D050430 La muerte de un farsante

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Internacional

SÁBADO 30/4/2005

ABC

LX ANIVERSARIO DEL SUICIDIO DE HITLER

Hace 60 años, Hitler se dio un tiro que alivió a toda Europa. Pero los lúgubres avatares del «mutis» en su búnker objetan al común romanticismo del suicidio como gesto de valentía: Sólo fue la culminación de una vida excepcionalmente cobarde

La muerte de un farsante RAMIRO VILLAPADIERNA CORRESPONSAL

BERLÍN. «Nadie oyó el tiro», rememora el ayudante y escolta de Hitler, Rochus Misch (87 años), en su casa a las afueras de Berlín; pero «finalmente su mayordomo, Linge, que estaba en el pasillo dijo: creo que ya está». Y entonces

un silencio pavoroso invadió el búnker del Führer del «Reich de los Mil Años», cuyo delirio sólo había durado 13, pero posiblemente ennegrezcan la historia de Europa para siempre. Berlín, la luminosa capital novecen-

En sus últimos días de vida dentro del búnker,la salud física y psíquica del «Führer» empeoró drásticamente. Estas son algunas de las dolencias detectadas:

Mareos Ojeras profundas Daños auditivos

Síntomas paranoides (excesiva agresividad y reacciones obsesivas)

Espina bífida

Párkinson

Afección pulmonar

tista, se desmoronaba bajo el colosal avance de 2,5 millones de soldados soviéticos. El 16 de abril Stalin había decretado el castigo final al pueblo que llevó la guerra a todo el continente. Las tropas de asalto estaban a sólo cientos de metros de la Wilhelmstrasse. En el búnker, los oficiales de telecomunicaciones ocultaban al Führer que estaban recurriendo ya «a la BBC y los boletines de Reuters» para saber qué pasaba, reconoce el ex oficial Bernd Freytag von Loringhoven, último superviviente con Rochus Misch de la última hora de Hitler. Loringhoven (91 años) había llegado al búnker la semana antes: «El batallón de comunicaciones había desertado en masa el día 23, cuando me trajo el general Krebs». «Teníamos que llamar aleatoriamente a amigos y a vecinos de barrios por saber si veían rusos y confeccionar los mapas» para Hitler. Pero hacía días que apenas se hablaba de otra cosa en el búnker que de suicidarse: cianuro o bala en la sien, eran las opciones valoradas y regadas con las últimas botellas, entre accesos de pánico ante la inminente llegada de los rusos. La contemplación de Hitler dejó atónito a Loringhoven: «en vez del líder enérgico y carismático» encontró a un «hombre prematuramente mayor»,

que arrastraba el pie izquierdo, tenía debilidad en una mano y dañado el brazo derecho: «tras el atentado: su cabeza se había hundido entre los hombros, sus ojos no transmitían nada». El boletín «de Reuters» —recuerda Loringhoven— indicando que Himmler —jefe de las SS y el más leal— había tanteado un acuerdo con los aliados «fue devastador para Hitler», allí se hundió. Los últimos testigos han relatado la agobiante y voluble vida bajo tierra, irascible, falsamente entusiasta, decadente, aunque Misch asegura que el búnker no era como el del reciente filme «El hundimiento», que confundiría el búnker superior de la cancillería con la cámara inferior, donde «apenas cabíamos los cinco que vimos por última vez a Hitler». Cuando en los últimos días, Loringhoven vio llegar a Magda Goebbels con sus seis hijos, «atemorizados en sus abrigos, tal vez anticipando el sacrificio», «me entró una gran congoja». Poco después eran

Hacia la nueva Cancillería

El último refugio de Hitler

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Impotencia sexual Espasmos en la pierna izquierda

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Temblores

1- Antecocina del mayordomo 2- Cocina 3- Trasteros 4- Comedor 5- Alojamientos del servicio 6- Habitaciones de la esposa de Goebbels 7- Sala de espera 8- Cuadro de luces 9- Cuarto de aseo 10- Cuarto de baño 11- Tocador de Eva Braun 12- Gabinete de Eva Braun 13- Despacho de Hitler

14- Dormitorio de Hitler 15- Antesala de Hitler 16- Sala de mapas 17- Generador eléctrico 18- Despacho de Martin Bormann 19- Centralita telefónica 20- Salón 21- Dormitorio de Goebbels 22- Enfermería 23- Sala de conferencias 24- Antesala y vestuario 25- Guardias y caseta del perro 26- Salida de emergencia

Los seis hijos, su mujer y el propio Goebbels fueron encontrados muertos en sus habitaciones. Habían matado a sus hijos y después se suicidaron

Hacia el Ministerio de Asuntos Exteriores

1889

1905

1907

Nace el 20 de abril de 1889 en Braunau am Inn, cerca de Linz (Alta Austria)

Abandona la escuela secundaria de Linz e ingresa en la Academia de Bellas Artes de Viena

Su madre muere de cáncer. Hitler quedó muy afectado

1913 Se traslada a Munich para eludir el servicio militar

1914

1918

Comienza la 1ª guerra mundial. Se alista voluntario en el ejercito alemán en el servicio de mensajeros

