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No 08
ALEX KUROPATWA
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VIDA DE VIVOS
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EL CIELO MÁS DIFICIL K.
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CRONISTA VISUAL SUTILÍSIMO DE LA DECADENCIA NACIONAL A TRAVÉS DE SUS BELLEZONES DE COUNTRY Y SUS ESCRACHOS ENJOYADOS
Yo no conocí al Kuropatwa que bailaba en Experiment hasta la madrugada, conseguía novios en las villas miseria y era malísimo aunque nadie pudiera dar evidencias de este defecto que forma parte del arte de la injuria gay. Eran un nombre y apellido que sonaban en los ochenta bright que intentaban devolverle al arte el principio de placer en medio de la emergencia de los derechos humanos como look y del mensaje como marketing. Cronista visual sutilísimo de la decadencia nacional a través de sus bellezones de country y sus escrachos enjoyados, falso profesional del fashion que gozaba dando la apariencia de tapa de Vogue a retratos donde siempre un detalle minúsculo funcionaba como una confesión mayúscula —una prótesis, un pelo encarnado, el colágeno corrido, la garra de un dinosaurio—, fue uno de esos diez que Manucho juzgaba necesarios ǡ ǡ ϐ Ǥ También uno de los primeros conocidos en testimoniar ante los medios de comunicación, en clave autobiográϐ ǡ ǡ en una oportunidad fue clave de su experiencia estética: en 1996, Kuropatwa presentó en su muestra Cocktail “retratos” de blisters, cápsulas y pastillas de los nuevos medicamentos para el sida. Roberto Jacoby notó desde À ϐ ciosas de un tesoro que se desborda. Eran los documentos de quien dice: Tengo. Como si Kuropatwa fuera el zar
± tapa estaba el mapa detallado de su lugar de veraneo en el Mar Negro, con sus montañas de oro texturizado y sus carreteras de rubíes, donde la línea del ferrocarril ϐ Ó ϐ Ǥ Cuando me hablaban de él, siempre me lo imaginaba como una suerte de Truman Capote traducido al idisch. Autorreferencial, egoísta, rico eran adjetivos que no me tentaban. “Bueno, basta de hablar yo. Roberto, ¿qué pensás de mí?”, evocaba Roberto Jacoby en el catálogo de Cocktail para retratar con una anécdota el narcisismo del fotógrafo. De lejos, yo le tenía miedo. De cerca, en charlas ocasionales muy consciente de que yo trabajaba en un medio, me habla como si el se estuviera grabando
—Yo estaba en Punta del Este veraneando solo con mis
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05 En el año 2000 era ya un hombre delgado y sosegado que, mientras hablaba, aferraba con paciencia el vaso ancho y de tiro corto de agua con gas, lejos de las copas con cuello de cisne de donde, en otros tiempos, abrevaba largamente champagne. Acababa de descolgar en el Centro Cultural Ricardo Rojas su muestra Familia, ϐÀ reportaje que yo misma le hice en el suplemento “Radar” de Página/12.
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Ȅ Ǥ ǡ ǡ Ǥ así. Se parece un poco a Cecilia Roth pero si lo repetís, te mato. Bruce Willis siempre. Desde Duro de matar. Ǭ Nueve reinas? Es un asco. ¿Cómo pudo haber dos tránsfugas con los mismos ojos?: Darín con la barba negra y ojos celestes y el Pauls rubio, también con ojos celestes. ¿No pudieron cuidar un poco la barba y hacerla castaño claro? Para que no choque tanto con los ojos. Lo único que rescaté de esa película es que no gritan. Antipol-ka. Cuando se me encargó el catálogo de Mi amor —me chismearon—, lo hizo porque no había conseguido a otro artista a quien le pareció excesivo seguir escribiendo sobre él, como lo había hecho tantas veces. Entonces era gordito, bebedor y —según Fernando Noy—, cuando À ï À ϐ ǡ biosamente hetero, casi un violador, un capo cómico del teatro de revistas. Lo vi en alguna de esas ocasiones, por ejemplo persiguiendo a Silvina Chediek. Me pareció que actuaba. Y si años atrás, metido en un pijama de seda, una mano agarrada de la de cada amigo visitante, se tiraba en la cama con aire de niño rico que tiene dinero, mientras obligaba a compartir la oración “Ahora que me estoy yendo a dormir/ le pido a Dios que cuide mi alma/ y si muero antes de despertar/ le pido al Señor que se la lleve”, era porque se había convertido en tema de rock, aunque entonces, más que nunca antes del cóctel —no el de la muestra—, ϐ Ǥ
padres y Guillermo Kuitca también estaba solo con los ± ǡ ϐ Ǥ iba a seguir después de Cocktail. Un día lo llamé a Guillermo y le dije: Dz ǡ ϔ Suller”. Le conté cómo haría esos pechos, ese maquillaje, esa boca, todo el show que hay detrás de esa mujer. Guille lo pensó y me contestó: DzǬ ± ϔ a Pata Villanueva que es más dramática y no es tan ignorante?”. Me lo tomé al pie de la letra. —¿Pero qué tenías en la cabeza? —Una familia. Pensé en cómo titular la muestra: ¿“Villa Nueva”?, ¿“Villanueva”?, ¿“La familia Tarantini”? Con cierta gente se creó un estado de paranoia. Yo iba a caer en cana porque Cóppola se iba a meter con el tema. Casi Ǥ À pasear por el parque con una amiga psicoanalista que sabe mucho de lingüística. Ella me dijo: “Haceme caso. No pongas ‘Familia argentina’ ni ‘Familia tipo’ o algo por el estilo. Poné simplemente ‘Familia’”. —¿Pero qué querías exactamente? —Reivindicar esa imagen. Porque La Pata es una señora. ¿Qué hizo de malo? Una vez estuvimos juntos en ϐ Ǥ ± ï Sheraton nos dijeron que había cóctel. Una atorrantada: comida y rifas. Pata me dijo: “Ale, tenemos que ir. No preguntes por qué”. Me dejé llevar. Cuando estábamos comiendo los canapecitos, bebiendo las copitas de champagne (yo, por supuesto, mi juguito), ella dijo de pronto: “Bueno... ¡A trabajar!”. Se acomodó todo, hizo una expre × ǩǩǩ ǨǨǨ do una varita mágica, todos los fotógrafos la rodearon. Eso me pareció maravilloso: era un trabajo. Por eso la respeto. Ahora vos en la muestra, ¿qué ves? —Una familia conocida, obviamente. Pero la foto del Conejo y Bernardita está erotizada. Parece la de dos amantes. Y la de Pata contando australes sucios y viejos, agarrándolos como si fueran cartas de tarot, como si es ǤǤǤ ϐ ǡ ϐ Ǥ Ȅ ± × ϐÀ ǣ familia el hijo puede ser el padre; el padre puede ser el hijo; los padres, hermanos. Y a Pata se le llenaron los ojos
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para la posteridad de su parloteo de hombre de mundo.
