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Miembros del Jurado Infantil 2011 y Jurado Infantil 2012.

¿QUÉ HACE EL JURADO INFANTIL? Los miembros del Jurado Infantil del Premio de los Niños del Mundo son por su propias vivencias expertos en los derechos del niño. Pueden integrar el jurado hasta los 18 años. Cada niño del jurado representa en primer lugar a todos los niños del mundo que tienen experiencias similares a las de él o ella. Pero también representa a los niños de su país y de su continente. Cuando es posible, se incluyen en el jurado niños de cada región del mundo y de todas las grandes religiones. • Los niños del jurado com­ parten sus vivencias y cuentan sobre los dere­ chos del niño que fueron violados en su caso o por los que luchan. Así enseñan a millones de niños de toda la tierra sobre los derechos del niño. • El Jurado Infantil elige cada año a los tres finalistas del Premio de los Niños del Mundo por los Derechos del Niño entre todos los nominados de ese año. • El Jurado Infantil dirige el cierre anual del programa del Premio de los Niños del Mundo, la gran ceremonia de entrega de premios.

• Los niños del jurado son embajadores del Premio de los Niños del Mundo en su país y en el mundo. • En la semana de la cere­ monia, los niños del jura­ do visitan escuelas en Suecia y cuentan sobre su vida y sobre los dere­ chos del niño. Aquí conocerás a los miembros del jurado.

Gabatshwane Gumede, 17, SUDÁFRICA Los padres de Gabatshwane murieron de sida cuando era pequeña. A pesar de que Gaba no tenía vih ni sida, muchos temían que ella los contagiara. No tenía amigos y se burlaban de ella. La mayoría es desempleada donde vive Gaba. Muchos están infecta­ dos de vih y muchos niños son huérfanos. Las violaciones de los derechos del niño son comunes. Pero hoy ya nadie se burla de Gaba. Ella es cantan­ te y defensora de los derechos del niño, y muchos niños la admiran. Cuando puede, Gaba compra alimentos para los pobres y les da paquetes de comida a los compañeros de escuela huérfanos. – Exijo que los políticos tra­ bajen por los derechos del niño. He discutido el tema con el ministro de educación y con muchos otros políticos. Gabatshwane representa a los niños huérfanos a causa del sida y a los niños que luchan por los derechos de los niños en riesgo.

Hannah Taylor, 16, CANADÁ Cuando Hannah tenía cinco años vio a un hombre sin techo comer de un cesto de basura. Desde entonces ha hablado con estudiantes, políticos, directores y con el primer minis­ tro de Canadá para que nadie tenga que estar sin techo. Creó una fundación que ha reunido más de un millón de dólares para proyectos por los sin techo y creó un programa para las escuelas. – Queremos mostrar que todos pueden involucrarse y cambiar las cosas para los sin techo y los derechos del niño. Todos necesitamos compartir lo que tenemos y preocuparnos por los demás. Cuando estuve en un hogar para adolescentes sin techo abracé a todos los chicos. Uno de ellos había esta­ do callado y dijo: ‘Hasta hoy creía que no le agradaba a nadie, pero ahora sé que a ti te agrado’. Hannah representa a los niños que luchan por los derechos del niño, especialmente por los derechos de los niños sin techo.

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Hamoodi Mohamad Elsalameen, 14, PALESTINA Hamoodi vive en un pueblo pobre al sur de Hebrón, en Cisjordania, una zona ocupa­ da por Israel. – Una noche vinieron los soldados israelíes en tanques a nuestro pueblo. Dieron órdenes con altavoces de que todos debían encender las lámparas y luego dispararon en todas direcciones. Tres fueron asesinados, dice Hamoodi. Cuando tenía cinco años y oyó que habían asesinado a un pequeño niño, Hamoodi dijo: “¡Quiero tener un fusil!”. Pero ahora participa en el diálogo por la paz. Tiene amigos judíos y juega al fútbol con ellos varias veces al mes en Israel. – Me gusta jugar al fútbol, pero en el pueblo no tenemos ningún lugar donde jugar. Solemos jugar en un campo muy lejos, pero cuando los soldados israelíes vienen para atrapar a alguno nos sacan de allí. Eso le quita la diversión, dice Hamoodi. Hamoodi representa a los niños de zonas en conflicto y a los niños que viven en regiones bajo ocupación.

