Agradezco a Sofía Foncillas, Silvana Opazo y Alfonso Lobos por participar visualmente del libro. A Danae Caro por prestarme el escáner; a Bárbara Corro, Catalina Durán y Francisca Torres por ayudarme en la presentación del proyecto.
Quiero agradecer a la editorial que me acompañó, a Priscilla Jorge, Brainsporning United, a Canapé –que siempre estuvo a mi lado mientras trabajaba– y a Josefina De Ferrari por su apoyo incondicional. Y por supuesto a mi mamá, Alejandra Soto, que sin su insistencia, probablemente, la maqueta de este libro seguiría en algún olvidado cajón.
Hoy ha sido un día raro.
Como todas las mañanas mi papá me llevó al liceo, que queda en la calle Compañía.
Cuando doblamos en Teatinos, pensé que tal vez no era tan buena idea ir para allá. La sensación en mi estómago empezó a molestarme; ya no me sentía segura. De repente nos quedamos calladas. No sé cómo explicarlo, quizá era el ambiente.
Avanzamos hasta Agustinas con Teatinos; vimos que las calles estaban cortadas y las pocas personas que transitaban se veían agitadas y nerviosas. Iban caminando en fila por la orilla, bien pegadas a los edificios, como si estuvieran asustadas. También lo hicimos, caminamos despacito y con la espalda pegada a la pared de los edificios.
Nos encontramos con mi papá que estaba en el mismo Paseo Bulnes, en su oficina. Cuando me vio, me abrazó muy fuerte y me dio un beso en la mejilla como nunca lo había hecho. A mí me dieron ganas de llorar. Me contó que había llamado al liceo y le habían dicho que yo no estaba en la lista de los alumnos presentes. “Me hiciste pasar mucho susto”, me dijo mientras nos llevaba al auto. Aunque tuvimos que avanzar agachados porque todavía había disparos, me sentí mucho más tranquila cuando salimos de ahí:
Aunque no pregunté nada, mi papá me explicó lo que era un golpe de Estado. Me lo decía con una cara bien seria y con una voz ronca, pero al mismo tiempo suave.
También me explicó que los milicos –como él les dice– habían tomado el poder, y que ahora ellos iban a controlar los medios de comunicación y que iban a detener y matar a los que piensan distinto.
Tomó el resto de ellos y dijo: “Vamos a botar todos los discos rojos”. A mi papá no le gustó, porque ella quería romperlos junto con sus libros marxistas, como los llama mi mamá. Le pidió que le dejara por último los de Quilapayún porque el tío Pepe se los regaló para el cumpleaños. Me dio pena porque mi mamá igual lo tiró todo a la basura. Lo que ella no sabe es que escondí El derecho de vivir en paz de Víctor Jara debajo de mi cama.
Al parecer esto no termina, porque me asomé hace un rato por la ventana y vi pasar unos camiones militares hacia la población que queda cruzando la Panamericana.
© Valentina Opazo Soto
© Ocho Libros Editores
Primera edición de1.000 ejemplares, impreso en noviembre de 2018 en los talleres de Editora e Imprenta Maval SpA
Registro de Propiedad Intelectual N° 297.060
ISBN 978-956-335-489-8
Impreso en Chile / Printed in Chile
Autora / Ilustradora: Valentina Opazo Soto
Editora: Bárbara Corro Figueroa
Estilo: Francisca Torres Pacheco
Ficha catalográfica
741.092 Opazo Soto, Valentina
El 11. Un día en mi memoria
Santiago, Ocho Libros Editores
2018, primera edición
40 pp. / Ilustrado
Arzobispo Casanova 36, Santiago, Chile Fono (+562) 23351767
www.ocholibros.cl
AJUSTE DE ORIGINALES
Ocho Libros Editores
Director editorial: Gonzalo Badal
Coordinadora de proyecto: María José Thomas
Editora general: Florencia Velasco
Director de arte: Carlos Altamirano
Ajuste de originales: Michel Contreras
Corrector de textos: Edison Pérez
Prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio impreso, electrónico y|o digital, sin la debida autorización escrita de los propietarios del copyright.
Proyecto financiado por el Fondo
Nacional de Fomento del Libro y la Lectura, convocatoria 2018.