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1967: Remecer los cimientos
La toma de Casa Central de la UC el 11 de agosto de 1967 no fue un hecho aislado. Habla de un movimiento juvenil que a nivel mundial estaba decepcionado de las estructuras circundantes y que deseaba un cambio pacífico hacia la libertad. En Chile fue un grupo de jóvenes, católicos en su mayoría, cuyos principios los llevaron a tomarse la UC y, con ello, romper las barreras del aislacionismo universitario para vincularse históricamente a la sociedad chilena.
Por Carolina loyola Estay
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En 1959 la Democracia Cristiana Universitaria (DCU) ganó las elecciones de la Federación de Estudiantes de la UC e inició un cambio radical respecto del quehacer de los alumnos como estamento universitario. De acuerdo a sus principios, ellos debían ser un “sector revolucionario tras una nueva universidad y una nueva sociedad”. Pero ¿qué entendían por hombre y sociedad nueva? La Segunda Guerra Mundial y los sistemas sociopolíticos y económicos que surgieron tras ella representaban cadenas de esclavitud a las cuales se había atado a la humanidad. Como señaló el padre Juan Ochagavía S.J., por un lado estaban “las grandes trasnacionales, que apoyaban en muchos países a las dictaduras de derecha, con pobreza y torturas incluidas; y al otro los regímenes comunistas, con sus purgas, estado policial y deshumanización”. La sociedad debía superar aquellas pesadas servidumbres y volver a la sencillez del evangelio. Así lo entendió el papa Juan XXIII quien, precisamente, por iniciativa personal convocó en 1959 al aggionarmento, es decir, al concilio eclesial que imprimió la orientación pastoral renovada de la Iglesia Católica del siglo XX.
Este espíritu de renovación era el que compartía la juventud de la DCU, la cual representaba un sector dentro de la política universitaria fuertemente influenciado por la doctrina social de la Iglesia. Su discurso se veía realzado por el nuevo humanismo propugnado por Jacques Maritain, referente obligado de aquellos jóvenes, y por la misión de formar una conciencia de cambio social en un estudiantado de clase alta, más bien apático.
Los años transcurridos entre la primera federación demócrata cristiana y aquella de la “toma”, se caracterizaron por la configuración de un discurso y praxis que comenzó a desconfiar de la eficiencia estructural y organizacional de la UC. Los énfasis estaban puestos en cinco puntos: democratización universitaria; compromiso social de los estudiantes; extensión cultural; rol público de la universidad y reforma universitaria. Estos focos fueron madurando con el tiempo. En 1964, durante la IV Convención de la FEUC esos ejes se convirtieron en “la concreción de experiencias y elaboraciones de cinco años del movimiento estudiantil”, tal como señala Manuel Garretón, constituyendo los fundamentos sobre los cuales giraría la futura transformación de la institución a fines de la década de los sesenta.
Se asoma un líder
Invierno de 1965. Miguel Ángel Solar, un joven estudiante de Medicina, junto a un grupo de alumnos católicos asistía como todos los domingos a misa en la Parroquia Universitaria. Se trataba de una ceremonia sencilla. Un telón blanco separaba el templo decimonónico de Santa Ana, con sus abalorios barrocos, de una nueva ornamentación: tablones de pino sin cepillar, lienzos, caballetes, un par de vasos como vinagreras y velas. La escena representaba la simplicidad y pobreza del mensaje posconciliar. Tras la solemne y austera eucaristía, se reunían en el patio junto al sacerdote Mariano Puga para discutir sobre la nueva teología. Era el espacio que tenían para hacerlo. La UC en la cual cursaban sus carreras, con unos cuantos cursos de cultura católica, no cubría la necesidad de una juventud deseosa de empaparse de la “nueva” Iglesia. Al contrario, no recibían las enseñanzas del Concilio y gran parte del alumnado se encontraba en un “alarmante desconocimiento de ellas” (revista Ariete, junio de 1967).
