Semana 42

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Lectura Semanal - Semana 42

Día 288 - Lunes 16.11.15: Apocalipsis 8 / Nehemías 11 / Salmos 103 Día 289 - Martes 17.11.15: Apocalipsis 9 / Nehemías 12 / Salmos 104:1-23 Día 290 - Miércoles 18.11.15: Apocalipsis 10 / Nehemías 13 / Salmos 104:24-35 Día 291 - Jueves 19.11.15: Apocalipsis 11 / Ester 1 / Salmos 105:1-25 Día 292 - Viernes 20.11.15: Apocalipsis 12 / Ester 2 / Salmos 105:26-45 Día 293 - Sábado 21.11.15: Apocalipsis 13 / Ester 3-4 / Salmos 106:1-23 Día 294 - Domingo 22.11.15: Apocalipsis 14 / Ester 5 / Salmos 106:24-48


Día 288 - Lunes 16.11.15:

Apocalipsis 8 (NVI) El séptimo sello y el incensario de oro 1Cuando el Cordero rompió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora. 2Y vi a los siete ángeles que están de pie delante de Dios, a los cuales se les dieron siete trompetas. 3Se acercó otro ángel y se puso de pie frente al altar. Tenía un incensario de oro, y se le entregó mucho incienso para ofrecerlo, junto con las oraciones de todo el pueblo de Dios, sobre el altar de oro que está delante del trono. 4Y junto con esas oraciones, subió el humo del incienso desde la mano del ángel hasta la presencia de Dios. 5Luego el ángel tomó el incensario y lo llenó con brasas del altar, las cuales arrojó sobre la tierra; y se produjeron truenos, estruendos, relámpagos y un terremoto. Las trompetas 6Los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas. 7Tocó el primero su trompeta, y fueron arrojados sobre la tierra granizo y fuego mezclados con sangre. Y se quemó la tercera parte de la tierra, la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde. 8Tocó el segundo ángel su trompeta, y fue arrojado al mar algo que parecía una enorme montaña envuelta en llamas. La tercera parte del mar se convirtió en sangre, 9y murió la tercera parte de las criaturas que viven en el mar; también fue destruida la tercera parte de los barcos. 10Tocó el tercer ángel su trompeta, y una enorme estrella, que ardía como una antorcha, cayó desde el cielo sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales. 11La estrella se llama Amargura. Y la tercera parte de las aguas se volvió amarga, y por causa de esas aguas murió mucha gente.

12Tocó el cuarto ángel su trompeta, y fue asolada la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas, de modo que se oscureció la tercera parte de ellos. Así quedó sin luz la tercera parte del día y la tercera parte de la noche. 13Seguí observando, y oí un águila que volaba en medio del cielo y gritaba fuertemente: «¡Ay! ¡Ay! ¡Ay de los habitantes de la tierra cuando suenen las tres trompetas que los últimos tres ángeles están a punto de tocar!»

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Nehemías 11 (NVI) Los que se establecieron en Jerusalén 1Los jefes del pueblo se establecieron en Jerusalén. Entre el resto del pueblo se hizo un sorteo para que uno de cada diez se quedara a vivir en Jerusalén, la ciudad santa, y los otros nueve se establecieran en las otras poblaciones. 2El pueblo bendijo a todos los que se ofrecieron voluntariamente a vivir en Jerusalén. 3Éstos son los jefes de la provincia que se establecieron en Jerusalén y en las otras poblaciones de Judá. Los israelitas, los sacerdotes, los levitas, los servidores del templo y los descendientes de los servidores de Salomón se establecieron, cada uno en su propia población y en su respectiva propiedad. 4Éstos fueron los judíos y benjaminitas que se establecieron en Jerusalén: De los descendientes de Judá: Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Malalel, de los descendientes de Fares; 5y Maseías hijo de Baruc, hijo de Coljozé, hijo de Jazaías, hijo de Adaías, hijo de Joyarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloní. 6El total de los descendientes de Fares que se establecieron en Jerusalén fue de cuatrocientos sesenta y ocho guerreros valientes. 7De los descen-


dientes de Benjamín: Salú hijo de Mesulán, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maseías, hijo de Itiel, hijo de Isaías, 8y sus hermanos Gabay y Salay. En total eran novecientos veintiocho. 9Su jefe era Joel hijo de Zicrí, y el segundo jefe de la ciudad era Judá hijo de Senuá. 10De los sacerdotes: Jedaías hijo de Joyarib, Jaquín, 11Seraías hijo de Jilquías, hijo de Mesulán, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitob, que era el jefe del templo de Dios, 12y sus parientes, que eran ochocientos veintidós y trabajaban en el templo; así mismo, Adaías hijo de Jeroán, hijo de Pelalías, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasur, hijo de Malquías, 13y sus parientes, los cuales eran jefes de familia y sumaban doscientos cuarenta y dos; también Amasay hijo de Azarel, hijo de Ajsay, hijo de Mesilemot, hijo de Imer, 14y sus parientes, los cuales eran ciento veintiocho valientes. Su jefe era Zabdiel hijo de Guedolín. 15De los levitas: Semaías hijo de Jasub, hijo de Azricán, hijo de Jasabías, hijo de Buní; 16Sabetay y Jozabad, que eran jefes de los levitas y estaban encargados de la obra exterior del templo de Dios; 17Matanías hijo de Micaías, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, que dirigía el coro de los que entonaban las acciones de gracias en el momento de la oración; Bacbuquías, segundo entre sus hermanos, y Abdá hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún. 18Los levitas que se establecieron en la ciudad santa fueron doscientos ochenta y cuatro. 19De los porteros: Acub, Talmón y sus parientes, que vigilaban las puertas. En total eran ciento setenta y dos. 20Los demás israelitas, de los sacerdotes y de los levitas, vivían en todas las poblaciones de Judá, cada uno en su propiedad. 21Los servidores del templo, que estaban bajo la dirección de Zijá y Guispa,

se establecieron en Ofel. 22El jefe de los levitas que estaban en Jerusalén era Uzi hijo de Baní, hijo de Jasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, uno de los descendientes de Asaf. Éstos tenían a su cargo el canto en el servicio del templo de Dios. 23Una orden real y un reglamento establecían los deberes diarios de los cantores. 24Para atender a todos los asuntos del pueblo, el rey había nombrado como su representante a Petaías hijo de Mesezabel, que era uno de los descendientes de Zera hijo de Judá. Otras ciudades habitadas 25Algunos judíos se establecieron en las siguientes ciudades con sus poblaciones: Quiriat Arbá, Dibón, Yecabsel, 26Jesúa, Moladá, Bet Pelet, 27Jazar Súal, Berseba, 28Siclag, Mecona, 29Enrimón, Zora, Jarmut, 30Zanoa, Adulán, Laquis y Azeca, es decir, desde Berseba hasta el valle de Hinón. 31Los benjaminitas se establecieron en Gueba, Micmás, Aías, Betel y sus poblaciones, 32Anatot, Nob, Ananías, 33Jazor, Ramá, Guitayin, 34Jadid, Seboyín, Nebalat, 35Lod y Ono, y en el valle de los Artesanos. 36Algunos levitas de Judá se unieron a los benjaminitas.

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Salmos 103 (NVI) Salmo de David. 1Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. 2Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios. 3Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias; 4él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión; 5él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas. 6El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos. 7Dio a conocer sus caminos a Moisés; reveló sus obras al pueblo de Israel. 8El Señor es clemente


y compasivo, lento para la ira y grande en amor. 9No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente. 10No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades. 11Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra. 12Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente. 13Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos. 14Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro. 15El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo: 16sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno. 17Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, 18con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra. 19El Señor ha establecido su trono en el cielo; su reinado domina sobre todos. 20Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra y obedecen su mandato. 21Alaben al Señor, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad. 22Alaben al Señor, todas sus obras en todos los ámbitos de su dominio. ¡Alaba, alma mía, al Señor!

