VANGUARDIA | LUNES 10 DE DICIEMBRE DE 2012 | NO.353
N EDICIÓIAL ESPEMCERA PRI TE PAR
PERIODISMO DE INVESTIGACIÓN
LA MUJER QUE ENCONTRÓ DINOSAURIOS EN SU CASA Y otras historias cretácicas, sin mar y fantásticas
MUJER
LA SEMANARIO
QUE ENCONTRÓ
DINOSAURIOS
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VANGUARDIA Lunes 10 de diciembre de 2012 /
EN EL PATIO DE SU
CASA
Y OTRAS HISTORIAS
CRETÁCICAS, SIN MAR Y FANTÁSTICAS POR QUITZÉ FERNÁNDEZ I LU ST R AC I O N E S D E F E D E R I CO J O R DÁ N FOTOS: JOEL BARRERA Y EFRÉN MALDONADO
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Aqu铆 hubo una muela de gigante. Andaba de casa en casa. La gente la usaba para sentarse. Pero vinieron de Saltillo, que para hacerle estudios. Se la llevaron y nunca regres贸.
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Como en su casa hay dinosaurios, Ella prefiere mantenerse en el anonimato.
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Feliciano Pérez Alvarado y su esposa.
LA MUELA DE UN GIGANTE F
eliciano Pérez Alvarado, de 94 años, toda su vida ha estado en algún pueblo del municipio de Parras de la Fuente, rodeado de lomas secas y bordeado por un arroyo de tierra porosa. — Aquí hubo una muela de gigante. Andaba de casa en casa. La gente la usaba para sentarse. Pero vinieron de Saltillo, que para hacerle estudios. Se la llevaron y nunca regresó. Y es que en ese pueblo de 200 personas, la gente tenía —dicen— un hueso hecho piedra con la forma de una muela, como de gigante. Durante las tardes, en aquel lugar la gente terminaba sus labores en el campo, iban a tomar el fresco arriba de una loma y hablaban de gigantes: de sus piernas, brazos y cabezas. En esas charlas fantásticas Feliciano Pérez imaginó mundos anteriores, de mares, costas y pantanos, que solo conoció a blanco y negro en la televisión. — Nunca se me ocurrió buscarle, pero venía mucha gente a excavar. Los huesos eran grandes. Juana Picaso, su esposa, es siete años menor que él. Llegó a ver cascarones de huevo, grandes. Y en el arroyo una mancha grande, roja. — Decían que era sangre de gigante. Nada más llovía, se caían las barrancas y salían huesos de esas personas, mucha gente que vino de fuera se las llevó. En esas tardes, arriba del lomerío pelón, llegaron a escuchar que la gente ya no crecía, más bien fueron naciendo, cada vez más y más pequeñas hasta quedar de nuestro tamaño.
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ue una mañana de abril cuando Ella encontró un dinosaurio afuera de su casa. Había salido a caminar. Y un montón de piedras parecidas a unas vértebras llamaron su atención. Levantó una: la revisó. Su textura. Su peso no eran comunes. Un amigo que la acompañaba dijo que podría ser un hueso fosilizado; algo que debería tener muchos millones de años. —Me gusta andar caminando para encontrar fósiles, he encontrado caracolitos; piedras con caracoles incrustados. Pero nunca un dinosaurio. Ella, una maestra jubilada, gran parte de su vida la pasó en la ciudad de Saltillo, entre aulas y libros de texto. Un día se hartó de todo. Y se fue a vivir a una propiedad que le dejó su padre, a unos cuantos kilómetros de la salida, al pie de una carretera donde está el cauce de un arroyo repleto de espinas secas, y que alguna vez tuvo agua. — Supuestamente ahí hay un santuario de dinosaurios, al lado del arroyo, dicen que son como 17, si vas caminando vas a seguir encontrando más huesos. Porque en esas tierras de cactus cenizos y cielos despejados, hubo un mar que cubría todo y se convirtió en nada. Por eso el territorio que comprende la Cuenca de Parras de la Fuente, General Cepeda, Ramos Arizpe y Saltillo, Coahuila, es abundante en hallazgos paleontológicos. En 1959, fue registrado por los investigadores Clarence O. Durham y Grover E. Murray, y en México el primer documento fue escrito en 1926, en la zona centro del estado. Pero antes de eso, en los pueblos del desierto se hablaba de huesos de gigantes que fueron evolucionando hasta quedar de nuestro tamaño. Hombres, animales, aves y monstruos marinos que habitaron la tierra. Un día se fueron. Desaparecieron. Sus huellas quedaron.
