Del vino y del hachís Comparados como medios de multiplicación de la individualidad •••
Charles Baudelaire
Primera edición en francés: 1851 Primera edición en Verdehalago: 2008
Título original: Du Vin et de Haschisch, comparés comme moyenns de multiplication de l’individualité.
Diseño: Alfredo Herrera Patiño D.R. © 2008, René Palacios, por la traducción D.R. © 2008, Editorial Verdehalago S.A. de C.V. Alicante 104, col. Álamos, CP 03400, México, D.F. Teléfonos: 91.16.57.60 al 62 gnomos@verdehalago.com www.verdehalago.com ISBN: 978.968.9103.55.4
Del vino y del hachís Comparados como medios de multiplicación de la individualidad •••
Charles Baudelaire traducción de
René Palacios
I. El vino
Un reconocido hombre, que era al mismo tiempo un gran tonto —cualidades que van muy bien juntas según dicen, y que tendré más de una vez, sin duda, el doloroso placer de demostrar— tuvo la osadía, en un libro que discurre sobre la buena mesa (desde el punto de vista de la higiene y del placer), de escribir lo siguiente en el artículo VINO: “Se considera al patriarca Noé el inventor del vino; es un licor que se hace con el fruto de la vid”. ¿Y después? Después, nada. Eso es todo. Por más que hojeéis el ejemplar, lo volteéis en todos los sentidos, lo leáis en sentido contrario, al revés, de derecha a izquierda, y de izquierda a derecha, no encontraréis otra cosa sobre el vino en la Physiologie du goût del ilustrísimo y muy respetado Brillat-Savarin1: “El patriarca Noé…” y “es un licor…” Imaginemos a un habitante de la luna, o de cualquier planeta alejado, viajando por nuestro mundo, fatigado de sus largas escalas, que piensa en refrescarse el paladar y en recalentarse el estómago. Desea ponerse al corriente de los pla7
ceres y de las costumbres de nuestra tierra. Ha oído hablar vagamente de los deliciosos licores con los cuales los habitantes de esta esfera se proporcionaban valor y dicha a voluntad. Para estar más seguro de su elección, el habitante de la luna abre el oráculo del gusto, el célebre e infalible Brillat-Savarin, y encuetra en el artículo VINO esta información: “El patriarca Noé…” y “ese licor se hace…”. Es completamente digestivo, demasiado explicativo. Es imposible, después de haber leído esta frase, no tener una idea clara y precisa de todos los vinos, de sus diferentes cualidades, de sus inconvenientes, de su vigor producido en el estómago y en el cerebro. ¡Ah!, queridos amigos, no leaís nunca a Brillat-Savarin. Dios preserva de las lecturas inútiles a quienes ama: esta es la primera máxima de un librito de Lavater2, un filósofo que quiso a los hombres más que todos los magistrados del mundo antiguo y moderno. No se ha bautizado ningún pastel con el nombre de Lavater. Pero el recuerdo de ese hombre divino vivirá en la memoria de los cristianos aún cuando los buenos burgueses hayan olvidado el Brillat-Savarin, especie de bollo insípido cuyo menor defecto 8
consiste en servir de pretexto a una charlatanería de máximas tontamente pedantescas sacadas de su famosa obra maestra. Si una nueva edición de esta falsa obra maestra osa enfrentarse al buen sentido de la humanidad moderna, bebedores melancólicos, bebedores joviales, vosotros que buscáis en el vino olvidar o recordar y que, sin encotrarlo jamás a vuestra completa voluntad, no contempláis el cielo más que por debajo de la botella, bebedores olvidados y desconocidos, ¿compraríais un ejemplar de ese libro y restituiríais el bien por el mal, el beneficio por la indiferencia? Abro el Kreisleriana del divino Hoffmann y leo una curiosa recomendación. El músico consciente debe servirse del champán para componer una ópera cómica. Encontrará la alegría espumosa y ligera que reclama el género. La música religiosa solicita el vino del Rin o del Juraçon. Como en el fondo de la ideas profundas, existe una amargura embriagadora, pero la música heróica no puede pasar por alto el vino de Borgoña. Tiene el brío formal y el arrebato del patriotismo. Ciertamente esta descripción es mucho mejor y, además del sen9
timiento apasionado del bebedor, encuentro en ella una imparcialidad que hace gran honor a un alemán. Hoffmann había ideado un singular barómetro psicológico destinado a representarse las diferentes temperaturas y los fenómenos atmosféricos de su alma. Encontramos divisiones como las siguientes:“Ánimo ligeramente irónico, templado de indulgencia; ánimo de soledad con profunda satisfacción de mí mismo; jovialidad musical, entusiasmo musical, tempestad musical, jovialidad sarcástica insoportable a mí mismo, aspiración a salir de mi yo, objetividad excesiva, fusión de mi ser con la naturaleza”. Claro está que las divisiones del barómetro moral de Hoffmann estaban dispuestas según el orden generacional, como en los barómetros ordinarios. Me parece que existe entre ese barómetro psíquico y la explicación de las cualidades musicales de los vinos una fraternidad evidente. Hoffmann empezaba a ganar dinero cuando la muerte vino a buscarlo. La suerte le sonreía. Como nuestro gran y querido Balzac, fue solamente hacia el final de sus días que vió brillar la aurora boreal de sus más antiguas esperanzas. 10
En aquella ĂŠpoca, los editores, que se peleaban sus cuentos para sus almanaques, tenĂan la costumbre con el objetivo de quedar bien, de enviar junto con el dinero una caja de vinos de Francia.