Día 289 - Martes 17.11.15:

Apocalipsis 9 (NVI) 1Tocó el quinto ángel su trompeta, y vi que había caído del cielo a la tierra una estrella, a la cual se le entregó la llave del pozo del abismo. 2Lo abrió, y del pozo subió una humareda, como la de un horno gigantesco; y la humareda oscureció el sol y el aire. 3De la humareda descendieron langostas sobre la tierra, y se les dio poder como el que tienen los escorpiones de la tierra.

4Se les ordenó que no dañaran la hierba de la tierra, ni ninguna planta ni ningún árbol, sino sólo a las personas que no llevaran en la frente el sello de Dios. 5No se les dio permiso para matarlas sino sólo para torturarlas durante cinco meses. Su tormento es como el producido por la picadura de un escorpión. 6En aquellos días la gente buscará la muerte, pero no la encontrará; desearán morir, pero la muerte huirá de ellos. 7El aspecto de las langostas era como de caballos equipados para la guerra. Llevaban en la cabeza algo que parecía una corona de oro, y su cara se asemejaba a un rostro humano. 8Su crin parecía cabello de mujer, y sus dientes eran como de león. 9Llevaban coraza como de hierro, y el ruido de sus alas se escuchaba como el estruendo de carros de muchos caballos que se lanzan a la batalla. 10Tenían cola y aguijón como de escorpión; y en la cola tenían poder para torturar a la gente durante cinco meses. 11El rey que los dirigía era el ángel del abismo, que en hebreo se llama Abadón y en griego Apolión. 12El primer ¡ay! ya pasó, pero vienen todavía otros dos. 13Tocó el sexto ángel su trompeta, y oí una voz que salía de entre los cuernos del altar de oro que está delante de Dios. 14A este ángel que tenía la trompeta, la voz le dijo: «Suelta a los cuatro ángeles que están atados a la orilla del gran río Éufrates.» 15Así que los cuatro ángeles que habían sido preparados precisamente para esa hora, y ese día, mes y año, quedaron sueltos para matar a la tercera parte de la humanidad. 16Oí que el número de las tropas de caballería llegaba a doscientos millones. 17Así vi en la visión a los caballos y a sus jinetes: Tenían coraza de color rojo encendido, azul violeta y amarillo como azufre. La cabeza de los caballos era


como de león, y por la boca echaban fuego, humo y azufre. 18La tercera parte de la humanidad murió a causa de las tres plagas de fuego, humo y azufre que salían de la boca de los caballos. 19Es que el poder de los caballos radicaba en su boca y en su cola; pues sus colas, semejantes a serpientes, tenían cabezas con las que hacían daño. 20El resto de la humanidad, los que no murieron a causa de estas plagas, tampoco se arrepintieron de sus malas acciones ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no pueden ver ni oír ni caminar. 21Tampoco se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus artes mágicas, inmoralidad sexual y robos.

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Nehemías 12 (NVI) Sacerdotes y levitas repatriados 1Éstos son los sacerdotes y los levitas que regresaron con Zorobabel hijo de Salatiel, y con Jesúa: Seraías, Jeremías, Esdras, 2Amarías, Maluc, Jatús, 3Secanías, Rejún, Meremot, 4Idó, Guinetón, Abías, 5Mijamín, Madías, Bilgá, 6Semaías, Joyarib, Jedaías, 7Salú, Amoc, Jilquías y Jedaías. Éstos eran los jefes de los sacerdotes y de sus parientes en los días de Jesúa. 8Los levitas eran Jesúa, Binuy, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías, quien dirigía las acciones de gracias junto con sus hermanos; 9Bacbuquías y Uni, sus hermanos, se colocaban frente a ellos en los servicios. 10Los descendientes de Jesúa eran Joaquim, Eliasib, Joyadá, 11Johanán y Jadúa. 12Los jefes de las familias sacerdotales, en la época de Joaquim, eran: de Seraías: Meraías; de Jeremías: Jananías; 13de Esdras: Mesulán; de Amarías: Johanán; 14de Melicú: Jonatán; de Sebanías: José; 15de Jarín: Adná; de Merayot: Jelcay; 16de Idó:

Zacarías; de Guinetón: Mesulán; 17de Abías: Zicrí; de Minjamín; de Moadías: Piltay; 18de Bilgá: Samúa; de Semaías: Jonatán; 19de Joyarib: Matenay; de Jedaías: Uzi; 20de Salay: Calay; de Amoc: Éber; 21de Jilquías: Jasabías; de Jedaías: Natanael. 22Los jefes de familia de los levitas y de los sacerdotes en tiempos de Eliasib, Joyadá, Johanán y Jadúa fueron inscritos durante el reinado de Darío el persa. 23Los jefes de familia de los levitas hasta los días de Johanán hijo de Eliasib fueron inscritos en el libro de las crónicas. 24Los jefes de los levitas eran Jasabías, Serebías y Jesúa hijo de Cadmiel. Cuando les llegaba el turno de servicio, sus parientes se colocaban frente a ellos para la alabanza y la acción de gracias, según lo establecido por David, hombre de Dios. 25Matanías, Bacbuquías, Abdías, Mesulán, Talmón y Acub eran los porteros que montaban la guardia en los almacenes cercanos a las puertas. 26Todos éstos vivieron en tiempos de Joaquim, hijo de Jesúa y nieto de Josadac, y en tiempos del gobernador Nehemías y del sacerdote y maestro Esdras. Dedicación de la muralla 27Cuando llegó el momento de dedicar la muralla, buscaron a los levitas en todos los lugares donde vivían, y los llevaron a Jerusalén para celebrar la dedicación con cánticos de acción de gracias, al son de címbalos, arpas y liras. 28Entonces se reunieron los cantores de los alrededores de Jerusalén y de las aldeas de Netofa 29y Bet Guilgal, así como de los campos de Gueba y de Azmávet, ya que los cantores se habían construido aldeas alrededor de Jerusalén. 30Después de purificarse a sí mismos, los sacerdotes y los levitas purificaron también a la gente, las puertas y la muralla. 31Luego hice que


los jefes de Judá subieran a la muralla, y organicé dos grandes coros. Uno de ellos marchaba sobre la muralla hacia la derecha, rumbo a la puerta del Basurero, 32seguido de Osaías, la mitad de los jefes de Judá, 33Azarías, Esdras, Mesulán, 34Judá, Benjamín, Semaías y Jeremías. 35A éstos los acompañaban los siguientes sacerdotes, que llevaban trompetas: Zacarías hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, hijo de Zacur, hijo de Asaf, 36y sus parientes Semaías, Azarel, Milalay, Guilalay, May, Natanael, Judá y Jananí, que llevaban los instrumentos musicales de David, hombre de Dios. Al frente de ellos iba Esdras. 37Al llegar a la puerta de la Fuente, subieron derecho por las gradas de la Ciudad de David, por la cuesta de la muralla, pasando junto al palacio de David, hasta la puerta del Agua, al este de la ciudad. 38El segundo coro marchaba en dirección opuesta, a lo largo de la torre de los Hornos hasta el muro Ancho. Yo iba detrás, sobre la muralla, junto con la otra mitad de la gente. 39Pasamos por encima de la puerta de Efraín, la de Jesaná y la de los Pescados; por la torre de Jananel y la de los Cien, y por la puerta de las Ovejas, hasta llegar a la puerta de la Guardia. Allí nos detuvimos. 40Los dos coros ocuparon sus sitios en el templo de Dios. Lo mismo hicimos yo, la mitad de los oficiales del pueblo, 41y los sacerdotes Eliaquín, Maseías, Minjamín, Micaías, Elihoenay, Zacarías, Jananías, 42Maseías, Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer. En seguida los cantores empezaron a cantar a toda voz, dirigidos por Izraías. 43Ese día se ofrecieron muchos sacrificios y hubo fiesta, porque Dios los llenó de alegría. Hasta las mujeres y los niños participaron. Era tal el regocijo de Jerusa-

