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Jaime Villa Pintor de vida

ROSA AMELIA ALVARADO ROCA Presidenta de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas Para hablar de Jaime Villa he de partir de la amistad, un viejo afecto que lleva muchas décadas. He de decir que quiero hablar primero del ser humano, de ese hombre de voz serena y cálida, a veces con matices de niño; de ese amigo que parece haber hecho de la vida un paisaje que viste los colores de la hierbabuena, del hombre artista que no conoce de violencias, ni peso alguno sobre sobre su pincel o su espíritu. Su obra es una exhuberante eclosión de vida, sin las asperezas de confrontaciones existenciales, acaso porque pinta desde lo más íntimo, acaso porque pinta sus sentimientos, al decir de Eduardo Solá. Recuerdo a Jaime desde los tiempos irrepetibles de Pachacámac, esa galería emblemática que fue un referente en la vida cultural de un Guayaquil apacible a fines de los ’60 ; era un lugar para el arte y desde luego para los amigos, que nos permitió la cercanía de los mas importantes maestros de la plástica: Manuel Rendón, Tábara, Theo, Ricaurte Miranda, Moré, todos llegaban a Pachacámac, como se llega a casa propia. Allí se dieron las primeras subastas de obras de arte, lo cual aún no era común en nuestro medio, mientras bebíamos un vaso de chicha de jora, bebida que nos aproximaba a lo vernáculo. Jaime Villa es el pintor de la naturaleza y de la ternura; el color en exhuberancia cromática, es un impacto telúrico donde se conjuga su esencia intimista, con el equilibrio de las formas y el espacio. Su pintura está viva, fecunda, Jaime no pinta la muerte, acaso ésta vive en otra dimensión, no en sus pinceles , mas a veces, aparenta ser alma solitaria, en un permanente soliloquio con la luz. Se dice que toda obra es la biografía subjetiva o sugerente de su autor, entonces habría que decir que la de Villa es una armonía permanente entre el artista y su creación, la belleza estética de su obra es una nacencia de su propio espíritu, donde solo aspira universalizar la ternura. No hay laberintos, ni misterios, ni códigos ocultos en la pintura de Jaime Villa, las vertientes de su creación artística se basan en lo mágico, en su fuerza cromática para pintar su espacio existencial, la ecuatorianidad desde los colores pletóricos de trópico, a los ocres y verdes del paisaje andino. Jaime pinta desde su profunda sensualidad en el verde de la naturaleza y el azul intenso del alma del hombre. Sus rostros de niños y de mujeres vienen con una carga onírica de penetrante sensualidad, acaso revestidos de una poética cromática que emana desde los ojos del artista; son rostros de lo cotidiano, del entorno vivencial de Villa revestidos de belleza connatural , de ojos muy grandes, penetrantes y expresivos, como queriendo llegar a través de ellos, a la esencia misma del individuo. Artista con el dominio de las técnicas, igual maneja el óleo como la acuarela, con fuerza y profundidad en la primera, con tibieza translúcida de agua-luz en la segunda. En la acuarela, su obra adquiere una dimensión de exquisita sensualidad, como si un pincel sutil creara imágenes que se desprenden de lo irreal, de la fantasía, en especial por las tonalidades revestidas de mansedumbre y amaneceres. Este es el Jaime Villa que tengo el honor de conocer y gozar de su amistad, y este libro que aquí presentamos es su obra, o mas bien dicho, es su vida. Que esta retrospectiva sea un testimonio de un gran artista ecuatoriano, pero por sobre todo, el espejo de un ser humano que no conoció de la soberbia, ni la mezquindad, ni las oscuras vanidades que suelen tentar al hombre, cualidades que sin duda, son tan grandes como su obra misma. Junio de 2009

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La fiesta del color esta en“La galeria” HERNAN RODRIGUEZ CASTELLO DIARIO EXPRESO Suplemento Semana -Enero 1, 1989

