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Estampa poética

CIERVO

Y ¡Tengo sed!, gemías. Y nosotros, tus hermanos y crueles cazadores, muertos de sed también, tras la fuente de tu vino marchamos por las huellas de sangre de esta vida de amargura.

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Tenemos sed de la blancura eterna de ese tu corazón, abrevadero de agua de vida que jamás se agota. Que si en las bodas de Caná cambiaste en vino el agua, en el martirio cruento de tu pasión volviste al rojo vino en agua viva de Sicar, que apaga para siempre la sed. Diste tu sangre, de amoroso talante, a trueque místico, a nuestras almas, las samaritanas de seis maridos, locas concubinas del saber que nos hincha y nos conforta. ¡Y el corazón asendereado a tuertas por los senderos del mundano siglo, topa, por fin, con el brocal del pozo de tus entrañas, su cobijo, y tiéndese de tu boca al amparo a revivir! El Cristo de Velázquez (XXXVIII)

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