lén que se oía desde lejos. Contribución para los sacerdotes y levitas 44Aquel día se nombró a los encargados de los depósitos donde se almacenaban los tesoros, las ofrendas, las primicias y los diezmos, para que depositaran en ellos las contribuciones que provenían de los campos de cada población y que, según la ley, les correspondían a los sacerdotes y a los levitas. La gente de Judá estaba contenta con el servicio que prestaban los sacerdotes y levitas, 45quienes según lo establecido por David y su hijo Salomón se ocupaban del servicio de su Dios y del servicio de purificación, junto con los cantores y los porteros. 46Por mucho tiempo, desde los días de David y de Asaf, había directores de coro y cánticos de alabanza y de acción de gracias a Dios. 47En la época de Zorobabel y de Nehemías, todos los días los israelitas entregaban las porciones correspondientes a los cantores y a los porteros. Así mismo daban las ofrendas sagradas para los demás levitas, y los levitas a su vez les entregaban a los hijos de Aarón lo que a éstos les correspondía.

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Salmos 104:1-23 (NVI) 1¡Alaba, alma mía, al Señor! Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad. 2Te cubres de luz como con un manto; extiendes los cielos como un velo. 3Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos y haces de las nubes tus carros de guerra. ¡Tú cabalgas en las alas del viento! 4Haces de los vientos tus mensajeros, y de las llamas de fuego tus servidores. 5Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos, y de allí jamás se moverá; 6la revestiste con el mar, y las aguas se detuvieron sobre los montes. 7Pero a tu reprensión huyeron las aguas; ante el estruendo de tu


voz se dieron a la fuga. 8Ascendieron a los montes, descendieron a los valles, al lugar que tú les asignaste. 9Pusiste una frontera que ellas no pueden cruzar; ¡jamás volverán a cubrir la tierra! 10Tú haces que los manantiales viertan sus aguas en las cañadas, y que fluyan entre las montañas. 11De ellas beben todas las bestias del campo; allí los asnos monteses calman su sed. 12Las aves del cielo anidan junto a las aguas y cantan entre el follaje. 13Desde tus altos aposentos riegas las montañas; la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo. 14Haces que crezca la hierba para el ganado, y las plantas que la gente cultiva para sacar de la tierra su alimento: 15el vino que alegra el corazón, el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que sustenta la vida. 16Los árboles del Señor están bien regados, los cedros del Líbano que él plantó. 17Allí las aves hacen sus nidos; en los cipreses tienen su hogar las cigüeñas. 18En las altas montañas están las cabras monteses, y en los escarpados peñascos tienen su madriguera los tejones. 19Tú hiciste la luna, que marca las estaciones, y el sol, que sabe cuándo ocultarse. 20Tú traes la oscuridad, y cae la noche, y en sus sombras se arrastran los animales del bosque. 21Los leones rugen, reclamando su presa, exigiendo que Dios les dé su alimento. 22Pero al salir el sol se escabullen, y vuelven a echarse en sus guaridas. 23Sale entonces la gente a cumplir sus tareas, a hacer su trabajo hasta el anochecer.

tro era como el sol, y sus piernas parecían columnas de fuego. 2Llevaba en la mano un pequeño rollo escrito que estaba abierto. Puso el pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, 3y dio un grito tan fuerte que parecía el rugido de un león. Entonces los siete truenos levantaron también sus voces. 4Una vez que hablaron los siete truenos, estaba yo por escribir, pero oí una voz del cielo que me decía: «Guarda en secreto lo que han dicho los siete truenos, y no lo escribas.» 5El ángel que yo había visto de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó al cielo su mano derecha 6y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, y dijo: «¡El tiempo ha terminado! 7En los días en que hable el séptimo ángel, cuando comience a tocar su trompeta, se cumplirá el designio secreto de Dios, tal y como lo anunció a sus siervos los profetas.» 8La voz del cielo que yo había escuchado se dirigió a mí de nuevo: «Acércate al ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra, y toma el rollo que tiene abierto en la mano.» 9Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el rollo. Él me dijo: «Tómalo y cómetelo. Te amargará las entrañas, pero en la boca te sabrá dulce como la miel.» 10Lo tomé de la mano del ángel y me lo comí. Me supo dulce como la miel, pero al comérmelo se me amargaron las entrañas. 11Entonces se me ordenó: «Tienes que volver a profetizar acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.»

Día 290 - Miércoles 18.11.15:

Nehemías 13 (NVI) Reforma final de Nehemías 1Aquel día se leyó ante el pueblo el libro de Moisés, y allí se encontró escrito que los amonitas y moabitas no debían jamás formar parte del pueblo de Dios,

Apocalipsis 10 (NVI) El ángel y el rollo pequeño 1Después vi a otro ángel poderoso que bajaba del cielo envuelto en una nube. Un arco iris rodeaba su cabeza; su ros-

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2porque no sólo no les habían dado de comer ni de beber a los israelitas sino que habían contratado a Balán para que los maldijera, aunque en realidad nuestro Dios cambió la maldición por bendición. 3Al escuchar lo que la ley decía, apartaron de Israel a todos los que se habían mezclado con extranjeros. 4Antes de esto, el sacerdote Eliasib, encargado de los almacenes del templo de nuestro Dios, había emparentado con Tobías 5y le había acondicionado una habitación grande. Allí se almacenaban las ofrendas, el incienso, los utensilios, los diezmos del trigo, vino y aceite correspondientes a los levitas, cantores y porteros, y las contribuciones para los sacerdotes. 6Para ese entonces yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos de Artajerjes, rey de Babilonia, había ido a ver al rey. Después de algún tiempo, con permiso del rey 7regresé a Jerusalén y me enteré de la infracción cometida por Eliasib al proporcionarle a Tobías una habitación en los atrios del templo de Dios. 8Esto me disgustó tanto que hice sacar de la habitación todos los cachivaches de Tobías. 9Luego ordené que purificaran las habitaciones y volvieran a colocar allí los utensilios sagrados del templo de Dios, las ofrendas y el incienso. 10También me enteré de que a los levitas no les habían entregado sus porciones, y de que los levitas y cantores encargados del servicio habían regresado a sus campos. 11Así que reprendí a los jefes y les dije: «¿Por qué está tan descuidado el templo de Dios?» Luego los reuní y los restablecí en sus puestos. 12Todo Judá trajo a los almacenes la décima parte del trigo, del vino y del aceite. 13Puse a cargo de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y al levita Pedaías; como ayudante de ellos

nombré a Janán, hijo de Zacur y nieto de Matanías. Todos ellos eran dignos de confianza, y se encargarían de distribuir las porciones entre sus compañeros. 14«¡Recuerda esto, Dios mío, y favoréceme; no olvides todo el bien que hice por el templo de mi Dios y de su culto!» 15Durante aquellos días vi en Judá que en sábado algunos exprimían uvas y otros acarreaban, a lomo de mula, manojos de trigo, vino, uvas, higos y toda clase de cargas que llevaban a Jerusalén. Los reprendí entonces por vender sus víveres en ese día. 16También los tirios que vivían en Jerusalén traían a la ciudad pescado y otras mercancías, y las vendían a los judíos en sábado. 17Así que censuré la actitud de los nobles de Judá, y les dije: «¡Ustedes están pecando al profanar el día sábado! 18Lo mismo hicieron sus antepasados, y por eso nuestro Dios envió toda esta desgracia sobre nosotros y sobre esta ciudad. ¿Acaso quieren que aumente la ira de Dios sobre Israel por profanar el sábado?» 19Entonces ordené que cerraran las puertas de Jerusalén al caer la tarde, antes de que comenzara el sábado, y que no las abrieran hasta después de ese día. Así mismo, puse a algunos de mis servidores en las puertas para que no dejaran entrar ninguna carga en sábado. 20Una o dos veces, los comerciantes y los vendedores de toda clase de mercancías pasaron la noche fuera de Jerusalén. 21Así que les advertí: «¡No se queden junto a la muralla! Si vuelven a hacerlo, ¡los apresaré!» Desde entonces no volvieron a aparecerse más en sábado. 22Luego ordené a los levitas que se purificaran y que fueran a hacer guardia en las puertas, para que el sábado fuera respetado. «¡Recuerda esto, Dios mío, y conforme a tu gran amor, ten compasión de


