Carlos Zevallos MenĂŠndez
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Este libro es una publicación de La Casa de la Cultura, Durante la presidencia de Rosa Amelia Alvarado Roca. Diseño Editorial: Esther F. Diminich Quintero. Investigación y redacción: María del Carmen Altuve. Impresión: Impresos Ruiz. Reproducción Fotográfica: César Anchundia ISBN: ))))))00000 Derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de la obra. Guayaquil, Ecuador, 2008.
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Carlos Zevallos Menéndez
Carlos Zevallos MenĂŠndez
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Rosa Amelia Alvarado Roca
Presidenta de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas
El presente se tiene que construir desde la memoria, pues de lo contrario, el tiempo sería el más implacable depredador de los recuerdos. Sin memoria, la historia de la humanidad sería un enorme vacío, consecuencia trágica del olvido. De allí que, para hablar la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, de su larga y admirable trayectoria, necesariamente tenemos que impedir el olvido, porque es nuestro deber recordar a quienes fueron haciendo caminos, para los que vendrían más tarde, en este devenir de la vida cultural de Guayaquil. Es el caso de Carlos Zevallos Menéndez, científico, arqueólogo, soñador incansable y primer presidente de la institución, en 1945, con una permanencia en el cargo, de más de 16 años. Hombre visionario, amó a esta noble Casa de Benjamín Carrión, 4
como se ama el llamado de la tierra y la esencia de Patria; le entregó pasión, conocimientos y su permanencia en el tiempo. Es inmensa la deuda de la Casa de la Cultura con Carlos Zevallos Menéndez, gracias a él se logró construir el edificio donde hoy se levanta, que en su momento, fue una de las edificaciones más funcionales en un apacible Guayaquil de principios del año 50. A él le debemos la creación e instalación del Museo Arqueológico de la institución, al que donara generosamente, su invalorable colección particular, fruto de sus propios estudios científicos, descubrimientos y excavaciones; el museo de la Casa de la Cultura, que lleva su nombre, constituye un legado de incuestionable trascendencia para las generaciones presentes y futuras. Momentos difíciles hubo de vivir el museo, años más tarde, luego que circunstancias penosas condujeron a la pérdida irreparable de valiosas piezas, particularmente en el Museo de Oro, pero hoy, se ha rescatado la dignidad y esplendor Carlos Zevallos Menéndez
del mismo y bajo la inspiración de Carlos Zevallos, está abierto al público, para recordarnos nuestras raíces y nuestra historia. Su pasión por la cultura, lo llevó a dedicar sus esfuerzos a la creación de la Escuela de Ballet de la institución, la misma que marcó una época inolvidable de la danza en Guayaquil. Gracias al apoyo incondicional que Carlos Zevallos otorgó a la Escuela de Ballet, se logró alcanzar la excelencia, de donde emergieron figuras de la danza de admirable trayectoria, cuyo prestigio fue reconocido dentro y fuera del país. Bajo la presidencia de Zevallos Menendez, se impulsó la edición de libros,la conformación de la gran biblioteca del Núcleo, la escuela de teatro, salones de pintura y encuentros de literatura; se adelantó a su tiempo, logrando instalar una estación de radio para la difusion de programas culturales, comprendiendo que la cultura había que proyectarla, más allá de las paredes de la Casa, llegando, incluso a colocar parlantes en los exteriores del edificio, para emitir música clásica a todos los guayaquileños. Por ello, por toda esta entrega de amor y pasión a la Casa de la Cultura del Guayas, no podemos permitir el olvido, no podemos permitir que la memoria haga silencio y en este centenario de su nacimiento, expresamos a Carlos Zevallos Menéndez, que es muy grande nuestra deuda de gratitud y le ofrecemos este modesto homenaje, donde quede su obra, su pensamiento y su camino existencial. La vida frágil barca, termina al fin, pero la huella no muere, porque tiene permanencia y no conoce de la desolación del olvido. Carlos Zevallos Menéndez
> Carlos Zevallos Menéndez y Pablo Neruda, en la Isla Negra, Chile, 1946.
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Ángel F. Rojas
No se trata de la mención que suele ponerse a las misivas cuyo destinatario no pudo ser habido. En esta vez estoy escribiéndola a Carlos Zevallos Menéndez, sin saber bien cómo comenzaría ni a dónde dirigirla. Pero es el caso que tampoco puedo dejar de enviarla. Debo dedicarle a Ud. algunos párrafos, aún cuando no fuera a leerlos nunca y sin esperanza de recibir respuesta. Ya muchos de sus amigos y algunos de los mejores, han dicho de Ud., en la prensa diaria de Quito y Guayaquil, el elogio que tanto se merecía. Yo tuve el privilegio de haberlo hecho cuando aún alentaba su formidable presencia viva. Más de un homenaje se le rindió en estos últimos años. Y me cupo la honra de concurrir a ellos y de leer en cada ceremonia una semblanza en la cual rememoraba ciertos aspectos originales de su vida. No en vano había sido su amigo por más de cuarenta años. Cuando vine a Guayaquil, traído por Rigoberto Ortíz para formar parte del profesorado del Colegio Vicente Rocafuerte, conocí personalmente a Carlos Zevallos, como conocí a Enrique Gil Gilbert, a Demetrio Aguilera 6
Malta, a Joaquín Gallegos Lara y, el primero de todos, a José de la Cuadra. Por él trabé amistad entrañable con Alfredo Pareja. Y me incorporé al grupo artístico que se denomina “Alere Flamam”. La guerra civil española dividió a sus componentes y con Carlos a la cabeza, fundamos la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes. Sería larga, pero alguna vez hay que escribirla, la historia anecdótica de esta benemérita entidad, que agrupó un puñado de gente de gran prestancia intelectual y artística. Y allí recuerdo que, algunos de nosotros, todavía demasiado jóvenes, no tomábamos en serio dos inclinaciones, que, por lo menos a mí, me parecía en buena parte una chifladura: la pasión arqueológica de Ud., Carlos y el fervor comunista de Enrique Gil Gilbert. Me había equivocado con ambos de medio a medio. Ud. se convirtió en una autoridad mundial en arqueología y Enrique Gil estranguló su admirable don de narrar para dedicarse con todas sus fuerzas a mantener su dogma, como dirigente político. En cambio, nunca dudamos de la capacidad de Ud. como constructor. Durante los largos años que presidió el Núcleo Provincial del Guayas de la Casa de la Cultura sacó de la nada su actual edificio, como por arte de magia, Rafael Guerrero Valenzuela -hoy injustamente olvidadoCarlos Zevallos Menéndez
consiguió, como Presidente del Concejo de Guayaquil, que éste donara el solar donde antaño estuvo la oficina de investigaciones llamada vulgarmente “Pesquisa” y allí dónde Ud., Carlos, frotando la lámpara de Aladino, levantó el magnífico local. El Arquitecto Guillermo Cubillo Renella hizo los planos y Ud. trabajó día y noche, como maestro de obras, como sobrestante, como carpintero y como albañil. Habría que seguir contando mucho de lo que logró realizar, pero no hay espacio suficiente para hacerlo. Acaso algo que deba decir, para terminar, es que Ud. ha muerto en la pobreza, en la digna y orgullosa pobreza de quien supo dar todo para su patria, inclusive una preciosa colección de objetos arqueológicos que son ahora el Museo de Oro que, en la Casa de la Cultura, lleva merecidamente su nombre. Y ahora sí, que voy a terminar ese mensaje, ya sé por fin donde dirigirlo a ese museo que donó generosa y quijotescamente a la Casa de la Cultura. Allí estará Ud. conversando con los orfebres precolombinos que le comunicaron los secretos de su artesanía sin par. Y permítame Ud., Carlos, que ahora sí espere su respuesta. Su amigo de siempre. ROJITAS
> En 1942 con sus alumnos del Colegio Vicente Rocafuerte.