Alemania se rinde. Hitler nunca aceptó la rendición


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envenenados por sus padres: «no merece la pena que vivan en una Alemania sin el Führer», dijo mecánicamente su madre según el relato de la secretaria de Hitler. Los mandos «habían querido evacuar a Hitler por avión, pero insistió en permanecer en Berlín»; al parecer no creía que los británicos mantendrían su alianza con los comunistas soviéticos. Pero un día antes del suicidio, Loringhoven, quien se reincorporaría al nuevo ejército federal en 1956 y llegaría a un cargo de la OTAN, iba a lograr el permiso del Führer para salir del búnker, argumentando un plan para contactar por el río con las tropas al Oeste: «A él le gustó». El telefonista Misch aún vio a Hitler en la mañana del 30 de abril, «entró a verme y me miró como si me escrutase». Misch cree haber visto un rapto de envidia en sus ojos: «yo era joven, para él no había salida». Luego vino el silencio y la histeria tras el suicidio, lo último que vio fue pasar el cadáver de Hitler en una manta, antes de esconderse temiendo que la Gestapo mataría a todos los testigos. Misch vive su momento de gloria, con Loringhoven es el último testigo y para el próximo aniversario no quedará nadie vivo. Recibe llamadas y cartas, algunas inquietantes como la de un soldado que pide un autógrafo y añade: «yo le honro». Contra supuestos, alimentados por Moscú, de la escapada y pervivencia de Hitler en Occidente, complementados con teorías sudamericanas, los recuerdos de sus secretarias Traudl Junge y Christa Schröder, del ayuda de cámara Heinz Linge, de su chófer Erich Kempka, de su ayudante Otto Günsche o del propio Misch, coinciden: vieron a Hitler derrumbado en su sangre sobre la mesa de té, junto al cadáver envenenado de Eva Braun. «Estaba así», dice Misch y

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Aunque produzca polémica, Hitler no dejaba de ser humano: se reía con Mickey Mouse, se ablandaba con los niños de Speer a sus 88 años apoya la cabeza de lado sobre la mesa. Y todos recuerdan a un Hitler carismático pero egoísta, el megalómano exterminador hacia fuera era casi siempre cortés hacia ellos: «En el pasillo, se despidió uno por uno de todos nosotros. Luego pidió no ser molestado». Loringhoven dice no haberlo oído nunca gritar, «salvo a sus generales, con ellos descargaba su ira». Aunque produzca polémica, Hitler no dejaba de ser humano: se reía con Mickey Mouse, temblaba de parkinson, se

Hitler se suicidó entre las 15.30 h y las 16.00 h en su habitación junto con Eva Braun. Se quitó la vida de un disparo mientras masticaba una pastilla de cianuro

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paso, aquél tuvo a los 56 años un final ignominioso, si bien no más que su vida: el de la escapada. Los expertos no han encontrado en Hitler una sola idea original ni un único elemento que explique la irrupción de quien Mary Fulbrook definió como «epítome de maldad», aunque Ian Kershaw ve singular su inigualable percepción del estado de las cosas y de los medios a su disposición, así como el modo terrorífico de consumar sus ideas. El búnker bajo la cancillería es hoy irreconocible, un simple solar con un parquecillo interior en la Gertrud Kolmar Strasse. Hace esquina remarcable con la callecita de Hannah Arendt y transmite una confusa tranquilidad. A escasos metros se inaugurará en días un bosque de estelas que será el monumento al Holocausto de la capital alemana. Pero hasta hoy, en éste y tantos parques de Berlín, siguen brotando del suelo los huesos de la historia.

Sus cuerpos se incineraron con gasolina en el jardín de la Cancillería

Garita de hormigón

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ablandaba con los niños de Speer y era un descarado defraudador del fisco, capaz no sólo de distraer las ventas millonarias de «Mein Kampf» sino de mentir a su ministro de Hacienda, aduciendo que su sueldo de canciller lo entregaba al montepío de viudas de las SS. La radio dijo que Hitler había caído en combate e hizo sonar «La muerte de Sigfrido», de Wagner, en un último subrayado musical de cómo los mitos requieren de la mentira hasta su último momento: «Rubio como Hitler, esbelto como Göring, grande y espigado como Goebbels», decía entredientes la burla popular del mentiroso mito ario. El acomplejado estudiante de arte; que vio su iluminación en un cientifismo barato pero de moda; sembró en un momento antiliberal que privilegiaba a la masa hasta aplastar al individuo; y, en la nación en guerra, dio un sentido al desorientado penar alemán, que no reparó en exterminar a un pueblo a su

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El Coronel Günsche tenía la orden de cerciorarse de que estaban muertos, rematándolos con un disparo en la cabeza en caso de duda

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1919

1921

Se afilia al Partido Obrerto Alemán (DAP), de ultraderecha

Funda el Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores, llamado Partido Nazi

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1923 Intenta un golpe de Estado pero fracasa. Ingresa en prisión, donde escribe «Mein Kampf»

1924 Es puesto en libertad en diciembre. Sólo estuvo ocho meses encarcelado

1932 Es derrotado por Hinderburg en las elecciones de marzo

1933

1934

1939

1945

Es nombrado canciller alemán en 30 de enero

Establece el nacionalsocialismo como único partido

Con la invasión de Polonia da comienzo la 2ª guerra mundial

Se suicida en su búnker el 30 de abril

INFOGRAFÍA: JAVIER AGUILERA/FERNANDO RUBIO/CARLOS AGUILERA


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