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BERBIQUÍ REVISTA DEL COLEGIO DE JUECES Y FISCALES DE ANTIOQUIA

DIRECTOR Juan Carlos Higuita Cadavid COMITÉ DE REDACCIÓN Omar de Jesús David Tapias Hernando Antonio Bustamante Triviño Raúl Castaño Vallejo Evelyn Monsalve Londoño Gloria Montoya Echeverri Mónica Patricia Quintero Gómez PORTADA Y CONTRAPORTADA Condor: Alejandro Obregón El canto errante de Rubén Darío CORRESPONDENCIA Y CANJE Cra. 50 Nº 54-18 Oficina 613 - Medellín, Colombia Tel. 5110025 - Fax: 5110771 Correo electrónico: jueces@une.net.co Página web: www.juecesyfiscales.org DISEÑO E IMPRESIÓN Jhoana Ordóñez Diseñadora Grafoprint 512 82 49 Calle 53 Nº 53-77 Medellín -Colombia grafo@une.net.co



BERBIQUÍ 50

Mayo de 2012

contenido Editorial

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Director

GUERRA, PODER POLÍTICO Y RACIONALIDAD PÚBLICA EN COLOMBIA

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Por Rafael Rubiano Muñoz

“LÁGRIMAS DE LUNES” Por Teresita Barrera Madera

DESOBEDIENCIA CIVIL Por Hernán Ortiz Rivas

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LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA DEL JUEZ Y EL INGREDIENTE MORAL EN LAS DECISIONES JUDICIALES DE TUTELA SOBRE EL ABORTO Por José Alejandro Gómez Orozco

¿CUÁL ES LA PAZ qUE NOS MERECEMOS? Por Jaime Jaramillo Panesso

LA REDEfINICIÓN DEL ENEMIGO POLÍTICO LUEGO DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001: UN ANÁLISIS DESDE LA GUERRA Y SUS DISCURSOS Por Clara María Mira González

CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE SANTOS Por Varios Autores

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EDITORIAL “Solo los muertos han visto el final de la guerra” Platón Colombia vive en una constante confrontación, tanto política, como ideológica y finalmente de material y física guerra. En determinados momentos de nuestra historia, lo político se redujo a un concepto de dos partidos, al punto de que uno u otro partido llegaron a eliminar físicamente a los del partido contrario, sin considerar siquiera la posibilidad del diálogo y la concertación para solucionar las desavenencias, lo que terminó con la creación del frente nacional para la gobernabilidad del país, figura que excluyó de manera drástica, pretensiones políticas diferentes a las de los referidos partidos tradicionales, liberal y conservador. Fue tan mal manejada la política bajo dicha figura, que el líder del partido liberal que tenía una ideología totalmente conservadora, fundó un nuevo partido que terminó por destruir las bases del frente nacional y por medio de este nuevo partido se ha gobernado el país en los últimos 10 años.

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Lo ideológico se redujo a estar de acuerdo y/o acoger los designios del gobernante de turno y los entes económicos que manejan el país, so pena de ser tratado como disidente e incluso eliminados en el entorno social, cultural, económico y hasta físico; se presenta una franca negación de nuevas propuestas ideológicas que no sean las de los sectores dominantes y con ello, la imposibilidad de que el país se oriente por mejores condiciones de vida que no lo lleven a ser uno de los países con los peores índices de pobreza en el mundo. Las anteriores confrontaciones terminan finalmente con una guerra intestina al interior del país, que se adjudica como actor principal a la guerrilla con su pretensión de tomarse el poder o el gobierno nacional por los medios violentos que dicho estado (el de la guerra) permite; esta guerra que era la declarada por la guerrilla al gobierno, se desdibujó con el surgimiento de los paramilitares, que terminaron perjudicando al ejercito nacional y algunos organismos de seguridad del Estado que les abrieron las puertas así como fueron apoyados por los grandes monopolios económicos, para aparentemente acabar la guerrilla, pero que a la postre lo que hicieron fue fortalecer la delincuencia como una forma de obtener riquezas de cuenta de la inerme e indefensa población civil; por supuesto no se acabó la guerrilla porque no era esa la pretensión; pero si quedaron mas ricos los unos y por supuesto más pobres y en la miseria los otros. Presentamos esta edición, relacionada con este tema, como llamado a todos los colegiados y no colegiados, para que hagamos parte activa de ese propósito nacional de acabar esta constante confrontación y guerra que vive nuestro país; para dar paso a una vida civil con oportunidades para todos, y sobre todo sin que el pensar diferente lleve a los ciudadanos a considerar al otro como enemigo.

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GUERRA, PODER POLÍTICO Y RACIONALIDAD PÚBLICA EN COLOMBIA

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El almendrón colombiano o los problemas en la Constitución del régimen político en Colombia

Rafael Rubiano Muñoz* RESUMEN

Ante las diversas situaciones sobre las que discurren los complejos problemas políticos colombianos, especialmente en el marco de las dinámicas de las coyunturas, el presente artículo intenta, más allá de los lugares comunes de la interpretación, ofrecer un panorama crítico donde se logren situar los conceptos de las ciencias sociales con la reflexión política. Profundizar en las diversas relaciones que la guerra en Colombia ha establecido con la institucionalidad y el derecho, se constituye una observación cuya pertinencia exige una valoración de los nexos socio-culturales que implican nuevos exámenes de la realidad del país, asimismo, plantean la urgencia de establecer diferentes marcos de comprensión de las circunstancias sociales e históricas de la actualidad. El texto incita a la discusión de las problemáticas sociales y políticas que tejen nuevas tramas del poder y nuevos escenarios de competencia y lucha por la integración y el orden social, en medio de la confusión de las opiniones y de la confrontación cada vez más intensa e intolerante en el país. Palabras clave: guerra, poder político, racionalidad pública, soberanía, legitimidad, legalidad, ciudadanía, Estado-Nación, anomia, violencia. WAR, POLITICAL POWER AND PUBLIC RATIONALITY IN COLOMBIA ABSTRACT

1 Texto Publicado en la Revista Estudios de Derecho de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.No. 137 *Docente Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

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Before the several situations over which the complex Colombian political problems occur, particularly in the background of the present time dynamics, this article intends, beyond commonplaces of interpretation, to offer a critical scope where social science concepts can converge with political reflection. To delve deeply into the several relations that war has established with the Establishment and the Law, constitutes an observation which demands a valuation of the social and cultural links which implies new examinations of the nations reality, likewise, states the urgency of establishing different standards of understanding of the


social and historical circumstances of present time. The text incites the discussion on the social and political problematic that weaves the weft of power and the new scenarios of competence and struggle for integration, and the social order, in the confusion of opinions and the confrontation every time more intense and intolerant in the nation. Key words: war, political power, public rationality, sovereignty, legality, citizen-ship, State/ Nation, anomy, violence, legitimacy. GUERRA, PODER POLÍTICO Y RACIONALIDAD PÚBLICA EN COLOMBIA El almendrón colombiano o los problemas en la Constitución del régimen político en Colombia

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1. APRECIACIONES GENERALES DE LA COYUNTURA POLÍTICA COLOMBIANA Ante la intensidad que ha asumido la violencia política del país, en la que la muerte de inocentes civiles y de militares comprometidos con la contienda armada ha inundado los titulares de los noticieros colombianos, como los hechos inmediatamente coyunturales en que dos líderes gubernamentales perdieron la vida por estar dispuestos a establecer vías de negociación mediante la invocación al diálogo con los actores armados,2 el panorama de confusión de la coyuntura política colombiana se expresa bajo la imagen de “cataclismo” que adquiere dimensiones nacionales de

2 El denominado proyecto de “No violencia” liderado por Guillermo Gaviria (elegido Gobernador de Antioquia) y Gilberto Echeverry (ex Ministro de Defensa), secuestrados en un pueblo de Antioquia por la guerrilla de las Farc, se convirtió en una política del gobierno departamental, y en un camino orientado para establecer el diálogo y las conversaciones con este grupo armado que permitieran el cese de las acciones bélicas en la región.

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derrumbe de la sociedad.3 La desintegración y la disolución del país bajo la cortina de una contienda bélica prolongada supone una cada vez mayor descomposición de Colombia, una pertinaz enfermedad crónica para la cual no existen remedios o curas efectivos, si no la resignación y el conformismo, cuando en la mayoría de las actitudes se asume la reacción a ultranza que deja el estado de impotencia y de incapacidad para superar los retos sociales que demanda la entrada de Colombia al siglo XXI bajo estas insospechadas circunstancias. Frente al entorno turbulento provisto por la complejidad de los diversos conflictos del país, la ausencia de claridad ante la coyuntura en los diversos sectores de la vida política y en las representaciones colectivas de los ciudadanos se hace evidente. Las voces de exaltados que impulsan las más bajas pasiones, provocando la ira inocultable de quienes con actitudes colectivas de odio y de venganza, de represalias y de revanchas, desean la resolución inmediata de los problemas políticos del país, se han manifestado como la tendencia característica en la opinión general, encauzadas mediante la intervención que ejercen los medios de comunicación con la incitación a asumir posturas que antes que resolver los males que nos tienen en la encrucijada, impulsan la desazón que se convierte en reacción emotiva.4 Esta diversidad de imágenes y de representaciones, en las que se constituye un clima 3 En los diferentes periódicos nacionales del país, después de la muerte del gobernador Guillermo Gaviria y de su asesor de paz, ex ministro de defensa Gilberto Echeverry, la sensación colectiva de haber tocado fondo y de la descomposición que nos induce a la disolución de la nación, aparecieron publicados de manera inusitada. Para una crítica del sonambulismo en el país frente a la coyuntura véase a Bejarano, Ramiro. Periódico El Espectador. Domingo 18 de mayo de 2003. 4 Lo advirtió con profundidad Elías Canetti al auscultar el fenómeno de las masas en los procesos políticos de transición de las sociedades democráticas de la Europa Occidental hacia los totalitarismos, donde la defensa a ultranza del orden social, el miedo al extraño o al opositor, configuraba una barrera emotiva que encauzaba las opiniones hacia las actitudes de ataque, discriminación y de exclusión de la diferencia. Masa y poder. España: Alianza, 1987.


de ofuscación,5 presentan para la observación analítica, un punto de introspección que hace urgente contar con lecturas de la coyuntura colombiana que superen la dictadura del sentido común y las actitudes corrientes que dominan la interpretación de la encrucijada del país. El papel de los investigadores sociales del país, especialmente de quienes se han dedicado al tema de la violencia,6 ha sido de un valor incalculable, pues, ha permitido leer las problemáticas contemporáneas de Colombia rebasando los límites que imponen los prejuicios dominantes del sentido ordinario,7 pero se han habituado a operar con categorías y conceptos que usualmente se invocan para elaborar los más especializados diagnósticos sobre las causas y las consecuencias de los problemas sociales y políticos de hoy, sin que se alteren justamente las dimensiones normales sobre las que interviene la óptica cotidiana, esto es, la perspectiva según la cual nos encontramos bajo la inefable “crisis social”.8

A la falta de fortaleza en los análisis, le sigue una opacidad que entre muchas razones impide alcanzar una transparencia comunicativa en los escenarios sociales donde se producen las lecturas que hablan de la coyuntura política del país. La efectividad de la democracia supone la necesidad de revaluar la predilección que se tiene entre los medios de comunicación y las autoridades públicas por manipular, controlar, desvirtuar y arreglar la información12 de modo, que 9 CAMACHO GUIZADO, Álvaro. Colombia, ciudad y violencia. Bogotá: Foro Nacional por Colombia, 1990. 10 Aceptamos la necesidad de elaborar algunas consideraciones que se expresan de manera acomodaticia incluso en los medios de comunicación colombianos, por ejemplo, la existencia de una sola violencia, o la idea de un solo conflicto social, como si esos fenómenos no se cruzaran permanentemente; como si ellos no activaran escenarios y contextos donde se desenvuelven bajo su lógica y su naturaleza distintiva. La noción de turbulencias o de hibridación de las violencias sería una de las tantas claves para denominar la guerra prolongada en Colombia bajo una perspectiva diversa. 11 Entre los aspectos más analizados en los documentos que establecen los niveles de violencia en el país, los estadísticos son los preminentes, especialmente, los que se utilizan en los medios masivos de comunicación y en los periódicos. 12 Uno de los aspectos contradictorios de la democracia de masas es la inclinación a hacer de la libertad de información un instrumento político de desactivación del debate público entre los ciudadanos y su relación con los gobernantes, pues, la información que se difunde de antemano se decide por los contenidos con que se muestra y porque libertad no es necesariamente búsqueda de la verdad, sino autonomía para ocultar mostrando, o para censurar visibilizando dependiendo de los intereses de poder en los medios de comunicación. SARTORI, Giovanni. “Opinión pública y democracia gobernante”. ¿Qué es la democracia? Bogotá: Altamir, 1994.

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5 En no pocas ocasiones, los medios masivos de comunicación tienden a reproducir un efecto de realidad que, en palabras de Pierre Bordieu, se inclina a la información bajo la dictadura del exhibicionismo, el cual, antes que propiciar la sensatez en las opiniones, fomenta la más ardua lucha contra la reflexión aguda, la contextualización de la información y la investigación profunda de las situaciones sociales y las coyunturas. Mientras el país conmovido se flagela regocijándose como una especie de telenovela de moda, cuyo final ya es predecible, y la realidad se convierte en una simple invención de la ficción, los medios insinúan mediante los anuncios de propaganda que los buenos somos más, perpetuando la televisión como escenario de formación de las opiniones. BORDIEU, Pierre. Sobre la televisión. Barcelona: Anagrama, 1996. 6 FALS BORDA, Orlando; GUZMÁN, Germán y UMAÑA, Gerardo. La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social. Bogotá: Punta de Lanza, 1977. 7 Sobre la disputa entre el sentido ordinario y común, y el sentido científico, Gastón Bachelard elaboró en su introducción al texto La formación del espíritu científico algunas consideraciones pertinentes y adecuadas, entre ellas, la proximidad y no la distancia, la aceptación y no la crítica, el lenguaje común y no la especialización son entre muchos los elementos que distinguen el sentido común del científico. La formación del espíritu científico. Argentina: Siglo XXI, 1976. 8 Lo inapropiado de la idea de crisis social se debe entre muchas circunstancias a lo informe e impreciso de esa denominación. Se admite la crisis, pero ella ha sido parte constitutiva de las variaciones y los estancamientos sobre los cuales las sociedades se han dinamizado. En el caso colombiano se suele asociar crisis con violencia, o lo que es peor aún crisis con desintegración social. Para una revisión adecuada de los momentos de crisis social como expresión de relaciones de coyuntura y de larga dura¬ción, véase BRAUDEL, Fernand. La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza, 1974.

Sin embargo, las contribuciones elaboradas bajo la denominación de la “crisis social”9 no han logrado obtener prestancia para profundizar en el fenómeno de la guerra prolongada o en las manifestaciones de las violencias entrecruzadas que vive Colombia,10 pues, se carece de la contundencia y el vigor que se espera obtener mediante los diferentes modelos o diagnósticos realizados, ya que, se tiende a exaltar con las estadísticas, el carácter de una sola violencia a partir de la contabilidad de las muertes violentas o con la sumatoria adquirida la eficacia de las autoridades públicas en su carrera por derrotar todos aquellos factores y actores que amenazan el orden público.11


los alcances de los datos que versan sobre las violencias en el país se constituyen en un instrumento político de dominación que tiende a fabricar una realidad ornamental que en el peor de los casos, configura un estado de perpetua amenaza y peligro en la imaginación colectiva. Las opciones de los ciudadanos se reducen a la obediencia esclava y a la supeditación a los mandatos de gobernantes que modifican la urgencia de la participación en las decisiones políticas, al sometimiento o al imperio de la sumisión del silencio, por falta de criterios, de composición y de búsqueda en las alternativas necesarias para la compresión de la realidad coyuntural del país.13 Esa espiral del silencio que se impone por miedo al aislamiento, a la vindicación, a la “excomunión” o a la “discriminación” que construyó de manera ejemplar Elizabeth Noelle-Neumann14, convertiría al país en algo más cruel que los regímenes totalitarios, porque, como lo había advertido con lucidez Alexis de Tocqueville, no hay peor dictadura en las democracias que las voces de las mayorías aplastando a las minorías15.

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Como complemento de los anteriores presupuestos es menester considerar el papel de los intelectuales, pero en especial el de las ciencias sociales cuando deben encarar la tarea de hacer comprensibles los problemas 13 Para una crítica al periodismo tradicional en la línea del periodismo liberal y la necesidad de reconstruir la opinión pública y lo público centrado en los debates y las discusiones de los ciudadanos véase MIRALLES, Ana María (compiladora). Voces ciudadanas. Una idea de periodismo público. Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana. Empresas Públicas de Medellín, 2000. 14 La expresión hace pensar que la opinión pública es una especie de tribuna de la censura donde se aprueban y se desaprueban las opiniones entre la gente, hasta llevar a la exclusión y la discriminación. NOELLE-NEUMANN, Elizabeth. La Espiral del Silencio. Opinión pública. Nuestra piel social. Barcelona: Paidós, 1985. 15 La dictadura de las mayorías, o lo que es lo mismo, la pérfida inclinación a la opinión de los grupos mayoritarios, impide cualquier construcción democrática de la sociedad. PRICE, Vincent. Opinión Pública. Barcelona: Paidós, 1994.

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sociales y postular las posibles soluciones frente a ellos de manera que se puedan asumir las decisiones más acertadas. La incomodidad de las ciencias sociales proviene de esa doble circunstancia, cuya implicación para el lector desprevenido y para el ciudadano corriente resultaría un desperdicio, es decir, la cantidad de diagnóstico sobre los problemas históricos y coyunturales del país, más allá de las valoraciones de lo publicado, lo investigado y lo producido, sería pérdida de tiempo, cuando no charlatanería, si no se tiene presente la búsqueda de alternativas. He ahí el positivismo de las ciencias sociales como lo denunció T. W. Adorno al mostrar cómo las ciencias sociales debían obtener el respeto mediante los resultados instantáneos.16 La imperiosa restricción de las ciencias sociales a convertirse en instrumentos de decisión política y a transformarse en mecanismos de intervención social, ha desvirtuado su naturaleza y su componente en cuanto a la manera como deben encarar las nuevas realidades contemporáneas que se han hecho más complejas y por supuesto más opacas. Satisfacer las ansias del poder político mediante la investigación ha generado lo que se podría denominar la “crisis de los paradigmas”, pues las ciencias sociales se han hecho infiltrar por la lógica de una idea deformada de la política17 donde no priman la excelencia y la calidad en el trabajo científico, sino la exigencia de recursos económicos, presupuestos e incluso puestos dentro de las academias y las universidades, 16 Los artículos sobre la discusión de la cara oculta del positivismo en las ciencias sociales, apareció en la compilación de ensayos junto a otros escritos elaborados por HORKHEIMER, Max. Sociológica. Madrid: Taurus, 1986. 17 En un texto clásico del pensador Alemán Jürgen Habermas se muestra la tendencia a politizar la ciencia por la vía de la toma de decisiones que muchas veces van en contravía de la propia cientificidad. HABERMAS, Jürgen. “La transformación social de la formación académica”. En. Teoría y Praxis. Madrid: Tecnos, 1987.


sin tener en cuenta para ello, los méritos, la trayectoria y la formación intelectual. Bajo las anteriores circunstancias lo que se denomina “crisis de los paradigmas” no es más que la manifestación colectiva por incapacidad de construir comunidades científicas que alienten y desarrollen las condiciones intelectuales en el fortalecimiento del país. Para ello se ha utilizado de manera discordante el trabajo interdisciplinario, que en no pocas ocasiones se establece mediante las relaciones de compadrazgo y de clientelismo, tráfico de influencias, como también otras medidas, por ejemplo “ocultar mostrando” con las producciones investigativas un supuesto avance impidiendo comprender los rasgos y componentes del país en términos de coyuntura y de procesos de larga duración.

La fundamentación del texto está dirigido a la comprensión de las conceptos más específicos de la ciencia política, como los del poder, la soberanía, la legitimidad y la legalidad, de modo que sirvan para profundizar en la comprensión de la coyuntura política del país a partir de un ejercicio de análisis y de reflexión que intente superar los lugares comunes, del lenguaje cotidiano y del lenguaje científico, en los que se ha saturado la investigación del país, sin posibilidades a la innovación de nuevos horizontes de saber y de entendimiento. Entre otras de las tareas para superar esos pertinaces obstáculos que se han mencionado, frente al análisis de la coyuntura política colombiana, está la construcción de vínculos no solamente académicos sino también científicos que permitan la apertura de los saberes y no el encerramiento enmascarado como se percibe a través de la falta de libertad de información, la cual, impide la consolidación de una opinión pública democrática entre 18 La obra que le costó veinte años de trabajo ininterrumpido “Latinoamérica: las ciudades y las ideas” dio sus frutos con una compilación de ensayos publicados bajo el título, “Situaciones e ideologías en América Latina”. Véase RUBIANO, Rafael. “Situaciones e ideologías en América Latina”. Revista de Estudios Políticos.

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Hay que añadir a lo anterior que el problema de moda no es más que uno de los tantos presupuestos sobre los cuales se ejercen los criterios de selección de los temas y los problemas sin los fundamentos de la tradición en la investigación y en la construcción científica, pues, lo que las modas significan no es más que la recurrencia a autores y pensamientos que bajo la máscara de los lenguajes aparatosos e incluso intrincados suponen una excelencia y una calidad en quienes los leen y los difunden en los seminarios y en las sesiones de clase, sin contar con el respaldo de lecturas, por ejemplo, de los clásicos de las ciencias sociales que los haría comprensibles y aprehensibles de manera dialógica. El carácter de la improvisación marca de manera radical la dimensión de los problemas sociales a través del peso de los referentes locales y nacionales, sin posibilitar el establecimiento de parámetros comparativos con otras sociedades, denuncia que ya hizo patente José Luis Romero, específicamente en el campo de la política en

América Latina.18 Para consolidar los estudios sociales en nuestros país relacionados con la violencia y la guerra, la superación de las encrucijadas mencionadas arriba exigirían una consolidación de la comunidad académica y científica que permitiera antes que los encerramientos de “compadrazgo”, la apertura a discutir y debatir los modelos utilizados de manera corriente: crisis social, desintegración, anarquía y disolución. Este ensayo procura establecer mediante algunas lecturas, unas observaciones críticas frente a los modos corrientes como se interpreta la coyuntura del país, especialmente en el contexto de la guerra prolongada y de los diversos conflictos que ésta genera.


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los ciudadanos, pues allí el papel de los medios masivos de comunicación en la conducción de las actitudes ha sido relevante, no solamente en términos de modelar los diversos comportamientos que de ordinario se pueden advertir de manera predeterminada en los gobernantes, sino también en las expresiones que los ciudadanos elaboran sobre las actuales circunstancias de confrontación armada y guerra, que van conformando una mentalidad dirigida a atacar la diferencia, es decir, a señalar a quienes desde la orilla de la libertad de pensamiento y conciencia construyen la crítica y la oposición19 como fundamentos de la verdad y de la libertad, en contravía del cinismo y la hipocresía que dominan el ambiente del país, por temor a la vindicación y a la amenaza. Justamente en un país donde los ciudadanos no pueden expresar lo que piensan, terminan por no pensar en aquello que no pueden expresar, de modo que en el asunto de la guerra, el poder político y la racionalidad pública en el país, no se juegue exclusivamente el problema de la comprensión y la comunicación como fundamentos del entendimiento de la realidad, sino que también se ponen en riesgo los dos valores fundamentales de la democracia: la libertad de conciencia y el derecho a la libertad de expresión. 2. LAS LUCHAS POR LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA: DOS EJEMPLOS DE LA REFLEXIÓN SOBRE LA GUERRA EN LAS COYUNTURAS HISTÓRICAS ¡Juventud, Juventud! Acuérdate de lo que sufrieron tus padres, y de las batallas terribles que tuvieron que vencer, para conquistar la libertad de que gozas ahora. Si te sientes independiente, si puedes ir y venir a voluntad o decir en la prensa lo que piensas, o tener 19 SARTORI, Giovanni. “Opinión pública y democracia gobernante”. ¿Qué es la democracia? Bogotá: Altamir, 1994.

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una opinión y expresarla públicamente, es porque tus padres contribuyeron a ello con su inteligencia y su sangre. No has nacido bajo la tiranía, ignoras lo que es despertarse cada mañana con la bota de un amo sobre el pecho, no has combatido para escapar al sable y al dictador, a la ley falaz del mal juez. Agradécelo a tus padres y no cometas el crimen de aclamar la mentira, de alinearte junto a la fuerza brutal, junto a la intolerancia de los fanáticos y la voracidad de los ambiciosos. La dictadura ha tocado a su fin.20 Casualidad, o ironía quizás, estas palabras consignadas a finales del siglo XIX por Émile Zola al referirse al caso Alfred Dreyfus, que entre muchos sucesos provocó la expansión de los sentimientos colectivos del antisemitismo en la Francia finisecular,21 sirvan para darle sentido a algunas reflexiones que suscitan, las problemáticas relaciones entre el ordenamiento jurídico y las dinámicas bélicas en nuestro país. Como se recordará, entre los años de 1895 y 1898, Emile Zola y otros intelectuales —entre ellos Anatole France, Charles Seignobos y Marcel Proust— ligados al izquierdismo galo, se enfrentaron a la opinión pública mediante artículos de prensa,22 desde los cuales realizaron un examen crítico de las situaciones de violencia política e intolerancia ideológica que rodearon el “injusto” encarcelamiento del capitán judío Alfred Dreyfus, su oscuro proceso de enjuiciamiento y su inconcebible 20 ZOLA, Émile. Yo acuso. La verdad está en marcha. Barcelona: Tusquets, 1998. p. 54. 21 Para una atenta y cuidadosa reconstrucción social e histórica del “Affaire Dreyfus” y sus implicaciones en la consolidación de las ideologías del antisemitismo y de los regímenes totalitarios en el mundo, Hannah Arendt elaboró un estudio que sitúa los pormenores y los detalles políticos y culturales que desencadenaron este fenómeno social del siglo XX. Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Taurus, 1986. 22 Para considerar la aparición de los intelectuales como un nuevo tipo social y su influencia como “conciencia vigilante de la sociedad” sería necesario desentrañar lo que a finales del siglo XIX en Francia se denominó “el hombre de letras comprometido con la sociedad”. SENNETT, Richard. El declive del Hombre Público. Barcelona: Península, 1977.


destierro a la tenebrosa Isla del Diablo, por una supuesta conspiración y espionaje que éste último propició a partir de la “filtración” de documentos e información sobre armas a un militar alemán. Con la expresión “Yo acuso. La verdad está en marcha”,23 el conocido artículo fue enviado por Émile Zola al presidente Félix Faure y apareció en el periódico La aurora el 13 de enero de 1898, en él denunció, con la descarga de la pluma y con oportunas expresiones de incomodidad e inconformismo, la corrupción que había carcomido los escenarios institucionales de la vida administrativa y judicial de Francia, ya que el sórdido panorama de autoritarismo se había amparado en las actitudes de intolerancia motivadas alrededor del caso Alfred Dreyfus. El estado de indignidad y de abatimiento padecido por su República, aquella de la Revolución Democrática había alterado el buen juicio y la honra pública, ya que el país galo agitado como estaba, se inclinaba a fomentar en su vida social los más pérfidos odios como también las más insanas actitudes de resentimiento considerados como bienes generales y colectivos: la hipocresía, la mentira, lo tendencioso y la calumnia.