> Carlos Zevallos Menéndez rn un acto con un grupo de amigos. *Tomado de Diario El Comercio, Quito. Noviembre 11 de 1981. Carlos Zevallos Menéndez
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Alejandro Carrión
En el hogar fraternal de Alfredo Pareja lo ha sorprendido la muerte, mientras dormía: la hermosa muerte del hombre justo, sin dolor, sin angustia, sin despedidas. Así lo ha premiado el destino, con el mejor, el más dulce de los premios. Lo merecía. Su vida fue un inmenso acto de fe y estuvo dirigida a servir, incesantemente las exigencias tiránicas del espíritu creador. Nunca se resistió a ellas, fue todo suyo, le entregó la totalidad de sus días, su preclara inteligencia, su inmensa voluntad, sus cualidades superiores de hombre de acción. A dos grandes causas entregó su hermosa vida incesante, nunca quieta, siempre haciendo grandes cosas: a descubrir el pasado remoto de nuestra tierra y nuestros hombres –la arqueología- y a organizar la vida cultural de su gran ciudad, Guayaquil, desde la Casa de la Cultura que dirigió por casi veinte años, dándole inmensa respetabilidad y abriéndola, como un camino recto y amplio, para que por ella transitaran a su realización las nuevas generaciones de escritores, de artistas y de 8
hombres de ciencia. Por ello, la deuda que el Ecuador tiene contraída con este gran guayaquileño, uno de los mayores del siglo XX, es impagable. Yo lo he visto trabajar, en especial cuando estuve ligado a la Casa de la Cultura, en sus primeros años, en los que la fiebre de hacer de Benjamín Carrión se encendió también en nuestra juventud. Carlos Zevallos Menéndez nunca se derrotaba el camino, que en Guayaquil estaba en gran manera obstruido por el espíritu fenicio de los que usaban la vida en hacerse ricos y no permitían la apertura de otros horizontes, era con frecuencia difícil, pero él sabía abrirlo, encendiendo su fe en otros espíritus preclaros. Desde la Casa de la Cultura propició la fundación de la editorial, el desarrollo de las artes plásticas, la creación del ballet, la formación de cuadros dramáticos, la visita de artistas y científicos extranjeros y, especialmente, la arqueología, de la que, con Emilio Estrada -quien nos dejó prematuramente hace tantos años, pero cuyo recuerdo permanece viviente en quienes fuimos sus amigos y conocimos su gran espíritu-, fue y es uno de los mayores propulsores. Digo “es”, como si no se hubiese muerto, porque las acciones que Carlos Zevallos Menéndez
él puso en marcha continuarán fructificando en mucho tiempo aún. Cuando se descubrió el mundo de Valdivia, Carlos Zevallos formó parte de la gloriosa escuadra de los descubridores con Bushnell, Holm, Estrada, Megger y Evans y ya abierto el portentoso camino, siguió en él con los más jóvenes, con Norton, Lanning, Porras, Marcos y Bischof, cambiando la dirección de la ciencia y obligando a escribir de nuevo la prehistoria del continente. La obra realizada allí por Zevallos fue inmensa y todos lo respetan por ella. Precisamente estaba en los preparativos de la publicación de una nueva obra sobre su especialidad cuando la muerte vino por él. No vamos a explicar cuánto hemos perdido, por el científico, por el hombre, cuya calidad humana fue excelsa. Todos lo sabemos. El espacio de vida que le fue concedido lo llenó con amor, con acción, con grandeza de alma, con nobleza de espíritu y con alegría. Verdadero sabio, su alma grande era alegre y su voluntad era poderosa. Tras él queda su inmensa obra: el descubrimiento del mundo de Valdivia, la creación del Museo de Oro, su enseñanza universitaria con discípulos que ya son sabios por propia cuenta y el enorme acervo de cultura que dio a Guayaquil, impulsando las grandes empresas del espíritu en los años que dirigió la Casa de la Cultura. Quedan sus grandes libros y, sobre todo, queda su ejemplo, el que muestra cómo, en este siglo amargo y fenicio, desordenado y cruel, es posible una vida solamente iluminada por la fe en la ciencia, por el amor a la cultura, por la generosidad de dar a los demás los propios dones. La paz fue la esencia de su vida: ella ilumine siempre su nombre. Carlos Zevallos Menéndez
> Cuando se descubrió el mundo de Valdivia, Carlos Zevallos formó parte de la gloriosa escuadra de los descubridores, cambiando la dirección de la ciencia y obligando a escribir de nuevo la prehistoria del continente *Tomado de Diario El Comercio, Quito, sábado 7 de noviembre de 1981. 9
En el Vicente Rocafuerte, Jorge Swett fue uno de los alumnos más cercanos a Carlos Zevallos Menéndez, tanto así que cuando se fundó el museo del colegio, Zevallos lo eligió su ayudante. Jorge se encargaba de la catalogación y de las fichas de cada pieza y de los dibujos; tal vez por eso Jorge se “contagió” del estilo aborigen, lo cual se tradujo años más tarde en los murales que hizo en el aeropuerto de Guayaquil y en la Autoridad Portuaria. De esos años, Jorge recuerda la bondad que emanaba de su profesor al mismo tiempo que irradiaba autoridad a través de su personalidad. “Él no tenía ningún título académico pero poseía una cultura universal extraordinaria y una vocación de líder que lo impulsaba a ser el organizador y el director de cuanto proyecto emprendía”. José Vicente Iturralde, Jorge Swett, Raúl Estrada, Avelino Arteaga, Gabriel Tramontana, Francisco Perrone, Fernando Casal, R. Chávez, Francisco Albán, Gustavo Orellana, Joaquín Zevallos, entre otros, estuvieron pre10
sentes durante dos años consecutivos en las excavaciones que el Vicente Rocafuerte, con Carlos Cevallos a la cabeza, organizó en Manglaralto, Salango, Don Pancho, Colonche y Guangala. Todos eran contemporáneos que estaban vinculados por lo artístico y lo científico y, por la edad, a la aventura. “Allá dormíamos en carpas y cada noche le tocaba a un par de alumnos hacer guardia para que no nos robaran las pertenencias. Ahí cocinábamos y como la familia de Perrone tenía un restaurante él cocinaba rico, pero la comida de los demás era fatal”. Zevallos Menéndez conocía todas las técnicas que ya se utilizaban universalmente para realizar las grandes excavaciones como se hacían en Egipto, en Oriente Medio, en Asia y que aquí en América recién comenzaban. “En cada excavación aprendíamos una lección de tipo científico, Carlos nos conversaba sobre las costumbres, las técnicas, los contactos transpacíficos de los antiguos navegantes del área manteña-guancavilca. Carlos Zevallos Menéndez
Los mexicanos tienen la idea de que fueron los primeros cultivadores del maíz, pero Carlos Zevallos Menéndez encontró una pieza que tenía un huequito que era el negativo de un maíz. Según el tiempo de la pieza, ese maíz ecuatoriano había sido cultivado casi mil años antes del maíz de los mexicanos. Otro descubrimiento importantísimo de Carlos fue en la península de Santa Elena cuando encontró un cráneo trepanado. En esa época no había esterilizadores ni instrumentos, sin embargo, en ese tiempo el cráneo de este hombre había sido recompuesto con las mismas técnicas que se siguen utilizando actualmente en cirugía. Lo extraordinario es que el paciente sobrevivió muchos años después, y esto se comprueba porque el cráneo cicatrizó la herida y si el paciente hubiera muerto el cráneo no hubiera cicatrizado”. La inclinación de Carlos Zevallos Menéndez por los estudios arqueológicos empezó desde muy pequeño cuando, cada año, su familia iba a invernar a Posorja, y en los campos aledaños a esta población y a la Isla Puná se encontraban en la superficie de la tierra, por la erosión y las lluvias, muchas piezas arqueológicas y una gran cantidad de fragmentos que él comenzó a coleccionar desde muy joven. “Carlos era un trabajador de campo y de gabinete. Era un artista, un estupendo escultor, hacía piezas de orfebrería y era un gran restaurador. Era una feliz mezcla de un hombre serio y profundo y de un hombre afable, optimista y con un alto sentido del humor. Era muy sociable”. Junto con Francisco Huerta Rendón sembró la inquietud que tuvo como consecuencia un despertar de la Carlos Zevallos Menéndez
