Vortex

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v o rtex Antonio BolaĂąos


Universidad Católica de El Salvador Licenciatura en Diseño Gráfico Publicitario Diseño Editorial A, bajo la cátedra de Luis Tobar Antonio Bolaños, 2019 Fotografía por Antonio Bolaños Modelo: Marcelo Quan Impreso en El Salvador


Capítulo 1

Frustración



Era un día opaco como de costumbre. Los carros no avanzaban, la gente caminaba rápidamente de regreso a sus casas antes de que empezara a llover y, con un fuerte viento, Isak, un joven de 24 años emprendía su camino de regreso a casa después del trabajo de tiempo completo que había conseguido hace poco. Isak era alto, delgado, de pelo castaño, le gustaba usar camisas manga larga para vestirse y detestaba su trabajo. Lo odiaba y desgraciadamente no podía separar su vida laboral con la familiar. Cada vez que llegaba a casa era para discutir con cualquiera que se le cruzara. Era algo tan cotidiano que su madre ni se molestaba en contestarle por lo que Isak terminaba buscándola para poder terminar lo que estaba hablando. Luego de varios minutos, Isak logró llegar. Entró agotado y, como siempre, su madre le saludó amigablemente. Isak respondió solo con un gesto. Siguió caminando dentro de la casa y dejó su maletín en el escritorio viejo que tenían en la cochera. Estaba terriblemente cansado y se fue a su dormitorio directamente. Se acostó y sin sentirlo se quedó dormido. Pasaron las horas y se hizo de día. —¡LAS OCHO! ¡SON LAS OCHO! —dijo Isak. —¿Qué es toda esa gritadera? —replicó su madre. 7


Isak rápidamente entró al baño y empezó a alistarse. Mientras se bañaba se dio cuenta que, por la prisa, olvidó agarrar su toalla. —¡Mamáaaaaaaa! —gritó Isak— ¿Me pasas la toalla? Es que olvidé agarrarla —continuó. —¿Qué pasó? —respondió su madre. —NECESITO UNA TOALLA. —¿Cuál quieres? —LA BLANCA. —¿CUÁL? —LA BLANCA, MAMÁ. —Ay hijo, no te entiendo. Isak nunca recibió la tan deseada toalla y luego de muchos intentos para llamar la atención de su madre decidió salir así, tal cual. Agarró ropa que había en el suelo para cubrirse y así caminó hacia su dormitorio otra vez. Al terminar de cambiarse, se preparó para encarar a su madre. Y mientras caminaba molesto hacia la sala, dónde usualmente la encontraba en las mañanas, le iba llamando alzando su voz. Al llegar no encontró a nadie. Isak estaba muy sorprendido, pero no dejó que esa sorpresa lo bloqueara de su misión: iba a hablar con su madre. Siendo una persona tan terca y problemática, por un momento le dejó de importar el hecho de llegar tarde a su trabajo. Isak no concebía la razón de tal sabotaje. “Sabotaje”, así lo consideraba, aunque en su interior sabía que si se hubiera levantado más temprano nada de ésto hubiera sucedido. Isak caminó por toda la casa y no encontraba a su madre. Fue a los dormitorios, al jardín, a la cocina, a la cochera y no había rastros de ella. 8


