Boca de tiburón / Shark Mouth

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Sofía…

stá mirando la sonrisa nueva de su amiga Milena.

¡Le encantaría tener una sonrisa con ventanas!

Sabe que le falta poco porque ya se le mueven dos dientes de abajo; pero no sabe cuánto es “poco”.

Ella quiere que se le caigan pero, a la vez, no quiere.

No quiere porque cuando se cae un diente el ratón Pérez se lo lleva. Dice Milena que no se puede elegir, que el ratón Pérez viene SIEMPRE.

Cuando su amiga dice “siempre”, a Sofía le tiemblan un poquito las piernas. Es que a ella, los ratones, le dan miedo. O asco.

¿Miedo o asco? ¡Los dos!: asco y miedo, le dan. No le importa si los

ve en una película, en un libro o en la vida real. No le importa si se llaman Mickey, Ratatouille o

Gastón Ratón. Desde la mañana que fueron al campo le pasa que...

¡Los ratones no le gustan ni un poquito!

ientras toman la leche le dice a mamá que ella no quiere que el ratón

Pérez entre a su casa.

—Tarde —dice su hermano

Nacho—. Ya vino como diez veces.

¡Claro! ¡Él cambió muchos dientes de leche!

Sofía hace una mueca de asco.

De solo pensar en las patitas de

un ratón caminando por la cama siente remolinos en la panza.

—¿Caminó sobre mi cama también?

El hermano se ríe y no le contesta.

Mamá le dice que no, que jamás caminó por su cama ningún ratón.

Y que de todas maneras todavía le falta para cambiar los dientes.

Sofía cuenta que a Milena ya se le cayeron tres. Mamá le contesta que cada persona tiene tiempos distintos.

—¿Por qué no querés que venga el ratón Pérez?

—Por lo que pasó en el campo.

Lo que pasó en el campo

eguís con eso?! ¡Qué bebita! —dice Nacho para hacerla rabiar.

Sofía no responde.

¡Esa mañana estaba tan contenta de visitar un campo de verdad!

Había caballos, había vacas, había conejos, gallinas, cerdos… Ella corrió adonde estaban los perros. ¡Le encantan los perros!

¿Cómo iba a sospechar que olían un ratón enfermo? Primero le dio pena; después, cuando lo vio de cerca, le dio asco. Pero lo peor fue que el ratón caminó hacia ella con las patas todas torcidas, como un zombie-ratón. Ahí, le dio miedo, un miedo horrible. Entonces, salió corriendo. Corriendo y gritando, salió. “¡Upa papá, haceme upa!”

Y justamente eso decía Nacho ahora, imitándola: “¡Papá, haceme upa! ¡Papá, haceme upa!”.

Sofía se pone roja. Colorada de rabia y de vergüenza. ¿Por qué no puede tenerles miedo a los ratones? ¿Por qué le tienen que gustar?

—No te hagas el canchero, nenito. Yo te vi subir a una silla y llamar a mamá por una cucarachita mini. Nacho protesta. Las cucarachas son otro tema. A nadie le gustan las cucarachas. Sofía dice que a ella sí, que a ella le parecen lindas. Nacho no le cree.

—Bueno, basta. Basta, Nacho, Sofía, que a mí no me gustan ni los ratones ni las cucarachas —dice mamá.

Una pregunta importante

s verdad que el ratón Pérez viene sí o sí?

—No, a veces el ratón Pérez no viene. A veces se queda sin dinero y no puede, por más que le

encanten los dientes —le contesta mamá. —Ojalá no tenga ni una moneda cuando a mí se me caigan los dientes —piensa Sofía en voz alta.

Nacho y mamá se miran y no dicen nada. Ella se da cuenta de que hay algo que se están guardando. ¿Será que saben que el ratón Pérez va a venir? ¿Será que ya le mandaron un mensajito avisándole que a ella se le mueven dos dientes?

Va al baño, se sube al banquito y se toca los dientes flojos frente al espejo. Uno se mueve más que el otro. Y le parece ver que detrás de ese que se mueve más hay una

rayita blanca que asoma. Se toca ahí. Se raspa. ¿Qué es eso?

Llama a mamá.

—Uy —dice ella—. Creo que es el diente nuevo.

¿Cómo el diente nuevo, si el viejo todavía no se salió?

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