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VANGUARDIa Lunes 17 de Marzo de 2014
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Adelante subió la mujer gruesa, piel quemada y brazos rayados, atrás otras dos morras y una niñita como de siete años. Se acordó de ellas cuando ya estaban arriba del carro. Unos compañeros del sitio le habían advertido de éstas moras, cierta vez que las habían visto deambulado por La Nogalera: “abusado con esas chavas, no las subas porque roban, son rateras”. De inmediato comenzó el pichoneo. Y el taxista que no, que la niña, que qué onda... Cuadras más allá la morra sacó un brasier de su bolso y “eh mira, el brasier”, dijo dirigiéndose a una de las mujeres que iban en el asiento de atrás, “¿y luego que traes?, ¿no traes nada?”. ‘”No”, respondió la aludida y todas siguieron el juego “ah, qué bárbara. Mire oiga…”, increparon al taxista “no trae brasier, a ver…”. Una de las rucas le enseñó los senos por el retrovisor, el ruletero apenas la ojeó, ‘”si volteo choco, no vayas distrayéndome”, le dijo y las morras que “¿a poco no te gustan las mujeres?”, y el chofer que “sí”, que sí le gustaban pero… que se esperaran, que iba manejando y ellas “no, ándale”, que sabe qué, que si “¿no quieres un trabajo?”, le agarraban la mano a fuerza y se la ponían en los senos, y él que no, no quería nada, ahorita andaba jalando y “bájenseme por favor”, porque ya sabía que los que aceptaban esa cosa, ese juego, se exponían a que les bajaran la cartera. En una esquina se bajaron sin pagar, llevándose, sin que el ruletero se diera color, la bolsa de la morralla, “ay hijas de su…”. Al cabo del tiempo los taxistas las volvieron a ver en los periódicos de los cruceros. “Caen ‘Las cariñosas’”, resaltaban los titulares rojos.
Al rato las habían soltado y andaban de nuevo por toda la ciudad, atracando conductores de carros particulares y taxistas incautos, si es que existe esta especie, a los que les bajaban la cartera, la morralla y encima no les pagaban las carreras”. Al rato las habían soltado y andaban de nuevo por toda la ciudad, atracando conductores de carros particulares y taxistas incautos, si es que existe esta especie, a los que les bajaban la cartera, la morralla y encima no les pagaban las carreras. Se bajaban el pants, se subían la blusita, se encueraban las morras en el taxi, en plena calle, “carnal”, la gente pasando y ellas “ándale ¿no quieres?”, como diciendo cóbrate la dejada y el ruletero que “no, cámara”. Pero en serio “carnal” que “no se las agarré”, en serio que ni sabía, ni las conocía… ¿En serio?
Semanario
Después de uno minutos salió con las manos repletas de bolsas de mandado y cosas de Navidad. “A la Guadalajara de Colima y V. Carranza”, ordenaron. Al rato “otro chingazo” de bolsas de mandado, cosas de Navidad, vino y cerveza. Se iban riendo, barajando en las manos el puñote de tarjetas de banco. Después que “dele pa’ esta gasolinera” y luego a otra, a otra y a otra y a otra, a cambiar con los despachadores, confabulados con ellas, el saldo de los plásticos por efectivo y que “eh, tírame paro, pásame esta tarjeta’, y el despachador que ‘sí”, que si tenía dinero y ellas que ‘bueno, dame mil 500 y agarra 500 para ti” y el despachador a conectar la manguera de la bomba en el tanque de gasolina del taxi, sin echar combustible, nomás para despistar. Pasaron tres horas hasta que el chofer del taxi explotó: “bájense ya, hasta aquí llegué yo, ya no las voy a mover, son 300 pesos”, las morras pagaron sin remilgos y se perdieron en la calle. Otra mañana un taxista las levantó en la colonia Hidalgo, cerca de la calle 24, donde ahora se sabe tienen su cuartel. Tenían la cara demacrada y el cuerpo como estragado, como si no hubieran comido en varios días. El chofer las llevó a Lomas de Zapalinamé a comprar “mugrero” con unos chavos que andaban vendiendo en la calle, “mota, piedra, sabrá Dios qué, pero luego se ve que las viejas esas son bien drogadictas, bien piedreras”. Apenas avanzó el taxi se le ofrecieron al ruletero “mira papito” y le mostraban sus pechos calatos. Las manos hurgando en el cenicero del coche, la guantera y el taxista que “eh, qué pasó” y ellas que “‘mira papito, ándale agárrale” y él que “no, yo no quiero nada, ando trabajando, bájense a la chingada”. Total que al último, no supo ni cómo, le bajaron los billetes