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Martha Carolina Aguillón, directora de Paleontología de la SEP, fue quien descubrió el Pico de Pato en 1995, el dinosaurio más completo del que se tenga registro.
DINOSAURIOS QUE VUELAN
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ay muchas teorías, una de ellas dice que los dinosaurios fueron evolucionando hasta convertirse en aves, contó Martha Carolina Aguillón Martínez, directora de paleontología de la Secretaría de Educación Pública. Martha Carolina descubrió en 1995 el Velafrons Coahuilensis, o Pico de Pato, el dinosaurio más completo del que se tenga registro y que está en exhibición en el Museo del Desierto. Andaba explorando la comunidad de Rincón Colorado, zona protegida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Subió a una colina que tenía caídas de agua, bajó hacía un arroyo al pie de una planta de sotol. Ahí estaba él. — Fue un hallazgo muy afortunado, al salir a campo puedes encontrar un punto con 10, o 15 dinosaurios, sin embargo Velafrons fue de alguna manera único porque al momento de su descubrimiento cuatro vertebritas de la cola estaban aflorando. Eran días lluviosos. El agua desgastó el suelo. A partir de ese momento hizo un campamento junto con su equipo, rescatando los restos en diferente etapas. Sacaron el cráneo en 2003, con ayuda de especialistas de Canadá. Desde muy joven Martha Carolina se interesó por los fósiles, como curiosidad, por ser cosas que no tenían explicación para ella. — Los primeros que colecté fueron conchas y caracoles petrificados, eso me dio mucha inquietud, por qué estaban hechos piedras, y después cómo es que eran partes de lo que era el Mar de Tetis, un mar que existió en México y desapareció. Maestra en Ciencias, formó parte de un grupo de catedráticos que se interesaron en preservar el patrimonio paleontológico de Coahuila. Fundaron la coordinación de paleontología de la SEP, donde conoció a especialistas de la UNAM y de Utah, quienes la propusieron para obtener una beca en la Universidad Metodista del Sur de Dallas, y así convertirse en profesional. — Un dinosaurio es un reptil, un animal que fue muy exitoso durante la era Mesozoica (era de los dinosaurios, 251 millones de años). Desafortunadamente desapareció, la mayor parte en el límite del cretácico terciario (145 hasta 66 millones de años) por diversas causas.
Fue un día que Ella rancho, cuando pisa desenterrarlas toma costillas, y lo que par
caminaba con un amigo por el aron sobre una fila de rocas, que al aban formas imaginarias de vértebras, recía el pico de un ave gigantesca.
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Ella se fue a diecisiete kilómetros de la ciudad, donde el polvo anida y el sol castiga en un llano sin árboles, de tierra dura que parece no tener fin. Después de trece años de habitar su casa de ladrillo adornada con terraza y una mesa de madera al frente, fue recogiendo pequeñas piezas prehistóricas que alojaba al pie de la ventana. La mayoría salía en épocas de lluvia, cuando el agua limpiaba los caminos y pulía las piedras dejándolas brillosas. Licenciada en Pedagogía, 51 años de edad: cuatro hijos. Construyó su casa en una propiedad de 60 hectáreas que heredó de su padre. De niña visitó esas tierras yermas donde solo había espinas y rocas, al menos eso pensó su familia toda la vida. Hasta que se quedó a vivir ahí; ahora comparte la soledad con uno de sus hijos: “Me gusta el campo, estar aislada de todos”. Las caminatas por las mañanas se hicieron constantes, a veces sola; a veces acompañada. Recogía una concha, un caracol; una piedra rara. Fue un día que Ella caminaba con un amigo por el rancho, cuando pisaron sobre una fila de rocas, que al desenterrarlas tomaban formas imaginarias de vértebras, costillas, y lo que parecía el pico de un ave gigantesca. Después de eso, Ella no fue la misma, tenía la sospecha de haber descubierto un dinosaurio. Su hijo mayor cargó en la camioneta algunas piezas y las llevó al Museo del Desierto para informarse. —Detectaron que era un hueso de la vértebra. Nos sorprendimos mucho, fue muy reconfortante, nos dio mucha alegría haber encontrado eso.
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EL HALLAZGO
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Dije ¡guau! Sientes como que eres una gran descubridora. Lo sientes que es parte de ti, tú lo encontraste, que te vas a hacer famoso.
