lunes 8 de diciembrede 2014 No. 455
El Infierno de Dante La historia nunca antes contada del autogobierno en el Cereso de Saltillo.
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oooo hermano, no fue uno ni dos, fueron varios a los que colgaron de la regadera por el pescuezo, con tiras de cobijas, en las celdas de castigo. Los colgaban o les ordenaban que se colgaran, que se dieran piso ellos mismos. “A ver, ¡cuélgate ái hijo de tu pinche madre!”, los urgían y luego que no, que “se ahorcó por depresión”, “que porque
P o r Je sú s P e ña no aguantó el encierro” y al último ni la prensa se enteraba o no quería decir nada, por miedo. No se sabe de fechas, pero… parece que fue en 2008 cuando a la penitenciaría de Saltillo arribó una estaca de malos, venían trasladados de Monclova, Torreón, Durango y entonces sí el ambiente del penal se puso bien feo, recio, fuerte, caliente de a madre. Estaba hirviendo el asunto.
Era el “Infierno de Dante”, trasladado al corral y a los corredores de la cárcel varonil, en la época aquella en los malos instalaron aquí su reinado del terror, entre 2008 y 2012, no se sabe bien. Entonces el fantasma del insomnio comenzó rondar los pasillos en las negras, mudas, frías noches de la prisión. No se podía ni dormir, hermano, nomás de estar pensando en que la “suburban”, así le nombraban a los gatos,
a los achichinques, a los que andaban ái en bola detrás de los “pesados”, de “los señores”, de los “comandantes”, se presentaran pedos a las celas para sacar a la gente y tablearla, darle unos chiricuazos, así nomás, por la nada, por sus puros güevos. Nomás para humillarla, para intimidarla. Entraban los malos a la celdas, se robaban los radios, las televisiones, lo que fuera, de los internos.
VANGUARDIA Lunes 8 de Diciembre de 2014 / SEMANARIO 3
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Porque metían mujeres, mujeres bien guapas y el ambiente como si estuvieran afuera. Andaban tomando cerveza, con sus nexteles, sus celulares acá y todo como si nada, Traían hasta motos, hermano, y a veces entraban al penal hasta con camionetotas de esas zanconas”
Y ordenaban a los custodios que sacaran a los reos de sus celdas y se los entregaran a ellos, para golpearlos, para tablearlos y los custodios que “sí”, que “o key”, que “muy bien”. Ellos tenían el poder, el control, el mando de la cárcel y andaban sueltos, libres en la noche, en la madrugada, por todo el presidio, sin que el director, sin que los celadores, sin que nadie les dijeran nada. Ni bajaban los pinches custodios al corral, hermano, les tenían miedo los custodios, porque al último hasta los custodios y el director salían tableados. Tenían que entrar al aro. Y los reos malandros eran los únicos que se la vivían afuera, porque cayendo la tarde todos los presos, sin distingo de pena, eran encerrados bajo llave en sus mazmorras, hasta el amanecer, pero ellos no, ellos no hermano. Andaban pedos, pisteando, con mujeres, con rucas, morrillas, huerquillas de esas… de todas. Se miraban putas, mujeres de mala vida, ni modo que fueran de otras ¿verdá?
