© Del texto: 2018, Florencia Herrera Epígrafe Agencia Literaria www.epigrafe.com / contacto@epigrafe.cl
© De las ilustraciones: 2018, Rodrigo López © De esta edición: 2018, Santillana del Pacífico S.A. Ediciones Andrés Bello 2299 piso 10, oficinas 1001 y 1002 Providencia, Santiago de Chile Fono: (56 2) 2384 30 00 Telefax: (56 2) 2384 30 60 Código Postal: 751-1303 www.loqueleo.com/cl
ISBN: 978-956-15-3299-1 Impreso en Chile. Printed in Chile Primera edición: noviembre de 2018
Dirección de Arte: José Crespo y Rosa Marín Proyecto gráfico: Marisol Del Burgo, Rubén Chumillas y Julia Ortega
Ilustración de cubierta: Rodrigo López
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la Editorial.
Óscar
Florencia Herrera
Estoy afónico.
Ya ni siquiera puedo ladrar. Y esa es mi única entretención. Ladro a todos los que pasan. Ladro cuando pasa un niño en bicicleta, ladro cuando veo un gato a lo lejos, ladro cuando pasan dos viejitos tomados de la mano.
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Al principio me divertían los saltos que daban cuando los asustaba. Ahora ni eso.
Estoy aburrido de ser una mascota y no tener nada qué hacer en todo el día. Necesito un cambio. Un propósito.
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Fui a avisarles a los señores de la casa que me voy.
Él veía un partido de fútbol, ella tomaba un té. Ninguno me miró. Creo que ni se acuerdan de que vivo aquí. Dejé mi carta de renuncia sobre la mesa de la cocina.
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Le comuniqué al gato que ahora él será la única mascota de la casa. Pareció encantado con la noticia.
—Hasta nunca, Óscarrrrrrr —me dijo mientras se acomodaba para seguir durmiendo. Creo que a él sí le gusta esta vida.
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No sé muy bien por dónde empezar. ¿Qué se hace cuando uno quiere realizar un cambio radical de vida? En las películas, el primer paso es irse.
Bien. Eso ya lo hice. ¿Qué hago ahora? Llevo horas caminando por la ciudad.
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En una calle bastante concurrida me encontré con dos perros con capitas verdes. Uno estaba en posición de alerta, con las orejas paradas y el hocico hacia arriba, olisqueando el aire. El otro estaba acostado, medio dormido. Me pregunté por qué tenían puestas esas extrañas capas, ¿sería la moda?
—Hola, soy Óscar —me presenté.
—Buenos días, civil, yo soy Magnus y él es Max —me contestó el primer perro señalando a su compañero que abrió un poco un ojo para mirarme.
—¿Les puedo preguntar por qué llevan puestas esas capas verdes? ¿Van a alguna fiesta? —Magnus pareció un poco ofendido con mi pregunta.
—Nada de eso, es nuestro uniforme. Somos miembros de la Unidad Canina de Carabineros de Chile.
—Pero me gustaría ir a una fiesta —bostezó Max.
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Estaba dejando mi marca en un árbol cuando pasó por mi lado un perro con ruedas en vez de patas traseras. Iba muy rápido y tuve que hacer un esfuerzo para alcanzarlo.
—¡Hola, soy Óscar! —me presenté, pero no pareció escucharme—. ¿Adónde vas tan apurado? —insistí.
—¡Tengo que llegar antes de que cierren! —¿Cierren qué? —jadeé. —¡El restaurante! Lo seguí. A unas cuadras de distancia había un pequeño restaurante con la cortina metálica a medio bajar. Cuando vieron a mi amigo le ofrecieron un plato con comida.
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—¡Hola! Soy Óscar —me presenté.
—Mucho gusto. Yo soy Ema, pastora ovejera.
—¿Tienes un minuto para contarme acerca de tu trabajo?
—Bueno, si te interesa. Puedo vigilar a las ovejas desde acá un rato.
