el efecto psicológico, de parecer autenticas fortalezas rocosas frente a cualquier objetivo, ¡descansé! Me había ganado el descanso del guerrero.
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Un día cualquiera de aquel verano, sucedió lo inesperado. Aparecieron los druidas de la ETA. Y el escudo que había creado entorno a la identidad de mi persona funcionó. Al investigarme se encontraron con un joven anarquista y
miembro del moviendo para la objeción de
conciencia (MOC). Militante y aspirante en las listas de la Izquierda Canaria Nacionalista, (ICAN), grupo descendiente del movimiento para la independencia de canarias, (MPAIAC) donde casi la totalidad de sus fundadores y veteranos están vinculados al movimiento aberzale y a la ETA. Mientras, en la sombra luchaba, investigaba, y creaba proyectos como la extensión de la Uned del sur de Tenerife, firmados por un grupo democrático como el Partido Popular. ¡Sí, funcionó! Mi mascarada, por un lado, entorno al movimiento anarquista, y por otro en las filas de extremo nacionalismo. Comprendí, que había llegado el momento, de invertir la psicología y enseñar el espejo de las almas. Me 90
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convertiría en un anarquista infiltrado dentro de las filas del Partido Popular, al que llegaría en silencio, haría mucho ruido y me marcharía en silencio. Volvería a ser investigado, y encontrarían lo mismo. Para ellos, un cabrón, muy cabrón. Para otros, que me conocieron, como F. H. M y G.G.S, un
militante
con
ambiciones
honestas.
Una
de
mis
afirmaciones, cuando aquel día don Jaime Mayor Oreja perdió las elecciones en el país Vasco: .- te dije querido amigo Federico, desde la sede del PP en Tenerife que ¡Al terrorismo se le vence desde las filas del terrorismo! Igual que al extremo nacionalismo. Me ha tocado bailar con la más fea desde que he nacido. He dejado grandes amigos en el camino, y sin embargo, de todo lo que he aprendido de la amistad, se reduce en una sola frase mundialmente conocida: .- Es más fácil que entre un camello por el agujero de una aguja, que un rico por las puertas del cielo. 91
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¿Quién soy y que soy? Mi identidad no corresponde con mis obras, obras que han
firmado
políticos,
empresarios,
universidades,
y
organizaciones. Sólo me conocen mis amigos. Y él. Ellos, los druidas, no dudaron, y si el bien es agradecido en
los
cuerpos
ajenos,
esos
cuerpos
constitucionales
corresponden con los patrones de todas las obras que pude realizar dentro de la organización popular, donde no exigí, por razones sobradamente obvias, ser aspirante electo. El formato de las juntas de Distrito, en cuyo escenario aparecí como presidente, en las que fui elegido democráticamente y cuya herramienta me
ofreció un amplio abanico de
posibilidades para hacer mucho ruido en los diferentes estratos sociales, levantando el revuelo de las urracas de cortas alas y torpes vuelos, nunca fue ni significará ningún invento para hacer cartera política. Y tampoco para hacerle la colada a ningún constructor de barrio. Aquel formato plausible fue modelado sobre el patrón original y virgen, en 92
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toda Canarias y la mayor parte de la península, desdoblado y Vasco cien por cien (%), de las conocidas juntas del pueblo vasco o casas del pueblo. También conocidas como las Erico tabernas. Es y son la otra cara de la moneda en democracia. Y los que dejaron morir aquel proyecto de juntas de distrito, perdieron la guerra en el archipiélago canario. Los druidas no despertaron nunca de la síntesis laberíntica en donde estuve a punto de perderme a mi mismo. ¡Perdido en mi propio laberinto! Pero en esta historia yo soy el Fauno. Y la coincidencia matemática del desfile de los presidentes: Ignacio González, Juanito el breve y Guillermo Guigou. La mosca cojonera, como lo llamaba en la intimidad, Arias Cañete, y que por entonces era ministro de agricultura por el Partido Popular, me sirvió de parapeto y ayudó a la convicción psicológica de los que a aquella isla un mal día llegaron desde las vascongadas. Empiezas a perder la fe, a dudar de lo que has hecho, de lo que haces y del silencio, a perder la confianza y a 93
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reprocharte a ti mismo, que el sacrificio que hice, y la entrega a la que me lancé, fue con ojos vendados y orgullo infantil. Cuando vislumbras los errores y las presiones mediáticas. Cuando tropiezas con los errores de la justicia, cuando encuentras a una familia en un vehículo de gasoil, inútil para emprender una huida, entrando a la capital de España, guiados por la iluminación de la esperanza de poder emprender una industria de hostelería, después de haber encontrado quien financia sus carencias económicas. Aquel hombre y padre de tres hijos, había quedado con Gabriel, un comercial de lico leasing, para gestionar la apertura de un bar de copas. Y llegando a la esquina de la calle Oquendo, la bestia del asfalto, disfrazada de policía nacional, acusando los graves errores de sus ancestros grises, caracterizado por su esquizofrenia paranoide, que ve en la orfandad del delito, en la inocencia de los niños, en el ruido diesel de un motor, en los huérfanos de policías y guardias civiles, ¡al demonio del terrorismo! ¡Al Bin Laden de las 94
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torres gemelas, al Atila de las montañas persas! Y paran en un control antiterrorista –España estaba en alerta 2- a aquella familia, una mujer joven y guapa al volante, un hombre pintando canas y de rasgos amistosos y no ofensivo, de copiloto, y una niña de casi cuatro años, durmiendo y sentada en su silla reglamentaria. Todos utilizando sus cinturones de seguridad. Uno de ellos, le pide respetuosamente la documentación del vehiculo a la conductora, mientras el otro, que utilizaba ridículamente una braga de cuello color negro, ¡parecíase encaramar intentándose colar en la cola de una pescadería en la recova nacional! Casi se cae con todo su cuerpo, a través de la ventanilla dentro del vehículo, mientras les pedía tanto a la mujer como al hombre sus correspondientes carnets de identidad. Recordé en ese primer instante la preciosa casita de chocolate que había visto en un escaparate de una lujosa pastelería y chocolatería de Madrid, la noche del 22 de diciembre y vino a mi elefantina memoria, la escena de la 95
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bruja de Ansel y Gretel, cayendo dentro del horno, mientras gritaba espeluznantemente verbos, adjetivos y calificativos nada prometedores para aquellos niños que se habían perdido en el bosque. Pero el futuro fue muy distinto, ya que la bruja murió en aquel horno con hambre de justicia, y los niños llegaron a su destino. Y mientras aquellos jóvenes policías, mas parecidos a modelos extraídos de las pasarelas juveniles, intentaban, uno hacer llegar los datos del vehículo, el otro los números del DNI, mientras otro le reprochaba a su compañero que el vehiculo se quedaba sin batería y el otro le respondía que le quitara el puente. Y es que ¡no tenían llaves de los patrulla! Yo observaba como al del cuello de Cisne negro le daban los datos del hombre, y sacaba un teléfono móvil de su bolsillo y marcaba con una velocidad sorprendente un número de teléfono.
