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Contenido Introducción: Capítulo Uno:
Un Nuevo Mundo xi Qué Es y Qué No Es Una Lesión de la Médula Espinal 1 Capítulo Dos: El Diagnóstico y Tratamiento Inicial 13 Capítulo Tres: La Rehabilitación: Una Perspectiva General 33 Capítulo Cuatro: La Movilidad 57 Capítulo Cinco: El Manejo de la Vejiga y los Intestinos 77 Capítulo Seis: La Sexualidad 101 Capítulo Siete: El Cuidado de la Piel 113 Capítulo Ocho: Cómo Reconocer el Riesgo de Algunas Complicaciones 127 Capítulo Nueve: El Factor Sicológico 153 Capítulo Diez: Otras Consideraciones Importantes 169 Capítulo Once: Ayúdese para Poder Ayudar 181 Capítulo Doce: Respuestas a Preguntas sobre Problemas y Situaciones Comunes 193 Epílogo:
El Ser Humano Puede Triunfar 209
Apéndice A:
Después de la Rehabilitación: Equipos que Podría Necesitar 213
Apéndice B:
Anatomía de Una Buena Silla de Ruedas 217
Apéndice C:
Recursos de Información y Ayuda 227
Fuentes de Referencia 231 Índice 239
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INTRODUCCIóN
Un Nuevo Mundo
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Era uno de esos hermosos días de verano. El sol brillaba desde muy temprano. La brisa refrescaba el ambiente y las nubes deslizaban su blancura sobre el azul. Con un día tan hermoso, nadie en 100 kilómetros a la redonda tenía el más mínimo deseo de trabajar, y los compañeros de oficina de Ramón no eran ninguna excepción. Se habían pasado la última semana trabajando como locos para ponerse al día en el inventario, y el jefe había decidido darles unas horas libres esa tarde como recompensa.
Como centellas, Ramón y sus compañeros salen disparados de la oficina, se montan en el camión y se dirigen a toda velocidad a la cantera de gravilla que recientemente se había convertido en lago, ansiosos por saltar al agua fresca y xi
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flotar, sintiendo el sol en el rostro. A Ramón le toma menos de dos segundos quitarse los pantalones, correr a un saliente de casi dos metros de altura y lanzarse de cabeza a las invitadoras aguas. Pasa un segundo. Dos segundos. Un minuto. Cinco minutos. Ramón no aparece. Aún no sale a flote. Sus amigos se lanzan a socorrerlo y arrastran fuera del agua su cuerpo fláccido. Ramón está inconsciente. Se ha golpeado la cabeza en una roca enorme que no se veía desde afuera. Tiene lo que llamamos una fractura de la vértebra C5. No puede mover las piernas ni los brazos. Tiene roto el cuello. En una semana, gracias a la atención médica de emergencia y a una neurocirugía que se lleva a cabo con todo éxito, puede sentir una ligera sensación en los brazos. Puede encogerse de hombros y mover la parte superior del brazo. Pero va a necesitar meses de rehabilitación—y una silla de ruedas por el resto de su vida. Si sólo hubiera tenido presente la regla de oro de todo el que bucea: “los pies primero la primera vez”. ■
Betty revive el incidente una y otra vez en su mente. Una lluviosa noche había estado trabajando hasta muy tarde para poder entregar un proyecto. Fue la última en salir de la oficina y ya la nieve había comenzado a caer en enormes copos. Apenas distingue el auto estacionado en el lote desierto. Casi resbala al caminar sobre el hielo, pero se las arregla para llegar al auto. Se sitúa detrás del volante, enciende el parabrisas y pone la calefacción al máximo. Lenta, muy lentamente, saca el auto del estacionamiento. No es una conductora descuidada, y por supuesto que no va a tratar de romper ningún récord de velocidad con este mal tiempo.
