8 minute read
Identidad
IDENTI 2.4 DAD
INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO
Advertisement
Debido a la relación que presenta el barrio con su entorno y el fuerte arraigo al mismo, se debe aplicar la noción de “identidad” (Waisman Marina, 1995) ya que abarca los aspectos de ser y la necesidad de diversidad, características que se manifiestan ante la presencia de una multiplicidad necesaria para que la misma adquiera sentido. Un error común consiste en la búsqueda de ésta únicamente en la historia y en el pasado, cuando en realidad la identidad se construye día a día, al tiempo que se va calificando el propio entorno. Es decir, es la suma de las transformaciones históricas experimentadas más la mirada que determina su imagen en nosotros; a su vez, hay una relación directa entre la comunidad humana y su entorno, en la cual existe un permanente flujo de energías, generando que se construyan y destruyan mutuamente.
CONDICIÓN SOCIAL
La Psicología Ambiental estudia las relaciones entre los fenómenos que se derivan de las relaciones entre las personas y los espacios físicos que habitan. Cuando se habla de personas, se habla de personas individuales pero también de que hay relaciones con los espacios que vinculan a grupos sociales, a comunidades, apareciendo un componente social importante. Es decir, no solamente se trata de la persona individual que se comunica con su entorno sino también cómo determinados grupos viven en un determinado entorno, cómo se relacionan en el mismo y cómo generan fenómenos que pasan desde el comportamiento respetuoso por el entorno hacia procesos de identificarse con ese entorno, por ejemplo el sentimiento de barrio. A raíz de esto, el entorno siempre es visto desde la psicología ambiental como un cruce entre lo puramente físico y los significados, es decir, el sentido que se le da al mismo. Por ello, se habla de entornos socio físicos, porque esos significados la mayor parte de las veces son socialmente elaborados, que pueden ser compartidos desde la propia comunidad o proyectados fuera del barrio, muchas veces estos últimos vinculados a prejuicios, a un cierto nivel de estigmatización.
Para hilvanar esos conceptos con la arquitectura, realizamos una entrevista con el Doctor en Psicología Sergi Valera Pertegás (Ver anexo I), referente en psicología ambiental y espacio público urbano, para que nos cuente desde la perspectiva de su campo cómo se empieza a estudiar la problemática del espacio público, indagando sobre qué dimensiones o aspectos deben transcurrir en ese tipo de estudio que son relevantes a planificaciones más sensibles con la realidad de un ambiente desde un ciudadano más digno, desde el punto de vista social.
En efecto, nos introdujo que cuando uno se plantea una planificación urbanística o una intervención urbanística, hay un elemento que es fundamental que como arquitectos debemos tener en claro, preservar o conseguir ciertos estándares de calidad que permitan cierto nivel de conformidad con el espacio. Pero no sólo debemos quedarnos con esos estándares de calidad en términos de materiales, sino que tenemos que entender que ese diseño arquitectónico va a incidirse en un contexto social particular, en una cierta comunidad que tiene determinadas necesidades, que tienen un determinado imaginario respecto al espacio, que tienen un determinado estilo de vida y por lo tanto, de maneras de usar ese espacio, es decir, actitudes frente al entorno. Por lo tanto, esos estándares que por estándar quiere decir que pueden ser aplicables a cualquier sitio, deben tomar formas distintas en función del contexto en el que se insertan. “(…) hay que combinar ese elemento que ya tenéis tan incorporado en la arquitectura, del diseño, con las necesidades del sector”. Este es el tipo de sensibilidad que hay que ir incorporando porque hay que pensar en el usuario, y éste no es un ente abstracto y genérico.
Explorando el artículo de “Identidad Social Urbana” de Valera, podemos considerar que las categorías espaciales son uno de los diversos tipos de categorías sociales que los individuos utilizan para definir su identidad social. Su característica distintiva, sin embargo, es que el referente directo de la categorización es el propio espacio (urbano en nuestro caso). Podemos decir por consiguiente, que los individuos configuran su identidad social también
42
Táctica 2 | en base a considerarse pertenecientes a un espacio determinado, siendo la identidad social urbana una subestructura de la identidad social. Por consiguiente, además de analizar las características demográficas del sector, es fundamental el diálogo con los vecinos para explorar si la identidad de ese barrio tiene una perspectiva más temporal o si se combina, si lo fundamental del barrio es una cuestión más sociológica, de composición social o si la identidad social se fundamenta principalmente en un estilo de vida determinado y usos determinados del espacio, o si es una combinación de varios. Porque normalmente, detrás de esas dimensiones se encuentran determinados espacios que aunque no sean muy interesantes desde un punto de vista arquitectónico son espacios muy cargados de significados por parte de los habitantes.