arqueología en Ecuador, ahí aparecieron personajes como Emilio Estrada Ycaza, Olaf Holm y Raúl Maruri. Zevallos Menéndez también promovió la formación de nuevos arqueólogos en la Universidad de Guayaquil. “Carlos fue el autor de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, y como su Presidente logró que el alcalde, Rafael Guerrero Valenzuela, donara el terreno. Así, Carlos inició la construcción del actual edificio, creó la escuela de ballet, el Museo de Oro. Era un hombre de una honorabilidad a toda prueba, su administración fue muy limpia y yo, como ex Presidente de la Casa, sostengo que hasta ahora ha sido el Presidente más importante desde la fundación de la Casa de la Cultura, considerando sus dotes de organizador, de trabajador sacrificado. Carlos fue una figura reconocida internacionalmente por su alto valor científico en el campo de la arqueología y de la antropología. En el mundo científico internacional Carlos Zevallos Menéndez es reconocido como uno de los más importantes pioneros de la arqueología americana”.
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Para entender el por qué esta publicación es un deber para con nuestra historia y con nuestra cultura, es necesario conocer la ardua e incansable labor de Carlos Zevallos Menéndez, un soñador, un visionario que demostró en vida que sí se pueden realizar los sueños. Es importante dejar un testimonio, para que las nuevas generaciones conozcan sobre este investigador fundamental de nuestro pasado histórico, es justo que las generaciones anteriores recuerden quién fue el promotor del Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura, es necesario rescatar en la memoria de sus contemporáneos la tenaz lucha de Zevallos para impulsar y promover la actividad cultural en Guayaquil y, sobre todo, es prioritario que el país y la ciudad sepan reconocer públicamente cómo Zevallos encaminó Guayaquil hacia el progreso. Por lo tanto, la calle que existe en Ceibos Norte con su nombre quizás resulta insuficiente para rendir homenaje a un hombre que dio su vida por la historia y la cultura de su ciudad, para honrar la memoria de un hombre como Carlos Zevallos Menéndez es necesario dar más. Por eso, son muy apropiadas las palabras de Ruth Garaicoa, Directora de la Biblioteca de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, en su artículo Carlos Zevallos Menéndez Presidente Casa de la Cultura Ecuatoriana, 12
Núcleo del Guayas Julio 1945 – Enero 1962, publicado en Cuadernos: “Creo que la mejor forma de conocer el valor de un hombre es a través de su obra. Y, Carlos Zevallos Menéndez soñó y plasmó para Guayaquil un Centro de Cultura donde todas las manifestaciones artísticas, literarias y científicas del ser humano tuvieran su Casa y de ella se ramificaran una serie de actividades no sólo a beneficio de la ciudad, sino para el país y aun más allá de sus fronteras”. Asimismo, el reconocido poeta y ex Presidente de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, Rafael Díaz Ycaza fue muy acertado al afirmar en su texto publicado en el diario El Universo el 8 de Noviembre de 1981 bajo el título El último viaje de Carlos Zevallos: “Como arqueólogo e historiador, Zevallos fue testimonio de rigor, paciencia y enamoramiento de su tarea y de la proyección de sus investigaciones mediante la cátedra, la conferencia y la monografía (…) Como animador de la Casa de la Cultura, obtuvo con sus aliados pioneros el solar y rentas magníficas, con los que virtualmente construyó con sus manos el edificio de la entidad, que presidió más de quince años. Luego, creó los museos arqueológicos y de oro, la biblioteca, el ballet, así como la mayor parte de las actuales dependencias”. Carlos Zevallos Menéndez
¿Por qué es necesario este homenaje? Porque los seres humanos no somos nada sin memoria, y Carlos Zevallos Menéndez entregó su vida a rescatar del olvido al que estaban relegados nuestros antepasados aborígenes; demostró el avance tecnológico y científico –como el tratamiento dado a la metalurgia y la trepanación del cráneo- de nuestras culturas; impulsó la actividad cultural de la ciudad creando una escuela de ballet, un museo de oro, un teatro, una sala de exposiciones, una pinacoteca, una biblioteca, una imprenta, una radiodifusora. Es importante este homenaje porque, sobre todo en tiempos de cambio, necesitamos conocer lo que fuimos para saber lo que somos y entender hacia dónde nos proyectamos.
Carlos Zevallos Menéndez: Su tiempo A partir de 1927 en la ciudad de Guayaquil, en el pasillo del antiguo edificio del Correo, se realizaban exposiciones organizadas por una agrupación de artistas que auspiciaba las bellas artes y que se denominaba Allere Flamman (Avivad la llama), pues muchos inmigrantes italianos habían llegado a esta ciudad huyendo de la guerra que se avecinaba. Esta agrupación se dividió entre izquierda y derecha y los artistas disidentes formaron la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes (SAEI), también conocida como Los independientes, cuyo directorio, presidido en 1935 por Carlos Zevallos Menéndez, fue similar al que posteriormente sería el de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas. Carlos Zevallos Menéndez
> Carlos Zevallos Menéndez, un soñador, un visionario que demostró en vida que sí se pueden realizar los sueños.
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Así en 1945, después de la revolución del 28 de mayo de 1944, se creó la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas y un grupo de intelectuales eligió a Carlos Zevallos Menéndez como su primer Presidente, cargo para el que fue reelegido ininterrumpidamente hasta 1961. Como indica el escritor Rafael Díaz Ycaza en su artículo: “…Contagiando fervores, trabajó al lado del célebre grupo de Los Independientes y luego junto a quienes pusieron a dar los inseguros y heroicos pasos iniciales al Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura. Con Zevallos trabajaron para fundar el Núcleo y para hacer de un ente abstracto un instituto con ánima: Joaquín Gallegos Lara, Francisco Huerta Rendón, Hans y Elsa Michaelson, Pedro Jorge Vera, Ramón Insua Rodríguez, Colón Serrano, Rigoberto Ortiz, Francisco Pérez Castro, Alfredo Palacio, José Barniol, Angelo Negri, José María Roura, Alba Calderón de Gil, Abel Gilbert Pontón, Carlos Ayala Cabanilla, Reinaldo Navarrete Estrada, José Crusellas Ventura, Gumersindo Yépez Batallas, Alberto Ordeñana Cortez, Luis Augusto Mendoza Moreira y Segundo Espinel. Amén de varios más que desde afuera contribuyeron material y espiritualmente al desarrollo de la institución”.