Las condiciones empeoran. La nevada se convierte en tormenta y el viento helado sopla muy fuerte,
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arremolinando la nieve por todas partes y acumulándola donde menos uno lo espera. De súbito, sin saber cómo, Betty choca contra un trozo de hielo acumulado en la carretera y pierde el control del auto. El auto sale disparado hacia un lado y choca de frente contra la barrera de cemento armado. El golpe es terrible. Betty siente una presión enorme en el pecho y en la espalda, como si le hubiesen caído encima dos toneladas de ladrillos. Lucha por respirar. Cuando llega la ambulancia y la sacan del auto, Betty se percata, presa del pánico, de que no puede mover las piernas. ¡Ni siquiera las siente! La radiografía revela una fractura por compresión en la región lumbar a nivel de la vértebra L1. Resultado: pérdida del control de la vejiga y los intestinos y del movimiento en las piernas. Aunque durante la cirugía se logra retirar los fragmentos de hueso que han estrangulado estos nervios, Betty necesita rehabilitación. Con el tiempo aprenderá a caminar de nuevo con soportes, pero siempre tendrá problemas para controlar la vejiga y los intestinos. Así y todo, Betty se considera una mujer afortunada. Ha sobrevivido una terrible tormenta, y, lo más importante, está viva. ■
Las fiestas navideñas siempre son un buen momento para encontrar un empleo a jornada parcial y ahorrar algo para los regalos. Seguramente le vendría muy bien ese dinerito. Sus hijos ya le habían pedido unos juguetes nuevos que habían visto en la televisión y ella no les iba a decir que no. De ninguna manera. De modo que cuando una amiga le ofrece trabajo en su compañía de limpieza de casas y edificios, Rosario acepta sin pensarlo dos veces. Sin haberse graduado de bachillerato y sin ningún tipo de capacitación especial, sus oportunidades eran muy limitadas. Uno de los primeros trabajos que le toca es bastante arduo: raspar la
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pintura y limpiar el hollín de las ventanas de una casa de tres pisos. Con la misma determinación que siempre la ha caracterizado, Rosario pone manos a la obra. Mientras trabaja piensa en los maravillosos regalos que va a poder hacerles a sus hijos. Está en el ático raspando los restos de pintura de la última ventana de la casa. Ya queda poco. Apenas nada. Da un paso y el pie traspasa el gastado piso de madera. Como un pájaro que no puede mover las alas, cae casi cuatro metros, a través del cielo raso. Aún no ha podido ni gritar cuando se siente caer como un plomo de espaldas contra el piso de madera de la planta baja. Aturdida, en shock, incapaz de moverse, aúlla al sentir el dolor. Unas horas después le dan la mala noticia: se ha dislocado la vértebra T5. La vértebra ha hecho tanta presión contra la médula espinal que la ha dejado plana. De los senos hacia abajo Rosario no siente nada. Tiene las piernas paralizadas. Va a poder regalarles a sus hijos todo lo que querían para esas Navidades, pero no podrá darles lo que ellos más desean: que su mamá sea la de antes. ■
La determinación que siempre expresa el rostro de Christopher Reeve cuando lo vemos en la televisión y en las portadas de las revistas ya nos es familiar. A todos nos ha conmovido su entereza, y sentimos que ya conocemos a este guapísimo y talentoso actor que en la cumbre de su carrera y en el mejor momento de su vida se cayó de un caballo al saltar una valla. El inesperado accidente cambió su vida para siempre en un instante. Lo tenía todo y en menos de un segundo yacía en el piso, luchando por respirar. Por vivir. La fractura en la parte más alta del cuello no sólo cercenó los nervios que controlan las piernas y los brazos, sino que también afectó los nervios y músculos que
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nos permiten respirar. Christopher Reeve ya no puede inhalar sin ayuda ni vivir sin esa pequeña máquina que lleva detrás de la silla de ruedas. Como cuadripléjico, habla en nombre de las casi 400.000 personas que sufren a causa de una lesión en la médula espinal en los Estados Unidos. Habla por todos nosotros al alentarnos a mantener el ánimo y la esperanza. Su mensaje es no rendirse, no dejarse vencer por la desesperación, y recordar que la vida no deja de ser vida aunque se viva en forma diferente. Brincar. Saltar la cuerda. Bailar. Lanzarse al agua. Caminar. Poner un pie delante del otro. Inhalar y sentir los pulmones llenarse de ese aire fresco. Ni siquiera pensamos en eso. Lo damos por sen tado, y así debe ser. Pero cuando perdemos la capacidad para realizar esas funciones humanas tan básicas, esas capacidades que para muchos son el símbolo de la vitalidad y la juventud, de la vida misma, perdemos mucho más: una creencia universal en lo que consideramos una vida plena y productiva. Pregúntele a Christopher Reeve. O a Rosario. O a Ramón y a Betty. Ellos le dirán todo lo que han tenido que aprender, todo lo que han tenido que luchar, el extraordinario estrés que tuvieron que superar. Y le dirán mucho más: le contarán cómo sobrevivieron.