FOTO: KIM NAYLOR

María Elena Morales Achahui, 16, PERÚ María Elena se fue de su casa en las montañas cuando tenía doce años, sin decirle nada a sus padres. Tiene siete herma­ nos y sabía que a su familia le resultaba difícil mantenerlos. Además, pensaba que la escuela del pueblo era mala En la ciudad de Cusco se transformó en criada en casa de su tía. No tenía sueldo, sólo recibía algunas propinas, y debía trabajar tanto que no podía ir a la escuela. Cuando se quejó, la tía amenazó con golpearla. María Elena extra­ ñaba mucho a su familia y finalmente fue a visitarla al pueblo. Cuando regresó con su tía, esta la echó de la casa. Ahora María Elena vive con la organización Caith, va a la escuela y participa en un gru­ po que trabaja por los dere­ chos de las criadas. María Elena representa a las niñas que trabajan como criadas, a menudo bajo condiciones cercanas a la esclavitud, y a las que luchan por sus derechos.

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Brianna Audinett, 15, EE. UU. Cuando Brianna tenía once años, su mamá abandonó a su violento padre. Brianna y sus tres hermanos se quedaron sin techo en Los Ángeles. Se mudan a menudo y a veces vi­ven en moteles, pese a que no está permitido que cinco personas compartan un cuarto. Finalmente la mamá encuentra un albergue donde viven muchos meses junto a otros sin techo en un dormitorio con

camas literas. Siempre deben guardar silencio y apenas pueden jugar. Pero frente al albergue está School on Wheels. Allí Brianna y a sus hermanos tienen un lugar para jugar, material y ayuda escolar. – Cuando sea grande voy a ser médica y voy a trabajar con los sin techo. No tienen dinero, pero aun así los voy a ayudar, dice Brianna, que finalmente al fin tiene una vivienda propia junto a su familia. Brianna representa a los niños sin techo.

Lisa Bonongwe, 16, ZIMBABWE Cuando Lisa tenía cuatro años, su papá bebía y golpea­ ba a su mamá casi todas las noches, a veces hasta dejarla inconsciente en el suelo. Cuando Lisa lloraba y le grita­ ba al papá que se detuviera, él la arrastraba a ella y a su her­ mano mayor fuera de la casa. – Hasta en medio del invier­ no tuvimos que dormir en el porche, hacía tanto frío, dice Lisa. Cuando tenía siete años, la mamá obligó al papá a mudar­ se y Lisa se unió al club de chi­ cas de la organización Girl Child Network en la escuela. Allí brindan a las niñas infor­ mación sobre sus derechos. – En el club de chicas hablamos de cosas importan­ tes para nosotras. Las chicas no están seguras en Zimbabwe. Nos maltratan, vio­ lan y debemos hacer todo el trabajo en casa. Si falta dine­ ro, siempre son los varones los que van a la escuela. Participo organizando reuniones y mani­ festaciones por los derechos de las niñas. Lisa representa a los niños que luchan por los derechos de las niñas.


Mae Segovia, 13, FILIPINAS Cuando Mae tenía nueve años, tuvo que dejar la escuela y empezar a trabajar para ayu­ dar a mantener a su familia. Tuvo que bailar y desvestirse frente a una cámara en un cibercafé. Las imágenes se enviaban a todo el mundo por Internet. Pasaron dos años hasta que la policía apresó al dueño que abusó de Mae. Ahora él y muchos de los que miraban las imágenes están en prisión. Pero Mae no pudo quedarse a vivir con su familia. Había riesgos de que acabara mal otra vez debido a la pobre­ za. Hoy vive en la casa segura para niñas en riesgo de la organización Visayan Forum. Va a la escuela y lucha por otras niñas que sufren abusos. – Extraño a mi familia, pero me encanta la escuela y estoy mejor aquí, dice Mae. Mae representa a las niñas víctimas del comercio sexual y a las que luchan por los derechos del niño.