Porque metían mujeres, mujeres bien guapas y el ambiente como si estuvieran afuera. Andaban tomando cerveza, con sus nexteles, sus celulares acá y todo como si nada, Traían hasta motos, hermano, y a veces entraban al penal hasta con camionetotas de esas zanconas, Ford. Ellos vestidos con pura ropa de marca, pantalones de mezclilla y playeras rayadas, americanas. Sus tenis Nike, sus cachuchas con adornos brillantes y sus bolsas cangureras colgando. Se miraban chundillos, no creas que de buen gusto, pero se veía la diferencia luego, luego entre el montón de gente. Pasaban por las celdas vendiendo droga “los malos”: “¿cuántas, cuántas?”. Mota, cocaína, cerveza, cigarros… Tú sabes que en un penal nunca va a dejar de haber droga. El encierro, hermano, el encierro… La vendían la droga, la fiaban y ay del que no pagara, ya sabía cómo le iba. Acá, sus tablazos, sus chiricuazos, sus batazos, con puro bat de aluminio; o sus
manguerazos de agua helada, desnudo, a la intemperie, en el invierno. No se sabe bien a bien cómo estuvo la cosa, porque esas cosas nunca se saben, pero luego, luego que llegaron los “malos”, fueron recluidos en el área de federales, apartados del resto de la población carcelaria. Quién sabe cómo y con quién se arreglarían, a quién comprarían, la cuestión es de que, de un día para otro, ya estaban en el corral, revueltos con toda la población, imponiendo sus reglas, sus normas, sus castigos, su reinado. Y luego, luego que llegaron empezaron a poner su sello distintivo por todas las bardas del penal: el rostro de un payaso diabólico con dientes filosos, mirada feroz, feroz, cuernos en la cabeza y un hacha en las manos. Levantaron su altar a la Santa Muerte, a Francisco Villa y a otras figuras que la raza no conocía, que nunca había visto, y les ponían sus flores, y les prendían sus veladoras y todo el asunto. Un día se presentaron con el de la tienda; que no, que ya no podía vender
libremente, que tenía que pagar una cuota y que era tanto por semana. Otro día fueron donde el que vendía cigarros, el que vendía café y el que vendía dulces, y lo mismo: “tienes que darnos 100, 200 pesos semanales” y pos cómo, si esa era la ganancia y mejor a quitarse de vender cualquier cosa, ya nadie vendía Y los presos dejaron de fabricar cuadros, manualidades. La ferretera dobló sus precios y todo estaba recaro. Después los del grupo delicitvo andaban en indiciados y era puro extorsionar a los reos: que “necesitamos que nos traigas tanto dinero para mañana”. Te investigaban, checaban tu expediente, ¿dónde vivías?, el nombre de tu mamá y luego salían que “tienes que pagar tanto para mañana, cinco mil pesos” y llamaban a la familia “¡bueno!”, que si no les entregaban el dinero para dentro de un rato, para en la mañana, para el día siguiente, su prisionero iba a estar muerto, muerto. Y el prisionero “no, pos es que no tengo dinero, la verdad…”.
Al rato los del crimen bien organizado, pasaban con el preso hacia las celdas de castigo, esas que parecen como cabellerizas, un cuartito, una cama aquí, otra aquí, de cemento, el baño descubierto, dos paredes, la puerta y ya, que exhala un hedor a inmundicia. Lo peor de lo peor de la cárcel. Al rato se regaba la noticia por toda la prisión de que “fulano se mató”, “que se ahorcó”, de “que lo encontraron colgado” en las celdas de castigo, llamadas en este penal, como en tantos otros, eufemísticamente “Área de Vigilancia Especial”, ( AVE). Pero noooo, la raza sabía que lo de fulano no había sido un suicidio, “la gente”, lo había colgado u obligado a colgarse, porque la familia no había cumplido el acuerdo de entregar el dinero para que el reo siguiera vivo. “A ver, date piso, ¡cuélgate ái hijo de tu pinche madre!”, de ahí, de la regadera, con tiras de cobijas, con un hilo. Ya ve que las cobijas de barbas traen como un hilo, las restiras y se suelta el hilo, con ese…
Nooo, no fue ni uno ni dos, hermano, fueron varios, alguien dice que siete los colgados, otros que fueron más. Nomás averíguate en los periódicos todos los muertitos que hubo en el panel entre 2008 y 2012, los ahorcados, los ahorcados, hermano. Gacho, gacho que se empezaron a poner las cosas en el penal, lo que se llama un infierno. Los mafiosos habían comenzado su negocio de prestar dinero con altos intereses, porque prestaban dinero, (40, 50 pesos, por cada 100), a los prisioneros que trabajaban en las fábricas de la penitenciaría, las dos más grande de allí. Los viernes de pago ái estaban “los malos”, donde las fábricas entregaban el sobre a sus trabajadores, donde los presos estaban cobrando. Estaban a un lado de la fila, con sus garrotes, recoge y recoge dinero. Llevaban las listas con los nombres de sus deudores: “a ver hazte para acá, ¿cuánto debes tú?”, “no pos tanto”, y a dejar la raya completita con ellos. El fruto de una semana intensa de trabajo.
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La vendían la droga, la fiaban y ay del que no pagara, ya sabía cómo le iba. Acá, sus tablazos, sus chiricuazos, sus batazos, con puro bat de aluminio; o sus manguerazos de agua helada, desnudo, a la intemperie, en el invierno”.