Comprendí de
inmediato que el que tenía el problema sería la mujer, que resignada mantenía una conversación con su copiloto. El le hacía entrega de un poco de dinero y mientras llamaba a sus 96
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abogados observaba como aquel joven policía imbécil, volvía a marcar en su teléfono móvil. Y preguntaba, ¿Qué hago? La conversación, por la gesticulación de su cuerpo y las expresiones faciales de su rostro, fue tensa y breve. Antes de que el agente de policía le dijera a la conductora del vehículo que estaba detenida, acentuando que debía haber comunicado su domicilio, respondiéndole su acompañante: .- ¡Nada tenemos pendiente con la justicia, para tener que informar de nuestro domicilio! Y acertó pensando en voz alta: .- Ya sabía que el problema vendría por parte del exmarido de su mujer. Un pellejo extraído de la madre cerda en la pocilga de los gitanos expulsados de la natural tierra. Aquel individuo había denunciado a su ex mujer en el año dos mil tres, por no pagarle una pensión alimenticia. Y ya que la inanición judicial, el aquelarre de su tronchada madre sumado a los desvaríos de un alcalde que se cree Dios, le sirvió para 97
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ganarse en su momento los favores de un secretario juguetón y una jueza mentecata. La custodia se la habían concedido a un holgazán, sin casa, sin trabajo y que vivía con sus padres, hermanos y cuñados en un piso de muy dudosa reputación. Mientras, aquella mujer trabajaba, poseía una casa, vivía sola y
pugnaba por recuperar a su hijo, al que un día,
confiadamente dejó en brazos de su padre, para poder ir a trabajar fuera del pueblo.
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Cuando la trasladaban en el ¡Z! Patrulla, a la comisaría de Pío XII, quedándose sólo aquel hombre junto a su hija, buscando el monedero de la zona verde, para pagar el reglado recibo del aparcamiento, y buscando desesperadamente un taxi,
mientras
la
zona
de
detención
se
llenaba,
espectacularmente y sorprendentemente, de ciudadanos ecuatorianos; colombianos en definitiva, ¡hispanoamericanos! Cuando no es un barrio que se caracterice por la presencia de inmigrantes. Pienso, luego existo. Siento dolor, luego, soy humano, y digo: Bey, para todos, excepto para aquella preciosa niña de casi cuatro años, menos para aquella mujer inocente, flagelada durante casi toda la vida que hoy tiene, engañada, escarnida, sufrida, justa y luchadora. Objeto, que la justicia pierde en su esencia intima y privada, en su cuerpo y substancia, a los nobles de corazón y juicio, a los fieles en sus derechos y deberes, a los críticos y no mal intencionados, a los patriarcas del bien y patriotas de su nación. A los decentes. Y digo Bey. Porque ella durmió en un 99
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calabozo con el sólo abrigo de un puñado de mantas orinadas y el olor de los vómitos y excrementos putrefactos, olvidados en las mazmorras ocupadas aquella noche por una inocente. Bey, porque fue engrilletada como si se tratara de una vulgar ratera, desde la comisaría de Pío XII a Moratalaz, y de esta a los Juzgados, incluso prestando declaración tuvo que llevarlos. Bey, porque aparte de ser heurfana de Guardía Civil, es honesta, al contrario de los que blanden las normas en contra de los indefensos. Bey, porque le tomaron las huellas, la fotografiaron y abrieron ficha policial, -sin cargos claro- Bey, porque estos hechos significan que ellos, los que me conocen, permitieron que la ingiriera la boca de la bestia y acabara en los intestinos de la madre cerda del pellejo de su exmarido. Que son el mal olor, los vómitos, los excrementos, el frío, la suciedad, los grilletes, la toma de huellas, la ficha policial, y la injusticia de tener que firmar del día uno al quince de cada mes, hasta que la llamen a declarar para ampliar las diligencias, por no pasarle una pensión a su 100
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exmarido. Y vergüenza, como hombre, vergüenza ajena tengo. En un acto de cobardía, cuando aquel año, que aún era niña, la joven tuvo que salir de Cádiz, en busca del maná del trabajo. Aquella separación de mutuo acuerdo, porque el holgazán de la mediocridad se negaba a abandonar el refajo de su madre, estuvo acompañada de una mano negra que sostenía un puñal escondido entre las sombras del dolor y la confusión. El esfuerzo, la abnegación, y el sacrificio de una madre, convertida por la opinión prefabricada de unos pocos insensatos, en injuria, en objeto de malos tratos, de castigo descabellado y cruel. Me provoca nauseas vespertinas que han desatado a la muerte en la madrugada de ayer, invitándola a visitar las manos injustas que mecen la cuna en la abrupta burocracia. Debajo de cada madre honesta y sufrida, a la que le extirpan sus hijos, que son sus apéndices mentales, psíquicos, físicos y 101
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morales. Se esconde la enorme injusticia de los juzgados desordenados, desprovistos de los perfeccionamientos y de la formación humana, en las inteligencias de los hombres robotizados que ejercen el movimiento aritmético, y sísmico, a golpe de remo entalonado en los expedientes. El compás de los niños a punto de desnaturalizarse de los vientres maternos, fuerza la maquinaria del despropósito nacional en un mundo sin sentimientos, sin emociones, sin pasiones. Mientras los que se erigen héroes de la igualdad, pensando en que ¡los héroes nunca mueren! Fenecen en los campos de la amargura Madres adolescentes que envejecen antes de su edad natural. Y se convierten en delincuentes aquellos niños que fueron separados de sus madres. Y que mañana se preguntaran ¿Qué he hecho con mi vida? Y yo, hoy, y siempre, desde esta mi obra, preguntaré a las batas blancas, y a las togas negras, ¿Creéis haber sido justos?