Nuzhat Tabassum Promi,14, BANGLADESH – Si el mar sube un metro, la parte sur de Bangladesh, don­ de yo vivo, quedará sumergida bajo el agua. A menudo pienso en ello. El calentamiento glo­ bal, debido al cual se derriten los hielos polares y las nieves del Himalaya, hace que sea­ mos más duramente afecta­ dos por los ciclones y las inun­ daciones. Cuando fui a la escuela el día siguiente al megaciclón, había muertos y heridos por todas partes, dice Nuzhat. Ella vive en la pequeña ciu­ dad de Barrizal, en el sur de Bangladesh. Cada mañana se pone el uniforme escolar,

detiene un bicitaxi y pide que la lleve a la escuela. – Los ciclones, tormentas muy potentes, afectan a Bangladesh todos los años. Pero el país está preparado y tiene un buen sistema de alar­ ma anticiclones. Lo peor que me ocurrió en la vida fue cuan­ do creí que la escuela había sido arrasada por el megaci­ clón. Nuzhat representa a los niños cuyos derechos son violados como consecuencia de catástrofes naturales y del deterioro ambiental y a los que exigen respeto por los derechos de las niñas.

Mofat Maninga, 15, KENYA – Quiero hablar con el presi­ dente de Kenya y contarle que los niños tienen dificultades. Que sus policías golpean a los niños que viven en la calle y los ponen en prisión. ¡En prisión! ¿Cómo se puede encerrar a un niño sólo porque se ve obli­ gado a vivir en la calle? ¿Cómo se puede robar la li­bertad de un niño? Le diría al presidente que en su lugar debe cuidar a los niños. Darles un lugar donde vivir, algo de comer y la oportunidad de ir a la escuela. Cuando Mofat tenía ocho años, su mamá murió de sida. – La abuela la había cuidado y no me había contado lo enferma que estaba mamá. Fue una conmoción. Me sentí tan solo. Un par de años después, Mofat también se enfermó. Su abuela lo cuidó, pero cuando ella murió, los demás miem­ bros de la familia echaron a Mofat de la casa. Mofat tenía

Más niños del jurado

trece años y tuvo que vivir en la calle. Pero hoy Mofat vive en un hogar para chicos de la calle y va a la escuela nueva­ mente. Mofat Maninga representa a los niños portadores de sida y a los chicos de la calle.

Liv Kjellberg, 13, SUECIA – Todo empieza con que se burlan de uno por algo, como por tener ropa inadecuada, por ser tímido o por no tener el mismo aspecto que los demás. Y luego continúa con empujones y esas cosas, y cada vez empeora más, dice Liv. Ya el primer año en la escue­ la terminó fuera del grupo de chicas. Tenía que sentarse sola en el comedor de la escuela y era agredida con empujones e insultos. – Los maestros no se fijan en todo lo que ocurre entre los alumnos y cuando uno es agredido, quizá no dice nada. Uno piensa que mañana será mejor y que podrá estar con los demás. Liv se hizo cargo del asunto y reunió dinero para que la organización Friends, que tra­ baja contra el mobing, pudiera visitar su escuela. – Ahora la clase es genial y nadie agrede. Y tengo siete buenos amigos en la escuela, dice Liv. Liv representa a los niños víctimas del mobing y a los que luchan contra el mobing.