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EDAD: 72 MILLONES DE AÑOS
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l hombre que ha estudiado el dinosaurio de Ella es Héctor Rivera Silva, originario de la Ciudad de México. — Nos informó sobre el descubrimiento que había tenido de unos huesos de dinosaurio, cuando fuimos a la localidad nos percatamos que sí había demasiados huesos y se estaban desgastando por la lluvia, por la erosión. En distintas visitas notaron que había más de un ejemplar a espaldas de la casa de Ella, de varios tamaños, y tal vez especies. — Ya pudimos sacar el perfil geológico, no están saliendo fósiles de un solo nivel, están sa-
liendo de dos o más niveles diferentes. En uno al parecer hay dos organismos, y en el otro tenemos aún dudas si son dos organismos. Lo que Héctor Rivera puede asegurar, es que al menos uno es un Pico de Pato, y que tiene 72 millones de años de antigüedad, porque el área donde está alojado pertenece a una formación rocosa que está ahí desde la era de los dinosaurios. — Hay personas que tienen propiedades que pueden abarcar cierta porción rocosa de esa era. La situación es que se den cuenta, porque a veces son manchones muy pequeños, o extensiones muy grandes de esa formación.
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oahuila era un pantano a orillas de un mar poco profundo, que daba vida a un archipiélago que cubría la República Mexicana, contó Héctor Rivera, y cuando hay un descubrimiento para la ciencia, la espera puede tardar cinco, o más años. Ya van dos años de trámites de Ella para sacar el dinosaurio de su propiedad, incluso pensó en venderlo fuera de México, pero prefirió dar aviso al Museo del Desierto sobre la existencia de los restos. — Los del Museo del Desierto dijeron que era un hallazgo que valía la pena rescatar, que iba a ser de los más grandes de Latinoamérica. Dije ¡guau! Sientes como que eres una gran descubridora. Lo sientes que es parte de ti, tú lo encontraste, que te vas a hacer famoso. Nunca fue mi meta andar buscando restos de dinosaurios. Martha Carolina Aguillón piensa que en la región Sureste de Coahuila, las probabilidades de encontrar un dinosaurio fósil son muy altas, en un día de campo normal es común toparse con huesos de dinosaurio. — Por qué, porque las rocas que los contienen de alguna manera han estado expuestas por 65, 70 millones de años. Muchos de esos fósiles ya están rodados, o están a la intemperie, entonces es muy fácil encontrarlos, por eso mismo hay que protegerlos. — ¿Cómo puedo hacer para encontrar uno? — Primero que nada tienes que preguntar ¿Para qué lo quiero encontrar? Nosotros hemos registrado varios grupos de dinosaurios en Coahuila, entre ellos dos que resultaron ser de nuevo género y especie para la ciencia, se está trabajando en varios grupos más que parecen estar en la misma situación. Nuestro deseo de encontrarlos es precisamente eso, ver qué son, si realmente son diferentes comparados con otros grupos que existen en Norteamérica, ese es un interés científico: revivirlo, resucitarlo. Pero como colector, como una persona normal, ¿para qué quieres un dinosaurio? Esa seria la pregunta, de que lo vas a encontrar, ese es un hecho, pero qué vas a hacer si ese dinosaurio tiene potencial. ¿Lo vas a reportar a la ciencia?, o lo vas a excavar con tus propias técnicas y vas a destruir toda una página en la historia.
Héctor Rivera, paleontólogo del Museo del Desierto, trabaja en el rescate del dinosaurio encontrado en el rancho.
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¿PARA QUÉ QUIERES UN DINOSAURIO?
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EL PASTOR DE MAMUTS
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llá donde la tierra es blanca, más blanca que los huesos, un pastor encontró en una montaña lo que creyó era un mamut. Y se lo contó a un hombre de Sabinas, que cada año cruzaba el desierto a caballo y soñaba con tener un reptil fosilizado, que ahora presume en Facebook. —No mames, se te hubiera desmoronado. Eso es un hueso de dinosaurio — respondió. Manuel Ríos Arreola platicó a Régulo Zapata Jaime sobre el hallazgo de un mamut, cuando visitó esa ranchería familiar cercana a Paredón, pueblo ferrocarrilero importante durante la Revolución Mexicana. Era septiembre, al rancho llegaron un grupo de amigos de Sabinas, quienes desde hace 20 años recorren a caballo 300 kilómetros del desierto, galopando por varias comunidades para celebrar el aniversario de la ciudad.
