Revista UAI

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BIOESTADISTICA: ¿DEBIERA CONSIDERARSE COMO UNA ENFERMEDAD?

Consultando el diccionario MedlinePlus en internet (www.merrian-webster.com/medlineplus) en búsqueda de la definición de “Enfermedad” dice lo siguiente: “alteración del estado normal de un ser vivo o de alguna de sus partes, caracterizada por diferentes signos y síntomas, como consecuencia de diferentes factores de injuria”. Dado que, habitualmente, la gran diferenciación se hace entre “Enfermedad Aguda” y “Enfermedad Crónica”, avancé todavía más en la misma fuente, buscando tales definiciones. En realidad, más que con definiciones me encontré con conceptos que hacen alusión a cada una de ellas. Refiriéndose a “Enfermedad Aguda”, los conceptos mencionados son: “brusco comienzo; rápida evolución; corta duración” . Si, en cambio, se hace la búsqueda de la definición de “Enfermedad Crónica” en la misma fuente, los conceptos mencionados son: “larga duración; recurrencia; lento empeoramiento” Para mencionar un ejemplo de Enfermedad Aguda, vamos a enfocarnos en el Infarto Agudo de Miocardio (IAM). Antes de la década de los 80s, una de las discusiones más encendidas que había en la cardiología era si el trombo coronario era previo o posterior a la ocurrencia del IAM. En 1980, De Wood publica un trabajo clave en el New England Journal of Medicine 1, confirmando que el trombo es previo (de hecho, fisiopatológicamente, es en parte responsable de la oclusión coronaria) al IAM. A punto de partida del conocimiento fisiopatológico de la enfermedad, se modificó el enfoque terapéutico y algunos años después (en 1988), el Grupo Colaborativo ISIS publica el estudio ISIS 2 (mostrando la notable reducción de la mortalidad del infarto agudo de miocardio cuando recibía fibrinolíticos y/o aspirina dentro de las primeras horas de iniciado el evento agudo)2. La conducta terapéutica, que fue inicialmente “reactiva” dejó paso a una modalidad “proactiva” y, de resultas de ello, se modificó la evolución en agudo del IAM. Si seleccionamos ahora una Enfermedad Crónica, hagamos referencia a la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). El primer caso de SIDA se diagnosticó en 1981 y, recién 2 años después, se identificó al VIH como su agente etiológico. Hasta 1987, no hubo ninguna droga para tratar esta patología que llevaba, casi inexorablemente, a la muerte. En ese año, es aprobada la primera droga (zidovudina)3, un nucleósido que inhibe una enzima que interviene en la etapa temprana de la replicación viral: la transcriptasa reversa; se inicia así la monoterapia. En 1995 se aprueba saquinavir4, el primer inhibidor de proteasa (enzima que actúa en la parte final de la replicación viral). Un año más tarde, en 1996, sale al mercado la nevirapina5 (primer inhibidor no nucleosídico de la transcriptasa reversa). En tan sólo 10 años, pasamos del no tratamiento al cóctel de drogas (conocido por sus siglas en inglés HAART: Highly Active Anti Retroviral Treatment) y la infección por VIH pasó de evolucionar casi excluyentemente al SIDA a convertirse en una enfermedad crónica. Este nuevo comportamiento de la patología diversificó sustancialmente el enfoque de la enfermedad (otras cuestiones pasaron a ser, también, de importancia : cuán

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