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LAS TABAS
Supervivientes De La Poca Cl Sica
Los arqueólogos han descubierto tabas de hace más de 5.000 años. Estamos ante el juego de juegos, milenario, que sigue estando presente hoy en nuestras calles y plazas ejidenses. Herencia de una tradición que ha pasado de padres a hijos. Pero ¿dónde reside su encanto?
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Las tabas son los huesecillos astrágalos de animales, especialmente ovejas y cabras. Son pequeños, caben varios en la palma de la mano. Para los egipcios eran mágicos. Los usaban para adivinar el futuro. Algo que también hacían los sacerdotes griegos, aunque hay escritos que hablan de que ya en esta época clásica se usaba como juego.
El filósofo Sócrates era un enamorado de este entretenimiento, y disfru- taba jugando con sus alumnos. En Roma buscaron una nueva utilidad. Les asignaban valor y apostaban con ellas. Ganaba el que más puntos sumaba.
En Mongolia también eran muy populares. Genhis Kahn no salía de viaje sin ellas.
¿Curiosidades? Muchas. Las esculturas de niños jugando a las tabas se llaman astrágalas y, antiguamente, los chicos y las chicas jugaban por separado. Nunca había equipos mixtos. La urgencia por tenerlas hizo que comenzaran a elaborarse de manera artesana. En muchas ocasiones no era fácil esperar para conseguir un hueso de animal. Cristal, piedra, marfil o plata eran los materiales más empleados. Actualmente existen marcas como Cayro, que comercializan las suyas propias, de colores y con forma similar a la de los huesos.
M Todo De Juego
Las reglas han cambiado con el paso de los años. Además, las tabas dejan abierta una puerta a la imaginación. Modificar las normas o inventar alguna nueva es habitual y puede enriquecer mucho el juego.
Cada jugador tiene cinco tabas, que también puede compartir, ya que se juega por turnos. El que comienza, las echa sobre la mesa. Elige una y es la que debe lanzar hacia arriba mientras, con la misma mano y antes de que caiga, va recogiendo las demás una a una.
Otro modo de jugar es haciendo un puente con los dedos pulgar e índice, lanzar las tabas y hacerlas pasar por debajo con un sólo toque. Y a partir de ahí, lo que cada jugador proponga: recoger de dos en dos, o todas juntas pero sin que caigan de la mano las recogidas.
Nuestros mayores recordarán el sonido de las tabas al caer al suelo, el roce de las piedras en la mano al recogerlas, las plazas de El Ejido llenas de niños jaleando a los participantes para que no fallen en su intento de meter la taba bajo el puente. Hay juegos que al igual que las tabas escriben la historia.