#04
ARTE
Avignon
MARZO 2014
Publicación mensual de distribución gratuita producida por: Taller de Artes Plásticas EL PORTÓN VERDE
un puente hacia otra forma de ver
Luz al pintar de una nacion
MNBA
y el artista que va en busca de esa luz
esde un tiempo a esta parte se vienen inaugurando una sucesión de muestras en nuestro Museo Nacional de Bellas Artes que además incluyen la edición de importantes libros de las mismas, de excelente calidad. Pasaron entre otros la exhibición de obras de Caravaggio y sus seguidores, también del pintor Argentino Pio Collivadino, una selección de lo mejor en esculturas del patrimonio nacional como son los calcos de La Piedad de Miguel Angel o la Venus de Milo, obras de Rodin y Bourdelle entre otros y recientemente finalizada, la obra de otro gran pintor argentino, Enrique de Larrañaga.Una interesante y renovada propuesta que invita con una entrada más que accesible a visitar una vez más el MNBA.
D
por Walter Pugliese
S
i el blanco es la luz absoluta, Argentina vendría a ser lo más cercano al blanco como color. Pero no somos blanco absoluto porque cada día nuevo, el sol decidió no encandilarnos y si desparramar generosamente su fuerza durante gran parte del país y del año, y de ahí se refractan incansables, infinidad de colores, combinaciones imposibles de creer a los ojos de cualquier ser humano sensible que no pueda dejar de observar el mundo como lo bello que se nos presenta. Y el artista va en busca de esa luz.
ranzadora. Los tierras, ocres y rojizos norteños y de altura. Sur de un país con sus blancos hielo que le dan profundidad a un azul traslucido de ensueño que hasta dan ganas de sumergirse en él y llevárselo puesto. Rojos anaranjados misioneros. Verdes azulados que mutan permanentemente sobre los mares y el cielo. Los marrones barrosos y grises de un rio abundante de plata. Verde también en las selvas tucumanas como en los bosques cordilleranos. Sed en las vides de tierras resecas amarillas pálidas pero que no dan miedo sino licores para esas almas que buscan lo incierto.
De los colores de su arte se desprende la imponencia del paisaje, reflejo de un país interior, geográfico y humano, que nos compone, nos forma, nos estructura. Entre las formas de su escultura se entrevera y superponen la luz que la traspasa y la sombra que la aquieta. Los perfiles se remarcan suavizando cada redondez que se nos acerca.
Nos enmarca lejanías de horizontes perdidos en llanuras interminables de exilios. Alturas y abismos, elevados por el destino mismo. Cascadas de agua infinita. Mole pared Fitz Roy que se alza majestuoso. Ríos se juntan apurados hacia el mar, vientos que acarician ramas de los grandes árboles. Vías de ferrocarril abanico, mueven un mundo, dibujan su piel.
¿Cómo no dejarse seducir en su brillo si además nos adormece en su calor? ¡Entrar en la luz! Dejarse llevar por ella. Que todo lo impregne, incluso nuestras vidas. Cada espacio liberado en una obra debería ser como un gran homenaje a ella. Pintar y pintar con la seguridad y tranquilidad que da su fortuna. Como quien sabe que nunca le va a faltar el color, como quien sabe que nunca le quedará trunca la forma. Quien no haya visto los verdes de una pampa húmeda espe-
¿Cómo no dejarse abrazar por esa fuerza? ¡envuelto en la luz! Los temores internos de cada quien, puede que sean demasiado oscuros. No importa, se iluminan ante la sola presencia de aquel sol que abre sus puertas sin pedir permiso. Esculpir, esculpir como quien sabe que tiene madera, frecuenta la piedra y brota el metal.
Tinta sobre papel, Daniela Carmona, alumna del taller de arte EL PORTON VERDE
Luz al fin que vive en este mundo, que tiñe de blanco para devolver sombra y color.
Fachada del Museo Nacional de Bellas Artes
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Avignon
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#04 MARZO 2014
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Benito Quinquela Martin
Van Gogh
Pintor, grabador y muralista argentino (1890-1977)
- La Vida -
A
rtista instintivo, subrayó las características expresivas de la realidad. Vivió contemplando el puerto, trasladándolo a la tela para exaltarlo a través de una materia densa, de fuertes empastes e intenso espactular y de una variada y rica paleta tonal. Trasladó a sus obras el sentimiento profundo que despertaban en él su barrio, su gente y su lugar de pertenencia.
