BERBIQUÍ REVISTA DEL COLEGIO DE JUECES Y FISCALES DE ANTIOQUIA
DIRECTOR Diego Estrada Giraldo COMITÉ DE REDACCIÓN Hernando Antonio Bustamante Triviño Elda Patricia Correa Garcés Evelyn Monsalve Londoño Alma Alicia Peláez Mejía María Antonieta Peláez Peláez Gustavo Adolfo Pinzón Luz Miriam Sánchez Arboleda Maritza Suárez Herreño Olga María Toloza Pinillos
ILUSTRACIONES DE PORTADA Y PÁGINAS INTERIORES Saúl Álvarez Lara
CORRESPONDENCIA Y CANJE Cra. 52 Nº 42-73 Oficina 206 - AA 053644 - Medellín Tel. 2621787 * Fax: 262656 Correo electrónico: jueces@epm.net.co DISEÑO E IMPRESIÓN Hernán Giraldo • Soluciones Editoriales 301 287 5942 • Medellín, Colombia soledito@gmail.com
BERBIQUÍ 39
agosto de 2008
contenido 5 6 14 17 25 30 33
Editorial
El “Código Iberoamericano de Ética Judicial”: un valioso resultado de la Cumbre Judicial Iberoamericana Juan Carlos Socorro Marrero
El caos tiene la forma jurídica de una paloma Jaime Francisco Coaguila Valdivia El caso Coca Nasa: algunas reflexiones sobre el carácter dinámico de las culturas y el alcance de las decisiones de las autoridades indígenas en Colombia Nicolás Ceballos Bedoya Controversia jurídica del informe pericial del estado de salud por enfermedad muy grave en el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses Alexis Peña Fernández Dignidad humana, bioética y cuerpo como bien disponible Gabriel Fernando Roldán Restrepo
Divagaciones acerca de la verdad Alberto Giraldo Castaño
La responsabilidad de los ensayos es de los autores y no comprometen ni al Colegio de Jueces y Fiscales de Antioquia ni al Comité de Redacción de esta publicación. Prohibida la reproducción total o parcial sin el consentimiento del autor.
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El gran poeta Naocoonte José Martínez Sánchez
Saludo del discípulo al maestro Eduardo Umaña Luna J. Mauricio Chaves Bustos
Algunas reflexiones sobre los posgrados Julio González Z.
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Cine
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La biblioteca
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Runaway Bay
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La vejez en cien frases
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Leocadia
R.H. Nelson
J. M. Chaves Bustos
Bertha Cecilia Ramos Roca
Hernán Ortiz
José Luis Rendón Cardona
Editorial
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o esencial de un editorial es que tenga un efecto sobre los lectores, no se trata simplemente de la presentación de la publicación, de su contenido, de la calidad de los ensayos, de la trayectoria de sus autores: resultaría soso, o simplemente un escrito más para cumplir. Un tema común puede ser materia de reflexión o de análisis en el momento en el cual la revista llega a sus destinatarios. Cumple el editorial si suscita controversia, por lo menos ello evidencia que fue leído por alguno o varios de los afiliados, o por un tercero. Sería una verdadera prueba de la reacción recibir los comentarios por escrito para compartir las apreciaciones con todos, no por algún correveidile. Tal discusión es válida cuando está acompañada de argumentos, no cuando se limita a simples adjetivos que se pronuncian en un espacio cualquiera o en una reunión de comadres. Recientes editoriales —que como es obvio, son obra del director y no de un colectivo, y que por dicha autoría no tienen que estar rubricados—, han generado una inconformidad en algunos receptores de la revista, no se sabe quiénes porque no lo han manifestado abiertamente. Este asunto permite citar en esta oportunidad a dos eminentes afiliados: uno, el doctor Andrés Nanclares, a quien tanto se admira y quien se caracteriza por ser un incendiario en el buen sentido de la palabra: el intelectual, por depositar el dedo en la llaga. Parece que algunos son proclives a que no se digan las verdades y por eso les incomodan tantas ponencias, múltiples advertencias, desvelar la realidad, y entonces destilan veneno y descalifican. Eso ha ocurrido con este escritor, quien seguramente disfruta del efecto de sus comentarios en quienes no comparten sus argumentos y aun así no baja la guardia, son los críticos quienes no alcanzan a mantener la altura del debate.
Las anteriores glosas permiten una conclusión: cuando se emite una idea, puede aceptarse o no, es propio de una acción dialéctica; sin embargo, al rebatirla debe eliminarse el capricho, el gusto, con razones sólidas; por ello Andrés sigue tan campante, Socorro no ceja en su empeño, y quienes lanzan epítetos deben ir al seminario de argumentación.
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De otro lado, está la docente y jurista Socorro Vásquez, quien de manera constante y denodada se ha preocupado tanto desde la academia como desde el ejercicio de la judicatura por pregonar la importancia de la argumentación y señalar que ese ejercicio implica sustentar y no explicar; lo señala en el estricto sentido de la decisión judicial, pero resulta válido para cualquier actividad intelectual. Por sus banderas es que el Colegio celebrará en septiembre un seminario de argumentación de altísimo nivel, porque todos los días será útil, tanto para los jueces, como para los fiscales, los abogados, en fin, para todos los juristas.
El “Código Iberoamericano de Ética Judicial”: un valioso resultado de la Cumbre Judicial Iberoamericana Juan Carlos Socorro Marrero
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no de los frutos o resultados más importantes que hasta ahora se han obtenido de los trabajos de las distintas Cumbres Judiciales Iberoamericanas es la aprobación del “Código Iberoamericano de Ética Judicial”. Este texto, llamado ya “Código Modelo” o “model(ic)o”, según algún autor, fue aprobado por la XIII Cumbre Judicial de Presidentes de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia y de los Consejos de la Judicatura de los países iberoamericanos, celebrada en Santo Domingo (República Dominicana) los días 21 y 22 de junio de 2006. Como indica su extraordinaria y sugerente Exposición de Motivos, el Código no nace desarraigado en el tiempo y en el espacio; por el contrario, constituye la plasmación, para el concreto espacio geográfico y cultural de Iberoamérica, de una idea esencial: la necesidad de recopilar y difundir un conjunto de valores, principios o virtudes necesarios en el cotidiano quehacer judicial. Esa idea, como se expondrá a continuación, no es novedosa, pues ya había surgido en otras áreas territoriales, o, desde el punto de vista jurídico, en otros sistemas de aplicación judicial del Derecho. Sin embargo, la originalidad del “Código Modelo” reside, al menos, en tres aspectos esenciales: 1) por razón de sus destinatarios, afecta y beneficia a los jueces y magistrados que integran el Poder Judicial de cada uno de los países iberoamericanos, y al personal auxiliar de aquéllos; 2) por razón de su contenido, el Códi-
go supera y, a la vez, integra las particularidades nacionales en lo que se refiere a la ética judicial, plasmadas, en su caso, en Códigos nacionales, federales o provinciales, o en normas integrantes del Derecho Orgánico Judicial de dichos países, y 3) para la efectividad de los principios éticos que consagra, previstos en la Primera Parte del Código, contempla, en su Segunda Parte, la creación de la llamada “Comisión Iberoamericana de Ética Judicial”, que supone una novedosa institución destinada, según su artículo 83, a facilitar la discusión, difusión y desarrollo de los llamados “Principios de la Ética Judicial Iberoamericana” que reconoce el “Código Modelo”, prestar asesoramiento sobre ética judicial, y, finalmente (aunque pudiera ser su primera tarea) la labor de fortalecer la conciencia ética judicial de los juzgadores iberoamericanos. Además, el “Código Modelo” hace suyas, como destacó el Excmo. Sr. Presidente del Tribunal Supremo español en el discurso que pronunció en el solemne acto de apertura de Tribunales el día 18 de septiembre de 2006, dos potentes realidades: modernidad e institucionalidad en grado máximo. Entre los Proyectos de la XIII Cumbre Judicial de Presidentes de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia y de los Consejos de la Judicatura de los países iberoamericanos se incluyó uno relativo a “Ética Judicial”, expresión de la preocupación mostrada por los representantes de los Poderes Judiciales de los países iberoamericanos por sistematizar, ordenar y
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definir los principios, reglas y virtudes judiciales principales. Ya en la denominada “Declaración Copán-San Salvador”, que culminó, en el año 2004, el IV Encuentro Iberoamericano de Consejos de la Judicatura, y la VIII Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia, se incluyó el propósito de “impulsar la elaboración de un Código Modelo Iberoamericano de Ética Judicial”. Para ello se contaba con dos antecedentes esenciales: el “Estatuto del Juez Iberoamericano”, aprobado por la VI Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia, celebrada en Santa Cruz de Tenerife los días 23, 24 y 25 de mayo de 2001, que se refiere en sus artículos 37 y siguientes a la “Ética Judicial”, y la “Carta de Derechos de las personas ante la Justicia en el ámbito judicial iberoamericano”, aprobada en el seno de la VII Cumbre Iberoamericana de Presidentes de Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia, celebrada en México en el año 2002. Con estos precedentes nació el “Código Modelo”, que constituye, como dice su Exposición de Motivos, la expresión del “desarrollo regional de la ética judicial”, es decir, el instrumento normativo vigente en materia de ética judicial para toda Iberoamérica.
El “Código Iberoamericano de Ética Judicial”, como consta en la Declaración Final de la XIII Cumbre Judicial Iberoamericana, fue aprobado por los Presidentes de las Cortes Supremas y Tribunales Supremos de Justicia y de los Consejos de la Judicatura. Ello supone que son los propios jueces iberoamericanos los que se impusieron un código de conducta que constituye el referente deontológico de nuestras tareas. El “Código Modelo” coincide en este punto con los Códigos éticos vigentes de aplicación nacional, federal o provincial, pues éstos han sido elaborados y aprobados por los más altos representantes de cada Poder Judicial. Así, por ejemplo, en Estados Unidos el Código Federal de Conducta de los Jueces (“Code of Conduct for United States Judges”, de 1973, revisado posteriormente) fue aprobado por la Comisión Judicial Federal; en Italia, el Codice Ético dei Magistrati Ordinari, de 1994, fue aprobado por la Asociación Nacional de Magistrados, y en América Latina han sido las Cortes Supremas, los Tribunales Supremos de Justicia, o los Tribunales Superiores de Justicia los que han aprobado los respectivos Códigos de Ética (hasta la aceptación del “Código Modelo”, un total de veintidós ordenamientos sobre ética judicial pertenecientes a quince países). Como señaló el Excmo. Sr. Presidente del Tribunal Supremo español en el discurso antes citado, existen determinados “lugares comunes éticos, pacíficamente aceptados por todos”, en referencia a principios como el de la independencia, imparcialidad, respeto y sumisión a la ley, conocimiento del ordenamiento jurídico y formación permanente, o secreto profesional, que afectan a todo juez. Estos principios, valores o virtudes, en el sentido definido por la doctrina, es decir, como aquellas cualidades humanas adquiridas cuya posesión y ejercicio tiende a hacernos capaces de lo-
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El “Código Iberoamericano de Ética Judicial” se enmarca dentro del creciente interés por plasmar las reglas de comportamiento ético que han de regir para los jueces. Antes del “Código Modelo” existían, con vocación universal, los “Principios Básicos Relativos a la Independencia de la Judicatura”, texto que fue sancionado en el seno del Séptimo Congreso de la Organización de las Naciones Unidas sobre Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, celebrado en el año 1985, y, especialmente, los “Principios de Bangalore sobre Conducta Judicial” (o “Código de Bangalore”, denominado así porque en ese lugar se reunió por primera vez el grupo de trabajo —el denominado “Grupo Judicial de Reforzamiento de la Integridad Judicial”— designado por la O.N.U. para la elaboración del documento) del año 2002. El “Código de Bangalore”, que fue aceptado por Acuerdo de la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia de Bolivia de 30 de enero de 2004 para ser aplicado en dicho país, hace referencia a seis principios ético-judiciales fundamentales (independencia, imparcialidad, integridad, correc-
ción, igualdad, y competencia/diligencia). Sus normas contienen, junto con las previstas en los “Principios Básicos” antes citados, y en el llamado “Estatuto Universal del Juez”, aprobado el día 17 de noviembre de 1999 por la Unión Internacional de Magistrados, los principios éticos rectores de la conducta de los jueces universalmente admitidos. Estos principios también se prevén (y desarrollan) en el “Código Modelo”, aunque con la originalidad indicada antes.
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grar aquellos bienes que son internos a las prácticas, y cuya carencia nos impide lograr cualquiera de tales bienes, se prevén en la Primera Parte del Código Modelo. Constituyen rasgos comunes de lo que ha de ser el “mejor” juez posible en el ámbito iberoamericano, por encima de las notas de comportamiento ético exigible al juez de un concreto país de dicho ámbito. Sin embargo, al lado de las virtudes judiciales principales no desconocidas en los Código de Ética Judicial de vocación universal indicados, ni en los textos elaborados para los jueces y magistrados de un área geográfica más reducida (así, en Europa, la llamada “Carta Europea sobre el Estatuto de los Magistrados”, sancionada en Estrasburgo por el Consejo de Europa en el año 1998), o para un concreto Estado o Provincia, existen en el “Código Modelo” principios que no estaban expresamente previstos en todos los Códigos de Ética Judicial de los países iberoamericanos. Singularmente nos referimos al de “motivación” de las resoluciones judiciales, que, como ha dicho uno de los redactores de aquel texto, el magistrado argentino Rodolfo Luis Vigo, es la “exigencia ética más peculiar”. En el examen comparativo de los Códigos de Ética Judicial de los países iberoamericanos llama la atención la ausencia en muchos de ellos de toda referencia a la “motivación” como principio ético judicial. Así, sólo contemplan expresamente este principio las “Normas Éticas del Organismo Judicial de la República de Guatemala” (art. 7), de 21 de marzo de 2001, el “Código de Ética del Poder Judicial de la Federación” de México (art. 4.5), y el “Código de Ética del Poder Judicial del Perú” (art. 7), ambos del año 2004. Asimismo, en el Estatuto del Juez Iberoamericano se establece (art. 41) que los jueces tienen la inexcusable obligación, en garantía de la legitimidad de su función y de los derechos de las partes, de motivar debidamente las resoluciones que dicten. El “Código Iberoamericano de Ética Judicial” constituye un inmejorable instrumento para la evaluación de la calidad ética de una conducta judicial. Ello se explica, según la Exposición de Motivos de dicho texto, porque de todo Código de Ética Judicial cabe deducir si un determinado acto del Poder Judicial es lícito o ilícito éticamente, según se acomode o no a la exigen-
cia prevista en la regla correspondiente. Asimismo, la evaluación de la calidad ética del actuar judicial se mide atendiendo a lo que, por el propio Código Ético, se haya establecido como correcto, es decir, fijada por aquél la conducta del “juez excelente” desde el punto de vista ético, de entre varias conductas que pudieran serlo, el “Código Modelo” permite adaptar el modo de actuar del juez iberoamericano a los cánones previstos para alcanzar dicha exigencia. Ello no sólo sirve al Juez, destinatario principal de sus normas, sino también, en general, a los ciudadanos a quienes va dirigido su trabajo, quienes, a partir del Código, pueden legítimamente tanto criticar sus conductas desde el punto de vista ético como reconocer la excelencia judicial en ese ámbito. Esta doble cualidad instrumental (esclarecedora de las conductas ético-judiciales y crítica respecto del comportamiento —ético— del juez) es común también a cualquier Código de Ética Judicial, aunque el “Código Modelo” tiene sus propias peculiaridades, que afectan, entre otros aspectos esenciales, a su estructura, principios que consagra, y régimen de control del cumplimiento de los mismos. El “Código Iberoamericano de Ética Judicial” constituye una guía o referente deontológico de la conducta “de los juzgadores de los diferentes países (iberoamericanos) y sus auxiliares”, como señaló la Declaración Final de la XIII Cumbre Judicial. En ello coincide con la mayoría de los Códigos de Ética Judicial aprobados en Iberoamérica, cuyos destinatarios son los jueces, magistrados e incluso funcionarios del Ministerio Público (en el caso de Panamá, según el Código Judicial de la República, aprobado por la Corte Suprema de Justicia el día 1 de abril de 1987). Consta de 95 artículos y dos partes bien diferenciadas, tras una Exposición de Motivos, dividida en quince epígrafes que explican su contenido y fines. La Primera Parte regula los “Principios de la Ética Judicial Iberoamericana” en trece capítulos dedicados, cada uno de ellos, a analizar una virtud o valor éticojudicial. Muchos de los Códigos de Ética Judicial hasta ahora existentes en Iberoamérica se integran por Títulos, Capítulos o Secciones. Así, por ejemplo, el Código de Ética Judicial de la provincia de Santa Fe (Argentina), promulgado el día 20 de marzo de 2002, consta de
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siete capítulos, y el Código de Ética dos Servidores do Supremo Tribunal Federal de Brasil, de 18 de diciembre de 2002, se integra por cinco capítulos que incluyen disposiciones iniciales y finales. No obstante, algún documento prefiere referirse a “cánones” éticos, como sucede con los “Cánones de Ética Judicial”, aprobados por el Tribunal Supremo de Puerto Rico, que están en vigor en ese país desde el día 5 de octubre de 2005.
Con sencillez y claridad, el “Código Modelo” define y desarrolla, en su Primera Parte, los que denomina “núcleos concentradores de la ética judicial”, es decir, los principios que configuran el repertorio de las exigencias nucleares de la “excelencia judicial”. Así, dedica los capítulos más extensos (los tres primeros) a los valores de independencia, imparcialidad y motivación, respecto de los que se ha dicho que suponen los tres principios rectores de la ética judicial, y son expresión del derecho a un proceso justo que ya consagraba el art. 6.1 del Convenio de Roma de 4 de noviembre de 1950 para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, y el art. 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Junto a dichas virtudes, de alcance constitucional en España,
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La Segunda Parte del “Código Modelo” se refiere exclusivamente a la “Comisión Iberoamericana de Ética Judicial”, institución que establece a partir de la experiencia iberoamericana en materia de faltas éticas y asesoramiento ético judicial. Después de prever sus funciones, regula su composición, las reglas básicas de su funcionamiento (las normas definitivas de funcionamiento interno fueron aprobadas en el seno de la Segunda Reunión ordinaria de la Comisión, celebrada
los días 5, 6 y 7 de septiembre de 2007 en la ciudad de México D.F.), y la eficacia de sus pronunciamientos.
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el “Código Modelo” se refiere a la exigencia de conocimiento y capacitación permanente (no sólo del juez sino de los otros miembros de la oficina judicial), principio que no está previsto en el Código Federal de Estados Unidos aunque sí se contempla en el Código de Ética Judicial Italiano (art. 3). Al lado de dichos valores, los capítulos siguientes se refieren a la Justicia y equidad, responsabilidad institucional, cortesía, integridad, transparencia, secreto profesional, prudencia, diligencia, y honestidad profesional. Algunos de estos principios no se preveían en los Códigos de Ética Judicial de los países latinoamericanos. Así sucede, por ejemplo, con el de “transparencia”, que no se contempla en los “Principios de Ética Judicial” de Chile, aprobados el día 1 de agosto de 2003 por la Corte Suprema de Justicia de dicho país, o el principio de “diligencia” en la labor judicial, no previsto en el “Código de Ética del Servidor de la Corte de Cuentas de la República de El Salvador”, de 8 de marzo de 2001. Dichos Códigos, sin perjuicio de su futura adaptación a las previsiones del “Código Iberoamericano de Ética Judicial”, lo que se favorece desde la Comisión que regula en su Segunda Parte, colmarán la ausencia de mención de dichos valores con la expresa regulación que de los mismos contiene éste. Con ello el “Código Modelo” aparece como un “nuevo tramo”, como se define a sí mismo en sus páginas iniciales, en el camino del desarrollo de la ética judicial en Iberoamérica, lo que exige la adhesión al mismo de los jueces y magistrados de nuestra área geográfica y cultural. Es difícil no pensar en la devoción incondicional del juez iberoamericano a deberes éticos como el de “ejercer con moderación y prudencia el poder que acompaña el ejercicio de la función jurisdiccional” (art. 8, en el capítulo dedicado a la independencia judicial) o a la idea de que “la imparcialidad de juicio obliga al juez a generar hábitos rigurosos de honestidad intelectual y de autocrítica” (art. 17, relativo a la imparcialidad). Igualmente, el juez de nuestros países no puede desconocer (aunque ello pueda ser obvio) que el fin último de su actividad profesional es “realizar la justicia por medio del Derecho” (art. 35, en el capítulo dedicado a los valores de “justicia y equidad”), y que ha de ser prudente, pues ha de procurar que “sus comportamientos, actitudes y decisiones sean el resultado
de un juicio justificado racionalmente luego de haber meditado y valorado argumentos y contraargumentos disponibles, en el marco del Derecho aplicable” (art. 69, en el capítulo dedicado a la “prudencia” como valor ético judicial). Éstos y otros valores, plasmados en el “Código Iberoamericano de Ética Judicial”, configuran al juez virtuoso, es decir, el modelo de juez postulado por dicho texto. Éste, como señala su Exposición de Motivos, no pretende descubrir (ni sancionar) faltas a sus deberes, pues para la ética profesional lo importante en realidad es obtener una firme e íntima adhesión a los principios que inspiran la misma con el fin de lograr que el servicio se preste con excelencia. El “Código Modelo” también se preocupa de la repercusión que puede tener el incumplimiento de los deberes éticos que consagra. Atendiendo al contenido de los Códigos de Ética Judicial vigentes, algún autor ha distinguido entre “Códigos con sanción”, y “Códigos sin sanción” según que la vulneración de la reglas éticas pueda tener para el juez consecuencias disciplinarias o no. En el primer grupo, al margen de los que rigen en los países iberoamericanos, se incluye, por ejemplo, el Código Federal de Conducta de los Jueces de los Estados Unidos, y, en el segundo, el Código de Ética Judicial de Canadá de 1998. El “Código Iberoamericano de Ética Judicial” es consciente de la variada realidad institucional en relación al control del cumplimiento de los principios que prevé. No desconoce la existencia en algunos países de Tribunales de Ética Judicial ad hoc, encargados de juzgar las faltas al respectivo Código de Ética, ni tampoco la presencia de Tribunales de Ética cuya misión es declarar, en su caso, la comisión de una falta de esta naturaleza, y que dejan en manos de los órganos disciplinarios competentes la eventual imposición de una sanción. Al lado de estos Tribunales, los redactores del “Código Modelo” tuvieron presente, asimismo, que existen ordenamientos jurídicos en los que las faltas a los deberes de contenido ético se imponen por órganos administrativos disciplinarios, y otros en los que la eficacia del Código de Ética se confía a la voluntad individual de sus destinatarios.
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En los distintos Códigos de Ética Judicial de los países iberoamericanos la respuesta institucional frente a las infracciones a las normas que consagran se concreta en la existencia de Tribunales de Ética Judicial, por ejemplo, en tres de las cinco provincias argentinas en las que se ha aprobado un Código de ese tipo, es decir, en Córdoba, Corrientes y Santa Fe. Por el contrario, en las provincias de Santiago del Estero y Formosa existe un “Consejo Consultivo sobre Ética Judicial”, cuya creación se explica por el Código de esta última provincia, de 22 de abril de 1998, porque la ausencia de ética en un comportamiento judicial en sí misma sólo puede sancionarse con el reproche moral de la opinión pública, dado que, como se afirma en dicho texto, el código no es un instrumento coercitivo ya que lo contrario desnaturalizaría la esencia de toda norma ética. En el Código de Ética Judicial de la República del Paraguay, que está en vigor desde el día 1 de enero de 2006, se prevé la existencia de un Tribunal de Ética Judicial, que puede llegar a acordar, frente a una infracción a las reglas sobre ética del juez, una “recomendación”, un “llamado de atención” o una “amonestación” al mismo. En el Código de Ética del Poder Judicial del Perú, aprobado por la Corte Suprema de Justicia de ese país en el mes de marzo de 2004, se regula la existencia de un Comité de Ética Judicial. Su artículo 12 lo configura como un órgano a quien asigna no sólo tareas disciplinarias sino también funciones consultivas y divulgativas de los principios éticos que prevé.