de lagrimas. Y a mĂ me emocionĂł que se emocionara. CĂłmo me emociona esa foto en la que ella estĂĄ divirtiĂŠndose con su Rolex, con su cartera de Gucci, la plata. —¿QuĂŠ es una seĂąora? —¿Por quĂŠ? ÂżLa Pata no es una? Una seĂąora es alguien que, aunque no viva allĂ, sigue teniendo la presencia de Arenales y Talcahuano. —¿A ver? ÂżEn quĂŠ se nota eso? —Pilcha, camisa de seda. El dĂa que vino a mi estudio llevaba eso, sombrero de cowboy acompaĂąando a un habano apagado en la boca. —¿Y cĂłmo se mostrarĂa la hilacha de haber perdido esa huella? —¿CĂłmo? ÂżElla la perdiĂł? —No dije eso. Tomemos otros ejemplos, ÂżBemberg era una seĂąora? —¿MarĂa Luisa? Pero MarĂa Luisa no era Arenales y Talcahuano. ÂĄEra la cervecerĂa QuilmesǨ Quilmes-ParĂs-Londres-New York-Buenos Aires, como una colecciĂłn. A mĂ la mujer Arenales y Talcahuano me quedĂł de cuando iba a los grupos de AA en la iglesia del Socorro. Estaban todas vestidas iguales. Pollerita beige o marrĂłn, saquito azul, medias, zapatitos escotados, taquito discreto. Č„ÇŠ Š‹‰Â?‘Â?Ǩ Č„ÇŠ Š‹‰Â?‘Â? › …‘Â?–‡Â?…‹×Â?Ǩ ‡•‘• ‰”ƒÂ?†‡• ’‡‹Â?Ġԥ “—‡ sĂłlo pueden estar en alguna pelĂcula de Doris Day. Y en esos boliches de once de la maĂąana que hay por Carlos Pellegrini. Pero ĂŠsa es la mujer Arenales y Talcahuano, alcohĂłlica. Me sale una imagen: una vez yo estaba en uno de esos bares de once de la maĂąana, inglĂŠs, todo de madera, cerca del consulado brasileĂąo. En una de las mesitas habĂa dos viejas chic. TendrĂan mĂĄs de setenta aĂąos. De pronto una le dijo al mozo: â€œÂĄMozo, otroǨdzǤ Yo pensĂŠ en otro vaso de agua mineral sin gas, otro de granadina. Pero no, era otro Negroni. Ellas estaban chu’ƒÂ?†‘ ÂƒÂŽÂŽĂ€ › ’‡”•‘Â?‹Ď?‹…ƒÂ?†‘ ƒŽ „ƒ””‹‘ ‡Â? —Â?ƒ •‘Žƒ Â…Â‘Â•ÂƒÇŁ la falta de respeto. Pero esto es muy complicado, Mary. —Tratemos. —Bueno, un poquito. Quiero decir que no les importaba nada. Porque suelen ser muy soberbias. Cuando sos alcohĂłlico , estĂĄs todo el dĂa en un Jumbo. Pero Pata no es soberbia. Tiene el glam. Es Arenales y Talcahuano aunque
˜‹˜ƒ ‡Â? ‡Ž‰”ƒÂ?‘Ǥ ƒ…‡ Ž‘ “—‡ “—‹‡”‡Ǥ ‘ †ƒ Â’Â‡ÂŽÂ‘Â–ÂƒÇĄ Žƒ †ƒ cuando ella tiene ganas. Y habiendo sido lo que ella fue. Y eso es genial. —¿No se siente juzgada? ÂżNo es una arrepentida como el juez Ramos que pidiĂł perdĂłn despuĂŠs que lo encontraron en un hotel alojamiento? —Yo no la conozco. Trabajo con ella. Y al Rojas le vino „‹‡Â? …‘Â?‘…‡” ƒ ‘–”‘ –‹’‘ †‡ ‰‡Â?–‡Ǥ Â?…Ž—•‘ ƒ Žƒ †‡Ž ’”‘grama “Indiscrecionesâ€? que trajo Pata. —¿QuĂŠ le vino bien a Pata del Rojas? —¿A Pata? Nada. Si fuera ZurbarĂĄn y le explicaran que es ZurbarĂĄn, serĂa otra cosa. Ni siquiera sabĂa dĂłnde quedaba el Rojas. Primero me dijo: “SĂ, claro que sĂŠ dĂłnde estĂĄâ€?. Y poco antes de la inauguraciĂłn me llamĂł por telĂŠfono y me dijo: â€œÂĄAy, me olvidĂŠ!â€?. Le dije: “Pata, queda entre Ayacucho y JunĂn, muy cerca de mi estudio de la calle Riva- davia, Âżte ubicĂĄs?â€?. “Ah, sĂ, mĂĄs o menos.â€? ƒ› ‰‡Â?–‡ Dzϔ‹Â?ÂƒÇł que llama a esa zona “Cubaâ€?. La Pata no debe ir por ahĂ. Ni por ahĂ ni por el San MartĂn ni el Museo Nacional. Lo que Pata conoce es cĂłctel. Y ahora me doy cuenta de que con esta muestra conectĂŠ el Cocktail anterior con ella que es el cĂłctel. —¿QuĂŠ es Ç˛ÂŽÂƒ ϔ‹Â?Â—Â”ÂƒÇł? —Te la puedo dar con nombre y apellido: MarilĂş Marini. La encontrĂŠ hace poco en un cumpleaĂąos y hacĂa mucho que no la veĂa. Una moza se le acercĂł y le dijo: â€œÂżQuiere un calentito?â€?. Y ella contestĂł como Catita: “No, chasgraciasâ€?. Y despuĂŠs siguiĂł hablando como CĂĄndida, DoĂąa Pola, La NiĂąa Jovita, El Mingo, todos los personajes de NinĂ Marshall que habĂa hecho en el teatro. Y adentro †‡ —Â? ˜‡•–‹†‘ †‡ –‡”…‹‘’‡Ž‘ …‘Â? —Â?ƒ •‘„”‡ Žƒ ’‡Ž˜‹• › metros de tafeta dorada, una cartera de cocodrilo minĂşscula, un cigarrillo en la boca, los ojos pintados y el pelo rojo con gomina y muy corto. ÂĄY unas clavĂculas Â?ƒ”ƒ˜‹ŽŽ‘•ƒ•Ǩ •‘ ‡• Ď?‹Â?‘Ǥ Č„ ƒ Ď?‹Â?Â—Â”ÂƒÇĄ Ǐ‡• †‡ …—Â?ÂƒÇŤ —¿QuĂŠ cuna tiene MarilĂş? ÂżEl Di Tella? Č„ ‘• †‹Œ‹•–‡ —Â?ƒ ˜‡œ “—‡ ‹”–Šƒ ‡‰”ƒÂ?† ‡”ƒ Ď?‹Â?ƒǤ Č„ •–ž• Ž‘…ƒǤ • Â”Â‡ÇŚÂ…ÂƒÂ…ÂŠÂ‹Â˜ÂƒÂ…ÂŠÂƒÇ¤ ‹Â?‰—Â?ƒ ƒ…–”‹œ †‡ ‡• Ď?‹Â?ƒǤ ÇŠ Ԡĥ ˜‡•–‹†ƒ• ’‘” ÂŠÂ‘Â…Â‘ÂŽÂƒÂ–Â‡ÇĄ ‹–ƒÂ?‹Â?ƒ ‘ Â?†‘”Ď?‹Â?ƒǨ —¿Otras cachivachas? —Chiche. Chiche es cachivacha number one. Al programa
