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Unamuno ante el protestantismo Juana Sánchez-Gey Venegas
Unamuno ante el protestantismo
Juana Sánchez-Gey Venegas
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Universidad Autónoma de Madrid
INTRODUCCIÓN
Unas breves líneas para recordar la importancia del tema religioso en Unamuno. Todos conocemos bien la fe y el fervor inocente de su infancia, así como el distanciamiento que supuso su llegada a Madrid en 1886 para estudiar la carrera, aquí se encontró con un imperante positivismo, leyó profusamente a Spencer, James, Taine, W. James, etc y se vio subyugado ante estas lecturas. No obstante, de nuevo hay un cambio en torno a 1897 pues es el momento en se origina la llamada crisis espiritual, y a partir de esa fecha el tema religioso en Unamuno será central y vital39 . En efecto, hay algunas características muy importantes que hacen muy significativa esta crisis: el acercamiento directo y continuo a la lectura de las Sagradas Escrituras, incluso se sabe que lee de modo sistemático un capítulo diario del Nuevo Testamento40 . Este dato que supone el cambio de mentalidad y de costumbres en su vida, lo orienta también en un claro sentido. Pues Unamuno no buscó un texto castellano, como es la Biblia del P. Scío, traducción completa y ortodoxa desde 1790, sino que leyó el texto de Cipriano de Valera que era altamente sospechoso para la ortodoxia católica. Prontamente se acerca, pues, al protestantismo a través de este monje jerónimo y humanista, cuyos textos se encuentran desde 1667 en el Índice de Libros prohibidos, porque esta Biblia conocida como la del cántaro, se inclina al iluminismo erasmista y se encuentra cerca del movimiento reformista. El erasmismo tuvo en España una gran recepción, se cuenta que Cervantes y el mismo Ignacio de Loyola lo leían, atraídos por una verdadera exigencia moral y una religiosidad íntima, al mismo tiempo que un rechazo a la piedad supersticiosa común en esa época, a la corrupción del clero y al exceso de un culto sólo exterior. En una carta de 1898 a su gran amigo Jiménez Ilundain le dice que siente el deseo de difundir el Evangelio y en 1900 le escribirá al filósofo uruguayo José Enrique Rodó y le dice que “lamentaba que en España no hubiera existido un Lutero español”. Este sentido reformista es el que Unamuno quiere acometer en su vida y en la sociedad española. Las obras de Unamuno de estas fechas ahondan en estas cuestiones y originan un nuevo rumbo en su pensamiento, así ¡Fuera credo! de 1897, La vida es sueño de 1898, Nicodemo el Fariseo de 1899 y los tres tratados publicados en 1900 de Adentro, La ideocracia y la fe. El 13 de noviembre de 1899 Unamuno imparte en El Ateneo de Madrid una conferencia Nicodemo, el fariseo. En dicha conferencia toma como referente el personaje neotestamentario, así expone las actitudes religiosas que prefiere subrayar.
39 Ribas, P. Para leer a Unamuno, Madrid, Alianza Editorial, 2002. Todos los estudiosos de Unamuno narran con precisión este proceso. 40 Round, N.G, “Versiones protestantes del Nuevo Testamento en el Diario Intimo de Unamuno”. Cuadernos de la Cátedra Miguel de Unamuno, Salamanca, 1978, p. 169-178
Destaca el amor a la figura de Cristo y el abandono de dogmas que siempre generan guerras entre los ortodoxos y los heterodoxos. Reconoce la paz y la sabiduría frente a un racionalismo intelectualista. Su propuesta es la reforma de un cristianismo rígido e para que sea más vivo y liberal. Este es el cristianismo de sus obras maduras: Del sentimiento trágico de la vida (1913) y La agonía del cristianismo (1924). Su religión, como su pensamiento, estaba cerca del sentimiento, de la vivencia encarnada en el hombre que goza y que sufre, y, por tanto, alejado, del intelectualismo y también de cualquier frivolidad que no responda a una fe vivida. Todas sus obras están impregnadas de esta búsqueda de la fe, de una religión viva y escatológica, pues es la inmortalidad del alma lo que realmente le preocupa.
