1901 Libro Roger Maqueta-2

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Roger Pérez Ulloa

EDUCANDO EN TIERRA DE LEONES memorias de un profesor rural

SUTTI palabra de la lengua quichua que significa LUZ


Roger Pérez Ulloa SUTTI Ediciones 1ª Edición 500 ejemplares · Diciembre de 2017 Registro de Propiedad Nº Motivo de Portada: Escuela de Puñir. Diagramación Impreso en los talleres de Imprenta¡ Poner dirección Poner E —mail Panguipulli— Chile.


Roger Pérez Ulloa

EDUCANDO EN TIERRA DE LEONES memorias de un profesor rural

SUTTI palabra de la lengua quichua que significa LUZ



Dedicado a Oreius et quam que offic tem que corepelles as que auda plaut eium, si dolut adita aut odipiendiam rehenti bearum ini cus et quam lanit, que pelit re as as quam verro totam nis sitatio. Ut lacerae volupta nobit, omniam aut aut ipicidus minctet, sapid eos earum aute pressunt •



EDUCANDO EN TIERRA DE LEONES

• A MANERA DE PRÓLOGO

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onocí a Roger allá en las postrimerías del año dos mil uno, en el Centro de Perfeccionamiento del CPEIP. En Santiago, cuando nos aprontábamos a viajar a Barcelona, España, seleccionados por el Ministerio de Educación para participar de una Pasantía denominada: Didáctica de la Lectura y Escritura. En realidad, desde el instante mismo en que nos presentamos, comenzamos a forjar una amistad que nos acompaña hasta el día de hoy. En este corto período de tiempo hemos compartido penas y alegrías, de tal manera que habiendo sobrepasado el concepto de Amigos, ahora compartimos el de Hermanos. Tanto en el breve período de tiempo compartido en España, como los vividos en Chile, me han permitido conocerlo un poco más, tanto en su valiosa y hermosa vida familiar, como en su hacer cotidiano donde, además de cumplir la valiosa misión de educar a los infantes del mundo rural, se da tiempo, además, para preservar las raíces musicales, tradiciones, costumbres y leyendas heredadas de nuestros ancestros, en un programa radial que mantiene vivo y

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vigente ya por muchos años: La Quincha. Pero no llega hasta ahí nomás su entrega social, también le tiende una mano generosa a quienes más lo necesitan, atendiendo a sus vitales carencias de alimentación en un comedor solidario que funciona al amparo de la Iglesia de Panguipulli; amén de otras tantas actividades culturales y sociales que realiza en no se que tiempo disponible. Mas, hoy por hoy me ha sorprendido gratamente, por eso me he dispuesto a apoyarlo, con mis escasas luces, en este muy lindo desafío literario.”Planta un árbol, procrea un hijo y escribe un libro”; mi hermano Roger se ha tomado muy en serio esta máxima y como ya ha plantado innumerables árboles y tiene dos preciosos hijos: Daniela y Roger, le faltaba escribir un libro y aquí lo tenemos, con toda la riqueza de su experiencia pedagógica, remachada por anécdotas, casos y recuerdos que no podemos dejar de conocer, porque esta obra literaria tiene la magia, el sabor y el olor de un Profesor Rural absolutamente comprometido con la educación.. Pero, ¿quién es este Maestro por vocación? Pues bien, aquí les dejo algunos retazos de su vida y de su historia: Roger Marcelo Pérez Ulloa nació en Valdivia, el 25 de septiembre del año 1951. Fueron sus padres: Ernín Pérez Alvarado (ya fallecido) y Alicia Inés Ulloa Muñoz; completa la familia Pérez Ulloa, su hermano Carlos Ernín. Sus progenitores fueron fueron gente sencilla, humildes y esforzados trabajadores quienes, paso a paso, conformaron un hogar cristiano en el cual criaron a sus hijos con valores de vida, hasta verlos profesionales útiles a la sociedad. Doña Alicia, a pesar de sus ochenta y tantos años, aún madruga, comenzando su cotidiano trajín antes de las seis de la mañana, ya sea invierno o verano; aún hoy podemos verla, caminando a tranco largo rumbo al pueblo, a realizar sus quehaceres y diligencias. Roger Pérez Ulloa tuvo una vida aunque hermosa, plena de

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sacrificios. Siendo apenas un niño comenzó a laborar, como”virutero”, en la Barraca de don Pepe Hoffman, ubicaba al lado este del muelle, en Panguipulli. Allí trabajó durante un mes, en una larga jornada sólo interrumpida por una hora de colación, la que él hacía en cinco minutos, aprovechando el tiempo restante para leer novelas del oeste, enterrado en un cajón lleno de aserrín y de virutas; así fue como, a los catorce años, recibió su primer salario, un flamante cheque de casi cuatro mil pesos de la época. Fue entonces que cumplió un juramento que, de niño, le había hecho a su madre:”Mamita, cuando yo sea grande te voy a comprar una”caltela”y un par de zapatos tacaltos”. Al avanzar el tiempo y la vida, partió a realizar su Educación Media en la ciudad de Valdivia; sin embargo, todos los veranos retornaba a Panguipulli a trabajar en la Lechera Dos Álamos, con un turno endemoniado que se iniciaba a las cinco y media de la mañana y terminaba a las cero treinta horas del día siguiente; su labor consistía en esperar la llegada de los camiones que transportaban la leche desde Villarrica. Terminada su Enseñanza Media trabajó en la Agencia de Venta de diarios El Mercurio, en Valdivia, atendiendo a unos ochenta”canillitas”; a muchos de los SUS ellos ha tenido la oportunidad de volverlos a ver, en PROGENITORES algún recodo de la vida. Posteriormente retornó a traFUERON FUERON bajar en la Lechera Dos Álamos, en Panguipulli. GENTE SENCILLA, Alguna vez fue funcionario del Juzgado de Letras de Mayor Cuantía, en Panguipulli, donde tuvo HUMILDES Y como jefe directo al reconocido ex Ministro, don ESFORZADOS Juan Guzmán Tapia, cuando éste recién iniciaba su TRABAJADORES larga trayectoria judicial. Al poco tiempo abandonó este trabajo, donde apenas le cancelaron un mes de sueldo, después de un año de labor; cuando recuerda

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y comenta esta desagradable situación, lo hace en los términos siguientes: “¡Puta madre! Le entregué gratis mis pulmones al Estado; dicen que demoran en pagar, pero conmigo «se fueron al chancho»…” Posteriormente trabajó como obrero agrícola, en Santiago: Dormía en el suelo, le llevaban veinte litros de agua potable cada dos días y su almuerzo— única comida del día— le llegaba como a las cinco o seis de la tarde. También fue obrero de la construcción,”palero”, en Cutralcó y Plaza Huincul, provincia del Neuquén, República Argentina; esta última experiencia laboral se vió truncada por la difícil situación política y laboral que afectaba al país trasandino en aquel entonces, situación que lo impulsó a su terruño. A Roger lo considero un luchador decidido y comprometido con la vida, sólo así puedo entender que, habiéndolo golpeado ésta en en varias ocasiones, siempre fue capaz de levantarse y seguir por el camino con la frente levantada, dispuesto a cumplir con su destino. Su más grande dolor, el único que quizás lo ha hecho tambalear, le llega con la irreparable pérdida de su muy amada esposa y compañera vida, Olivia Miranda, a quien llamaban, él y sus hijos, Ovilla; su mujer recorre hoy senderos que para nosotros son desconocidos. Mas, la vida siempre nos brinda oportunidades, y un dia cualquiera, quizás sin muchas esperanzas, se «amononó» un poco y llevando consigo sus antecedentes laborales y educacionales, se presentó en las oficinas del Departamento de Educación, donde una amable funcionaria, la señora Ilma Ruiz Rodríguez, lo atendió con gentileza y luego, una vez que conoció su interés de trabajar en educación, como Profesor, lo despidió señalándole que, por el momento, nada había en carpeta como para atender su solicitud de trabajo, sin embargo, se comprometió a llamarlo si en alguna escuela de la comuna se producía alguna necesidad. No había transcurrido un mes de aquella entrevista laboral, cuando recibió el llamado del Departamento de Educación, solicitándosele se presentara en

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dichas oficinas; luego de cumplir con los requisitos pertinentes, fue”contratado” como Profesor y destinado a funciones en Escuela Rural de Puñir. Es en este punto de su historia, cuando inicia el más maravilloso viaje al que un hombre puede aspirar: ser parte de aquel conjunto de hombres y mujeres que transitan por los senderos de la Educación Rural, haciendo Patria y educando a quienes serán los futuros ciudadanos de este país llamado Chile. De este hacer y quehacer educativo da testimonio en este valioso libro autobiográfico. Ahora bien, después de presentarles parte de la vida del autor de esta obra literaria,”Educando en Tierra de Leones” (Memorias de un Profesor Rural), invito a revisar cada rincón de sus entretenidas páginas pues, seguro estoy, se encantarán con lo narrado por el Profesor Roger Pérez Ulloa nos relata; reitero la invitación a descubrir, a través de la lectura, el cariño con el cual los Profesores Rurales ejercen su labor educativa, el que traspasando las fronteras del compromiso profesional, se vuelve un verdadero Apostolado Educacional.

Bartolomé Ponce Castillo Profesor de Estado en Educación General Básica. Premio Regional de Literatura— La Serena, 1999. Premio Comunal de Literatura— Coquimbo, 2004.

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• INTRODUCCIÓN Proyecto iniciado en el verano del 2008 — 2009

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i lo pensamos detenidamente, cuesta imaginarse los albores de la humanidad y la evolución de los seres vivos. Cuesta imaginar que aún, en el tiempo actual, pervivan algunos ejemplares de especies, que por cercanas no se les ve, y entre éstas me referiré al Profesor Rural, el indestructible Profesor Rural que, en el presente de la Educación pareciera estar en el ocaso de su hacer educativo. La Historia registra en sus anales, paso a paso, la evolución del hombre referido a su vestimenta, su alimentación, su proyección en relación con su descendencia, su eterno deambular (de su estado nómade corriendo tras los animales y buscando los vegetales que le permitieron su subsistencia; luego se hace sedentario descubriendo la agricultura y domesticando los animales; hasta que construye su vivienda y se agruPa en clanes, tribus y naciones). Parece inverosímil pensarlo de esta forma, pero cuando el ser humano comenzó a traspasar sus experiencias de generación en generación, de padres a hijos, aparece lo que hoy denominamos: EDUCACION.

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En la actualidad, adormecidos por las comodidades de la vida moderna, olvidamos que hace, aproximadamente, cincuenta años atrás, hubo hombres y mujeres que, en Panguipulli y sus alrededores, vivieron la crudeza de habitar lugares inhóspitos, impensados para el ser humano a fines del siglo veinte; pero así fue y es aún, en los distintos y a veces hasta ignorados, paisajes de nuestro país. En la medida que esta idea prospere, nos daremos cuenta que, en la vida no todo es miel sobre hojuelas; entonces, al transcurrir de este trabajo centrado en mi sencilla vida dedicada a la Educación Rural, nos iremos adentrando en el hacer y en la historia de los muchos Profesores que hicieron y hacen Patria aún, inmersos en el mundo de la Escuela Rural. Por tal razón, me he propuesto dejar un registro escrito de mis vivencias, que son las de todos quienes hemos tenido y tenemos la responsabilidad de educar en el espacio rural. Todo comienza allá por el lejano año 1976, en Puñir, escuela a la que llegué para hacerme cargo de un sexto año, en reemplazo del titular, quien estaba haciendo el Curso de Director de Primera Clase, en la Universidad Austral de Chile, en Valdivia; me refiero al colega Nelson Cordones Martínez, actualmente jubilado. Este interés por registrar tantos años de trabajo en el mundo de la Educación Rural, tan maravillosamente difíciles, mas una experiencia de vida inolvidable, tiene su motivación en todos los recuerdos que perduran en mi alma. Éramos jóvenes, solteros, menos”poncherudos”, con todas las ganas de hacer Patria en aquellas montañas y valles alejados de las luces y el ajetreo de Panguipulli. En la actualidad, los jóvenes maestros que llegan por estos lados, nos miran como bichos raros, con incredulidad; quizás nos consideran algo locos, y tal vez tengan razón, si pensamos en la cantidad de veces que pusimos en riesgo nuestras vidas, tanto en nuestro tránsito a las escuelas en las que trabajábamos, como cuando volvíamos

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a casita donde nos aguardaba la familia, para compartir la vida por algunas horas y, por último, para registrar una parte importante de la historia humana de la ciudad. Advierto sí, que de ninguna manera será éste un libro conceptual y filosófico; muy por el contrario, la idea que tengo en mente es hacer, de este texto literario, un libro que muestre las vivencias de un Profesor Rural, con sus anécdotas y sucesos que, a veces, rayan en lo tragicómico. Por supuesto, también haré mención a ciertas reflexiones educacionales, producto de mi experiencia en las escuelas donde me correspondió ejercer mi labor magisterial. No se me ocurre como va a terminar esta aventura literaria, mas es un desafío que asumo con mucha responsabilidad y seriedad; intentaré, entonces, plasmar aquí una idea escritural que, por años, ha rondado en mi magín. Embarcado en este propósito, le pido fuerzas, claridad, sentido común y prudencia a Dios, para superar los mares tormentosos y llegar con bien, al abrigo del más abrigado puerto.

El autor.

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• O B R A E D U C AT I VA DE LOS CAPUCHINOS B ÁVA R O S

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iendo mi objetivo primero y fundamental, relatar sobre mi experiencia como Profesor Rural, necesariamente debo comenzar mencionando la acción educativa realizada por los Padres Capuchinos Bávaros, quienes misionaron por alrededor de cuatrocientos años en la zona de la Araucanía y, naturalmente, en nuestra comuna. Ellos fueron quienes iniciaron la educación formal por estos lares y que, posteriormente, dejaron en manos del Estado de Chile. En tal sentido voy a fijar el”sitio del suceso” citando, textualmente, un extracto tomado del libro: Capuchinos, 400 años de evangelización en la Araucanía:”…en la sociedad araucana, como ya se ha dicho, no hay ritos de iniciación, el niño, desde pequeño se cría de manera tal que, según su capacidad y su edad, va integrándose en la comunidad familiar y tribal, de forma natural”. La educación, en primer lugar, está en manos de los padres, pero también a los hermanos mayores les corresponde un rol importante

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en este vital labor; en cambio los abuelos, tíos y tías, sólo pueden influir si representan a los padres. Los niños son criados por su madre, como lo pide la naturaleza y gozan de mucha libertad, con ausencia casi total de castigos. Una madre mapuche jamás le grita a su hijito; mas, un”chisttt…” susurrado en voz baja, enérgico y a veces repetido, enseña al niño a acostumbrarse, poco a poco, a ciertos límites. Los padres enseñan, a los niños mayores, todo lo que sea importante para su edad, para lo cual se toman bastante tiempo, ya sea la madre quien enseña a las niñas, como el padre a quién le corresponden los niños. Al hijo se le enseña a obedecer a su padre, mientras éste viva, y a no contradecirlo jamás; los niños retrasados mentalmente reciben atención y ayuda especial, según el caso lo requiera. Entre los araucanos no existe sentimiento de vergüenza alguno por tener tales niños. A los niños se les acostumbra, a su tiempo, a prestar ayuda en los quehaceres domésticos o en el campo, no tanto para aprovecharse de su trabajo, sino para que se vaya familiarizando con el ritmo de vida de los adultos. Sólo la madre se encarga de preparar las niñas para la vida futura, trabajando de tal manera que la niña la vea y pueda hacer sus observaciones; por ejemplo, cuando hay visitas aprende a preparar la mesa cubriéndola con un paño. Cuando la niña ya es mayor, acompaña a la mamá en los quehaceres de todo el día; se levanta temprano con ella y la ayuda en su trabajo, preparándose, de esta manera, para su futura misión de madre. También le corresponde, a la madre, iniciar a la joven en el conocimiento de la vida sexual. Niños y jóvenes aprenden, con el padre, el trabajo del campo y el cuidado de los animales. Rara vez se dan castigos y si alguna vez se aplican, estos no son corporales, sino más bien privaciones de algo; por ejemplo, si un niño hace desorden en la mesa, debe retirarse de la misma. En cierta ocasión una mujer mapuche encerró a su hijo

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por ocho días, en un rincón de la ruca, porque había peleado con el hijo del vecino, dejándole a la mano un libro; a los ocho días sabía leer, algo que en dos años escolares no había conseguido; esta situación la constató su propio profesor. La madre no castiga corporalmente a los niños mayores, sin embargo el padre sí se toma, algunas veces, el derecho de hacerlo; con una huasca puede castigar a un joven de veinte años, en casos de grave desobediencia. No se concede a personas extrañas el derecho de castigar a un niño. En aquel tiempo, cuando parte de la Araucanía era todavía libre, la educación del joven, en este caso para la guerra, tenía un papel muy importante,; sin embargo, esta educación era extremadamente dura y muy sacrificada: el joven guerrero debía aprender a soportar el hambre y la sed, a nadar largos trechos en el agua fría, a observar al enemigo y enfrentarlo sin temor, aunque en ello se jugara la vida. De esta antigua y tradicional formación, los jóvenes mapuches conservan razgos de intrepidez y aplomo; estas y otras cualidades lo distinguen de los indígenas nortinos: diaguitas, collas, atacameños y aymaras. Dentro de la tradición tribal, la educación intelectual de los niños se toma muy en serio. A los niños se les enseñaba el arte del discursos; se les enseñaba a servir de mensajeros, debiendo reproducir literalmente un mensaje oral, habiéndolo escuchado una sola vez; del mismo debían transmitir la respuesta recibida. Todavía hoy, se acostumbra a los niños a tener una concentración tal, que las cosas se le dicen sólo una vez y no se le repiten. Según lo he constatado durante mi vida como Profesor Rural, cuesta conseguir que un niño mapuche repita algo porque, al parecer, a él le basta”tener la cosa dentro”. Cuando se les solicita escuchar un texto y luego escribirlo, generalmente lo hacen de muy buena forma, demostrando haber captado correctamente el sentido del texto.

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Los niños, para aprender oratoria, imitan en algo el método del antiguo Demóstenes; ellos practicaban en los bosques, trepados sobre un tocón recitaban a viva voz extensos textos, teniendo como oyentes a los árboles, las aves, los pumas, los esteros, el río y todo lo ser que allí habitaba. En la escuela, los niños aprenden a conocer y contar los números hasta el mil, empleando en sus aprendizajes Sistema Decimal. Según Cooper, los números de cien a mil son de origen quechua. En Alepúe, casi la mitad de los escolares sabe escribir en su idioma mapuche. Como, en la escuela, aprenden a escribir en castellano, utilizan este alfabeto tal como les enseñan sus padres, que no siempre concuerda con la correcta ortografía usada por la ciencia lingüística. De una manera muy particular, son los indígenas cristianos quienes dan más importancia a que se cursen buenos estudios; los padres y abuelos saben, por propia experiencia, cuánto vale saber leer y escribir. En este punto hay que destacar el mérito indiscutible de los misioneros.

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• LA EDUCACION EN LOS ALBORES DE LA COMUNA

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s necesario señalar, que tras la educación espontánea y natural de la familia, los niños eran llevados a las escuelas de las misiones, donde recibían su educación formal, guiados en el camino del aprendizaje por los Misioneros Capuchinos Bávaros. En lo sistemático, a inicios del siglo veinte recién comienza la construcción oficial de escuelas, en la comuna de Panguipulli, todas bajo el alero de la Misión capuchina Bávara. Así tenemos las siguientes:

año 1903 — año 1912 — año 1913 — año 1918 — año 1923 —

Escuela Nº 62, Panguipulli. Hoy Centro Educacional San Sebastián; unificada con la ex Escuela Santa Isabel. Escuela Nº 61, Coñaripe Escuela Nº 60, Santa Isabel Escuela Nº 77, San Miguel de Coñaripe Escuela Cayumapu

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año 1937 año 1940 año 1942 año 1947 año 1948 año 1948 año 1949 año 1957 año 1961

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Escuela Nº 63, Pelehue Escuela Nº 65, Pucura Escuela Nº 64, Calafquen Escuela Nº 68, Neltume Escuela Nº 79, Melefquen Escuela Nº 66, PamPa Ñancul Escuela Nº 69 Dollinco Escuela Nº 75, Remeco Liceo Padre Sigisfredo

Si he citado algunas escuelas”urbanas”, ha sido para contextualizar el hecho de que, la educación en Panguipulli la iniciaron los Misioneros Capuchinos y las monjitas de La Santa Cruz, quienes estuvieron casi un siglo misionando en estos territorios; por otra parte, menciono que muchos niños proveniente de la ruralidad, asistían a las escuelas del pueblo, a «pata pelá». Tragedias hubo que azotaron a varias escuelas, casas e iglesias de la zona, entre las que menciono a las siguientes: Año 1914, un voraz incendio redujo a cenizas el flamante colegio Santa Isabel, las casas laterales, cercos y todo el menaje de casa. El 11 de Marzo de 1945, en la tarde, se produjo la catástrofe más grande conocida hasta la fecha; en el día más negro de Panguipulli se quemó se quemó toda la misión, la iglesia, la casa de los misioneros, escuela, talleres... Sólo se salvó del siniestro el Colegio de Niñas. Esto significó que la escuela dejó de ser”rural”, pues de estar ubicada en el sector del cementerio, en aquellos años, se reconstruyó en la ciudad misma, calle Martínez de Rosas, transformándose así en una escuela”urbana”.

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• ESCUELAS RURALES E N E L PA N G U I P U L L I A C T UA L

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continuación haré mención a las distintas Escuelas Rurales que, actualmente, dependen de la Corporación Municipal de Panguipulli. • Escuela Cacique Aillapan, en Dollinco • Escuela Cachim, sector Liquiñe Alto • Escuela Carririñe, sector fronterizo de Liquiñe. • Escuela Cayumapu, frente a la Central Hidroeléctrica de Pullinque. • Escuela Correltúe, paradojalmente se ubica en la comuna de Lanco, sector Malalhue. • Escuela Cudilelfu, al interior del sector Huerquehue • Escuela Rural Chauquén, actualmente cerrada, casi llegando al balneario de Chauquén • Escuela Cultruncahue, al sur de Panguipulli, hoy cerrada • Escuela Curihue, por la ribera noreste del lago Pullinque

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• Escuela El Manzano, al interior del sector Dollinco. • Escuela Linda Flor, por la pat’e gallo, camino a Loncoche, hoy cerrada. • Escuela Huitag, en medio de la pat’e gallo. • Escuela Los Raulíes, en el sector los Tayos Altos, hoy cerrada. • Escuela LLancahue, por el camino de Coñaripe a Liquiñe. • Escuela Malchehue, por el camino hacia Playa Monje. • Escuela Milleuco, por la pat’e gallo (la del medio) que sale al cruce Chesque, camino a Villarrica. • Escuela Los Ñadis, en el camino a Releco. • Escuela Panguilelfun, por el camino hacia los Tayos Altos. • Escuela Puyehue, por el camino hacia los Tayos Altos, donde actualmente cumplo funciones como Profesor Rural. • Escuela Raguintulelfu, en la frontera con Argentina, por Liquiñe. • Escuela Rañintulelfu, por el camino a Tralcapulli. • Escuela Trafun, por el camino a Liquiñe. • Escuela Tránguil, por el camino hacia Liquiñe.

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• BUSCANDO PEGA

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sumo que desde pequeño tuve inclinaciones de «patiperro» y mis intenciones nunca fueron encerrarme en una oficina; yo quería recorrer el mundo y su diversidad cultural. Quería aprender y conducir un gran camión, primero por las rutas de América y luego por las de todo mundo; esas eran mis reales intenciones de vida, por eso cuando niño quise ingresar a la marina, pero “por un ojo” no fui aceptado. Estando en Río Negro, República Argentina, hasta donde había llegado en busca de pega, me vi cargando cajas de tomates, en un camión destinado a los mercados Brasil; de conversa en conversa, el conductor de ese camión me ofreció la pega de asistente administrativo, mientras tanto aprendía a conducir, para que así pudiera cumplir mi sueño. Pero esta oportunidad se vió frustrada, porque debía volver a Chile y documentarme convenientemente. A todo esto, él iría a Brasil y a su regreso haríamos la dupla, con ese compromiso me vine, pero mi destino me llevó por un derrotero

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absolutamente distinto, que ahora les comento: Corrían los primeros días de marzo del año 1976, cuando este pechito venía de ser palero en Argentina, específicamente en Plaza Huincul y Cutralcó, en la provincia de Neuquén. Venía de cesante y, por esos días, era también un cesante en mi propia tierra; esto en plena dictadura militar. Después del reencuentro con mis padres y mi hermano y luego de haber descansado, me dispuse a analizar mi futuro inmediato; entonces me aboqué a revisar mi historial educacional y laboral, dispuesto a comenzar el difícil trance de encontrar un trabajo adecuado a lo que decían mis documentos. Con las «puras patas y el buche» me dirigí, un día, al Departamento de Educación, el cual se ubicaba a un costado, pero al interior del perímetro de la que hoy es la Escuela María Alvarado Garay. Una vez allí me entrevisté con la ex Directora del Departamento, la señora Ilma Ruiz Rodríguez y le expliqué claramente mis deseos de conseguir una plaza administrativa o docente, para lo que según yo y mi ego, estaba preparado; me dijo que no era posible por el momento, pero que me quedara «al aguaite», “que me iban a llamar”… La respuesta me sonó a la «chiva vieja», sin embargo y con hidalguía, debo reconocer que al mes de haber hecho esa visita, efectivamente me llamó a su oficina y me dijo —si mal no recuerdo—”ya Roger, ¿todavía tienes ganas de trabajar con nosotros?.. Hubiera querido gritar, pero la educación me contuvo y contesté seriamente que sí. Entonces —dijo la señora— tienes que traerme un certificado médico en que conste que tu salud es compatible con el trabajo, y el segundo certificado debe ser uno notarial, donde se explicite que no tienes relación alguna con partidos políticos. Me fui, no digo que corrí, volé, realmente volé a cumplir con las dichas diligencias, tenía real interés en irme de casa en busca de mi destino; tenía ya veinticinco años y no podía seguir viviendo

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a costillas de los viejos. Además, a esa edad hay otros intereses; es totalmente necesario contar con el dinero suficiente para solventar los gastos de vestimenta, alimentación,”farras” y otros menesteres. Concluidos los trámites solicitados, volví al Departamento de Educación con todo listo; habiendo pasado la prueba de blancura, me dice, la señora Ilma: ¡ya… Ahora te vas a trabajar a Puñir! Mi corazón saltaba a mil pulsaciones por minuto, parecía un potro chúcaro corriendo por la pradera, pero exteriormente debía mostrarme muy compuesto y sólo me salió un seco:”¡muchas gracias señora, no la defraudaré!”. Luego pregunté: pregunté: Y… ¿dónde queda Puñir? ¿dónde voy a vivir y comer?; como respuesta recibí un agrio: ¡es su problema, joven, use su inteligencia! Me quedé de una pieza con la respuesta, pero no me asusté, ya la vida me había exigido cosas bastante mas duras en mis cortos años de existencia. ¡Total… —me dije— preguntando se llega a Roma! Y claro, ligerito me noticié; luego me acordé y llegué a la casa para contar la buena nueva. Ahí comenzaron otros problemas, porque para entrar a una sala de clases, uno no puede llegar y hacerlo lleno de «huilas», no podía entrar como un «pijollo», o sea, un cordel de harapos y sólo eso me iba quedando de mis tiempos de obrero palero, en Argentina. La verdad, no me acuerdo lo que hice para sobrevivir, mientras llegaba la platita del sueldo, pero me las arreglé como mejor pude en esos largos meses de espera.

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• PUÑIR

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legó el día de partir, dispuesto a enfrentar este nuevo desafío tomé el vapor Enco, con mis pilchas, y me fui sin saber donde iba a llegar a dormir, vivir y comer; después del romántico viaje lacustre, conversando con el capitán, don Cheno Méndez, persona que conocía pues era amigo de mi padre, llegué a destino; afortunadamente, un pasajero, adininando a donde iba yo y a que, me preguntó:”¿usté es el colega que viene a trabajar con nosotros? ¡sí amigo, yo soy! Repliqué un poco más tranquilo, hasta casi contento, diría yo. El pasajero en mención, resultó ser Luis Aurelio Gatica Gajardo, hoy flamante presidente del Colegio de Profesores, Comunal Panguipulli, y docente de la Escuela Rural La Rinconada de Choshuenco. Este”puta madre” me llevó a la bombásticamente llamada”Casa de Huéspedes”, donde él tomaba la pensión. Después de hablar con la administradora, de quien no recuerdo el nombre, quedé instalado en la misma pieza que mi colega, y ya tuve con quien socializar; esto fue el día sábado 3 de abril del año 1976. En mi primer domingo en

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Puñir, amaneció un día espectacular y con un «puelche» de aquellos que levantaban elefantes. Matamos el día conociendo el lugar y yendo por quesos al cercano fundo Toledo. En suma, el día pasó y llegó el gran lunes, yo con miedos enormes porque iba a enfrentarme, cara a cara, con lo desconocido, con gente totalmente extraña. Nos levantamos a las siete de la mañana, nos lavamos con agua para mi extraordinariamente fría, nos empilchamos y bajamos al comedor, el desayuno fue histórico: “una taza de café medio frío y un pan añejo”; cerca de las nueve nos fuimos para la escuela, fui presentado al Director subrogante, don Carlos Levipan Tranamil, el que se convertiría en pieza fundamental para mi futuro… Pero por ahora, ese es otro cuento. EL DESAYUNO FUE Entré a la sala y me encontré con “mi curso”, los HISTÓRICO: UNA alumnos y alumnas tenían un promedio de edad cercano a los dieciocho años; silenciosos, curiosos y TAZA DE CAFÉ expectantes, por dentro se las traían y no eran tan MEDIO FRÍO Y UN blancas palomas. Con ese promedio de edad, já, unos PAN AÑEJO intelectualmente mas proclives al estudio, otros iban a la escuela sólo por ir, por cumplir la ley y tantos otros motivos; pese a algunas asperezas iniciales, por el camino nos fuimos haciendo amigos. Y se vino la pregunta del millón: ¿qué hago…? Bueno, la respuesta era clara, según el horario correspondía castellano, así es que revisé el libro de clases y busqué el contenido a tratar, era el tiempo de los”gloriosos objetivos operacionales”, entre otras mil zarandajas que se les ocurre en el Ministerio de turno. Y se fueron sucediendo los días de esa primera semana, el único problema era la alimentación, que no pasaba de la taza de café y el pancito añejo; las tripas tenían un concierto cada vez más fuerte y el agua no era suficiente para aplacar un hambre cada vez más aguda,

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alguna silenciosa lágrima de impotencia cayó por ahí, en soledad, pero también me alertó para buscar una solución más concreta, con la cual hacer coherente mi trabajo y mi estadía fuera de casita. El día viernes ya no aguanté más y a la hora de inicio de la jornada de la tarde, me acerqué al director y, derechamente, le dije: “director, estoy caga’o de hambre, ¿me invita a comer, por favor?” Carlitos Levipán me retó, porque no le había contado antes el problema (obvio que no po’, si el problema no era de él). Terminada la clase me llevó «retobadito» para su casa y allí comí, sin vergüenza, como un cerdo, hasta que mi estanque marcó full, hasta que mi ombligo quedó estiradito… Lo que nunca supe y ni siquiera intuí, fue que él conversó con Gatica y los demás colegas, y “del bulto”, o sea “yo”, se hicieron cargo el matrimonio de Manuel Ortega y su señora, Adriana López, quienes lo único que me pidieron, fue un aporte en alimentos; desde aquel bendito día pasé a formar parte de su mesa, mientras tanto seguía durmiendo en la “Casa de Huéspedes”. El sábado siguiente tomé el Enco para volver a Panguipulli y solucionar el problema de los alimentos, el que con el aval del papá pude superar y llegar con una caja plena de cosas para aportar a la olla de esa generosa casa. De ahí para adelante las cosas mejoraron, me amigué con Carlos Levipán que, en verdad, era el “papá putativo” de todos los solteros y profes “buena onda”. Cuando llegué al grupo, estaban en él: Manuel Ortega y Adriana, su señora; y Luis Aurelio Gatica Gajardo, un ropero de cuatro cuerpos. Lo pasamos el «descueve», éramos muy sociables y generosos entre todos. La cosa no era llegar a la casa de Carlitos a tomar mate, a comer chanchitos lechones o gansos al horno, no no no… Un huevoncito picaba leña, otro iba a buscar agua al río, otro hacía aseo, otro pelaba papas, otro conseguía el copete; en suma, cada uno colaboraba con algo y bueno, nunca faltó una chiva pa’ juntarnos el fin de semana a remoler.

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Como yo era el más nuevo, el que no tenía sueldo todavía, hacía otras pegas como, por ejemplo, ir mandado a Panguipulli a buscar los insumos necesarios para la “junta” de la tarde y donde, jamás de los jamases, faltaron los “líquidos espirituosos”, jajajajjajá. Otra veces salía a pescar tempranito (cinco, seis de la mañana), iba a dar una vuelta hasta la isla “Tabú“, cerca de la cuesta del petróleo; el lago siempre fue muy generoso conmigo, así es que nunca faltaba el salmoncito a las cenizas, al horno, o frito.