de Susana GimĂŠnez se fue con una corte para que la produjeran. Quiere ser lo que no es y no le sale. No le sale ni Evita, ni una maestra, ni el look provincia, es totalmente Capital. Y asĂ le fue. Graciela en cambio me encanta. Es una seĂąora. Yo la vi cuando estaba en Nueva York paseando por las grandes tiendas. TenĂa puestas dos orejeras. Y Mascetti en la televisiĂłn decĂa: â€œÂżNo le habrĂĄn puesto un micrĂłfono adentro?â€?. Y ella estaba ahĂ mirando todo ese consumo. Divina. QuiĂŠn sabe quĂŠ pensarĂa. Otra que es Ď?‹Â?ƒ ‡• ‡”…‡†‡• ‘„‹”‘•ƒ “—‡ ›ƒ ‡• —Â?ƒ Â•Â‡Ă“Â‘Â”Âƒ ˆ”ƒÂ?…‡sa. Y mi amiga Variette, a quien conocĂ en Nueva York sin una gota de maquillaje y pelo champĂş-toalla. Pero que cuando se pone una campera de cuero negro tiene una ’”‡•‡Â?…‹ƒ “—‡ǤǤǤ ‘Â? ‡•‘• ‘Œ‘• ˜‡”†‡ ƒ‰—ƒ › ‡•ƒ „‘…ƒ Ď?‹Â?ƒǤ ‘”“—‡ Žƒ• „‘…ƒ• Ď?‹Â?ĥ •‘Â? Â?ž• ’‡”˜‡”•ƒ•Ǥ —¿Por quĂŠ la gente Dzϔ‹Â?ÂƒÇł a menudo tiene boca de caballo? Pienso en Sara Gallardo, en las Robirosa. TambiĂŠn en MarĂa Luisa Bemberg cuando era joven. —Eso es porque todos son de la misma familia, los Al˜‡ƒ”Ǥ ‘• Š‹Œ‘• †‡ ‘•‡Ď?‹Â?ƒ ‘„‹”‘•ƒ •‘Â? ‡“—‹Â?‘• –‘–ƒŽ‡•Ǥ Un hijo de MarĂa Luisa estĂĄ casado con una Miguens y ‹‰—‡Â?• ‡•–ƒ„ƒ …ƒ•ƒ†‘ …‘Â? ‘•‡Ď?‹Â?ƒ ‘„‹”‘•ƒǤ –—˜‹‡”‘Â? esos hijos a los que sĂłlo les falta el bozal. —¿Y de los boys cuĂĄles te interesan? —Arnold, como fantasĂa, claro. —¿Un cyborg, un tipo blindado? —Por eso. Es el hombre imposible. Un saco de anabĂłlicos. Que alguien se proponga como una barrera te provoca perversiĂłn, una perversiĂłn pequeĂąa, no una grande. Y Bruce, ya te dije, en El quinto elemento: un duro de matar en el futuro con ropa de Gautier. —¿DiferenciĂĄs lo que te gusta como modelo, lo que deseĂĄs y lo que te interesa intelectualmente? Č„ÇŠ ›ǥ “—¹ †‹˜‹Â?ƒǨ ÇŹ Ă—Â?‘ Â?‘ ˜‘› ƒ †‹•…”‹Â?‹Â?ÂƒÂ”ÇŤ Č„ÇŹ —¹ ‹†‡Â?–‹Ď?Â‹Â…ÂƒÂ…Â‹Ă—Â? –‡Â?¹• …‘Â? ÂƒÂ–ÂƒÇŤ —La noche. Una vez me hicieron un reportaje por Radio ƒŽ‡”Â?‘Ǥ ‘ Â†Â‹ÂŒÂ‡ÇŁ â€œÂżPor favor, Âżme pueden poner la mĂşsica de Discothè- que por U2?â€?. Y me la pusieron, asĂ que me quedĂŠ re-contento. Entonces empecĂŠ a hablar de Pata. Es Ăşnica. ÂĄPorque mirĂĄ que robarse un par de guantes en ÂƒÂ”Â”Â‘Â†ÇŻÂ• •‹‡Â?†‘ Â?‹ŽŽ‘Â?ƒ”‹ƒǨǤǤǤ ÇŠ …‘Â? ‡•ƒ Â?ƒ–—”ƒŽ‹†ƒ†Ǩ ‘ Ž‡ hice una foto jugando con unos guantes, la hice para mĂ.
—¿Planes? —Graciela. —¿Lo sabe? —Quiero que lo lea en Radar. El aùo que viene quiero Alianza toda. En mi muestra de retratos Sonrisas, puse en el catålogo la foto de una mujer arrugada con viento, pelo largo y blanco, mostrando una vejez digna. A mà las arrugas de Graciela me parecen muy bellas porque lo que ella tiene es dignidad visual. Pero quiero cambiarle un poco el look. Arreglarle el peinado y ponerle zapatos para que luzca las piernas que son divinas. Muy bien torneadas. No como las de la Chiche que es medio macetita. Como las de Mirtha. Mirtha que es toda una silicona que si le prendÊs un fósforo se volatiliza.
Y Kuropatwa adoptaba el aire del prĂncipe solitario y daĂąino de PrĂncipe y mendigo, pero que podĂa convertirse con sĂłlo un poco de complicidad y luego de chapalear un poco en el barro. Orgulloso de vivir “sobrioâ€?, conser˜ƒ„ƒ Žƒ ‹Â?‘…‡Â?…‹ƒ …‘Â? “—‡ ƒ•’‹”ƒ„ƒ ƒ ’ƒ•ƒ” †‡ ƒ–ƒ ‹ŽŽƒÂ?—‡˜ƒ ƒ ”ƒ…‹‡Žƒ ‡”Â?žÂ?†‡œ Â‡Â‹ÂŒÂ‹Â†Â‡ÇĄ •‹Â? •ƒ„‡” “—‡ •—• fotos decĂan mĂĄs de lo que ĂŠl querĂa pero menos de lo que hiciera correr el peligro de perder el pedigree †‡ Žƒ Ď?‹Â?—”ƒǤ ParecĂa un niĂąo malo jubilado pero, ÂżcĂłmo saberlo? “Con H de homosexual o de hijo de putaâ€?, susurraba en el telĂŠfono un aĂąo mĂĄs tarde para indicar la direcciĂłn de su departamento en la calle SeguĂ. Y ĂŠsa fue toda la ironĂa que se permitiĂł desplegar, en un tiempo en que se habĂa vuelto menos barroco y se jactaba —nada menos que ĂŠl— de ser fĂłbico y de renunciar ante la sola menciĂłn de la posibilidad de exponer en el shopping Abasto, donde temĂa hasta que le lanzaran un poco de perfume. Pocos, pero los que importaban, empezaban a decir “—‡ ‡”ƒ —Â? …Žž•‹…‘Ǥ Â?˜‹–ƒ†‘ ƒ Žƒ ‹‡Â?ƒŽ Â?–‡”Â?ƒ…‹‘Â?ƒŽ de Arte de Buenos Aires que se inauguraba el 6 de diciembre en el Museo de Arte Moderno, mostrĂł una ambientaciĂłn bajo el nombre Yocasta. —ƒ–”‘ ˆ‘–‘‰”ƒĎ?Ă€ÂƒÂ• donde el peinado del personaje equivale a la corona de un imperio, menos por su importancia simbolizada en el postizo que por el uso narrativo del color y de los dibujos espontĂĄneos del cabello.
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KUROPATWA ADOPTABA EL AIRE DEL PRĂ?NCIPE SOLITARIO Y DAĂ‘INO DE PRĂ?NCIPE Y MENDIGO, PERO QUE PODĂ?A CONVERTIRSE CON SĂ“LO UN POCO DE COMPLICIDAD Y LUEGO DE CHAPALEAR UN POCO EN EL BARRO.