> En 1947 Carlos Zevallos Menéndez, en el momento en que coloca la primera piedra del edifico de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas. En la gráfica constan Carlos Zevallos Menéndez, los escritores Lcdo. Colón Serrano, Pedro Jorge Vaera, Cristóbal Garcés Larrea y el Dr. Abel Romero Castillo.
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¿Quién fue Carlos Zevallos Menéndez Como si la fecha de su nacimiento fuera un presagio de lo que sería su vida, la de un trabajador incansable, Carlos Zevallos Menéndez nació en Guayaquil el 1 de mayo de 1909. Fue el segundo de cinco hermanos muy unidos a pesar de la diferencia de edades. Desde que era Carlos Zevallos Menéndez
muy pequeño su familia acostumbraba a invernar cada año en Posorja y como en sus alrededores y en la Isla Puná se encontraban una gran cantidad de piezas arqueológicas en la superficie de la tierra, él solía recogerlas y coleccionarlas. Ahí a los doce años se inició su pasión por la arqueología. Sus estudios secundarios los realizó en el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte, del cual luego sería profesor de Prehistoria e Historia Antigua Universal, y fundador del Museo Arqueológico de dicha institución en 1942, “sosteniéndolo económicamente por un año con el sueldo de él”, como afirma el Lcdo. Luis H. Bravo Mendez en su artículo Nuestro país está en deuda con arqueólogo ecuatoriano, publicado en diario El Universo, en noviembre de 1986. Previamente había estudiado pintura y escultura en la Escuela de Bellas Artes de esta ciudad obteniendo el título de profesor. Su habilidad para el dibujo le permitió presentar en el año 1931 una exposición de dibujos sobre las figuras zoomorfas del arte aborigen Puná. En el año de 1934 realiza el descubrimiento de las primeras fortificaciones guancavilcas en la Isla Puná. Aquí vale la pena aclarar que Carlos Zevallos Menéndez siempre se resistió al uso de la grafía “h” para referirse a esta raza brava de la Costa ecuatoriana, así lo explica en su texto Nuestras raíces Guancavilcas: “La razón radica en que Gua es una graficación para el idioma colorado, hablado en la Cuenca del Guayas y en algunos otros sitios del litoral marítimo, como lo veremos posteriormente, y Carlos Zevallos Menéndez
> El imponente edificio de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, según el proyecto del Ing. Guillermo Cubillo Renella.
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por ello tenemos: Guayas, Guangala, Guale, Guayaquil, Guaguelsan (San Rafael), Guasango, Guayacán, Guaba, Guachapelí, Guatusa, Guaraguao, Guanta, y así una infinidad de nombres correspondientes a toponimios, plantas y animales, todos los cuales se escriben con G. El uso de la H, entre los toponímicos, como Huánuco, Huancavélica, Huancayo, o en los patronímicos que acuden a mi recuerdo, tenemos: Huáscar, Huapaya, Huamaín, etc., los considero cuzqueñismos. No fatigaré al lector con más ejemplos, creo que bastan los pocos citados para reivindicar la grafía del nombre de esta raza indómita que fue la Guancavilca, considerándola así, como la propicia que debería usarse”. En las excavaciones realizadas entre 1934 y 1935 en la Hacienda “Isabel”, en Yaguachi Viejo, Zevallos descubre, en la cuenca del Guayas, la orfebrería correspondiente a la cultura que veinte años después el arqueólogo Emilio Estrada denominaría Milagro – Quevedo. Gran parte de esta riqueza arqueológica conformaría, en 1957, la gran pasión de Zevallos: el Museo de Oro. Pero antes de eso realizó una serie de importantes descubrimientos arqueológicos como la tumba que encontró en Cerro Narrío, provincia del Cañar, la cual contenía una nariguera y un anillo de oro que constituyen los objetos metalúrgicos más antiguos aparecidos en América. Asimismo, cerca de Guayaquil descubrió un Centro Ceremonial Prehistórico con tres postes totémicos –uno de los cuales podemos admirar en el Museo Municipal-. Durante los años siguientes continuó con sus excavaciones en la Costa ecuatoriana. Su otra pasión, su familia, la conformó cuando en 1938 se casó con Ana María Ampuero Franco, con quien 16
procreó tres hijos: Ana María, Cecilia y Carlos Aníbal. En 1944 lo nombraron Director del Museo Municipal de Guayaquil; y entre ese año y el siguiente en la Universidad de Albuquerque, Nuevo México, realizó un curso de perfeccionamiento en Arqueología y Museología. Después de la revolución de mayo de 1944 varios intelectuales hicieron el programa y conformaron las bases y los estatutos de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, con sede en Quito y presidida por Benjamín Carrión. Ya en el año 1945 se funda el Núcleo del Guayas de la Casa de la Cultura y sus miembros eligen a Carlos Zevallos como Presidente del mismo, para este cargo sería reelegido ininterrumpidamente hasta enero de 1961. Desde que empezó a funcionar el Núcleo del Guayas, en el local de Pichincha y Elizalde, tuvo una gran acogida y mucha actividad -gracias a la dinamia de su Presidente- y una gran cantidad de artistas llegó hasta ahí al darse cuenta de la seriedad con que se manejaba. El local en donde funcionaba inicialmente el Núcleo del Guayas era un antiguo edificio de madera que sufrió un incendio en el que se perdieron obras valiosísimas. La gestión que emprendió Zevallos para recolectar libros para la biblioteca que se había perdido con el flagelo tuvo una favorable respuesta de la comunidad. El Presidente de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas gestionó con el Municipio de Guayaquil un terreno para el nuevo edificio ubicado en las calles 9 de octubre entre Pedro Moncayo y Quito. Así, el 9 de octubre de 1947, Carlos Zevallos Menéndez coloca la primera piedra del edificio de la actual Casa de la Cultura Núcleo del Guayas. Carlos Zevallos Menéndez
Alternando con sus excavaciones arqueológicas y con sus actividades como Presidente del Núcleo de la Casa de la Cultura, Zevallos fue electo en 1948 para el Senado por la provincia del Guayas y así llegó al Congreso Nacional hasta 1950. Y en 1957 se inaugura la gran pasión de Carlos Zevallos Menéndez: el Museo de Oro de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas que se abrió con una sola sala el 25 de julio, en honor a la ciudad. Aquella sala recibió el nombre de Museo de Oro por la gran cantidad de piezas de oro, plata y platino. Esta riqueza arqueológica la había obtenido, en gran parte, de una de sus excavaciones realizadas en la hacienda “Isabel”, cerca de Yaguachi Viejo, en 1934. María Antonieta Funes, actual Directora del Museo de Oro de dicha entidad, señala que “tras doce años continuos de recolección y restauración Zevallos crea el Museo de Orfebrería Prehistórica Ecuatoriana. Él arregló personalmente las piezas, era un verdadero orfebre. Así nació el Museo de Oro, que era el único no solo de la ciudad sino del país y así lo fue durante muchos años, aún después del robo que sufriera este museo que durante mucho tiempo, fue la atracción turística de la ciudad”. Lo mismo lo había confirmado algunos años antes Ruth Garaicoa en su artículo publicado en Cuadernos y al cual se hizo mención anteriormente: “El Museo de Arte Prehistórico, Sección Orfebrería de la Casa fue denominado por el Directorio del Núcleo en noviembre de 1957, como CARLOS ZEVALLOS MENENDEZ. Recordamos al respecto que Don Carlos se pasó reuniendo, restaurando y clasificando sus piezas arqueológicas para convertirlo en lo que es hoy, no solamente cuantioso en su Carlos Zevallos Menéndez
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valor material, sino artístico, y en su género uno de los primeros de América que revelan la existencia de una brillante civilización hasta ahora inigualada”. Otra de sus grandes aportaciones a nuestra historia fue cuando en 1962 descubrió una pieza que había tenido impreso un grano de maíz que data del año 2200 A.C., lo cual demostró que el maíz fue cultivado por la cultura Valdivia en la costa de la Provincia del Guayas mucho antes que el de los mexicanos y ubica así al Ecuador entre los primeros países agricultores de Suramérica. Uno de los descubrimientos más importantes de Carlos Zevallos Menéndez lo llevó a cabo en 1964 cuando en la península de Santa Elena encontró el primer y único cráneo trepanado de Ecuador, el cual había sido recompuesto 860 años A.C. con las mismas técnicas que se utilizan en la actualidad en cirugía, este cráneo trepanado se convirtió en el más antiguo encontrado en América. En 1967 se convierte en Presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Arqueológicos, la cual fue fundada por él ese mismo año. El 8 de octubre de 1968, cuando ya no era Presidente de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, inauguró, por la independencia de Guayaquil, una segunda sala del museo a la que llamó Sala Emilio Estrada Ycaza, en honor al arqueólogo guayaquileño de enorme prestigio nacional e internacional. En 1972 la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guayaquil lo nombró interinamente su Decano, puesto en el que fue ratificado al año siguiente y al que 18
> Carlos Zevallos Menéndez hace una pausa durante sus excavaciones para fotografiarse junto a sus queridos alumnos y colegas.