De repente, escuchó un ruido muy fuerte proveniente de la calle. Para su sorpresa, alguien había chocado. Isak salió rápidamente y se extrañó un montón. Para su sorpresa, la calle estaba extremadamente sola y lo único que había era un pickup que acababa de chocar. Era gris, le salía humo y desgraciadamente estaba estampado contra la pared. Isak no dejaba de sorprenderse ya que vivía enfrente de una vieja escuela donde abundaban los vendedores ambulantes y ninguno de ellos estaba por ahí. Ni siquiera el presunto conductor del vehículo estaba cerca: había desaparecido, así como todas las demás personas. Isak volvió a entrar a su casa y cayó en cuenta que por estar buscando a madre y por salir a la calle había perdido demasiado tiempo e intentó llamar a su compañero de trabajo para disculparse por la tardanza. No recibió respuesta. Intentó, luego, llamar a las oficinas del trabajo en sí. No le contestaban y ya que no podía permitirse atrasarse más, agarró su celular y escribió un mensaje: “Lo siento por el atraso. Tuve varios inconvenientes, pero ya voy de camino”. La discusión con su madre tendría que esperar hasta que la volviera a ver. Y así, pues, Isak caminó hacia la parada de buses y se dispuso a esperar su transporte. Inevitablemente, en su espera, el recuerdo del automóvil que se había estrellado contra la pared invadió su mente. De un momento a otro su cabeza estaba llena de preguntas. ¿Cómo fue que el conductor perdió el control? ¡No tenía ningún sentido! Era como si deliberadamente había decido ir hacia ese lugar. Y su madre… ¿qué fue de ella? ¿Acaso fue a comprar verduras al mercado y se le olvidó llevarle la mentada toalla? ¿Y TODAS LAS DEMÁS PERSONAS? ¿A DÓNDE ESTÁN? Según recordaba, no era un día festivo. No era asueto. No era un día libre. 9


No había ninguna razón para que todas las personas no estuvieran por ahí pero al final, no tenía idea. No se le ocurría ni la más mínima explicación lógica para todo el asunto. A todo esto, Isak se dio cuenta que había estado divagando por como 15 minutos y no había pasado ningún bus. Tampoco había nadie más que él en la parada. Usualmente siempre tenía a dos o tres personas ahí e indudablemente le hacían falta ese día. —Ni modo—exclamó. Seguidamente caminó hacia otra parada pensando que quizá estaba bloqueado el paso. Sin embargo, allí le pasó exactamente lo mismo. Frustrado, y sin importarle cuánto pudiera tardar, decidió ir caminando al trabajo tomando la ruta que suelen llevar los buses por si acaso en el camino pasaba alguno.

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Capítulo 2

CAOS



Las calles estaban desoladas y tan llenas de desconcierto y confusión que harían cuestionarse a cualquiera si todo aquello era real. Nada parecía normal y sin importar por dónde se mirara, estaba todo fatal. Estaba todo muy mal y, así como vio afuera de su casa, había una gran cantidad de carros en la misma condición del pickup: algunos estaban estrellados entre sí, otros se habían subido a las aceras y los demás estaban parados a media calle. Todos estaban sin conductor. En aquel lugar tampoco había ninguna persona excepto Isak y, en medio de su desconcierto, suspiró y siguió caminando hacia su trabajo. Al llegar, no encontró nada diferente a lo que ya había visto en todo el camino. Sin sentirlo, se encontraba enfrente del rótulo de “cerrado” que miraba diariamente con la diferencia de que ahora lo miraba unas horas más tarde de lo usual. —Al menos no me descontarán nada por llegar tarde —pensó Isak en voz alta. Así que, al ser el primero en llegar y sin comprender muy bien toda la situación, Isak sacó las llaves del establecimiento y se dispuso a abrir tal lugar. Ahí tendría dónde sentarse para poder reflexionar sobre lo que estaba pasando. Y así fue. 13


Colocó la llave en el cerrojo, giró su muñeca y empujó la puerta. El lugar estaba oscuro como siempre. Encendió las luces y todo el equipo. Y se sentó a esperar. ¿Qué cosa? ¿A quién? Ni él sabía. Empezaba a comprender que estaba verdaderamente solo, simplemente se negaba a aceptarlo. Isak agarró nuevamente su celular y llamó nuevamente a su compañero decidido a comprobar que las cosas no eran como se las estaba imaginando y que solamente estaba siendo extremadamente paranoico. No obtuvo respuesta. Isak no supo qué otra cosa hacer más que seguir intentándolo. Llamó y escribió a sus amigos, a miembros de su familia, a sus ex-compañeros del colegio y de la universidad y nadie parecía estar. Nadie respondía. ¿Estarían dormidos? ¿Sin su celular a la mano? ¿Sin Internet? ¿O acaso se habrían desaparecido también? No podía ser así nomás. Isak se la había pasado toda la vida burlándose sobre el hecho de que la gente alguna vez tomó como válida la teoría de la generación espontánea y ahora él empezaba a creer en una versión inversa de la misma: en una desolación espontánea. ¡Eso no podía sonar peor! “Desolación espontánea”. ¿Qué sentido tiene eso?

