Seréis realmente libres

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“Seréis realmente libres” Testimonios de conversión desde la cárcel 1



Prólogo de Don Raffaele Grimaldi Introducción del Padre Livio Fanzaga

“Seréis realmente libres” Testimonios de conversión desde la cárcel Jesús les respondió: “En verdad, en verdad os digo, todo el que comete el pecado es un esclavo. Y el esclavo no se queda en casa para siempre, mientras el hijo se queda para siempre. Si, pues, el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres”. (Jn 8, 34-36)

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EdiciĂłn a cargo de la Oficina Editorial de Radio MarĂ­a

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Prólogo “La Verdad os hará libres”. Este desafío de Jesús es un fuerte mensaje, dirigido a una humanidad que ha enterrado y silenciado la Verdad, pero la Verdad está esculpida profundamente, de manera indeleble, en el corazón de cada hombre. Hablar de “Verdad y Libertad”, sobre todo a aquellos que trabajan en las cárceles (capellanes, voluntarios y operadores), tiene el sabor de una palabra que llena los corazones de los tantos “restringidos” que han perdido temporalmente su libertad personal. Pero ¿qué pueden significar para un preso y para cada uno de nosotros esas dos palabras: “Verdad” y “Libertad”? Antes que nada, es entrar en silencio en nuestros corazones para volver a recorrer lo vivido y descubrir así los límites y las fragilidades humanas que han arrebatado del corazón del hombre tanto la verdad como la libertad. En este cuaderno, editado por los amigos de Radio María, se han recogido apuntes varios, procedentes de las cartas de diferentes cárceles italianas, escritos por los detenidos, que hablan de historias de dolor, de sufrimiento y de marginación, así como los testimonios de los capellanes y operadores voluntarios de Radio María, oraciones de esperanza y reconciliación, compuestas en el silencio de una celda. El fruto de este valioso trabajo quiere ponerse también “en nuestras manos, las de los hombres libres”, para transmitirlo y que nos enseñe a no señalar con el dedo al otro, juzgándolo y condenándolo, dejándonos moldear, en cambio, por la Palabra de Aquel que es nuestro “Abogado” y siempre ha tenido, con todos nosotros, actitudes de “Misericordia y Amor”.

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El texto contiene diversos testimonios de conversión, de aquellos que han sido “aferrados por la Palabra de Dios” y se han dejado guiar por el “aliento del Espíritu Santo”. También el “tiempo doloroso” de la prisión puede ser una oportunidad, una experiencia de reflexión, para retomar con confianza el camino interrumpido. La prisión es un lugar de gran soledad, donde se experimenta un sufrimiento complejo, a veces difícil de entender por aquellos que no lo viven en su piel. Y es, precisamente, en esta realidad de sufrimiento y de marginación donde debemos sembrar “a manos llenas” la Esperanza, la Misericordia y la Alegría del Evangelio. En las cárceles hace falta una palabra de ternura y confianza que tanto los capellanes como el variado mundo del voluntariado brindan de manera encomiable con su valioso servicio a través de la catequesis, las celebraciones eucarísticas y la escucha en el Sacramento de la Reconciliación, que ayudan a curar tantas heridas causadas por decisiones equivocadas. ¿Cuántos hombres y mujeres, encogidos entre las paredes desnudas de las cárceles, han redescubierto el significado y la belleza de sus vidas a través de la “Palabra anunciada”? ¿Cuántos han encontrado y experimentado el perdón de Dios y han entendido su error, convirtiendo sus corazones a la verdadera libertad, pero sobre todo han sido alentados a no detenerse en el camino y continuar hacia la meta? Todo esto sucede también con la ayuda de tantos creyentes que, entrando en las cárceles, llaman a la puerta del corazón de muchos y escuchan su sufrimiento.

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En la exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate”. Francisco nos recuerda que “nadie se salva solo, como individuo aislado, sino que Dios nos atrae tomando en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que se establecen en la comunidad humana”. También para mí, que he experimentado el anuncio del Evangelio de la Misericordia en la gran prisión de Secondigliano, fue una oportunidad única, para prestar atención a las múltiples relaciones interpersonales, para estrechar relaciones de amistad y confianza, e indicar nuevos caminos. Pero, sobre todo, he tratado de crear puentes entre la prisión y el territorio, el único camino para dar esperanza y futuro a quienes han sido “marcados, marginados y descartados”. Ha sido una oportunidad para involucrar a la opinión pública, a nuestras comunidades, a la política, a apoyar y ayudar a quienes han sido privados de su libertad personal, sobre todo instándolos a abrirse a la solidaridad y la cercanía con los menos afortunados. Nuestra tarea es solamente la de sembrar con confianza y estar seguros de que del “desierto brotará un germen”. También agregaría que, como sugiere el Papa Francisco, nuestra santidad debe verse a través de la vida entera “y no desde el análisis meticuloso de todos los detalles de las acciones de una persona”. Nuestra vida, por lo tanto, está hecha de contrastes de luces y de sombras y nosotros estamos llamados como creyentes a ayudar al otro, de modo que pueda descubrir los signos de bien sembrados a lo largo del tiempo, en los surcos de su vida, más allá de los propios límites y errores.

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“Por lo tanto, que ninguno de vosotros se encierre en el pasado. Por supuesto, la historia pasada, aunque quisiéramos, no puede ser reescrita. Pero toda la historia que comienza hoy, y que mira hacia el futuro, se puede escribir con la gracia de Dios y vuestra responsabilidad personal” (Papa Francisco, en el Jubileo de los Presos). Con la fuerza de la esperanza en el corazón, todos estamos llamados a no rendirnos, sino a sanar nuestras heridas y a caminar con un corazón nuevo, hacia un futuro de libertad verdadera. Don Raffaele Grimaldi Inspector general de los Capellanes de Prisión.

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Introducción El milagro de la conversión Querido amigo, acojo con gran alegría la invitación a escribiros algunas reflexiones sobre el milagro de la conversión, lo más grande que puede suceder, porque no hay nada más divino que el cambio de un corazón que se abre al amor de Dios. Este milagro es un regalo para todos porque, como le gusta repetir al Papa Francisco, todos somos pecadores. Y es un milagro que puede suceder en cualquier lugar, incluso dentro de una prisión, suavizando este tiempo de sufrimiento con la alegría y la paz de un corazón reconciliado con Dios. Pero también es necesaria tu colaboración. Dios viene a visitarte, llama suavemente a la puerta de tu corazón y espera pacientemente a que la abras. Sabe que este es el momento más importante de la vida, porque con tu decisión podría comenzar un nuevo camino, a la luz de la esperanza. Por lo tanto, te invito a recogerte en ti mismo, donde Dios viene a visitarte y hace que escuches su voz. Yo intento ayudarte con estas reflexiones, que acompaño con mi oración y mi amistad. Tuyo, Padre Livio

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¡Detente! Querido amigo, la vida es un misterio inasible para quien no tiene la luz de la fe. Existimos sin haber sido interpelados. Por otra parte ¿cómo habría sido posible? El hecho de existir o no existir no depende de ti ¿Quién ha decidido, pues, en tu lugar? ¿Quién te ha querido en tu identidad irrepetible? ¿Quién ha establecido el cómo, cuándo y dónde de tu entrada en el escenario del mundo? Es un rompecabezas que no tienes capacidad de resolver. Pero mientras tanto la vida continúa, imparable. ¿Quién podría sostenerla en su mano por un solo instante? La máquina del tiempo siempre está en movimiento. Al hombre lo corroe la muerte desde el primer momento de su concepción. En los primeros años de tu camino mirabas hacia adelante, como si el futuro fuera un océano ilimitado en el que navegar a voluntad. Tu vida estaba llena de esperanza. No excluías ninguna posibilidad. Después te diste cuenta de que las ilusiones se desvanecían y las decepciones se multiplicaban. Las olas te arrojaron aquí y allá e intentaste mantenerte a flote como pudiste. No esperabas que vivir fuera tan difícil y estuviera tan plagado de incógnitas. A medida que avanzabas, perdías tu luz interior. Ya no tienes una brújula que te muestre la dirección. Sigues adelante, pero ni siquiera sabes a dónde ir. Procedes empujado por la fuerza de la inercia de los días que pasan y se repiten, acortando el tiempo que tienes a disposición. En vano intentas regresar o detener la carrera. ¿Te has preguntado qué te espera en la oscuridad que se espesa ante tus ojos? Entiendes también que es una locura seguir por un camino cuyo fin no conoces... Al principio, al encontrarlo ancho y lleno de gente, pensabas que fuera un sendero fácil. A medida que

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avanzabas, tu seguridad comenzaba a tambalearse. En las cunetas, veías multiplicarse los cadáveres de los que te habían precedido y que tú habías intentado adelantar. El paisaje se volvía cada vez más hostil e inhóspito, como las lenguas resecas del desierto. Primero el miedo, luego la angustia y finalmente una oscura desesperación paralizaron tu corazón. Te preguntaste: “¿A dónde voy?”. En cada curva esperabas vislumbrar una meta que tuviera una apariencia de seguridad. En ti brotó la duda de que hubiera alguna. ¿Y si fuera un callejón sin salida? ¿Y si tu destino fuera correr hasta agotarte y luego caer al suelo, como los que dejaste atrás? ¿Si de repente se abriese ante ti un tenebroso abismo y cayeses dentro? Quizás ya has empezado a deslizarte cuesta abajo. ¿Qué hacer? ¿Detenerte, aferrándote a cualquier saliente o dejarte llevar? En este caso, ¿qué será de tu vida? Te habías engañado creyendo que la sostenías en tu mano y ahora se te está escapando, como si alguien se estuviera cobrando todo lo que te había dado. Querido amigo, no sigas por un camino sin salida. No avances en medio de una oscuridad que oculta peligros mortales. La vida es una oportunidad única, que puedes vivir solo una vez. No puedes rasgarla como un pedazo de papel inútil. Detente, mientras estás a tiempo, antes de que el precipicio te engulla. El camino que emprendiste con tanta audacia es “el camino espacioso que lleva a la perdición” (Mt 7, 13). Quizás te lo habían dicho, pero no lo creíste. A medida que avanzabas, se presentaba más de una duda, pero la habías eliminado de inmediato. Ahora te has convencido por experiencia personal. Pensabas que todo estaba permitido y que cada hambre tenía un alimento apropiado. Al principio, todo te parecía fácil y todos los deseos podían ser satisfechos. Te movías a tus anchas

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en la feria de las vanidades salpicada con sus luces engañosas. Buscabas la felicidad sin encontrarla nunca. Cada vez que la aferrabas, se deslizaba de tus dedos, impalpable, escurridiza. Las aguas turbias de la inquietud, la desilusión y la angustia comenzaron a circundarte, subiendo cada día, hasta sumergirte. Desde hace tiempo no dormías el sueño de los justos ¿Cuándo fue la última noche en que te dormiste en paz contigo mismo? Sientes el peso de la vida transcurrida que te agobia. ¡Cuántas batallas perdidas, cuántas heridas sangrantes, cuántos mordiscos dados y recibidos! El mal, esa entidad misteriosa pero omnipresente, pesa sobre tus hombros, te corroe desde dentro, te quita la alegría de vivir. Y, sin embargo, te levantas cada día y repites los ritos siempre iguales de las cosas que pasan, de las vanidades que engañan, de las palabras que defraudan. Avanzas como un condenado a muerte. Quizás has perdido la esperanza. Quizás piensas realmente que no tendrás otra oportunidad. El camino de la perdición es el de la ruina de la vida. Muchos son los que lo recorren. Creías que estabas en buena compañía. Luego descubriste que cada uno está solo, agazapado en su límite oscuro. Al final de este horrible camino hay un abismo, del cual nadie puede salir, una vez que ha caído en él. No faltan los que, como sonámbulos, lo recorren hasta el final, a pesar de las señales de alarma que han visto. No querían detenerse para darse cuenta de adónde iban. Muerta la esperanza, también ellos decidieron morir. Pero ¿de qué muerte se trata? Se dejaron devorar por el mal. Error fatal, sin remedio. En la vida se pueden cometer innumerables errores, pero solamente este es mortal. Tú debes evitarlo absolutamente. Si sientes que estás en el camino equivocado, no des un paso más. Cada paso que des comprometería la situación. No sigas a los mosquitos enloquecidos que corren hacia el fuego en el que arderán. Detente

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y comienza a reflexionar. Ya solo este hecho significa que en ti se ha vuelto a encender la tenue luz de una sabiduría que habías perdido. El sabio toma en consideración que puede equivocarse y haberse equivocado. Este pequeño acto de humildad podría ser el comienzo de tu salvación. Deja que los demás continúen su viaje frenético. Tú detente y mira a tu alrededor. Después de tanto correr, ¿dónde has acabado? ¿Querías ir a esa tierra seca y desolada? ¿No te surge la duda de haberte equivocado de camino? ¿Qué haría una persona sabia? Solo hay una cosa que hacer, querido amigo. Cuando uno duda de que el camino sea el justo, se detiene. Si está seguro de su error, retrocede. Muchos no lo hacen porque ya están completamente cegados. Su corazón se ha endurecido y no dejan que se filtre el más mínimo rayo de luz. Lo que está en juego es la vida, su valor, su destino eterno. No canceles la invitación a detenerte. Es una cuestión de vida o muerte.