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—SĂłlo un bruto verĂa acĂĄ sĂłlo un peinado —amenazaba Kuropatwa. Â? ”‡ƒŽ‹†ƒ† •‡ Â˜Â‡Ă€Âƒ —Â?ƒ •‡”’‹‡Â?–‡ǥ Ď?Ž‘”‡• ”‘Œƒ• …‘Â?‘ una profecĂa, el ceĂąo pasional, operĂstico de la modelo. —La palabra es dignidad. —¿CĂłmo apareciĂł Yocasta? —Yocasta fue lo Ăşltimo que me apareciĂł. Porque primero apareciĂł Alejandro Romay golpeando la puerta de una vecina con una monedita. Tac, tac, tac. Tres veces. Porque todo se hizo en una cuadra, ĂŠsta. ÂżQuĂŠ hacĂa el œƒ” ‡Â? ‡•ƒ Â…ÂƒÂ•Â‹Â–ÂƒÇŤ ÇŹ —¹ ’ƒ•ƒ„ƒ ÂƒÂŠĂ€ÇŤ —‹ › ÂƒÂ˜Â‡Â”Â‹Â‰Ă˛ÂąÇ¤ ‡ encontrĂŠ con una peluquera de Canal 9 de los aĂąos setenta (Romay irĂa por los bisoùÊ, quĂŠ sĂŠ yo). Entonces con Leti empezamos a hablar de peinados. Yo le cantĂŠ, porque no me acordaba del nombre de la cantante, “TĂş eres para mĂ...â€?. â€œÂĄAy, Violeta!â€?, me dijo enseguida. â€œÂżLa peinaste?â€? “Hace millones de aĂąos.â€? A la mujer hace mucho que la tengo en la cabeza. Ahora la quiero linda, escultural, Â?Â‹Â–Â‘ÂŽĂ—Â‰Â‹Â…ÂƒÇ¤ Â?–‘Â?…‡•ǥ ÇŠ ‘…ƒ•–ƒǨ ‘ ’”‡‰—Â?–‘ †×Â?†‡ ’—‡do conseguir postizos porque en la casa de pelucas son Â?—› …ƒ”‘• › ‡Ž‹•ƒ (Pinto) me dice: “AndĂĄ a Pozzi que hay convocatoria. EstĂĄn liquidando todoâ€?. ÇŠ Â? …ƒ”ƒŒ‘Ǩ Â? postizo de kanecalon, 120 pesos. Y las Bo Derek valen 15 pesos cada una. Claro que con un par de Bo Derek hacĂŠs algo. Yo fui diseĂąando el peinado como si fuese una escultura. Y posĂł Bibiana, una seĂąora que habĂa trabajado en mi casa y a la que yo siempre le veĂa el pelo a la maĂąana, a la tarde, a la noche, siempre con brillo.
Â?’”‡•‹‘Â?ƒÂ?–‡Ǥ ÇŠ •ƒ Â?Â—Â…ÂƒÇĄ …‘Â? ƒ’‡Â?ĥ —Â?ƒ ’‡‹Â?Â‡Â–ÂƒÇĄ —Â?ƒ Š‡„‹ŽŽƒǨ —‡”–‡Ǥ ƒ ŽŽ‡˜‘ ƒ ‡•–ƒ Â?—Œ‡” ’ƒ”ƒ‰—ƒ›ƒ ƒ ‹Â?‘ǤǤǤ y la colorista se enloquece con ese pelo y abre el catĂĄlogo y se pone a jugar con la paleta de colores como si ˆ—‡”ƒ ‡Â?„”ƒÂ?†–Ǥ ÂƒÂ„Ă€Âƒ “—‡ „—•…ƒ” ‡šƒ…–‘ ‡Ž …‘Ž‘” †‡ ella que agarrara con el Ăłxido el original. O sea que lo que aprendĂ de peluquerĂa fue brutal. ÂżPara hacerte un rubio ceniza sabĂŠs lo que hay que hacer? Preguntame. —(...) —Primero ser vieja, porque las canas son plateadas. DespuĂŠs decolorarte completamente. Y despuĂŠs ponerte encima el plateado que da mucho brillo. Para mĂ fue raro: un chico gay en la peluquerĂa. Y despuĂŠs hinchĂĄndole las bolas a la psicoanalista con Yocasta. Porque, como
yo a “Odol pregunta” no me lo perdía, sabía todo de mitología griega. Que había un estilo de Edipo Rey, pero no quién era Yocasta. Ni siquiera vi la película de Pasolini. ȄǬ ǫ Ȅ × de Benavídez. Ella estaba contenta porque se fue con ese pelo en el 53. Yo le mandé decir al marido que no se pusiera celoso, pero se puso celoso igual. La hermana también se puso celosa. Y le duró el peinado una semana entera. Yo la comparo en gorda con la mamá de la Mujer Maravilla. Con su bata y su avión de cristal. —¿Le contaste la historia de Yocasta? —¿Para qué? Ella está ilegal, corazón. —¿Dónde fue la sesión? —En mi estudio. De la peluquería, taxi, pañuelo, ventanas cerradas, como una señora. Loca, ¿qué pasa? —¿Siempre te interesó el tema del cabello? —Siempre. Me encantaba. Mis tías se batían todas para ir a un casamiento con spray Elnett. “No, Elnett no dura —decía mi vieja—. El que dura es Roby.” Y mis hermanas andaban con sus postizos de colores. Tenían máquinas para arquearse las pestañas. Ésa es la próxima muestra. —¿Cómo vas a colgar? Ȅ ǡ ǡ ǡ ǡ nera, otra foto. Tres cajoneras, cuatro fotos. —¿Y el olor? —¿Del salón? Spray. El más ordinario para que impregne más la pared, que va a ser gris. Kuropatwa se reía, pero luego se preocupaba porque colgaba al día siguiente.
—Estoy asustado. Esto lo hice en una semana, mamita. A Glusberg se le pinchó una muestra. “¿Querés exponer?” “¿Tenés plata?” “Yo tampoco.” “¿En una semana?” “Ridículo.” “Entonces te invito a la Bienal.” Un balde de agua fría. Un balde me habia caido que se puso erecto y dio un peinado, ¿o no? O si cayó el agua fue al lado, nada más. Y yo practico mucho eso últimamente. No puedo vivir Ǥ ǩ Ǩ ǩ Ǩ ǩ Ǩ ǩ Ǩ Decía que como fotógrafo no podía perderse nada. Aunque estaba bastante en casa frente a la computadora
a la que maldecía por no tener pantalla de cuarzo, y sí en cambio un diseño de medusas. ϐ ǣ notable con el único elemento de luces y tonos en una cabellera esculpida. Kuropatwa coqueteaba preguntándose qué le quedaba por hacer después de eso.
Ȅ Ǥ ϐ escribir mamá con acento. Yocasta es la madre. La madre de todos nosotros. ¿Sabés cómo murió Yocasta? —Se ahorcó. —O se mató con una daga. Me lo dijo un tachero, boluda. —¿De dónde era Edipo? —¿Tebas? —Tebas. Eso. Yocasta se ahorcó y yo me quedé con Tebas. Ésa es mi versión.
Aparentemente son fotos de moda. Tranquilas. Perfectas. La cosmética como protagonista. Lápices labia ϐ ǡ purpurina, caras lavadas bajo un turbante atravesado por horquillas como para ilustrar un aviso de crema Ǥ pliegan el doble fondo de una imperfección que busca su propia forma fuera de la estética de Elle o Vogue. O un par de cejas sin depilar trazan un paisaje japonés. O unos dientitos sobresalen de una boca en forma de corazón, tan iguales entre sí como los de mica de una muñeca. Cuando Alejandro Kuropatwa expuso, en Ruth Benzacar, su muestra Mujer, decía que las sesiones ha À ϐÀ Ǥ
—Yo estaba sobre la boca, sobre el ojo más; a veces decía “permiso” por si desembocaba en un chuponazo. Por eso ahora a la muestra la llamo “Mujer-Pampero”. Por À ϐ ǡ À ǡ À delo, había fotógrafo, pero, ¿y el trípode? Me puse una camisa Pampero, me la agarraban, yo respiraba hondo para que no me ahorcaran y me acercaba, me acercaba... Como no hacía foco por cámara sino por distancia, yo iba mirando y disparando encima de la modelo. El rouge es un arma.