Hacía tiempo que no veíamos una muestra así del artista de Baños que juro la bandera albiceleste de la Perla: cuadros de formato mayor y hasta, alguno, de formato heroico, cuadros trabajados con capricho; cuadros que recorren toda la gama de posibilidades del artista. No podemos decir que la muestra está todo Villa; pero esta casi todo lo que Villa ha hecho en el último quinquenio. En el quinquenio Villa multiplico dibujos para una revista infantil que daba especial lugar a la literatura -“Caperucito”, la revista infantil de “ Meridiano”, de Guayaquil; excelente dibujante como es , aquella experiencia de varios dibujos por semana incluidos los trabajos a todo color de las portadas y de ilustraciones de poemas, enriqueció enormemente su dibujo con magia y fantasía . Dos obras de la actual muestra - acaso alguna mas- testimonian ese enriquecimiento: una deliciosa Caperucita Roja al borde de la fastuosa fiesta de rojos, carmines, verdes, azules y ocres, con arboles en trance de metamorfosearse en pájaros, y el lobo –un lobo amable y con su mohín de picardía -asomado por entre los troncos del bosque .Y un mundo de verdes riquísimos, con casa como de cuento en lo alto y con niños cabalgando un tigre o caimanes. Hay otros cuadros que conservan rezagos de anécdota .Pero en ellos ya todo se sume en el frenesí cromático. La empresa es de interpretación cromática del paisaje. Juegos de verdes obsesivos, alucinantes de encaprichada gama y sutiles gradaciones tonales, de verdes a los que se trata de escapar por rítmicos trazos de cálidos- ocres y rojos y violetas rosáceos. El verde es el color para la selva y su vegetación lujuriante, y a selva y trópico dedica el artista la mayor parte de su obra .Pero hay otro motivo paisajístico: la subida a la sierra .Cuadros con lentas y largas migraciones .En estas piezas, los verdes opulentos y profundos son reemplazados por sepias, sienas y grises. Y hay también visiones imaginativas de montes y cielos .En ellas se da una mayor profundidad .Horizontes entre montes, detrás de montes o sobre montes. En una de esas obras, de colores cálidos, el paisaje se ha convertido en pretexto para trazos ligeros de materia y rítmicos- en la parte media y gruesas texturas de color obscuro - en la parte inferior En la mayor parte de las obras, el trazo es sensual, sinuoso y rítmico; pero en unas pocas tiende a lo geométrico .Entonces el juego cromático se apoya en el contraste. Todo ello hace la fiesta del color .Una fiesta variada y rica .Una fiesta ejecutada por un virtuoso de la cromática y cuanto en un cuadro sustenta y requiere el juego cromático. De artista tan bien dotado y que tanto dominio ha logrado en estos territorios de fastuoso ejercicio cromático y matérico, lo que cabe esperar es nuevos pasos a la profundidad .En varios tramos del camino Villa los ha tentado, y de ellos ha vuelto con piezas impresionantes .No solo bellas como las de la fiesta de color que nos ha hecho vivir en “La Galería”.

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por Jaime Villa María del Carmen Altuve Julio/2009