Abre tu corazón. Tu mundo interior no es un desierto deshabitado. Más allá de la maraña de pasiones, pensamientos y sentimientos, puedes sentir el misterio de una presencia. No estás solo, amurallado en tu ego sin puertas y sin ventanas. Si los hombres de todos los tiempos nunca se han cansado de buscar a Dios, es necesario tomar acto de ello. El mundo externo con su inmensidad, su belleza y su orden es una obra de tal magnitud que postula la existencia de una mano omnipotente. Quizás tú también te has quedado encantado ante la belleza de una puesta de sol y tu alma se ha conmovido ante el fascinante espectáculo del gran libro de la naturaleza. Te has preguntado si es razonable atribuir al azar la

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admirable obra maestra de la creación. Pero no fuiste más allá, la emoción pasó y otra vez olvidaste el innumerable ejército de estrellas que brilla sobre ti. Pero ahora la situación es diferente. Dios ya no es solo una hipótesis que formula tu inteligencia, sino “Alguien” que está tan cerca como para habitar en ti. Te has preguntado muchas veces si Dios existe, pero nunca has llegado al fondo. No has tomado una decisión que cambiaría tu vida. Nunca tuviste la fuerza interior para decidirte por Él. Has dejado el problema sin resolver, atrapado por las preocupaciones diarias. Ahora te das cuenta de que debes enfrentarlo. Tú ya no lo buscabas, pero Él vino a buscarte. “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo” (Ap. 3,20). Reflexionas sobre tu situación actual. Ibas por un camino de perdición, desilusionado y angustiado por la vida. Te sentías como un animal acorralado, sin salida. De improviso, tomaste la decisión que solías aplazar para el día siguiente. Te detuviste y comenzaste a reflexionar sobre tu vida. Volviste a ti mismo y prestaste atención a las voces que surgían del corazón. ¿Crees que todo esto ha sucedido accidentalmente? ¿O crees que eres tú el protagonista? Ni lo uno ni lo otro. La vida humana no es una barquilla a merced de las olas y las corrientes. Alguien vela por nosotros y cuando te des cuenta de que a ti también te siguen y te aman, te sentirás abrumado de alegría. Has de saber que mientras corrías hacia el abismo, la mirada paternal del que te creó te seguía con aprensión. Él veía cada pensamiento, cada sentimiento y cada acción tuya. Cuando llegó el momento establecido, vino a buscarte, como el pastor va en busca de la oveja que ha abandonado el redil y los lobos están a punto de atacar. En silencio se acercó a tu corazón, sin que te dieras

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cuenta, y comenzó a llamar suavemente, para que no te asustaras. Cuando el hombre se aparta de Dios, no se queda abandonado a sí mismo. La paciencia del Creador es inmensurable y espera el momento adecuado para abrirse camino... Si hubieras clamado a Él en los momentos difíciles, él te habría respondido. El Todopoderoso se ha acercado a ti con gran respeto, impulsado por un amor ilimitado. Ha salido a tu encuentro no para juzgarte, y mucho menos para condenarte, sino solo para levantarte. Es verdad, tú no le pediste ayuda, pero Él quiso cruzarse en tu camino porque tiene el derecho e incluso el deber. En efecto, él es tu Creador y tu Padre y tú eres su criatura; todavía más, su hijo. ¿Podía abandonarte? ¿Podía dejarte caer al abismo sin hacer todo lo posible para evitarlo? Dios te ha buscado como un padre y una madre buscan al hijo que se ha perdido y no encuentra su hogar. ¿De qué tienes miedo? ¿Temes que Dios te quite tu autonomía y la libertad de vivir tu vida? ¿Sospechas que su omnipotencia te aplaste y su presencia sea invasora? Libérate de estos fantasmas mentales y prepárate para el verdadero conocimiento de aquel que es amor generoso e ilimitado. Efectivamente, es el Amor el que llama a la puerta de tu corazón. Lo hace con toques suaves, casi imperceptibles. El Omnipotente no es arrogante, sino manso y humilde de corazón. Es tan discreto que casi se esconde. No quiere imponerse, sino asomarse. Él quiere que tiendas el oído y, en silencio, percibas el susurro de su llamada. No quiere entrar a tu pesar, sino que tú lo desees. Quiere que des unos pasos hacia la puerta para que escuches mejor y disipes cualquier duda. Quiere que desees que Alguien venga a visitarte y te diga una palabra de consuelo. Cuando el deseo de Dios se abre paso en el corazón, significa

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que Él ya ha venido y que espera. En tu aspiración de cambiar de vida y renovarte espiritualmente, sabrás que Él está presente. El corazón que anhela la verdad, el bien y la eternidad ya está en camino hacia Dios, incluso si aún no lo sabe. Para ti ha llegado un momento decisivo en la vida. El que te creó y ha venido a buscarte en las tinieblas del engaño y la muerte te pide que os encontréis en el lugar más secreto que pueda haber. No entrará si tú no abres. No insistirá si te molesta. Quizás regresará, o tal vez no. “Timeo Dominum transeuntem”, “Temo al Señor que pasa”, exclama San Agustín. La decisión es tuya solamente. Dios ha puesto la vida en nuestras manos. Si quieres salir de las arenas movedizas y reanudar la vida con esperanza tienes que abrir la puerta del corazón y dejar que tu Creador entre. ¿No estás seguro y tienes la tentación de aplazarlo otra vez? Empieza a rezar. Pide ayuda solamente a quien puede dártela. Es así, de esta manera, simple y humilde, como el corazón se abre y la barrera de la separación se derrumba. Si el hombre esperase a tener la certeza de que Dios existe para comenzar a rezar, correría el riesgo de quedarse para siempre en su oscuridad. Es con una decisión de la voluntad como se sale de la prisión en la que se ha encerrado orgullosamente. El ateísmo es una decisión del corazón que se ha cerrado a lo trascendente y no una conclusión de la inteligencia. El encuentro con Dios, a su vez, no es el resultado de un razonamiento, sino la respuesta a una llamada interior. Dios te deja decidir. No te fuerza ni te condiciona. En su infinita humildad, se inclina ante las decisiones de tu libertad. Pero si lo rechazas, ¿qué te queda? ¿Qué esperanza queda para tu vida? ¿Quieres prolongar tu agonía en la tierra baldía donde el sol nunca brilla? Si te decides por Dios, de improviso todo cambia

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y un nuevo mundo se abre ante ti. Sin embargo, no lo conocerás y no formarás parte de él si no tienes la valentía de abrir a quien llama...

Dobla las rodillas. El movimiento hacia Dios, cuando uno está sumergido en el pantano del pecado, es al mismo tiempo un don de la gracia y una decisión de la voluntad. El libre albedrío de por sí sería incapaz si la gracia no viniera en su rescate. “El que comete pecado es esclavo del pecado” (Jn 8:34). Jesús conoce bien la trágica situación existencial de la cual vino a liberarnos. Su llamada a la conversión es recogida por las personas más diversas, incluso los pecadores públicos y las prostitutas. Sus primeros pasos hacia la conversión se encuentran entre las páginas más conmovedoras de los Evangelios. Me gustaría que examines uno de estos episodios para que te identifiques con él. Te darías cuenta de lo que significa acoger la petición de esa voz interior que te llama con dulce firmeza. “Había en la ciudad una mujer, una pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba, besaba sus pies y los ungía con el perfume” (Lucas 7,37-38). ¿Quién es esta mujer? “Una pecadora de esa ciudad”, responde el evangelista Luca secamente. Una de las prostitutas, pues, de las que Jesús dijo, polemizando con los fariseos: “Los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios” (Mt 21,31). Es un corazón que se ha abierto secretamente a la gracia, tal vez escuchando a Jesús o

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tal vez solo habiendo oído hablar de él. Se entera de dónde está Jesús y decide no perder tiempo. En su corazón, la batalla espiritual entre el bien y el mal ya se ha resuelto y ha tomado la decisión. Pero lo que llama la atención es el milagro de la luz y de la gracia que se produce en el alma de esa mujer. Ella intuye y te ayuda a comprender que, en última instancia, la conversión es un evento de amor. Se trata ante todo del amor de Dios que se manifiesta y se hace palpable en la persona y las palabras de Jesús. Siente que del corazón de Jesús emana una bondad, llena de misericordia, que había buscado en vano en otros lugares. Es un corazón que perdona, que respeta, que acoge y no traiciona. Es un corazón que todo hombre desearía encontrar, pero no lo encuentra entre las criaturas. El corazón de Jesús le hace entender la miseria de los falsos amores, de los amores vagabundos y de los amores mercenarios en los que está derrochando su vida. Entonces decide en lo más profundo de sí que Jesús es aquel al que debe amar y al que entregar su corazón. El arrepentimiento y el cambio de vida no se expresan con palabras, sino con gestos, y todos son gestos de amor sublime que solo el corazón de una mujer puede concebir. Antes que nada, el acurrucarse a los pies de Jesús llorando. No se siente digna de mirar al Señor a la cara: se acurruca a sus pies. Hay humildad, consciencia de su propia indignidad y profundo sentimiento de la santidad divina de Jesús. Pero al mismo tiempo hay confianza. Se agacha a sus pies: los toma en la mano, los acaricia, los besa y los lava con sus lágrimas. ¿Por qué llora? No son lágrimas de desesperación, sino de arrepentimiento por los pecados cometidos y por una vida derrochada en el mal. También son lágrimas de alegría por el verdadero amor que ha encontrado y por la misericordia que se está derramando en su vida. La

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pecadora está embelesada por el amor a Jesús. Es como si los pies del Maestro se hubieran convertido en los suyos: los lava con sus lágrimas, los seca con sus cabellos, se los besa y los vuelve a basar y luego los unge con aceite perfumado. El fariseo se escandaliza, pero quizás también nosotros nos habríamos escandalizado. Lo habríamos criticado diciendo que era un comportamiento inapropiado, exagerado, sentimental, típicamente femenino, etc. Pero Jesús demuestra aprecio por estos gestos afectuosos hacia su persona. En el corazón de Simón bulle una murmuración mezclada con incredulidad que no escapa a los ojos de Jesús: “Si este fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora” (Lucas 7:39). El razonamiento, con su estricta lógica, da escalofríos y demuestra cómo incluso un escrupuloso seguidor de la Ley de Moisés, como eran en general los fariseos, estaba muy lejos de una recta concepción de Dios. Puesto que Jesús es misericordioso, no es un enviado de Dios. Si viniera de Dios, no se dejaría tocar por una pecadora como esa. Creer incondicionalmente en la misericordia divina es siempre difícil para los hombres pecadores, incluso cuando han crecido en la fe. El mal ha dejado en el fondo de las almas un poso de miedo y desconfianza que frenan el camino espiritual. Jesús ya cuenta con el corazón de la mujer pecadora para sí mismo, pero no se contenta. Trata de abrir brecha también en el del fariseo y en vez de reprocharle sus palabras, hace que reflexione con palabras de bondad, expresando al mismo tiempo su poder divino de perdonar los pecados: “Simón” –le dice Jesús–, tengo algo que decirte”. Él dijo: “Di, Maestro”. “Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos lo amará más?”. Simón respondió: “Supongo que aquel a quien

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perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré a tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas y los ha secado con su cabello. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra”. Y le dijo a ella: “Tus pecados quedan perdonados”. Los comensales empezaron a decirse para sí: “¿Quién es este que hasta perdona los pecados?”. Pero él dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado; vete en paz” (Lc. 7,40-50). Querido amigo, tal vez te estés preguntando si es tan fácil obtener el perdón de los pecados, la paz del corazón, ser hijo de Dios y la vida eterna. Te parece algo humanamente imposible. Tienes razón, pero con Dios las cosas son diferentes que con los hombres. Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. Tú también puedes ser una nueva persona, incluso un amigo íntimo de tu Señor, simplemente con un acto de humildad, como hizo aquella mujer. Ella se acurrucó a los pies de Jesús, lavándolos con sus lágrimas y secándolos con su cabello. Tú no dudes en ponerte de rodillas ante el Amor misericordioso que te mira con los ojos de la compasión. Reconoce la humilde grandeza de tu Creador y Salvador. Acepta ser una criatura suya, pequeña, débil y enferma. Enseña tus llagas al médico de tu alma. Escupe el veneno de la soberbia, con el que Lucifer te ha pervertido, y humíllate bajo la poderosa y benéfica mano de Dios. Doblando las rodillas entras en el camino de la salvación. Con este gesto de humildad, das un cambio irreversible a tu vida. El que humilla al soberbio y exalta a los humildes te tiende la mano para levantarte... Padre Livio Fanzaga

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Cartas desde la cárcel “El sol para nosotros es la Palabra de Dios”. Os agradezco infinitamente vuestra idea maravillosa. Me ha emocionado que os acordaseis de mí. Lo que me habéis mandado es lo que deseaba: el transistor y el libro de oraciones. Siempre los tendré conmigo, incluso cuando salga de aquí, si Dios quiere. Podré llevarlos en el bolso. El sol para nosotros es la Palabra de Dios. En estos largos años pasados aquí dentro, he tenido la oportunidad de hacer un análisis interno y profundizar en mi yo y solo con la oración he logrado superar todas las barreras y desatar las cadenas que comporta la prisión. El contacto con vosotros me ha hecho mucho bien y atesoraré todo lo que aprendo a través de vuestra radio para confiarme completamente a Dios y tener confianza y esperanza en el futuro. Santa, Penitenciaría de Palermo.