La Lesión de la Médula Espinal: Manual para los Pacientes y su Familia En estas páginas aprenderá exactamente lo que implican estas destrezas para sobrevivir, así como la forma en que una lesión de la médula espinal afecta al que la sufre. Descubrirá lo que es la lesión de la médula espinal y lo que puede esperar cuando deter minadas vértebras resultan lesionadas en las diferentes regiones de
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la columna vertebral. Aprenderá cuáles son las complicaciones que pueden surgir, desde las úlceras de presión hasta la osteoporosis, así como los problemas específicos como la disreflexia autonómica, el acortamiento de los músculos y la contractura. Aprenderá a lidiar con los problemas de movilidad y con el descontrol de la vejiga y los intestinos, la disfunción sexual y la depresión. Lo que es aún más importante, aprenderá cómo funciona la rehabilitación y lo que usted, el familiar o sobreviviente de una lesión, puede hacer para lograr el éxito en este proceso. En resumen, como estas personas que acaba de conocer en los ejemplos anteriores, usted y su ser querido aprenderán a vivir, y a vivir bien, una nueva vida.
La Lesión de la Médula Espinal Es Única Esas personas a quienes hemos conocido en los ejemplos de esta introducción no son personas reales, de carne y hueso, para nosotros. Hasta Christopher Reeve es un extraño, alguien a quien vemos en la televisión o en una película. Estas personas existen para nosotros en abstracto. Pero pensemos en el caso de que la lesión de la médula espinal nos afectase a nosotros, o a alguno de nuestros seres queridos. Lo que nos sobresalta en ese pensamiento es saber que la vida cambiará radicalmente en un momento. De pronto no podremos movernos, cuando hace un momento montábamos a caballo o patinábamos haciendo figuras en el hielo, o guiábamos el auto con el radio a todo volumen. Las consecuencias físicas de la lesión en la médula espinal son muy básicas: una sección específica de la columna vertebral sufre daño, causando una falta de función específica. Si la lesión ocurre en la región lumbar o torácica (las secciones L o T que afectaron a
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Rosario y a Betty), es posible que perdamos el control de la vejiga y los intestinos. Las extremidades inferiores se verán afectadas y sufriremos de paraplejía. Si la lesión ocurre más arriba, en la región cervical o superior de la columna vertebral (las secciones C o T), se considerará cuadriplejía, o, como se le ha dado en llamar hoy, tetraplejía. No sólo sufriremos las mismas pérdidas funcionales que un parapléjico, sino que, como Ramón, necesitaremos más cabes trillos para sostener el cuerpo. Los brazos y las piernas quedarán paralizados, y perderemos el control de la vejiga y los intestinos, y es posible que, como Christopher Reeve, no podamos respirar sin la ayuda de un ventilador. No obstante, a pesar de ser tan universales y predecibles las ramificaciones físicas de la lesión de la médula espinal, es la mente lo que convierte la lesión en algo único, porque es ella quien con trola nuestras reacciones individuales, nuestras emociones, nuestros temores y esperanzas. Conjuntamente con el súbito y traumático cambio que sufrimos en el cuerpo, en nuestra habilidad para poder bailar, saltar, correr y caminar, nos encontramos sumidos en una profunda ironía: nuestra mente queda intacta. Sabemos exactamente lo que nos está ocurriendo. Estamos conscientes de que no podemos movernos. De que no podemos controlar nuestras funciones fisiológicas. De que las actividades más normales y cotidianas de la vida han queda do alteradas para siempre. Más irónico aún es el hecho de que las 7.800 o más lesiones en la médula espinal que ocurren cada año normalmente afectan a hombres y mujeres jóvenes y vigorosos, atletas, amantes de la aven tura, o personas que sufren un accidente automovilístico o caída. La vida de estas personas se ve alterada en forma radical para siempre cuando apenas comenzaban a vivir. Se dan cuenta que el camino que habían elegido, todo lo que daban por sentado, todo lo que creían predecible, ya no será así, nunca más.
