Organizadas por el Exmo Ayuntamiento de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja de la Muy Noble, Muy Leal, Her贸ica y Fidel铆sima Villa de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, en colaboraci贸n con las Pe帽as, Amas de Casa y Asociaciones.
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Pero el reencuentro con esta maravillosa comarca, el descubrimiento del veneno del teatro de la mano de Carro de Thespis hizo que decidiéramos mi marido y yo asentar nuestras vidas aquí. Después nuestra hija nos ha unido mucho más a esta tierra, pues para ella Villarcayo es un territorio muy, muy querido, aquí están sus raíces, su familia y sus amigos.
Buenas tardes Sr. Alcalde, Corporación municipal, vecinos de Villarcayo y visitantes. Quiero, en primer lugar, aunque resulte demasiado tópico, agradecer al Sr. Alcalde y a la Corporación el inmerecido honor de ser la pregonera de estas fiestas de Villarcayo. Deben ser mis primeras palabras de agradecimiento y orgullo, por la responsabilidad y distinción que me ha sido otorgada. Decía Emily Dickinson que “la gratitud es el único secreto que no puede revelarse por sí mismo”, lo que me lleva a dar las gracias por vuestra presencia, por vuestro tiempo, y por el calor de vuestra compañía. Cuando me lo comunicó verbalmente el alcalde, le dije que no podía, que no me gustan estas intervenciones públicas, que me generan un profundo pudor. Pero tanto él como el vicealcalde insistieron con el mismo argumento: querían una mujer, la primera que, de forma individual, diera el pregón de las fiestas. En estos últimos 25 años, tan solo en una ocasión lo ha hecho una mujer, la profesora de la UBU Carmen Palmero Cámara, que dio el pregón al alimón con el Catedrático de la UBU Alfredo Jiménez Eguizábal, en 2010 .
Por ese lado me cazaron, me paso la vida reivindicando la importancia de que las mujeres seamos visibles, de que asumamos las mismas obligaciones y riesgos que los hombres. No podía negarme. Yo nací y me crié muy cerca de aquí, en una pedanía de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja. Mi “arboleda perdida” se encuentra en Bocos. Pero mi vida profesional está íntimamente unida a Villarcayo, donde llevo impartiendo la docencia desde 1986. Veintinueve años de mi vida están ligados a esta localidad, varias generaciones de jóvenes han pasado por mis manos, tanto es así que he dado clase a padres e hijos, esta experiencia es especialmente gratificante. Resulta muy sugestivo ver que aquellos alumnos que podían ser inquietos, tranquilos, tímidos o traviesos en su adolescencia se han convertido con el tiempo en padres y madres preocupados por sus hijos.
Uno de los aspectos que más me ha unido a esta comarca ha sido impartir la asignatura de Recuperación del Patrimonio. Los trabajos de arte, tradiciones y costumbres con el grupo de profesores y amigos del “Proyecto Aldaba”, las experiencias de actividades, informes y libros publicados con los alumnos de Villarcayo y Espinosa de los Monteros en colaboración con el profesor y compañero de Aldaba Pedro Díaz Pedrosa, han sido muy satisfactorios.
Nunca imaginé, cuando aprobé las oposiciones, que mi vida se iba a desarrollar en esta comarca. Tampoco lo intuí cuando vine a Villarcayo huyendo de mi primer destino definitivo en Águilas (Murcia).
Recientemente, haber realizado con mi antigua alumna y amiga Elena Incinillas la guía de Iglesias y Ermitas de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja nos ha permitido tener una visión completa del patrimonio eclesiástico de esta Merindad, situada en el centro de nuestra comarca. Una de las experiencias más positivas y enriquecedoras a nivel personal ha sido formar parte del grupo de voluntarios de Santa María de Rioseco. El cambio experimentado en lo que fueron ruinas olvidadas me confirma las palabras de Eduardo Galeano: “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”.
