Sofía escribe. Y en el transcurso de su diario y otros fragmentos recuperados, nos presenta a Matilda. La historia es una exploración de sentimientos y anécdotas comunes y, paradójicamente, únicos, que invitan al lector a apreciar el valor del momento que no volverá a repetirse. Matilda inaugura la incursión en la novela de una autora acostumbrada a la poesía. Su prosa pretende construirse como un poema narrado, una historia que se regala a trozos y que explora las posibilidades que ofrece la escritura.
E d i t o r i a l
ACE RO
Xitlally Rivero Romero nació el 25 de diciembre de 1985 en el Distrito Federal, pero su infancia y adolescencia transcurrieron en Hidalgo. Se graduó con honores de la licenciatura en Letras Españolas por el Tecnológico de Monterrey. Actualmente imparte talleres de creación literaria para niños y adolescentes. Cuentos y poemas de su autoría han sido publicados en diversas revistas y periódicos de Hidalgo, el Distrito Federal y Nuevo León. En 2003 recibió el premio de Literatura Instantánea “A vuelo de pájaro”, organizado por el gobierno de Nuevo León, y en 2005 obtuvo el segundo lugar en el concurso de creación literaria convocado por el Instituto de la Juventud de San Nicolás de los Garza. Su poesía está antologada en Del silencio hacia la luz: Mapa Poético de México, 2008.
© Xitlally Rivero Romero, 2008 © Editorial Acero, 2008 ISBN: 978-607-00-0709-5 2ª edición en Editorial Acero: 10 de abril de 2009 1ª edición en Fábrica Literaria: 29 de septiembre de 2008 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio sin permiso previo del editor. Director editorial: Rodrigo Navarro. Edición al cuidado de: Rodrigo Navarro y Xitlally Rivero. Diseño de forros: Rodrigo Navarro. Impreso y hecho en México.
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MATILDA
2009
Avertencia al lector (o Redención) Es ella, la otra, la que olvida la que huye la que mata. Es ella quien ríe ávida en la cama la que no puede contra el ansia y se lanza a las uñas a los gritos a los gatos a golpear ideas lejanas contra las paredes. No soy yo. Los días se pierden en el éxtasis de la tarde cuando la luna gime y ella come el viento y ella insiste. Terriblemente llena de vacío, se cansa de sí misma y corre a ningún lado. Tengo que soportarla porque no podría estar sola. Vivir sola. Y es ella la que mata. En la noche la arrullo con lágrimas, las convierte en estrellas y se ríe de mis lágrimas. Ella no llora la muerte Ella es la que puede la que deja la inconstante y terca. Me despierta su risa, su incontenible deseo de búsqueda -ella le llama búsqueda a la huída-. Huye de nosotras porque odia el ruido y yo no entiendo su silencio. Ella es la que rompe, la que incita. La que habla. 7
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28/09/06 Sé que no soy precisa, pero mi subjetividad es como el que-pase-buenas-noches-señorita de la mujer cuando me trae la cuenta. Yo leyendo La biografía. Yo imaginando que le cuento a Pablo que tiene que leer este libro que ahora leo porque es la reencarnación de su tesis. Yo escribiendo a Matilda que no soy precisa, pero que mi subjetividad es como el que-pase-buenas-noches-señorita que me dice la mujer cuando me trae la cuenta. Una frase tan larga para tratar de encontrar una buena frase que pueda decir te amo sin decirlo, que finalmente no encuentro. Yo recreándome. Yo escribiendo esto en una servilleta de papel cualquiera porque no aguanto las ganas y corro al baño. Los ojos que me lloran. La risa que se me escapa y hace voltear al que está a mi lado porque ya me ha visto hablar y leer en voz alta y tener dos tazas de café en mi mesa para dos pero estoy sentada sola. Y es que los ojos me lloran. Esta vez como mera sublimación de lo que leo, y no llanto de luto de una noche –también ahora- lejana, que en ocasiones confundo con otros llantos. Y es que yo misma no soy ya la de antes. La de antes de entrar al café-restaurant atestado de estudiantes que fuman y toman café irremediablemente. Uno no vuelve a ser el mismo después de cruzar una calle, de leer un anuncio, de tirar un lápiz, de tomar un helado, de ver una película, de saludar a alguien, de olvidar una cita, de perderse una noche. La noche urbana le teme a la oscuridad, por cierto. Unos ojos me recorren cada vez que voy al baño. Es increíble la cantidad de veces que puede uno orinar en