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Tiene sentido que esta situación pueda conducir a la depresión y a la desesperación, a la búsqueda de cualquier “cura” aunque parezca imposible, cuando la persona lesionada se aferra a una esperanza que no es realista. Para mantener a raya la depresión, para mantener sus sueños y aspiraciones vivos, muchas personas se afe rran a cualquier esperanza, sin importar cuán descabellada, costosa o, en última instancia, perjudicial, pueda resultar para el éxito de la rehabilitación. Recordemos que la esperanza no tiene por qué ser un resultado de la desesperación. Como veremos a lo largo de este libro, sí hay una esperanza realista y es posible lograr un progreso muy real, particularmente con una rehabilitación adecuada. Cada día se dan a conocer nuevas investigaciones y nuevos tratamientos, nuevos diagnósticos y nuevas avenidas para lograr una buena rehabilitación. Aunque la cura pertenece aún al futuro lejano, se han hecho experimentos muy positivos en el campo de la regeneración de los nervios, según ha reportado The New York Times. Los nuevos y más avanzados medicamentos sugieren que tal vez podríamos “persuadir” a nuestros nervios a sanarse a sí mismos. También sabemos que existe una tremenda oportunidad dentro de las primeras 12 horas después de ocurrir la lesión. Si la médula espinal no está completamente rota, los esteroides pueden ayudar a restaurar el movimiento si se administran con suficiente rapidez durante la atención de emergencia en el hospital general. Mientras tanto, el arma más poderosa con que contamos para lidiar con la lesión de la médula espinal es la educación. Lea este libro. Úselo. Infórmese sobre las pruebas más recientes para estable cer diagnóstico. Descubra cuáles son los tratamientos de rehabi litación de más éxito. Sepa lo que usted mismo puede hacer para promover el progreso y mantener la motivación.
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Con la educación viene la aceptación. Armado con esta aceptación, podrá llegar a entender que la vida no ha terminado. Sencillamente, es un camino diferente el que le ha tocado andar. Aún le aguardan con cada amanecer nuevas oportunidades y nuevas metas que lograr. Algunas puertas se han cerrado, pero, al mismo tiempo, otras se han abierto y le dan la bienvenida. Esto le sucedió a Ramón, a Betty, a Rosario. Le sucedió a Christopher Reeve, quien no sólo fue recibido con una ovación durante la cere monia de entrega de los codiciados scares en 1997, sino que tam bién dirigió su primera película después de sufrir el accidente, con muy buena crítica. Comencemos entonces la jornada hacia su nueva vida. Porque es tiempo de que usted y las personas a quienes ama regresen a la vida.
CapÍtulo U NO
Qué Es y Qué No Es Una Lesión de la Médula Espinal “La ocasión se nos presenta llena de dificultades y debemos estar a la altura de ella. Puesto que nuestra situación es nueva, nuestra manera de pensar también debe ser nueva, al igual que nuestra forma de actuar.”
Abraham Lincoln Mensaje Anual al Congreso de Estados Unidos, 1862
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scar había pasado el día arreglando las tejas del techo, un tra bajo bastante duro, por cierto. Todo el día batallando, con el sol quemándole la cabeza. Las tejas sueltas parecían estar en las esquinas y grietas más apartadas y escondidas de las buhardas. Al fin terminó. El techo estaba reparado. “Pues, que llueva”, pensó con satisfacción. Había trabajado literalmente de sol a sol, pero estaba orgulloso de su labor. Secándose el sudor de la frente, comenzó a bajar. Con una mano se aguantaba de la escalera, y en la otra llevaba el balde con todos los materiales. Justo cuando comenzaba a bajar el viento arreció. Un trapo que había usado y se le olvidó recoger voló y se le pegó a la cara. Su reacción, natural y automática, fue tratar de
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quitárselo de la cara con la mano. Perdió el equilibrio. La escalera se movió de lado a lado y el balde cayó al piso con un estruendo. Oscar cayó tres pisos gritando, hasta dar contra el cemento. La escalera le cayó encima con un ruido seco. Había sucedido lo inimaginable. En unos segundos su mundo había cambiado de la forma más total. Lo llevaron corriendo al hospital y allí le dijeron que los nervios de la médula espinal infe rior estaban destruidos. Nunca más se subiría a una escalera. Tendría que aprender a vivir sin poder utilizar las piernas. Una de las características de cualquier lesión, de cualquier acci dente traumático, es la forma imprevista en que sucede, ese cruel zarpazo de la adversidad que en un instante trastoca un destino que dábamos por cierto. Pero la lesión de la médula espinal es única porque sus consecuencias son más predecibles. Cuando una determinada área de la médula espinal se daña o destruye, afectará determinadas funciones del cuerpo. Punto. En este caso, “A” es igual a “B”. Si el daño ocurre en los segmentos superiores de la región cervical, en el área del cuello, se afectarán la respiración, el movimiento del cuello, los músculos de las piernas y los brazos.
