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El caballo Palomo y yo

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INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN

Corporación Cultural VIVAPALABRA cortocircuito que había que en el pueblo y las lámparas echaban chispas. No podemos dejarnos vencer del miedo, porque mire todo lo que uno ve y lo que sucede cuando uno tiene mucho miedo. Venzamos el miedo para que no nos pase tantas cosas feas. De la encomienda a mi comadre Teresa lo único que le pude llevar fue un dinero que le llevaba, eso que se salvó porque lo llevaba dentro de mi brasier.

El caballo Palomo y yo

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Esto era pues, que cuando yo vivía en mi pueblo, mis papás me regalaron un potrico pequeñito, cuando yo también estaba muy pequeñita, ese potrico fue creciendo parejo conmigo; nos hicimos muy amigos, nos hicimos como amigos del alma, nos hicimos confidentes porque siempre andábamos para todas partes, juntos. Yo me lo llevaba para la finca a traer en el lomo del caballito a mi casa los plátanos, las yucas, el frijol, el maíz, me iba también pa’ mi pueblo que se llama San Francisco a llevar en el lomo de mi caballito los víveres que faltaban en mi casa, también me lo llevaba cuando necesitábamos leña en la casa para hacer los alimentos, para cocinar; también me lo llevaba con la ropa para yo lavar en la quebrada; y volvía y me la traía en el lomito hasta mi casa. Pero pasaba algo muy raro con mi caballo, ignorante yo que no entendía que él fue creciendo y se fue volviendo grande; y cuando uno crece y se vuelve grande se va poniendo viejo, catano, pero yo no entendía eso, yo creía que mi caballo iba a estar conmigo todo el tiempo y que nunca se iba a poner viejo, que iba a estar rozagante, fuerte y abispa’o y así bien.

Un día me lo llevé a traer un viaje de leña cuando veníamos llegando a mi casa mi caballo se plantó y no quería seguir, yo me le hice en la parte de adelante y lo halaba, le decía: – Caballito, sigue, ven que ya vamos a llegar. Pero nada, con las orejitas pa’delante, con la mirada hacía el piso, yo más triste, más preocupada… ¿Qué le pasa a mi caballo? ¿Qué le está pasando a mi caballo? Me le hice en la parte de atrás y le empujaba la cadera… Nada como si estuviera pegado y sembrado allí, con la mirada hacia abajo y las orejitas hacia adelante agachaditas; viendo que él era tan alegre y tan abispa’o cuando, no sé cómo, llegó y me miró con esa mirada tan triste que a yo me dio tanta tristeza que fui y le quite el viaje de leña y me lo eché al hombro yo, y le fui empujando a ver si seguía. Empezó a temblar, a temblarle las paticas y se desplomó en el suelo y yo caigo de rodillas. – ¡Caballito! ¿Dónde te duele? ¿Dime dónde te sobo? ¿Qué te doy, dime, dime? …mmm yo disque hablándole a un caballo como si los caballos hablaran; y yo háblele y háblele y llore y grite. – Mi caballo, mi caballo, levántate, levántate no te vas a dejar morir, no me vas a dejar sola, yo sin ti como voy a vivir, tú me haces tanta falta, si eres como mi hermano, eres mi hermano, eres mi todo… - llegó y me miró y me dijo –¿Quién te dijo a ti que los caballos hablan? Me levanté yo como pude y ahí empecé a correr. Y corra y corra, yo ya bien cansada, con ganas de detenerme a descansar un poco, pero no, yo con ese miedo y sentía que alguien me perseguía y yo sin querer mirar para atrás porque creía que era el caballo que me iba siguiendo… Cuando yo ya no resistí más, me armé de valor y de fuerzas, miré hacia

Corporación Cultural VIVAPALABRA atrás, cuando era un perro que venía detrás de mí, pero no era a morderme; me va diciendo también – ¡Eh! ¡Qué miedo tan verraco el que nos hizo pegar ese caballo! ¡Ay Dos mío bendito! ¡padre santo todo poderoso! Yo que iba con tantas ganas de descansar de la carrera que traía ya, entonces en vez de descansar emprendí más fuerte carrera y sigo corriendo hasta que llegué aquí a VIVAPALABRA donde me recibieron con tanto cariño, con tanto amor que a mí se me olvidó ese miedo, todo eso se quedó atrás porque, aunque me echen, yo sigo acá porque estoy muy amañada con todo lo que estoy aprendiendo, con todo lo que me están enseñando.

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