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Y así, de esta manera, en estas formas, ¡oigo, pero nada digo! ¡Veo y nada explico! ¡Y puedo hablar, pero no! Hasta que la justicia deje de estar secuestrada, hasta que los jueces dejen de tener pañales calientes por la mierda fecal que cagan entre sus cojones cobardes. Y hasta que dejen de detener, en los controles antiterroristas, a inocentes, sólo por cubrir el cupo. Y dejen de provocar situaciones límites, utilizando los problemas domésticos, a sabiendas de que eres quien eres. ¡Bey, imbéciles! ¿Dónde vas compañero? Afuera, señor. Donde esperaras a saludar con la mano ancha y acaudalada, el ejercicio de la burocracia judicial. De nada valdrán las lágrimas candentes de la madre honesta y fiel que abandonó Cádiz, ciudad de haraganes y delincuentes, donde los vagos hacen el día robando los cierres de las alcantarillas para venderlas al peso en la chatarrería del pueblo, para encontrar trabajo y mantener en estudios a su primogénito hoy desnaturalizado. 103
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¿Dónde me esperaras Emilio? En casa de mi madre y con mi hijo, ¡que es donde vivo! Le respondía a su novia. El recordar los detalles del esfuerzo titánico que aquella mujer hacía, me producía terror. Los rasgos de la historia eran espeluznantes y su acompañante, su hoy marido y padre de aquella niña, lo había vivido en primera persona. El semblante de aquella música policial y judicial no se hizo esperar en mi rostro. ¿Dónde me esperaras h2ox7? Me preguntaba en mi conciencia los toques de la vara de salomón, los que indicaban en cualquier día de cualquier año, a jueces, periodistas y policías, a donde debían de mirar con ojos de halcón. Y, me respondía en mi fuero interno, casi musitando con la comisura de mis labios. ¡Afuera, señores, afuera, donde el espejo de las almas muestre vuestras vergüenzas! Y vos también, refiriéndome al señor secretario, y a la señor/a juez. Bajo la inestabilidad de la techumbre de vuestro palacio de justicia. Bajo la vacilante y 104
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débil luz de la antorcha que sostienen los cuatreros de esta historia, y el impetuoso pulso con que la vida os golpea ¡ahora! De la oscuridad informativa, confidencial, y secreta, vosotros también sois culpables. El recinto inteligente de todas las mentes anónimas y conocidas se estrechan en lazos de amistad, en solidaridad, en guantes de boxeo golpeando los techos obscenos en los que se ha convertido parte, ¡gran parte de la justicia! Raptada, quebrada, burlada por los hijos apátridas de la patria. Y sin miramientos, yo pienso y escribo, veo y describo, leo, descifro, descubro y des encripto. Y nada digo, mudo pero hablo, sordo, pero escucho, ciego, pero veo. Porque las entradas de aquel lugar, frío, impúdico y deshonesto, húmedo, chorreado, mal oliente, fosco y lóbrego. Se perdieron en un muro adentro de mí, con destino incierto, así como la gran ave fénix que preside la estancia de mi alma y mi ser. Y creo. Y se sumerge en una
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repentina noche de densa niebla toda la legión apátrida, toda España. Y aquel palacio de justicia llora para siempre el horror de sus ahorcados, siempre el horror del error. No vacío mi alma. A oscuras queden a quienes les daba la luz, ha sido este el lugar y el momento donde se determina el peso del fénix y lo que en la concavidad de su alma guarda. Sería de imbéciles, el no saber y no entender que la mujer es al hombre lo que el hombre a la mujer. Y si vas en contra de la mujer actúas en contra del hombre. Pero si recibías luz del fénix, ¿por qué atacarlo? No lo matas pero pierdes su favor y toda esperanza de verlo. A oscuras, de todo lo que hubieras podido ver. Y ni la pirámide guía tendrá.
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Partido Popular de Tenerife. El autor Fernando de Monreal Junto a su amigo Javier de Le贸n Concejal del partido popular (fallecido). Una amiga y Javier Bueno de Nueva Generaciones.
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El se dejó llevar por el sagrado poder que legaron en su formación los maestros de su sendero. Como los antiguos señores de Egipto. Y dijo: .-No os resistáis. No tratéis de comprender. Aceptad sólo lo que os llegue. ¡Oscuridad y densa, muy densa niebla! ¡Sin luz! Esa imagen no me inquietó, sólo me entristeció. Pero aquella niña, sentada detrás y durmiendo,
aquel hombre
sentado junto a aquella mujer, amada madre y esposa, ¡era yo! Y ellos lo sabían. ¡Jaque mate, y sigo, pero ahora castigo! Silencio, silencio, silencio, silencio, silencio……. Y bien. En aquel instante, la sombra de un frío helado se apoderó de mis piernas hasta llegar a mi cintura, en donde se frenó. Y paralelamente, las brumas descendían de las montañas de la sierra de Madrid, haciéndome compañía junto a la muerte. Hubiera jurado que aquella sensación ya la había tenido otras veces, es como cuando te alcanza un tiro y el frío de la muerte se apodera de tu cuerpo, poco a poco, mientras el riego sanguíneo va haciendo fallas en tu cuerpo. Y desperté, 108
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de pronto en medio de la lectura manuscrita que había escrito en el mes de diciembre en un café de la calle Pegaso, en Madrid, titulada Esperando a Luz Bel: Esperando a Luz Bel: Corría el año 2010, hace ya diez años que el reloj solar marca sobre la tierra toda el Siglo XXI. Hace ya nueve desde que la nueva era terrorista azota al mundo de la paz y hace ya treinta años que el caballo de Troya se abrió ante las narices de todos los parlamentos europeos. Y sólo hace doce meses que la raza humana vive inmersa en el Apocalipsis, del terror. ¡Ellos están aquí y han sido marcados en sus frentes, mis hermanos, los doce! La gran Obra finalizó hace diez años, desde el último segundo en el que el punzón esculpió la última piedra sabia, la espera ha sido larga, pero no etérea. El ser humano
camina con la cabeza gacha, con las espaldas
aburridas, y con la mirada fija en un camino de asfalto. Absortos a la realidad, pasan desapercibidos en un tiempo
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perdido y absurdo, ante los detalles minúsculos. Pequeños destellos de lo que se avecina sobre la historia. Melquisedec ha visitado la tumba de sus antepasados, entró en la cripta de la familia y no encontró más que el vacío frío de una tumba fútil y desocupada. Los cuerpos desprovistos de la carne empalidecida, yerta, ¡cadavérica! Ya no descansaban en sus ataúdes de ébano. No hay nada, no existe el pasado, no hay nada, no existe el pasado, no hay nada. Ha comenzado el nuevo mundo, ya estaban aquí mucho antes que los otros. Somos legión, y ellos se han levantado a través de las almas que han reptado hasta sus tumbas de descanso. Se sumergieron, fluctuaron, y se arrastraron penetrando en los cuerpos de los espíritus eternos, que los han convocado al despertar de los príncipes y guerreros. Y con cabeza, manos, alas y pies. Ellos, los que descansaban el sueño de la reencarnación. Ahora caminan y vuelan. ¿Cuántas marcas existen y cuál es la de Iblis? .- Sabiendo cual es la de Lucifer, conoceremos la de Dios. 110