Alejandro Kuropatwa primero planeĂł Mujer como una megaperfumerĂa, despuĂŠs vino otro hartazgo, el exceso.
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11 Kuropatwa se hartĂł de las seĂąoras de buena familia que a fuerza de huir del invierno han logrado una piel de cocodrilo tan autĂŠntica como sus carteras y tienen garritas tan pesadas de anillos que les han alargado los brazos —son como chimpancĂŠs— hasta las rodillas. Nada que ver con las princesas borbĂłnicas que conservan ese blanco pasado por las sacristĂas y los antebraœ‘• ’‡Ž—†‘• †‡ ƒ”Â?‡Â?…‹–ƒ ”ƒÂ?…‘Ǥ ƒÂ?„‹¹Â? •‡ …ƒÂ?•× de “la mujer Arenales y Talcahuanoâ€? que conociĂł en los grupos de AlcohĂłlicos AnĂłnimos de la iglesia del Socorro vestidas como azafatas.
haciendo de “Gloriaâ€?. Con cuadernos Gloria. Y en el momento en que ellos dicen “o juremos con gloria morirâ€?, atrĂĄs pongo en croma una postal de esas que venden en los restaurantes turĂsticos de Lavalle, con la imagen de —Â? ƒ•ƒ†‘ …”‹‘ŽŽ‘Ǥ ‹Â?‘ Žƒ Â’Â‘ÂŽÂ‹Â…Ă€Âƒ › Š—„‘ǤǤǤ †‹‰ƒÂ?‘•ǥ “—‡ molestar a gente. Se dijo que era algo que atentaba contra el Himno Nacional. Me agarrĂŠ una angustia bĂĄrbara porque venĂa de Estados Unidos, donde son libres. Por ‡Œ‡Â?’Ž‘ǥ Žƒ• ‹…–‘”‹ƒ• •‹‡Â?’”‡ –‹‡Â?‡Â? —Â? ’‡…Š‘ ƒŽ ÂƒÂ‹Â”Â‡ÇĄ •‡ƒ …—ƒŽ“—‹‡” Â‹Â…Â–Â‘Â”Â‹ÂƒÇĄ Žƒ †‡ ƒÂ?Â‘Â–Â”ÂƒÂ…Â‹ÂƒÇĄ ’‘” ‡Œ‡Â?’Ž‘Ǥ ‡ supone que ese pecho le da la leche a la tierra. —¿Y ĂŠsta? (imagen de un par de pechos en primer plano, cubiertos de purpurina). Č„2•–ƒ ‡• Žƒ ‹…–‘”‹ƒ †‡ Žƒ Â–Â‡Â–ÂƒÇĄ Â?ƒÂ?žǤ ĥ Â?—Œ‡”‡• •‘Â? glorias, son joyas, Âżo no? Č„ÇŹ ‹•–‡ ‡Â? “—¹ ‡•’ƒ…‹‘• •—‡Ž‡Â? ’‘Â?‡” –—• ÂˆÂ‘Â–Â‘Â•ÇŤ Č„ Â”Ă€Âƒ ƒ Žƒ …ƒ•ƒ †‡ ‘•–ƒÂ?–‹Â?‹ ‘ †‡ Â?ƒŽ‹–ƒ ’ƒ”ƒ ˜‡”Ǥ que tengan mis fotos enmarcadas en oro. Pero me hartĂŠ, me hartĂŠ de las viejas. El Truman Capote Show ya pasĂł. Me voy de vacaciones a unas termas en Rosario de la ”‘Â?Â–Â‡Â”ÂƒÇĄ “—‡ ‡”ƒ ‡Ž Žƒœƒ ‘–‡Ž › Ž‘ ‹Â?ÂƒÂ—Â‰Â—Â”Ă— ƒ”Â?‹‡Â?–‘Ǥ ÇŠ •ƒ• ’‹Ž‡–ƒ• ’ƒ”ƒ ‡Â?ÂŽÂ‘Â†ÂƒÂ”Â–Â‡ÇĄ ‰”ƒÂ?†‡• …‘Â?‘ •—„–‡•Ǩ ‘• –‡Â?¹• Â„ÂƒĂ“Â‡Â”ÂƒÇĄ ›‘ –‡Â?‰‘ Â„ÂƒĂ“Â‡Â”Â‘Ç¤ —AhĂ vas a encontrar a otras seĂąoras mayores... Č„ ‘ǥ Žƒ• “—‡ Â?‡ Šƒ”–ƒ”‘Â? •‘Â? Žƒ• “—‡ •‡ ˜ƒÂ? ƒ ‹…Š› ƒ lavar dinero. Ahora creo que las joyas son cosas viejas donde lo que vale es la piedra, no la alhaja en sĂ que per–‡Â?‡…‹× ƒ Žƒ ”‡‹Â?ƒ ‹…–‘”‹ƒ › ‡• †‡ …‘Ž‡……‹×Â?Ǥ
No 08
—¿Una seĂąal de estar en la guerra? —Obvio. Marta Minujin me lo dijo una vez: el rouge es hiper obvio. —¿Por eso te metiste con eso? —Lo obvio puede ser muy sutil. El rouge es un Ăcono como el pene porque como arma no sirve un sorete, porque si se la querĂŠs clavar a alguien lo vas a enchastrar y encima te vas a angustiar por haber pagado un rouge que se te hizo mierda. La Ăşnica arma que hay es el arte. —Te pusiste en el lugar del rouge. —¿Por quĂŠ? —Porque para hacer esas tomas tuviste que ponerte tan cerca de la modelo como el rouge. —¿PerdĂłn? —Bueno... son esas cosas que dicen los psicoanalistas. Y encima hay que pagarles. —(Alarmado.) ÂżPagar? ÂżQuiĂŠn tiene que pagar? —Pagarle al analista. —No, boluda, a mĂ lo que me fascina en esas fotos es Č„Â…Â—ÂƒÂ?†‘ Ž‡ Š‹…‡ Žƒ „‘…ƒ ƒ Â‘Ď”Ă€ÂƒČ„ olerle el lĂĄpiz labial. Porque ella no puede ser tan perfecta. Una chica joven no tiene una prĂłtesis, tampoco es una actriz de televisiĂłn que pueda bancarse cien mil dĂłlares en implantes.