“Yo, Jaime Villafuerte nací en Baños el 25 de julio de 1931, pero más adelante, por motivos artísticos, acorté mi apellido y adopté el de Villa. LOS INICIOS En mis pinturas están presentes los paisajes de mi infancia, pues crecí en un ambiente selvático, ya que mi abuela tenía una casa muy grande con unos cafetales de seis o siete metros de altura, a los que yo me subía para tocar los nidos de los pájaros; la vegetación de ese lugar era abundante y su verdor lo he reproducido inconscientemente en mi obra. A los 14 años perdí a mi madre, y con ella, a mi principal soporte. Entonces, me fui a vivir a Riobamba con un tío materno que se encargó de mi subsistencia, pero a los 16 decidí irme a Ambato, donde vivía mi padre. En esa ciudad conocí la obra de Aníbal Villacís, pues él colgaba sus cuadros en la vitrina de un restaurante. Sus pinturas fueron las primeras que vi en mi vida y me quedé impactado con el color y la técnica. Desde entonces, Villacís se convirtió en una especie de inspiración. En mi casa yo experimentaba y trataba de obtener el color mezclando con tierra un material plástico, por supuesto, el resultado no eran colores vivos. Un día vi que Villacís estaba en un taller encargando unos bastidores, me mantuve alerta y cuando ya estaban listos me ofrecí para llevárselos. De esa manera llegué hasta su taller, en donde él observó mi interés por la pintura y me regaló unos tubos usados de óleos para que pintara. Inmediatamente fui a mi casa y me puse a pintar. Ahí descubrí el color por primera vez. Desde entonces cuando pinto me olvido del mundo y se produce en mí un íntimo deleite, porque hago libremente lo que quiero, sin sujetarme a patrones plásticos; lo único que deseo es dejar salir lo que en ese momento siento, pues considero que la pintura es la más auténtica forma de expresión del espíritu, la más sincera, la más elocuente. Recuerdo que a los diez años ya me había familiarizado con el dibujo mientras estudiaba y trabajaba con León Vieira calcando las letras grandes y decorativas que se inscribían en las cintas de las reinas; luego, en mi adolescencia, traté de imitar los temas taurinos que había visto en Villacís y cuando estaba en el colegio Juan León Mera, en Ambato, un compañero, al que le gustaban mis dibujos -y por eso me compraba el material- consiguió que los expusiera en una vitrina, tal como lo hacía Villacís. Cuando a los 18 años ese amigo y yo perdimos el año en el colegio, decidimos irnos al Perú y aunque nuestra intención fue frustrada, la idea de salir de Ambato siguió rondándome. Convencí a un primo para irnos a Guayaquil, tomamos el tren hacia este puerto, pero el destino nos dejó en Milagro. Ahí estudié dos años y trabajé en ebanistería. Un poco más allá del lugar en donde laboraba, había un laboratorio fotográfico que exhibía las fotos en la vitrina, y como en Ambato yo había aprendido a hacer marcos, fui a ofrecer mi trabajo a ese estudio; después de un tiempo aprendí a pintar fotografías y solo me dediqué a eso. Como ya tenía algunos cuadros realizados, le propuse al dueño colgarlos en la vitrina, así fue como Humberto Moré los vió y le llamaron la atención, desde ahí nos hicimos amigos; después, él me presentó a Rafael Parducci, a quien le gustaba vernos pintar juntos, a Moré y a mí. Un día Rafael me recomendó que estudiara en la Escuela de Bellas Artes en Guayaquil, para lo cual

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me consiguió un trabajo en esta ciudad. En Bellas Artes mis estudios duraron solo dos años, pues, como ya me consideraba un pintor, el proceso en la escuela me parecía muy lento y yo estaba urgido por dedicarme a trabajar en mis obras. PRIMERAS EXPOSICIONES Luego surgió una oportunidad laboral como dibujante para una fábrica que hacía banderines y portadas de discos, en esa empresa me dediqué por completo al dibujo. Después trabajé, también como dibujante, en una importante empresa de publicidad: Publicitas. Y gracias a que ya tenía ingresos pude comprar óleos y dedicarme a pintar. Empecé a vender mis cuadros y así me dí a conocer. Un día decidí enviar una pintura al Salón de Octubre, de la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas, y aunque no gané un premio sí recibí muy buenas críticas sobre mi obra. Más tarde conocí a José Guerra Castillo, quien me motivó a que siguiera pintando y se ofreció a organizar una muestra de mis cuadros en la Casa de la Cultura Núcleo del Guayas. En ese espacio tuvo lugar mi primera exposición en el año 1961. A esta exhibición de mi obra le siguieron otras importantes, como la del Centro Ecuatoriano Norteamericano, la de la Alianza Francesa, la de la Galería Contémpora, entre otras; después en Quito, en La Galería y una exposición memorable en el Museo del Banco Central del Ecuador. Con el transcurrir de los años tuve la oportunidad de exhibir mis pinturas en Estados Unidos, Perú y México. EL DOMINIO DEL COLOR La mayoría de los críticos se impresionaron con mi uso del color e hicieron comentarios muy favorables, pero, entre otros, recuerdo especialmente el del maestro Eduardo Solá Franco, el cual fue muy interesante porque destacaba mi conocimiento y manejo del color, del dibujo y de la composición. En realidad, en los primeros tiempos, yo quería conseguir los efectos que había visto en las obras profesionales y, como no poseía conocimientos, tuve que experimentar con el color todos los posibles resultados. Ahora, cuando pinto, surgen colores sin que yo me lo proponga y ya no me preocupo en pensar en el por qué de esos verdes y azules tan característicos de mi obra. Tal vez, como muchos opinan, el color se ha convertido en el gran protagonista de mi pintura y él me ha permitido reproducir con ternura y con fuerza los paisajes de la sierra, de la costa y del oriente de esta tierra que tanto amo. Entiendo que me gustan los colores fríos, porque –como comentó Hernán Rodríguez Castelo en un artículo- son los de las plantas y vegetales que vi en mi infancia, pero también me siento muy cómodo con los cálidos porque significan vida; y es verdad que uso poco el negro y el café. Creo que todos los colores pueden ser vida, solo depende de cómo los maneje. Con respecto de la técnica, me siento más cómodo con el óleo porque se presta a correcciones, en cambio, la acuarela es una técnica urgente, en la que no hay opción a modificaciones y, tal vez, es más difícil, más bien de momentos especiales. Yo tengo acuarelas que, todavía, no sé cómo pude hacerlas y dudo que se vuelvan a repetir.