Más tarde, en septiembre de 1966, durante la asamblea de la DCU, Miguel Ángel Solar fue designado presidente de la FEUC. Su nombramiento implicaba una prosecución del movimiento, hasta ese entonces cauteloso en sus afanes reformistas. Aunque esta nueva federación no estaba vinculada orgánicamente al partido político, sí comulgaba con sus principios socialcristianos abogando por un “deber ser” responsable, auténtico y comprometido con la comunidad, motivo por el cual canalizaron sus quejas principalmente a través del diálogo con actores sociales y políticos del momento.
Sin embargo, la cautela duraría poco. La revista de la federación denunciaba la “agonía” de la autoridad, reflejada en su falta de legitimidad e ineficiencia en la toma de decisiones. Les preocupaba que la universidad fuese denominada “Universidad Católica de Chile”, cuando no representaba ni lo propiamente universitario, ni el nuevo catolicismo, ni lo chileno.
A la vieja estructura organizacional se añadía una evidente atomización de las así denominadas “facultades”, que solo producían profesionales listos para insertarse en el mercado laboral, ajenos a la investigación científica, docencia o creación de conocimiento.
A esta estructura medieval, hermética, con un consejo superior cerrado a la participación de los estudiantes y otros estamentos, y conformado por miembros que poco o nada tenían que ver con el quehacer cotidiano de la universidad (consejeros de gracia), se añadían las quejas hacia la autoridad superior.
Si hasta entonces el diálogo con las autoridades había sido la única vía para manifestar sus quejas, según afirma Manuel Garretón ( y otros autores) en su libro Reforma Universitaria: Pontificia Universidad Católica de Chile, el empantanamiento de las proposiciones estudiantiles ante un poder central displicente había colmado la paciencia de los jóvenes. La hora de poner en jaque al poder universitario constituido había llegado (Garretón y otros autores, 1985).
El día D: una toma de cadenas y candados
7 de abril de 1967. Miguel Ángel Solar, como presidente de la FEUC, se enfrentó a un gimnasio repleto de gente para dar su discurso de inicio del año académico. Leyó un texto donde detallaba las reflexiones para el futuro de la institución. Con voz firme el estudiante de Medicina se dirigió al rector diciendo: “La superación de la actual crisis de la universidad solamente comenzará cuando sea relevado el actual rector. (…) Cuando su lugar pase a ser ocupado por un hombre de reconocidas capacidades y vocación universitaria”.
El 6 de junio, Solar planteó ante el Consejo Superior la posición del movimiento estudiantil a través del documento “Nuevos hombres para una nueva universidad”. Simple y directo. El lema de su presentación hablaba por sí mismo. Primero, una nueva UC en sintonía con los problemas que aquejaban al país; nuevos hombres cultos y profesionales; nueva universidad católica, cristiana en sus cimientos; comunitaria y comprometida; nueva autoridad, representativa, consciente de la urgencia del cambio.
Las palabras de Solar cayeron nuevamente en oídos sordos (Garretón y otros autores, 1985). La federación convocó a un plebiscito para los días 26 y 27 de junio de 1967, llamando al estudiantado a pronunciarse respecto de la permanencia de la autoridad de la universidad. Los jóvenes votaron en su mayoría a favor de un cambio (3.221 a favor y 545 en contra).
A través del rector el consejo envió con premura a Roma el nuevo reglamento de la universidad para su aprobación. El gesto fue entendido por los alumnos como una tregua por lo que decidieron esperar un mes.
En agosto de 1967, la casa de los jesuitas ubicada en Calera de Tango se convirtió en el cuartel general desde donde los jóvenes organizaron la toma. La misma casa de retiro en la que antes el Padre Hurtado había predicado a cientos de jóvenes sobre la función social del universitario sirvió más tarde de refugio para coordinar estratégicamente lo que sería con el tiempo uno de los hitos más revolucionarios en la historia de la UC.
