D050508 Fin de IIGM - Españoles en la caída de Berlín 2

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ABC

Los domingos

DOMINGO 8/5/2005

Imágenes de soldados soviéticos en las fechas anteriores a la caída de la capital alemana. Estos días se recuerda la gesta en Rusia por todo lo alto

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Una muchacha soldado soviética. Muchos rostros femeninos, sonrientes, frescos y saludables componen la propaganda más amable del momento

alguien» le dé la oportunidad «de ver España por última vez. A ver si alguien que le lea…»

Palomo, rebautizado De tercer infarto anda a su vez Juan Palomo en Bonn, un divisionario de Zarautz pero nacido en Ceuta: «De la primera expedición. Entramos en Leningrado pero nos echaron pronto», dice. Entre los que echaron a Palomo y a los suyos figuraban, combatiendo con el Ejército Rojo, también españoles como el curtidísimo Ramón Moreira, Luis Fernández Álvarez, Carmen Marón Fernández, Celestino Fernández-Miranda o Ermelina Llana, luego condecorados. Hubo miles de españoles más en una guerra en que España no estaba: de Dunquerque a la Resistencia, escribe Secundino Serrano en «La última gesta», porque la mayoría combatió con los aliados exceptuando la División Azul. De ésta y al margen de la primera expedición —tan estudiantil e ideologizada— parece probado tanto el arrojo como la escasa seriedad de muchos combatientes españoles. El historiador Xavier Moreno ha calificado la División como «hija de nuestra guerra» y muchos la vieron continuación de la misma y una oportunidad para devolver la visita a los soviéticos. Iban, venían, «dormíamos en los nichos de los cementerios por el frío», cuenta en Bonn Palomo; cuando en 1942 conoció a su mujer en el Rin y en un baile la dejó embarazada, estaba con un permiso de un mes, «pero me quedé cuatro, eran las fiestas. Creí que me sancionarían, pero no». Una noche un cura renano los «rebautizó y casó» a un tiempo, ya que no tenían partidas de bautismo. Palomo habla de su «aventura» y sus «amigos: con el gitano éramos siete», del robo en una pastelería polaca y del tabaco que le sacó a un guardia soviético a cambio de un agua de colonia, «diciéndole que era coñac español». A últimos del 43, cuando iba a ser disuelta la División, «en una trinchera helada» lo apresaron. Estuvo en un campo de trabajo y dice que un día

Un soldado ruso coloca la bandera soviética en el Reichstag. La acción se repitió para la foto en un «posado» posterior al momento real a fin de que adquiriera la calidad dramática que exigía la propaganda soviética.

FOTOS: NOVOSTI

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