La Comisión Iberoamericana de Ética Judicial no es un órgano que castigue las conductas de los jueces. En relación con ello se ha señalado la existencia de hasta ocho tipos de responsabilidades judiciales (civil, penal, administrativa, política, científica, corporativa, social, y ética). Ninguna de ellas pretende sancionar la Comisión Iberoamericana de Ética Judicial. En todo caso, está llamada a prevenir dichas responsabilidades a través del respaldo que, ante una consulta ética, pueda ofrecer con sus dictámenes, informes o recomendaciones. Estas últimas no tendrán el contenido con
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Frente a las citadas realidades institucionales que, como ejemplo, se han expuesto, el “Código Iberoamericano de Ética Judicial” prevé la existencia de una “Comisión Iberoamericana de Ética Judicial”, que constituye un órgano cuyas funciones desbordan la tradicional tarea, esencialmente asesora, de las instituciones similares que constituyen su precedente. Con ello se quiere decir que, además de la labor de dar consejo sobre Ética Judicial, asume y comparte con los Presidentes de las Cortes Supremas o Tribunales Supremos de Justicia y de los Consejos de la Judicatura de los países iberoamericanos, desde la Declaración CopánSan Salvador, una misión de difusión, en la esfera académica, de los principios éticos que ahora recoge el “Código Modelo”.
La típica función consultiva de los órganos que constituyen el precedente de la Comisión Iberoamericana de Ética Judicial queda superada por el “Código Modelo” pues éste le confiere, además, una tarea, de difícil configuración práctica, consistente en fortalecer la conciencia ética judicial de los jueces iberoamericanos, dado que aquél debe ser una permanente y dinámica interpelación a la conciencia de sus destinatarios para que, desde el compromiso de la excelencia, logre encaramarse, como dice la Exposición de Motivos del texto, en aquéllos que han aceptado prestar un servicio demandado por la sociedad. Además, su actividad precisa, en parte, la previa solicitud de los miembros del Poder Judicial y Consejos de la Judicatura de los países iberoamericanos o de la Cumbre Judicial Iberoamericana. Este “principio de rogación” que distingue el funcionamiento de la Comisión Iberoamericana de Ética Judicial sólo es predicable respecto de su “función consultiva”, como resulta de lo dispuesto en su art. 83 a), y de lo previsto, asimismo, en el art. 92 (“las solicitudes de asesoría o cualquier otra petición de los órganos integrantes de la Cumbre Judicial Iberoamericana o los de la propia Cumbre Judicial deberán dirigirse a la Secretaría Ejecutiva”) del “Código Modelo”. En este punto difiere este texto de los Códigos de Ética Judicial de Perú y Paraguay, pues el “Comité de Ética Judicial” y el “Consejo Consultivo” que contemplan pueden asesorar también de oficio. No obstante, las actuaciones con trascendencia académica y vivificadora de la conciencia ética de los jueces iberoamericanos, previstas en los apartados b) y c) del art. 83 del “Código Modelo”, no precisan de una previa declaración de voluntad de los jueces o magistrados iberoamericanos que estimule el funcionamiento de la Comisión.
trascendencia disciplinaria que contemplan los Códigos de Ética Judicial de la Provincia de Córdoba (Argentina), Paraguay o Perú.
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Las funciones descritas en el art. 83 del Código Iberoamericano de Ética Judicial impiden la punición por el órgano que instituye de las conductas contrarias a la ética judicial. Ello pone de manifiesto una clara opción de los redactores de aquél: si, con el “Código Modelo”, se pretende ofrecer un catálogo de principios éticos que ordenan genérica y concentradamente la excelencia judicial, la consecuencia es que no cabe imponer coactivamente su cumplimiento a sus destinatarios ni, por ello, establecer un órgano destinado para este fin. La aplicación y vigencia de dichos principios los prefiere dejar el “Código Modelo” a la conciencia de los interesados, cuyo fortalecimiento, de la forma que se pueda articular, sí incumbe a la Comisión Iberoamericana de Ética Judicial. Lo expuesto explica el contenido del último precepto (el art. 95) del “Código Modelo”, que señala que cualquier pronunciamiento de la Comisión no tendrá fuerza vinculante para los Poderes Judiciales o Consejos de la Judicatura ni para la propia Cumbre Judicial.
El “Código Iberoamericano de Ética Judicial” constituye, como se ha dicho, el referente básico en materia de deontología profesional para los jueces iberoamericanos. Fruto de la última Cumbre Judicial Iberoamericana, aúna, en su modernidad, los resultados ya alcanzados en ese ámbito en precedentes reuniones de los más altos representantes de los Poderes Judiciales iberoamericanos, y la experiencia de los Códigos de Ética de otras áreas geográficas. Además, asume un cuadro de principios, valores, cánones o virtudes judiciales esenciales, y constituye un instrumento imprescindible para que el juzgador sepa a qué atenerse, no en la aplicación e interpretación de las normas jurídicas, sino respecto a la calidad ética que le será exigible en nuestras sociedades en su trabajo profesional. Como reconoce el propio “Código Modelo”, supone un nuevo tramo en el camino del desarrollo de la ética judicial en los países iberoamericanos, favorecido desde su aprobación por el trabajo de la Comisión que instituye con vocación consultiva, académica y vivificadora de la conciencia ética de los juzgadores de dichos países.
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El caos tiene la forma jurídica de una paloma Jaime Francisco Coaguila Valdivia
LA VIDA REGLAMENTADA DE JONATHAN NOEL
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La sencillez es un privilegio de los grandes escritores, la novela La paloma (1987) del escritor alemán Patrick Süskind narra sin mayores pretensiones la historia vanal de Jonathan Noel, un vigilante de banco de la rue Sèvres, cuya vida de pronto está a punto de colapsar por la presencia en su habitación de una simple paloma; precisamente cuando ya había conquistado una especie de libertad pequeño-burguesa, basada en la propiedad de un chambre de bonne en el sexto piso de una casa y acusado una acentuada independencia en relación a los demás. En opinión del protagonista de esta novela no se puede confiar en los seres humanos y solamente se puede vivir en paz alejado de ellos1 , por lo que considera que la única relación valiosa es la entablada con los objetos materiales. Así, en una parte de la novela Jonathan confiesa que su pequeña habitación era: “Su sólido refugio, su albergue y, sí, incluso su amante, porque (...) le abrazaba con ternura cuando volvía al atardecer, le calentaba y protegía, le alimentaba el cuerpo y el alma, estaba siempre allí cuando la necesitaba y no le abandonaba nunca”.2 Este desprendimiento de lo humano sin embargo tiene un singular efecto jurídico en el espectro social, puesto que una sociedad hostil y egoísta únicamente
puede ser controlada a través de reglas cada vez más específicas y concretas, esto significa apelar a una administración especializada esbozada a partir de circulares y reglamentos. François OST ha advertido que este proceso de desmitificación de la ley como expresión de la voluntad general en beneficio de normas particulares, tiende a convertir a los burócratas en los próximos artífices de la legitimación estatal, con lo que se tiende a reintroducir el engaño y el dogmatismo bajo nuevas formas jurídicas en la aplicación del Derecho3 . Por su parte la vida de Jonathan Noel era gobernada por el reglamento de la casa donde se encontraba su habitación y el Breviario para el personal de vigilancia y protección con atención especial a las instrucciones sobre el empleo de la pistola de servicio, dos instrumentos que denotaban la crisis de la ley y en general la decadencia del Derecho a manos de la normatividad administrativa. Esta atomización del poder en un entramado de autoridades de menor jerarquía permite la
1. SÜSKIND, Patrick. La Paloma. Traducción Diógenes Verlag, Barcelona, Editorial Seix Barral, 1987, p. 8. 2. SÜSKIND, P. Op. Cit. p. 14. 3. OST, François y VAN DE KERCHOVE, Michel. Elementos para una Teoría Crítica del Derecho. Traducción Pedro Lamas, Bogotá, Editorial Unibiblos, 2001, pp. 339-344 .
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regulación microscópica de las relaciones humanas, aunque con el grave costo de generar mayores conflictos interinstitucionales de impredecibles resultados. En este extremo la lección de la novela consiste en develar el peligro que tiene insinuar la posibilidad del caos a un hombre como Jonathan, que encuentra su única certeza en los díscolos reglamentos administrativos. EL CAOS ORDENADO DEL DERECHO Desde la sistémica Ernesto GRÜN ha anotado que el caos no es lo contrario al orden, ya que los ordenamientos complejos y los sistemas dinámicos de la sociedad postmoderna están siempre al borde del caos, por lo que cabe distinguir entre un “caos ordenado” y un “caos desordenado”. Para el profesor argentino, entre ambas formas del caos se encuentra el orden del mundo como una “capa de sandwich”, lo que permite que el caos turbulento y lejos del equilibrio anuncie la aparición del orden espontáneo y el orden pueda a su vez convertirse en caos4 como sucede en las revoluciones. A partir de allí el Derecho se convierte en un sistema complejo en permanente fluctuación por la creciente delegación legislativa que ilustra la reorganización y regeneración de lo jurídico al borde del caos. En el caso del protagonista de la novela, el caos viene convertido en una paloma color gris pizarra posada en las baldosas granates del pasillo del piso donde vivía. El autor de la obra sincréticamente devela el peligro de estar al lado de una criatura de sangre caliente y una libra de peso, porque “jamás ningún hombre puede vivir donde habita una paloma, una paloma es el compendio del caos y la anarquía, una paloma revolotea de modo incontrolable, clava las garras y pica los ojos”5 .
4. GRÜN, Ernesto. Una Visión Sistémica y Cibernética del Derecho en el Mundo Globalizado del siglo XXI. Buenos Aires, Editorial Dunken, 2004, pp. 97-99. 5. SÜSKIND, P. Op. Cit. p. 22. 6. GRÜN, E. Op. Cit. p. 80. 7. SÜSKIND, P. Op. Cit. p. 66.
La imagen del “caos desordenado” luego se repetirá pero en esta oportunidad bajo la forma de un menesteroso, un clochard, a quien Jonathan observa comiendo y defecando en la calle como una paloma, pero dotado de una seguridad en sí mismo y una complacencia indignantes; más aún, con un aura de libertad provocativamente exhibida7 . La contraposición entre Jonathan Noel y el clochard es clara, porque coloca de un lado la vida perfectamente reglamentada del vigilante, y del otro, la libertad sin compromisos de un mendigo, con la finalidad tal vez de sopesar en la balanza la durabilidad del orden establecido con la incertidumbre del caos venidero. Nuevamente François OST cree adivinar que el desorden obraría más bien como condición del orden, de “otro” orden, de una racionalidad emergente que si hoy nos resulta incomprensible, podría en el futuro parecernos evidente8 . La cuestión entonces consiste en saber si las referencias a lo largo de la novela a un “caos desordenado” no son pasibles de ser interpretadas como la muestra de un nuevo modelo, el nacimiento de otro discurso jurídico y tal vez el resquebrajamiento de una forma de hacer el Derecho desde la regla, olvidando que algunas veces el mundo también está sometido al azar9 . EL CARÁCTER SIMBÓLICO DEL DERECHO Según el filósofo Cornelius CASTORIADIS todo lo que se nos presenta en el mundo social histórico se encuentra indisolublemente tejido a lo simbólico, nada es posible fuera de una red simbólica, de ello se deriva que la 8. OST, François. El Sistema Jurídico entre Orden y Desorden. Traducción Isabel Hoyo Sierra. Madrid, Servicio de Publicaciones de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, 1997, pp. 38-39. 9. PRIGOGINE, Ilya. El Fin de las Certidumbres. Traducción Pierre Jacomet. Santiago, Editorial Andrés Bello, 1997, p. 211.
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Es interesante anotar que el caos a que hace referencia el autor corresponde a la forma de “caos desordenado”,
aquella modalidad inescrutable que constituye un peligro latente para el orden de la sociedad, como si las fuertes alas de una feroz paloma pudieran desbaratar con su aleteo el castillo de naipes edificado por el Derecho, lo que permite deducir que el sistema puede soportar un determinado grado de perturbaciones más allá de las cuales puede devenir en un probable caos creativo6 .
elección de un símbolo jamás es ni absolutamente ineluctable ni puramente aleatoria; por ende, no se impone como una necesidad natural, pero tampoco puede privarse en su temor de toda referencia a lo real10 . Al Derecho también le corresponde un carácter simbólico en medio de una red institucional, y la elección de sus símbolos alcanza igualmente referentes reales; por esta razón la ensoñación del vigilante Jonathan al imaginarse como una esfinge adquiere sustancial importancia, porque anuncia hasta qué punto su efectividad radicaba en la acción o en la mera presencia física; de ello se desglosa que su poder no era instrumental sino puramente simbólico11 .
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Esto permite reflexionar además cómo la labor de un vigilante, nacida de un contexto complemente funcionalista, puede transformarse de una imagen
iconográfica, en una representación de poder inocuo, en una amenaza de venganza por parte de la justicia; lo que nos puede sugerir que incluso las sentencias pueden dejar su lado instrumental y presentarse en tanto adustos objetos simbólicos, simpáticas piezas literarias o abultados esfuerzos de destreza intelectual. Es curioso anotar que la vida ordenada del protagonista de esta breve obra corre peligro por la sola presencia de una paloma, efectivamente un símbolo del “caos desordenado”, algo que envuelve un determinado poder y que nos remite a lo aleatorio, y que analizado de cerca puede llevarnos a un nivel desconocido de lo real. De esta forma“La paloma” eleva sus contenidos polisémicos y parece observarnos desde su universo textual con ese ojo monstruoso en forma de disco zurcido sobre un plumaje liso y en caótico movimiento.
10. CASTORIADIS, Cornelius. La Institución Imaginaria de la Sociedad: Marxismo y Teoría Revolucionaria. Traducción de Antoni Vicens, Barcelona, 1983, Volumen I, pp. 201-204.
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El caso Coca Nasa: algunas reflexiones sobre el carácter dinámico de las culturas y el alcance de las decisiones de las autoridades indígenas en Colombia1 Nicolás Ceballos Bedoya
E
n enero de 2007 el INVIMA informó a las autoridades territoriales de Colombia que los productos derivados de la hoja de coca (infusiones, galletas, gaseosas, dulces, etc.) elaborados y comercializados en los resguardos indígenas no podían ser comercializados ni publicitados en el resto del territorio nacional, toda vez que dicha actividad supone, según ellos, una infracción de la Convención Única de Estupefacientes de 1961. En esa circular se señala adicionalmente que la elaboración, uso y comercialización de este tipo de productos sólo puede hacerse dentro de los territorios indígenas y que los actos emanados de las autoridades de estos pueblos carecen de efecto en el resto del país. En consecuencia, el INVIMA apunta que en caso de encontrar productos de este tipo fuera de los territorios autorizados se deben aplicar las medidas sanitarias del caso e iniciar los procesos sancionatorios correspondientes. Esta decisión ha afectado el proyecto productivo Coca Nasa que desde 1999 adelanta la comunidad indígena de Calderas.
El Invima sostuvo como argumento de su decisión que los productos de coca no cumplían con los requisitos de licitud que impone la normatividad internacional, contenida en la Convención de las Naciones Unidas contra el tráfico ilícito de estupefacientes de 1988, ratificada por la Ley 67 de 1993. Dicho instrumento establece que las medidas tomadas en la lucha 1. Este texto fue presentado como ponencia en el VI Congreso Nacional de Filosofía del Derecho y Filosofía Social de ASOFIDES, realizado entre los días 18 y 20 de octubre de 2007 en la ciudad de Popayán y fue publicado en las memorias de dicho evento. 2. Como seguirá siendo denominado en adelante.
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El caso Coca Nasa2 comporta varios problemas que atañen directamente a la Filosofía Política y a la Filosofía del Derecho, problemas que se relacionan con la identidad y el reconocimiento de las minorías culturales, pues en nuestra opinión, la comercialización legal de un producto por parte de cualquier comunidad indígena en Colombia está asociada directamente con su lucha por el reconocimiento. Son dos los problemas
que trataremos en este espacio. En el primero, analizaremos a la luz del Derecho internacional, bajo qué condiciones es lícita la producción de hoja de coca, y si en el caso Coca Nasa se respetó o no dicha normatividad, puesto que, a nuestro juicio, una adecuada comprensión de la diversidad cultural y la cultura, nos lleva a concluir que no hubo violación alguna a las normas en materia anti-drogas. El segundo problema se concentrará en analizar la tesis impuesta a partir de la prohibición de comercialización de estos productos, según la cual sólo está permitido su expendio dentro de los territorios indígenas, pues se afirmó que las decisiones indígenas sólo tienen validez dentro de sus territorios. Paso ahora a analizar el primero de los problemas.
por la erradicación, “tendrán debidamente en cuenta los usos tradicionales lícitos, donde al respecto exista la evidencia histórica”. Al ratificar esta convención, el Estado colombiano añadió una exigencia en la declaración segunda según la cual estas políticas deben complementarse con un desarrollo alternativo que tenga en cuenta los derechos de las comunidades indígenas. Así mismo deben tener en cuenta las protecciones a los pueblos aborígenes establecidas por el Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas.
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Lo que hay que anotar en primer lugar, es que resulta pacífico que son lícitos los usos de la planta de coca que no envuelvan la producción y el consumo de los derivados alcaloides de la misma, es decir, cocaína y bazuco. Pero habría que preguntarse por las demás exigencias que hace la Convención a los usos de la coca. Así, está el concepto de “usos tradicionales”, el cual presenta varios problemas dada su vaguedad, pues, es obvio que no hay una medida de tiempo que deba tener una práctica para ser considerada tradicional y las normas internacionales no estipulan una definición de tal concepto; de allí, pues, que aparezca un primer problema para estos términos. En conexión con el problema anterior está el que suscitan los términos de la acreditación o evidencia histórica que se exige para las prácticas tradicionales. Tal problema consiste en saber quién debe ser el encargado de acreditar o dar fe de la historia de una práctica. Este problema parecería algo trivial si se lo ve desde una perspectiva un tanto judicialista, en la cual se piense en un órgano técnico, que proporcione algo así como un dictamen pericial que sirva de acreditación. De hecho, tal examen lo ha realizado en nuestro medio el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), el cual se ha pronunciado acerca del sentido y la génesis de ciertas prácticas. No obstante, es difícil contar sólo con este tipo de acreditaciones técnicas, ya que algunas de las reivindicaciones hechas por las comunidades indígenas tienden a combatir la apropiación de su historia que ha hecho la sociedad mayor, para construir su propia narrativa histórica, que tradicionalmente ha sido un monopolio de la cultura mayoritaria; luego, es posible que exista una oposición por parte de las comu-
nidades indígenas a que sea un organismo de carácter técnico el que sea oído para contar su historia, excluyéndolos de esta reconstrucción. Pese a lo anterior, los líderes del proyecto Coca Nasa han utilizado, en la defensa de su causa, un concepto rendido por el ICANH donde se afirma que el consumo de coca es una parte de las tradiciones religiosas de los pueblos de los Andes, la Amazonía y la Sierra Nevada. Así, entre pueblos de los Andes colombianos, como los Nasa y los Guambianos, la hoja de coca (“Esh” en lengua Nasa) es utilizada por sus médicos tradicionales como ingrediente de sus recetas homeopáticas, pues sirve de calmante para ciertos dolores estomacales. También señala el ICANH que en la Costa Atlántica se la utiliza como complemento nutricional de los neonatos con déficit de leche materna. Anota el mismo instituto que las hojas de coca son usadas también por campesinos y personas de las ciudades. Demostrando que el uso de la hoja de coca con fines medicinales no se circunscribe a las comunidades indígenas. Pues bien, no obstante los escollos denunciados anteriormente, la mayor dificultad que implica la exigencia de que los usos de la planta de coca sean tradicionales radica en que la misma sea interpretada de una forma tal que prive a las culturas de sus tendencias innovadoras y dinámicas. Esto podría suceder, toda vez que el término “usos tradicionales” puede asociarse estrictamente a prácticas antiguas que han venido reproduciéndose invariablemente desde tiempos precolombinos; este entendimiento lo podríamos denominar estático. Según esto, sólo serían usos tradicionales de la coca, aquellos que se remonten a su antigüedad precolombina, tales como la masticación de la hoja o el mambeo. Esta interpretación ignora el carácter dinámico de las culturas. La Filosofía Política y la Antropología contemporáneas nos muestran cómo la cultura es esencialmente cambiante y dinámica. Así, Bhikuh Parekh ha señalado que la cultura se compone tanto de elementos heredados, que recibimos de las generaciones anteriores, como de elementos que cada generación va creando, siendo un entramado de lo recibido y antiguo, con lo creado paulatinamente y lo que se recibe de influen-
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cias externas3 . De igual modo, la antropóloga colombiana Esther Sánchez, arguye que “ la tradición no puede ser entendida como un proceso de clonación, es decir, reproducción de prácticas y procedimientos que se repiten de la misma forma en que lo hacían los antepasados””4 . De hecho, cita esta autora algunos ejemplos de cambios culturales realizados por comunidades indígenas. Uno de ellos es el de los U’wa, que revisaron su práctica de abandonar los hijos nacidos en partos múltiples. Otro de estos casos es el de una mujer Huitoto a la que su comunidad le reprocha el haber forzado a su hija a contraer un matrimonio arreglado; al respecto se le dice: “Hoy las cosas no son como antes, ya las costumbres son otras, ya no podemos obligar a las niñas, la mamá debe ser castigada por vender a su hija”5 . En la misma línea de pensamiento se ubica el profesor Daniel Bonilla Maldonado6 al criticar una subregla creada por la Corte Constitucional que prescribe que a mayor conservación de usos y costumbres, mayor autonomía de las comunidades. Sostiene este autor, que dicha visión se basa en presupuestos empíricos falsos, toda vez que las culturas son asociaciones de fragmentos tomados de diferentes culturas, que forman “híbridos”, por lo cual sería ilegítimo concederles protección y autonomía, a cambio de que paralicen su dinámica como cultura.
Esta concepción dinámica de la cultura es sostenida, desde luego, por los líderes del proyecto Coca Nasa, en la defensa de su causa. Insisten en que no se deja de ser indígena por el hecho de adoptar cierto uso occi-
Ahora bien, podríamos dudar algo más con respecto al carácter de tradicional de una gaseosa a base de coca, como la bebida Coca Sek. La duda con respecto a la gaseosa se genera, toda vez que una bebida de este tipo está asociada al mercado norteamericano y a la producción industrial y global del siglo XX, lo cual, en el imaginario común, no se asocia con las culturas indígenas. Sin embargo, no tiene por qué restringirse la autonomía de las comunidades étnicas y el desarrollo de su cultura, a lo que el común de las personas se imaginen de sus prácticas. En pocas palabras, es obvio que la producción de gaseosas de coca no es una costumbre antigua de los pueblos andinos colombianos; pero la interpretación que proponemos es que el “uso tradicional” protegido por la convención y las declaraciones realizadas por el Congreso de Colombia a la misma, es el consumo de la planta de coca, el cual está acreditado históricamente y diferenciado de los estupefacientes derivados de la misma planta; de allí que las maneras en que se presente el pro-
3. PAREKH, BHIKUH. Repensando el multiculturalismo. Trad, Sandra Chaparro. ISTMO, Madrid, 2005. pág. 232 4. SÁNCHEZ BOTERO, ESTER. Derechos propios. Ejercicio de la jurisdicción indígena. Procuraduría General de la Nación. Bogotá. 2004, p. 280 5. Ibíd. Pág. 208 6. BONILLA MALDONADO, DANIEL. La Constitución Multicultural, Bogotá, Siglo del Hombre, 2006, págs. 164 a 165. En un sentido similar se expresa CAMILO BORRERO en: Multiculturalismo y derechos indígenas, Bogotá, CINEP, GTZ, 2003 7. PAREKH, BHIKUH. Op. Cit. pág. 246
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De todo esto, resulta descabellado afirmar que la producción industrial de alimentos y bebidas de hoja de coca no sea un uso tradicional, sólo porque no parezca primitivo o rudimentario, pues, para la literatura especializada, es claro que una tradición no deja de ser tal cuando se le introduce alguna innovación. De hecho, podemos ver cómo tradiciones occidentales antiquísimas, como son las de la religión cristiana, utilizan la televisión o el Internet para difundir sus creencias y como la llamada “cultura occidental” se ha formado de influencias recogidas a lo largo de la historia.7 En este sentido, proteger sólo los usos arcaicos, es reconocer a los indígenas únicamente por lo exótico que representan, por lo primitivos que parecen, lo cual es una forma de falso reconocimiento.
dental como instrumento para facilitar algún modo de vida o costumbre. Luego, el consumo de hoja de coca no deja de ser tradicional sólo porque ésta sea presentada en bolsitas, máxime si dicha presentación es exigida por las autoridades nacionales como requisito de higiene del producto. Lo que se toma de la sociedad “blanca” no lo toman para reemplazar sus tradiciones, sino como instrumento de transmisión de las mismas, o como maneras de transformar la materia prima, para ampliar la riqueza gastronómica de las comunidades tradicionalmente consumidoras de hoja de coca; lo cual no es más que enriquecer la tradición, no reemplazarla.