Poonam Thapa, 16, NEPAL representa y lucha por las chicas expuestas a la trata de personas que son vendidas como esclavas a burdeles y a las niñas expuestas a abusos. Páginas 8–9 David Pullin, 15, GRAN BRETAÑA representa a los niños que fueron separados de sus padres y a cargo del gobierno, y a los niños que luchan por los derechos del niño. Páginas 10–11

Ndale Nyengela, 14, R.D. CONGO representa a los niños soldados y a los niños en zonas de conflictos armados. Páginas 12–13

Emelda Zamambo, 12, MOZAMBIQUE representa a los niños huérfanos que luchan por los derechos del niño. Páginas 34–39

brados serán nom e u q s o Niñ rado: para el ju s niños tante de lo Represen s, o d trabaja re esclavos y PAKISTÁN s en de los niño te n ta n e s quie­ Repre flicto y que n o c n e s a zon a z, go por la p ren el diálo ISR AEL s niños tante de lo Represen pacidad con disca

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El hombre que vendió a Poonam es trasladado. Nepal tiene una nueva ley contra la trata de personas y puede ser condenado a 20 años de pri­ sión y a pagar cinco años de sueldo a Poonam.

Poonam pilló al

TE X TO: MARTIN SCHIBBYE

FOTO: JONAS GR AT ZER

tratante de personas Cuando Poonam Thapa, de Nepal, conoció a un muchacho más grande, él la engañó y la vendió a un burdel de India. Hoy Poonam es libre y participa en el jurado infantil del Premio de los Niños del Mundo. Recientemente, pudo pillar al chico que la había vendido y él fue detenido por la policía. – Me engañaste para que

huyera y prometiste que nos casaríamos, le grita Poonam al muchacho más grande que se apretuja en un banco de la organización Maiti Nepal, en la capital Katmandú. Poonam reconoció al hombre cuando él visitó el centro de Maiti hace una semana 8

para buscar a su esposa desaparecida. No se atrevió a decir nada hasta que él se había ido. Pero cuando Poonam contó que era el muchacho que la había vendido, lo engañaron para que regresara. – Nunca he visto a esta chica y nunca he estado en la India, dice el chico. No tiene tiempo de agregar nada más antes de que Poonam explote.

– Sé cómo se llama tu padre, sé que es ciego de un ojo, ¡así que no me mientas! Anuradha Koirala, la fundadora de Maiti Nepal, llama a la policía y le pide a Poonam, que ahora tiene 16 años, que relate todo desde el principio. Poonam creció en el pueblo de Ichtko, en uno de los países más pobres del mundo, Nepal. Los jóvenes del pueblo

soñaban con tener otra vida. A menudo visitaban el pueblo tratantes de personas que intentaban engañar a las jovencitas con falsas promesas de trabajo. Los padres no siempre entendían el peligro, sino que consideraban que la oferta era una oportunidad fantástica. Una boca menos que alimentar, y además un ingreso. Como Poonam no tenía padres, viajó siendo muy joven a la ciudad india de Shimla para recoger manzanas y hongos y servirlos en un restaurante. Fue allí donde conoció al muchacho algunos años mayor. Engañada y vendida

Cuando Poonam tenía 14 años y había regresado a su pueblo natal en Nepal, su gran amor propuso que huyeran a la gran ciudad de Bombai, India, para casarse y vivir juntos. – Pero debes huir un día después que yo para que nadie sospeche que nos fuimos juntos. Luego nos veremos en India, le dijo el chico a Poonam. Tras varios días de viajar en distintos autos y autobuses, Poonam llegó a una casa en un oscuro callejón de un suburbio de la ciudad india de Bombai, de catorce millones de habitantes. Pero había algo que no cuadraba. El cuarto estaba lleno de chicas. Varias eran más jóvenes que ella. No veía al muchacho que iba a encontrarse con ella. Una de las mujeres de la casa le dijo a Poonam que – Me engañaste, le grita Poonam indignada al muchacho que la vendió a un burdel.


tomara un baño y se pusiera una falda corta. Luego la maquillaron. Los hombres que fueron allí la obligaron a beber alcohol y oyó que todos hablaban de los “clientes”. – ¿Qué es un cliente?, le preguntó a Mala, una de las chicas más grandes. – Te han vendido, esto es un burdel, contestó Mala. En el infierno