“En aislamiento, la única voz que me llegaba era la de vuestra radio”. Queridos amigos de Radio María, tengo que daros muchas gracias porque hasta hace pocos días estaba aislado y no podía escribir ni tener coloquios. La única voz que me llegaba era la de vuestra radio, que pude mantener conmigo. Me habéis hecho tanta compañía y os doy las gracias porque, en aislamiento, pude seguir con atención vuestras palabras, que me han cambiado el corazón. ¡Gracias por haberme transmitido la Palabra de Dios! Gracias por todo lo que hacéis por este rebaño de ovejas descarriadas. Silvio, Penitenciaría de Biella

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“Estoy pagando caros mis errores”. Desde hace casi un año estoy encerrada en el Penitenciario de Teramo. Sufro mucho mentalmente porque es la primera vez que estoy en la cárcel. Estoy sola, no tengo a nadie que venga a los coloquios: me han abandonado aquí. Sé que me he equivocado, pero estoy pagando caro mis errores. Me siento muy sola porque mi compañera de celda ha salido y cuando estábamos juntas escuchábamos siempre Radio María, porque yo soy muy devota de la Virgen María, pero ella, cuando se fue, también se llevó la radio, además de dejar un gran vacío. Para mí era un alivio escuchar las palabras de la Madre Celestial y con la oración sentirme cerca de todos vosotros. Por favor, rezad por mí y por mis compañeras de desgracia. Os pido, por favor, ya que no tengo a nadie, si es posible que me mandéis una radio para continuar mis oraciones y sentirme más cerca de vosotros y de la Madre Celestial. Os agradezco que hayáis escuchado estas palabras mías. Con devoción, vuestra fiel oyente. Valentina, Penitenciaría de Teramo

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“Una bendición para la policía penitenciaria, los asistentes, inspectores, médicos y enfermeras, que hacen tanto por nosotros los reclusos”. Queridos hermanos y hermanas de Radio María, mi nombre es Enrico. Nací afectado por la poliomielitis en las extremidades inferiores. Me operaron de los pies por primera vez cuando tenía ocho meses. He pasado por trece operaciones. Mi madre nunca me ha abandonado: es la única buena persona a la que he querido tanto. Después de su muerte, mis hermanos y hermanas me dejaron solo. Estoy detenido desde 2010 en la prisión de Poggioreale. Estoy agradecido con toda mi alma y con todo mi corazón a la monja que siempre me ha ayudado aquí en la cárcel y a mi asistente voluntaria. Merecen todo mi respeto y mi amor. Ayudan a todos los prisioneros y no dejan que les falte nada. También estoy agradecido al sacerdote que nos dijo misa en Semana Santa: fue realmente una hermosa Pascua, incluso si la pasé en mi celda. Ruego al Señor que cuando esté en libertad pueda dedicarme a los necesitados. Me gustaría hacer como hacía Jesús: ir de pueblo en pueblo ayudando a la gente y llevando la fe, como hace el Papa Francisco. Me gusta estar con los pobres y ayudarlos. Aunque ahora esté en la cárcel, tengo la suerte de que a través de los programas que sigo con vuestro transistor, rezo al Señor y he sentido el poder del Espíritu Santo. Cuando rezo, a menudo recuerdo cuando estaba en mi pueblo de Caserta con mi madre y vino a nuestra catedral el Papa Juan Pablo II. Entonces reencuentro la esperanza. Escucho Radio María por la noche: me ayuda mucho a rezar y me hace compañía. Gracias por todo lo que hacéis por nosotros. Os saludo diciendo que me gustaría recibir una bendición para todos nosotros, los

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detenidos. Os doy las gracias de todo corazón Estad siempre alegres, como dice San Pablo. Una bendición para la policía penitenciaria, los asistentes, los inspectores, los médicos y las enfermeras, que hacen tanto por nosotros los reclusos. Que Dios os bendiga. Enrico, Penitenciaría de Poggioreale, Nápoles

“Cuando rezo con vosotros el Santo Rosario se me saltan las lágrimas”. Estimado Padre Livio y toda la redacción de Radio María, estoy siempre en contacto con vosotros, escuchándoos en la radio y no puedo ocultar que cuando rezo con vosotros el Santo Rosario de Nuestra Señora y de Jesús Misericordioso, acompañado de unos cantos tan hermosos, se me saltan las lágrimas. Creo que es la presencia de la Madre María, de Jesús amigo mío y de mi Padre Dios, que están a mi lado. En este momento me encuentro mal por causa de la nostalgia de mis seres queridos, de los parientes, amigos y de las personas a las que quiero. Soy un chico joven, servicial a la hora de ayudar a los demás, y en este momento estoy experimentando un dolor terrible. Rezo cada segundo a mi Padre Dios, a mi amigo Jesús, y a mi mamá María para que me libren de este dolor y me concedan la gracia de que mi familia no sufra y de que pueda volver a ver a los que me esperan con ansiedad y alabo todavía más a Dios mi padre, porque el poco bien que he hecho me lo devuelven hoy con todo este afecto, estima, confianza. Gracias a vuestra ayuda y a la del capellán que he encontrado aquí se han fortalecido mi fe y mi corazón. Os pido una imagen de Jesús Misericordioso y un Tao de madera porque soy devoto de San Francisco. ¡Que Dios os bendiga! Mario, Penitenciaría de Trapani

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“Cuando le dije a mi mujer que os había escrito, me abrazó”. Hoy han venido a verme, como cada semana, mi esposa y mis tres hijos, y os agradecemos de todo corazón los rosarios bendecidos y los folletos que nos habéis dado. Rezaré desde esta celda oscura y angosta, y mis hijos y mi mujer desde casa, pero todos estaremos unidos en el nombre del Señor. Mi hijo mayor, que tiene once años y una ligera discapacidad, se ha puesto muy orgulloso de su pulsera del Rosario que siempre lleva consigo. Siempre he sido un chico poco dado a la iglesia, nunca creí plenamente, porque siempre he estado abandonado a mí mismo, sin ninguna orientación que me pudiera ayudar. Mi madre estaba en una comunidad y mi padre, no sé quién es. Ahora, en este tiempo en la cárcel, estoy pasando revista a mi vida para entender mis errores y comprendo lo importante que es rezar juntos, estar unidos. He engañado a mi esposa varias veces y siempre me ha perdonado. En estos años, madurando, he entendido qué suerte tengo teniéndola al lado. Cuando le dije que os había escrito y que me habíais contestado, me abrazó, ¡un abrazo maravilloso! Aquí voy a la iglesia todos los domingos. A veces no tenemos la suerte de tener un sacerdote que diga misa, así que los presos nos reunimos en una habitación y rezamos juntos. Somos veintitrés los que vamos a la santa misa y llevamos vuestros rosarios para que podamos sentirnos unidos e iguales, –blancos y negros– todos iguales. El libro del Padre Livio que me habéis mandado ilumina nuestro camino todos los días. Anselmo, Penitenciaría de Fermo

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“Aquí, en la celda, el transistor tiene un lugar de honor”. Querido padre Livio, le escribo esta carta para agradecerle de todo corazón la radio recibida y la bella carta que me ha dedicado. No pensé que tuviera tiempo de responderme, ya que solo soy un pobre prisionero. Estoy contento de escuchar Radio María, se oyen bien los programas. Rezo el Santo Rosario con vosotros todos los días y escucho las cosas bellas que contáis, en particular las reflexiones del Padre Livio y los comentarios sobre la prensa diaria. Aquí, en la celda, su radio tiene un lugar de honor: los cuatro que la ocupamos la escuchamos con fe e interés; para nosotros es realmente una compañera que nos consuela y nos alegra en los días más tristes y vacíos de significado. Costel, Penitenciaría de Verona

“Si todo este sufrimiento ha venido para que conociese a Dios, estoy contento”. Escribo para agradecer la gran fe que transmitís a nuestros corazones. Mi nombre es Giuseppe y soy de Calabria. En todo este sufrimiento, que mi familia y yo estamos padeciendo, hay algo muy positivo que, gracias a vosotros, ha entrado en mi vida: haber conocido a Dios es una cosa maravillosa e indescriptible. Hubo momentos, en estos dieciocho meses de prisión, en los que pensé que no podía más, en quitarme de en medio. Sin embargo, gracias a Dios, a través de vosotros, escuchando la misa y la catequesis de los viernes por la noche, me he dado

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cuenta de que la vida es un don de Dios y de que nadie tiene derecho de pisotear el don que Nuestro Señor nos ha dado. Ahora, gracias a vosotros, que me habéis abierto los ojos, he entendido el valor de la vida y del amor y me siento más fuerte. El sufrimiento que estoy padeciendo me pesa menos porque sé con certeza que Dios está con nosotros y, como siempre dice el Papa Francisco, Dios no conoce obstáculos, entra incluso por los barrotes. Si todo lo que ha pasado, si todo este sufrimiento ha venido para que conociera a Dios, soy feliz. ¡Gracias, gracias, Dios mío! Le pido a Dios que consigáis entrar en el corazón de todos porque sois un don de Dios. Giuseppe, Penitenciaría de Vibo Valentia

“He encontré en cada oración una partícula de mí, que me hizo pensar”. Querido Padre Livio y todos los que están comprometidos en sostener Radio María: Me llamo Igor y soy un preso de la cárcel de Verona. Vengo de Moldavia y soy cristiano. Un prisionero haría cualquier cosa para aprovechar cualquier oportunidad de mejorar su vida aquí; usaría toda la astucia, la inteligencia y la habilidad para disfrutar de todos los beneficios posibles. Y –debo ser sincero– esta era mi intención al principio, al pediros la radio que mandáis a los detenidos. Cuando estás en la cárcel, todo tiene una dimensión diferente e incluso la radio se convierte en una rareza, un bien precioso. Oí que si os escribía, podía conseguir este regalo y no lo pensé demasiado: inmediatamente comencé a buscar la dirección de Radio María. Así encontré vuestro folleto con las oraciones diarias que nos mandasteis y, por curiosidad, comencé a leerlo. Lo leí todo y,

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para mi asombro, encontré en cada oración una partícula de mí que me hizo pensar. Me di cuenta del mal que había hecho y de que estaba pidiendo el transistor con gran superficialidad y no para emprender un camino de conversión. Desde ese momento, comencé a arrepentirme y a desear una nueva vida. Me sentí avergonzado. Dios me dio todo: salud, cerebro, buena familia, y lo desperdicié. Tengo que dar gracias a Dios por estar en prisión, de lo contrario habría tomado un camino todavía peor y ¡hubiera sido el final! Os agradezco porque trabajáis por las vidas de aquellos que realmente lo necesitan y mientras haya personas como vosotros, el mundo tendrá esperanza. Después de todo, cuando vayamos al Cielo, podremos llevarnos solo las almas de aquellos que hemos salvado. Gracias de todo corazón. Igor, Penitenciaría de Verona

“Hemos sentido que alguien ha confiado en nosotros, quizás por primera vez”. Saludamos cordialmente al Padre Livio y a todos los voluntarios de Radio María. Somos siete jóvenes que recibieron el Sacramento de la Confirmación el 19 de mayo, después de una larga preparación por parte de nuestro capellán. Queremos agradeceros vuestros libros, los rosarios, las radios, las imágenes de María Santísima y el material que nos habéis mandado en Navidad, en Pascua y en el mes mariano. Nos has acompañado y apoyado siempre en este camino de renacimiento y retorno a la fe y a la esperanza. Hemos sentido que alguien ha confiado en nosotros, quizás por primera vez, y ha sido muy importante. Siete jóvenes prisioneros, Instituto Penal de Menores, Bari

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“Te pedimos con todo nuestro corazón que nos des otra oportunidad”. Mis queridos hermanos, siempre he sido un creyente, pero no un practicante regular. Tengo que reconocer que desde que estoy en la cárcel, hace unos diez meses, mi fe se ha fortalecido. Todas las mañanas rezo el rosario con vuestra radio y todas las noches hacemos un pequeño cenáculo con los compañeros de celda leyendo y comentando el Evangelio. Tengo 31 años y todavía no sé cuánto me tengo que quedar entre estas tristes paredes. Espero salir pronto y continuar el camino iniciado el 2 de junio, el día de mi matrimonio; después de unos cuatro meses fui arrestado. Pero, a pesar de todo, este momento difícil está cobrando valor. Aquí dentro encuentro la convicción de que nuestro Señor lo ve todo y provee a todo. Quisiera pediros algo, si es posible: una misa o un rosario dedicado a todos los prisioneros. Sabemos que nos hemos equivocado, pero muchos nos han olvidado y sentimos que se violan todos nuestros derechos. Os pedimos con todo nuestro corazón que nos deis otra oportunidad, que recéis por nosotros. Roberto, Penitenciaría de Vibo Valentia