Y al que no pagaba o no le alcanzara para liquidar su préstamo, “échenlo para allá”, lo arreglaban. Sus chiricuazos, sus tablazos, con una tabla, cómo te diré, tipo el cucharón con el que los carniceros menean los chicharrones, pero con agujeros al centro, dizque que pa que no agarrara aire y el golpe vinera seco, con todo, machín. Y que “empínese”, en frente de todos, no se escondían, la víctima con la cabeza metida entre las piernas de uno de sus verdugos, para que no se moviera, para que no corriera o se sacara del golpe. Y el “comandante” diciendo: “miren, fíjense lo que le va a pasar a éste. A ver, aquí delante de todos, pa que vean que no es cuento, 10 (tablazos) nomás, y di que te fue bien”. Haz de cuenta que la tabla era, cómo te diré, como el bat que se utiliza para jugar criquet, el juego ese de los ingleses. Al primer garrotazo el prisionero se revolcaba, se retorcía en el suelo, aullaba de dolor y ellos, los de la letra, que no se conmiseraban ni tantito y que “¡párenlo, párenlo!” y otro tablazo y otro y otro y otro y “no, hermano te andabas cagando ese día hermano, uno se mia-
ba, así, de esas…”. Y el ajusticiado quedaba con las nalgas reventadas, abiertas, sangradas, moradas, negras de los tablazos, que no podía caminar ni sentarse en varias semanas. Se te hacían callosas las nalgas, se te reventaban, todas negra las nalgas, como cuando te machucas, así se te hacían las nalgas… Al rato los torturados llegaban a la clínica con los ojos amoratados, casi de fuera, bien golpeados de la espalda, casi inválidos, con el coxis quebrado a tablazos. Que les dieran, por favor, una pomada analgésica o algo para el dolor. Y nadie decía nada. Los malos se habían adueñado ya completamente de la prisión, con todo y su gente. Era su cubil. Luego, luego que hubieron llegado tomaron posesión de una de las cuatro secciones del área de visita conyugal. Pusieron vigilancia a la entrada y nadie podía entrar, más que ellos que allí vivían, Cambiaron puertas y ventanas, metieron camas matrimoniales, pantallas, sonido, clima. Vivían a todo lujo en la conyugal. Lo mejor que puede vi-
vir un loco con billetes en un penal. Un hombre con dinero y una mente loca. Al rato ya andaban rentando los cuartos, como si fuera hotel para urgidos, a los reos que solían recibir vista de sus amantes o pagaban por coger con las putas que regentaban “los señores”. Con el tiempo, se rumora, empezaron a vender las celdas del área de federales, “nomás les faltó agarrar las pinches torres”, y hasta, dicen, que cobraban entre 30 y 50 mil pesos a las familias por ingresar a sus reos a la cárcel, además de una cuota mensual de cinco mil pesos y ahí tienes a la familia, trabajando para pagar. El hotel más caro de Coahuila no era ya el Holiday Inn, era el Cereso, eso dicen. Para entonces los malos se habían hecho ya con el control de la escuela, del salón de sus múltiples, donde pusieron un tabledance, todo un congal, para los sábados de a 30 pesos el cover, 10 pesos la bailada, 50 el privado y 500 el acostón con las mujeres de la noche “y los pagabas, porque tenías un chorro de años que no agarrabas una muchacha”.
Y ái nomás andaban los de la letra de celda en celda sacando a los prisioneros en la noche para llevarlos al table. Los custodios pasando lista y los malos a un lado “¿qué onda, vas a ir? Aquí van a ir tantos, van a salir…”, y los custodios que “muy bien”, abrían las celdas, porque pos ellos también les tenían miedo, les tenían miedo los custodios a los de la letra, porque también les daban sus arreglos. Entrabas al table y ái nomás veías al “comandante”, al “patrón”, al “señor”, en una mesa larga, sentado en medio de sus escoltas, con sus morras a un lado, chulas, bonitas las morras, de las mejores, porque eran las de “el señor”. Y ahí estaba la comitiva dándose un perico, pasándose de mano en mano una como… cucharita plateada que brillaba muy bonito, por la nariz, inhalando. Sería cocaína o sabrá Dios que sería. En la mesa muchas viejas, botellas de champán, vinos buenos, tequila, aguas minerales, botes de cerveza Modelo, hielo y puños de cocaína. Un chorro de loquera y tú acá, te les quedabas viendo con ganas de arrimarte. Y todos risa y risa. Sonaban corridos, tecno pa las teiboleras.