mí!» 23En aquellos días también me di cuenta de que algunos judíos se habían casado con mujeres de Asdod, de Amón y de Moab. 24La mitad de sus hijos hablaban la lengua de Asdod o de otros pueblos, y no sabían hablar la lengua de los judíos. 25Entonces los reprendí y los maldije; a algunos de ellos los golpeé, y hasta les arranqué los pelos, y los obligué a jurar por Dios. Les dije: «No permitan que sus hijas se casen con los hijos de ellos, ni se casen ustedes ni sus hijos con las hijas de ellos. 26¿Acaso no fue ése el pecado de Salomón, rey de Israel? Entre todas las naciones no hubo un solo rey como él: Dios lo amó y lo hizo rey sobre todo Israel. Pero aun a él lo hicieron pecar las mujeres extranjeras. 27¿Será que también de ustedes se dirá que cometieron el gran pecado de ofender a nuestro Dios casándose con mujeres extranjeras?» 28A uno de los hijos de Joyadá, hijo del sumo sacerdote Eliasib, lo eché de mi lado porque era yerno de Sambalat el horonita. 29«¡Recuerda esto, Dios mío, en perjuicio de los que profanaron el sacerdocio y el pacto de los sacerdotes y de los levitas!» 30Yo los purifiqué de todo lo extranjero y asigné a los sacerdotes y levitas sus respectivas tareas. 31También organicé la ofrenda de la leña en las fechas establecidas, y la entrega de las primicias. «¡Acuérdate de mí, Dios mío, y favoréceme!»

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Salmos 104:24-35 (NVI) 24¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras! ¡Todas ellas las hiciste con sabiduría! ¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas! 25Allí está el mar, ancho e infinito, que abunda en animales, grandes y pequeños, cuyo número es imposible conocer. 26Allí navegan los barcos y se mece Leviatán, que tú creaste para ju-

gar con él. 27Todos ellos esperan de ti que a su tiempo les des su alimento. 28Tú les das, y ellos recogen; abres la mano, y se colman de bienes. 29Si escondes tu rostro, se aterran; si les quitas el aliento, mueren y vuelven al polvo. 30Pero si envías tu Espíritu, son creados, y así renuevas la faz de la tierra. 31Que la gloria del Señor perdure eternamente; que el Señor se regocije en sus obras. 32Él mira la tierra y la hace temblar; toca los montes y los hace echar humo. 33Cantaré al Señor toda mi vida; cantaré salmos a mi Dios mientras tenga aliento. 34Quiera él agradarse de mi meditación; yo, por mi parte, me alegro en el Señor. 35Que desaparezcan de la tierra los pecadores; ¡que no existan más los malvados! ¡Alaba, alma mía, al Señor! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

Día 291 - Jueves 19.11.15:

Apocalipsis 11 (NVI) Los dos testigos 1Se me dio una caña que servía para medir, y se me ordenó: «Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y calcula cuántos pueden adorar allí. 2Pero no incluyas el atrio exterior del templo; no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones paganas, las cuales pisotearán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses. 3Por mi parte, yo encargaré a mis dos testigos que, vestidos de luto, profeticen durante mil doscientos sesenta días.» 4Estos dos testigos son los dos olivos y los dos candelabros que permanecen delante del Señor de la tierra. 5Si alguien quiere hacerles daño, ellos lanzan fuego por la boca y consumen a sus enemigos. Así habrá de morir cualquiera que intente hacerles daño. 6Estos testigos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva mientras estén profetizando; y tienen poder para


convertir las aguas en sangre y para azotar la tierra, cuantas veces quieran, con toda clase de plagas. 7Ahora bien, cuando hayan terminado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará. 8Sus cadáveres quedarán tendidos en la plaza de la gran ciudad, llamada en sentido figurado Sodoma y Egipto, donde también fue crucificado su Señor. 9Y gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación contemplará sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirá que se les dé sepultura. 10Los habitantes de la tierra se alegrarán de su muerte y harán fiesta e intercambiarán regalos, porque estos dos profetas les estaban haciendo la vida imposible. 11Pasados los tres días y medio, entró en ellos un aliento de vida enviado por Dios, y se pusieron de pie, y quienes los observaban quedaron sobrecogidos de terror. 12Entonces los dos testigos oyeron una potente voz del cielo que les decía: «Suban acá.» Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. 13En ese mismo instante se produjo un violento terremoto y se derrumbó la décima parte de la ciudad. Perecieron siete mil personas, pero los sobrevivientes, llenos de temor, dieron gloria al Dios del cielo. 14El segundo ¡ay! ya pasó, pero se acerca el tercero. La séptima trompeta 15Tocó el séptimo ángel su trompeta, y en el cielo resonaron fuertes voces que decían: «El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos.» 16Los veinticuatro ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios 17diciendo: «Señor, Dios Todopoderoso, que eres y que eras, te damos gracias porque has asumido tu gran poder y has comenzado a reinar.

18Las naciones se han enfurecido; pero ha llegado tu castigo, el momento de juzgar a los muertos, y de recompensar a tus siervos los profetas, a tus santos y a los que temen tu nombre, sean grandes o pequeños, y de destruir a los que destruyen la tierra.» 19Entonces se abrió en el cielo el templo de Dios; allí se vio el arca de su pacto, y hubo relámpagos, estruendos, truenos, un terremoto y una fuerte granizada.

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Ester 1 (NVI) Destitución de la reina Vasti 1El rey Asuero, que reinó sobre ciento veintisiete provincias que se extendían desde la India hasta Cus, 2estableció su trono real en la ciudadela de Susa. 3En el tercer año de su reinado ofreció un banquete para todos sus funcionarios y servidores, al que asistieron los jefes militares de Persia y Media, y los magistrados y los gobernadores de las provincias, 4y durante ciento ochenta días les mostró la enorme riqueza de su reino y la esplendorosa gloria de su majestad. 5Pasado este tiempo, el rey ofreció otro banquete, que duró siete días, para todos los que se encontraban en la ciudadela de Susa, tanto los más importantes como los de menor importancia. Este banquete tuvo lugar en el jardín interior de su palacio, 6el cual lucía cortinas blancas y azules, sostenidas por cordones de lino blanco y tela púrpura, los cuales pasaban por anillos de plata sujetos a columnas de mármol. También había sofás de oro y plata sobre un piso de mosaicos de pórfido, mármol, madreperla y otras piedras preciosas. 7En copas de oro de las más variadas formas se servía el vino real, el cual corría a raudales, como era de esperarse del rey. 8Todos los invitados podían beber cuanto quisieran, pues los camareros