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ducto, sean elementos incidentales, que varían según las dinámicas en que están inmersas todas las culturas. No obstante se nos podría replicar con el argumento esgrimido por la Dirección Nacional de Estupefacientes, que afirma que si bien el consumo de coca es tradicional, no lo es su comercialización. Esta postura conduce a negar a los pueblos indígenas la posibilidad de dar a conocer sus usos tradicionales, creando así una restricción que no se le impone a las prácticas de la sociedad mayor. De este modo, se estaría haciendo un tratamiento discriminatorio a los indígenas, que serían los excluidos del mercado. Tal exclusión transmitiría un mensaje de tolerancia a sus prácticas, pero de miedo a que las mismas “contaminen” la cultura mayor, lo cual, desde luego, sería un mensaje contrario a la promoción de la diversidad. Siguiendo la interpretación aquí propuesta, lo tradicional es el uso de la coca,
y la comercialización es una forma de trasmitir el uso y utilizarla para satisfacer necesidades. No se protege la diversidad cultural permitiendo una costumbre, pero impidiendo que se difunda a través del mercado, que es el mecanismo principal de transmisión de bienes e ideas en el contexto de sociedades capitalistas, como es la sociedad mayor con la que deben interactuar las comunidades indígenas. A lo cual hay que añadir que estas condiciones de mercado fueron impuestas por la sociedad mayor a los pueblos amerindios. La protección a la diversidad cultural implica su promoción; lo cual va más allá de la mera tolerancia; pues, tal como lo afirma MICHAEL WALZER8 , existen 8. Michael Walzer, “Tratado sobre la tolerancia”. Citado en: Camilo Borrero García, Multiculturalismo y derechos indígenas, Bogotá, CINEP, GTZ, 2003, p-18
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prácticas de tolerancia que no comportan el respeto a la diferencia, sino que son simplemente una forma pragmática de asegurar la paz; diría yo, una fría cohabitación de culturas incapaces o desinteresadas por tender puentes de reconocimiento e intercambio; panorama éste que se aleja del tipo de Estado pluralista que pomposamente anuncia el primer artículo de la Constitución. Para aclarar este punto, vendría bien realizar ahora algunas precisiones sobre la cultura; pues es necesario anotar que la misma aporta elementos para dotar de sentido y significado al mundo, pero también sirve para la satisfacción de necesidades de una sociedad, entre las que se incluyen las relativas a la garantía de la subsistencia. Las formas productivas hacen parte del concepto antropológico de cultura9 .
Las estrategias para acoplarse a los cambios y mantener viva la identidad, son bastante conocidas por los Nasa, quienes desde la época colonial han sabido abrazar la religión católica sin abandonar sus cultos tradicionales, y se han acoplado a modelos impuestos por la sociedad mayor, como la agrupación en resguardos
Teniendo en cuenta que el mercado, aparte de ser el espacio por el cual circula la riqueza, es la vía de transmisión de las ideas en nuestra sociedad, excluir los productos indígenas de coca implica problemas para la pervivencia de esta práctica y para el reconocimiento de los indígenas por parte de la sociedad mayor. Los problemas relativos a la pervivencia se generan en tanto impedir que un bien o una idea sea trasmitida, sería condenarla al aislamiento y la irrelevancia, e imposibilitar que ingrese al mercado es limitar drásticamente su circulación y transmisión, pues en un contexto capitalista, el mercado es, tal vez, el medio más recurrido y efectivo para que circulen las ideas. A esto hay que agregar que la comunicación de ideas y costumbres es una estrategia para lograr reconocimiento, así sea que lo que se intercambie o enseñe sea un bien tan aparentemente baladí como una bebida o un alimento. Esta estrategia fue usada por los inmigrantes chinos en Norteamérica, quienes lograron cierto acomodo en dicha sociedad a través de la comida que vendían en el mercado de la cultura norteamericana, la cual se convirtió en una pieza de su cultura alimentaria10 . Luego, declarar lícitos sólo aquellos usos “precolombinos”, sería conminar a una cultura a permanecer estática, congelada, con lo cual se le podría condenar a desparecer. En conclusión, los usos de la hoja de coca que se aprecian en el proyecto Coca Nasa pueden considerarse usos lícitos tradicionales, por lo tanto permitidos a la luz de la Convención Única de Estupefacientes, pero
9. MOSTERÍN, JESÚS. Filosofía de la cultura. Madrid, Alianza Editorial. 1993, pág. 17 10. Este ejemplo es contado por Parekh para ejemplificar este tipo de situaciones. PAREKH, BHIKUH. Op. Cit. Págs. 326, 327.
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De este modo, la cultura de los pueblos indígenas es una vía para adecuarse a la satisfacción de necesidades, adecuación desarrollada en un contexto de franca desventaja económica frente a otros grupos sociales. Su cultura ha tenido que adaptarse para afrontar estas desventajas aunadas a otras desgracias naturales que han aquejado a los pueblos andinos, tales como la erupción del volcán Nevado del Huila en 1994, que causó gran traumatismo a sus formas productivas, forzando diversas adaptaciones. Una de estas adaptaciones que han requerido las culturas para subsistir es la acomodación a la economía capitalista global, pues en las nuevas condiciones no basta su economía tradicional de subsistencia, que se ha visto limitada con la desaparición de especies de caza, la deforestación y la limitación del territorio. Estos factores han hecho necesario el ingreso al mercado, lo que implica una forma de producción a escala industrial que permita generar excedentes para comercializarse. A todas éstas, la participación en el mercado es una medida que asegura tanto la subsistencia material como la preservación de la identidad cultural.
y el gobierno mediante Cabildos. Además han hecho suyas las formas electorales para elegir sus líderes y han introducido reglas de debido proceso en su sistema jurídico. Todo esto, sin perder de vista su objetivo de reivindicación territorial y proyección política, que son los defendidos con más ahínco entre todos los grupos indígenas colombianos.
además, su protección vendría ordenada si se atiende a lo establecido en el Convenio 169 de la OIT.
el cuerpo legislativo en el mejor de los casos, o como víctimas de emigración y desplazamiento forzado.
RESTRICCIÓN TERRITORIAL A LOS PRODUCTOS DE COCA
En definitiva esta concepción restringida es problemática porque la presencia de lo indígena no se circunscribe a los resguardos.
Si se acepta esta idea de la posibilidad de entender el cambio como parte de la tradición, y el ingreso al mercado como forma de adaptación, habría que superar las restricciones territoriales que se le impuso a la circulación de los productos de los que hablamos. Decimos restricciones territoriales pues, según el Invima, esta comercialización sólo está permitida en los territorios indígenas, ya que el registro sanitario que expidió la Unión de Cabildos Juan Tama, únicamente es válido en territorio indígena. Ante esto hay que preguntarse ¿qué es un territorio indígena?, ¿en qué territorios es válido el registro expedido por la Unión de Cabildos?, pues el Invima no precisa estas cuestiones, que sería necesario responder para ejecutar su decisión. En este punto, podría uno hablar de al menos tres acepciones posibles del término “territorio indígena”:
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1. Acepción rrest estrric icttiva : por “territorio indígena” est debe entenderse sólo la zona comprendida por los resguardos constituidos; lo cual sería bastante lesivo de las prácticas indígenas, pues muchas zonas reconocidas culturalmente como indígenas, no hacen parte de un resguardo. Este afán por la delimitación territorial, trae otros problemas, puesto que algunos territorios indígenas no están plenamente delimitados y se encuentran inmersos entre centros urbanos de la sociedad mayor. Éste es el caso de los indígenas urbanos, como los Wayúu, que en Riohacha mantienen sus costumbres, o como los Embera de algunos cascos urbanos11 ; o del resguardo urbano de la comunidad Nasa ubicado en Popayán, o los comuneros del Cabildo Interétnico Chibcariwak ubicado en Medellín, entre los que se encuentran Arhuacos, Inga y Guambianos12, consumidores de hoja de coca. Hay que considerar también a los indígenas que residen en Bogotá y en las capitales departamentales para dirigir las organizaciones indígenas o representar políticamente a los pueblos aborígenes en
2. Acep ción amplia amplia: ésta entiende que territorio indígena es todo aquel sobre el cual los indígenas hayan habitado en algún momento de la historia. Dicha noción sería conveniente para dar valor a la historia de las culturas amerindias y para ampliar el ámbito de ejercicio de la diversidad cultural, que se estaría garantizando a lo largo del territorio nacional, como un cierto reconocimiento y compensación por los despojos de los que han sido víctimas los aborígenes. No obstante, este criterio amplio es problemático a la hora de analizar ciertos contenidos referidos a los derechos diferenciados de los indígenas; pues, por ejemplo, una de las facultades que tienen los indígenas sobre sus territorios, es la libertad de impedir el ingreso o circulación de personas según su parecer. El ejercicio de este poder, no queda demarcado cuando acudimos a esta noción amplísima de territorio, puesto que es claro que esta potestad no se ejerce sobre todo el suelo nacional, sino sobre unas zonas delimitadas. Así mismo, se requiere de una acepción estrecha, cuando el tema a tratar sea la consulta previa a la que tienen derecho las comunidades, cuando una política de explotación de recursos afecte su territorio, ya que no sería muy razonable pensar que se requiere esta consulta previa para la explotación de recursos en una zona donde no habite ninguna comunidad indígena, pues lo que busca la realización de esta consulta es la protección de un grupo que depende de los recursos de la zona donde desarrolla sus actividades ordinarias. También es necesario
11. SÁNCHEZ, BEATRIZ EUGENIA. “El reto del multiculturalismo jurídico. La justicia de la sociedad mayor y la justicia indígena” En. GARCÍA VILLEGAS, MAURICIO; BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS (ED.). El caleidoscopio de las justicias en Colombia, Tomo II, Bogotá, Siglo del hombre, 2001, pág. 37 12. SÁNCHEZ BOTERO, ESTER. Derechos propios. Ejercicio legal de la jurisdicción especial indígena en Colombia. Bogotá. Procuraduría General de la Nación. 2004. p 257, ss.
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un criterio más definido de territorio, cuando hablamos de que las autoridades indígenas tienen competencia para conocer de las hipótesis delictivas que ocurran dentro de sus territorios. No obstante la inconveniencia del criterio amplísimo para ciertos aspectos, no debemos tampoco quedarnos con la acepción restrictiva, que ha sido superada, incluso, en el tema de la competencia territorial de la jurisdicción indígena, pues en algunos casos los jueces han reconocido que, así el hecho no acaezca dentro del resguardo, debe ser conocido por el Cabildo, por haber ocurrido en un área reconocida como de influencia de una cierta etnia13. De aquí obtendríamos la acepción restante. 3. Ac e p ción int inteer me media dia: se entiende territorio dia como el área en la cual ejerza influencia social un determinado pueblo culturalmente diverso14 . Quizás podríamos ubicar en esta línea la definición de “tierra” estipulada por el Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas. Esta acepción cuenta con dos problemas: el primero es su vaguedad, puesto que la textura del concepto “influencia” es bastante abierta; razón por la cual se requerirían de exámenes más amplios, como pruebas antropológicas, para determinar si una zona es indígena. El segundo problema del criterio es que deja desprotegida la integridad cultural de los indígenas que habitan en zonas donde son una clara minoría o población insular. Esta tercera acepción se antoja adecuada para ampliar el ámbito de ejercicio de la jurisdicción especial indígena, pero no resulta conveniente para la protección de otros derechos diferenciados, como el ejercicio diferenciado de derechos políticos, las formas culturales de relaciones familiares o el consumo de coca.
La construcción de una comunidad política en la cual sean toleradas unas prácticas o unas culturas, siempre que no salgan de unos territorios delimitados de manera más o menos arbitraria, no obedece a la estructura de un Estado pluralista, sino al de un “multiculturalismo de ghettos” como lo denominan, entre otros, Parekh15 . Aquí, la palabra “ghetto”, tan cargada emotivamente, no parece exagerada, pues es precisamente un aislamiento de culturas el que se impone, al evitar, para el caso que nos ocupa, que el consumo de una planta sagrada se realice en zonas no indígenas. Con todo ello, sólo se permite ser indígena plenamente en determinados lugares, teniendo que ocultar ciertas prácticas en las zonas de la sociedad mayor.16 Esta concepción de multiculturalismo segregacionista ya ha sido descartada por la Corte Constitucional en el caso Ati Quigua en el que la Corte consideró que la regla aplicada por la comunidad Arhuaca para determinar el ingreso de las mujeres a la vida pública de su comunidad, debía utilizarse para establecer si Ati Quigua podría ser elegida como con-
13. Así lo comenta Ester Sánchez en: Op. Cit, pág. 142. 14. Un ejemplo de este criterio se encontraría en una postura que afirme que la plaza de mercado de Silvia, Cauca, era territorio guambiano, así quedara por fuera del resguardo, pues la economía de esta etnia se basa en la venta de productos agrícolas en el mercado del municipio. SÁNCHEZ, ESTER. Ibíd. 15. PAREKH, BHIKUH. Repensando el multiculturalismo. Trad., Sandra Chaparro. ISTMO, Madrid, 2005, pág. 498. 16. BHIKUH PAREKH, Op. Cit. pág 253
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Esta disputa por la definición de “territorio”, originada en la decisión de confinar el derecho indígena a las fronteras de sus resguardos, puede despertar la lucha por el territorio mismo, pues los portavoces indígenas, arguyen con razón, que todo el territorio nacional fue indígena, y que ellos se han visto confinados a los resguardos por los avatares de la conquista española y la colonización agrícola, y que restringir sus prác-
ticas a una porción territorial sería agravar los daños que históricamente se han causado a los pueblos amerindios. En efecto, este tipo de argumentos han sido planteados en el curso de la batalla legal de Coca Nasa. Mal se haría, pues, en propiciar tal confinamiento a sus resguardos, a sabiendas de que sus tierras han sido reducidas violentamente a lo largo de la historia; por lo cual podría decirse desde esta perspectiva, que todo el territorio nacional es también territorio indígena y, en consecuencia, son ilegítimos los cercos espaciales impuestos a su cultura.
cejal de Bogotá, pese a no alcanzar la edad mínima para ocupar el cargo en el derecho colombiano. Lo central del examen de la Corte fue la consideración de proteger un ejercicio culturalmente diferenciado de un derecho político, aun cuando el sujeto se encontraba en un territorio distinto al hábitat original de su cultura, con lo cual se protegía el derecho a la identidad cultural, considerado como fundamental por la Corte. Allí, la misma entendió la diversidad cultural como el poder de ejercer los derechos fundamentales según las diferentes formas de ver y entender el mundo. La Corte anota reiteradamente que restringir el ámbito de aplicación de la protección a la identidad cultural a los territorios indígenas sería segregar, señalando que de los mecanismos de protección de la misma identidad, sólo están ligados al territorio el ejercicio de la jurisdicción indígena y el derecho a la consulta previa.
REFERENCIAS BONILLA MALDONADO, DANIEL. La Constitución Multicultural, Bogotá, Siglo del Hombre, 2006 BORRERO GARCÍA, CAMILO. Multiculturalismo y derechos indígenas, Bogotá, CINEP, GTZ, 2003 MOSTERÍN, JESÚS. Filosofía de la cultura. Madrid, Alianza Editorial. 1993 PAREKH, BHIKUH Repensando el multiculturalismo, Trad. Sandra Chaparro, Madrid, ISTMO, 2005. PERAFÁN SIMMONDS, CARLOS CÉSAR, et al. Sistemas jurídicos Tukano, chamí, guambiano, sikuani. Bogotá. Ministerio de Cultura. 2000 PERAFÁN SIMMONDS, CARLOS CÉSAR. Sistemas jurídicos Paez, Kogi, Wayuu y Tule. Bogotá. Colcultura. 1995 SÁNCHEZ BOTERO, ESTER. Derechos propios. Ejercicio legal de la jurisdicción especial indígena en Colombia. Bogotá. Procuraduría General de la Nación. 2004 SÁNCHEZ, BEATRIZ EUGENIA. “El reto del multiculturalismo jurídico. La justicia de la sociedad mayor y la justicia indígena” En: GARCÍA VILLEGAS, MAURICIO; BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS. El caleidoscopio de las justicias en Colombia, Tomo II, Bogotá, Siglo del hombre, 2001 Sentencia C-176 de 1994, M.P. Alejandro Martínez Caballero Sentencia T-778 de 2005, M.P. Manuel José Cepeda Espinosa
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En la raíz de estos problemas se encuentra una confusión entre la competencia territorial de las autoridades indígenas y el ámbito de validez de sus decisiones. Esta confusión se puede acabar si trasladamos la cuestión a los términos de la Jurisdicción ordinaria. En nuestro contexto, es claro que el juez penal municipal sólo conoce de una notitia criminis si ésta ocurrió en el municipio en el cual se ubica el despacho; pero la validez de su sentencia no se restringe a dicho municipio, vale para todo el territorio nacional. Así mismo, es diferente decir que un Cabildo puede conocer de lo ocurrido en el resguardo de su competencia, a decir que sus decisiones, que no sólo son judiciales sino también administrativas, sólo sean válidas en el resguardo. Tal analogía es una razón fuerte para afirmar que el acto de la Unión de Cabildos Juan Tama, mediante el cual se expidió el registro sanitario a los productos de Coca Nasa, es válido en todo el territorio nacional.
Ante todo esto, la mejor salida es prescindir de la restricción territorial en lo que atañe al consumo lícito de coca y otras prácticas, pues no tiene sustento constitucional una restricción de este tipo, que sólo es pertinente para delimitar derechos y competencias como la consulta previa; por tanto, no es necesario entrar aquí a definir un concepto como el de territorio, pues de él se debe prescindir para hablar de los usos lícitos de la coca si se quiere preservar la integridad cultural.
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Controversia jurídica del informe pericial del estado de salud por enfermedad muy grave en el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses Alexis Peña Fernández
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on esta corta disertación se pretende destacar un panorama que ha generado situaciones conflictivas para los peritos de Medicina Legal en cuanto a la responsabilidad al emitir un dictamen de estado de salud; por tanto, antes de entrar a analizar el problema se hacen necesarias ciertas claridades conceptuales referidas al término de “estado de salud”, el cual ha de entenderse como el informe pericial elaborado por un médico, ajustado a los protocolos forenses con el fin de apoyar a la justicia para establecer si una persona recluida en una prisión del Estado, padece una enfermedad que es incompatible con la vida en reclusión.
El art. 68 del Código Penal Colombiano1 marca, desde la principialística penal, unas pautas que permiten que aquellas personas que se encuentren en un estado de salud agravado tengan, en aras al principio constitucional de Dignidad Humana, unas deferencias frente a la reclusión y la pena privativa de la libertad. Veamos lo que prescribe el citado artículo:
El sistema penal colombiano contempla los eventos en los cuales se puede solicitar la sustitución del sitio de reclusión para purgar la pena, así: La ley 600 de 2000 C.P.P., derogada por la ley 906 de 2004, preceptuaba en el Capítulo Quinto, Detención Preventiva, artículo 362, Suspensión; la privación de la libertad se suspenderá en los siguientes casos: - “3- Cuando el sindicado estuviere en estado grave por enfermedad, previo dictamen de los médicos oficiales”. - La ley 599 de 2000 Código penal vigente, preceptúa en el CAPÍTULO III, DE LOS MECANISMOS SUSTITUTIVOS DE LA PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD.
1. Ley 599 de 2000.
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ART. 68. —Reclusión domiciliaria u hospitalaria por enfermedad muy grave. El juez podrá autorizar la ejecución de la pena privativa de la libertad en la residencia del penado o centro hospitalario determinado por el Inpec, en caso que se encuentre aquejado por una enfermedad muy grave incompatible con la vida en reclusión formal… Para la concesión de este beneficio debe mediar concepto de médico legista especializado. …El juez ordenará exámenes periódicos al sentenciado a fin de determinar si la situación que dio lugar a la concesión de la medida persiste. En el evento de que la prueba médica arroje evidencia de que la patología que padece el sentenciado ha evolucionado al punto que su tratamiento sea compatible con la reclusión formal, revocará la medida. Si cumplido el tiempo impuesto como pena privativa de la libertad, la condición de salud del sentenciado conti-
núa presentando las características que justificaron su suspensión, se declarará extinguida la sanción.
Es claro, entonces, que aquella persona que se encuentre padeciendo una enfermedad muy grave y que se encuentra recluida tiene el derecho a que se le cambie el lugar de reclusión, ya sea en su residencia si la enfermedad no es tan grave o en un centro asistencial si el padecimiento lo requiere. Este derecho que se desprende de la Constitución, específicamente del Estado Social de Derecho, propende por dar cumplimiento taxativo al catálogo axiológico fundamental, que no es otra cosa diferente sino una nueva política en la Constitución del 1991, en donde los derechos consignados allí sean reales mediante mecanismos efectivos para su cumplimiento como lo es el recurso de amparo (la tutela). Es interesante observar el problema desde las distintas teorías del Derecho Penal, las cuales no pueden mirarse y analizarse como células individuales, autárquicas y autónomas, sino por el contrario, valdría la pena revisar la norma sustantiva y adjetiva penal general para observar de qué manera se da cumplimiento a la norma sustantiva acabada de observar en cuanto a los Estados de Salud, esto es, permitir conforme al principio de solidaridad constitucional, que un recluso que padece una grave enfermedad pueda ser diagnosticado y atendido por fuera del penal, ya sea en su casa o en una entidad hospitalaria, por su propio bienestar y por el bienestar de los demás reclusos que en un momento dado podrían llegar a verse afectados en su salud mental o en su salud física al tener que estar conviviendo con otro recluso que padece determinada enfermedad.
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El Código de Procedimiento Penal2 actual en su art. 314 prescribe que “La detención preventiva en establecimiento carcelario podrá sustituirse por la del lugar de residencia en los siguientes eventos: (….)
penas y medidas de seguridad ordenará al órgano competente (Inpec) la sustitución de la ejecución de la pena, previa caución, como si se tratase de la sustitución de la detención preventiva. La supremacía de la Constitución, esto es, la posición de garante y de privilegio que ese texto ocupa en el ordenamiento jurídico del Estado, obedece no sólo al hecho de contener los principios fundamentales que lo constituyen y de los cuales derivan su validez las demás normas positivas, sino también, a la circunstancia de proyectar la ideología y filosofía política, social y económica que finalmente dirige y orienta las relaciones internas de los gobernantes y gobernados como integrantes activos de la comunidad estatal y mucho más en el ejercicio del brazo coercitivo del Estado, y lo que allí obliga para el tema en estudio del individuo que se encuentra en estado grave por enfermedad es la protección de su vida dentro del concepto nida dH umana de D ig ignida nidad Humana umana. La nueva codificación adjetiva penal traída por la ley 599 de 2000 y la ley 906 de 2004, a la luz del principio de garantías objetivas y adjetivas, desde la Carta Política de 1991, propende por un debido proceso. Castigar siempre será la última ratio ya que el nuevo juez deberá aplicar en última instancia el castigo y no desde el comienzo de la investigación penal, salvo algunas excepciones. d constitucional pondera de El principio de igualda igualdad manera inusitada ese principio fundante del Estado nida dH umana y Social de Derecho denominado Dig ignida nidad Humana cuando hablamos de igualdad nos adherimos al concepto aristotélico de “al igual como igual y al desigual como desigual” toda vez que el enfermo grave que soporta una pena privativa de la libertad o está ad portas de ella debe recibir un trato considerativo por parte del Estado, ya que el fin primordial del Estado Social de Derecho es la persona humana.
4. Cuando el imputado o acusado estuviere en estado grave por enfermedad, previo dictamen de médicos oficiales”.
Con esto como corolario se hace menester formularse los siguientes interrogantes:
Agrega además el art. 314 que el juez determinará si el imputado o el acusado deberán permanecer en casa o en clínica u hospital. De igual forma, según el art. 461 de la Ley 906 de 2004, el juez de ejecución de
1. Frente a la pena privativa de la libertad, la adjudicación de la casa u hospital como sitio de reclusión 2. Ley 906 de 2004.
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para quien está en estado grave de enfermedad, ¿vulnera el derecho de igualdad de las demás personas que se enfrentan a la misma pena por el mismo delito y que deben padecerla intramuros? 2. ¿Qué elementos o condiciones sine qua non debe conllevar el Estado de Enfermedad para que puedan aplicarse las disposiciones procesales penales sobre la materia? 3. ¿Para este efecto es lo mismo enfermedad grave que estado grave por enfermedad? 4. ¿Aplica la norma de la misma manera para quienes ya están recluidos o es solamente para quienes se les va a decretar medida de aseguramiento o pena privativa de la libertad? 5. En caso de ser diferentes los conceptos citados ¿Se aplica la misma normatividad al respecto o debe haber alguna diferencia sustantiva y procesal? 6. ¿Cómo define la norma los Estados de Enfermedad? Más aún, ¿Cuáles serían las enfermedades que aplican para este beneficio normativo?