Algunos sábados eran para el box, ponían una tele, sacaban a los reos a ver el box, 50 pesos la entrada a la escuela para ver box y tomar caguamas de a 80 pesos, de esas Indio, grandotas y pos “sí, ¿quién iba a desaprovechar el momento para tomarse una caguama, y luego preso…”. Y el que no traiga dinero, no hay pedo, “aquí les fiamos”, que al cabo que el viernes cobran en la fábrica y al que no pagara se lo empinaban y sus tablazos, sus chiricuazos; y el preso que “¡déjenme, déjenme!”y el “comandante” que “párenlo, párenlo”, no se conmiseraba el comandante y todos nomás viendo. De todos modos los obreros tenían que pagar uno cuota sobre su salario, y el que no cooperaba… sus tablazos. Malos los batos y la ley vendida, ni a quién acudir, te pegaban o algo y la policía qué, agachada, amenazada, no tenía nada qué hacer en el penal.
Después los de la letra organizaron peleas de gallos en la zona de residencia y ya sabes cheve, droga. Nade decía nada. Era el “Infierno de Dante”, con sus círculos, sus fosos, sus condenados, sus monstruos y sus diablos, trasladado al penal. Y la escuela era la cantina, una cantina haz de cuenta, donde se vendían botes Modelo de a 35 pesos, había morras bailando, con el sonido de la escuela, la música rebotando en la calle, oyéndose hasta afuera. Era normal y era los sábados. Y entresemana nomás se miraban rodar por el corral los carritos del rancho, hasta la madre de charolas de Modelo, cartones de caguama Indio, de esas grandotas, cajas de vino. Nadie decía nada. La “suburban”, los gatos, los sirvien-
tes, los achichinques, los que andaban ái en bola detrás de los pesados, de “los señores”, de los “comandantes”, de los “patrones”, de los “jefes”, haciendo su rondín por corral, que todo estuviera bien, en orden, que nadie tirara basura en el penal, anduviera echando bronca, robando o pasándose de lanza con la visita de alguien, porque no se la iba a acabar, le aplicaban su multa y sus tablazos, sus batazos, con puro bat de aluminio, “y tú sabes hermano lo que es un bat de aluminio…”. Venias comiendo papitas, tirabas la bolsa y “eh, venga para acá”, que “dale cuatro” y empínese: ¡pum! Te daba el verdugo con bat, como un beisbolista. Del primero te tumbaba, te hacía que te revolcaras en el suelo del dolor y “párenlo”, y te paraban “párese” y los demás presos nomás viendo y los pinches custodios que ni se meten, ni bajaban al
corral. Cuando “el comandante” y sus secuaces andaban por el corral todos a agachar la cabeza, a bajar la vista y “no queremos que se les acerquen a dos metros a ‘los señores’, si los miran por los pasillos no pasen. Es por seguridad de ellos. Y el que se les acerque a menos de dos metros va a agarrar vara…”, amenazaba la “suburban”. Y “A ver usté, ¿qué ve?, venga para acá”, y sus tablazos. Era una carga, una presión, algo tenso, algo fuerte, sentías la muerte encima de ti. Mejor los reos se ponían a hacer talacha, a limpiar, así, en cualquier parte, para que “los malos”, los tiraran a león. Otro día a los de la letra se les miraba muy solaces, asando carne en el área de conyugal, con viejas, con cerveza, con droga, con todo. Muy loco el asunto ahí.
Mandaban sacar, de donde estuviera, al grupo de músico s del penal y que “¿sabes tocar el acordeón?”, “no pos sí”, “pos tócale”, y se ponían a bailar, que un corrido, que una colombiana, que un paseo y risa y risa, ellos en su cotorreo, y que “eh ¿qué te tomas, qué fumas?, a ver, denle un toque ahí, ¿un pase o qué te das?, ahí hay cheve, hay vino, pero tócale ái, que se oiga la música’”. A la hora de visita los familiares de los reos los miraban caminar muy orondos por la cárcel, con sus botes de Modelo en la mano, como si nada. Y las jefitas preguntando que si “¿aquí venden cerveza?” y los presos que “no jefa”, que “esas personas que andan tomando no están encerrados, vienen de afuera, son los meros meros del penal, por eso andan muy salsas”.