habían recibido instrucciones del rey de servir a cada uno lo que deseara. 9La reina Vasti, por su parte, ofreció también un banquete para las mujeres en el palacio del rey Asuero. 10Al séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, les ordenó a los siete eunucos que le servían —Meumán, Biztá, Jarboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás— 11que llevaran a su presencia a la reina, ceñida con la corona real, a fin de exhibir su belleza ante los pueblos y sus dignatarios, pues realmente era muy hermosa. 12Pero cuando los eunucos le comunicaron la orden del rey, la reina se negó a ir. Esto contrarió mucho al rey, y se enfureció. 13De inmediato el rey consultó a los sabios conocedores de leyes, porque era costumbre que en cuestiones de ley y justicia el rey consultara a los expertos. 14Los más allegados a él eran: Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, los siete funcionarios de Persia y Media que tenían acceso especial a la presencia del rey y ocupaban los puestos más altos en el reino. 15—Según la ley, ¿qué se debe hacer con la reina Vasti por haber desobedecido la orden del rey transmitida por los eunucos? —preguntó el rey. 16En presencia del rey y de los funcionarios, Memucán respondió: —La reina Vasti no sólo ha ofendido a Su Majestad, sino también a todos los funcionarios y a todos los pueblos de todas las provincias del reino. 17Porque todas las mujeres se enterarán de la conducta de la reina, y esto hará que desprecien a sus esposos, pues dirán: “El rey Asuero mandó que la reina Vasti se presentara ante él, pero ella no fue.” 18El día en que las mujeres de la nobleza de Persia y de Media se enteren de la conducta de la reina, les responderán de la misma manera a todos los dignatarios

de Su Majestad. ¡Entonces no habrá fin al desprecio y a la discordia! 19»Por lo tanto, si le parece bien a Su Majestad, emita un decreto real, el cual se inscribirá con carácter irrevocable en las leyes de Persia y Media: que Vasti nunca vuelva a presentarse ante Su Majestad, y que el título de reina se lo otorgue a otra mejor que ella. 20Así, cuando el edicto real se dé a conocer por todo su inmenso reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, desde los más importantes hasta los menos importantes. 21Al rey y a sus funcionarios les pareció bien ese consejo, de modo que el rey hizo lo que había propuesto Memucán: 22envió cartas por todo el reino, a cada provincia en su propia escritura y a cada pueblo en su propio idioma, proclamando en la lengua de cada pueblo que todo hombre debe ejercer autoridad sobre su familia.

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Salmos 105:1-25 (NVI) 105.1-15 – 1Cr 16.8-22 1Den gracias al Señor, invoquen su nombre; den a conocer sus obras entre las naciones. 2Cántenle, entónenle salmos; hablen de todas sus maravillas. 3Siéntanse orgullosos de su santo nombre; alégrese el corazón de los que buscan al Señor. 4Recurran al Señor y a su fuerza; busquen siempre su rostro. 5Recuerden las maravillas que ha realizado, sus señales, y los decretos que ha emitido. 6¡Ustedes, descendientes de Abraham su siervo! ¡Ustedes, hijos de Jacob, elegidos suyos! 7Él es el Señor, nuestro Dios; en toda la tierra están sus decretos. 8Él siempre tiene presente su pacto, la palabra que ordenó para mil generaciones. 9Es el pacto que hizo con Abraham, el juramento que le hizo a Isaac. 10Se lo confirmó a Jacob como un decreto, a Israel como un pacto eter-


no, 11cuando dijo: «Te daré la tierra de Canaán como la herencia que te toca.» 12Aun cuando eran pocos en número, unos cuantos extranjeros en la tierra 13que andaban siempre de nación en nación y de reino en reino, 14a nadie permitió que los oprimiera, sino que por ellos reprendió a los reyes: 15«No toquen a mis ungidos; no hagan daño a mis profetas.» 16Dios provocó hambre en la tierra y destruyó todos sus trigales. 17Pero envió delante de ellos a un hombre: a José, vendido como esclavo. 18Le sujetaron los pies con grilletes, entre hierros le aprisionaron el cuello, 19hasta que se cumplió lo que él predijo y la palabra del Señor probó que él era veraz. 20El rey ordenó ponerlo en libertad, el gobernante de los pueblos lo dejó libre. 21Le dio autoridad sobre toda su casa y lo puso a cargo de cuanto poseía, 22con pleno poder para instruir a sus príncipes e impartir sabiduría a sus ancianos. 23Entonces Israel vino a Egipto; Jacob fue extranjero en el país de Cam. 24El Señor hizo que su pueblo se multiplicara; lo hizo más numeroso que sus adversarios, 25a quienes trastornó para que odiaran a su pueblo y se confabularan contra sus siervos.

Día 292 - Viernes 20.11.15:

Apocalipsis 12 (NVI) La mujer y el dragón 1Apareció en el cielo una señal maravillosa: una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. 2Estaba encinta y gritaba por los dolores y angustias del parto. 3Y apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo encendido que tenía siete cabezas y diez cuernos, y una diadema en cada cabeza. 4Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó

sobre la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto como naciera. 5Ella dio a luz un hijo varón que gobernará a todas las naciones con puño de hierro. Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios, que está en su trono. 6Y la mujer huyó al desierto, a un lugar que Dios le había preparado para que allí la sustentaran durante mil doscientos sesenta días. 7Se desató entonces una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron al dragón; éste y sus ángeles, a su vez, les hicieron frente, 8pero no pudieron vencer, y ya no hubo lugar para ellos en el cielo. 9Así fue expulsado el gran dragón, aquella serpiente antigua que se llama Diablo y Satanás, y que engaña al mundo entero. Junto con sus ángeles, fue arrojado a la tierra. 10Luego oí en el cielo un gran clamor: «Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. 11Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. 12Por eso, ¡alégrense, cielos, y ustedes que los habitan! Pero ¡ay de la tierra y del mar! El diablo, lleno de furor, ha descendido a ustedes, porque sabe que le queda poco tiempo.» 13Cuando el dragón se vio arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. 14Pero a la mujer se le dieron las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto, al lugar donde sería sustentada durante un tiempo y tiempos y medio tiempo, lejos de la vista de la serpiente. 15La serpiente, persiguiendo a la mujer, arrojó por sus fauces agua


como un río, para que la corriente la arrastrara. 16Pero la tierra ayudó a la mujer: abrió la boca y se tragó el río que el dragón había arrojado por sus fauces. 17Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús.

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Ester 2 (NVI) Elección de Ester como reina 1Algún tiempo después, ya aplacada su furia, el rey Asuero se acordó de Vasti y de lo que había hecho, y de lo que se había decretado contra ella. 2Entonces los ayudantes personales del rey hicieron esta propuesta: «Que se busquen jóvenes vírgenes y hermosas para el rey. 3Que nombre el rey para cada provincia de su reino delegados que reúnan a todas esas jóvenes hermosas en el harén de la ciudadela de Susa. Que sean puestas bajo el cuidado de Jegay, el eunuco encargado de las mujeres del rey, y que se les dé un tratamiento de belleza. 4Y que reine en lugar de Vasti la joven que más le guste al rey.» Esta propuesta le agradó al rey, y ordenó que así se hiciera. 5En la ciudadela de Susa vivía un judío de la tribu de Benjamín, llamado Mardoqueo hijo de Yaír, hijo de Simí, hijo de Quis, 6uno de los capturados en Jerusalén y llevados al exilio cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, se llevó cautivo a Jeconías, rey de Judá. 7Mardoqueo tenía una prima llamada Jadasá. Esta joven, conocida también como Ester, a quien había criado porque era húerfana de padre y madre, tenía una figura atractiva y era muy hermosa. Al morir sus padres, Mardoqueo la adoptó como su hija. 8Cuando se proclamaron el edicto y la orden