Algunos hechos adelantaban el descontento estudiantil. Primero, a través de los discursos que Solar pronunció en abril y junio, con el plebiscito de ese mismo mes y, luego, con la publicación de la revista de la federación, Ariete, cuyos artículos mostraban las demandas insatisfechas. Incluso hasta Roma alcanzó a llegar el rumor de una posible toma de la universidad.
Tras días de fútiles conversaciones entre el Consejo Superior y el comité ejecutivo de la FEUC, los jóvenes decidieron finalmente poner en práctica la “operación toma de la universidad”, maniobra a cargo de Carlos Montes, Fernando Lara, Rodrigo Egaña y Luis Enrique Salinas. Era la noche del 10 de agosto.
A las cero horas del día 11 se inició la toma de la Casa Central de la universidad. Esta acción fue acompañada por una huelga estudiantil que solo finalizaría con la elección de una nueva autoridad, elegida por un claustro pleno.
Los días que transcurrieron entre el 11 y el 22 de agosto (fecha que los estudiantes entregaron la universidad) fueron de intensas negociaciones entre todos los actores que el movimiento logró involucrar: alumnos, profesores, autoridades, gobierno, Iglesia chilena y el Vaticano.
“Nuestra victoria”, dice Ariete, porque tras largos días de conversaciones en torno al futuro de la universidad, el Vaticano aceptó la renuncia del rector monseñor Alfredo Silva Santiago y nombró como prorrector al profesor de arquitectura Fernando Castillo Velasco.
La toma y el movimiento reformista que le acompañó no tuvieron un apoyo unánime. Por lo pronto, monseñor Alfredo Silva Santiago, sin representar una oposición tajante, sí fue crítico de la violencia que se desencadenó.
Cinco años después de aquel 11 de agosto, evocaba con tristeza la vorágine de acontecimientos que llevaron a su renuncia. “Siempre tuve buenas relaciones con los dirigentes estudiantiles –recuerda–. (…) No dejé la universidad por una imposición, yo había mandado mi renuncia a la Santa Sede, pero me la rechazaron”.
Por el contrario, fueron los propios alumnos opositores al movimiento y las autoridades políticas quienes reaccionaron con ímpetu ante los hechos, como recuerda Cristóbal Valdés Sáenz, estudiante de Derecho y presidente de la Juventud del Partido Nacional de la UC. A Valdés le tocó participar en innumerables reuniones para recuperar la universidad, incluso para que algunas escuelas pudieran reanudar las clases en otros establecimientos. Según señala, existió tal involucramiento, tanto a favor como en contra, en torno a todo lo que estaba sucediendo en la UC, que era difícil mantenerse ajeno a lo que sucedía.
Tras la toma de la universidad, Valdés, al igual que muchos otros estudiantes, fueron de inmediato a solidarizar con el rector Silva Santiago y participaron activamente en la “retoma” de la Casa Central. “Fui a una movilización efectuada en un fundo de la familia Lyon en Quilicura, donde nos reunimos alrededor de trescientos alumnos (del comando de defensa de la UC), para planificar la “retoma” que se realizaría por el lado de la Facultad de Medicina, es decir por la calle de atrás (Marcoleta). Todo ello se frustró porque Bernardo Leighton, con la aprobación de Eduardo Frei, desplegó el grupo de fuerzas especiales de Carabineros alrededor del recinto, brindando un verdadero cordón de seguridad a quienes participaban en la toma”, cuenta.
Una oposición mucho más orgánica que la reaccionaria al 11 de agosto fue la que se configuró en torno al Movimiento Gremialista, organización que desde 1966 conformaba un contrapeso importante a la DCU. Con una consigna de apoliticismo, lograrían ganar en 1968 las elecciones estudiantiles, planteando importantes dificultades de gestión para el entonces rector Fernando Castillo Velasco.