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• LOS VIAJES A PA N G U I P U L L I

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l famosísimo vapor Enco pasaba por Puñir los martes y los sábados, donde estaba la gente de Toledo, Puñir, Chaura, Reca, Huiñoco y de todos los alrededores, listos para embarcarse y hacer la travesía al pueblo, para comprar en la pulpería, hacer las diligencias y volver a tomarlo a las dos, para el regreso a casa. Era todo un acontecimiento, el cual podía tener varios finales; me explico: el Enco era un vapor que tenía algunos implementos de lujo imprescindible como el bar (digo yo); allí se jugaba, durante todo el viaje, al cacho, a la brisca o, simplemente, a la “rayuela corta”. Cuando la brisca estaba muy disputada, como generalmente pasaba, se jugaban hasta el almuerzo y los aditivos del viaje, lo que en resumen significaba, que uno ni se bajaba del vapor, buscaba su taxi (mi carretón de confianza era conducido por Raúl García), le hacía los encargos, mientras la juerga seguía a bordo, en algunos casos muy puntuales. Otra cosa que podía suceder, es que se pasaba a tomar “desayuno” en el bar Haití, a la salida del muelle, donde “cacho Rembe”

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(ahora es colectivero) y el viaje duraba hasta ahí no más; con las cañuelas débiles por los embates del alcohol, subían nuevamente al vapor sin haber comprado ni siquiera un chicle; otros lograban salir de la zona de peligro, pero llegaban con su valentía hasta el hotel de don Sebastian, allí salía comida y trago otra vez; el viaje a Panguipulli era peligroso de verdad, había muchas tentaciones y la abstinencia en los fundos era bastante, aunque nunca faltaba su algo. Mas de una vez me tocó, junto a otros amigos, subir con las «catimbas» enclenques por la potencia del «puelche».

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• F I E S TA S PAT R I A S , N AV I DA D Y A Ñ O N U E VO

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ecién leía estos recuerdos sencillos, plenos de nostálgica realidad y picardía, pero las fiestas eran otra cosa en los fundo madereros; llegada la víspera de cualquiera de ellas, se carneaban varios bueyes, se les entregaba o vendía carne a la gente y los vapores, con lanchas a sus costados, acarreaban uno, dos o tres carros de vino, para que a los trabajadores no les faltara en sus celebraciones. Que yo me recuerde, don Pablo Vidal, ex funcionario de carabineros y fallecido ya hace algunos años, oriundo de las minas de Hueima, traía el vino por carros; le compraba un tren de vino a su viña, el viejo, justamente para abastecer las necesidades de los fundos. ¡¡Qué manera de hacer plata oiga!! Imagínese, le estoy hablando de las grandes lanchas, donde se acarreaban miles de pulgadas de madera en bruto o elaborada. No era para nada extraordinario que el viaje en el Enco fuera codo a codo con las clases y cubierta colmada de gentes, cajas, harina y garrafas, que hacían imposible tener un lugar cómodo para soportar

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la travesía; había que «aperrar» y punto. Y otro era el tema cuando, más encima, tocaba temporal; el bamboleo era constante, las caras de preocupación de la gente eran muy visibles pero nadie entraba en pánico, mientras el capitán, Cheno Méndez, maniobraba imperturbable y sereno su querida embarcación, desde el puente de mando.

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• EL LECHONCITO V E R S U S E L M ATA O R

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ecuerdo cierta vez, en que Manuel tenía un chanchito lechón y la noche anterior, mientras cenábamos, me pidió ayuda para “faenar al enjundioso porcino”; en palabras vulgo castizas: carnear el chanchito mientras él hacía otros menesteres.—¡Sí, compadre…! —dije yo, altanero, dándomelas de «perro lanúo». Al otro día muy temprano, como se estila en la vida campesina, tomamos una choca y luego me arremangué la camisa, cogí un yatagán y un martillo, fui al corralito, agarré el pobre marranito, le pegué un martillazo en la frente; aturdido el animalito, lo llevé hasta una batea de lavar ropa, que sería su sarcófago, allí le busqué su aorta y le pegué tremenda ni qué puñalá… Lo ensarté como un anticucho, ni gritó siquiera el pobrecito… En eso llegó Manuel y al ver la masacre del cerdito se recagó de la risa y me mostró como el puñal sobresalía por la espaldilla del puerquito… Pero, de ahí en adelante, el eviscerado y todo lo demás me salió «impeque». Demás está decir que el animalito, convenientemente aliñado y

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dorado en el horno pasó a mejor vida, regado profusamente por un líquido rojizo llamado vino tinto y otro de color miel llamadochicha de mosco”, este último de traicioneras consecuencias.

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• CHICHA DE MOSCO

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a famosa “chichita” se dejaba tomar tranquilamente, en grandes cantidades, dulcecita, fresquita, picantosita o fuertecita; no “estrilaba” para nada el riquísimo líquido artesanal de los fundos y campos comunales, pero su resaca es cuento de otro libro… Llegaba en forma de un agudísimo dolor de cabeza, algo así como si toda la tribu de Jerónimo, de a caballo, al galope tendido, con «chivaterío» general a todo pulmón incluído, le pasaran a uno por la “choya”; y eso era solo el principio, porque si no estaba uno acostumbrado al traidor líquido, las carreras hasta el baño, tras las murras, el cerco o lo que fuera, tenían que ser muy rápidas, tanto como era la consecuencia de haber trasegado la famosa “chichita de mosco”. No me diga «na’ iñor», yo estuve con diarrea, “seguidilla”, vulgarmente “cagaera”, como una semana entera, y soportando las inmisericordes risotadas de los mismos que me habían invitado a empiparme del riquísimo jugo de miel, con ellos. Bueno, pero nadie me puso la escopeta en la cara paque tomara

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esta chichita, así fue y así lo cuento; si no me creen, póngase a chupar este brebaje de baco, pero no me pasen la cuenta de lo que va a pasar después, con el gasto en papel higiénico. No me diga nada, en Puñir si que eran raros para tomar, como por ejemplo: vino tinto con malta y cinzano.—¿Se imagina la mezclita?; champaña con vino tinto; chicha de mosco con pisco o aguardient “paque agarrara a juerte”… Si estos carajos inventaban cómo hacer más potente la bebida, la mezclaban con algo de levadura y azúcar, o con algún licor el aguardiente o el pisco, la cosa era que había que fermentarla lo mas rápido posible, porque siempre había gargantas sedientamente necesitadas.

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• LA CAMA

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istorias alegres y otras tristes han pasado por la rueda de la vida de este profe rural. Por ejemplo, cuando tomé la decisión de tener mi propio camastro, donde tirar los huesos para descansar, ya fuera en las noches o en los momentos de ocio; estando así las cosas, planifiqué ir a Panguipulli a por una cama, con permiso del director, don Carlos Levipan Tranamil, por supuesto. Mi director me negó el permiso, argumentando que, no estando el titular, él no se encontraba con las atribuciones necesarias para promover el viaje. Y no hubo caso de convencerlo.—¡Ta maire!— dije yo y tuve que pensar, rápidamente, como salir de ese impasse. ESTANDO ASÍ Mirando el calendario, la fecha más oportuna era ir el LAS COSAS, día primero de mayo, pues caía lunes. Así es que fui donde un caballero que le decían el “venao” —por ahora no PLANIFIQUÉ IR A recuerdo su nombre —, paque me prestara su bote; la res- PANGUIPULLI A puesta fue positiva, entonces arreglé un pequeño «roquín» POR UNA CAMA de pan con miel, y patiando la perra, porque a pesar de que ese viernes, en la noche, había una fiesta a todo cachete, me tuve que acostar temprano para emprender la pesada tarea de remar hasta muy cerca de mi casa, en Panguipulli. A las cinco de la mañana, este rotito ya estaba en pie y después de hacer

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algunas rápidas abluciones con el agua muy fría de la mañana, partí con rumbo a donde se encontraba el bote, escuchando claritamente los sones de una fiesta, que se me imaginaba mortal, pero agachando las orejas seguí no más po… Oscuro todavía puse las chumaceras, coloqué los remos y partí… A las cinco primeras paladas ya me di cuenta que iba en una batea y que me iba costar un triunfo llegar a Pangui, porque se enterraba en el agua de proa. Pero igual seguí remando, ligerito aclaró y tiré al agua un aperito con una cuchara española, luego picó y me alegró el rato, saqué el escamoso y seguí dándole al remo, pero la paciencia se me agotó llegando a la isla “Tabú”, en la orilla busqué una roca «cotota», se la puse en la popa, así la batea levantó la proa y de ahí en adelante iba como lancha a motor… Dele que dele al remo no más, iba Roger Pérez y de cuando en cuando un salmoncito picaba, alegrándome la vida ya que sería un hermoso regalo pa’ los viejos, que siempre fueron cuervos pal’pescao. La mañana terminó abriendo allá por la altura de Niltre, bajó la neblina y se me perdió el horizonte; remé como una hora a ciegas, después de eso el sol fue mi compañero y, puta maire, como calentaba el tonto. Rema que rema, los peces me mostraron el lomo un buen rato —¡ni uno solo picó!—, claro, como iban a picar si andaban casi en la superficie. En el sector de La Cruz bajé a tomar la choca; me comí mi pan con miel, me mojé un poco el torso y la cabeza y seguí mi rumbo. En total, sumando la media hora de descanso, fueron seis las horas que me eché desde Puñir a Pangui. En mi casa no lo podían creer, en la oficina tampoco; fue tanto así que, midiendo los riesgos, doña Ilma me autorizó a quedarme en la ciudad hasta el día martes, a fin de que el Enco me ayudara a llevar mis cosas y yo pudiera llegar seguro a Puñir, donde mis colegas ardían en la incertidumbre, porque yo había quedado de volver el domingo en la tarde o el lunes a más tardar. Entienda usted que, en

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ese tiempo, no había más comunicación que la de los vapores, no había teléfonos, ni celulares, ni nada de lo que hoy sólo nos dificulta la vida… (el celular es un cacho, pues sólo sirve para interrumpir conversaciones, discursos, ceremonias, misas… Hoy apenas sirve pallamar, porque tienen tantas posibilidades y usos, que lo último es el teléfono; obviamente no faltan los y las descriteriados haciendo mal uso de ellos… ¿O nó? La llegada a Puñir fue a toda lluvia, sin nadie que ayudara y más encima, los largueros del somier se me cayeron al agua, a un costado del muelle. Saqué todos los bultos, los dejé en un galpón que había allí, luego fui a mi pieza a dejar uno y rápidamente volví por otro; paqué les cuento como quedé de mojado… Y cero ayuda, hasta que terminé el acarreo. Me duché con agua fría, tomé una ligera choca y al tuto porque estaba totalmente cansado. Al otro día, cuando se pudo, con un bichero sacamos los largueros del agua. La vida escolar era matizada con estos “encuentros sociales”, los cuales hacían menos dura la sensación de estar lejos de la civilización y, principalmente, de la familia. En esta escuela trabajaban además de los anteriormente nombrados: el chico Luis Arévalo Veloso, la señora María Ojeda y, más tarde llegaría la señorita Beti Doris Sandoval, que terminaría enyugándose en matrimonio con Lucho Gatica; éramos un grupo unido, amigable, muy sociables y buenos p’ a la pega. Pero como en toda convivencia humana, tampoco faltaban los roces, dimes y diretes, que siempre nos acompañan, ya sea en el campo o la ciudad. Los seis meses que viví en Puñir, fueron una experiencia positiva, llena de gestos de amistad, generosidad y solidaridad que jamás voy a olvidar. Siempre he reconocido, en distintos ámbitos públicos, el apoyo brindado a mi persona por el matrimonio formado por Carlos Levipan y Sarita; ellos me ayudaron y fueron mis “padres putativos”, cuando iniciaba mi carrera docente, hace ya treinta y cuatro años.

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• U N A M A N O L AVA LA OTRA

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n viernes de primavera, como muchos otros, por la tarde bajé a Puñir a casa de Carlos y Sarita; con Carlos hicimos algunos trabajos hogareños, incluido el tema de la leña y el agua, lo más obligado en el día a día. Esa noche, mientras compartíamos la cena, Carlos se acordó que debía levantarse muy temprano, porque le tocaba aporcar una chacrita de papas. Llegó la hora del tuto, cada cual partió pasu cahuito y a dormir se ha dicho; yo había decidido ganarle el quien vive, levantándome más temprano que él y así nomás fue. Lo madrugué y, mucho antes que los primeros rayos del sol salieran por el este, me fui derechito a la chacra. Sin preámbulo alguno comencé la labor y en la mitad de la primera melga estaba ya a todo vapor; tal fue mi entusiasmo, que no me di ni cuenta cuando y como había terminado la pega. Despés me vestí de corto y partí al río que estaba cerquita, un baño con la fresca agua cordillerana me dejó totalmente recupe-

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rado y listo para enfrentar un nuevo día. Llegó la hora en que Carlos se levantó, asombrándose de que yo estuviera en pie, de que había fuego en la cocina, que estaba calentita la pieza y todo previsto para tomar desayuno; entonces me dijo: —¡Roger, me voy a aporcar las papas y vuelvo! Nada dije, solo lo acompañé y entonces, cuando llegamos al lugar, lo vi sonreír; él me miró como no comprendiendo lo que había pasado, entonces se dio vuelta, me dio la mano y me dijo: —Gracias...!— Lo tomé del brazo y lo conduje a la cocina de su casa, donde lo hice sentarse para que tomáramos desayuno. Mi recompensa fue ver la expresión de su rostro. Ese día fue un bello amanecer para mi, porque con un sencillo gesto de retribución había hecho feliz a un amigo y su familia.

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• E L T O R TA Z O

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elebrando el cumpleaños de María Cecilia, si mal no recuerdo, la hija mayor de Carlos Levipan. La fiesta se había desarrollado con la normalidad acostumbrada, hasta cuando se llegó al momento culminante de la torta. Alegremente, entre tallas, risotadas y comentarios nos íbamos devorando el delicioso pastel que, ha decir verdad, estaba un poco reseco; en razón de eso y por tragón, tuve la mala suerte de atorarme con un trozo de la bendita torta, consecuencia de ello fue que comenzó faltar el aire. Desesperado a más no poder, en medio de mi desesperación sólo atiné a pedir, haciendo gestos con mi brazo derecho, que me pegaran un palmetazo en la espalda, para poder salir de tan complicada situación. Por fin y por suerte —no sé si esto último pueda considerarse como tal— Luis Gatica se dio cuenta de mi situación y de inmediato, sin decir agua va, me dio un tremendo «charchazo» en todo lo que se llama espalda; decía que la suerte no había sido mucha,

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porque como este bruto tiene unas tremendas manazas, propio de su tamaño descomunal —parecía un ropero de tres cuerpos—, con el palmetazo me tiró de hocico al suelo, haciéndome expulsar el trozo de torta que me ahogaba, el cual salió de mi garganta como un balazo… El chiste que tuvo esta incómoda situación, fue que me quedé con la espalda pala historia, con un dolor que me duró casi tres meses.

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• LA CUNA DE LA NIÑA

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a vida continuaba apacible, en la comunidad: la gente, trabajadora, haciendo lo suyo en todos los ámbitos de su cotidiano quehacer y así como algunos partían, otros llegaban a poblar este mundo nuestro, de tal suerte que Carlos y Sarita tuvieron la buena nueva de que la cigüeña los visitaría, por segunda vez; era la Patricita Lorena que llegaría para continuar alegrando el hogar de mis amigos. Carlos, como buen padre, comenzó con el proyecto de fabricar una nueva cuna. Sinceramente, no recuerdo si él la construyó o si la encargó a alguién, lo que tengo claro es que la cuna estuvo lista antes de la llegada de la esperada bebita; luego pasó todo lo que tiene que pasar en estos casos y lejos de Puñir, porque allí no había ni partera y si la hubo, nunca lo supe ni menos la conocí. El caso es que llegó el momento de las celebraciones, como siempre muy alegres, con harta comida y muy regadas; la cosa es que el cansancio, la gula y los líquidos espirituosos nos pasaron la cuenta… El caso es que don

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Luis Gatica y don Roger Pérez, amanecieron acostados en la famosa cuna, probablemente no habían camas suficientes. De la guagua nunca se supo… En todo caso, el lado bueno del asunto es que la mentada cuna quedó probada a todo evento, pues dos mastodontes le hicieron la prueba de calidad. A decir verdad, la cuna en cuestión habría soportado el peso de un buey, sin problemas… ¿Estará todavía, en alguna parte, la dichosa cuna?

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• VIAJE A RECA

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n aquel minuto, jamás imaginé que estaría, en mi vida, por tanto tiempo en ese lugar; pero paciencia, llegará el momento en que les cuente ese capítulo de mi vida profesional. Un día de agua y viento, estando en nuestras respectivas camas, ya avanzada la noche, llegó Manuel Ortega hasta el dormitorio, a hablar con el Lucho para que lo acompañe a Reca, porque tenía que traer no sé que cosa; Luis estaba con gripe y les respondió con un no rotundo. Entonces levanté la cabeza y le dije: ¡uPa chalupa! Sin saber lo que me esperaba; nos aperamos de roPa de agua y abrigo, luego montar a caballo y trote mar no má. Para que les cuento como estaba el tiempo, no se veían ni las manos y yo que no conocía esos caminos, jamás en mi vida había hecho una travesía nocturna, menos cabalgando por dieciséis kilómetros y cuesta arriba. Los caballos tranco y tranco; no habíamos andado ni cinco kilómetros y yo ya iba tullido, con la cara entumecida, recibiendo de soslayo el viento gélido y la lluvia incesante

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pegandome como piedras, en el rostro. ¡Qué noche tan brutal, aquella! ¿Cuánto tiempo habremos andado hasta llegar a destino? no lo sé, solo me di cuenta cuando Manuel frenó su caballo y gritó—¡Alóóóó!— enseguida alguien abrió la puerta, asomándose una ténue luz de vela y detrás de ella un rostro. Era el dueño de casa, Abelino Andrade, actualmente auxiliar en el Gimnasio Municipal de Panguipulli; Manuel algo le dijo y, por breve tiempo, esperé que mi FUE UN TERRIBLE colega terminara su cometido. VIAJE EL DE La diligencia llegó a su fin y de nuevo a los cabaAQUELLA NOCHE, llos para volver a Puñir. A esa hora estábamos mojados DONDE TUVE hasta las tripas, helados hasta casi la hipotermia y MI PRUEBA DE vamos andando cuesta abajo; los fieles mancos iban FUEGO EN LA paso a paso y yo, medio adormecido, sólo tuve conocimiento del terreno cuando la pendiente de la cuesta CORDILLERA Las Chiverías, me empujaba a caer por sobre el cogote del animal. El camino parecía no tener fin, pero ya me daba lo mismo, mojado, entumido y perdido en medio de aquella oscuridad, sólo había que esperar la orden de apearse. Creo que ni a achicar nos bajamos Fue un terrible viaje el de aquella noche, donde tuve mi prueba de fuego en la cordillera; después tendría muchísisímas más, a pie y cargado como una mula. Bueno, la verdad es que quise ser noble con quien me había acogido, voluntariamente, en su hogar, prodigándome la tan necesaria alimentación, que nos da el sustento del cuerpo.

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• D E S P E D I DA D E EL PUÑIR

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ero se llegó el momento en que el titular del curso, a quien yo estaba reemplazando, volvió para hacerse cargo de la escuela y de su curso. Mi acierto al entregar esa primera responsabilidad profesional, fue aportarle un sencillo cuaderno donde había registrado todas las actividades pedagógicas, que había desarrollado en esos largos meses; y digo acierto, porque el comentario que me hiciera Nelson Cordones Martínez fue el siguiente:”Nunca, ni los profesores titulados que han pasado por aquí, me han rendido cuenta de su labor y menos con tanta acuciosidad”. Este hecho lo menciono no por ser petulante, pues sólo me mueve el interés de consignar el concepto de la responsabilidad, muy importante para quienes realizados en una pega tan fregada como es la del profesor rural; en nuestra profesión, como en cualquier otra, se debe tener un mínimo respeto por sus superiores, en mi caso por el director que venía a reasumir su cargo. Le guste a uno o no le guste, a los superiores les gusta que le digan como se han hecho las cosas, en qué tiempo y con qué resultados. ¿O nó?

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• MUERTE

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staba previsto que, en este libro hablaran los personajes y colegas citados precedentemente. Sin embargo, como algunos ya no pueden responder a mi solicitud de participar en este sencillo trabajo literario, sólo me resta recordarlos. Sin embargo, no he de pasar al siguiente capítulo sin mencionar la importancia que tuvo en mi vida de profesor, nuestro padre putativo, el querido colega y director, don Carlos Levipán Tranamil, quien falleció en julio 2016, a consecuencia de una enfermedad incurable.

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• HUELLAHUE

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stando de regreso en la ciudad, tuve la suerte de ser trasladado, transitoriamente, a Huellahue; allí era director el querido y recordado Juan Peña. Me fui como reemplazo para asumir en un séptimo año, teniendo la responsabilidad de desarrollar dos asignaturas: Inglés y Artes Plásticas. Mi paso por aquella escuela fue algo inconfortable, principalmente por lo del traslado diario, no exento de dificultades; por las horas de permanencia dispuestas en el contrato; y porque no eran muy exigentes, en dicha escuela al menos, es decir, si había algo por hacer se hacía, en caso contrario sólo debíamos esperar y pasar el tiempo hasta cumplir el horario, para poder retornar a casita. En esa escuela estuve alrededor de quince días. Sin embargo, debo reconocer que su director era un hombre sereno, de sentido común y practico; mas, debió vivir horas difíciles, por la situación que a continuación paso a detallar: Por esas cosas de la vida, un día agredió a una alumna; la niña, al intentar esquivar el golpe, lo recibió en su naríz y, como consecuencia del mismo, la sangre le brotó como el agua en una llave abierta, la chica se asustó y partió para su hogar. Juanito estaba muy preo-

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cupado por las consecuencias que podría acarrearle dicha situación, no sabía cómo iba a resolver el problema. Naturalmente, con otro colega logramos calmarlo y luego lo acompañamos a la casa de la niña agredida; no fuimos testigos de la conversación que él tuvo con la madre de la alumna, pero recuerdo haber escuchado gritos destemplados saliendo de aquel hogar. Pasado un rato ya no se escucharon más gritos, al parecer todo se había tranquilizado y, al parecer, tan inconfortable situación se arregló “a la buena”, como dicen en el campo. Recordé esta situación y mientras la escribía, no pude evitar compararla con la situación que se vive hoy día en las escuelas, donde a los alumnos prácticamente ya ni se les puede mirar feo, porque de inmediato se van a quejar donde las autoridades, por esto de los derechos del niño, sufriendo los profesores las “penas del infierno”. No se vaya pensar que, por lo anteriormente mencionado, yo apoyo la actitud de algunos profesores del pasado cercano, donde a veces se castigaba a los alumnos con golpes de varilla, coscorrones y otros… Por el contrario, creo que no es válido el dicho antiguo aquél “La letra con sangre entra”; sin embargo los alumnos de hoy ya casi no respetan a los profesores, algunos los insultan y hasta los agreden, sin que el docente pueda hacer nada ante estas situaciones, generalmente avaladas por los padres o apoderados. En estos tiempos los docentes estamos absolutamente desprotegidos por el sistema; incluso se han dado casos en que los alumnos inventan situaciones que perjudican y dañan la imagen de los profesores, sabedores que tienen la total credibilidad de las autoridades. Y para que insistir, mejor no me referiré a los factores que inciden, hoy por hoy, en la rebeldía y libertinaje en que se educan algunos niños y niñas, en el hogar.

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• RECA

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a verdad sea dicha, fueron Manuel Ortega y Adriana, su señora, quienes me sugirieron, en varias oportunidades, que pidiera ir a trabajar en esta remota escuela. Les hice caso y una tarde me fui hasta la oficina y le pedí a la jefa, derechamente, me diera la posibilidad y responsabilidad de asumir como Profesor Encargado de la Escuela rural de Reca.—¡Ya veremos! —me respondió ella y cortó el diálogo. Salí silenciosamente de su oficina, dándole vueltas al asunto y algo apesadumbrado por no haber logrado mi objetivo. Posteriormente, faltando un día para que terminara mi subrogancia en Huellahue, la jefa me llamó a su oficina y me ofreció dos posibilidades de trabajo: la primera fue, que asumiera como secretario, en la que hoy es la escuela María Alvarado Garay, y la otra era asumir en la escuela que yo estaba solicitando. A todo esto, la jefa me preguntó: Roger, ¿tu dejarías que una dama se vaya a trabajar a la cordillera? Yo, como caballero que soy, respondí con un rotundo no. Así fue como cedí, a la colega, la opor-

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tunidad de quedarse en la ciudad, yéndome yo, literalmente, a la punta punta del cerro. Así sucedió y, entre comillas, fui una situación fácil de resolver, por cuanto yo tenía todas mis cosas en Puñir. Tomada la decisión regrese a Puñir, donde fui recibido con alegría por mis pares, quienes me ayudaron a buscar la forma de llegar hasta esas lejanías y con tamaña carga. El señor que me había endilgado el cargo fue don Eugenio, desgraciadamente no recuerdo su apellido. Con la ayuda de mis colegas, cargué todos mis enseres en una carreta, estibando y amarrando muy bien la carga. Y partí a mi nueva escuela; era un día gris —recuerdo —, heladísimo. La velocidad con que avanzaban los bueyes, cuesta arriba, me permitió ir apreciando los hermosos y solitarios paisajes y el relieve de las altas montañas; disfruté de aquella exubeDEMORAMOS rante vegetación, los naturales y puros olores de la montaña OCHO HORAS y del sonoro estrilar de un esterito que, escondido entre las HASTA LLEGAR matas, nos acompañaba con su cantarino repicar, que se A RECA, OCHO mezclaba con el bello gorjeo de las avecitas del lugar. LARGUÍSIMAS Cuando me cansaba de ir sobre la carreta, caminaba y conversaba con este caballero quien era muy silencioso; HORAS además, el hecho de no conocernos no nos permitía acercarnos. Demoramos ocho horas hasta llegar a Reca, ocho larguísimas horas. En aquel lugar me esperaba un galpón de mala muerte, que era la Escuela; tenía una gran sala por un lado, por el otro una sala igual de larga, que servía de patio techado en sus dos primeros tercios, estando el otro tercio subdividido en dos piezas menores, que caían en “A”. Éstas últimas eran piezas menores: en una había un cajón donde se guardaban los alimentos escolares, tenía, por su frente, una estufita hecha de un cuarto de tambor bencinero, y en los restantes dos metros cuadrados, mi suite, me instalé para vivir mi estadía en aquel lugar. Recordar esta situación hoy me causa risa, aunque en aquellos

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años era todo un drama, pues pa’ no amanecer too mojao, ponía un nylon encima a la pobre camita, porque el techo se llovía entero. Después de haber descansado un rato, habiendo agradecido despedido a mi transportista, me dediqué a arreglar mi cahuito, porque ya llegaba la oscuridad de la noche.— Teniendo todo listo y previsto, me dediqué a observar si había algo parecido a un brasero, estufa o lo que fuera para calentar el ambiente, entonces me acordé de “mi combustión lenta”. Ya estaba contratado; sabía que mi sueldo serian gloriosos $3.600 mensuales y, en ese instante, me sentí rico. Al lado, casi pegada a la escuela había otra casa; allí vivía una anciana, su hija, su nieta y un rapazuelo, que luego sería mi alumno. Allí pedí servicio de alimentación, petición que fue aceptada; estas gentes me trataron muy bien, además tuve con quien conversar al menos un rato, también tenía asegurado el puchero. Bueno, el puchero era un decir, porque nunca en mi vida comí más puerros y papas cocidas que en ese entonces, matizado con pan fresco, calentito y las siempre gustosas sopaipillas.— Lo mejor sucedió al término del mes, cuando me cobraron por la alimentación recibida: —Son…— me dijo la abuelita, con su más dulce carita —$3.500. Y yo que ganaba $3.600… ¡Puta madre! Cómo pagué de caro mi deseo de ser servido. Claro que hasta ahí no más me llegó la comodidad; me fui a Panguipulli, cobré mi paga y, si ni pacancelar los $300 del pasaje en el vapor Enco tenía plata. Pero había que resolver el problema y la solución inmediata fue conseguir una mochila grande, pedir crédito para comprar alimento y luego, cargar los 50 kilos de mercadería, al hombro y por dieciséis kilómetros cuesta arriba, lloviera, tronara, nevara o hubiera un sol implacable; todo esto a piecito no mas. No olviden que eran los tiempos del gobierno militar y los camperos, temerosos, no se atrevían a prestar caballos; otro medio de transporte no existía.

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Fueron tiempos muy difíciles, con viajes agobiadores. Por otra parte, había que hacer lo mismo que los moradores de las casas del lugar, que en sus tiempo de apogeo trabajaban los tres turnos del día: madereando los bosques nativos hasta casi exterminarlos y ni hablar de los millones de pulgadas que quedaron botados, quien sabe para cumplir que objetivo; hoy, seguramente, son ya materia orgánica. El local donde funcionaba la escuela era frío e inhóspito; tenía veintidós vidrios menos, el calentador, que era un tambor bencinero adaptado, no era capaz de abrigar el espacio donde funcionaba la escuela, haciendo del aula un lugar poco amigable para los casi cien alumnos que asistían a ella. El primer día de lluvia fue apoteósico. Estábamos trabajando con los chicos que, como de costumbre, llegaron bien abrigados; como hacía mucho frío y la escasa calefacción no ayudaba, ninguno se había sacado la manta. Llovía, nada fuera de lo común. Paasado un rato me percato que dos alumnas tenían su carita toda manchada; observando concienzudamente, me doy cuenta que el problema se originaba en el segundo piso. Terminada la clase y habiendo amainado la lluvia, subí al piso del problema, portando una linterna pues el lugar estaba oscurísimo, entonces descubrí el porqué de esas caritas manchadas: el techo estaba roto y el agua caía sobre una gruesa caPa de chocolate en polvo, que cuando se empapaba caía, gracias a la fuerza de gravedad, hacia la sala de clases…; lo que había manchado la cara de mis alumnas era agua con chocolate. Un fin de semana hubo que desalojar la sala de sus mesas dobles y triples, hechas todas con madera bruta, por lo que pesaban un montón; enseguida pasamos a la fase de barrer y sacar, el máximo posible, de una caPa de barro y mugre que se había ido acumulando allí, quien sabe desde cuantos años atrás, sin que nadie se

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dignara a eliminarla para mejorar el ambiente escolar con un aula, a lo menos limpia. Ya bastante entrada la tarde de aquel viernes, dejé escurrir los residuos del agua y el sábado, de madrugada, comencé a calefaccionar la sala para que estuviera sequita el lunes siguiente, rogando que no fuera a llover; mientras hablaba con los papás para revisar y parchar el techo, al menos en la parte de la sala, que era lo más importante y prioritario. Felizmente llegamos a buen puerto y salvamos un aspecto importante del diario quehacer con los niños. Si era lejos para ir a Toledo y Puñir, es de imaginarse lo que costaría llegar a Panguipulli. Desde Reca había que salir a las tres o cuatro de la mañana, a más tardar, para llegar a Puñir antes de las ocho, hora en que pasaba el Enco. Imagínense, ahora, cuando ese viaje lo hacían ancianos, enfermos y madres con guaguitas de brazo; agréguele las condiciones del clima y tendrá un cóctel de sacrificio difícil de sobrellevar. Por aquel tiempo los viejos, antiguos trabajadores agrícolas o madereros, estaban prácticamente cesantes; ellos se batían con sus animalitos, sus siembras y la escuela que los salvaba, al menos con los más pequeños. Un día llegó una buena nueva: serían contratados por Conaf para reforestar, con renovales de raulí y otras especies nativas. Los trabajadores, con gran esfuerzo, iban a buscar las matas muy lejos de la casa; traían de cien a ciento cincuenta matas por viaje. Había algunos viejos medio malulos que, por un tonto afán rebelde, plantaban los pequeños arbolitos al revés. Por esta pega les pagaban cien pesos diarios y cobraban quincenalmente. ¿Y que hacían estos carajos?.. Se iban al pueblo y compraban un quintal de harina, un kilo de azúcar, un kilo de yerba, un kilo de grasa y el resto en vino; cincuenta o más litros de vino por cada uno de estos viejos. Y lo que cuento no es chiste ni mentira, pues muchas veces subí con ellos en la larga y

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lenta caravana al «pehual», siguiendo el tranco de los caballos de tiro, que dóciles llevaban la carga hasta el poblado. Cuando coincidíamos en el viaje, yo pasaba a tomar una choca con mi amigo y colega Carlos Levipan; me cambiaba la roPa por la de montaña, arreglaba la carga de alimentos y cerca de la medianoche partía rumbo a la cordillera. Alcanzaba la caravana en la cuesta de Las Chiverías, que era muy cansadora e invitaba a “hacer un aro”, el cual, en ocasiones cuando el vino se llevaba como”pabañar yeguas”, duraba muchas horas. Siempre quise pasar de largo por aquel punto, pero en tres años jamás lo logré. Entre aro y aro lograba, por lo menos que, en medio de la oscuridad de la noche y el silencio cordillerano, nos volviéramos a poner en movimiento; así progresaban las pequeñas carretas, con su carga, y los dueños de todo a quienes, permanentemente, les bajaba una horrible y persistente sed. Nunca llegamos antes de las tres o cuatro de la madrugada a Reca. Según mis recuerdos, nunca hubo un accidente en aquellos ajetreados viajes. Reca continúa siendo aquel pequeño y hermoso valle que conociera en aquellos años, aún rodeado de montañas y bosques nativos. Hacia el noreste sube un camino que lleva al lugar llamado Huiñoco, desde donde se aprecia el lago Neltume en todo su esplendor y, naturalmente, toda la belleza escénica que nos prodiga Dios por todos sus rincones; hacia el lado oeste de Huiñoco, se llegaba a un nalcadero que era una delicia, una golosura, con sus nalcas de arena intocadas por el ser humano. Sabrosas eran estas nalcas, al comer la primera uno se extasiaba, enseguida sacaba la otra y la otra… Ninguna medía menos de metro y medio, todas muy blanditas, ¡qué delicia! Un doce de octubre, con Gabriel, un muchacho que vivía en la casa del lado, nos fuimos hasta ese lejano nalcadero. Antes de partir a la aventura, a eso de las cuatro de la mañana, miré el cielo cons-

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tatando que estaba estrelladito, límpido y claro; sin atisbo de lluvia partimos muy contestos y en polera manga corta. Tan sólo llevábamos unos mendrugos de pan como «roquín» y nos largamos, llegando al lugar alrededor de las diez de la mañana; después de golosear un poco, seleccionamos las que nos llevaríamos a casita, haciéndome yo, iluso, un hato con unas treinta nalcas. En la misma medida que transcurría la caminata, iba como aumentando el peso de las benditas nalcas; como pesaban las bonitas, sin embargo y haciendo un gran esfuerzo, llegué con el hato completito a casa. Llegamos a Huiñoco, hasta donde había una cancha de fútbol, ahí descansamos, comimos el pancito y tomamos agua; lo que yo no sabia era que había futbol y que habría de jugar dos partidos por Reca… ¡Quedé muerto! Había que volver pero, inadvertidamente, el cielo primero se encapotó, se nubló y sin darnos cuenta la lluvia llegó intensa e inmisericorde; casi todos andaban a caballo y desaparecieron luego del lugar. Nosotros caminar y caminar era la consigna, las curvas y contracurvas nos hacían más lento el progreso, al menos a mi que era nuevito en esas lides y más encima mi compañero me dejó botado, aún sabiendo que yo no conocía el camino. La verdad es que pasé un susto mayor, porque se me vino la noche y el peso de las nalcas no ayudaba, a ratos me perdía y luego, felizmente, con suerte regresaba al camino; cansado a más no poder boté hartas nalcas durante mi desventurada caminata y estuve a punto tirarlas todas… Al fin y al cabo logré llegar a casa con seis de las treinta nalcas que traía. Nunca supe como logré llegar al alto de Reca. Por esas cosas de la vida, atisbé una pequeña lucecita en el bajo y, habiendo reconocido un botadero de troncos, me dejé ir cuesta abajo y… “echen paja no má”; felizmente no choqué ni me pegué con nada, fue una bajada espectacular de unos cien metros, en sólo segundos, por un colchón

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de barro, crucé el potrero y llegué a mi casita, cubierto de barro de pies a cabeza; me empeloté ahí mismo, miré pala casa, no se veía nadie, así es que «calato» me fui a meter al «canogón» donde caía un fuerte y heladísimo chorrón de agua cordillerana. En medio de una nube de vapor de agua me fui a vestir; silenciosamente observé si había gente en pie y como hubo movimiento, haciéndome el cucho me allegué a ver si caía un pancito y un mate pacalmar las tripas, porque traía en mis tripas un sonoro concierto de hambre. Ahí aproveché de retar bien retado a mi compañero desertor, me tomé una choca calientita, comí pan hasta hartarme y después al tuto reparador, para el comenzar de un nuevo día.