Carlos Zevallos Menéndez
declina en 1976. Después de haber superado asombrosamente un cáncer que padeció años atrás, en septiembre de 1976 al regreso de unas excavaciones sufrió un accidente automovilístico que lo dejó seriamente herido, y por el que tuvo que someterse a un tratamiento largo que finalmente lo llevó a Houston para someterse a una operación al cerebro, gracias a la cual se recuperó totalmente y pudo continuar con sus actividades. Así siguió con sus excavaciones en la cuenca del Guayas y en la Península de Santa Elena trabajando desde 1979 para la CEDEGE. El 1 de noviembre de 1981 lo sorprendió la muerte cuando se encontraba en Quito en casa de su entrañable amigo Alfredo Pareja Diezcanseco, con quien había compartido una amistad de muchos años, además de su interés por la historia y una serie de inolvidables anécdotas. Su muerte no solo dejó consternados a sus familiares y amigos, sino a sus discípulos y a la comunidad que pudo disfrutar de su esfuerzo y sacrificio por impulsar la cultura. Como escribiría unos días después el poeta Rafael Díaz Ycaza en el texto antes mencionado: “Ahora, el sabio amigo se ha marchado, tras un diálogo con su parigual el historiador Alfredo Pareja Diezcanseco. Mas su obra prosigue jovencísima en sus millares de discípulos de la Universidad de Guayaquil, en las obras que doró con los destellos de su talento en perpetua vigilia; en los compañeros de su Casa de la Cultura, de la que fue simultáneamente –como Benjamín Carrión- un poco el padre y otro poco el hijo”. Carlos Zevallos Menéndez
OBRAS ESCRITAS: •••Tres Postes Totémicos. •••Tecnología Metalúrgica Arqueológica. •••Excavaciones arqueológicas en San Pablo, Informe Preliminar, con Olaf Holm. •••Cámaras funerarias del Cerro Bellavista •••Los anzuelos de concha del Formativo Temprano del Ecuador, con Olaf Holm. •••Arte Prehispánico del Ecuador (inédita). •••La orfebrería Prehispánica del Ecuador y sus relaciones con las áreas vecinas. •••Informe preliminar sobre el Cementerio Chorrera, Bahía de Santa Elena, Ecuador. •••La agricultura en el Formativo Temprano del Ecuador, cultura Valdivia. •••El arte de los metales preciosos, en el Ecuador Prehispánico, estudio panorámico. •••La mutilación dentaria en el antiguo Ecuador. •••Nueva contribución al conocimiento de la cultura Valdivia. •••Evidencias de intercambio comercial entre Guancavilcas y la zona costanera de Perú. •••Tecnología metalúrgica del Ecuador Prehispánico. •••Los Guancavilcas de Loma de Cangrejitos. •••Tecnología y arte de la metalurgia prehispánica en el Ecuador. •••Nuestras raíces guancavilcas. •••Los primeros navegantes prehispánicos. •••Colección de dibujos artísticos puneños.
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La pérdida del 90% del patrimonio del Museo de Oro de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas se debió al lamentable robo de las piezas, el cual se produjo entre 1987 y 1988. María Antonieta Funes, actual Directora del Museo de Oro, considera que este episodio se dividió en tres etapas. “La primera empezó, cuando hubo una orden de la Presidencia de la República para que se desalojara el Museo porque iba a ser remodelado. La entonces Directora del Museo de Oro, comenzó a abrir las vitrinas y a empacar las piezas en cajas y con la ayuda de un conserje llevarlas de la sala del Museo a la Dirección. Ahí fue cuando se produjo el primer robo, pues el conserje, que estaba encargado de transportar las cajas, aprovechó la oportunidad para sustraerse quince piezas -aunque más tarde admitiría que fueron alrededor de cien-. El empleado, para que no se dieran cuenta de la pérdida, provocó un incendio el 4 de julio de 1987”. Una semana después del flagelo, se iniciaron las labores de limpieza y mientras el conserje ayudaba a recoger las piezas, que estaban confundidas con el hollín, tomó un lote equivalente a dos libras, las cuales –más tarde confesaría- correspondían a aproximadamente 300 ó 350 piezas. Ese fue el segundo robo y hasta ese entonces 20
nadie se había dado cuenta de los dos hurtos. Y por último, el que María Antonieta Funes denomina como el tercer robo, lo cometió el mismo conserje cuando ya no era empleado del Museo, pues, sin sospechar de él, lo habían transferido a la librería de la Casa de la Cultura. “En sus declaraciones él aseguró que las piezas que se habían salvado del incendio fueron colocadas en tres bandejas, las cuales estaban siendo transportadas a la sala de Orfebrería de donde fueron sacadas originalmente. El ladrón pudo apreciar que había piezas que estaban en excelente estado, por lo tanto, regresó más tarde al Museo, distrajo a las empleadas, tomó las llaves, les sacó copia y las volvió a colocar en su lugar”. Una tarde de abril de 1988 a las 18h30, el conserje subió al Museo, entró con las llaves y desde la oficina de la directora, se metió a la sala del Museo de Oro por el ducto del aire acondicionado. Tomó el lote de piezas que estaban colocadas en las tres bandejas y salió por el mismo ducto. Esta vez escondió las piezas en el patio de su casa. El robo fue descubierto por casualidad unos días después, cuando alguien entró a buscar un rapidógrafo al Museo de Oro y encontró que las tres bandejas estaban vacías y tiradas en el piso. Dos meses más tarde, cuando Carlos Zevallos Menéndez
ya se habían iniciado las investigaciones, el ladrón desenterró las piezas de su patio y las vendió. La Casa de la Cultura Núcleo del Guayas presentó una acusación particular para que se investigara a todo posible cómplice, por lo tanto, todos los empleados fueron interrogados. Así, en enero de 1989, se descubrió que el ladrón al lanzarse del ducto del aire acondicionado había dejado en una de las vitrinas su huella digital, frente a esa evidencia el conserje –que anteriormente había sido investigado- ya no pudo negar su participación en el robo. En octubre de 1992 fue declarado culpable y se le impuso la pena de nueve años de reclusión menor. Ahora el autor del robo ya está en libertad.