del rey, muchas jóvenes fueron reunidas en la ciudadela de Susa y puestas al cuidado de Jegay. Ester también fue llevada al palacio del rey y confiada a Jegay, quien estaba a cargo del harén. 9La joven agradó a Jegay y se ganó su simpatía. Por eso él se apresuró a darle el tratamiento de belleza y los alimentos especiales. Le asignó las siete doncellas más distinguidas del palacio y la trasladó con sus doncellas al mejor lugar del harén. 10Ester no reveló su nacionalidad ni sus antecedentes familiares, porque Mardoqueo se lo había prohibido. 11Éste se paseaba diariamente frente al patio del harén para saber cómo le iba a Ester y cómo la trataban. 12Ahora bien, para poder presentarse ante el rey, una joven tenía que completar los doce meses de tratamiento de belleza prescritos: seis meses con aceite de mirra, y seis con perfumes y cosméticos. 13Terminado el tratamiento, la joven se presentaba ante el rey y podía llevarse del harén al palacio todo lo que quisiera. 14Iba al palacio por la noche, y a la mañana siguiente volvía a un segundo harén bajo el cuidado de Sasgaz, el eunuco encargado de las concubinas del rey. Y no volvía a presentarse ante el rey, a no ser que él la deseara y la mandara a llamar. 15Cuando a Ester, la joven que Mardoqueo había adoptado y que era hija de su tío Abijaíl, le llegó el turno de presentarse ante el rey, ella no pidió nada fuera de lo sugerido por Jegay, el eunuco encargado del harén del rey. Para entonces, ella se había ganado la simpatía de todo el que la veía. 16Ester fue llevada al palacio real ante el rey Asuero en el mes décimo, el mes de tébet, durante el séptimo año de su reinado. 17El rey se enamoró de Ester más que de todas las demás mujeres, y ella se ganó su aprobación y simpatía


más que todas las otras vírgenes. Así que él le ciñó la corona real y la proclamó reina en lugar de Vasti. 18Luego el rey ofreció un gran banquete en honor de Ester para todos sus funcionarios y servidores. Declaró un día de fiesta en todas las provincias y distribuyó regalos con generosidad digna de un rey. Conspiración contra Asuero 19Mientras se reunía a un segundo grupo de vírgenes, Mardoqueo permanecía sentado a la puerta del rey. 20Ester, por su parte, continuó guardando en secreto sus antecedentes familiares y su nacionalidad, tal como Mardoqueo le había ordenado, ya que seguía cumpliendo las instrucciones de Mardoqueo como cuando estaba bajo su cuidado. 21En aquellos días, mientras Mardoqueo seguía sentado a la puerta del rey, Bigtán y Teres, los dos eunucos del rey, miembros de la guardia, se enojaron y tramaron el asesinato del rey Asuero. 22Al enterarse Mardoqueo de la conspiración, se lo contó a la reina Ester, quien a su vez se lo hizo saber al rey de parte de Mardoqueo. 23Cuando se investigó el informe y se descubrió que era cierto, los dos eunucos fueron empalados en una estaca. Todo esto fue debidamente anotado en los registros reales, en presencia del rey.

mosquitos. 32Convirtió la lluvia en granizo, y lanzó relámpagos sobre su tierra; 33derribó sus vides y sus higueras, y en todo el país hizo astillas los árboles. 34Dio una orden, y llegaron las langostas, ¡infinidad de saltamontes! 35Arrasaron con toda la vegetación del país, devoraron los frutos de sus campos. 36Hirió de muerte a todos los primogénitos del país, a las primicias de sus descendientes. 37Sacó a los israelitas cargados de oro y plata, y no hubo entre sus tribus nadie que tropezara. 38Los egipcios se alegraron de su partida, pues el miedo a los israelitas los dominaba. 39El Señor les dio sombra con una nube, y con fuego los alumbró de noche. 40Pidió el pueblo comida, y les envió codornices; los sació con pan del cielo. 41Abrió la roca, y brotó agua que corrió por el desierto como un río. 42Ciertamente Dios se acordó de su santa promesa, la que hizo a su siervo Abraham. 43Sacó a su pueblo, a sus escogidos, en medio de gran alegría y de gritos jubilosos. 44Les entregó las tierras que poseían las naciones; heredaron el fruto del trabajo de otros pueblos 45para que ellos observaran sus preceptos y pusieran en práctica sus leyes. ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

Salmos 105:26-45 (NVI) 26Envió a su siervo Moisés, y a Aarón, a quien había escogido, 27y éstos hicieron señales milagrosas entre ellos, ¡maravillas en el país de Cam! 28Envió tinieblas, y la tierra se oscureció, pero ellos no atendieron a sus palabras. 29Convirtió en sangre sus aguas y causó la muerte de sus peces. 30Todo Egipto se infestó de ranas, ¡hasta las habitaciones de sus reyes! 31Habló Dios, e invadieron todo el paísenjambres de moscas y

Apocalipsis 13 (NVI) 1Y el dragón se plantó a la orilla del mar. La bestia que surge del mar Entonces vi que del mar subía una bestia, la cual tenía diez cuernos y siete cabezas. En cada cuerno tenía una diadema, y en cada cabeza un nombre blasfemo contra Dios. 2La bestia parecía un leopardo, pero tenía patas como de oso y fauces como de león. El dragón le confirió a la bestia su poder, su trono y gran autoridad. 3Una de las cabezas de la bestia

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Día 293 - Sábado 21.11.15:


parecía haber sufrido una herida mortal, pero esa herida ya había sido sanada. El mundo entero, fascinado, iba tras la bestia 4y adoraba al dragón porque había dado su autoridad a la bestia. También adoraban a la bestia y decían: «¿Quién como la bestia? ¿Quién puede combatirla?» 5A la bestia se le permitió hablar con arrogancia y proferir blasfemias contra Dios, y se le confirió autoridad para actuar durante cuarenta y dos meses. 6Abrió la boca para blasfemar contra Dios, para maldecir su nombre y su morada y a los que viven en el cielo. 7También se le permitió hacer la guerra a los santos y vencerlos, y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 8A la bestia la adorarán todos los habitantes de la tierra, aquellos cuyos nombres no han sido escritos en el libro de la vida, el libro del Cordero que fue sacrificado desde la creación del mundo. 9El que tenga oídos, que oiga. 10El que deba ser llevado cautivo, a la cautividad irá. El que deba morir a espada, a filo de espada morirá. ¡En esto consisten la perseverancia y la fidelidad de los santos! La bestia que sube de la tierra 11Después vi que de la tierra subía otra bestia. Tenía dos cuernos como de cordero, pero hablaba como dragón. 12Ejercía toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella, y hacía que la tierra y sus habitantes adoraran a la primera bestia, cuya herida mortal había sido sanada. 13También hacía grandes señales milagrosas, incluso la de hacer caer fuego del cielo a la tierra, a la vista de todos. 14Con estas señales que se le permitió hacer en presencia de la primera bestia, engañó a los habitantes de la tierra. Les ordenó que hicieran una imagen en honor de la bestia que, después de ser herida a espada,

revivió. 15Se le permitió infundir vida a la imagen de la primera bestia, para que hablara y mandara matar a quienes no adoraran la imagen. 16Además logró que a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres, libres y esclavos, se les pusiera una marca en la mano derecha o en la frente, 17de modo que nadie pudiera comprar ni vender, a menos que llevara la marca, que es el nombre de la bestia o el número de ese nombre. 18En esto consiste la sabiduría: el que tenga entendimiento, calcule el número de la bestia, pues es número de un ser humano: seiscientos sesenta y seis.