23 “Y reina el más vergonzoso terror, los más valientes se vuelven cobardes, nadie se atreve ya a decir lo que piensa por miedo a que le denuncien acusándole de vendido y traidor. Los escasos periódicos que conservan cierta honestidad se humillan ante sus lectores, quienes se han vuelto locos con tantos chismes estúpidos. Ningún pueblo, creo yo, ha pasado por un momento más confuso, más absurdo, más angustioso para su razón y su dignidad”. ZOLA, Emile. Ob. Cit., p. 50.

A Dreyfus, considerado traidor y por ende criminal y delincuente, se le judicializó por los perjuicios y por los posibles daños que ocasionaría a su “incólume” patria: Francia. Sin embargo, desprendió una dimensión más de la relación entre derecho y sociedad, la que se admite de corriente en la actualidad y servirá para desarrollar algunos puntos de análisis de la sociedad colombiana, esto es, la violencia política regula y transforma el ordenamiento jurídico democrático y constitucional, en tanto los conflictos prolongados hacen del derecho un instrumento político de desactivación del enemigo, es decir, es una arma más de las utilizadas en los enfrentamientos y se convierte en medio para derrotar a los enemigos en contienda, mas no se lo utiliza como escenario de seguridad de derechos civiles, políticos o sociales. Es muy interesante observar que el derecho no es exclusivamente un elemento de racionalización de la violencia política, de las guerras intensificadas y de las confrontaciones armadas prolongadas, sino que es un instrumento 24 En este sentido se encuentra publicado un libro acerca de la utilización del derecho interno y el internacional sobre la criminalización de actores armados y ciudadanos en armas. OROZCO ABAD, Iván. Combatientes, rebeldes y terroristas. Guerra y derecho en Colombia. Bogotá: Temis, 1992.

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Zola y sus colegas percibieron la manifestación del antisemitismo y su correlato, la violencia política con la intolerancia social que la acompañaba, como un derrumbe de las tradiciones democráticas y administrativo judiciales de la Francia revolucionaria, además bajo el lente de la destruccción de la conciencia de tolerancia y de igualdad en valores de la nación francesa. Estos intelectuales contribuyeron aunque

desprovistos de esa intencionalidad, a la reflexión sobre las dinámicas de la violencia política y el papel del ordenamiento jurídico. Aunque el caso Dreyfus figuró antes de 1895 en el terreno de lo privado, su visibilización como asunto público-político le permitió un despligue cuyas consecuencias se sintieron en los resquicios de la sociedad francesa. Más allá de la indignación y de la estupefacción de Zola y de quienes le acompañaron en su aventura de carácter estético y político, lo que resultó un incidente de dimensiones universales se convirtió en un problema sociológico: la problemática relación entre guerra y derecho, o mejor, la interpretación de la capacidad criminalizante del derecho en la sociedad democrática.24


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de poder político y de orden social, como lo demostró Norbert Bobbio en su ensayo “Poder y derecho”,25 para ratificar el uso de la fuerza y de la violencia del derecho en una sociedad marcada por los entornos de los conflictos. Al derecho y su utilidad política le acompaña una realidad de corrupción, instrumentalización para la beligerancia, la animosidad, la persecución, la intolerancia, la exclusión y la discriminación intensas. Violencia y guerra pondrían en tela de juicio el espíritu del derecho, y así lo consideran los intelectuales vigilantes de la sociedad. Respetando las debidas distancias tanto en los problemas sociales e históricos que al caso de Zola corresponden y atendiendo a los procesos políticos y culturales que le involucraron y le determinaron, en la anterior perspectiva y no por casualidad como más arriba lo expresamos, Tomás Carrasquilla, quizá por las influencias que tuvieron en él las “veladas de Medán”, se inclinó en la misma dirección que tomó la reflexión del francés: el derecho democrático en medio de la guerra profundiza su instrumentalización política. Como alegoría quizás y a sabiendas de que esas dos realidades sociales, Colombia y Francia, no corresponden en los mismos casos, pero sí comparten afinidades en la crítica a la violencia, Carrasquilla escribió una novelita con el llamativo pero audaz título de Luterito (1899).26 En ella analizó de manera estética y política el problema de la guerra en Colombia de finales del siglo XIX. Como es obvio, no le podríamos pedir a Carrasquilla que tuviera conciencia de lo que la implicación del derecho tuvo en esa Colombia finisecular para 25 La lectura de esa conferencia de Bobbio plantea el problema del poder político y su relación con el ordenamiento jurídico, donde se reflexiona de manera aguda cómo el poder político establece claros niveles de efectividad de la norma para superar las contiendas bélicas pero deja al descubierto que en ello, las sociedades democráticoconstitucionales han hecho del poder político un problema de legalidad y han vaciado la legitimidad pues lo más importante es la aplicación de la coercibilidad mediante las normas y las leyes. BOBBIO, Norberto y BOBERO, Michelangelo. Origen y fundamentos del poder político, México: Grijalbo, 1986. 26 CARRASQUILLA, Tomás. El padre Casafús o Luterito. Medellín: Bedout, 1980.

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el tratamiento del guerrerista como combatiente, rebelde, o criminal o delincuente;27 lo que valida su inclusión en este contraste y confrontación, son las imágenes de desintegración, desorden, caos y fragmentación de la sociedad por obra de la guerra y de la violencia política. ¡La violencia en Colombia: morir de hartura! De esa manera ejemplificó Carrasquilla la situación de un cura en medio de un pueblo en plena guerra civil a finales del siglo XIX en Colombia.28 Morir en este aspecto no se semeja a la manera corriente mostrada por los medios de información a través de los asesinatos, las masacres, los combates, de las famosas incursiones brutales de las guerrillas o de los arrasamientos execrables de los paramilitares. La muerte como epígrafe de la vida social colombiana es la intolerancia ejercida por una sociedad que no respeta la libertad de conciencia de los individuos. En “El padre Casafús” o “Luterito”, un cura es sometido a las más bajas humillaciones de desprecio, abandono, exclusión y discriminación, pues, siendo cura en plena guerra civil, la de 1876, no había querido pronunciarse de qué partido era. El silencio del curita fue entendido como una clara actitud de respaldo al partido liberal en ese momento perseguido por la causa conservadora que se apoyaba en la ideología católica de la Encíclica papal de Pío IX. Y en ese marco el cura Casafús resultó excomulgado y destituido de su cargo de sacerdote. El padre Casafús fue tildado de traidor a la patria y considerado persona no grata por lo cual fue aislado a tal punto que estaba casi nutriéndose de hambre porque nunca tuvo la delicadeza de asumir una posición política desde el pulpito y en medio de la confrontación armada y política no 27 “El tratamiento históricamente privilegiado del delincuente político se ha tornado, en la práctica de los rituales de juzgamiento en un tratamiento discriminatorio”. OROZCO ABAD, Iván. Oh. cit, p. 20. 28 Para un análisis detallado de las guerras civiles en Colombia en el siglo XIX sería fundamental observar la obra de JARAMILLO URIBE, Jaime. El pensamiento colombiano en el siglo XIX. Bogotá: Temis, 1974.


quiso inclinarse por ninguno de los dos partidos políticos. En la perspectiva de la reflexión que encauza Carrasquilla sobre la violencia política de Colombia está el problema de la discriminación y de la permanente expiación a las cuales debe ser sometida la persona en tiempos de guerra, lo que le estimó considerar la diferencia como conciencia de la individualidad y la autonomía de la intimidad. El rechazo ante aquellos que asumen el silencio se convierte en una forma de intolerancia social, porque no hay derecho a la libertad de conciencia ya que se debe uno adaptar a las circunstancias bélicas. Uno de los rasgos que viene tomando la vida pública de Colombia, es el rechazo a ultranza del silencio como medio de oposición, y la cada vez mayor obligación a aceptar dentro de las voces de la mayoría, el respaldo a la guerra, a la contienda armada final y a la restitución de las instituciones políticas, gubernamentales y estatales. Es interesante cómo la vida pública y la sociedad se convierten en los escenarios más propicios para la persecución, el odio, y la intolerancia. Así lo mostró Carrasquilla cuando describió esa inclinación a la manipulación general ejercida por la espiral del silencio, cuando narra la invocación a la guerra que se desarrolló en tantos pueblos de Colombia durante los conflictos civiles y militares en el siglo XIX y que hoy tiene vigencia como problema social. ¿Quién sería capaz de asumir la diferencia frente a esta corriente pública, enardecida y exaltada en muchedumbre?:

En esas condiciones la intimidad atravesada por el lente vigilante de los tendenciosos es golpeada paso a paso, porque una persona en medio de un conflicto no se puede considerar al margen de él y, por tanto, su libertad de decisión y de opinión es socavada por el escudriñar permanente de la significación social de estar en medio de otros seres humanos cuyas expectativas serán la sospecha permanente hacia los demás. Es muy importante señalar la forma en que Carrasquilla auscultó ese problema de la intolerancia social cuando explicó que el problema de la democracia en toda sociedad no es solamente el derecho, sino el deber que tienen los ciudadanos para disentir y, sobre todo, expresar la diferencia. La democracia también se puede vivir en términos de la posibilidad que tiene todo ser humano de que se le respete la libertad de conciencia. La evocación de Carrasquilla sobre las dinámicas bélicas y su relación con el individuo, desata una versión que se ha vuelto común en la interpretación actual de la vida social colombiana: la invocación de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad. La observación negativa de la guerra y sus avatares en la Colombia del siglo XIX no podría suponer esa digresión, pero lo que nos interesa es destacar bajo el lente de estos dos intelectuales, las problemáticas que acercan al derecho, ya sea como problema del poder político, como asunto constitucional o incluso como derechos humanos, a la guerra prolongada que se vive en el país. Como diría Honoré de Balzac es esta una sociedad que se parece a la vieja plata “negra pero pesada”.30 Ese panorama desolador, 29 CARRASQUILLA, Tomás. Ob. cit., p. 152. 30 BALZAC, Honoré de. Las ilusiones perdidas. Barcelona: Bruguera, 1983.

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Y fuego bélico inflama los corazones; la fe les exalta y les sublima. Truena el club y la tribuna. Viento de epopeya silba en las breñas, vibra en las sierras, se desata en los ámbitos. Cada hogar es una fragua, un Sinaí cada pulpito. Surgen los apóstoles, aparecen los evangelistas. Al infinito tiende la mujer bíblica de estas montañas: si es preciso su sangre, también la ofrendará, que vírgenes y mártires la derramaron siempre por su Dios. ¡A la lid las milicias todas del Señor!

No es soldado únicamente quien combate en el fragor de la pelea: gloriosas e incruentas se libran con otros héroes y otras armas. ¡Al templo, niños inocentes, desvalidos ancianos, mujeres inermes, al templo!... Antioquia la soberana, la agreste soberana, cifra en su fe su orgullo.29


esa pintura fresca llena de horrores y miserias que desde las diversas voces de los ciudadanos, los gremios, los intelectuales, los políticos, entre muchos otros, no pasó desapercibida en el caso colombiano frente al relato del “montañero” escritor universal.

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Parecería, entonces, que esa Colombia en guerra, ese ánimo bélico de los colombianos, esa esencia de aniquilamiento, no permitiría ningún orden justo y legítimo, ninguna defensa por los derechos ciudadanos ni, por supuesto, una regulación y normatividad racional proveniente de una incorporación del derecho a través de los procesos de racionalización de los conflictos sociales. Como concluiría Tomás Carrasquilla, el problema de la guerra no es solamente el asunto de la violencia física sino más bien, ella es un medio social donde se extiende la beligerancia por la vía de las ideologías o por la vía de la fuerza, va generando vínculos sociales, formas de integración social o expresiones de control social a ultranza, como también el aislamiento, la discriminación y la exclusión. Una doble moral que relativiza la idea de una regulación por el camino del derecho en sentido universal. Así, recordó Carrasquilla que las luchas por la libertad y la justicia demandan la reflexión sobre el sentido de la guerra como medio e instrumento de integración de las sociedades, incluso como un elemento constitutivo de instituciones políticas como los Estados, las Naciones y la misma ciudadanía.31 —¿De modo —replica Vera, inundado de súbita alegría— que no sos rojo nada? —Si por rojismo se entiende no predicar la guerra actual, soy rojo, y lo seré siempre, pero nunca predicaré ninguna guerra. ... La situación no cesa ni cesar puede, porque Casafús —lo ha declarado terminantemente— no 31 Uno de los pensadores políticos que ve en la guerra un instrumento y un medio de integración social ha sido Charles Tilly con su texto: “Cambio y Revolución. Europa 1789-1989”.

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se retracta, porque no tiene de qué, no se explica, porque no quieren entenderlo; no pide nada al superior, porque quiere padecer. ... Muy doloroso nos ha sido la suspensión de Casafús; pero estábamos en el deber de decretarla. La miseria de él y de su familia son consecuencias de la falta. Esto puede remediarse: la suspensión sí no podemos levantarla, mientras él no haga un acto público de desagravio y abjure de sus errores. ... ¡Qué pesar traigo, doña Milagritos! —dícele el montañés—. Si acaba de morir el padrecito Casafús. —¡No me diga más! —exclama ella, mirando el cielo al través de sus lágrimas—. Murió de hartura! Se le veía”.32 3. “LA HIPÓTESIS DEL ALMENDRÓN O EL DÉFICIT DE LA RACIONALIDAD PÚBLICA EN COLOMBIA” Para poder acertar en la mirada de la guerra como uno de los tantos medios sobre los cuales se ejerce el poder político, se trasforma la soberanía y cambia la legalidad y la legitimidad, es necesario separar la política de cualquier postura moral y ética.33 La moralización de la política obstaculiza la comprensión de las dinámicas bélicas, y neutraliza sus relaciones con el derecho y con lo público específicamente. Es notorio que cuando los ciudadanos hablamos de la dimensión de la guerra se asocia inmediatamente con destrucción, devastación, deshumanización, disolución, e incluso desintegración de las sociedades. Además cuando se buscan las causas de la guerra se mencionan conjuntamente el conflicto, las crisis sociales, la injusticia y la desobediencia, también se añade anarquía y 32 Ihíd; p. 208. 33 Es lo que planteó Umberto Cerroni cuando reconstruyó los conceptos y las categorías que dominaron la teoría política en la modernidad. El esfuerzo de la secularización en la mirada política permitió observar el mundo de la política en un sentido más científico y racional.


desorden. ¿Cuáles serán las condiciones del análisis científico para la comprensión de la relación guerra y derecho? Ante todo es fundamental superar los prejuicios comunes del lenguaje cotidiano. En el desarrollo del texto se replantean las tendencias de interpretación de la guerra en Colombia, que se pueden sintetizar mediante de estas expresiones: a) La guerra no corresponde a una sociedad con un Estado Social de Derecho y con la eficacia de la Constitución; b) la guerra y la violencia son contrarias al orden jurídico y a la legitimidad del Estado, y c) finalmente, la guerra y la violencia son generadores de desintegración y de destruccción del orden social. El país en crisis se derrumbó, ya no hay camino a seguir, esto no tiene sentido, no tenemos futuro, nos acabaron los violentos, y muchas otras que llamarían la atención de Gustave Flaubert para completar su diccionario sobre “las estupideces humanas”.34

dónde va Colombia?,36 integrada por los más prestigiosos investigadores del país e incluso expresidentes se elaboró un modelo de comprensión de la coyuntura del país y sus problemas sociales básicos, entre ellos las violencias. En la introducción que escribió el articulista permanente de la revista Semana, Hernando Gómez Buendía describió las tendencias sociales de la crisis social del país y ubicó las condiciones metodológicas del análisis. Para él y los investigadores, el “almendrón”, es la figura más exacta para representarse el país, una sociedad con diversas violencias que a pesar de ellas coexisten con una institucionalidad democrática y constitucional.37

34 FLAUBERT, Gustave. La educación sentimental. Madrid: Alianza, 1983. 35 En un texto referido a América Latina, Nora Rabotnikof reconstruyó las dimensiones de lo público en la política y en la cultura con sus diversos significados para las representaciones institucionales. Nora Rabotnikof. “Lo público y sus problemas”. Revista Internacional de Filosofía. N.° 2. Madrid. 1993.

36 GÓMEZ BUENDÍA, Hernando. “La hipótesis del Almendrón”. En: ¿Para dónde va Colombia? Santafé de Bogotá: Tercer MundoColciencias, 1999. 37 Democracia y guerra coexisten, compiten, se yuxtaponen y se refuerzan. Esta tesis aunque parezca desacertada contribuiría a la observación según la cual no estamos en el derrumbe o al filo del caos, sino en la complejidad de una sociedad donde se entrecruzan los procedimientos y factores democráticos, con sus aciertos y debilidades con la dinámica de la guerra. SARTORI, Giovanni. Ob. cit.

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Para muchos investigadores del país, el fenómeno de la guerra y la confrontación armada tiene una explicación socio-cultural, la mentalidad de los colombianos está orientada hacia el egoísmo irracional, el particularismo personal, la lógica comunitarista y grupal, antes que a la adecuación a los consensos racionales de la dimensión de lo público35. Así se afirma que el exceso de racionalidad privada es uno de los factores que han aumentado la desintegración social del país. La crisis de la sociedad colombiana se debe al .déficit de racionalidad pública. En una investigación apoyada por Colciencias titulada ¿Para

El modo de ser del colombiano desde lo institucional y lo conductual es la oposición a la idea de lo público, entendiendo por público aquella relación o dimensión social donde lo común, lo abierto y plural se establece como modo de acción y de composición social. En el país, planteó Gómez Buendía en su prólogo al libro ya citado ¿Para dónde va Colombia?, la mentalidad y la acción social de los colombianos impide la constitución de una “Racionalidad pública”, de la capacidad para disfrutar los bienes públicos y la posibilidad de construir la institucionalidad adecuada de la cual se pueda crear un sentido de lo público. La inclinación a lo particular, a lo cerrado, a lo excluyeme y a la discriminación del disfrute de los bienes públicos propone para el sistema político colombiano un planteamiento de análisis: los colombianos no estamos capacitados para realizar la racionalidad pública. De allí


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se deriva que la crisis del país se debe al déficit de la racionalidad pública ya que cada individuo se provee como puede de los bienes públicos que las instituciones públicas no pueden brindar a los ciudadanos. El desajuste institucional entre la ineficacia y la acción de los ciudadanos en torno a la satisfacción y cumplimiento de los bienes públicos se entiende entre muchos factores sociales, como el detonante del conflicto social y de la crisis del país que se deriva en los planos diversos del sistema político colombiano en la dinámica de la desintegración del orden social. Para Gómez Buendía la lectura de las causas del desorden, del conflicto y de la violencia en el país, es menester hallarla en la inexistencia de la racionalidad pública o la baja eficacia en el país para producir la gobernabilidad, las respuestas del régimen político a las demandas de los ciudadanos genera el desorden en la sociedad. Por ello, las dinámicas bélicas ejercidas por las guerrillas, los paramilitares, las bandas, los mercenarios, la delincuencia común, como también los fenómenos de corrupción, del avivato y la astucia, de egoísmo irracional, de clientelismo, de tráfico de influencias que caracterizan los modos y las maneras en las relaciones sociales de los colombianos, lo que muestran es este déficit de racionalidad pública, aunque Guillermo O’Donnell38 por la vía de la relación entre gobernabilidad y legitimidad hablaría de ciudadanías de baja intensidad. Los nexos entre carencia de racionalidad pública y fomento de las racionalidades privadas e individualistas, son el motor de las manifestaciones de la violencia y de la crisis de Colombia, modelo de interpretación que adquirió en el sociólogo francés Emile Durkheim la idea de la anomia y de la falta de institucionalidad 38 ODONELL, Guillermo. Estado, democratización y ciudadanía Nueva Sociedad. Caracas. Noviembre-diciembre, 1993.

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en el país.39 Este modelo de la relativización moral de la sociedad, en la medida en que se produce una pérdida de regulación y control de las acciones de los ciudadanos y el incremento de formas de comportamiento más proclives a deteriorar las relaciones entre las instituciones y el mundo de la vida, se tiene como el principal contenido de quiebre, ruptura e inestabilidad de la sociedad colombiana. Siendo seductora esta postura, indudablemente no completa la reconstrucción de análisis que sería necesario para sustentarla con una reflexión más minuciosa. Con la aparición del libro titulado ¿Para dónde va Colombia?, el compilador del mismo, Hernando Gómez Buendía quien hace la introducción de éste, trata de mostrar los componentes de lo que es la esencia de la crisis de nuestra nación y busca construir lo que sería la esencia de la “idiosincrasia” colombiana, su incidencia en la beligerancia social y la falta de institucionalidad, que él denomina “anomia”.40 Para conducir sus reflexiones, Gómez Buendía establece que en esta sociedad se expresa un desajuste entre las formas de comportamiento, las actitudes y las interacciones sociales de los individuos y los grupos sociales con las instituciones que los determinan. Este desajuste que produce incertidumbre ha de entenderse como el déficit de racionalidad pública. El desajuste y la incertidumbre, de los individuos y las instituciones sociales generan “altos costos de transacción”, lo que 39 Sería oportuno elaborar el análisis sobre la idea de moral construida por Durkheim para explicar la modernidad como un momento donde la especialización de las actividades, la división del trabajo y la diversidad de la individualidad generaron una dimensión de la integración de la sociedad por la vía de la conexión entre orden sistémico, funcional y mundo de la vida. La anomia sería el desajuste de esos tres referentes sociales. El capitalismo y la moderna teoría social. Barcelona: Labor, 1977. 40 La desorganización social, el caos, las formas de desintegración, la falta de confianza en la institucionalidad y el irrespeto por la normas y las leyes regirían la experiencia del “almendrón colombiano”.


indica que la organización social no es sólida y por el contrario es endeble. Lo que domina es el desorden y la anomia social. Son esos componentes los que caracterizan la crisis de la sociedad colombiana. De allí que Gómez Buendía diga: El almendrón es —en otra descripción particular— un modo de organización social: la forma especial como los colombianos convivimos o al menos vivimos juntos, nuestro código de interacción, las reglas del juego social que practicamos. Es un modo en apariencia desmesurado y caótico, un modo de alta racionalidad individual pero de gran irracionalidad colectiva (aunque, otra vez, cada observador usaría palabras distintas —y con distinta carga valorativa— para describir el almendrón).41 Este “núcleo generatriz” para interpretar los problemas de la sociedad colombiana plantean algunos interrogantes que al menos explicarían la inexistencia de un adecuado orden social, de una sociedad regulada y de un orden jurídico constituido mediante la consolidación del poder público. Los fenómenos asociados a la anomia, a la guerra y al conflicto social, no podrían desarrollar ellos mismos, una racionalidad pública y menos constituir referentes de integración y de vínculos sociales.

41 Ibíd., p. 6.

En su elaboración, Gómez Buendía alude a la disfuncionalidad del sistema y de las instituciones sociales las cuales ejercen presión en el modo de la organización del mismo. El “almendrón” admite un estilo de vida, de creencias y de comportamientos que se sustentan en una ética y una psicología propias: El almendrón es pues un modo de organización social donde la esfera de la “racionalidad pública” (según se definió antes) es notablemente débil, donde predominan por eso las racionalidades particulares. Es el secreto nacional: la creatividad individual, la diversidad, la imaginación, el rebusque, la tenacidad inagotables de los colombianos; pero también su dificultad para organizarse, para fraguar proyectos colectivos, para resolver los problemas públicos más esenciales (comenzando por la convivencia y el respeto a las instituciones —la ley, en primer término—).42 En los presupuestos que permiten apreciar la relación entre orden social, sistema político y organización de las instituciones sociales, se mezclan el mundo de la vida y la experiencia del sentido común cuya lógica se instala en el medio de las lógicas que se corresponden en términos de sistemas, lo que hace que el conflicto (o los conflictos) se produzcan por los 42 Ibíd., p. 19.

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La preeminencia de la racionalidad privada descrita como una de las características básicas de la organización colombiana, sería el leitmotiv de la aparición de las organizaciones armadas, de los grupos delincuenciales, del narcotráfico, de la violencia política y de la crisis del poder bajo la ambigüedad del régimen político. Esa interpretación común encaja con uno de los análisis más utilizados

y que se ensaña en la observación parcial y marginal de los fenómenos de la sociedad colombiana. Las denominadas turbulencias hacen del “almendrón” un sistema que comporta transacciones y negociaciones, resistencias e intercambios, que promueven, más que experiencias sociales e individuales de integración social, los matices de la fragmentación de la sociedad.