Extracto del libro de Steven Naifeh y Gregory White Smith. TERCERA PARTE. Los años en Francia, 1886 – 1890 * … el articulo de Aurier jugaba con la emoción del descubrimiento. Había dado con un genio, “exitante y poderoso”, un artista “profundo y complejo”, “colorista intenso y fantástico, un maestro de los dorados y las piedras preciosas esmeriladas, vigoroso, exaltado, brutal, intenso, amo y conquistador, encandila” los simbolistas exaltaban el exceso y Aurier no quiso sólo contar, sino también mostrar. En una larga, densa y delirante fusión de prosa y poesía intentaba captar en palabras la sensación que producía ver las imágenes de las que hablaba, la obra de su maestro recién descubierto. Apiló descripciones de cientos de palabras, voluptuosas cascadas de imaginería, extrañas extravagancias sintácticas y de vocabulario, imperativos urgentes y pronunciamientos magistrales, gritos de reconocimiento y exclamaciones de sorpresa y placer. En su opinión, en las pinturas de Vincent había un arte sin desvelar:
Mucho más conocido por sus pinturas, aquí traemos una muestra de su obra de AGUAFUERTES en la que Quinquela deslumbra por su fuerza y su expresionismo.
La viga
Puente viejo
A la vez realista y casi sobrenatural, de una naturaleza casi excesiva en todo, seres y cosas, luces y sombras, formas y colores, ascensos y elevaciones a base de una voluntad embravecida para aullar su canto esencial con el timbre más intenso y ferozmente agudo. Es materia, toda la naturaleza aparece contorsionada en un frenético paroxismo, todo lo lleva hasta los límites de la exacerbación; es forma que se convierte en pesadilla, color vuelto llama, lava y piedras preciosas; luz que se convierte en una conflagración, vida que acaba siendo fiebre ardiente… ¡Oh, qué lejos estamos, (¿acaso no lo estamos?) de la belleza de la gran tradición del arte!
Aurier veía en los cuadros de Vincent “pesadas llamas y atmosferas candentes […] procedentes de hornos fantásticos, campos repletos de un sol resplandeciente y cegadores colores, montañas que arquean sus espaldas como mamuts, árboles retorcidos que agitan sus nudosas y amenazadoras ramas… el orgullo de su musculatura, su savia caliente como la sangre e increíbles muros de sol y de cristal”.
inundación en la Boca
¿De dónde habían salido estos extraños y “llameantes” paisajes? Aurier invocaba a Zola, el gigante, que aún dominaba el mundo de la vanguardia, y pedía para Vincent el raído manto del naturalismo. Nadie podía poner en duda el “gran amor que sentía Vincent por la naturaleza y la verdad”, escribía. “Es muy consciente de la realidad material, de su importancia y su belleza”. Pero, según Aurier, Vincent había ido aún más lejos. Había revelado que la realidad era una hechicera que encantaba a la mayoría de los mortales recurriendo a una especie de “lenguaje mágico” que solo eran capaces de descifrar artistas-sabios como Vincent. Comunicaba ese lenguaje al mundo de la única forma posible: a través de símbolos. “Van Gogh casi siempre es un simbolista”, anunciaba Aurier, afirmando que el nuevo genio era uno de los suyos, “un simbolista que siente la continua necesidad de revertir sus ideas de formas precisas, ponderables, tangibles, de exteriores materiales e intensamente sensuales”. Apoyaba estas declaraciones describiendo los cuadros de Vincent como visiones oníricas, sus paisajes como “hermosas quimeras vanas”, sus flores como conjuros del “diabólico crisol de un alquimista”. Sus cipreses mostraban sus negras siluetas en llamas, como de pesadilla, y sus huertos atraían como “los idealizados sueños de las vírgenes”. Según Aurier, nunca había habido un pintor cuyo arte apelara tan directamente a los sentidos: del indefinible “aroma” de su sinceridad a la “carne y materia” de su pintura, de las “radiantes y brillantes sinfonías” de su color a la “intensa sensualidad” de su línea. Sólo las ambiciones simbolistas eran capaces de explicar los exuberantes excesos de sus cuadros, sus “extravagancias casi orgiásticas”. “Es un fanático”, concluía Aurier, “un enemigo de la sobriedad y la minucia burguesa, una especie de gigante borracho […] Lo que caracteriza a su obra es el exceso, exceso de fuerza, de nervio, la violencia de su forma de expresión”.
Accidente en el puerto
Día de Trabajo
“HE QUERIDO QUE EL HOMBRE COMÚN SE RECONOZCA EN MI OBRA, QUE SIENTA QUE SU TAREA TAMBIÉN TIENE GRANDEZA, QUE APRENDA A GOZAR DE LA BELLEZA DE LA LUZ, DEL COLOR...”
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“Por último y sobre todo” escribía , “Van Gogh es un hiperesteta […] que percibe con una intensidad anormal y puede que dolorosa. Una intensidad invisible para el ojo sano, al margen de toda banalidad. Su cerebro hierve y lanza su lava con fuerza irresistible a los barrancos del arte, un genio terrible y demente, casi siempre sublime, a veces grotesco, siempre al borde de lo patológico”. * Extracto del capítulo 41 “Un niño degenerado”.