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Capítulo 3

DELIRIOS



¿Qué se puede hacer si estás solo? ¿Isak lo estaba realmente? Y si fuera así, ¿por qué está vivo? ¿Para qué está vivo? ¿Acaso tiene algún valor extra? ¿Hay algún propósito? ¿Necesita hacer algo antes de partir como los demás? ¿Y si solo es paranoia? ¡No puede serlo! Ya pasó mucho tiempo, no hay nadie. No hay respuesta. Se busca y no se encuentra. Solo. Está solo. No hay ningún ser con vida más que él. No hay perros. No hay gatos. Tampoco se escuchan las aves cantar. Sí está solo. Muy solo. La idea de que encontrara a alguien en el trabajo se había esfumado. No tiene a nadie. No está la señora que vende comida cerca de su trabajo. No está su compañero, ni su madre o amigos. Tampoco está el señor motorista. No puede tomar un bus de regreso a casa. Si quiere ir de regreso tendría que caminar todo otra vez y es un largo camino. Es perezoso. ¿Qué harían los demás si estuvieran solos? De pequeño recuerda haber tenido esa conversación con sus amigos. “Yo iría a una tienda de ropa y tomara todo lo que me gustara”. “Yo agarrara comida de los supermercados”. “Nombre, loco. Yo fuera a una tienda de artículos de tecnología y agarrara una computadora nueva”. Tantas opiniones distintas y la de Isak era que se quedara en casa durmiendo. Ni siquiera estaba cerca de ella para poder cumplir lo que alguna vez dijo de pequeño. Estaba lejos. 17


Debía caminar mucho. Todo el recorrido otra vez. ¿De verdad habrá un propósito con él? Quizá ni tiene valor; para lo único que servía era para molestar a su madre. Para discutir con ella. Es desgarrador. Siente un gran vacío. Isak tiene el impulso de ir corriendo de regreso a casa pero el simple hecho de tardar tanto para tener su “lugar seguro” otra vez no le terminaba de agradar. Ahora todos los lugares son seguros. Eso cree. Si no hay nadie más que él, ya no hay moral. Se acabó. Puede ir a donde quiera, cuando quiera. No, no es así. No es una persona mala. Quiere hacer las cosas bien aunque no lo miren. Eso había aprendido. Aunque no hubiera nadie para señalarlo, no podía ir a robar simplemente. Quería ir a casa. Estar sentado en su típico asiento del trabajo le estaba poniendo mal. ¿Está pensando de más? Pero si solo se quedaba en casa, en algún punto se quedaría sin comida. ¿Estaría vivo todavía? ¿La disque “desolación espontánea” se lo habría llevado también? ¿Qué es lo que busca? ¿Qué es lo que desea? ¿Tendrá miedo? Todas estas cosas eventualmente cambiarán y desaparecerán, a medida que pasa el tiempo. ¿Cómo se define Isak? ¿Cómo se siente? Inútil. No sirve de nada. Lo único que hacía era levantarse, pelear, irse al trabajo y regresaba a dormir. Ya no tiene con quién pelear. El trabajo que odiaba dejó de tener sentido. ¿Por qué trabajaría para alguien que ya no está? Ni siquiera tiene cosas qué hacer. No tiene pendientes. Todos los días su jefe le encargaba misiones bien específicas. No está su jefe. No está su compañero. No está su madre. Está perdido. ¿Qué hacía todavía en el trabajo? Ni le gustaba. Nadie le va a pagar. Ahora la comida es gratis. La puerta de los supermercados está abierta. 18