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Foucault se preguntaba en Vigilar y Castigar si el encarcelamiento es un castigo más humano que la tortura y por qué la sociedad se ocupa más de controlar y adiestrar que de aplicar normas justas, exentas de retaliación en aquellas personas que se han equivocado cometiendo algún delito. Colombia es un Estado que apenas está ensayando un Sistema Penal Acusatorio, razón por la cual debe ser auscultado el problema de los Estados de Salud, ora en aplicación de la ley penal, ora en cumplimiento de los principios fundamentales desarrollados en la Carta Política de 1991; a la luz de la nueva Constitución debe brindarse un mínimo de garantías procesales, tanto al indiciado, imputado o acusado, presentes o ausentes, como a los testigos, a los auxiliares de la justicia, entre otros, para que el espíritu de la ley resplandezca y tenga plena validez, no sólo desde el ámbito legal sino desde la norma superior. El principio que rige la operatividad del Estado de Derecho y que hace posible el funcionamiento de las instituciones es el de la obligatoriedad y ejecutabilidad de las normas, que dentro del esquema de la organización política, profieren los organismos y las autorida-
des competentes, según la Constitución. En general, la norma jurídica, independientemente de su jerarquía, obliga a sus destinatarios y es deber de las autoridades públicas, en el ámbito de las atribuciones que a cada una de ellas corresponda, hacerla efectiva. La respuesta a los interrogantes antes planteados —sea cual fuere la que elijan los operadores jurídicos— no tiene otra alternativa que el argumento desde la nueva concepción de la dignidad humana plasmado en la Carta Magna. Los señores jueces se han valido del contenido de los artículos del sistema penal para determinar la suspensión de la pena de un recluso que padece una enfermedad muy grave, la cual deteriora su calidad de vida y la prisión no ofrece los medios adecuados que protejan su existencia en reclusión; el fundamento de la decisión no es otro que la protección del derecho nida dH umana fundamental de la D ig ignida nidad Humana umana, entendiendo ésta en el caso en estudio, en su núcleo esencial del d de condiciones derecho a la protección en igualda igualdad que se debe tener con un ser humano como un acto de solidaridad de especie humana, el cual no debe ser tratado como un objeto, y si bien es cierto que cometió faltas contra la sociedad que le son reprochables por desvalorar bienes jurídicos supremos en extremo, como en el caso de la vida de otro ser humano, mal haría la justicia en vengarse y no permitir que el ser humano (recluso) acceda a los medios para salvar su vida o por lo menos aminorar el dolor físico, psíquico o espiritual que se puede lograr por fuera de los muros de la prisión. Se está ante una situación extrema donde el individuo que cometió crímenes graves como el homicidio, también tiene derecho a que le sea valorada su vida, pues la enfermedad que padece es una pena mayor que la que la misma justicia del hombre le podría infligir. La situación para el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses se complica en los eventos en que el médico legista, en cumplimiento de una orden de un juez penal, al valorar a un paciente que purga una condena y tiene una enfermedad que puede ser tratada en reclusión siempre y cuando la conducta médica a seguir se cumpla; pero como es un hecho
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conocido que las prisiones en Colombia no ofrecen las condiciones dignas ni siquiera para una persona en buen estado de salud, qué se dirá entonces de aquellos que padecen enfermedades que con el tiempo se van a o deteriorar si no reciben cuidados especiales. El p peer it ito en ssu u inf o r me p e r icial me ncio na si pue d e o no esinfo pe mencio nciona pued tar een n rreeclusión p or eenf nf da dm uy ggrr ave , los juepo nfeer me meda dad mu ces penales en su mayoría toman este concepto literal para decidir si se suspende o no la pena. Los eventos en que se niega la suspensión de la pena y fallece posteriormente el recluso en prisión son demandados ante la justicia administrativa: el Consejo Seccional de la Judicatura (juez), Inpec (prisión) INML Y CF (perito), donde llaman a responder por el daño antijurídico causado por desvalorar el concepto de dignidad humana. El análisis de la situación es: ¿cómo se establece la responsabilidad de las entidades del Estado en su actuar u omisión?, pero para entender estas responsabilidades es necesario determinar la función para la cual fueron creadas, de cada una de ellas; este ensayo no pretende desconocer el daño antijurídico pero sí aclarar el panorama donde es actor el INML Y CF en el escenario de la justicia como auxiliador. En mi concepto, los deberes y obligaciones constitucionales que se derivan del informe de estado de salud por enfermedad muy grave, realizado por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, deben ser cumplidos por las otras instituciones que integran la justicia en Colombia, acatando el deber constitucional, como lo son los señores jueces penales, que cumplen con la obligación constitucional de administrar justicia decidiendo lo solicitado.
Lo anterior quiere decir que el dictamen es uno de los elementos que toma el juez para valorar la decisión, existiendo otros de mayor valor, dejando entre ver que la función del IML Y CF es accesoria para la administración de justicia.
Al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses le corresponde cumplir con los mandatos constitucionales y legales consagrados en la ley 938 de 2004 Título III, Capitulo Primero, “De la Naturaleza y Funciones Básicas” . “Ar tículo 35. La misión fundame ntal d nst ifundamental deel IInst nstituto es p por te cie ntífic o y técnic o prrestar auxilio y so sop científic ntífico técnico a la aadminist dminist ust icia een n tto odo eell tteer r it or io dministrr a ción d dee jjust usticia ito n lo cco onc na cio nal, een nt dicina le nacio cional, nceer nie nient ntee a me medicina legg al y las cie ncias ffo orenses ciencias nses””. ( Negrillas fuera de texto) De lo anterior se puede concluir que al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, le corresponde coadyuvar en el área de la Medicina, a la justicia emitiendo para el caso un informe pericial oportuno, veraz en los términos de ley, diligente con las recomendaciones allí descritas (conducta medica de orientación), subordinado ante el mandato de una autoridad legitimante constituida, cumpliendo una función limitada a esta área de conocimiento, obligado a cumplir de igual forma (como las demás entidades del Estado) con los mandatos consagrados en los artículos 93,94 y 95 de la Carta política. Como auxiliadores de la justicia no se determina en absoluto jurídicamente la libertad o la estadía en reclusión de un individuo, solamente se evalúa médicamente el estado de salud del paciente, y no se deb e me ncio nar een n eell dic tame n si eell pa cie nt mencio ncionar dictame tamen pacie cient ntee puede o no so brel le u eenf nf da dd esob levvar ssu nfeer me meda dad deent ntrro d deel p penal nal, esa valoración la deben hacer los otros organismos del Estado, para la cual fueron creados.
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La Corte Constitucional determinó en la sentencia de unificación SU-707 de diciembre 9 de 1997, donde fue magistrado ponente el Dr. Hernando Herrera Vergara “... el experticio de medicina legal no es el único medio probatorio para declarar la suspensión de la detención preventiva...”.
El deber constitucional del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario —Inpec— es hacer real y efectivo d y dig nida dh umana del el derecho a la vida, igualda igualdad dignida nidad humana interno que se encuentra bajo su custodia, pues es el encargado de determinar si puede o no cumplir con el mandato constitucional, ya que la ley 65 de 1993 Código Nacional Penitenciario, reglamenta el servicio de sanidad en las cárceles, estableciendo unas obligación especiales para los Directores de dichos establecimientos, como lo son: solicitar la suspensión de pena, la libertad provisional y/o permitir la atención por médicos particulares en los casos señalados en el artículo 106 incisos 2 y 3.
Dignidad humana, bioética y cuerpo como bien disponible Gabriel Fernando Roldán Restrepo (Comunidad Horizontes)
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a noticia pasada por el noticiero del Canal Caracol del lunes 14 de julio, sobre el alquiler de vientres como cuestión de oferta y demanda usual en los avisos clasificados de los periódicos y el Internet, plantea problemas éticos y jurídicos que entroncan con el valor de la vida humana y el axioma fundante de su dignidad, que parte de la concepción del ser humano como fin en sí mismo y no como medio o mercancía. En la sección noticiosa se entrevistó a una anónima estudiante universitaria de Medellín, quien dio en alquiler su vientre con el fin de obtener recursos para poder terminar su carrera, justificando su proceder con el argumento de que no le hizo mal a nadie, no se acostó con un hombre y con ello ayudó a una pareja infértil. Luego se mencionó el caso de una mujer uruguaya, que desesperada ofreció permutar vientre por casa sencilla. Posteriormente habló un obstetra ginecólogo, quien indicó que la ciencia va adelante y detrás vienen la ética y la ley, al indicar que el alquiler de vientres es una práctica con vacíos legales frente al reclamo de la maternidad y al registro civil. Los casos de las dos mujeres de la noticia pueden ofrecer graves matices. Si como lo dice la estudiante universitaria de Medellín, que busca obtener algunos recursos para culminar sus estudios, y ve ello tan aséptico en términos de moralidad; o como publicita la mujer uruguaya, que por su desespero ante acosos eco-
nómicos arrienda su vientre como lugar de albergue de un nuevo ser, a cambio de obtener albergue para sí (una casa); el cuerpo aquí toma el sentido de mercancía, y la maternidad como don invaluable de dar vida y prorrogar la existencia se convierte en cosa susceptible de oferta y demanda (ya no se permuta una casa por otra, sino una casa por un vientre). En el paradójico mundo de hoy, en el cual por un lado se mundializa el discurso de los derechos humanos, a la par que surgen retorcidas y sutiles formas de esclavitud, a través de las más ominosas formas de prostitución y trata de personas; y en el que el hedonismo es valor que tiende a imponerse y a arrasar con todo criterio moral; la gestación podrían ahorrársela muchas mujeres vanidosas que teman los deterioros, “embarazos” y riesgos que conllevan los cambios gestacionales; para lo cual fácilmente se contaría con ejércitos de nodrizas adiestrados de entre las clases más pobres, que antepondrían la necesidad y el afán de lucro, al respeto a su dignidad como personas; y quienes podrían estar “bien agenciadas” en empresas de corretaje que hagan la promoción y publicidad suficiente a sus mercancías de alquiler. Los vacíos legales son evidentes; pues el asunto puede tener puntos de identificación con la prostitución o la trata de personas sin ser lo uno o lo otro; pues la Inducción a la Prostitución, que es delito previsto en el
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artículo 213 del Código Penal, establece como elemento esencial el “ánimo de lucrarse” para satisfacer deseos de otros a través del “comercio carnal”; bajo el entendido hasta ahora de que “comercio carnal”, sólo connota un tráfico del cuerpo con fines de concupiscencia. Pero si ese comercio de los cuerpos para ser receptáculos de la vida engendrada por otros, no es susceptible de ser catalogado como “comercio carnal” in strictu sensu, a un paso está de ser un acto de “prostitución” en el sentido de degradación que entraña para la dignidad humana, cuando una persona entrega su cuerpo a fin de que otro lo aproveche; si bien el aprovechamiento que se hace del alquiler del vientre, no es para satisfacer un deseo lujurioso, como el que denota la primitiva acepción de “carnal”. Las interferencias que la ciencia y la sociedad diseñan para enfrentar limitaciones naturales para la concepción, ofrecen una gama de “soluciones”, desde ésta del alquiler del vientre, hasta otras más o menos “invasivas” de espacios de autonomía e intimidad, como donar o vender semen u óvulos, o sustituir ocasionalmente en la relación sexual, con fines de procreación, al miembro infértil de una pareja. Una de estas alternativas me trae a la memoria una reciente película francesa (Le temps qui rest —El tiempo que me resta—) sobre la historia de un joven arrogante, quien al enfrentar silenciosamente el desahucio, decide “hacerse útil” para otros, prestándose para una relación sexual con una pareja en la que el hombre era infértil y él aportaba su semilla de fecundidad; lo cual mueve a reflexionar sobre la ética de dos escenarios posibles frente a la postura ética de el personaje; el altruista que mira al fin y no al medio, y el interesado que busca un provecho personal de lucro a costa de su cuerpo. En ambos casos la ética, de cara a la dignidad, ofrece dimensiones diferentes.
Es necesario entonces, que el asunto sea tratado mediante un ejercicio racional como el que ofrece la BIOÉTICA; la cual evidencia su preocupación por el límite ético de las ciencias y el respeto por la dignidad humana. Si ésta significa “ética de la vida” para una reflexión de los actos humanos en las cuestiones relacionadas con la vida desde el lugar de las ciencias biológicas y de la salud, cuestiones como la eugenésica, la clonación, el alquiler de vientres, el cuerpo como bien disponible, convocan a serias reflexiones sobre los límites de la ciencia y las posturas éticas de las personas; asunto que necesariamente exige interdisciplinariedad, para desentrañar las relaciones entre la vida, la salud y los derechos humanos; bien sea a través de la ética religiosa y cristiana o laicizada como es la ética civil, la que indirectamente va atada a concepciones religiosas que dieron lugar al jusnaturalismo (por lo menos en su estirpe tomista), según el cual el hombre fue hecho a imagen y semejanza del creador, y nace con atributos de libertad e igualdad, siendo tarea de toda organización social la de dignificarlo. El tema plantea la necesidad de reforzar los valores que se deben interiorizar desde la familia como institución básica de la sociedad (tal cual la reconoce la Constitución colombiana en el artículo 5°), y con las acciones que el Estado emprenda para reglar situaciones inéditas ante los avances científicos y los nuevos fenómenos sociales, aportará a la dignificación del ser humano, dimensionándolo como un fin en sí mismo y no como objeto manipulable.
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Si para el caso colombiano nuestra Carta Política proclama un Estado Social y Democrático de Derecho, basado —entre otros principios— en el de la dignidad humana, según el cual, la vida como objeto de protec-
ción jurídica y presupuesto necesario de todos los demás derechos, está adosada de unas cualidades y condiciones de dignidad, que implican la vigencia de un axioma de autonomía ética de la persona humana, según el cual ésta goza de autodeterminación en su proyección teleológica (realización de sus fines) sin que pueda ser instrumentada como un medio hacia fines del Estado o de otros, el Estado está precisado a hacer las adecuaciones legales frente a estos fenómenos nuevos que aportan la ciencia, la medicina y la genética.
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Divagaciones acerca de la verdad Alberto Giraldo Castaño
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el cerebro era un órgano con funciones especializadas, en una relación continua con la realidad exterior, con algunas formas innatas del pensamiento. Muchas existen sin tener base en la experiencia, como formas a priori. Para Kant la cosa en sí es incognoscible, lo que aún es válido, pero su concepción ha variado con el desarrollo de la ciencia. Ya se considera al cerebro como una estructura capacitada por el desarrollo evolutivo, para analizar y transmitir los fenómenos externos. Las estructuras innatas no son creaciones divinas, sino adquiridas a posteriori. Pero nuestro sistema nervioso sirve sólo para reflejar al mundo circundante, reproduciendo datos en su función conservadora de la especie. Carece de los receptores necesarios para conocer las cosas tal como son, pero sí puede aproximarse. Temas como llegar a comprender la forma como se originó el universo, excluyendo al revaluado creacionismo, fenómenos del azar, mecánica ondulatoria o física cuántica, se comprenderían en ese ámbito. En general, hechos del mundo extrasubjetivo que no aparecen en su ámbito fenoménico, como dice Lorenz. El desarrollo científico moderno ha desvirtuado nociones antiguas que se tenían acerca del hombre y su entorno, cercano o cósmico. O simplemente las aclara o amplía. No puede pretenderse, por ejemplo, que la Biblia u otros documentos hieráticos simila-
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omo lo afirma Konrad Lorenz (La ciencia natural del hombre), la humanidad en sus albores empezó a reflexionar, no a observar la naturaleza, lo que surgió mucho después, fundamentalmente a partir de Galileo. La toma de conciencia de sí mismo —existencia del yo— es la génesis del pensar acerca del hombre y su entorno, curiosidad para indagar que conduce a la investigación. El hombre primitivo cree que las cosas son como las percibe, porque no sabe de los procesos fisicoquímicos que actúan en su cerebro. En algún momento descubre que no conoce la realidad exterior, sino los procesos que se desarrollan en su interior, que su vivencia es una imagen de la cosa pero no una representación exacta o real de ella. Es el Idealismo, con Platón como su máximo exponente. Pocos seguidores tuvieron otros filósofos que hoy consideramos de más avanzada, como Heráclito. No se investigaban los fenómenos externos, porque al fin de cuentas sólo eran espejismos. La verdad, según el Idealismo, se hallaba en el interior del individuo, en su introspección. La realidad exterior sólo era un sueño. No comprendían sus adeptos que el proceso interno era una reacción causada por la realidad. Descartes afirmó, mucho después, que la única verdad de la que podía partir, por presentarse de inmediato a la mente, era cogito, ergo sum, y su punto de partida para fundar una nueva filosofía y explicar los fenómenos externos. No sabían, tampoco, que
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res sirvan de soporte adecuado, con criterio de verdad científica, de hechos o fenómenos que en la actualidad tienen otra explicación más adecuada. No obstante, en su momento eran plausibles, por el carácter sacro de que eran revestidos, sin tener en cuenta que no fueron escritos por las personas más doctas de aquellos tiempos. Y la ciencia, en general, apenas iniciaba sus prístinos destellos. Por lo demás, son de resaltar las numerosas interpolaciones o cambios que fueron hechos ad Iíbitum, para tratar de convalidar las concepciones de quienes pretendían imponer sus propios criterios, revestidos a veces de protervo fanatismo.
oscurantismo. Por lo general, no auscultamos el porqué de los fenómenos que nos rodean. Por ejemplo, el cielo, la atmósfera que rodea la tierra, es de color azul en el día, lo que percibimos como evidente. ¿Pero la mayoría de nosotros hemos indagado la causa de esa tonalidad, que varía al amanecer y en el ocaso? La ciencia tiene una respuesta para ello. La luz blanca del sol contiene varias longitudes de onda. Las partículas más pequeñas que la longitud de onda de la luz no producen difusión de las de onda larga (tonalidades de rojo), pero sí son eficaces para difundir en todas las direcciones las de onda corta (azul), lo que ocurre en horas diurnas.
El estudio de la verdad es tema de vasta complejidad, que ha suscitado numerosos debates. Como lo expresa José Ortega y Gasset1, cambia de acuerdo con la época; no posee atributo temporal ni se baña en la ribera del tiempo. La Historia tiende, precisamente, a entender al hombre primitivo y a nuestros ancestros en lo que para ellos constituía su verdad. No cambia sino la concepción que de ella tiene el hombre. De allí que no se conciba que trate de imponerse coercitivamente a posteriores generaciones su visión del mundo. Así entendida, es relativa a la época y al lugar donde se vive. Y lo que ahora consideramos nuestra verdad, podrá superarse en un futuro. No hay, pues, verdades absolutas.
La verdad, como lo anota Julián Marías,3 apunta más bien a la exactitud y el rigor en el decir. Verum es lo que es fiel, exacto, completo, sin omisiones; veritas envuelve una referencia directa al decir narrativo. La confianza es una referencia personal con respecto a alguien en quien puede confiarse, como sería un amigo verdadero. En cuanto a la realidad misma, ella es diferente. Es indiscutible de por sí, por la percepción directa de los fenómenos naturales, las cosas que observamos, etc., o por estar relacionada con acontecimientos históricos, aunque éstos se narren sin ceñirse a la verdad en todos sus detalles El porqué de su existencia es propio de la filosofía, más exactamente de la ciencia. No puede afirmarse, empero, que todos percibamos la realidad como ella es o en forma similar, por deficiencias mentales, fisiológicas, anatómicas, prejuicios, etc.4 Con frecuencia inusitada, por ejemplo, algunos dicen haber observado ovnis, deidades y ancestros fallecidos, e incluso han hablado con ellos. Algunos ingenuos hacen coro, y otros interesados fomentan esa deleznable credulidad.
El método científico se erige como el medio más eficaz para acercarse a la verdad, entendido como «la suma de los principios teóricos, de las reglas de conducta y de las operaciones mentales que usaron en el pasado y hoy siguen usando los hombres de ciencia para generar nuevos conocimientos científicos», como lo indica Ruy Pérez Tamayo.2 Cada persona expresa la propia concepción, su peculiar forma de entender el mundo, de acuerdo con sus valores culturales. Aquí surgen la ignorancia (no saber), y la incertidumbre como un estado inherente a la duda (no saber a qué atenerse). Una vez superada se llega a la certidumbre, lo que es propio del método científico, proceso que debe estar desligado de cualquier influencia política, religiosa o prejuicio que pueda contaminarlo. La perfección intelectual no es compatible con el miedo a la verdad. La ignorancia esclaviza. El aprendizaje nos libera de ella y de los prejuicios propios del
Suele definirse la verdad como la conformidad que existe entre lo que se dice y el concepto que de la realidad tiene el individuo. Se descarta otra concepción, como sería la derivada del consenso mayoritario acer-
1. ¿Qué es Filosofia?, Alianza Editorial, 1980, p. 15 y siguientes. 2.¿Existe el Método Científico?, Colección La ciencia para todos, Fondo de Cultura Económica, 1998, p. 253. 3. Introducción a la Filosofía, Revista de Occidente, pag. 127. 4. Ver, entre otras obras, la de Francisco J. Rubia, El cerebro nos engaña, colección Temas de Hoy.
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ca de algún punto, lo que no implica que sea verdadero. La herejía, v. gr., podría definirse entonces como la expresión de un grupo minoritario que la mayoría no acoge, con funestas consecuencias para aquél. Mas esa discrepancia no se presenta en el terreno científico, aunque no está exenta de opiniones diversas, porque, repítese, no hay verdades absolutas. Allí los asuntos se debaten de acuerdo con métodos rigurosos, mediante lo que Karl Popper denomina falsabilidad, que propende por una mejor comprensión de las leyes físicas que gobiernan la naturaleza.
Los intereses creados falsean la verdad, pues la tratan de manipular o distorsionar a su favor, aun en las democracias más abiertas. Dice Rubia, en la obra citada, que «la historia de las ideologías, tanto religiosas
De otro lado, no podemos confiar en el denominado sentido común que, como lo anota Richard Dawkins, nos decepciona porque evolucionó en un mundo donde nada se movía muy rápido, y ninguna cosa era muy grande o muy pequeña. En efecto, la velocidad de la luz, la inmensidad del espacio y el mundo subatómico propio de la física cuántica, son algunos tópicos que se conocen apenas durante el último siglo.7 Nuestra visión simplista no vislumbra ningún espacio en la sólida roca, pero la ciencia nos enseña que existen inmensos vacíos entre los átomos y entre sus componentes. Es difícil de creer, pues, que el vacío sea el mayor constituyente de los sólidos y del universo en general. O que nuestros cuerpos tengan elementos formados en el interior de las estrellas, lanzados al cosmos en explosiones no imaginables. Agrega este científico que nuestro cerebro ha evolucionado para ayudar a nuestros cuerpos a encontrar el cometido en su estrecho ámbito, en la escala en que ellos operan, no para evolucionar en el mundo de los átomos o del espacio interestelar. Paradójicamente, nuestro cerebro (mente, alma o espíritu, rechazando el dualismo cartesiano) es la única vía para tratar de alcanzar la verdad, no obstante las falencias anotadas. Es que, como lo señala Antonio Vélez, conocemos, explicamos e in-
5. El Mundo y sus Demonios, Ed. Planeta, 2003, pag. 46. 6. Ibídem, páginas 27, 104 y l05. 7. The God Delusion, Houghton Mifflin Company , 2006, pag.364.