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Si el daño ocurre en la región torácica del tronco, se afectará toda esta zona y también las piernas.
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Si el daño ocurre en la región lumbar o sacral en la parte inferior de la espalda, se afectarán las piernas.
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Y el daño en cualquiera de estas áreas puede afectar la función de la vejiga, los intestinos y la sexualidad.
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Puesto que las consecuencias de la lesión de la médula espinal son tan predecibles, un conocimiento básico del sistema nervioso y la columna vertebral ayudará mucho a entender los problemas.
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Las Lesiones de la Médula Espinal: Algunas Estadísticas Algunas estadísticas vitales: • Entre 250.000 y 400.000 personas que han sufrido una lesión de la médula espinal viven hoy en Estados Unidos. • La mayoría de estas lesiones ocurren como consecuencia de accidentes automovilísticos (un 44%). • La segunda causa más común de lesiones de la médula espinal es la violencia (24%), seguida muy de cerca por las caídas (22%). • ¿Quiénes corren mayor riesgo? Normalmente los hombres de 16 a 30 años (82%). Principalmente serán hombres solteros (53%) y tal vez estén o no empleados. Es posible que aún sean estudiantes.
Lección Básica de Anatomía: El Sistema Nervioso La médula espinal es el nervio de mayor tamaño en el cuerpo. Piense en un grueso cable telefónico que conecta su cerebro a las otras partes del cuerpo. Tanto el cerebro como la médula espinal integran el sistema nervioso central, digamos la centralita o pizarra rotativa de nuestro cuerpo. Gracias a su labor conjunta podemos ver y sentir, y lo que pensamos y hacemos se procesa y comunica en forma apropiada. También controlan muchas cosas que funcionan en nuestro cuerpo casi sin que nos demos cuenta, funciones corpo rales que, aunque se realizan en “piloto automático”, nos mantienen vivos. Estas incluyen la respiración, el pulso, la presión arterial, y la eliminación de desechos a través de la vejiga y los intestinos. La médula espinal sirve a manera de Vicepresidente Ejecutivo, y es el enlace entre los pasajes nerviosos del cuerpo y el cerebro. El cerebro realiza en este caso la función de Principal Funcionario
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Ejecutivo de la empresa, traduciendo la información, delegando la acción, regulando la actividad y manteniendo todo organizado, para que el acceso a toda la información necesaria sea fácil y rápido. Los nervios motores son los que trabajan en el “contexto mayor”, regulando el movimiento, la respiración y otras muchas funciones del cuerpo. Los nervios sensoriales nos permiten ver y reaccionar de determinadas maneras a todo lo que ocurre en ese “contexto mayor”. Estos son los nervios que envían los mensajes al cerebro, para que este pueda interpretar lo que vemos, sentimos, oímos, gustamos y tocamos; es decir, todo lo que percibimos a través de los sentidos. La lesión de la médula espinal normalmente no viene acom pañada de una lesión cerebral. La mente queda intacta, pero no puede enviar ni recibir mensajes de los pasajes nerviosos que dependen de la médula espinal, y se hace imposible seguir instruc ciones como “camina”, “vacía la vejiga” o “levanta el brazo”. El 35% de las lesiones de la médula espinal sí implican algún tipo de lesión cerebral, la cual, enmascarada por los síntomas tan severos de la lesión de la médula espinal, puede pasar inadvertida durante se manas y hasta por varios meses. En este caso el sobreviviente comenzará a sentirse raro, y le parecerá que no puede controlar sus emociones. La persona que lo cuida y atiende podría observar que actúa en forma inapropiada, hablando en voz muy alta, llamando la atención, o adoptando en forma muy obvia actitudes que antes no tenía. Posiblemente comience a negarse a decir o hacer cosas que le resultan embarazosas. Su depresión podría agravarse.