de la bolsa de la camisa, ”ya está, vámonos”, oyó que decían las morras cuando se bajaban del carro y el ruletero esculcándose “ ¡ay hijo e’ la!, estas piches viejas ya me chingaron”. Esa vez le volaron 900 pesos. La segunda vez que las subió, no las había reconocido, en serio “carnal”, le robaron la bolsa de la morralla, de “la feriecita”, Habían huido por un callejón del bulevar Vicente Guerrero que, se cree, es el matadero en donde se meten las prostitutas que hacen ronda por las cantinas de la colonia. Aquí fue donde una tarde estafaron a otro taxista, a muchos. Las había agarrado afuera de los bares que están en Paseo de la Reforma, donde se sabe taloneaban, antes de meterse a carteristas. Iban con un morro que tenía finta de malandro, “su hijo, su hermano, su sobrino, su padrote, quién sabe…”. Cuando llegaron al matadero del bulevar Guerrero se bajaron corriendo, “¿no me van a pagar?”, preguntó el taxista “no”, contestó una de ellas sin empacho, “le voy a hablar a una patrulla”, amenazó el chofer, “pues háblale, sirve de que nos dan un raite y ya vete a la chingada, si no quieres que te partan la madre”. El chofer arrancó Otra mañana las morras andaban por la de Otilio González, tenían bien agarrado a un abonero de motocicleta y mientras lo abrazaban y le acariciaban sus partes, la morenita china, la sensual, le hacía el gane con la cartera por atrás. A un taxista que pasó por ahí y contempló la escena le dio risa y pensó en alertar al cobrador, pero “‘no, pa que se le quite lo mañoso”, reflexionó y siguió de largo. Tiempo después otro taxista las vio platicando, riendo, chacoteando plácidamente con unos patrulleros, en los arcos amarillos de la entrada a la colonia Mirasierra. Una de ellas, la morenita china buencuerpo, le hizo la parada. Al ruletero se le hicieron conocidas, no se acordó de dónde, pero las cargó.
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Este es el barrio donde vive la banda de mujeres ladronas.
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VANGUARDIa Lunes 17 de Marzo de 2014
Callejón de la colonia Guerrero mejor conocido como “El Matadero” donde rondan las meretrices que trabajan en los bares aledaños.
El taxista ni se había fijado, hasta que por una corazonada revisó el carro y cuando vio que el dinero no estaba arrancó a toda velocidad tras las morras”.
Y luego, luego a insinuarse, a bajarse el pants, las mallas, a descubrirse el sexo y ‘mira viejito, nos acabamos de bañar, mira mis amigas”, y el anciano ruletero desconcertado “¿qué es lo que quieren?”, y ellas “¿a poco no te gustan las mujeres?, ¿eres joto?”, y el viejito ‘ni soy joto y de todos modos no me gustan las mujeres fáciles”. Rumbo a la Central empezaron a tironearlo “ándale viejito, mira, mira“, decía la gorda de piel tostada que iba sentada adelante con el ruletero y se sacaba los senos por debajo de la blusa. No, “no traía sostén” y el taxista, tú sabes, nerviosón. De rato las morras bajaron del taxi en la Central y en su huida se llevaron los 800 pesos que el chofer guardaba en el cubre sol izquierdo del carro para pagar su recibo de agua. El taxista ni se había fijado, hasta que por una corazonada revisó el carro y cuando vio que el dinero no estaba arrancó a toda velocidad tras las morras. Calles más adelante las alcanzó y se armó la bronca, “órale échenme mis centavos”, y ellas que ¿cuáles centavos?, y el taxista “los que agarraron de aquí, rateras cabronas”, y las morras que no, que ellas no le habían robado nada. Hasta que en una de aquellas las viejas echaron a correr, cruzaron la calle, agarraron otro taxi y se pelaron haciendo adiós con la mano. Horas después hicieron lo mismo con otro
ruletero, que las correteó varias cuadras para arrebatarles el botín. Lo llevaba una de ellas oculto en el sostén, la que sí traía sostén. “Usté lo trae culera”, la acusó el taxista y ella que “no” y además que tenía a su hermano que era ministerial y el taxista que “sí”, que estaba bien, que “pos ve y dile güey”. Al fin le regresaron el dinero. Arriba del taxi y mientras las llevaba, no recuerda a dónde, le habían jurgoneado por allí, metido la mano a la bolsa del pantalón y apañado la cartera, antes que se diera cuenta, “chingonas pa robar”. Cuando bajaban del coche se le ofrecieron: “cuando quieras algo nos buscas, a la que quieras”, y el taxista que “sí” que otro día, pero que él quería con la morenita buenota, conste. Un mediodía los ruleteros vieron a “Las Tres”, como eran conocidas entre el gremio, merodeando por la colonia Latino. Andaban comiendo papitas y chicharrines con salsa, de esos que venden en la calle, “siempre de langucientas, como que les gustaba la comida chatarra”. Se subieron a un libre, el de un anciano taxista. Que las dejara, le mandaron, en la próxima Farmacia Guadalajara. Traían un puñote de tarjetas de banco. Una de ellas, la que iba en el asiento de adelante, la matriarca, al parecer, y a la que los choferes describen como gruesa y prieta, con los brazos llenos de tatuajes, nomás llegando se metió a la Farmacia.