Por la noche fueron muchos hombres al burdel. Poonam se negó a permitir que la tocaran. Lloró, gritó, pataleó y mordió. La sujetaron, la azotaron con cables y la quemaron con cigarrillos hasta que se rindió. Cada día, abusaron de Poonam de diez a quince hombres. Cuando intentó huir, la atraparon. Luego de diez meses, la policía india irrumpió en el lugar. Les habían informado que había niñas en el burdel y se llevaron consigo a Poonam. Poonam llegó a la organización Maiti Nepal, que recibió el Premio de los Niños del Mundo 2002 por su trabajo

por las chicas que fueron víctimas de la trata de personas y sufrieron abusos. Llega la policía

El comunicador portátil del comisario crepita mientras entra dando grandes pasos en la sala de Maiti Nepal, donde esperan Poonam y el muchacho que la vendió. – Sí, sí, vendí a Poonam por 40.000 rupias indias (1.000 US dólares), ¡pero fue la primera y única vez que vendí a una chica!, reconoce el hombre que Poonam señaló. La sala queda en un silencio total. Según la nueva ley de Nepal, “Human Trafficking

Act” (Ley sobre la Trata de Personas), el hombre puede ser condenado a 20 años de prisión y a pagar como multa cinco años de sueldo a Poonam. – Mientras haya personas dispuestas a vender a otras personas, a nosotros en la policía nos resulta difícil intervenir a tiempo, dice el policía. Él opina que Poonam es muy valiente. – Si ella duda en lo más mínimo, resulta difícil lograr una sentencia, dice llevando al tratante de personas hacia el transporte para prisioneros. En la sala queda Poonam totalmente extenuada. A

pesar de todo, el futuro es luminoso para ella. En Maiti Nepal, las demás sobrevivientes y ella reciben ayuda y formación en un oficio. En el jurado del Premio de los Niños del Mundo, Poonam representa y lucha por las niñas que fueron víctimas de la trata de personas y fueron vendidas como esclavas a burdeles, así como a todas las niñas que sufrieron abusos. Poonam le da flores a la Reina Silvia de Suecia durante la entrega de premios del Premio de los Niños del Mundo en el castillo de Gripsholm, en Mariefred, Suecia.

Hoy, más esclavos 200.000 chicas y mujeres de Nepal son esclavas en burde­ les de India. Cada año llegan allí 12.000 nuevas chicas, muchas de ellas menores de 16 años. Se cree que hay 1,2 millones de esclavas sexuales en el mundo. Las ganan­ cias del comercio sexual se estiman en por lo menos 9,5 mil millones y hasta 32 mil millones de dólares estadounidenses. Hoy hay al menos 12,3 millones de esclavos en el mun­ do, más o menos la misma cantidad que la del total de esclavos enviados a Europa y a América entre los siglos XV y XIX. Otros creen que actualmente hay 27 millones de esclavos.

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– Todos los miembros del consejo de Staffordshire firmaron un compromiso, The Pledge, del consejo infantil, donde prometen cumplir con nuestros derechos, dice David.

David lucha por los niños La mamá y el papá de David eran alcohólicos y cuando era pequeño lo dejaban solo por días enteros. Ahora vive con una familia adoptiva y lucha por los niños con un pasado similar. David Pullin, de 15 años, de Gran Bretaña, es un nuevo jurado del Premio de los Niños del Mundo, donde representa a los niños que fueron separados de sus padres y de los que se ocupa el estado. “Cuando era pequeño, vivía

con mi mamá y con mi papá. Ellos eran alcohólicos y a menudo me dejaban solo en el apartamento cuando salían a beber alcohol. A veces estaba solo por días enteros. Como echaban el cerrojo, yo no podía salir de ahí. Nunca había suficiente comida, sólo cosas como papas fritas, galletas y quizá algo de pan. No tenía amigos y a menudo iba a acostarme solo. Era difícil, pues le tenía miedo a la oscuridad. Cuando empecé el preescolar, las maestras descubrieron que algo andaba mal. Estaba 10