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II Profundos goces del vino, ¿quién no os ha conocido? Cualquiera que haya tenido un remordimiento que sosegar, un recuerdo que evocar, un dolor que ahogar, un castillo que construir en España, os han invocado, dios misterioso oculto en las fibras de la viña. ¡Qué grandes son los espectáculos del vino iluminados por el sol interior! ¡Qué verídica y ardiente es esa segunda juventud que extrae el hombre de él! Pero cuán temibles son también sus voluptuosidades fulminantes y sus irritantes encantos.Y sin embargo, decid, con vuestra alma y conciencia, jueces, legisladores, hombres de mundo, vosotros que la dicha os vuelve suaves, a quienes la suerte fácilmente vuelve virtuosos y sanos, decid, ¿quién de vosotros tendrá el valor despiadado de condenar al hombre que bebe genio? Por otro lado, el vino no es siempre ese terrible luchador seguro de su victoria y que ha jurado mostrarse sin piedad y sin misericordia. El vino es semejante al hombre: nunca se ha de saber hasta qué punto es posible estimarlo o despreciarlo, amarlo u odiarlo, y de cuántas 13
acciones excelsas o monstruosas fechorías es capaz. Así pues, no seamos más crueles con él que con nosotros mismos y tratémosle como un igual. A veces me parece que oigo al vino decir (habla con su alma, con esa voz de las almas que sólo es escuchada por los espíritus): “Hombre, mi bien amado, a pesar de mi prisión de vidrio y de mis cerrojos de corcho, quiero hacer crecer hacia tí un canto lleno de fraternidad, un canto lleno de júbilo, luz y esperanza. No he de ser ingrato; sé que te debo la vida. Conozco el precio de tu trabajo y del sol sobre tus espaldas. Me has dado la vida, te recompensaré.Te pagaré mi deuda suficientemente, pues siento una dicha extraordinaria cuando caigo en el fondo de una garganta sedienta por el trabajo. El pecho de un hombre decente es una estancia de mayor agrado que esas cavas melancólicas e insensibles. Es una tumba alegre donde, entusiasmado, cumplo con mi destino. Causo un trastorno en el estómago del trabajador, y de ahí, por unas invisibles escaleras, asciendo a su cerebro, donde ejecuto mi danza suprema. “¿Oyes agitar y resonar en mí los poderosos refranes de tiempos antiguos, los cantos del amor 14
y de la gloria? Soy el alma de la patria, mitad caballero, mitad militar. Soy la esperanza de los domingos. El trabajo hace los días prósperos; el vino hace alegres los domingos. En familia, los codos sobre la mesa y la camisa remangada, me glorificarás orgullosamente y estarás realmente complacido. “Encenderé los ojos de tu acabada esposa, la vieja compañera de tus pesares cotidianos y de tus más antiguas esperanzas. Enterneceré su mirada y depositaré en el fondo de sus pupilas el destello de la juventud.Y tu paliducho queridito, ese pobre borrico atado a la misma fatiga que el caballo de tiro, le devolveré los hermosos colores de su cuna y seré para ese nuevo atleta de la vida el aceite que fortalecía los músculos de los antiguos luchadores. “Me derramaré en el fondo de tu garganta como una ambrosía vegetal. Seré la semilla que fertiliza las arrugas cavadas dolorosamente. Nuestra íntima unión inventará la poesía.Ambos seremos un dios, y revolotearemos hacia el infinito, como los pájaros, las mariposas, los hijos de la Virgen, los perfumes y todos los seres alados.” 15
Esto es lo que canta el vino con su misterioso lenguaje. ¡Desgracia a aquél cuyo corazón egoísta y cerrado a los dolores de sus hermanos no haya oído este canto! A menudo pienso que si hoy Jesucristo compareciese en el banco de los acusados, no faltaría algún procurador que demostrase que su caso era agravado por la reincidencia. En cuanto al vino, reincide todos los días. Todos los días repite sus beneficios. Eso explica sin duda el ensañamiento de los moralistas con él. Cuando hablo de moralistas me refiero a fariseos seudomoralistas. Pero he aquí otro asunto, descendamos un poco más. Contemplemos uno de esos seres viviendo, por así decirlo, de las deyecciones de las grandes ciudades —pues hay oficios singulares, el número es immenso—. Algunas veces, aterrado, había pensado que existían oficios que no admitían ninguna dicha, oficios sin bienestar, cansancios sin alivio, dolores sin compensaciones. Me equivocaba. Veamos a un hombre encargado de recoger todos los desechos de una jornada de la capital. Todo lo que la gran urbe ha desechado, todo lo que ha perdido, todo lo 16