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Miriam Tenorio
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VANGUARDIa Lunes 17 de Marzo de 2014
Semanario Y el ruletero manejando, emocionado, excitado, pasmado, con los dedos metidos en la muchacha que venía chacoteando con las de atrás y que “enséñale, manita, los pezones…’”, y en el trayecto todas metiéndole mano al ruletero y él nomás pensando, “esto es mejor que el viagra”. Al final la morra diciendo “sabes qué papito, no traemos pa’ pagarte, ¿cómo ves?”, y el taxista que no, que no había bronca, que ya. Llegando a su casa se dio cuenta que ya no traía cartera y que los billetes que llevaba en las bolsas laterales del pantalón se habían esfumado. “Ah viejas jijas de la chingada”, pensó. Pero no “carnal”, en serio que ni se te antojaban, andaban siempre bien feas, costrosonas, sucias, lagañosas, cochinas de a madre, como que no se bañaban, “les apestaba bien gacho el hocico” y parecía como si trajeran “sudado el monedero”. A veces andaban con la cara demacrada y los pelos duros, inspiraban miedo, “carnal”, de plano. Las únicas bonitas eran la morenita china y una güerita, pero a esas siempre las echaban en el asiento de atrás. Eran las que hacían de carnada, las detenían los taxis, los choferes se paraban y en eso las otras morras salían quién sabe de dónde y se dejaban venir, se montaban en el coche a la brava y que “llévanos pa’ Mirasierra, amigo”. Y en el camino salían con que no, que no traían dinero y “es un raite” y ái iban abrazando al ruletero, lo abrazaban las de atrás y la que llevaba a un lado, que ya le estaba metiendo la mano en la
bolsa del pantalón y “te iban tocando todo”, cuenteándolo, cambiándole al estéreo y “qué buena música traes papi” y él que ya, que “shshssh,”, que “qué onda” y que “espérense”. Y que “¡ya bájense, bájense!, yo ando trabajando”, y ellas que “ándale ¿no te quieres chingar a la güerita?, ¿a la huerquita?, ¿cuál quieres?” y él que no, que se bajaran. Y se bajaron. Fue cuando, en plena calle, se encueró la güerita, abrió la puerta, se bajó, se puso en frente del chofer y “mira, lo que te perdiste”, le dijo. Se sacó los senos por arriba de la blusa. Luego se dio la vuelta, se alzó la minifalda y repitió: “mira, lo que te perdiste” y él que no, “pos si ya me estabas robando, iba a perder más”. Una mañana los ruleteros las vieron retratadas en los periódicos de sucesos que circulan por los cruceros de la ciudad. Se llamaban “Las Cariñosas”, decían los encabezados, y eran una banda de mujeres que combinaban su oficio de prostitutas con el de asaltantes, a veces cuchillo en mano, de taxistas, dueños de carros particulares, negocios y ancianos pensionados, “puro de la tercera base”.. Pero no “carnal”, en serio que ellos no las conocían y nunca les había tocado llevarlas. Hasta que en una de esas, y mientras recorrían los arrabales en busca de pasaje, vieron a una despampanante silueta bronceada haciéndoles con la mano la señal de que se detuvieran. En un santiamén las otras morras saltaban sobre el automóvil y “a la Central, amigo, por favor”.