1. EL ACERCAMIENTO A LAS LECTURAS PROTESTANTES
Podemos adelantar algunas preocupaciones que le acercan directamente al protestantismo y que son principalmente: El libre examen exegético La libre conciencia La ausencia de mediaciones La fe por pura gracia En una carta a Luis de Zulueta le dice:
Desde que me he metido a leer a los pensadores brotados de la izquierda protestante, del libre pensamiento nacido de la reforma, he encontrado un pensamiento que enraíza mejor en mi corazón y arregla la constante lucha de éste con la cabeza, llevándolos, si no a un acuerdo, a un compromiso durable, a una guerra amistosa41
Su filosofía va acorde con su reflexión sobre la religión, así se aleja del positivismo y por tanto de sus lecturas de Spencer, Williams James, etc… y se adentra en una razón cordial, más intuitiva y poética. Ahora bien, ese acercamiento a Dios se realiza a través de las lecturas de autores protestantes que el mismo Unamuno señala y estos son Ritschl, Hermann, Harnack y Holtzman. Del primero se interesa, especialmente, por la doctrina de la justificación y la reconciliación. Estos autores pretenden continuar la reforma de Lutero frente a posturas conservadoras, tanto de protestantes como católicas. Expondremos un breve excursus sobre el planteamiento de estos autores y su influencia innegable sobre Unamuno: Albrecht Ritschl (1822-1889), puede considerarse el maestro de este grupo de autores conocidos como la “izquierda protestante”. Presentaba una clara defensa del Evangelio y, por tanto, una fe directa y no derivada de dogmas o preceptos formales. Ahora bien, su reforma religiosa iba también unida a argumentos patrióticos y nacionalistas. Unamuno se fija no en estos aspectos, pero sí en su fe clara y viva junto a la afirmación de la voluntad humana, defensa muy querida para Unamuno. A Ortega y Gasset dile que le escribiré pronto; que ando atareadísimo, sobre todo en leer. Que la Historia del pietismo, de Ritschl, me está siendo luminosísima y que estoy volviendo a chapuzarme en Platón42 Hermann Wilhelm (1846-1922), fue profesor de Bultmann y de Barth, escribe El comercio del cristiano con Dios (1886) donde se subraya la teología del sentimiento. Hermann defendió sobre todo que Cristo es un modelo ético a seguir, lo cual prima la
41 Unamuno, M de Cartas (1903/33), Madrid, Aguilar, 1972, p. 22-3. 42 Unamuno, M de Carta a Federico Onís. Obras Completas, vol. VII, Madrid, Escelicer, p. 13
inmanencia frente a la trascendencia y divinidad de Cristo. Busca en Cristo el ideal místico de unión de amor con el Padre, aunque no quiera dejarse atraer por la mística. Harnack (1851-1930), discípulo de Hermann, escribió una monumental obra Historia de los dogmas (1886-1890) en la que expone su rechazo de los dogmas, incluso de la metodología que se sigue para su formulación, por lo que construye una historia sin dogmas. En este sentido, Unamuno también construye su obra en un intento de “tejer destejiendo”. Su aspiración central es la de demostrar que el Evangelio no se debe identificar con los dogmas. Crítica el fuerte helenismo en el cristianismo, y, como Ritschl está convencido que la fe descansa en Cristo y no en estudios teológicos sobre su naturaleza. Harnack admira la mística y en ello se acercará al catolicismo. Muchos estudiosos dan cuenta de la lectura de la Historia de los dogmas por parte de Unamuno alrededor de 1907 y aseveran que esta obra es la fuente de algunas de sus ideas de matiz liberal, que sufra aún más que el dogmatismo el clericalismo. Su interés por Harnack se debe a que es crítico de la “helenización del cristianismo”, como hemos dicho, pues supone una racionalización del evangelio, lo cual es gnóstico. El protestantismo liberal se centra en una espiritualidad evangélica-luterana, que proclama la libertad de conciencia.
2. LA PROPUESTA DE UNAMUNO
Toda esta teología liberal que tuvo su auge en el siglo XIX en Alemania es historicista e ilustrada, defienden una exégesis bíblica contraria a los dogmas. Este rechazo a dogmas era la manera que Unamuno tenía de acercarse a la Biblia, pues la entendía como cultura y como ciencia, desposeyendo a la obra de un carácter sagrado lleno de metáforas en las que no creía. En toda esta teología era clave la libertad de conciencia. Entre los fundadores se encuentran Reimarus, Lessing y Schleiemacher que se propusieron hacer asequible el cristianismo, más a fuerza de reducir su misterio y carácter sagrado. La experiencia nos dice que en los momentos coyunturales en los que la fe y la razón han querido separarse, sea porque se busque una razón que atiende sólo a la realidad concreta, como es el caso del nominalismo, o sea porque se potencia el sentimiento y la experiencia religiosa, en el caso de la teología liberal, lo cierto es que esta separación de razón y fe lleva a restar esfuerzos y empobrecer tanto a la teología como a la filosofía. Nuestra pregunta se refiere a la predilección de Unamuno por esta línea de la teología liberal