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Apenas podía imaginar que un hecho tan simple hubiera albergado tan déspotas y retorcidas intenciones. Eran cadáveres del pasado de santuarios vacíos, desprovistos de almas. La sentencia del ayer, tan adusta y austera como el sepulcro de un faraón, fue un error perfecto en las mentes coloquiales de ellos. Construida con ciclópeos bloques de malicia prensados con la paja de la avaricia de los mediocres jornaleros de la carroña. Milimétricamente encajados entre la mano negra del vulgo, lo hueros carroñeros y la sombra de la grandeza que aquel lugar de justicia un día reflejó y luego perdió. Como la sombra de Piter Pan, se le escapó el esplendor de los grandes Imperios que coronaron la historia de dorado. Aquella grandeza desaparecida necesitaría el tiempo de los grandes y la capacidad de los sabios observantes para recuperar el aprecio y la perfección del pasado. En su justa medida era ahora vista por el pueblo. En sus formas, en el acabado de sus letras, en la armonía de sus sentencias, en la 111
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sencillez de sus representantes, en la ausencia del equilibrio, en los adornos de sus exposiciones, en la discrepancia, en la ausencia de la honestidad, de la igualdad, de la imparcialidad y de la conciencia. Desperté en medio de la sala, turbado por las sombras de la multitud que como mariposas revoloteaban incesantemente por el espacio, asfixiando la atmósfera vital, parecían desear arrancar un grito desde el arca del alma. Aquello era el santuario del inquisidor Torquemada, propios de los adoradores de Dioses dormidos, abandonados mucho antes de que el gran Cayo Calígula se convirtiera en emperador de Roma. Esta pasión que sentía en mis entrañas, era inquietante, turbadora y voraz. Podía sentir en el interior de mi puño, que mantenía cerrado, el mango de la báscula romana, símbolo del equilibrio y la equidad, que la bella dama, de pechos exuberantes, de aquella patricia de divina hermosura me mostraba complaciente.
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Estaba frío. Y era el frío que tranquiliza al militar, el templado gris de los fusiles, la frialdad de los gatillos de las pistolas, el frío ingrato y displicente de los grilletes, el crudo y álgido de los proyectiles nueve milímetros parabellum que utiliza la ETA en el tembloroso y desinteresado beso de la muerte, cuando se posa sobre los amoratados azulados labios de sus invitados. Con meditada suavidad, casi por instinto natural, he palpado el extremo izquierdo y el derecho del peligro, he llegado al centro y cargado el gran obelisco de los caídos sobre mis espaldas. El anonimato del soldado desconocido es marcado en las frentes de ellos, para que los cegados por el despotismo y la soberbia, los vean y avergonzados inclinen la cabeza. Es aquel, el mango flemático de los sables, el que da templanza al soldado cuando es empuñado, concibiendo el calor de la adrenalina del cuerpo.
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En aquella fábrica de desconciertos, empuñé el conocimiento de los valores adquiridos durante mi larga estancia en el exilio del anonimato: Humildad; Serenidad; Cordura;
Lealtad;
Sensatez;
Tenacidad;
Equilibrio;
Compromiso y pasión por la justicia y la verdad. Allá dentro, el más terrible de mis adversarios podía ser yo mismo y el más leal de mis amigos, era yo. Era una más de las pruebas que me había reservado el destino que se había conjugado con la parodia de unos pocos insensatos. No sirve de nada despertar los nombres de los muertos, a los vivos hay que impulsarlos con nombres nuevos, con vientos limpios, con savia viva, dándoles calor, bajo el sol nacional. No puedo asirme de la rama de los árboles a los que debo protección, y salvaguardo, lejos, en el exilio del silencio. Correría el riesgo de desgarrar sus apéndices al detenerme en sus ramas. Y el crujir advertiría a los castores, ratas y pajarillos carpinteros, que intentan construir el nido de la desolación.
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¡Sólo! ¡Atrapado! He decidido buscar a tientas el tacto liso y gélido del enemigo. ¡Sólo! ¡Atrapado! He decidido seguir el camino, adaptarme y formar parte de las diferentes formas que adopta el camino. ¡Sólo! ¡Atrapado! Yo he elegido mi destino final. Inmediatamente, después de localizar los perfiles del obtuso, incongruente y la sórdida motivación que colmaban el tanque del anacronismo. Me encaramé a las zancadillas del pasado. Aquellas que apunto estuvieron de arruinar mi cordura. ¡Agarré uno de sus extremos, simulando que era una cortina de tela, que delineaba con la punta de mis dedos en el espacio, fijando mi mirada en el horizonte. Y me tumbé a todo lo largo que era yo de aquella ramera que cobraba cuerpo de serpiente. Ella, se iba enroscando alrededor de mi cuerpo formando un círculo laberíntico. Desperté absorto, decidido a no perder nada de tiempo, no podía perder el respeto de aquellos que tras los cortinales retorcidos, escondían sus miradas y voces en la burbuja hipócrita y sórdida. Estaba 115
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dispuesto a aguardar a que los acontecimientos se sucedieran sin la intervención de mis leones dormidos, y no dudaría en enfrentarme a las poderosas garras y colmillos de sable que se cruzaran en el sendero. La eterna lealtad no es egoísta, es prudente, objetiva y tenaz. La vasija de mi alma no está vacía. Siempre llena estará. Llena, porque soy errante y no muero en esta guerra. El recipiente de las almas, sólo las vacían los caídos, en los ataúdes que a medida se construyeron para los cuerpos de los vencidos. ¿¡Si yo dejara de ver, si perdiera la vista, si extirpara mis ojos, quien dejaría de ver a través de mí!? De una cosa estoy seguro, mi espíritu seguiría vivo, y después de que mi cuerpo deje de funcionar, y mi corazón de latir, yo, que soy el espíritu, seré libre, y mi alma dejará el vacío en todos ellos, como el recipiente de mi cuerpo. Recuerdo el primer impulso adolescente que condujo mi mano a firmar el contrato sobre aquella vieja mesa castellana 116
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y apagada, donde una minúscula bandera se negaba a ser batida por el viento. Aquel impulso fue la pasión. Confesaré que a partir de aquel fatídico día que envilecería mi futuro profesional, la estancia desgastada de mi presencia en el amplio abanico de la investigación, dirigida a un solo foco de ignición, se convirtió en el lugar más acogedor de mi mundo personal, profesional y privado. Por mi gusto no habría vuelto a salir de ese círculo impersonal, no reglado. Y que sin embargo había tocado la semilla del diablo, de la verdad escéptica. Después de la lectura de centenares de periódicos y de archivos, redacté mi primera página, y después de mi primera página, vinieron otras muchas, todas ellas ordenaban las notas musicales de un concierto organizado y que me proporcionaron el alimento más preciado de aquellos folios hambrientos de letras, conocimiento y razonamiento. Un alimento por otra parte, del que la sociedad no podrá prescindir y que ofrecerá innumerables sorpresas. Desde ese 117
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momento, bendeciré el frío despiadado, el arrinconamiento en la esquinas de los tatamis de entrenamiento, en dónde los luchadores no son anónimos y tienen nombres propios. El aislamiento impío que sufrí durante tantos años, precedido del olvido. Un relego que me obligó a buscar refugio en rincones insólitos, mi primera intención, al penetrar en aquellos rincones, no era otra que la de encontrar el equilibrio ordenado de mi vida existente. La casualidad como tantas otras veces en la vida, hizo anonimato de mi servicio, construyendo el vía crucis organizado por la rigurosidad despiadada del circo de unos pocos, en el que me incluyeron como atracción de feria, sin mi consentimiento ni aviso previo. Donde el equilibrio de la equidad social, tropezaba con la funambulesca lista ordenada de firmas de empresarios constructores y sanitarios, en un orden ecuánime de la verdad.