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También se habla de diversos tipos de verdad. Así, la subjetiva es inherente a lo que siente o hace la persona misma, en tanto que la objetiva es independiente de nuestras creencias y gustos. La ley de la atracción universal, sirva como ejemplo, existe aunque sea incomprensible o desconocida para nosotros. Su noción actual es susceptible de perfeccionarse ulteriormente, de acuerdo con los avances de la ciencia. Los científicos, anota Carl Sagan, suelen ser muy cautos al establecer «la condición verídica de sus intentos de entender el mundo», comenzando por hipótesis o conjeturas provisionales, hasta las leyes de la naturaleza confirmadas como ciertas. Pero aun allí es factible un replanteamiento, por cuanto al momento de esbozarla no se conocen fenómenos que podrían variar tales supuestos, como ocurre en el estudio teórico de los agujeros negros o de la mecánica cuántica.5 Las creencias religiosas suelen basarse en dogmas indiscutibles, excluyendo bases y creencias empíricas que conducen al método científico, donde las tesis pueden contrastarse abiertamente con sus propios métodos. Las controversias entre la fe y la razón han generado violentas represalias por parte de los seguidores de alguna creencia, cuya «verdad» se ha impuesto a ultranza. Recordemos a Hipatia, Giordano Bruno, Miguel Servet o Galileo Galilei, y las numerosas víctimas de la Inquisición y persecuciones desatadas en nombre de un dios. La noción de Dios es entendible desde el ámbito de la fe, no de la ciencia, por consiguiente.
como políticas, está llena de ejemplos de individuos que, después de transgredir las normas de su religión o ideología, han rebuscado en los escritos sagrados o políticos argumentos que justifican su comportamiento». O el engaño colectivo de muchas ideologías que llegan a disminuir la capacidad de análisis de la multitud, tocando al inconsciente colectivo. Es insegura como puede ser la aprehensión de la verdad por el cerebro, plagado de prejuicios, arquetipos, memes (expresión acuñada por Dawkins) o enfermedades que la dificultan. Además, como lo expresa el mismo autor, «es terrible afirmar que los sentidos no existen para reflejar la realidad externa, sino para la preservación de la especie».6
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terpretamos el mundo por medio de nuestro complejo neuronal. Sus funciones se dirigen a perdurar el éxito en vivir y reproducirse. De la representación externa inferimos que existe un mundo real, siempre dentro de nuestra limitada perspectiva, y ha logrado adaptarse a los cambios». 8 Pero ello no significa que nuestro cerebro sea el mejor instrumento para el razonamiento múltiple, aunque no utilice todos sus recursos, por su falibilidad. Pero sí es lo más complicado en todo el panorama de la Naturaleza, desde la inmensidad del espacio hasta las partículas elementales. El lento desarrollo de nuestra mente surge de condicionamientos genéticos, algunos heredados de animales que nos antecedieron en la etapa evolutiva, moldeada por el entorno. Nuestros remotos antecesores requirieron de
ciertas habilidades para sobrevivir, dentro de un sentido simbólico del mundo externo, imbuido por un ámbito religioso y mágico, más que racional. Pero la evolución del cerebro, y de la mente como fruto de su actividad, no puede reconstruirse. Las enfermedades mentales son generadas por trastornos orgánicos o inducidas por agentes físicos externos, con incidencia del medio ambiente y trastornos genéticos. De allí que los neurocientíficos, en su mayoría, han concluido que la mente es producto de la actividad cerebral. No obstante, ese maravilloso instrumento ha servido al hombre para husmear en los más recónditos misterios de la naturaleza, y así tener un conocimiento más adecuado de las leyes que la rigen.
8. Ver Antonio Vélez, Del Big Bang al Homo Sapiens, VilIegas Editores, y El Gen Egoísta, escrito por Richard Dawkins. 9. Rubia, op. cit., páginas 39 y ss.
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El gran poeta Naocoonte José Martínez Sánchez
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un aeda que había pasado z), la escuela primaria, y), la escuela secundaria hasta el grado cuarto, x), el cuaderno de álgebra, w), un río en tiempo de vacaciones, v), un gran susto con la novela María, u), un libro de poemas publicitarios, t), de librepensador a librepreñador en butacas acríticas, s), a adolescente senil en medio de vejestorios borregos, rr), más de veinte años fotografiado en la prensa, r), por el retrete después de ¡oh!, de ¡ah!, de “estás tan buena como mi poesía”, como decía Williams, ¿quién?, Williams, vuelto turpial de América, ruiseñor bogotano, golondrina escéptica a las tres de la mañana, gorrión sentimental al lado de la muñona, cavador de ilíacos en terrazas dispersas, recaudador de ropa interior femeniña, feminista, volatinero de circo montado en elefante político, canabisero de doble corbata, una en el cuello y otra entre las piernas, columnista jónico de la mismísima cuña de los dueños de los daños de los caños de los baños por más señas, heredero de la caries de Agripa, cónyuge de los ratones, ciego de alma y vista, marrullero por entre las costuras de los párpados, maula en mula por la cordillera en conflicto, cómplice charrísimo de los cangrejos, conservador de conservas, ideólogo de las momias, bardo de cabecera para regocijo de su majestad la almohada, barbisepulto en ombligueras ardientes, caudillo de dinosaurios jurásicos por la línea de conducta que une al siglo veinte con el resto del mundo, nefertitófago en aguas del Caribe... El gran poeta
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os ojos enchapados en gruesos lentes circunvalares con alambre tratado en taller oftalmológico, el gran poeta Naocoonte deslumbraba a sus lectoras en ropa, chupándoles los cuatro labios de adolescentes comestibles en la suite del hotel donde se sumía en largas horas de whisky, consciente de pelo y barba cuidados en extremo, de veras complacido ante las dádivas de las divas que eran más bien pleitesía de los dioses, lauros a su figura de cantante de moda sometido a un tren de tromba sudorosa en alfombra persa, pastilla de chocolate concedida a paladar esquizofrénico, todo lo que un creador de gallinas necesita en bien de la musa convocada a duelo en presencia del tintero aclimatado al “¡oh!¡oh!” cabeza de verso, silbido inaugural por piernas a estribor, manifiesto endemoniado en pro de ismos guisados en papiros papistas, como alguna vez soñó Blake, ¿quién?, Bleic, apellido introducido en el oído sorimbo de las lectoras al catalogar “muy vello” su poema, de acuerdo, Naocoonte velludo en vello de vulva y tafanario al piso, nada comunicativo con lo de su lengua al servicio de los zapatos presidenciales, de la bobada en calzones, aunque todo el país veía en él rebeldías innatas, quebradura de pocillos a la madre, robo de billeteras al padre, traición a los amigos y omegas y magos, y ¡oh! en el colchón, otra vez ¡oh! en las escaleras del hotel, corona al gran poeta Naocoonte vuelto al redil de los cieloarribistas, a las toldas tremebundas de triunfalistas medievalómanos, paso de vencedores para
Naocoonte salió un día de su casa con la idea obsesiva de leer algunos de sus poemas recientes. La lluvia, que no dispone de paraguas pero comparte sus gustos estéticos con los sacerdotes, alzó su mano de obispo sobre la cabeza del inclinado, pronunció una de sus aberraciones y prometió caer en círculo muy cerca de las patas de los pavos. Como su mayor ambición era no ingresar mudo al escenario, el poeta avanzó solitario hacia una de las ventanas de corazón abierto. De entre sus ropas, hechas para la ocasión, extrajo la deducción nauseabunda de que los hombres conviven con los gusanos por antonomasia pasiva. Cada peldaño transversal —sugerimos al lector admitir una ligera variación en los planes de los tonos. Esto sucede, por ejemplo, en ciertas piezas musicales donde a mayor nudo mayor desenlace y, a su vez... Vivaldi no vivía de balde—, soporte de los dedillos descalzos en sí ¿adónde podía llevar sino a la ruta predilecta de los doctos, desparasitando por cierto en los áridos lavabos de los pisos que conformaban la casa de la cultura, esto es, del envoltorio de la programación lexical? En ella entró Naocoonte conduciendo su auto ilusorio hasta detenerlo a los pies de la lingüista recién casada con Chomsky, aunque Noam no lo supiera, la mujer le hizo la venia con el ruedo de la falda y él creyó llegado el momento de invitar a todos a limpiarse el ojo del estiércol, a subirse los trapos y a tomar asiento en la silletería del salón. Repantigado en la parte cumbre de la ceremonia, el poeta leyó su caligrama lírico a la uña: Sin ti, yo no podría rascar
ella no iría a casa para verme atado a su lindo culo, uña cruzada de amor. Entregado el caligrama impreso en papel protagónico a un público que se preparaba para ir a elecciones, la respuesta no podía ser menos tempestad: ovacionado por más de media hora, el gran poeta Naocoonte, con el intestino bañado en lágrimas, agradeció la muerte de Lenin, la llegada por aire del futuro presidente, doctor Guerra Creciente, a quien hizo poseedor de la nueva cruz de Bogotá, prometiéndole hacer públicos todos los anillos de su columna vertebral. Inmóvil en su reino de impotencia, la gente no sabía si se hallaba en compañía de un dios intravenoso o de una diosa conspicua. Un lector, de esos que prefieren la heterotextualidad polisilábica a la homotextualidad hilarante, se acercó a la cabeza del creador de gallinas y le pegó un tiro en la frente con esta frase: “Nos ha ofrecido usted una verdadera pantomima huidobriana”. En defensa propia, nunca con un propósito criminal distinto al de eliminar para siempre al enemigo, el gran poeta Naocoonte le retiró el saludo en contubernio de las adolescentes comestibles. En la suite del hotel nunca se volvió a escuchar un lírico gemido.
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la espalda de mi amada.
Sin ti,
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Saludo del discípulo al maestro Eduardo Umaña Luna* J. Mauricio Chaves Bustos
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* Palabras leídas en el auditorio Camilo Torres de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia.
El maestro Umaña Luna es el titular de los Derechos Humanos en Colombia. El maestro Umaña Luna ha trascendido como sujeto de facto y de intelecto. No fue el académico que encuentra soluciones idealistas en el marco de fórmulas que jamás han contemplado la realidad del mundo; él vivió el mundo para poder hacer ejercicio intelectual, contempló la problemática de una Colombia que se desangra desde épocas inmemoriales, rastreó la génesis de la violencia en nuestro país; fue así el científico puro, el que conecta teorías con realidades, hechos con apotegmas. Más de treinta libros dan testimonio de esa consagración. Más de mil conferencias hablan de ellos. Millones de colombianos así lo reconocemos. El maestro Umaña Luna es el primer científico de la nación. El maestro Umaña Luna consagró su vida al ejercicio más puro y digno que la humanidad haya podido generar; desde al año 1953 enlazó su destino con el mundo de la docencia; supo entonces la necesidad de dar al pueblo los elementos necesarios para generar su propia conciencia; desde ahí no hubo día en que no supiera la responsabilidad que tenía como guía de los miles de jóvenes que abandonamos los surcos de nuestras parcelas con la intención de perfilar un mejor futuro para nosotros, para los nuestros... Y el maestro Umaña Luna nos agregaba la responsabilidad de la-
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ese a un agnosticismo que compartimos, no es ésta una despedida. No es éste ningún adiós. El maestro Umaña Luna ha trascendido a través de una lucha sin par por los derechos humanos en un país que diariamente los preconiza, pero que segundo a segundo los desconoce. Desde los albores de una juventud rebelde frente a la misma casta a la que pertenecía, se perfiló como un verdadero revolucionario, el que abandona las comodidades y las seguridades heredadas de generación en generación en las familias que mal nos han gobernado. El maestro renunció a ellas y se sumó al ejército de los más, al de los abandonados, al de los desposeídos, al de los ultrajados históricamente en una dialéctica que aún mantiene al amo en hombros del esclavo. El maestro supo reconocer el momento histórico que lo rodeó, no se abandonó a idearios propios para realidades ajenas, para mundos extraños; jamás se maridó con utopías que obedecen a otros contextos; el maestro Umaña Luna fue así el más latinoamericano de los latinoamericanos, el más colombiano de los colombianos, se reconoció como sujeto de un mundo polarizado, y luchó siempre, desde estas periferias, por la dignidad de los seres humanos y de los pueblos.
brar, desde las aulas universitarias, un mejor futuro para todo el país. Nos dice: La bondad de la mayoría de los colombianos, la estratégica ubicación del país entre los dos océanos, su riqueza natural, su empuje industrial, el duro trabajo de nuestros asalariados. (No; somos ajenos a las plañideras de oficio) Precisamente por estas positivas realidades resulta absurdo que, en el futuro inmediato, la violencia en sus variadas manifestaciones siga cortando las esperanzas de un mundo mejor; más justo, más rico y dueño de sí. Desde la Universidad se convirtió en el abanderado de una academia comprometida con la nación, de ahí su empeño por fundar unas Facultades de Sociología y Trabajo Social, así como en el fortalecimiento de la facultad de Derecho y Ciencias Políticas. El maestro Umaña Luna es el primer académico de la nación.
Hoy, no venimos a decirle adiós. No venimos a depositar una flor marchita sobre su cuerpo. No venimos a elevar plegarias a ninguna forma metafísica. No venimos a estrechar las manos de sus deudos. Venimos a asegurarle al país, a esta nación que tanto amó, que el Maestro sigue vivo en sus ideas, sigue vivo en sus luchas, sigue vivo en sus libros, sigue vivo en los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia. Venimos a decirle a doña Chely, a sus hijos, a sus nietos y familiares, que su esposo y padre está presente en toda lucha reivindicatoria. Venimos a confirmar el testimonio de una vida consagrada en la lucha por las igualdades sociales. Maestro Eduardo Umaña Luna: Usted que me permitió ser su amigo, Usted que me permitió ser su bastón en la alborada de su vida, Usted que me permitió ser su discípulo, permítame decir en nombre de los estudiantes de la Universidad Nacional de Colombia, y de todos los jóvenes revolucionarios del país: Eduardo Umaña Luna, presente, presente, presente.
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Pero fue, sin duda alguna, la Universidad Nacional su escenario natural, aquí se sintió primero como un hijo, y luego como un padre. Aquí es nuestro compañero. Aquí se forjó como nuestro camarada. La Universidad Nacional de Colombia es y será su casa. Reconoció en ella una síntesis de la Colombia real; aquí se deslumbró, y así me lo manifestó en muchas ocasiones, con las capacidades naturales de miles de jóvenes colombianos que hacen gala de verdadera sed de conocimiento y de sabiduría. En la Universidad Nacional de Colombia se sintió, como en ningún otro lugar, uno más de entre tantos de los colombianos cargados de problemas, invadidos de dudas frente a futuros inciertos; en ella fue eterno estudiante consagrado al mundo del estudio; en ella fue el revolucionario que
levantó su voz gruesa y su puño firme para reclamar la mejor educación para el pueblo colombiano, fue el eterno abanderado para exigir permanentemente el reconocimiento de la función pública de la universidad. Como estudiante, como profesor, como decano, como rector en la Universidad Libre, reconoció siempre la función social de la educación. Eduardo Umaña Luna es el Maestro de Maestros.
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Bogotá, mayo 30 de 2008
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Algunas reflexiones sobre los posgrados* Julio González Z.
Lo que ocurre en un país “en desarrollo” no es que el grueso de las investigaciones sobre sus problemas nacionales lo hacen o controlan instituciones extranjeras, sino más bien que estos problemas permanecen ignorados y el talento local se orienta hacia los problemas de moda en los centros internacionales de más alto nivel. Y esta actitud de los investigadores locales no es el resultado de una campaña promovida conscientemente desde afuera, sino de la aceptación voluntaria y acrítica de la autoridad de la élite científica de dos o tres países líderes…
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Oscar A. Varsavsky
Cuando el señor Decano de la Facultad me pidió, en nombre del Consejo de la Facultad, que pronunciara algunas palabras en el comienzo del año lectivo de 2008, de la maestría de profundización y las especializaciones y, sobre todo, que lo hiciera bajo el pretencioso nombre de “Lección inaugural”, tuve la irresponsabilidad, que en mi caso es ya casi instintiva, de decir que sí.
mismas disciplinas. Mi situación con los posgrados es muy diferente. Si he aceptado intervenir en este acto es por una terquedad disfrazada con el manto de la palabra empeñada. Mis relaciones con los posgrados son bastante externas y por lo tanto lejanas. De manera que empiezo solicitándoles todas las indulgencias de que sean capaces.
Cuando pensé en serio en cumplir el compromiso, inmediatamente se me vinieron a la memoria algunas pocas lecciones inaugurales que he leído y que han marcado rumbos en el mundo académico. La más familiar, sin duda, El orden del discurso de Michel Foucault, sin olvidar por ejemplo, La jurisprudencia no es ciencia, e inclusive en épocas muy recientes y en este mismo escenario, la de María Teresa Uribe, Una invitación a la ciencia política. Éstas son lecciones inaugurales que han marcado hitos en las instituciones y aún en las
He querido escribir algo que por lo menos no sea muy tedioso y pueda, eventualmente, servir para reflexionar sobre una “carrera” que se ha impuesto la Universidad de Antioquia desde hace unos años, que ya se asume con toda naturalidad, pero que probablemente no haya tenido la discusión que merece.
* Documento leído en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, el día 15 de febrero de 2008, en la instalación de las cohortes de la Maestría en profundización y las especializaciones.
Se supone que todo programa debe extenderse hasta los posgrados; es más, deben llegar a los doctorados. Y eso, en principio, no tiene ninguna observación y mucho menos cuando esta discusión se plantea en un medio académico. Es casi herético plantear cualquier pregunta sobre los posgrados porque su existencia se asume como la prueba elemental de que se está trabajando, que se está ampliando la cobertura, que se está mejorando el nivel académico e inclusive y, casi por efecto natural, se está progresando.
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La educación postgraduada es incuestionable en abstracto; su utilidad no parece requerir ninguna justificación y su necesidad raya en lo evidente. Lo que pretendo es que hagamos unas reflexiones sobre lo que significa la educación postgraduada, aquí, es decir, en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia y ahora, es decir, en la Colombia que a duras penas visualiza el Siglo XXI porque todavía trae en el cuello el lastre de una historia llena de violencia, desigualdades, dependencias e iniquidades de todo género, que no cesan de manifestarse e inclusive, de justificarse con las más variadas argumentaciones. ALGO DE HISTORIA Es bueno recordar que el auge de los posgrados en Colombia, sobre todo en las facultades de Derecho, tiene un recorrido relativamente corto. Es a partir de los grandes cambios normativos en los primeros años de la década de los noventa, que se generalizó el establecimiento de los posgrados. En las instituciones privadas fue una excelente oportunidad para aumentar los ingresos, y para las públicas una gran posibilidad para empezar a conseguir ingresos frescos y propios, distintos a los que suministraba el Estado, que ya empezaba a abandonar muchas de las obligaciones sociales que había asumido en décadas previas. Para ambas, era un buen motivo para racionalizar políticas sobre la ampliación de cobertura, la búsqueda de la excelencia académica y la creación de comunidades académicas. En las universidades públicas, esa apertura significó empezar a mirarse en términos competitivos; buscar una autosuficiencia financiera en términos de mercado.
Pero aparte de esta inserción sin escrúpulos en el mercado, con todos los efectos políticos que pueden visualizarse, hay algo que puede llegar a ser más inquietante. Las universidades —la nuestra no fue la excepción— se vieron obligadas a ofrecer sus programas de postgrado en horarios extremos: casi en la madrugada, las noches y en los fines de semana. Era apenas la respuesta lógica ante unos estudiantes, que ya profesionales, muchas veces con responsabilidades económicas, deberían atender sus compromisos laborales para pagarse la matrícula; por eso su tiempo para estudiar, era, apenas, el que quedara después de haber cumplido sus jornadas completas, sin subsidios ni ayudas de ninguna clase. Para estudiar hay que sacarle tiempo a la familia, al descanso, a la diversión. El compromiso académico es una actividad adicional y el real objetivo muchas veces está por fuera de una preocupación auténticamente académica: se trata de conseguir un diploma o un título para sostenerse en el trabajo, poder ascender en él o habilitarse para alguna convocatoria. La educación se organiza así en torno a un sistema semejante al mercado, con sus calificaciones, promociones, competencias, etc. Es el privilegio del mercado por encima de cualquier consideración. Desde las primeras décadas del siglo pasado, la criminología norteamericana había denunciado los riesgos de un dominio asfixiante de lo económico, sobre otros aspectos que deberían ser igualmente tenidos en cuenta, como los políticos, sociales, culturales —y en una universidad, los académicos. Y según Robert Merton, esa prevalencia económica terminaba produciendo la anomia, porque “[…] la devaluación de las instituciones no económicas, su acomodo a las exigencias económicas y penetración de las normas económicas” en todos los ámbitos sociales (Serrano Maíllo, 2003:308), instiga
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El boom de los posgrados en las universidades públicas, está íntimamente vinculado con el proceso de privatización, y como lo ha dicho el claustro de profesores de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas en alguno de sus pronunciamientos, ha creado la necesidad de hablar de por lo menos dos universidades: una, la del pregrado, sujeta a mil vaivenes, con matrículas asequibles a los estratos más bajos; y otra, con leyes del mercado, disponible para quienes se puedan costear las altas matrículas (en algunas ocasiones, están por encima de algunas universidades privadas) y cuyos
estudiantes ya serían mirados más con el criterio de clientes, a los cuales hay que garantizarles el producto que han comprado y donde resultan extravagantes las asambleas, los paros y cualquier perturbación a los horarios establecidos. Los pregrados, por su lado, se mirarán como el desorden, la anarquía; una prueba irrefutable de que los estudiantes tienen un concepto poco maduro e irresponsable de la democracia.
conductas innovadoras, en las cuales el objetivo de ganar a cualquier precio, termina por desdeñar el respeto por las reglas. Lo importante es llegar; muchas veces no importa cómo.
La Universidad de Antioquia fue coherente con este esquema, y sus concursos para acceder a la docencia privilegiaron los títulos, por encima de cualquier consideración. El resultado está a la vista: los concursos se declaran desiertos con una frecuencia indeseable y la universidad responde contratando profesores ocasionales y de cátedra. La precariedad de las condiciones de los estudiantes se ve correspondida con la precariedad de los profesores.
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Fuera del riesgo de contribuir a la producción de una sociedad anómica por ese énfasis excesivo en el mercado, otro efecto perverso de la “carrera” en la que nos matriculamos con mucho entusiasmo y sin casi ninguna planificación, es, en palabras de Richard Sennett, el de la degradación del trabajo, tanto para los estudiantes como para los profesores. Unas jornadas extenuantes que tienen como respuesta cierta e inmediata la incertidumbre acerca del acceso, e inclusive, de la permanencia en el trabajo. Esa degradación del trabajo se ha justificado, entre otras razones, bajo la óptica de un discurso de lo desechable. En esta época a la cual se suele llamar de grandes cambios, se dice que el conocimiento avanza tan vertiginosamente, que en pocos años un profesional está complemente desactualizado y si no se pone a tono con las exigencias del momento, está condenado a perecer en medio de una competencia salvaje. Muchas veces, eso que se llama conocimiento no es más que una información manejada con el vértigo del Internet, con una producción normativa de volúmenes delirantes y una jurisprudencia muchas veces contradictoria, cada vez más politizada y con pretensiones eficientistas. Al conocimiento de este vértigo se nos convoca a nombre de la ciencia; por lo tanto, un profesional tiene que estar en un proceso permanente de reciclaje. Quien no lo acepte se le desprecia olímpicamente por anacrónico y resistente al cambio. Aquí se visualiza una paradoja monumental: mientras se hacen todos los esfuerzos para que la sociedad
mantenga su estructura, se le pide a los individuos que cambien rápidamente. Que se actualicen, que se modernicen, que se internacionalicen y, por supuesto, cualquier fracaso se lee en términos individuales, porque, en principio, las oportunidades están abiertas para todos y pierden los que no son competitivos, los que darwinianamente se muestran débiles. Años y años de trabajo reconocido, avalado por estudiantes y colegas, son barridos sin piedad por la inexistencia de un título, que es lo único que ahora sirve de aval para la calidad, la actualidad y la pertinencia del conocimiento. Pero ¿qué es en lo que necesitamos actualizarnos y reciclarnos tan febrilmente? Se nos pide actualizarnos y reciclarnos en muchos campos y para muchos efectos. En primer lugar, los diplomas y los títulos reemplazan el saber de muchos años y se convierten, como lo decía, en la única credencial válida para acceder y mantenerse en ciertos puestos. La necesidad de la actualización y el reciclaje se justifican con el propósito de construir una comunidad académica. Con ese concepto se ha creado un arsenal de palabras y de conceptos prácticamente desconocidos hace unos veinte años: redes, acreditación, pares, evaluación externa, revistas indexadas, intercambios, profesores itinerantes, etc. No creo que esto, en principio, sea reprochable, pero como sucede con las buenas intenciones o las intenciones a secas, está latente el peligro de su instrumentalización. Como diría Foucault, ese conjunto de protocolos, inscripciones, clasificaciones de grupos, acreditaciones e indexaciones, no son más que controles y límites al discurso y no espacios en los que el discurso pudiera desplegarse más o menos desinhibidamente. Si en un principio esta oferta de posgrados parece un camino hacia la democratización (tendremos más especialistas, más magísteres, más doctores) finalmente puede terminar operando como un límite infranqueable: ¿Quién puede hablar? ¿De qué puede hablar? ¿En qué condiciones puede hacerlo? ¿En dónde puede hacerlo?