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• E L B U LT O

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ra una noche oscura, como boca de lobo, tal así que no se veían ni las manos. La conversa, las tallas, el mate, las sopaipillas y los vinitos taban re’guenos en la casa de mi papá putativo, pero había que rumbiar pa’ la cordillera; serían las nueve o diez de la noche cuando me despedí, acomodé la carga sobre los hombros, me arrebujé en mis ropajes y salí al frío del camino. Partí con tranco lento, pero en la medida que el cuerpo se aclimató a la dureza de la marcha, la musculatura se distendió y el paso se hizo más elástico… Y dale que dale montaña arriba. Al rato llegué al pie de Las Chiverías, urgía un descanso por varias razones, pero eso quedó como premio para cuando alcanzara la cima de la lomita. Efectivamente, al llegar al pasito de arriba me saqué las alforjas de los hombros, estiré mi cuerpo, escurrí por ahí y luego me senté, colocando las espaldas contra los alambres de púa del cerco, le pegué un beso a la cantimplora, encendí un puchito pa’ que parezca banquete, fumé alegremente y no me di ni cuenta como fue que me

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amodorré, prácticamente estaba dormido, casi al borde del sueño más profundo. Entonces vine a reparar en que estaba calentito, muy calentito, especialmente en la espalda; sin mirar quise pensar que me había recostado contra algún ternero huacho, pero nada. Me revolví en mi hamaca natural y toqué un bulto que, al mirarlo de reojo, lo ví negro como la noche misma y… ¡Taba calentitoooo! Toqué por todos lados y no había caso que descubriera de que se trataba; menos mal que la cosa no era peligrosa, no emitía sonido alguno, pero me tenía sumamente intrigado, entonces algo así como un ronquido o una sonaja de dudosa reputación y, de inmediato surgió la pregunta: ¿quién cresta ronca o se pee… ¿Y dónde…? Me rasqué la pelambrera y, en medio de la oscuridad tinta de esa noche tan particular, busqué y busqué, tocaba el bulto por todos lados, no había boca, no había nada lógico, solo un bulto calentito que, en su interior, guardaba a un ser humano. No sé cuanto rato estuve ahí, ni cómo di con el nudo de la madeja, lo cierto es que, por esos “cuevazos” que se manda uno de cuando en cuando, resolví la situación: era una manta de castilla que estaba pillada de sus cuatro puntas, en el alambre de púa del cerco, y adentro estaba el dueño, durmiendo placenteramente la mas linda de las borracheras… Con mucho esfuerzo logré sacar una punta, luego la otra y, entonces cayó el pobre anciano, porque era eso, un anciano que despertó un poco, balbuceó algo y siguió durmiendo, yo, el mata de arrayan florío muerto de la risa y ya tranquilo por haber resuelto el tema, me tomé unos minutos para decidir: ¿Me voy y lo dejo solo? ¿O lo espero? Al fín ganó mi generosidad, me acomodé con el viejito, don Honorindo Soto, un conocido campero de Reca, lo tomé a él como cabecera y me saqué, también, un tutito, intranquilo, pero igual reconfortante. Cuando mi “socio” se despertó y tuvo conciencia de donde

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estaba y quien era su compañero, le tuve que responder su batería de inquietudes, luego lo terminé de desatar de su cómoda hamaca, arreglamos los «alijos» y partimos rumbo a casita, ya clariando la aurora. Ahora la pregunta del millón es: ¿Cómo cresta el viejito había quedado tan enredado…? Nunca lo supe y él menos, porque iba a estanque lleno; la verdad es que, por mucho tiempo estuvimos viéndonos y siempre nos “rejodíamos” de la risa. Quiero interpretar, utilizando el sentido común, que este anciano, totalmente borracho, no le achuntó al paso y quiso pasar entre las hebras de los alambres de púas; por alguna razón y, curiosamente, se tomaron las cuatro puntas de la abrigadora manta de castilla y el anciano quedó dentro, probablemente se haya agotado intentando zafarse y terminó durmiéndose hasta que apareció este humilde servidor.

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• VIDRIOS

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asados los días, hice un detallado inventario de lo que había y faltaba en la escuela, allí estaban reflejados los haberes y las faltas, entre ellas nada menos que veintitrés vidrios para distintas ventanas. En el primer viaje a la ciudad, fui hasta la oficina para dejar y buscar correspondencia, además de pedir ayuda para mejorar los ventanales; se me respondió que eso correspondía al Departamento de Construcción y Equipamientos del Ministerio de Educación. Yo, entero ingenuo, escribí solicitando la reposición, recibiendo como respuesta la más sonora “tapa”. Al día de hoy, cuando escribo estos recuerdos de mi vida como profesor rural, aún no me llega la respuesta de esa inocente, ingenua solicitud. Y no faltan quienes anhelan volver al centralismo ministerial… ¿Serán?

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• TEMPORAL, CHAPUZÓN & PELIGRO DE MUERTE

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l segundo año de estancia en Reca, con el fin del primer semestre llegaron las reparadoras vacaciones de invierno; todo quedó listo, cerrar y partir era la consigna. Fue uno más de tantos viajes y, de verdad, esas vacaciones en mi hogar fueron muy ricas, pues s asomaba, en el horizonte, el momento del retorno; el camino se había extendido hasta Puñir, por lo tanto el viaje era más expedito y corto, siempre en la micro verde del Basma Catalán, que en ese tiempo conducía Noel Peña. Carlitos Levipan me había dejado las llaves de su casa, para que pasara a cambiarme la roPa de pije por la de montaña. Llegado el minuto de volver al trabajo en la escuela, me despedí de mis padres y partí, aquel mes de julio, envuelto por la oscuridad temprana y una llovía intensamente pero, a pesar de ello, el viaje fue sin contratiempos; la bajada en Puñir fue a toda agua y viento, por eso el llegar a la casa de Carlos fue para quedar mojado hasta las tripas; en

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la casa hice un buen fueguito, temperé la cocina, busqué roPa e hice el recambio, luego me alimenté, preparé mis bolsos con los víveres y ropa, dispuesto a partir a de madrugada a la montaña. Me acosté temprano, el temporal no amainó, pero no le dí mayor importancia a esa situación, tantas veces había viajado con temporal que, en realidad, casi ni en cuenta lo tomé. Me levanté a eso de las dos de la mañana, cerré bien la casa, deje la llave donde se me dijo y bien ataviado con perneras de nailon, manta de paño, otra de castilla y una de nailon encima, llevando unos cuarenta kilos de carga al hombro, comencé a trepar lentamente la interminable caminada; en todo momento el temporal me acompañó y yo cabeza gacha, tranco a tranco subía por el camino hasta que comenzó a clarear casi llegando a la escuela, pero estaba imposibilitado de guarecerme en ella. El estero, que normalmente era una delicia con su chorro de agua cristalina, se había convertido en un portentoso río, que bajaba furioso arrastrando árboles, rocas; era una SE HABÍA barrera natural imposible de franquear. CONVERTIDO EN En mi vida siempre he sido un hombre de resolucioUN PORTENTOSO nes rápidas, pues de nada sirve quedarse llorando sobre la leche derramada; entonces hablé con el vecino AbeRÍO, QUE lino Andrade, para que me guardara las cosas que traía BAJABA FURIOSO y resolví bajar con destino a Puñir, primero, y a PanguiARRASTRANDO pulli mas tarde, siempre que fuera capaz de ganarle la ÁRBOLES, ROCAS pasada al Enco. La caminata de bajada fue a todo dar, más liviano y cuesta abajo era como dar un paseo, por lo menos hasta la entrada a Toledo, pero un sospechoso ruido de aguas me avisaba que algo se venía mas adelante; en el lugar había dos puentes gemelos, separados por unos cincuenta metros, el agua los sobrepasaba anegando el camino, pero como no me llegaba mas arriba de la rodilla y andaba todo mojado, decidí cruzarlos. Los primeros metros

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no fueron obstáculo, sólo tomar las precauciones necesarias para saber donde poner un pie antes de avanzar el otro, sin embargo y sin darme cuenta pisé en falso y… ¡Al agua pato! Me sumí entero, me tomó la corriente líquida y me arrastró sin piedad. Aún no entiendo como pude salvarme, probablemente y por puro instinto, al perder el equilibrio levanté ambos brazos y con ellos mis mantas, las que flotaron sirviéndome de salvavidas, creo que eso me salvó de morir ahogado; nadé unos pocos metros hasta que sentí piso firme y seguí mi camino, desasustándome mientras avanzaba, porque miraba la hora y todavía podía alcanzar el Enco. Pero aún me faltaba superar un nuevo obstáculo; casi llegando a Puñir el camino estaba cortado por un buen tramo de agua y así, con el corazón en la mano por el susto vivido al cruzar el puente, no me atrevía a cruzar, sin embargo y con temeridad irreflexiva, me tiré a la laguna y, felizmente, esta vez fue solo un nuevo chapuzón, sin mayores consecuencias. Llegué a Puñir justo cuando el Enco estaba desatrincando la maniobra, para seguir el viaje rumbo a Panguipulli; el Capitán Cheno Méndez me preguntó que me había pasado y luego de escuchar mis peripecias sólo movió su cabeza y luego ordenó que me llevaran bajo cubierta, que me secaran la roPa y que me convidaran café caliente. Tonto e ingenuo, al pasar por mi casa poco conté de lo ocurrido, para no preocupar a mi madre. Luego de un buen baño me empilché y partí a dar cuenta a la jefatura de lo que me había acontecido; la jefa me escuchó en total silencio, sin que un músculo moviera alguna parte de su rostro y, cuando terminé mi relato, solo recibí un seco: ¡Eso no se hace, usted debió quedarse en su lugar de trabajo! Me sentí herido en mi amor propio, casi había perdido la vida, había caminado treinta y dos kilómetros en total, estaba al borde del agotamiento y mis nervios ya estallaban; incomprendido por la jefatura estuve a punto de mandar todo a la punta del cerro, pues sentía rabia en contra de la jefa.

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Hoy recién la entiendo, ella nada sabía de la vida montañesa y los avatares de la naturaleza. Un día, estando bien avanzada mi carrera, me llamó a su oficina y se disculpó. ¿Qué había sucedido? ella había andado en terreno, entonces y sólo entonces comprendió cuanto sacrificio hacíamos los profesores, en ese tiempo, para cumplir con nuestro apostolado. Hoy todo es mucho más fácil, y es bueno que así sea: hay buenos caminos, locomoción pública, particular y otras tantas comodidades que hacen más fácil el trabajo en las escuelas rurales.

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• FÚTBOL

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l profesor siempre ha cumplido muchos roles en su quehacer profesional, entre ellos el social y deportivo. Por alguna razón, en cierta ocasión se armó un Campeonato de Fútbol de los Predios; los obreros, empleados, alumnos ya mayores y algunos de nosotros fuimos convocados para ser parte de las oncenas titulares o reservas, correspondiéndome jugar en segunda serie de Puñir y en la primera de Toledo, aún cuando casi no tenía vínculo con los toledanos. El problema era que el calendario de los partidos, fixture le llaman hoy día los siúticos, pues sólo se jugaría los domingos era itinerante; los fundos colocaban la locomoción fluvial o terrestre para llegar a cumplir con los partidos, por ejemplo, Puñir con Neltume, y yo tenía que bajar a las cuatro o cinco de la mañana, para estar antes de las ocho en el muelle de Puñir, hora en que el “Ministro Bascuñán”, que tenía como capitán a mi extinto amigo Patito Subriabre, trasladaba a los equipos de un puerto a otro. Llegaba con la lengua afuera, descansaba mientras el vapor hacía la corta travesía, luego nos subían a un camión, llegábamos a destino, casi siempre justo a la hora, nos vestíamos de corto y a la cancha.

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El «roquÍn» era pancito con aguita del estero nomás y vuelta pa’ la casita. Claro, los de Puñir o Toledo felices, pero yo tenía que rumbear esos tantos kilómetros de vuelta a Reca, los que se convertían en una verdadera tortura, porque el cuerpo ya no me daba para mas; sin embargo todo volvía a la normalidad y yo rejuraba, toda la semana, que no volvería a hacer tan tremendo esfuerzo sólo por jugar un partido de fútbol, pero llegado el próximo domingo ahí iba pegando otra vez. Así conocí lugares y personas que no estaban en mi “disco duro”. Uno de esos fines de semana fue para mi como un descanso, porque solo me significó llegar a jugar a la cancha de Puñir, total eran dieciséis kms pa’ bajo y dieciséis kms parriba. ¡Cerquita…! Lo que no tenía contemplado, era que jugaría dos partidos al hilo, en segunda y en primera. Terminé “pal gato” y con las últimas fuerzas, carrera hasta el muelle, piquero y “al agua pato”. Una delicia el dichoso baño, pero eso duró sólo escasos segundos, porque un dolorosísimo tirón en ambos muslos me dijo que estaba en aprietos, pues el calambre no me iba a dejar nadar; mas, como siempre fui como cuervo pal agua, calladito aislé el dolor en la zona baja del cuerpo y un poco nadando a “lo perrito”. Cuando logré llegar a la cercana orilla y estuve a buen recaudo, pedí ayuda a los más cercanos quienes, solícitos, me masajearon y restauraron la musculatura. Descansé un buen rato y cuando me sentí más seguro, emprendí mi cuidadoso caminar con rumbo a la montaña; lueguito nomás, con el andar perdí el temor a quedar cortado por otro calambre y así, con el cuerpo caliente, rumbié fuerte para llegar lo más temprano posible a la camita. Al fin y al cabo, nunca supe en que quedó el famoso Campeonato de Fúbol de los Predios, pues decidí desertar del mismo, por cuanto el esfuerzo era superior a mis fuerzas, además que no pocas veces me dejaron bien “patiao”, también.

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• T O R T I L L A D E H U E VO S

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n aquellos tiempos la Junaeb, como mucho, dejaba las cosas en Puñir y había que subirlas a Reca en carreta tirada por bueyes o en carreta al «pehual» o como fuera... Era todo un sacrificio bajar a Puñir y no siempre los apoderados estaban dispuestos, cosa que siempre me costó superar. En cierta ocasión, fue peor la cosa, porque hubo de enviar gente a Panguipulli, para retirar allí la remesa de alimentos. Cité a una reunión de apoderados y les dije lo que necesitaba de ellos; aunque a regañadientes, dos apoderados aceptaron hacer el largo y agotador viaje. Se les dio dinero para los pasajes y flete, ellos llevaron una carretita y caballos para volver con la carga y tirarla al «pehual», esto significaba amarrar la carreta, mediante un lazo, a una argolla en la montura del yoco, aprovechando con ello su tracción. A eso de las once a doce de la noche, era un mes de junio sin luna

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y con un temporal de mil demonios cayendo sobre nuestras cabezas, tocaron a la puerta de la pieza donde vivía; yo esperaba, despierto, la llegada de los hombres con el bulto, por eso abrí prontamente la puerta y, malamente iluminados, vi dos sombras tambaleantes, una de las cuales, balbuceante incoherencias, intentando explicarme que había sido imposible salvar unas bandejas con huevos, de lo cual culpaba a los barquinazos y golpes que daba la carretita contra las piedras del duro camino… Entonces entendí la razón por la cual, la gente fuera reacia a ir en busca de los alimentos, tan lejos y tan sufridamente. Siguiendo con esta historia, por lo acontecido hasta ahí, todo quedaba resumido a una tortilla de unos noventa huevos rotos y uno que otro salvo. Quedaba en evidencia que el temblor en los cuerpos de los hombres, no era ni por el temporal de viento ni por la lluvia, solo se debía a la ingesta alcohólica de que se premunieron, para defenderse de los rigores de la estación, amen de venir intensamente mojados y con hambre. Así como llegaron, se disculparon y entregaron el arreo, luego se perdieron tambaleantes, en medio de la noche, buscando llegar al acogedor hogar. Con este relato, seguro comprenderán las dificultades que se debían salvar, cuando se realizaba un viaje como este a Panguipulli, ida y regreso, llevando unos trescientos kilos de alimentos a la rastra. La segunda parte y la mas sabrosa de esta historia, la viví en mi siguiente viaje a la ciudad. Nada mas subir al Enco, el capitán Cheno, que se había asomado a la puerta del puente, me ve y se larga a reír con sonoras carcajadas; dicen que mi rostro era una máscara de asombro, porque no entendía para nada el gozo del avezado capitán. Cuando el Cheno logró calmar su risa, irónico me preguntó: ¿Oiga profe, cuando va a mandar de nuevo, a su parejita, a Pangui a buscar los alimentos a Panguipulli? Ahí recién intuí que algo “encachao” había pasado y así nomás era;

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el capitán Cheno me dijo, entre risas:”los viejos llegaron en la mañana pidiendo pasaje a Panguipulli, de parte del profe, porque no había plata y debía ir a buscar los alimentos. Y como yo lo conozco, profe los llevé. En la tarde —continuó su relato el capitán Cheno—, poco antes del regreso del Enco llegaron los viejos con unos amigos y los alimentos al hombro, y con algo de dificultad los subieron al vapor, pues venían en manifiesto estado de intemperancia, por decir lo menos. Y eso no fue todo —continuó — al rato, uno de ellos tomó las bandejas con huevos y, con AHÍ RECIÉN harto cuidado, quiso bajar a la tercera clase, o sea a lo INTUÍ QUE ALGO profundo del vapor, a proa; para lograr su objetivo entró “ENCACHAO” por el portalón y al querer bajar por la empinada escaleHABÍA PASADO Y rita, pum que se resbala y luego se sintió el ruido de un tremendo sacazo… El hombrecito se había ido de hocico ASÍ NOMÁS ERA al piso, profe, y cuando bajé a verlo tenía enterrada las cara en el amasijo de huevos y estaban los pasajeros muertos de la risa por el tremendo huevizaje… Esa era la verdadera historia del viaje, los viejos “chuchetas” se habían tomado la plata de los pasajes, la del flete del carretón y volvían como ollejos de uva… Por lo tanto el cuento del camino y todo lo demás, eran puras “chivas”… De regreso a la escuela me guardé ese divertido secreto, me hice el leso y nada dije de lo contado por el capitán del Enco, porque los entendía el sacrificio que estos hombres hicieron… Total, después hicimos una minga de huevos con los apoderados y arreglamos el problema de la alimentación.

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• ALIMENTOS EN PUÑIR

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sta es la otra cara de la moneda. Con un vecino, desde la escuela de Puñir me avisan que hay, desde hace quince días, una remesa de alimentos que debo ir a buscar; mas y pese a las gestiones realizadas, no hubo quien quisiera bajar a buscar los víveres. Agotadas las instancias, no me quedó otra que conseguir una carretita y partir con ella, a la rastra; demoré unas cuatro horas en bajar, además tuve que buscar, en su domicilio particular al director, porque ya no era hora de atención a público. Gentilmente el señor Cordones me atendió, me entregó el bulto, lo revisamos y concordamos en botar no menos de cien naranjas, todas podridas por el encierro de tantos días; luego cargué la carretita, la amarré lo mejor que pude y partí de regreso a la montaña, lento, muy lento fue, pues ahora la cosa era cuesta arriba. Entre Puñir y Las Chiverías prácticamente no se nota la subida y el ascenso es paulatino, sin descanso, tranco a tranco; con hartos descansos fui avanzando, era la primera vez que acometía una jor-

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nada como esta, sólo la había visto cuando subíamos en patota y con las cargas a «pehual»… ¡Qué ganas de mandar todo a la mierda! Regañé contra los viejos del poblado, porque no estaban ni ahí con la alimentación para sus hijos, luego me calmaba y seguía avanzando, transpirado, agotado y enojado, requetecontra jurándome que era la primera y única vez que haría ese tipo de viaje. Por otra parte, la carretita no me acompañaba mucho, aunque la carga no era inferior a unos doscientos kilos. Subir la Cuesta de Las Chiverías fue un calvario, pues aunque era una subida corta, con curvas y contra curvas, era muy empinada; la inercia tiraba para abajo, pero yo iba parriba. Paso a paso la fui venciendo hasta que llegué a la cúspide, cuando tuve asegurada la carreta, me tiré al suelo y jadeando, exhausto, con la respiración muy alterada y mi corazón latiendo a mil pulsaciones por minuto. Descansé un largo rato, hasta casi enfriarme, pero alcancé a darme cuenta que cometía caro error, pues debía seguir, de inmediato… ¡Y me faltaba, todavía, la mitad del camino! Partí de nuevo, en total oscuridad, lentamente, presintiendo que iba por lugares conocidos; una curva, el sonoro cantar del estero, una pequeñísima luz a lo lejos, me iban indicando que poco a poco me acercaba a la escuela. No menos de cinco horas me costó el viaje, serían como las doce o la una de la madrugada cuando logré llegar a mi destino; luego a descargar, arreglar cada cosa en el cajón que teníamos para que los ratones no hicieran de las suyas, me llevó otra hora de trabajo, pero todo quedó listo, solo quedaba darse un buen baño y a la camita, el hambre se guardaba para la mañana. Eran momentos críticos y no sé como uno no terminaba enfermo; así, frío como estaba, me desnudé y envuelto en una precaria toalla, salí a la pamPa y me tiré al «canogón» que traía el agua desde alguna parte de la montaña… ¡Brrrrrrrrr…! Salí casi escarchado, me fui a mi dormitorio, me froté con rudeza y me acosté de una, el sueño me

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venció y no supe de mi hasta la mañana, con los ruidos propios de un día más que comienza y un hambre de lobo. En realidad, fue una experiencia muy ruda, desgastante y frustrante, principalmente por la nula consideración de los viejos; ellos sabían mejor que nadie, que en casa había comida para once o doce de los quince días, por tanto para los días restantes dependían casi exclusivamente de la alimentación escolar. Esa era una realidad permanentemente, de días muy duros en el interior de la montaña, afortunadamente nunca mas me dejaron repetir tal viaje.

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• L A N AT U R A L E Z A

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poco de llegar a este paradisíaco rincón cordillerano, me tocó vivir la experiencia más espeluznante de mi vida. No recuerdo la hora de la noche, pero de la nada comenzó un temporal de truenos que parecía querían dejarlo sordo a uno, no terminaban nunca, cual de todos era más largo y sonoro; de verdad, era un estruendo suspendido —según yo — sobre el techo de la escuela o sobre el valle de Reca, en general. A ello se sumó un seguidilla de relámpagos, que iluminaban por completo la pradera donde estaba diseminadas las casas; desde una ventana de la vetusta casona, miraba estupefacto esa maravillosa manifestación de la naturaleza, pero cuando comenzó la lluvia de rayos, entonces fue otro cantar.— Como espectáculo una maravilla, pero como manifestación de peligro fue distinto, porque me entró un miedo indescriptible; no era para menos, caían por todos lados y muy cerca de la escuela. A todo lo descrito anteriormente, había que agregar unos desechos

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metálicos que estaban desparramados por toda la pampa, restos de un antiguo y desaparecido aserradero. No les miento cuando digo que lloré y profusamente, no sé si de miedo, de la impresión, la impotencia o el temor… Esas fueron, para mí, horas interminables. Finalmente el temporal pasó y la calma retornó al lugar, volviéndose al silencio que hasta se podía escuchar. Fue una experiencia alucinante, quizás terrorífica, pero maravillosa en su expresión como fenómeno natural, desatado por tantas horas y en un solo lugar. Al día siguiente, a escasos metros de la casa vecina, un añoso, alto y grueso hualle, apareció rebanado como si hubiera sido de mantequilla, desde la coPa hasta la raíz. Ese árbol era y es la muestra de lo que aquí he narrado fue un suceso real. La salvada había sido providencial y el susto de buen porte, como para ponerlo en un marco.

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• B O TA S N U E VA S

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e parece que fue en el segundo año de mi “confinamiento” en Reca, estaba enfermo y en Panguipulli, con licencia médica. El viernes, último día hábil, fui a la oficina de educación a retirar correspondencia. Uno de los documentos provenía del Ministerio del Interior, con la instrucción de completar una encuesta escolar, para lo cual debía medir y pesar a mis alumnos; dicha petición venía con los tiempos acotados. Aún un tanto ingenuo, dicha solicitud me desesperó un poco; si bien es cierto mi licencia terminaba la semana siguiente, igual me “urgí”, entonces preparé mis cosas y partí ese mismo sábado para la montaña. La cosa es que pasé a Puñir, a quedarme con mis amigos y así subir el lunes temprano a Reca. Estando allí, me puse en contacto con los vecinos mas cercanos, les conté lo que tenía que hacer y les pedí me ayudaran reuniendo a todos los chicos; tenía que bajar a la posta de Toledo, porque la señora Neta era la única que me podía hacer esa “pega”.

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Convaleciente, pero con botas nuevas, este rotito partió, con su trola de chicos rumbo a Toledo. Era una soleada mañana, paso a paso, conversando y riendo, pero sin descuidar a los más pequeños, pensando que no iban a soportar los rigores del viaje llegamos, sin contratiempos, a la posta, donde fuimos atendidos. Cumplido nuestro objetivo, descansamos un rato, fuimos a jugar a la orilla del lago, comimos un «roquin» que cada cual llevaba y comenzamos el regreso. Al kilómetros dos, una de las niñas de primer año reclamó que no podía más; de ahí en adelante establecimos descansos obligatorios a cada media hora de viaje. La niña afectada viajó sobre mis hombros y fue un suplicio para mí, porque desde hacía rato mi pie derecho resbalaba dentro de la bota y yo aguantando, porque sabía que era sangre… Estaba pagando el tributo al calzado nuevo. Al rato de caminar con esa carga al hombro, iba casi muerto de cansado, con los pies en la miseria y la chica que pesaba como un plomo, cada paso era una tortura y mi espalda también reclamaban; no era pamenos, si casi DESDE HACÍA todo el camino se fue sobre mis hombros. En el transcurso de la caminata, nuevos niños se RATO MI quejaron que no podían más, sin embargo había que conPIE DERECHO tinuar hasta llegar a casita; poco a poco eso se empezó a RESBALABA cumplir y con una explicación breve, los fui entregando DENTRO DE LA a sus papás. BOTA Y YO Habiendo entregado a todos los niños, me tocó el turno de atender mi propia situación; lo primero fue revisarme AGUANTANDO, los pies y claro, era como yo lo había pensado, en el tobillo PORQUE SABÍA derecho tenía una hermosa llaga sangrante y la planta era QUE ERA SANGRE toda una sola ampolla; el pie izquierdo, para no ser menos, ostentaba la más hermosa ampolla, que iba desde la punta de los dedos hasta el talón... Estaba hecho todo un poema.

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Muchas cosas le debo a mi santa madre y una de esas fue, precisamente, el como tratar y curar ampollas. Busqué algodón, alcohol, hilo y una aguja, procediendo de inmediato a curar mis heridas; vertí alcohol en ellas y como no tenía agua oxigenada, me enjugué prolijamente ambos pies, luego desinfecté el hilo y la aguja con alcohol y luego procedí a cruzarla rompiendo las ampollas, dejando en ellas la hebra de hilo, hasta la mañana siguiente. Al despertar revisé mis heridas, comprobando que las ampollas estaban secas, entonces me preocupé de ventilar mis pies, colocándome calcetines livianos y chalas… Por cumplir mis obligaciones de maestro rural, había pitiao cuarenta y seis kilómetros de caminata, de ida y vuelta, y con zapatos nuevos. Consecuencia de esta aventura y aunque repuesta la piel en ambos pies, comencé a tener problemas en una de las uñas; éste problema comenzó con un escurrimiento de líquido, luego siguió con perdida de carne y hueso pero, extrañamente, sin dolor. Para intentar curar esta nueva herida, me lavaba la herida varias veces al día, secaba el lugar y lo aireba, de hecho rompí una zapatilla para que tuviera oxigenación permanente; nunca fui al doctor, menos a la posta, con sólo alcohol, agua y matico logré sanarme el dedo infectado: un día vi secarse la herida, luego se comenzó a regenerar la carne y también el hueso de la uña. ¿Qué pasó? ¡Hasta el día de hoy me lo pregunto! Felizmente, esta situación no me inhabilito para trabajar, pero tantos problemas sufridos por una encuesta del Ministerio del Interior, de la que nunca supe para que sirvió o si a alguien le importó.