desnutrido y siempre llevaba ropa sucia que me quedaba chica. Y como no estaba acostumbrado a estar con otros, solía sentarme solo en un rincón. A menudo mamá olía a alcohol cuando me llevaba e iba a recogerme. Papá terminó en prisión y mis maestras se pusieron en contacto con el servicio social para contar que yo no lo pasaba bien en casa. Cuando tenía siete años, decidieron que me mudara con una familia adoptiva. Aunque todo esté mal en casa, uno quiere de algún modo aún así estar con su mamá y

su papá, así que me preocupé mucho. ¿La nueva familia sería buena conmigo y yo les agradaría? La voz de los niños

Pero ni bien llegué allí me sentí seguro. Me abrazaron y me dieron la bienvenida. Muy pronto sentí que era mi propia familia. Y en la escuela tuve amigos. Pero pese a eso me sentía un poco solo, pues no compartían mis experiencias. Entonces mi trabajadora social me contó sobre La Voz de los Niños, donde los niños de los que se ocupa el estado pueden reunirse y contar lo que les ha ocurrido y brindarse apoyo mutuamente. Ya hace tres años que participo en La Voz de los Niños. Al principio tenía mucho que ver con que yo mismo necesitaba – Mi sueño es que todos los niños cuidados por el estado tengan una buena vida y que tengan los mis­ mos derechos que los demás niños.

apoyo, ahora apoyo más a otros que necesitan mi ayuda. Porque aunque lo pasé difícil cuando era más pequeño, aun así tuve mucha suerte. Tengo una nueva familia fantástica y me va bien. Pero sé que no todos los niños cuidados por la sociedad tienen la misma suerte y quiero luchar por sus derechos. Participé en la elaboración de un paquete de información especial para niños que reciben todos los niños de los que se ocupa la sociedad. Allí hay información sobre los derechos del niño, el acoso moral y números de teléfono importantes de hospitales, servicio


– Ya hace tres años que participo en La Voz de los Niños. Al principio tenía mucho que ver con que yo mismo necesitaba apoyo, ahora apoyo más a otros que necesitan mi ayuda, dice David.

Consejo de niños

En Staffordshire, donde vivo, hay un consejo de niños en el que los doce miembros son niños de los que se ocupó la sociedad. Los demás niños del proyecto La Voz de los Niños quisieron que yo fuera parte del consejo de niños, así que ahora lo soy desde hace dos años. Entre otras cosas, allí participé y me ocupé de que a los niños que recibieron ayuda social se les diera más dinero para gastos personales. Junto a los miembros del consejo de adultos del condado, visito orfanatos para controlar que los niños que reciben ayuda y fueron a dar allí estén bien. Si las puertas y los muebles están rotos o las ven-

tanas están sucias y hay un desorden general, lo informo al consejo del condado y luego se arregla. Un niño de uno de los hogares recibía la mitad del dinero para gastos al que tenía derecho. Fui a ver al director y al consejo del condado para quejarme, ¡y el día siguiente se solucionó! Otra tarea muy importante que tengo en el consejo infantil es participar en las entrevistas a adultos que quieren empezar a trabajar en el condado con niños de los que se ocupa el estado. Busco adultos que siempre pongan primero el bienestar de los niños, ¡y que sean comprensivos y divertidos! Hasta ahora, ¡los adultos han contratado a quienes recomendamos! Los adultos escuchan

Ante todo, siento que las autoridades de Staffordshire escuchan a los niños que son cuidados por la sociedad. En realidad, fueron las autoridades quienes pusieron en mar-

cha La Voz de los Niños y el consejo infantil, que nos dan la posibilidad de influir en asuntos importantes que nos incumben. Recientemente, todos los miembros del consejo del condado firmaron un compromiso - The Pledge – del consejo infantil donde prometen cumplir con nuestros derechos. Entre otras cosas, que tenemos derecho a tener trabajadores sociales con buena preparación a quienes les importemos. Eso me alegra mucho, pues es justo

por lo que lucho. Para que nos respeten y para tener una voz. Mi sueño es que todos los niños de los que se ocupa el estado tengan una buena vida y que se cumplan sus derechos al igual que los de los demás niños. Ahora mi mamá está sobria y nos reunimos con regularidad, pero decidimos que yo me quedaría con mi nueva familia hasta que sea adulto.” David representa a los niños separados de sus padres y que están a cargo del estado.