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El peligro salta a la vista: todo esto puede conducir a una homogenización del discurso, tal y como ahora se pretende en los pregrados con los ECAES. Los registros calificados, un selecto grupo de profesores que va de programa en programa, unas veces enseñando y otras evaluando, los protocolos para inscribir grupos y proyectos de investigaciones, harán que tarde o temprano todo el mundo termine hablando el mismo lenguaje, leyendo los mismos libros, escribiendo de la misma manera y ahí tendremos una comunidad académica que, como la comunidad jurídica de Hegel, excluye como no sujetos a quienes no acojan esas reglas o no estén en ese orden del discurso. Sólo quienes haya pasado por las tres etapas de la dialéctica integran la ‘comunidad jurídica’, aquella en la que reina el Espíritu absoluto. No estarían en esa etapa —ni siquiera en la segunda, la objetiva, y a veces tampoco en la primera— los pobres, los extranjeros, los colonizados, los locos, los enfermos y demás seres ‘inferiores’ (Anitúa, 2005:158).
UN VIEJO DILEMA Creo que resulta pertinente una vieja discusión: el provincialismo o el universalismo. Para muchos este dilema tiene su solución a partir de vías como la construcción de “una ciencia latinoamericana”,
Otros dirán que esas sociedades se han hecho dominantes, precisamente, por su ciencia y por lo tanto, nuestra única posibilidad es plegarnos a ella. Debemos sintonizarnos con las investigaciones de punta y replicar sus modelos. Consciente o inconscientemente, actuamos como si acogiéramos esta solución: un invitado extranjero le da brillo a cualquier postgrado, seminario o conferencia. Los oímos con pasión, los copiamos con entusiasmo y los repetimos sin pudor. Casi cualquier investigación debe dar cuenta del “estado del arte”; el mismo puede ser objeto de investigación, porque independiente de nuestros problemas, nos sentimos obligados a saber en qué van “ellos”. La solución a la alternativa entre universalismo y provincialismo no es fácil; cualquier opción estará condicionada por un inamovible, que el mundo moderno ha construido: la ciencia. En pocos campos es nuestra dependencia cultural más notable que en nuestra actitud ante la ciencia. Eso ocurre en buena parte porque el prestigio de la Ciencia es tan aplastante que parece herejía tratar de analizarla en su conjunto con espíritu crítico, pretender juzgar sus tendencias actuales, sus criterios de valoración, su carácter universal, absoluto y objetivo, su capacidad para ayudarnos a resolver nuestros problemas más graves… los científicos del mundo no dudan, están mucho más unidos que los proletarios o los empresarios; forman un grupo social homogéneo y casi monopolítico con estrictos rituales de ingreso y ascenso, y una lealtad completa —como en el ejército o en la Iglesia— pero basada en una fuerza más poderosa que la militar o la religiosa: la verdad, la razón. (Oscar A. Varsavsky, citado por Del Olmo, 1987: 223).
No hago esta cita por una insolencia iconoclasta. Es simplemente para evocar lo que todos sabemos: que no hay ciencia neutral y conviene que recordemos algo que nos enseñó el insidioso Foucault (1971:32):
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Y los riesgos de una comunidad académica, en un país dependiente, en un momento de febril globalización como el actual, también saltan a la vista, inclusive en un campo donde la retórica tiene tanto espacio como en el Derecho. Ya nos van acostumbrando a un derecho soft, que más que por normas jurídicas, está compuesto por programas de acción perfectamente acomodables a la situación. Un derecho que debe hacer del mundo un espacio maleable para los negocios, para que el capital pueda circular sin ninguna de las cortapisas que suelen presentar las reglas rígidas; los abogados muy vehementes en el reclamo de los derechos de los más débiles o los jueces que entienden poco de la dinámica de los negocios o de las necesidades inmediatas de ciertos grupos de presión, son mirados con desdén, cuando no como abiertos obstáculos al progreso.
por ejemplo. Tenemos unos problemas propios, muy peculiares, para cuyo entendimiento y solución, no nos sirven aquellas teorías elaboradas en Europa y Estados Unidos, sociedades complemente distintas.
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El poder no está pues, afuera del discurso. El poder no es ni la fuente ni el origen del discurso. El poder es algo que funciona a través del discurso, porque el discurso es, él mismo, un elemento en un dispositivo estratégico de relaciones de poder.
No se trata de encerrarnos en nuestro Macondo ni que la solución la encontraremos en Harvard, Oxford o La Soborna. En todas partes el discurso es estratégico y los que han hecho durante siglos en Europa y Estados Unidos no son sólo para ellos. Son discursos de las metrópolis que nos involucran necesariamente como sus colonias o como fichas en sus imperios. No podemos dejar de escucharlos ni darles la espalda porque de todas maneras nos apelan; tampoco podemos aceptarlos acríticamente, como si hiciéramos parte de un diálogo entre iguales, porque muchas veces esos
discursos, bajo un falso universalismo, nos consideran apenas como objetos. Basta mirar aquellos grandes discursos sobre la naturaleza humana, la razón o la dignidad. Son discursos hechos por europeos, a nombre de la humanidad entera, pero en los cuales esta última está terriblemente fraccionada: por un lado, están ellos, verdaderos sujetos de la historia o de la razón y por otro, el mundo de los salvajes y colonizados, más allá de sus fronteras, y los desviados, los anormales y criminales dentro de ellas. Están hablando de los europeos pero su identidad como tales se construye a partir de la confrontación con los desviados, delincuentes, salvajes, colonizados e incapaces. Es decir, la razón y la civilización se ponen en evidencia por un procedimiento de revelado en negativo: la sinrazón y la incivilidad de “los demás”, son la garantía de identidad como humanos y razonables de “ellos”. Estos pro-
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cedimientos y sus resultados, en los campos del control social y el saber penal, nos los han contado minuciosamente, Rosa del Olmo y Eugenio Raúl Zaffaroni. Hoy como ayer, habrá distintas naturalezas humanas, distintas razones y distintas dignidades. Cuando se reflexiona en Europa sobre su historia o sobre sus proyectos, nosotros creemos que están formulando una teoría o haciendo una ciencia. Y como ese universalismo ha sido tan hábilmente manejado, tendemos a creer que es posible hacer de la historia y los sueños ajenos, nuestros principios y nuestras normas. Precisemos. Un sistema de posgrados como el que se está implantando entre nosotros, es un sistema que estimula la competencia individual sin pudor, con la inevitable degradación del trabajo; se busca la creación de una comunidad académica elitista1, pero sobre todo, fortalece la estructural desigualdad de nuestro sistema educativo. No es gratuito que en medio de este panorama, la Comisión Nacional de Televisión promueva la idea de que si alguien quiere que la Diosa de la buena suerte le permita acceder a sus sueños, debe ayudarse a través del estudio de una carrera técnica o tecnológica. Tampoco debe ser gratuito que una institución como el Sena haya adquirido tamaña importancia en los últimos años. El mensaje no puede ser más patético: ésta no es una invitación abierta. Sospecho que algunos de ustedes ya deben estar incómodos, molestos y descorazonados. Han venido aquí con muchos esfuerzos y seguramente con muchas ilusiones, y el primer contacto que tienen es con un individuo que no parece dejar ninguna esperanza y que, además, expone algunas razones para creer que estamos en el lugar equivocado.
Foucault nos advertía que el trabajo que tenemos que hacer es “… volver a interrogar las evidencias y los postulados, sacudir los hábitos, las maneras de actuar y de pensar, disipar las familiaridades admitidas, recobrar las medidas de las reglas…”.
Precisamente, como un pequeño aporte a una posible respuesta, me he atrevido a hacer estas divagaciones. Nada de lo que está sucediendo tiene una respuesta única ni un culpable definido o definible. Son tantos factores, a veces contradictorios y paradójicos, los que nos pueden llevar a construir un mapa para una posible respuesta, que aunque no tengo la capacidad de hacer el diagnóstico completo, sigo pensando que muchas veces es más importante plantearse la pregunta que la respuesta misma. Hay un consuelo inicial, a pesar de todo: no estamos solos. Muchas de las fórmulas alrededor de las cuales gira el debate son viejas o propias de otros esquemas y contextos históricos. Estamos perdiendo la particularidad latinoamericana de entender ciertos fenómenos. Esta ausencia del pensamiento propio se manifiesta con mayor fuerza en las ciencias sociales, en la cultura, el arte, el pensamiento político y económico. Este problema atraviesa a todos los países de América Latina sin excepción (Juan Tokatklian, citado por Carlos Alberto Elbert, 1999:22).
A lo largo de este escrito he hablado permanentemente de instrumentalización. Desde la Escuela de Frankfurt se nos enseñó a desconfiar de ella y tomarla como algo negativo, casi a priori. Pero creo que podemos ensayar un significado y una utilización diferentes. Si lo que teóricamente se ha pretendido es crear un sistema de posgrados que agudice las desigualdades, que erija unas elites aún más excluyentes, crear unas reglas de circulación de los discursos preñadas de filtros y exclusiones y que, como efecto, se produzca una 1. Tengo que conceder que no estoy seguro si en algún caso pudiera hablarse de una comunidad académica que no sea elitista.
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No creo, sin embargo, que ése haya sido el propósito de las directivas de la Facultad al invitarme a hablarles en esta tarde. Y créanme, si todavía les es posible, que ése tampoco ha sido el mío.
Si en lo que he dicho se puede leer alguna crítica a los posgrados, no he pensado en un genio maligno que se haya puesto a confabular contra nosotros y ha triunfado definitivamente. Creo que la mayor incertidumbre que tenemos quienes percibimos un cierto malestar en lo que está sucediendo a nuestro alrededor, es carecer de una respuesta a la pregunta ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿A qué se debe? ¿Para dónde deberíamos seguir?
mercantilización del saber y una degradación del trabajo, el reto, para estudiantes y profesores, es instrumentalizar esta oportunidad y este espacio de tal manera que el trabajo académico recobre su alegría y deje de ser un rito largo, tedioso, costoso y estresante, de mera inserción laboral. Que podamos confrontar nuestros problemas sin las ataduras de tantos protocolos, tantas redes, tantos informes y tantas inscripciones. Que la comunidad que necesariamente formamos, no se convierta en una cofradía de eruditos para un diálogo de autistas. Que, en fin, el trabajo que vamos a emprender a partir de hoy, no se encamine simplemente a cumplir los requisitos, sino que se convierta en una labor permanente de transformación de nosotros, de la forma de ver y de vernos, de mirar el entorno, de tal manera que cuando egresemos nos hayamos cambiado y no simplemente hayamos sumado un título a nuestro currículo.
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Reconozco todo el tufillo voluntarista que se desprende de esta invitación y que se construye sobre una percepción que puede ser innecesaria en unos casos e injusta en otros, pero no es, por lo menos en principio, una utopía. Si he descrito con trazos más o menos sombríos la percepción que tengo sobre los estudios de posgrado, tengo que admitir con alegría que una descripción generalizante no puede asumirse como una verdad en todos los casos. Conozco programas, entre nosotros, donde se vienen realizando excelentes trabajos, facilitados por una concepción no mercantilista del conocimiento, donde la razón pragmática está debidamente moderada y los estudiantes tienen apoyo institucional para sus estudios e investigaciones y los profesores sienten un apego a los programas y no se comportan como conferencistas golondrinas. Pero creo que, desafortundamente, este tipo de escenarios corresponde a unas excepciones, cuando lo deseable sería que se convirtieran en reglas.
sido diseñado en nuestro país y para nuestros problemas. Todos conocemos los alcances del proceso de la globalización y sobre todo, la perentoriedad de los ‘consejos’ de los organismos financieros internacionales. Por lo tanto, una confrontación abierta seguramente nos llevará a una parálisis esquizofrénica. Si bien es cierto que hay muchas cosas que no están de nuestro lado, sería por lo menos estúpido que nos paráramos en la estación a esperar que se detenga a nuestros pies el tren que la historia nos tiene reservado. Pienso que la opción que nos queda es no un antagonismo esencial, sino un agonismo militante, una provocación permanente, que a la manera de los luchadores de las artes marciales orientales, más que aniquilar o doblegar, se guían por la búsqueda de los puntos débiles de oponente, para hacerlo flaquear. Todos los modelos adolecen de fisuras y es ahí, en esos intersticios, donde podemos encontrar un espacio en el “que sea posible residir, respirar, apoyarse, luchar y, en suma pensar” (Foucault, 1996:32). Es ahí, en esos espacios dejados voluntaria o involuntariamente por el reglamentarismo eficientista, en donde podemos empezar a instrumentalizar el modelo para que éste sirva, finalmente para pensar (nos), alejarnos de los guiones preestablecidos y convertir este espacio en un lugar donde lo más importantes sea sentir el placer de conocer. Y con eso termino porque no he querido sino traducir en mis palabras, para el momento actual, las enseñanzas de Foucault:
Y en todo caso creo que la salida no pasa por una confrontación abierta y paralizante con el modelo impuesto. Sería iluso pensar que desde una unidad académica, relativamente pequeña como la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, se pudiera hacer una transformación radical de un modelo que dudo haya
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…creo que hay miles de cosas por hacer, por inventar, por forjar, por parte de aquellos que, reconociendo las relaciones de poder en que están inmersos, hayan decidido resistir o escapar a ellas. Desde este punto de vista, todas mis investigaciones se basan en un postulado de optimismo absoluto. Y no encauso mis análisis con miras a decir: así es como se hacen las cosas, miren cuán atrapados están. Digo algunas cosas sólo en la medida en que creo que pueden hacer posible la transformación de la realidad. (Foucault,1996:46).
Muchas gracias.
REFERENCIAS ANITÚA, Gabriel Ignacio. Historia de los pensamientos criminológicos. ediciones del Puerto, Buenos Aires, 2005. FOUCAULT, Michel. El orden del discurso. trad. Alberto González Troyano, Tusquets, Barcelona, 1971. ________. Las tecnologías del yo. Tusquets, Barcelona, ________. El yo minimalista y otras conversaciones. Ed. La Marca, Buenos Aires, 1996. SENNET, Richard. La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo, Anagrama, Barcelona, 2005.
SERRANO MAÍLLO, Alfonso. Introducción a la criminología. Dykinson, Madrid, 2003. TOKATLIAN, Juan. Citado por Carlos Elbert. URIBE, María Teresa. “Una invitación a la ciencia política”. Disponible en página web de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, consultada en febrero de 2008. VARSAVSKY, Oscar A. citado en DEL OLMO, Rosa. América Latina y su criminología, Siglo XXI, editores, 3ª ed., México, 1987. ZAFFARONI, Raúl Eugenio. Criminología. Aproximación desde un margen. Temis, Bogotá, 1988.
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Cine R.H. Nelson
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i hablo del cine lo hago de la vida misma, la mía y de tantos, la de ustedes, por ejemplo, dónde estaban, qué pensaban en esa época en la que yo vi ciertas películas; de los actores, seres de carne y hueso, algunos los seguí desde su despunte y a los cuales les ha ocurrido infinidad de cosas desde entonces. Unos ya han perdido ese brillo que creía inviolable: han atracado almacenes, se han casado, separado, tenido hijos, muerto por sobredosis (River Phoenix-Los Hijos de la Noche), envejecido. Así que para referirme a este tema no puedo evitar hacerlo de mi evolución y de lo que médicos consideraron locura, y yo desde la propia perspectiva la más deletérea de las depresiones.
Asocié el cine a la comida, pasaba tardes idílicas conmigo y las historias y refrigerios de leches malteadas y hamburguesas de Presto. El cine lo había descubierto, mucho antes, con mis padres, era su programa favorito y si los acompañaba, muy de vez en cuando, mi alma salía de cierta medida trasformada. Con ellos vi, entre otras, “Amadeus”. Por eso creo que al sentirme tan solitario topé este refugio. Al siguiente año regresé a Medellín a intentar retomar la vida y con ella el estudio, continué la costumbre, también había salas de doble función: una, en el bulevar de Junín en donde ahora queda un bazar de artesanías y bisuterías. Pasaban films en su mayoría comerciales, para el grueso del público. Me llega una tan mala que resulto buenísima, “El Hombre Marlboro y Harley Davison”, Don Jonson era uno y Miky Rourke era el otro.
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Corría el año 1992, aparecí en Pereira a una finca perdida, no estudiaba ni tenía amigos y sentía que mi condición se alejaba de las pretensiones de cualquier mujer, la resaca química retuvo líquidos, en especial en la zona del rostro, dejaron mi cara hinchada y adornada por mil granos de acné, a lo cual la obsesión que adquirí, de pronto para resguardarme de la misma confusión, por los atracones de comida, poco contribuyeron a dar alguna mejoría. El resultado de lo anterior, tenía la confianza en el estado común del adolescente pero un tanto más deplorable. En resumen, la situación exacta era la siguiente: no me era de un agrado particular que la gente me viera, en el espejo me encontraba con un verdadero monstruo. Entonces para entretenerme encontré un alivio en las salas de cine de la ciudad, como era una ciudad pequeña era fácil ago-
tar en dos semanas la cartelera del mes y luego lo único que esperaba era que corriera el tiempo necesario para encontrarme con nuevas películas. Descubrí la programación continua, los rotativos, entonces podía por el precio de una boleta ver dos, eran dobletes que rotaban toda la jornada sin cumplir horarios, de esa época recuerdo una con Julia Roberts en una relación con un paciente terminal de la que ahora se me escapa el nombre y creo que fue la siguiente de la que tuvimos noticia, luego de “Mujer Bonita”; la de “The Doors” es otra que a la sazón retengo.
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En este trayecto escuché una frase que parece esconder alguna verdad: “No sabe nada de la vida, no ha visto suficiente cine”. Asimismo, me relacioné con otros, y para ese entonces nuevos teatros para mi experiencia, El Cid que parecía diseñado para mejores y pomposos eventos. Tenía gran capacidad y hermoseadas plateas que en esas esplendorosas tardes no lo llenábamos más de diez espectadores quizá tan solitarios perdidos y desocupados como yo, allí complementaba las tardes con crispetas de sabores, había variedad de opciones saborizadas, fresa, limón, mandarina, yo siempre elegí las de caramelo. Me había aficionado a ir a cine por las tardes y solo. Recorrí todos los teatros del centro: el Junín, el Libia, el Lido, Cine Centro. De este último evoco varios momentos que me surgen sin ninguna ayuda al compás de la redacción: “El Curandero de la Selva”—Sean Conery en la selva suramericana— , “Tomates Verdes Fritos”, “Tango Feroz” y luego la joven mujer que vendía las chucherías, de abombado pecho y ojos claros, a la que deseé en silencio y quise conocer, nunca lo conseguí hasta el día de hoy, porque hace años que no volví a frecuentar esa sala y luego de algo más de una década regresé para una reciente, sobre el desencanto de los adolescentes, no la pasaban sino allá, “Ken Park” y para mi sorpresa aquella joven hecha mujer adulta seguía en su sitio de trabajo vendiendo las mismas galguerías, de pronto a otros jóvenes perdidos, menos bella para mi gusto, calculo que por aquel entonces tenía menos de veinte y ahora deberá tener más de treinta, es evidente que la vida le ha pasado arrebatándole la lozanía de la juventud, quizás ya tenga hijos, marido, otros sueños como yo. Más tarde apareció la universidad y me tropecé con teatros más cultos, el Mamm, el Museo de Antioquia, una excelente cinemateca herida de muerte que al poco acabaría, donde vi quizás la más larga, unas cuatro horas “Adiós a mi Concubina” el resultado de la trasformación que operó en mí esta tarde en especial fue prometerme no dejar una semana de ver una historia de este corte; el Colombo, de lo primero que rememoro de este espacio está “Caro Diario” de Nanni Moreti, el diario de un hombre que nos presenta a manera de documental su Italia desde una moto Vespa, más tarde ganaría Cannes con una película a mi parecer de menor factura, así son los premios. Por ese en-
tonces apareció allí mismo en la programación “Quién diablos es Juliette” también a modo de documental, la historia de la prostitución infantil de La Habana, “Buena Vista Social Club” que me exprimió las lágrimas por hallar las costumbres costeñas de mi abuela en la idiosincrasia de esos viejos, la encontré a ella más que en las visitas al cementerio. En fin, me fui haciendo más selecto y exigente. A la par de la afición me hice adepto a la chocolatina Jumbo con coca-cola, que reemplazó definitivamente a las crispetas. Empecé a seguir trayectorias, retener nombres de directores, a seguirlos, el surgimiento y hundimiento de Dogma 95, la muerte de Carlos Franco “Lágrimas Negras” una de las mejores que retengo; los hermanos Khoen; ciertos actores como Kevin Spacey en: “Sospechosos de Siempre, “Los Ángeles al Desnudo” luego se consagraría con “Belleza Americana”. El cine me lleva a tener presente a las mujeres, las primeras invitaciones, las cogidas de mano con nervios que te hacen sudar toda la proyección pero a no soltarlas aferrados a un sueño. Hay películas que puedo recordarlas por la persona con quien las vi. “Casino” en el 95, en pleno conflicto de terminación con mi segunda novia, la vimos después de dejarnos de ver ocho días, lo tengo como un día mágico. Nunca mas volví a ver esa cinta, no sería capaz ni de reconstruir un poco de su trama pero el momento permanece enclavado en la memoria con la impronta de lo vivido, con ella estuve en el Mamm en “The Commiments” ésta se confundía con un concierto de rock, era viajar a las entrañas de la música, a veces en bares de mala muerte todavía se pueden escuchar algunos de sus remotos acordes. De pronto aparecieron en las salas del centro unos habitantes sigilosos, los ratones. En las tardes se despoblaron más, quizá por eso las descuidaron, eran los vientos del fin y los roedores sus emisarios, una a una las cerraron, cambiaron mi historia por edificios y comercio. Ya en Medellín era más difícil seguirle la pista a la cartelera, sin embargo, creo que hasta entrado el 2000 pocas se me pasaron. En este periplo descubrí a Woddy Allen “Poderosa Afrodita” “Todos Dicen Te Quiero” uno de los mejores repartos jamás vistos, deslumbrado pude ver la trilogía
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de Kieslowski. Memorice nombres, tramas, directores; más tarde descubrí que de nada valía retener, todo eso lo empecé a olvidar, disfruté más del simple deleite de hacerle trampas al tiempo. Han sido varios los momentos memorables con “Pulp Fiction” en el 95 experimenté la sensación de estar en presencia, que participaba de un momento único, no podía creer lo se me presentaba en la pantalla, estuve en el estreno un viernes en Unicentro, al parecer así fue. Quiero preservar esa sensación que tuve en su momento, por eso evito repetirlas, cuando las veo en una pantalla de menor dimensión siento que no veo cine y que les estoy haciendo perder la magia inicial, a mi parecer en el televisor apenas si queda una copia pedestre semejante a cualquier otra serie, no obstante a ésta ya le perdí la cuenta. Pocas las he podido volver a ver en gran formato, a excepción de “Lágrimas Negras” que explora los límites del amor, otra que reencontré en una retrospectiva “Gato Negro Gato Blanco” de ese poeta y músico de los Balcanes, en la única que presencié un aplauso cerrado después de una función como si de actores en vivo se tratara. Con el año dos mil llegó Cinemark, la alfombra, la silletería, las crispetas sabían a más que simple maíz pira, todo se hacía tan especial que era una experiencia en si sentarse en esas escarlateadas butacas de lustroso paño carmesí, con ello vino una feliz coincidencia, una racha inmejorable de buenas experiencias fílmicas a las que llegué sin ninguna expectativa y lograron el deslumbramiento, dejando la experiencia de haber recibido un regalo sorpresa: “Lola corre Lola”, “Quién quiere ser John Malcovich”, “Magnolia” al final con su inesperada lluvia de sapos, tan real que parecían aplastarse contra nuestros ojos.
Constatar cómo nos vamos volviendo abúlicos e indiferentes con los años frente a ciertas cosas que causaban pasión es algo que nos cimbra desde los cimientos, he descubierto que con el advenimiento del Internet me parece todavía más inoficioso memorizar los nombres de los títulos, de directores, actores, y guiones, una prueba contundente de esa triste desmemoria la descubrí en un taller literario para el que ahora dedico estas líneas, con dos hechos. El primero, cuando no di con la película española que pasó a la historia más que por su contenido por la banda sonora y fue con la única que me valí de la red para recordar su nombre “Sin noticias de Dios” de Agustín Díaz Yanes, por eso perdonarán las imprecisiones en la trascripción de ciertos nombres del que no conoce otros idiomas. Y ahí, en Google, me pareció leer que fue postulada por España al Oscar del 2002, es más que importa. El segundo, al citar la canción memorable de “Tango Feroz” y que luego de salir de esta aula capturé, con lo que los franceses llaman ingenio de escalera, su estribillo —el amor es más fuerte—. En suma, no sé bien ese bagaje para qué puede servir, últimamente el bache que descubro en el cine lo suple la literatura, ahora sólo espero que el combustible que me vuelca a ella sea de más largo aliento y logre alimentar el resto que me queda por transitar de lo que al parecer resulta ser un espejismo al que llamamos vida.
