Allá en mi infancia. Dossier de prensa. Novedad editorial

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DOSSIER DE PRENSA #PoemasParaNiños LA OBRA Allá en mi infancia... es una herramienta que el poeta quiso servir en medio del banquete de contenidos con que son alimentados muchos de nuestros hijos, nietos, niños y niñas; y quiere convertirse en tradición que se complete con la lectura a dos voces (ya sea con la del taita, la de la abuela, la profesora, o cualquier otra gura materna o paterna), quienes reconocerán en la jerga campesina de Soto su propia infancia y la re-creará con su testimonio. Una experiencia que se puede evaporar sin la epidemia de la transmisión del bicho de la cultura ancestral que reconocemos hoy como “civilización campesina”.

Título: Alla en mi infancia. Poemas para niños (y para quienes fueron niños) Autor: Javier Armando Soto Sierra 72 páginas, 23 x 30,5 cm Editado por: Pyrotechnya Editorial Materias: Literatura infantil, poesía, libro ilustrado. Formatos disponibles:

Tapa blanda

www.voxstudio.org Distribución y venta: Vox Studio S.A.S. pyrotechnya@voxstudio.org Tel: +57 300 6602666

eBook

Nuestro itinerario de lectura propuesto en este poemario para niños, lo queremos presentar como una inmersión en el mundo campesino a través de la temática de lo natural, seguido por los animales, abordando luego las polémicas y dilemas, y nalizando con los juegos populares. Cada uno contará con contenidos digitales adicionales como la declamación de todos los poemas por parte del autor en audio, y materiales multimedia adicionales que podrán consultar la página web de la editorial y en el per l del poeta en las redes sociales. Queremos generar un intercambio que promueva nuevos contenidos estéticos en torno a la obra, proponga su discusión y permita construir una herramienta apropiada para niños, niñas y adolescentes en tiempos de cuarentena y esperemos en algún momento cercano, de post pandemia, cuando el paradigma educativo haya evolucionado, descentrando la gura del docente y concentrándose en la autonomía del aprendiz en su propio aprendizaje.


EL AUTOR

JAVIER ARMANDO SOTO SIERRA

Aquel que escribe canciones o inventa una melodía lo hace con algarabía pues lo deleitan sus sones, saca a flote sus pasiones hilvanando sus recuerdos

Cuentan que Javier Soto nació en Monguí un 17 de abril de 1976, sábado santo, en casa de sus tías paternas, sin la ayuda de un galeno, pero sí de alguna partera de la zona. Es el menor de doce hermanos, de los cuales solo crecieron siete, pues en Monguí —como en estos tiempos pandémicos— las fiebres, la viruela y otros males comunes eran grandes catástrofes y el duelo campesino una constante debido a la falta de medicina. Allí, los rezos de angelitos fueron el pan coger diario. Sin embargo, con la vacuna de la copla y la poesía, toda su familia creció inmune a la tristeza, con el amor por su tierra y la naturaleza. María Del Carmen Sierra de Soto, tal como se hacía llamar su madre, fue una mujer menuda, de campo, de hogar y fogón de leña. En ella la copla fluía como los relámpagos, de una manera inesperada y fugaz, y su memoria prodigiosa le permitía atesorarlas, innumerables, pintorescas y jocosas. Su padre, el profesor Emigdio Soto Hernández, en su loable tarea de maestro inculcó en Javier el amor por la literatura y la declamación. Niño campesino, el primer juguete de Javier fue el lazo de una oveja o de una vaca, y su manía era la de perseguir animales por el corral.

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Por el trabajo de su padre, tuvo que desplazarse con toda su familia a otras tierras. Emprendió viajes largos y alucinantes. Conoció lugares donde la vía al llano se despide junto con el río y todo se pierde en la distancia entre montañas. Caminó hombro a hombro por ellas, atravesó un famoso desgorradero, donde el viento es tan fuerte que les arranca los sombreros a los arrieros. Vivió en una casa aferrada a la montaña, descubrió ríos ocultos, robustos y caudalosos y los atravesó sirviéndose de puentes colgantes. Conoció los nombres de los animales, de los insectos, de las alimañas, de los árboles y las plantas. Y el calor, el frío y los aguaceros sin reparos. También conoció a las brujas y al miedo a ellas. Y descubrió caminos y el andar.