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De la relación de aquel objeto, encuadernado, en el interior de un cajón del despacho de aquel empresario, yo fui sin duda quien más beneficios obtuvo, porque después de aquella lectura turbadora, sorprendente y febril, recibí el regalo eterno de la ventaja. Aquel listado, jamás abandonaría mi memoria. Y mi memoria histórica, que puedo leer a mi antojo, y vuelvo a leer acomodado en un sillón, resucita la verdad escandalosa, mi verdad. Ella me resucita a mí, no yo a ella. Esta resurrección mutua del alma y el espíritu, no significa para mí un juego pasajero. A mí me ha permitido ver que no soy tan distinto como aparento, de aquellos seres, muertos y fríos, vacíos del alma, abandonados por ellos mismos, otros espíritus. Y es así, como mi cuerpo descansará muerto pero cálido, acunado por la naturaleza que supe respetar, vacío de alma, y desprovisto de yo mismo, ¡el Espíritu! Ignoro si ellos, eran adultos inmaduros jugando con vidas ajenas, pero mi espíritu los perseguirá hasta los confines de los siglos. Pues es el 119
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espíritu la memoria del cuerpo y es el alma el mensajero del futuro. Aquellos adultos se convirtieron en adolescentes desconchados, se estropearon y descubrieron ellos mismos, perdieron sus corazas dejándolas caer en el abismo de la mentira y el error, ¡un grave error! Perder el caparazón compuesto de la sustancia dura que sin duda les protegió en día, ¡la sensatez, la cordura, el juicio, la reflexión! Que evita el contacto con la muerte. A veces tuve con frecuencia la tentación de gritar a pelo, quien era, a que me dedicaba, y cual era el objetivo de mi trabajo. No lo hice, de un lado por miedo a ser descubierto, y, de otro, porque hubiera significado una alta traición. Con el tiempo, ¡hoy deseo! Que el remordimiento, a todos ellos, por haber privado a un joven de un encuentro con el futuro brillante, que se merecía, y que podría haber sido definitivo para su vida, como lo fue para otras estrellas a las que no pudo sostener en el universo de la vida. ¡Marchite sus almas, hasta dejarlas ciegas! 120
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Después de más de veinte años, cuando ya mi espalda se viste con la armas templadas en el triangulo de la traición, el horror y el sufrimiento equilibrado con la resignación del olvido. Tuve un encuentro con el pasado, un encuentro donde las sensaciones tuve que dejarlas en la tercera fila, en la que el frío jugó un papel importante. Aquel pasado lo entregué a las gargantas frías, pegajosas y tortuosas de Moby Dick. La historia lo pedía a gritos, era una historia blanca como mis manos, con tintes negros como las de otros. Nunca me ha gustado verme con el pasado que me arrojó al olvido tras las líneas del enemigo. Se trata de una película ya comenzada, que se vuelve a rebobinar en la memoria del cerebro, cuyas sensaciones e imágenes se hacen interminablemente groseras en mis sentimientos. Me gusta recordar el calor que prometía la cafetería frente al Cir de la Calle Velazquez en Madrid, frente a la que pasaba todos los días por la mañana, recuerdo el dulce olor a chocolate y porras –churros- que se percibía
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cerca de otras, y que calmaba el frío insoportable de los inviernos. Estando en Madrid, siempre me gustó visitar sus librerías, como las de Viejo, dedicadas a la compra venta de libros antiguos. Así que me acerqué a una pequeña librería, y cuando lo vi, cuando vi el libro, quiero decir, pensé que se trataba de un error de mi mente, de mi memoria. Estaba situado en una de las estanterías y protegido por una vitrina de cristal junto a otros libros descatalogados. Un poco incrédulo, aunque nervioso, me acerqué, lo tomé en mis manos y lo abrí. Era Él, su alma en su título decía: La Guerra es el Infierno. Todos nosotros, cada uno de nosotros, somos un libro. Y yo he estado transitando en un infierno y mi vida ha estado en guerra. La guerra es el Infierno, en la guerra se ofrece la muerte gratuitamente, y en todo infierno hay demonios. ¡La muerte y el Demonio! Son y han sido mis aliados en mi existencia. 122
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Intenté, proceder con un cierto orden en las cosas personales de mi vida. Pero a estas se anteponían las de mi deber. Al conocer la esencia de la lista en donde se hallaba la identidad del eslabón de la traición, aquel que invadió mi camino de minas y comprobar como se eslabonaba con J.M.B; J.M.C; M.C.H; V. Ll. K (…) Látigos de siete colas fustigan mi espalda desnuda, y asoma a cada instante la voz, esa voz que me da ánimos, empuja y sostiene cuando me derrumbo por la ramificación de esa actitud que se escondía tras los nombres de los ingratos. Proviene de la memoria del corazón, ¡sí, el corazón también tiene memoria! Y tiende el corazón a desordenar los datos, porque es el corazón impetuoso y valiente. Y recuerdo que estos personajes reales, son como los de ficción en las novelas policíacas. Poseen la rara habilidad de desaparecer del escenario de la vida, cuando ya han dado buena cuenta de la pieza cobrada, proporcionando múltiples de pistas falsas. 123
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Para después volver a aparecer en contra de todo pronóstico, en otros escenarios, por idénticos pábulos. Es esa lista, una especie de Mansión misteriosa y oscura, que cobra forma piramidal en su interior cavernoso y estéril. Repleta de habitaciones secretas y de baúles ocupados por cadavéricas amistades peligrosas. Unidas todas ellas por un largo camino, donde las funciones de cada uno de ellos es hacer funcionar los órganos que deben salir al paso formando un sistema vivo y egoísta, que es alimentado por el mismo cordón umbilical. Intenté buscar una definición que explique el carácter esencial de esta pirámide y el comportamiento del sujeto. La única que se me ocurrió, de una entre una centena de todas ellas es, la violencia. Esa lista en las manos de cualquier otra persona, que intentara enlazar los nombres de cada uno formando un circuito cerrado, le supondría un primer problema y último: El desconocimiento de conocer lo específico de la relación en su conjunto.