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• PAT I T O U R A PA N G U I P U L L I

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oy a contar esta parte de mi vida y de mis compañeros, para que los citadinos se den cuenta en la ruta de excesos, de todo tipo, en que estábamos insertos. Salía de Reca a eso de las dos de la tarde, para llegar a Puñir como a las cuatro, donde me esperaban Lucho Gatica y Carlos Levipan; vayan sacando la cuenta, pues hasta ahí me andaba dieciséis kilómetros. Con estos dos amigos partíamos por la huella, andar y andar entre tallas y risas, con solo el espejo del lago y la montaña como testigos. Cuando el viento mecía los árboles, era como si ellos también gozaran con nuestras ocurrencias, única manera de hacer menos cansador el duro camino; así, tranco a tranco, seguíamos adelante, hasta que después de varias horas de intenso traquetear, llegábamos al sector denominado Malalhuaca. En aquel lugar vivía don Reinaldo Valdebenito, un generoso y sencillo hombre de montaña que, compadeciéndose de nuestros pesares y siendo hombre acogedor como toda la gente campesina de mi comuna, salvo raras excepciones que confirman la regla, nos prestaba cuatro banquitas y un brasero para, mal sentados y mejor abrigados, dormitáramos o conversáramos quedamente, para no despertar a la gente de casa; en tales condiciones veíamos llegar la

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madrugada, nos sacudíamos la noche con algunas abluciones en la fría agua que corría alegre y sonora montaña abajo, por los innumerables esteros del montañoso relieve comunal. Despejados y felices, unos mates y un trozo de tortilla o pan amasado, calmaba nuestros hambrientos buches, mientras sentíamos ronronear el motor del bus cama, climatizado, para emprender rumbo a la ciudad. Llegar a casa siempre fue una alegría, pero también de saludos apurados palabras, porque había que sacarle el jugo a esas horas en el pueblo, como acostumbramos a decir quienes vivimos en el campo. Cobrar el sueldo, entregar el trabajo administrativo del mes, recibir otra carga, cumplir con los encargos, pagar las cuentas, comprar las “faltas”… Era el rito sagrado; comer en la casa era lo ideal o en un restaurante, donde era uno “casero”… Cada uno escogía y el “anda vete”, antes de subir al bus, ese si era sagrado. Pero uno, en su fuero interno, sabía que el regreso era”cuero de diablo”, pues había que hacer el camino de vuelta cargado como mula; andar, andar y andar ese era el verbo recurrente, de alguna parte salían las fuerzas suficientes para cumplir el cometido pero, no les niego, muchas veces quise mandar todo a la punta del cerro y si se preguntan ¿por qué? les digo, sencillamente porque yo era un mijito rico de la ciudad, educado para el escritorio, para el mundo letrado, para la cosa humanísta, intelectual… No para el rigor de la montaña. Muchas veces, en la soledad del camino cayeron impotentes lágrimas, probablemente como desahogo a tan rudos momentos, un regalo de la naturaleza indómita; pero también había un componente de orgullo, de satisfacción, de honor por entregar a nuestros semejantes, un momento estelar para sus vidas “el crecimiento general de sus conocimientos”, más allá de la cultura y de la vida comunitaria, que es otra cosa. Algunos se equivocan al decir que, “el niño tiene una familia con poca cultura”, sin embargo, estimo que tal aseveración es inexacta;

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considero que sí se puede decir, respecto de estas familias, que tienen escasa educación y ese factor no ayuda al niño, en cuanto a tener un mejor ambiente donde desarrollar sus trabajos escolares. Todos tenemos una cultura de vida y en algunos sectores ésta es muy intensa. Cuando mis crisis eran más duras, me descomprimía bajando a Puñir, donde conseguía un bote y salía a pescar; el sólo hecho de remar era para mí una terapia, pues con este ejercicio y el consiguiente agobio físico, lograba encerrar al toro del escape a buen recaudo. Y, miren ustedes lo que son las cosas: nunca quise vivir en Panguipulli, tampoco quería ser profesor y jamás me había agradado el campo; pero Dios me dio una gran lección, pues me hizo residir en esta bella comuna y me señaló el camino docente, habiendo trabajado y vivido en el sector rural, por largos e inolvidables treinta y cuatro años. Ahora bien, para continuar con la historia, señalo que el camino ripiado, en la época, llegaba hasta Malalhuaca; mas, aunque el progreso muchas veces tarda, tarde o temprano siempre llega, a veces por distintos caminos y circunstancias, algunas impensadas. Destaco que, con el alcalde Luis Emaldía Alvarado hubo un gran progreso, en diversos ámbitos y cosas; uno fue llegar con la ruta a Choshuenco, de tal forma que, como Puñir y Toledo quedaban a la pasada, varios fuimos testigos del avance que tuvo esa ruta, hecha a pulso, ñeque y con el empuje propio del roto trabajador chileno. Los viernes de cada semana, cuando llegábamos al inicio del cruce Rucatrehua, éramos testigo privilegiados de cómo se afanaban estos sacrificados “camineros”, ya fuera con el chuzo, la picota, la pala, la batería y los tiros de dinamita, ellos rompían la roca virginal o quitaban del camino árboles del bosque impenetrable, creando aquella ruta tan importante para las comunicaciones con los pueblos rurales y la llegada del progreso en sus distintas manifestaciones. Así, a puro pulso, a la chilena, como en tantas otras obras de nuestra historia, se construyó la Ruta Internacional Hua Hum.

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• ¡ H O M B R E A L A G UA !

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n una de esas oportunidades en que bajaba de Reca, contra el tiempo, con rumbo a Panguipulli, llegamos al sector de Rucatrehua transpirados y con la respiración muy agitada, porque íbamos a tomar un camión de los trabajadores, para poder llegar a casita; en este vehículo viajábamos apiñados como animales. En aquella oportunidad el pobre “tacho” iba tan colmado que, sólo con la buena voluntad de los trabajadores que, prácticamente, iban colgando, pudimos embarcarnos, puesto que ellos nos tendieron sus manos y ¡arriba se ha dicho!; tomados de la roPa o de los hombros de los otros pasajeros fuimos avanzando, muy lentamente, por sobre el roquerío del camino. Hay que entender que, el trabajo en el camino era a pulso, por lo tanto lento, tedioso y agotador, entonces lo que quedaba por limpiar se dejaba para la siguiente jornada; súmele a eso, los innumerables chorrillos de agua que bajaban por las pendientes y

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cruzaban el camino. Digo esto, porque agarrados como garrapatas, unos de otros, entre barquinazo y barquinazo avanzaba el bendito camión que, cual un cordón umbilical nos unía con la ciudad y la familia; en uno de esos saltos tres viejos caímos del camión y este pobre profe tuvo la mala suerte de caer sentado en pleno chorro de agua, en medio de las carcajadas de los trabajadores. Sobre corriendo fuimos subidos al camión, por aquellos que ni siquiera perdieron el equilibrio y cuyos cuerpos aún se estremecían por la risa, mientras que yo, con la roPa llena de agua, el cuerpo mojado y el bolso con mis pertenencias también estilando, me acomodaba de la mejor manera posible, a fin de no volver a caer al camino. Demás está contarles como me llovieron los chistes durante el trayecto que faltaba para llegar a destino; este tragicómico chascarro sirvió para hacer olvidar el cansancio de los trabajadores, acortando y haciendo algo más agradable el largo viaje a Panguipulli. Pero llegó el día en que la ruta quedó expedita, los trabajos y los grandes esfuerzos del obrero chileno dieron, sin querer, fin a la etaPa del cabotaje fluvial por el lago Panguipulli, fin al ya mítico vapor Enco, el único medio de transporte lacustre al servicio de los habitantes de las riberas del lago Panguipulli. Para ser justos, aún hacía el track de navegación la Barcaza Neltume, el Ministro Bascuñán. No tengo claro cuando comenzó, de firme, el transporte terrestre. Tampoco se quién sería el primer empresario en colocar un salón cama pal interior; me hicieron referencia de un tal Valdebenito, pero no logro mentalizarme en ese dato, sólo recuerdo la micro azul del Capitán Cheno Méndez quien, de marino pasó a empresario del rubro transporte terrestre. A decir verdad, no es mucho lo que puedo aportar en tal sentido, probablemente porque yo también estaba en el ocaso de mis servicios docentes, en Reca.

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• ¡ L I N D O G AT I T O !

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ien adentrado en el mes de noviembre o principios de diciembre, uno ya salía casi con sol de Reca, con día —como dice la gente campesina— cuando bajaba a Puñir pa’ tomar el barco. El día de este recuerdo, habiendo superado la bajada de Las Chiverías y estando por entrar al primero de los dos puentes gemelos, cuando veo un animal que parsimoniosamente cruza de este a oeste, de cordillera a mar; acostumbrado ya a la montaña y su fauna, ni me inmuté por la presencia de aquel bicho y seguí caminando; “a otro perro” —pensé— y seguí adelante, lo mismo hizo el animal, desapareciendo de mi vista, por entre árboles y montes. Aquel día iba con el apuro de llegar al muelle antes que el Enco, para no perder el viaje a la ciudad; algo distraído y pensando en muchas cosas distintas, llegué al segundo puente gemelo y ahí “me cayó la chaucha”, me había cruzado con el puma y no lo había pescado ni en bajá. Fue una situación increíble, por suerte nada más pasó, pensaba al ir cruzando el segundo puente; recién me había pegado el “alcachofazo” de que aquel perro tenía la cola muy larga y era muy bajo, signos por los cuales se reconocía al famoso puma. Pero bueno, ya estaba y no había más que hacer, claro que a partir de ese momento

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mi caminar fue mucho más rápido y mis sentidos más vigilantes Cosa curiosa, fui a la ciudad, volví, alojé en Puñir y nada dije, posiblemente no le di importancia; han pasado más de tres décadas, cuestión que hace difícil recordar todos los detalles y de manera precisa. Al otro día salí de Puñir, como a las cuatro de la mañana y alrededor de las cinco ya estaba alumbrando a pleno el sol; al llegar donde estaban los puentes gemelos —y no me lo van a creer— un hermoso puma, quizás el mismo del día anterior, me miraba directamente, tranquilo, confiado, joven… Verlo y frenar en seco fue una sola cosa; ¿qué más podía hacer, sino mantener la calma y ver como resolvía esa delicada situación? entonces y lentamente, me agaché a coger un palo largo que estaba tirado a la vera del camino, lo tomé y dispuesto a enfrentar al bicho continué mi camino. Fueron algo así como cinco minutos, los más largos de mi vida; el pumita estaba de pie, me miró displicentemente y como que quiso caminar; la cosa es que yo movía la rama de lado a lado, pero el puma no se inquietó, me regaló una última mirada y, lentamente, se perdió bosque adentro, en dirección al río, dejándome ahí sin entender mi soledad y mis miedos. Debo reconocer que me costó ponerme en movimiento; paso a paso, mirando por el lado hacia donde se había dirigido el puma, perdiéndose en el sotobosque y con la gruesa rama firme en mis manos, como si fuera una extensión de mis brazos, pasé los puentes y seguí mi camino llevando en mi alma una tremenda inquietud por lo desconocido. Creo que esa fue la única vez que subí Las Chiverías “de una”, sin descansar, si ni siquiera sentí el peso de esa potente subida y sólo varios kilómetros más allá, recupere el aplomo, el aliento y la tranquilidad espiritual. Este suceso nunca lo conté, por lo menos en aquel tiempo, y es más, de ahí en adelante viví con incertidumbre y recelo mi paso por los puentes gemelos. Jamás volví a ver un puma libre y soberano, aún después de haber recorrido esas montañas de punta a cabo.

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• CABALLOS

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eca dependía, administrativa y técnicamente, de la escuela de Toledo, por tal razón y de vez en cuando llegaban citaciones para bajar a dicho localidad, generalmente porque llegaba algún nuevo colega de Panguipulli, para desarrollar jornadas de trabajo en alguna asignatura. Una de esas veces que bajé Toledo, fue para recibir al colega Américo Reyes, quien venía para trabajar en la asignatura de matemática. Por esas cosas de la vida, en esa oportunidad me conseguí un caballo; ¡menos mal, por fin un viaje más descansado! —pensé—, pero estaba equivocado, porque el caballito aquel tenía sus mañas: no caminaba, no trotaba, no galopaba, tenía un andar inexplicable, que era todo y nada a la vez; me explico, daba tres trancos, saltaba otras tres veces y volvía a empezar... Al comienzo esta situación me pasó casi inadvertida, pero al pasar de los kilómetros la sentí directamente en mis caderas y en todo el cuerpo; era una tortura inacabable: tres pasos… Tres saltos… Tres pasos… Tres saltos… Era un viaje horripilante y, para mi pesar, aún faltaba el regreso.

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Llegué todo descalabrado a la escuela de Toledo y después de saludar a los colegas y contarles de mi penoso viaje, salí a sacarle la montura al caballo; el pobre jamelgo no tenía la culPa de ser como era, pero la “colegancia” se mataba de la risa comentando mis pesares. La jornada de trabajo se alargó un resto y el regreso lo inicié algo tarde. Eran alrededor de las seis, cuando me fui a preparar mi cabalgadura para el viaje de regreso; le arreglé los peleros al yoco, le puse la montura, las riendas y luego de las despedidas, rajé pal monte, envuelto por las tinieblas de ese invierno y una lluvia que calaba los huesos. Soporté por unos dos kilómetros el andar del caballo y para seguir mi camino a casa, cuando me cansaba de aquel jueguito equino me bajaba de su lomo, caminaba un rato llevándolo de tiro y vuelta a montar… Fue un alivio cabalgar un rato y caminar otro tanto. Nunca más volví a hacer el viaje en ese potro, ni regalado. En realidad conseguir una cabalgadura era bastante difícil, principalmente por la escasez de animales y tratar de conseguir uno en el fundo, ni pensarlo; en aquel entonces sólo el administrador y los camperos tenían caballares, además de uno que otro particular. Eran los tiempos del gobierno militar y no había facilidades para la población, incluido el profesor. En todo caso, mas de alguna vez, ya mas canchero en la vida montañesa, pasaba a un “walpon”, camino a Reca, entraba calladito y tomaba un manco, lo montaba en pelo y a él me aferraba hasta casi llegar a la escuela, entonces desmontaba y lo dejaba suelto; los caballos siempre regresan a su corral y este no era la excepción. Si los encargados se dieron cuenta alguna vez, se hicieron “los de las chacras”. Nadie me dijo nada, pero en estricta verdad, jamás me gustaron los caballos, pues les transmito nerviosismo y ellos lo saben; a causa de ello tengo varios “porrazos” a mi haber y algunos de antología, afortunadamente sin consecuencias graves. abía sonajera en el ambiente, que las familias componentes de los

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• D E S A PA R I C I Ó N D E L A S C O M U N I DA D E S INTERIORES

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fundos serían erradicadas, sin saber adonde y en cualquier momento; no recuerdo el año, pero antes, en el mes de diciembre quedó registrada una matrícula de cincuenta y dos alumnos para el siguiente año escolar. Se vinieron las ricas vacaciones de verano y al volver a la escuela nada hacía presagiar que ésta desaparecería, que ya no habría escuela en Reca, al menos en el papel. Efectivamente, al comenzar el periodo lectivo y cuando me allegué a mi querida y vieja escuela, me encontré con una dura realidad, se había cumplido el aviso; alguien del gobierno sacó a la gente de aquellos lugares, les ofreció otra casa, en otro lugar y transporte para el traslado de sus cosas. La gran mayoría de ellos emigró a Panguipulli, a una pampa, en plena ciudad, donde el señor José Mercedes Vergara vendía sitios a diez, veinte o treinta lucas… En realidad recibía lo que le dieran; hoy, a aquella pamPa se le llama Población Lolquellén. Allí viven las gentes erradicadas de: Quechumalal, Reca, Toledo, Releco y Puñir. Así, con el desalojo de sus habitantes, terminó mi experiencia docente en ese bellísimo, apartado y rudo lugar llamado Reca.

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• EL AMOR

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l hombre no fue puesto para vivir solo en el planeta Tierra, así es como en esta vida, a nadie le falta su cosita linda para compartir los sueños. Por allá por el año 1967, conocí a una bella pecosita de Panguipulli, colorina hasta las pecas; pero mas allá del saludo protocolar y de la charla social, además de compartir unos cursos de verano, entre los que recuerdo: electricidad y voleibol, no hubo entre nosotros un mayor acercamiento. Al año siguiente, 1968, me matriculé en el octavo año de la escuela María Alvarado Garay, coincidiendo con esta colega, la bella y pecosa colorina. Ella era el primer lugar, pero seco, además un modelo de estudiante, toda una dama; yo era la antítesis y, más encima, viejo. En todo caso, el promedio edad de ese octavo era más bien alto, pero éramos un curso muy bueno, nos peleábamos hasta la centésima, según nos enseñara el señor Lovera y aunque ustedes no lo crean, pasé de ser alumno díscolo a excelente alumno, logrando nada menos que el primer lugar, en el primer semestre, en el segundo período y por causa de un

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profesor poco criterioso, fui postergado al tercer lugar. Terminó el octavo, ella emigró al Instituto Comercial de Valdivia, yo regresé a mi antiguo y querido Liceo de Hombres Armando Robles Rivera de Valdivia. Si en los cuatro siguientes años nos encontramos una o dos veces, fue mucho, yo galante caballero la acompañé hasta los portones de su Comercial. Después supe que la Inspectora General le había llamado la atención, por haberse ella atrevido a llegar al Instituto acompañada de un hombre; nunca más la puse en riesgo. Recuerdo haber conversado en muy pocas oportunidades con ella, pero de amor ninguna palabra. Después del Liceo, la vida me llevó por diversos derroteros, hasta el día en que regresé a Panguipulli para convertirme en profesor. Estando en una reunión general de profesores, tuve la oportunidad de verla; quedé impresionado al ver como aquella linda adolescente institutana, era ya una bellísima mujer. Luego, la lejanía y su recuerdo, más el verla fugazmente en la ciudad, me decidió a tirarme a los leones; le escribí sobre mis emociones e intenciones, pasó el tiempo y nada supe, pero un día otra reunión nos volvió a reunir, pero no cruzamos palabra alguna con Olivia Irene Miranda Silva, sólo nos sentamos juntos y en un momento dado mi hermosa colorina estaba roja como tomate, fue la más deliciosa respuesta a mis incipientes amores para con ella. Pololeamos cinco largos y, a veces, inquietantes años; yo caminaba los kilómetros parados para ir a Panguipulli solo para verla, hasta que concluimos nuestro pololeo en matrimonio. Al día de hoy cumplíamos veintinueve años de casados; el fruto de nuestro amor fueron dos hijos a quienes amamos entrañablemente: la hija, Daniela María, es hoy Sicóloga y trabaja en Santiago, y nuestro hijo, el menor de los dos, Roger Ernín, es estudiante de Derecho en la Universidad de Concepción.

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• ADIÓS TERRENAL

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os caminos de la vida son inescrutables y el poder de la muerte aplastante, pues al estar segura de su triunfo final, nos da toda la vida de ventaja. Mi pecosita, el amor de mi vida ya no está a mi lado, un fulminante cáncer de colon terminó con su vida y mi felicidad terrena. Un poco antes del Domingo de Ramos, año dos mil dieciseis, Olivia comenzó a manifestar dolores en su columna y cadera, constantes pero soportables; ya en la segunda semana los dolores persistían y los analgésicos de uso común no daban el resultado esperado; al culminar las actividades de esta celebración religiosa, los dolores le eran ya insufribles, razón por la cual decidí llevarla al médico. Preocupado por su estado de salud, intentamos conseguir una hora médica, pero fue imposible; luego nos dirigimos al Samu, servicio que estaba colmado de enfermos, hasta que por fín, en el Hospital

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logramos atención, pero más allá de recetarnos un calmante transitorio, no hubo otro resultado. Se vino la Semana Santa y sus dolores se hicieron cada vez más insufrible, pasamos noches enteras en vela, cuidándola; en la mañana salía a trabajar y era como un zombie tratando de cumplir con mis obligaciones. Cuando la desesperante situación no daba para más, la llevé a la Sala de Urgencias de la Clínica Alemana de Valdivia, donde después de una muy respetable espera, fue atendida por el único médico de ese box y luego que le inyectaron calmante a la vena, nos volvimos a la casa; mas, ni siquiera habíamos llegado a nuestro hogar y el dolor le había retornado, mucho más violento que antes. Al día siguiente nos fuimos a la ACHS de Valdivia, otra muy respetable espera para poder ser atendidos, sólo para que nos derivaran a la consulta de una doctora extranjera quien, después de un breve examen, concluyó que mi cosita nada tenía en su columna ni en su cadera, agregando que no era una patología laboral, pero sí una ¡trombo, y que nos sugería ir a la Clínica Alemana por una Ecografía, para confirmar o descartar; entonces volvimos a la Sala de Emergencias y después de una nueva espera, Olivia fue llamada al box, donde estuvo durante un largo rato. Fue una tensa y muy larga espera. Cuando volvió a estar conmigo, su rostro reflejaba un dolor horrible, sin embargo tuvo valor para contarme lo que le habían hecho “El doctor me hizo la eco y comentó que mis venas y piernas estaban sanitas y que nunca hubo trombo ni nada parecido.” Ovillita complementó el comentario diciendo “El doctor del box de urgencias paseaba por allí conversando y riendo con otros funcionarios, entonces, aburrida le dije que estaba al borde del desmayo, que vivía lejos, en Panguipulli y que, por como era atendida, nada tenía que hacer allí….” El doc. Le habría dicho que no sea mañosa, luego vió los

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resultados de la eco y le dijo: ¡estamos mal! Luego trató de arreglar diciéndole: “es que no hay trombo, mujer.” Admiré el estoicismo de mi mujer para aguantar tanto dolor, el que nadie puede imaginar si no lo ha vivido; un dolor sin tregua y cada vez mas intenso. El siguiente destino fue Temuco, donde conseguimos hora para el doctor Giacaman, neurólogo, quien en su consulta y después de escucharla, la hizo caminar en puntas de pies y el regreso en los talones, dictaminando:”Olivia, tienes una hernia lumbar”; para asegurarnos sugiero una Resonancia Magnética, que conseguimos en la ACHS. Esta vez, con un diagnóstico ADMIRÉ EL más preciso, el neurólogo recetó calmantes inyectables, que bajaron la intensidad de los dolores aniveles acepta- ESTOICISMO DE MI MUJER PARA bles, aunque en tramos cortos. Antes de saber el resultado de la resonancia, la llama- AGUANTAR TANTO ron para decirle si puede volver para tomar otras placas, DOLOR que faciliten al especialista la visión de éstas; esta solicitud me dejó muy intrigado, previendo que la situación era más grave de lo imaginado. Cuando los exámenes estuvieron listos volvimos a Temuco. El doctor Giacaman observó las placas y, en ese momento, hace un rictus que viene a confirmarme la gravedad de la situación. Luego le dice a mi Ovi, que haya un tumor en la quinta vértebra de su columna y le precisa que su competencia llega hasta ahí, sugiriendo pedir hora con el doctor Beyer, neurocirujano en el Hospital de la Universidad Mayor. Allá fuimos, el doctor revisó la resonancia y pidió un Scaner para asegurar su diagnóstico. Después de eso, de vuelta para la casa y a esperar los plazos, mientras tanto los dolores iban y venían según pasaba el efecto de los calmantes. Listo el Scaner, volvimos a la consulta del doctor Beyer, quien luego de observar detenidamente la resonancia y el scaner, nos

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dice:”efectivamente hay un tumor en la vertebra que, debilitada, comprime el nervio ciático y por eso sus dolores tan intensos; también y aunque me duela, debo decirle que aquí hay metástasis… Era lo que yo hace rato presumía. ¡Dios mío! El valor de mi Ovi fue admirable, mas pensaba que una vez en el auto reventaría. Ella nada dijo y yo guardé un respetuoso silencio, imponiéndome calma y valor para llegar bien a casa. Posteriormente, Beyer solicita un Pet Scan o radiografía ósea integral, para tomar una decisión definitiva. Otro viaje, otra espera, más calmantes, más esperas, más incertidumbres; también puedo operarla ya, pero ud tiene derecho a elegir, le sugiero que lo converse con su Isapre y cuando tenga el Pet, vuelva. Una vez en casa, Ovillita recuerda que es socia de la Fundación Arturo López Pérez, la clínica oncológica más prestigiada de Chile; entonces, como familia, tomamos la decisión de dirigir nuestros pasos a Santiago. Una vez que conseguimos la hora para ser atendidos por un médico, partimos a la capital; allí fuimos recibidos y acogidos por el Padre Demetrio, amigo de mi hija, y sus compañeros, todos sacerdotes de los Siervos de María, personas muy afables, trabajadoras y pícaras, con las que es muy fácil convivir. Llegado el día aquel, Ovillita fue derivada a la doctora Salman, oncóloga, quien no podía entender como, considerando las condiciones en que estaba, no la hubieran operado ya de la columna; dejando los exámenes de lado se preocupó que, en el más breve plazo, fuera internada y estabilizada, postergando la revisión del famoso Pet Scan. Cuando logramos verla ya estaba más tranquila y su umbral del dolor había bajado considerablemente. Ahí comenzó un ir y venir, en los horarios de visita, para acompañarla todo el día, por muchos y desgastantes días. Antes de una semana ya estaba operada y supimos toda la verdad: cáncer en la parte rectal del colon, en el hígado,

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en los pulmones y en sus huesitos… Estaba totalmente invadida; increíblemente y hasta que asomaron los dolores, no hubo síntoma del flagelo en su cuerpo, la enfermedad no nos dio tiempo a nada. Debo decir que otros de los tantos ángeles que nos protegieron en Santiago, fueron Ricardo y Catalina, quienes en un gesto enorme de amistad, generosidad y desprendimiento, nos facilitaron un departamento ubicado a pocos minutos de la clínica; allí estuve mientras el hijo regresaba a Panguipulli a oxigenarse. Nunca tendremos con que pagar tanta generosidad.— De hecho, otros ángeles bajados del cielo fueron Cristian Moreno y su mujer, quienes también me ofrecieron un departamento por el tiempo que fuera necesario. Habían aparecido como de la nada, al día siguiente de la operación; de hecho, Cristian hacía un siglo que estuvo en casa de mis papás y yo ni siquiera lo recordaba… Dios es grande. En este proceso que, naturalmente, nos afectó profundamente a todos, nuestros hijos dieron lo mejor de sí para el cuidado de su madre; tal es así, que Roger congeló su carrera de Derecho para cuidarla y Daniela estaba dispuesta a renunciar a su trabajo para hacer lo mismo, decisión que finalmente no fue necesario tomar. Cuatro días de post operatorio y le daban de alta; muy preocupado pedí ayuda, porque ninguno de nosotros sabía como cuidarla hasta que, de nuevo, pudiera caminar. Nos dieron dos días más en la clínica, Ovilla logró dar sus primeros pasos y viendo las mejores condiciones para su estadía, elegimos Temuco, la casa de su hermana Alicia donde se le prodigaron todos los cuidados y cariños, a fin de agradar su condición mientras se cumplía el plazo de un mes para regresar a Santiago, a las radio y quimio terapias. Habían dicho que la iban a internar por alrededor de seis meses; una vez más tuvimos a nuestra disposición, el departamento de Ricardo y Catalina. Ese viaje a la capital fue memorable, la trasladamos en automóvil, envuelta en cojines y arrumacos; mi sobrino Néstor condujo,

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inagotable, los ochocientos kilómetros de distancia, con sólo algunas paradillas en la ruta. A fines de mayo me pidió ir a Panguipulli, quería estar en casa, verlo todo por última vez, conciente de su próxima partida. La llevamos con todos los cuidados del caso y una vez en nuestro hogar, hicimos todo lo necesario para hacerle sentir todo nuestro inmenso amor. El siete de junio estaba cumpleaños y se lo celebramos sólo con la familia y como regalo sorpresa, invitamos a Ricardo y Catalina, amigos fundamentales en este proceso. Fue una velada muy linda; además, el dia mismo de su cumpleaños, la volvimos a agasajar, esta vez con la presencia de su queridísima ex alumna, directora y jefa Mariela Anabalón. Y se llegó el momento del regreso a Santiago, a la Parroquia donde nuestros amigos sacerdotes, una vez más nos acogieron; Roger y Daniela permanecieron al lado de su madre, luego Claudia y Tomás, nunca la dejamos sola. Esperábamos el inicio de las”quimios”, tratamiento que se iba posponiendo al par que se consumía el mes de junio. En Panguipulli, yo desesperaba por la demora de las vacaciones de invierno, pues moría por volver al lado de mi pecosita que, día a día, iba en retroceso sostenido; en sus últimos días le costaba hablar, decir algo y mi angustia crecía esperando el momento de un nuevo control, el cual determinó su internación, por lo serio de su estado. Llegó julio y yo impaciente, muy impaciente, hasta que el día seis, a la hora de almuerzo, mi hijo me llama a para avisarme que la mamá había entrado en riesgo vital y que el médico sugería que estuviéramos todos allá; no sé como aguanté el impacto que ya sabía iba a producirse, pero de nuevo bajaron los ángeles del cielo transformados en mis consuegros, quienes pusieron a mi disposición su vehículo para el nuevo viaje a la capital. Mi concuñado Waldo y su esposa Higinia, me llevaron a Padre las Casas, donde hice el transbordo y rumbo a Santiago con una angustia tremenda.

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Al día siguiente, apenas se pudo, la acompañamos, estaba dormida, sedada, pero consciente; ahí estuvimos con su hermana Charito y Rosita, su hija, Marcelo, Sara y mi nuera Nicol, el fiel padre Demetrio y nosotros. Le prodigamos todo el amor necesario para para su viaje final; el médico nos había dicho que no quedaba mucho, que su presión arterial iría bajando paulatinamente hasta dormirse totalmente. El día nueve, muy temprano, el hijo me llama y me dice que me apure, porque no le quedaba mucho para expirar. Volé a su lado y me encerré con ella, acariciando su brazo, besándola, diciéndole que se vaya en paz a su encuentro con Dios, al que tanto amó y sirvió. En un momento me levanté de la silla, entonces ella salió de su inconsciencia, me buscó, abrió enormemente sus ojos y me balbuceó: ¡papá! Para nuevamente caer en el letargo, respirando agitadamente y a boquita abierta; nosotros, tiernamente, intentábamos hidratarla… Nunca perdió la conciencia, de hecho salí de la sala porque no quería verla morir, entraron los demás y yo me fui por ahí cerca, donde no paré de llorar, hasta cuando llegó mi sobrina a buscarme, porque mi Ovi había abierto sus ojos y me buscaba con la mirada, sin encontrarme; regresé a su lado, le hablé con amor, llamé a los hijos, nos tomamos de la mano y así, unidos hasta el final, la vimos en su último respiro.

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• EL TÍTULO

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esde que entré a trabajar tuve claro que había que estudiar, titularse, y fue un largo peregrinar, de hecho hasta por Santiago anduve buscando posibilidades, sin embargo el primer escollo para regularizar era”experiencia mínima cinco años”, ¡Increíble! Hoy las exigencia son las mismas, y para los profesionales recién egresados igual, o sea en pocas palabras ¡cero chance! La Pontificia Universidad Católica de Chile, sede Villarrica instaló un curso con 120 cupos, si mal no recuerdo, llegamos como ochocientos, quema’o, quedé fuera, y con nada de tiempo libre para gestionar, para pitutear, me la perdí no má, otros lloraron y quedaron. Hasta que la Universidad Austral de Chile, en Valdivia abrió otra oportunidad, allí quedó Roger Pérez Ulloa, fueron diecinueve módulos, que estudié a vela, sí, con luz de vela, pura educación filosófica y conceptual, nada práctico, las clases presenciales fueron una

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pincelada con profesores y alumnos agotados. Cada examen y cada convocatoria remedial costaba en ese entonces cinco lucas, mas el viaje ida y regreso, pero en fin, en octubre del año 1986 un cartón dijo y dice, que somos profesores titulados.— Yo no estaba ya en Reca, y teníamos el primer vehículo, un Renault cinco en el que Ema Aguilar de Huitag, Magaly Alvear de Puyehue, Miriam Moraga de la escuela Santa Isabel y Patricio Aylwin, de una escuela que hoy no recuerdo, hacíamos cucha pa’ la bencina, y el almuerzo era un kilo de choros, limón y pan en el muelle valdiviano, ya casados y con hijos, la sufrimos pero llegamos a la meta.—

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• B O C AT O M A

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stá a unos 20 kms noreste de la ciudad de Panguipulli, es una escuela netamente inserta en una de las comunidades mapuches más densamente pobladas de la comuna, y con una cultura ancestral defendida fieramente.— Llegué un día, me presenté a Eduardo Bascur Martínez, hoy aún director, no recuerdo qué curso me dieron, pero hicimos buenas migas ligerito y todo anduvo bien.— Sin embargo, antes de seguir adelante tengo que consignar que por alguna razón ignorada, las escuelas donde me ha tocado desempeñarme, han tenido difícil acceso en cuanto a locomoción colectiva.— Para llegar a Llongahue (Bocatoma), tuve que pasar por el jefe administrativo de la Central Pullinque, el que no presentaba la mejor disposición para ayudar a los profesores de la zona a utilizar el transporte de la empresa.

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Yo terminé entendiendo cuando alguien me explicó lo de los seguros y los riesgos que corrían llevando a terceros sin él, lo cierto es que para llegar a Bocatoma me levantaba a las seis de la mañana, a las siete salía el mini bus, llegaba a mas tardar a las siete y media, los primeros días esperaba en el corredor que llegaran el jefazo y abriera las salas. Después me invitó a su casa a tomar desayuno, yo hacía fuego, mientras ellos se levantaban, tomábamos un cafecito y a la pega.— Volver a Panguipulli era una tortura, o uno tenía suerte y los vehículos que iban de la central a la Bocatoma nos llevaban hasta Pullinque al regreso, o me tocaba volver a pata no má, a veces hasta Pullinque, otras veces hasta “EL CHANCHO”, y las menos hasta el mismo Panguipulli caminando, y eran tiempos de ripio nomá.— Llegó un momento en que me cansé, o no hubo mas locomoción para llegar y terminé en la casa del Lalo de pensionista. La vida era sencilla, tranquila, muchas veces el desayuno llevaba una fritanga de trucha o salmón recién sacado del lago, a veces cuando había mas tiempo pejerreyes, lindos, ricos, saltando caían a la sartén. Eran tiempos de intenso pololeo, noviazgo diría yo, y los viajes eran mas seguidos a la ciudad, en realidad le pagaba al Lalo por nada al final, ya que eran mas los días que dormía con mis padres que en Llongahue.— Fueron tiempos de otro tipo de educación en Bocatoma, no solo conceptual e intelectual, también de corte social y de higiene personal, había intensos focos de piojos y sarna, y muy escasa la higiene personal. Nosotros educábamos a esos niños tomándoles las manos para inducirlos a poder dibujar una letra, una palabra, me costó tiempo desentrañar tal actitud de vida, ellos vivían en una verdadera ruca, no sé si hoy viven así aún todo el día en ella, las “camas” por las orillas, el fogón siempre encendido al centro, y por la noche todos juntos a dormir, quiero decir que también los gatos y perros, de esa forma nunca habrían de tener una higiene mas “occidental”.