Fue a la escuela, por supuesto, pero su deserción no tardó en llegar. Sin pelos en la lengua, manifestó su descontento con el uso de la vara, la regla y los jalones de oreja de su maestra, motivos que consideró suficientes para dejar de concurrir a clase. Sin embargo, poco tiempo después, tuvo la oportunidad de ser acogido en las clases de su padre, “el mejor maestro del mundo”. Entonces, fue juicioso a todas sus clases, recuperó el tiempo perdido y, en la instancia de exámenes finales, frente a los padres de todos los alumnos, pudo declamar su primera palabra: mapamundi. Junto a su padre maestro vivió la escuela de una manera muy particular, pues habitaba en ella. Desde su patio vio llegar mulas cargadas de libros que servirían para inaugurar una biblioteca y para declararle su amor a la lectura. También fue testigo de la construcción de nuevos salones, de tableros de cemento, de mesas y sillas nuevas, que más tarde serían prohibidos, desplazados y, finalmente, abandonados. Todos esos años sirvieron para confirmar algo que Javier ya sospechaba. Su pasión por la poesía la había heredado, inefable, de las entrañas de su madre y de los juegos con sus hermanos. También, sin dudas, por la labor amorosa y constante de su padre, como una vacuna contra la tristeza y con el amor por la tierra y la naturaleza.

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Javier Soto fue construyendo así su rebeldía desde pequeño, mediante la observación y sus lecturas, en las parsas de fin de año y a partir de meras declamaciones poéticas en gio. Ya en su juventud, al poeta le gustó más la milicia que la educación y se fue a servir a la patria en el ejército, a sus 19 años, dejando el hogar paterno para regresar solo por visita, en los permisos, hasta la baja. Finalmente, las circunstancias, como las de muchos jóvenes del campo, lo llevaron a la ciudad, a trabajar como portero y a hacer una familia con su esposa y sus dos hijos. En este ambiente de vigilancia, se reencontró nuevamente con la

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lectura gracias a los ratos de ocio de su labor, en las extensas vigilias, en los interminables turnos. Volvió entonces la escritura. Se encontró con un género descubierto de repente y fue así que con su poesía costumbrista, recorrió tertulias, encuentros y concursos buscando un sueño: difundir por medio de la poesía y el arte costumbrista los conocimientos ancestrales. Ahora es cuando, delante de ustedes, presentamos este, su primer retoño editorial, el poemario: Allá en mi infancia. Primicia de un poeta con mucho que dar, del cual se prepara también una antología de sus más de ciento cincuenta poemas que aún aguardan los lectores que aún valoren el legado de una civilización campesina.

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POSFACIO

POESÍA EN TIEMPOS DE INFANCIA

“No sólo Beethoven y Rembrandt tienen sensibilidad; también la tienen las bacterias y las libélulas” El indispensable exceso de la estética. Katia Mandoki.

Al establecer un texto para aquella práctica milenaria llamada lectura, que intenta acercar a los más chicos las bondades de “lo bello” a través de la literatura y despertar en ellos la posibilidad de contemplar mundos siempre nuevos, aunque antiguos algunos, se presentan varios retos a superar. En principio porque sus contenidos plasmados a través de rimas, aliteraciones, metáforas, sinécdoques o cualquier otra figura del verso, aunque puedan en primer lugar llevarlos a una musicalidad que renueve el capital simbólico del oyente, se presentan a veces como un muro infranqueable para otro tipo de lectores menos familiarizados con la poesía. Esto conlleva a que, sin preguntarnos mucho por otras fuentes estéticas, los pedagogos vayamos a la fija remontándonos a lo ya inscripto en el parnaso de las literaturas nacionales en primer lugar, luego en las lecturas propias de la lengua que se práctica y finalmente accedamos a las tradiciones extranjeras que devienen en el corpus de la literatura mundial (ya pasado por el cedazo de la crítica literaria, los premios literarios y el análisis mercadotécnico del gusto que las editoriales tienen ahora más afinado que en cualquier otra etapa del mundo). Es por esto que el valor de “lo nuevo”, se puede perder en el vacío de los infinitos datos de los likes, los corazones digitales o los comentarios simbólicos como :o, :), ;), o aún más expresivos como :D, que cuantifican los deseos de los lectores desde su más tierna infancia. Este es pués el problema que asumimos al plantearnos un poemario para niños entrado el siglo xxi y durante una pandemia que nos llevó afanosamente a explotar todas las metodologías no presenciales en dispositivos móviles (llámese celular, tablet, computador o cualquier otro aparato con conexión WIFI o datos), y entonces, convertir aquel dispositivo en su esencia lúdico para un niño, en uno pedagógico. Aquel concepto escolar se sitúa en la antinomia para el pequeño lector y se posiciona en contra de aquello que configura aquel