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Pasé tardes enteras correteando de sala en sala, sin mucho dinero, para arribar cumplido al horario de la próxima cinta, de estas memorables faenas se ha perpetuado un día en que acumulé tres cintas, rematé con “Días tranquilos en Clichy” creo que es de Chabrol, nos acerca a los comienzos menesterosos de Henry Miller en ese barrio bohemio de París, junto a su mecenas detrás de una coqueta impúber. Otro día que no consigo olvidar fue uno que pasé en los teatros de El Tesoro. Como tenía la plata justa, me fui hasta el Pomona de El Poblado en bicicleta, pues debía ahorrarme los pasajes
para poder tener cine y refrigerio, las cuentas debían ser matemáticas. Tarde y cansado cuando regresé por la bicicleta la hallé con el neumático pinchado, entonces debí devolverme como pude desde El Poblado, en un día de semana, por la autopista regional hasta mi barrio, bastante lejano de donde me encontraba, con la satisfacción de sentirme diferente, enriquecido por ese algo que deja el cine. De ese tiempo para acá, de mis primeros encuentros con esta forma de arte ya ha corrido mucha agua por el cauce de mi vida, terminé la profesión, los días depresivos parece que los hubiera vivido otro, no yo. Y no sé bien de la manera no específica en que el cine ha impactado al resto de cosas que debo cumplir a diario. Pienso que uno debe ser feliz con pequeños placeres y el cine estaba para mí entre uno de ellos, ahora descubro con tristeza que cada vez se me hace más difícil encontrar buenas películas que logren el impacto de la manera de alguna de las que en este escrito he nombrado.
La biblioteca J. M. Chaves Bustos
En los escaparates las letras dispuestas en el orden sincrónico del caos Líneas y líneas que entretejen el paralelogramo que prefigura el límite entre la realidad y la ficción ¿cuál es la realidad y cuál es la ficción? Página tras página difuminando lo real y lo irreal Autores que se convierten en personajes y personajes que toman vida propia para traspasar el sendero de la imaginación en la propia vida de quien toma el señuelo
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para convertirse en lector... El lector imaginado, y superpuesto, verdadero Demiurgo que fragua con su intento el Universo del escritor
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El hipertexto en concordancia entre quien lee y quien escribe. La biblioteca, un Paraíso o un infierno —siempre una eternidad imaginada— que condena o premia en la búsqueda perpetua del libro que todo lo contiene. La biblioteca muestra fehaciente de que la Humanidad ha vencido ese temor al papel en Blanco y que la voz temporal se ha perpetuado en la atemporalidad de su existencia. Biblioteca Universo en síntesis.
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Runaway Bay Bertha Cecilia Ramos Roca
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uando ese negro negrísimo se atravesó en mi horizonte como una mancha en el ojo, sentí que el sol que abrasaba Runaway Bay, igual que mi corazón, estallaba como enorme supernova. Nunca había mirado un negro desde que mi abuela Petra me tomó de la mano el primer día de escuela y señalando con su dedo soberano la arandela de mi jardinera blanca, me mostró antes de marcharse el color que distinguía a la gente de bien.
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Entonces caí en la cuenta de que mi abuela había muerto algunos años atrás y volví a mirar al negro con el mismo frenesí con que descubrí la nuez moscada, y el mundo, que a mi sentir detuvo su trayectoria, me dejó oír sus pisadas alojarse en el reposo de la arena, más como si practicara una rutina de ballet, que como si fuera un felino acorralando a su presa. Y vi de repente cómo resolvió su ataque. Pareció tomar impulso en una planicie ingrávida con su ínfimo vestido de leopardo y se dejó caer liviano a los pies de una mujer que embadurnaba su cuerpo con aceite de coco. El negro utilizó sus grandes manos a semejanza de cuencos para humedecerla toda y luego procedió a frotarse contra ella. Ya no pude mirar más porque me produjo náuseas la inmoralidad de aquel sujeto. Regresé al siguiente día a Runaway Bay aún más temprano y el negro también lo hizo, desplegando sin vergüenza a lo largo de la playa las variables del ritual. Después lo veía cobrar. Así mismo sucedió durante las tres semanas que tomé de vacaciones. Para mí era dife-
rente cada vez porque me fui aventurando a derrotar la repugnancia convirtiéndome en intrépida al seguirlo tras su presa y apostarme a disfrutar de sus embates. Creo que fui descubierta en un ocaso en que aromaticé mi piel con esencia de canela que ese negro descifró, y buscó su procedencia con la misma intensidad de las fieras que vigilan mientras comen. Desde entonces, él ya me sabía presente y cada uno de sus lances me convertía en una diosa. La víspera de mi viaje decidí irme tras él. Caminó hasta Oracabessa para alcanzar la región donde abundaban almendros y el aire se volvía oscuro, tan oscuro que costaba respirarlo. Tomó un atajo quebrado sembrado de campanillas y cuando cayó la noche se detuvo en Summit Hill. Allí me estaba esperando sin su traje de leopardo sumergido entre los pozos que dejaba una cascada, para hacerme conocer lo que no se negociaba. No supe si las estrellas eran precisos reflejos o si él conocía un conjuro para nadar junto a ellas, pero sé que eran tan ciertas como el fuego poderoso que entre ambos provocamos. Nunca sospeché que un negro pudiera ser tan sutil y tan versátil. Nunca. No me pidió nada a cambio sino que lo acompañara por el resto de la noche mientras aprendía español con las voces que llegaban desde Cuba cuando la brisa corría. Abajo, en Runaway Bay, el sol no nos regaló ni un minuto de su tiempo. Le colgué antes de partir el preciado escapulario con que atestiguó mi abuela la obediencia de la infancia, y él me concedió profunda la semilla de un negrito que ahora me parece un ángel.
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La vejez en cien frases Hernán Ortiz
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l aforismo tiene una larga historia. Una historia protagonizada por muchos filósofos, literatos, científicos, pensadores o artistas de alta alcurnia intelectual. Se trata, pues, de un viejo género. En él se mezclan, con gran belleza y profundidad, el concepto con la metáfora. Suele confundirse con el pensamiento, la máxima, la sentencia, el adagio, el precepto, la regla o el fragmento. Sin embargo, el aforismo es diferente a todas estas formas de expresión cultural.
la máxima, como pequeña cavilación, se circunscribe al ámbito moral. Su territorio abarca el obrar humano desde el punto de vista ético. En cambio, el aforismo carece de restricciones. Se mueve en todos los campos del saber, la ciencia, el arte o la literatura.
La confusión con la máxima, es mayor. Tanto, que algunos diccionarios definen el aforismo como proposición breve y doctrinal propuesta como máxima. En el pasado, la máxima se entendía como una proposición evidente, como un principio de la ciencia. Desde los escritores franceses del siglo XVII, se aplica especialmente a la regla de conducta moral, al estilo de las máximas de La Rochefoucauld. Esta idea perdura en Kant. En su Fundamentación metafísica de las costumbres, establece un “imperativo categórico de la razón práctica”, como máxima del obrar humano. Por ello, en este momento,
Los aforismos no pueden tomarse como deslumbrantes juegos de palabras. Son productos originados en el esfuerzo del concepto o de la imagen literaria, hechos en forma breve, concentrada, didáctica, compacta, en torno a temas y problemas de cualquier especie, preferiblemente filosóficos. Tampoco puede tomarse el aforismo como ocurrencia escrita con rapidez para ser leída de manera ligera. No. Los aforismos se fabrican en las altas montañas del pensamiento. De allí descienden a los valles como relámpagos para iluminar la vida cultural y con el fin de que los seres pensantes los trabajen con ahínco.
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De manera fugaz, señalemos dos diferencias: una, con el pensamiento. El pensamiento se presenta como reflexión breve que puede prolongarse, mientras el aforismo, que también es una meditación corta, no admite continuación. Se agota en sí mismo, gracias a su autonomía. Según esta precisión, el pensamiento es abierto, incompleto. Al paso que el aforismo es cerrado, completo.
En esta ocasión, solamente vamos a exponer unas pocas consideraciones en torno al aforismo. El aforismo es una cohabitación maravillosa entre “filosofar” y “poetizar”. En él, el verso deviene en prosa. O, a la inversa, la prosa en verso. Sin olvidar que a veces la ciencia también quiere adornarse con aforismos, como en Hipócrates o en Galeno, maestros de la Antigüedad. Una obra de arte es, sin duda, un aforismo. Más aún, la naturaleza, cuando se la mira con cuidado, aparece llena de aforismos, tales como la orquídea, el huevo o el colibrí, para citar tres paradigmas elegidos al azar.
Una de las buenas definiciones que hemos hallado del aforismo, proviene de Lalande. Lo presenta como “Proposición concisa que encierra mucho sentido en pocas palabras”. En efecto, el aforismo es una gota hecha de conceptos y metáforas, condensa mares de conocimientos. De ahí su dificultad para elaborarlo. Está muy distante de la frivolidad y el simple brillo de una frase. No es suficiente una hermosa forma literaria. Se requiere, además, que esa forma tenga un contenido esencial. El aforismo expresa, de manera sucinta, verdades, pensamientos, máximas, reglas, artes, ciencias. En fin, todo lo concerniente a la vida, al mundo, a la sociedad, al universo. Pero todo dicho en forma reducida. El aforismo pretende fracturar el saber absoluto, despedazar el sistema. En este sentido, Nietzsche representa al más elevado filósofo del aforismo. A partir de la modernidad burguesa, Nietzsche era consciente de ello. “El aforismo, la sentencia —dice—, en lo que yo soy el primer maestro entre alemanes, son las formas de la eternidad. Es mi ambición decir, en diez frases, lo que todos los demás dicen en un libro, o lo que todos los demás no dicen en un libro”.
trascendentes, que naturalmente no podemos desarrollar ahora. Uno, atribuido a Sócrates: el “sólo sé que nada sé”, principio y fin de toda filosofía. Otro, de Marx, contenido en la tesis XI sobre Feuerbach: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de maneras diferentes; ahora lo que importa es transformarlo”. Para concluir esta presentación, no sobra recordar que, tanto en Oriente como en Occidente, hay famosos cultivadores del aforismo. Entre los pertenecientes al primer mundo mencionado, tenemos a Lao Tse, Chaung-Tse, Confucio o Mencio. En la vieja Grecia figuran aforistas capitales. En la ciencia, Hipócrates. En la filosofía, Heráclito, Sócrates, Demócrito ó Epicuro, sin olvidar a los célebres Siete Sabios. Se haría muy extenso mencionar a todos los grandes aforistas de la historia. Pero resulta imperdonable no recordar en este apretado resumen algunos de ellos, todos referidos a la vejez, esa enfermedad mortal:
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En este pasaje revelador, Nietzsche nos indica que el aforismo es una gran exigencia del pensar (Filosofía), unida a un alto requerimiento del lenguaje (Literatura). En el aforismo, el pensamiento y el lenguaje deben ubicarse muy arriba, en la cumbre de la montaña, donde habita Zaratustra dedicado a la reflexión. El aforismo en Nietzsche tiene brevedad conceptual, agilidad crítica y ascendencia ilustrada. Se expresa en pocas palabras, convertidas en conceptos. Esas palabras encierran un sistema. Como acaba de verse en la cita del filósofo, una frase puede contener un libro. En otra parte de su obra, Nietzsche sostiene que la dificultad de la forma aforística radica en su interpretación. El aforismo es breve, pero su comentario debe ser prolongado. “Un aforismo —dice Nietzsche—, si está bien acuñado y fundido, no queda comprendido por el hecho de leerlo; antes bien, entonces es cuando debe comenzar su interpretación y, para realizarla, se necesita un arte de la misma”. Al respecto, a título de ejemplo, citemos dos aforismos famosos. Ellos plantean comentarios amplios y — 58 —
1. La vejez es un paso encorvado del Ser con la Nada. 2. La vejez es un combate victorioso de Tánatos contra Eros. 3. En la vejez hay más conceptos que percepciones. 4. La vejez tiene más restas que sumas, más divisiones que multiplicaciones. 5. La vejez es un contrato oculto con la soledad. 6. No hay que ser viejo por muchos años ni antes de tiempo. 7. El viejo feliz enlaza el final de su vida con el comienzo de ella. 8. La vejez suele dar buenos consejos acompañados de malos ejemplos. 9. Cuando la vejez crece en años, el espíritu asciende y el cuerpo se arrodilla. 10. El día de mañana es parte de la tristeza del viejo. 11. La vejez debilita el cuerpo y fortalece el espíritu. 12. La vejez que vive del pasado altera el presente y oscurece el futuro. 13. El teatro de la vejez representa más tragedias que comedias.
14. El viejo pobre es personaje de tragedia, el viejo rico es personaje de comedia.
35. La corona de la vejez se entreteje con arrugas y canas.
15. Pobreza y vejez son las cargas más pesadas de la vida.
36. La vejez no es dato estadístico, sino concepto abstracto que se vuelve concreto cuando aparece el anciano.
16. El viejo es pariente más cercano del mono que del ángel. 17. El mérito no está en llegar a la vejez, sino en saber soportarla. 18. El viejo es ante todo un animal con historia. 19. El viejo es un animal bípedo que piensa y un Dios cuadrúpedo que habla.
37. La vejez priva a los humanos de muchos placeres dejándole todos los apetitos. 38. La vejez es la vida póstuma. 39. La vejez es la cima más alta y fría que tiene la vida. 40. La vejez es la peor tiranía que tiene la vida.
20. La vejez mal acompañada es preferible a la vejez solitaria.
41. Todos los humanos aspiran a vivir mucho tiempo, pero casi ninguno quiere llegar a la vejez.
21. La vejez más dulce tiene sabor amargo.
42. El viejo es amo del pasado y esclavo del futuro.
22. La vida entera del viejo puede estar referida a unas cuantas experiencias seguidas de unas tantas sabidurías.
43. En la vejez el pasado asciende, el futuro desciende y el presente se extiende.
22. El saber perdura en la vejez, el placer se volatiliza.
44. Cuando en la vejez falla la memoria no es tan grave como si la falla se produce en el juicio.
23. El viejo que sólo es sabio tiene una vida sorda; el viejo que sólo es experto tiene una vida ciega.
45. No es verdad que la vejez sea siempre un sueño dulce, a veces es una pesadilla amarga.
24. Por lo general, en la vejez la mente domina sobre el cuerpo y le da fuerza para morir.
46. En la vejez todos los días son adioses.
25. En la actualidad, envejecer es el mejor recurso para prolongar la vida. 26. La vejez no sufre por el pasado vivido, sufre por el futuro que no va a vivir.
47 La vejez no es punto de partida, sino de llegada. 48. La vejez cada año arroja un hueso suyo a la fosa hasta que termina arrojándose ella misma. 49. La vejez es una de las condiciones más antiguas de la humanidad.
27. El viejo razona sobre el pasado, se queja del presente y tiembla ante el futuro.
50. La vejez nace en la época de la seriedad risueña.
28. La vejez es la moneda falsa de la vida.
51. La vejez es la errata más grande y grave del libro de la vida.
29. La vejez se odia a sí misma cuando se mira al espejo.
31. La sombra del viejo se ríe de él cuando camina. 32 La vejez es la sombra del sueño. 33. En la vejez prudente la lengua corre menos que el entendimiento. 34. En la vejez, los años se alargan y los días se acortan.
53. El viejo apenas sabe que muere, el joven apenas sabe que vive. 54. El viejo es el eslabón perdido entre el niño y el joven. 55. La vejez tiene una dialéctica curiosa: a veces niega la juventud y afirma la infancia o a la inversa.
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30. No se debe temer a la vejez sin tener seguridad de alcanzarla.
52. ¿Qué es un viejo? Un niño inflado con la boca de un joven.
56. Todos saben ser jóvenes, pocos saben ser viejos.
77. Por las arrugas de la vejez, galopa la muerte.
57. Cuando el viejo practica costumbres del joven, pasa del respeto al ridículo.
78. El viejo que huye de la muerte, la persigue, hasta que al final lo atrapa.
58. El viejo salta sobre su sombra cuando se cree joven.
79. La vejez es la sal de la vida, y el azúcar de la muerte.
59. El viejo es el mito del niño y la leyenda del joven. 60. La desgracia del viejo es haber sido niño queriendo ser joven.
81. La vejez es mitad vida y mitad muerte.
61. Después de vivir como joven, es difícil vivir como viejo.
82. La vejez muy prolongada es un golpe de Estado a la muerte.
62. La juventud tiene el texto, la vejez también lo tiene con el comentario.
83. La vejez es como una montaña que sube por el lado de la vida y baja por la vía de la muerte.
62. El sollozo del viejo es el eco del berrido del niño.
84. La vejez vuela con dos alas: una la vida, otra la muerte.
63. La vejez es una trampa tendida entre la infancia y la juventud para atrapar el paso de los años. 65. El viejo es dos veces niño, sin ser una sola vez joven. 66. Es recomendable que la vejez tenga un toque de juventud, de la misma manera que la juventud tenga un ingrediente de vejez.
85. Bienaventurados los viejos porque de ellos es el reino de la muerte. 86. La vejez es un exceso de años que se cura con la muerte. 87. Una tumba puede ser la mejor fortificación contra las tempestades de la vejez.
67. Las leyes las hacen viejos y jóvenes; los primeros, quieren la regla, los segundos, las excepciones.
88. La mejor fortaleza de la vejez sigue siendo la muerte.
68. Un error cometido en la juventud que se arrastra a la vejez, se convierte en un horror.
89. La vejez es una disposición para la muerte y el viejo es el sujeto que está más preparado para ella.
69. El viejo es un elefante sin trompa, el joven es un león sin melena. 70. El que siembra vientos en la juventud, cosecha tempestades en la vejez. 71. El sentido común de la vejez corresponde a la sabiduría de la juventud.
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80. El mejor refugio para las inclemencias del viejo sigue siendo el sepulcro.
72. Hay que tratar al viejo como se cuida al niño y se vigila al joven. 73. La vejez es un pacto tramposo con la muerte. 74. La vejez es la muerte antes de tiempo. 75. Una mala vejez es más terrible que la muerte. 76. La vejez es un sendero ascendente entre la cuna y la tumba. — 60 —
90. La vejez está entre el más allá y el más acá de la vida. 91. La vejez es un producto tardío de la vida y un fruto temprano de la muerte. 92. La vejez es una hipoteca por la que se paga intereses muy altos, que sólo la cancela la muerte. 93. La vejez tiene que hacerle buena cara a la vida y una mueca de desprecio a la muerte. 94. La vejez le abre la ventana a la muerte y le cierra la puerta a la vida. 95. La vejez se esconde de la muerte para seguir viviendo. 96. La pasión sustancial de la vejez es la muerte.
97. Sólo a través de la muerte encuentra la vejez su libertad. 98. La vejez es una enfermedad que sólo la cura la muerte. 99. La vejez es una dictadura que sanciona con pena de muerte los placeres juveniles. 100. Distintos son los caminos por donde llega la muerte, pero la vejez es el más recorrido por la parca.
BIBLIOGRAFÍA ANDRÉ LALANDE, “Vocabulano técnico y crítico de la Filosofía”, trad. Oberdán Caletti, Buenos Aires, Ed. Ateneo, 1953. FRIEDRICH NIETZSCHE, “Crepúsculo de los ídolos”, trad. Andrés Sánchez Pascual, Madrid. Alianza Ed, 1973. FRIEDRICH NIETZSCHE, “La genealogía de la moral”, trad. Andrés Sánchez Pascual, Madrid, Alianza Ed. 1972. PLATÓN; Apología de Sócrates, 21d, trad. Conrado Eggers Lan, Buenos Aires, Ed. Eudeba, 1971. MARCO AURELIO, PASCAL, DA VINCI, LA ROCHEFOUCAULD, GRACIÁN, LICHTENBERG, GOETHE, WILDE, WITTGENSTEIN. MARX, Antología, Ed. de Jacobo Muñoz, Barcelona. Ed. Península, 1988.
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Leocadia José Luis Rendón Cardona
Cuento ganador del primer premio del concurso convocado por el Colegio de Jueces y Fiscales de Antioquia en junio de 2008, presentado bajo el seudónimo de Montañero.
E
lla nunca se quedaba sin misa y esa mañana faltó.
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Los cucaracheros volaban y gorjeaban vivarachos alrededor del vetusto campanario de San Felipe. Las madres parían en humildes casitas con el rebuzno y las pedorreras de las mulas retumbándole en los oídos. El aleteo de las mariposas surcaba sembrados y los cestos se llenaban de huevos de yema colorada. Los arrieros hijueputiaban recuas, el ternero buscaba la teta de la vaca y una agraciada tomatera roja era la reina de toda la huerta. Así era la vida en San Felipe. El único y añoso teléfono despertó muy temprano ese domingo en la pequeña aldea donde escasamente había veinte ranchos. Todos dispuestos en el ambiente de una pequeña hondonada entre potreros inclinados que adornaban el verdor de la montaña. Mucha gracia un teléfono en ese estrecho follaje. La llamada era para Leocadia quien arropada en linos acudió a contestar. Y habló hasta que el olor a aguapanela quemada la alertó. El desayuno se había retardado. No lo oía desde niña. Hoy ya era una mujer casada y tenía hijos también. Estaba conmovida por la emoción. Don Doroteo Suescún, su padre, la acababa de llamar, quién sabe de dónde, y le confesó que había acordado visitarla. Era una mocosa cuando la abandonó, no solo a ella, sino a su madre, a sus siete hermanitos y al remilgoso burrito colimocho. Sin embargo, ninguno de los muchachos llegó a aborrecerlo. Las cavilaciones irrumpieron emo-
cionadas en Leocadia como un pálpito. Su vida era como una mazorca brotada de ternura. Pronto conocería a su padre. No recordaba su rostro pero su portentosa voz y su sonora carcajada le respiraban siempre en la nuca. Regresó al fogón, lo azuzó con la tapa de la olla más grande haciendo que las pavesas volaran por todo el cielo de la cocina. Puso a hervir más aguapanela. Desde ese momento el crepitar de la leña fue una sola fiesta. El fuego avivado parecía chisporrotear más y los copos de humo grisáceo que salían de la chimenea de aquél ranchito, invadían cielo filipense anunciando buenas nuevas. Pies endurecidos, casquirrajaos, subiendo montes repechudos, mancillando trochas y arriando bestias. Así le cuentan a la linda Leocadia y sus hermanos que era su padre en el oficio de arriero cuando se santiguaba, invocaba el nombre de Dios y palmoteaba mimosamente el anca de su mulita consentida: — ¡Oooooeeeee!, ¡eeeeeh!, ¡arreeee mula!, ¡arreeee machoooo!, ¡arreeee mula hijueputaaaa...! Don Doroteo, zurriago empuñao, silbando y resoplando entre zancada y zancada, acosaba rabiosamente la mulada que jadeante avanzaba por los canalones de San Felipe y se precipitaba culebreramente en otras veredas. Pantanosos y cuchilludos eran los caminos por donde avanzaba con las recuas de mulas que hacían tronar las herraduras contra las piedras en medio de
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un armonioso aderezo de cagajones. Las pedorreras de los mulares iban al compás de los madrazos e improperios del muchacho que por entonces era Doroteo: — ¡Arreeee mulaaa!, ¡arreee machooo!, ¡arre mula hijueputaaa...! Don Doroteo fue arriero en San Felipe, leñador, agricultor, recolector de café, trapichero, moledor de caña y herrador de bestias. No había tiempo para la holgazanería. Siempre tenía algo que arar. El campo y San Felipe lo eran todo para él. Leocadia legó esa alma vernácula y montañera. Se adivina porque en su cara angelical todavía brilla esa sumisa capa de musgo. — ¿En serio pa, vas a venir? La voz titubeante del padre contesta: —Sí mija, — en ocho días. Cuando sea otra vez domingo. Por años, Leocadia soñó con tenerlo en frente suyo. Lo conocería, por fin. Y ahí estaba, aunque solo fuera en un cuchicheo lejano. Nunca en su vida había recibido una noticia como esa. Por eso, en medio de la incertidumbre, muchas veces, a la oracioncita, no se concentraba en el rezo del Santo Rosario a la Vírgen o lo interrumpía para volar hasta el patio del rancho. Un patio que se fundía con el potrero. Allí lo imaginaba silbando detrás de los árboles o afilando el machete. O se lo figuraba escogiendo café, rajando leña o palmoteando su mulito colimocho. — En el nombre del Padre, del hijo y del Espíritu Santo; los misterios que vamos a contemplar hoy son los gozosos. El primer misterio es la anunciación. Así entonaba el rosario la madre de Leocadia a la luz pálida de una vela. En todos los ranchos de San Felipe era lo mismo.