Todo lo que pueda agarrar. Y lo que no, en la segunda vuelta se va. O en la tercera o en la cuarta. Las que sean necesarias. ¡No! Está cambiando. Solo han pasado un par de horas. ¿Horas? Ya pasaron días. Sigue en el trabajo. No puede dormir. Es una sensación fuerte la que siente. Tampoco se ha bañado y apenas ha comido. ¿De dónde sacó la comida? No pudo resistirse a la tentación. Se siente fatal. Odia lo que hizo. Odia sentirse solo. Desea fuertemente ir a casa. ¿Está feliz de estar vivo? No tiene a nadie con quién compartir. ¿Qué quiere? ¿Cuál es su motivo de estar vivo? ¿Qué va a hacer? Quizá en casa logre dormir. Debería caminar. Isak se dirige a su casa y, en el trayecto, su mente se empieza a llenar de planes para estar con los demás. Pudiera buscar una alberca y tratar de ahogarse o bien, una cuerda y atarse el cuello. ¿Y si busca alguna sustancia corrosiva y la ingiere? La idea de estar con los demás le agrada, aunque no tanto la forma de lograrlo. De verdad quiere estar con los demás. ¿Así estaría con ellos? Nadie se lo puede asegurar. Isak se logra controlar. No vale la pena arriesgarse. ¿Y qué pasa con su misión? ¿Alguna vez tuvo alguna? Es un inútil bueno para nada. Isak camina y camina hasta que llega a casa. Todo sigue igual a cómo lo dejó. Tiene hambre y sueño. Es más sueño que otra cosa. Está agotado. Necesita cambiarse y tomar una ducha. Se dirije a su dormitorio y va al baño. Se olvidó de la toalla otra vez. —¡MAMÁ! —gritó. Recuerda que ya no está y le brota una lágrima. Isak sale del baño, se dirige a su dormitorio para cambiarse. Tal cual pasó en el día que lo perdió todo. Isak no tolera pensar en eso. Su existencia no tiene sentido. ¿Lo tuvo alguna vez? Se ha tratado de 19


convencer que hay un propósito para él. ¿Y si no? Isak definitivamente necesita dormir. Está perdiendo la razón. Necesita recuperar la cordura. Por supuesto que hay una razón para que esté vivo. ¿Y si debe algo? ¿A quién se lo debe? ¿Tendrá que hacer algo antes de que mágicamente se esfumezca como todos? Isak se arropa. Le cuesta conciliar el sueño. Se niega a quedarse dormido. Su mente no lo deja en paz pero su cuerpo simplemente no aguanta más. Al fin y al cabo, ha estado en completa soledad y solo quiere escapar de su realidad. Desea olvidarse de todo y volver a comenzar. Quizá, de esa manera, su mente vuelva a callar. Sus ojos se empiezan a cerrar. Fuera luces. Ya es tarde. Es muy tarde. DEMASIADO TARDE. Cae en un profundo sueño.

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Capítulo 4

OSCURIDAD



Truenos y relámpagos. Hay una gran tormenta afuera. El ambiente está tenso e Isak siente una gran presión en su pecho. Se está bañando y, de la nada, escucha una voz familiar. Una voz femenina que le habla a él. Una que ya había escuchado antes, una que le destrozaría el corazón. —¿Cuál quieres? Era la voz de su madre. ¿Cómo podía ser posible? ¿Había regresado de dondequiera que había ido? —¿Cuál quieres, hijo? —volvió a insistir. —No te entiendo —replicó Isak. —Me pediste una toalla —respondió su madre. Isak se quedó atónito y por un par de segundos no supo qué hacer, qué decir, cómo reaccionar... No lo pensó más y salió lo más rápido que pudo. Poco le importó no tener nada con qué cubrirse. ¡Era su madre! La mujer que había pasado cambiándole los pañales durante sus primeros años de vida. Verlo así, “al natural”, no era nada nuevo para ella. Isak casi se desliza por la rapidez con la que se movía. Parecía que estaba apunto de ganar una competencia. Había llegado el momento del sprint. 23