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choques que se generan entre las experiencias inmediatas de los hombres y las finalidades de las instituciones sociales. En lo anterior se plantea la necesidad de revisar analíticamente esos componentes de la reflexión social contemporánea de los problemas colombianos. Los nexos entre la guerra y el derecho, entre la normatividad, las leyes y la regulación de la realidad social se confirman contando con el modelo de interpretación según el cual, la experiencia, el sentido común, la astucia y la viveza de los colombianos inundan la institucionalidad, de donde se saca la ventaja por la vía de la construcción de una lógica particularista. La confrontación y la guerra han constituido las plataformas del derecho, en este sentido, la política ha sido el trasfondo del derecho,43 lo que transmitiría la idea según la cual, en la dinámica histórica se realza y mediatiza la creación de normas. Las confrontaciones de los sujetos (civiles y armados) quienes encarnan la manera y las formas de concitar y utilizar, debatir y contrariar la normatividad jurídica del Estado, antes que destruir el derecho lo reafirman. Al respecto el profesor William Fredy Pérez expresó en un escrito sobre la Constitución que ningún texto contractual congela o detiene la historia, ni la anticipa milagrosamente; de otro [lado], por cuanto la naturaleza de una norma —de cualquier norma de comportamiento— no es descriptiva, no alude a una fatalidad; y finalmente, por cuanto las constituciones son apenas el punto de partida —y el hipotético límite— de múltiples desarrollos normativos o regulaciones y ejecuciones específicas en cuyos respectivos momentos, procesos y lugares se leen, releen, perciben y entienden la palabras originales de aquel “convenio original”, por múltiples sujetos, con intereses 43 SERRANO GÓMEZ, Enrique. Consenso y conflicto. Schmitt y Arendt. La definición de lo político. Medellín: Instituto de Estudios Políticos, Universidad de Antioquia, 2002.

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diversos y en circunstancias insospechables.44 La racionalidad pública sustantiva, sin choques, confrontaciones, discordancias y disonancias, hace suponer a Gómez Buendía que la creación y la aceptación de las normas y las leyes, provistas por una institucionalidad, sea esta judicial o constitucional, mantendrá “incólume” la realidad, la historia, la interacción humana y social. Si como se aprecia, el problema del derecho es “congelar” la realidad, no se puede sostener que la realidad misma le marca límites, le reconfigura, la matiza y la dinamiza. De nuevo, como lo sostiene William Fredy Pérez, y en específico con relación a la conjunción entre guerra y derecho: Tales textos, como hemos dicho, han surgido de confrontaciones precedentes. Ellos son la expresión de las fuerzas políticas o de los guerreros enfrentados en una batalla que deja allí, provisionalmente, el rastro del triunfo y la constancia de la derrota... Pero si, como hemos dicho, los pactos constituyentes naturalmente tratan de anticipar pero no pueden congelar la historia y las palabras del texto deberán seguir siendo leídas y releídas, interpretadas y reinterpretadas... El compromiso inicial pues, se gesta en el juego político, se consagra como rastro de la voluntad triunfante, pero se concreta en los juegos políticos futuros, cambiantes, que siempre acompañan al derecho... la ley no es pacificación, porque detrás de la ley la guerra continúa encendida y de hecho hirviendo dentro de todos los mecanismos de poder, hasta de los más regulares. La guerra es la que constituye el motor de las instituciones y del orden: la paz [...] hace sordamente la guerra...45 44 PÉREZ, William Fredy. “El poder legislativo”. En: Organización Política y Gubernamental en Colombia. Maestría en Ciencia Política. Medellín, 2001. p. 2. Mimeo. 45 Ibíd., pp. 5-6.


El almendrón cae por su propio peso, no porque falle en su intento explicativo exclusivamente. En ciertos escenarios resulta eficiente para la comprensión de la realidad social en Colombia; tal vez justamente los institucionales, pues la variedad y la complejidad de la realidad social, desborda la intención de limitar o de restringir la riqueza de la historia y las experiencias sociales que le dan una peculiaridad a la sociedad colombiana. La anomia, no es expresión exclusiva de la prepondereancia del juego de contrastes de diversas racionalidades privadas y tampoco podría convertirse en la “atribulada” consecuencia de una inexistente normatividad en el país. Son otros los referentes de análisis, uno entre muchos es que las fronteras del derecho y la realidad de la nación, especialmente en la manifestación de las dinámicas bélicas adquiere encarnaciones y matices diversos, en algunos casos, descifrables a simple vista, en otros, muy complejos.

Para concluir entonces, como muy bien lo hace notar el profesor William Fredy Pérez que muy a despecho de las opiniones corrientes, el ordenamiento jurídico no sólo existe, sino también es eficaz, tiene reconocimiento y además, tiene operatividad, por encima de lo que haría creer, la guerra, el conflicto armado, la violencia política, e incluso la corrupción, elementos estos que sustentarían la negación de ese orden normativo y legal. En una de sus anotaciones del texto guía del curso, admitió William Fredy Pérez: a. Hay Estado colombiano: ahí está el ministro de relaciones exteriores excusándolo permanentemente; ahí está el titular de su gobierno decidiendo y apareciendo en la televisión cada dos por tres; ahí está el congreso negociando el presupuesto público; ahí están los jueces autorizando extradiciones... b. Hay ordenamiento jurídico colombiano: ahí están las cárceles repletas de personas encerradas jurídicamente; ahí está la gente pidiendo autenticación de documentos en las notarías o transfiriendo bienes mediante escritura pública; ahí están los profesores discutiendo todavía “el 1444”, ahí están congestionados los consultorios jurídicos...46 46 PÉREZ, William Fredy. “Estado social —y democrático— de derecho”. En: Organización Política Y gubernamental en Colombia. Maestría en Ciencia Política. 2001. p. 1.

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El trabajo de Gómez Buendía y de los intelectuales que tuvieron oportunidad de discutirlo y debatirlo insiste en la preocupante carencia de normatividad, de regulación y de legalidad en la mentalidad de los colombianos. Para sortear más de cerca el denominado “déficit de racionalidad pública”, Gómez Buendía escoge varias fisuras desde la cuales construyó el almendrón y por ende la crisis de la sociedad colombiana: la crisis del Estado-Nación, la desintegración territorial, el problema de la ciudadanía. Al menos, trataremos de concluir que en esta primera hipótesis de interpretación de los problemas colombianos no se puede suponer con el candor que a veces es propio de los intelectuales, que los conflictos sociales y la guerra que se vincula con ellos inciden o fomentan la imagen de la inexistencia del orden jurídico en Colombia, como supondría

el déficit de racionalidad promovido por la expresión del almendrón; que la violencia y la guerra del país harían más dislocado el precario y endeble orden social y, finalmente, que las normas y las leyes son estáticas, autistas y por tanto, inmodificables frente a los contrastes de la realidad social. Consideramos pertinente despejar estos tres cuestionamientos con algunas lecturas que han aportado a la discusión y haremos una digresión sintética de las tres fisuras arriba señaladas, tratando de confrontarlas con algunos otros ensayos para la sociedad colombiana.


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Más allá de los hechos y fenómenos que darían a entender el pleno cuestionamiento del ordenamiento jurídico del país, no se podría juzgar de manera apresurada que ellos implican en su accionar y en sus dinámicas, experiencias diversas en su utilización y en su aplicación dependiendo de los escenarios y los actores sociales, las cuales no indican que desaparezca el Estado, la organización administrativa y la institución jurídica, como poder y como régimen político antes por el contrario los presuponen como afirma de nuevo William Fredy Pérez: En efecto, las particulares condiciones de la guerra colombiana no admiten absolutos de paz, como tampoco permiten, a mi juicio, hablar de una violencia total e indiscriminada. En medio de la confrontación, se construyen o perviven importantes ámbitos de convivencia pacífica (entre ciudadanos directamente, entre ciudadanos y soberanos acatados por la eficacia de un servicio prestado — seguridad—, por el temor al castigo o por la creencia en un proyecto y, finalmente, formas de convivencia entre soberanos o fuerzas territoriales). Formas de paz no legal, no institucional. Unas formas de convivencia que no han estado mediadas por estructura institucional formal alguna o, inclusive, que se encuentran determinadas más bien por la ausencia de Estado o aun por una posición defensiva delante del Estado o de lo que han sido sus referentes (la fuerza pública, los partidos políticos, la administración de justicia).47 Las diversas violencias, sean éstas provenientes de las guerrillas, de los paramilitares, de las organizaciones criminales, de la delincuencia común, según se comenta de ordinario, unidas a la incapacidad institucional y estatal para “recuperar” la racionalidad pública de los colombianos han 47 PÉREZ, William Fredy. “Guerra y delito en Colombia”. En: Revista de Estudios Políticos. N.° 16. Medellín. Enero-junio. 2000. p. 14.

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permitido el caos y el desorden de la sociedad. En términos de la prospectiva que tratan de elaborar los investigadores del “almendrón” colombiano, la acentuación de estos fenómenos sociales promoverán e incentivarán mayor desconfianza e incredulidad en los ciudadanos, pero además, provocarán mayor desestabilización de la que se espera pueda producir una consolidación del orden social y de la legalidad. En una de las conclusiones acerca del panorama de las violencias y de las guerras que estos actores han estimulado en la sociedad colombiana, Gómez Buendía expresó: ... basta notar que la “baja sinonimia” y el “almendrón” colombiano son una misma cosa, para predecir que la violencia ordinaria seguirá siendo elevada en el país... Y en todo caso se puede predecir que el futuro traerá más ruido pero no más nueces. Ante la desazón que causa el crimen, el esfuerzo oficial por rebajar la impunidad seguirá creciendo: más leyes penales, más jueces, más cárceles; pero estas medidas, eficaces al margen, no alcanzarán a compensar la anomia inducida por nuestro modo de organización social.48 La impunidad, la ineficacia del Estado, la inoperancia de la justicia, la corrupción en los aparatos policivos del Estado y una muy baja eficiencia en el control y el orden social, son consecuencias de una organización social cuya desarticulación y desajustes en las formas de comportamiento y actitudes frente a las instituciones sociales y sus organizaciones hacen pensar en el fracaso de las precarias y flexibles experiencias de la construcción social colombiana. Al filo del caos, o en él, la investigación de Gómez Buendía, o mejor sus impresiones al interior del almendrón, divulgan la problemática de la sociedad colombiana sin acudir a los contornos sociales e históricos que le 48 GÓMEZ BUENDÍA. Ob. cit., p. 29.


darían no solamente su sentido adecuado en la indagación científica, sino también el significado de lo que esa denominada crisis del régimen político y estatal tiene para el país. La otra cara del almendrón es la imposibilidad de responder a las demandas de la globalización jurídica, la cual plantea la necesidad de incluir el conflicto armado colombiano en la onda de los tratamientos del derecho internacional. Aunque cada vez más, el tratamiento del conflicto armado en Colombia pasa por el rasero del derecho internacional, especialmente el “derecho internacional humanitario”49 de los cuatro Convenios de Ginebra de 1949 y de los Protocolos I y II de Ginebra de 1977, de esa exigencia para “humanizar la guerra”, no se espera mayor aplicación y eficacia, mientras el problema siga estando en los terrenos de una problemática socio-cultural, es decir, el almendrón de la “idiosincrasia colombiana”.

49 Lo indica Iván Orozco Abad.

En su ensayo sobre “Constitución y Reglamentación”, William Fredy Pérez planteó algunas observaciones analíticas que en esta instancia superan el almendrón hasta aquí expuesto de Gómez Buendía; por un lado, la realidad y la constitución no coinciden por fatalidad, lo que quiere decir, que no puede derivarse de la interpretación de la realidad y de la hermenéutica del texto constitucional exclusivamente la inoperancia e ineficacia del mismo, al menos que se haga un esfuerzo de permanente lectura de esas dos realidades que a su vez dependen de lo que se denomina “mapas ajustables”: Para verificar los desajustes y contradicciones de un sistema normativo, no es totalmente necesario confrontarlo con los hechos. Basta consultar la relación intrasistemática entre la Constitución y la normatividad periférica; es decir, entre aquella y su desarrollo legal. Lo importante del resultado será, finalmente, no tanto las contradicciones en sí, sino lo que permite que ellas sean tales.51 De otro lado, en una reconstrucción de las complejas relaciones entre el derecho, la crisis política y el Estado, Mauricio García destacó la casi imposibilidad histórica del Estado colombiano para proteger efectivamente los derechos de los asociados y de imponer la ley. Para García el clientelismo y la desconfianza 50PÉREZ, William Fredy. Ob. cit., p. 24. 51PÉREZ, William Fredy. “Constitución y reglamentación”. En: Estudios políticos. N.° 4. Medellín. Julio-diciembre de 1993. Universidad de Antioquia. p. 73.

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Lo anterior ha llevado a la instrumentalización inconsecuente del derecho, pues, la relación Constitución y legalidad no debería contrastarse de manera que su inoperancia provenga de sus no correspondencias con la realidad y también con su fracaso en la reducción de la impunidad. Al respecto lo que podría suscitar una adecuada reflexión sería observar las tensiones internas mismas del régimen político, es decir, las contradicciones y en el no pocas veces presente “choque de racionalidades jurídicas” y las innumerables invocaciones que desde los sectores sociales, gobierno, militares, gremios y ciudadanos se plantean al “estado de excepción”, o sea la necesidad de convertir el derecho en instrumento de lucha política contra los enemigos, sean estos los “actores armados”; delincuentes, criminales y, en último caso, los temibles terroristas con quienes es imposible la estabilidad del orden

social. Al respecto exponen de manera crítica William Fredy Pérez y Mauricio García la manera como se ha instrumentalizado el derecho y se lo ha invitado a actuar como elemento de discriminación o, como muchas veces lo repitió William Fredy Pérez, como una arma política para “derrotar a los contrincantes” por la vía legal.50


de los ciudadanos, unidos lógicamente a las competencias racional-individualistas de aplicar la justicia y el orden social, han motivado la invocación recurrente de la instrumentalización del derecho mediante la solicitud de un permanente “estado de excepción”.

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Este estado de excepción ha existido profundamente concebido por la preocupación del orden público. Desde el Frente Nacional se ha ejercido esa doble circunstancia que causa tensión; los estados de excepción han promovido un carácter militarista al régimen democrático colombiano, y sin necesidad de que se halle en el solio presidencial un “dictador” o caudillo “, se ha vuelto costumbre la utilización del derecho para la “criminalización” del disidente y de las protestas sociales y las manifestaciones públicas ciudadanas. Así, se ha ejercido una manera de utilizar el derecho y la constitución en no pocos casos, como aplicación de normas de emergencia que intentan restaurar el orden público. A partir de las observaciones Mauricio García lo explicó de manera clara: La permanencia del estado de excepción en Colombia ha hecho de las fuerzas armadas un actor político insoslayable en la estructura interna de la toma de decisiones estatales. Así, por ejemplo, la prolongación del estado de sitio en el tiempo ha incidido drásticamente en la configuración de la dinámica gubernamental, de tal manera que las tareas sociales y políticas terminan siendo subordinadas a las funciones policivas orientadas al restablecimiento del orden público. De esta suerte, la visión militar —promovida muchas veces por los mismos civiles— resulta prevaleciendo sobre otras perspectivas de tipo social o político. Esto explica que lo esencial de las decisiones jurídicas tomadas por los gobiernos de las tres últimas décadas se encuentre plasmado en la legislación de excepción. El hecho de

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que en tales normas no se alcance a dibujar una política penal coherente aumenta el poder de los órganos que las aplican, en este caso las Fuerzas Armadas: la dispersión y el caos normativo es una fuente de discrecionalidad en la aplicación del derecho.52 Cuando no, esta permanente recurrencia a los estados de excepción y a una incoherencia en la construcción adecuada de un sistema penal, deriva dentro de las dinámicas bélicas de la sociedad colombiana a los extremos que inducen a la guerra sucia, la tortura, la desaparición e incluso el desplazamiento forzado que por el control de la tierra y del territorio realizan los paramilitares coadyuvados por las Fuerzas Militares y los terratenientes. Esa guerra de guerrillas prolongada en el tiempo ha fomentado la tentativa de alternativas ilegales que se opacan entre ir y venir de la guerra sucia, y al mismo tiempo, se tiende a admitir lo incompresible de una salida “negociada” al conflicto armado. La utilización simbólica del derecho no es más que la “cortina de humo” que se va desvaneciendo poco a poco por obra de las dinámicas bélicas y la realidad social, generando así el híbrido entre democracia y autoritarismo. Como lo admitió de nuevo Mauricio García: Los gobiernos en Colombia intentan compensar la incapcidad del Estado para tratar las demandas sociales en términos políticos, con una fuerte insistencia en la dimensión jurídica de tales problemas. El déficit de maniobra política de los gobiernos propicia el uso simbólico de los discursos legales. Mientras más limitado es el margen de maniobra política de los gobiernos en Colombia y más incontrolable es la violencia, más inclinados están éstos a tratar dichos problemas de manera tal que el énfasis 52GARCÍA, Mauricio. “Estado, derecho y crisis en Colombia”. En: Revista de Estudios Políticos. N.° 17, Medellín. Julio-diciembre de 2000. pp. 21-22.


institucional se ponga en la legitimación, la comunicación y el uso simbólico del derecho y no en la obtención de resultados. En estos contextos críticos, la producción e implementación de normas da lugar a una reconstrucción de los problemas sociales y a un escape político hacia terrenos en los cuales los gobiernos pueden obtener mayores ventajas o simplemente atenuar los efectos perversos de su incapacidad política. El déficit de legitimidad, derivado y causado a la vez por la ineficacia instrumental del Estado, se compensa, parcialmente, con el aumento de la comunicación a través de la producción de discursos legales como respuestas a las demandas sociales de seguridad, justicia social y participación.53 4. “LAS SOBERANÍAS EN VILO Y LAS VICISITUDES DEL RÉGIMEN POLÍTICO-ESTATAL COLOMBIANO”

53 Ibíd., pp. 28-29.

En uno de los ensayos clásicos de la profesora María Teresa Uribe de H. titulado, “Las soberanías en vilo en un contexto de guerra y paz”, admitió que los conceptos de legitimidad y de soberanía brindan si se los estudia para Colombia, claves en la comprensión de las relaciones entre derecho y guerra. Una de las tesis que llaman la atención es que la soberanía estatal en Colombia ha estado en disputa, pues, la soberanía no se instala de una vez y para siempre, por lo demás ella es frágil, lo que constituye un estado de permanente guerra; y que en esa lucha por la soberanía del Estado, en el estado de guerra se generan vínculos, órdenes y formas de integración que escapan al control del soberano absoluto. En lo anterior se evidencia que la guerra en Colombia y las violencias que en ella se desencadenan no son obra estrictamente de un déficit de racionalidad pública, pues también los órdenes alternos generan dentro de la competencia por el poder, formas de vinculación sistémica, funcional y en el contexto del mundo de la vida. Las precarias condiciones sociales e históricas en que se ha constituido el Estado-nación han permitido la contienda, la lucha y la disputa de soberanía en el territorio nacional. Si algo caracteriza entonces a la sociedad colombiana es que el Estado-Nación no ha logrado imponer su soberanía, la cual se encuentra en disputa, por la aparición de los actores y agrupaciones que intentan arrebatarle la legitimidad y el poder político. Con ello, el estado de guerra manifiesto en Colombia, no se debe exclusivamente al mismo Estado, sino también, a problemas en la constitución de su legalidad

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Si bien se han sugerido algunas observaciones de análisis y de reflexión de manera parcial sobre los puntos que podrían constituir el entramado del derecho y la guerra en Colombia, al acercarse más detenidamente a los problemas estructurales e históricos es posible hallar algunas vías de comprensión de la crisis colombiana, siguiéndole la pista a la tesis acerca de las “soberanías en vilo” o lo que es la disputa por “la legalidad y la legitimidad” del Estado en Colombia en la configuración de los rostros del régimen político. Para esta parte del texto, como había quedado anunciado, nos centraremos muy sintéticamente en tres órdenes de interpretación y de análisis: el problema del Estado-Nación, la fragmentación regional y territorial, y la disputa en su interior por la soberanía política. Estos tres componentes establecen las tensiones, la más aguda tiene relación con el problema de la soberanía del poder político. La aún esperada consolidación

de la Nación, el papel escaso del Estado, la relación entre ciudadanos obedientes y ciudadanos en armas como articulación de las hibridaciones en el mundo político de nuestro país, son entre muchos factores elementos de integración, de orden y de estabilización, no de crisis y de desintegración de la sociedad.


y de su legitimidad que se corresponden en un tiempo y en un espacio con diversas dificultades para copar el territorio nacional. Y la violencia de estas guerras no expresan la desintegración y el derrumbe de la organización social, como se ha advertido es una de las líneas más frecuentes de interpretación, sino también, manifiesta las formas de reorganización en que se imbrican poderes, órdenes, controles y formas de integración en escenarios regionales diversos.

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De ahí que la guerra consecuencia de las debilidades del Leviatán colombiano no es por lo pronto, motor de la falta de racionalidad pública de los ciudadanos colombianos y menos una cultura de la “racionalidad privada” a ultranza exclusivamente, sino más bien es la manera en que él mismo se ha configurado y ha adquirido carta de ciudadanía, o sea, el conflicto armado de nuestro país no es obra de “desalmados” necesariamente, ni menos de “malvados inconscientes”, sino más bien, muestra la naturaleza misma en que se ha conformado social e históricamente el país. María Teresa Uribe de H. lo indicó de manera aguda: a) Que la naturaleza de las confrontaciones armadas y de la violencia molecular en Colombia, expresan estados de guerra prolongados a la manera hobbesiana y develan la existencia de verdaderos dominios territoriales, contraestatales o paraestatales, que no sólo mantienen en vilo la soberanía del estado sino que van configurando órdenes de facto con pretensiones también soberanas, b) Los estados de guerra prolongados y las soberanías en disputa, permiten afirmar que el conflicto armado en Colombia se enmarca en las guerras por la construcción nacional. Se trata de guerras por el orden justo; por la representación soberana; por el dominio territorial; por el control institucional de los bienes públicos; por la

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sujeción de pobladores y residentes.54 Empecinados en el derrumbe del país como la manera folklórica de interpretar los fenómenos de violencia y de guerra, que por supuesto, en no pocos casos, indignan a cualquier ciudadano, cuando los arranques de sentimentalismo así lo piden, esta lectura de la soberanía arroja un poco de mayor claridad sobre los aspectos que podríamos señalar como coincidentes entre el derecho y la guerra. Por otro lado, la disputa de la soberanía estatal y la erección de nuevas soberanías a través de los actores armados (ejército, guerrillas, paramilitares en lo nacional) y (bandas, milicias, organizaciones criminales y delincuencia común) convocan nuevas legitimaciones y quizá nuevas maneras de orden y control social con pretensiones de legitimidad. Con ello se trata de variar el empecinado argumento de la desintegración, del caos, de la fragmentación y de la destruccción de la organización social colombiana. La importancia del concepto de legitimaciones para observar de cerca los escenarios de la guerra es atractivo porque evidencia la manera en que los actores armados pueden constituir formas de control y de orden no propiciados por la institucionalidad jurídica estatal. En este sentido comenta María Teresa Uribe de H. Es precisamente la prolongación del conflicto en un arco de tiempo indefinido, lo que permite que se transite de la debilidad endémica de la soberanía estatal a la competencia de soberanías, donde aquella que representa a la institución legal, coexiste, se superpone o se confronta con otras soberanías alternativas, que controlan territorialidades difusas pero no logran una transferencia del poder del 54 URIBE DE H., María Teresa. “Las soberanías en vilo en un contexto de guerra y paz”. En: Revista de Estudios Políticos. N.° 13. Medellín. Julio-diciembre de 1998. p. 17.


Estado ni concitar el apoyo decidido de un sector importante de los ciudadanos de la Nación, manteniendo, eso sí, la incapacidad de los sucesivos gobiernos para someter los contradictores y hacer obedecer sus normas al conjunto de la Nación.55

Las implicaciones de estas perspectivas de análisis y de reflexión evidencian la conjugación y la coexistencia de lógicas cuya racionalidad pueden no derivarse 55 Ibíd., pp. 19-20.

En términos más concretos, la confrontación dibuja un mapa en el cual se pueden observar, por lo menos, tres tipos de escenarios: zonas de claro control de uno u otro orden, territorios de dominio variable y escenarios de órdenes múltiples y sobrepuestos... En efecto, aquí la lectura del problema debe considerar la presencia de “pequeños guerreros” y “pequeños órdenes” que, emparentados o no, relacionados o no con los grandes protagonistas del conflicto político, establecen verdaderos espacios de dominio y control, y regulaciones informales pero efectivas referidas a comportamientos individuales y trámites sociales. Es decir, que el problema de la vigencia normativa institucional y de su eficacia es, otra vez, puesto en cuestión aun en reducidos escenarios barriales. Y esto tiene importantes efectos a la hora de hacer trabajo criminológico: ¿Por qué lo hacen? Sigue siendo una pregunta que requiere primero la cuestión de ¿qué es lo que no deberían hacer?.56 56 PÉREZ, William Fredy. “Guerra y delito en Colombia”. Ob. cit., p. 25

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En una tradición de investigación que va de Norbert Elias a Charles Tilly se recoge esa idea de que la guerra genera orden y el poder político que deriva de la necesidad de consolidar el Estado-Nación. Como expresión del poder político, la racionalidad pública no sería únicamente la estimada dentro de un ordenamiento jurídico establecido por normas y leyes estatales, sino también la de los ordenamientos jurídicos de hecho que consiguen en un plano de competencia, la generación de nuevas dimensiones de orden. El caso latinoamericano, especialmente el de Colombia, muestra que la realidad histórica sobre la que se trata de construir la autoridad política y el poder que se desprende de ella han estado enredados con diversas manifestaciones de lucha y de disputa por el control de los recursos y bienes públicos, por el territorio, por la legitimidad de los ciudadanos y por el orden social. En este camino, la guerra es un motor no solamente de disputa sino también una manera de conseguir la integración de la sociedad. La idea del monopolio de la violencia y de la coacción de los ciudadanos como requisito en la configuración del Leviatán colombiano se ha difuminado por los caracteres que han adquirido los fenómenos de las guerrillas, los paramilitares y en última instancia por el narcotráfico, todos ellos entrelazados.

necesariamente de una carencia de “racionalidad pública” como se ha mencionado de manera insistente, sino de su puesta en escena a través de actores y organizaciones que no se han institucionalizado, o que siguen al margen de la del control racional del Estado. La coexistencia de la autoridad estatal y las luchas por la constitución y el control del monopolio de la violencia, de los territorios, de los recursos y de los bienes no es un síntoma patológico sino la misma expresión de la lucha por la imposición del Leviatán, asimismo, aunque el Estado tiene como pretensión esencial excluir a los individuos del uso de la violencia y utilizar la violencia organizada mediante la racionalización del conflicto por la ley, se podría admitir entonces:


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En el centro de estas apreciaciones se encuentra la radical reflexión de las tradiciones de la modernidad política que han dado cuenta de procesos de racionalización de la sociedad mediante consideraciones históricas que dejan las huellas de interpretación donde es difícil situar las bifurcaciones y las hibridaciones de realidades sociales y de los conceptos de la política. ¿Qué es lo que no deberían hacer los ciudadanos en armas? ¿Es válida la representación social de un soberano absoluto que impone y castiga? ¿Valen las disputas y las luchas que los ciudadanos en armas pueden realizar frente al Leviatán? ¿Entonces qué sentido tienen la democracia, la Constitución, el derecho, el Estado-Nación y la ciudadanía como experiencias de la organización social dentro de la modernidad? Lo que sería inevitable es tratar de adecuarlos y sin el vago sentimentalismo de lo que se vislumbra como desorganización, desorden, desintegración y caos, la violencia y la guerra en Colombia muestran las caras de diversas y diferentes maneras de organización, integración y vinculación dentro de la sociedad. Así lo manifestó María Teresa Uribe de H. en sus ensayos compilados en la obra “Nación, ciudadano y soberano”57, de la cual se puede advertir su análisis heterodoxo para la comprensión de la situación colombiana y que en parte se ratificará en los trabajos sobre “Guerra y delito en Colombia” que hemos reseñado de William Fredy Pérez y el trabajo “Guerra, soberanía y órdenes alternos”58 de Manuel Alberto Alonso y Juan Carlos Vélez. En su extenso ensayo titulado “Los destiempos y los desencuentros: Una perspectiva para mirar la violencia en Colombia”, María Teresa Uribe de H., expresó el hilo conductor de estas notas: 57 URIBE DE H., María Teresa. Nación, ciudadano y soberano. Medellín: Corporación Región, 2001. 58 ALONSO Manuel Alberto y VÉLEZ, Juan Carlos. “Guerra, soberanía y órdenes alternos”. Revista Estudios Políticos. N.° 13. Medellín. Julio-diciembre de 1998.