El castillo de Velasco
Dentro de una quina de nombres propuestos por el profesorado, el 22 de agosto de 1967, monseñor Silva Santiago eligió como prorrector a Fernando Castillo Velasco. Los hechos que siguieron a este nombramiento solo confirmaron la victoria del movimiento estudiantil. El rector renunció a su cargo y lo mismo hicieron los consejeros de gracia del Consejo Superior.
La FEUC entregó los lugares tomados. Se terminó la toma y la huelga. La posición de Castillo Velasco como máxima autoridad se confirmó el 7 de septiembre, cuando desde Roma se le designó rector interino de la UC.
Dos semanas más tarde, en claustro pleno, se confeccionó una terna que fue directo al Vaticano para la elección del rector definitivo. Finalmente, la Sagrada Congregación de Seminarios y Universidades ratificó a Castillo Velasco, el primer rector laico de la universidad.
En mayo de 1968, Castillo se dedicó de inmediato a la construcción de la nueva universidad. La rectoría, apoyada por la federación de estudiantes de la DCU, cuyos integrantes se transformarían en sus hombres de confianza, se convirtió en el centro neurálgico de la universidad. Desde allí comenzó a gestarse la reforma y se instalaron sus primeros pilares.
Por lo pronto, Castillo Velasco propuso en el Consejo Superior una participación más activa del estudiantado; la modificación del propio consejo con representatividad de los diferentes estamentos universitarios y una nueva estructura académica: los departamentos, institutos y escuelas (Garretón y otros autores en Reforma Universitaria: Pontificia Universidad Católica de Chile). A este marco general de referencia, que permitió a la comunidad universitaria llevar a cabo su propia reestructuración, se añadió la reorganización de los institutos de Teología, Ciencias Humanas y de Ciencias Matemáticas, Físicas y Química. El objetivo era establecer en ellos centros de estudios interdisciplinarios, para vincular estrechamente el quehacer académico con la realidad social del país y de Latinoamérica. También se inició el proceso de democratización del ingreso de los alumnos a la universidad, mediante un sistema de pago de matrícula en proporción a la situación socioeconómica del núcleo familiar del alumno.
En agosto de 1968, estas decisiones apoyadas por el Consejo Superior eran solo el comienzo de una serie de medidas que pretendían, en el mediano y largo plazo, hacer realidad la reforma. Sin embargo, el mismo consejo liderado por el rector y, cercado por los jóvenes de la Juventud Demócrata Cristiana representada por el presidente de la federación, Rafael Echeverría, notoriamente político en sus planteamientos, comenzó a mellarse producto de las divergencias internas del grupo de la toma. La DCU, con Solar a la cabeza y ocupando cargos directivos en la nueva estructura universitaria, era fiel a la rectoría, mientras que Echeverría confiaba en la FEUC como órgano principal de acción y decisión. Dos meses más tarde se realizaron las elecciones de la federación.
Después de casi una década en el poder, la DCU cedió ante el movimiento gremial encabezado por Ernesto Illanes. La nueva directiva no criticó la reforma en sí misma, sino el politicismo con que esta se llevó a cabo, según su parecer. De hecho, el lema de la campaña fue “Por una Reforma Universitaria seria e independiente”, criticando directamente la influencia supuestamente marxista entre los postulados.
El triunfo del gremialismo, la fricción de los grupos políticos internos de la universidad y las dificultades del rector para implementar la reforma dan cuenta de una nueva etapa de la lucha política al interior de la UC, pugna que solo vio fin en septiembre de 1973.
Agosto histórico
Día 10
19 HORAS. En la UC se inicia la sesión extraordinaria del consejo general de la FEUC, a fin de abordar el incumplimiento de parte de las autoridades del acuerdo para designar un nuevo prorrector.
23 HORAS. Se resuelve iniciar un paro total de actividades estudiantiles por 24 horas, con carácter prorrogable.
Día 11
0 HORAS. Se realiza la toma de Casa Central de la UC y de todas las escuelas periféricas. Luego se emite el primer comunicado: “Solo la nueva autoridad y el claustro pleno podrán abrir esta universidad”.