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homo ludens1 de los primeros años de la existencia humana. Así es que la lectura, escritura, videoconferencia o taller resulta una cuestión cada vez más distante de la promesa de aprender jugando que muchos productos del mercado asumen como su insight (otro término mercadotécnico que busca ante todo “la compra” más que la efectividad del aprendizaje). Esto nos lleva al equipo editorial junto con el autor a formularnos la cuestión de ¿qué hacer para acercar la infancia a la infancia? Déjenos desarrollar un poco esta hipótesis centrada principalmente en una cultura metropolitana cada vez más alejada del ámbito rural y por ende de la naturaleza, cualidad pragmática de la infancia de un campesino y que corresponde al motivo de los poemas de Javier Soto que queremos compartir en esta edición que se titula: Allá en mi infancia. Poemas para niños (y para quienes fueron niños). En primer lugar, estas prácticas tecnológicas, ahondadas en los niños, niñas y adolescentes (en adelante ”NiNA”2 para ser algo lúdicos), persiguen ante todo la “conectividad”, es decir, el mismo deseo del docente en cualquier aula del mundo, donde entendemos que los contenidos que se enseñan deben ser apropiados por los estudiantes y configura la propedéutica de cualquier estudio superior. Las neurociencias confirman cómo se maduran aquellas posibilidades del cerebro en los primeros seis años de vida de una manera nunca después experimentada por el ser humano. Todo aprendizaje cuesta más a partir de allí. Las lenguas, la lógica matemática, los hábitos y nuestro tema en cuestión la estética, tienen una mayor capacidad de aprehensión dado el acelerado crecimiento durante la maduración cerebral. No será exponencial como el último virus que nos mantuvo marginados, pero sí puedo serlo según los neurocientíficos especializados en el campo de la enseñanza y el aprendizaje. Y es acá donde la otra cuestión que nos ocupa, la de la didascalia, de la que participa el maestro de escuela y que convierte su hora de clase en el aula (o pantalla) en una representación teatral (en muchos casos una tragedia), para acercar a NiNA aquellos contenidos propios de cada edad y que configuran la enseñanza primaria y secundaria en muchos de las ciudades como en las zonas rurales. Como señalamos, es la estética la esfera de nuestro interés, la que se relaciona en primer lugar con la poesía, y también sabemos que lo hace con lo que llamamos el mundo de la infancia. Una etapa única como señaló Picasso cuando dijo: “Todos los niños nacen artistas, lo difícil es seguir siendo un artista cuando crecemos”. Ese mundo que rodea a NiNA desde que se empieza a construir la subjetividad del individuo y, según el lugar donde crezcamos, en algunos casos tiene una gama incontable de verdes

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1. Concepto desarrollado por Joseph Huizinga en su Homo ludens, ensayo sobre la función social del juego de 1938. 2. Esta sigla se refiere a un proyecto pedagógico de materiales para la educación primaria y secundaria llamado: +Stories para NiNA (niños, niñas y adolescentes).