Una Cuerda Vital Al igual que cualquier otro tesoro de gran valor, la médula espinal necesita estar protegida para mantenerse a salvo. La parte del esqueleto que proporciona esta vital protección es la espina dorsal
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Mito #1: La Persona Que Ha Sufrido una Lesión en la Médula Espinal No Puede Llevar una Vida Activa Atrévase a decirle semejante barbaridad a los atletas que participan en los Juegos Paraolímpicos, o a un colega que se encuentre en esa situación. Hoy en día una lesión en la médula espinal no limita el disfrute de los deportes-desde lanzarse en paracaídas hasta remar en kayak, desde practicar el ciclismo hasta esquiar-ni la carrera profesional que usted puede elegir. En toda profesión, en toda ocupación, en toda industria, encontrará personas que han sufrido una lesión de este tipo. Son abogados, maestros, contables, gerentes de planta, choferes de camiones, pilotos de autos de carrera, ingenieros eléctricos y expertos en estética. Sí, seguramente será necesario hacer unos cuantos ajustes, pero con la rehabilitación y los equipos de adaptación que hoy en día tenemos a nuestra disposición, una persona lesionada puede llevar una vida plena y activa aunque no pueda usar los brazos o las piernas. Los sencillos ajustes en el hogar o en el centro de trabajo, incluyendo rampas y espacios de estacionamiento especiales para personas discapacitadas, normalmente se pueden implementar rápida y económicamente. Una observación final: no debemos ver la silla de ruedas como una prisión. Es, más bien, exactamente lo contrario. Cuando usted ve a alguien en una silla de ruedas, eso no significa que esté “atado” a esa silla todo el día, ni mucho menos. Dentro de un rato verá a esa persona jugando con sus hijos en el piso de su departamento. O acostada en el sofá leyendo un libro. O flotando en el agua de la piscina local. O durmiendo muy cómoda y abrigada bajo una buena manta en su cama. Las sillas de ruedas, como todos los demás equipos, son herramientas. Al igual que las camas especiales del hospital, las barras que instalamos en los baños para poder movernos con menos peligro de caer y las plataformas mecanizadas, son instrumentos diseñados para ayudar a la persona que ha sufrido una lesión en la médula espinal a llevar la vida más normal posible. Esta es solamente una faceta de la vida, no la vida.
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o columna vertebral, la cual se compone de bloques óseos enlazados y colocados uno encima de otro, llamados vértebras. La vérte bra es más gruesa en su parte delantera, y cada vértebra se arquea hacia arriba, hacia fuera, a través de toda la espalda. Para mantener la flexibilidad de la espina dorsal, entre vértebra y vértebra hay unos discos llamados discos intervertebrales. Compuestos de una sustancia gelatinosa, los discos son los culpables de ese problema conocido como “disco herniado”, que causa dolor a tantos pacientes. Los discos intervertebrales ayudan a absorber cualquier golpe y actúan a manera de cojín o almohadilla entre la vértebra de encima y la de abajo. La médula espinal—sus dieciocho pulgadas—corre por el cen tro de las vértebras y discos intervertebrales. ■
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Las “siete principales” son las vértebras cervicales, numeradas C1 a C7, que comienzan en la base del cráneo. El próximo gru T12. En la parte inferior de la espalda se encuentran las vértebras lumbares, que son cinco, numeradas L1 a L5, y las cinco vértebras sacrales, las cuales se unen en el hueso caudal (S1 a S5), en la base de la espina dorsal. Los nervios de la médula espinal continúan extendiéndose más allá de las vértebras. La médula espinal en sí termina en la L2. Los nervios restantes, llamados cauda equina, quedan “colgando” como la cola de un caballo desde la región lumbar y sacral.