10 HORAS. Algunos grupos de alumnos intentan entrar a Casa Central por la parte del hospital. Ocurren algunos incidentes, pero los estudiantes no logran su cometido. Asaltos similares se producen, aunque sin resultados, en la Escuela Normal y de Psicología.
Día 12
Se reciben múltiples adhesiones al movimiento desde distintos sectores del país. El Consejo Superior y el rector emiten una declaración.
Día 13
11 HORAS. Se designa una comisión para redactar la respuesta al Consejo Superior. La FEUC denuncia a El Mercurio por hacer aparecer al movimiento como “injusto e infiltrado por elementos extremistas”. Se establece el primer contacto con las autoridades.
Día 14
Se desarrollan múltiples reuniones con profesores de todas las escuelas y facultades. En ellas los estudiantes discuten posibles vías de solución. Importantes sectores de académicos se pronuncian a favor de los planteamientos de la federación.
11:30 HORAS. Se realiza una concentración de alumnos frente a Casa Central, momento en que el presidente de la FEUC da a conocer las gestiones realizadas, a fin de solucionar el conflicto.
• El consejo de presidentes de la FECH emite una declaración en la que expresa su total respaldo a los estudiantes.
• Regresa a Santiago el enviado especial de la FEUC a la Santa Sede, José Joaquín Brunner, quien expresa que el Vaticano apoya al movimiento.
22 HORAS. Gracias a la gestión del senador Ignacio Palma, Miguel Ángel Solar sostiene la primera conversación oficial con el rector de la universidad, en la que se vislumbra la posibilidad de llegar a un acuerdo.
Día 15
Se desarrollan reuniones entre alumnos y profesores.
19:00 HORAS. Clase magistral.
Día 16
Las autoridades mantienen su posición de rechazo a los planteamientos del movimiento.
Día 17
Se efectúa una gran concentración frente a la universidad en la que hablan los presidentes de la FEUC, FECH y FEUT (Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado). Después se realiza una marcha.
Día 18
Llega la respuesta del rector a la FEUC, en la cual manifiesta su aprobación al nombramiento del prorrector, con facultades para democratizar la elección de la nueva autoridad y dirigir la planificación académica.
17:00 HORAS. Reunión extraordinaria del consejo nacional de presidentes de federaciones universitarias, en la que se acuerda efectuar un paro nacional el martes 23, en apoyo al movimiento estudiantil de la UC.
18:00 HORAS. Se realiza un segundo encuentro con el rector, sin lograr acuerdos significativos. En Casa Central se concentran solo quinientos alumnos.
Día 19
El Ministro de Relaciones Exteriores, Gabriel Valdés, hace gestiones personales con el cardenal para lograr una solución al conflicto.
El senador Ignacio Palma y el presidente de la FEUC redactan, cada uno, proyectos de acuerdo que, posteriormente, el rector no acepta firmar. En la noche se realiza un foro en Canal 13 entre Miguel Ángel Solar y el director de El Mercurio.
Día 20
Los profesores se reúnen y forman una quina de la que se espera salga el prorrector. El cardenal interviene en el conflicto.
Entrevista de los dirigentes estudiantiles con el cardenal, Fernando Castillo y el Padre Viganó. Se logran acuerdos definitivos. Fernando Castillo es aceptado como futuro prorrector y visita los locales tomados.
Día 21
Se procede a una limpieza general de la universidad.
19:00 HORAS. El cardenal firma en la oficina del Comité Permanente del Episcopado el acuerdo final. El rector se niega a dar su firma.
Día 22
12:30 HORAS. Los estudiantes abren la UC.
19:00 HORAS. Fernando Castillo Velasco es nombrado prorrector. Presiden el acto el prosecretario general de la UC, el presidente de la Federación de Trabajadores y un representante de los profesores.