Llegó a la sala y una sensación de vértigo se apoderó de él. Estaba viendo a su madre y no podía acercársele. Intentaba caminar hacia ella y la distancia entre ambos era siempre la misma. No lo podía comprender. Intentó correr otra vez. No se movía del mismo lugar. —¿Mamá? ¡Mamá! ¡Hey! ¡Mamáaa! —gritaba Isak desesperado. Por más que intentara acercarse no podía lograrlo. Su madre empezaba a parecerse a una estatua. Cada vez más estática y junto a ella se empezaban a ver otras siluetas. Eran figuras que ya conocía. ¡Ya las había visto! Era su compañero del trabajo, su jefe y también estaba su amigo de toda la vida. Todos en la misma condición que su madre: estaban pálidos y tan rígidos que parecían hechos de roca. Y allí fue el llanto y el crujir de dientes de Isak. Desconcertado, se encontraba al borde de un enorme precipicio que había aparecido inesperadamente y que lo separaba de todos los seres que conocía. Una repentina neblina se manifestó y fue ocultando cada silueta que miraba una por una hasta que solo quedó él. Una luz cenital ilumina a Isak, quién estaba helado por todo lo que había presenciado. No comprendía nada de nada. La neblina lo está cubriendo a él también. La luz empieza a parpadear hasta que se apaga.

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CapĂ­tulo 5

Angustia



Isak abre los ojos. Está sudando helado y le cuesta respirar. Siente que se está asfixiando. Debe procesar todo. Siente su corazón en la boca. Éste palpita a una gran velocidad con una fuerza sin igual. Tiene una sensación repentina de miedo intenso. Su pecho le incomoda. Presenta una sensación de hormigueo en todo su cuerpo. Isak se siente fuera de sí mismo. Acababa de perder nuevamente a todos sus conocidos. Lo vivió dos veces. ¡Fue solo su mente! No fue real. ¡Claro que sí! Los perdió en serio. Aunque solo una vez. No puede cambiar eso. La sensación de extrema soledad lo invade otra vez. Quiere ir con ellos. Es su anhelo más grande. ¿Cómo lo pudiera lograr? ¿Puede provocar su prop-? ¡No! ¿Cómo ha llegado a este punto? ¡Está desesperado! No tiene idea de qué hacer. Está lleno de incertidumbre. Tiene miedo. ¿Será bueno sentirse así? Se siente triste, abandonado, desechable... está sufriendo. Isak odia sentirse solo. Odia sentirse como un fracaso. Odia el sufrimiento. Desea más que nada encontrarse con los demás aunque, honestamente, eso probablemente sea una causa perdida. ¡Espera! Debería darse por vencido. ¡No van a volver! ¡Que abra los ojos de una vez! ¿Acaso cree que puede cambiar el rumbo de las cosas? Quizá si es un fracasado después de todo. No puede hacer nada. No puede lograr nada. 27