ALEX KUROPATWA
Č„ Â‹ÂŒÂ‡ÇŁ NJ’ƒ”ƒ “—¹ǥ •‹ Â?ƒ†‹‡ ‡Â?–‹‡Â?†‡ Â?ƒ†ƒǨ ƒ ‰‡Â?–‡ Â?‘ mira. Les encanta ver Un argentino en Nueva York y les parece que estĂĄn en Nueva York. Por eso yo soy imposible, bueno, imposible no, vos lo ves. (SeĂąalaba en un Č„ ›‡” ‡•–—˜‡ ‡Â? ‡Ž › ˜‹ —Â? ˜‹†‡‘ “—‡ Š‹…‡ ‡Â? Â?ÂƒÂ–Â‹Â…ÇĄ gran ademĂĄn de Commedia dell’Arte la totalidad del saun sistema que venĂa con el monitor, que no era ni la lĂłn, en una de cuyas paredes decĂa: “A los que estĂĄn y me ƒÂ?†› Â?‹ Žƒ ˜‹†‡‘…žÂ?ÂƒÂ”ÂƒÇĄ •‡Â?‹’”‘ˆ‡•‹‘Â?ƒŽǤ ÂŽ ˜‹†‡‘ •‡ faltan... Ruth Benzacar, Miguel Kuropatwaâ€?.) Yo le decĂa llamaba Himno Nacional Argentino. a Ruti, nunca me voy a olvidar, Âżme toca a mĂ este aĂąo? „˜‹ƒÂ?‡Â?–‡ǥ Â?‡ Ž‘ …‡Â?•—”ƒ”‘Â?Ǥ ÇŹ —¹ Â‡Â”ÂƒÇŤ ‡–‡” ‹†‡‘ǥ Y ella: “No, a vos te pongo en dos aĂąos mĂĄs porque cadauno del grupo Caviar, haciendo de maestra. Divina Gloria vez que hacĂŠs una cosa es una explosiĂłn. Y no te quiero
explotarâ€?. Tal cual. Y es asĂ: no hay que mostrar y mos- ”‘„žÂ?†‘•‡ —Â? ’ƒ” †‡ ‰—ƒÂ?–‡• ‡Â? ÂƒÂ”Â”Â‘Â†ÇŻÂ•Ç¤ Â?–‘Â?…‡• •‡ –”ƒ” › Â?‘•–”ƒ”Ǥ ƒ› “—‡ Â?‘•–”ƒ” ‡ ‹”•‡Ǥ ƒ ˆ‘–‘‰”ƒĎ?Ă€Âƒ Â?‘ ponĂa en orĂĄculo: Dz • ’”‡…‹•‘ ”‡ˆ—‰‹ƒ”•‡ ‡Â? ‡Ž ‘ϔ‹…‹‘dzǤ es la cĂĄmara, es el ojo. No es: â€œÂżUsted quiere mirar? Mar—Te digo una cosa: hay que volver al pasado. A 35 mm, que el nĂşmero tantoâ€?. ƒŽ ” Íş …‘Â? ‰”ƒÂ?‘Ǥ ÇŠ –”ƒ “—‡ Žƒ ƒÂ?†›Ǩ â€œÂżBajaste? ÂżNo Y Kuropatwa se lanzaba con su paso tambaleante, un bajaste?â€? Basta. Se me rompiĂł la computadora y estoy poco sonĂĄmbulo, a una visita guiada: me enseùó a ver chocho. Yo soy de lĂĄpiz, papel y goma. Que no me venÂ…Ă—Â?‘ —Â?ƒ Â’Â‡Â•Â–ÂƒĂ“Âƒ †‡ ‘Ď?Ă€Âƒ •‡ ”‡Ď?Ž‡Œƒ ‡Â? •— ’—’‹Žƒ …‘Â?‘ ‰ƒÂ? †‡•’—¹• †‡ ˜‡‹Â?–‹…‹Â?…‘ ÂƒĂ“Â‘Â• †‡ ˆ‘–‘‰”ƒĎ?Ă€Âƒ …‘Â? —Â?ƒ en un lago. “Si Antonioni viviera, verĂa aquĂ Blow Upâ€?, un mĂĄquina digital que dura dos aĂąos, a mĂ me da como derrame ocular, un lagrimal que parece la entrada de nĂĄuseas. Decirle, por ejemplo, a la galerista —en este una vagina vista de costado, el cordĂłn de los anteojos caso, Orly—: “Orly, la imagen se me fue. ÂżMe copiĂĄs una de Celsa (su asistente y modelo) que ha trazado bajo su ‡Â? ‡Ž › †‡•’—¹• Žƒ ϔ‹”Â?‘ǍdzǤ No es una copia, no es un boca abierta un circuito design, o sus labios cerrados Â?Â‡Â‰ÂƒÂ–Â‹Â˜Â‘ÇĄ Â?‘ ‡• …‡Ž—Ž‘‹†‡Ǥ ÇŹ —¹ ‡•Ǎ ‹…‡ Mujer con rollos fuera de foco. “MirĂĄ bien, mirĂĄ bien. ÂżNo ves, entrece- de esos “4 pesos dos rollosâ€?, 125 asas de Casa TĂa. ‘Â? —Â? Ď?ÂŽÂƒÂ•ÂŠÇĄ —Â? –¹Ž‡šǥ —Â?ƒ Ž‡Â?–‹ŽŽƒǤǤǤ (gritando en el rrando los ojos, Buenos Aires, la calle Corrientes, los car–‡Ž‡• Ž—Â?‹Â?‘•‘• Â”Â‡Ď”ÂŽÂ‡ÂŒÂžÂ?†‘•‡ ‡Â? Žƒ …ƒŽŽ‡ †‡•’—¹• “—‡ ŽŽ‘- grabador)Ǥ ÇŠ —„Ž‹…‹†ƒ†Ǩ ÇŹ ›‡”‘Â?ÇŤ Š‘”ƒ •–‘’Ǥ viĂł?â€? Y sĂ, se veĂan. Las fotos de Kuropatwa pueden ser Kuropatwa ya no se abalanzaba mĂĄs sobre los silenhiperrealistas y abstractas al mismo tiempo. Él metĂa el dedito morbosamente para seĂąalar un herpes sobre un cios para continuar hablando siempre en primera perlabio o la mano imperial que sostiene un pecho de si- sona. El â€œÂżQuĂŠ?â€? era menos retĂłrico. Nombraba a Ruth licona hiperbronceado y por el que parecen trepar en Benzacar, que habĂa muerto hacĂa poco, y se quebraba. Pero luego se recomponĂa sacudiendo una mano como peregrinaje una caravana de hormigas negras. quien se espanta una mosca. La mosca del dolor. Tal vez estuviera pensando en su padre. —¿QuĂŠ son? ÂżTermitas? —¿Son negras las termitas, acaso? ÂĄÂĄÂĄPurpurina, mamĂĄ, —MuriĂł cuando yo ya tenĂa este proyecto. Lo seguĂ gra’—”’—”‹Â?ƒǨǨǨ cias a mi analista. La mayor antidepresiĂłn es la belleza. ÇŹ —”‘’ƒ–™ƒ ‡”ƒ •—’‡”Ď?Â‹Â…Â‹ÂƒÂŽÇŤ ‹–‡”ƒŽÂ?‡Â?–‡ǣ ’ƒ”ƒ ¹Ž —Quiere decir que trabajaste en medio de un duelo. –‘†‘ ‡•–ƒ„ƒ ÂƒÂŠĂ€ ‡Â? Žƒ •—’‡”Ď?‹…‹‡Ǥ ”ƒ —Â? Â„Â‹Ă—Â‰Â”ÂƒÂˆÂ‘ †‡ ’‡- —No, mamĂĄ, psicĂłtico tampoco soy. ÂŽÂŽÂ‡ÂŒÂ‘Â•ÇŁ Ž‘‰”ƒ„ƒ ‡š–”ƒ‡” ÂŒÂ‡Â”Â‘Â‰ÂŽĂ€Ď?‹…‘• †‡ —Â?‘• ’‘”‘• –ƒÂ? …‡Entonces Alejandro Kuropatwa se muriĂł. De una inrrados como los de un papel ilustraciĂłn, profecĂas sobre cĂłmo envejecerĂĄ una piel de veinte aĂąos. Y no lo hacĂa fecciĂłn. No de la peor ni la mĂĄs grave de las que habĂa para adelantar una decadencia en detalle sino como sufrido. Simplemente, ĂŠl cediĂł. O, mejor dicho, algo cequien registra signos de nobleza. Las arrugas y las es- diĂł en ĂŠl, cuando ya no podĂa ser sujeto de ningĂşn vermeraldas, no las cirugĂas estĂŠticas y las alhajas, eran bo. QuizĂĄ la experiencia mĂĄs atroz para el sobreviviente ’ƒ”ƒ ¹Ž †‡ Žƒ Â?‹•Â?ƒ Â?ƒ–—”ƒŽ‡œƒ Â‰Â‡Â‘ÂŽĂ—Â‰Â‹Â…Âƒ ’ƒ”ƒ …‡”–‹Ď?‹- sea la de un agotamiento que, sin matar, se prolonga en car un linaje bautizado con el cruce de dos calles: el de el espacio y en el tiempo. La de, en cadainspiraciĂłn-espiraciĂłn, creer que se estĂĄ dando el Ăşltimo suspiro... las viejas gĂĄrgolas lavadoras de dinero. Ahora estaba un poco cansado de hablar en susurros, hasta el prĂłximo. Pero nos habĂamos acostumbrado a de hacer arqueologĂa de los nuevos ricos, de una mal- la inmortalidad de sano y lozano, sino de aquel de quien †ƒ† Â?‡œ…Žƒ †‡ Žƒ †‡ ‡…‹Ž ‡ƒ–‘Â? ˆ‘–‘‰”ƒĎ?‹ƒÂ?†‘ ƒ —Â?ƒ muy a menudo se decĂa que estaba a punto de morir. Œ‘˜‡Â? …‘Â?‘ •‹ ˆ—‡”ƒ —Â?ƒ …ƒŽƒ …‘Â? Žƒ †‡ ƒ–ƒ ‹ŽŽƒÂ?—‡˜ƒ Entonces pensĂŠ que podĂa hablar con menos cautela de
¡¡¡PURPURINA, MAMÁ, PURPURINA!!!