Llevando estas reflexiones al tema de los entornos urbanos, considerados como productos sociales, podemos decir que las categorizaciones que una persona puede hacer en relación al espacio comprenderían básicamente tres niveles de consideración: “el espacio mío”, “el espacio nuestro” y “el espacio de todos”. Este planteamiento implica hacer referencia a dos elementos propios de la psicología ambiental: el concepto de espacio personal y los procesos de apropiación espacial. Para poder relacionar esto con el espacio físico-arquitectónico, Sergi Valera manifestó que estos tres diagramas son como tres niveles, cada uno más inclusivo. El propio espacio es el que ayuda a regular las relaciones sociales.
EL ESPACIO MÍO
EL ESPACIO DE TODOS EL ESPACIO NUESTRO
El espacio personal se ha puesto muy de moda a causa de la pandemia que estamos atravesando actualmente y refiere a esa distancia entre dos personas que interactúan; este espacio personal va cambiando en función de la situación en la que nos encontremos. En términos de privacidad, el espacio privado es el espacio personal. En segundo lugar, el espacio nuestro es el espacio de la pequeña comunidad, en otras palabras, es el espacio que comparten varias personas y que puede ser entendido como un espacio semipúblico o semiprivado, mientras que el espacio de todos es un espacio público, más abierto, es un espacio donde la interacción es muy poco regulable. Consecuentemente, este último es interesante porque el espacio público, en este sentido, es un espacio no tanto de todos sino para todos, quiere decir que si es un espacio de todos, cualquiera lo puede utilizar de cualquier manera porque es tanto mío como tuyo, pero si es un espacio para todos, es un espacio que tiene que ser cuidado y regulado entre todos para que todos lo puedan disfrutar y acceder de manera natural y libre, es un espacio más inclusivo y democrático.
Estos tres niveles se deben combinar porque se dan permanentemente, un espacio más propio, el espacio más social de pequeño grupo, y el espacio más amplio. Y si bien no hay normas fijas de cómo debe ser un espacio con esas características, podríamos categorizarlos como: el espacio personal responde a un espacio privado como por ejemplo la vivienda, el espacio nuestro asociarlo por ejemplo a un espacio interno intersticial entre bloques de viviendas o un patio interior en común, y por último, el espacio para todos es el espacio público, o sea, las calles, parques, plazas, etc.
En nuestro caso, pueden ser considerados dos niveles formales: aquel que corresponde a la categoría “barrio” y el que corresponde a la categoría “ciudad”, pasando progresivamente hacia niveles de inclusión de clase más elevados. Por debajo de la categoría “barrio” nos situaríamos en un nivel de identificación espacial más “personal” representado por la categoría “casa”, mientras que por encima de la categoría “ciudad” encontraríamos sólo la de área metropolitana (en un sentido más administrativo que social) ya que a partir de ahí las categorías más inclusivas pierden la dimensión urbana (provincia, región, país, etc.) y, aunque igualmente importantes, quedan fuera de nuestro ámbito de análisis.
A modo de cierre, podemos concluir que las personas no solamente desarrollamos emociones y vínculos emocionales con otras personas sino que también desarrollamos vínculos emocionales con aquellos espacios que sentimos como más próximos, estableciendo un vínculo psicológico mayor. Así es como uno puede desarrollar vínculos emocionales con su propia casa, su propio barrio y hasta incluso con la placita que hay al lado de su casa, a modo de ejemplo. Normalmente, estos vínculos emocionales se hacen visibles cuando hay una percepción de amenaza o de pérdida de ese espacio, porque los seres humanos somos capaces de apropiarnos del espacio, y esa apropiación tiene una doble vertiente, primeramente nos apropiamos del espacio de manera física y social, y luego nos apropiamos de los significados.
“(…)No solamente debemos quedarnos en esos estándares de calidad en términos de materiales, diseño, sino que tenemos que entender que ese diseño arquitectónico va a incidirse en un contexto social determinado, en unos determinados grupos o comunidades, que tienen unas determinadas necesidades, que tienen un determinado imaginario respecto al espacio, que tienen determinado tipo de, digamos estilo de vida y por lo tanto, de maneras de usar el espacio, que tienen cierto tipo de eh… digamos, actitudes frente al entorno y que por lo tanto, esos estándares que por estándar quiere decir que pueden ser aplicables a cualquier sitio, deben tomar formas distintas en función del contexto en el que se insertan. A ver, esto es el elemento que para mí, creo que es fundamental. Entonces, hay que combinar ese elemento que ya tenéis tan incorporado en la arquitectura, del diseño, etc. etc. con las necesidades sector.”
Sergi Valera Pertegás
10. Sergi Valera Pertegás, Doctor en Psicología y Docente universitario. Fuente: Registro fotográfico de la entrevista.