Papaya y Alegría / Papaya and Alegria

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Sofía… 1

... mira por la ventanilla del auto.

La ciudad quedó atrás, están más cerca del campo. Le da sueño el sonido del motor, pero no quiere dormir: aunque no se le nota, sigue un poco enojada.

Es que no quiere volver al campo.

¿Por qué tiene que volver?

En realidad, ya lo sabe. Pero la pregunta sigue zumbándole en la cabeza, como una mosquita molesta e insistente. ¿Por qué tiene que volver?

Mamá quiere visitar a su hermana, la tía Lupe y a su esposo, el tío Felipe. Y quiere que la familia completa la acompañe.

Anoche Sofía hizo un escándalo de llanto, pataleo y quejas que no dio resultado.

—Ya sabés, hijita. Una vez vienen ellos, una vez vamos nosotros. La vez anterior te quedaste con los abuelos, fuimos solo con Nacho, pero esta vez… Vamos: ¡ese miedo a los ratones tiene que pasar!

Sofi mira hacia afuera, el verde de los sembrados.

El miedo tiene que pasar, tiene que pasar, ¡pero no se le pasa! De solo pensar en el ratón apestoso que vio la única vez que fue a la granja de los tíos, le dan ganas de vomitar.

—Dale, sis, que ya estás grande —le dijo Nacho para consolarla, mientras ella se quejaba con el cepillo de dientes en la boca.

—¿Sis? —repitió Sofía mirándolo sin entender. Sis, de sister, “hermana” en english, nena.

—¡Ya shé lo que shignifica! Nunca me habíash dicho sis, bro —le respondió soplando un poco de espuma. Se acuerda y vuelve a reírse.

Nacho también se rio anoche y después le dijo:

—Es que estás más grande, ¡ya te podés enfrentar a un ratón!

Cuando llegan... 2

... apenas ha pasado el mediodía.

Fue una buena idea salir tan temprano.

Sofi no quiere poner los pies en la tierra sin antes preguntar por los ratones.

La tía Lupe llora de risa.

—¡Ya no hay ratones, Sofi! —le responde mientras la alza y la gira por el aire.

¿No hay ratones? ¿Y cómo hicieron para que se fueran? Sofía no termina de creerle, pero igual la abraza fuerte porque quiere mucho a Lupe. ¡Se había olvidado de cuánto la extrañaba!

Por las dudas, se apura en entrar a la casa de los tíos. Sigue sin creer que sea una granja sin ratones. La casa es muy espaciosa, bastante más que el departamento donde ella vive.

Adentro hay un montón de

espacio y afuera, un montón de animales, ¡un montonazo!

—¿Y los primos? —pregunta Nacho.

—Este fin de semana tienen exámenes, vamos a estar el tío y yo, nada más. O, mejor dicho, vas a tener la poca internet que hay para vos solo.

—¿Poca internet? —se espanta su hermano Nacho, que desde que tiene teléfono propio no puede vivir sin él.

—Hay tantas cosas para hacer que ni te vas a acordar de ver videos —le dice papá sonriendo.

Nacho responde “no creo” e intenta ver uno. Se le corta a cada momento. Pone una cara de desesperación que hace reír a todos.

—Vengan, chicos, que mientras los grandes charlan les quiero mostrar algunas novedades —los anima el tío Felipe.

Apenas salen, silba y aparece...

¡Papaya! 3

Una perrita blanca, con manchas marrones y negras, de pelo corto, mirada dulce y orejas atentas. —Venga, Papaya, venga... Ojito con ellos que son mis sobrinos, ¿entendiste, bonita? Tratalos bien, que no tienen perros en su casa —le dice el tío mientras la acaricia y zarandea con cariño.

Sofía la mira con desconfianza.

A ella le gustan los animales marinos, no los perros que se retuercen, saltan y jadean alegres como esa perrita.

Papaya parece entenderla porque la mira, pero no se le acerca. En cambio, a Nacho, ni bien él pone la rodilla en el suelo y le sonríe, la perra le salta encima y le hace fiestas.

—Hola, Papaya, ¡qué grande estás! —la saluda su hermano, abrazándola.

—Es una perra cazadora, está entrenada —le explica el tío—. Gracias a ella resolvimos el problema de los ratones. Sofi lo

mira asombrada. ¿Hay perros que cazan ratones?

El tío no le da tiempo de preguntarle porque se pone en marcha rumbo al corral de las vacas.

—La última vez que vinieron creo que aún no habían nacido los terneros, ¿no?

—No, estaban las vacas nada más —responde Nacho, que sigue haciéndole mimos a Papaya.

—Creo que te van a gustar mucho, Sofi. Son un poco asustadizos, hay que acercarse despacio.

Sofía va mirando para todos lados. Los árboles frutales y las plantas con flores la distraen. ¡Hay un aroma muy rico en el aire! Se acuerda de que, la vez anterior, papá la alzó bien alto para que agarrara una ciruela del árbol y la comiera tibia, recién arrancada.

Es raro, ese mismo árbol ahora no le parece tan alto como antes.

De hecho, piensa Sofía, ¡toda la granja antes le parecía más grande! ¿Qué pasó?

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