Ema me contó que todos los días debía levantarse cuando salía el sol y despertar a las ovejas. Me dijo que su labor consistía en llevarlas a pastar y cuidar que ninguna se perdiera.
—Es un trabajo difícil. ¡Las ovejas no son nada de tontas! De hecho, una muestra de su inteligencia es
haber echado a andar el rumor de que son tontas, ya que de esa manera la gente se confía. No te imaginas las estrategias que inventan para escaparse. Un perro ovejero debe estar siempre atento, desconfiar e imponer su autoridad. ¡No hay tiempo para holgazanear!
—¿Y para echarse una siestecita? —pregunté.
—¡Nada de eso! —me contestó Ema—. Si pestañeas, se te pierde una oveja.
¿Sería este un trabajo para mí? Me gusta el campo, se respira aire puro. Hay mucho espacio para correr y árboles para marcar. Las ovejas parecían simpáticas. Pero odio levantarme temprano.
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—¡Importantísimo! Y no todo el mundo puede hacerlo. Se requiere de un entrenamiento riguroso, de buen olfato y de mucha valentía. —¿Puedo preguntarte por qué tienes puestos lentes y botas? —Estaba intrigado. —Oh, me veo bien, ¿no? Son por seguridad. Caminar entre escombros es muy peligroso; puedes cortarte las almohadillas de las patas con vidrio, por ejemplo. Pero yo los uso todo el tiempo porque me veo genial, ¿no crees?
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Asentí, por supuesto. Aunque más bien parecía un extraterrestre.
Me gustó mucho la idea de ayudar a las personas. En este trabajo uno se debe de sentir muy útil.
Pero, para ser realista, creo que rescatar personas tampoco es para mí. La verdad es que no soy un perro demasiado valiente. Los temblores me dan mucho susto. ¡Y me vería ridículo con botas!
Me despedí de Kika y le agradecí su paciencia. —¡Ya sabes a quién llamar cuando estés en apuros! —se despidió.
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Estoy en el período de entrenamiento. Me paso el día estudiando. Tengo que superar todas las pruebas si quiero ser un perro guía. Algunas cosas las he aprendido rápido. Como marcar cuando hay un obstáculo en el camino, un hoyo, un poste. Muchas veces tengo que decidir si marcarlo o esquivarlo.
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Pero algunas materias son bien difíciles y me ha costado entenderlas. Por ejemplo, tengo que señalar cuando hay un obstáculo en altura que pueda golpear en la cabeza a la persona que estoy guiando. Esto es muy difícil de calcular. ¡Ah! Y también me ha costado mucho aprender cuál es la derecha y cuál es la izquierda. ¡Esto es fundamental para ser un perro guía!
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Los perros de las casas me miran con curiosidad (yo creo que me tienen un poco de envidia). A Clara le gusta viajar, así que he conocido muchos lugares nuevos. Además, todas las tardes sus hijas juegan conmigo y me rascan la panza.
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Dedico este libro a Otto, mi perro lazarillo. Otto fue entrenado desde muy cachorrito para guiar a una persona con discapacidad visual en la Escuela de Perros Guía Argentinos. Nos conocimos cuando él tenía dos años. Igual que Óscar y Clara, aprendimos a querernos y hoy somos inseparables. Es un perro amable, regalón y con mucha paciencia para aguantar las largas clases que hago en la universidad. ¡Ah, y supo distinguir la izquierda de la derecha mucho antes que yo!
Si quieres saber más de Otto, puedes seguirlo en Instagram (@ottoelperroguia). Si quieres aprender más sobre perros lazarillo, visita la página web de la primera Escuela de Perros Guía en Chile (www.perrosguia.cl). ¡Y recuerda! Cuando te encuentres con un perro lazarillo, no debes tocarlo ni llamarlo ni darle comida. Es muy importante no distraer a un perro de asistencia cuando está trabajando.