Y nadie decía nada. Llegado el domingo, algunos domingos, después de la visita, llamaban a formación a los presos o pasaban por los módulos regalando mota, un toque, bolsas de mariguana, “¡sobres!, hagan fila”, y se hacían las filotas de puros locos y “sobres, sobres”, y todos los locos alabando a los de la letra. En un penal nunca va a dejar de haber droga y aquí durante esa época, durante el reinado de terror de los malos en le penal, la hubo y de toda, menos píldora y resistol, porque al que agarraban pildoreando o vendiendo pastillas, su pinche verguiza: Lo encueraban, lo aventaban a una pila de agua, lo tableaban y luego al área de castigados “y ay del que le pase una cobija, un pantalón, una garra, porque
no se la va a acabar eh, a este ni gua, ni nada”. Después, el condenado aparecía colgado de la regadera por el cuello con tiras de cobijas en el área de Máxima seguridad. Que se había ahorcado, decían, que se había suicidado, “pero no, ellos… Porque andaba vendiendo pastillas…”. Hasta el día que ocurrió lo del traslado de algunos líderes, dizque de los más pesados, a otros penales de máxima seguridad del país y los reos respiraron. La cárcel se calmó, los ánimos se enfriaron y retornó otra vez la monótona “tranquilidad” del encierro. Esta fue la crónica de no ficción que se vivió en el Cereso de Saltillo, más o menos entre 2008 y 2012, años en que los de la letra instalaron aquí su reinado del terror.
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En un penal nunca va a dejar de haber droga y aquí durante esa época, durante el reinado de terror de los malos en le penal, la hubo y de toda, menos píldora y resistol, porque al que agarraban pildoreando o vendiendo pastillas, su pinche paliza” v
V I D EÓD R OM O
Quiero Matar a mi Jefe 2 Sean Anders
2014 P or Est eb a n S h er i da n
No necesitábamos una segunda parte de Quiero Matar a mi Jefe, pero aquí está. La primera, por más mala que fuera, funcionó bien en taquilla, y esta, aunque sea un poquito mejor (lo cual no significa nada) seguro también le irá bien. El poster de Quiero Matar a mi Jefe 2 se lee como una receta que parece que podría quedar deliciosa: Jason Bateman, Jason Sudekis, Kevin Spacey, Jennifer Aniston, Jamie Foxxx, Christoph Waltz, etcétera. Un elenco de primera, todos con películas independientemente chistosas, pero que
combinados, y con un guión así de básico, son un desastre. Quiero Matar a mi Jefe 2 es más de lo mismo. El guión es como esos libros de ilustración para niños donde pintan por números. Estoy seguro que se escribió en un par de días. Nick Hendricks, Dale Arbus y Kurt Buckman, cansados de trabajar para “jefes horribles” y después de los
eventos de la primera película, han decidido poner su propio negocio. Un aditamento para regaderas. Están buscando inversionistas, y por fin encuentran a uno, quien los defrauda. ¿Su solución? Secuestrar y extorsionar. Asesorados por “Motherfucker” Jones (Foxx) y por Dave (Spacey), el ex jefe de Nick, echan a andar su plan. Jennifer Aniston regresa como la
dentista ninfómana. Es buena en su papel, pero lamentablemente todos los peores chistes se los dejan a ella. Todo es de un humor muy básico, dizque “travieso” pero que resuena vulgar sin provocar risa. Pocas cosas tan incómodas como alguien tratando de hacer reír con vulgaridades y dejando el cuarto en silencio. Desde que se dio a conocer con Arrested Development, Jason Bateman ha perfeccionado ese personaje neurótico con cara de por-qué-meestá-pasando-esto-a-mi, y es inevitable que te caiga bien. Su química con Sudekis y Day funciona, pero a causa del mal guión de la película la mayoría de los chistes resultan fallidos. No pido sofisticación en la comedia, ni intelectualismo, pero cuando algo resulta tan básico y tan simple no puedo evitar sentirme engañado. Quiero Matar a mi Jefe 2 es un secuestro, pero de quienes asistirán a verla.
Ra dar
Una guía para navegar la nube Por Est eb a n Cá r d e na s
escardenas@vanguardia.com.mx
Rock or Bust – AC/DC
Música
AC/DC no tienen que reinventarse. El mega-guitarrista Angus Young sigue usando el mismo gorrito de siempre, nunca han usado maquillaje, nunca han hecho música electrónica, nunca han tratado algo nuevo, por que lo que saben hacer lo hacen muy bien. Son como un puesto que sirve cuatro tipos de tacos en su menú, y todos son buenos y llenadores. Rock or Bust, desde el título, anuncia que lo que escucharemos es más de lo mismo. Y está perfecto así. Si bien no es nada nuevo, sí es música que inevitablemente te hará “headbanguear”. Bien que dure 35 minutos, por que quizá un poquito más y cansaría. Este es el primer disco de AC/DC sin la guitarra rítmica de Malcolm Young, y la excelente producción corre por parte de Brendan O´Brien. Música para escucharse en un estadio, de preferencia.