No va a ver a nadie más. Nunca. Jamás. Ha perdido el control. Ya no tiene esperanza. Ya no hay interés. No hay motivación. ¿Qué va a hacer? Si en verdad había un propósito para que estuviera vivo ya le había dejado de importar. ¿Qué sentido tenía? Isak había comprendido que estaba destinado a pasar sus días solo. ¿Y ahora qué? ¿Se va a quedar llorando toda el día? ¿No tiene algo mejor que hacer? ¡Que se invente algo! Seguro se le puede ocurrir alguna cosa. O sea, pasa mucho tiempo sin hacer nada. Isak sigue en su dormitorio. Sentado. Decide recostarse otra vez y mira al techo de su habitación. Llora. Las lagrimas brotan de sus ojos. Cierra sus ojos y se prepara para volver a dormir. Se siente agotado. No puede dormir. Es inútil hasta para eso. Lo odia. Intenta acomodarse varias veces pero no consigue estar a gusto. Gira su rostro y mira los peluches con los que jugaba de niño. Tiene una repisa completa. Nunca se deshizo de ellos. El vínculo afectivo era muy grande como para tirarlos. Son osos. Es una familia completa de osos. Estaba Papá Oso, Tío Oso, Tía Osa, los Ositos Hijo y Mamá Osa. Mamá Osa era su favorita. Fue la primera que tuvo, de hecho. Todos fueron regalos de su madre. —Mamá —dijo Isak, de forma melancólica.

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CapĂ­tulo 6

Apego



Isak se levantó de la cama y se secó las lágrimas con su antebrazo. Se acercó a la repisa y tomó a Mamá Osa. Al momento de agarrarla todos los recuerdos que tenía con ella regresaron a su cabeza. Desde hace mucho tiempo que no se sentía como se estaba sintiendo en ese momento. Al menos sus peluches no lo habían abandonado. Al menos ellos no. ¿Abandonado? No es que los demás lo hicieran. Isak está exagerando las cosas otra vez. JAJAJAJA POBRE INFELIZ, ¡ESTÁS SOLO! Date cuenta, porfa. Espera, no puede ser. ¡No puede! Es que- no lo puedo creer. E-es increíble, la verdad. La mentada osa lo tiene cegado. ¿Tiene esperanza otra vez? Isak ya lo había superado. ¿En serio recae en ésto otra vez? Lamentablemente si. Isak no deja de ver a Mamá Osa. Ha encontrado apoyo en ella. ¿Es su amiga? ¿De verdad la considera como tal? Es solo un poco de algodón sintético con forma y nada más. ¡Sorpresa! No puede escucharte. No te va a hablar. ¿Qué es lo que pretendes? —¿Sigues acá, huh? —dijo Isak. La cara de Isak había cambiado. Se notaba diferente. Realmente se sentía mejor. ¿Un simple peluche bastaba para que todo en él cambiara? O quizá no es el peluche en sí. Son los recuerdos. 31


Es la necesidad de conexión que no es necesariamente recíproca para tener un significado extraordinario en la vida de Isak. ¿Tiene problemas, no? Eso creo. El pobre necesita compañía. Isak caminó hacia la sala con el juguete en sus manos. Busca el sofá y se sienta en él. Toma el control del TV y la enciende. Busca entre los diferentes canales. Ninguno tiene señal. Suspira. Enciende el DVD y la película que algún día había dejado a medias empieza a reproducirse. Un niño está cantando y se puede apreciar que hay caos detrás de él. Fuego, llamas y personas corriendo. El niño está calmado pese a todo. Continúa con la canción. Y así estaba Isak, con Mamá Osa en sus brazos en una atmósfera melancólica apoyada fuertemente por la película que estaban viendo. ¿Estaban? ¿En serio? Sea como sea, la relación que alguna vez tuvo con ella de pequeño volvía a aparecer. Ya no se sentía solo. Tenía a una amiga.

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Capítulo 7

SAQUEO



Han pasado varios días y no se despega de la osa. ¿Por qué no se ve bien? Isak se toca el brazo izquierdo. Le duele. Hay muchas botellas vacías de cerveza tiradas por todo el suelo. Isak está sentado, con su nuca hacia atrás y está furioso. ¿Con quién está molesto? ¿Con su peluche o consigo mismo? —¿Me quieres explicar ésto? —dijo Isak, viendo a Mamá Osa. Sorprendentemente no obtuvo respuesta. ¿Quién lo diría, no? Isak no para de hacer movimientos exagerados mientras habla. Está molesto, en serio molesto. —Esas botellas eran mías. ¿Lo sabías no? —continuó. ¿En serio cree que su peluche se las tomó? O sea, ¡su peluche! ¿Tiene vida propia ahora? Isak está mareado. Obviamente él se tomó las botellas y si de por si no tenía mucha cordura, hoy mucho menos. No se pudo resistir. ¡Son gratis! ¡Todas las que quiera! Lo único que debe hacer es ir a traerlas. Isak de verdad que es perezoso pero por un par si se echa la caminada. Terrible. Antes no era así. ¿Será que busca llenar algún vacío? ¿Y dónde deja a Mamá Osa? Es un peluche. ¿Cómo se va a sentir bien con ella? Muy dentro de sí sabe que la relación unidireccional que 35