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La violencia no constituye un evento patológico, exógeno o ajeno al devenir de la sociedades o a su existencia colectiva; por el contrario, es un fenómeno que acompaña al desenvolvimiento de las relaciones en su más amplio espectro, tanto en la órbita de lo privado como en la de lo público; la violencia es un Universal de la historia, un constante hilo de pervivencia social en torno al cual se destruye y se construye la vida de los grupos, de las etnias, de las clases, de los pueblos, de los Estados y de las naciones. Tras estas huellas es conveniente que los fenómenos políticos contemporáneos y especialmente los que se refieren al derecho como al ordenamiento jurídico sean contemplados en sus causas justas y sin miradas desproporcionadas del horizonte de la realidad. La coexistencia de la legitimidad y la legalidad con expresiones de ilegalidad y de confrontación de la soberanía no puede suponer que se esté dando en el país, la autoaniquilación, el resquebrajamiento y la destrucción de éste. Las violencias que se hacen presentes en los diversos escenarios y en los diferentes espacios de la vida social colombiana no promete la desintegración y la desarticulación del país exclusivamente leído de manera dramática, es también una forma en que se han ido configurando órdenes sociales y experiencias de articulación de los ciudadanos por otras vías. Tanto las nociones de la política como las del derecho y muchas otras sólo se dinamizan al calor de las ebulliciones sociales, de manera que es presumible que se pueda leer la realidad colombiana en la tensión que estas realidades conjugan. Podría finalmente caracterizar dos aspectos que en el desarrollo del texto aún están pendientes, ¿Y los ciudadanos? Aunque se ha hecho centrar en la problemática del Estado y en los aspectos de la soberanía y la legitimidad, por un lado y en una apretada


síntesis y como derivación de lo anterior, las relaciones de la guerra y el derecho en Colombia se podrían ampliar desde algunas de las hipótesis que sugieren Manuel Alberto Alonso y Juan Carlos Vélez: La guerra en Colombia desconfigura al orden normativo del Estado pero, al mismo tiempo, produce órdenes y territorios en los cuales está en cuestión el principio de la constitución de un monopolio público de oportunidades, y, fundamentalmente, el principio de la construcción del monopolio público de la coerción. En último término, el estado de guerra que vive el país diluye el orden de lo nacional y lo regional pero, al mismo tiempo, funciona como el instrumento utilizado por múltiples actores para fijar nuevos territorios y fronteras, nuevas formas de autoridad y nuevas soberanías.59

59 Ibíd., p. 68.

En esa perspectiva, el capítulo de Gutiérrez Sanín, plantea una interpretación polémica y heterodoxa sobre la ciudadanía, la posibilidad de relacionarla en un marco de conflicto y de violencia que parecería contradecir su naturaleza.61 Para Gutiérrez, el interés de la ciudadanía en Colombia ha derivado de dos contextos específicos; después de la Constitución Política de 1991, la invocación de la ciudadanía se expresó ante todo por la necesidad de reconstruir el tejido social, derruido por la expansión de la violencia y por la demanda de superar los escenarios de la vieja política colombiana. La invocación de la ciudadanía fue el esfuerzo por separar lo cívico de lo militar,62 y en el sentido de Gramsci, contrapuesto a lo político. La idea de la ciudadanía en Colombia ha sido construida en la interpretación corriente como opuesta a los actores armados y esta comprensión ha dominado no solamente la idea del ejercicio de la Constitución Política sino también, la generación de proyectos sociales que se comprenden a sí mismos como los que fomentan la pacificación de la sociedad. La conformación de la ciudadanía 60 Es clara la reconstrucción que en este sentido realiza la profesora Gloria Naranjo, en la cual, la ciudadanía comporta diversas prácticas y experiencias sociales, donde se manifiestan sus configuraciones plurales: el patriota, el cosmopolita, el subjetivista y el híbrido o mestizo. “Representaciones de ciudadanía”. Ciudad y ciudadanía. Bajo la lente del conflicto urbano. Medellín: Corporación Región, 2001. 61 GUTIÉRREZ SANÍN, Francisco. “¿Ciudadanos en armas?. En: Las violencias: inclusión creciente. Bogotá: CES, 1998. 62 Ibíd., p. 187.

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Puede parecer inconcluso el rostro de este Leviatán, desfigurado acaso por la disputa de su poder por actores y organizaciones que compiten en su orden y en su legitimidad, pero no basta con acercarse a estos marginales apuntes sino se hace alusión al ciudadano. Para ello trataré de construir algunas anotaciones al margen del texto de Francisco Gutiérrez Sanín quien logra mirar el problema de la ciudadanía, ya no como en su discurso moderno ilustrado del ciudadano obediente, sino aquél que se conjuga con el de las disputas de la soberanía. En el contexto de la discusión de la ciudadanía se advierte que ella dinamiza las formas de participación y de representación de la política, legitima la acción del Estado y se corresponde bajo la legitimidad con la importancia de un orden jurídico que respalda la violencia organizada de éste. Con todo, la idea de la ciudadanía comporta la superación de actitudes y comportamientos tradicionales que son desligados de las relaciones naturales:

parentesco, subordinación, dominación autoritaria y obediencia esclava a una fuerza externa. Para la investigadora Gloria Naranjo, la ciudadanía mantiene una tensión entre la historia y la cultura, es decir, no solamente es una manifestación histórica entendida como un “proyecto en construcción”, sino también, se encuentra mediada por las diversidades de la cultura60 de acuerdo con los ambientes sociales en la que se genera.


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pondría fin al estado de guerra en la sociedad colombiana. Sin embargo, por medio de la propaganda y los medios de comunicación, los ciudadanos en armas, los potenciales defensores del orden dentro de la lógica del asentamiento del Leviatán, son movilizados de manera permanente con la opinión pública. Los llamados a la defensa de las instituciones y de la patria, en no pocas ocasiones generan actitudes xenofóbicas, de destrucción del enemigo que se convierte en absoluto y se impide su interlocución como sujeto político. Con todo, para Gutiérrez, largas tradiciones de estudio e investigación han insistido en la imagen del ciudadano armado, esto es, aquella figura cuya función “militar no sólo es el cimiento sobre el que reposa la república sino la fuente principal de virtudes cívicas”.63 El ejemplo dado por Maquiavelo sobre los ciudadanos en armas, transmite la posibilidad de pensar desde un horizonte diverso la idea de la ciudadanía, no solamente como defensor de la libertad sino también como síntesis del derecho y los deberes de la educación cívica.64 El ciudadano armado se incorporó en nombre de la guerra y de algunas instituciones, entre otras, las guardias nacionales. Para Gutiérrez esta lectura del ciudadano permite comprender y abrir nuevas formas de interpretación de la violencia en Colombia, que ha sido asociada a formas de desintegración y de fragmentación sociales. De este modo dice Gutiérrez: “Por el contrario, una parte muy significativa de nuestra violencia contemporánea, tanto en su factualidad como en su génesis, está asociada a configuraciones sociales que muestran claras regularidades e importantes niveles de institucionalización”.65 De acuerdo con este acercamiento, lo que el terror y la violencia generan, no 63 Ibíd., p. 187. 64 Ibíd., p. 187. 65 Ibíd., p. 188.

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son exclusivamente manifestaciones de desarticulación, de desvinculación y de desintegración de los ciudadanos, sino más bien, promueven valores protocívicos: defensa, enemistad, entrega, vigor e intolerancia a la diferencia. Ello quiere decir, que los ciudadanos armados pueden propiciar escenarios y relaciones de incorpración, de reconocimiento y de bienestar que por otras vías, supuestamente civilizadas no se podrían lograr. En este sentido Gutiérrez es concluyente: “la violencia se pone al servicio de una pedagogía moralizadora”.66 En las reflexiones de Gutiérrez se desarrollan claramente las relaciones que las virtudes cívicas como formas de expresión del control social público de los ciudadanos en armas tienen con el territorio. Para Gutiérrez Sanín, el territorio no solamente define un espacio social sino también experiencias culturales conexas con las identidades y los referentes grupales, un nosotros y un afuera, extraño o enemigo.67 Los ciudadanos en armas se definen por su naturaleza territorial, en los términos anteriormente descritos: histórica y culturalmente. Ante la política de la guerra se generan concepciones de la moral y la adquisición de derechos que aun manifiestos como formas de acción violenta adquieren legitimidad y creedibilidad social. En este sentido, el autor muestra claramente cómo la organización armada produce integración, orden y control social. Estas organizaciones armadas se reivindican como educadores cívicos o lo que es lo mismo, como educadores de los ciudadanos, tanto en el plano íntimo como en el colectivo. Los particularismos territoriales que expresan los diferentes ciudadanos en armas constituyen un motor de incorporación a un contexto y a unidades mayores: la ciudad, la región y la nación.68 Con 66 Ibíd., p. 189. 67I bíd., p. 190. 68 Ibíd., p. 194.


todo, la imagen de la institucionalidad y la ley que encarnan los ciudadanos armados es una muestra de que la interpretación superficial de sus actuaciones no permite observarlos en su trasfondo, de ahí que: En cambio, una razón profunda para que se produzca un bloqueo tan intenso como el que se nota frente al Estado de derecho es que la información es uno de los grandes recursos de guerra en ciudades militarmente parceladas; en un contexto semejante, es imposible acceder a niveles mínimos de garantismo y de libertad de expresión. La logística se superpone a la noción de derecho. La escala misma de lo delictivo queda por tanto asociada a la información.69 Los procesos de información determinan el nosotros y el ajeno o peligroso, hasta configurar el enemigo, en los ciudadanos en armas se representa la moralidad como una forma de presión y de control social, pero también como una necesidad de normatizar y construir órdenes sociales, así lo estimó Gutiérrez quien aseguró que es la representación de la comunidad la que se evidencia en sus ideales de la construcción social. Desde allí la demanda de seguridad entre los ciudadanos se une a la necesidad de la moral cívica, que se aplica con la idea del orden público, es decir, “la capacidad de manejar y de ordenar las pasiones”.70

el orden social concebido en la influencia del cuerpo armado o de los ciudadanos en armas. Para concluir , la idea del ciudadano no se limita a una idea de cultura cívica que supone valores y normas fundadas en las racionalidades propias de los proyectos de larga duración: educación, ilustración, tolerancia, libertad, igualdad, intereses colectivos y comunes, participación y representación democrática de los asociados, voluntades individuales y racionalidad pública; los ciudadanos en armas son también expresión de los ideales cívicos de la ciudadanía: orden, obediencia, integración, articulación y vínculos sociales. Y concluye Gutiérrez Sanín: “El temor y la intimidación se recubren con un manto de pedagogía, lo que implica también tener a disposición una serie de teorías y visiones del Estado”. El ciudadano en armas constituye una nueva expresión de la institucionalidad y de la sustitución del Estado, no necesariamente su eterno contrincante.

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Se deriva de esas ideas de la moral pública, la idea de la limpieza que, según Gutiérrez Sanín, configura una especie de pedagogía consistente de la enseñanza y del comportamiento de los ciudadanos en armas: ¿qué se debe respetar y legitimar? Lo anormal, lo diverso y diferente, el descontrol y la falta de integralidad, denuncia que la incidencia del poder moral público, cuestiona y desajusta 69 Ibíd., p. 195. 70 Ibíd., p. 196

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CUENTO, TERCER PUESTO “LÁGRIMAS DE LUNES” Por Teresita Barrera Madera … A lo largo de la historia las lágrimas han cumplido tres misiones: han atraído a los espíritus, han rechazado a los que pretendían ahogar y encadenar el alma sencilla y han sanado las heridas de los pactos desventajosos hechos por los seres humanos”... Clarissa Pinkola. (*) Sus recientes dificultades, comenzaron una semana atrás, cuando se vio abocada a examinar los hechos que le presentaron a cuenta gotas y después de muchas peripecias, los encargados de hacerle llegar la información. Está despierta desde la madrugada; hoy como ayer y antes de ayer y los días que le antecedieron en reversa, no ha logrado conciliar la decisión que tomó _y que hoy hará pública_, con la confusión que bulle en su cerebro. En otras ocasiones, una vez elegía la opción que le parecía acertada, la elaboraba con cuidado y el resultado final lo asumía con idéntica felicidad a la que experimenta la parturienta cuando contempla por primera vez al fruto de sus entrañas. No se trata en esta ocasión, realmente, de un hecho novedoso. De esta manera o de otra, siempre debe enfrentarse con la muerte y lo hace, sin cuestionarse. Pero esta vez, es distinto y teme reconocerlo. De forma más pronta que de costumbre, logró cumplir la rutina de levantarse; organizar la cama; bañarse; escoger la ropa del día, desayunar cualquier cosa y salir, no sin antes, guardar en su bolso la revista que le llegó el día anterior y que le entregan cada domingo en su apartamento. Estaba aún en su empaque de correo.

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En la calle, la algarabía del despertar de la ciudad. Saludos en la portería; mujeres llevando niños ajenos en sus brazos, para entregarlos a los encargados de sus rutas escolares quienes los recogen y atienden las indicaciones sobre teteros y medicaciones. Hombres muy jóvenes y chicas adolescentes vistiendo su uniforme de colegio, que parquean sus motos bajo el arbolito incipiente, un poco más abajo de la puerta de acceso al conjunto residencial, para dejar en el aire los espirales de marihuana que invaden el ambiente y alborotan a los pájaros. Ojos que se enfrentan al reto de un nuevo día a través de la roja luz de sus pupilas, que cubren luego con anteojos soberbiamente negros. El corre corre de todos por llegar rápido a la vía y encaramarse rápido al transporte que primero pase y les lleve hasta donde necesitan ir. La estación de abordaje.


Luego, mientras el metro se desliza devorando los trayectos que la separan de su oficina, la mujer se olvida de sus afanes por llegar a tiempo. Repasa mentalmente, lo escrito por Clarisa Pinkola sobre las lágrimas. Sacude la cabeza con ademán de espantar de la misma, lo que no quiere enfrentar. Una vez ubicada en uno de los asientos inamovibles del coche, extrae de su bolso la revista y la hojea. Lo primero que encuentra es la noticia sobre una tragedia. Tiene el impulso de guardarla sin detenerse en sus novedades. __ ¡Lo que menos necesito en este momento, es precisamente noticias sobre tragedias! __ se dice, mientras suspira hondo. Sin embargo, se filtran hasta sus ojos unas imágenes enormes, que ocupan casi toda la página y que sostienen en su borde superior un título: “Los condenados de la Tierra”.

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La curiosidad domina. Se fija en ellas. Se trata de una joven y un niño de ojos muy grandes, dilatados, desde los que se desprenden hilillos que se deslizan hacia la comisura de sus labios. Revelan sus cuerpos maltratados, envueltos casi por completo en el barro esparcido como harina por la superficie oscura de su piel. Los percibe aturdidos observando a su alrededor, en tanto, la angustia experimentada en las últimas horas de sus vidas, __imposible de ocultar__, asoma a sus caras. Esconde en el fondo de su bolso, la revista. En aquel momento la mujer, en soliloquio mudo, se dice, mientras una a una, las estaciones del metro van quedando colgadas en medio del valle: __ No es únicamente su propio horror. Se les ha adherido también, el dolor y el espanto de sus padres, hermanos, hijos, vecinos, amigos. Son sus rostros, fotografías vivas

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de la desdicha y la malaventura, cubiertos de lágrimas… Ellos tampoco se sustraen al cumplimiento de la regla: Los humanos, en cualquier lugar del planeta en que nos encontremos, constantemente, nos alimentamos de pedazos de angustias, las propias y las ajenas. Desde su punto estratégico de observación, su cerebro, y ante la crudeza de las imágenes que examinó en la revista _que aparecen como trasfondo del retrato principal_ y que no se apartan de su memoria; imágenes de Haití y la desesperanza, reflejada en la ausencia de lágrimas en los ojos de esos zombies fotografiados, porque quienes sobrevivieron, es lo que le parecen, ella se pregunta: __Será que estas gentes, se dedicaron antes de la tragedia, a llorar sin compasión sus desdichas y sus lágrimas atrajeron a los espíritus? __ ¡Hay!... ¡Cuáles espíritus!__, se regaña. Y de inmediato, replica su otro yo: __El espíritu de la tierra! __ ¡Claro! __ se afirma entonces, tratando de convencerse. __ ¡He ahí la explicación!... En ese momento, sus pesquisas mentales se interrumpen abruptamente. Escucha el ruido de un pito estridente y ve acercarse a dos muchachos bien compuestos en sus uniformes de policías, que le ordenan descender del coche metálico, pues el tren ha llegado a la última estación. __ Disculpen, no me había dado cuenta __ dice mientras se levanta ágil de la silla. Ninguna respuesta. Ni siquiera un asomo en la mirada que le permita deducir que alguno de los verditos, la escuchó. Siguen caminando como autómatas, revisando


vagones, indiferentes y lentos por el extenso pasillo, dejándola atrás. Alcanza a caminar algunos pasos, luego de descender del tren; pero se detiene inconscientemente, ensimismada.

entonces. Al punto, que cuando el profesor preguntó mi opinión, no logré emitir ningún sonido. No pude decir N A D A!... Qué vergüenza! Aún me ruborizo cuando evoco aquél episodio.

__ Disculpe, no puede permanecer en este pasillo!....__, dice una voz.

Cae en cuenta, al abordar este asunto olvidado por muchos años, que en aquella ocasión sus lágrimas no cumplieron la misión de sanar las heridas que dejó en su alma, ese pacto que hiciera con ella misma. A todas luces desventajoso e inconveniente cuando trató de aprender de memoria, por lo menos, los dos primeros fragmentos de ese discurso que no comprendía. Ahora avanza cavilosa, escuchando lejanos los sonidos de sus tacones, producidos al golpear sus zapatos, el piso brillantísimo de la estación:

Nuevamente, sus pensamientos se interrumpen. La increpa ahora, otro aprendiz de policía. Este, como si se tratara de un rasgo común, identificador de los humanos modernos, también carece de brillo en la mirada. Como androide, repite ese estribillo __orden de desalojo de corredores__ de igual manera que se repiten las lecciones que se aprenden de memoria, pero de las que no se descifra su significado. Levanta la cabeza. De hecho, a ella le ocurrió así algunas veces. Vertiginosa, una imagen olvidada, llega desde los subterfugios de su cerebro. La envuelve y la traslada a una de los aulas del claustro universitario, donde se preparó para ejercer la profesión que hoy la desencanta, pero que mañana otra vez,__ella lo sabe__ si acaso hay mañana, la entusiasmará de la misma forma que el primer día . Recuerda y se dice:

En la ruta de salida, encamina sus pasos hacia unas escaleras metálicas que descienden hasta la calle. A este momento, ha cruzado el torniquete que la expulsa del sistema de trenes y la deja en el lugar de parqueo de buses, especie de apéndice de este medio de transporte público. Elige uno de ellos.

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__ Todavía me reprocho la acérrima manera como me empeciné en aprender de memoria la primera parte del “Discurso sobre el Método”, solo para demostrar a mis compañeros, que era capaz de “filosofar con sentido”, justamente, cuando a ese tema apuntaba mi investigación en la clase de filosofía. _ Decía… qué decía? …Algo relacionado con el sentido común o buen sentido. No recuerdo, ¡qué lástima! Pero, ¡caramba!, sí que me encontraba perdida en la interpretación de ese texto en aquél

__ Asumo que este último muchacho, con el que me acabo de cruzar. De mirada plomiza, perdida en el fondo de esas pestañas pobladas y lacias, que me recuerdan las de mi hijo y que me ha llamado la atención porque me detuve en un sitio no permitido, debe tener “buen sentido” cuando repite su codificada frase, mil veces dicha en un mismo día, a miles de destinatarios anónimos ( uno de ellos fui yo ), porque, según Descartes, el buen sentido es igual en todos los hombres. La diferencia surge entre hombre y hombre, cuando utiliza su inteligencia, que le permite elegir. Sin embargo, yo le digo señor Descartes, el problema es ese: la elección.


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Al frente del volante está un hombre, de aproximadamente 35 años, que viste camisa verde, en tono claro. Es su uniforme. Lo observa mientras se une a la corta fila de los que abordan. El hombre se ve cómodo en su oficio. Parece que no le afecta la noticia del terremoto. La frecuencia de su radio, transmite imágenes habladas de lo que están presentando las pantallas de televisión del mundo, según dice a través de una conmovida voz un locutor; el volumen es exagerado. La mujer le presta atención a la noticia:

reflexiona, mientras igualmente entrega su tiquete naranja y pasa la registradora: __ Me parece estar escuchando la lectura de uno de los libros de Gioconda Belli.

__ … El agrietado piso de lo que fuera la plaza principal, está ahora cubierto por los cadáveres de personas de todas las edades, que han sido rescatados por los organismos de socorro, y puestos allí, en improvisada morgue. Los edificios, donde otrora tuviera su sede el gobierno nacional, están prácticamente destruidos. Las fachadas que todavía permanecen en pie, se encuentran débilmente sostenidas por alguna que otra columna, que aún no se desploma. Los heridos son conducidos a improvisados albergues, donde personal hospitalario internacional, que ya hizo presencia en el lugar, atiende a los miles de damnificados. Los niños, heridos, llorosos, se aferran a las piernas de sus madres, algunos ya con sus cabezas vendadas, mientras ellas agonizan. …Las réplicas, en menor intensidad que las subsiguientes a la debacle, se siguen produciendo…”

La pregunta queda suspendida en el aire, mientras otro hombre se acerca al conductor. Ya se ha acomodado la mujer. Lo hizo en uno de los asientos delanteros, donde sabe, no la incomodará el sol. El recién llegado, que permanece de pie en el exterior, al lado de la ventanilla del chofer, toma apuntes en una pequeña cartulina. Mira su reloj, le indica algo al chofer y por fin, el vehículo emprende la marcha.

__ ¡Qué impresión! __ dice un hombre mayor, de aproximadamente 65 años, vestido de overol, que está subiendo al bus, mientras entrega su tiquete al conductor. __ ¡Pobre gente!, ¡Que Dios nos libre de algo así!__ Se santigua. La mujer, al escuchar a quien la antecede,

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Otra vez, su oído se concentra en la transmisión. En este momento, el anunciador de cables noticiosos, se está preguntando, como hablándose así mismo: “__ Qué será de Haití, el país más pobre del hemisferio, después de uno de los peores terremotos del siglo?”

Ya no pasan noticias por el transmisor instalado en el rodante. La frecuencia ha sido cambiada. Se escucha la estridencia de una canción. A través de un espejo situado en la cabina del chofer, por encima de su cabeza, la mujer alcanza a observar los rostros de algunos de los ocupantes. Sus semblantes son plácidos. Uno de ellos, incluso, mueve sus labios, siguiendo mudo la letra de la cancioncilla. Punzadas en su cabeza. Nuevamente irrumpe en su razón el asalto desordenado de sus ideas: _ De estas personas, creo que ninguna piensa en las alfombrillas de cadáveres, extendidas por el suelo haitiano. Ni en las lágrimas de los sobrevivientes, que siguen convocando espíritus. Ni en las lágrimas de quienes han pretendido ahogar en ellas su


tragedia. Ni tampoco, en las de quienes han sellado con ellas pactos muy desventajosos cuando, por ejemplo, por una circunstancia cualquiera; con la convencida intención de evitar sus efectos nocivos e inimaginables, han exclamado: _¡trágame tierra!__ , porque literalmente, así le ocurrió a un gran número de personas en ese país… Hoy, no me lo creo; hoy, cuando mi piel se niega a seguir cubriendo mis músculos. Cuando descubro que me estoy descarnando… yo también quiero gritar: ¡trágame tierra! _ . Gemido que nadie escucha. Su rostro se contrae. El vehículo avanza. Aparece ante sus ojos, la cinta gris de la carretera, bien pavimentada. El río, en la orilla derecha, va desapareciendo por tramos. Solo su olor, les recuerda que sigue ahí. __ Huele a río __ murmura la mujer. Lo busca desde sus ojos y con la voz de los sin voz, le habla:

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__ Escúchame! A ti te hablo, río que trepidas y reciclas las lágrimas de la tierra, cuando solloza al darse cuenta que llevas en tus ondas contaminadas, no a los miles de cadáveres haitianos, sino los despojos de aquél desdichado que algunos meses antes te fue arrojado , para que lo devorara tu torrente. Te concibo como un río de conciencia indescifrable; como el cómplice que oculta los rencores de aquellos que, locos, los vomitan en tus orillas al ritmo de un reguetón y bajo los efectos del alcohol y los alucinógenos. Mismos que les sirven de motor, para impulsar sus improvisados, macabros planes. Destrucción eléctrica, conectada desde sus almas hasta sus ojos, brazos y manos, en las que empuñan armas de fuego o armas blancas. Manos que tú lavas en medio de las caricias que prodigan

tus aguas frescas. Manos que se levantan contra el cuerpo del elegido, al compás de su corazón y aún, al compás de la sinfonía inentendible de sus propios corazones. Manos que se levantan contra el corazón albergado en el pecho de su cordero, que sin saber cuándo; de compañero de juegos infantiles, se convirtió en su enemigo. Corazón que, malherido, deja de latir ante el impacto del tiro de gracia; o de las últimas puñaladas. La número tres, la 45 o la número 60, para ti carecen de importancia, porque tú sigues danzando la sinuosa danza de la muerte que es igualmente, el concierto de la vida. No lo dudo: Tú, río longevo pero vital, recibiste aquella noche de luna llena, el cadáver del jugador de canicas y con respeto o con remordimiento, lo llevaste hasta un destino final; el que tú elegiste. Tenías la potestad, estaba en tus brazos, te lo regalaron. Hacía parte de tu basura. Sin embargo procediste conforme con tu naturaleza sublime. Lo llevaste al encuentro de otros hombres, investidos ellos con otra clase de autoridad. Hombres razonables y provistos de “buen sentido”, que dieron su informe: se halló un NN de aproximadamente 15 años, en las riberas del río, a la altura del municipio de La Virgen. Viste jeans y camiseta negra con estampado.En su mano izquierda, fuertemente apretada, se halló aprisionada una canica. Por su fase de descomposición y mutilación, su muerte pudo haber ocurrido, cuatro días atrás. En ese instante, lo presiento __ se afirma, en medio de un suspiro ahogado la mujer __, te liberaste de un peso grande!… Y desde entonces, sin parar, continúas tu ondulante y melodioso recorrido por esta tierra a la que no habrás de retornar jamás, luego de haberte alimentado de nuestra carne y de nuestra sangre. Luego de haber recibido también, la abundante y salina agua del torrente de nuestras lágrimas.