Nervios De Acero Desde el protegido hogar que le proporcionan las vértebras, la médula espinal no sólo recibe y envía los mensajes a través de los pasajes nerviosos que la rodean—el sistema nervioso periférico—,
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Vértebra Cervical
Médula espinal Nervio espinal Vértebra Nervio espinal Disco
Nervio espinal
Vértebra
Vértebra Torácica
Disco Disco Disco
Disco Vértebra
Vértebra Lumbar
Vértebra Sacral Cóccix
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sino que también se compone de nervios que viajan hacia el cere bro y desde el mismo. Los cordones o grupos de nervios espinales se extienden desde el cerebro hasta la cintura y mueven los múscu los, articulaciones y extremidades con la ayuda de las órdenes que da el jefe, es decir, el cerebro. También tenemos fibras nerviosas espinales que se ramifican hacia el sistema nervioso periférico entre vértebra y vértebra. Estas fibras pueden mover los músculos, articulaciones y extremidades
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sin que intervenga el cerebro. La columna vertebral en sí puede procesar la sensación que comunica y enviar una respuesta apro piada en menos del tiempo que necesitamos para decir “regresa”. Los reflejos musculares como los que provoca el médico cuando nos golpea la rodilla con el martillito son ejemplos de estas respuestas involuntarias. Veamos cómo funcionan los nervios de la columna vertebral al unísono con el cerebro. Usted se encuentra en la cocina esperando a que hierva el agua para hacerse un té. Está impaciente. Le apetece mucho esa taza de té. Al fin oye el silbido. El agua hierve. Usted agarra la tetera y se apresura a echar agua en la taza. Con la prisa se le olvida comprobar si la tapa de la tetera está segura en su sitio. Mientras vierte el agua, la tapa se suelta y el agua hirviendo le cae en la mano. Usted grita del dolor y agita la mano. El cerebro recibe la sensación de los nervios periféricos que, como usted, gritan: “¡Esto está hirviendo!” y envía un mensaje a través de la columna vertebral para provocar una reacción. A su vez, los nervios de la médula espinal inmediata mente envían la respuesta: Agite y mueva esa mano, ¡ya mismo! Todo esto sucede en un instante. En los próximos segundos el cerebro dirige toda la atención hacia los brazos. A usted se le olvida la canción que estaba tarareando, el estupendo negocio que piensa hacer, el menú que estaba planeando para la cena. En este momento todos sus pensamientos y acciones están concentrados en remediar la situación, proporcionar los primeros auxilios que nece sita su mano y repasar mentalmente—o tal vez hasta en voz alta— todas esas groserías que tiene a flor de labios y que usted no sabía que dominaba tan bien (aunque no forzosamente en este orden). Suponga que el estímulo del mundo exterior es más complica do que algo demasiado caliente o demasiado frío, seco o húmedo. Suponga que está bajando las escaleras de la terraza cargado con las bolsas de la basura y resbala en el último escalón. Comienza a caer. Sabe que se está cayendo. Su cerebro participa activamente, envian
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do mensajes de un lado a otro a través de la columna vertebral y a otras partes de su cuerpo. Usted se asusta. El concreto es duro como el acero. Puede lesionarse gravemente. Inmediatamente el cerebro envía la orden: suelte las bolsas de basura y extienda los bra zos para amortiguar el impacto. Los nervios de la columna vertebral llevan el mensaje a los músculos. Los brazos se extienden y las bolsas salen volando. Cae, pero con los brazos logra protegerse la cabeza y el pecho. Mañana le va a doler hasta el alma. Se le va a hacer un morado del tamaño del Mar Caribe. Pero, gracias a Dios, eso será todo. Ha salido ileso. En menos de una fracción de segun do su sistema nervioso completo, desde el cerebro hasta el más pequeño nervio de su cuerpo, se unió en una maniobra brillante mente ejecutada para salvarle de una grave lesión, aunque no podamos responder, en este caso, por la exquisita gracia de los movimientos. Pero . . . ¿qué sucedería si la columna vertebral se lesionase? ¿Si los nervios estuviesen dañados en el lugar del impacto y no fuese posible enviar o recibir un mensaje del cerebro?