tiene con su juguete de la infancia no llena nada. Isak no planea dejar las cosas así. El vicio está fuerte. Necesita tomar más. Siente la obligación de saquear otra tienda. Isak apenas y puede moverse pero el deseo domina su cuerpo. ¿Cuándo va a parar? —Si querías un par también te las hubiera traído. —mencionó Isak— Solo tenías que haberme dicho. Suspiró y miró fijamente a Mamá Osa. Sigue hablando con movimientos exagerados y su voz empieza a aumentar de volumen repentinamente. ¡Está gritando! —¿Entonces qué? ¿Piensas alistarte o no?—continuó— ¡Vamos a traer más, pues! Pero apúrate que yo ahorita voy a salir y no pienso esperar a nadie, eh. Isak se levantó de golpe y se llevó las manos a la cabeza. A duras penas logra mantener el equilibro. Se acaba de dar cuenta de algo. Se empieza a reír. —¡Ya estás lista! ¡Lo siento! Se restriega los ojos con su mano derecha, bosteza y se estira. Toma a Mamá Osa con ambas manos, estira sus brazos y la mira de frente. Mueve su cabeza a hacia un lado y abre más los ojos. Le cuesta hablar, lo hace muy pausado. —¿Cuántas quieres tú? ¿Solo 1? ¿Segura? Yo quiero 5. Bueno, es normal que no quieras más. ¡Te tomaste todas las que tenía por aquí! Te pasaste, la verdad. Mala onda. 36


Isak salió de casa y agarró rumbo hacia la tienda. Lleva a Mamá Osa sobre su pecho. Mira el cielo y está gris. Va a llover otra vez. Se siente en el aire. Isak sabe que debe apresurarse para que el agua no lo agarre a medio camino. —¡Vamos, pues! ¡Rápido!—decía Isak acelerando su paso mientras miraba su preciado peluche. Luego de caminar un rato, Isak llegó a la tienda junto a Mamá Osa. Estaba listo para saquearla una vez más. Entró por una ventana. El lugar estaba oscuro. Estaba lleno de polvo y se podía ver una que otra telaraña y así, también, las botellas que tanto deseaba. ¡Era una cantidad enorme! Isak había encontrado, según él, una mina de oro. —¡Eso es! —exclamó Isak. Y dicho eso Isak agarraba una botella y le quitaba la corcholata, con total maestría, únicamente golpeándola con una mesa improvisando así un destapador. Hasta parecía que llevaba días sin beber ni siquiera un poco de agua porque más tardó en abrir la botella que en acabársela. Se secó los labios con su mano y tomó las seis botellas que había dicho: cinco suyas y una para Mamá Osa. Y como pudo, se subió a la ventana otra vez. Por la misma prisa de llegar pronto a casa, para no mojarse por inminente lluvia, no se fijó bien y puso mal los pies mientras atravesaba la ventana y cayó sobre algunas botellas. La mayoría se quebraron y una de ellas terminó hiriendo a Isak. —¡Maldición! —gritó. 37


Pese a costarle, Isak logra ponerse de pie. Mira el lugar del golpe. Está sangrando aunque solo un poco. Le arde pero no tiene de qué preocuparse. Isak siente un repentino dolor en la cabeza que le hace tambalear. Coloca su mano sobre ella con un gesto de gran sufrimiento. Pierde el equilibrio y cae en dirección a la ventana de dónde acababa de salir. En el viaje que hace antes de impactarse, comienza a ver una serie de imágenes de todo lo que había vivido en los últimos días. Las imágenes pasan rápido. El ambiente empieza a cambiar a través de parpadeos, que se hacen más rápidos entre sí, a medida de que se acerca más a la pared. Isak cae en una silla. Hay muchas personas uniformadas que intentan detenerlo. Lo sostienen con una gran fuerza.