Se estremece. Fue la presencia del río la que arrastró en sus ondas, sus pensamientos hasta ese asunto del que ha querido desbandarse. Hoy, tiene que hacer pública su decisión. Movimientos arrítmicos en su pecho. Así lo percibe, justo en el hoyuelo donde alberga una mitad de sol, _efigie que descansa en su cuello suspendida por una corta cadena de plata_. Su acto de respirar se dificulta, se torna en jadeo. Se ve obligada a tomar aire, l e n t a m e n t e… Minutos después, la respiración fluye sin obstáculos.

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El bus se detiene, ante la solicitud de una viejecita:__ Señor, déjeme en el puente. __La anciana, con la dificultad generada por las voluminosas carnes que forman sus caderas y la estrechez del espacio de salida, desciende. El rostro del conductor, impasible. El sol, candente, se hace sentir en las latas del rodante, en la piel de los viajeros. Las montañas, reverdecen, palpitantes de vida. No hay nubes en la esfera azul. El vehículo continúa su marcha por la vía, ahora con algunos baches. La mujer, busca en su bolso el celular; lo encuentra sin esfuerzo. Coloca los audífonos al mismo, extiende el cable hasta sus orejas. Trata de sintonizar alguna emisora, que transmita otra cosa. Quiere disociar la atención de sí misma. De pronto, resurge en sus oídos, disminuida, la voz del locutor; el que desintonizó el chofer: __ Desde cuando se sacudió del yugo colonial de Francia, hace 206 años, Haití ha estado marcado por la inestabilidad política y un inusual destino adverso. “Haití obtuvo su independencia muy pronto y el mundo aún no estaba listo para una república negra. Así que durante varios años el país se mantuvo arrinconado” , dijo Amy Wilentz, autora del libro…

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__ ¡Pero qué estoy escuchando!__ reacciona la mujer__ Ese comentario me irrita…! Parece que hoy, todo me irrita!__ Frunce el entrecejo.__ Probablemente, __ piensa__ de la misma forma que lo hace ese periodista, reflexionarán quienes no se desprenden de sus conceptos atávicos, anclados en sus cerebros de frijolito seco. Y tal vez, hasta afirmen con absoluto convencimiento: -“Por eso, por negros y por ignorantes y por pobres los arrasó ese suelo al que tanto se apegan”!¡Y hasta sentirán alivio por tan providencial ayuda! Qué horror!__ exclama en voz alta la última frase, provocando la reacción de los pasajeros, que dirigen su mirada interrogadora, hacia ella. Al sentirse observada, enmarca lo que pudo ser una sonrisa, en un gesto penoso, mientras su semblante refleja la inasible confusión que flamea en su interior, que la acalora; la envuelve hasta casi asfixiarla. Pero no pasa nada. Otra vez, los viajantes, regresan a lo suyo: sus personales preocupaciones. La mujer, retorna a su espacio propio: __ Me resulta incomprensible que así piensen tantas personas todavía. __ Extrae un pañuelo facial de su bolso y lo pasa con delicado ademán, por su rostro pálido, discretamente maquillado. __ Me puede dejar en el hospital, señor? Pregunta al chofer, el hombre del overol. Este asiente y el bus empieza a disminuir la velocidad. Ya no circulan por la línea gris del pavimento, sino por unas callecitas estrechas abiertas en medio de construcciones de uno, dos o tres pisos. Vías que reflejan el esmero en su mantenimiento. El calor sofoca, no obstante marcar el reloj de la única torre de la iglesita que acaban de pasar, las 8:10 de la mañana. A esta hora, las tiendas de este municipio del norte del departamento abren


sus puertas para dar paso a los hombres y mujeres, pulcros que se disponen, escobas y paños rojos en mano, a emprender la tarea del aseo de sus habitáculos comerciales. Como tirones de viento quedan en los oídos los saludos que se cruzan. El bus se detiene y baja el hombre que busca el hospital. El rodante reinicia la marcha. Con pesadez asciende por una calle y abruptamente, se detiene en la mitad de ella, mientras emite un estruendo, sonido que libera la bocina accionada por el conductor. Entonces, surge como una aparición, desde la puerta de una casa de dos pisos de muros amarillos, una niña de escasos 7 años vistiendo todavía su ropa de dormir. Se acerca con un envoltorio en sus manos. __ Aquí está el desayuno papi y que le mande a mamá veinte mil pesos__ dice con tono acentuado. El hombre estira el brazo. La niña sube con torpeza el primer escalón de la única puerta del bus por el lado derecho y le entrega la bolsa de tela mientras escucha la respuesta: __ Entréguele a su mamá esto y no ande usted mucho la calle…

__ ¡Oiga, hermano! No es hora de pendejadas!…¿No ve que tenemos afán?

__ ¡El del parque!__ grita el chofer con alterada voz a la par que detiene la marcha del vehículo de un frenazo. Descienden sin protestar la mujer y tres de los cuatro ocupantes que todavía estaban pendientes por llegar. El carro continúa calle abajo y en él solo quedan dos hombres: el guía de la máquina y el individuo del vozarrón atroz y tono malgeniado. Entre tanto, la mujer toma la acera paralela a la iglesia principal en cuya pared lateral, varios obreros pican adobes de la base, humedecidos y rancios, para cambiarlos por los que ya aparecen arrumados a lo extenso del andén. Ella se dispone a apagar su celular, justo cuando el locutor, con inflexiones de voz que percibe afectadas por su tono grave, está diciendo: __ “… Nicolás Sarkozy, de Francia, y Barack Obama quieren organizar una conferencia internacional para planear su reconstrucción. ‘Es la ocasión para ayudar al país a acabar con la maldición’, declaró el mandatario galo…” ¡CLICK! __ ¿Dolor presente egoísmo ausente? Quién sabe…__, se cuestiona suspicaz, la mujer. Retira los audífonos de sus oídos mientras atraviesa sin prisa la calle en medio del bullicio que provocan los hombres, que a esta hora descargan de varios camiones, las mercancías para el supermercado que ocupa

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Sin decir nada la niña, flaquita como culebra y de piel pálida, recibe el billete de diez mil pesos que le entrega el hombre y de un brinco abandona el bus. Su cabello no muy largo, brillante y escaso, ondea. La pequeña en actitud alegre se aleja saltando. El hombre sonríe mientras la observa hasta que una tosca voz de varón al borde del paroxismo, lanza un grito desde uno de los puestos de atrás. Giran las cabezas:

El bus reinicia su viaje con chirrido de llantas. Termina de subir la estrecha calle y voltea hacia la izquierda, para iniciar un descenso brusco que sacude a todos, hasta casi expulsarlos de sus asientos.


el primer piso de este edificio de tres, situado en el marco de la plaza. Llega hasta una puerta abierta de par en par e ingresa junto con uno de los hombres que lleva sobre sus hombros algunas cajas de mediano tamaño. Él se dirige a la bodega en el tercer piso. Ella asciende los escalones que la conducen al segundo piso. Aún no logra zafarse de su cavilación sobre las lágrimas. Repite para sí misma, el mismo grito inaudible que no quiere escuchar y que viene abriéndose paso desde hace varios días, a través de las liosas celdas de su cerebro. Son las palabras de Clarisa: __ ¡Estoy harta de llorar, estoy hasta la coronilla, quiero detenerme…!__

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Acto seguido, musita, sin atender las miradas que la siguen: __ Tengo la certeza, producto de lecciones grabadas profundamente con cinceles de hierro en mi conciencia, que es el alma la que se derrama a través de los ojos. Y esa liberación de diques genera defensas a pesar de la hartura que produzca esa aparente muestra de debilidad. Tal la razón por la que es preciso seguir haciéndolo! Hasta que se colme la necesidad! Para que ese conocimiento lo asimilen a través de las memorias genéticas, las generaciones que nos precederán. También se que este fenómeno no tiene duración eterna. Acaba, como dice Clarisa, cuando el alma agota sus expresiones. Cuando empleando tan sabia manera, se recompone… _ Aire que ingresa a los pulmones por la boca entreabierta, a propósito y oxigena su torrente sanguíneo. Sus pisadas firmes se elevan, una más alta que la otra cada vez, a la altura de los escalones, rítmicamente. __ ¡Buenos días!__ dice alguien.

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__ ¡Buen lunes!__ responde ella. El patio interior; las materas donde reposan arbustos de hojas verdes y brillantes; algunas personas circulando mientras esquivan las palomas; el sonido de micrófonos que se ensayan y sus pies que ya no suben escaleras, le anuncian que ha llegado. Sus pasos en superficie plana. Ingresa a la segunda oficina. Mientras guarda su bolso en el armario, con el rabillo del ojo, percibe el recorte del periódico que guarda bajo el vidrio de su escritorio. Es su caricatura favorita: Lee: __ “Para la sociedad, nosotros no somos pudientes, sino pudrientes!”__ (**) Con la sonrisa que siempre se le escapa cuando lee tan cáustica frase, observa a su alrededor mientras toma asiento. Se dirige con voz amable, al hombre que, agenda en mano, acaba de irrumpir en su dependencia: __ ¡Hola, Duquecito! Cuáles audiencias nos esperan hoy? El hombre, con la serenidad que dejan los años en el rostro, en tanto ubica la fecha, responde: __ ¡Buenos días, doctora! A las 9:00 de la mañana, la del muchacho ‘jugador de canicas’, como le dice usted!... __ Leve sonrisa. __Hoy están citados para sentencia….¿ Sí la alcanzó a terminar?... Silencio. __Y también… hay otras. __ Agrega el hombre, desconcertado __ Ya le digo… En tanto se afana por encontrar la información requerida, pregunta sin mirarla: __ Qué le pasa? La noto extraña… apesadumbrada, tal vez?__ Su labios dibujan


un gesto que parece una sonrisa tímida, mientras la observa, con el escrutador oscuro de sus pupilas. __ No es nada novedoso, amigo mío…__ responde ella. La mujer, aparta su mirada del hombre e inquieta, pasea los ojos por el espacio circundante. En tono casi inaudible, tal vez para no ser escuchada sino por su propia conciencia, dice: __ En este momento estoy percibiendo el regalo de las formas. De las manifestaciones en la materia de este, el mundo que habito, el mayor número de las horas de mis días. Me conozco y conozco las órdenes que reciben mis ojos. Están dirigiendo mi atención hacia los espigados contornos tuyos, mi querido… Me llevan ahora hacia el escritorio que ocupo, hecho de madera, modesto y común. Y hacia estos cuadernillos arrumados; es la información de los procesos que son de urgente atención..__ Sentada frente a su escritorio, extiende los brazos. Se topa con el pequeño martillo. Sus manos van hacia el encuentro del objeto, sigue hablando:

__ Qué son muy finos, doctora? __ Tal vez sea parte de la respuesta y de hecho, lo es__ (Regresa a su escritorio con el mandil negro en sus manos)__ porque ellos están elaborados con la piel desgarrada del corazón de muchas madres. Están mezclados con la sangre derramada de sus hijos. Están amalgamados con la viscosa luz de los ojos de los condenados! –Es mi toga, Duquecito! MI TOGA!. Expresión de la ley; coraza de sentimientos; vestido del alma! La mujer vuelve su mirada hasta el encuentro con esos ojos inquisidores que la miran y concluye su decir, dirigiéndose sin prisa al hombre de interrogante actitud, que tiene frente a sí: __ No te afanes, mi querido Duque: __ Labios fresa que se extienden, manos cuidadas que reciben la cabeza que se apoya y que brotan de

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__ Míralo. Está elaborado en listón caoba, delicado en sus límites; descansa sobre su pequeña base redonda; es la que recibe los golpes, el énfasis del veredicto, la palabra final. Un día el golpe será tan fuerte que se desparramará en astillas por el lugar! Mallete… mallete… guadaña de la justicia…__ Situada en la silla giratoria, apoya los codos en el escritorio mientras cruza los dedos a la altura de la boca, levantando los índices hasta la nariz; ancla el rostro. Los ojos continúan su búsqueda por el lugar: __ Observa bien, Duque: pared lateral, beige. Interrumpido su lechoso color solo por este

Cristo enorme que pende suplicante. Roto además, por causa del desplome del techo del juzgado ocurrido un par de años atrás según me contaste y reconstruido de tosca manera por un condenado carpintero. __ Su titileo de ojos se despliega ahora, hasta el otro muro. El perpendicular a la imagen. __ Ves Duque? La pequeña biblioteca. A su misma altura, en serie de imágenes, un clavo. En él, colgada en ese gancho vencido… - Ves cómo está de vencido este gancho, Duquecito? -__ El hombre no atina a modular. Continúa entonces ella, irrefrenable, en un tono un poco más alto, mientras se levanta de la silla y se dirige hasta ese punto: __ Esta prenda fue tejida con hilos negros. __ la examina __ Qué encuentras de especial en estos hilos, amigo?


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los brazos cuyos codos están sostenidos en la firmeza del escritorio, en tanto el sibilino traje descansa ahora inanimado, sobre los muslos de la mujer que ha regresado a su posición en la silla giratoria.__ Solo son mis gritos mudos… Mis lágrimas sabias…Tan solo, mis lágrimas de lunes…. Me escuchaste? …__ levanta las cejas. Su voz se apaga __ Mis lágrimas de lunes! __ Cierra los ojos. Silencio plomo, breve, que va desapareciendo cuando difuso un murmullo creciente se eleva, provocado por las personas que ya se aglomeran en el patio y se ubican frente a la puerta y ventana de la oficina, oscureciéndola un poco. La mujer levanta la cabeza, el hombre gira su cuerpo hasta quedar frente a ellas. En el exterior de la puerta, tres varones, apenas dejando atrás la adolescencia, con las manos delante de sus cuerpos, inmovilizadas por las tenazas de acero cerradas al borde de sus muñecas, miran hacia el interior espacioso, con sus miradas venidas desde opacas pupilas, que emiten indescifrables intermitencias de luces. Rodeándoles, cuatro hombres vistiendo los uniformes azules del Instituto Penitenciario, tienen sus armas dispuestas desde sus costados hasta los hombros, en diagonal, en la espera de alguna orden. Varios niños corretean alrededor. Van felices al encuentro de los esposados como si se tratara de una fiesta. Tropezón. Uno de los pequeños cae. Llanto que se difumina en perfecta combinación con el ruido que provocan las bolitas de cristal al chocar contra el piso cálido de sol y que se dispersan en varias direcciones con su rodar de colores. Algunas ingresan a la oficina. La mujer las observa girar, devorando baldosas en el espacio libre. Tras ellas, manitas infantiles… __ ¡Ya encontré una!…grita un niño. __ ¡Y yo tengo otras dooos!... ___dice otro chico lanzándose y envolviendo por los pies a Duque. Su dueño, llorando en brazos de una

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mujer de pechos generosos. Invasión de sonidos producidos por las risas que llegan desde el patio. __ ¡Estoy lista, Duque!__ Exclama la mujer con voz serena y ya de pie, luego de apuntarse el último broche metálico de su togada sombra. __ Ya la anuncio, doctora. TERÍ BARDAM.

__(*) Pinkola Estés Clarisa: __“Mujeres que Corren con los Lobos”. Tradc: Menini, María Antonia, Ed. Zeta, Barcelona, 2009, pgs. 562563). __ (**) Periódico ADN. Caricatura de “Checho el deshecho”, año 2010.


DESOBEDIENCIA CIVIL

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Por Hernán Ortiz Rivas Hernán A. ORTIZ RIVAS* *Notario Tercero de la ciudad de Santafé de Bogotá, Colombia. 1. Introducción “Durante muchos siglos y en todas partes del mundo, especialmente por obra de los grupos sociales dominantes se considera a la obediencia como paradigma de la virtud, mientras que a su antítesis, la desobediencia se valora como modelo del vicio. Al respecto, basta recordar a un gran disidente, Martín Lutero, cuando de manera desmesurada condena la desobediencia, así: No es de ningún modo propio de un cristiano alzarse contra su gobierno, tanto si se actúa justamente como en caso contrario. No hay mejores ni superiores obras que obedecer y servir a todos los que están por encima de nosotros. Por esta razón, la desobediencia es un pecado mayor que el asesinato, la lujuria, el robo y la deshonestidad.2 A esta ideología dominante opone Fromm otro punto de vista en el sentido de afirmar que la historia humana fue inaugurada gracias a un acto de desobediencia, y va más lejos al decir que “no es improbable que termine por un acto de obediencia”.

Para nosotros, el problema de fondo no radica en saber si la desobediencia procede históricamente a la obediencia, o a la inversa, máxime cuando tal problema se rodea de fundamentos míticos, como en la primera parte de la tesis de Fromm; lo que interesa es ver que estos conceptos se originan en las luchas sociales, políticas, religiosas, jurídicas, morales o étnicas, y también ver 1 Texto Publicado en la Revista Estudios de Derecho de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.No. 131-132 2 Lutero, Martín Sobre las buenas obras, trad. Teófanes Egido, en Obras, Barcelona, Ed. Sígueme, 1977, p. 96 3 Fromm, Eric. Sobre la desobediencia civil y otros ensayos, trad. Eduardo Prieto, Barcelona, Ed. Paidós, 1987, pp. 9-18.

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Para ilustrar la primera parte de su tesis Fromm acude al mito griego de Prometeo, quien al robar el fuego de los dioses hizo posible la evolución humana y su historia, sin arrepentirse de su “crimen”. En el mito hebreo, Adán y Eva también desobedecieron una orden divina, cometieron el “pecado original” de comer el fruto prohibido, que lejos de corromper al género humano fue el comienzo de la historia. En cuanto a la segunda parte de su tesis, dice Fromm que en la Era Atómica un “acto de obediencia” consistente en accionar los “botones de la muerte” para producir una guerra nuclear puede poner fin a la historia humana.3


que ellos se suceden dialécticamente en la historia humana con predominancia del uno sobre el otro.

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En el caso de la obediencia o la desobediencia al derecho oficial es fácil comprobar que la primera prevalece sobre la segunda durante la mayor parte de la historia humana, pero no por ser una virtud superior u originaria, sino porque representa intereses de distinto orden de las clases dominantes en la sociedad civil que necesitan de la obediencia para su protección, mediante el uso legitimado de la violencia del Estado. Al respecto, cabe decir que el asunto del acatamiento o disidencia al derecho oficial depende del momento histórico y del sistema político-jurídico imperante en la sociedad civil, ya que es completamente distinto en las edades Antigua, Media Moderna o Contemporánea, o bajo un Estado absolutista, dictatorial, democrático, totalitario, o en una sociedad atrasada, desarrollada, capitalista o socialista. De ahí que ahora la pregunta clave no es solamente ¿por qué se debe obedecer el derecho positivo?, sino también el interrogante opuesto ¿por qué se debe desobedecer ese derecho? No obstante la prevalencia de la sumisión al derecho oficial, señalada antes, en el pensamiento occidental se registra una larga tradición encomiástica hacia la desobediencia a la legalidad jurídica, desde la Lisistrata de Aristófanes, la Antígona de Sófocles, el desacato de los judíos a las leyes del faraón (éxodo, 1, 15-20), pasando por la defensa de la rebeldía frente a la ley en algunos teólogos cristianos medievales, los clásicos del liberalismo, el socialismo o el anarquismo, hasta llegar a nuestra Edad Contemporánea tan favorable a la disconformidad al derecho oficial, sin que olvidemos las brutales dictaduras de esta época.

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Como acabamos de ver, en Occidente, la obediencia o la desobediencia a la legalidad jurídica no es asunto reciente, porque cubre más de dos milenios y medio de figurar en su cultura, pero entendido tal asunto en el sentido de la filosofía política, moral o jurídica o del derecho como saber, disciplina, técnica o ciencia, su vida es corta puesto que se inicia con la modernidad burguesa y todavía se halla en una etapa de discusión. En efecto, filósofos, juristas, sociólogos o antropólogos actuales se ocupan y preocupan de manera sistemática por absolver las preguntas anteriores sobre la obediencia o desobediencia al derecho positivo. Más aún, creemos que en este momento la tarea de los intelectuales y luchadores sociales dondequiera que estén, debe ser articular, divulgar y expresar la desobediencia, levantándose contra todas las fuerzas opresivas que existen en la sociedad civil, el Estado o la comunidad internacional, por medio de palabras, escritos y actuaciones que cubran las diferentes formas de desobediencia, desde la no cooperación, el satyagraha, el delito político, el derecho de resistencia, la desobediencia civil, la objeción de conciencia, hasta la revolución, la guerra, la lucha armada. En esta grata oportunidad, solamente vamos a hablar de una forma de insumisión al derecho oficial, que por cierto se halla a la orden del día en nuestro país, como forma de lucha social, la desobediencia civil que inicialmente ilustraremos con dos grandes obras literarias de la Grecia clásica, para luego entrar a debatir su concepto, definición, características, justificación, relaciones con la justicia, la democracia, el Estado, el pluralismo jurídico, y si el tiempo nos lo permite decir algo sobre la desobediencia civil en Colombia.


2. LISÍSTRATA Y LA DESOBEDIENCIA CIVIL En la antigua Grecia, la filosofía llegó con un poco de retraso frente a la literatura, por esto, no tuvo más remedio que valerse de ella para su nacimiento. Debido en gran parte a este hecho histórico, entre literatura y filosofía se presentan desaveniencias, como en el caso de Platón que propone expulsar a los poetas de la polis con todos los honores (República, 377a). Sin embargo, la tendencia dominante considera que la literatura griega en muchas ocasiones contiene en germen la filosofía, que es inevitable la síntesis de ambas, que la primera es el camino iluminador por donde transita la segunda.

4 Aristófanes, Lisístrata, trad. Francisco Rodríguez Adrados, Madrid. Ed. Cátedra, 1997.

Se trata, pues, de un movimiento social de desobediencia a la ley matrimonial que impone la obligación de gratificarse sexualmente la pareja y de procrear, movimiento completamente público, pacífico, ilegal, que acepta el castigo por el desacato, sin pretensiones de derrocar el gobierno ni acabar con el Estado griego. En esta comedia tras lo efímero de sus representaciones graciosas se presagian los elementos conceptuales de lo que en la actualidad se denomina desobediencia civil. El movimiento social que encabeza Lisístrata claramente se perfila como desobediencia civil a una determinada legalidad jurídica por un motivo de justicia, manifestado de manera pública, pacífica, con el objeto de provocar un cambio legislativo o de orientación política, ante la ineficacia de los procedimientos jurídicos comunes. En síntesis, como veremos más adelante, la deliciosa trama de la comedia aristofanesca contiene los elementos que caracterizan en la actualidad la desobediencia civil, a saber: a. Movimiento social b. Público c. Pacífico d. Ilegal e. Que busca frustrar una normatividad legal f. Que no atenta contra el Estado ni su Constitución Política g. Que tiene una finalidad de alto contenido moral, jurídico y político h. Que acepta el castigo por la infracción. 3. Antígona y la desobediencia civil Pasemos ahora de la comedia a la tragedia recordando a Marx que en alguna parte

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En nuestro tema y problema, la desobediencia civil, encontramos dos precedentes literarios de enorme riqueza que comprueban la segunda tesis: una comedia y una tragedia. Empecemos por la primera escrita por un clásico, Aristófanes, gran comediógrafo político, a quien debemos la Lisístrata4, que significa: “la que disuelve los ejércitos”. Deliciosa comedia que tiene por fondo la guerra y por finalidad la reconciliación de los enemigos en lucha: Atenas y Esparta. En otros términos la búsqueda de la paz entre los griegos para poner fin a la terrible y devastadora guerra del Peloponeso. Para Aristófanes lo esencial en el tiempo que escribe su magnifica comedia es la paz, y así lo predica en una simpática farsa donde las mujeres lideradas por Lisístrata toman por su cuenta conseguirla, mediante el ingenioso recurso de abstenerse de cumplir con el llamado por los civilistas “débito conyugal”, esto es, el deber de la gratificación erótica como se diría hoy. La trama de la comedia no es complicada. Lisístrata convoca a las mujeres de su polis y de otras poleis beligerantes “para abstenerse del

cipote”, como dice el texto que seguimos en traducción de Rodríguez Adrados, abstención que solamente debe frenarse cuando se haya logrado la paz.


dice que según “Hegel los grandes hechos y personajes de la historia se producen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó agregar: una vez como tragedia y otra como comedia”.5 Esta transición la hacemos en compañía de Antígona de Sófocles,6 “la figura más augusta que jamás pisará la tierra”7 o “la mejor santa en el paganismo helénico” al decir de Unamuno.8 Sin duda, ningún personaje en la antigua literatura griega puede compararse con Antígona, portavoz de la tragedia de amor y de dolor más bella en el mundo occidental, que representa al mismo tiempo un valioso entramado de ideas morales, políticas y jurídicas de plena actualidad, entre las cuales se destaca la resistencia civil frente al poder.