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Habría de llegar el momento en que junto a Eduardo, nosotros los profes y el encargado de posta, Oscarito, nos pusimos de acuerdo para comenzar a erradicar ese tipo de vida. Hoy me pregunto, ¿con qué derecho intervine esa vida tan ancestral?— La verdad es que las niñas fueron desnudadas en una sala, los varones en otra, y nosotros convertidos en LAS NIÑAS pintores de brocha gorda, prodigamos lindano por esos FUERON cuerpecitos.— DESNUDADAS La segunda pata fue intervenir las rucas, me conEN UNA SALA, taban que fue muy difícil, pero muchos terminaron LOS VARONES aceptando este tipo de vida más “civilizado”, otros nunca jamás, de los jamases, aceptaron.— EN OTRA, Pero finalmente debo reconocer que bajaron los Y NOSOTROS índices, incluso el fétido olor a orina. Si nuestra preoCONVERTIDOS cupación dio esos frutos, entonces estoy contento; pero EN PINTORES DE hoy con la madurez que dan los años, dudaría razonablemente en cambiar los hábitos de vida de un pueblo BROCHA GORDA originario que vivió y vive su cultura ancestral.—

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• COCINEROS

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n esta escuela, más que en otras, hubo momentos en que derechamente descuidamos la sala para hacerle el desayuno y el almuerzo a los chicos, y no eran pocos, muchas veces también se nos cargaba la mata a quienes demostrábamos mas cancha en la cocina, y eso cansaba, recuerdo vívidamente que era”director” el ya fallecido Belisario Bustos, quien no presentaba muy buen genio que digamos, yo cansado después de varios días de esta expedición, manifesté mi rechazo a seguir haciéndolo, además que señalé no estar contratado como sustituto de la manipuladora. Saltó como un quique y me refregó mi falta de compromiso con la escuela, fue un minuto desagradable, pero sirvió para que se arreglara la cosa.— Hay anécdotas alegres también, como por ejemplo que en una ocasión fue una madre a preparar los alimentos, y la verdad sea dicha, no era para nada prolija, solo les diré esto: cuando hidrataba la leche en polvo, sacaba el colador y estilando por el suelo lo lle-

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vaba hasta el otro extremo de la cocina... ¡Imagínense como quedaba todo! Más tarde llegaría una manipuladora de alimentos, legalmente contratada por la Junaeb, era ya una mujer de edad avanzada y el alcohol le ganaba a la pobre, por eso había días que no era capaz de cumplir con su deber, ahí nosotros por lástima y solidaridad nos metíamos a la cocina para salvar el pato, pero también es verdad que nunca le faltó la comida a ninguno de nuestros niños, muchos de los cuales comían solo en la escuela, porque en la casa sobraban muchas bocas y hambre, y siempre hubo escasas o nulas entradas.— Y por favor no hablemos peyorativamente del pueblo mapuche, si es verdad, hay muchos que derechamente son flojos, pero si leemos la historia, el pueblo aborigen tenía todo a la mano, la naturaleza era pródiga en la tierra, como en el aire y el agua, no estaba intervenida como hoy, por tanto, la familia con el mínimo esfuerzo tenía lo que necesitaba, y era muy sobrio para vivir y alimentarse, entonces, esa veta genética los hace ver hoy lentos, flojos, y dejados, pero insisto, no todos, conozco muchas familias muy sencillas, trabajadoras y empeñosas, que sin molestar a nadie progresan y viven alegremente, conservando muchas de sus tradiciones, que yo respeto mucho. Sí lamento que los abuelos, los padres no inculquen desde la cuna el lenguaje y las tradiciones a los pichiqueches, los mismos que cuando crecen, copian modas extranjeras que no llevan a ninguna parte, solo al resentimiento contra los demás, y nosotros los profesores “huincas” nunca fuimos educados en esa cultura para transmitirla.—

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• B A N DA M A P U C H E

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n el diario andar de la escuela, llegó el “día de ensayo de banda”, para mí, una experiencia totalmente inédita, trutrucas y cultrunes eran los instrumentos, la chiripa, el trarilonco, la trapelacucha, el punzón, el chamal, eran los aditamentos de vestuario y sus adornos; los que mezclados, con la instrucción militar prusiana hacían una mezcla extraña pero hermosa a la vista, y al oído.— Conseguir el permiso para que los niños participen de la banda, conseguir las indumentarias, los adornos y luego la autorización para salir a mostrarse al exterior era una historia muy particular y difícil.— En una ocasión don Luis Emaldía, alcalde de la Comuna, nos anunció que debíamos ir a Valdivia con la banda, hubo pega y desafíos por montones, se sumaron muchos ensayos, aprestar la ropa, conseguir los adornos de plata, los permisos para viajar.— Como yo vivía en la ciudad, un domingo de madrugada, me tocó

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esperar el bus a las cinco y media de la mañana, me dieron las siete y nada, ya me iba para la casa cuando apareció don Lucho, le conté lo que pasaba, gruñó algo y salió en busca del móvil, ¿qué hizo? no sé, pero llegó uno, era el que conducía don Juanito, y nos acompañó su señora, doña Eva, la que se portó un siete.— Previsores por lo que podía pasar, convenientemente vaciaron un par de sacos de aserrín por el pasadizo, y partimos a Bocatoma a buscar la banda, todos subieron, y nos fuimos para la “Perla del Calle Calle”, allá llegamos al casino de la Austral, donde nos atendieron a cuerpo de reyes, un corresponsal de Televisión Nacional llevó la Banda para el Jardín Botánico donde filmaron varios minutos; después supe que este caballero había muerto en un accidente de avioneta cerca de las montañas por La Unión. Antes de llegar al recinto universitario, hubo un desfile por calles céntricas de la ciudad, muchísima gente se congregó, y nosotros fuimos observados con admiración y respeto.— Llegada la hora de la presentación nos llevaron al grandioso Coliseo de calle Pedro Montt, fue una jornada preciosa, y nosotros con Raúl Alves estuvimos orgullosos del desfile callejero por el centro de Valdivia, de lo que pasó en el coliseo y el viaje de regreso. Sin duda alguna la banda escolar, (incluido su guaripola vestido con chiriPa y todo), mapuche de Llongahue era una vedette donde quiera que se presentaba, lamentablemente es solo un bello recuerdo.— Hoy, según me ha dicho su director hace poco siguen tan tradicionalistas como antaño, por eso ya la banda no existe, pero mientras estuvo fue todo un acontecimiento. A mi me tocó ser el profesor encargado de la banda en el adiestramiento “militar” si ese es el mejor término para interpretar la parte de las órdenes de mando, los pasos, los giros y todo eso. Y en lo musical y direccional (guaripola) un vecino que estaba a cargo de la Bocatoma, el que llegado el momento andaba de chiriPa y chalas.—

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• MILLEUCO

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tro traslado, otra comunidad, otra verdad. La escuela de Milleuco es la última de la comuna de Panguipulli por el norte. Hay que llegar por la pat’e gallo, por la pata del medio, subiendo la cuesta Ancapulli, que en una curva era solo barro y rocas, haciendo inexistente el paso expedito para vehículos motorizados, en realidad y con mucha maña solo subían o bajaban carretas a bueyes.— Milleuco es la zona de los Llancafilo y Neculfilo; la escuela era un inmueble vetusto, donde por un lado vivía el director (Daniel Olave y su familia), y por otro lado en una mísera pieza vivía este servidor. Con agüita de estero no má, que estaba al otro lado de la calle, con letrina de pozo negro, como servicio higiénico, y con cero movilización a Panguipulli era la realidad de esta escuela que mantiene un vista panorámica excepcional hacia el lago Calafquen, Coñaripe, Pucura, y el volcán Villarrica imponente, al norte para efectos cardinales de la escuela en comento.— El inmueble de la escuela era otro cantar, nuevecito, casi de paquete, tenía y tiene dos salas funcionales.— Mi “condominio” tenía una “sala de estar”, con suelo de madera bruta, lleno de alimentos de todo tipo que llegaban a través de la Fundación Ofasa, los que distribuíamos a la vecindad proporcionalmente a la cantidad de integrantes que tuviera.—

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• D O N J UA N I T O

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asta la escuela llegaba desde Villarrica “don Juan” y su micro, transporte que diariamente llevaba y traía a la comunidad necesitada de la ciudad, sus diligencias, encantos y compras, además de ser el conector con Temuco y otros lugares de la zona de influencia.— Don Juan es un hombre afable, delgado, de frondoso bigote, de fácil sonrisa y conversación interminable. El servía mucho a pasar las horas quietas de la tarde. Hoy, de cuando en vez, nos encontramos charlamos y recordamos nostálgicamente aquellos años.— Pero si al norte era coser y cantar con respecto al transporte, hacia Panguipulli, nada, pero naaaaaaaaada.— Otra vez a los largos patitour, ir a Panguipulli. “Era fácil”, era cuesta abajo, unos 25 kilómetros hasta casita muchas veces. Como decía el personaje del adiós al séptimo de línea, Gaspar Acosta, ordenanza de Manuel Rodríguez: —Puta maire, la mala suerte del sordao. Llegar abajo a la pat’ e gallo podía significar algo de suerte considerando que a veces aparecían vehículos provenientes desde Lican Ray o de Loncoche, eso por un lado, y que lo quisieran transportar a uno, por otro lado, por tanto el mal menor era caminar, y cami-

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nar y caminar, si te recogen el «descueve», si no mala cueva —Dijo el conejo y se cambió de madriguera.— El retorno hacia la escuela significaba tomar el “bus climatizado semicama”del Boli Guarda. La segunda opción era pagar un taxi, y la tercera era tener movilización en casa. Mi padre era un hombre ya libre del yugo del trabajo, había jubilado del Juzgado, y con su mejor amigo, Miguel Jeldrez (el Compare Miguel) ambos ya en el cielo, montaron una pequeña empresa que comercializaba productos del mar, y para tales efectos compraron una camioneta que yo “usaba” para que me lleven lo mas cerca del trío de cruces o nacimiento de la pat’ e gallo. Había momentos en que el camino era horripilantemente malo, pero del verbo malo si la camioneta entera caía en un solo”evento” como le dicen a los hoyos hoy día.— Ahí nuestro padre, mi hermano y yo”parchábamos el evento”con picota, chuzo y pala en mano; el problema era solucionado para seguir. No puedo quejarme, muchas veces me salvaron la campana para quedarme unas horas con los míos. Yo pagaba en el verano y los fines de semana siendo el chofer de la chata.—

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• S A L I DA A L A CIVILIZACIÓN

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n el inicio de este relato señalaba que la cuesta Ancapulli, estaba interrumpida por una curva que se convertía en un barrial infranqueable, eran tiempos del Pem. Daniel Olave el director de la escuela, era dueño de un fito rojo, y tenía que dar la vuelta por Lican Ray para llegar a Panguipulli primero, y a Curihue (su casa natal) después, entonces volvía la charla sobre la curva y la cuesta, hasta que coincidimos en pedir un programa Pem para Milleuco, aportando nosotros horas libres para ayudar a administrar el grupo de hombres y la obra pretendida. Quedé encargado, por vivir en la ciudad, de conversar el proyecto con el funcionario municipal a cargo en la fecha, don Guido Emaldía Alvarado. Acabado los detalles y concordados los insumos necesarios, y dada la luz verde, retorné feliz con la noticia a compartirla con Daniel, luego inscribimos a la gente, y a pala, picota y chuzo, como siempre, los viejos se dieron a la tarea de hacer lo que huma-

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namente pudieran, y el proyecto avanzó, lento pero seguro(harto lento en realidad).— Avanzó tan lento como trabajo del Pem….. Pero avanzó, muchos viejos dormían afirmados en la pala todo el día, ganaban un moco, pero preferían eso antes de trabajar sus propias tierras, sembrar, cosechar y ganar mil veces más, pero ese es otro cuento.— No recuerdo cómo ni porqué llegó proveniente desde Corral, un tremendo tractor oruga, con el que no hubo roca ni tronco ni nada que se parezca para perfilar las orillas, el camellón central y todas las obras necesarias para tener una calle expedita invierno y verano. Lo cierto es que mas tarde vino una moto niveladora y el camino quedó listo, flamante. Nosotros orgullosos con Daniel por haber reabierto una calle muy necesaria y que ahorraba y ahorra tiempo a quienes van o vienen de Villarrica y prefieren o necesitan del cruce Chesque. Nunca más esta parte del camino ha cerrado, y hoy la huella tiene un ancho superior y con mejor mantenimiento, el que dura más porque es verdad también, que muchos preferimos la ruta asfaltada de Panguipulli, Huitag, Lican Ray.— Lo más encachado es que aprovechamos la motoniveladora y arreglamos la cancha de fútbol de la escuela y donde jugaba toda la Comunidad y las visitas convocadas a los torneos.—

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• EL LION

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o hay comunidad campesina donde no estén presentes las historias reales o inventadas sobre el león, que en verdad corresponde al puma americano y que vive en todo el continente.— El cuento es que nuestros mas cercanos vecinos, los Llancafilo se quejaban que el “lion” no les estaba dejando ave en el corral, y así pasaban los días, y las historias con el mentado y respetado animal de nuestros bosques y montañas.— Una noche sentimos un gran alaraco, gritos, golpes, alboroto de aves, silencio, carreras, gritos y fuego que corría. Lo que pasó fue que el animal entró nuevamente al corral se escogió al ganso mas lindo y quiso apretar cachete, pero esta vez lo esperaban, por eso la gritadera, lo siguieron, y golpeando unos tarros, no creo que los vecinos hayan podido quedar sin despertar esa noche, luego se vio alguien que llevaba probablemente una antorcha.— Y así fue, mas tarde, al día siguiente en realidad, nos contaron que el bicho se asusta con el ruido (era que no), y parece increíble,

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¡¡¡Arranca p’ a rriba!!! Se sube a los árboles, ahí sus defensas quedan reducidas prácticamente a cero; con la antorcha en la mano, con los gritos de la gente, con el ruido de los tarros, uno de ellos mas agalla’o amarró un machete a una garrocha, y empezó a pinchar al animal hasta que desangrado cayó y fue vencido por la muerte.— Después de contarnos nos quisieron hacer negocio, la mejor oferta hecha fue la mía: un quintal de harina por el cuero y una pierna pa’ comer algunos bisteques (dicen que el que come carne de lion no muere mas), pero lo encontraron poco y partieron pa’ Lican Ray, volvieron cansados, hambrientos y con un kilo de azúcar… ¡¡¡Qué le vamos hacer, no siempre se gana!!! Negocios son negocios. Con respecto a este historial que mancha a la honra del puma americano, debo decir que el hombre tiene la culPa de tamaño atrevimiento, por un lado sin sus bosques, sotobosques y la cadena alimenticia que corresponde, baja adonde el hombre tiene comida, eso por un lado, por otro, hay historias de masacres, especialmente con las ovejas, y se debe a que cuando los cachorros están ya crecidos los bajan los padres para enseñarles a cazar ¿y qué es lo más fácil que tienen a mano? ¡Un hato de ovejas, qué más!

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• INCENDIO

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rta un día rutinario, los niños fueron atendidos al desayuno, nuestra manipuladora de alimentos, la Tránsito, tenía su padre anciano, vivían frente a la escuela, bastante cerca en realidad, entonces lo que hacía ella, era levantarse temprano, acudir a su trabajo, y como quedaba un buen intermedio entre el desayuno y el almuerzo, dejaba sus peroles con agua sobre la estufa, y partía a atender a su anciano padre.— Eso era a diario, nosotros con Daniel, cada uno en su pieza de residencia tomaba su propio desayuno. A mi me quedaba “más lejos” y tenía que pasar obligatoriamente por la cocina comedor. Ese día no fue la excepción, era una mañana radiante con un sol esplendoroso que comenzaba a rayar el noreste del cielo y a evaporar el agua que se había condensado sobre la noche en los techos, de tal forma que la cocina “humeaba” cuando pasé a su costado, y llegué hasta la puerta de mi sala, ¿qué me hizo volver? ¿el sexto sentido?

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¿la mano de Dios? en verdad no, fue algo mas concreto, hubo un ruido sordo no habitual que me despabiló, claro cuando enfrenté la ventana ya se perfilaban las llamas dentro de la cocina. Entré como una tromba, boté sobre las llamas el agua de los fondos, y cuando aplaqué las llamas corrí a avisarle a Daniel para que con los niños hiciera una cadena humana desde el estero (que quedaba lejos)para atacar el fuego. Al mismo tiempo y no sé cómo, ya estaba sobre el techo despejando tejuelas encendidas, (lo que no debiera hacerse para no provocar mas tiraje a las llamas), pero ¿qué se va a fijar en esas consideraciones uno con las pulsaciones a mil?— Afortunadamente pudimos apagar el foco, pasado el susto comenzamos a ver los estropicios, que no eran tantos en realidad, dos paredes chamuscadas, un pedazo de techo roto y el susto mayor, al menos de mi vida en una escuela.— Lo que pudo haber pasado de no mediar tanta premura en sofocar esas llamas habría sido alto, especialmente para Daniel, tenía aculatado, justamente a un costado de su casa y de la cocina un flamante furgón Suzuki, casi cero kilómetro, todos sus enseres del hogar, todos los míos (que no eran muchos) y el inmueble sin duda alguna, aunque viejo aún servía como residencia docente.— Bueno, de alguna forma mi director dio cuenta a Panguipulli, yo no sé si por ello nos visitaron o fue fortuito, pero al día siguiente llegó el alcalde Luis Emaldía, revisó el tema y lo minimizó.— Nos dio pena, pero finalmente por nuestra cuenta arreglamos la cocina, parchamos lo que había que parchar y seguimos adelante, muy felices por haber recibido tanto apoyo y solidaridad de la jefatura (¿?)...

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• TORNEO & MUERTE

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l profe rumbea en varios sentidos a la vez, y mientras mas tiempo está en una comunidad, mas vínculos tiene, en ese contexto Daniel se “mancorna” con su par de la escuela de Chaura, que no estaba muy lejos, de esa charla salió el compromiso de participar de un torneo en esa escuela. Fuimos al lugar, jugamos a la pelota, participamos de la fiesta, y dormimos de chorrocientos en cada cama que nos prestó el profe. Pero no todo iba a ser alegría, en verdad, es el hecho mas triste de mi vida laboral, nuestro auxiliar, del que ingrato no recuerdo ni el nombre, amaneció muerto en la huella, supuestamente, —averiguamos un poco— lo habrían apretado entre el anca de un caballo y un cerco de rebellines y lo habrían desnucado como se dice en el campo, para después dejarlo en la huella, cosa que nunca se habría aclarado; la verdad es que nos asustamos, nos pusimos de acuerdo con Daniel, arreglamos las cosas, después de almuerzo despachamos

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a los chicos y partimos pa’ Pangui, arrancamos es la verdad, dejamos sola a esa familia con su infortunio, hoy todavía me avergüenzo cuando recuerdo, pero ya no tiene caso, sus padres probablemente estén vivos, o quizás no; yo recuerdo con mucha pena ese momento, pero, jamás, que yo sepa, nos dirigieron una mala palabra, o tejieron una historia lejana a la realidad de los hechos.— Hace poco fuimos a trabajar a Milleuco, donde hoy está Rosita como única maestra, fuimos muy bien acogidos, y yo en especial, donde me entregaron un obsequio que guardo con profundo respeto y cariño, no por su valor intrínseco, es por la intención de demostrar respeto y recuerdo por haber contribuido un día a la educación de esos pequeños bajitos.—

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• PAYA H U I N T E

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tro lugar de la Comuna, otra realidad, otro traslado, todo conversado, todo listo, vamos andando. Sin querer o darme cuenta más bien me vi instalado en la Ruta Internacional Hua Hum, a cuarenta kilómetros de mi casa, de mi esposa, de nuestra hijita.— Teníamos un Renault Cinco, azul, rico el tocomocho, blandito pa’ conducirlo. Ya había dejado todo concordado con el”Cholito Leal”. El camión llevaría todo lo más grande, y yo en el auto lo menor. En todo caso iba hasta el tope, me despedí de los míos, y partí no má, con los ojos húmedos, pero había que seguir adelante, llegué a media tarde, me esperaba el profesor que se iba, Javier Aravena, que en ese entonces vivía en Choshuenco.— Hicimos el traspaso después de un somero inventario, él partió y yo quedé a la espera de mis bienes. Llegó la tarde, se oscureció y nadie llegó, el huevón cagado de frío en el auto, mal tapado y todo

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encogido, llegó un momento en que no aguanté más, puse el auto de frente al “hotel mil estrellas”, busqué algo que me cubriera y acosté en el suelo, fue peor, más frío sentí.— Nuevamente iluminé con las luces del auto, descubrí un calentador de tambor, unas tablas resecas, al parecer de pellín, hice fuego y mejoró la cosa, claro que casi quemo la rancha, perdón, “casa del director” le decían. Me fui al chancho con la carga, o esta tenía un mejor grado calorífico, con el susto dejé apagarse la cuestión y volví a cagarme de frío mejor.— A la amanecida fui hasta el lugar de la cocina, ahí estaba mejor la cosa, hice fuego, calenté agua, me bañé convenientemente, me hice un desayuno y la cosa comenzó a verse mejor, al menos en el escenario natural.— La “sala de clases”, si se podía llamar así era mitad de piso de tierra, y la otra solo de madera bruta, completaba el adorno pupitres de madera ¡tripersonales! Más adelante sabría que por alguna razón ignorada, un grupo de soldados conscriptos había mejorado las condiciones de la “sala de clases”.— En la mitad de la sala había un orificio del porte de un barco, eral tal el cuento que los chicos en el recreo, encarnaban un anzuelo con migas de pan y… ¡¡¡cazaban ratones!!! Probablemente ustedes lo duden, yo lo viví.— Bueno, pero falta hablar de mi lugar de residencia, o casa del director, (que siútico): esa pieza estaba casi bien, no tenía mala superficie, para vivir uno solo estaba aceptable, el problema era que tenía ¡¡¡tamaño hueco!!! Estaba disfrazado por un cerco natural de murras que casi lo hacía pasar inadvertido, esa la pared noroeste.— ¡Y en esas cavernas, en un tiempo, Panguipulli educó a sus niños! Espero de todo corazón que no quede ninguna de esas cosas, porque hoy serían una continuación inaceptable de esas vergüenzas narradas.—

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¿Qué había pasado con mis cosas? Oscar Mella ¡la chancha! Cuando llegó a la escuela me contó que había ido a Valdivia y regresado muy tarde. ¡Qué tal!— Bueno, en personal no estaba mal la escuelita, había una manipuladora y un auxiliar, de ella no recuerdo el nombre, él se llamaba Humberto “Beto Uribe”, “el cuervo” ¡¡Uta’ el roto bravo en el río!! En la montaña no le hacía nada de mal, y pa’ la pega era seco. Hace poco lo reencontré, casado, más viejo, pero con el mismo brillo pícaro en sus ojos. Fue una gran alegría para mí.—

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• L A V I S I TA

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n día cualquiera, al regresar de mi diaria excursión al río, encontré en la aldaba una tarjeta de color blanco que relucía en la oscuridad de la noche, encendido el chonchón, leí “estuve en su escuela a las seis y veinte de la tarde, y usted no estaba en su lugar de trabajo”,firmaba Luis Emaldía Alvarado, alcalde. Lo tomé como una reacción natural de “Don Lucho”, pero para que no quedara como un tema de autoritarismo, pesqué la tarjeta y en el dorso le escribí “si usted viene en horario de trabajo, lo atenderé como se lo merece, mis horas libres las dispongo como me parece, atentamente su profesor”, puse todo en una carta y lo envié a la Municipalidad de Panguipulli.— Y me preparé a recibir una buena regañada por “mi insolencia”. Nada de eso ocurrió, la próxima vez que nos encontramos hablamos civilizadamente del tema y me pidió disculpas. El caballero terminó yendo, revisamos las instalaciones y se puso de acuerdo con don Gilberto Leal para mover de allí el inmueble.

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Se que hubo conversaciones con un empleado del complejo, Tomás Mónfil, que en ese tiempo, cortaba el queque. Un día llegaron y fuimos a la parte baja, al otro lado del camino para ver y medir un terreno para la nueva escuela. Tomás Monfil, —aunque no nos llevábamos bien—, me sacó pacalla’o y me dijo “no se preocupe profesor, no se construirá ninguna escuela aquí”. Terminó teniendo razón, probablemente la jefatura sacó cuentas y tomó la decisión de cerrar la caverna llamada “Escuela de Payahuinte”. Don Luis Emaldía, alcalde de la comuna y nuestro jefe directo, para el día del profesor, con el casino repleto, mas visitas uniformadas, como se estilaba en ese entonces, en su discurso dijo que “no era posible tener profesores trabajando en cavernas trogloditas, que me pedía disculpas públicas por hacer clases allí”, y anunció el cierre de tal inmueble al final de ese año, y que los alumnos debían ir a Puñir o a Choshuenco.—

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• C O S E C H A D E PA PA S

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unca supe quien era él o los dueños de una gran siembra de este vital tubérculo, muy cerca de la escuela, probablemente el Complejo Maderero. Solo un día viernes que volvía a Panguipulli, me di cuenta que había “saca”de papas, y que eran muchas las personas que estaban en esta pega.— Lo que yo no sabía era que estos viejos re diablos cosechaban “a la chilena”, o sea por encima de día.— La verdadera cosecha se hacía de noche; cual espectrales sombras de las sombras moviéndose al compás del cuerpo y del “hualato”o azadón grandote especial para esta peguita.— Cual ágiles vivientes nocturnos trabajaban en silencio y con premura, porque había que ensacar, coser y cargar la cosecha antes el alba, la cosa era de no dejar huellas de este “trabajito”.— El negocio era redondo, donde se cosechaban de día tres sacos, de noche podían llegar a otros tres o más si había rapidez en la cosecha.— ¡Viva Chile! ¡no hay caso con nuestra raza! ¿Los dueños perdieron o ganaron plata? no lo sé, pero sí se que los cosecheros de la noche ganaron rotundamente porque cada saco cargado y en la casa era ganancia neta, solo se pagaba el tiempo utilizado.—

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• L E C H E A L A G UA

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ierro el capítulo Payahuinte narrando ésta muy lamentable situación: Lo más triste en mi extensa carrera docente fue el haber tenido conocimiento que se botaban diariamente al agua cerca de seis mil litros de leche (aproximadamente), con la prohibición absoluta para los camperos que le den a sus familias, a los vecinos o a la escuela. Pregunté por qué se tiraba esa cantidad de leche al río, me dijeron que para que no se enfermaran de mastitis las vacas, y que la prohibición venia del señor Tomás Monfil ¡qué cagada más re grande! El ganado era de Julio Ponce Leroux, se comenta. ¿Cómo era posible ser testigo de tamaña brutalidad? Parece que el empeño era hacer quebrar el Complejo Maderero a como diera lugar. No me explico de otra forma tanta torpeza humana, si con esa leche se pudo alimentar todos los niños de la zona interior, o elaborar quesos, entregando una fuente laboral, y recibiendo un estipendio que cubriera los costos operativos, además de ganancias, obviamente.— Pero cuando el hombre se ciega no hay caso, estamos plagados de estos ejemplos, y otros peores, mucho peores.—

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• C AY U M A P U

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eis tierras es su significado en lengua mapudungun.— Esta escuela está al noreste de la ciudad de Panguipulli, para llegar a ella hay huella de penetración un poco más allá del puente Huenehue cruzando potreros, y más al este por el sector Coihueco.— En los tiempos que estuve yo era difícil acceder, o era en taxi o era a pie, otra vez había que pasar por conseguir locomoción en la Central Pullinque, aprovechar que en la mañana llegaban hasta Bocatoma, uno se bajaba el sector”El Chancho”, y de ahí patitur pa’ la escuela; cruzarse con los pudúes era cosa de casi todas las mañanas, había un tremendo bosque que los protegía, el viaje no era largo pero igual uno llegaba embarrado y mojado, y a esperar que el director llegara y abriera las salas. Una hora al frío de la mañana en tiempos de invierno no era lo mas gratificante para comenzar una jornada de trabajo, pero así fue y así lo consigno. La escuela no era mala, trabajamos tres docentes en jornada de mañana y tarde, lo mismo que hoy excepto la famosa jornada escolar completa.— Volver a Panguipulli, era insufrible, otra vez a caminar, con suerte en el Cruce del Chancho alguien se apiadaba de uno y lo transportaba, en caso contrario patitur hasta Pangui, quedaba mas sobado que montura de bandido, y al otro día, volver a comenzar, una rueda sin fin, día a día, semana a semana, mes a mes, año tras año.—

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• LA CHICHA DULCE F R E S Q U I TA

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la dirección de la escuela llegó el gordo Duarte, Juan Carlos Duarte, un hombre grandazo y bonachón, bueno pa’ mercar lo que viniera, y era seco pal trueque también, daba gusto trabajar con él, con sentido común, prudencia y respeto, ligerito se ganó a la comunidad.— El vivía con su familia en la escuela, y un día de ellos que bajó conmigo; sería abril o principios de mayo, estábamos transpirando, acalorados después de una rápida caminata, esperando locomoción a Panguipulli, en la garita del chancho, cuando en sentido contrario aparece una carreta con barriles, y su carretero avanzando al paso cancino de los bueyes. Yo me impuse de inmediato que era chicha fresca la que venía, pero no dije nada, no así mi socio quien inquieto me preguntó que podía ser, me reí de buena gana y le dije que era chichita dulce, fresquita, perfumadita a fruta madura hecha líquido que mas de algún asado, reunión de amigos, o quien sabe que acompañaría. Ninguno de los dos andaba con plata (tremenda novedad en un profe), pero igual cruzó la calle, saludó al boyerizo, le armó conversa y ligerito a señas me llamó: ¡ya me dijo!¿quérís chicha? claro le dije yo, si te podís el barril porque veo que no hay manguera atontao’ jajajá… Él estupefacto también rió de buena gana… Pensó un poco, sacó un lápiz bic, le vació el casco y listo el pescao’ ¡a tomar chicha con el casquito del lápiz! Jajajaja ¡Putas el hombre pa’ agalla’o! Esa todavía no me había pasa’o!