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La dificultad de su lectura estriba en el orden del contenido y en su técnica. ¡Sólo nombres ordenados alfanuméricamente! Acompañados en sus márgenes por símbolos de apuestas sobre ¡un caballo humano! Me enfrenté con la lectura improvisada de la Lista Parda en una coyuntura de profundo cambio en mi vida personal y profesional. Este descubrimiento cuyo recuerdo no es ni será peregrino, acentuó en mí memoria el recuerdo de sus nombres, sus rasgos y mi actitud, una actitud que no es gratuita. Hoy, podría exponer mi vida como un relato de terror, utilizando aspectos siniestros de la fantasía humana, creando escenas y situaciones capaces de encender al espíritu más frío. Sin embargo, todos los detalles manifiestos son extraídos de la verdad despierta en mi memoria. Aquel niño – yo- era bañado por Vicente González Segura, con amoniaco puro. Era aquella una botella de color marrón acompañado de una etiqueta color azul verdoso y 125
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blanco, en una artesa. Recuerdo como me arrancaba la respiración y quemaba el oxigeno dentro de mis pulmones, apenas podía respirar. Aquel líquido me agarrotaba, me estrangulaba, oprimía el pecho y asfixiaba hasta rozar con los destellos de mi espíritu el abismo de la muerte. Lo miraba con miedo, sujetaba en su mano izquierda un cuchillo de montería, como esperando una pieza que desmembrar. Y lo dejaba caer desde mi cabeza infantil, acariciando todo mi cuerpo con la hoja del acero, a la postre lavaba mi cuerpo infantil desnudo con alcoholes de ron, ginebra y anís. Y narcotizado, ebrio y eufórico torturaba mi inocencia y virginidad. Después me sentaba en un taburete, colocaba entre las piernas un cubo de color azul añil, cuyo recipiente estaba lleno de agua en su cuarta parte. Me disponía en mi cabecita una cinta de color rojo, y en otro taburete doce puros, tan grandes y gruesos como chorizos de vela, en su mayoría de marca guajiro, que compraba en la tabaquería guajiro de Santa Cruz de Tenerife, que venían presentados en 126
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un paquete de color blanco y letras negras. Y obligaba a que los fumara de uno en uno hasta llegar al doceavo. Más tarde, tras los sacrificios animales y la orgía a la que yo era sometido, me obligaba a decir: .- ¡Esto es trabajar! ¡Esto es trabajar! ¡Esto es trabajar! ¡Esto es trabajar! ¡Esto es trabajar! Aquel recipiente, era para vomitar o escupir, como se presentara la ocasión. Lo más normal, era que escupiera sangre y vomitara el alcohol mezclado a la bilis. Al sexto, cuando ya no podía más, me dejaba escurrir sobre el reborde del taburete, desmayado y fatigado. El taburete estaba fabricado en madera de pino canario. Y exhausto, cansado y desorientado, comprendí que era imposible permanecer sentado allí, salvo en una posición especial. El niño, sacó de su bolsillo una brújula con la que apuntó con sus ojos al Norte, imaginándose una puerta que se abría en el vacío de la nada y que le llevaría a la libertad. En el centro de su mirada detenida, divisó un punto blanco 127
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iluminado, una luz blanca inquieta, que no pudo distinguir al principio lo que era. Y cuando volvió a fijar la mirada, aquella luz blanca revoltosa pasaba a la velocidad de una estrella fugaz, regresando y volviendo a pasar. Después de este descubrimiento, consideró con entera confianza
en
su
cordura,
manteniéndolo
en
secreto.