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Es bien conocida la trama literaria de Antígona, hija incestuosa de Yocasta y Edipo, en la corte de su tío materno Creonte, que ha subido al trono tras la desaparición de dos hermanos de Antígona, Polinices y Eteocles, quienes murieron combatiendo entre sí por el trono. Creonte decretó bajo pena de muerte dar sepultura a Polinices, orden legal que desobedece Antígona, basada en las leyes divinas que están por encima de las humanas, por razones filiales y el derecho sagrado e inviolable de la sepultura. Antígona reconoce su “crimen piadoso” y prefiere ahorcarse antes de la condena; luego viene el suicidio de Hemón su prometido, quien es hijo de Creonte, y el de Eurídice, la cónyuge de éste. Estamos, pues, ante un caso de desobediencia al derecho oficial que Hegel utiliza muy a fondo en su Fenomenología del Espíritu 5 Marx, Karl. El 18 Brumario de Luis Bonaparte, trad.O. P. Sanfont, Madrid, Ed. Sarpe, 1895. p. 31. 6 Sófocles, Antígona, trad. E. Ignacio Granero, Buenos aires. Ed. Eudeba. 1985. 7 Hegel, G. W. Estética, trad. Alfredo Llanos, Buenos Aires, Ed. Siglo Veinte. 1982. vol. 2, pp. 189-190. 8 Miguel de Unamuno, La tía tula, Madrid, Salvat Ed. 1970, p. 20.

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para tratar algunos problemas de la eticidad. Para Hegel, en la Antígona de Sófocles, se presenta un conflicto trágico de intereses éticos entre la ley del Estado y la conciencia, entre el derecho y el amor sagrado filial, que se aniquilan mutuamente con el triunfo de la “legitimidad” oficial frente a derrota de la joven heroína que reconoce haber obrado mal. La conciencia sucumbe ante el derecho estatal. Estos conceptos hegelianos de obediencia al derecho oficial no se avienen con las actuales formas de resistencia civil a la legalidad jurídica. En nuestro tiempo, que cierra un milenio y pone fin a un siglo, la desobediencia al derecho positivo está a la orden del día. Más aún, tal desobediencia se toma como una prueba de constitucionalidad, de ejercicio de los derechos humanos y de la democracia. ¿Dónde ubicar el famoso caso de Antígona en la actualidad?. Estamos frente a una actitud de insumisión al derecho oficial compleja, si tomamos en cuenta la reciente nomenclatura de la resistencia civil. La inmortal Antígona bien puede situarse en la desobediencia civil o en la objeción de conciencia, aunque en ambas formas del disenso hay elementos que no cuadran en ellas, como pasamos a ver enseguida. Al margen de un valioso debate que plantea el texto entre las leyes de procedencia divina o humana, que más tarde formarán parte de la discusión entre derecho natural y derecho positivo, la actitud de Antígona es una forma atípica de participación en política, de naturaleza ilegal, no violenta, que no busca derrocar al gobernante, sino frustrar un decreto injusto e inmoral, que acepta el castigo, pero lo evade con el suicidio, y que tiene un grande objetivo moral, político y jurídico.


En estas condiciones, la insumisión de Antígona bien puede calificarse como desobediencia civil, pero tal calificación se desdibuja un poco por la naturaleza individual y secreta del acto insumiso de Antígona, rasgos que perfilan la objeción de conciencia que tampoco cuadra con ella, debido a que la objeción tiene un estatuto jurídico, no es ilegal, todo lo contrario se trata de un derecho que en la mayoría de las veces se halla reconocido en la Carta Política (Colombia, art 18). Por esto, creemos que hechas las salvedades anteriores, la actitud de Antígona se acerca más a la desobediencia civil. En todo caso, el gesto bizarro de Antígona hace que la conciencia triunfe sobre el derecho oficial y el poder político. El postulado de legalidad de Creonte queda menguado por la conciencia de Antígona que opone la verdad sin poder a un poder sin verdad. 4. El problema de la desobediencia civil Muchas formas de insumisión al derecho oficial son tan antiguas como la obediencia al mismo, por ejemplo, la revolución, el golpe de Estado, el delito político, cosa que no ocurre con la desobediencia civil que es una modalidad de resistencia típica de la modernidad burguesa, como dijimos, así tenga en la antigüedad clásica dos precursoras muy célebres al estilo de las figuras literarias vistas: Lisístrata y Antígona.

En la mitad de este siglo agónico, alentado por su paisano Thoreau y por Gandhi surgió un importante movimiento de desobediencia civil liderado por Martin Luther King, esta vez, en lucha abierta contra el racismo norteamericano, la discriminación de los negros y la búsqueda de efectividad de los derechos humanos de primera generación, esto es, los derechos civiles y las libertades públicas. Con la lucha pacífica, pública, colectiva, contra la normatividad injusta e inmoral, el movimiento de Martin Luther King va configurando la caracterización de la desobediencia civil. Este brevísimo rodeo histórico en torno a los principales hitos de la desobediencia civil nos permite advertir que desde sus orígenes ha estado perseguida por la ambigüedad y generalidad que ahora parecen haberse superado, situación que en nuestro criterio en lugar de perjudicar a esta forma de resistencia la enriquece día a día, a partir de su praxis social, que va ampliando y creciendo su teoría. La desobediencia civil no debe tomarse como un cuerpo cerrado, tiene que 9 Thoreau, Henry David, Sobre la desobediencia civil, trad. María Cristina Restrepo, Santafé de Bogotá, Ed. Norma, 1998, pp. 27-28. 10 Gandhi Mahatma, Mi credo hinduísta, trad. Leonor Calvera, Buenos Aires, Ed. Dédalo, 1977, pp. 26 y ss.

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La primera presentación pública del término “desobediencia civil” se hizo en Estados Unidos a mediados del siglo pasado, con un breve escrito de Henry David Thoreau que en su primera publicación tuvo un título diferente: Resistencia al gobierno civil (1849), escrito que los especialistas valoran en este momento como un alegato más próximo a la objeción de conciencia que a la desobediencia civil. El admirable escrito de Thoreau se publicó con el título: “Sobre el deber de la

desobediencia civil” en 1866, cuando ya había fallecido su autor.9 El pequeño ensayo de Thoreau, lo mismo que su ejemplo de negarse a pagar un impuesto injusto lo que le produjo un corto encarcelamiento tuvieron gran influencia en personajes al estilo de Tolstoi y en Gandhi, quien llevó a la práctica social la desobediencia civil junto con la no cooperación y el satyagraha para lograr la derrota del colonialismo inglés. En el caso de Gandhi la desobediencia civil tiene un marcado perfil religioso, que se expresa en el satyagraha que requiere de cuatro votos para su consolidación: la pobreza, la castidad, la resistencia y la verdad.10


estar en permanente apertura como forma de lucha contra la injusticia o inmoralidad de un fragmento de la legalidad jurídica, para defender la totalidad de la Carta Política.

de los partidos, huelgas, delito político, que se expresa con boicots, marchas, sentadas, resistencias pasivas, abstención de pagar impuestos, bloqueos de vías, paros cívicos.

En suma, el nacimiento de la desobediencia civil se produjo con la modernidad burguesa como producto de diversos procesos evolutivos de orden económico, social, cultural, político, jurídico, étnico del capitalismo industrial. En nuestro tiempo signado por una nueva revolución industrial, tecnológica, científica, social, que ha hecho del mundo una aldea electrónica y global, la desobediencia civil como forma pacífica, pública, social, encaminada a defender la Carta Política, la democracia, los derechos humanos, tiene un papel importante para la vida de los pobres del campo y la ciudad, sin que mediante ella se vayan a eliminar sus problemas de pobres, en el orden económico o social.

Los actos tienen que ser públicos, para diferenciarse de la simple desobediencia privada al derecho oficial, actos que se ejecutan de manera abierta a fin de llegar a toda la sociedad civil y al Estado para dar a conocer la injusticia, inmoralidad o inconstitucionalidad de cierta legalidad jurídica, que puede o no haberse impugnado mediante los recursos o procedimientos señalados en la ley.

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5. Definición y características de la desobediencia civil ¿Qué es la desobediencia civil? Una forma de insumisión al derecho oficial, protagonizada por un grupo de personas que de manera pública, pacífica, luchan por frustrar una determinada normatividad jurídica no constitucional (legislación, programas, decretos, decisiones gubernativas), que se considera ilegal o inmoral, aceptando de antemano el castigo por tal insumisión, lucha que se justifica desde el punto de vista moral, jurídico y político, porque quiere fortalecer los derechos humanos, la democracia y el estado social de derecho.

Esos actos deben ser completamente pacíficos, no violentos, condición irrenunciable, lo mismo que la anterior. La desobediencia civil se reconoce leal a la democracia, a la Carta Política, a los derechos humanos; más aún, es una especie de “piedra de toque del Estado democrático”, como dice Habermas.11 La no violencia en esta forma de insumisión al derecho oficial significa en palabras de Rawls “una cautela, fianza o pago en garantía del carácter desinteresado del acto y de sus cualidades públicas y políticas”,12 que pueden llevar hasta el martirio de los desobedientes como en el caso de Gandhi o Martin Luther King. Sin embargo, en ciertas ocasiones, el ejercicio de la desobediencia civil puede implicar acciones de resistencia compulsiva, como las sentadas, boitcots, paralización del tránsito automotor, desfiles, marchas, bloqueos, eso sí, que no pueden chocar con la autoridad en forma violenta.

De la anterior definición se desprenden las siguientes características:

Los actos de los desobedientes son premeditados en un doble sentido, porque se actúa con el convencimiento de luchar por una causa justa, para defender el estado

Se trata de un disenso al derecho oficial no individual, sino colectivo, con marcada orientación política diferente a la actividad

11 Habermas, Jürgen, La desobediencia civil. Piedra de toque del Estado democrático de derecho en Ensayos Políticos, trad. Ramón García, Barcelona, Ed. Península. 1988, p. 51. 12Rawls, John, Teoría de la justicia, trad. María Dolores González, México, F.c.E., 1978, p. 143.

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social y democrático de derecho, lucha que excluye la cobardía y de antemano acepta voluntariamente la pena o castigo “por no cooperar con el mal”, en palabras de Gandhi.13 El objetivo de los actos desobedientes es protestar contra el derecho positivo oficial (leyes, decretos, programas, decisiones) injusto, inmoral o inconstitucional para frustrar su realización y lograr su cambio, modificación o anulación. La desobediencia civil no ataca el orden constitucional democrático, todo lo contrario, pretende afianzarlo remediando algunos desfueros políticos, jurídicos, culturales, étnicos, ecológicos de la normatividad menor. 6. La desobediencia civil frente a otras formas de insumisión al derecho oficial El desacato al derecho oficial tiene muchas modalidades que van desde las más extremas como la revolución, la insurrección armada, el tiranicidio, el terrorismo, la guerra o el derecho de resistencia, hasta las menos radicales al estilo de la desobediencia civil, la objeción de conciencia, la huelga, el delito, el satyagraha, los movimientos ecológicos.

13 Mahatma, Gandhi, Op. Cit. p. 44.

Entre la desobediencia civil y la criminal existen por lo menos estas disparidades. El delito común se consuma no para modificar, anular o cambiar normas injustas, ilegales o inconstitucionales ni el sujeto punible acepta voluntariamente la sanción ni se expresa en forma pública, como sucede con la desobediencia civil. En el caso del delito político, la mayoría de veces suele ir acompañado de violencia contra el orden constitucional y de clandestinidad, elementos que jamás figuran en la desobediencia civil. Los desobedientes civiles no pueden asimilarse a los delincuentes políticos y mucho menos a los criminales comunes. El satyagraha es un término acuñado por Gandhi como resistencia civil al derecho oficial, que significa “ensayo justo” o “tentativa recta”, para luchar contra la injusticia o la inmoralidad de las normas jurídicas sobre la base de cuatro votos: pobreza, castidad, resistencia y verdad. Es una desobediencia de gran contenido moral y religioso como acto de purificación espiritual, que se distingue de la desobediencia civil por su naturaleza laica, política, no religiosa.14

14 Mahatma, Gandhi, op. cit. p. 62.

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Vamos a ocupamos de precisar las diferencias entre algunas de las modalidades mencionadas y la desobediencia civil, comenzando por la más importante, la desobediencia revolucionaria. Entre las dos hay notorias distancias, porque la segunda quiere cambiar, por regla general, de manera violenta el gobierno, el Estado, la sociedad civil, al paso que la primera solamente pretende atacar una normatividad jurídica concreta, en el sentido de modificarla, anularla o cambiarla; pero con gran respeto hacia el orden jurídico restante, especialmente el contenido en la Carta Política.

Las disimilitudes entre la desobediencia civil y el anarquismo, el terrorismo o la actitud tiranicida son muy grandes. El anarquismo, en sus variados matices, rechaza todo compromiso con el Estado, el derecho, su ideología libertaria aspira a una sociedad sin gobernantes ni gobernados, sin autoridad fija y predeterminada. Las bases del terrorismo y el tiranicidio son actos violentos. Por el contrario, repetimos, la base de la desobediencia civil es la no violencia. De ahí que estas tres formas de insumisión tengan muy poco en común con la desobediencia civil.


La desobediencia civil guarda semejanza con el derecho de resistencia consagrado en algunas Cartas Políticas, como la de Alemania, art. 20, 4, en el sentido de “limitación al soberano legal”, para defender el orden constitucional de los desafueros jurídicos al estilo del despotismo o el tiranicidio, la dictadura o el totalitarismo, pero se diferencia de aquella porque se establece en la Constitución, caso germánico citado, y puede incluir la violencia en su ejercicio. La forma de insumisión más cercana a la desobediencia civil es la objeción de conciencia, por ser ambas no violentas y desconocer un fragmento de la legalidad jurídica, sin atacar el orden constitucional al cual quieren fortalecer, lo mismo que a la democracia y los derechos humanos; pero sus diferencias son muy notorias porque la objeción de conciencia es un acto individual secreto, que tiene reconocimiento legal y constitucional, no persigue alterar para nada el derecho oficial; al paso que la desobediencia civil, según lo visto, es movimiento social, público, ilegal, que busca el cambio, modificación o anulación de una normatividad concreta.

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7. Desobediencia civil y derechos humanos Para Bobbio es más importante proteger los derechos humanos que fundamentarlos, labor ésta última que ha sido solucionada desde 1948 con su Declaración Universal. Según Bobbio “el problema más grave de nuestro tiempo”, en materia de derechos humanos, es el “contraste entre las solemnes declaraciones y su realización, entre la grandiosidad de las promesas y la miseria de sus cumplimientos”.15 No compartimos la primera parte de la tesis de Bobbio, porque para proteger los derechos 15 Bobbio, Nolberto, “Presente y futuro de los derechos del hombre”, en El problema de la guerra y las vías de la paz, trad. Jorge Binaghi. Ed. Gedisa, Barcelona, 1992 pp. 129 y ss.

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humanos necesariamente deben estar fundamentados en el sentido filosófico, político y jurídico. Sin embargo, resulta cierto que el problema central de los derechos humanos tiene que ver con su efectividad en todas partes, especialmente en los países mal llamados del tercer mundo o países subdesarrollados o en guerra, o colonizados o sujetos al imperialismo norteamericano o sumidos en la miseria o el racismo. No obstante el reconocimiento planetario de los derechos humanos, su realización práctica se encuentra condicionada por múltiples factores del entramado social que muchas veces los convierten en utopías. Frente a la dificultad señalada de ineficacia de los derechos humanos, la desobediencia civil se ha constituido en un recurso muy valioso para atenuar y muchas veces eliminar tal ineficacia, como lo demuestra su historia en todos los tiempos, particularmente desde el advenimiento de la modernidad burgue sa, cuando se comienza a establecer sus bases conceptuales con Thoreau, quien fue el primero en declarar la guerra a cierto derecho oficial injusto, ilegal o inmoral de manera pública, no violenta, aceptando el castigo por la insumisión porque con ella se fortalecía la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos de primera generación. Más tarde, esos principios de la desobediencia civil sirven para luchar contra el racismo, la discriminación, el colonialismo, las libertades y derechos civiles, el imperialismo, el medio ambiente, los derechos sociales, económicos, culturales, los derechos de las minorías étnicas, los niños, los ancianos. No otra cosa fueron las batallas de Gandhi, Martin Luther King, y millones de desobedientes civiles contra la injusticia, ilegalidad o inmoralidad de cierto derecho oficial, que fue derogado por su contenido antidemocrático, reaccionario e inhumano.


Cuando la dignidad, libertad, igualdad, solidaridad, fraternidad, paz, justicia, ambiente sano, se vean alteradas en su ejercicio por el derecho oficial contrariando la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos, la desobediencia civil bien puede levantarse como bandera para impedir esa alteración. Sin duda, la desobediencia civil por su naturaleza pacífica, pública, democrática, se convierte en gran aliada de los derechos humanos que son el mejor invento para solucionar los conflictos sin derramamiento de sangre, la nueva ética social del siglo XXI, los símbolos políticos, morales y jurídicos más importantes en la actualidad, tanto que De Sousa Santos ha llegado a decir que pueden llenar el vacío dejado por el socialismo real.16 8. La justificación jurídica de la desobediencia civil ¿Se puede o no defender jurídicamente la desobediencia civil? He aquí una pregunta de difícil respuesta, mucho más intrincada que la concerniente a la que interpela por su justificación moral o política, porque si se acepta el acatamiento a la ley y la desobediencia civil predica su ilegalidad y admite la imposición de la pena, resulta muy complicado darle un respaldo jurídico.

el caso fortuito, la legítima defensa, etcétera. Dentro de un sistema jurídico, pues, la ley no puede justificar la violación de la ley. En conclusión no procede la justificación jurídica de la desobediencia civil porque implica un contrasentido. Para solucionar esta contradicción, se apela a una defensa constitucional de la desobediencia civil, en el sentido de sostener que ella es una especie de estrategia para obtener la declaratoria de ilegalidad de ciertas normas jurídicas. El procedimiento se inicia a través de actos de desobediencia civil, esto es, de actos que prima facie parecen antijurídicos pero que llevan a ejercitar los derechos humanos reconocidos por la Carta Política o la comunidad mundial. Por ejemplo, la desobediencia civil contra el racismo, la guerra injusta o la violación de los derechos humanos. En estas condiciones, el problema de la permisividad jurídica conduce inevitablemente al asunto de la validez legal. Si se sostiene que las leyes injustas o inmorales no son válidas, caben los argumentos jurídicos a favor de la desobediencia civil como recurso para lograr su anulación.

16Boaventura De Sousa Santos, De la mano de Alicia, lo social y lo político en la posmodernidad, trad. Consuelo Bernal y Mauricio García,-Santafé de Bogotá, Ed. Siglo de hombre, 1998, p. 214.

Descartamos las anteriores consideraciones porque la desobediencia civil no subvierte el orden democrático, no pone en peligro

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Se argumenta que este asunto apenas enunciado crea una contradicción debido a que el derecho positivo no puede, lógicamente, permitir la violación de la ley que se supone originada en un “contrato social” justo y democrático. Ni siquiera los actos de desobediencia civil pueden constituirse en excepciones a la ley como ocurre con ciertas circunstancias especialísimas que el derecho exonera la culpabilidad como la fuerza mayor,

En cambio, si se argumenta que las normas jurídicas no son automáticamente inválidas por motivos de injusticia, inmoralidad o inconstitucionalidad, sino que acerca de su valor deben decidir los respectivos aparatos judiciales, cabe afirmar que la estrategia de la desobediencia civil afecta la seguridad jurídica de un país. De otra parte, se arguye que en los países democráticos existen vías judiciales para demandar la ilegalidad o inconstitucionalidad de las normas jurídicas, por lo que dicha estrategia puede ser peligrosa e injustificable jurídicamente.


el sistema jurídico, tampoco incrementa el desacato legal o fomenta la criminalidad política. Pero el argumento de mayor peso lo encontramos en la inveterada ineficacia del procedimiento judicial para modificar la injusticia, la inmoralidad o inconstitucionalidad, que muchas veces atentan contra los derechos humanos y por ello se requieren acciones inmediatas. Como bien dice Martin Luther King: “La justicia demorada es justicia denegada”17. Por todo esto, la desobediencia civil se justifica jurídicamente como medida necesaria para proteger el orden constitucional de los derechos humanos. Es algo así como una rebelión en favor del derecho.

evitar cualquier mal o escándalo”.18 Vale decir, el pensador español no sólo justifica la desobediencia sino que la impone como deber moral. En nuestro tiempo, signado por el reconocimiento y efectividad de los derechos humanos, la base moral de la desobediencia civil se ha fortalecido considerablemente. Los movimientos contra el racismo, la guerra injusta, los bloqueos económicos, las invasiones, los atentados ecológicos, etcétera, enarbolan la bandera de la desobediencia civil con fundamentos éticos. La voz de la conciencia moral se levanta muy fuerte en gran parte del mundo contra la injusticia, la inmoralidad o la inconstitucionalidad de las normas jurídicas.

9. La justificación moral de la desobediencia civil

Ahora bien, ¿en qué consiste esa conciencia moral como sostén de la desobediencia? El presidente Kennedy les decía a sus conciudadanos: “Los estadounidenses son libres para estar en desacuerdo con la ley pero no para desobedecerla”.19 Lo propio predican los positivistas con el argumento de que si se vive dentro de un sistema jurídico es imposible hablar de normas positivas inmorales o injustas. Sin embargo, la realidad de los Estados Unidos y del mundo demuestra que la anterior tesis es falsa. En un sistema democrático muchas veces la normatividad legal obliga a cometer graves incorrecciones de diferente índole. El ciudadano individual puede o no obligarse a luchar contra el mal incorporado a la ley, pero una posición neutral al respecto termina siendo cómplice de la injusticia o la inmoralidad.

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Hemos dicho antes que la desobediencia civil como acto de transgresión del derecho positivo pretende justificarse desde varios puntos de vista que nosotros reducimos a tres, sin desconocer que existen otros como el religioso, tan presente en el pensamiento de Gandhi. Gran parte del debate sobre la desobediencia civil se centra en su justificación moral, que vamos a tratar enseguida. Desde Antígona sabemos que la conciencia moral es el mejor soporte de la desobediencia civil; esta conciencia no puede tomarse como un asunto privado porque se trata de un problema de moral colectiva que el derecho injusto altera. Con el naturalismo teológico y racionalista de la modernidad se construyen los cimientos morales de la desobediencia civil. Al respecto nos basta citar a Suárez cuando dice: “Una vez que consta la injusticia en una ley por ninguna razón es lícito obedecerla ni siquiera para 17 Luther King, Martin. Por qué no podemos esperar, trad. J. Romero Maura, Barcelona, Ed. Ayma, 1973, p. 58.

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La conciencia moral referida a la desobediencia civil significa que no es posible quedarse al margen y observar los graves

18 Cita en E. Gómez Arboleya, Francisco Suárez, Situación espiritual. Vida y obra, Madrid, V. de Granada, 1946, p. 84. 19 Cita en Jorge f. Malem Seña, Concepto y justificación de la desobediencia civil, Barcelona, Ed. Ariel, 1988, p. 154.


daños que ocasiona el derecho injusto; que es un deber ciudadano combatir la inmoralidad de las normas jurídicas dondequiera que exista y por cualquier medio al alcance. La desobediencia civil como arma no violenta, pública, abierta, ilegal, que reconoce el orden democrático se justifica moralmente por su objetivo central: luchar contra toda la ley injusta, contra toda política incorrecta, contra toda acción violatoria de los derechos humanos. Frente a la consigna positivista: “la ley es la ley”, la desobediencia civil responde que es admisible siempre y cuando sea justa, moral, que no violente la conciencia ética del sujeto social.

la desobediencia civil como arma política en la democracia, y a lo sumo le reconoce una actitud moral censurable. Esta argumentación se enmarca dentro de la razón confabuladora del “contrato social” o de la ficción de Rawls llamada por él “posición original” que legaliza el orden jurídico-político democrático.

10. La justificación política de la desobediencia civil

¿Cómo justificar políticamente la desobediencia civil de un Estado social y democrático de derecho? La respuesta puede ser que ese Estado no se agota en un sistema jurídico porque su legitimidad política rebasa la pura legalidad positiva y, por tanto, como dice Habermas “no puede exigir de sus ciudadanos una obediencia jurídica incondicional, sino cualificada”.20 Es posible que la legitimidad democrática produzca a veces paradójicamente ciertas ilegalidades jurídicas que necesitan corregirse de inmediato, sin esperar la lentitud de los recursos judiciales, mediante la rapidez de la desobediencia civil, que así se erige en parte significativa de la cultura política del Estado contemporáneo y en defensora de su verdadera legitimidad, como lo prueban muchos casos ocurridos en el siglo presente.

Como vimos antes, el acatamiento al derecho desde el punto de vista político se relaciona estrechamente con el problema del Estado moderno. Lo propio sucede con la defensa política de la desobediencia civil. En efecto, el modelo de Estado moderno ejerce un papel definitivo en nuestro asunto. Mientras la mayoría de autores justifica políticamente la desobediencia civil en el sistema totalitario, unos pocos la excluyen de manera radical cuando ella se realiza dentro del marco del Estado social y democrático de derecho.

De otra parte, el derecho y la política en una sociedad democrática aparecen en conjunto como construcciones inacabadas que conservan, renuevan o amplían el ordenamiento jurídico-político legítimo en las circunstancias cambiantes. Por ello, lo que en principio se presenta como desobediencia civil puede resultar después 20 Habermas, Jürgen, Op cit, p. 75.