y en otra una de grises y color ladrillo (pues habitualmente los verdes y otros colores, para los niños de la ciudad, son hiperreales cuando solo son accesibles a través de los pixeles de una pantalla), y se acompasan con la contemplación de los cantos de arrullos y nanas, los cuentos y las narraciones de la cultura a la que pertenece. Es allí donde NiNA aprende a encontrar ese espacio donde soñar e imaginar, es la posibilidad más real: la oralidad. Ese mundo primero y originario del niño no será mediado por el paisajismo de Turner, Monet, Cézanne o Van Gogh, ni por las estaciones de Vivaldi o las Variaciones Goldberg de Bach en principio. Serán los colores de la montaña y las transparencias de los caudales de arroyos y riachuelos, o las rimas de los paisajes sonoros de los insectos, los mujidos, relinchos o maullidos de los los animales, los sonidos del movimiento de las ramas de los árboles y los ruidos del viento golpeando las ventanas o las puertas de una casa las que dispararan la imaginación del infante quien empieza a generar internamente una valoración estética del mundo. Así lo descubre el poeta en “Retalito de gallinas” donde aparecen estas aves y su espectáculo musical local (en el patio de la casa) en su celebración de la vida. A semejanza de un carnaval hay tambores, maracas, timbal. Canto, baile y cacareos. Luego ahonda en la descripción de su labor... el huevo, el nido, el gallinero, la gestación y la reproducción. Un ciclo donde el hambre y el sustento aparecen como valores éticos pero propuestos desde lo estético, cuestión que abordaremos más adelante. Nuestra intención es entonces, para hacerlo explícito, manifestar a través del poemario de Javier Soto, una estética que se plantee, no desde los inefables argumentos de “lo bello” irremediablemente situados en lo más elevado del cielo, sino en la cotidianidad de la vivencia de la tierra, en todos sus significados, desde lo cultural y social hasta su estructura biológica. Versos como “allí en mi pueblo, Monguí3” que señalan el espacio geográfico que escenifica su poesía, contienen ese ademán, antes que posesivo, sentimental para señalar el lugar del natalicio o de las cuitas que se acostumbra a usar en el sector rural (y que se contrapone al sentido que le da el latifundista para hacer manifiesto a cualquiera que no lo entienda el derecho legal de su posesión). Creemos que este sentimiento de pertenencia es aún significativo para NiNA, en cuanto la posibilidad de ser ellos herederos de un patrimonio genético, pero también, como señala Mandoki de 3. Monguí, municipio fundado por la colonia española en 1601, donde reunieron tres comunidades indìgenas de la zona, es conocido por ser uno de los pueblos patrimonio de Colombia, además de por la factura de sus ruanas y balones de fútbol, se encuentra en el departamento de Boyacá, a unos 97 km de la ciudad de Tunja, capital del departamento. Su nombre según hipótesis proviene del chibcha y traduce “baño de la esposa”, o según otra, es una transculturación del catalán Monjuitch, lugar de procedencia de antiguos sus misioneros evangelizadores, y constituyó una población de paso a los llanos orientales colombianos (Londoño 1992).

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un patrimonio estético manantial de sensibilidad que inunda y tiñe el modo de valorar nuestros mundos, pero nos condena irremediablemente a desconocer todos los otros. Llevamos la estética en todo el cuerpo: en los sentidos, emociones y preferencias a lo largo y ancho de nuestra evolución (2014, pos:58).

Es el cuerpo de lo viviente lo que nos permite a través de nuestra percepción sensorial, captar la belleza que se manifiesta a diario en la vivencia campesina y que Javier Soto evoca en su poemario donde “La gata lucrecia”, “Mi vaca Magola” y un “Conejito saltarín” por nombrar algunos, son parte del universo de una infancia que quiere ser transmitida por los sonidos de las “Chinitas de agua” o la frescura del “Hilito de plata” que bañaba el terruño del autor y que hacen parte de figuras universales que son esenciales en la construcción de la poética del autor. “Allá en mi infancia…” es pues, una herramienta que el poeta quiso servir en medio del banquete de contenidos con que son alimentados muchos de nuestros hijos, nietos y NiNA; y quiere convertirse en tradición que se complete con la lectura a dos voces (ya sea con la del taita, la de la abuela, la profesora, o cualquier otra figura materna o paterna), quienes reconoceran en la jerga campesina de Soto su propia infancia y la re-creará con su testimonio. Una experiencia que se puede evaporar sin la epidemia de la transmisión del bicho de la cultura ancestral que reconocemos hoy como “civilización campesina”. La valorización de esa “civilización campesina” como la llama Giorgio Agamben, de por más pordebajeada por muchos Estados, y aniquilada en otros; donde la mayor parte de su población pertenecía a esta cultura y que desde principios del siglo xx fue exterminada en países industrializados por aquella figura epocal que marcaría los siglos por venir: el obrero. Esta figura fracasó señala el filósofo: No es fácil decir cuál es la figura histórica que tenemos frente —si el tecnócrata, el científico o algún otro personaje digital más oscuro del cual apenas conseguimos entrever su rostro— pero ciertamente no será el obrero.4