“Esperamos el domingo para escuchar el Evangelio”. Soy un “chico” de cuarenta años. Desde que me detuvieron, comencé, casi por casualidad, a escuchar vuestra emisora. Casi por casualidad porque aquí, teniendo mucho tiempo libre, y cansado de la monotonía de los programas de televisión, mi

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compañero de celda y yo conseguimos una radio y empezamos a hacer zapping de programas, descubriendo, asombrado, que Radio María era una de las emisoras más interesantes desde el punto de vista radiofónico, sin programas musicales aburridos, monótonos y uniformizados como casi todas las emisoras de radio italianas. En particular, esperamos el domingo para escuchar los pasajes del Evangelio y las homilías que se convierten en un consuelo y una guía para nosotros, manteniendo viva la esperanza de poder emprender un camino verdaderamente nuevo y lleno de vida real. Carlo, Penitenciaría de Trento

“¡Giovanni, levántate!”. Querida Asociación Radio María, acabo de recibir la carta con los rosarios y las estampas de la Virgen y de Nuestro Señor Jesucristo: “Jesús, confío en ti”. Os lo agradezco He compartido los rosarios y algunas estampas con mis compañeros, y otras las he mandado a casa, a mis hijos. No hago más que nombrar a Jesús día y noche. Lo siento presente y veo que algunos de mis compañeros quieren hablar conmigo a menudo para escuchar su Palabra. El sufrimiento que siento es muy grande, porque he encontrado dentro de mí un enorme vacío, pero luego escucho en mi mente la voz de Dios que me llama y me dice: “¡Giovanni, levántate!”. Así que empiezo a rezar, leo las frases de nuestro Señor Jesucristo y se me pasa todo. Rezo para que Él manifieste su gloria y le dé al mundo la esperanza de la nueva vida que vendrá. Sufro mucho y conmigo hay muchos compañeros que sufren,

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pero, consolados por las enseñanzas de vuestra Radio, tratamos de amarnos los unos a los otros, como Cristo nos amó. Vuestro apoyo me llena de alegría. Deseo estar libre para formar parte de una asociación como la vuestra que difunde la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo. Giovanni, Penitenciaría de Poggioreale, Nápoles

“Yo soy feliz y no me importan los barrotes que tengo en la ventana”. Estoy bien porque tengo a Jesús siempre a mi lado y sé que escucha mi oración. Tuve la confirmación de esto hace dos días, cuando rezaba con todo mi corazón, pidiéndole que sacara del coma a la madre de un compañero de celda. El mismo día, cuando este amigo mío llamó al hospital, pudo hablar con su madre. En ese momento, pensé dentro de mí que Dios es verdaderamente grande y que nada es imposible para Nuestro Señor Jesucristo. Os parecerá raro escuchar estas palabras de un recluso, pero yo soy feliz y no me importan los barrotes que tengo en la ventana, me siento libre. A veces me parece que mi corazón esté a punto de explotar por la alegría que siento en este período. Y luego, soy una persona que intenta ayudar a todos. El otro día le di el transistor que me enviasteis a un compañero, porque lo veía siempre triste y me di cuenta de que él lo necesitaba más que yo. Ivano, Penitenciaría de Alessandria

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“Rezar el Rosario ha sido un contagio que nos ha dado a todos alivio y esperanza”. No era ateo, pero ciertamente hoy sé que no era un buen cristiano. Comencé a escuchar Radio María por casualidad, un día, por la tarde. Recuerdo que estaba transmitiendo el Santo Rosario y me emocionó. Pasó algún tiempo y también yo quise rezar el Rosario. Luego, gracias a vuestro libro de oraciones... ahí fue donde ocurrió el milagro, porque invité a otros reclusos a rezarlo. Hemos aprendido muchas oraciones que no sabíamos y ahora las rezamos juntos. Ha sido un contagio que nos ha dado a todos alivio y esperanza, y todos juntos queremos agradecéroslo; nosotros que siempre somos etiquetados como un “mal social”; pero por favor os pido que creáis que somos diferentes y que muchos de nosotros nos hemos dado cuenta de nuestros errores. Cuando vuelva a ser libre, les contaré a todos lo importante que habéis sido para muchos como yo. Paolo y un grupo de prisioneros, Penitenciaría de Benevento

“El sufrimiento le da valor a la vida”. En medio de este sufrimiento, estoy contento de haber conocido al Señor nuestro Dios. A mis compañeros de prisión siempre les repito que nuestro sufrimiento no es nada comparado con la Pasión de Jesús que nos salvó. ¡Quién sabe a quién estamos salvando con nuestro sufrimiento! Además, el sufrimiento le da valor a la vida. Nunca me cansaré de deciros que vuestra obra es única: involucráis a tanta gente en todo el mundo para rezar y hacéis tanta compañía a los enfermos, a los ancianos y a los

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prisioneros, haciéndonos conocer el Evangelio día a día, lectura de alegría y esperanza. Continúo involucrando, –en la medida de lo posible– a otros reclusos en la oración. Por la noche rezamos el Rosario con vosotros y me dan las gracias porque, después de rezar, se sienten mejor y más cerca de Dios nuestro Padre. No os escondo que soy muy feliz de ser útil. Si mi alma está sufriendo, como la de muchos otros, es porque Dios nos ha agarrado demasiado, para que no cayéramos. Salvatore, Penitenciaría de Vibo Valentia

“Nos sentimos bien con nosotros mismos cuando proclamamos la Palabra de Dios”. Voy a la capilla de nuestra prisión una vez por semana a escuchar misa. Soy un católico creyente y me gusta ir a la iglesia. Hoy nuestro capellán me ha dado vuestras oraciones, para leer por la mañana y por la tarde, y un Evangelio que es precioso y me siento acogido por vosotros con gran estima, amistad y hermandad. Con gran placer, me dirijo a todos vosotros para agradeceros lo que habéis dado a los reclusos. Nos sentimos bien con nosotros mismos cuando proclamamos la Palabra de Dios, nuestro Señor. Os doy las gracias a todos vosotros de la Asociación Radio María y a todas las personas que creen en ella y tienen fe y siguen nuestro camino hacia el Señor. Los folletos de oraciones son muy interesantes y nos permiten acercarnos a la oración. Es absolutamente cierto: la oración nos ayuda a vivir mucho mejor, a darle sentido a cada día. Nuestra alma y la fe en nuestro Dios Todopoderoso nos sostienen en las fatigas, nos consuelan, nos conducen a entender la Palabra de Dios, hacen que sintamos cerca a la Virgen. También rezo por todos vosotros

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y estoy seguro de que nuestras oraciones nunca terminarán; nos llenarán el corazón, el alma, la vida misma. Gracias, gracias a todos por vuestro trabajo honrado y hermoso y por las oraciones que rezáis por todos los que las necesitan. Rosario, Penitenciaría de Palmi (RC)

“La espada se le cayó de las manos”. Estoy encerrado en la cárcel desde hace trescientos ochenta y tres días. Escuchaba la radio de un compañero de celda que fue trasladado a otra institución. Ahora estoy solo. Cuando mi compañero escuchaba Radio María todas las noches, lo miraba y veía que se sentaba en la cama y dejaba de hablar. Cuando apagaba la radio, le preguntaba qué estaba escuchando. Me dijo que escuchaba canciones. Pero siempre a la misma hora todas las noches y todas las mañanas se ponía los auriculares y ponía la cama hacia la pared. Una mañana fue al baño y la radio se quedó encendida con los auriculares. Entonces, por curiosidad, me los puse y escuché a un sacerdote predicando. Cuando mi amigo salió del baño, me vio y me preguntó: “¿Has quitado el programa que estaba escuchando?”. Le dije que no, que tenía curiosidad de escuchar lo que siempre escuchaba por la mañana y por la noche a la misma hora. Me dijo que yo no podía escuchar esas cosas, porque no creía en el catolicismo. No obstante, comenzamos a hablar de Radio María y de las Sagradas Escrituras. Me repetía que desde que escuchaba Radio María, había cambiado: se le había caído la espada. Vi que era verdad porque sabía que antes era muy pendenciero. Entonces empecé a sentir curiosidad. Una mañana le dije que no se pusiera los auriculares para que yo también escuchase la catequesis, y lo mismo por la noche y los

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días siguientes. Ahora mi amigo ha sido trasladado. Le echo de menos, pero también echo de menos esa bendita radio en forma de Virgencita, que escuchaba con curiosidad. Esa curiosidad se ha convertido en una compañía de la que ya no puedo prescindir. Ahora en mi corazón siento que puedo decir que soy católico, he entrado en el coro de la iglesia de esta prisión. Me encantaría escucharos de nuevo. Dais fortaleza a los prisioneros, dais la esperanza de que sea posible cambiar. Paolo, Penitenciaría de Bellizzi Irpino (AV)

“Mis días en la cárcel pasan bien y rápidamente”. Querido Padre Livio, hoy he recibido una buena noticia, que esperaba tanto: me refiero a la llegada del transistor de Radio María. Luego vi que me había adjuntado muchas oraciones y reflexiones hermosas que leí con placer y confianza, y me gustaron mucho. No sé cómo agradecérselo, estoy agradecido por su bondad y le doy las gracias de todo corazón. Quién sabe, un día, cuando salga, quizás pueda ponerme a su disposición para ayudar a su asociación, Radio María. Habiendo recibido un regalo tan importante y muy especial, ahora mis días en la cárcel pasan muy bien y rápidamente. Estoy entusiasmado. No esperaba un regalo tan importante, especialmente en este período, en que no recibo visitas ni tengo coloquios y de repente ha aparecido una luz tan brillante y mi tristeza de golpe se ha esfumado... Evidentemente, los caminos del Señor son infinitos. Giacomo, Penitenciaría de Trento

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“Me gustaría tanto que Jesús hiciera que yo volviera a ser la criatura feliz en la que había pensado”. Últimamente había perdido un poco el camino; en los últimos dos años, más o menos, había dejado de escribir a todos porque estaba abrumado por la pesadez de mi sentencia. Creo mucho en Jesucristo y creo en el hecho de que Él me espera siempre y, en cualquier caso, me ha dado tantas pruebas. Tengo pruebas de su existencia y de la de su Padre, el Altísimo. Me encuentro sin nadie ni nada, ni siquiera la dignidad. Pero me siento fuerte porque Jesús me ama y cuida de mis seres queridos, que no he visto desde hace años porque no pueden permitirse el lujo de venir a verme; pagarse un viaje de 1.000 kilómetros les cuesta demasiado caro. Les quiero mucho y ellos también a mí, pero esta separación, esta distancia nos corroe a todos, hasta el fondo del alma... Muchas veces no consigo ver esa luz fuerte al final del túnel, porque se me oscurece la vista de ira y dolor. Me habéis mandado la radio y también un rosario. Os pido que me regaléis otro. El rosario se perdió durante el período negro en el que mi fe vaciló. Pido perdón si me perdí por unos meses, pero ahora estoy tratando de encontrarme, a los 28 años, después de 10 años en prisión. La Pascua se acerca, la Resurrección de nuestro Señor se acerca, lo siento y lo sentiré aún más cerca. Me gustaría que Jesús en la próxima Pascua, hiciera de mí esa criatura hermosa, espiritual, libre y feliz en la que Él pensaba cuando me quiso dar la vida en el vientre de mi madre. Andrea, Penitenciaría de Padua

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“Pidamos al Señor la fuerza de no volvernos a equivocar”. El nacimiento del Señor traiga la paz al mundo, menos maldad al hombre y una conciencia más limpia a todos nosotros, que nos hemos equivocado y con razón nos encontramos pagando nuestra culpa, pero pedimos al Señor la fuerza para seguir adelante y, sobre todo, para no cometer más errores, no solo por nosotros mismos, sino por nuestro prójimo, para no ofenderlo o herirlo. En lo que a mí respecta, pido humildemente perdón ante el Señor, a quien he ofendido. He recibido con gran placer y emoción vuestro sobre de Navidad con la carta, las tarjetas de felicitación, dos folletos y vuestro afecto y hermandad. Quiero agradeceros muchísimo que me hayáis mandado, a través de Sor Piera, vuestro transistor, con la corona del rosario y el folleto de oración. Con esto habéis tocado la parte escondida que tengo en mi corazón desde que era joven, cuando iba a misa y estaba más cerca de la Iglesia y de la oración. Luego, con el paso de los años, lo perdí todo. Ahora sigo mucho la Palabra de Jesús, la oración y rezo el Santo Rosario solo en mi celda como la Santísima Virgen María nos enseñó y nos sugirió. Sobre todo, rezo por la mañana y por la tarde. Os agradezco lo que hacéis para aliviar nuestro sufrimiento con la oración, que para muchos parece ser tiempo perdido, pero para mí es solo tiempo reencontrado. Sobre todo para mí, que con la patología que tengo, no sé cuánto tiempo más podré ver la luz. Desafortunadamente no puedo aceptar que me esté quedando completamente ciego: tengo miedo, temo a la oscuridad; es como si hubiera perdido el aliento. Giovanni, Penitenciaría de Pavía