Comprendió, que se trataba de dejar caer una bala desde el ojo en línea recta a las mentes de aquellos que me atormentaban. En el momento de abandonar el asiento de la flagelación, de cualquier lado que me volviese érame ya imposible divisar el Norte. Aquel niño murió en aquellos años, para dejar pasar al hombre. ¡Yo! H2ox7 Allá, en Tenerife, en la Villa de Candelaria tenía unos amigos, Antonio Rixo y Javier Rixo. Su madre, Tere, durante las noches de verano, cuando me podía escapar y dormir en su casa. Me contaba, en compañía de sus hijos, cuentos sobre brujas, desaparecidos y otras fábulas de la isla de la Gomera. Esas fueron veladas inolvidables y amigos buenos. Se me 128
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ocurre, que uno de los factores más importantes para explicar esta barbarie, podría haber sido el económico. De no haber descubierto, la cadena de eslabones con la que esgrimía las borlas que durante años hizo azotar sobre las espaldas del hombre. Aún lo hubiera pensado. Estuve durante mi infancia y parte de mi pre adolescencia, encadenado en un esquema mental, físico y psíquico, dentro de un recinto cerrado. Sus ventanas y puertas estaban atrancadas por fuera, y sólo desde afuera se podían abrir. Hoy, si mi vida infantil fuera parodiada por los mejores artistas cómicos, lloraría de risa y el niño volvería a morir. Para ellos, aquel niño, era la víctima en la alfombra que describió Gonzalo Suárez: .- La encontraron muerta encima de la alfombra. La habitación estaba cerrada con llave y ella no llevaba puesto ningún vestido. Su cuerpo había sido brutalmente destrozado. ¡Era una mosca! Mientras el niño, destrozado sobre la alfombra voladora de los sueños, yacía sin vida, desnudo, sin 129
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ropa, sin sueños, sin ilusiones. El, la bestia, decía, allá, alo lejos: ¡Hola, hola! ¡Este mozo es un danzante loco! Le ha picado la tarántula. Pero para ellos, yo fui indiferente. Escapé del recinto cerrado, a través de la razón y la ciencia. Y con estas dos herramientas, rompí las cadenas del esquema, me respondí a mi mismo y evolucioné desde la muerte. Los autores del crimen, durante los siguientes veinte años, y las postrimerías del siglo XXI desarrollaron el método analítico del Karma. Una filosofía inventada por los cobardes que habrán de cargar con el acento de la culpa. Escondidos tras la inteligencia metódica de intentar hacer comprender que interpretaban un papel en un escenario específico de la vida. He podido observar desde la lejanía, como estos personajes competían entre sí llegando en ocasiones a atacarse de forma cómica. Esta competencia por ver
quién
es
el
más
inteligente,
alcanza
extremos
verdaderamente divertidos, cuando compruebas que quién hacía mover la cadena del receptáculo piramidal era Vicente. 130
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El mismo que convivió en Bilbao con Miembros de HB y que fue detenido en San Cristóbal de La Laguna, en la avenida de la Trinidad, por policías nacionales que lo identificaron por estar vinculado a HB. Que posteriormente estuvo en la Cárcel por dejar morir a un niño en una camilla haciéndose pasar por curandero. Y que salió fotografiado en periódicos como El DIA de Tenerife por otros hechos delictivos. Una vida oscura que sólo esconde delitos y penumbra y ¿por qué tanta impunidad?
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Una de las múltiples correspondencias que mantenía Vicente González Segura. Conservadas en los archivos del autor
Aprendí desde muy niño, a la edad de nueve años, las normas del juego de las huestes que arrasaron mi casa, que talaron el árbol de la vida. Sus normas exactas, estrictas y disciplinadas en cuanto a la elaboración de la tortura, eran de obligado cumplimiento diario, sin excepciones. Se deleitaba con aquellos ejercicios, gozaba con esa actividad, la que ejercía sobre mi cuerpo y mente, conseguía satisfacción hasta de las más fútiles y tortuosas ocupaciones, que ponían en juego su talento intelectual. Instalaba entre mis manos una coladera de aluminio, repleta de ascuas abrasadoras que hacía parecer toda ella de lava, mientras mis manos se llagaban quedándose su dermis como huésped de la empuñadura, y sobre las ascuas arrojaba pedazos de habanos puro, que debía aventar mediante impulsos bruscos y con mis 132
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manos, por todos los rincones de mi casa. Después me hacía ingerir, unos huevos de pez de ángel que le había suministrado vitoriano, un pescador del puertito de Güimar al que conocían como el “Soldado”, y que vivía en una casa propiedad de la parroquia. Aquel ingrediente que extraía del interior de unas bolas que aparentaban ser de cuero, y que almacenaba en un frasco de cristal, me producía unos insoportables cólicos que se juntaban con los ácidos de mi estómago. Mi hermano Andrés pudo escapar de los monstruos del terror, alternando el abrigo del calor moral entre la abuela Syra y Tía Candelaria Pérez Dioniz. De acuerdo con las normas del juego, que yo había acordado con mi alma. Debía tener en cada momento el control de mis pasiones, de mi auto estima, de mi orgullo, de mis verdaderos sentimientos. De forma y manera que fuera capaz de averiguar, por mí mismo, ¿quiénes eran aquellos
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criminales? Y
antes de cerrar la última página de mi
infancia. Ellos, tenían sus normas. Yo tenía un atisbo de esperanza y esperaba ser rescatado por alguien. Y sólo un amigo, hoy en otro mundo de la vida, tuvo la hombría, el arrojo y el amor, para gritar censurando y denunciando públicamente a las malas bestias, el comportamiento sádico que infringía sobre nuestros cuerpos y mentes. En medio de la plaza de la basílica de Candelaria, se mantuvo el torneo del anatema, ante la indiferencia de cuantos ciudadanos que en aquel lugar se congregaban para venerar a la patrona de Canarias, aquel valiente amigo, ¡que gritó, vociferó, clamó, lloró y maldijo aquel comportamiento! Fue Miguel Cruz Torres. ¡Y cuanto he echado de menos su presencia material en este mundo sin razón! Nunca vinieron a rescatarnos. Ellos, tenían sus reglas, conocían las pautas del comportamiento de los hermanos de mi madre, mis tíos, que hacían paralelos con el resto de los 134
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vecinos, y sabían que mientras fueran recibidos con bonanza, bienestar y opulencia, ninguna alarma sonaría entre las filas de la lealtad. Frente al abismo de la incertidumbre creé las normas de mi mundo, de mis pasiones. Normas y reglas que me obligaban a realizar verdaderos ingenios para competir con las de ellos, los verdugos, los taladores del árbol de la dicha. Hoy, los cadáveres del delito parecen de plástico, maniquíes perdidos en los sótanos del terror y de la vergüenza, de aquello se sabe que fue verdad, una verdad incomoda, que se oculta porque pasó indiferente ante las masas. Hoy, podría haber caminado en solitario, hasta los andenes de cualquier juzgado, haciendo del delito del pasado, un circo. Pero prefiero que mi palacio de justicia, lo dibuje la tinta de mi bolígrafo en el papel cuadriculado en el que tomo las notas que mi memoria me dicta. Que los lectores las lean, y se hagan cargo que las paredes y las puertas de los hogares, 135
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son murallas soslayadas que pueden ser asaltadas por seres despiadados con planes acordados. Que el tiempo que me precede, los juzgue, yo soy otro tiempo, impaciente por llegar a mi destino. Porque paradójicamente, mi infancia, mi adolescencia y madurez, se ha desarrollado entorno a un juego de inteligencia, el que me ha servido para convertir el mal en bien, para derrocar los planes del terror, y derivar mi dolor en sus mentes, encerrándolos en los recintos de la desesperación, a ellos, mis verdugos. La crisis del terror asaltó la mansión de mi ser, y me enfrenté a ella aprendiendo de ellos. La muerte me amó, yo besé a la muerte. El demonio se alió al dolor infantil, y meció mi cuna, yo amé al demonio. Y soy de Dios. Aquellos años, fueron años oscuros, de depresión personal y económica, de la prohibición de ser feliz y de no celebrar la navidad. Recuerdo la última navidad, ¡ellos estuvieron presentes, nosotros ya éramos rehenes! Apareció la sin razón. 136
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Hoy, espero, que los escritores, lectores y estudiosos, vuelvan la mirada hacia adentro del interior de estas páginas e intenten comprender mi vida. Que mientras lean, se vistan con el dolor de mi piel, de mi pasado, con mis sentimientos, adentrándose en la oscuridad de la selva del terror. Tal vez, de
esta
forma,
puedan
responder
la
incomprensible
inmunidad, que el falso profeta ha podido disfrutar durante todos estos años de vida, frente a los delitos públicos que dedicó a una incansable lista de público. Y cuyos cadáveres parecieron ser de una materia inorgánica, al olfato de casi todos. Ellos parapetaron su identidad tras un nuevo fenómeno importado desde Hispanoamérica, un nuevo género con muchos elementos propios de la tortura inquisitorial y de la inteligencia del Vietcom. Los autores protagonistas de este juego de inteligencia criminal, cargaron todo el acento de su violencia sobre la inocencia infantil. En el transcurso de mi existencia, he redactado páginas criptográficas, construido crucigramas de 137
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sangre e investigado diferentes suertes. Todas mis obras están escritas sobre un mundo real, mi mundo, mi vida, palpitante, viva y dolorosa.