Juliana García
Sonia García
Seguirán en la calle De acuerdo con fuentes de la Procuraduría General de Justicia del Estado, existen cinco expedientes en proceso de integración por denuncias en contra de la banda de mujeres conocida como “Las Cariñosas”. Una vez que concluya su integración serán turnados a un juez que determinará las acciones penales a ejecutar
Esto aunado a que en la mayoría de los casos los afectados ya no regresan a la Procuraduría, por vergüenza, para el desahogo de las diligencias de confrontación y a que, también en la mayoría de los casos, los querellantes no aportan testigos presenciales de los ilícitos.
Sin embargo los delitos cometidos por esta banda son considerados por la ley como “no graves”, por lo que la pandilla podría salvarse de pisar la cárcel pagando una fianza o acogiéndose a la justicia restaurativa o reparación del daño, lo que ya han hecho en una ocasión.
En conclusión; que “Las Cariñosas” seguirán en la calle al acecho de nuevas víctimas por tiempo indefinido, mientras los quejosos no se atrevan a interponer una denuncia en toda regla.
VANGUARDIa Lunes 17 de Marzo de 2014
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Eran tres, a veces cuatro y andaban vestidas con mallas, pantalones de mezclilla apretados, a veces pants, minifalda, short y blusas escotadas. Traían los pelos pintados de rubio o pelirrojo y la cara embadurnada de maquillaje. “Llévenos a Loma Linda”, ordenaban. Al rato la que iba adelante, la gorda de piel tostada, empezaba acá, a pichonear al chofer, a manosearle”.
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A la mayoría de los ruleteros ya les había tocado subirlas y verlas pidiendo raite a carros particulares en los cruceros de la ciudad o bolseando a los viejitos en el centro el día de pago de la pensión.
L
o que pasa es que él tiene poco de taxista, y no las conocía, “carnal”, en serio. Pos las subió ¿y qué crees?, que lo traían de gasolinera en gasolinera y pos “uno como está pos, en pocas palabras te voy a decir, ignorante, porque pos…”, no sabía lo que andaban haciendo. Eran tres, una gorda, cachetona, de piel tostada, otra güerilla medio llenita y una morena, chavita “carnal”, como de unos 18 ó 20 años, “china, china”, bien guapa, bien buena la morra. Traían un puñote de tarjetas de débito y andaban vaciándolas en las gasolineras, fíjate. Él todavía no las conocía, en serio “carnal”, y dijo “pos sabe”, ya cuando se dio cuenta de lo que andaban haciendo pensó “¿ora cómo desafano a estas viejas?”. Pa qué quería broncas “carnal”, si él andaba trabajando tranquilamente y quería bajarlas a la chingada, nomás que no hallaba cómo… Las movió como dos horas y media y fueron como a unas siete gasolineras, hasta que le calentaron la cabeza y “¿qué onda?, ya tengo rato con ustedes y tengo que reportarme a mi base, me van a andar buscando”. Por fin se bajaron, pero las muy cabronas no le querían pagar, no le querían dar su lana y ‘mira, mira, todavía de que andan robando y quieren culear con la lana, están pendejas…”, les dijo. Muy a güevo le dieron 250 pesos por el tiempo y las carreras. Después las vio en mitad de la calle haciéndole la parada a otro carro de alquiler que iba pasando.
A la mayoría de los ruleteros ya les había tocado subirlas y verlas pidiendo raite a carros particulares en los cruceros de la ciudad, o bolseando a los viejitos en el centro el día de pago de la pensión, mientras los distraían acariciándolos, abrazándolos, agarrándoles la masacuata a plena luz y a la vista de la gente que pasaba y nomás se quedaba mirando. Pa’ cuando acordaban los ancianos, los dueños de coches particulares y los taxistas, las morras éstas ya les habían hecho el dos de bastos con las carteras, el dinero y hasta las tarjetas de débito, “hábiles pa’ robar”. Pero en serio “carnal”, que ellos ni sabían ni las conocían, nunca las habían visto, de repente salían de las esquinas, les hacían la parada y ya estaban montadas en el carro y ellos pos… las subían como a cualquier pasaje. Eran tres, a veces cuatro y andaban vestidas con mallas, pantalones de mezclilla apretados, a veces pants, minifalda, short y blusas escotadas. Traían los pelos pintados de rubio o pelirrojo y la cara embadurnada de maquillaje. “Llévenos a Loma Linda”, ordenaban. Al rato la que iba adelante, la gorda de piel tostada, empezaba acá, a pichonear al chofer, a manosearle el garrote, “qué onda chiquito” y que la chingada, “¡ay la tienes bien grandota papito!”. “Ya ves que uno es medio chifladón”, y la morra todavía bajándose el pants, el short, abriéndose, enseñando “todo el asunto”, “mira chiquito no traigo nada. Préstame tu mano”, y ¡chingas!, “no, no traía calzones” y luego acá diciéndole a las de atrás “‘mira, mira, tiene la mano bien ...”.