> Nariguera serpentiforme, de oro, procedente de la Provincia de El Oro.
La negligencia Inicialmente las piezas fueron vendidas a un comprador de oro de nacionalidad chilena, quien aseguró que, después de leer en los medios acerca del robo al Museo de Oro, dejó de comprarlas. Juan Zevallos Chevasco, sobrino de Carlos Zevallos Menéndez considera que “es inaceptable que la Policía no haya solicitado el consejo de un especialista en arqueología para que la guiara en la búsqueda de la verdad sobre el robo, porque las conclusiones a las que llegó y que están indicadas en el informe hablan de la captura de un comprador de oro, el cual tan pronto supo que se habían sustraído las piezas del Museo de Oro cesó en sus compras. Pero pocos días después un Carlos Zevallos Menéndez
> Nariguera serpentiforme, de oro, ejecutada en un solo alambre con secciones cilíndricas y romboideas.
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> Nariguera de oro, donde se puede apreciar el uso de los tres elementos fundamentales en la elaboración de las mismas: el funcional, estructural y ornamental.
> Nariguera serpentiforme simple, son rosetones de filigrana en el gancho.
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sobrino suyo continuó comprando oro y, en conclusión, el informe termina diciendo que las piezas fueron fundidas”. Lo absurdo de esta versión es que un comprador de oro tiene capacidad y habilidad suficiente para determinar el valor del oro en bruto, el del oro trabajado para joyería y el que constituye una pieza arqueológica. “Lo más grave es que nuestros aborígenes mezclaban el oro con metales pero sin tener siempre una proporción adecuada, por lo que al final la cantidad de oro obtenida al fundirse una pieza era irregular comparada con otras. Y el comprador de estas piezas, todavía sin fundir, jamás hubiera obtenido el valor que había pagado por el oro arqueológico con la cantidad de oro obtenido de las piezas”. Por otra parte, en ese entonces las autoridades de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas entregaron para el juicio, todas las fotografías que tenían de ese patrimonio, pero esas fotos no se encuentran ahora en los archivos del Palacio de Justicia. Sin embargo, hay la certeza de que esas fotografías existen porque mucho tiempo atrás Carlos Zevallos Menéndez -que era muy cuidadoso del Patrimonio Nacional y que siempre temió que las piezas fueran cambiadas o desaparecidas-, personalmente había tomado las fotos y las había entregado a los archivos del Patrimonio Nacional. Pues, algunos años antes del robo se realizó una exposición internacional y varias piezas se enviaron al exterior para dicha exhibición, en ese entonces, Carlos Zevallos exigió la protección de una compañía de seguros para lo cual tuvo que entregar las fotografías. Carlos Zevallos Menéndez
“Sabemos que existen copias de las fotos en las oficinas del Patrimonio Nacional, pero las tienen tan bien guardadas que no es posible acceder a ellas con facilidad. A mí me consta que, durante aquel período de ausencia de las piezas, mi tío estuvo angustiado hasta su retorno. A veces me pregunto si fueron ladrones internacionales quienes planificaron, años después, el robo de estas piezas en el Museo de Oro. Pues, el conocedor de oro sabe perfectamente que obtiene menos en volumen y en peso fundido, por lo tanto, si la policía hubiera contado con un arqueólogo hubiera podido pasar esta barrera y exigirle a estos compradores que declararan la verdad, por tanto, no cabe duda de que las piezas fueron comercializadas y que se encuentran en alguna parte del mundo. “ Es lamentable que las autoridades nacionales no hayan llegado hasta el final de esta investigación, porque el patrimonio pertenece a un país y los países de escasos recursos han sido saqueados de esos patrimonios. La misma UNESCO defiende a nivel mundial el patrimonio cultural del pueblo, porque todo país tiene la obligación de protegerlo. Por otra parte, el 90% de las piezas robadas pertenecían, precisamente, a la colección privada de Carlos Zevallos Menéndez, la cual donó a la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas con el propósito de que el Museo de Oro se convirtiera en uno de los más extraordinarios de América. Objetivo que se cumplió, pues nuestro Museo de Oro llegó a ser superior, incluso, que el de Bogotá.
Carlos Zevallos Menéndez
> a. Parte frontal de una nariguera. b. Reverso de otra nariguera
> Nariguera serpentiforme doble, ejecutada con alambre doble volutado y con movimientos ondulado y volutado en los extremos.
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Cuando el doctor Teodoro Alvarado Olea, hombre de letras y de gran cultura, fue nombrado rector del Colegio Nacional Vicente Rocafuerte, supo rodearse de un equipo de profesores que eran los intelectuales más destacados de esa época, entre ellos: Leopoldo Benites Vinueza, Adolfo H. Simmonds, Abel Romeo Castillo, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert y Carlos Zevallos Menéndez, en ese entonces, un joven arqueólogo y un enamorado de la historia del Ecuador. “De ahí data el inicio de mi relación con Carlos Zevallos Menéndez. Ya como profesor nos veíamos constantemente y fue naciendo una amistad. Él nos enseñó a amar el pasado del Ecuador, organizó expediciones e hizo grandes hallazgos”. De este equipo de profesores surgió una brillante generación de intelectuales que fundaron una revista llamada Nosotros, “entre los que la hacíamos estábamos Manuel de J. Real, Elías Muñoz, Florencio Compte, Jorge Swett, que de nuestro grupo fue el más cercano a Carlos Zevallos por su afición a la arqueología. De las páginas de Nosotros surgió una generación de poetas integrada por Miguel Ángel Egas, Tomás Pantaleón, Rafael 24
> Carlos Zevallos Menéndez durante una sesión de trabajo
> Carlos Zevallos Menéndez con sus incondicionales alumnos y colegas Carlos Zevallos Menéndez
Díaz Ycaza y Miguel Roca Osorio”. Por esa época no había la Casa de la Cultura pero existía la Sociedad de Artistas y Escritores Independientes, presidida por Carlos Zevallos Menéndez y gracias a su recomendación ingresaron, muy jóvenes, como miembros de esta gran asociación Jorge Swett, Miguel Angel Egas y Cristóbal Garcés. A raíz de la revolución del 28 de mayo se crea la Casa de la Cultura y un grupo de intelectuales eligen a Carlos Zevallos Menéndez como su primer Presidente. Entre otros proyectos que llevó a cabo exitosamente, él creó dos revistas que todavía están en circulación: Cuadernos del Guayas y Cuadernos de Historia y Arqueología, y como historiador esta última lógicamente “era la niña de sus ojos”. “Conociendo mi inquietud por las letras Carlos Zevallos me nombró redactor de Cuadernos del Guayas, luego Subdirector y finalmente, Director, y como no hay ningún otro tonto todavía me siguen nombrando Director de Cuadernos del Guayas”.