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“Realmente solo a vosotros os puedo llamar amigos de todo corazón, porque me habéis enseñado el camino acertado hacia Dios”. Os escribo para deciros, de todo corazón, muchas gracias. Gracias, Jesús, por todo lo que has hecho por mí. Estoy muy contento y muy feliz de que siempre estés cerca de mí. Con vuestra gran ayuda he estado y estoy mucho mejor. Siempre me dais confianza y mucho valor para pasar todo este tiempo que he vivido y sigo viviendo en la cárcel. Gracias a Dios y a vosotros, mi pena ha sido acortada. Espero en nuestro Dios para que me dé una vida sólida y cercana a los valores verdaderos y pueda seguir adelante con nuestro gran amigo y Salvador, Jesús, y con nuestra Madre, María. Tenéis razón cuando decís que este tiempo vivido aquí en la cárcel y este sufrimiento me servirán en la vida, porque lo he asumido como una experiencia para crecer y he entendido realmente lo importante que es Jesús. Sé algo: cuando salga estaré lejos de las malas compañías que tuve antes. Quiero dedicarme a la familia y al trabajo y no volver con los amigos de antes. Realmente solo a vosotros os puedo llamar amigos de todo corazón, porque me habéis enseñado el camino acertado hacia Dios. Habéis sido para mí mucho más que amigos. Si Dios quiere, pronto podré salir de la cárcel y obtener la libertad condicional destinado a los servicios sociales. No sé nada, pero creo que todo estará bien en Jesús. Os lo ruego: rezad mucho por mí. Yo también rezo porque los signos de Dios en mi vida son fuertes. Jesús ya me ha dado tanto en la vida. Nunca dejaré de agradecer a Jesús lo que ha hecho. Solo puedo decir: “Gracias, Jesús”, por todo lo que haces por nosotros. Con mucho amor, vuestro amigo. Andrei, Penitenciaría de Biella

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“Por favor, acordaos de mí con una sonrisa”. Vuestra radio ha llegado antes que vuestra carta y estoy infinitamente agradecido, porque me habéis devuelto ese hilo de luz al que me había atado con todas mis fuerzas, así que ahora puedo volver a escuchar vuestra voz que me da tanto alivio y esperanza. Quiero confiaros algo más que solo es mío y que es quizás lo que realmente me hace sufrir. Soy un padre, un verdadero padre, que desafortunadamente ha decepcionado a su hijo, y ha acabado en el peor lugar donde puede acabar un hombre. Mi hijo tiene casi doce años y este año recibirá la Confirmación. Sin querer mentirle, le prometí que estaría presente en ese importante evento, y ahora, a pesar de mí mismo, debo decir que no estaré allí, pero él lo tomará por una mentira. Nunca he mentido a mi hijo, porque yo también he sido niño y sé lo que significa que no te hagan caso; pero hoy me siento el hombre más mentiroso del mundo porque, por mucho que lo haya intentado no me han concedido el permiso para ir. Entonces no estaré allí. Ni siquiera estaré allí con un regalo. No le he visto desde hace años, y esto me duele mucho, pero confío en Dios, porque sé que esta pesadilla pronto terminará y volveré a llenar el vacío que se ha creado hasta ahora. Gracias de todo corazón al Padre Livio por las atenciones infinitas que también nos dirige a través de la oración y la solidaridad. Y un agradecimiento infinito a quien a través de la correspondencia me ayuda a aliviar los momentos oscuros, con los buenos consejos de la fe y la oración, porque consigue que el lugar en que vivo sea un mundo maravilloso para mí. Por favor, acordaos de mí con una sonrisa, porque es la manera más sincera que uso con todos vosotros para que os acordéis de mí. Primera carta de Donato, Penitenciaría de Porto Azzurro, Isla de Elba (LI)

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“Amo la vida, Dios y al prójimo de una manera diferente, más intensa”. Querida Radio María, hoy he recibido con gran placer vuestra carta, que contenía dos regalos preciosos para mi hijo, y no podéis imaginar cuánto me ha gustado vuestro envío, que veo como un enorme gesto de sinceridad y ternura. Estoy seguro de que mi hijo lo apreciará. Procedí inmediatamente a mandar vuestros regalos y, como de costumbre, le escribí una carta. Siempre he creído en Dios y le dirijo todas mis oraciones. Le confesé mi pecado. Me confío a Dios en cualquier momento del día o de la noche, si es necesario, y hago penitencia (los viernes) en reconocimiento y gratitud. Las noticias de Livorno (Magistrado de Vigilancia) me dan una fuerza de vida infinita y estoy contento sinceramente de contároslo a vosotros de Radio María. ¿Qué ha pasado? Me han dado como premio un permiso para disfrutarlo en el territorio de Elba. Estaré fuera del 20 al 28 de julio. Esta será la enésima demostración de confianza que tendré que dar al Magistrado y probará mis buenas intenciones con vistas a la deseada y creída reinserción social. Gracias a vuestro apoyo constante he logrado tener un primer contacto simbólico con el mundo exterior, más allá de estos muros. He alcanzado así el equilibrio completo y la adecuada serenidad que tanto deseaba y que raramente tenía. Esta experiencia en la cárcel me ha marcado mucho, pero me ha cambiado para mejor. Ahora aprecio más cada pequeña cosa, incluso un pequeño gesto; amo la vida, a Dios y al prójimo de una manera diferente, más intensa. He aprendido a no dar nada por hecho y soy más indulgente con los demás. Me siento muy cerca de vosotros y os estoy infinitamente agradecido. Que Dios quiera cuidarnos a todos. Segunda carta de Donato, Penitenciaría de Porto Azzurro, Isla de Elba (LI)

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“Salgo de aquí como un hombre libre”. Estoy emocionado por escribiros esta carta porque solo tengo cosas bonitas que deciros. Por lo que respecta a mi solicitud –hecha en agosto al magistrado de vigilancia–, de un procedimiento penal que pudiera aplicarse a mi condena, ha sido aceptada. Así, la fecha de mi liberación del castigo se ha vuelto inminente. He llegado, finalmente, a terminar mis problemas con la ley y salgo de aquí como un hombre libre, sin ninguna restricción ni libertad condicional, sino libre: ¡para mí esto es muy importante! Estos días son difíciles y como arma de fuerza, rezo continuamente porque me llena y en las cosas que hago durante el día me parece que siempre está cerca de mí, la querida Madre de Jesús. Hablé varias veces con el padre capellán de la cárcel porque siento la necesidad de hacer un camino espiritual una vez que salga de aquí. Confío en que María ponga en mi camino a las personas adecuadas que puedan ayudarme en mi búsqueda. Fuera de la cárcel, el ritmo de vida será más rápido y habrá muchos estímulos, pero confío en la oración para permanecer fiel a lo que siento, que durante la prisión fue mi fortaleza. Aunque todavía tengo mucho peso por llevar, mi corazón es más ligero desde hace algún tiempo. Gracias por las oraciones que habéis rezado por mí; siento que es el regalo más hermoso que he recibido. Marcello, Penitenciaría de Bolzano

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La historia de Gianluca En esta serie de cartas, escritas a lo largo de dos años, las etapas de un camino desde la desesperación a la alegría de la fe.

“Os escribo porque necesito ayuda”. El que escribe es Gianluca y estoy en la cárcel desde hace casi seis años. Os escribo porque necesito ayuda. Ayuda espiritual y psicológica. Estoy pasando por un período muy malo. La depresión me está corroyendo física, pero sobre todo psicológicamente. Estoy muy mal, de verdad; en mi mente hay tantos pensamientos oscuros: los sentimientos de culpabilidad, los remordimientos de conciencia están acabando conmigo. Muchas veces tengo ganas de matarme, de ahorcarme en los barrotes de la celda, así pondría fin a mi sufrimiento atroz. Me siento y me considero un monstruo, incapaz de amar, de dar satisfacción, de hacer el bien. En mi vida solo he sido capaz de causar sufrimiento y desilusiones. No merezco ser amado. Yo creo en Jesús; todos los días, a decir verdad, todas las noches, me encierro en el baño de mi celda, me arrodillo, rezo y le pido a Jesús que perdone mis pecados. Cada vez que empiezo a rezar, lloro como un niño. Me gustaría ser una persona nueva. Pero ya me he resignado: nací podrido y moriré podrido. En mi vida he sufrido mucho. Solo tengo treinta y cuatro años, pero parece que tenga sesenta. He estado interno desde que tenía tres años y salí a los trece. Tengo padres, pero es como si nunca los hubiera tenido. Cuando salí del internado, viví en la calle, siempre arreglándomelas solo. A los catorce años conocí a una persona; inmediatamente me mostró afecto y atención. Me dio ese amor que solo los verdaderos padres pueden dar. Esta persona se aprovechó de mi necesidad de amor y de afecto y

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abusó sexualmente de mí. Después de no poco tiempo logré escaparme de sus garras. Dejé mi ciudad natal. Conocí a una chica e inmediatamente nos enamoramos. Encontré un trabajo. Parecía que mi vida hubiera cambiado a mejor. De nuestra relación nació un niño hermoso; pero desde su nacimiento tuvo problemas cardíacos. A los tres años, mi angelito murió. Empecé a beber y más tarde a drogarme. Perdí mi trabajo y a la mujer que amaba. El sufrimiento y el dolor causados por la muerte de mi hijo me hicieron perder completamente la cabeza. Empecé a delinquir. Viví de aquí para allá hasta que acabé en la cárcel. Siento, de hecho estoy seguro, que mi vida siempre estará llena de sufrimiento. Os pido que recéis por mí, tal vez incluso que les pidáis a otros que recen por mí. Quiero cambiar, dar un cambio a mi vida, pero no puedo hacerlo solo. Necesito ayuda. Os pido que hagáis un llamamiento a vuestros oyentes de la radio para que me apoyen espiritualmente. Realmente espero que haya alguien dispuesto a ayudarme, para hacerme entender que la vida no es solo en blanco y negro, como lo ha sido hasta ahora para mí. Rezad mucho por mí. Gianluca

“Me siento mal porque los remordimientos, los sentimientos de culpabilidad me ‘muerden’ la conciencia”. Estimados colaboradores de Radio María, os escribe otra vez Gianluca, desde la cárcel. Hoy, con gran alegría y placer, he recibido vuestra carta, la radio y el rosario. Antes que nada, muchas gracias. Sinceramente, me ha gustado mucho que me escribierais. Me levantó el ánimo, me di cuenta de que, incluso

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desde la distancia, estáis cerca de mí con el pensamiento y sobre todo con vuestras oraciones. Como escribí en mi carta anterior, estoy atravesando un período muy malo, estoy luchando contra la depresión. Quiero aclarar que no estoy mal porque lleve seis años en la cárcel. Es más que justo que esté aquí porque he cometido errores y es absolutamente justo que cumpla la condena que se me impuso. Me siento mal porque el remordimiento, los sentimientos de culpabilidad, me “muerden” la conciencia. Analizando detalladamente mi vida, me he dado cuenta de que siempre he causado daño, sufrimiento y decepción a las personas que estaban cerca de mí y no solo a ellos… Me he dado cuenta de que en mi corazón nunca hubo amor y esto hace que me sienta un monstruo. Estoy sufriendo mucho, pero soy consciente de que merezco sufrir mucho más. En cambio, no merezco para nada vivir. No me hago la víctima, ni estoy buscando compasión. Solo estoy expresando lo que pienso de mí. Tal vez lo haga para “desahogarme” un poco, para aliviar mis penas. Me habéis escrito que Jesús dio su vida en la cruz por mí y murió para salvarme de este pecado y hacer de mí una persona nueva. Pero creo que es muy difícil que yo pueda convertirme en una persona nueva porque estoy podrido por dentro. Hay un viejo proverbio que dice: “El que nace redondo no puede morir cuadrado”. Si no hay amor en mí, ¿cómo podría amar? Me doy asco. He buscado a Jesús durante muchos años con todo mi corazón, he abierto la puerta de mi corazón para que Cristo pudiera entrar, pero hasta ahora nunca me he sentido cerca de Jesús. Estoy seguro de que soy el hijo del mal, el hijo de Satanás. Y NUNCA encontraré la serenidad. También estoy convencido de que si supierais lo que hice, interrumpiríais inmediatamente el contacto conmigo. Me alegro de haberme

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dado cuenta de lo malo y lo malvado que he sido, así procuro alejarme de la gente, porque tengo miedo de seguir haciendo daño. Así que prefiero permanecer encerrado en mi celda, lejos de todos y de todo. Gianluca

“Me gustaría que mi única medicina fuera Jesús”. Vengo a vosotros después de recibir vuestra carta y de haber escuchado vuestra radio. “Estaba preso...”. Don Giacomo ha leído en directo parte de mi carta anterior: Me conmovió mucho. Estaba encerrado en el baño de mi celda y, mientras escuchaba las palabras de respuesta a mis cartas, me sentí invadido por una inmensa alegría. Lloré y todavía estoy llorando. Esta vez no estoy llorando porque esté triste; al contrario, mis lágrimas son lágrimas de alegría. Por un momento, don Giacomo hizo que me sintiera amado. Os estoy inmensamente agradecido porque me habéis hecho sentir esta bellísima emoción. Por favor, ayudadme, quedaos cerca de mí, no me abandonéis. Tengo miedo, tanto miedo de que me arrollen los malos pensamientos, los del suicidio. Estoy mal, muy mal, pero aquí en la cárcel trato de hacer todo lo posible para que no se vea, porque no quiero tomar antidepresivos. Durante un tiempo los tomé, pero no encontré alivio, al contrario. Me gustaría tanto que mi única medicina fuera Jesús. Gianluca

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Después de haber intentado suicidarse varias veces Gianluca fue trasladado a otra prisión. Nos devolvieron la carta que le habíamos escrito, pero uno de los guardias, con profunda humanidad, nos escribió en la carta la nueva dirección.e.