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Una banda de mujeres ha puesto en alerta a los hombres de esta ciudad. Seducir para robar, es su modus operandi. Por Jesús Peña / Fotos: Luis Castrejón y cortesía Policía Municipal
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| Claro que ud. lo sabe
| Los menesteres del ocio
|| Por Miguel Agustín Perales
|| Por Alfredo García
■ a) 1805
la hizo reina de las flores ■ a) Aquilón ■ b) Noto
■ b) 1806
■ c) Céfiro
■ c) 1807
■ d) Austro.
■ d) 1808.
2.- Sor aqua (“La hermana agua”) es un poema de … ■ a) Amado Nervo ■ b) Salvador Díaz Mirón ■ c) Enrique González Martínez ■ d) Manuel Gutiérrez Nájera.
3.- El … de marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas decretó la expropiación petrolera.
6.- Dresde es una ciudad de … ■ a) Bélgica ■ b) Suiza ■ c) Suecia ■ d) Alemania.
7.- “La bohemia” es una ópera de … ■ a) Puccini
■ a) 15
■ b) Donizetti
■ b) 16
■ c) Rossini
■ c) 17
■ d) Verdi.
■ d) 18.
4.- “Manolín” era el nombre artístico del actor cómico Manuel … ■ a) Ochoa ■ b) Cortés ■ c) Palacios ■ d) Garrido.
8.- El … de marzo es el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. ■ a) 20 ■ b) 21 ■ c) 22 ■ d) 23.
5.- Cuenta Ovidio que el viento, enamorado de Flora,
Ars brevis, vita longa. “La vida es breve; el arte, largo; la ocasión, fugaz; la experiencia, engañosa; el juicio, difícil”: Hipócrates. Nuevos proverbios saltillenses. Por no hablar de más, callamos de más. Contra Hegel. “No me equivoco cuando afirmo que la así llamada filosofía de este Hegel es una colosal mistificación, que proveerá a la posteridad con una inagotable fuente de risas a costa de nuestra época, que es una pseudo-filosofía que paraliza la mente, asfixia todo pensamiento real, y, mediante el más inaceptable uso del lenguaje, pone en su lugar la cháchara más vacía, sin sentido, sin pensamiento, y, como ha sido confirmado por su éxito, la que mejor consigue adormecer a la inteligencia”: Arthur Schopenhauer. Unipolar. Según Anaxímenes, físico jonio, el cielo todo parece girar en torno a la Estrella Polar, aunque dicho astro no sea siempre el mismo a través de los siglos. Todo. “Lo más fuerte es la necesidad, porque domina todo. Lo más grande es el espacio, porque lo encierra todo. Lo más hermoso es el mundo, porque es obra de Dios. Lo más sabio es el tiempo, porque todo lo esclarece. Lo más veloz es el entendimiento, pues corre a través de todo. Todo está lleno de dioses”: Tales de Mileto. Fuego amigo. “Cuando la voz de un enemigo acusa, el silencio de un amigo condena”: Anaxágoras de Clazómene.” Es bueno saberlo. Adesquidex, en la lengua vasco-algonquina de Terranova, en Canadá, raro dialecto inventado al unísono por los balleneros cántabros que llegaban hasta allí detrás del cachalote, y las tribus autóctonas en el siglo XVI, significa amigo.
RESPUESTAS 1) b; 2) a; 3) d; 4) c; 5) c; 6) d; 7) a; 8) b.
superméndez
Semanario
El único superhéroe de Saltillo y la región (incluyendo Ramos) Por J. Latapí
VANGUARDIa Lunes 17 de Marzo de 2014
1.- Don Benito Juárez nació el 21 de marzo de …
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VIDEÓDROMO
La Gran Belleza
Semanario
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VANGUARDIa Lunes 17 de Marzo de 2014
Paolo Sorrentino 2013
Por Esteban Cárdenas
La ganadora del Oscar a la mejor película extranjera es una cinta con ambiciones enormes, una pieza de cine visualmente sorprendente que nos encanta con su belleza, a pesar de sus deficiencias. La Gran Belleza abre con una cita de Viaje al Fin de la Noche de Louis Ferdinand Celine, que lee: “Viajar es muy útil, hace trabajar la imaginación. El resto no son sino decepciones y fatigas. Nuestro viaje es completamente imaginario.” Desde el principio, Paolo Sorrentino nos aclara que lo que vamos a ver es un viaje parte ficción y parte sueño, un retrato en el que se tomará las liber-
Radar Por Esteban Cárdenas
escardenas@ vanguardia.com.mx
Uncle Tupelo No Depression (Legacy Edition) 1989
tades que quiera, para contarnos la historia sobre Jep Gambardella (Tony Servillo), un socialité romano que vive su crisis de los sesenta en un torbellino amigos, su ciudad y sus recuerdos. Gambardella se dedica básicamente a pasarla bien. Vive de noche, cómodamente escribiendo columnas culturales para el periódico local, ligándose a princesas, riéndose hasta que amanece y observando la belleza de su ciudad. La segunda escena es una fiesta enloquecida en donde conocemos a todos sus amigos, que celebran el cumpleaños número sesentaicinco de su anfitrión. Los días después de su fiesta, Jep pasa sus días paseando por la ciudad, recordando su primer amor y conviviendo con sus amigos, quienes pasan por situaciones emocionales similares.
Uncle Tupelo es de las primeras bandas de “alt country”, o música country alternativa, y No Depression, su primer disco, es considerado como el primero del género. El icónico álbum, que combina punk y country, hoy recibe un muy merecido relanzamiento remasterizado, que además incluye versiones del demo que les consiguió un contrato con la disquera. Qué bien ahí por el ejecutivo que decidió arriesgarse y firmarlos, por que sin ellos quizá nunca hubiera conocido el country que tanto me gusta. Específicamente, nunca lo hubiera conocido si no fuera por Jeff Tweedy, miembro fundador de la banda,
Es inevitable comparar la Gran Belleza al trabajo de grandes cineastas como Federico Felini y Roberto Rosselinni, en particular sus películas La Dolce Vitta (Felini, 1960) y Roma, Ciudad Abierta (Rosselini, 1944). Ambas capturaban esta enérgica ciudad en distintas etapas; Rosselini situó su historia en la postguerra, y Felini exploró el hedonismo romano en los sesentas con aquella obra maestra. La cinta de Sorrentino nos muestra el estado actual de la alta sociedad romana, viviendo en tiempos capitalistas, y con ella conocemos un estrato de la sociedad italiana entregado enteramente al hedonismo, a coleccionar arte ridículo, a emborracharse y a pasar tardes enteras bebiendo en terrazas. Jep, sin embargo, está harto de este mundo. Su primer amor acaba de
que después lanzó Wilco, con quienes conocí los sonidos del “americana” de Steve Earle y después todo el oro vaqueril de artistas de country rudo “de a deveras”, como Gram Parsons, Hank Williams, Waylon Jennings, Johnny Cash y demás músicos sureños norteamericanos que decoran ese paisaje desértico gringo de maromeras, sombreros vaqueros, metanfetamina y soledad. No Depression (sí está medio deprimente, la verdad) sigue sonando vigente -sobre todo la canción homónima-, y es un momento importante en la música alternativa gringa que vale la pena incorporar a su colección.
morir, y este incidente lo conmueve, poniéndolo a dudar sobre su profesión y el rumbo vida. Le insisten que escriba otra novela, pues no lo hace desde su exitoso debut cuando tenía veinte. El protagonista brinca de fiesta en fiesta sin mayor razón. No sabemos qué busca, ni siquiera él lo sabe, pero con gusto lo acompañamos. Las escenas del “viaje” de Jeb parecen inconexas y absurdas, pero todas son un dulce visual que se disfruta por que se disfruta. Parte tributo y parte sátira al cine italiano, La Gran Belleza, aunque a veces carece de drama, es tan visualmente poderosa que sus casi dos horas y media de duración se pasan rápido. Es una película lujosa, diseñada para disfrutarse a la ligera, como una de las múltiples copas de champagne que beben quienes la habitan.
Suena a… Drive By Truckers
Decoration Day 2000
Steve Earle Guitar Town 1986
My Morning Jacket At Dawn 2001
Seducen para robar
VANGUARDIA lunes 17 de Marzo de 2014 / No.416
Periodismo de investigaci贸n
www.semanariocoahuila.com