MAYORDOMÍA CRISTIANA
La ofrenda y el culto Necesitamos poner nuestra vida sobre el altar de Dios y hacer un pacto de sacrificio con el Señor.
L
a ofrenda es un elemento esencial del culto de adoración. En el registro del primer culto plasmado en la Biblia, la adoración de Caín y Abel (Gén. 3:3-5), no se menciona la lectura bíblica, la predicación, la oración o el himno; se hace referencia a que las ofrendas constituyeron una parte vital del culto en aquella ocasión. Los hebreos debían preparar sus ofrendas antes de ir al lugar de adoración. El Señor dijo: “Ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías” (Éxo. 23:15). La única manera de demostrar gratitud a Dios es por medio de nuestras ofrendas. “El Señor
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no necesita nuestras ofrendas. No podemos enriquecerlo con nuestros donativos. [...] Esta es la única manera posible como podemos manifestar nuestra gratitud y nuestro amor a Dios, porque él no ha provisto ninguna otra”.1 No todos pueden cantar de forma encantadora o hablar de modo elocuente, pero todos pueden, por medio de sus ofrendas, glorificar a Dios de un modo encantador y elocuente. “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos” (Prov. 3:9). Puedes ofrendar sin amar; pero, si amas, jamás dejarás de ofrendar. El amor a Dios nos
lleva a dar una respuesta visible a las necesidades de su obra. Para que nuestras dádivas sean aceptables, en primer lugar, tenemos que entregarnos a Dios antes de entregar nuestras ofrendas. El mayor ejemplo en esto fue Jesús. Él no se entregó cuando murió en la cruz, ni cuando nació, sino en el Cielo, cuando renunció a su gloria y se dispuso a padecer por nosotros. Volviendo al ejemplo de Caín y Abel, leemos en la Biblia que “Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de