Esta figura campesina que se podría definir como aquellos que «hacen las cosas, las aman y se complacen de ellas», aún sobrevive en latinoamérica y en muchas de las regiones en las que no han conquistado en su totalidad todas las demás figuras, sentencia Agamben, quienes son 4. Discurso de Giorgio Agamben pronunciado en ocasión de su recepción del «Premio Nonino 2018» entregado el 27 de enero 2018 en las Distillerie di Ronchi di Percoto (Údine, Italia).

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“los burócratas, los organizadores, los políticos, los mediadores y los mediócratas de todas las especies, que viven explotando el trabajo y la inteligencia de los campesinos”.5 Nuestro interés será entonces valorizar esa “civilización campesina” que vivió inalterada durante más de cinco mil años y que ya aniquilada en otras latitudes, tiende a desaparecer en las nuestras, aunque sorprenda pensarlo, y creemos que poemarios como el de Javier Soto, prevalecerán como testimonio para las futuras generaciones. Serán pues los humanos y su oralidad indispensables para la memoria de los pueblos, que aunque extraviando el rumbo de una inteligente manera de habitar el mundo sin depredarlo, logren recuperar entre “el frágil niño / y el noble anciano”6 la armonía natural, y se sometan a ella para no ser exterminados incluso primero por aquel factor evolutivo, que por su misma especie con catástrofes atómicas, químicas o biológicas; pues recuerden que existe una ley natural tanto del origen, como del fin de las especies. Esta ley natural, nos plantea otra manera de abordar los poemas de Soto escritos con un principio ético que subyace en su forma poética. Conflictos como el que tiene el hombre con “El señor ratón”, poema dialógico en el que se plantea un combate donde un “ratón comelón” será el disparador de paradojas morales y éticas, que tendrán desarrollo en otros poemas como “Un pacto animal” o en “Cochinillo”, y que proponemos a nuestros lectores como polémicas que incentiven el pensamiento crítico en NiNA y permitan construir con su lectura compartida, una curiosidad intelectual que haga posible pensar e intentar resolver los problemas que atañen a su mundo y en correspondencia a toda la comunidad de vivientes. El libro ilustrado permite al lector, hacerse a una idea de la propuesta de lectura deductiva partiendo desde una génesis… desde una mirada cósmica que luego hará un zoom in sobre el objeto planeta tierra, que se introduce en planos generales entre los seres vivientes hasta el close up de los sentimientos del niño, que derivan principalmente en el la lúdica de los juegos populares. El sustrato ético atraviesa todo el poemario. La intención didascálica, referente a la poesía como a la enseñanza, se ve en todo el conjunto de poemas. Interesaría presentarlo en clave de una ética de la vida, resaltando varios aspectos fundamentales de sus principios vitalistas que han atravesado filosofías, literaturas y teologías, tanto en Occidente como en Oriente, como lo son el comer, el beber, el abrigarse, el trabajar o el jugar. A nivel pedagógico, se esperaría transitar el poemario desde la evocación de la naturaleza, la familia y la tradición en la memoria de los pueblos. 5. Ibídem. 6. Poema Cuán tierno tallo, pág. 33 en la presente edición.