¡Bicis para todos! – Los niños de los que se ocupa el estado a menudo no tienen bicicleta y eso me parece mal, pues queremos divertirnos como todos los demás. Hablé con las autori­ dades sobre esto y les dije que pensaba que todos los niños que no tenían dinero, o cuya familia adoptiva no tenía dinero, debían recibir una bicicleta gratis del con­ dado. ¡Estuvieron de acuerdo! Pero nos dijeron que el consejo infantil pusiera en marcha el proyecto. ¡Ahora hay doce niños que andan en las bicicletas que nosotros les dimos!

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social y responsables de los derechos del niño en el gobierno. Es importante que todos los niños que reciben asistencia conozcan sus derechos y sepan adónde dirigirse para exigir que estos se respeten.

TE X TO: ANDRE AS LÖNN

a cargo del estado


– Ahora esta es tu lapicera, dijo el soldado extendiéndole un fusil a Ndale Nyengela, que mientras iba camino a la escuela a los 11 años de edad, fue raptado por un grupo armado en R. D. Congo. Hoy Ndale tiene 14 años, es libre y es un nuevo miembro del jurado del Premio de los Niños del Mundo. “Era un día común. Me des-

perté a la salida del sol, me lavé y me puse el uniforme escolar. Tomé mi bolso con la lapicera, el anotador y la regla y fui a encontrarme con mis

Ndale

debió cambiar la lapicera por el fusil compañeros de clase. Éramos seis y fuimos corriendo porque era un poco tarde. Tomamos un atajo por un sendero que cruzaba el bosque. De repente vimos a dos soldados armados entre los árboles. Nos llamaron y era demasiado tarde para regresar corriendo. – ¿Adónde van, chicos?, preguntó uno de los soldados. Tomó nuestras mochilas y vació todo el contenido en el suelo. También encontraron

el dinero que yo llevaba para pagar la cuota escolar y comprar frijoles. Ese día abría el mercado y mi mamá me había pedido que comprara dos kilos de frijoles rojos. – Chicos, entenderán que en este país no hay suficientes soldados, así que ahora es tiempo de que nos ayuden, dijo el otro soldado. – Tenemos que ir a la escuela, dije. – ¡Escúchame! Si piensas oponerte, nos da lo mismo matarte aquí mismo. ¿Entendido!!?, dijo golpeándonos en la cabeza con un palo. Tuve mucho miedo y creí que Dios debía haberme olvidado. Ndale iba camino a la escuela cuando fue raptado y obligado a ser soldado. Luego de tres años pudo huir. – Ahora mi vida volvió a empezar, dice.

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De otro modo, ¿por qué me habría pasado eso? Pensé en mamá, papá y mis hermanos. La pesadilla era real

Caminamos durante tres días sin comer ni dormir. No podíamos hablar entre nosotros. Cuando caminábamos muy lento, nos pateaban y nos gritaban muchas cosas. Estaba muy cansado. Una noche quemaron nuestros uniformes escolares. Todo era como una pesadilla. Pero era la realidad. Después de tres días llegamos a su campamento. Cuando vi a todos los soldados y lo mal que vivían en casas hechas de ramas y plásticos, pensé: – Esto es el fin de mi vida. Soy un estudiante, ¿qué voy a hacer entre las armas? Uno de los soldados nos dio

