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MACAO, EL RASTRO DE
Macao
El rastro de Portugal en Asia
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Hasta 1999, la región administrativa especial de Macao –en China– estuvo controlada por Portugal, luego de haber sido colonizada 442 años atrás. Hoy es una de las zonas más ricas del planeta, a pesar de pertenecer a uno de los países más estrictos del mundo. Y es que este lugar, definitivamente, es punto y aparte de todo.
Muy cerca de Hong Kong, al sur de China, se encuentra el paraíso con el que cualquier ludópata soñaría. Macao es un destino que ha destronado a Las Vegas, en los Estados Unidos, o Montecarlo, en Mónaco, al poseer la mayor cantidad de casinos. Esto ha permitido que el lujo se desborde por sus calles y que se convierta en uno de los lugares asiáticos con un índice de desarrollo humano muy alto. Los chinos dicen que donde cae mucha agua, cae mucho dinero. Y si este dicho se convirtiera en regla, cobraría todo el sentido por estas latitudes, ya que es además una de las zonas que más sufre por los tifones.
Más allá de las apuestas y las tormentas, este sitio resulta fascinante por donde se le mire. Sus apretados callejones se enredan a través de la ciudad y en ellos la gente hace vida. Todavía llevan los nombres con los que los portugueses les bautizaron, manteniendo casi intacta la esencia colonial que el gran imperio ibérico les legó cuando se instaló en 1556. Y aunque también hay futuristas rascacielos –prueba irrefutable de que la modernidad llegó para quedarse–, son los pequeños recovecos erguidos hace cientos de años los que le dieron la categoría de Patrimonio de la Humanidad. Así, construcciones como la Casa de la Misericordia y la Farmacia Popular –el primer hospital que los lusitanos construyeron para la gente humilde y la primera farmacia de medicina alópata en China, respectivamente–, la Plaza del Senado y la iglesia de Santo Domingo, son símbolos de cómo occidente y oriente se unieron en un abrazo eterno.
Pero sin duda alguna, el símbolo por excelencia de la metrópoli más densamente poblada del mundo, son las ruinas de la Catedral de San Pablo, mismas que se reducen a una fachada que se mantiene en pie, luego de que en 1835 el templo fuera arrasado por un incendio. Cabe mencionar que este es el único ejemplo de arquitectura barroca en todo el gigante asiático.
Antes de viajar a Macao:
1. Necesitas un visado para entrar a la región. Puedes tramitarlo en la embajada o consulado de China.
2. Debes saber que China prohíbe los casinos, pero aquí se permiten y de hecho son parte esencial de la economía.
3. La moneda local es la pataca y equivale, en promedio, a dos pesos mexicanos con 35 centavos.
La Catedral de San Pablo en realidad nunca fue catedral. Las ruinas que hoy llevan ese nombre, pertenecen a la iglesia Madre de Dios.
Los macaenses, al igual que los chinos en general, son muy supersticiosos, por lo que los templos tradicionales –aún en medio de las ajetreadas calles– abundan. De hecho, uno de los aromas que caracteriza a Macao es el del incienso, mismo que se quema en casi todos lados, con el fin de alejar
El Grand Lisboa Casino es el más icónico de los rascacielos que componen el skyline macaense, por emular uno de los símbolos tradicionales: la flor de loto.
la mala energía y proteger a las personas. Y si todo ello no te resulta extraño, espera a subir el ascensor de algún rascacielos o edificio, pues no encontrarás piso alguno con cuatro –es decir, 4, 14, 24, etcétera– ya que éste es el número asociado con la mala fortuna y la muerte.
Aquí el cantonés domina pero al portugués se le respeta, y aunque poco tiene que ver con la China continental, la pequeña península también se aferra a las antiguas creencias, por lo que dragones y templos de color rojo vivo, forman parte del escenario que se disfruta a través de Taipa y Coloane, dos islas que conforman el área metropolitana y donde podrás encontrar espacios naturales que contrastan con el ajetreado movimiento de los casinos y donde incluso hallarás un santuario dedicado al animal nacional: el panda.
Tierra de playas con arena negra, de personas longevas, creencias ibéricas y sabores cantoneses. Bienvenido a una de las aventuras más edificantes que podrás vivir en todo el continente asiático, donde el verdor se resiste a ceder al asfalto y el concreto se eleva por los cielos, imponiéndose a la voluntad de los bravos mares del Pacífico.