Forma es Igual a Función Cuando la columna vertebral se lesiona, los nervios sufren un golpe, se hinchan o rompen, produciendo como resultado una falta de comunicación entre los pasajes nerviosos. La frase “no tiene la médula espinal rota” nos da una falsa espe ranza, porque pensamos que el daño se puede reparar. Es impor tante recordar que la mayoría de las lesiones no traen como resultado una rotura de la médula espinal. Pero los nervios se dañan y la nueva situación por lo general es permanente. El cerebro ya no puede detectar el movimiento; los músculos y los nervios situados debajo del lugar afectado por la lesión no reciben sus órdenes. Los nervios periféricos ya no pueden enviar mensajes que requieren
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acción inmediata avisando “demasiado caliente”, “demasiado frío”, “¡Ay!” o “ten cuidado”. Como un corto circuito o fusible quemado, la columna vertebral en el lugar afectado y desde ahí hacia abajo queda muda y silenciosa. Tampoco el cerebro puede ordenar a las piernas y a los brazos que se alejen, que se levanten, que bajen, o que se muevan de un lado a otro. La pierna no recibe mensajes, ni sensaciones . . . ni nada. La severidad del silencio depende del lugar en que haya ocu rrido la lesión. El médico puede determinar exactamente cuáles funciones se verán afectadas según el daño sufrido por los nervios a un determinado nivel. El daño entre la C1 y la T1, por ejemplo, traerá como
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consecuencia que la persona quede cuadripléjica, es decir, que se afecten los músculos del cuello, los brazos, el pecho, el abdomen, las piernas y el diafragma. Las funciones del intestino y la vejiga también se afectarán. Ambos brazos y ambas piernas quedarán paralizados. La persona que sufre lesión en esta zona podría necesitar ayuda para respirar. Necesitará ayuda al realizar las actividades de la vida diaria para las cuales se requiera el uso de los músculos, órganos y pasajes nerviosos situados debajo del lugar afectado por la lesión. Ello puede significar desde utilizar una silla de ruedas hasta ayuda para vestirse, peinarse, comer o hablar. Sin embargo, si la lesión ocurre a nivel de las vértebras C7 a T1, normalmente la persona podrá funcionar en forma independiente, tendrá movilidad y será capaz de realizar sus actividades de rutina. Una lesión a nivel de la T2 a la T12 traerá como
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consecuencia la paraplejía. La persona lesionada podrá mover los brazos, pero las piernas, los músculos del pecho y del abdomen quedarán afectados. También tendrá
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CO ME R VE ST IRS E AR RE GL O PE US RS O ON DE AL LB AÑ BA O ÑA RS E PR EP AR AR LA CO SC ND OM UC ID IR AS EL TR AN AU SP TO OR TE TR PÚ AS BL LA DO IC O SD AM EL BU AS LA I LLA CI Ó DE CO N RU MU ED NI AS CA CIÓ AS PE N CT OS VO FU CA NC CI IÓ ON N SE AL XU ES AL
Actividades Funcionales Segmentos de la Columna Vertebral
C-4 C-5 C-6 C-7 C-8 T-1 T-2 Segmentos Torácicos T-3 T2-T12 T-4 Músculos del pecho y T-5 abdomen T-6 T-7 T-8 T-9 T-10 T-11 Segmentos T-12 Lumbar y Sacral L-1 • Músculos de la cadera y rodilla L-2 L1-L4 • Músculos de la L-3 cadera, rodilla, tobillo y pie L-4 L5-S1 • Intestinos, vejiga L-5 y órganos reproductivos S-1 S2-S4 S-2 S-3 S-4
Paraplejía
Músculos del cuello, brazos y diafragma
Cuadriplejía
C-1
Segmentos C-2 Cervicales C1-T1 C-3
Función o desempeño normal o casi normal. Requiere algún tipo de asistencia de otra persona y/o equipo especializado. Posible participación, pero hay opciones y alternativas que discutir. No es práctico/probable para este nivel de lesión.
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complicaciones con la vejiga y los intestinos. La persona afectada por una lesión, digamos, a la altura de la T10, probablemente necesitará una silla de ruedas. Lo más probable es que necesite equipos adaptados para poder conducir el auto. La lesión en la L1 a la S1 podría crear síntomas de
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paraplejía, o no. Las lesiones en esta zona afectan los músculos de la cadera y los músculos inferiores de las piernas, así como la función de la vejiga y los intestinos. Es posible que la persona necesite soportes para poder caminar. Si es hombre, es posible que quede impotente. No obstante, las personas que sufren lesiones a este nivel de la columna vertebral normalmente pueden reentrenarse y aprender a caminar de nuevo. La lesión en la S2 a S4 crea incapacidades mucho más
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localizadas que las que ocurren en regiones superiores de la columna vertebral. El daño en esta zona por lo regular no impedirá a la persona caminar, pero sí puede crear complicaciones con la vejiga y los intestinos, así como problemas en la alcoba. (Vea la ilustración en la página 11 para obtener una descripción exac ta de la forma, localización y funciones afectadas por las lesiones que ocurren en estas regiones de la columna vertebral.) ¡Felicitaciones! Ha aprendido las lecciones básicas sobre la médula espinal y las consecuencias de las lesiones en este vital órgano. Pero para poder establecer un diagnóstico preciso, es nece sario ir más allá de la localización de la lesión. Saber cuánto daño ha ocurrido es tan importante como saber dónde ha ocurrido el daño. En el próximo capítulo examinaremos los diagnósticos y su in fluencia en el tratamiento desde tiempos primitivos.