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CAPÍTULO 8

Ostinato



Isak se encuentra en una habitación cuadrada pintada de un solo color. Hay una luz sobre él, tal como en su sueño, solo que ahora ha dejado de parpadear y, además, hay tres personas que están enfrente suyo. Visten una cubayera y pantalón azul marino. —Creo que necesita otra —exclamaba una de las personas que se encontraban en el lugar. —Ya voy —le respondía otro. Isak estaba perplejo. Su mente estaba en blanco. ¿Qué podría decir? ¿Qué podría hacer? Hace un segundo estaba solo en el mundo y ahora resulta que está rodeado de personas. Uno de los uniformados se le acercaba con una jeringa. ¿Son doctores? —¡Buenos días, Isak! —le dijo sonriente— Pareces asustado... pero, ¡hey! No te preocupes. Te prometo que no va a doler. ¡Será como todos los días! Y así el señor se acercaba a él e introducía lentamente un sedante en Isak que poco a poco iba haciendo efecto. Isak logra mover su cabeza y ve que su habitación es más que simplemente paredes: hay una ventana a un lado y hay algo que parece ser una silueta femenina que no es tan joven. 41


Uno de los doctores que estaba en la habitación volteó a ver la señora y se acerca a ella. Era la madre de Isak. —¡Buenos días! —dijo el doctor— Vino muy tarde, lo lamento. Isak está durmiendo otra vez pero quizá la próxima semana pueda hablar con él. —Solo quería saludarlo —le contestó. —Si, pero ya no hay nada que pueda hacer. Mírelo usted misma. No está en condiciones de responderle. La madre asintió. El doctor intentó consolarla dándole una palmada en la espalda. Se dio cuenta de su fracaso. —Con permiso —dijo el doctor. Seguidamente, volvió a entrar en la habitación para terminar con su deber y, con la cabeza cabizbaja, la madre se retiró del lugar mientras que Isak era trasladado por los 3 hombres a una cama ubicada en el fondo para que, disque, estuviera más cómodo. Isak se queda dormido.

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EPÍLOGO



Era un día opaco como de costumbre. Los carros no avanzaban, la gente caminaba rápidamente de regreso a sus casas antes de que empezara a llover y, con un fuerte viento, Isak, un joven de 24 años emprendía su camino de regreso a casa después del trabajo de tiempo completo que había conseguido hace poco. Isak era alto, delgado, de pelo castaño, le gustaba usar camisas manga larga para vestirse y detestaba su trabajo. Lo odiaba y desgraciadamente no podía separar su vida laboral con la familiar. Cada vez que llegaba a casa era para discutir con cualquiera que se le cruzara. Era algo tan cotidiano que su madre ni se molestaba en contestarle por lo que Isak terminaba buscándola para poder terminar lo que estaba hablando. Luego de varios minutos, Isak logró llegar. Entró agotado y, como siempre, su madre le saludó amigablemente. Isak respondió solo con un gesto. Siguió caminando dentro de la casa y dejó su maletín en el escritorio viejo que tenían en la cochera. Estaba terriblemente cansado y se fue a su dormitorio directamente. Se acostó y sin sentirlo se quedó dormido. Pasaron las horas y se hizo de día. Isak rápidamente entró al baño y empezó a alistarse. Mientras se bañaba se dio cuenta que, por la prisa, olvidó agarrar su toalla. Una toalla que nunca recibió.

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