CRÍA CUERVOS WLADYMIR BERNECHEA CENTRO CULTURAL ESPAÑA
ABRIL 2018
Cría Cuervos es una exposición Individual de Wladymir Bernechea en Centro Cultural España, Chile en Abril del 2018
La delegación nipona Guillermo Machuca I Mucho se ha escrito acerca de la imagen “figural” en el arte contemporáneo. Su dimensión ha sido poco entendida. Se la confunde con la figuración en términos formales: una imagen que representa el aspecto visible de las cosas. En términos extremos, otros teóricos han entendido que el límite de la figura reside en formas abstractas generales (como en Malevich, Mondrian, Reinhardt, Nolan, Buren, etcétera); y hay otros, que piensan que la explosión del lenguaje plástico culmina en obras embriagadas visualmente como las de De Kooning, Pollock o Kieffer (y en Chile Samy Benmayor o Jorge Tacla en sus inicios). Ni abstractas ni figurativas, las imágenes figurales no representan la realidad (como Vermeer, Meissonier o Claudio Bravo); tampoco la inventan (como Malevich o Rothko); lo que hacen es crear realidad (como Rembrandt, Hals, Goya, Bacon o Lucian Freud). II Lo figural (o la figura en términos visuales) tiene que ver con la deformación de la imagen; tiene que ver con aquello que la realidad deja botada en la esquina de la vida cotidiana o en las pesadillas de la historia. Las pesadillas de la historia no tienen que ser necesariamente truculentas; pueden en cambio ser hasta cándidas o dulces (existe un erotismo de lo cándido y lo dulce: gran parte del imaginario estético oriental resulta un ejemplo de esto). Algo de esta erotización de la imagen exploran las figuraciones de Wladymir Bernechea: imágenes sin contornos fijos, muchas veces acuosas, diluidas, a punto de convertirse en un comic digno de una violencia oriental (púberes pornos, infantiles, carroña adorada de viejos verdes o pedófilos, mafiosos llenos de virtudes marciales, objetos repintados muchas veces minimalistas, dignos de una tramoya cinematográfica, soportes estrictamente regula-
dos bajo una estricta – y por tanto erotizada - estética de carácter japonés). III La figuración de la pintura clásica ha sido desplazada por muchos garabatos y esperpentos surgidos de la estética presente en los meandros de las grandes ciudades, inflamadas a su vez por las llamadas industrias del entretenimiento y por una cultura de lo “políticamente correcto” (el cine, la publicidad comercial, la arquitectura, el diseño urbano, etcétera ). Pensemos en el origen pictórico de la modernidad estética: Manet, Degas, Van Gogh, y tantos otros impresionistas o post impresionistas, quienes no solo se enfrentaron al arte académico de la época (según Cézanne: “Lleno de jamones femeninos convertidos en odaliscas”), también tuvieron la necesidad de abrirse a léxicos estéticos perceptibles en zonas geográficas o en confines geográficos exóticos (África, Sudamérica, pero principalmente China y Japón). IV En el post impresionismo la línea clásica se destruye o se amplía, tal como había sido realizada por artistas japoneses como, en otro contexto, el ilustrador Nipón Hokusai. También ocurrió lo mismo con el color: gracias a Oriente el blanco y el negro ya no fueron más concebidos como valores sino como colores (lo que supone que lo pictórico supera a lo escultórico – como en Manet - y la superficie a la profundidad teológica occidental). V Todavía en la academia de la pintura de Chile se nos dice que el blanco y el negro no son colores sino valores de luz; obviamente sentencias como esta, han tenido que ver con una existencia ciega frente a la tradición visual del Pacífico. Con Bernechea hemos hablado repetidamente acerca del menosprecio de una imagen donde los blancos y los negros reemplacen al color en su estado natural. Típica de la problemática estúpida local: esto es pintura, lo otro es gráfica. Pero la cosa no es tan simple: los colores no son ni verdes, rojos o azules; tienen
gamas intermedias; tienen blancos, negros y grises. (se sabe los esquimales distinguen en el blanco una multitud de matices). Algo no muy distinto a las primeras imágenes televisadas a nivel global: mis abuelos veían al gigante Godzilla en blanco y negro así como las primeras películas monumentales de Hollywood (un Humphrey Boggard a todo color resulta más patético que un aborigen australiano disfrazado de viejo pascuero). VI Las pinturas y objetos de Bernechea no esconden su deuda con la estética Japonesa (el artista maneja con soltura la lengua japonesa). Existe una razón inobjetable para esta deuda: cuestión que la diferencia de exotismos como los padecidos en la época de Manet, van Gogh o Gauguin , entusiasmados con las estampas gráficas venidas del imperio del sol. Ahora las cosas son distintas; la industria del entretenimiento se ha globalizado hasta convertir a Japón en un recolector de signos exóticos afuerinos. No resulta sorprendente que un número importante de artistas visuales de las ultimas décadas hayan