Manuel había trabajado cinco años en Longmont, Colorado, sacaba piedras para fachadas, al cortarlas a veces salían figuras petrificadas. Ahí aprendió lo que era un hueso hecho piedra. — Miraba los troncos petrificados. Cuando me vine para acá, cuidando chivas, me topé ese tipo de piedras con poros, me imaginé que eran huesos. Saqué una y me la traje para la casa, comencé a enseñársela a la gente. Yo la mera verdad no conocía. …Atardecía en el desierto, Manuel andaba con las chivas en el cerro, bajó por una loma esperando encontrar una punta de flecha de indio. — Vi la piedra esa y escarbé, ya no vi que fuera normal ¿Habrá algo aquí enterrado? Imaginé que era un dinosaurio. Manuel vive en un rancho donde sólo hay seis personas; todos familiares suyos. Los fines de semana llegan primos y tíos
que se fueron a otras comunidades a estudiar, o trabajar. Vive en una casa al pie de una presa donde beben los animales, y en verano pescan bagres y mojarras. En las piedras grandes de los alrededores hay dibujos que pintaron los indios hace muchos años. En la soledad del desierto, piensa en sus dos hijos que están estudiando; 41 años de edad: cuatro hermanos y cinco hermanas. Estudió hasta secundaria. — De huesos de dinosaurios no sabíamos nada, nada más las leyendas que se oían de que aquí era mar, como te encuentras las figuras de indios que están en las piedras, te pones a pensar que hace muchos años tenía que haber cosas, que no sabemos qué significa. — ¿Por qué piensas que era mar? — Hay conchas impregnadas en las piedras, encuentras muchas conchas hechas piedra, caracoles.
Vi la piedra esa y escarbé, ya no vi que fuera normal ¿Habrá algo aquí enterrado? Imaginé que era un mamut.
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EL CAZADOR DE DINOSAURIOS
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n sus carpetas de Facebook, Régulo Zapata Jaime agregó una durante el mes de octubre de 2012, que dice: “…Rescatando a Dino…” Empezó su búsqueda hace dos años, cuando en la terraza de la casa Ríos Arreola decidió explorar el monte que está frente a los caseríos de techos de madera y tierra. — Nosotros íbamos a buscar una madera y encontramos un cementerio de dinosaurios. Régulo Zapata supo que el primer dinosaurio encontrado en Coahuila fue en el ejido La Soledad, cuando era niño su padre le regaló un libro donde empezó a documentarse sobre la era Cretácica. A sus 54 años de edad ha sido alcalde, dueño de un restaurante al lado del Río Sabinas y ahora cazador de dinosaurios. Pertenece a la Asociación Civil Paleontólogos Aficionados de Sabinas, donde hay 65 agremiados. — En una ocasión nos llevaron a un lugar donde había fósiles marinos, y nos llevaron huesos de dinosaurio arriba de una camioneta. Fue cuando dijo, casi por inercia: Yo jamás me he encontrado uno. Recordó que años atrás, en casa de los Ríos Arreola, vio un caracol petrificado al que ellos no le prestaban importancia. Lo tenían como una piedra cualquiera. Y decidió indagar en la montaña, a los alrededores. Cuando Régulo Zapata subió al monte, acompañado de Manuel y tres amigos más, se paró a descansar a los pocos minutos de haber iniciado el ascenso. Se dio cuenta que en el lugar que pisaban había lo que parecían restos de un dinosaurio, probablemente un Pico de Pato. De dos años a la fecha, ha regresado acompañado de varios amigos a tratar de sacar los huesos. Incluso en casa de la familia Ríos Arreola hay una piedra que piensan es una parte de la cadera del dinosaurio, a veces
está arrumbada en la terraza; otras veces arriba de alguna mesa. — Viene y cada que sube al monte baja con un costal lleno de esas piedras — contó Eulalia Arreola, mamá de Manuel. Ella aún no alcanza a diferenciar si son huesos, o piedras con figuras caprichosas. Pero Régulo Zapata contó que en pequeños recorridos ha notado que hay muchos vestigios de animales, incluso cree que ese lugar puede ser más importante que Rincón Colorado. — ¿Para qué lo quiere sacar? — Para donarlo a un museo, montarlo en exposición en Sabinas. Además, nunca he encontrado uno...
CONTINUARÁ EN LA PRÓXIMA EDICIÓN...