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Los argumentos que utilizan para rechazar la desobediencia civil son, en esencia, tres: la participación legislativa de la comunidad ciudadana en las corporaciones productoras del derecho positivo, mediante el proceso electoral y el juego político de todas las personas para acceder a las entidades gubernativas y jurisdiccionales. Finalmente la existencia de procedimientos judiciales para modificar, cambiar o anular las normas jurídicas que puedan alterar el sistema democrático. Por todo esto, el pensamiento burgués reaccionario descarta

Para otros autores la desobediencia civil sólo tiene efectividad política en el Estado social y democrático de derecho, pues en el totalitario, fuera de estar descartada, caben otras formas de lucha como la revolución, el delito político, el tiranicidio o el derecho de resistencia.


como el preanuncio de innovaciones y correcciones de gran importancia política, en estos casos, según el pensamiento de Dworkin, la desobediencia civil de las normas jurídicas constituyen experimentos moral y políticamente justificados; sin ellos una República viva no puede conservar su capacidad de innovación ni la creencia de sus ciudadanos en su legitimidad.21

Aquí no podemos sino de manera muy superficial referimos a ella, comenzando por preguntar ¿qué es la justicia?, “la eterna pregunta de la humanidad”, como la califica Kelsen, quien después de algunos rodeos considera que carece de respuesta, por lo cual, no puede edificarse el derecho en su terreno inconsistente,25 tesis positivista que rechazamos.

11. Justicia y desobediencia civil

Kelsen olvida que desde los griegos antiguos se viene ensayando respuestas a dicha pregunta, por ejemplo, para los primeros pensadores helenos la justicia es orden, medida, equilibrio, restablecimiento del orden alterado (Homero, Hesíodo, presocráticos). Con los sofistas se introducen elementos sociales al concepto de justicia al estilo de Trasimaco que considera que ella se encuentra al servicio de los fuertes, sin importar el sistema de gobierno, importante tesis que ataca Platón al sostener que la justicia es la virtud por excelencia del alma humana y de la polis, la cual, depende de las partes que integran la una y la otra, bajo el imperio, en ambas, de la superior: la razón. De ahí que la igualdad en la justicia se refiere a la clase respectiva, pero no a las demás, concepción retomada por Aristóteles que entiende la justicia como “virtud total” procedente del sistema de gobierno, la legalidad y igualdad; “pero no para todos, sino para los iguales”. Aristóteles divide la justicia en total y parcial (distributiva, correctiva), doméstica (conyugal, paterna, esclavista) y política (natural, legal). Esta última forma de justicia es la “virtud” general, la cosa sustancial de la polis. Aristóteles también conceptúa sobre la equidad cuya función es suplir los vacíos legislativos, es una especie de ley no escrita.26

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Como dice Platón el estudio sobre la justicia es “cosa de mayor precio que muchos oros”,22 y Aristóteles expresa que ni la estrella vespertina ni la matutina son tan maravillosas como la justicia.23 Por ello, el tema y el problema de la justicia tiene cabida en todas las edades históricas, desde la antigüedad hasta nuestros días, y en todas partes del mundo. En cambio, las realizaciones prácticas de la justicia son muy escasas en toda la historia humana. Al tratar Rawls “el papel de la justicia”, en esta oportunidad acertadamente, dice que “es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”.24 En efecto, la justicia se entiende como la reina de los fines valorativos del derecho, la moral, la política, la sociedad, el individuo, el Estado, la comunidad internacional, es lo que las masas reclaman con mayor ardor. Todas las guerras populares, las luchas sociales e individuales, las revoluciones, los movimientos políticos, se han hecho siempre con la bandera de la justicia. 21 Dworkin, Ronald. Los derechos en serio, trad: Martha Guastavino. Barcelona, Ed. Ariel, 1984, p. 315. 22 Platón, República, 336e, trad. José M. Pabón y Manuel FernándezGaliano, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1949, p. 20. 23 Aristóteles, Ética Nicomaquea, lib V, 1130a, trad. Julio Pallí Bonet, Madrid, Ed. Gredos, 1985, p. 239. 24 Rawls, Jhon.. Op cit, p. 19.

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25 Kelsen, Hans ¿Qué es justicia?, trad. Albert Casamiglia. Barcelona. 1982. p. 35 y ss. 26 Ortiz Rivas Hernán A, La justicia, Grecia Clásica, en Breves reflexiones iusfilosóficas, en Revista Politeia, U.N. No. 19, 1996, Santafé de Bogotá, p. 241.


Hemos citado de manera muy fugaz las bases filosóficas griegas de la justicia, porque de ellas se desprenden las teorías existentes sobre ésta problemática tan apasionante, sin poder avanzar en nuestro recorrido a otros tiempos y pensadores, debido a las limitaciones del presente apartado. Solamente vamos a enunciar los posibles del concepto de justicia de Perelman para servirnos de ellos en sus relaciones con la desobediencia civil: 1.A cada quien la misma cosa. 2.A cada quien según sus méritos. 3.A cada quien según sus obras. 4.A cada quien según sus necesidades. 5.A cada quien según su rango. 6.A cada quien según lo que la ley le atribuye.27 Nosotros creemos que la desobediencia civil puede llegar a desarrollar todas y cada una de las clases de justicia enunciadas, cuando la legalidad jurídica contenga rangos de injusticia o inmoralidad. Cuando el derecho se oponga a la justicia, la desobediencia civil tiene la oportunidad de hacer triunfar la segunda frente a la inmoralidad del primero. De cara a un derecho injusto, la desobediencia civil como lo ha probado en la historia puede lograr su modificación, cambio o abolición.

Las luchas de Gandhi, Martin Luther King, demuestran que la desobediencia civil pudo destruir las injusticias del colonialismo inglés y el imperialismo norteamericano. 27 Perelman, Chaim De La Justicia, Trad. Ricardo Guerra, México. Ed.Unam. 1964, p. 17ySs.

No. La desobediencia civil debe combinarse con todas las formas de lucha social. Necesitamos muchos desobedientes civiles, objetores de conciencia, revolucionarios, delincuentes políticos, para lograr un mundo mejor con democracia y socialismo. 12. Democracia y desobediencia civil Desde los griegos antiguos, la democracia ideal es lo que expresa la etimología de la palabra: demos y kratos, pueblo, plebe, muchedumbre, poder, gobierno. Por esto, la democracia se define como gobierno de la mayoría, del pueblo o de los pobres. En la actualidad, la democracia real es el mejor sistema para gobernar la sociedad, al mismo tiempo que la fórmula superior de legitimar el poder público y de crear una legalidad jurídica basada en el estado social de derecho y los derechos humanos. Tenemos, pues, dos nociones de democracia: como debe ser y como es, la primera dirigida por ideales y la segunda por hechos, la una tiene un sentido prescriptivo y la otra un sentido descriptivo. Por esta razón, la democracia ha sido un fenómeno problemático, cuya solución puede alcanzarse si lo ideal se convierte en real, posibilidad remota que llegará un día cuando los pobres del mundo entero conquisten “victoriosamente la democracia” elevándose a clase verdaderamente dominante y gobernante en la sociedad civil, sin otro poder que el de ellos mismos, como

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Si a un grupo social le niegan los méritos, no le reconocen sus obras, se olvidan de sus necesidades o lo discriminan en su rango, la desobediencia civil, como forma pacífica, pública, puede frustrar estas ilegalidades, inmoralidades o inconstitucionalidades, para fortalecer la democracia, los derechos humanos y el estado social de derecho.

No se trata de considerar que la desobediencia civil sea la solución de los problemas sociales, que acabe con todas las injusticias que agobian al mundo, tampoco que sirva para sustituir otras formas de lucha como la insurrección armada, el delito político, la revolución, ni menos que se la vaya a confundir con la simple insumisión al derecho, sin motivación política, jurídica o moral.


pronosticaron Marx y Engels.28 Aquí nos interesa destacar la parte relacionada con la democracia como “gobierno de leyes por excelencia”; más aún, del “respeto riguroso de las leyes”, al decir de Bobbio.29 En la democracia, la persona, la sociedad, el Estado, deben gobernarse por leyes, cuya obediencia se impone porque proceden de la mayoría elegida popularmente. “La residencia en un Estado democrático, dice Walzer, produce una obligación fundamental: obedecer sus leyes”.30 En caso contrario, si se reside en un Estado antidemocrático, la obligación es desobedecer sus leyes mediante todo tipo de resistencia civil o armada.

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En estas condiciones, cabe preguntar ¿en una democracia de “leyes por excelencia” puede tener cabida la desobediencia civil?. Antes vimos que algunos autores descartan la desobediencia civil en un Estado democrático, por la participación legislativa de los ciudadanos, mediante el proceso electoral, la vinculación amplia de ellos en la burocracia oficial y la existencia de recursos judiciales para controvertir el derecho injusto. No compartimos estos argumentos porque ni las leyes democráticas son perfectas ni la justicia judicial es infalible fuera de ser demorada y, por esto, denegada. La desobediencia civil no se admite en un Estado totalitario de derecha ni de izquierda, por la propia naturaleza de estos sistemas políticos, cuyo derecho oficial debe ser obedecido casi sin discusión. En cambio, en el Estado democrático su normatividad jurídica injusta o inmoral tiene que desobedecerse para su propio beneficio, garantía y desarrollo. En 28 Marx, Karl..Engels, Friedfrich, Manifiesto Comunista, trad. Helena Grau B. y León Manes. Barcelona, Ed. Grijalbo. 1998. p. 67. 29 Bobbio, Nolberto. El futuro de la democracia, trad. José Fernández Soto, México, F.C.E., 1986, p. 120. 30 Walzer, Michael Obediencia y desobediencia civil en una democracia, trad. Carlos R. Yujnovsaky, Buenos Aires, Ed. Edisar, 1976, p. 23.

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efecto, la desobediencia civil por atacar una normatividad injusta o inmoral, en forma pública, pacífica, que no atenta contra el Estado ni la Carta Política, que acepta el castigo, se constituye en una gran prueba de la madurez política de la democracia, en una piedra de toque del estado democrático de derecho, como dice Habermas, y un “test de constitucionalidad”, según la expresión de Estévez Araujo.31 Sería un contrasentido que la democracia rechace la desobediencia civil que busca fortalecerla junto con los derechos humanos y el estado social de derecho. Al respecto, escribe Colombo: “Más bien es obedeciendo decisiones democráticas arbitrarias como estancan y distorsionan sus procedimientos hasta el punto de exponerlos a un serio riesgo”.32 En conclusión, consideramos que por ser, entre otras cosas, la democracia un “gobierno de leyes por excelencia”, según la expresión de Bobbio, cuando una de ellas contenga elementos de injusticia, inmoralidad o incostitucionalidad, procede la desobediencia civil para frustrar tales elementos perniciosos. No olvidemos que la desobediencia en general no siempre es vicio ni la obediencia virtud, a veces se invierte la relación, como en el caso de la desobediencia civil que ha demostrado ser en la historia un arma muy eficaz para luchar contra la injusticia social.

31 Estévez Araujo, José Antonio. La Constitución como proceso y la desobediencia civil, Madrid, Ed. Trotta, 1994, p. 143 y ss. 32 Colombo, Ariel H. Desobediencia civil y democracia directa, Madrid, Trama Ed y Prometeo Lib, 1998, p. 35.


LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA DEL JUEZ Y EL INGREDIENTE MORAL EN LAS DECISIONES JUDICIALES DE TUTELA SOBRE EL ABORTO Por José Alejandro Gómez Orozco

A raíz de las sentencias de la Corte Constitucional donde reitera que los jueces no pueden aducir razones de conciencia o reserva moral para tomar una decisión en eventos como el aborto permitido bajo ciertas circunstancias, como es la sentencia T- 388 de 2009 1 surge a fortiori la necesidad de reflexionar sobre tal disposición y la incidencia en las decisiones judiciales la formación o la deformación moral que cada administrador de justicia ostenta frente a un proceso de esta naturaleza sometido a su consideración. La condición humana inserta en el juez no es diferente a la de cualquier persona, su componente moral vive y determina sus actitudes y decisiones, pero también tenemos que recordar nuestra singular función pública en la cual descansa la confianza de la sociedad para dirimir sus conflictos.

La Corte Constitucional indudablemente va mas allá de los preceptos de moral y buenas costumbres para la toma de sus decisiones, por eso se dice que muchas de sus sentencias 1 Del 28 de mayo de 2009, M. P. Humberto Sierra Porto, donde se determino que los jueces no pueden declararse objetores de conciencia, las creencias ideológicas no pueden obstaculizar el acceso a una pronta y debida justicia. Este fallo fue luego respaldado por el Auto 283 de agosto 4 de 2010 de la Corte Constitucional, donde fuera magistrado ponente el mismo de la anterior sentencia, reiterando la prohibición de conciencia judicial, y donde genero además polémica, por la orden dada por la Corte Constitucional de diseñar campañas de promoción del aborto como derecho.

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Las normas de rango legal, siempre han estado dispuestas y han reconocido la incidencia de la moral y las buenas costumbres a fin de hacerlas prevalecer dentro del ordenamiento jurídico de los pueblos, donde la tensión entre la norma social y la norma jurídica juegan un papel de retroalimentación mutua donde se van forjando y transformando tanto la sociedad como la norma jurídica misma; mas no así, en la norma de rango constitucional la cual no está atada sino a sus propios principios axiológicos fundantes, irrenunciables e inalienables, es decir, la diferencia entre la norma legal y la constitucional hace referencia a la idiosincrasia e identidad de la sociedad, por no decir que es un asunto educacional, es por ello, que tenemos sentencias de la Corte Constitucional que causan gran conmoción social, política, económica y religiosamente, pero que aun así se hacen y marcan nuevos caminos a la sociedad.


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son meta jurídicas, superan la realidad jurídica para contemplar aspectos ajenos a lo estrictamente jurídico o legal, desvirtuando muchas veces ese límite que se nos marcaba entre derecho y la moral, limite que muchas veces desaparece o simplemente no es tenido en cuenta para una decisión, debido a que el desarrollo de los principios constitucionales no ha terminado y parece ser que estamos lejos de definirlos totalmente, prueba de ello son las innumerables tutelas que a diario hacen incursionar a la Corte Constitucional en ámbitos cada vez más exóticos y científicos. El juez como ser humano, es un ser moral y político, esta naturaleza que habita en el, es marcada por su educación y formación humana, su origen es la misma sociedad a la que sirve, no es ajena a ella y sus valores son también los mismos que esa sociedad profesa, es decir, no es un ser extraño o independiente de la sociedad en la cual vive. O como bien lo dice Héctor Abad Gómez: 2 “El modo de ser de una persona, sus maneras de reaccionar, sus maneras de buscar sus propia felicidad, no son exactamente escogidos por esa misma persona. Son creados por su ambiente, por su educación, por su medio, por su herencia, por su familia, por su nacionalidad, por el clima en que haya vivido, por las influencias de las personas con quienes haya estado en contacto. Esto creo que es algo tan evidente que no necesita demostración…” A diferencia de los jueces, los médicos si pueden proponer objeción de conciencia a fin de tener que practicar un aborto cuando esto atenta contra sus principios morales o de ética, en este punto es sano recordar que tanto es culpable el que acciona el “gatillo de un arma” de fuego en contra de una persona, como el que paga u ordena realizar 2 Médico salubrista, pionero de la salud pública en Colombia, en su obra: “Una nueva ética social”, Universidad Autónoma Latinoamericana, Medellín 1997, editorial lealon, página 55

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un homicidio, no podemos tranquilizarnos con decir que no es lo mismo practicar un aborto, como el que lo ordena bajo el amparo de la ley; la razón fundamental que aduce la Corte Constitucional para negarle al juez su objeción de conciencia frente a la práctica del aborto en uno de los casos despenalizados, es que el funcionario judicial no puede proponer esta objeción de conciencia sin que ello implique una denegación de justicia para el ciudadano, es decir, acude a una razón de tipo instrumental o procedimental para asegura el principio y derecho fundamental de acceso a la justicia que toda persona tiene, pero en ningún momento aborda el tema del derecho a la objeción de conciencia que pudiéramos tener los jueces como seres humanos, es decir, evade tal asunto y hace una ponderación de derechos donde hace imperar el derecho de acceso a la justicia sobre el derecho de objeción de conciencia del juez, bajo una razón claramente organizacional o administrativa, recordemos que la objeción de conciencia en este caso especifico del aborto, está basado en que el derecho a la vida está en juego, es decir, no es cualquier derecho el que se discute, sino el más importante de todos los derechos, el derecho a existir, el derecho a ser, y frente a él todos los ámbitos de la sociedad tienen injerencia y relevancia máxima, desde los social pasando por la ciencia, hasta la religión tienen algo o mucho que decir al respecto, por lo tanto cuando se desconoce el derecho a la objeción de conciencia cuando se trata de la vida, esto se convierte en un asunto de altísima trascendencia para todos y frente al cual no podemos simplemente aducir razones de tipo prestacional de un servicio como es la administración de justicia, que valga de paso decirlo, no entendemos cómo puede atentarse contra tal derecho cuando existen una pluralidad considerable de jueces que aseguran que la prestación del servicio de justicia se garantice, aun en los poblaciones


más lejanas donde se puede acudir al juez más cercano y aquí viene también otra reflexión más dolorosa, es si: ¿no se atenta de manera más gravosa contra el derecho de acceso a la justicia, allí donde se ha dejado una población sin el servicio de justicia por razones de orden público, de acceso o por cualquier otra circunstancia?.

No podemos olvidar, los salvamentos de voto que esta sentencia de la Corte Constitucional tuvo, y que por lo menos deja pensar la diversidad de orientaciones y cosmovisiones que se aglutinan en el alto tribunal, y que para fortuna de todos es una muestra de la pluralidad y la relatividad del derecho, en ellos se resalta uno de los argumentos que considero de mayor peso, como es el que dice que mientras a la madre gestante tiene probabilidades de comprometer su vida de continuar con el embarazo que se pretende suspender, para el ser vivo que habita en ella no le queda otra opción que la muerte, ello deviene en una desproporción en el derecho a la vida de la madre frente al derecho a vivir de su hijo, ello es un hecho innegable que ese ser vivo tiene que morir, es una condena a muerte contrariando todo lo preceptuado en la constitución y el código penal con respecto al derecho a la vida y a no privar a nadie de ella, salvo claro está en los casos de legítima defensa donde están en peligro en igualdad dos vidas, y no se diga ahora que la madre está defendiendo su vida frente a su hijo, cuando este no ha tenido injerencia alguna en el embarazo o en la causa que lo origino, máximo cuando existen alternativas viables para ese ser vivo, como es darlo en adopción sino es aceptado por su madre biológica en 3 En la sentencia SU- 047 de 1999, donde la Corte Constitucional hace el siguiente análisis sobre la obligatoriedad de los jueces del precedente judicial: “(..) los jueces deben fundamentar sus decisiones, no en criterios ad hoc, caprichosos y coyunturales, sino con base en un principio general o una regla universal que han aceptado en casos anteriores, o que estarían dispuestos a aplicar en casos semejantes en el futuro (..). “(…) Por ende, la existencia de una ratio decidendi en una sentencia resulta de la necesidad de que los casos no sean decididos caprichosamente sino con fundamentos en normas aceptadas y conocidas por todos, que es lo único que legitima en una democracia el enorme poder que tienen los jueces- funcionarios no electos- de decidir sobre la libertad, los derechos y los bienes de las otras personas”.

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Lo que se aboga en este escrito, es que la Corte Constitucional bien hubiera podido modular su fallo, y aun lo puede hacer frente a un caso semejante, permitiendo el respeto al derecho de objeción de conciencia, también de los jueces, solo frente a estos casos de aborto, dado que es el valor vida el que está en juego, ideando alguna manera viable, pero respetuosa de este derecho a los jueces a los cuales su formación moral, religiosa o ética consagran un respeto inviolable a la vida y el derecho al acceso de la justicia, pues es evidente que la salida más fácil es cortar de tajo el derecho a la objeción de conciencia de los jueces, que construir un mecanismo que permita preservar el derecho al acceso a la justicia, pero que este no impere, anule o destruya el derecho legitimo de los jueces a la objeción de conciencia para conocer y decidir las tutelas en los casos de aborto autorizado por la ley, pues si se entiende que el juez es “la boca de la ley”, independientemente de su moral o ética, el juez deberá tutelar el derecho de la persona a abortar y en consecuencia ordenar su práctica mediante fallo de tutela, cosa distinta fuese que el juez de tutela pudiese negar el aborto con argumentos que considera validos, y ello no le implicara la comisión de un prevaricato por violación de la ley, en este caso de la sentencia de la Corte Constitucional que permite el aborto en los tres casos señalados como un precedente de obligatorio cumplimiento para todos los jueces, el problema resulta que si esos argumentos del juez que niega el aborto, son

considerados por la Corte Constitucional como suficientes, adecuados y legítimos para dejar de aplicar el precedente.3


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los casos de violación, mientras que el ser vivo no tiene ninguna alternativa de vivir, en este punto reitero que la sentencia de la Corte habla de probabilidad, no habla de una certeza de que la madre morirá de no aplicársele el aborto que requiere, caso en el cual no es una opción sino una necesidad y una cuestión de vida o muerte, amén de que no hemos hablado aquí de la parte científica de estos abortos y que desafortunadamente no hacen parte de nuestros conocimientos, aspectos tales como que la misma naturaleza obra cuando resulta un embarazo no viable terapéuticamente y produce un aborto espontaneo, como abogados sabemos la no sutil diferencia entre posibilidad y certeza, mientras la una no es suficiente para adoptar una decisión definitiva, la certeza si los es, y me pregunto: ¿ Si frente al derecho a la vida no se requiere tener certeza sobre el peligro inminente para la vida de la madre, para proceder a tomar una decisión tan extrema y limite como es el aborto?. A la par de lo anterior, que sin lugar a dudas seguirá siendo tema de discusión entre derecho y moral por mucho tiempo, pero lo que nos avoca es un tema más profundo y es si el juez tiene derecho a la objeción de conciencia frente a un caso como la orden vía tutela de proceder a realizar un aborto que implica la destrucción de una vida humana, fíjese que no es frente a cualquier derecho, como pudiéramos decir de la libertad, sobre los bienes de las personas, etc., sino frente a la vida misma en condiciones de inferioridad y vulnerabilidad como es la de un feto en el vientre materno, ello lo reviste de una magnitud enorme, donde los jueces nunca hemos tenido que resolver sobre la vida o la muerte de una persona, pues la pena de muerte está proscrita en nuestro país, y además, cuando ella estuvo vigente en épocas pretéritas, estuvo sometida a todo un proceso

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penal donde se garantizaba el derecho de defensa del procesado y se aplicaba, como pena máxima, solo ante crímenes atroces, norma esta que fuera expedida y reglamentada por el órgano legislativo, es decir cumplió toda la ritualidad constitucional para convertirse en Ley de la República, mientras en este caso estamos frente a una decisión del máximo órgano Constitucional del país, quien mediante una sentencia de constitucionalidad decidió en qué casos no es punible el aborto y en consecuencia cuando puede este realizarse legalmente. Ahora bien, no veo que impide que la objeción de conciencia se torno como una causal mas de impedimento para el juez, y de esta manera legalizar la objeción de conciencia, pues valga decirlo, ¿las causales de impedimento de los jueces entonces constituirían también una denegación de justicia? Creemos que no. Como no se justifica que la objeción de conciencia frente a estos casos de aborto, se eleve a causal de impedimento judicial, cuando de por medio esta la vida, lo cual la configura como una causal sumamente importante y por encima de cualquier otra. Precisamente el argumento de entidades como la ONG Women`s Link Worldwide 4, sobre esto fueron: “la función judicial debe estar ajustada a la Constitución y a la ley. Si una persona no se siente capaz de dejar a un lado sus consideraciones personales para aplicar las normas, no puede ejercer como juez”, agregan además que: “la objeción de conciencia debe estar prevista legalmente, ya que se trata de una figura derivada del derecho fundamental a la libertad de conciencia y es además, una excepción al principio de 4 Esta ONG fue la principal promotora del fallo que despenalizo parcialmente el aborto en Colombia. Las abogadas que integran esa organización interpusieron una queja disciplinaria en contra del juez 10 civil municipal de Cúcuta, pues según ellas, los funcionarios judiciales no pueden alegar objeción de conciencia para abstenerse de fallar un asunto.


legalidad”, “los jueces son funcionarios públicos y representan al estado, que está excluido de la objeción de conciencia. Por otra parte tienen a su cargo la prestación de un servicio público esencial, que no puede interrumpirse. Finalmente al alegar objeción de conciencia, el juez esta denegando justicia, lo cual viola los derechos fundamentales del afectado”. Ahora bien, si se dice que el juez no estaba obligado a decidir en un sentido o en el otro, es decir, optar por ordenar la práctica del aborto o no, sino que falle conforme a la ley, que opciones tendría entonces, un juez para negar el amparo constitucional a una mujer que solicita se le practique el aborto en alguna de las circunstancias señaladas por la sentencia C- 355 de 2006 de la Corte Constitucional, 5 si está obligado al precedente y sus argumentos de tipo religioso, moral o ética no son aceptables o no son considerados legítimos, para negar el aborto en esas precisas circunstancias, ello le podría implicar al funcionario judicial, no solo una falta disciplinaria 6 sino un delito de prevaricato, incluso si recurriera a los mismos argumentos que los magistrados que aclararon y salvaron su voto en la sentencia C- 355 de 2006 de la Corte Constitucional,7 si estos serian aceptados para fallar negativamente, y ser estimados como argumentos legítimos, suficientes y adecuados.

5 Del 10 de mayo de 2006, Magistrados Ponentes: Jaime Araujo Renteria- Clara Inés Vargas Hernández 6 No podemos olvidar que conforme a la sentencia de la Corte Constitucional:T-751 de julio 14 de 2005, M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra, los jueces no pueden ser sancionados disciplinariamente por sus interpretaciones, el juez disciplinario no puede hacer prevalecer su propia interpretación de las normas jurídicas, cuando existen dos o más interpretaciones razonables. 7 Los magistrados que aclararon sus votos fueron: Jaime Araujo Renteria y Manuel José Cepeda Espinosa; los que salvaron su voto fueron: Marco Gerardo Monroy Cabra, Rodrigo Escobar Gil y Álvaro Tafur Galvis.