Yo no conocĂ al Kuropatwa que bailaba en Experiment hasta la madrugada, conseguĂa novios en las villas miseria y era malĂsimo aunque nadie pudiera dar evidencias de este defecto que forma parte del arte de la injuria gay. Eran un nombre y apellido que sonaban en los ochenta bright que intentaban devolverle al arte el principio de placer en medio de la emergencia de los derechos humanos como look y del mensaje como marketing. Cronista visual sutilĂsimo de la decadencia nacional a travĂŠs de sus bellezones de country y sus escrachos enjoyados, falso profesional del fashion que gozaba dando la apariencia de tapa de Vogue a retratos donde siempre un detalle minĂşsculo funcionaba como una confesiĂłn mayĂşscula —una prĂłtesis, un pelo encarnado, el colĂĄgeno corrido, la garra de un dinosaurio—, fue uno de esos diez que Manucho juzgaba necesarios ’ƒ”ƒ Žƒ ‡š‹•–‡Â?…‹ƒ †‡ —Â?ƒ ˆƒÂ?ÂƒÇĄ —Â?ƒ Â…Â‹Â—Â†ÂƒÂ†ÇĄ —Â?ƒ Ď?‹‡•–ƒǤ TambiĂŠn uno de los primeros conocidos en testimoniar ante los medios de comunicaciĂłn, en clave autobiogrĂĄĎ?Â‹Â…ÂƒÇĄ Ž‘• ƒ˜ƒ–ƒ”‡• †‡ •— …‘Â?˜‹˜‡Â?…‹ƒ …‘Â? ‡Ž ˜‹”—• ÇĄ “—‡ en una oportunidad fue clave de su experiencia estĂŠtica: en 1996, Kuropatwa presentĂł en su muestra Cocktail “retratosâ€? de blisters, cĂĄpsulas y pastillas de los nuevos medicamentos para el sida. Roberto Jacoby notĂł desde ‡Ž …ƒ–žŽ‘‰‘ “—‡ Ž‘• ÂŠÂƒÂ„Ă€Âƒ ˆ‘–‘‰”ƒĎ?‹ƒ†‘ …‘Â?‘ ’‹‡†”ƒ• ’”‡ciosas de un tesoro que se desborda. Eran los documentos de quien dice: Tengo. Como si Kuropatwa fuera el zar ‹…‘Žž•
‡šŠ‹„‹‡Â?†‘ •— …‹‰ƒ””‡”ƒ †‡ ÂƒÂ„Â‡Â”Â‰Âą ‡Â? …—›ƒ tapa estaba el mapa detallado de su lugar de veraneo en el Mar Negro, con sus montaĂąas de oro texturizado y sus carreteras de rubĂes, donde la lĂnea del ferrocarril ‡•–ƒ„ƒ ”‡’”‡•‡Â?–ƒ†ƒ ’‘” —Â?ƒ Ď?‹Žƒ †‡ ‡•Â?‡”ƒŽ†ƒ• › ‡Ž Â?ƒ” ‡”ƒ —Â? ÂƒÂ’Â‹Ă“ÂƒÂ?‹‡Â?–‘ †‡ œƒĎ?‹”‘• ƒœ—Ž‡•Ǥ Cuando me hablaban de ĂŠl, siempre me lo imaginaba como una suerte de Truman Capote traducido al idisch. Autorreferencial, egoĂsta, rico eran adjetivos que no me tentaban. “Bueno, basta de hablar yo. Roberto, ÂżquĂŠ pensĂĄs de mĂ?â€?, evocaba Roberto Jacoby en el catĂĄlogo de Cocktail para retratar con una anĂŠcdota el narcisismo del fotĂłgrafo. De lejos, yo le tenĂa miedo. De cerca, en charlas ocasionales muy consciente de que yo trabajaba en un medio, me habla como si el se estuviera grabando
Mi amor que en el catĂĄlogo. Y que al hacerlo, Kuropatwa Â?‡ Â‰Â”Â‹Â–ÂƒÂ”Ă€Âƒ †‡•†‡ ‡Ž …‹‡Ž‘ Â?ž• †‹Ď?À…‹Žǣ â€œÂĄConchuda! DespuĂŠs hablĂĄs de Mauro Viale...â€?. Porque el saber sobre la existencia de una enfermedad que pone en riesgo la vida del artista genera en el espectador una disposiciĂłn a encontrar en su obraclaves ocultas. Para ejercer la tarea crĂtica, el hacer caso omiso de ese saber, cuando la obra guarda silencio al respecto, se ofrece como una resoluciĂłn demasiado sencilla. TambiĂŠn la de leer las diversas operaciones que el artista realiza sĂłlo en funciĂłn de lo que la obra no †‹…‡Ǥ —‹œž• ‡Ž †‡•ƒĎ?À‘ …‘Â?•‹•–ƒ ‡Â? ƒ…‡’–ƒ” “—‡ Ž‘ …ƒŽŽƒ†‘ por el artista y el crĂtico se mantenga como un pacto de silencio entre los dos, silencio que se romperĂĄ cuando el primero decida hacer jugar a la enfermedad en su propuesta estĂŠtica. En dos momentos de su conviven…‹ƒ …‘Â? ‡Ž ÇĄ Ž‡ŒƒÂ?†”‘ —”‘’ƒ–™ƒ › ‹Ž‹ƒÂ?ƒ ƒ”‡•…ƒ presentaron muestras que eran a la vez una prĂłrroga de sus vidas y una resistencia a otra militancia que no fuera la estĂŠtica. Sin embargo, en las dos habĂa una suerte de guiĂąo al espectador enterado, algo no enunciado, pero tampoco oculto, quizĂĄs a la manera de un conjuro que se invitaba a compartir callando. En la muestra de Liliana Maresca, titulada Altas esferas, el pacto secreto con la artista era sobre aquello que su sangre informaba y sobre lo que ella ironizaba al montar una obra conceptual sobre la informaciĂłn y lasposibles metĂĄforas de la sangre: por ejemplo, la tinta gastada por la prensa amarilla en hechos de sangre polĂticos y policiales. ƒÂ?„‹¹Â? •‘„”‡ Ž‘ Â?ƒÂ?‹Ď?