UNA MIRADA A LA AMAZONIA DESDE LA PERSPECTIVA DEL SINODO Y EL CORAZON CONTEMPLATIVO MISIONERO DE MAB

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UNA MIRADA A LA AMAZONIA DESDE LA PERSPECTIVA DEL SINODO Y EL CORAZON CONTEMPLATIVO MISIONERO DEL VENERABLE MIGUEL ANGEL BUILES Hna. Argemira Salazar, Hija de la Misericordia

Tres cuestionamientos pasaron por la mente de MIGUEL ANGEL BUILES lo deja entrever en su obra “40 días en el Vaupés”: 1. ¿Cómo despertar el espíritu misionero en sus hijos e hijas espirituales y en la iglesia universal? 2. ¿Cómo avivar el ardor misionero de sus hijas e hijos en el horizonte eclesial? 3. ¿Cómo mantener el espíritu y el ardor misionero en el pueblo de Dios desde lo que sus ojos contemplaban con ilusión y esperanza? DESPERTAR. Del letargo en que la comodidad nos tiene, ciegos, para mirar la riqueza que allí se encierra donde Dios con pinceles mágicos, con arreboles, crepúsculos y auras pintó cendales de nubes, que le dan la belleza y colorido al espejo hidráulico de esta bellísima región, la fauna en la agreste Amazonas se pasea señorial mostrando su enorme belleza exótica privilegiando a toda otra región. Los fotógrafos hacen su agosto con todo aquello que su vista deja extasiados. Asentada en una riqueza minera que provoca el ansia para quienes la explotación es su hobby y su horizonte económico. La riqueza maderera deja boquiabiertos a los más aletargados visionarios, allí se esconde una riqueza incalculable que podría solucionar la pobreza de medio mundo si se fuese a administrar con criterios de honradez.

han penetrado tomando posesión de lo que no les pertenece sin dejar nada, solo heridas, tristeza y desolación. Esto despertó el ansia misionera del VENERABLE MIGUEL ANGEL BUILES GOMEZ y exclamó:

Allí asentado bajo su húmeda sombra el indígena, con su mirada que no alcanza a visionar la gratuidad de Dios para él y para los pueblos civilizados; se conforma con las migajas que caen de la mesa de los intrusos amos que

El salmo 63 que rezamos en laudes nos muestra los caminos de ascenso de un alma que ansía a Dios, se sacia del goce de su amor y se abraza enamorada en un encuentro inconfundible con el Amado, vivido por Nuestro Fundador en plena selva. De esta forma sacude el corazón de

“Con esos latidos de la naturaleza selvática, junto la de mi enfermo y agitado corazón, y volviendo hacia arriba mis ojos miré al Padre del Cielo y le pedí que con los latidos del corazón de la selva y del alma acongojada del pobre indígena, con sus gemidos de tristeza, aceptara mi corazón de misionero con sus ansias de redención, para los paganos, unidos al corazón del Redentor que late sin cesar de amor a los hombres; y por esas elevaciones divinas nos hiciera santos a mí y a los míos, y nos regalara muchas almas para llevárselas al Cielo”.


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