alemana de su tiempo y, sin embargo, el distanciamiento de los grandes autores católicos, entre ellos los franceses. La sensibilidad de Unamuno está cerca de la vivencia de la religión, nunca como un dogma al que hay que rendirse. Este pensamiento lo desarrolla en muchos de sus escritos, como Vida de Don Quijote y Sancho (1905). Don Quijote proclama un ideal de vida y una religión que se encarna en el verdadero yo, en el más profundo y auténtico, en la íntima conciencia, mientras el dogma es lo exterior y abstracto, lo eclesial, lo oficializado; en artículos como Mi religión (1907) dice que “la religión es cosa del sentimiento”, “Es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad”. Esta religión que María Zambrano denomina “religión poética” se inspira en el Espíritu Santo y busca conocer su modo de ser o procedencia, pues porque la verdad viene del Espíritu Santo es una verdad viva, no obstante, el ser humano termina desvirtuándola y la convierte en dogma muerto. Además de los teólogos, en Unamuno deja honda huella un filósofo -teólogo: Sören Kierkegaard (1813-1855). Unamuno descubre su “alma gemela”, pues ambos hermanan el pensar y el sentir en las categoría más de pensador subjetivo que el de estrictamente filósofo puro, filósofo poeta, un filósofo del instante, buscador de la intensidad en el vivir pues esto es la trascendencia; y, especialmente, buscadores de una vida en busca de la verdad para ser vivida en plenitud. Todas estas categorías se piensan desde una
interpretación fenomenológica y existencial. Ambos se alejan de la razón abstracta y se acercan a la existencia humana, su singularidad, importa el uno, la conciencia de ser alguien. Por otra parte, la teología protestante en Lutero, en Kierkegaard y en Barth está centrada en el pecado como algo sustantivo. En Lutero la concupiscencia, la incredulidad, la soberbia y el egoísmo son la misma cosa. Kierkegaard defiende que en la conciencia humana se dan las categorías de pecado y de la fe, dos formas contrapuestas, que presuponen la angustia y el conocimiento. Sin embargo, para el escritor danés la religión es siempre más que la ética. Como dice Alain Guy, Unamuno se distingue de Kierkegaard, en “dos particularidades: no se deja, como el autor de Temor y Temblor, a un fideísmo perdido, que optaría por uno de los dos términos… para tapar la perpetua batalla; proclama “uno y otro” en constante antinomia…”43 y porque insiste en la voluntad de hacer buenas obras. La figura de don Quijote, el deseo de una Europa civilizada, San Manuel Bueno y mártir son elementos que configuran el deseo de un heroísmo y de una fe que admitiendo lo racional y lo irracional confluyan en lo Absoluto44 . En definitiva, acepta la incertidumbre de la justificación, postura católica frente a la seguridad de la salvación protestante. Y este afán de inmortalidad y el deseo de salvación llenan toda su vida. Hasta llegar a decir en el Diario Íntimo: “hoy, a medida que más pienso, más claros se me aparecen los dogmas [de la Iglesia Católica] y su armonía y su hondo sentir45. A partir de 1907 Unamuno está más cerca de posiciones católicas.
3. CONCLUSIÓN
A Unamuno le interesan dos hechos: a) Una antropología que nace desde la más honda conciencia, y la religión es consecuencia de ello. Por eso vive según una relación íntima que le lleva al origen primero del ser conciencial. Este Tratado de amor de Dios que luego se denominará Del sentimiento trágico de la vida es una reflexión que ahonda en la conciencia como verdadera vivencia religiosa. Le dice en carta del 9 de mayo a Jiménez Iludain que cree en Dios porque tiene experiencia de Él. Y añade: “No soy ni ateo ni panteísta. Me parecen superficialidades las cosas de un Büchner o de un Haeckel. Creo que el universo tiene una finalidad y una finalidad espiritual y ética”46 b) El segundo es el apreció por una razón ética, que en teología supondrá un sentimiento prioritario, esto es, el sentimiento escatológico. Así lo recoge Nelson Orringer cuando en 1912 Unamuno le dice a Alberto Nin Frías (18781937, diplomático y escritor de Uruguay): “Cuanto más estudio las últimas derivaciones protestantes más me convenzo de que riñen las más entrañadas aspiraciones del alma de mi pueblo. […] el idealismo protestante de los pueblos germánicos debilita y neutraliza nuestra aspiración casi semítica, nuestro anhelo de señales y de otra vida, nuestro realismo religioso que se cifra en lo escatológico47 La importancia del tema religioso en Unamuno le lleva a conocer la teología protestante. Encuentra la cercanía de la Palabra y la interiorización que el filósofo necesitaba.
43 Guy, A, “La trama filosófica-teológica en ‘Del sentimiento trágico de la vida’ “Cincuentenario de Miguel de Unamuno, coord. Dolores Gómez Molleda, Salamanca, 1989,p. 326 44 Ibidem, p. 324 45 Unamuno, M de Obras Completas, vol VIII, Madrid, Escelicer, p. 857 46 Idem, p. 12 47 Orringer, N. Unamuno y los protestantes liberales, Madrid, Gredos, 1985, p. 19