La experiencia, la educación y la cultura ante el desconcierto
En el tiempo que vivimos “ Creo que la educación que necesitamos es la que nos permita aprender de lo que hemos vivido para que pasemos del terreno de al experiencia al campo de la cultura cívica. Debemos formar una ciudadanía y lo podemos hacer. Los pueblos no están condenados. Todo aquel que tiene posibilidad de interpretar lo que toca vivir, tiene un porvenir”
Tal vez un punto de partida
interesante para reflexionar sobre la crisis sea preguntarnos que idea del porvenir podemos formularlos desde el presente argentino. El hombre no puede vivir sin dimensión del futuro. El futuro no es lo que nos guarda allá adelante; es la experiencia del porvenir que tenemos en nuestro presente. El futuro esta aquí; es lo que experimentamos hoy bajo la forma de oportunidad, de perspectiva, de matiz que desmiente el carácter cerrado que a veces suele presentar la realidad actual. El futuro es constitutivo del sujeto, es su disposición abrir significados nuevos, a buscar alternativas nuevas. Por lo tanto, imaginar que concepto del futuro podemos forjar hoy, remite a una serie de conceptos básicos que atañen al argentino, pero atañen fundamentalmente al hombre como tal. Distingamos inicialmente dos nociones: la de coentaneidad y la de contemporánea. Nadie puede jactarse de ser, cronológicamente hablando, parte de un siglo. Nadie puede decir: “ Es un hombre del siglo XX”, por el hecho de haber nacido en él. Coentaniedad nos da una inscripción fatalmente cronología; no es meritoria. La contemporaneidad, en cambio, es asumir como propios los problemas de nuestro tiempo y hacerlos parte de nuestra intimidad.
¿Cuál es su mayor ambición?, Le preguntó un periodista a Roland Barthes. El gran escritor francés en el último reportaje que brindó, poco antes de morir, respondió: “ Me gustaría llegar a ser un hombre del siglo XX. No dijo que lo era, sino que le gustaría llegar a serlo, y que le gustaría llegar a ser lo porque esta convencido de la contemporaneidad) es decir. , La aprobación de los problemas de nuestro tiempo por parte de nuestra persona) es una larga, lenta, ardua y apasiónate tarea. Esta distinción entre lo coetáneo y lo contemporáneo permite entender la distancia entre caer en un siglo porque se ha nacido en él, y convertirse en un protagonista vivo de ese siglo a través de la disolución creciente de las barreras que se paran nuestra intimidad como personas y ciudadanos, forma también parte de nuestra privacidad. Ese pasaje no se cumple sólo ni fundamentalmente a través de un tacto voluntario, sino a través de la educación. Podemos caracterizar a la educación, al menos inicialmente, como el proceso que permite pasar de la inscripción contemporánea; y podemos dar por lograda una educación cuando sabemos planear los problemas de nuestro tiempo como parte indispensable