puesto sus ojos en el Pacífico y sus mojones milenarios y simbólicos. He escuchado a muchos intelectuales y políticos decir que el Pacifico es el futuro de América (pero también su pasado susceptible de ser recuperado). VII La vieja Europa comparte con Oriente ciertos mitos originarios: arquitecturas de tamaños insoldables, cargadas de interés turístico, playas y parajes llenas de animales pre históricos (conservados a nivel museal), arenas blancas, enroscados acantilados y poderosos anfibios llenos de dientes en los mares oceánicos o en peceras como las de Demian Hirst. Pero aún más: Europa y Oriente ahora parecieran ser lo mismo: un arte y producción audiovisual (también literaria y pensante en general) de un nivel superlativo. Sin embargo, existen para muchos artistas o teóricos occidentales de la cultura imágenes de oriente cargadas de un simbolismo impenetrable (“No hay cinematografía mala en Irán, la India, China o Japón”, sostienen muchos críticos de cine contrarios a Hollywood). El problema de estos teóricos es que (no) piensan demasiado; no viven y tampoco dejan vivir (después de todo Oriente es Occidente y Occidente es Oriente). Para
otros artistas y críticos menos teorizados, la experiencia de habitar y experimentar culturas extranjeras o exóticas, supone experimentar sus respectivas posibilidades eróticas o sexuales. Gran parte del arte contemporáneo oriental (insistamos: Oriente es Occidente y Occidente es Oriente), ha resaltado una clase de erotismo masculino y femenino (y por tanto transexual), basado en nínfulas de faldas minúsculas, pelos lacios y pieles dibujadas con plumas de gramaje infinitesimal; también pensemos en comics visuales de los 70’s como Meteoro, donde un chicuelo andrógino rememora o anticipa ciertas modas actuales ligadas a los pokemones, visuals, otakus, y demás tribus urbanas. VIII En lo personal, existen tres pequeñas pinturas de Bernechea (excluyo por ahora sus actuales objetos) que parecen elocuentes en términos de solución formal o plástica y también de erotismo adolescente. Cuestión de decadencia pélvica o senil: el gusto por las púberes japonesas disfrazadas de escolares. Nada distinto a una emblemática pelicula de Jack Annaud, El Amante, basada en una conocida novela de Marguerite Duras (y que algunas feministas denostaron en su época). IX Algunas pinturas de Bernechea –que ha residido varias veces en la isla – han restaurado el mito japonés de la putita escolar de trenzas medianas, cara de luna y gritos desgarradores al momento de los orgasmos múltiples en el cine erótico y porno Nipón (existe un género llamado Hentai basado en animaciones pornográficas de féminas de distintas edades). No se trata, sin embargo, que las pinturas de Bernechea se enciendan en términos eróticos o sexuales; son austeras a nivel formal y visual; lo mismo que sus actuales objetos que parecen prietas manzanas o peras con clavos. Sus ultimas pinturas representan mujeres sin rostros, ubicadas en espacios iluminados con sombras mínimas; la mayoría son frontales y exhiben su falta de epidermis facial por medio de sombras huidizas que apenas escapan de los limites de la figuración.
X A nivel general sus obras son ajaponesadas, en tanto el Japón latinoamericano ha consumido una multitud de imágenes del Japón trasnacional, y también de manera reversible; solo hay imágenes de erotismos entre un mundo globalizado (según Bataille, el erotismo culminaría la evolución del animal hombre y para Barthes se reflejaría en una serie de signos vacíos de sentido). Terminemos con una anécdota de los años sesenta (que habla de rasgos comunes entre Chile y Asia Pacifico): se cuenta que una delegación chilena, perteneciente a la armada del país, desfiló frente a la realeza británica (la armada chilena se ha identificado históricamente con la inglesa y por tanto con unos buenos whiskys). Un periodista inglés desinformado no tuvo otro titular para describir el fenómeno: “Que gallarda desfiló la delegación naval nipona”.
Cria Cuervos
Serie Cría cuervos Óleo sobre madera 30 x 30 cm.
Serie Cría cuervos Óleo sobre madera 30 x 30 cm.
Serie Cría cuervos Óleo sobre madera 30 x 30 cm.
Serie Cría cuervos Óleo sobre tela 30 x 30 cm.
Serie Cría cuervos Óleo sobre madera 30 x 30 cm.
Serie Cría cuervos Óleo sobre tela 30 x 30 cm.
Serie Cría cuervos Carbón sobre papel 10 x 15 cm.
Serie Cría cuervos Carbón sobre papel 10 x 15 cm.
Serie Cría cuervos Carbón sobre papel 10 x 15 cm.
Serie Cría cuervos Carbón sobre papel 10 x 15 cm.
Serie Cría cuervos Carbón sobre papel 10 x 15 cm.
Serie Cría cuervos Carbón sobre papel 10 x 15 cm.
Serie Cría cuervos Carbón sobre papel 10 x 15 cm.
Serie CrĂa cuervos AcrĂlico sobre objeto Medidas variables
Serie CrĂa cuervos AcrĂlico sobre objeto Medidas variables
Serie CrĂa cuervos AcrĂlico sobre objeto Medidas variables
Serie CrĂa cuervos AcrĂlico sobre objeto Medidas variables
Serie CrĂa cuervos AcrĂlico sobre objeto Medidas variables