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Esta última resalta la intención del poeta, desde el mismo título del poemario “Allá en mi infancia...”, a sumergirse en una cuestión mística del tiempo, de los ciclos de la naturaleza (lunar/solar), muy afín a la jornada campesina. Pero también a una nostalgia, que tiene la intención de recordar la niñez, traspasarla a otras generaciones, dando valor a aquello que se conforma en la cultura como la vivencia de ‘lo inolvidable’7 incluso si ha sido olvidado. Estas prácticas cultivadas por la repetición, habitan las subjetividades posteriores en las diferentes culturas, atravesando épocas, en la forma textual (canciones, poemas, oraciones) pero fueron en origen en forma performática (declamaciones, juegos, rezos) donde el trabajo, las jornadas, la relación con los animales y con el ambiente, el rezo y la plegaria leída o recitada en común, producían una remisión de recuerdos del ámbito familiar que se convierten en una memoria de infancia legada a las generaciones futuras en forma de herencia cultural. Plantearlo como recuerdos de infancia hace del elemento inconsciente, los sueños y lo fantástico, conjugarse como elementos propios en la poética de Soto. Vemos cómo ese espíritu infantil, que mezcla realidad con ficción en una hipóstasis, se percibe por todo el texto construyendo una verdadera realidad sin planteamientos dicotómicos que hacen navegar sus páginas como en la barca del poema final de Lewis Carroll en su Alicia A través del espejo,8 y responder al pedido universal de los niños y niñas que le piden al poeta: ¡cuéntanos un cuento! Carroll clausura su saga en el verso final con aquella pregunta retórica que ha animado a contar historias a través de múltiples literaturas que luego se convirtieron en clásicas, y que dan a luz de cuando en ves, pues: “¿Qué es la vida si no un sueño?”9 (1899:192). A razón de este motivo evocador aparecerán personajes como “Mi caballo gigante” que te conducen no solo a paisajes naturales, sino metafísicos 7. Esta noción apropiada por Agamben, fue tomada desde la teoría de Walter Benjamín cuando a propósito de El idiota de Dostoievski, escribe que “la vida del príncipe Mishkin debe permanecer como inolvidable incluso aunque ninguno la recuerde. Esto es una exigencia. La exigencia no ignora ni intenta exorcizar la contingencia. Afirma por el contrario: esta vida, aunque de hecho haya sido totalmente olvidada exige el permanecer inolvidable [...] exige permanecer con nosotros de alguna manera, ser aún para nosotros posible de algún modo. Responder a esta exigencia es la única responsabilidad histórica que sentiría poder asumir incondicionalmente.” (Agamben 2013, 46-47). Aquí entendemos, radica el esfuerzo y a la vez la dificultad del poeta para fijar de alguna manera en un texto y con el límite del lenguaje una experiencia inefable, atemporal y asincrónica, pero intentando asumir esa responsabilidad histórica a la que se refiere el filósofo. 8. A través del espejo, y lo que Alicia encontró allí (1871) es una obra de literatura infantil de Lewis Carroll, o Charles Lutwidge Dodgson, con ilustraciones de Sir John Tenniel . Carroll escribió Through the Looking Glass como la secuela de Alice’s Adventures in Wonderland [Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas] (1865). 9. “Life, what is it but a dream?” [La traducción es nuestra].