“Sí a la escuela, nunca más al campamento militar”, dice un cartel. En la organización BVES, Ndale y otros niños liberados reciben ayuda para procesar su terrible experiencia y volver a la escuela. Pero primero se quitan el uniforme.

uniformes y armas. – Ahora esta es tu lapicera, dijo al extenderme el fusil. El uniforme era demasiado grande para mí, pero una mujer le acortó las mangas y las perneras. Había otros niños soldados en el campamento. Nos preguntaron si teníamos dinero. Pero no teníamos. El día siguiente empezamos a entrenar con el fusil. Todo el tiempo pensaba: – No quiero aprender a disparar, soy un estudiante. Cuando supimos manejar el arma, dijeron que íbamos a aprender a matar personas. – Ese árbol es una persona. ¡Asegúrate de darle justo en el corazón! En la guerra

Luego de dos meses en el campamento, una mañana se


La huida

Estuve tres años en ese ejército. Un día se me acercó uno de mis amigos, un soldado adulto, y me dijo: – ¡Huye de aquí conmigo! Oí por la radio que están aquí las tropas de la ONU y unos llamados BVES y quieren ayudar a liberar a los niños soldados. Su plan era conseguir ropa de civil a través de uno de los vendedores ambulantes que venían al campamento. Nos pondríamos la ropa bajo el uniforme y nos marcharíamos por la noche.

adultos deben recordar que fueron niños. Muchos adultos lo olvidan. Pero también quiero poder ocuparme de mis padres.”

“Sí al uniforme escolar” y “Nunca más uniformes militares” dicen dos carteles. Ahora los niños soldados se han quitado los uniformes para quemarlos.

Ndale representa a los niños soldados y a los niños en zonas de conflictos armados.

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REL ATADO A: GUNILL A HAMNE FOTO: GUNILL A HAMNE & BO ÖHLÉN

Nos escabullimos en la noche. Tras adentrarnos un poco en el bosque, arrojamos las armas y nos quitamos el uniforme. Dormimos en el bosque y luego pudimos ir con nuestra ropa de civil al lugar adonde habíamos oído que estaban los liberadores de niños soldados. Nos apresuramos a hacerlo. – Hemos huido de un ejército y como ven, él es un niño. ¿Van a ocuparse de él?, le dijo mi amigo a un hombre de BVES que estaba parado junto a un gran vehículo blanco de la ONU. – No tengas miedo, nos ocuparemos de ti, me dijo el hombre. Me sentí muy feliz y mi vida volvió a empezar. Aquí en BVES estoy tranquilo. Aquí puedo ir a la escuela. Lo que más me gusta es música, inglés, geografía e historia. Cuando termine mis estudios quiero hacer música que trate de cómo se vive en el ejército y sobre los derechos del niño, para que todos entiendan a qué tienen derecho los niños. Quiero ocuparme de que a los niños no se los vuelva soldados. Todos los

oyeron voces agitadas: – ¡El enemigo viene para vengarse! ¡Prepárense todos para la lucha! Algunos días antes, los soldados de nuestro campamento habían atacado otro ejército y robado una vaca y mucho más. Ahora ese ejército venía a recuperar lo robado. Los niños debíamos ir primero. Siempre era así. Nos escondimos en el bosque cerca de un camino. Alguien empezó a disparar. No puedo describir lo asustado que estaba. Era mi primera lucha y estaba casi oscuro. No podía entender lo que ocurría. Las personas que caían muertas junto a mí. Las personas que gritaban. Todos esos disparos. Me sentí totalmente inundado de sentimientos de miedo. Cuando intenté retirarme, los demás soldados me empujaron hacia delante y dijeron: – Si tu amigo muere, que no te importe, ¡camina sobre él! Es tu deber. Dos de mis amigos de la escuela fueron asesinados ya el primer día. Las luchas continuaron durante doce días. Todo eso por una vaca. Cuando regresé al campamento, no había dormido ni comido en varios días. Pero cuando tuve permiso para dormir, no pude hacerlo por todos los pensamientos y pesadillas sobre lo que había vivido.


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