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OTROS PROYECTOS Después de Publicitas pasé a Norlop y tal vez ahí empecé a hacer una publicidad más seria porque logré aplicar el arte a un fin publicitario. También ilustré durante un tiempo algunos cuentos infantiles que salían publicados en la revista “Caperucito” del diario Meridiano, de Guayaquil. En 1967 viajé a los Estados Unidos, invitado por el Departamento de Estado, en una gira de observación artística por distintas ciudades de ese país. Y más tarde, en 1975, con el mismo motivo fui a Israel, así como también para supervisar la pintura de mis diseños en el exterior de los aviones de Ecuatoriana de Aviación. En diciembre de 1969, junto a Inés Villamar, mi compañera, creamos Pachacámac, una galería de arte que marcó la actividad cultural en Guayaquil. Ahí expusieron renombrados artistas plásticos del país, y también internacionales. Obviamente, en ese espacio también se exhibieron mis obras, de las cuales conservo la mayoría, pues hay pinturas a las que quiero mucho y aún las tengo conmigo, porque son cosas irrepetibles, casuales, milagrosas y otras personas, quizá, no se darían cuenta del brochazo, del trazo y del color. En todos estos años no he dejado de pintar y de exponer, de jugar y de expresar con el color, de soñar con formas que cobraron realidad en las telas, de experimentar con diferentes técnicas. Soy de Baños, pero he dejado una parte de mí en Guayaquil, pues en la Av. Carlos Julio Arosemena y Las Monjas instalé un mural que me solicitó la Municipalidad de Guayaquil. Sin afán de criticar ni de ser polémico, creo que otros artistas de mi generación, además de mucho trabajo y calidad, han tenido, también, suerte. Pues conozco a artistas que pintan lo que venden, pero, en realidad, un verdadero artista a veces vende lo que pinta. Y en mi caso, no creo pintar lo que es fácil de vender, sino lo que a mí me gusta. Tampoco me he preocupado mucho de lo que hacen otros bajo el concepto de pintura moderna, no quiero jamás hacer el papel de crítico -felizmente, en mi época todavía no aparecían las instalaciones y todos esos caprichos modernos a los que no les encuentro el sentido-. Yo solo he buscado experimentar con el color y con distintas técnicas, y me he preocupado de mi trabajo y de dejar aflorar en mis telas lo que siento, lo que me satisface, lo que me sale del alma”.

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ESTA MI TIERRA LINDA - CON PAJAROS - 1989. Oleo 156-1.

ESTA MI TIERRA LINDA - CAMINO VIEJO Oleo 39-45. 16

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ATLAS MONTAÑAS. 1985. Oleo 159-1.

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DON SU CANOA Y EL RÍO. 2004. Oleo 21-45.

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ALREDEDORES DE QUITO. Oleo 27-45.

LA CASCADA MILAGROSA. 1989. Oleo 4-1. JAIME VILLA 19


INGAPIRCA. Oleo 22-45.