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y espirituales. El animal acompaña al chalan en la aventura vital de su existencia. Evoca aquella hegemónica cultura televisiva y cinematográfica de mediados del siglo xx, donde los western norteamericanos inspiraron a tantos chicos de aquella generación citadina y rural. Sin embargo, en el ambiente campestre, aquellas peripecias de los indios y vaqueros no pertenecían solo a la ficción de la pantalla. Los niños y niñas del campo entendían cómo el caballo resultaba vital para la supervivencia en un territorio agreste, donde no había entrado aún ningún bulldozer a allanar caminos para las futuras autopistas. Es la posibilidad de recorrer lo inhóspito, e ir “tras mis sueños y quimeras”10 como lo hace el poeta. Ahora resulta un imposible pensar en aquel ir y venir, pues fue aniquilada por las murallas a las que se refiere el autor en otro de sus versos “la que marcó los linderos / y dividió a los vecinos”.11 Este tema de la delimitación de la propiedad privada, aquella frontera porosa, invisible en muchos casos, es una ficción siempre constituida por otra ficción legal, la escritura pública; y se materializa con la extensión del cercado de los territorios. Hoy aún es tema de actualidad, y más en un país como Colombia donde el conflicto por la posesión y uso de la tierra sigue produciendo víctimas. Esta cuestión puede incluso responder al porqué fueron extintos los gauchos o chalanes como aquellos a los que se refieren tantas literaturas nacionales, como el poema El gaucho Martín Fierro,12 pues, podríamos concluir sencillamente, que fue desde que cercaron la pampa… De ahí en adelante ¿por dónde diablos iban a ir el vaquero libre y su caballo en medio de tantas tapias y cercas? Este tono de denuncia, que hace parte constitutiva de la poética costumbrista, aparece también en los poemas de Soto y son uno de sus rasgos distintivos. Como en la mayoría de expresiones populares, esta forma de la parresia13 sirve de catarsis para convertir la nostalgia en grito de lucha y el clamor en reclamo frente a las sistemáticas injusticias en contra del campesinado. Aquella cuestión habita para el poeta en la memoria de los objetos inanimados aros, canicas, piedras, que le permite cantar como “Aquel corral fue testigo / de proezas y faenas / tiene las huellas del hombre / conoce cuitas y penas”14. 10. Poema Mi caballo gigante, pág. 23 en la presente edición. 11. Poema Muralla de piedra, pág. 46 en la presente edición. 12. El gaucho Martín Fierro (1872) de José Hernández, poema fundante de la literatura argentina. 13. La parresia, termino griego que alude a “decirlo todo” pero encierra quizás un nombre adicional, más moderno: es otra forma de designar la “crítica”. Como lo señala Michel Foucault, “es una actividad verbal en la cual un hablante expresa su relación personal a la verdad, y corre peligro porque reconoce que decir la verdad es un deber para mejorar o ayudar a otras personas (tanto como a sí mismo)” (2017). Aquel sujeto que enuncia y se pone en riesgo será el parresiasta: el que decide decir aquello que los poderes constituidos no están dispuestos a escuchar. 14. Poema Muralla de piedra, pág. 46 en la presente edición.

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Finalmente, nuestro itinerario de lectura propuesto, lo queremos presentar como una inmersión en el mundo campesino a través de la temática de lo natural, seguido por los animales, abordando luego las polémicas y dilemas, y finalizando con los juegos populares. Cada uno contará con contenidos digitales adicionales como la declamación de todos los poemas por parte del autor en audio, y materiales multimedia adicionales que podrán consultar el la página web de la editorial y en el perfil del poeta en las redes sociales. Queremos generar un intercambio que promueva nuevos contenidos estéticos en torno a la obra, proponga su discusión y permita construir una herramienta apropiada para NiNA en tiempos de cuarentena y esperemos en algún momento cercano, de post pandemia, cuando el paradigma educativo haya evolucionado, descentrando la figura del docente y concentrándose en la autonomía del aprendiz en su propio aprendizaje. JUAN CARLOS RAMOS HENDEZ Bogotá, mayo de 2020.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Agamben, Giorgio (2006). El tiempo que resta. Comentario a la carta a los Romanos. Madrid, Editorial Trotta. Foucault, Michel (2017). Discurso y verdad: Conferencias sobre el coraje de decirlo todo. Grenoble, 1982 / Berkeley, 1983. Buenos Aires, Siglo XXI Editores. Edición de Kindle. Londoño Vélez, Santiago (1992). “El conjunto monumental de Monguí”, en Boletín Cultural y Bibliográfico, Vol. 29, Núm. 31. Consultado en : <http:// www.cervantesvirtual.com/obra/el-conjunto-monumental-de-mongui-912850> Mandoki, Katya (2014). El indispensable exceso de la estética. México, Siglo XXI Editores, Edición de Kindle.

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AUTO-GLOSARIO

Te invitamos a contruir tu propio índice de palabras que no conozcas, las anotés aquí, y junto con alguién mayor coloques la definición que más te guste: la del abuelo, la del diccionario o la de internet.

GLOSA: Explicación o comentario que se añade a un texto difícil de entender para aclararlo.

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