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• V E L AT O R I O M A P U C H E

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stábamos en vacaciones escolares de verano, cuando el jefe me llamó, y me dijo: ¡Oye Roger murió un vecino, te paso a buscar! Colgó y me dejó ídem... Pero bueno me arreglé y lo esperé, al rato llegó, nos pusimos de inmediato en viaje. No me pidan que cite el nombre del difunto, no recuerdo y no creo que sea relevante, lo que si es importante es lo que voy a relatar:”cuando llegamos a la tranca de entrada de la casa nos dimos cuenta que era algo muy especial… A cada lado del camino de entrada, habían una pegada a la otra, carretas y en cada una sus familias, todas tenían ya faenado un cordero, o uno listo pal cuchillo.— Al fondo, a unos cincuenta metros, estaba la casa principal, pero habría de pasar muchísimo rato antes que pudiéramos llegar a presentar nuestros respetos a la familia.— No hicimos más que poner un paso en ese portón de entrada, cuando salió un apoderado a saludarnos, e invitarnos a comer a su carreta. El desayuno fue opíparo: ñache, mate con tortillas y luego los relauches. ¡Ufff! Y el güatón Duarte, como tres roperos de los míos, y a mí, en ese entonces, no era fácil dejarnos ahítos.— Pedimos permiso para proseguir, con la cara llena de risa nos dieron la pasada, pero fue peor… Los vecinos nos acogieron en su mesa, y ¡Vuelta a empezar! Otro ñache, otro desayuno, otros relauches. ¡parecía un cuento

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de nunca acabar! Eran ya como las dos de la tarde (habíamos llegado en la mañana) ¡y nosotros todavía tomando desayuno! Logramos pasar a la tercera carreta, ahí nos hicieron esperar que salga el asado de cordero para almorzar ¡¡¡qué sacrificio más grande!!! Tontos lesos e ignorantes, no teníamos lugar físico dentro de nuestros pobres y maltratados cuerpos donde cupiera un trozo más de comida.— Felizmente una apoderada me dijo: “señor diga que no quiere nada más, dé las gracias y pida que se lo envuelvan porque lo llevara para su casa”, nunca en nuestras vidas habíamos sentido un alivio tan enorme, en verdad fue grandioso no tener que seguir recibiendo comida. ¡Cómo habríamos de saber que era la tradición que se manifestaba en todo su esplendor! Después que entramos a la casa, después que nos asombramos con la vista general de la pieza con el féretro, pudimos seguir conociendo el rito.— Si la vista general de la entrada a la casa era multicolor y llena de vida, entrar a la casa fue otro cantar: el ataúd estaba en la mitad de la pieza. En la pared, a la cabeza del fallecido había dos vaquillas muertas, limpias y colgadas una a cada lado, el féretro estaba lleno de comida, todo era corderos uno al lado del otro, en realidad no se vislumbraba ni un solo espacio que no tuviera comida en primer lugar, y bebida (chicha y muday) en segundo lugar, significaba que se mandaba al fallecido lleno de comida y bebida para que nada le faltara en el largo viaje.— La corrida de carretas y familias que nos atendieron a nosotros y a los demás visitantes, era sencillamente una parte del ritual, el mismo que permitía a la familia doliente no gastar en atender a los que llegaban a expresar sus condolencias.—En verdad muy interesante y digno de tener en cuenta.—Ojalá se diera en la vida diaria, no solamente en los rituales mapuches para grandes dignatarios o familias connotadas.— Nunca olvidaré esa clase magistral de solidaridad, respeto y amistad.—

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• LA PENSIÓN

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legaría un día en que la “franquicia”de viajar en locomoción de la empresa habría de terminar, ello me trajo un nuevo escenario: buscar pensión en el lugar, el arreglo fue el siguiente: Mi almuerzo era el mismo de los chicos en la escuela, y don Julio Fica me pasó una pieza de mala muerte en una casa vieja que hacía las veces de galpón para guardar pasto. Nada que hacer, ¡Aperrar no ma’! No recuerdo si le pagué algún arriendo por esa pieza.— La verdad es que rápidamente tuve que asumir esa realidad, viajar todos los días salía muy caro. El término del año me vino a sacar de tan precaria y triste vida.— Se vino el año siguiente y vuelta a la rutina, pero en esta ocasión, peor, porque la vieja casona estaba hasta el tope con pasto pal gana’o, y yo con una pieza de dos por dos para vivir parte de la tarde y la noche, con un mal tambor bencinero por calefacción, ¡ahí tenía que cocinar además! Pero bueno ya tenía varias escuelas y realidades a mi haber y no me iba a quedar con los brazos cruzados por tan poco.— ¡Nunca había estado tan mal según yo! No sabía lo que me deparaba el futuro.—

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• L A PA R T I DA

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legó un nuevo año, una nueva realidad, fui convocado a la oficina, donde me dijeron: ¡Roger, hay tres profesores y matrícula para dos! ¡o te trasladas tú o la señora de Duarte! Sentí que habían jugado con mis emociones y mi caballerosidad, nunca iba a permitirme separar un matrimonio.— Hace varios años de esto, mas de veinte y ya comenzaba a experimentarse la reducción de matrícula en los campos, habían nacido los internados, la locomoción y las nuevas opciones de educación, además que se instalaba de a poco la migración campo ciudad por motivos laborales, o de expectativas de vida citadina, el control de la natalidad.— Era el minuto de emigrar hacia otro punto cardinal de la comuna.— Cultruncahue, allá vamos.—

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• C U LT R U N C A H U E

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n muchas ocasiones he querido saber lo más exactamente posible, cuál es el significado de este vocablo mapuche. Según mis conocimientos e indagaciones sería algo así como “lugar de tambores”, probablemente en tiempos idos hubo en el lugar, grandes ceremoniales donde se utilizaban los instrumentos en comento (cultrún= ambor) ¿nguillatunes?— Si bien es verdad la primera opción que me pusieron encima de la mesa fue Coihueco, yo sin haber dado ninguna señal de mis preferencias, me hice rogar, y pedí consultarlo con mi esposa. La verdad es que solo quise poner en calma mis emociones, Cultruncahue era un lugar muy cercano a la casa, aún para viajar caminando ida y regreso, para por fin hacer vida de familia “normal”, aunque fuera para juntarnos en la noche.— Probablemente no se tomen en cuenta estas separaciones obligadas muchas veces de la familia, lo digo porque cuando nació nuestra bebita, yo trabajaba en Milleuco, vivía toda la semana en la escuela y el viernes volvía alborozado para reunirme con mi esposa e hijita,

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pero la situación no era tan así, justamente esa separación de la que hago mención me había de pasar la cuenta. Recuerdo vívidamente una de las veces que llegué a la casa, mi hija en brazos de su abuelita, me vio no me conoció y se puso a llorar, yo impresionado y apenado me fui a llorar encerrado en el baño, les juro que no hay sueldo en la vida que pague ese tipo de experiencias.— Recuerdo muy bien que el “Cholito Leal”me hizo una sola recomendación: “Roger, ten cuidado, ahí en Cultruncahue son come directores”.— ME VIO NO ME ¡Xuata! Me dije ¡lugarcito donde vas a trabajar! Pero CONOCIÓ Y SE como siempre he sido impulsivo, asumí el tema como PUSO A LLORAR, otros de mi vida.— YO IMPRESIONADO Mi llegada tuvo una sala repletísima de gente, no Y APENADO ME solamente de los apoderados, había gente de todo tipo, y según comenzamos a entendernos las cosas fueron FUI A LLORAR calzando cual piezas de un rompecabezas, siempre con ENCERRADO EN EL piedras en el camino, nunca hubo año fácil.— BAÑO El perímetro era deprimente, estaba lleno de malezas, murras y desperdicios variados, como por ejemplo letrinas construidas con zinc ya cercenadas por el óxido de la orina, y agréguele a ello hoyos donde se depositaban los residuos escolares: latas, materias orgánicas provenientes de la cocina, y basuras varias y perros desparramando todo.— Cerco no había, solo quedaban vestigios de uno pretérito, y en el frente uno de ñochas y las inmemoriales murras salvaban en algo la situación.— No había leñera, los niños se arrastraban debajo el corredor para sacar leña.— No había comedor, los niños comían en el corredor.— Los cielos eran de volcanita (yeso y cartón), estaban rotos, los pedazos colgaban sucios, y se veían en el envigado, tarros oxidados

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que recibían las goteras de un techo de pizarreño ya vencido por los años de uso, en verdad era bien deprimente el escenario.— La fotografía que evidencio no era el más gratificante de los deseos de cualquier maestro que quiere dejar de manifiesto su impronta. En verdad había mucho que hacer, y nos pusimos a trabajar, con algunos apoderados y ambos profesores, nos dimos maña primero para limpiar el recinto de malezas y mugres en general. Arrancamos los pedazos de cielo y bajamos esos tarros que daban tan feo aspecto, cortamos matas de flores que en vez de embellecer el entorno, eran verdaderos recipientes del polvo que salía del barrido del corredor.— Me puse en contacto con el sostenedor, acordamos que la comunidad colocaba mano de obra y él los insumos para mejorar los cielos de salas y cocina, para construir una leñera, para reponer el piso del corredor cuyas maderas estaban podridas y manifestaban un peligro latente para todos nosotros. En cuanto al comedor la situación fue fácil, se usó solamente el sentido común, la sala de clases se constituyó como tal, solo había que poner a buen recaudo los cuadernos y bolsos. Tuve la oportunidad de tener un auxiliar que pagaba el programa Pem, así llego don José Humberto Reyes González,”El Beto”quien fue el artífice de la construcción de la leñera que hoy aún existe.—

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• EL JARDÍN

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uando me dediqué a extraer de raíz las planta florales que adornaban el corredor, recibí preguntas y malas caras.. ¿oiga profesor y va a sacar eso que es de fulano? Y así por el estilo, no dije nada, callé y asumí.— No le dije a nadie de mi silencioso trabajo de reposición, había conversado del tema con la gente del municipio a cargo del vivero de rosas, y llegado el momento me regalaron quinientas, ¡sí, quinientas patillas de rosas! yo feliz, en persona las planté a la vera del camino de entrada. “¡Esa misma noche se robaron todas menos una!” ¡Qué rabia y qué estupidez! Mandé todo a la cresta y nunca más planté nada.— En realidad Cultruncahue es un sector muy especial, tiene gente muy buena, pero también algunos que les gusta ponerle bencina al fuego y revolver el fuego con la patita de la guagua, como dice el refrán, creo que el único ser tozudo he sido yo, poniendo la mano firme y exigiendo el respeto que me merezco.—

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• U N N U E VO V E C I N O

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inicios de un año escolar, bajo un potente sol, estaba este humilde servidor, con guadaña en mano cortando malezas en el frontis de la escuela, siento que se detiene un vehículo y alguien me habla, giro y me encuentro con un señor que me quiere preguntar algo, corrí a vestir mi camisa y ya mas presentable me acerqué el diálogo fue el siguiente: “Buenas tardes, busco al director” “Buenas tardes señor, yo soy el que busca”, ¿Cmo? ¿Usted? Si claro, yo soy el director, el doctor, el abogado, el auxiliar, el jardinero y lo que usted quiera… Hubo risas de ambos lados.—. “Bueno dijo el señor, me presento: soy Fernando Léniz Cerda, su nuevo vecino y quiero decirle que cualquier cosa que necesite cuente conmigo, en forma permanente”.— ¡Plop! Casi me voy de espalda… Nunca jamás nadie en lo que iba de mi carrera se había presentado en tales términos.— Obviamente agradecí, él se fue y yo seguí en lo mío, cual no

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será mi sorpresa cuando lo veo venir de nuevo, pero esta vez para preguntar que era lo mas prioritario que necesitaba la escuela, el cerco, le dije junto a otro montón de necesidades. Al día siguiente un contingente de su personal premunido de los insumos necesarios y suficientes paró un cerco hecho y derecho, al toque.— ¡Obras son amores y no buenas razones! Fueron años tranquilos por ese lado ya que otros hacendados también aportaron algunas cosas, como la señora Anita Gundlach, el señor Félix Susaeta, sin embargo el señor Léniz llevó la batuta siempre, hubo mucha ayuda desde el fundo Chauquén.— En momentos en que se iniciaba la reforma educacional, los profesores rurales fuimos agrupados en Microcentros y llevados a Valdivia para que socialicemos la propuesta, junto con ello nos entregaron incentivos mediante proyectos. El microcentro Lafquén, del que era yo su coordinador (nueve años), nos propusimos uno llamado “La radio al servicio de la Comprensión Lectora”, con la finalidad que mediante actividades atractivas y desafiantes el niño mejorara uno de los males endémicos de Chile: LA COMPRENSION LECTORA, pero en lo particular no quedé contento, porque reflexioné que si bien el proyecto era cototo, no le daba la oportunidad al niño de acrecentar su bagaje cultural general. En su casa no habían libros y cero hábito lector. Pensé que probablemente el mundo podría llegar al niño mediante la televisión, y mas que la televisión, a través de de los videos documentales sobre temas específicos de la historia del hombre, y me di el trabajo de elaborar un ante proyecto en tal sentido.— Acertó a venir al fundo el señor Léniz, y habiéndonos reunido me preguntó por sobre los hechos escolares, ufano le conté del proyecto aprobado en el Microcentro y del Ante Proyecto que diseñaba por esos días. Solo me comentó entusiasmado que le agradaba de sobremanera, como siempre nos despedimos, el fue por sus rumbos y yo seguí con los míos.

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A la mañana siguiente, cuando aún estaba en cama, suena mi teléfono, era él y dijo “don Roger quiero su proyecto para ayer”, solo atiné a decir con pachorra “El proyecto ya se fue, lo tendrá en su escritorio en las próximas horas”. No les cuento como corrí para terminar y cumplir con lo prometido.— La satisfacción fue enorme cuando me comunicó que había sido aprobado, solo di las gracias y algunas lágrimas cayeron, por la emoción y el significado profundo que iba a tener en nuestro desempeño profesional.— Primero tengo que contar que él conversó de mi idea con su familia, así nació la contraparte de la presentación que hiciera del proyecto a la Fundación Andes. En total se aprobó el proyecto por “diez mil dólares”, casi cuatro mil aportados por la familia Léniz, y los restantes seis mil por la Fundación”.— Finalmente el proyecto se materializó en: un televisor de veintiséis pulgadas, un vhs, colecciones de videos documentales y del divertimento, instalaciones interiores de energía eléctrica para dos escuelas, generadores de energía eléctrica para otras dos, en total fueron siete las comunidades escolares favorecidas, y la de Pilinhue en particular, que con la anuencia de su sostenedor, pasó del generador a un transformador de energía continua, el que no solamente favoreció a la escuela, también a los hogares cercanos. ¡Ganancias por todos lados! Como era un cuetazo de los grandes, se me ocurrió invitar al sostenedor o alcalde de la época Andrés Sandoval Contreras, para que fuera testigo de los avances que nos permitirían obtener logros en los aprendizajes de los niños. Pero no hubo aplausos, ni saludos, ni reconocimientos, menos públicamente, claro, nadie se pudo apropiar políticamente del proyecto, y al no tener “votos”, no servía a los propósitos de ninguna colectividad.—

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Pero bueno, yo al menos iba mas allá de ese norte, solo lo consigno como una anécdota que marca un hito importante de gestión en el Microcentro. Más adelante la varita de la virtud tocó a la escuela de Cayumapu que obtuvo una generosa cantidad de dólares de la Fundacion brasilera Kellog, y más adelante la escuela de Puñir tendría el apoyo directo de la embajada del Japón, y cuya gestión correspondió al vínculo del Rotary local. Breve pero interesante vida del Microcentro Lafquén, hoy fusionado con otras escuelas y otras realidades.— Mantengo el contacto con don Fernando Léniz Cerda, cada vez mas esporádico, pero con el mismo tenor de respeto y agradecimiento para el y su familia.— Lamentablemente el diablo metió la cola en la comunidad y le retribuyeron al señor Léniz y familia, de la manera mas abyecta, todo el bien que había prodigado a todo el mundo sin preguntar ni pedir nada a cambio; una noche manos anónimas hasta hoy, quemaron una primera casa dentro de su fundo, en el límite más cercano a la playa de Chauquén, fue una verdadera puñalada por la espalda, acusó la estocada, pero nada dijo, siguió adelante, siempre conservó la esperanza en la bondad de la gente que lo rodeaba y pagó bien por mal.— Pero vendría el terror en su más atroz expresión, una vez más manos criminales, anónimas y asesinas le quemaron su casa principal, un verdadero palacio construido para vivir con satisfacción la última parte de su vida junto a su muy querida esposa, la señora Raquel Messano, que ya pasó al cielo después de sufrir una delicada enfermedad.— Esta vez la bondad desapareció, no se transformó en odio, pero si lo fue en indiferencia, y todas las agrupaciones que miraban hacia él para el apoyo a sus ideas y proyectos se terminó drásticamente.— ¿Sabe una cosa estimado lector/a? yo habría hecho lo mismo, y hay algo que la comunidad no sabe, manos “anónimas”en el verano

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les cortan la energía, les hacen pasar malos ratos ¡en esa onda de odio! Pero les sigue perdonando, sigue aguantando, sigue ayudando a Panguipulli, desde otra perspectiva, pero sigue adelante. Las pobres y egoístas almas envenenadas persisten adelante con sus torpezas, y sin darse cuenta cabal del daño que le han hecho a los que dicen suyos y a la vecindad que no tiene arte ni parte en estos odios paridos y nacidos de mentes atrofiadas.— Quise consignar estos hechos porque son parte de la vida escolar, son parte de mi vida profesional, son parte de la historia, y solo no doy nombres porque no los quiero premiar mencionándolos, que se consuman en las llamas de sus angustiosas vidas, un día Dios les proveerá de su justo castigo, aunque son perdonados, ¡gratis no es ni será!

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• PA S A N T Í A

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l profesor está sujeto a los vaivenes de los gobiernos, de sus estadísticas, del dinamismo de los proyectos y muchos factores que escapan a la comprensión de uno que vive y labora tan alejado del verticalismo citadino y de la alta administración pública como le dicen hoy.— Un día los mandamases dijeron que la reforma educacional estaba obsoleta, que el SIMCE era malo, y que el profesor era culpable, por tanto, había que REFORMAR LA REFORMA.— Y un día nos comienzan a hacer socializar el tema de la reforma educacional, la misma que importamos desde España, bueno, cada vez mas intensamente desde el año 1992 empezamos esta cruzada, y nos metimos en el proyecto Mece, nos reunimos en Microcentros (reuniones de profesores afines en su realidad cotidiana), una vez al mes para que pudiéramos ejecutar entre todos una humanización profesional primero, luego para aunar criterios técnicos que resolvieran el trabajo de aula, en este mismo tema reformista vino la oportunidad de las pasantías internacionales, las mismas que yo

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en un principio califiqué de políticas, igual postulé una vez a la Alemania, ya que el proyecto era coherente con la realidad nacional y sectorial (Cultruncahue), fracasé, seguramente no fui lo suficientemente prolijo en la propuesta, pero mejor, no habría dado una con el idioma y la frialdad teutona.— El tema pasó como una anécdota y me olvidé de esa cosa, sin embargo llegó un nuevo año, y nuevamente se invita a la docencia a participar, luego de conversar con mi familia, me tiré a los leones y postulé en torno a la Didáctica de la Comprensión Lectora, mal endémico nacional.— La verdad, nuevamente me olvidé, estaba un día muy entusiasmado junto a mis alumnos, padres y vecinos en torno a una vacunación canina, cuando acierto a escuchar un llamado vía radiotransmisor que tenía puesto en mi vehículo, donde se me comunicaba la buena nueva que había sido aceptado y que por un tiempo de seis semanas completas residiría, viviría y estudiaría en Barcelona la tierra de los orgullosos e independentistas Catalanes. En casa celebramos alborozados, pero sobriamente, y cada uno en el silencio de sus reflexiones comenzó a sacar cuentas del cambio transitorio que llenaría nuestras vidas los próximos meses.— Nunca me imaginé que la vida me devolvería algo que yo había propuesto con anterioridad; un día le propuse al microcentro que cualquiera de nosotros que tuviera la ocasión de ir al extranjero, contara con una contribución nuestra, si bien simbólica, que sirviera para sumar el pozo siempre escaso en el contexto personal. El primero en usar esa franquicia y una cena de despedida fue Martín Contreras que fue a Israel, y ¡quién lo dijera! Me tocó a mi después, junto a una cena despedida en el Restaurante Gardilafquen con varios colegas del Microcentro.— Así como Martín nos trajo un pequeño recuerdo de Tierra Santa, yo hice lo mismo y le traje a cada varón un bonito llavero repre-

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sentativo de la tauromaquia, y a ellas abanicos para el refresco y la coquetería.— Y la fecha llegó, reuniones de información, peticiones formales al sostenedor, negociaciones con el banco para no ir con los bolsillos pelados, charlas con la familia.— Luego sabría que mi grupo estaría conformado por veintiún docentes de todo Chile, uno de ellos sería el jefe, fue un auténtico representante del pueblo Huilliche del sector de San Juan de la Costa, Luis Cau Cau se llamaba. Finalmente fuimos diecisiete mujeres y cuatro varones, desde la Décimo Primera a la Cuarta Región eran mis colegas; terminé haciendo dos amigos de Coquimbo Pamela y Bartolomé; una de Penco María Isabel Paineo y la otra de Los Ángeles, María Angélica Krumel— Obviamente la experiencia era inédita, menos el vuelo nacional, porque siendo coordinador del Microcentro Lafquen fui a una convención nacional a Santiago de Chile, en el edificio Diego Portales, (donde conocí y hablé con la gran Margot Loyola), y me tocó volar en el Lan, pájaro grandote y desconocido para mi, pero ahora la cosa era distinta. De Panguipulli fuimos seleccionados cinco profesores, cuatro de educación media y yo el único profesor rural, tres estudiarían inglés, una historia, y yo lo dicho precedentemente.— El primer paso fue llegar al Centro de Investigaciones y Experimentaciones Pedagógicas el famoso C.P.E I.P. Cuyo inmueble está en las afueras de Santiago, al este para ser mas exactos y varios metros mas arriba que el mítico Nido de Águilas donde estudian los pirulos hijos de los embajadores. Allí descansamos, nos juntamos todo el lote, en ese lugar se nos informó prolijamente, se nos entregó dinero, y cada grupo esperó su salida. Allí por primera vez conocí mi grupo y empáticamente comenzamos una incipiente amistad con Bartolomé Ponce Castillo y Pamela Angel Adaro, ambos de Coquimbo, todo el tiempo seríamos poto y calzón, y lo pasamos muy bien, en

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Chile antes de salir y en el extranjero, obvio.— No hay caso con los nortinos, se las saben por libros, ella, Pamela nos invitó a”tomar once”al Mall Alto las Condes, cuando llegamos allá nos dimos cuenta que”la once”eran las degustaciones… Ese día tocaba suschi ¡qué manera de comer arroz con agregados, entiéndase unos buenos golpes de saké... Y gratis.— Y nos llegó el minuto, nos subieron a un bus y al aeropuerto de Santiago de una, ¡xuata el viaje pa’ largo, hay que cruzar todo Santiago primero de este a oeste; Y NOS LLEGÓ pa’ uno que ha vivido en el campo toda la vida, es otro EL MINUTO, mundo, pero latero en su máxima expresión, las esperas NOS SUBIERON son larguísimas, solamente lo hacen llegar a uno tres A UN BUS Y AL o mas horas antes para asegurarse que uno ocupará el asiento, que subirá al avión; el resto una podrida espera AEROPUERTO DE en la sala de embarque, y nada de fotos. En las esquinas SANTIAGO DE UNA de cada pabellón se podían apreciar aviáticos armados hasta los dientes, flotaba en el ambiente el tema de las torres gemelas en Estados Unidos.— En eso llega el aviso de subir a la nave, ¡¡¡xuu!!! Todo un palacio flotante, de última generación, un air bus 320, lo mejor de la Lan para sus viajes intercontinentales, y sus azafatas son regias y atienden estupendo, así y todo intento mentalizarme para soportar trece horas de vuelo sin escala, y apenas con movimientos para ir a las “casitas”.— La cena fue a todo cachete, y me tomé un wiskachito para que pareciera banquete, lástima que faltó el puchito, luego programé una película en la tele que llevaba el asiento delantero en su dorso, y era de esas teles digitales que se programan con la yema del dedo ¿qué tal? ¡un piojo de campo sentado cómodamente en un avión de lujo e intercontinental!— Mis colegas roncaban por todos lados, yo dormité probablemente,

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pero como en todo viaje largo no duermo nica.— Cruzamos de Santiago a Mendoza, desde allí rumbiamos recto arriba por la América morena, cruzamos Paraguay, Brasil, nos internamos en el Amazonas; en un tramo las turbulencias movieron ese tremendo pájaro de metal como si fuera una hoja de árbol en medio de un temporal, y fue un buen rato, yo casi saqué los pasamanos de tan firmes que los agarré… Algunos no se dieron ni cuenta… Y volvimos a la normalidad, el viaje continuó y yo cada vez mas inquieto, siempre me pregunté si no hubiese sido mejor haberme trasegado un puré de diazepan, pero bueno, en alguna parte del Atlántico nos amaneció, vi clarito cuando pasamos raspando Dakar en el continente africano, y seguimos dándole no má, finalmente llegamos al aeropuerto de Barajas en Madrid, nos faltaba transbordar para llegar a Barcelona.— Huasos brutos no supimos que éramos pasajeros en tránsito, que deberíamos haber esperado que nos subieran a un bus que nos transportaría hasta las afueras de la sala de embarque, pero no, agarramos papa, seguimos como ovejas al jefe de grupo que se encontró con el coordinador de Madrid. Pero pasó lo que tenía que pasar… Se nos vino encima la primera cagada del viaje….el grupo salió del aeropuerto directamente a la calle, yo por esas cosas del destino me crucé con un guardia que me preguntó dónde iba, respondí que a Barcelona, y me endilgó por una fila de gente que iba quien sabe a qué destinos. Así, de una plumada me vi solo, totalmente solo, en un territorio que no era el mío ¡viva España, joder coño! Pero como soy rotito anda’o por muchos caminos en Chilito y en el extranjero (Argentina), no me asusté para nada, revisé qué cosas tenía a mi favor, y lo más importante era el pasaje Madrid— Barcelona; lo segundo era que tenía tiempo para ubicar la sala de embarque, entonces, mi primer paso fue buscar una sala de atención

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pública, por el idioma me dirigí a la de Iberia, mostré mi pasaje y me entregaron la dirección requerida, caminé, caminé, pregunté, volvía caminar y a preguntar... ¡Ta maire que era lejos la custión! Pero llegué, por la hora estaba cerrada, no se veía alma por los alrededores, y ahí ya tranquilo me vino el cansancio del viaje, por tanto fui a los baños, en pocas palabras me bañé en el lavamanos; fresco, limpio y descansado, el futuro inmediato pintaba pa’ güeno, prendí un puchito y fumé golosamente con satisfacción.— Ya sé, se están preguntando ¿y el grupo? bueno, yo pensé en ello, y por alguna razón supe que llegarían hasta donde estaba y me echarían la culPa a mi que me había perdido de ellos, pero no me importó porque finalmente arribaríamos todo felices, contentos y cansados a Catalunya, la Miami de EuroPa dicen.— Así fue, los pasajeros comenzaron a llegar de a poco, hasta que en un minuto dado apareció mi grupo, y recriminaciones más, tallas menos, quedamos contentos y «al aguaite».

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• LA GRAN C ATA LU N YA

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l viaje a Barcelona demoró una hora, éramos todo curiosidad, nos pilló la noche pero igual había mucha efervescencia, el avión decoló, nos bajamos, pasamos por todo el trámite usual de los aeropuertos y llegamos al lobby donde nos esperaba nuestra guía y un modernísimo bus, de esos llamados “conejos” (por la disposición de sus espejos laterales), y que más tarde se harían usuales en Chile.— En el bus se nos explicó que nuestro régimen de vida eran departamentos individuales en un edificio de la universidad, y cuando digo vida independiente, fue eso, nos dieron plata para tres semanas, lo que incluía gastos de alimentación y transporte, mas emergencias, en todo caso fue harta plata, más la que llevábamos.— Una vez asignados los departamentos, bajamos a la calle y muy cerca de nuestra residencia nos dispusimos a comer en tierra firme, y a llamar como locos pa’ la casa, que sepan que llegamos muy bien a tierras españolas, fue una comida variopinta, alegre y relajadora,

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no faltaron quienes salieron esa misma noche de patiperreo, yo fui más cauto, regresé a mi departamento, acomodé mis pertenencias y reconocí bien mi cuartel para poder orientarme convenientemente, y debo decir que para esa noche nos dieron cinco mil pesetas por nuca, como yo no sabía sus equivalentes y cuanto costaban las cosas, me guardé el vuelto para asumir el desayuno y el almuerzo del día dos.— La mañana me amaneció a las seis con una sensación de calor muy pegajosa, no era para menos, los termómetros a esa hora registraban diecisiete grados la mínima y noventa por ciento de humedad, guauuuuu la que me esperaba, me habría de tomar cinco litros diarios de agua mineral.— El día uno comenzó con un city tour, entretenido, didáctico y regocijante, estar en el Mont Juic, conocer la NO FALTARON obra del gran arquitecto Gaudí fue espectacular, la vista QUIENES panorámica de la ciudad, del Mediterráneo, y las torres de la iglesia de la Sagrada Familia, fue algo formidable, curio- SALIERON ESA samente no volveríamos a lugar tan interesante como ese MISMA NOCHE DE monte.— PATIPERREO Por la tarde a lo que vinimos, nos allegamos hasta la universidad Pompeau Fabra, ubicada en Balmes 52, allí nos presentaron nuestro staf de profesores, el currículum a trabajar, los horarios; en suma, todo lo concerniente al proyecto de pasantía, y nos asignaron 90.000 pesetas para cubrir todos nuestros gastos de las primeras tres semanas, fue muchísima platita, en lo particular surtí mi despensa y mi refrigerador, mas locomoción con un tercio de esas lucas, el resto quedó para los extras, los viajes y las compras de souvenirs, y el carrete, obvio.— El hecho que nos asignaran departamentos para la vida independiente fue genial, a mi me vino como anillo al dedo, y mas encima me sacó de encima el peso de no molestar al compañero con mi motosierra montañesa nocturna.—

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El régimen de estudios fue exhaustivo, a la europea, todo a la hora, con tipos sujetos a la menor crítica y su remedio inmediato, sin molestarse por nada, y si así fue, jamás hubo una demostración hacia nosotros, muy profesionales ¡hagan eso con un profesor chileno!— La verdad es que nos levantábamos a las seis de la mañana, tomábamos desayuno y a las siete y cuarto ya íbamos rumbo a la universidad, a las siete y media estábamos en la sala de computación escribiéndonos con la familia, a las ocho en punto comenzábamos la ronda de exposiciones que duraba hasta las trece treinta horas, por la tarde íbamos al laboratorio de computación para avanzar en nuestro proyecto. Fue una tortura, solo unos pocos, contados con los dedos de una mano sabían de un computador, el resto todos analfabestias multimediales; aún así nos las arreglamos y fuimos solidarios unos con otros, no todos, pero la gran mayoría, y cito un ejemplo potentísimo: una de nuestras colegas y vecina de mi departamento, tenía cáncer, no podía exponerse a ningún tipo de radiación, menos ante la pantalla de un computador, ella resolvió el problema colocando una toalla al vidrio, e igual avanzaba en su trabajo, y cuando estaba exhausta se le ayudábamos a digitar.— Aprendí a porrazos, la única ventaja que tenía por sobre los demás era mi rapidez para digitar, y que extraje de una labor de años constante en la máquina de escribir en diversas pegas administrativas.— Mas encima después de la universidad, había que irse a la casa, la que estaba a cuarenta y una cuadras de distancia que caminábamos con gusto después de estar todo el día sentados en la universidad, porque habían temas pendientes como el lavado, el planchado, la cocina, y muchas noches hacíamos trabajo de grupo para avanzar en las labores del día siguiente, en realidad en seis semanas condensamos el trabajo de al menos seis meses, nunca fue un paseo internacional por las cercanías de una universidad, si bien es cierto

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con el avanzar de los días descubrimos muchas experiencias truchas o mulas (como que nos asignaron a una observar el desarrollo de una clase… El problema fue que era en... Catalán...jajajá), siempre hubo un trabajo serio, responsable.— ¡Hay tanto que recordar, tanto que escribir, que no sé por donde empezar! Pero también estuvo latente el espíritu «patiperro» del chileno, curioso, que se quiere meter por todas partes, saber de todo, probarlo todo, y la primera experiencia fue decidir ir a navegar por el Mediterráneo, preciosa experiencia hacerlo por las cercanías del enormísisimo puerto Catalán, y pasar cerca de los tremendísimos transatlánticos ¡genial! y ¡qué pequeño me sentí!— Un momento tal vez con sabor amargo fue el “día del profesor”.En un recreo nos dimos un abrazo fraternal y nos pusimos de acuerdo para que finalizada la jornada en la universidad buscáramos un lugar donde compartir una cena, por esos días la ciudad me estaba pasando la cuenta, andaba todo adolorido con las tremendas caminatas, mis pies eran ampollas vivitas, y mi entrepierna sangraba literalmente con el roce del cuerpo mojado, todo como fruto de mi obesidad y sedentarismo, obviamente me las sufría calladito, en realidad en Panguipulli me advirtieron que iba a caminar lo que no imaginaba, y así fue. Bueno volviendo al punto, comenzamos un largo peregrinar, y siempre el grupo encontraba caro el servicio, como en la cuadra trece me enyeguecí y le dije al jefe de misión “¡Ya está bueno, andamos mendigando como pordioseros por un par de pesetas, creo que tenemos dinero suficiente para darnos un gusto, y le digo más, sin en la próxima cuadra no encontramos un lugar apropiado, tomaré un taxi y me iré solo por ahí a comer, ando con mis pies apenas, sangra mi entrepierna y no estoy dispuesto a seguir con esto porque me da pena!” ¡Ufffff! Me desahogué, rápidamente cambió la cosa y

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entramos a un lugar que se veía bien, lamentablemente allí fuimos discriminados, los garzones no quisieron atendernos porque habíamos llegado muchos (21) y sin aviso ¿lo pueden creer? ¡Increíble! Ahí yo mandé todo a la cresta, bajé, me metí en el primer restaurante que había, me siguieron mi gran amigo Tolo y un colega de la Patagonia del cual no me recuerdo su nombre, comimos el menú del día, ni siquiera algo especial, y mas tarde tomamos un taxi de retorno a la casita, al día siguiente tres mujeres solidarias llegaron hasta mi departamento con elementos para que me curara mis heridas ¡ese gesto no lo olvidare así nada más!