ESTA MI TIERRA LINDA -TOSAGUA-. Oleo 45-45.

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EL HOMBRE, LA BALSA Y EL RIO. 1970 Oleo 5-3. JAIME VILLA 21


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ESTA MI TIERRA LINDA - EL GALLO AZUL Oleo 10-45. JAIME VILLA 23


LA CATEDRAL. 1960 Oleo 101-1. 24

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ESTA ES MI TIERRA LINDA - CAMINO A LA SELVA-. Oleo 12-45.

HABIA UNA VEZ. 1965. Oleo 149-1. JAIME VILLA 25


LA CARRETILLA DE BARRIO. 2005 Acuarela 1000-1.

PAISAJE INNOLVIDABLE. 1983 Tempera 37-1. 26

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ESTA ES MI TIERRA LINDA - CALIDO PAISAJE Oleo 11-45.

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ISLAS ENCANTADAS Oleo 2-1.

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CIUDADELADERAS Tempera 6-3.

LLEGANDO A CASA Oleo 44-45. JAIME VILLA 29


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LAS VAQUITAS SON AJENAS 1991 Oleo.

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CERCA MUY CERCA DE CUCHITAMBO Oleo 7-45.

EL VALLE DE LAS PALOMAS Oleo 60-1. 32

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CERCA DE CASA Técnica mixta 14-6.

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PAISAJE GRIS Oleo 29-45. 34

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LA IGLESIA DE CUCHITAMBO Oleo 6-45.

ALREDEDORES DE QUITO Tempera 96-1. JAIME VILLA 35


ALEGRE PAISAJE. 1983. Témpera 77-1.

RECINTO VUELTA LARGA Oleo 15-45. 36

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CIUDAD DE LAS ALTURAS.1989. Técnica mixta 6-6.

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EL ARBOL DE MI CASA YA NO ESTA TRISTE. Témpera 11-3.

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EN LAS MONTAÑAS. Técnica mixta 16-3. 40

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VILLAMIL CALDERON, ESQUINA. 1960. Témpera 4-6.

EL HOMBRE DEL CABALLO BLANCO. 2002. Témpera

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MI GALLO CARUSO. 1960. Oleo 8-45.

EL MAYORAL. Oleo 16-45. 42

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VUELO AZUL. Oleo 2-45.

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FLORES Y PAJAROS. Témpera 111-1.

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VUELO AZUL. Témpera 119-1.


EN LAS ALTURAS Técnica mixta 46-1.

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ESTA MI TIERRA LINDA. Témpera 9-3.

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MADRE TIERRA. Oleo 3-45.

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LOS QUE SE VAN. Oleo 1-6.

CAMBIO DE CHOZA. Oleo 43-45.

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LOS QUE ESPERAN. Tépera 137-1.

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EL BARRILETE. Oleo 31-45.

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TORO CON COLCHA. Oleo 3-3.

LAS COMADRES. Oleo pastel.

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AQUI ENTRE NOS. Acuarela 116-1.

ELLOS TAMBIEN SE VAN. Témpera 10-6. 54

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HERMANAS COROZO. Oleo 23-45.

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DANZA EN ROJO. Oleo 42-45.

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TAMBIEN SE VAN. Oleo 141-1.

EL LARGO CAMINO DE LA PLAYA. Oleo 26-45. 58

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LA FIESTA DE LOS PRIOSTES. Oleo 13-45.

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PESCADORES (REPRODUCCION). Oleo 22-3.

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LA CARRETA. Oleo 15-1.

COMPARSA DE LOS GENERALES. Témpera 13-3.

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AMOR DE MADRE. Oleo 154-1.

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Acuarelas

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EL PARQUE DE LOS RECUERDOS Acuarela 23-3.

RECINTO PROGRESO. Acuarela 47-45. 64

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EL DUEテ前 DEL BANANO. Acuarela 86-1.

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EN LAS ALTURAS A CABALLO. Acuarela 76-1.

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Y VOLO AL CIELO. Acuarela 9-6.

GALAPAGOS. Acuarela 12-3. JAIME VILLA 67


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