Introducción […]¿No se escriben precisamente libros para ocultar lo que escondemos dentro de nosotros? –más aún, pondrá en duda que un filósofo pueda tener en absoluto opiniones ‘últimas y auténticas’, que en él no haya, no tenga que haber, detrás de cada caverna, una caverna más profunda todavía –un mundo más amplio, más extraño, más rico, situado más allá de la superficie, un abismo detrás de cada fondo, detrás de cada ‘fundamentación’. (Nietzsche, 2005: 249)
El presente libro se ubica en la zona intersticial que une al arte acción con la filosofía. Nunca he podido portar el uniforme gremial de la especialización filosófica, mi formación experiencial en el arte acción y el teatro me ha servido para huir de toda cerrazón interpretativa ante las razones del arte y los afectos de la filosofía. Este libro es el resultado de un esfuerzo de años por encontrar un sitio, un momento preciso, un salón de clases y buenos amigos, para acometer un desplazamiento de las perspectivas, una hibridación entre la acción y las ideas, la potencialización del pensamiento conmocionado, la rehabilitación del arte acción como un acto filosófico que conduce a preguntas existenciales e históricas impostergables. Separar al arte del pensamiento y viceversa es un veneno estratificador que amenaza a la creación misma, a la investigación académica, a la pedagogía del arte: el límite discursivo de una tradición que Deleuze llama arborescente, regida por la lógica binaria, institucional y universalista que fija un punto, un orden a seguir. Pensar al arte acción como un lugar donde la crítica y la creación se unen nos obliga a dejar atrás definiciones y fronteras, dualismos hegemónicos, determinismos que resultan a todas luces, desde la práctica del performance como lugar de pensamiento, discutibles. He escrito este libro por necesidad: han sido las fuerzas pensantes del seminario de filosofía del cuerpo y de la experimentación escénica las que han producido, desde la serendipia, cada línea. Yo he sido sólo el medio que el acontecimiento ha tenido para darse nombre a sí mismo, para detenerse en una inscripción que se sostiene en el límite agudo de la pérdida. Propongo una filosofía del performance que se produce a partir de su propia performatividad, que se pone a sí misma en escena a través de un cuerpo pensante cuyas preguntas carecen de toda fijación nominal, pero que exigen una absurda documentación. Este libro, en el que pensar el arte acción me ha llevado a concebir el pensamiento como acontecimiento,