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Matilda
una, dos, tres horas. Llevo aquí tres horas. Dos desde que se fue Matilda. Quiero irme ya. Pero antes decido despedirme de los ojos y me escapo al baño, y les sonrío sin mirarlos cuando paso a su lado. 19 de septiembre La salida nocturna se convirtió en velada en esa casa de tantas otras noches que aún persisten. Un trago más, y el aro y el labio cayeron en el sillón de la sala. Matilda y yo reímos. Luego callamos. Yo sentía que el mundo tenía vida propia –tal vez porque en realidad tiene vida propia- y pensé que yo también caería en cualquier instante. Matilda lo advirtió y me tomó en sus brazos. Me abandoné a él. Cuando volví a abrir los ojos, Matilda subía las escaleras conmigo en brazos. Le dije entre sueños que a la derecha había un cuarto que no ocupaban. Sentí que se abría una puerta, la cama debajo de mi cuerpo. Entreabrí los ojos: comenzaba a clarear. Vi mi reloj: cinco de la mañana. Lo último que vi fue a Matilda sentada a mi lado, recargaba su cabeza en un brazo, y me miraba. Entonces la caída. Después el vuelo. Enseguida unas imágenes nocturnas y pasajeras. Me desperté. Empecé a amarlo al ver que seguía en la misma posición en que lo había dejado. Me sonrió. Le sonreí. Vi mi reloj: ocho de la mañana. -Te ves preciosa cuando duermes. -No me dirás que no has dormido. -No podía dejar de verte. -No te creo. www.editorialacero.com
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Matilda volvió a sonreírme. -Te ves tan calmada, tan tranquila. -¿Y eso es raro? -Un poco –me besó. -Tengo aliento de cerveza. -Yo también. -Vámonos ya. Empecé a amar esos pequeños detalles que, cuando ocurren, se tiene la certeza de que siempre estarán ahí, grabados en la mente aunque uno no sea capaz de recordarlos. La manera en que me tomaba, suave y firme a un tiempo, y la seguridad con que empezaba a proclamar, así tan pronto, que conocía y reconocía cada paso que yo daba. Y pensé que sería divertido encontrarme su mirada al despertar. Cada mañana. 26 de agosto Tengo la costumbre de mirar por la ventana de los autos, de los autobuses. Supongo que no soy la única, que todos lo hacemos. A mí me gusta hacerlo, no sé muy bien por qué. Me gusta observar a todas las personas, imaginar todas las historias con las que te cruzas a cada instante. Cuando estoy contenta, todo lo que llega a mi vista se me antoja hermoso. Cuando estoy triste, miro las cosas llena de dudas. Pero siempre, contenta o triste, tengo la sensación de que jamás olvidaré ese momento en que estoy viendo por la ventana, que recordaré ese estado de ánimo y lo que estaba pensando. Vivo el recuerdo. Aunque, sinceramente, pocas veces o ninguna vuelvo a recordar lo
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Matilda
que alguna vez vi, sentí, pensé e imaginé cuando miraba por alguna ventanilla. Hoy estoy triste y, por lo tanto, todo lo miro con ojos de duda. Mensaje recibido el 16-06-06 signorina non posso lasciare di pensare en te. bechios bella ragazza. ti penso molto. jeje muuaa. 3 de marzo Estoy agitada. Me tiempblan la smanos. Escucho ruidos en mi cabeza. Estoy agitada. Las paredes me encierran… Camino y desespero. Estoy agitada. Me detengo y me siento más intranquila. Estoy agitada. Tomé los dmedicamentos. Se supone que el efecto tarda una hora. Pero no puedo. Estoy agitada. Como algo me perquisguiera. Mis ojos húmedos. Estoy agitada. Tengo nganas de llorar y de gritarle al mismo tiempo a alguien o arrojarl algo. Mejor dejar de escribir. Estoy agitada. O no. estoy agitada. Parece que sí calma. Tengo miedo. 