Pensar desde el performance, un fenómeno intercalar
No son juegos de palabras. Los juegos de palabras no me han interesado nunca. Más bien son fuegos de palabras: consumir lo signos hasta las cenizas, pero sobre todo, y con mayor violencia, a través de un brío dislocado, dislocar la unidad verbal, la integridad de la voz, quebrar o romper la superficie “tranquila” de las palabras, sometiendo su cuerpo a una ceremonia gimnástica (…) al mismo tiempo alegre, irreligiosa y cruel. (Jacques Derrida, 1997)
Un filósofo está expuesto a intelectualizar el mundo por la vía de los modelos simplificadores. Corre el peligro de que, con el bolsillo cargado de conceptos y teorías ajenos, monedas de uso que pierden su troquelado, sus ideas pierdan toda pasión y se lance al mercado del pensamiento correcto, admitido, académico. Sumergidos en la tradición intelectual del dualismo, del binarismo –bien y mal, orden y caos, superficie y profundidad, espíritu y materia–, muchas veces no identificamos el valor de la indeterminación, del entresijo donde se encuentran los contrarios y el devenir se muestra en sus matices. Pensar desde la oposición y el choque, desde la batalla entre arte y pensamiento, anula el término medio donde acontecen las continuidades imprevistas y provechosas. El binarismo, modelo simplificador con el que se nos ha acostumbrado a pensar, es el territorio conocido de las definiciones, de los dispositivos, de los mecanismos de poder propios de ciertas representaciones que trazan las fronteras entre el arte y la filosofía del arte, entre el acontecimiento de las ideas y el acontecimiento matérico de las obras, aquellos “objetos confeccionados para su apreciación”. Si bien tradición cultural y discurso hegemónico, caja negra que decide “esto es teatro y esto no es teatro”, “esto es filosofía y esto no es filosofía”, “esto es teoría teatral y esto no”, el agonismo intelectual es cuestionable: debe incluso ser cuestionado en la medida en que, como tradición intelectual simplificadora, deja fuera el valor creativo y creador de la indeterminación, de los cruces, del devenir y las continuidades. Si como señala Nietzsche “No hay hechos, sólo interpretaciones”, toda definición es susceptible de provisionalidad y puede ser desmantelada. Pensar y crear fuera de la repetición de esquemas, nos permite hacer crecer territorios que se desbordan y permiten la entrada de elementos que están fuera del control de los mecanismos institucionales, pedagógicos, ideológicos cuyos sistemas de representación se asumen como