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• ANDORRA

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a primera salida fue a este pequeño país limítrofe de España y Francia, muy parecido a San Martín de los Andes, pero con un status arquitectónico y comercial muy grande, allí recién hice mis primeras compras para mi familia, cuando mis colegas, especialmente las mujeres comenzaron comprando al segundo día de nuestro arribo, parecía que se les iba a acabar el mundo. Ir a Andorra fue un domingo espectacular, precioso, algo inédito en mi vida, y que sin duda alguna acrecentó mi bagaje cultural general. La anécdota nos pasó en la aduana francesa donde quisimos que nos timbraran nuestros pasaportes, para que ustedes acá en Chile nos creyeran que de verdad andábamos en extranja, pero con señas nos dijeron que no y alguien nos explicó que era porque en la comunidad europea no había “límites” entre países, y que el pasaporte pasaba a ser como andar con la cédula de identidad, aún así algunos logramos nuestro propósito.—

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Conocer Barcelona costó mucho, y en ello conspiró nuestro estricto régimen de estudios, aún así nos las arreglamos, fuimos al Maremagnum, una Barcelona moderna, flotante en medio del Mediterráneo, y que nació para los juegos olímpicos, dejando cosas maravillosas como el gran Acuarium, donde entre toda la fauna, a mi me cautivaría enormemente el gran y soberbio pez luna, como también y premunido de guantes quirúrgicos, poder acariciar el lomo de las mantas rayas que daban vueltas en un estanque; tuve la sensación que juguetonamente se prestaban para estos toqueteos, los mismos que se interrumpían cada veinte minutos, y cuando le consulté a la bióloga marina encargada, me respondió: ¡sencillamente para que no se estresen! Deambular por las calles de esta ciudad, ya sea en su casco histórico, (la Ciudadella)como en la ciudad moderna, siempre hubo vestigios de la cultura universal por todos lados, especialmente de la cultura románica. En algunas catedrales encontramos columnas inmensas, muy bien conservadas como mudos testigos de los avatares de generaciones ya idas que dejaron su impronta.— Conocer la Catedral de la Sagrada Familia fue algo abismante, una construcción vanguardista para su tiempo, interminada hasta ahora, ¡fenomenal! ¡colosal! ¡grandiosa! ¡impresionante! Subí hasta casi el cielo por una de sus torres, la vista panorámica de la ciudad es bellísima, uno parece flotar en el aire y el vértigo de la altitud está presente, fue la gran obra de Gaudí que desde las ocho de la mañana recibe delegaciones de todo el mundo, y con cuyos aportes por concepto de entrada al recinto paga el avance de su construcción.— No fui al Camp Nou porque no pude no mas po, tuvimos la ocasión de ver al Bayer Leverkusen con el Barça, pero nos perdíamos el primer tiempo, saliendo de clases por la tarde, una lástima.—

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Un paseo obligado, en tardes y/o noches libres fue”Ramblas de Catalunya” un paseo peatonal donde convergen cada tarde todas las expresiones culturales del mundo, allí se juntan la gastronomía mundial, la música, la pintura, el teatro y cuanto usted pueda imaginar en un espectáculo variopinto y multinacional muy agradable, y lleno de mesas al aire libre donde degustar los mas ricos platillos del comer de los cuatro puntos cardinales, allí pasaríamos bellos momentos de relajo.— En este paseo cultural me habría de encontrar con un par de noruegos que hacían música, la que prologaba sus notorios sones entre todo el alboroto variopinto; cuando me acerqué pude percatarme que lo hacían en una especie de trutrucas, más anchas, toscas y no tan largas, pero no pude sustraerme a nuestras trutrucas mapuches y sus sonoridades muy similares.— Una segunda anécdota en tierras catalanas me pasó en un local comercial donde encontré un Trompe; yo le pregunté al dependiente ¿cómo se llamaba el instrumento? me respondió, se llama ARPa DE BOCA y según la historia proviene de la campiña norte de Italia donde los pastores lo utilizan para el arreo de las ovejas. Bueno debo comentar que en estados Unidos se llama BIRIMBAO.— Pero Barcelona tiene su lado feo también; nos sugirieron no beber”agua potable”, lo entendí cuando mis narices percibieron ese perfume a aguas servidas en el ambiente, probablemente y conjeturando, la gran ciudad recicla sus aguas.— Otro botón feo son los drogadictos que se inyectan en plena vía pública, sin empacho, sin vergüenza, apenas molestando para pedir una moneda, muchos botados con la jeringa en el brazo.— Otro botón, no sé si feo, pero al menos sorprendente, es que los vecinos botan sus cosas viejas a la calle, y me refiero a ropa, refrigeradores, muebles, sofás, estufas, cocinas, calzado, y obviamente el

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espectáculo no es el mas atractivo para una ciudad tan cosmopolita, y aparentemente el sistema recolector de basuras está tan colapsado como en otras urbes del mundo.— Tampoco es inusual ver algún lanza haciendo de las suyas, con arrancada y todo, pero con una vigilancia policial increíble, pululan por todos lados lo policías.— Los pordioseros mas increíbles, sucios, borrachos y mal vestidos adornan algunas calles durmiendo donde se les ocurre, y al parecer a nadie le molesta.— Otro aspecto, menor, pero igualmente molesto son las sirenas de los móviles de emergencia, son muy potentes, aturden, y están presentes las veinticuatro horas del día, y se da en todas las ciudades donde anduvimos, no solo en España, en otros países también.—

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• PA R Í S

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a segunda salida grupal fue a la ciudad luz, ¡síííí! Nos fuimos a París!— Tomamos un tren a las siete de la tarde, rumbeamos toda la noche para llegar a las siete de la mañana a esta gran capital mundial.— El tren era «charcha», no llevaba coche comedor, toda la noche encerrados en nuestro dormitorio acostados en nuestras cuchetas (literas), llovía a nuestra llegada, había frío, el día era inhóspito, pero ahí estábamos y las horas ya corrían para esta inédita experiencia en tierras galas. Lo primero dentro de la estación fue premunirnos de dinero francés, luego a tomar desayuno, enfrente de la estación había una cafetería donde entramos en manada, al igual que los demás, pedí un croissant (media luna) y un cafecito, era una tacita chica, ¡allá se degustan las cosas, no se llenan panzas! A la hora de pagar me di cuenta que eran muy careros, el croissant y dos cafecitos ¡diez lucas!

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Por tanto solidariamente advertí que la cosa iba a estar brava. ¡Solución! Comprar un pan de molde, un sobre de queso en láminas y una botella de litro de agua mineral! El resto para conocer lo mas que se pueda! Vía metro y caminando llegamos desde la estación a la famosa torre Eiffel, era muy temprano, yo creo que no más de las ocho de la mañana, y ya habíamos una dos mil personas pugnando por subir. Ésta está provisionada de cuatro enormes ascensores, muy rápidos, y se pagan dos tramos, uno intermedio y el otro al máximo de la altitud, nosotros los agrandados llegamos hasta la cúspide, de allí pedí que me pellizcaran porque no me la creía que estaba en la ciudad luz, a trescientos y tantos metros de altitud y a miles de kilómetros de mi sencilla Escuela Rural de Cultruncahue, en Panguipulli.— Después de eso fuimos a las orillas del mítico rio Sena, ¡impresionante! Pero por su color gris, feo, probablemente altamente contaminado, pero cien por ciento comercial, de día como de noche, lo que nos muestra la televisión y las películas es de estricta verdad.— Volvimos a la torre que era nuestro faro, tomamos un city tour para llegar mas rápido al museo del Louvre, otra maravilla cultural mundial, es enorme, poco conocimos ahí, ya habían largas colas pagando para conocer su interior, nos dieron cuarenta y cinco minutos de libertad para deambular, tomar fotos y conocer, yo en lo particular sentí necesidades naturales, y rápidamente debí resolver el tema, la solución fue cuando salí del perímetro del museo y vi enfrente un restaurante donde entré y pedí con muchas señas ir al baño, no me pescó nadie, por tanto, patudamente entré a uno y ya. Me acordé que un amigo me había pedido cigarrillos, me dirigí a una cava (distribuidora) de cigarros, y con mucha pachorra, con el francés aprendido en la educación media el año de la pera, pedí” Gitanés”, el saludo y la petición fueron a todo cachete, pero me

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caí en el color el que indiqué con señas, pagué tiki taka y salí muy contento por haber sorteado solo ese escollo.— De ahí partimos a los Campos Elíseos para conocer El Arco del Triunfo. ¡me creía el hoyo del queque! A todo esto el pan, el queso y el agua, se habían terminado hacía rato y las tripas reclamaban algo más sustancioso, lo cierto es que aún faltaba, nos volvimos a subir al city tour y nos fuimos a una gran obra arquitectónica: la Catedral de Notre Dame (la misma que conocemos en los filmes con el Jorobado), fabulosa, y escuchar el tañido de sus campanas durante veinte minutos fue algo portentoso, emocionante.— Como traumático fue ingresar al templo; en una de las entradas principales se hacinaba una buena cantidad de gente que pugnaba por ingresar, pero algo impedía el normal flujo, cuando me tocó el turno pude darme cuenta que el impedimento era una mujer adulta deforme hasta casi parecer monstruo y obviamente puesta allí por alguien para provocar piedad, y luego para ponerse con la consabida limosna, NOS PIDIERON DINERO EN me pareció en extremo morboso, y un triste espectáculo humano, y eso no es todo, cuando nos reunimos en CINCO IDIOMAS las afueras del gran templo había risas, estupefacción y DISTINTOS picardía, era que habíamos sido víctimas de los limosneros políglotas, ¡siii, de verdad! Nos pidieron dinero en cinco idiomas distintos, ¡no hay caso con el ser humano! Siempre dispuesto a sacar ventaja de sus congéneres en cualquier latitud.— Quiero dejar expuesto lo de los city tour: en realidad son grandes buses a los que uno puede subir en cualquier paradero, allí se paga y se hace uso y abuso de ellos, y tienen validez por dos días, los hay de varios colores, y según su colores el recorrido que hacen, usted elige libremente que y cuando conocer, pero si contrató un bus de la línea verde, siempre deberá usar ese, en cuanto a las subidas y

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bajadas me explico: mi deseo es conocer primero la torre Eiffel, luego el Louvre, luego el Arco del Triunfo, me bajo cerca de uno, conozco, luego espero el bus ahí mismo donde bajé, me subo y voy al siguiente punto de destino, así de fácil.— Después de eso caminamos conociendo las calles del gran París, y sin darnos cuenta llegamos a la entrada del barrio latino, allí nos dimos tiempo libre; tres mujeres: Pamela, Miriam y Angélica, mas el suscrito tomamos como acuerdo darnos un gusto y almorzar en la ciudad luz, no importando el dinero, con la decisión tomada buscamos hasta que nos allegamos a uno, al parecer árabe o algo parecido, había un gran asado al palo, pero vertical compuesto de bistecs uno sobre otro, se veía apetitoso y mas conocido en su contenido; no nos equivocamos, la carne estaba bien cocida y sabrosa, como también los agregados o guarniciones que pedimos, lo que coronamos con un riquísimo shop también, de ahí salimos contentos, satisfechos y dispuestos a la aventura, claro que un gran hueco en la billetera porque en verdad fue carísimo, gastamos la tarde en caminar y conocer, no nos dimos cuenta como llegó la noche y volver a la estación para tomar el tren de retorno, incluida una metida de pata de un profesor que hizo equivocarse a una parte del grupo llevándolos par otra parte que no era la estación del metro correcta, los que se dieron cuenta que yo tenía la razón se quedaron a mi alrededor, todos muy nerviosos porque la hora pasaba rápidamente, en el intertanto apiñados en la pequeña estación del metro, dos aprendices de ladrones merodearon entre nosotros, y uno me eligió como víctima potencial, me metió una mano al bolsillo, el que estaba pelado, lo agarré de las mechas y le di tres papirotazos y una chuleta, salió volando y muerto de la risa, ahí tomó cuerpo una sugerencia que me había hecho mi amigo Tolo en Santiago, me salvé jabonado del lanzazo infantil, porque las lucas estaban en un lugar ignoto de mi cuerpo. Finalmente volvió el grupo equivocado, cruzamos las barreras y

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tomamos el metro correcto, llegamos a la estación contra el tiempo, de tal modo, que mientras nos revisaban los pasajes en el andén y nos volvíamos a reunir en grupo ya casi no quedaban minutos y no encontrábamos nuestro carro, lo que nos obligó a sugerir que subiéramos nada mas y que una vez dentro buscáramos el nuestro; eso nos salvó, con el jefe de grupo subimos ya con el tren en marcha exactamente a las veinte horas, no como en Chile que el tren de hoy capaz que ni salga nunca o diez horas después.— Esta vez el tren llevaba coche comedor, al menos una distracción extra en tan largo viaje, especialmente para los que no dormimos. A propósito de este viaje, fue diferente porque solo conseguimos pasajes en departamento con asientos bis a bis para tres personas por lado, una lata, unos sobre otros y más encima con una calefacción insoportable, lo que me decidió a asilarme en el coche comedor. Allí entre dormitones, cafés, y unos snacks pasamos la noche; estaba amaneciendo y justo a las siete de la mañana llegábamos de regreso a Barcelona, bajar en la estación, estirar las piernas, respirar aire marítimo y tener la sensación de llegar a” casita” nos alegró el espíritu, subimos al metro, en contados minutos llegamos a nuestro barrio y a casa, muchas marmotas se fueron directo a la cama de nuevo… ¡Increíble!— Antes de seguir con la historia, debo decir que ya nos pilló casi el fin de nuestra estadía en Catalunya, y con ello el primero de noviembre, fin de semana en que quisimos ir a Ibiza, en medio del mar Mediterráneo, necesitábamos tres pasajes para los inseparables: Pamela, Tolo y yo, lamentablemente encontré solo dos, una pena, hoy aún me produce nostalgia ese tema ¿se imaginan a Roger Pérez de pancita al sol en la mítica isla?—

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• MADRID & TOLEDO

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ueno, junto a tres mujeres muy simpáticas nos fuimos a la capital española, linda experiencia, Angélica (la Krumel), Miriam, Pamela y Roger fueron el cuarteto que llegó hasta la gran Madrid. Nuevamente tomamos un tren muy temprano por la mañana, y en un día soleado de otoño, con un frío seco y cortante, rumbiamos pa’ la capital a la que llegamos a eso de las tres de la tarde después de un excelente viaje a toda velocidad cruzando la campiña y las altas montañas.— Como preguntando se llega a todos lados, tomamos un bus y luego caminando por el conocidísimo Paseo de la Castellana, pasando por las afueras del mítico estadio Santiago Bernabeu, llegamos a las cercanías del Museo del Prado, al que pudimos ingresar luego de hacer una agotadora espera, fue muy interesante estar cerca de las grandes obras de pintores famosos del mundo.—

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Luego tomamos un city tour para conocer aunque sea a la carrera un poco de esta Madrid, capital mundial, incluida su Puerta de Alcalá.— Como llegamos tarde, y se nos hizo mas tarde en el museo, salimos de allí directo a buscar donde hospedarnos, preguntando y preguntando llegamos a una calle transversal donde había muchas pensiones; en una de ellas encontramos lo que buscábamos, luego ya mas tranquilos buscamos donde comer, también muy cerca de nuestro alojamiento nos adentramos a un local, sencillo, sobrio donde comimos muy bien, compartimos un rato y luego nos allegamos al sobre para descansar, con la promesa que a la mañana siguiente las habría de acompañar en un tour de compras ¡Dios me libre! ¡Ave María las viejas pa’ gastonas! Parecía que la plata les molestaba en el bolsillo. Fue toda una hazaña dormir cuatro mujeres y un hombre en el mismo dormitorio, pero achicadas las incomodida¡AVE MARÍA des, dejado a buen recaudo el pudor que corresponde, la LAS VIEJAS noche se me fue de una, muy temprano el día sábado me levanté, vestí y partí a la ducha, dejando libres a las mupa’ GASTONAS! jeres para que se levantaran sin la incomodidad de tenerPARECÍA QUE me allí, yo estoicamente por casi dos horas las esperé en LA PLATA LES la calle, pero finalmente asomaron, tomamos desayuno opíparamente en una bella cafetería y después a buscar MOLESTABA EN EL BOLSILLO. “el Corte Inglés” una famosa empresa que está en toda Europa; son edificios completos de muchos pisos, donde cada uno tiene un rubro, lo que se busque, ahí esta (mall le llaman hoy).— Luego a caminar las calles madrileñas buscando regalos para la familia, no nos dimos cuenta hasta que de nuevo estábamos en el paseo de la Castellana, allí tomamos la decisión de ir a la famosa Toledo que está a solo a una hora en tren, saliendo de la tristemente

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famosa estación de Atocha. En esa oportunidad nada haría presagiar que años más tarde por locura de unos enfermos mentales moriría tanta gente y provocaría tan grande alboroto mundial.— Nostálgicamente esa tarde pude apreciar una algarabía especial en las calles, lo que no sabía a que atribuir, hasta que definí lo que gritaban o cantaban, era la barra catalana que comenzaba a llegar a la capital porque el domingo era” ¡el gran clásico del Real Madrid con el Barcelona!” ¡¡¡Cómo me habría gustado quedarme a esa fiesta del gran fútbol europeo!!! Lamentablemente esa tarde estábamos recorriendo la maravillosa Toledo, y después era el retorno a Barcelona, y aunque hubiese andado solo, no habría podido quedarme, los horarios no me habrían dado la posibilidad de llegar a la hora a la universidad el lunes, y menos podía dejar solas a mis mujeres, otra vez será, y sino en la otra vida.— Pero la mejor talla nos pasaría el día domingo un poco después del mediodía: ¡la talla jue güena! Diría don Fermín, yo en plena avenida haciendo parar un taxi para que nos lleve a la estación, paró nada menos que un flamante Mercedes Benz blanco, nos subimos y digo con toda pachorra: “A la estacion de Atocha por favor” el conductor me mira por el espejo, se ríe y me dice: ¡¡¡joder coño que se te cae encima, que se te cae encima!!! y me indica con un dedo un techo grande que sobresale por encima de los demás, no habían mas de cinco cuadras que pudimos haber caminado, finalmente nos llevó, nos cobró la nada misma y nos demostró su honestidad, la que premié con una buena propina. En Chile nuestro país, nos habrían sacado la cresta dando vueltas en torno al destino para cobrarnos una carajada.— El viajecito fue corto y agradable, por nuestro desconocimiento llegamos a la parte trasera del castillo mayor, feo, hediondo y cochino, tomamos alguna foto y salimos de ahí para caminar y llegar al verdadero Toledo, una maravilla de maravillas, donde a la

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carrera callejeamos, vitrineamos y compramos algunas cosillas, preguntando supimos que había locomoción de acercamiento a la estación para el retorno, pero no pasaban nunca, y yo apremiado por los tiempos apuré a mis mujeres, finalmente me tiré a caminar raudamente los dos kilómetros que nos separaban y elegí bien, porque iba llegando a destino cuando recién apareció un bus. Como nos quedó tiempo las mujeres me pidieron permiso para vitrinear por ahí cerca en la misma estación, en verdad todos aprovechamos, algunos apremiados por el apetito comimos algo (andábamos con el desayuno y no nos habíamos dado cuenta).— El tren nos llevó de nuevo a la estación de Atocha, y yo silenciosamente me hacía drama porque habíamos llegado a la estación de Chamartí, pero habiendo preguntado al conductor me informó que pasábamos justamente por Chamartí, y eso me calmó totalmente. Sabíamos nuestro andén, nuestro carro y nuestros asientos, llegamos sin novedad, nos quedó hora y media de tiempo, entonces yo dije a las mujeres que en ese tiempo no las quería ni ver, y que el tiempo era para mi solito, sin mala compañía, já.— Ellas por un lado, yo por el otro; busqué donde ducharme, refrescarme y prepararme para otra larga noche de tren, luego fui a una cafetería donde gasté el resto del tiempo, y llegó la hora, ¡¡¡toooodos a bordoooo! Dijo el conductor, miró, hizo sonar su pito y vamos andando, en realidad para mi fue una larga y agotadora noche de tren, la que achiqué un poco dormitando en el coche comedor hasta que cerraron, en la mañana a las seis y media abrió, ya repuesto, afeitado y limpio me fui a tomar desayuno, y así me pilló la entrada a Barcelona, de tal forma que a las ocho ya estábamos en casita, acumulando una nueva y extraordinaria experiencia de viaje y conocimientos.—

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• ROMA

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ero faltaba la guinda de la torta, nos quedaba un fin de semana, por la casi unanimidad del grupo se decidió ir a la cuna de la Cosa Nostra. Lo interesante es que a la colega que le tocó buscar la fórmula de viaje le pegó al bueno, porque encontró una tour operadora que nos entregó SALIMOS CON un paquete de tres noches dos días en hotel cinco CUARENTA Y estrellas, avión ida y regreso, transfer ida y regreso, por: ¡¡¡setenta lucas cada uno!!! (cien dólares en el CINCO MINUTOS 2001)la nada misma, en Pucón no me alcanzaría DE RETRASO Y pa’ una noche de alojo y eso, y solo.— ESTUVIMOS EN Las anécdotas comenzaron en el aeropuerto ¡UN TACO DE en Barcelona, donde salimos con cuarenta y cinco AVIONES! minutos de retraso y estuvimos en ¡un taco de aviones! ¡es verdad! En un momento dado en esta hilera de pájaros voladores, la panorámica de mi

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asiento me dio la oportunidad de contarlos: habíamos ¡once! Esperando despegar, y en el aire en círculos perfectamente visibles había muchos volando, cual jotes oteando su presa. ¡fue increíble! El vuelo para cruzar el Mediterráneo fue de una hora, como de Valdivia a Santiago proporcionalmente, la llegada a Italia fueron puras risas y alegría, allí nos esperaba la locomoción ofrecida por la tour operadora, cruzamos toda la ciudad hasta que llegamos a un imponente hotel de puro vidrio polarizado, tendría no menos de diez pisos ¿Qué tal? ya acomodados en nuestros departamentos salimos a respirar aire puro y a compartir una amena conversación, un trago y la preparación del día siguiente para aprovechar los tiempos.— Estábamos en nuestros dormitorio con el jefe de misión cuando llegó aviso de la gran cagada: ¡una profesora había perdido su pasaporte en el avión! Carreras van, carreras vienen, hasta que vuelve hecho un quique el gran jefe, en el dormitorio se desahogó y amenazó con las penas del infierno, su decisión me enojó porque no podía entender tanto egoísmo, el wreas quería dejar sola a la profe y que se las arreglara como pudiera, ahí yo salté como Cabinza, lo reté bien retado y le dije un par de cosas, afortunadamente se quedó callado, luego le sugerí soluciones: 1º. Ir al aeropuerto para verificar en la aerolínea si por casualidad no lo habían encontrado en el avión.— 2º Preguntarle a personal de extranjería en el mismo aeropuerto que se podía hacer en ese caso.— 3º Que si no había resultados yo me quedaba a acompañarla para solucionar el problema y que volveríamos a Barcelona a la brevedad posible.— 4º. Que mientras él con la profe iban a hacer esas diligencias, yo me hacía cargo del grupo, y que los íbamos esperar en las afueras del Colosseo.— Eso lo calmó, así se acordó, y nos acostamos a dormir. Al día

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siguiente muy temprano nos juntamos al desayuno, los dos partieron al aeropuerto y nosotros el grupo mayor, bajo una fortísima lluvia nos fuimos a tomar el metro como a seis cuadras del hotel ahí quedamos mojados íntegramente, pero bueno, subimos al metro, llegamos a la subestación de recambio, y seguimos viaje hasta llegar a destino.— Otra vez la impresión fue apoteósica, no es posible sentir otra cosa considerando la gran mortandad y persecución del cristianismo que hubo allí, entrar y recorrer sus gradas, sus celdas y laberintos realmente impresionan hasta la emoción mas profunda.— Lo bueno fue es que llegaron del aeropuerto la profesora y el jefazo, ellos nos contaron que no habría problemas porque estábamos debidamente acreditados por extranjería para recorrer la Comunidad Europea, pero salir de ella de regreso a Chile era harina de otro costal, felizmente nada de eso pasó porque ya en Barcelona la profe fue al Consulado chileno para tramitar un nuevo pasaporte, el que estuvo listo en dos días, ¡pero que el susto fue grandote, lo fue! Al Otro día, todos juntos nos fuimos para adentrarnos en otro estado “El Vaticano”, ¡fiuuuuu! Nuestro primer paso fue conocer su grandioso Museo, hicimos una cola de unas doce cuadras a las siete y media de la mañana; impresionante como llega la gente de todo el mundo para vivir esa jornada, llovía que era un poema, y yo ligerito me achaté con la colita, y como no quiere la cosa tomé una profe de la mano, la llevé dos cuadras adelante, y volví por más, así a la chilena adelanté el grupo como seis cuadras, eso fue mas soportable.— Pagamos la entrada y nos sumergimos en un mundo desconocido, con maravillas increíbles y que dan testimonio de la sabiduría y portentos artísticos del ser humano.— Cuando salimos y esperamos a los demás ya había escampado, pero era tarde, y junto partimos rumbo a la Basílica en la Plaza de San Pedro.

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Llegar por un callejón a la plaza de San Pedro, con todas sus columnas, y la Basílica al fondo, es para llorar, subir las gradas, entrar en semipenumbras a sus naves, mirar en silencio ¡la Pietá! Por ejemplo, es para quedar boquiabierto, avanzar por el pabellón central es anonadante, y de improviso uno esta frente al altar mayor, donde su Santidad celebra las eucaristías (a propósito, el Papita Juan Pablo Segundo, había salido a su balcón a saludar a los peregrinos una media hora antes de nuestra llegada, lo perdimos por la nada misma).— Observándolo todo pude apreciar que bajo el altar mayor se veía gente; busqué la bajada lógica y descubrí en la semi penumbra un estrecho pasaje que conducía por una no menos estrecha escalinata al” sótano”, le apunté medio a medio, era el lugar donde estaban los sarcófagos de los papas idos, entre ellos el mismísimo San Pedro, ahí ya no pude con mis emociones y lloré silenciosamente hasta que me cansé.— Fue sin duda un gran momento para este sencillo profesor rural, ese solo hecho cambió mi vida espiritual, y acrecentó enormemente mi cultura general, nos fuimos de corredor en corredor, maravillándonos a cada paso hasta que desembocamos en la Capilla Sixtina: ¡ohhhhh! Exclamamos todas las almas que estábamos en ese minuto allí, no menos de mil personas según mis cálculos.— Volver a la calle, me hizo recorrer la circunferencia de la plaza, tomar aire y reír con alegría incontenible, después a media tarde nos fuimos a la Fontana de Trevi, para cumplir con la tradición de tirar una moneda a la fuente pidiendo deseos de fortuna, amor y buenaventura para uno y los suyos, luego, recreo de cuarenta y cinco minutos de libre albedrío que yo aproveché para recorrer y comprar recuerdos para los míos, finalmente todos reunidos nos dirigimos a un restaurante típicamente italiano donde cenamos como Dios manda, a todo lujo, ¡que no se note pobreza decía el Tío Roger! El

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problema estuvo en la propina, al garzón no le gustó lo que dejamos y nos retó fuertemente ¿qué tal? Esa noche dormimos como lirones, al otro día nuevamente repuestos salimos a recorrer otros lugares como el Foro Romano y la Plaza de la República, estando allí alguien se acordó y dijo ¿por qué no vamos a las Termas de Caracala? listeilor dijimos todos, preguntando, preguntando pude interpretar que el “monto lontano” era efectivamente: “monto lontano”. ¡Era mas lejos que lentre! Nos caminamos cuarenta y tantas cuadras, si es que cincuenta, llegamos muy aporreados… ¡Y estaba cerrado! ¡Por las entretelas del mono viejo! ¡Mala cuea dijo el conejo y se cambio de hoyo! Pero como la picardía chilena está en todo momento y lugar dijimos ¡fotos! ¿Quién en la patria nos podrá rebatir que no estuvimos donde se presentan los más empingorotados cantantes líricos del mundo? Hoy día orgullosos tenemos fotos con un letrero al lado nuestro que indica exactamente que estábamos en la entrada de las famosas Terma, ¡no hay caso con el chileno! Regresamos en metro al centro, con empalme al hotel para preparar valijas y tomar el avión de regreso a Barcelona.— Y nos enfrentamos a la última semana de estadía en tierras extranjeras, lo que no estuvo exenta de nostalgias, alteración nerviosa en algunos casos, no por nada fueron seis extenuantes semanas, por lo académico y por las sobre exigencias que hicimos todos, primero para cumplir con la parte profesional y luego con nuestros espíritus aventureros, para aprovechar tamaña ocasión de recorrer un poco las grandes capitales mundiales. Algunos tuvieron la ocasión de visitar parientes en Alemania, otros salieron a conocer Londres, uno fue a Mónaco, por ejemplo. Cada uno hizo su panorama particular, los menos eso si, porque siempre anduvimos en grupo y los casos aislados fueron autorizados convenientemente,

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nadie se pudo arrancar con los tarros, y se acercaron a parientes que no veían hace años.— Llegó el último día, por la mañana fuimos expresamente a conocer esa maravilla arquitectónica de la mundialmente famosa iglesia de la Sagrada Familia, nada más espectacular, solo llegar a los alrededores y mirar hacia la altura se ve lo imponente del inmenso edificio, ingresar y maravillarse a cada paso es todo uno, después cada uno escoge su camino por donde iniciar el rastreo curioso, cada vericueto impone una escena y emociones distinta, subir a las alturas, observar la ciudad por las ventanas y tomar fotos es un acto reflejo de las emociones.— Por la tarde, en el seno de la universidad que nos cobijó el mes y medio, todo es nervios silenciosos, caras crispadas, aumento de los tics, y el llamado comienza uno a uno con el profesor tutor que nos va diciendo nuestros aciertos y yerros, pero mas que eso la palabra mas esperada “¡Aprobado!” fuera todo es júbilo, tranquilidad y comentarios; mas de alguno no quedó conforme y lo manifiesta libremente, pero con respeto, luego a esperar la cena de gala. En un lujoso hotel contiguo donde llegamos todos con nuestras mejores pintachas, la cena fue deliciosa, por los alimentos, claro, pero por la actitud de alegría, el relajamiento, el divertimento y la interacción con nuestros anfitriones tuvo nota alta que alimentó muy bien nuestras almas y ansias de volver a casita. Ya en los departamentos bajamos a una sala y terminamos jugando al amigo incógnito, y después cada uno a “intentar” que las maletas contuvieran tanta cosa. Hubo algunas profesoras que tuvieron que comprar maletas mas grandes, y a mitad de periodo, pese a toda la plata que nos entregaron y la que se llevó de Chile, pidieron giros a la patria… ¡¡Uta las mujeres buenas pa’ gastar dinero!! La verdad fue una gran batahola ir del edificio de residencia al aeropuerto, me explico: nos vino a buscar un “conejo” muy elegante,

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solo con los bolsos de mano se coparon los maleteros, y comenzó una pelea entre el conductor del bus y la coordinadora general ¡a grito pela’o! ¡A la española gachí! Nosotros no entendíamos ni jota, pero logramos averiguar que la normativa de tránsito en Barcelona no le permite a los buses, llevar maletas dentro del móvil. La pelea no parecía terminar y otra vez presos de los horarios terminamos de manera muy chilena el tema, subimos a las mujeres, les dijimos que abrieran las ventanas y les fuimos pasando todo lo que cabía por ellas, el resto lo subimos a la mala y punto… ¡Pobre chofer! Quiso que no quiso partimos, y ¡no pasó nada! ¡nadie dijo nada! ¡joder coño! A la hora de llegar a la sala recepción de pasajeros y ver como muchos botaban cosas de sus maletas para no pagar sobre equipaje preocupó a nuestras mujeres. Otra vez el ingenio chileno y algún datillo por ahí, hizo que nuestro jefe de misión se agallara y solicitara se nos pesara el total de la carga, el que en nuestro caso alcanzaba a los mil quinientos kilos ¿Saben cuantos kilos nos sobraron? ¡Quinceee, sí, quince! Pobre avión, pero nos evitamos pagar excesos, yo en lo personal, sobriamente traía cuarenta kilos, y el máximo eran sesenta.— Desde las tres de la tarde esperamos hasta las seis, volamos una hora, a las siete estuvimos en Barajas, allí tuvimos que esperar hasta la una de la madrugada que saliera nuestro vuelo, esa espera ya fue demoledora, mas las trece del retorno llegamos muertos a Santiago. Pero este viaje de regreso no iba a ser igual que la ida, el Iberia, si bien era un air bus 320, era más viejo que Matusalen, mi asiento estaba vencido y mi colega que iba atrás, sujetó con sus rodillas mi espaldar todo el maldito viaje, en el baño el papel higiénico no se sostenía en su lugar, siempre estuvo en el suelo, la atención gastronómica era mala y pobre, sin snack ni nada por el estilo en el largo viaje, muchos llegamos casi deshidratados porque en la mañana ni agua había.—

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Después de los trámites aduaneros del aeropuerto cada uno dispuso la forma de volver a su casa, algunos afortunados los estaban esperando, otros salieron por su cuenta rumbo a Santiago donde tomaron los buses que los llevarían al ansiado hogar y la familia. Yo más quemado, quedé varado en el aeropuerto porque mi vuelo al sur salía a las cuatro de la tarde, se me hicieron chicos los pabellones para caminar, el agotamiento era máximo. Decidí almorzar, lo hice opíparamente y me recuperé un poco y así gasté gran parte de esas horas muertas. Llegó el momento y partimos pal sur. En Concepción iba muy mal, de hecho tuve que asomarme a la puerta trasera para tomar un poco de aire, una azafata me retó sin consideraciones, la quedé mirando y le dije simplemente de donde venía, y cómo venía, ella comprendió, me pidió disculpas y me informó que había estrictas medidas de seguridad en los aeropuertos a causa de lo que había sucedido en septiembre con las torres gemelas en Estados Unidos, pero todo cambió y se preocupó especialmente de mi el resto del viaje. En Pichoy bajé totalmente mareado y pedí a mi gente que me dejara solo un minuto afirmado de un árbol para reponerme, aún quedaba hora y media de viaje por tierra, toda una odisea.— Pero había tanto que contar y tantas expectativas que el viaje se aprecio muy corto.— En casa hubo alboroto para ver que traía desde las ‘uropas, fueron momentos relajantes, lindos por el reencuentro, volver a vivir la rutina tranquila, bucólica y campesina fue otro cantar, pero todo volvió a sus cauces normales rápidamente.—

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• CONSECUENCIAS DE L A PA S A N T Í A

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n lo administrativo y profesional sufrí una gran decepción. Nunca nadie me pidió el respaldo de los pasajes, nadie nunca oficialmente me pidió cuentas de la experiencia pedagógica; se invirtieron cinco millones de pesos de todos los chilenos en mi viaje, pero a nadie le importó el resultado ¡Viva Chile! Afortunadamente el Microcentro Lafquen, del que yo era parte me dio ¡quince minutos! Para socializar los aprendizajes, me preparé convenientemente para disertar sobre la temática, la que también llevaba una guía de desarrollo práctico para los profesores, lamentablemente tuve la oportunidad de observar con la periferia de la vista un gesto de desagrado de una colega, la que hacía evidentes gestos de terminar al coordinador, ello me dijo que debía hacerla corta y dejar hasta ahí el tema, pero al menos reconozco que se me dio esa oportunidad. Hubo una agrupación de profesores que habían ejecutado pasantías y/o diplomados en el extranjero, la idea era aprovechar la instancia para sacarle provecho comunal, sin embargo por muchos motivos termino fracasando.—

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• L A L Á P I DA

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llegó el momento! Justo un día antes de mi cumpleaños, por intermedio del diario electrónico “eldiariopanguipulli.cl” supe que se cerrarían diez escuelas el 2010, entre ellas Cultruncahue.— Ustedes no saben cómo patié la perra, o ¿creen acaso que me gustó enterarme por terceras personas de un hecho tan trascendente en mi vida profesional? La guinda de la torta fue que el día de mi cumpleaños, o sea, un día después del anuncio público, fui citado a una reunión para informarme más o menos oficialmente del tema ¡qué ironía de la vida! Hubo reunión con los apoderados de Cultruncahue, hubo acuerdos pero la escuela, en verdad, se cerró ese día, el resto fue trámite. Veintitrés años de mi vida gasté en esa comunidad, el noventa por ciento fue bueno, el resto dolores de cabeza horribles, algunos me hicieron mucho daño, pero que he aprendido a perdonar, y la despedida fue dulce, hermosa, auténtica con padres, hijos, alumnos y ex alumnos que no me dejaron irme en silencio cono quería.— Fui invitado con mi esposa, fuimos agasajados y yo en particular recibí varios recuerdos que atesoro como algo muy importante en mi

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vida. Estaremos agradecidos por siempre con mi esposa e hijos.— ¡Y comenzó la incertidumbre! ¿dónde iré ir a parar? Pasaron los meses y nada, llegó fin de año y nada; tuve que yo provocar reuniones con los jefes para cortar el queso y tener algo parecido a unas buenas vacaciones estivales. Finalmente lo supe: ¡a Puyehue los boletos!

