Diagnóstico precoz en Salud Mental Pediátrica Retracción relacional en los primeros años de vida Dra. Mónica Oliver. Jefa del Servicio de Psicopatología Infantil del Hospital Alemán. En los últimos años ha crecido el conocimiento acerca de la salud mental y el desarrollo de los niños en los primeros cuatro años de vida (primera infancia). Este conocimiento se ha alcanzado por la observación sistemática de bebés, investigación e intervención clínica en niños de ese grupo etáreo. También se ha alcanzado una comprensión más ajustada de los factores que contribuyen a generar los patrones adaptativos y no adaptativos del desarrollo. Las teorías psicodinámicas, del desarrollo, de los sistemas familiares, del relacionamiento, del apego y los avances en neurociencia, han aportado a esta comprensión. Los estudios de investigación basados en las observaciones sobre los modos en que los niños organizan su experiencia, la forma de interacción con las personas que lo cuidan, el temperamento, el estilo de regulación afectiva y las diferencias individuales han brindado también un importante aporte. Por este motivo existe en la actualidad, en diferentes países, una creciente conciencia para crear o restaurar condiciones que favorezcan el desarrollo y la salud mental infantil. (1) Se planteó así la necesidad de formar a aquellos profesionales que están en contacto con niños pequeños, especialmente pediatras y maestras de jardines maternales, para detectar signos precoces de trastornos en el desarrollo y síntomas vinculados con sufrimiento emocional temprano. También que profesionales de la salud mental reciban formación adecuada para realizar los diagnósticos en salud mental en niños pequeños. Hay que tener en cuenta que el niño siempre esta en relación con las personas en su ambiente. También los niños tienen su propia progresión en el desarrollo y diferentes patrones motores, sensoriales, lingüísticos, cognitivos y afectivos. Por lo tanto, en la práctica clínica, el enfoque para el diagnóstico es conviene que sea interdisciplinario y abarcativo. El clínico no puede saber de antemano cuáles son las variables que ejercen influencia dominante sobre el desarrollo ni como afectan al niño y a la familia ya que esto es variable e individual. Cualquier intervención debe basarse en una comprensión tan completa como resulte posible de las circunstancias del niño y la familia. En la evaluación diagnóstica en salud mental pediátrica es importante tener en cuenta todas las áreas relevantes de funcionamiento del niño, síntomas y conductas presentadas, historia del desarrollo, funcionamiento pasado y presente en lo afectivo, linguístico, cognitivo, motor, sensorial, familiar e interactivo; funcionamiento de la familia y pautas comunitarias; los padres como individuos; la relación entre el niño y su cuidador; las características constitucionales del niño; la historia psicosocial y médica de la familia, el embarazo parto; y estresores ambientales presentes. Para esta evaluación se requieren cinco o seis sesiones de acuerdo al consenso internacional. Por otra parte los diagnósticos en primera infancia son provisorios, dinámicos y de pronóstico variable. (1) La evaluación y el diagnóstico preciso y temprano permiten una intervención efectiva antes que se consoliden patrones inadecuados de funcionamiento. El pronóstico es siempre más favorable cuando más temprana es la intervención. Las categorías diagnósticas no deben emplearse para “rotular” a un niño o desconocer sus aptitudes y potencialidad para crecer y desarrollarse, sino que se realizar para estimular una mayor precisión en la descripción de lo que le sucede al niño y sus aptitudes. Esta precisión orientará estrategias de intervención más eficaces. El niño nace en un estado de indefensión tal, que para sobrevivir y constituirse en ser humano y desarrollar su potencialidad genética, necesita de otros seres humanos que le provean todo aquello que es necesario, ya que el niño no puede hacerlo por sí mismo.