“Ya no me quedan fuerzas para sufrir”. Os agradezco vuestra carta. Una vez más me habéis dado una prueba concreta de que realmente os importamos nosotros, los presos, considerados como la escoria de la sociedad. Os habéis “preocupado” por mí y no sé cómo conseguisteis saber que me habían trasladado a la prisión de Ancona y me escribisteis enseguida. Nadie de mi familia y ningún amigo mío hubieran hecho lo que vosotros habéis hecho por mí. Conseguís que me sienta amado e importante con vuestra atención. ¡Ojalá os hubiera conocido antes de terminar en la cárcel! Estoy seguro de que no me encontraría aquí si hubiera conocido personas como vosotros a lo largo de mi vida. Me trasladaron porque intenté suicidarme varias veces en la prisión donde estaba antes. No lo hice para llamar la atención sobre mí o por razones de justicia. Lo hice porque estoy cansado de vivir y ya no tengo fuerzas para sufrir. El único consuelo es que sé que a través de vosotros muchos rezan por mí. A veces parece me escuchar sus voces y saborear algunas migajas del amor de Jesús por mí. Gianluca

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“Me gustaría que todos los presos comenzaran un camino espiritual”. Estoy bastante bien física, mental y sobre todo espiritualmente. Cada día que paso en estas cuatro paredes, alimento mi alma leyendo la Biblia y rezando y siento que me llena una energía positiva. A menudo, hablo de Jesús y de su grandeza a otros reclusos. Algunos me toman el pelo. Al principio sufría, pero ahora no me importa; por el contrario, insisto en hablar de Jesús y de cómo Él está obrando en mi vida precisamente a través de aquellos que se burlan de mí. Me he dado cuenta de que cuando están en grupo se hacen los “matones”, por eso aprovecho la oportunidad para hablar con ellos cuando están solos. Algunos me escuchan, así que voy a su celda y les leo algunos versículos de la Biblia que me impresionan particularmente. Esta serenidad mía, esta sensación de paz y este deseo de evangelizar me los habéis dado vosotros con vuestros programas. Me habéis ayudado a superar un momento muy malo de mi vida y, sobre todo, me habéis hecho descubrir el Amor de Jesús y de Nuestra Señora. Me gustaría mucho que todos los prisioneros comenzasen un camino espiritual. Seguramente sus penas se aliviarían, porque nuestra Madre María y Jesús nos ayudan a cargar con nuestra cruz. Rezo mucho por vosotros para que tengáis siempre la fortaleza de ayudar espiritualmente a los prisioneros y no solo a ellos. Os pido que no me dejéis. Quiero compartir este hermoso camino con vosotros. Gianluca

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“Aunque esté encerrado en la cárcel me siento LIBRE en el espíritu y en la mente”. Quiero que sepáis que GRACIAS A DIOS psicológicamente ESTOY MUY BIEN. Estoy seguro de que, gracias sobre todo a las oraciones, estoy superando la “maldita” depresión que me atenazaba. La oración me ayuda mucho. En esta cárcel, estoy trabajando duro, participo en muchas actividades y administro la biblioteca interna. Puedo decir con seguridad que desde que me he acercado al Señor, aunque esté encerrado en la cárcel, me siento LIBRE en el espíritu y en la mente. Estaba desesperado porque me sentía solo y abandonado. Mi familia natural dejó de interesarse por mí hace años. Gracias a vosotros tengo una nueva familia, tengo padres, hermanos, hermanas y amigos. Os escucho todas las noches y rezo con vosotros. Os considero ángeles enviados por Dios y estoy encontrando paz y alegría en mi corazón. Soy feliz a pesar de estar en la cárcel, porque ya no estoy solo: tengo a Dios en mi corazón y muchos ángeles (todos vosotros) que están cerca de mí con el pensamiento, con las cartas y sobre todo con las oraciones. Hacía mucho tiempo que no pronunciaba una frase preciosa. Ahora siento desde lo más profundo de mi corazón que tengo que deciros a todos: ¡¡¡OS QUIERO!!! Gianluca

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“Son muchos los que son libres físicamente, pero están encarcelados en este mundo”. A menudo, desde que me he acercado al Señor, he intentado identificarme con las personas que sufren un robo o un asalto. Cuando me identifico con la víctima, me doy cuenta de todo el daño que he hecho. Os pido con todo mi corazón que recéis e invitéis a rezar no solo por nosotros, los detenidos, sino sobre todo por las personas a las que hemos hecho daño. Recemos por ellos para que no nos odien porque cuando se odia a alguien, se vive mal. No pretendo que nos perdonen, pero rezo para que no tengan el corazón lleno de odio y desprecio. Aunque estés encerrado entre rejas, si lo deseas, te sientes “libre”: ¡Dios puede esto y más! Muchos son libres físicamente, pero están encarcelados en este mundo. Gianluca

“Nunca seremos felices si no damos un poco de felicidad”. Os doy las gracias por haberme mandado libros y folletos de oración para enriquecer la biblioteca de la prisión, de la que me han encargado de ocuparme. He creado toda una estantería y quería que mis compañeros de desgracia supieran que los libros eran una donación vuestra, así que he escrito un cartel: “Donado por Radio María” y lo he colgado en la estantería. Seguramente os gustará saber que los libros que habéis mandado “vuelan”. Gracias a vosotros, la mayoría de los presos extranjeros pueden leer algunos libros cristianos en su propio idioma. Esto implica más trabajo para mí, porque constantemente me piden libros y consejos espirituales y tengo que dar testimonio de mi

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conversión. Lo hago, sin embargo, de buen grado. Siempre os estaré agradecido porque, tal vez sin siquiera daros cuenta, me habéis transmitido tantos valores. Uno de ellos es ser disponible y solidario con el prójimo. No me avergüenza deciros que antes era una persona muy indiferente y egoísta. Bastaron vuestras palabras, escuchar vuestros programas y las atenciones que habéis tenido conmigo –que estaba seguro de no merecer– para que cambiase. Suelo decir, durante las reuniones que tengo con los alumnos de las escuelas para dar testimonio de mi pasado de pecado y de la nueva vida que estoy empezando, que el egoísmo y la indiferencia son nuestra ruina porque nunca seremos felices si no damos un poco de felicidad. Ya os he dicho otras veces que estoy contento de haber acabado en la cárcel porque, de verdad, ha sido mi salvación. Pero sobre todo porque en la cárcel conocí vuestra Radio y a personas como vosotros, que me ayudaron a volver a nacer, sobre todo espiritualmente. Quizás yo también en mi subconsciente siempre he buscado a Jesús de la manera más absurda y equivocada, porque os confieso que cuando finalmente acepté que entrase en mi corazón, en mi vida, ya imaginaba que me cambiaría la vida a mejor. Necesitaba vuestra voz para que me indicase el verdadero camino para encontrar a Jesús. Porque también es cierto que amar a Jesús significa poner en práctica sus enseñanzas, por lo tanto, comporta sacrificios y muchas renuncias. No es fácil dar un vuelco a tu vida, también porque Satanás intenta con todas las formas hacerte caer en el pecado. Un camino espiritual de fe es un camino cuesta arriba, con muchos obstáculos y dificultades, pero estoy seguro de que no estoy solo en este recorrido. Tengo la voz de vuestros programas y oraciones que me sostienen. Por lo tanto, aunque muchas veces me deprimo y me desanimo, no me rindo, no

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vuelvo atrás; al contrario, trato de ser más fuerte y lo logro porque en mis oraciones le pido ayuda al Señor. Me gustaría tanto que el buen Dios me utilizase como un instrumento suyo para ayudar a los demás: sería una manera de redimirme del mal que he hecho en el pasado. De alguna manera, ya me siento un instrumento de Dios, porque a pesar de siete años de prisión ya cumplidos y cuatro por cumplir, siempre tengo la sonrisa en los labios y una palabra buena para otros reclusos que vienen a pedirme algo, porque sé que cualquier cosa que me pase es por voluntad de Dios y que Él de alguna manera me defiende del mal. Pido a todos los oyentes de Radio María que recen por mis compañeros y por mí, para que tenga la fuerza y la voluntad de superar los obstáculos que encuentro en el camino de la redención. Ahora a todos nos gustaría mucho que desde nuestra prisión se transmitiera una misa en Radio María, dicha por nuestro capellán, el Padre Giancarlo, que nos consuela y nos da los sacramentos y el Evangelio. Rezamos por ello. Gianluca

“Él es el Dios de lo imposible”. No veía que llegase la hora de recibir vuestra carta. Tengo varias cosas buenas que contar. Comienzo diciendo que desde septiembre, aunque todavía me falten cuatro años, podría terminar cumpliendo mi sentencia fuera de la prisión, en una casa familiar. Luego me han desbloqueado los permisos y en noviembre podré ir a la ceremonia de premiación del premio literario en el que participé, que se celebrará en Roma: ¡soy uno de los finalistas! Además, la educadora me propuso ir a Roma con un permiso con motivo del Jubileo de la Misericordia. También

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habrá presos de otras cárceles y nos encontraremos con el Papa. Estoy lleno de alegría y me preparo mucho con la oración. Comienzo a ver muchos destellos de luz. Creo que el buen Dios está atendiendo mis plegarias y las vuestras. Uso esta nueva luz mía para ser un testimonio vivo con mis amigos detenidos, para que ellos también puedan confiar sus vidas y abrir sus corazones a Jesús. A menudo, les digo: “No te desesperes. Dios cuidará de ti, te protegerá y te ayudará. Él es el Dios de lo imposible”. Gianluca

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Huellas de oraciones escritas por presos Francesco nos escribió mientras estaba detenido. Estaba desanimado, solo y sufría de depresión. Nos dijo que su compañero de celda había vuelto a la libertad y antes de salir quiso darle lo más precioso que tenía en la prisión: un transistor de Radio María. Así, Francisco comenzó a escucharnos y luego a escribirnos. Nos pidió los libros del padre Livio: los leía y luego se los pasaba sin falta a aquellos compañeros presos que necesitaban más esperanza y fe. Se sentía muy solo. Con el capellán, logramos encontrar un voluntario que acompañase en coche a la esposa de Francesco, que vivía lejos, y no podía ir a verle durante los coloquios. Las cartas de Francesco eran cada vez más intensas y luminosas. Luego, la noticia: el día de Año Nuevo, Francesco recibió la Confirmación en prisión. Nos envió el vídeo con las imágenes y la dedicatoria. Por primera vez vimos su rostro, junto con el de su padrino, al obispo, al capellán y a otros presos. Estaban en la cárcel, pero estaba claro que sus corazones estaban libres y llenos de luz. Durante su detención, Francesco organizó un grupo de oración con sus compañeros, tratando de incorporar a los recién llegados que vivían una inquietud más profunda. En el grupo, rezaban el Rosario, leían y comentaban el Evangelio. También se reunían para hacer cuadritos de regalo con imágenes de la Virgen de Radio María. Fue colaborador del capellán hasta que terminó su sentencia, y volvió a la libertad, dejándonos esta hermosa oración del prisionero, compuesta por él:

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“No quiero renunciar a ser”. Señor mío Jesucristo, soy un preso. Tendría más tiempo que un fraile cartujo para rezarte, pero tú sabes lo difícil que es rezarte para un preso. Es difícil rezar y creer cuando uno se siente abandonado por la humanidad. Incluso para ti fue difícil rezar en la cruz y gritaste tu amargura: “¿Por qué me has abandonado?”” Un ¿por qué? que en tus labios era diferente... Porque tú eras inocente. Tú también fuiste un acusado, un preso y un condenado. A un compañero tuyo de pena, arrepentido y que confiaba en ti, le aseguraste el paraíso y le hiciste santo. A ti, Señor, víctima de todas las injusticias cometidas por la justicia humana, dirijo mi grito: Acéptalo como oración y súplica. Tú disculpas, tú perdonas y olvidas. Yo, sin embargo, no quiero que nadie me compadezca, quiero que crean en mí, en mi regeneración, no quiero renunciar a ser. Quiero creer que al menos Tú, el más justo e inocente de los condenados a muerte en la historia, entenderás mis lágrimas, mi rabia. Eres el único hilo de esperanza real. Señor Jesucristo, Hijo de Dios, dame la fe de la verdadera libertad, que está dentro de mí, que ninguno puede arrebatarme por los siglos de los siglos. Amén. Francesco, Penitenciario de Milán Bollate

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Andrei es un joven de 20 años, extranjero, que poco después de llegar a Italia, sin entender mucho, se encontró en la cárcel por seguir malas compañías. Tiene tanta nostalgia de su país. Escribe: “Queridos amigos, cada palabra vuestra que escucho me acerca a nuestro Señor. Aquí era extranjero y estaba completamente perdido, en el pecado y en la desesperación, pero a través de vosotros me ha encontrado el Señor. Ya no me siento tan solo y siempre tengo el valor que Dios me da cada día. Con su ayuda, espero que pronto vuelva a ser libre. Sentí que algo cambiaba dentro de mí cuando me di cuenta de que alguien estaba cerca de mí y me quería. A través de la voz de vuestra radio, Dios habla a mi corazón y a mi mente. He escrito esta oración para vosotros:

“Mi casa, palabra divina”. Mi casa, palabra divina, dulce y caliente como el pan. Lágrimas y escalofríos se apoderan de mí cuando te recuerdo. He estado en miles de lugares: ¡qué hermoso es el mundo! Pero nada es como lo nuestro, en mi dulce casa. Allí aparece el arcoíris en cada ventana. Allí el sol es “el mío” y el amor es “el nuestro”. Allí se da un dulce beso a la Santa Cruz, más largo, más suave, más silencioso, como un milagro eterno. Allí, tumbado entre la hierba, todo el peso se suaviza y permanezco mucho tiempo sin pensamientos en el silencio dDivino. ¡Cuánto camino para llegar! Siempre me viene a la mente y echo de menos cada vez más mi dulce casa. Andrei, Penitenciaría de Biella

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Con motivo de la transmisión en vivo en Radio María de la misa dominical desde la Penitenciaría de Módena, al final de la celebración un recluso, en nombre de todos los presos, leyó esta oración compuesta por él como un comentario sobre la lectura del Evangelio del día:

“Dame, Padre, no mi libertad, sino la tuya”. “Todo hombre verá la salvación de Dios” (Lc 3, 6). ¿Todo hombre? ¿De verdad es así: “cada” hombre? ¿Entonces, yo también? Quizás no sabes lo que estás diciendo. Dicen que lo sabes todo, te llaman Omnisciente. ¿Cómo no sabes entonces que maté, robé, traicioné, mentí? Hombres, solo hombres, hombres como yo lo saben. Por eso estoy aquí, encerrado entre paredes y barrotes, porque soy peligroso para los demás y para mí mismo. ¿Te llaman Dios y no sabes estas cosas? ¿Puede salvarse un hombre así? ¿Y qué es la salvación? Para nosotros que estamos aquí, en este desierto que hemos construido, la salvación es otro lugar, no este; es otro tiempo, mañana, no hoy. La salvación es libertad y donde no hay libertad no puede haber salvación. Sin embargo, yo he sentido que tú bajas precisamente allí donde hay un desierto, y no mañana, sino hoy. Dicen que Tú das la libertad. Pero ¿qué libertad? Tal vez hablas de otra libertad; mi libertad era una prisión y a la prisión me ha llevado. Mi libertad, a través de pasos tortuosos y lugares escarpados, me ha arrojado al precipicio. Mi libertad me ha encadenado. Dame, Padre, no mi libertad sino la tuya. Mi libertad se ha nutrido con tantas palabras; son palabras vacías. Tú dame palabras de vida eterna. Mi libertad se ha alimentado de alimentos perecederos. Tú dame el pan de vida. La sed que me quemaba dentro bebió en las

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fuentes del hombre. Tú dame el agua que no muere. Solo Tú, Señor, eres Palabra, eres Pan, eres Agua. Solo tú eres la salvación, solo tú eres la vida verdadera. No te pido, Padre, que me saques de la cárcel ni que apresures mi liberación; no te pido esta pequeña libertad, deseo que me des una libertad más grande. Líbrame, Dios mío, de mí mismo, líbrame de todos mis ídolos ilusorios, líbrame de todos mis temores, líbrame de toda mi mezquindad. Líbrame de todo lo que me ate a un pasado que ya no existe, o que me proyecte hacia un futuro que aún no existe impidiéndome vivir plenamente el hoy, el hoy donde solo estás tú. Líbrame de todo lo que me lleva a separarme y dividirme de mis hermanos, que es lo mismo que separarme de ti. Llena mis carencias, lima mis asperezas, corrige mis desviaciones y haz que pueda amar como amas tú, en lo profundo, más allá de toda apariencia. Estoy aquí porque no he sabido amar y amar es la única libertad verdadera. Un recluso, Penitenciaría de Módena

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Cartas de los Capellanes de Prisión “Toda la comunidad penitenciaria expresa la más sincera gratitud por vuestra gran generosidad, por todo lo que hacéis llegar a nuestras manos y a nuestros corazones. Somos doscientos cincuenta, entre hombres y mujeres, y el ochenta por ciento somos cristianos católicos. Os lo digo para que entendáis a cuántas personas, con vuestra contribución, inapreciable y afectuosa, dais alegrías; personas que quizás no tengan familiares en Italia: hacéis que sientan más cerca el mundo exterior y que no han sido olvidados. Vosotros estáis siempre en nuestros corazones y oraciones, Dios os bendiga así como a vuestras familias, y a todos los benefactores y oyentes de vuestra Radio. Con la esperanza de que Dios llegue al corazón de cada ser vivo en este mundo, para que lo mejoremos todos los días. Gracias de nuevo por todo. Saludos afectuosos de toda la comunidad carcelaria”. Diácono, Penitenciaría de Trieste “Os doy las gracias por lo que habéis mandado”. Pondremos todo a disposición de nuestros hermanos “restringidos”, para que puedan leer algo que les ayude a madurar, a comprender su error y a nutrir su espíritu. Hemos decidido regalar los transistores durante la santa misa que se celebrará en nuestra cárcel el 22 de diciembre. Será un regalo muy bienvenido por parte de los presos que lo llevan esperando desde hace mucho tiempo. El transistor será entregado por el obispo a todos los que participen en la santa misa. Gracias por todo lo que nos mandáis, es todo para ellos”. Capellán y monja, Penitenciaría de Bérgamo

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“Creo que las personas recluidas están atravesando uno de los momentos más difíciles de la historia penitenciaria desde 1975. Vuestra atención me consuela y me anima, teniendo en cuenta mi gran estima por Radio María, que concretamente, mientras dice, también hace. Considero vuestra disponibilidad como una ocasión de la Providencia para todos nosotros, los “sacerdotes en la cárcel”, y me encomiendo a vuestras oraciones generosas y a todas las de los que escuchan Radio María”. Capellán, Penitenciaría de Palmo (RC) “Hoy recibí el material que la familia de Radio María nos ha enviado dando prueba de su bondad. ¡Gracias! Vuestro servicio y vuestra generosidad concreta con este regalo han dado a muchos hermanos la ternura de la Madre, visitándolos en prisión con un gesto de amor sorprendente. Canto el Magníficat esta tarde, porque, como en la casa de Isabel, la Madre del Señor nos ha venido a ver. Y también nosotros os preguntamos: “¿A quién debo que venga a mí la Madre del Señor?”. Pero, como María, nos sentimos humildes y magnificamos la grandeza del Señor, también gracias a vuestra proximidad fraterna de servicio en la prisión”. Capellán, Penitenciaría de Oristano “A muchas de las mujeres que están presas aquí les cuesta leer porque son analfabetas o extranjeras, por lo que la radio sigue siendo el medio más inmediato de evangelización y un consuelo en las largas horas de inactividad. Los transistores son un regalo muy bonito para dárselo a todas en Navidad, junto con una oración a María, la Madre del Señor, honrada también por las musulmanas recluidas aquí”. Capellán, Casa de Reclusión de Mujeres de Venecia

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“Vamos a dar una radio por cada celda y algunas las tendremos de repuesto, en caso de que alguno al salir, se la llevase. La monja que me ayuda habló de dos conversiones, precisamente gracias a esta preciosa ayuda. En particular, me habló de una reclusa muerta “santa” después de un camino de conversión, gracias a la escucha de las catequesis y las oraciones de Radio María”. Capellán, Penitenciaría de Génova Pontedecimo “Es bello ir de celda en celda y ver a los reclusos que usan vuestros regalos. No sé cómo agradecéroslo: es alentador saber que uno no está solo en esta delicada y valiosa labor pastoral”. Capellán, Penitenciaría de Lecce “En el mes de mayo, Nuestra Señora en la cárcel de Secondigliano ha hecho grandes cosas, encontrando a todos los presos, invitándolos a la conversión, a la oración y a la penitencia. Hemos vivido la Peregrinatio Mariae, de celda en celda. En cada lugar, la estatua de la Virgen se detenía y los prisioneros rezaban el Rosario. Ha sido un gran éxito, porque han pedido que continuase y ahora hay cuatro grupos de presos que se reúnen todos los sábados para rezar el Rosario con vuestros folletos y coronas. Entregamos a los prisioneros todo el material devocional que nos enviasteis: radios, rosarios, libros de oraciones, evangelios, estampas. Somos tan numerosos como una ciudad y siempre necesitamos gestos de caridad”. Capellán, Penitenciaría de Nápoles, Secondigliano

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Estas dos cartas del capellán resumen una hermosa “aventura de fe”, vivida para que llegasen los transistores a la fascinante pero remota –sobre todo en invierno– isla de Favignana. “Aquí hay alrededor de ciento cincuenta reclusos. Siempre nos resulta difícil encontrar material religioso en nuestra isla de Favignana. Propuse vuestra radio “Virgencita” a la dirección de la prisión y fue admitida. Vuestros preciosos regalos serán distribuidos a los prisioneros así: los primeros serán los que han demostrado, participando en las diversas iniciativas de celebraciones y catequesis, un deseo de comprometerse en la oración, y luego, un poco a la vez, llegaremos a los demás, como signo de una misión, de una posibilidad de ofrecerles un instrumento para abrirse y recibir la Palabra. Los distribuiremos durante la santa misa de Navidad cuando venga a visitar la prisión nuestro obispo. Quería compartir con vosotros la maravilla de varios de mis feligreses, cuando vieron vuestro transistor en forma de virgencita en el escritorio de mi oficina. Si estáis de acuerdo, me gustaría dárselo también a nuestros enfermos por Navidad. Habitualmente visitamos a unas ciento diez personas en sus hogares y más de noventa no se pueden mover de la cama. Me gustaría lograr, con algunos voluntarios, sintonizar todas las radios de Radio María, que aquí en Favignana se escucha muy bien y la siguen muchos y luego memorizar el canal con el mando correspondiente”. Primera Carta Capellán, Penitenciaría de Favignana (TP)

“Sé que nos mandasteis el material a su debido tiempo, pero esa semana el mar estaba muy agitado y era imposible llegar a la isla. Como sabéis por nuestros frecuentes intercambios de mensajes,

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vuestros regalos fueron bloqueados en el depósito de Trapani y el correo no pudo completar la entrega porque ningún barco viajaba por ese tramo de mar embravecido. En invierno sucede que nos quedemos aislados, pero esta era una ocasión especial y todos esperaban que las radios llegasen para las visitas de Navidad a los enfermos y para la entrega a los presos con motivo de la misa de Navidad del obispo. También necesitábamos tiempo para verificar el material con los controles de seguridad y prepararlo. Hemos rezado mucho, y vosotros también en la parte opuesta de Italia, pero el pronóstico del tiempo ha sido siempre muy malo. Todas las mañanas mis feligreses miraban llenos de esperanza hacia el mar y regresaban desolados por la borrasca. Luego, el noveno día de nuestra oración, y al comienzo de la Semana de Navidad, sucedió un “pequeño gran milagro”. De pronto, un día de mar en calma y cielo despejado. La situación se desbloquea, la entrega se lleva a cabo de inmediato y todos reciben su regalo a tiempo. Este año, en Nochebuena en nuestra isla de Favignana, además del sonido de las campanas, se escuchará la voz de Radio María”. Segunda Carta Capellán, Penitenciaría de Favignana (TP)

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Cartas de los directores de prisiones “Rezad y haced que recen por el mundo de las cárceles para que nunca falte la dignidad”. Después de la transmisión en directo de la santa misa desde nuestra prisión de Forlì, que se repite cada año, siempre el Domingo de Ramos, os mando también mis deseos de alegría y paz para el tiempo de Pascua. Quiero expresar mi agradecimiento a todos vosotros, también en nombre de todos los que viven en la cárcel, presos y trabajadores, por la cercanía que nos aseguráis. Gracias por los deliciosos transistores “Virgencita” y por los libros que nos habéis mandado. Tengo una petición para la gran familia de Radio María: Rezad y pedid a la gente que rece por el mundo de las cárceles, para que nunca les falte dignidad, respeto y libertad interior. Para que prevalezca el amor, que consigue encontrar caminos tortuosos y dolorosos para que renazca en las personas la alegría de vivir, en lugar de la aplicación siniestra de reglas que, con el pretexto de respetar la libertad de los demás, deja que los más débiles atraviesen solos abismos de desesperación. El Papa Francisco nos ha recordado que somos custodios de las personas y de las cosas que nos han sido confiadas. Necesitamos rezar para que nunca nos falte el entusiasmo de llevar a cabo nuestra tarea. Director, Penitenciaría de Forlì