27 de agosto Yo no sé qué tan cierto sea esto, pero creo que nunca me había sentido tan feliz. Empiezo a sentir el deseo de correr, la risa que sube de las entrañas a la boca, la desesperación en mis uñas por apretar mi carne… Entonces Matilda me abraza fuerte, muy fuerte… y mi respiración se calma. Luego viene la tristeza, y con ella los mareos, el cansancio, unas inmensas ganas de llorar… www.editorialacero.com
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Entonces Matilda me provoca. Dice que los pobres deberían servir de alimento, que yo obedecería si una mujer me cacheteara y me ordenara vete a la recámara y te desnudas inmediatamente. Mi indignación es irrisoria y me río efectivamente. Así, sin comas. Y me dirijo al cuarto a desnudarme inmediatamente y a recibir su cachetada. Llevo una semana viviendo con Matilda. Y yo no sé qué tan cierto sea esto… pero creo que nunca me había sentido tan feliz. Mensaje recibido el 04-07-06 con 2 tragos mas ya staré hasta la chingada, asi q aprovech pa decirte q te queramo, mi diosa d maryviento. 2 de agosto Regresar. Regresar es una palabra extraña. Extrañar también lo es. Siento que son inexactas… terriblemente ambiguas e inexactas. No sé. Aunque podrían alegarme que cuál palabra es exacta, esas dos, particularmente extrañar, me suenan de poco fiar. ¿A dónde se regresa?, ¿qué se extraña?, ¿cuándo se extraña uno?, ¿qué es extraño?, ¿de dónde se regresa? Mensaje recibido el 06-07-06 sabes, en verdad te considero mi diosa de maryviento. 22/03 Me hubiese hecho polvo, y recorrería tu cuerpo una y otra vez. Conocería mil lugares y tú nunca lo sabrías.
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Yo. Admirable. Tú es una palabra más compleja. Dos letras, un acento. Me cuesta tanto esperarte, siento que nunca llegarás. Tengo que admitir eso, nunca he sabido esperarte. …Y de pronto llega la imagen de esas tiras de tela colgando de cada aspa en el ventilador del techo. O las latas a la orilla del mar. Te regalo un cabello para hacer un altar. En cualquier parte cabe un altar. Dios, qué horrible es esperarte. De: atlas18 Enviado el: Miércoles 05 de julio de 2006 19:02:07 Para: kadosh25 Asunto: qué te crees…? Qué te crees, niña, eehhh?? ahorita a las 6:07 pm usted se desconecta cuando yo apenas me voy poniendo online... Ya me tienes harto, siempre es lo mismo contigo, llegas hacia a mi y luego te vas, como el mar, traicionero mar, con sus olas salvajes después de las mansas. Haces que viva en la inquietud de nunca saber qué esperar, sólo te gusta enredarme en tu agua, golpearme con tu brisa, pero ya no lo voy a tolerar, es tiempo de mostrarte dónde está la orilla y sufras como yo... Y te veré desde la playa, observando la manera como te mueves y me seduces. Es necesario conocerte en tu www.editorialacero.com
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totalidad, sólo por el placer de hacerte daño... Dame una guerra de placer, quiero que me seduzcas con tus labios sin caer en una vulgaridad nocturna. 21 de agosto Yo no lo dije, fue Matilda. Y esto por sí solo encierra una confesión por demás delatora: En tu cuarto, en tu escritorio, sobre tus libros. Entre tu pluma, y las puntas de esa pluma, entre tus fotos, tu rosa eterna, y ese frasco de tinta sepia que jamás te has atrevido a usar. Eso ya no lo dijo él, pero lo agrego. “Ahí, sobre tu orgullo”. Y yo no dije nada y lo dejé besarme. Y ya no dijo más. Una voz Una voz. Un eco. Un chillido insistente que tiembla e insiste. Una fragilidad hiere en las uñas y no estalla estando ahí. Una voz, un eco que desnuda. Y una lágrima rasga me adelgaza me consume agota el aire. Una voz. Un ojo un ojo
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