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el poder de las letras

Hace aproximadamente un año, mientras me encontraba navegando por las profundidades del internet, me encontré con una nota posteada en Facebook. Cuando empecé a leerla, rápidamente me sentí identificada con el texto pues trataba de un tema que me apasiona y del cual he investigado. Resulta que conforme fui leyendo más y más, pude reconocer cada una de mis palabras como si yo las hubiera escrito.

En un flashback regresé a mi recuerdo de aquella tarde cuando yo misma redacté aquel texto que ahora me encontraba leyendo en una página desconocida para mí, sin duda alguna yo no había mandado ese texto, para ser más exacta, ni siquiera lo había publicado pues se trataba de un fragmento de mi tesis de licenciatura.

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No obstante, recordé cómo en mis primeros años de universidad ya me apasionaban aquellos temas y que en una ocasión un compañero me pidió mi opinión. Fue entonces que yo redacté toda una nota de investigación para él. Inmediatamente me fui a buscar aquella nota en mi tesis, y sí, ya para ese entonces habían pasado unos tres años desde que escribí aquello por primera vez. En mi investigación de tesis ya se encontraba el texto más desarrollado, con fuentes y citas en APA.

¿Qué se siente leer un texto tuyo que ni siquiera está redactado como lo conoces en la actualidad? Para quienes nos dedicamos a la escritura y a la investigación, es de suma importancia que lo que redactemos sea veraz y con fuentes confiables. Aquella tarde yo me di cuenta de que mi texto había sido reproducido sin mi autorización en varios medios locales, y lo que fue una opinión personal y dada en una conversación uno a uno, se había convertido en una nota de investigación citada por miles de personas y replicada como cien por ciento veraz.

No fue agradable para mí, pues padezco un poco del perfeccionismo, y no me terminaba de convencer la idea de que se estuviera reproduciendo un escrito de mi autoría sin estar pulido y listo para el público. Inmediatamente contacté al medio donde me lo encontré por primera vez y, por poco que parezca, pude lograr que me dieran los créditos, demostrando con pruebas que aquel texto era mío.

Ahora me auto cito en mi tesis, pues aquel texto fue publicado antes de que saliera al público mi propia investigación. Y bueno, en este caso se trataba de un texto académico y sin fines lucrativos que tenía como finalidad informar sobre un tema determinado, pero ¿qué pasa cuando un texto se reproduce sin autorización del autor?

Hoy en día, a consecuencia de las nuevas implementaciones tecnológicas de inteligencia artificial, nos encontramos con que los autores estamos cada vez más expuestos al plagio, pues lejos de darte los créditos como autor nuestras ideas son replicadas y diluidas entre palabras que ni siquiera pensamos que van bien juntas.

El 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor y, en el marco de esta celebración, no debemos olvidar que las ideas que se escriben perduran con el tiempo, que trascienden el espacio y que pueden alcanzar a quien quiera leer.

La lectura va de la mano con el aprendizaje. Quien aprende tiene el poder de transformar con pequeñas acciones su entorno y contribuir a establecer mejoras en cualquier ámbito de la vida.

Sin dejar de lado el respeto como base de los principio éticos, y dentro de ese marco, también encontraremos que el plagio y replicar textualmente las ideas de otros sin su autorización se constituye como una falta y un delito.

Fomentemos la lectura, abracemos a los libros, pues no, aún no se extinguen. Están vigentes, tienen el poder de las ideas perpetuadas a través de las letras.

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