Así las cosas, una posible solución a este dilema para los jueces que tenemos una convicción religiosa fuerte, ética y moral contra el aborto , será indudablemente asumir el estudio y fallo de las tutelas sobre aborto y en aras de la autonomía e independencia que cobija a la función judicial sometidos al imperio de la ley y a la equidad 8 como criterio auxiliar de la actividad judicial,9 decidamos con argumentos legítimos, la negación a dicho procedimiento, para que en caso de ser impugnada, si a bien lo tiene un juez de segunda instancia tome la decisión final sobre la procedencia o no del aborto, con el riesgo que ello implique una investigación y una posible sanción disciplinaria y penal. Son este tipo de preguntas y no la negación del derecho al acceso a la justicia, pues ello implicaría que no existieran otros jueces de la misma funcionalidad, que bien pudieran asumir el conocimiento de estas tutelas, si no tienen reparo de conciencia para hacerlo, lo que constituye el derecho reclamado de la objeción de conciencia que los jueces pudiéramos tener frete a estos casos, por ahora “rezo” porque un caso de estos no se me presente y verme abocado a este predicamento, donde indudablemente lo último que quiero es negarle el acceso a la justicia a cualquier persona, pero tampoco quiero sentirme responsable de haberle quitado la posibilidad a una criatura su derecho natural de ser….. 8 A fin de ponderar los derechos enfrentados de la madre y del feto, donde como se advirtió a la primera es una posibilidad de riesgo para su vida, mientras que para el segundo le significa una inevitable muerte. 9 Artículo 230 de la Constitución Política de Colombia.

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La Corte Constitucional, ha determinado la objeción de conciencia, en eventos como el

servicio militar obligatorio, el deber de rendir juramento y en materia de educación religiosa en las escuelas públicas, pero ninguno se equipara a esta objeción de conciencia donde está de por medio la vida misma.


Ojala estas breves líneas sea motivo de reflexión con amplitud de criterios, de estudios jurídicos-científicos, preocupación y no indiferencia, que lleven a la toma de decisiones claras por parte de todos: la sociedad civil y la comunidad jurídica en general.

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JOSE ALEJANDRO GÓMEZ OROZCO Juez 1º Civil del Circuito de Medellín

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¿CUÁL ES LA PAZ qUE NOS MERECEMOS? Por Jaime Jaramillo Panesso

Cuando las guerrillas colombianas declararon que la toma del poder por las armas era posible, siguiendo en ese momento el ejemplo de Cuba, dieron como un hecho que su insurgencia estaba en el camino correcto. Las Farc, aupadas por el Partido Comunista, señalaban que sería una guerra popular prologada con diferentes formas de lucha (la legal y la ilegal, la abierta utilizando la democracia “burguesa”, la cerrada con células clandestinas). El Eln y el Epl, por el contrario, consideraban que con las enseñanzas del Che Guevara (para los elenos) o con las consigna de que una chispa era suficiente para encender la pradera (para los maoístas) la revolución sería a corto plazo. Por lo tanto las guerrillas todas atrás citadas, combatirían desde los campos hasta llegar a las ciudades.Colombia era por aquellas calendas de los años sesentas de mayoría campesina y la primera reivindicación se plasmaba en una reforma agraria que eliminara el latifundio, organizara el minifundio en cooperativas y consolidara en el poder la alianza obrerocampesina bajo la contradictoria figura de la “democracia popular con la dictadura del proletariado”.

El sufrimiento de nuestra nación ha sido intenso. Durante los 50 años de esta violencia los agricultores, los campesinos pobres y medianos, los ganaderos, los obreros agrícolas, los mineros y las comunidades rurales, municipales y corregimentales han soportado el peso de la guerra. También las ciudades por la acción de las milicias urbanas de la guerrilla, los secuestros y los asesinatos de personalidades cívicas, políticas, eclesiásticas 61

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Hoy Colombia es de mayoría urbana, el campo avanza en cultivos agro industriales y minería, la guerrilla aún es de cepa campesina, pero sus comandantes son de origen pequeño burgués. El problema central es un problema agrícola: el cultivo de la coca. Pero la toma del poder por la vía armada ha sido clausurada en sus planes, porque no solo le fue imposible derrotar las Fuerzas Armadas constitucionales, sino que la correlación de actores políticos internacionales cambió. La Unión Soviética desapareció, Cuba se agotó económica y militarmente y la solidaridad trasladó a Venezuela su foco de apoyo.


y sindicales. ¿No son nuestros los soldados, los policías y los combatientes irregulares, aunque tengan signos contrarios en la lucha? Se calcula en más de trecientas mil las víctimas mortales en esta contienda interna. Y los billones de pesos en destrucción de pueblos, puentes, cuarteles, carreteras, servicios públicos, haciendas, casas campesinas, bosques maderables, cosechas, fuentes de agua, etc. Y los billones para defendernos de los terroristas y para mantener nuestra democracia, así tenga fallas, pero es nuestra democracia. La que viene desde el 20 de julio de 1810, se confirma el 7 de agosto de 1819 y renovamos cada cuatro años.

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Tenemos la sospecha de que el Presidente Santos espera condiciones suficientes, a su juicio, para dialogar con las Farc. Y las Farc atacan, salen de sus escondites en la selva a retomar la iniciativa militar y aterradora para demostrar – si eso es una demostración valedera– que son fuertes y que merecen, al menos, parte del poder y ser interlocutores del Presidente. De este tema hablaron durante el encuentro reciente, en la Habana, el Presidente Santos, el Presidente Chávez y los hermanos Fidel y Raúl Castro. Momento mas oportuno nunca antes había habido. Los colombianos merecemos la paz. Hemos pagado una alta cuota de sangre y de duelo que no termina. Pero la paz no se puede hacer a cualquier precio. Tampoco la paz se hace para ganar premios internacionales ni para entronizar bustos de bronce en la plaza de la capital. La paz se debe hacer con la marca de nuestros sueños 62

y con la firmeza de nuestra resistencia a la claudicación. Por eso hay que estar atentos a la agenda temática. Que vengan también los guerrilleros con sus sueños y sus armas desmontadas. Tienen derecho a la vida en democracia, pero no nos obliguen a la admiración. Que Timochenko cambie el título de comandante por el de ciudadano. Y que no pida más de lo que merece, ni merezca más de lo que podemos darle. Y si el Presidente Santos lo considera entonces como otro su mejor amigo, déjenos la alternativa de decir, simplemente, que no es nuestro enemigo.


LA REDEfINICIÓN DEL ENEMIGO POLÍTICO LUEGO DEL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2001: UN ANÁLISIS DESDE LA GUERRA Y SUS DISCURSOS 1

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Por Clara María Mira González The Redefinition of the Political Enemy after 9/11/2001: an Analysis from the War and its Discourses La redéfinition de l’ennemi politique après le 11 septembre 2001: une analyse selon l´approche de la guerre et ses discours Clara María Mira González 3 Resumen Las nuevas guerras y el choque de civilizaciones son dos puntos de vista teóricos del análisis del actual orden internacional. En este artículo se pretende contrastar estas dos propuestas, tanto al terrorismo que reaparece en la escena internacional luego del 11 de septiembre de 2001, como al lenguaje de la guerra representado en los discursos del presidente George Bush, para concluir, de un lado, que las tácticas bajo las cuales es combatido el terrorismo traducen guerras por el territorio dirigidas a la identificación del enemigo en Estados o bloques de Estados como “ejes del mal” y a dispersar la violencia indistintamente en estos territorios y, de otro, que la identificación del terrorismo desde la oposición de conceptos desde una existencia de un tal “nosotros”, representado en Occidente y un “ellos” que se le opone, produce y reproduce la confrontación. Palabras Clave: Terrorismo, Guerra, Relaciones internacionales, Poder político, Teoría política.

1 Texto publicado en la Revista de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Pontificia Bolivariana. No. 109 2 Este artículo es el resultado final de la investigación titulada “La redefinición del enemigo político luego del 11 de septiembre de 2001”, adelantada para optar por el título de especialista en relaciones internacionales ofrecido por el Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia. Esta investigación fue adelantada bajo la asesoría del profesor Porfirio Cardona Restrepo, profesor de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín. 3Abogada. Profesora del curso Régimen y Sistema Político de la Universidad EAFIT. Investigadora de la Universidad CES. Correo electrónico: claramira@gmail.com Este artículo fue recibido el día 15 de septiembre de 2008 y aprobado por el Consejo Editorial en el Acta de Reunión Ordinaria No. 8 del 2 de diciembre de 2008.

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Abstract The new wars and the clash of civilizations are two theoretical approaches to the current international order. This ar ticle attempts to contrast these two proposals: on the one hand, terrorism, which reappears in the international scene after 9/11/2001, and on the other hand, the language of the war depicted in the discourses of President George Bush. The conclusions arrived at are, first, that the tactics used to fight terrorism denote wars for territory aimed at identifying the enemy in States or blocks of States as “axis of evil” and spread the violence indistinctively


within these territories, and second, that the identification of terrorism from an opposition of concepts, differentiating the existence of a cer tain “us” represented by the West from “them” opposing it, produces and reproduces the confrontation. Key Words: Terrorism, War, International Relations, Political Power, Political Theory.

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Résumé Les nouvelles guerres et le choc des civilisations sont deux points de vue théoriques de l’analyse de l’actuel ordre international. Dans cet ar ticle on prétend contraster ces deux propositions, tant au ter- rorisme qui réapparaît dans la scène internationale après le 11 septembre 2001, comme au langage de la guerre représenté dans les discours du président George Bush. Les conclusions sont, d’un côté, que les tactiques utilisé pour combattre le terrorisme traduisent des guerres pour le territoire visant à l’identification de l’ennemi dans des États ou des blocs d’États compris comme «axes du mal» et disperser la violence indistinctement dans ces territoires, et, de d’un autre, que l’identification du terrorisme selon l’approche de l’opposition de concepts qui différencie une existence d’un tel «nous», représenté par Occident et un «ils» qui se l’oppose, produit et reproduit la confrontation. Mots Clés: Terrorisme, Guerre, Relations Internationales, Pouvoir Politique, Théorie Politique. Sumario Introducción. 1. Sobre las viejas y las nuevas guerras: La aparición de un nuevo enemigo global. 1.2. Una aproximación teórica. 1.2. Las nuevas guerras y el terrorismo internacional. 2. Terrorismo internacional ¿choque de civilizaciones? 2.1. Civilizaciones en singular y en plural. 2.2. Lo político

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como exclusión del otro. Conclusiones. Bibliografía. Introducción Diversos cambios caracterizan la transformación de las relaciones internacionales en el transcurso del siglo XX y XXI. Dichas transformaciones están antecedidas por sucesos o acontecimientos que estructuran el escenario de un nuevo orden internacional. En primer lugar, el derecho internacional, que desde sus orígenes en los tratados y convenciones como la paz de Westfalia, la Liga de Naciones, y la creación de las Naciones Unidas, fue definido en torno a la limitación del poder unilateral de los Estados y al delineamiento de parámetros de seguridad colectiva a partir de la creación de órganos e instituciones de carácter global, es desafiado por acciones unilaterales que se revelan en los últimos acontecimientos como la guerra contra Afganistán e Irak y que evidencian cómo las confrontaciones contemporáneas se desarrollan mediante actuaciones unilaterales que prescinden de cualquier respaldo o aval por parte de las Naciones Unidas, y, al mismo tiempo, ponen de manifiesto como ésta organización es incapaz de controlar el poder unilateral de los Estados, especialmente de Estados Unidos como potencial mundial4. En segundo lugar, con la Guerra Fría se pone fin al mundo bipolar, basado en el equilibrio de poderes entre dos sistemas de pensamiento 4 Al respecto dice Michel Byers: “Los 90 fue la primera década de una nueva época, la cual es caracterizada por Grewe como la década de la comunidad internacional, dominada por un solo superpoder – los Estados Unidos”. Byers continua señalando que el poder unilateral que los Estados Unidos se ha atribuido, le permite realizar interpretaciones unilaterales tanto sobre las resoluciones expedidas por el Consejo de Seguridad como de la Carta de las Naciones Unidas, dando un sentido conveniente a sus intereses del derecho al uso de la fuerza, la guerra preventiva y el derecho a la autodefensa. Cfr. BYERS, Michel. “The Shifting Foundations of Internacional Law: a decade of forceful measures against Iraq”. En: European Journal of International Law. No. 13. Nueva York: Oxford University Press, (2002). p. 22.


o ideologías (el socialismo vs el capitalismo) que garantizaban la seguridad mundial en términos de contención entre ambos. Tras la caída del Muro de Berlín se inicia un nuevo orden internacional multipolar donde no hay una potencia hegemónica que gobierne o controle el sistema internacional. Adicional a ello, el mundo contemporáneo carece de un gobierno central, ello es manifiesto no sólo por la falta de un organismo hegemónico, sino también por la crisis en la que está sumida la Organización de las Naciones Unidas, encargada de garantizar la seguridad y el orden internacional que, tras los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001, referidos específicamente a la guerra contra Irak, ha demostrado una incapacidad para cumplir sus objetivos5.

Aún así, y pese a la crisis del Estado Nación en su interinidad, en lo que tiene que ver con la detentación de la guerra o del poder político y con ello el mantenimiento de la paz en su interior o soberanía interna, como también en 5 Ibíd., p. 22. 6 CHIMNI, B.S. International institutions today: an imperial global state in the making. Versión digital disponible en: http://www.ejil.org/ journal/Vol15/No1/ar t1.html (noviembre de 2007).

Los últimos acontecimientos precedidos por el ataque a las Torres Gemelas en Estados Unidos y con él al protagonismo que adquiere el terrorismo como fenómeno internacional remite a unas formas de guerra que poseen capacidad para aglutinar y transformar las visiones del mundo imperantes en el escenario actual. Estas formas de guerra son asimétricas porque los contrincantes se ubican en planos desiguales; es decir, no son guerras entre enemigos que ostenten el mismo poder bélico como era el caso de los Estados en las guerras medievales. Los contrincantes en las nuevas guerras son enemigos disímiles. Generalmente se asocian con movimientos religiosos, regionales y nacionalistas, que manifiestan una posición de evidente desigualdad. Dichas guerras son leídas desde la lógica occidental bajo el rótulo de terrorismo internacional, lo que hace que, en general, la reacción contra las mismas sea desproporcionada frente a los daños que producen8.

7 A propósito de la crisis del Estado Nación, Manuel Castells sostiene que las redes de poder transnacionales originadas a raíz de la globalización han socavado la soberanía estatal en el ámbito económico en lo que se refiere al manejo de los flujos de capitales. En consecuencia, los gobiernos pierden control sobre las políticas económicas y lo ceden a las grandes transnacionales. No obstante, la alta dependencia de los gobierno de las redes de capitales, el Estado aún conserva dentro de este complejo de relaciones su capacidad tributaria para decretar y cobrar impuestos. CASTELLS, Manuel. La era de la información: Economía, sociedad y cultura. Vol II: El poder de la identidad. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 1999. p. 273. En el mismo sentido B.S. Chimni sostiene que la crisis del Estado Nación actual está relacionada con la aparición de un Estado Global Imperialista que se conforma de redes transnacionales y nacionales de capital donde los intereses económicos de una nueva clase capitalista dominante priman sobre los del Estado Nación y erosionan su soberanía en el ámbito económico. Véase: CHIMNI, Op. Cit., p. 5. 8 CHOMSKY, Noam. Piratas y Emperadores: Terrorismo internacional en el mundo de hoy. Barcelona: Ediciones B.S.A., 2004, p. 8.

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En tercer lugar, el poder mundial tiende a desarticularse, fragmentarse, dividirse; es decir, el poder en términos económicos y militares, sale del Estado Nación, lo que pone en evidencia su crisis, y se instala en movimientos de distinta índole como: redes de poder multinacionales, movimientos fundamentalistas, étnicos y religiosos6. Este desplazamiento del poder hacia otros actores internacionales, crea un vacío que se refleja en la carencia de un organismo internacional capaz de poner en práctica de manera efectiva los objetivos de preservación de la paz y la seguridad internacionales, que permitan la participación de Estados no occidentales en la toma de decisiones.

el dominio sobre los medios de producción; ese Estado Nación se mantiene como la forma de organización preponderante en el sistema internacional y como actor principal de las relaciones internacionales7.


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La importancia del estudio de las nuevas guerras radica en que éstas construyen un nuevo orden mundial, de fragmentación estatal, de reivindicación de identidades y del surgimiento de líderes fundamentalistas. En este nuevo orden, se evidencia el protagonismo por parte de los Estados occidentales en la definición del terrorismo, como si se tratara de identificar un enemigo común, cuando el enemigo es poroso, invisible y, lo más importante, diferenciado dependiendo del lugar donde se encuentre. Dado que este enemigo presenta características distintas en el contexto que se ubique, éste se acerca más a la teoría de las nuevas guerras, que a la lógica propuesta por George W. Bush en los pronunciamientos transcurridos con ocasión del atentado contra las Torres Gemelas en donde remite a la manera de Samuel Huntignton a un choque entre civilizaciones. De allí que, en aras de develar la naturaleza de este nuevo enemigo global, se pretenda hacer un estudio de las teorías de las nuevas guerras y del choque de civilizaciones, enunciadas por Mary Kaldor y Samuel Huntington respectivamente. En las siguientes líneas se describirán las características de las nuevas guerras en contraste con las viejas guerras para resaltar sus diferencias y semejanzas. En el primer capítulo se introducirán conceptos clásicos sobre la guerra y su relación con la política, luego se señalarán los rasgos distintivos entre las viejas y las nuevas guerras y, finalmente, se compararán las nuevas guerras con el terrorismo internacional. En el segundo capítulo se describirá cómo aparece el enemigo internacional en los discursos pronunciados por el presidente George W. Bush luego del 11 de Septiembre de 2001, y cómo ese terrorismo presenta características propias que contrastan con él concepto mismo de civilización. En este punto se expondrá la tesis de Huntington

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sobre el choque de civilizaciones con énfasis en la civilización en singular y se introducirá el concepto de lo político desde la relación amigo-enemigo presente en Carl Schmitt. En la exposición de ambas tesis se harán alusiones permanentes a los discursos pronunciados por el presidente George W. Bush y representantes internacionales, con el propósito de compararlas a la luz de los discursos internacionales. Por último, se enunciarán algunas conclusiones críticas al respecto. 1. Sobre las viejas y las nuevas guerras: la aparición de un nuevo enemigo global 1.1. Una aproximación teórica Autores clásicos como Carl Schmitt se ha referido al tema de la guerra y su vinculación con lo político. Lo político, en Schmitt, se define como un asunto público y estatal en torno al cual se construyen identidades que giran alrededor de la relación amigoenemigo, presente en dos campos: hacia el interior, como respuesta a los que se oponen al Estado; y hacia el exterior, como respuesta a otros Estados que no respetan su identidad9. En la caracterización de la relación políticaguerra, se refiere a la guerra como acto fundamental de la política o actividad propia del Estado, a la manera de vieja guerra, tal y como es entendida tanto por Mary Kaldor y por Herfreid Münkler. En las viejas guerras, la coerción y el capital son elementos claves a través de los cuales se consolidan los distintos elementos del Estado Moderno: nación, territorio y soberanía. Gracias a las guerras, los Estados “consiguen acatamiento y de dicho acatamiento derivan las múltiples 9 Cfr. SCHMITT, Carl. El Concepto de lo político. Madrid: Alianza Editorial, 1998. p. 26.


ventajas del dinero, los bienes, la deferencia y el acceso a los placeres negados a los menos poderosos”10. La guerra clásica o vieja guerra es la forma como se consolida el Estado Moderno y, para llevarla a cabo, los monarcas hicieron uso, primero, de grupos de mercenarios y luego de ejércitos profesionales que les permitieron agrupar franjas territoriales y centralizar el poder. Así, los ejércitos permanentes o profesionales fueron partes esenciales para alcanzar el monopolio de la violencia y con él la consolidación del Estado Nación. Por esto, las viejas guerras, son confrontaciones entre Estados, por la soberanía o por el poder sobre franjas territoriales y poblacionales. En ellas el interés del Estado es su justificación, y de allí su inescindibilidad con el poder político11.

10 TILLY, Charles. Coerción, capital y Estados Europeos. Madrid: Alianza Editorial S.A., 1990. p. 114. 11 Cfr. KALDOR, Mary. Las nuevas guerras: Violencia organizada en la era global. Barcelona: Tusquets Editores, 2001. p. 33. 12 Cfr. Ibid., p. 21.

Por último, uno de sus rasgos comunes es su forma de financiación, reciben apoyos económicos de personas privadas o “empresarios de la guerra”. Por ello, tienden a prolongarse durante largos períodos de tiempo, dada su capacidad económica y financiera15. Estos “empresarios de la guerra” se dedican por lo general a actividades ilícitas: el tráfico de drogas y de personas, la extorsión, el comercio ilegal de armas, el secuestro, entre otros16. Las técnicas que utilizan los señores de la guerra, van desde las matanzas 13 Cfr. Ibid., p. 16. 14 Cfr. Ibid., p. 18. 15 MUNKLER, Herfreid. Viejas y Nuevas Guerras: Asimetría y privatización de la Violencia. Madrid: Siglo XXI Editores, 2005. p. 1. 16 Ibid., p. 1.

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Dichas guerras contrastan con las que aparecen en África y Europa del Este durante los años 80 y 90 a raíz del vacío de poder que se produce por la erosión de la autonomía del Estado y su monopolio de la violencia, pero también, son productos del fin de la bipolaridad. Las identidades que se aglutinaban en torno al socialismo y al capitalismo son reemplazadas por movimientos fundamentalistas y regionalistas que reivindican nuevos espacios de reconocimiento. La aparición de estos nuevos conflictos pretende reemplazar la contienda bipolar (capitalismo vs socialismo), por un nuevo tipo de enfrentamiento derivado de la globalización: el cosmopolitismo vs el exclusivismo. El primero, como proyecto político incluyente, democratizador, universal y multicultural y el segundo, basado en una política de identidades y por ende, excluyente, antidemocrático y singular12.

La diferencia entre las viejas y las nuevas guerras radica en que en las primeras, implican una distinción entre conceptos como guerra, crimen o violencia por motivos privados, y violaciones a gran escala de derechos humanos, por lo que son guerras clásicas y básicamente territoriales; mientras que en las segundas, se combinan los elementos de crimen organizado, con guerras privadas o informales y guerras con motivos económicos13. La mayoría son guerras que se libran con actores paraestatales o confrontaciones internas y civiles, derivadas de guerras irregulares o conflictos de baja intensidad. Las nuevas guerras incluyen características de las guerras clásicas y las modernas. En relación con las primeras, involucran acciones genocidas, parecidas a las utilizadas en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, como bombardeos, armas químicas y misiles aéreos tendientes a aminorar las pérdidas o las bajas de quienes producen la guerra; en cuanto a las segundas, recurren a elementos de la globalización como la revolución de tecnologías y de la información, las innovaciones en comunicación y el tratamiento de datos14.


masivas hasta la intimidación sicológica y económica. Como su objetivo es la población civil son guerras que se dirigen contra aquellas personas que presentan una identidad distinta o propia a la de sus guerreros y para ello, hacen uso de instrumentos de odio y terror, que permiten que surja un enemigo común en el nuevo orden internacional: el terrorismo. 1.2. Las nuevas guerras y el terrorismo internacional Los ataques a las torres gemelas en Nueva York y al Pentágono en Washington, fueron dos acontecimientos que no sólo pusieron en vilo la seguridad nacional de Estados Unidos, sino que dieron pie al surgimiento de un nuevo enfoque de las relaciones internacionales a partir de la seguridad como tema principal de los Estados17.

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En este sentido, los sucesos del 11 de Septiembre dieron inicio a un movimiento global contra el terrorismo internacional representado en distintos Estados del Oriente Medio en aras de garantizar la seguridad no sólo de Estados Unidos, sino en general de las grandes potencias internacionales como Alemania, Inglaterra, Francia e incluso Rusia. Sin embargo, el resurgimiento del terrorismo internacional como uno de los 17 Esther Barbé se refiere a la estrategia de seguridad implantada por Estados Unidos como el uso reiterado de los ataques preventivos por parte de la superpotencia ante amenazas latentes que se derivan de la combinación de terrorismo, tecnología y tiranía. Cfr. BARBÉ, Esther. Relaciones internacionales. Tecnos, Madrid, 2006. p. 300. Donald Rumsfeld, exsecretario de defensa de Estados Unidos, define la estrategia de seguridad de Estados Unidos en cinco puntos: El Primero, consiste en formar medios de disuasión para el entorno de seguridad, a partir del control de la proliferación de armas de destrucción masiva; el segundo, en garantizar el estado de disposición y sostenimiento de las fuerzas militares estadounidenses, desde su disponibilidad y capacidad de permanencia en el conflicto; el tercero, en modernizar las capacidades norteamericanas de mando, control, comunicaciones, inteligencia y espaciales; cuarto, transformar la defensa norteamericana conforme a los requerimientos del siglo XXI y quinto, reformar el departamento de defensa. RUMSFELD, Donald. Reto para la defensa de Estados Unidos: paz en la paradoja. Versión digital disponible en: http://usinfo.state.gov/journals/itps/0301/ijps/ pj61rums.htm (marzo de 2008).

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temas principales en las agendas de los grandes Estados del mundo, plantea dos interrogantes: ¿Es posible identificar este nuevo enemigo en términos geográficos? y ¿cómo actúa dentro de la lógica de la guerra? Una pista metodológica en la caracterización y tratamiento del nuevo enemigo internacional la ofrecen Mary Kaldor y David Held en su artículo “Aprender de las lecciones del pasado”18. Allí, ambos plantean la pérdida de vigencia de los conflictos interestatales y con ellos el bajo protagonismo del poder militar; aunado, a la aparición de nuevos conflictos, basados en identidades y regionalismos cuyo producto son las Nuevas Guerras. El terrorismo, desde esta perspectiva, combina los elementos de las nuevas guerras gracias a que presenta varias características comunes a ellas, tales como: sus móviles de identidad religiosos, culturales y étnicos, su violencia dispersa o descentralizada, su ataque permanente a la población civil y sus violaciones a los derechos humanos. Además, en cuanto a su financiación, el terrorismo también es promovido por empresarios privados y se vale de actividades ilícitas como el tráfico de drogas, la extorsión, el secuestro y la trata de personas. Su violencia es dispersa o fragmentada y ya no se lleva a cabo por los agentes estatales, o ejércitos, sino por los individuos quienes se agrupan en torno a ideales de identidad, antiglobalización, regionalistas y religiosos. Sus finalidades son igualmente diversas. En el marco de las nuevas guerras, el terrorismo no está enfocado a la dominación territorial o la consolidación y defensa de un orden estatal, sino a la obtención de poder político mediante la utilización del miedo y el fomento del odio, 18 HELD, David y KALDOR, Mary. Aprender las lecciones del pasado. En: El País. