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INTERNACIONAL 35
MARTES, 5 DE JULIO DE 2011 abc.es/internacional
Muere el primer gran europeísta BOtto de Habsburgo fue jefe de la Casa Imperial austrohúngara tras la muerte de su padre, el emperador Carlos I, en 1922
Protagonista del siglo XX " 1930 Termina su exilio en Lekeitio y asume oficialmente el liderazgo de la Casa Habsburgo
BEn 1961 renunció al trono imperial para dedicarse a la causa europeísta
# 1961 Renuncia al trono para poder regresar a Austria. Declarado persona non grata en el Parlamento con los votos socialistas y ultranacionalistas, no obtiene el pasaporte hasta 1966 $ 1979 Es elegido diputado en el Parlamento Europeo en la fracción conservadora de Alemania, cuya nacionalidad tenía también junto a la austriaca y húngara. Eurodiputado hasta 1999
RAMIRO VILLAPADIERNA CORRESPONSAL EN BERLÍN
O
tto de Habsburgo nació emperador de profesión, en 1912. Pero sin llegar a sacar el título por cambio de programas, ejerció sin embargo toda su vida como un excelente autónomo. Su pensión vitalicia fue ver desmoronarse a los gigantes totalitarios —nacionalismo y socialismo— que le ningunearon el puesto. Y ver reunirse en la casa europea a los pueblos de los que se sintió responsable, ante una historia y unos políticos que en realidad parecían ser ellos, y no él, los abdicantes. Los títulos y responsabilidades de quien era gran príncipe de Transilvania pero también duque de Auschwitz, señor de Trieste y sólo conde de Habsburgo —solar suizo de Aargau—, son una lección de historia fascinante, si bien ignota. «Hace un siglo que es Francia la que nos cuenta la historia», lamentaba cuando Mitterrand ninguneó la libertad de los yugoslavos llamándolos «tribus sangrientas». Así que este señor de los espacios y los tiempos del viejo continente nunca gobernó otra cosa que a sí mismo, que es más de lo que puede decir un gobernante en ejercicio. Era ajeno a la nostalgia pero sonreía con «el fin de la historia», de moda tras 1989: «acaba o renace sólo para quién no la conoce». Cuando se reabrían llagas mal curadas con ideología, Otto rehusaba la invasiva terminología de minorías nacionales y religiosas: él sólo reconocía culturas, «otra cosa es artificial y denigrante».
% 1989 Participa activamente en la caída del comunismo al organizar el llamado «picknick paneuropeo» en la frontera entre Austria y Hungría
que suficientes políticos para agasajarlos, mientras Otto, con 26 años, era condenado a muerte. Él «sí vio lo que haría Hitler», reconocía ayer el ministro de Exteriores checo tras conocer la noticia de su muerte. Con su gran abrigo —como de su padre de no saberse que el emperador Carlos murió de frío— y un europeísmo ajeno a campañas de Potemkin, Otto temía a los antieuropeos, pues «desprecian Europa como americanos»; pero rehusaba la primacía económica sobre la política. ABC
Otto de Habsburgo, durante una votación en 1995 en el Parlamento Europeo
Europeísmo blindado
Brook-Shepherd explica con «La pintura estiria» la naturalidad con que los europeos daban antes menos importancia a etnias que a culturas de vida. Nadie hubiera pensado que austríaco fuese nacionalidad: Austria era una corona, que auspiciaba a decenas de pueblos, sólo alguno de ellos alemán. Lo que diferenciaba a éstos de otros alemanes es que eran «del emperador». En cuanto faltó ese diferencial, alemanes eran todos como vio Hitler. Y eslavos eran todos, como pretendió Stalin. De ambos habría hasta hartarse; y más
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En brazos de su padre, el emperador Carlos Francisco, en 1914 ABC
«Otto's Camel Trophy»
En su «Carlos V», reivindicaría el primer europeísmo como hijo de la caballería borgoñona: región casual de Schuman, Adenauer y De Gaulle. Carlos V y Otto han sido los únicos Austrias en renunciar en 600 años, rara combinación de idealismo y realismo. En 1961, Otto eligió servir a un continente antes que a una sola nación. Diputado europeo durante 20 años, plurilingüe capaz de bromear en latín, seguirlo por el Este era una experiencia energética que acuñó el concepto de «Otto's Camel Trophy». Como el «auténtico Eurofighter», lo reconocía el redactor jefe del izquierdista Süddeutsche Zeitung. «No volvió al trono, pero fue muy feliz», resume en Viena Die Presse. Las reacciones subrayan que Europa necesitará siempre un Otto para dudar de telones de acero y monopoly geopolítico; y con la militancia paciente para poder ver, un día de 1989, a su hija cortando las alambradas y mentiras de Yalta. Forzando a reescribir los manuales de historia, malescritos con faltas políticas.