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Ester 3-4 (NVI) Conspiración de Amán contra los judíos 1Después de estos acontecimientos, el rey Asuero honró a Amán hijo de Hamedata, el descendiente de Agag, ascendiéndolo a un puesto más alto que el de todos los demás funcionarios que estaban con él. 2Todos los servidores de palacio asignados a la puerta del rey se arrodillaban ante Amán, y le rendían homenaje, porque así lo había ordenado el rey. Pero Mardoqueo no se arrodillaba ante él ni le rendía homenaje. 3Entonces los servidores de palacio asignados a la puerta del rey le preguntaron a Mardoqueo: «¿Por qué desobedeces la orden del rey?» 4Día tras día se lo reclamaban; pero él no les hacía caso. Por eso lo denunciaron a Amán para ver si seguía tolerándose la conducta de Mardoqueo, ya que éste les había confiado que era judío. 5Cuando Amán se dio cuenta de que Mardoqueo no se arrodillaba ante él ni le rendía homenaje, se enfureció. 6Y cuando le informaron a qué pueblo pertenecía Mardoqueo, desechó la idea de matarlo sólo a él y buscó la manera de exterminar a todo el pueblo de Mar-


doqueo, es decir, a los judíos que vivían por todo el reino de Asuero. 7Para determinar el día y el mes, se echó el pur, es decir, la suerte, en presencia de Amán, en el mes primero, que es el mes de nisán, del año duodécimo del reinado de Asuero. Y la suerte cayó sobre el mes duodécimo, el mes de adar. 8Entonces Amán le dijo al rey Asuero: —Hay cierto pueblo disperso y diseminado entre los pueblos de todas las provincias del reino, cuyas leyes y costumbres son diferentes de las de todos los demás. ¡No obedecen las leyes del reino, y a Su Majestad no le conviene tolerarlos! 9Si le parece bien, emita Su Majestad un decreto para aniquilarlos, y yo depositaré en manos de los administradores trescientos treinta mil kilos de plata para el tesoro real. 10Entonces el rey se quitó el anillo que llevaba su sello y se lo dio a Amán hijo de Hamedata, descendiente de Agag y enemigo de los judíos. 11—Quédate con el dinero —le dijo el rey a Amán—, y haz con ese pueblo lo que mejor te parezca. 12El día trece del mes primero se convocó a los secretarios del rey. Redactaron en la escritura de cada provincia y en el idioma de cada pueblo todo lo que Amán ordenaba a los sátrapas del rey, a los intendentes de las diversas provincias y a los funcionarios de los diversos pueblos. Todo se escribió en nombre del rey Asuero y se selló con el anillo real. 13Luego se enviaron los documentos por medio de los mensajeros a todas las provincias del rey con la orden de exterminar, matar y aniquilar a todos los judíos —jóvenes y ancianos, mujeres y niños— y saquear sus bienes en un solo día: el día trece del mes duodécimo, es decir, el mes de adar. 14En cada provincia se debía emitir como ley una copia del edicto, el cual se comunicaría a todos los pueblos

a fin de que estuvieran preparados para ese día. 15Los mensajeros partieron de inmediato por orden del rey, y a la vez se publicó el edicto en la ciudadela de Susa. Luego el rey y Amán se sentaron a beber, mientras que en la ciudad de Susa reinaba la confusión. Acuerdo entre Mardoqueo y Ester 1Cuando Mardoqueo se enteró de todo lo que se había hecho, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto, se cubrió de ceniza y salió por la ciudad dando gritos de amargura. 2Pero como a nadie se le permitía entrar a palacio vestido de luto, sólo pudo llegar hasta la puerta del rey. 3En cada provincia adonde llegaban el edicto y la orden del rey, había gran duelo entre los judíos, con ayuno, llanto y lamentos. Muchos de ellos, vestidos de luto, se tendían sobre la ceniza. 4Cuando las criadas y los eunucos de la reina Ester llegaron y le contaron lo que pasaba, ella se angustió mucho y le envió ropa a Mardoqueo para que se la pusiera en lugar de la ropa de luto; pero él no la aceptó. 5Entonces Ester mandó llamar a Hatac, uno de los eunucos del rey puesto al servicio de ella, y le ordenó que averiguara qué preocupaba a Mardoqueo y por qué actuaba de esa manera. 6Así que Hatac salió a ver a Mardoqueo, que estaba en la plaza de la ciudad, frente a la puerta del rey. 7Mardoqueo le contó todo lo que le había sucedido, mencionándole incluso la cantidad exacta de dinero que Amán había prometido pagar al tesoro real por la aniquilación de los judíos. 8También le dio una copia del texto del edicto promulgado en Susa, el cual ordenaba el exterminio, para que se lo mostrara a Ester, se lo explicara, y la exhortara a que se presentara ante el rey para implorar clemencia e interceder en favor de su pueblo. 9Hatac regresó y le in-


formó a Ester lo que Mardoqueo había dicho. 10Entonces ella ordenó a Hatac que le dijera a Mardoqueo: 11«Todos los servidores del rey y el pueblo de las provincias del reino saben que, para cualquier hombre o mujer que, sin ser invitado por el rey, se acerque a él en el patio interior, hay una sola ley: la pena de muerte. La única excepción es que el rey, extendiendo su cetro de oro, le perdone la vida. En cuanto a mí, hace ya treinta días que el rey no me ha pedido presentarme ante él.» 12Cuando Mardoqueo se enteró de lo que había dicho Ester, 13mandó a decirle: «No te imagines que por estar en la casa del rey serás la única que escape con vida de entre todos los judíos. 14Si ahora te quedas absolutamente callada, de otra parte vendrán el alivio y la liberación para los judíos, pero tú y la familia de tu padre perecerán. ¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como éste!» 15Ester le envió a Mardoqueo esta respuesta: 16«Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa, para que ayunen por mí. Durante tres días no coman ni beban, ni de día ni de noche. Yo, por mi parte, ayunaré con mis doncellas al igual que ustedes. Cuando cumpla con esto, me presentaré ante el rey, por más que vaya en contra de la ley. ¡Y si perezco, que perezca!» 17Entonces Mardoqueo fue y cumplió con todas las instrucciones de Ester.

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Salmos 106:1-23 (NVI) 106.1,47-48 – 1Cr 16.34-36 1 ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Den gracias al Señor, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre. 2¿Quién puede proclamar las proezas del Señor, o expresar toda su alabanza? 3 Dichosos los que practican la justicia y hacen siempre lo que es justo. 4Re-

cuérdame, Señor, cuando te compadezcas de tu pueblo; ven en mi ayuda el día de tu salvación. 5Hazme disfrutar del bienestar de tus escogidos, participar de la alegría de tu pueblo y expresar mis alabanzas con tu heredad. 6Hemos pecado, lo mismo que nuestros padres; hemos hecho lo malo y actuado con iniquidad. 7Cuando nuestros padres estaban en Egipto, no tomaron en cuenta tus maravillas; no tuvieron presente tu bondad infinita y se rebelaron junto al mar, el Mar Rojo. 8Pero Dios los salvó, haciendo honor a su nombre, para mostrar su gran poder. 9Reprendió al Mar Rojo, y éste quedó seco; los condujo por las profundidades del mar como si cruzaran el desierto. 10Los salvó del poder de sus enemigos, del poder de quienes los odiaban. 11Las aguas envolvieron a sus adversarios, y ninguno de éstos quedó con vida. 12Entonces ellos creyeron en sus promesas y le entonaron alabanzas. 13Pero muy pronto olvidaron sus acciones y no esperaron a conocer sus planes. 14En el desierto cedieron a sus propios deseos; en los páramos pusieron a prueba a Dios. 15Y él les dio lo que pidieron, pero les envió una enfermedad devastadora. 16En el campamento tuvieron envidia de Moisés y de Aarón, el que estaba consagrado al Señor. 17Se abrió la tierra y se tragó a Datán; sepultó a los seguidores de Abirán. 18Un fuego devoró a esa pandilla; las llamas consumieron a los impíos. 19En Horeb hicieron un becerro; se postraron ante un ídolo de fundición. 20Cambiaron al que era su motivo de orgullo por la imagen de un toro que come hierba. 21Se olvidaron del Dios que los salvó y que había hecho grandes cosas en Egipto: 22milagros en la tierra de Cam y portentos junto al Mar Rojo. 23Dios amenazó con destruirlos,


pero no lo hizo por Moisés, su escogido, que se puso ante él en la brecha e impidió que su ira los destruyera.