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• MI PRESENTE & MI FUTURO

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or otro lado estoy yo, el profesor y tengo que preguntarme todos los días: ¿cuál es mi presente y futuro? hoy atiendo a cinco pequeñines, el próximo año “atendería tres”.— ¿Seguirá abierta la escuela? ¿Tendré trabajo? ¿Podré terminar de educar a nuestro hijo que aún está en la universidad? ¿Es el premio que merece mi esfuerzo de treinta y tantos años? ¿Por qué debo pagar yo las fallas del sistema? Soy el que paga todo al contado, no tengo derechos a becas ni nada que se le parezca, soy rico porque tengo un sueldo “bueno”, y más encima tengo que ser solidario con los de más abajo, pago un impuesto único por eso, pero el que estudio más, el que se sacrificó más fui yo, no el de abajo. Y más encima como profesor encargado pago fianza al estado, o sea, “yo le pago al estado por cuidarle sus bienes” ¡Qué ironía! ¿No debiera ser a la inversa? ¿Me devolverán esos dineros cuando jubile? Son deprimentes mis palabras, pero es lo que hoy siento, hoy más que nunca. Ayer teníamos una excelente administración, nos financiába-

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mos, quedaban excedentes, y a fin de año nos entregaban una no despreciable gratificación. Y nótese que trabajaban no más de seis funcionarios y un auxiliar.— Hoy día cada departamento tiene más funcionarios, y la matrícula es menor, y los costos de operación mayores. No observo cautela ni austeridad, si hasta tienen aire acondicionado. ¿Nadie pensó en las vacas flacas? ¿Nadie proyectó una matrícula que va a la baja hace años? parece que la salida del señor Gilberto Leal Ríos fue el inicio de la debacle.— Hoy mis líderes no me dicen que pasa, no dan cuenta de los “bienes deudas”, ni como se amortizarán, no hay una presentación oficial del tema ni palabras de esperanza que nos hagan recobrar la confianza, la tranquilidad y alegría de trabajar contentos.— No quiero decir que somos unos amargados, pesimistas y cansados de trabajar a medias, eso no es verdad, lo seguimos haciendo bien, y con muy buenos resultados en muchos casos.— El “día del profesor”, es nada más que nominal, no hay unión ni camaradería, solo cortesía profesional. A la hora de celebrar unos por acá y otros por allá ¿cómo es posible? Históricamente la administración ha ofrecido un almuerzo de camaradería, y voluntariamente quienes allí trabajan se sacrifican para que nosotros pasemos un rato agradable, a ellos se suman alumnos/as liceanos que hacen su aporte sirviendo mesas, y una parte de nosotros como rechazo a la administración no valoramos ese gesto. Y los únicos que pueden expresarse en el podium son los colegiados, no hay tiempo para un profesor común que desee decir algo diferente a lo gremial, parece el “día del profesor colegiado”.— Pero tampoco somos unidos para programar” ese día” con nuestro medios y recursos, con una gala pública que deje de manifiesto que “somos la reserva intelectual” de la comunidad. ¡Que tristeza más grande! y tengo que poner cara de circunstan-

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cias para disfrazar ante la comunidad, mi verguenza, mis pesares, mis tristezas y mis ganas de gritar al viento que quiero otra cosa, y me pregunto ¿hasta cuándo seré cobarde? Como pueden apreciar no todo era linduras en este libro, es mi vida profesional, humana, con sentimientos, con raciocinio.— Me preocuPa el presente y el futuro, hay varias amenazas que penden sobre mi: la baja matrícula de la escuela que administro. Lo extraño es que hoy hay un chorreo de plata que jamás había visto en mi vida, con ella tengo la opción de invertir personalmente en material didáctico para los alumnos y para mis requerimientos profesionales. No puedo menos que calificar de brillante la opción, sin embargo la famosa ley Sep tiene ripios impresentables. ¿Cómo es posible que tengamos que andar como mendigos buscando un lugar que tenga internet para presentarle al ministerio nuestros planes de mejoramiento? ¿Por qué el profesor tiene que gastar de su bolsillo el poco dinero fresco que tienen para el mes? ¿Por qué no tenemos internet en nuestros establecimientos? ¿acaso no es obligación ministerial dar este paso fundamental a una labor coherente? lo digo porque hoy todo lo piden vía internet, pero debemos salir a conseguir en los ciber, con los amigos o hacer uso de nuestros bienes particulares.— Y ni hablar de las estructuras que se pueden estar cayendo a pedazos, pero para su restauración hay cero pesos, pero se habla de “equidad” ¡Qué incoherencia más grande! Por otra parte se nos asigna anualmente el famoso 3% de mantenimiento, restauración y reposición. A las escuelas pequeñas, nos asignan chauchas teniendo tantas necesidades, y a las escuela recién hechas les asignan millones, y más encima estas escuelas le piden insumos a las familias, ¡qué ironía! ¿Qué puedo hacer con $59.000? Tengo necesidad de pintar interior y exteriormente el inmueble; de mantener un stock de cloro, cera, virutilla; restaurar tapacanes, cielos, canaletas de escurri-

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miento de aguas lluvias, de procurar leña (que no hay en el sector) para presentarle una sala acogedora a los pequeños, etc.— Y si uno pide dineros especiales le preguntan ¿cómo está su centro de costo? Entonces me debo convertir en mendigo de insumos para ver modo que la escuela se vea bien disfrazando con parches su vejez, y hacer lo que es una obligación del estado primero, y una adecuada administración del sostenedor después.— Pero ¿sabe cuál es la fortaleza? el profesor rural es un hombre jugado, es capaz de pelear solo contra el mundo por los afectados o beneficiados que son” nuestros niños”, escasamente el profesor campesino pelea por lo suyo, siempre lo hace por su escuela y por”sus niños”, es capaz de absorver ingratitudes, faltas de respeto, groserías y malos tratos, pocas, muy pocas veces reacciona, y se da maña para mendigar clavos, pintura, madera, materiales de oficina, y es el primero en gastar de su bolsillo los materiales para cada niño, porque en la casa no hay plata, no están ni ahí o sencillamente dicen que la escuela tiene la obligación de proveer. Somos una raza en vías de extinción, dimos, damos y daremos todo por nuestro niños, y mañana los extrañaremos, nos sonreiremos cuando alguno nos saluden, nos haga recordar donde lo educamos, y seremos felices cuando nos cuenten los progresos de sus vidas y de las familias que han forjado.—

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• PUYEHUE

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ifícil fue la llegada, me precedió e terremoto del 2010 en la apertura del año lectivo, la oficina era un caos, no había combustible para los vehículos, finalmente todo se normalizó y partimos rumbo a la nueva responsabilidad que tuvo un frío recibimiento; varios alumnos fueron retirados hasta quedar con once de ellos si mal no recuerdo. Era y es un vetusto caserón que no se calentaba con nada, no pasamos el mejor invierno, pero nos la arreglamos, no tuvo grandes hitos, la excepción fue hacerla administrativamente ya que adolecía de muchas cosas, pero logré tenerla al día, y fue muy importante por cuanto tuve un par de visitas de subvenciones bastante meticulosas.— Con los apoderados que quedaron tuvimos buenas relaciones pero sin llegar a conocernos porque en un suspiro llegó fin de año visitándonos nuestro Director de Área Gerardo Matus y la Secretaria General Ximena Becerra quienes ante mi sorpresa les avisaron a la gente que la escuela se cerraba porque los apoderados no habían cumplido su compromiso de subir la matrícula..— No dije una palabra pero si pensé: pobre Roger ¿dónde irás a parar? Coihueco sería el último destino de mi carrera... ¡Coihueco allá vamos!

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• Ú LT I M A E S C U E L A R U RAL DE COIHUECO Última Estación

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errada la Escuela Rural Puyehue, solo necesitaba saber cuál sería mi siguiente destino, y me interesaba mucho, no tanto por la cercanía de casa, mas bien, se trataba de conocer el grupo de mis pares, lo que significaría un rotundo cambio de 360º, ¡imagínense, 35 años de funcionar solo, tomando decisiones buenas o malas, pero siempre solo, y de ese extremo hasta el otro! El Cementerio de los elefantes, como nos dicen,(allí llegan los viejos para morir), fue y es un nueva instancia de conocer, de escuchar y tomar decisiones de consenso, fue difícil, muchas veces perdí la paciencia y discutí con nuestro director que es puro corazón entre otras cosas, pero he aprendido a callar. Coihueco ha sido otra enseñanza y lentamente a conocer su comunidad que en su mayoría es buena, trabajadora y esforzada. Como se vive en la ribera del lago Panguipulli hay muchas cabañas y residentes de verano que aprovechan la playa conocida como Coihueco Beach, se entremezclan Camping y pequeños negocios que han proliferado a la par de la llegada de veraneantes y familias que han comprado un terreno para construir y residir permanentemente. La gran mayoría vive cerro arriba (el Filcun Pulli o Espíritu de la lagartija), y eso hay que valorarlo por las consecuencias que tiene.

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Muchos de nuestros alumnos viven literalmente en la punta de cerro y bajan un buen trecho para llegar al punto de acercamiento del furgón que los lleva hacia y desde la escuela. Imagínense ese trayecto en invierno, caminando oscuro por huellas solo conocidas de memoria por sus residentes.— La estructura y los profesionales han cambiado mucho, y para bien, se han incorporado jóvenes para la educación integral: fonoaudiólogo, trabajador social sicóloga y de esta manera hacer realidad la inclusión de niños con capacidades diferentes como se dice ahora. En nuestra escuela existe o existía la premisa de las buenas relaciones interpersonales lo que le da o dio una garantía de trabajar tranquilos, acción más que necesaria para los buenos resultados. Lo que sí se mantiene es el humanismo desplegado con todos nuestros pequeñuelos, que igual que en otras comunidades pertenecen e a familias incompletas o simplemente esta no existe y los chicos viven con la abuela, otro familiar y personas de buena voluntad que los acogen, y ello implica una falta de afecto, cariño enorme que nosotros les entregamos a raudales dando como resultado niños que se sienten acogidos, tomados en cuenta.—

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• AMENAZA

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ste hecho es sin duda el más potente que nos ha pasado en el diario vivir. Una tarde cualquiera en el corredor muy cerca de mi sala, estamos conversando el director Eduardo Bascur, la profesora Hilda Lastra y yo, en algún minuto se nos acerca el vecino N.N. Esquizofrénico, inmediatamente cercano en el límite “tal Bascur” al que ubicó entre nosotros y lo interpeló con aspereza amenazándolo con violencia, a todo esto yo había puesto a buen recaudo en mi sala a la profesora, y al lugar ya habían llegado nuestros colegas Tito Gaete y Cristian Becerra, bien no le había ido al tipo. Nuestro jefe estaba estático, blanco como el papel y al borde del desmayo, aunque nunca lo reconoció….. A todo esto nuestros niños atónitos fueron testigos del hecho y comentaban asustados el tema, varios de ellos por decisión parental al otro día no llegaron a la escuela.— En reunión extraordinaria tomamos el acuerdo de ir en patota a la oficina y conversar la grave situación con la jefatura mientras se

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ponían en marcha los protocolos pertinentes. Nuestros niños fueron advertidos que en cuanto vieran al vecino ingresar al recinto, se guardaran en sus salas con sus profesores. Las clases se reanudaron comentando el tema y poniéndonos de acuerdo como íbamos a reaccionar, de hecho todos los hombres al menos llegamos con respetables garrotes con que “disaduirlo” que no sería bueno para él llegar chorito. Nuestro colega Juan Carlos Ceverio llegó mandatado desde la oficina para testimoniar in situ los acontecimientos. Y para completar el cuadro asoma nuevamente el vecino de marras, como el jefe no estaba salí a atenderlo y con distancia precautoria entablamos el diálogo: —Hola huachito, en qué andas? —Parece que la cagué ayer y vengo a presentar mis disculpas profe’… —Qué bueno porque de verdad la cagaste feo y nos tienes a todos asustados... —Prometo que me portaré mejor profe”… —Ojalá aquí hay solo niños y profesores, nadie te ha hecho nada, tómate tus remedios y vivamos en paz —Ya profe muchas gracias, me voy ahora” Volvió la calma pero siempre ojo avizor, y tuvimos toda la razón, otra tarde volvió y con un cuchillo en su mano derecha, estábamos todos en clases y fue directamente a mi sala golpeando reiteradamente la puerta con el puñal y renegando feamente contra el director el que afortunadamente no estaba. Sin duda fue un momento crítico y que finalmente no pasó a mayores, pero al año siguiente varias familias trasladaron por miedo a sus niños.

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• B O F E TA DA A L A V I DA

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anto jugamos y nos divertimos con la vida y la muerte que esta última nos pegó un golpe inesperado llevándose a caminos ignotos a mi esposa mediante un cáncer de colon. Los detalles están escritos precedentemente, y solo quiero escribir que agradezco con mis hijos a Eduardo Bascur Martínez, director y amigo que otorgó todas las facilidades en su momento… Gracias mil gracias viejo canalla… Jajajaja.

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• FIN DEL CAMINO

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así como se inició en el lejano 1976 esta vida tan sacrificada, desafiante y bonita, llegó el momento de cumplir los 65 años, tiempo ideal para jubilar, estoy agotado, no es fácil llevar una hipertensión y diabetes crónicas, más el Parkinson que afecta la mitad izquierda de mi cuerpo, la que más allá de los temblores dificulta mi vida desde la ducha, el vestirse, y el caminar, tengo que hacerlo con lentitud y cuidado para no caerme, de hecho algunas personas han comentado que ando borracho por las calles.— Habiendo postulado para jubilar con anticipación con dos colegas más delicados de salud fuimos rechazados dejando a todos con un tremendo signo de interrogación. Apelé de la situación y el Ministerio de Educación, el mismo que mediante su División Jurídica el 19 de enero de este año según la Rex 212 me notifica que rechaza mi recurso de reposición argumentando latamente con leyes y decretos para resolver en lo medular:

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“RECHÁZASE EL RECURSO DE REPOSICIÓN INTERPUESTO POR NO ENCONTRARSE DENTRO DE LOS PROFESIONALES DE LA EDUCACIÓN QUE CUMPLIERON CON EL PRIMER CRITERIO DE PRIORIDAD CORRESPONDIENTE A AQUÉL E S TA B L E C I D O P O R L A L E T R A A , N U M E R A L 7 D E L ARTÍCULO SEGUNDO DE LA LEY, ESTO ES: AQUELLOS CON UN MAYOR NÚMERO DE DÍAS POR SOBRE LA EDAD LEGAL PARA PENSIONARSE POR VEJEZ”.

Linda bofetada y aquí estoy, saliendo de una depresión, aguantando mis enfermedades, aprendiendo a vivir en soledad, y aprendiendo a vivir sin mis hijos que harto me acompañaron desde la muerte de su madre, pero que tienen que seguir con sus proyectos de vida, de hecho la hija trabaja hoy en UFRO sus universidad en Temuco y el hijo «patiperro» que anda trabajando por Alemania.— —Dios me los bendiga y proteja.—

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Post Data 1

Hoy, al terminar esta autobiografía profesional, de la cual quedan muchas cosas en el tintero, porque no quiero hacerlas públicas y otras que son demasiado tristes para evocarlas y perpetuarlas en un registro escrito. Esas historias no contadas son los secretos de la profesión que morirán con uno, por lo tanto cubramos con un piadoso manto esas hojas de esta vida personal, adornada con las anécdotas de varios colegas rurales que pasaron o pasan las de quico y caco para ejercer en estos días de tanta inestabilidad.— Como corolario de este libro quisiera referirme a la educación rural y general, como yo la veo.— Creo que hoy es un caos, porque hace muchos años dejó de ser una educación pura, hoy está contaminada con el componente político y económico.— En el año 1981 cuando el gobierno de turno decidió traspasar la “administración de la educación a las municipalidades” comenzó el descalabro, se inició una nueva etapa, la mirada economicista del

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alumno, el que tuvo y tiene un valor en plata, entonces si nuestra pega técnica ya era complicada, le tuvimos que agregar el componente platita y ¡cuidadito con perder un niño! ¡cuidadito con que baje matrícula! ¡Cuidadito con que se lo lleve la competencia! y ya no fuimos tan amigos, ya quitarnos un chico comenzó a ser un deporte de alta práctica, luego con el devenir de los años comenzaron a proliferar las escuelas particulares independientes, las que premunidas de locomoción y ofrecimientos como harina, ropa, traslado gratis ida y regreso hogar escuela hogar, fueron caldo de cultivo para la familia que se sacó de encima la responsabilidad de querer, proteger y educar a sus hijos con una cuota de sacrificio.— Hoy la educación pasa por la liberación de la responsabilidad para los padres, nosotros asumimos el costo general de la educación desde la más tierna infancia. Hoy los bebés salen a la sala cuna para que papá y mamá trabajen y busquen los recursos para sostener la casa ¿y el costo? la tía de la sala cuna le enseña lo más básico y fundamental a la guagua, es en verdad su mamá y su papá ¿y el primer amor materno, el más fundamental donde quedó? Cuando esos niños crecen, tienen conciencia y se dan cuenta que solo tuvieron padres biológicos, y que en realidad sus padres fueron la sala cuna, un jardín, un inspector o inspectora de internado, un profesor, profesora, entonces la verdad es distinta, con chicos y chicas fríos, impersonales, agresivos, independientes.— Por eso llega el minuto en que los chicos le pasan la cuenta a los papás, y son resentidos, algunos violentos, ¡pero cómo no! Si la madre no estuvo, y si estuvo no le dio el tiempo ni la calidad de tiempo a su bebé porque en la casa hay que lavar, planchar, cocinar, asear, salir a comprar, o simplemente estar cansada de tanto trabajar, etc.— Por lo tanto, no hay tiempo para ayudarle al niño en sus queha-

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ceres educacionales, que son muchos. Y hoy con el imperativo de la computación se dan casos en que salen las madres con los chicos del campo para llegar a la ciudad y que el dueño de un ciber le haga las tareas, y cito un solo ejemplo que me toco vivir en Panguipulli. Por razones particulares que nada tenían que ver con educación, estuve en un ciber y mientras me atendían, llegaron otras personas, entre ellos una madre con dos hijos y el diálogo con la dependiente fue el siguiente: ¿Qué desea señora? ¡necesito que me busque y me imprima dos leyendas chilotas, pero solo los resúmenes! Yo intervine y le pregunté desde donde venía, no lo diré para no herir susceptibilidades, pero nosotros a veces tampoco contribuimos con la educación de nuestros chicos utilizando el sentido común.— ¿Cómo es posible que gatillemos tal ejemplo si en la escuela no tenemos esos materiales, o no habrán leyendas del sector que trabajar? ¿A quién le queremos enseñar al hijo/a o a la madre? Me pregunto si ese niño o niña aprendió algo, porque la verdad es que funcionó lo del cortar y pegar, nunca hubo la instancia riquísima de indagar por uno mismo y asombrarse con el contenido de la o las historias, solo pasó porque la madre tuvo la preocupación que el niño/a cumpla con el deber impuesto por su profesor.— Pero volvamos al quid del asunto, hoy cuando todo es dinero y administración, versus promedio de matrícula, el tema se vuelve prácticamente insoluble, y se trabaja a déficit, solo se defiende a ultranza, hasta ahora, pagar el sueldo del profesor, no importando que su jubilación se vea afectada, por ejemplo, y menos el funcionamiento de la administración, ahí no debe faltar la calefacción o el aire acondicionado, y nosotros pedimos limosna en el campo para ver de tener calentita la sala durante el día para que sea agradable a los pequeños y a nosotros, y no solamente por razones de agrado, también porque hay que secarle a ropa a los enanos que llegan como sopa en temporada de otoño—invierno, y porque paradojalmente

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en el campo no va quedando leña, o sencillamente no hay, como en el caso específico de Cultruncahue, donde yo trabajo, hay que traerla de Panguipulli.— Hoy el tema es preocupante, desgastante, no queda casi matrícula, nuestros “centros de costo” no son rentables, producen pérdidas, por tanto no somos atractivos para el sistema, y todos los veranos, silenciosamente para no preocupar a la familia vivimos en silencio un eventual cierre de escuela, un traslado poco atractivo o el finiquito y son temas que perturban demasiado ¡Y hay que seguir viviendo! Otro factor incidente en que hoy el profesor sea visto como “malo”, que “no enseña nada” es por el famoso sistema de medición SIMCE , que publica los resultados, y allí comienzan las odiosas comparaciones, comienzan las discriminaciones brutales, mientras unos son aplaudidos, felicitados y premiados, los otros son vilipendiados, apuntados con el dedo y finalmente olvidados. ¿Quién se preocupa de respetar la cultura local donde viven? ¿Quién dijo que al niño campesino le importaba la rapidez mortal de la vida citadina? ¿Quién dijo que eran tontos? ¡Nadie!... Yo no estoy en contra de la medición, estoy en contra de la forma, y pregunto ¿no será mejor un SIMCE al menos regional? ¿Cómo puede un niño responder con propiedad realidades del desierto de Atacama por ejemplo si nunca ha vivido, palpado la pampa? Antes el SIMCE era silencioso, era una herramienta técnica que se trabajaba en el seno escolar y punto, hoy con la mirada política y económica de los gobiernos de turno, los resultados son el filo de la espada en el cuello del profesor, hoy los docentes son malos, ¡se olvidan aquellos que critican que provienen de la educación pública que algún día le entregó un profesor en el campo donde vive! Citaré como ejemplo de lo que digo el siguiente diálogo entre una señora y un profesor rural:

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La señora pregunta ¿y profesor sigue el paro? El profesor responde “¡Sí señora seguimos hasta las últimas consecuencias!” La señora dice —¡Sabe profesor yo le pagaría un millón de pesos! Pero antes ¿Por qué no mejoran la calidad primero?— Sin anestesia, sin respeto, sin prudencia. ¿Con qué moral me pregunto yo? Esa madre estaba trabajando para ganarse el pan, y probablemente conjeturo que su niño/a tiene resultados deficientes, pero por supuesto si no están los padres a su lado cuando los necesitan, y entonces es más fácil y cómodo repetir que los logros de la educación son malos, y que otros tienen la culpa, pero yo como padre y/o madre nunca jamás.— ¿Tuvo la culpa el profesor que esos padres desertaran del sistema educacional? ¡Y que menos preparados intelectualmente hoy ejercen oficios o dependencias en trabajos de segunda categoría! ¿Por qué muchos nos menosprecian? ¿Por qué se olvidan que ellos fueron alumnos alguna vez? Yo no estoy en contra de la posibilidad que tiene la familia de proyectarse hacia una vida más placentera, por eso llegaron al campo las conexiones viales, la electricidad, el agua potable, el subsidio habitacional rural, entonces ¿por qué no acceder a la modernidad? tienen toda la razón.— Agreguémosle a ello el que se ve a la escuela de la ciudad como una mejor opción educacional para sus niños, pero no menosprecie la escuela donde muchos estudiaron, y sus hijos que hoy ejercen diversos oficios y profesiones en Chile y el mundo.— La migración campo ciudad es algo ya antiguo y por variados factores la ciudad es mejor que vivir en el campo. Claro, lo único malo es que la gente no se da cuenta que la oferta laboral la pelean entre cientos o miles, y que el estándar de vida de la ciudad es lejos más caro que en el campo, especialmente el factor locomoción.— Mientras tanto la tierra queda “literalmente botada”, teniendo allí

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un capital interesante de explotar, especialmente hoy cuando hay tanto asesoramiento técnico del estado, y no solo eso, muchas instancias de financiamiento para los proyectos del agro.— Tengo ex alumnos dedicados a la apicultura y horticultura; a la ganadería menor, lo que les da un excelente pasar, un buen auto, solo trabajando su tierra; y agréguele a ello un trabajo estable donde explotan sus conocimientos de técnicos en la materia.—

Gracias infinitas a todos quienes ayudaron a parir este hijo Gracias Señor por permitirme escribir esta historia. Gracias a ti por leerla de este humilde servidor. Hasta la próxima…

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escuela cayumapu

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escuela bocatoma

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escuela milleuco

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escuela coihueco

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EDUCANDO EN TIERRA DE LEONES

• LA MUERTE

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ste capítulo no estaba previsto, pero era imposible no decir algo con respecto a esta situación que nos golpeó tan duro. Que somos aves de paso en este planeta nadie cuerdo lo discute, pero a veces “el jefe” se pasa, nos pegó tres chancacazos, puñete y combo nos pegó, ahí quedamos todos llorosos lamiendo nuestras heridas.— El primer aviso fue para decirnos que Wladimiro Flández Cáceres partiría de esta tierra; así fue como nuestro querido “abuelo” tuvo un derrame cerebral masivo, duró unos días y falleció, ahí estuvimos todos agrupados, solidarios con su esposa e hijos, no hubo separaciones, en su escuela Claudio Arrau León fue velado; simplemente fuimos profesores, para ser justos con “el jefe” ese derrame fue para decirnos que estemos alertas porque se iba, pero pa’ la noche de año nuevo nos dio el segundo pencazo de una “caballito de palo” como cariñosamente le decíamos a Guido López Méndez asistió a un llamado de Comandancia para el sector rural de Puyehue, donde

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se quemó una leñera donde hicieron un asado los dueños de casa, a su regreso le dijo a Ivette Cofré, su esposa “me duele el pecho”, ella como sabía que era hipertenso le fue a buscar su pastilla, pero lamentablemente fue un ataque al corazón que lo mató de una, ahí sí que quedamos estupefactos, fue completamente inesperado, pero Guido murió en acto de servicio, como un gran profesor que no solamente da de sí en su sala de clases, sino que también le da a su comunidad otros momentos. Fue velado y sepultado con todos los honores de un bombero voluntario y con nuestro respeto y amor profesional.— En ambos casos, y según iniciativa de nuestro colega Manuel Anabalón, sacamos nuestras campanas y despedimos a los nuestros con el tañido de ellas diciendo simbólicamente aquí estamos y te llamamos al descanso eterno. El tiempo alivia los males, aleja la desgracia, sin embargo nuevamente “el jefe” nos da un tercer puñetazo remeciendo nuestras conciencias, nos sorprende y se lleva al más allá al director del Centro Educacional San Sebastián, profesor Guido Arriagada Riquelme, de un fulminante ataque al corazón le dijo que ya era tiempo de descansar, ahí nuevamente fuimos todos a acompañar a la familia, a ser profesores solidarios, terminamos acongojados en el cementerio, y van tres… ¿Quién de nosotros será el próximo? ¿Será sin aviso previo? En estos avatares vimos muchas muestras de aprecio, respeto y solidaridad, sin embargo también observamos muchas muestras de desatino, gente con un morbo inexplicable tirándose encima de los deudos a la salida de la iglesia sin respeto alguno, en el cementerio si no entran a la fosa no están contentos, ¿Por qué actuaremos tan descontroladamente? ¿Nos quedamos pegados con el Colosseo Romano?—

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• CIERRE DE LAS ESCUELAS RURALES

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l sector rural comenzó a cambiar en la medida que la modernidad se fue acercando, y son hechos absolutamente comprobables, como los caminos ripiados, el agua potable, la electricidad, el subsidio habitacional, fueron señales muy potentes, pero la más maligna sin duda alguna fue el haber transformado la educación en un negocio altamente competitivo. En tiempos represivos Pinochet entregó la ADMINISTRACION DE LA EDUCACION A LAS MUNICIPALIDADES, allí comenzó el fin, luego se inició la abierta competencia entre públicos, particulares subvencionados, particulares independientes.— Y comenzó la pelea sucia, casi siempre por la matrícula de un alumno.— La escuela rural que un día fue el baluarte y sostén de la comunidad pasó a ser un lastre, donde los profesores son menos que mediocres, no saben nada, la gente en una mala entendida democracia lo transformó en libertinaje y le da al profesor con lo que tiene,

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nadie mejor para descargar sus iras, sus frustraciones y su falta de tiempo para EDUCAR A SUS HIJOS. Hoy día es fácil hacer el niño, dejarlo en manos de la abuela para que lo críe, o en manos de la Educación para que simplemente actuemos de nanos, porque tienen que trabajar para el sustento diario. El estado ha propiciado este tema, y ya solo hay tiempo para la gestación que es la etaPa más agradable del inicio de una familia con hijos, pero ¿quién se hace responsable de su educación de los próximos 20 o 30 años? Hoy es fácil entregar al niño a la sala cuna, esa es su verdadera primera mamá, luego el Pre Kinder, el Kinder y la Educación Básica, el Liceo, después Dios dirá, hoy ya muchas madres que entregaron precozmente sus hijos al sistema lloran desesperanza porque esos hijos son mayores, hoy reclaman del porqué los abandonaron cuando bebés, algunos de ellos levantan la mano y unos pocos hasta han castigado a sus padres.— Eso un hubiera pasado si hubiesen seguido confiando en el esforzado profesor rural que al lado de la casa buscó lo mejor de sus conocimientos y astucia para educarlos, sin que abandonasen el primer y más importante amor materno como lo es en la primera infancia.— La maldita competencia por la maldita plata nos entregó un nuevo escenario, y aquellos que 35 o más años a la fecha iniciamos una cruzada personal y colectiva en pos de la educación campesina somos un estorbo, hoy somos números, sin son azules ¡excelente! Si son rojos… ¡Ahh! Entonces ¡A cerrar escuelas! Ningún argumento por nosotros esgrimido a sido atendido, solamente escuchado; solo algunas comunidades más agresivas han logrado, por ahora, sostener abiertas sus Unidades Educativas.— Probablemente habrá muchos argumentos a favor y en contra, sin embargo me pregunto ¿por qué debemos pagar nosotros los

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profesores las fallas del sistema? ¿Por qué no nos dejan terminar nuestras vidas profesionales donde comenzamos? No me vengan con aquello que en la ciudad tienen mayores facilidades, lo único en que podríamos convenir es que hay un profesor por curso, pero como contrapartida son entre cuarenta a cuarenta y cinco por aula, ¿qué pasa con los alumnos lentos? ¡Perdieron y punto! Es un secreto a voces.— Pero también en la ciudad algunos de nuestros pares también nos estigmatizan y nos discriminan, incluso hay escuelas donde debemos dar con el PERFIL PARA POSTULAR A SU PLANTA.—

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GLOSARIO

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Mapuzungún 1

• Alepúe Lugar lejano • Ancapulli A mitad de cerro • Cahuito Cama • Chaura Arbusto • Coihueco Río de coigues o savia del coigue • Curihue Lugar oscuro • Enco Agua corriente • Puñir Vocablo mapuche supuestamente derivado de Epuñire, en español: dos zorros • Huellahue Lugar donde se producen mareos o desequilibrios • Huiñoco Palo de agua • Huenehue Lugar donde se producen nuevas energías • Malalhuaca Corral de vacas • Neltume Libertado • Ñachi Budín frío o caliente de sangre coagulada • Payahuinte Cerro tranquilo • Pehual Tiro de los arneses del caballo • Pichiqueches Niños • Puelche También llamado Raco y que es un potente viento que baja del este • Ruca Casa • Ruca trehua Casa del perro • Roquín Colación

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Universal 1

• Al aguaite Esperando • Alijos Carga • Amononó Vestirse formalmente • Se fueron al chancho Extremar una situación • Pata pelá Descalzos • Patiperro Caminante sin destino conocido • Puras patas y el buche Con lo puesto • Chiva vieja Mentira sostenida • Huilas Andrajos • Pijollo Vestido de harapos • Retobadito Cortito • Descueve Regio, estupendo, genial • Catimbas Piernas • Aperrar Aguantar callado • Perro lanúo Con habilidades • Impeque Impecable • Chivaterío Griterío • Na’ iñor Apóstrofe de nada señor • Cotota Grande • Charchazo Palmetada • Calato Desnudo • Canogón Piscina de madera • Faltas Alimentos • Anda vete Último trago • Charcha Poca cosa

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