Carlos Zevallos Menéndez
> La inclinación de Carlos Zevallos Menéndez por los estudios arqueológicos empezó desde muy pequeño cuando, cada año, su familia iba a invernar a Posorja.
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Sin duda Irma fue su alumna favorita, y entre ellos aún existe un vínculo que va más allá del afecto entre maestro y alumna, pues Irma lo eligió como padrino de su hija. Durante los diez años que transitó a su lado pudo absorber todo lo que Carlos Zevallos Menéndez le enseñaba. De él aprendió la agudeza, la tenacidad, el pensar con lógica, así como también la disciplina, la responsabilidad, el valor de las cosas y el sentido del ahorro, pues él le exigía que ahorrara. “Yo creo que él veía en mí a una hija porque compartía su misma vocación por conocer nuestro pasado histórico. El me ayudó a formarme, pues los fines de semana me entregaba libros de arqueología, sobre los cuales discutíamos los días lunes”. En esa época el investigador tenía que hacer de todo: tomar apuntes, realizar mediciones, fotografiar, revisar el material, sacar conclusiones y luego escribir el informe. Todos esos pasos, sus alumnos, los aprendieron con él. “Yo me di cuenta de que lo que decían los libros se podía comprobar con las excavaciones, por ejemplo, la mutilación dentaria. Cuando él hacía un descubrimiento mantenía mucha serenidad y luego de hacer los estudios, buscaba las otras relaciones de la pieza encontrada. Cuando habían obstáculos era persistente y nada lo vencía, buscaba todas las relaciones posibles a nivel de 26
arqueología; sacaba conclusiones tan científicas que lo llevaban a descubrir muchas cosas, pues era muy observador, muy meticuloso, usaba la lógica. Era todo un científico sin haber obtenido algún titulo universitario; el método fue lo que lo hizo, su paciencia, su capacidad de interpretar las cosas, de no dejarse vencer ante las dificultades”. A las excavaciones salían los viernes, pasado el mediodía, después de que Carlos Zevallos, personalmente, hacía las compras en el comisariato. Llegaban al campamento que estaba cerca de Santa Elena, camino a Chanduy. Ahí se organizaban y mientras unos cocinaban la merienda, Zevallos planificaba las excavaciones del día siguiente, previamente ya le habían avisado a la gente del pueblo que el sábado habría trabajo. Todo se realizaba bajo su dirección, con el método científico que consistía en ir levantando las capas de tierra sin apresuramiento y con la vista del arqueólogo y del estudiante puesta en el trabajo que estaban haciendo, sin descuidar ningún detalle. Cada extracción de tierra era pasada por cedazos grandes para que no se perdiera nada, los residuos que quedaban en el cedazo eran puestos en fundas previamente rotuladas. “Había un gran respeto entre nosotros, las alumnas comCarlos Zevallos Menéndez
partíamos la misma carpa con él y jamás hubo una falta de respeto; conmigo era muy protector, me veía como una alumna que podía proyectarse. Poseía tantos conocimientos que una persona podía quedarse conversando toda la noche con él y los temas nunca faltaban. Era chistoso, bromista aunque la primera impresión que daba era de autoridad, de respeto. Lo que más me gustaba era ir de prospección, es decir, a lugares donde se suponía que existían restos arqueológicos. El nos mandaba adelante, nos daba ventaja y nosotros no recogíamos nada, y cuando mirábamos para atrás, él traía todas las piezas o los fragmentos que no habíamos visto en nuestro recorrido”. Anteriormente los arqueólogos hacían una sola cultura de la manteña-guancavilca, pero, gracias a los descubrimientos realizados en Los cangrejitos, Zevallos sostuvo que eran dos culturas distintas, con características propias y diferentes entre sí. Las crónicas decían que generalmente el cacique se enterraba con todas sus esposas, quienes previamente habían sido drogadas o emborrachadas y en Los cangrejitos se encontró una tumba donde estaban los esqueletos colocados horizontalmente, uno sobre otro, y las posiciones de sus miembros revelaban desesperación al sentir que las cubrían de tierra y las enterraban vivas. “De ese tipo solo encontramos una tumba. Pero su predilección eran las figurillas de la Venus de Valdivia, por la perfección y la belleza de sus formas… El pudo haberse hecho millonario porque era dueño de varias propiedades, tenía hasta una fábrica y era socio de Ecuafilm, pero no era eso lo que le interesaba, sino el amor por esta ciencia que lo había capturado”. Carlos Zevallos Menéndez
> Carlos Zevallos Menéndez presente en diferentes actos culturales.
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La ilusión de Carlos Zevallos Menéndez era que la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas tuviera una compañía de ballet, una orquesta sinfónica y un grupo de teatro, así cumpliría con su mayor ambición: darle un movimiento cultural a la ciudad por medio del teatro, la música, el ballet y la ópera. Cuando cristalizó su idea de formar un cuerpo de ballet llamó a Ingrid Bruckman, quien ya tenía su propia academia, para que dirigiera la de la Casa de la Cultura. “Debutamos en 1954, en esa época habían muchos más miembros de la Casa que empleados y siempre habían espectáculos, recuerdo que incluso trajeron bailarines de Francia”. Un tiempo después la escuela de ballet fue dirigida por la yugoeslava Kitty Sakilárides. Zevallos Menéndez habló con las alumnas y les dijo: “quiero que tengan presente que esta es una institución, mi anhelo es formar una compañía de ballet profesional. Las que realmente quieran esto serán mujeres sacrificadas porque pasarán muchas vicisitudes antes de llegar allá. Aquí todos somos transitorios, las maestras y las alumnas también, pero la institución permanecerá. Piénsenlo bien y las esperamos en clase mañana con la Srta. Sakilárides”. 28
Las clases eran dictadas en el cine de la Casa de la Cultura, la idea de Carlos Zevallos era la de tener un teatro grande, igual que cualquiera de Latinoamérica, en lo que ahora es el parqueadero. “La escuela de ballet actual -en el proyecto de Zevallos- eran camerinos para la compañía de ballet, teatro y ópera, ahí solo era provisional, pues todo estaba diseñado para que ese espacio fuera para camerinos”. Después del incendio las alumnas de la escuela de ballet estuvieron recogiendo libros para la biblioteca que se había perdido con el flagelo. Fue entonces cuando Zevallos les pidió que cooperaran y que repitieran la función del examen en Quito. Fueron todos a la capital, ensayaron en el Teatro Sucre y se presentaron. Fue un éxito rotundo, todos los medios de comunicación las entrevistaron y alabaron el talento de los integrantes del cuerpo de baile. Así el ballet de la Casa de la Cultura fue llevado, por primera vez, a Quito por la maestra Kitty Sakilárides, un tiempo después Esperanza Cruz lo llevaría de nuevo. Al regreso del debut en Quito, Esperanza se separó del ballet y estudió Medicina, sin embargo, iba a todas las presentaciones de la academia. Hasta que en una ocasión se encontró con Carlos Zevallos en la calle y este le Carlos Zevallos Menéndez
contó que había una maestra rusa “y me pidió que fuera, que él me la quería presentar, me llevó y me presentó con Ileana Leonidoff, ella obró de tal manera que finalmente terminé regresando. Con la maestra Leonidoff, Carlos Zevallos tuvo una visión que la enfocó bien y que consistía en que los implementos del ballet fueran de la Casa de la Cultura, no nos pagaban sueldos, pero nosotros no pagábamos nada ni por la inscripción ni por la mensualidad, la Casa cubría todo y prestaba el vestuario –cuyas primeras diseñadoras eran las primas de Carlos Zevallos-, nuestra única inversión era el talento”. En aquella época les exigían que pasaran un riguroso examen y la maestra Leonidoff les pidió que estudiaran música. Ella ya había fundado la escuela de ballet de La Scala de Milán y su presencia en la Casa de la Cultura fue fundamental en la constitución de la escuela porque la organizó con diversos años de estudios y con alumnos-maestros formados por ella misma, que dictaba las clases con miras a formar un cuerpo de baile profesional. Después de toda una vida dedicada al ballet, Esperanza Cruz se retiró del baile a tiempo para que la gente conservara su imagen. Desde entonces dicta clases y aunque Zevallos y otros Presidentes de la Casa de la Cultura le han ofrecido que dirigiera la academia de ballet, ella nunca ha querido hacerlo porque considera que es más fácil obedecer que mandar. “En ese tiempo, en la Casa de la Cultura había una escuela de ballet, una imprenta, un teatro, un museo, una fuente de soda y un cuarto oscuro para fotograCarlos Zevallos Menéndez
> Esperanza Cruz, como Primera Bailarina de la Escuela de Ballet de la Casa de la Cultura, interpretó a Aurora en Las Bodas de Aurora, 1967, aquí junto a Jorge Córdova.