— ¡Ve que rilientas estas pa estorbar! Pa eso que no dejan parar limpia la cocina, —gruñía la madre. Casi con 43 años, y con su piel de un primoroso matiz aceitunado, Leocadia se conservaba muy linda. ¡Su mirada era de un penetrante apacible! Tenía una
De negros crespos que se asomaban largos y retorcidos por entre el borde de la pañoleta, y de brazos de velluda fascinación, sus curvas elásticas y deslumbrantemente anchas dejaban con la boca entreabierta a los peones que a la salida de misa le miraban disimulados sus senos cálidos, frondosos y palpitantes. Sí. Le miraban disimuladamente los senos, como si fuera pecado mortal contemplarle los pechos a una mujer tan sencilla, tan bella, tan humilde, tan piadosa y tan pulcra como Leocadia. Esta guapa ama del campo era todo candor. Un candor que se confundía con la armonía compasiva de la tentación. No sabía de odios, ni de rencores ni de traiciones. Pero no era ella la culpable que los peones le pusieran encima los ojos a la salida de misa. No. No era ella. Tal provocación lo fue por la gentileza de su corazón y por todo ese cuerpo y esa alma desparramadora de reverencia y sencillez a borbotones. Ni lo velloso de sus fascinantes brazos ni lo elástico de sus curvas, ni tampoco lo frondoso de sus estremecidos senos, eran la causa de esas bocas entreabiertas y de esos ojos perseguidores. Hasta Toño, solterón piadoso y entregado a los asuntos de la parroquia, y quien nunca quiso casarse, le tenía una enamorada devoción. Por él hubiera sacrificado la sacristanía para amarla el resto de la vida pero creía que si se atrevía a mirarla de otra forma recibiría un castigo divino. ¡Si supiera don Doroteo a la mujer tan hermosa y cierta a la que le quitó el habla y a la que privó de mimos y caricias! ¡Si supiera de la noble, íntegra y majestuosa señora que tenía por hija! ¡Ay! si supiera. Y como si fuera poco, era benditamente preciosa. ¡Era insoportablemente bella! ¡Santo cielo! ¡Qué bello tenía el corazón esta guapísima mujer del caserío de San Felipe! Una diosa como ella, como Leocadia, no se había visto nunca en la historia de esta tierra. No se explican allí, pero su hermosura parecía un librito abierto del que llovían solo palabras dulces.
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— Dios te salve María, llena eres de graaa.... ¡veeé, veeé!, ¡Leocadiaaa, Leocadiaaa!, ¡espantá esas gallinas que se van a cagar en la cocina!, ¡espantálas Leocadia!, ¡espantálas que se van a cagaaar!
nariz altiva y afinada en medio de unos ojos burbujeantes que le brillaban, así como brilla esa miel que hierve en las pailas del trapiche de San Felipe. Sería por lo bonita que le lucía tanto esa pañoleta de colores. Como si ella fuera el único Ángel esbelto en el mundo de mirada dulce, tentadora y virginal. Como si fuera la única hada del universo.
Instintivamente cerraba sus ojos durante el rosario y su corazón parecía abrirse al regreso de su papá. Despertaba, como siempre, con los primeros cantos tempraneros de los gallos. — ¡Por fin vas a venir apacito!, ¡por fin!, —exclamaba a cada instante. — Apuesto a que nadie en la casa sospecha. Burbujea su sangre acosando las arterias. Zapatea y se frota las manos de contenta. Viendo radiante su semblante y luminosa su mirada, se notaba como había recuperado la esperanza de conocerlo. Siempre posó sus ojos acariciantes sobre los cerros de San Felipe esperando verlo aparecer por entre ese camino enrastrojao. Y le pareció distinguirlo muchas veces en el portillo de la cerca enjalmando y picándole caña a su burrito colimocho o acomodando las piedras quemadas del fogón de leña o encarrando astillas en la barraca. Y también se imaginó el platanar inclinándose a su paso y a la tomatera engalanándole el camino. ¡Cómo lo quería! Se veía en él. Lo quería con toda el alma, aunque don Doroteo nunca vio sus pechos hincharse y sus entrañas pariendo una y otra vez. En ese letargo de recordaciones se mantuvo hasta que apareció su voz, la de su padre. Por un arcaico teléfono pero ahí estaba: — ¿Verdá pá?, ¿verdá? — Sí mijita, es verdá. El otro domingo. —Ya acordé con ella que el otro domingo.
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— ¿Y quién es ella papá? No hubo respuesta pero ante semejante noticia, Leocadia cerró los ojos conmovida y apretó fuerte los párpados. Desde ese momento las montañas de San Felipe le parecieron más relucientes y encantadoras de lo que eran. Su rancho se insinuó rodeado de paredes musgosas y la quebrada se percibió más arrulladora y rumorosa. La emoción se le vino encima. ¡Y cómo no!, su propio padre, quien nunca vio cómo este querubín crecía, estaba que aparecía por entre los matorrales de San Felipe. La abuela había muerto pero recordó el toche aquél al que la anciana llamaba Caruso. Pequeño pajarito de hermoso plumaje que por años don Doroteo oyó cantar. No habían tomado los tragos bien calientes a las
cuatro de la mañana cuando ya el serenatero empezaba la tonada. Luego alzaba vuelo y formaba siluetas por toda la huerta. Los tragos, ese tinto primero del amanecer, era un auténtico y aromático café, sembrao, cosechao, tostao, molido y endulzao allí mismo en San Felipe. La panela era también del trapiche del mismo rancherío. Recuerda que el mejor sitio para tomar esas totumadas de tragos aguapaneludos era en la propia cocina, al pie del fogón de piedras quemadas con todo el crepitar de la leña que don Doroteo traía del monte con la complicidad de su hacha. Así era como se sorbía y se disfrutaba del primor de las alboradas filipenses. Así era. Leocadia agota nostalgias y se remata en tristes reminiscencias. El día en que su padre le habló, se quedó sin misa a la que nunca faltaba, pero no le importó. Estaba preparando con frenesí su retorno. Trepó por los palos y atiborró un costal de naranjas, guamas y algarrobos; amarró dos de las gallinas guachipeladas más gordas para despescuezarlas, y la marrana mona que vagaba libre por los fangales la encerró en el chiquero. Colgó guirnaldas, preparó faroles, alistó bateas y nochebuenas, como si fuera navidad. Como si fuera fiesta. Llegó el domingo, y en medio de evocaciones, júbilos y jolgorios, el megáfono del lugar adormeció la calma de los campesinos y la de Leocadia también. Era el pregonero quien llamaba la atención de todo San Felipe informando sobre un hecho muy doloroso. Leocadia y Toño, el monaguillo, fueron los primeros en escuchar atónitos la noticia lacónica de un suicidio que había ocurrido muy lejos de San Felipe: — ¡Atención!, ¡atención!, ¡pongan cuidao todos! Se le avisa a la comunidá que don Cándido Soto, el papá del monaguillo se envenenó desde hace ocho días. Recemos por su eterno descanso y por la resignación del acólito. Avisamos también que don Cándido dejó una carta y se había dejado crecer mucho la barba. Toño era un hombre muy querido, servicial y humilde, como todos en San Felipe. Su padre fue arriero desde la infancia al lado de don Doroteo, el padre de Leocadia. La cabeza de Toño se dobló con la noticia. Se quitó el sombrero y lo colgó de la primera horqueta que en-
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contró. Sacó su mano derecha por debajo de la ruana que llevaba encima, se santiguó con dificultad y luego miró a Leocadia con indeleble angustia. Y murmuró un responso: — Virgen Santísima, socorréme, es mi apá porque mi apá tenía barba. ¿Miapá difunto? ¡Socorréme Virgen Santísima! Y maldice entrecortado y desmadejado: — ¡Langaruto pregonero¡ ¡pregonero maldito! Es mi apá. ¡Pregonero embustero! Leocadia se quedó lela mirándolo muy condolida. Lo abraza, lo consuela pero también lo reprende. El huerfanito, pálido y tembloroso levantando los hombros la escucha: — ¡Calláte esa boca Toño por Dios, no siás perecoso! El pobre pregonero no tiene la culpa, mirá que lo que nos está avisando es que don Cándido se envenenó. No lo culpe, no lo culpe, ¡Toño por Dios! — Mándelos llamar a todos, que se vengan todos pa cá, avíseles que miapá faltó, —pidió Toño profundamente pesaroso. San Felipe, tan escaso como era de montañeros, entró en cuchicheo. Los azadones quedaron abandonados entre los surcos y las hachas se congelaron recostadas a los árboles. Parientes y vecinos empezaron a moverse y santiguarse. Y desde lejos, sedientos y afanosos empezaron a llegar todos. La noticia cundió. Todo San Felipe se agolpó en casa del huérfano. Su morada parecía un abatido convite. “El padre de Toño se había envenenao”.
— ¡Que no siás perecoso y boquisucio, Toñito por Dios! —suplicaba Leocadia. — ¡Ay! donde el cura se dé cuenta. Mirá Toñito que te puede castigar la lengua. — ¡Mi apá que se mantenía contento y tomando guarapo, dizque difunto! ¡Vida hijueputa!, —se lamentaba Toño injurioso. —Y eso que era el acólito de San Felipe.
Toño se envuelve en un charco de cavilaciones. Conjetura que su padre, aquella noche del envenenamiento, estaba solo, inclinándose sobre una copa, tragando un postrero sorbo amargo. Cavila que su padre, como pecador arrepentido, evocaba el abandono de sus hijos para abominarlo. Por eso se abismaba en recuerdos maldicientes. — Que mis palabras no te ofendan apá, pero qué hijueputa brebaje fue el que te tomates, ¿ah? ¡Quién sabe qué sería esa hijueputa bocanada!, —murmuró, levantó el puño cerrado e imaginó el lugar del suplicio. Sus llantos reprimidos, como un estertor que le partían el alma, le amenazaban por dentro. Su padre, como don Doroteo Suescún, también había abandonado el rancho con hijos y todo, con plataneras y todo, hacía muchos años ya. El acólito supuso a su padre agarrando una copa, echándose la cabeza hacia atrás y apurando el último trago de su vida, la última bocanada, la de la muerte. Seguramente don Cándido no alcanzó a limpiarse como otrora lo hizo con el borde de la ruana. En ese perfil amargo, la visión de Toño se desgarró a las puertas de la muerte. — ¿Cómo podía moríse un roble como mi apá?, — se preguntaba adolorido. San Felipe era un caserío dispensador de gentes buenas, sencillas, campesinas, amaízadas y acomedidas. Pero a la gente campesina y amaízada también se le apaga la vida como a don Cándido, el padre de Toño. Y se le apagó, tal vez, porque sus hijos, lejos de él, crecían y crecían y tenían otros hijos sin que él lo supiera. — No entiendo estas putas cosas de la vida, —porfía Toño en maldecir.
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— ¡Vida hijueputa esta, mi apá que siempre fue como un roble, que nunca se había enfermao de nada, que se mantenía en andanzas y bullarangas! ¡Vida hijueputa!
Era muy raro lo que había sucedido con el padre del monaguillo. Tan raro como el sonido del parlante que regó la noticia. Pero más raro todavía era un pregonero en San Felipe cuando en esos caseríos perdidos no existía ninguno. Pero servía mucho, porque los anuncios y las razones que llegaban para todo San Felipe alcanzaban velozmente la orilla opuesta del río y el eco de los mensajes se estrellaba como rayo de luz contra las verdes lomas de enfrente sin tener que ir hasta el otro lado de los barrancos. Tal vez, por eso se lo inventaron.
— ¿Mi apá, tan liberao, tan porfiao con la vida y tan cabeciduro, quizque envenenase? —Son muy raros estos hombres en San Felipe. ¡Vida hijueputa!
y suspiró cuando le contaron que las manos fuertes, anchas, y trabajadoras de don Doroteo también le habían alcanzado a abrazar su dorso de princesa mocosa.
En medio de tantos agravios, lamentos y aspavientos por la inmolación de don Cándido, asombrosamente apareció de nuevo el pregonero con la bocina. Esta vez se le veía muy afanoso y tembloroso. Por la palidez de su rostro daba la sensación que algo peor había pasado y lo tenía que decir:
Lacrimosa, paseó su pensamiento por el alma infantil de su padre y por su carcajada vigorosa, imaginando que de esa dualidad surgió, tal vez, el más puro amor por ella y sus hermanos.
— Atención, atención. Pongan cuidao todos. Se le aclara a la comunidá que el que se envenenó hace ocho días no fue el papá de Toño sino don Doroteo Suescún. Atención, atención, volví pa aclarar que el que se envenenó fue don Doroteo, el papá de Leocadia, no don Cándido Soto. Los rostros mortales volvieron a perder el habla al escuchar la noticia difundida por la bocina. Un viento frío y helado, como esos que hacen en San Felipe al amanecer, envolvió el cuerpo de la nueva huérfana quien en el acto se puso de rodillas, de hinojos a los pies de Toño, agarrándolo fuerte de sus alpargates y colgándose de su ruana.
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En segundos todo cambió. Los responsos los rezaron a otra alma, las lágrimas cambiaron de ojos y la futura tumba cambió de dueño. Era otro el menesteroso de sufragios. El envenenao no era don Cándido sino don Doroteo. ¡Pobrecita Leocadia! Las siguientes noches la linda huérfana las pasó de claro en claro. Ni las llamas del crepitante fogón de piedras encenizadas, volvieron a chamuscar la olla de la aguapanela pa los tragos. Toño empezó a comerse las uñas y enmudeció con el dolor de saber lo que era ser huérfano de papá aunque su padre viviera aún. Cuentan que en la habitación donde terminó don Doroteo sus días, encontraron a su lado una botella vacía con tapa de tusa y una carta en cuya cubierta había escrito de su puño y letra: “Leocadia, te quiero mucho”. Una carcajada fascinante, eran expresión viva de niño feliz y bastaban para alegrarle la vida. Era la carcajada estruendosa de su padre, lo único que recordaba de él. Fue lo primero que volvió a recordar cuando el parlante aclaró la noticia. Estrelló sus manos contra el rostro sollozante, acarició remilgosamente sus hijos
— Sí papá, ya sé. Acordates el viaje ese mismo día de tu llamada, pero no pa cá, pa San Felipe sino pa la eternidá, —reacciona y se santigua. Al fin y al cabo papá, cumplites tu promesa de partir. A media legua del rancherío, y por camino muy malo, está el Campo Santo que se pasmó en un suave declive. Allí sepultarán a don Doroteo. Mientras llega su padre convertido en alma santa, Leocadia se ensimisma en recordaciones. El día mas corto de su existencia debió haber sido aquél cuando decidió de tajo, traspasar las fronteras de otro mundo en tal inmolación. Los repiques de la única campana de la iglesita no dejaron de anunciarle la misa tempranera a la cual nunca faltaba y a la que acudían no más de diez feligreses, entre ellos cuatro campesinos que con reverencia se quitaban el sombrero al entrar y seis devotas mujeres que cubrían sus cabezas con mantos negros. La voz se le quiebra, y los ojos se le aguan cuando le recuerdan que a don Doroteo le gustaba que sus hijos “fueran bien peinaos a la escuela”. Y así los mandó su madre siempre en ese primer y único año de escuela donde el viejo se aparecía llevando consigo golosinas para las niñas. Aunque aprendió a escribir y a leer decidió que nunca abriría la carta de su padre pero sí la respondería. Le bastaba con saber que la quería mucho, y así se lo hizo saber su padre en aquél sobre: “Leocadia, te quiero mucho”. Una mañana, después de oír misa, corrió hasta el Campo Santo. Una vez allí, reverente dobló las rodillas, se persignó, y se le oyó un rumor apagado de oraciones. Dos lágrimas remojaron su hermoso rostro. Se inclinó tanto que sus temblorosos senos halagaron la lápida con la punta claroscura de sus pezones acariciando la loza. Antes de pararse, la limpió con los dedos, y como “ese te quiero mucho”, todavía le embriagaba las entrañas, escribió estas letras sobre la lápida:
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Papá: Mi Dios le pague por quererme. Yo también te quiero. Si me volvés a llamar, no se te olvide que estaré hirviendo aguapanela o pilando el maíz o voltiando arepas. O puede que en alguna otra parte esté papá. Leocadia, tu hija”.
sa inocente. Era una sonrisa expansible que nunca se desvanecía. Esa sonrisa llegaba hasta los pájaros, porque estos parecían detener su vuelo y mirarle de reojo esos huequillos angelicales que la hacían ver furiosamente tierna.
Secó sus ojos aguados con el dorso de la mano, y después de dar dos zancadas, volvió la cabeza y le lanzó un beso con los labios alargados. Bramó el viento misteriosamente y se fue suspirando con los retratos de San Felipe en su cabeza. Retratos que le hubiera gustado saber de los propios labios de don Doroteo: caminos, fondas, rastrojos, viejos arrieros, pesebres, recuas de mulas, globos, natilla, ríos, quebradas y el tenue roce de la caída de las hojas. Así, ensimismada permanecía cuando las tareas de la cocina y de la huerta la dejaban.
Después de aquello, muchas veces ha amanecido en San Felipe y muchas cosas anormales han ocurrido también. El cielo filipense escupe gemidos. Extrañados, sus moradores, cuando falta poco para el ocaso, se quedan observando en la evanescente luz cómo escalan los últimos rayos de sol, la pared de las cañadas. El acuerdo de don Doroteo con la muerte convulsionó las trochas y resecó chamizos. Al pregonero se lo tragó el río con todo y bocina. Dicen que el alma de don Doroteo vino a deshacer los pasos y aprovechó para llevárselo.
La voz se le anima por un momento con la indecible carcajada de su padre sobre su nuca. Se muerde la lengua y se le hace un nudo en la garganta. Resucita recuerdos, arde en ansias y tocándose las comisuras de la boca no para en susurros:
Las flores renegaron, la tomatera se secó y el aleteo de las mariposas no se escuchó más. Las piedras quemadas del fogón fueron reemplazadas por viejas arcillas. Otro burrito colimocho, con el ojo de la soga suelto, pasta libremente desde entonces en el potrero. Leocadia desamarró las dos guachipeladas y le dio libertad a la marrana. Toño, creyendo que en verdad su padre había muerto, y como era tan caritativo, alcanzó a regalar unos cuernos de venado donde el viejo colgaba botellas de guarapo. No quería ese recuerdo de él.
— ¡Ay apacito, te quiero mucho también! Acostumbrado don Doroteo Suescún al rudo bregar de las montañas de San Felipe encontró fácil en otras tierras, tareas difíciles. Por eso emigró cuantas veces quiso hacerlo en busca de fortuna. Lo tentó la aventura de otros cielos y de otras montañas. Filipenses como estos siempre correrán aventuras como aquéllas, soñando con regresos triunfales como él persistentemente lo quiso. — Me quemates muy duro el corazón apacito. — Me lo quemates muy duro, como cuando mis dedos se queman sobre los carbones de este fogón al rojo vivo, —se embelesó la infeliz mujer.
En su rostro se dibujaba una sonrisa como sello eterno e indeleble. Tenía un par de huequillos incrustados en los cachetes donde habitaba un remolino de sonri-
La gente sigue naciendo en esas mansas casitas de boñiga y cañabrava. Totumadas de guarapo sacian la ansiedad de los campesinos de San Felipe. Y Leocadia, que tiene viviendo la sonrisa en los huequillos de sus cachetes, con todo lo serena y linda que es, se quedó sin papá ese domingo, pero nunca se volvió a quedar sin misa.
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— En fin, pá, me voy a abrazar fuerte con usté porque la sangre vale mucho más que tu viaje pa San Felipe. Gracias por tu sangre papá. Gracias por tu sangre. No sé que hubiera sido de esta pobre con otra sangre. No sé. —Y sonríe, por fin.
Ella, con esa respiración tan suave y cálida, sigue espantando las gallinas que sin cesar se cagan en la cocina. Con una escoba de ramas barre la rila que las gallinas dejan sobre el piso de tierra. El humo de los fogones de San Felipe se sigue elevando en penachos hasta un cielo empapado de rocío y en veces trasnochado. Los cucaracheros todavía revoletean y trinan juguetones en el campanario, mientras que los arrieros, en memoria de don Doroteo, acallaron hijueputazos.
colaboran en este número •
Justicia de la Comisión Andina de Juristas, y obtenido una Beca de Intercambio Judicial en la Audiencia Provincial de Palencia por el Programa de Aula Iberoamericana el año 2007, organizado por la Agencia de Cooperación Española.
ALBERTO GIRALDO CASTAÑO Ex Procurador Regional de Antioquia Ex Magistrado de la Sala Disciplinaria del Consejo Seccional de la Judicatura. Ex Fiscal Delegado ante el Tribunal Administrativo de Antioquia.
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ALEXIS PEÑA FERNÁNDEZ Especialista en Derecho Público Constitucional y Sistema Penal Acusatorio. Asesor Jurídico Medicina Legal.
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BERTHA CECILIA RAMOS ROCA Nacida en Barranquilla, Colombia. Graduada en Diseño Gráfico en la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. Primer puesto en el Concurso Nacional de Cuento Universidad Metropolitana 2001, Barranquilla, Colombia. Mención en el Concurso Interamericano de Cuentos en Buenos Aires, Argentina, 2004. Cuento “Runaway Bay”. Mención en el Concurso Interamericano de Cuentos en Buenos Aires, Argentina, 2007. Cuento “Un cero en medio San Juan”.
Publicaciones Abril de 2002. Revista Tropel de Luces. Estado Nueva Esparta, Venezuela. Cuento “En el umbral del bardo”. Octubre de 2003. Revista Tropel de Luces. Estado de Nueva Esparta, Venezuela. Cuento “Diminuto imborrable”. Noviembre de 2005. Libro Cuentos de luz y sombra, (obras seleccionadas de los concursos interamericanos 2003-2004, Fundación Avon para la Mujer) Buenos Aires, Argentina. Cuento “Runaway Bay”. •
J. M. CHAVES BUSTOS Nació en el Departamento de Nariño, Colombia. Abogado y filósofo de la Universidad Nacional de Colombia.
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JAIME FRANCISCO COAGUILA VALDIVIA (Perú, 1970). Abogado graduado y magíster en Derecho Civil por la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, Perú. Ha concluido sus estudios de Doctorado en Derecho por la Universidad Católica de Santa María de Arequipa y obtenido el Título de Especialista Universitario en Argumentación Jurídica por la Universidad de Alicante (España). Magistrado de la Corte Superior de Justicia de Arequipa, donde ha desempeñado los cargos de Juez de Paz Letrado y Juez Especializado en materia penal, laboral y civil por diferentes períodos desde su nombramiento el año 2002. Además ha recibido el Premio Buenas Prácticas Gubernamentales 2007 del Proyecto Auditoría Social al Sistema de
Ha publicado el libro de crónicas Líneas al margen (2001), la colección de cuentos Ese animal solitario que es la muerte y otros cuentos (2004) y el compendio La Ley Procesal del Trabajo: Concordancias/Jurisprudencias (2005). Sus investigaciones y artículos han aparecido en Revistas como Opinión Jurídica de la Universidad de Medellín, Revista Isonomía de México, Revista Jurídica del Perú, Diálogo con la Jurisprudencia, Actualidad Jurídica, entre otras nacionales e internacionales. •
JOSÉ LUIS RENDÓN CARDONA Profesional en Comunicación Social con énfasis en Comunicación Comunitaria, Unad, Bogotá. Locutor de radio, corresponsal de periodismo escrito, licencia 1535 del Ministerio de Comunicaciones, T.P. 10406 de Min Educación, Actualmente labora en la Fiscalía Seccional Medellín U.R.I. turno 2 como asistente de fiscal IV.
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JOSÉ MARTÍNEZ SÁNCHEZ Nació en Aguadas, Colombia. Novelista y cuentista. También ha publicado ensayos de crítica literaria.
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JUAN CARLOS SOCORRO MARRERO Magistrado-Juez en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción Num. Cuatro de San Bartolomé de Tirajana (Gran Canaria). Además de su Especialidad en Argumentación Jurídica, ha hecho dos Consultorías, designado por el Consejo General del Poder Judicial español, en República Dominicana (sobre Argumentación Jurídica) y en Rumania (sobre los delitos de tráfico de drogas). Ganador del Primer Concurso Internacional de Ética Judicial sobre trabajos en torno al Código Iberoamericano de Ética Judicial.
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JULIO GONZÁLEZ Z. Abogado. Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.
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NELSON ECHEVERRI MAURY Pseudónimo: R.H Nelson ramonerreh@yahoo.com Tel: 2 65 15 16 / Calle 39 No. 66ª 44 apto 501/ Jardines 1Conquistadores / Cel: 315 47 47 361
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NICOLÁS CEBALLOS Abogado de la Universidad Eafit, Medellín, y profesor de cátedra de la misma. Desde el año 2007 es auxiliar de la investigación “Derechos fundamentales y diversidad cultural: una mirada desde el Derecho y la Antropología”.
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