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“El Magníficat se cumple ahora”. “Señora, mi madre me está escuchando en Radio María porque le dije que hoy transmitían la misa desde nuestra prisión”. Es lo que me dijo uno de los chicos detenidos cuando nos preparábamos para la celebración de la misa; estaba visiblemente emocionado, como todos los otros reclusos. Emocionado como yo, por otra parte, profundamente conmovida por el silencio y la atmósfera de recogimiento y oración que ha acompañado toda la misa. Las madres, las abuelas, las familias de los detenidos y de los agentes estaban con nosotros a través de la radio, más allá de los barrotes y de las paredes, derrumbadas mágicamente durante la transmisión. Las lecturas de la misa y las oraciones de los fieles, leídas por los presos, redoblaban su significado su profundidad y autenticidad. El Evangelio anunciado desde aquí dentro es un anuncio feliz. El Magníficat me conmueve cada vez que lo escucho, pero me pregunto: “¿Cuándo? ¿Cuándo los pobres no tendrán hambre y se colmarán de bienes y los poderosos serán derrocados y los ricos tendrán las manos vacías? Ahora”: lo entendí durante la misa de Radio María. El Magníficat es ahora. Los reclusos nos lo están enseñando con la misma voz de María. Directora, Penitenciaría de Marino del Tronto (AP)

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Cartas de los operadores de los estudios móviles de Radio María La Santa Misa en directo desde la cárcel “¡Dios ha vencido!”. Quiero compartir con vosotros la experiencia inapreciable que, junto con los otros voluntarios, viví ayer, durante la transmisión de la santa misa en directo desde el penitenciario de Uta (Cagliari). ¡Ahora os puedo decir que fue genial! Una maravilla. Todavía más porque hubo un número infinito de complicaciones, hasta el último momento. Incluso la imposibilidad de usar la radio como monitor para controlar el directo. La falta absoluta de campo radiofónico fue solo la última de las muchas dificultades. La imposibilidad de usar el teléfono para comunicar con el estudio central (resuelta usando un teléfono de red que compré solo para esta ocasión). La repentina ausencia del capellán, que se fue después de nueve años de servicio, por razones de salud. ¡Con él habíamos trabajado en esta transmisión durante un año, llevando a cabo más de cinco localizaciones y pruebas técnicas, enfrentando problemas aparentemente insuperables! Tuvimos que hacer frente a la falta de una línea telefónica y a la imposibilidad de utilizar la línea de Internet, ya que estaba directamente controlada por el Ministerio de Justicia, por lo cual está blindada para cualquier otro uso. Así que con el suboficial

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técnico y la empresa que había llevado a cabo toda la estructura informática pusimos a punto una línea directa autónoma que, a lo largo de los subterráneos de la prisión (off-limits también para ellos, excepto con la autorización previa y justificada), enlazó el “cerebro central” del centro de control en el edificio principal con el bloque del sector femenino, a unos mil metros de distancia uno del otro, desde el cual hemos transmitido. ¡Un verdadero milagro! Y solo ayer por la mañana tuvimos el visto bueno final para la entrada de los voluntarios, después de hablar con el oficial de seguridad, desbloqueando la situación. En los últimos días, cuando el aspecto técnico ya estaba completamente resuelto, llegó el traslado repentino del capellán a un monasterio en Las Marcas. Pero no se acabó aquí: el diácono que asiste al capellán no había recibido ninguna noticia del esquema de la transmisión, así que se equivocó con la hora del inicio y faltaba el celebrante. En el último momento, el diácono encontró otro sacerdote, un sacerdote muy joven y muy bueno. Parecía que ya había pasado lo peor. Llegamos a primera hora de la tarde a la prisión, pero el celo del personal de inspección (hay que superar tres “accesos”) nos retrasó casi una hora; tuvimos que abrir todas las bolsas de equipo, que con minuciosidad cartuja controlaron. Tuve que explicar para qué servía cada aparato, para ellos inusual y sospechoso. Estaba preocupadísimo, porque pasaba el tiempo. Ya había saltado la cita telefónica que había arreglado, con todo detalle, el día anterior con el voluntario de turno en el estudio. Pero henos aquí finalmente en la entrada de la última puerta, la del bloque de mujeres. Instalamos el equipo en un abrir y cerrar de ojos, llamo inmediatamente al estudio con el nuevo teléfono analógico, a través de la línea que dentro de pocos minutos utilizaremos para la transmisión en directo: hablo, por fin, con

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un voluntario en el estudio que desde hacía más de media hora buscaba en vano mi contacto, le confirmo el número y... ¡finalmente el milagro de la transmisión! Lo hemos logrado otra vez. El canto de las hermanas encarceladas, sostenido por la vigorosa guitarra de Pierangelo, un voluntario histórico, de los primeros, rasga la espesa capa de tensión que parecía impenetrable. ¡Dios ha ganado! Hemos dado a estas hermanas que sufren en la cárcel un resquicio de consuelo. Pero somos nosotros quienes hemos recibido de ellas una riqueza incalculable: el testimonio de aquellos que realmente sufren y tienen la fuerza de cantar y proclamar la Palabra de Dios. Conmovedor. Me fui enriquecido como nunca antes. Esta es la más grande, la mayor recompensa que haya recibido por las dificultades que hemos tenido que enfrentar, para que la voz de estas detenidas resonase para millones de personas que tenían que recibir de ellas el anuncio de salvación, dirigido a cada oyente: “Alégrate, hija de Sion, exulta, Israel, y regocíjate con todo tu corazón, hija de Jerusalén: el Señor ha revocado tu condena, ha disperso a tu enemigo”. (Sof 3,14-15). Doy gracias a Dios porque a través de Radio María puedo experimentar el poder de su obra. Con la ayuda de medios simples, de personas pobres y frágiles como yo y otros voluntarios, hace maravillas. Espero que este breve resumen os ayude a entender lo que está detrás de una transmisión de la santa misa en vivo desde la prisión, que escuchamos como lo más sencillo del mundo. Paolo, Estudio móvil de Cagliari

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“Una sonrisa casi siempre se inspira en otra sonrisa”. Hace años encendí la radio y oí que Radio María necesitaba voluntarios para el Estudio móvil de Perugia. Así que contesté. ¡Cuántas iglesias, conventos, monasterios, santuarios he contactado! Con el consentimiento de los sacerdotes, íbamos a visitar las iglesias, luego volvíamos para hacer las pruebas de transmisión. ¡Qué contento estaba cuando me levantaba de madrugada, entre las 4 y las 4,30, para ir con los otros al sitio de la transmisión en vivo! Fuera había farolas, un aire límpido, casi plateado por la luna. En el cielo brillaban las estrellas. Los ojos de mi alma se abrían a una dimensión trascendente e infinita. En general todo iba bien. Dejad que os cuente una experiencia crucial para mi vida: la retransmisión de la santa misa en directo desde la prisión de Spoleto. Después de mucha preparación, la transmisión estaba a punto de comenzar. De repente, entraron muchos presos, algunos con el rosario en la mano. Uno de ellos lo llevaba alrededor del cuello y lloraba... El programa salió bien. Al final llegó un joven preso, a quien había prestado mi rosario favorito (traído de Fátima). Se lo puse en el cuello para regalárselo. El joven sonrió y me estrechó la mano en silencio. Después de unas semanas, mi párroco me trajo de la cárcel un libro con una cubierta de color negro y una cruz en la parte superior, hecha a mano. Todas las páginas estaban en blanco. Al hojearlo, vi que en la última página estaba escrito: “A smile is nearly always inspired by another smile” (Una sonrisa casi siempre se inspira en otra sonrisa). Y luego: “Gracias de nuevo”. A menudo, recuerdo el rostro de aquel chico y desde ese día no he olvidado

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nunca el poder de una sonrisa. Además de la provincia de Perugia, nos concedieron la provincia de Rieti y por la mañana temprano, en todo el “valle sagrado”, donde San Francisco de Asís fundó varios conventos, casi siempre había una niebla espesa y blanca. No se veía nada. Y, sin embargo, nosotros seguíamos siempre la carretera justa a tiempo para comenzar la transmisión. Ciertamente Nuestra Señora nos acompañaba a lo largo del recorrido. Por desgracia, ahora ya no soy parte activa del estudio móvil, por razones de salud y edad. Siento nostalgia de aquella época maravillosa. Nanda, ex voluntaria Estudio móvil de Perugia

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El proyecto “Madre de Misericordia” La actividad de Radio María para llevar el anuncio del Evangelio a las cárceles La presencia capilar de Radio María en el territorio y la simplicidad de la radio, que con discreción supera muros y barreras, nos permiten penetrar fácilmente, familiarmente y de una manera muy eficaz en todos los ambientes y espacios de la vida individual y comunitaria. Nos dimos cuenta de que las condiciones humanas aparentemente más críticas, como son las de la reclusión en la cárcel, son ámbitos preciosos, incluso privilegiados. de escucha, de reflexión, de consuelo y de conversión. Es el ‘Bienaventurados los...’ del Evangelio, que una vez más se realiza en la vida cotidiana. Solo el anuncio cristiano soporta el reto de abrir un espacio para el perdón y la redención, la libertad y la felicidad en todas las condiciones de la vida, incluso la más dolorosa. Los transistores azules de Radio María, con la imagen de la Virgen con el Niño, son una llamada inmediata a la oración y un mensaje de ternura, de esperanza y vida. A través de la colaboración con los capellanes y otros operadores en el mundo penitenciario, para dar la radio a los detenidos, la voz de Radio María entra en las celdas y llega directamente a los corazones de tantos reclusos. Los detenidos pueden seguir en Radio María una jornada de oración y de meditación. El detenido que recibe la radio, el rosario, el folleto de oraciones se siente estimado:

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alguien cree en él, no todo en él está muerto, todavía es capaz de elegir el bien. Los transistores están precisamente estudiados para satisfacer los criterios de seguridad más estrictos de las cárceles: son pequeños, sin antena externa, con baterías y equipados con auriculares. Hemos elegido ponernos al servicio de los capellanes de las prisiones. En general, enviamos las radios, los rosarios, los evangelios, los libros de oraciones al capellán y es él quien los distribuye, así tiene oportunidades y herramientas para acercarse a los presos y consolarlos. Y los detenidos se sienten empujados a empezar un camino que los lleve a frecuentar los sacramentos, la confesión y la misa dominical. Otra ventaja es que la distribución de los transistores está controlada y el capellán se asegura de que lleguen a quienes más lo necesitan. Los datos son claros: el 80 por ciento de las personas que salen de la cárcel porque han acabado su condena no vuelve a delinquir si en la cárcel ha vivido un camino de conversión. Si ese camino falta, el porcentaje se invierte. Al menos una vez al mes, la misa dominical de Radio María se transmite en directo desde una prisión: es un momento de profunda participación de los presos y del personal, que los involucra, a veces durante meses, en la preparación de cantos, lecturas y oraciones. En Radio María, se emite cada mes el programa “Estaba en la cárcel y viniste a verme”, coordinado por Don Raffaele Grimaldi, Inspector General de los Capellanes... De vez en cuando, se alternan al micrófono capellanes de toda Italia, con la participación de directores, monjas, voluntarios y otros operadores del sector. La transmisión también quiere ser un apostolado de promoción

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social, tratando de dar a conocer la realidad de la prisión fuera de ella, aumentando la información y la sensibilidad de los oyentes sobre este tema y rompiendo barreras dolorosas y peligrosas de indiferencia y prejuicio. La acogida del proyecto “Madre de la Misericordia” ha superado todas las expectativas. Está presente, en diversos grados, en todos los doscientos treinta institutos penitenciarios distribuidos en el territorio italiano. Según el modelo desarrollado en Italia, el proyecto se está extendiendo también al extranjero, a través de las ochenta Radio María presentes en los cinco continentes y reunidas en la gran realidad de la Asociación World Family de Radio María.

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Meditación “Tu mirada fija en mí”. Estoy siempre tan ocupado mirándome al espejo distorsionado de mi pecado que me olvido de Tus ojos. Tú me ves. Yo no. No sé quién soy realmente. Cada vez estoy convencido de que nunca te negaré. Cada vez me arrolla mi propio orgullo. Cada vez me avergüenzo de levantar los ojos otra vez. ¿Cómo puedes sostener la mirada de alguien que te ama cuando lo has traicionado? Y, mientras tanto, me miras no para juzgarme y borrarme, sino para borrar mi pecado. Me has mirado así todos los días, horas y minutos de mi vida. Tú me conoces y ves cómo soy realmente. Hasta mi muerte, estaré desnudo ante ti, desnudo por el amor, acariciado y curado por tus manos agujereadas. Me ves cómo seré cuando, finalmente, diga: “Sí”. Ves la luz que seré cuando viva totalmente en Ti; ante Tus ojos ya camino en la eternidad de la vida resucitada. Y yo –loco de mí– sigo teniendo los ojos bajos pensando que soy mi pecado. Dame las lágrimas que nacen del asombro de ser amado todavía. Cada lágrima fluya de la Fuente que me hizo renacer en Ti. Vuelve a abrirme los ojos para que me cruce con tu mirada. Fra ‘Giampaolo Possenti, Orden de los frailes menores

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“No hay nada más divino que un corazón que se abre al amor de Dios” (P. Livio Fanzaga)

Domicilio social: Via Rusticucci 13 – 00193 Roma Tel. +39 06 64005701, roma.wf@radiomaria.org Sede central: via Valassina 40 – 22036 Erba (Como) Tel. +39 031 2073350, info.wf@radiomaria.org

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