Día 294 - Domingo 22.11.15:

Apocalipsis 14 (NVI) El Cordero y los 144.000 1Luego miré, y apareció el Cordero. Estaba de pie sobre el monte Sión, en compañía de ciento cuarenta y cuatro mil personas que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre. 2Oí un sonido que venía del cielo, como el estruendo de una catarata y el retumbar de un gran trueno. El sonido se parecía al de músicos que tañen sus arpas. 3Y cantaban un himno nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. Nadie podía aprender aquel himno, aparte de los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra. 4Éstos se mantuvieron puros, sin contaminarse con ritos sexuales. Son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Fueron rescatados como los primeros frutos de la humanidad para Dios y el Cordero. 5No se encontró mentira alguna en su boca, pues son intachables. Los tres ángeles 6Luego vi a otro ángel que volaba en medio del cielo, y que llevaba el evangelio eterno para anunciarlo a los que viven en la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo. 7Gritaba a gran voz: «Teman a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo, la tierra, el mar y los manantiales.» 8Lo seguía un segundo ángel que gritaba: «¡Ya cayó! Ya cayó la gran Babilonia, la que hizo que todas las naciones bebieran el excitante vino de su adulterio.» 9Los seguía un tercer ángel que clamaba a grandes voces: «Si

alguien adora a la bestia y a su imagen, y se deja poner en la frente o en la mano la marca de la bestia, 10beberá también el vino del furor de Dios, que en la copa de su ira está puro, no diluido. Será atormentado con fuego y azufre, en presencia de los santos ángeles y del Cordero. 11El humo de ese tormento sube por los siglos de los siglos. No habrá descanso ni de día ni de noche para el que adore a la bestia y su imagen, ni para quien se deje poner la marca de su nombre.» 12¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesús! 13Entonces oí una voz del cielo, que decía: «Escribe: Dichosos los que de ahora en adelante mueren en el Señor.» «Sí —dice el Espíritu—, ellos descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan.» La cosecha de la tierra 14Miré, y apareció una nube blanca, sobre la cual estaba sentado alguien «semejante al Hijo del hombre». En la cabeza tenía una corona de oro, y en la mano, una hoz afilada. 15Entonces salió del templo otro ángel y le gritó al que estaba sentado en la nube: «Mete la hoz y recoge la cosecha; ya es tiempo de segar, pues la cosecha de la tierra está madura.» 16Así que el que estaba sentado sobre la nube pasó la hoz, y la tierra fue segada. 17Del templo que está en el cielo salió otro ángel, que también llevaba una hoz afilada. 18Del altar salió otro ángel, que tenía autoridad sobre el fuego, y le gritó al que llevaba la hoz afilada: «Mete tu hoz y corta los racimos del viñedo de la tierra, porque sus uvas ya están maduras.» 19El ángel pasó la hoz sobre la tierra, recogió las uvas y las echó en el gran lagar de la ira de Dios. 20Las uvas fueron exprimidas fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre,


la cual llegó hasta los frenos de los caballos en una extensión de trescientos kilómetros.

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Ester 5 (NVI) Petición de Ester al rey Asuero 1Al tercer día, Ester se puso sus vestiduras reales y fue a pararse en el patio interior del palacio, frente a la sala del rey. El rey estaba sentado allí en su trono real, frente a la puerta de entrada. 2Cuando vio a la reina Ester de pie en el patio, se mostró complacido con ella y le extendió el cetro de oro que tenía en la mano. Entonces Ester se acercó y tocó la punta del cetro. 3El rey le preguntó: —¿Qué te pasa, reina Ester? ¿Cuál es tu petición? ¡Aun cuando fuera la mitad del reino, te lo concedería! 4— Si le parece bien a Su Majestad —respondió Ester—, venga hoy al banquete que ofrezco en su honor, y traiga también a Amán. 5—Vayan de inmediato por Amán, para que podamos cumplir con el deseo de Ester —ordenó el rey. Así que el rey y Amán fueron al banquete que ofrecía Ester. 6Cuando estaban brindando, el rey volvió a preguntarle a Ester: —Dime qué deseas, y te lo concederé. ¿Cuál es tu petición? ¡Aun cuando fuera la mitad del reino, te lo concedería! 7Ester respondió: —Mi deseo y petición es que, 8si me he ganado el favor de Su Majestad, y si le agrada cumplir mi deseo y conceder mi petición, venga mañana con Amán al banquete que les voy a ofrecer, y entonces le daré la respuesta. Odio de Amán contra Mardoqueo 9Amán salió aquel día muy contento y de buen humor; pero cuando vio a Mardoqueo en la puerta del rey y notó que no se levantaba ni temblaba ante su presencia, se llenó de ira contra él. 10No obstante, se contuvo y se fue a su

casa. Luego llamó Amán a sus amigos y a Zeres, su esposa, 11e hizo alarde de su enorme riqueza y de sus muchos hijos, y de cómo el rey lo había honrado en todo sentido ascendiéndolo sobre los funcionarios y demás servidores del rey. 12—Es más —añadió Amán—, yo soy el único a quien la reina Ester invitó al banquete que le ofreció al rey. Y también me ha invitado a acompañarlo mañana. 13Pero todo esto no significa nada para mí, mientras vea a ese judío Mardoqueo sentado a la puerta del rey. 14Su esposa Zeres y todos sus amigos le dijeron: —Haz que se coloque una estaca a veinticinco metros de altura, y por la mañana pídele al rey que empale en ella a Mardoqueo. Así podrás ir contento al banquete con el rey. La sugerencia le agradó a Amán, y mandó que se colocara la estaca.

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Salmos 106:24-48 (NVI) 24Menospreciaron esa bella tierra; no creyeron en la promesa de Dios. 25Refunfuñaron en sus tiendas de campaña y no obedecieron al Señor. 26Por tanto, él levantó su mano contra ellos para hacerlos caer en el desierto, 27para hacer caer a sus descendientes entre las naciones y dispersarlos por todos los países. 28Se sometieron al yugo de Baal Peor y comieron de las ofrendas a ídolos sin vida. 29Provocaron al Señor con sus malvadas acciones, y les sobrevino una plaga. 30Pero Finés se levantó e hizo justicia, y la plaga se detuvo. 31Esto se le acreditó como un acto de justicia para siempre, por todas las generaciones. 32Junto a las aguas de Meribá hicieron enojar al Señor, y a Moisés le fue mal por culpa de ellos, 33pues lo sacaron de quicio y él habló sin pensar lo que decía. 34No destruyeron a los pueblos que el Señor les había señalado, 35sino


que se mezclaron con los paganos y adoptaron sus costumbres. 36Rindieron culto a sus ídolos, y se les volvieron una trampa. 37Ofrecieron a sus hijos y a sus hijas como sacrificio a esos demonios. 38Derramaron sangre inocente, la sangre de sus hijos y sus hijas. Al ofrecerlos en sacrificio a los ídolos de Canaán, su sangre derramada profanó la tierra. 39Tales hechos los contaminaron; tales acciones los corrompieron. 40La ira del Señor se encendió contra su pueblo; su heredad le resultó aborrecible. 41Por eso los entregó a los paganos, y fueron dominados por quienes los odiaban. 42Sus enemigos los oprimieron, los sometieron a su poder. 43Muchas veces Dios los libró; pero ellos, empeñados en su rebeldía, se hundieron en la maldad. 44Al verlos Dios angustiados, y al escuchar su clamor, 45se acordó del pacto que había hecho con ellos y por su gran amor les tuvo compasión. 46Hizo que todos sus opresores también se apiadaran de ellos. 47Sálvanos, Señor, Dios nuestro; vuelve a reunirnos de entre las naciones, para que demos gracias a tu santo nombre y orgullosos te alabemos. 48¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, eternamente y para siempre! ¡Que todo el pueblo diga: «Amén»! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!

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