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EL SILENCIO QUE SE ROMPE TRANSICIÓN
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Todas las mañanas al entrar en el mundo de los despiertos hago un ejercicio de reflexión. Tras este ejercicio hago un esfuerzo por creer que existe el mundo natural, en donde las personas son libres del sueño etéreo del inframundo. Cuando saltan las alarmas sociales, todas las mentiras que se puedan crear entorno a una sociedad libre, logran hacer despertar a la sociedad a un mundo imaginario, al inframundo de la mentira. Y este es el hecho de que España continuamente se mantenga a flote achicando las lágrimas que hace borbotear la ingratitud y la continúa manipulación de la traición. El excremento de la paradoja es ¡Cuando algún imbécil le dio alas de pollo a una rata! Tras el teléfono rojo de la España acosada. Las mentiras tan descabelladas, que han desembarcado a España introduciéndola directamente en un ascensor que desde un quinto piso descienden hasta el semisótano de los horrores. Son respiradas por las ratas del escarnio que azotan
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el alma mater de una España desahuciada, triste, valiente y cansada. Pero no tan cansada como para inhibirse de un alzamiento social en pos de la libertad. Este ascensor, es un ascensor tétrico, que hace estremecer a cualquier pasajero. Una cabina que cuando rebasa el descansillo rechina en el hueco social en donde las cadenas eslabonadas de las grandes familias de España, las familias obreras, engrasadas y emplumadas en los bidones de la mentira, sostenidas estas por soportes embadurnados de crueldad y manipulación, cambian la dirección ascendente de la cabina y la sitúan en la de descenso. Así, los españoles, es como se sienten, como si estuvieran en el interior de esta cabina, la de un ascensor destartalado y oxidado. Un
pueblo
que
mira
desesperadamente
las
paredes
mugrientas, como horizontes lejanos, únicas paredes en las que mantienen la respiración y la mirada, una mirada triste y
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lejana. Mientras respiran profundamente cuando en un esfuerzo titánico la cabina se endereza después de pasar la compuerta y se alinea de nuevo, descendiendo lentamente a los infiernos de la paranoia económica y social. Este, un temor lo suficientemente justificado por la naturaleza de las cosas, de los episodios nacionales de un pueblo en constante fuga, utilizado y manipulado por la ingratitud de los cuatreros sociales, de las arpías del falso amor por el Estado, por la familia, por España. Al llegar al segundo piso, donde se encuentra el infierno de la cultura, pude ver salir de la cabina, al espectro del empleo y la cultura. Este con aspecto infecto y nervioso. Con la cara de velocidad de un ciclista estrellado que no sabe a dónde ir tras perder la bicicleta y de semblante triste. El espectro abría la puerta de su despacho, se dirigía despacio a su sillón, se sentaba y encendía un cigarrillo. Tal aparición pareciese a la de un joven de aspecto inteligente. Se puso el
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cigarrillo en los labios, lo dejó sin encender y se dirigió a través del pasillo trasero a la segunda covachuela, que estaba situada en el lado sur y conducía a la cantina, en donde un cocinero rechoncho y tedioso espantaba a las moscas con un trapo algo mohoso. Las alfombras, los suelos, los muebles y los cuadros, todo le ponía nervioso. Y comenzaba a gritar: -¡Arte, empleo! ¡Arte, empleo! ¡Arte, arte! ¡Empleo, empleo! ¡ja,ja,ja,ja,ja! ¡España! La cabina sigue descendiendo, desciende hacía la planta del infierno del hambre. Es la primera planta. Pero qué extraño, ¿donde está la gente? En el pasillo, tan sólo se ve a una joven, -parece una joven- sentada en una extraña silla escolar, al pie de una mesa, y sobre la mesa se puede observar una emisora que emite un antiguo sonido de encendido. La melena rizada y morena de la joven le cubre por completo su cara.
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Desde el interior de la cabina puedo escuchar: - Querida emisora: Seguro que no tienes una oyente más constante que yo. Si alguien me escucha, aunque mi aspecto es juvenil y mi voz suave, soy una anciana, una abuela de setenta y siete años. La única que queda, todos los demás han muerto y los que no, se han ido a las barricadas civiles., antes era oyente de esta emisora. Pero la locutora también se ha ido. Venía escuchándote desde hace treinta y tantos años. –Es mejor que escuchar al que se colaba en las conversaciones telefónicas (jc) e intentaba volver loco a los interlocutores, lo fusilaron, lo llamaron el amigo loco- y nunca fui parca en alabanzas contigo. ¿Por qué nos ocultaste durante tantos años la verdad? Nos moríamos de hambre y decías que todo iba bien, se acabaron las provisiones y nos decías que nos rescataban.
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Quizá te acuerdes de mi carta, aquella en la que te suplicaba me ayudaras. ¡Nunca me vinieron a buscar, nunca me llamaste! Hoy, todos han muerto menos yo. Los jóvenes de 16, 18, 20, 30,40 y adelante, ¡todos! Hoy, están en las barricadas civiles que han levantado con las siete almas de España. Las únicas almas que quedan en pié. Los siete líderes que nos quedan. Si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha….. La postergación a la que estábamos sometidos en España, era cada vez más indígnante. La mentira nos emborrachaba, la manipulación nos adormecía, el circo mediático se aliaba con la mentira y la iniquidad. Todo era nada. Y la nada nos embaucó hasta morir. La mentira con la miseria, contra la verdad sobre el hambre, es repugnante. La falacia sólo es sensible con la corrupción y con la palabra de quien la pronuncia.
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¿Cuándo volverán los derechos del pueblo? ¿Cuándo volverá el hombre a ver sus derechos reconocidos? Si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha…… Todos han muerto, los que quedan vivos están en las barricadas civiles. Si alguien me escucha, ¡todo ha sido una transición controlada! Todo ha sido una transición controlada. Hola, hay alguien ahí. Desgraciadamente la verdad llegó demasiado tarde para poder evitar la erupción volcánica del despertar de un pueblo. Ya no se podía salir a visitar a alguien, había que cruzar los umbrales de la verdad de hoy. En esos umbrales se puede ver cómo arde, borbotea, se derrama y se esconden los humores de un pueblo nacional.
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Las capitales son volcanes escondidos, pero ningún volcán se puede esconder durante tanto tiempo. Si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha, si alguien me escucha, me voy a las barricadas, el también está en las barricadas. En España a 07 de Julio del 2015 H2OX7 Fernando de Monreal Clavijo