Paro. Es muy claro que las soluciones a los problemas del desarrollo rural en Colombia no están en un Ministerio de Agricultura. Hace rato que, discapacitado y confundido, el Estado colombiano, en el mejor de los casos, labra su política rural con asistencialismo social. Tiene bien fotografiadas y parcialmente estudiadas las causas estructurales del desastre, pero en lugar de atacarlas, las elude o las traslada al fiero mercado. Y el atraso, como en otros ámbitos, no es de 20 años, sino de 60. Hoy, atendiendo otro rezago, está empezando a generar una estructura vial que aspira ser eficiente, sin que sea claro para qué o quiénes. La respuesta no es obvia.
El único plan sin titubeo parece ser el de generar buena infraestructura y mantener precario el recurso humano. Servir la mesa para los 100 dueños del planeta. Una visión distante años luz de lo que se concibe actualmente como progreso. Innovaciones de la miseria más bien. Y no es así como podremos construir un post-acuerdo sereno, ni un ambiente para generar la paz en todos los territorios.
Debemos seguir soñando y abogando por un proceso completo, adecuado, y pacífico de restitución. Y pasar de las recurrentes e inocuas reformas “estructurales” a las instituciones de apoyo al sector agropecuario. De lo contrario la tendencia será una profundización, aunque sea más leve, de la migración rural-urbana, donde nuestros campesinos están abocados a ser integrantes de empresas de vigilancia privada o maestros de obra, piezas tristes de la única política de empleo sistemática desde hace décadas: la de la seguridad y la construcción de vivienda (que no de ciudad). Insostenibilidad e inviabilidad para las ciudades y para el campo.
Es siempre cinematográfica la justa protesta, pero en el fondo también muy mezquina: aumentar la oferta de fertilizantes, mantener un subsidio, o rebajar $5 el ACPM "salvará" un puñado de familias por algunos meses, no el agro, y menos aún el campo colombiano. Es enternecedora la imprevista y casi unánime solidaridad de palabra ante la causa de los campesinos, pero, por ejemplo, falta mucho para el día en que revoquemos un Alcalde o Presidente incompetente, como muchos de los que nos han gobernado. Somos como leña de rápida combustión. Algún día, espero, los colombianos daremos calor sin arder.
Jorge Vásquez Muñoz.