bernie Richard Linklater
cine
Bernie de el tejano Richard Linklater es una comedia obscura basada en la historia real de Bernhardt “Bernie” Tiede. La cinta narra el asesinato de Marjorie Nugent (Shirley MacLane), una millonaria del este de Tejas que fue asesinada por su enfermero y asistente, Bernie (interpretado por Jack Black). Bernie es un tipo muy querido por la comunidad: un tipo entusiasta, ultra-ñoño, que, de repente, decide asesinar a esta viejita millonaria. Linlkater incorpora elementos de documental a la cinta, usando actores y gente real del pueblito tejano, lo cual le da un sentido de veracidad a la historia muy interesante. Black debió de haber ganado un premio. Cuando el Bernie de la vida real salió de prisión hace algunos años, la condición fue que viviera con Linklater. A ver cómo le va a él.
VANGUARDIA Lunes 8 de Diciembre de 2014 / SEMANARIO 13
Claro que ud. lo sabe Po r Mi g u el A g ust í n P e r a l e s
1.- “Andrea Chenier” es una ópera de … (con libreto de Luigi Illica). a) Alfredo Catalani; b) Umberto Giordano; c) Giacomo Puccini; d) Giuseppe Giacosa. 2.- …es (en el programa “Chespirito”) el hotel donde , después del cierre del Hotel Lucho, trabajan la Chimoltrufia, el Botija y el Chómpiras. a) Buenavista; b) Tlalpan; c) Cosamaloapan; d) Condesa. 3.- … fue el primer presidente civil del México postrevolucionario. a) Abelardo L. Rodríguez; b) Manuel Ávila Camacho; c) Adolfo Ruiz Cortines, d) Miguel Alemán Valdés. 4.- El … encierra mayor área que cualquier polígono de igual perímetro. a) cuadrado; b) pentágono; c) círculo; d) triángulo.
Por Alf redo G ar c í a
5.- La cuarta aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego ocurrió el 12 de diciembre de … a) 1524; b) 1548; c) 1538; d) 1531. 6.- El … de diciembre es el Día de los Derechos Humanos. a) 12; b) 10; c) 8; d) 6. 7.- Mocorito es una ciudad del estado de … a) Tamaulipas; b) Nayarit; c) Sinaloa; d) Morelos. 8.- Adalberto Martínez es mejor conocido por su nombre artístico: … a) Resortes; b) Chaflán; c) Palillo; d) Clavillazo.
RESPUESTAS 1) b; 2) a; 3) d; 4) c; 5) d; 6) b;) 7) c; 8) a.
superméndez
Los menesteres del ocio 1.Días sin huella. A 15 días del referéndum. ¿Olvido, mala fe, dolo? Quieren meter una cuña a la loca Cataluña premiando a Juan Goytisolo.
Sin obra, sin deuda. Se dedicó De las Fuentes sólo a limpiar la prosapia maltrecha de Flores Tapia: no hizo plazas, no hizo puentes.
Segundo aniversario de una profecía fallida. El mundo de risa estalla, en pecado y psicalipsis: el apocalipsis maya fue sólo otro apocalipsis.
Esta es la mega deuda de los tres gobernadores: su virtud es una pseuda virtud, exenta de honores.
Denuncias, renuncias.
(8 de diciembre)
En deuda con Coahuila.
La lógica se entromete para imponer un respeto. No renuncia Navarrete: ¿renunciaría Peña Nieto? 2. Otras mega deudas. Ahorrativo. El ahorro es una pseuda virtud que arruina la psique: como no hizo obra Enrique, tampoco nos dejó deuda. Aseado. El aseo es una pseuda virtud, y al fin desaseo: pues no hizo obra Eliseo, tampoco nos dejó deuda.
El único superhéroe de Saltillo y la región (incluyendo Ramos)
Por J. Latapí
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Dr. Arturo Valdés Álvarez Cirugía Avanzada de Mínima Invasión Cirugía Bariátrica y Metabólica
Información del Globo Intragástrico y Citas:
Tel. (844) 411 7076 al 78 Cel. 844 122 6253 E.mail: arturovlds@gmail.com Carretera Mty-Saltillo Km. 4.5 Consultorio 238
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