Mi idea en aquellos momentos era volver a Cantabria, donde había iniciado mi tarea como investigadora, pues sobre artistas cántabros versó mi Tesis de Licenciatura y posteriormente mi Tesis Doctoral.
Nuestras fiestas patronales pertenecen a lo que el gran Julio Caro Baroja denominaba fiestas del estío festivo, entre las que se incluyen las fiestas en honor de diferentes santos.
Cuando este antropólogo habla de las fiestas destaca la importancia de lo particular y lo concreto del hombre, es esto lo que le identifica y hace único. Y lo que hace únicas nuestras fiestas de santa Marina es la peculiaridad de su sobrenombre popular, la fiesta de las Guindas. Como todos conocéis, fue el gusto de Anacleto Varona por convidar con ese característico licor de guindas a sus familiares, amigos y clientes el día de la fiesta en la fonda “el francés”, situada en la popular plaza que lleva el nombre de la santa, lo que, con el paso del tiempo, llegó a convertirse en uno de los signos externos que identifican la verbena del 17 de julio. Lo popular y lo sacro, una vez más, se han unido en la festividad patronal. Hablar de esta fiesta y de las guindas es remitirnos a la recoleta plaza de santa Marina, una plaza unida a mis recuerdos infantiles, pues mi padre llevó durante años la contabilidad de Félix Vadillo, quien tenía su almacén de materiales de construcción en una hermosa casa hoy tristemente desaparecida, al igual que la iglesia parroquial dedicada a la santa. Muy cerca de esta plaza se situó la primera escuela de Villarcayo, la Escuela de Primeras Letras, creada en 1752 por legado de D. Manuel Arroyo Vélez de Valdivielso, coronel de Dragones y Caballero de la Orden de Santiago, natural de Villarcayo, que murió en el Reino de Nueva España. Y en la calle de santa Marina en 1878 se creó la Escuela Municipal para niños de ambos sexos en la casa donde hoy se dispone la Escuela de Música y que antes fue la Casa de Teléfonos.
Y al hablar de la plaza me permito enlazar con una de mis pasiones, el patrimonio, el olvidado, el perdido y el recuperado. Y es que patrimonio es un concepto unido a la idea de herencia. Dice el diccionario de esa maravillosa y trabajadora mujer que fue María Moliner que patrimonio es “el conjunto de bienes que alguien ha adquirido por herencia familiar”.
“Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo”
En este sentido debemos entender las fiestas, como parte importante de nuestro patrimonio.
Y ahora os invito a dejar a un lado, aunque solo sea por dos días, nuestras preocupaciones, y nos dispongamos a vivir con intensidad esta fiesta de santa Marina y la próxima de san Roque. Cada día es único en nuestras vidas y deberíamos vivirlo como si fuera el último.
Pero patrimonio no es solo el histórico artístico, sino también el natural. Tenemos la obligación de legarlo a nuestros hijos, tenemos la obligación de entregar el patrimonio que recibimos de nuestros antepasados a nuestros descendientes, por eso debemos conocerlo, cuidarlo, y protegerlo de acciones, externas o internas, que lo dañen de forma más o menos deliberada. Debemos alejarnos de cualquier acción agresiva que lo ponga en peligro, como ocurre con la Fractura Hidráulica. Por último, no pudiendo dejar a un lado mi vocación docente, me gustaría finalizar este pregón apuntando algo a los jóvenes que me escuchan, y que son nuestra esperanza: conoced vuestro patrimonio y defendedlo, defendedlo con uñas y dientes. Aunque os embarquéis en empresas que os parezca imposible llevar a buen puerto, no desesperéis. Haced vuestros los versos de José Agustín Goitisolo dedicados a su hija Julia:
Corred, corred detrás de vuestros sueños hasta que consigáis atraparlos. Aun en el caso de que no lo logréis, habrá merecido la pena, puesto que el objetivo debe ser siempre luchar por lo que se quiere.
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