‹‡•–‘ †‡ Žƒ Â‘Â„Â”ÂƒÇŁ Žƒ ˆƒÂ?Â–ÂƒÂ•Ă€Âƒ †‡ transformar la sangre en tinta, o al revĂŠs, es decir, la de controlar la sangre, cambiĂĄndola. En 1995, Alejandro Kuropatwa presentĂł la exposiciĂłn Mi amor, que estaba dividida en secciones en las que el autor parecĂa querer evocar la tarea de la naturaleza: Historia de lo seco, Historia del fondo, Se fue para allĂĄ y Un instante en la vida de A. En su mayorĂa ‡”ƒÂ? ˆ‘–‘• †‡ Ď?Ž‘”‡• › ˆ”—–‘•Ǥ ŽŽÀǥ —”‘’ƒ–™ƒ ‡š’Ž‘”ƒ„ƒ las diversas mutaciones de la vida bajo el peso de la corrupciĂłn y de la muerte. ž• ƒŽŽž †‡ Žƒ ‹†‡ƒ ›ƒ ‹Â?•–ƒŽƒ†ƒ †‡ “—‡ Žƒ ˆ‘–‘‰”ƒĎ?Ă€Âƒ ‡• resurrecciĂłn, allĂ no habĂa muerte sino estados de vida
15 VIDA DE VIVOS
no, yo ya tengo dos aĂąos de vida todavĂa lĂşcido, no me van a prohibir nada, voy a hacer lo que se me dĂŠ la gana. Ya era la despedida. Cuando muriĂł, pensĂŠ quĂŠ iba a ser de mi mamĂĄ en el futuro, no en mi papĂĄ que ya estaba muerto. Pero tuvimos una despedida verdaderamente muy hermosa. Estaba internado en terapia intensiva en el sanatorio La Trinidad y yo le habĂa llevado un arreglo chiquitito con unas bolitas. Entonces me dejaron entrar —las enfermeras son tan cholulas que si saliste en una revista, ya entrĂĄs en terapia—. PapĂĄ estaba inconsciente. El mĂŠdico me dijo: ‘Tocalo, a ver si responde’. Lo toquĂŠ exactamente donde me dijo y papĂĄ me cerrĂł el puĂąo alrededor del dedo. Y, al margen de eso, despuĂŠs encontrĂŠ –‘”–ƒ• †‡ ;͡ Â?Â? †‡ ¹Ž Ď?‹ŽÂ?ƒÂ?†‘ ƒ Â?‹ ˜‹‡Œƒ ‡Â? Žƒ Â?‹×Â? SoviĂŠtica. El 1o de Mayo. Dos veces fueron. TenĂa peloÂ–ÂƒÂ•ÇĄ › ›‘ –‡Â?‰‘ ’‡Ž‘–ƒ• ’‘” ¹ŽǤ ÇŹ Â?‘ǍdzǤ
No 08
SĂ, Alejandro.
PĂĄgina/12, 1o de diciembre de 2000
ALEX KUROPATWA
no sometidos a la tasa jerĂĄrquica humana —vida supe rior o elemental—: cuadrillas microscĂłpicas de organismos que iban hilando los pasajes entre lo hĂşmedo, lo muerto y lo seco, la juventud de la corola, el nacimiento del fruto, su despojamiento para el derramar de las semillas (resurrecciĂłn) y la ajadura que llama al ”‡…‘Â?‹‡Â?œ‘ †‡ Žƒ• •‡…—‡Â?…‹ƒ•Ǥ ĥ Ď?Ž‘”‡• › Ž‘• ˆ”—–‘• ˆ‘–‘‰”ƒĎ?‹ƒ†‘• ›ƒ Â?‘ ‡•–ƒ„ƒÂ?ÇĄ •‡ ˆ—‡”‘Â? ’ƒ”ƒ ÂƒÂŽÂŽÂžÇĄ ’‡”‘ participaban de otras constelaciones bullentes de vidas invisibles, eran relevados dĂa a dĂa en los canteros del planeta. Triunfo de la especie sobre los individuos “—‡ǥ Ď?‹Â?‹–‘• ‡Â? •— Â’ÂƒÂ”Â–Â‹Â…Â—ÂŽÂƒÂ”Â‹Â†ÂƒÂ†ÇĄ ’—‡†‡Â? ƒ””‘’ƒ”•‡ ‡Â? ‡Ž Â?Â‹Â˜Â‡Â”Â•Â‘Ç˘ Â?‹ …‘Â?‹‡Â?œ‘ Â?‹ Ď?‹Â? •‹Â?‘ …‹…Ž‘• “—‡ ”‡’‹–‡Â? …‘Â? ƒÂ?‹Â?ÂƒÂ…Â‹Ă—Â? ‹Â?Ď?‹Â?‹–ƒ —Â?ƒ „‡ŽŽ‡œƒ ‘”‰ƒÂ?‹œƒ†ƒǤ —› Ž‡jos de morir, todavĂa, Kuropatwa decĂa en Mi amor: Se vive de todas formas. Ž‡ŒƒÂ?†”‘ —”‘’ƒ–™ƒ ˆ—‡ Â?—› ˜ƒŽ‹‡Â?–‡Ǥ Â?…Ž—•‘ ’ƒ”ƒ seguir siendo frĂvolo, egĂłlatra y de lengua mordaz, contrariamente a los que, con la hora seĂąalada, se refugian en un cristianismo prĂŞt-Ă -porter y comienzan a derramar amor como quien invierte en el cielo. AsĂ como el general Mansilla fue hombre de tres ĂŠpocas —la del rosismo, la de la reorganizaciĂłn nacional y la de la consolidaciĂłn del Estado—, Kuropatwa tambiĂŠn lo ÂˆÂ—Â‡ÇŁ Žƒ †‡ Ž‘• Â’ÂƒÂ”ÂƒĂ€Â•Â‘Â• ƒ”–‹Ď?‹…‹ƒŽ‡• …‘Â? ‡ˆ‡…–‘• …‘Žƒ–‡”ƒles combatibles mediante antibiĂłticos, la del sida como diagnĂłstico trĂĄgico y la de la quĂmica compatible con Â’ÂƒÂ”ÂƒĂ€Â•Â‘Â• ƒ”–‹Ď?‹…‹ƒŽ‡• › …ƒ—…Š‘Ǥ ‡”‘ ˆ—‡ ƒŽ‰‘ Â?ž•ǣ —Â?ƒ referencia esperanzadora, un ejemplo que, aunque ĂŠl no lo diera por su voluntad, su vida daba por ĂŠl. En eso, el cĂŠlebre niĂąo malo fue, lo supiera o no, generoso hasta el punto de que quienes hoy conviven con el virus pueden quitar a la expresiĂłn “sobrevidaâ€? las dos primeras sĂlabas. Cuando le preguntĂŠ si habĂa preparado la muestra Mujer inmediatamente despuĂŠs de la muerte de su padre, me contestĂł con ese estilo que mimaba la idea de dignidad que adjudicaba a Jacqueline Kennedy: “No, mamĂĄ, psicĂłtico tampoco soyâ€?. La respuesta completa era ĂŠsta: “Hice el duelo, estuve mal, muy mal. QuedĂŠ touchĂŠ. PapĂĄ te nĂa pelotas. Cuando el mĂŠdico le dijo que no podĂa comer manteca, pletzale y comida idisch, dijo