fías, él mismo las tomaba y las revelaba. Zevallos era un tipo muy inquieto y para mí su gran mérito fue el haber organizado una compañía de ballet”. 29
Carlos fue el segundo de los cinco hermanos Zevallos Menéndez y a pesar de la diferencia de edades todos eran muy unidos. Pues, entre otros principios, su padre les inculcó desde la infancia el compartir las conversaciones en la mesa y a hablar de todos los temas, incluso de política y religión. Asimismo, insistía en que se escuchara la opinión de José, el menor de los hermanos, porque también era importante. Así, los Zevallos Menéndez crecieron aprendiendo y practicando el respeto a la opinión de los demás. José, único sobreviviente de ellos, opina que su hermano Carlos “fue como un segundo padre para mí, incluso fue mi profesor; siempre se refería a mí como su `hermanito Pepito`. Desde que tengo uso de razón, Carlos estuvo dedicado a la Arqueología y, con su miserable sueldo de profesor, financiaba las excavaciones”. José recuerda que cuando surgió la idea de la Casa de la Cultura, en la calle Pichincha, su hermano Carlos dejó todo por ese proyecto, “estaba ahí desde las seis de la mañana y a veces llegaba a la medianoche. Cuando comenzó la construcción del edificio frente al Parque del Centenario, él consagró su vida a eso. Cuando Guayaquil no tenía vida cultural él trajo profesores de ballet, 30
concertistas, pianistas, etc., Carlos impulsó a la gente para que valorizara las cosas buenas del arte. Entre nosotros decíamos que la Casa de la Cultura era “su casa”, porque vivía ahí más que en la suya propia”. José cree que el cáncer que padeció su hermano fue producido por las excavaciones arqueológicas -pues la piedra caliza es silicato de calcio- y recuerda que cuando Carlos fue a Estados Unidos a operarse, él le sirvió de traductor y fue quien aceptó la propuesta del médico para experimentar con Carlos la única alternativa posible para curarlo. “Como la operación fue todo un éxito, lo llevaron a Estados Unidos para mostrarlo como un caso especial, mi hermano vivió más que el doctor que lo operó. Yo le decía: ‘el gato Zevallos’, porque después del cáncer tuvo un accidente automovilístico, luego del cual apenas podía hablar y su hija que vivía en Houston se lo llevó para allá. Carlos tenía agua en el cerebro, le pusieron “una cañería” que iba del cerebro al estómago. Mi hermano se recuperó y después de eso escribió dos libros”. Finalmente, Carlos Zevallos Menéndez murió en Quito cuando estaba haciendo un trabajo con su íntimo amigo Alfredo Pareja Diezcanseco. Al talentoso escritor le Carlos Zevallos Menéndez
llamó la atención que un madrugador como Carlos no estuviera despierto a las nueve de la mañana, entonces fue a buscarlo al cuarto y lo encontró muerto. “Este hombre consagró su vida a impulsar la cultura, fundó la escuela de arqueología y se dedicó a tratar de demostrar que la cultura Valdivia era una de las más avanzadas del continente. La mayor parte del oro que tenía el Museo de Oro de Guayaquil –y que fue robado-, fue donado por Carlos y, sin embargo, él murió pobre porque entregó todas las cosas que tenía”.
> Carlos Zevallos Menéndez consagró su vida a impulsar la cultura, fundó la escuela de arqueología y se dedicó a tratar de demostrar que la cultura Valdivia era una de las más avanzadas del continente.
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> La gráfica muestra al Dr. Paul Rivet, el científico francés que llegó hoy de Cuenca a sustentar la importante conferencia en la Universidad, rodeado de los señores. Dr. Antonio Bermeo, Sr. Obispo Auxiliar de Guayaquil, Monseñor Silvio Luis Haro, Srta. Julia Ulloa Sutil, Dn. Carlos Zevallos Menéndez, Presidente de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas; Dn. Angel Ulloa Reyes, Presidente del H. Consejo Provincial; Dn. Pompilio Ulloa, Director de LA PRENSA; y Sr. Leencio Andrade Cordero. 32
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> Carlos Zevallos MenĂŠndez junto a ados indias de la tribu "Cunas", de PanamĂĄ.
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> Carlos Zevallos Menéndes junto al Dr. Manuel Benjamin Carrión, cuando pronunciaba su discurso en el acto de inaguración de la radioemisora guayaquileña H.C.ZN.G Radio Casa de la Cultura.
> Departamento de radioemisión y control de sonido.
> 1951. Mienbros titulares de la Casa de la Cultura Núvleo del Guayas.
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> La ilusión de Carlos Zevallos Menéndez era que la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas tuviera una compañía de ballet, una orquesta sinfónica y un grupo de teatro, así cumpliría con su mayor ambición: darle un movimiento cultural a la ciudad por medio del teatro, la música, el ballet y la ópera. 36
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> Entrega del busto de Carlos Zevallos Menéndez al Museo Municipal. > Arq. Paul Palacio, autor del busto junto a la Sra........ madre de Carlos Zevallos Menéndez.
> Carlos Zevallos Menéndez soñó y plasmó para Guayaquil un Centro de Cultura donde todas las manifestaciones artísticas, literarias y científicas del ser humano tuvieran su Casa y de ella se ramificaran una serie de actividades no sólo a beneficio de la ciudad, sino para el país y aun más allá de sus fronteras. Carlos Zevallos Menéndez
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AGRADECIMIENTO A: -Ruth Garaicoa, Directora de la Biblioteca de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas. -María Antonieta Funes, Directora del Museo de Oro de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas. -Sr. Juan Zevallos -Sra. Irma Jarrín de Peña -Srta. Gisella Peña Jarrín -Sr. Jorge Sweet Palomeque
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