Este capitulo de mi vida, entraña una
atrocidad tal, que resulta horrible de creer. Las condiciones mentales que pueden considerarse para ser estudiadas, son en sí mismas, de difícil análisis. Me hice fuerte en mi templo de carne, en mi fortaleza mental, en mi inteligencia y aprendí a dejar flotando en archivos psíquicos, el dolor de la humillación, la vejación, el agravio, la ignominia, el maltrato, la desnudez, y la vergüenza. Y el mañana. Me encontré bien educado, de una singular inteligencia, aunque infestado de misantropía y sujeto a alternativas de entusiasmo que no eran de mi agrado. Tenía con migo centenares de libros, que rara vez no utilizaba y que poco a poco iban desapareciendo, consecuencia de mi agotador viaje por los diferentes pueblos de España.
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Hoy, todavía, las pesadillas hacen relevos a las puertas de mi descanso, cuando duermo, me despiertan en la noche torturando mis recuerdos, las presencias de mi niñez. No puedo olvidar aquellos fines de semana, cuando apenas tenía once años y Vicente me hacía subir a aquel furgón blanco que se compró con lo ahorros que mi madre guardaba a nombre de mi hermano Andrés y al mío, en una cartilla de la caja de ahorros de Ofra, en la avenida Príncipes de España. Me llevaba al barranco de Santa María del Mar, junto a los Moriscos, antiguo emplazamiento del regimiento de artillería. Allí descargaba cajones con toda una suerte de diferentes animales de granja: conejos, gallos, palomos y a veces hasta un cabrito. Y un almocafre, cuerdas y clavos. La primea vez, intenté adivinar donde había comprado un trozo de huerto, casi me ilusioné pensando en los árboles frutales que plantaría y en las hortalizas que cultivaría. Pero la realidad a veces supera a la ficción, debí haberlo percibido, por la
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intranquilidad de aquellos indefensos, que parecían suplicar les dejara escapar. Entregó el bárbaro sandio en mis manos, el azadón, y me obligó a cavar cuatro cavidades. Apenas un par de azadones sobre aquel terreno pedregoso, infectado de cactos y tuneras, fueron suficientes para culminar mi tarea. La primera de ellas fue aquel cabrito, aún recuerdo sus ojitos lindos, su hociquito y orejitas. Juntó sus cuatro patitas y amarró, yo no quería mirar, pero me maltrató obligándome a colaborar. Sus ojos fueron cegados por clavos del siete a golpes de martillo. Y después degollado. ¡En su tumba, la foto de un pobre cautivo! Le siguió el palomo, al cual infringió la misma pena en sus ojos anaranjados, me lo arrebató de mi palomar. ¡Le grité y le maldije! Había sido un regalo de mi tío Avelino, que me trajo desde valencia, eran los buchones más finos. ¡Lo enterró vivo! Igual suerte corrió aquel conejo, amarrado y degollado unido al gallo.
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Hace mucho tiempo, en el sur de Tenerife, Valle San de Lorenzo, conocí a una familia de agricultores: José Alayón y Elena Mesa Arteaga. Siempre he intentado reconciliarme con mis pesadillas. Y la vida no me ha reprochado nada. Sin embargo, en un intento de resucitar aquellas vidas desgajadas en la exhibición del concurso de la tortura en la mente infantil, regalaba a aquel matrimonio, cabritos, cabras mochas de importación traídas desde la isla de Lanzarote, palomas finas, parejas de conejos de los mejores criaderos de la isla, viñas, y árboles frutales. Ayudaba a sembrar y abonar sus fincas. Estoy despierto y soy consciente de que mi exposición a la tortura psicológica de los años que duró mi infancia y adolescencia no debilitó mi autoestima ni fragmentó el equilibrio del discernimiento de mi mente. ¡Todo lo contrario! Me hizo más fuerte.
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Y esta es la historia de un Niño que un día, un solo día fue soldado y eligió amar a su país, como nunca lo amaron a él.
P.- ¿Qué le diría usted a ETA? X.- Que no pierdan lo que se les ha regalado injustamente. ¡La libertad y la Paz! P.- ¿Qué le diría a las víctimas de ETA? X.- Que no se rindan y luchen contra la injusticia, y por la Paz. P.- Perdona usted a los pistoleros y asesinos miembros de ETA X.- ¡No! P. Muchas gracias por haberme transmitido este conocimiento, y haber confiado en mí. X.- Le invito a una cañita. P.- Con mucho gusto h2ox7 142
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Cuando un tren se sale de las vías y parece que nada tiene sentido en vosotros mismos. Pensad que siempre os espera una luz y una nueva oportunidad en ese nuevo tramo de vía. Simplemente tened fe en vosotros mismos. Fernando de Monreal Clavijo H2OX7 En España a 13 de Septiembre del 2014
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Fechas de la evolución de las memorias 14 de Julio 2008 26 de Agosto 2008 27 de Mayo del 2012 18 de Mayo 2013 19 de Mayo 2013 19 de Septiembre 2013
No dejes de enfrentarte a la esclavitud. .- ¡Yo pude! Y sólo fui un niño.
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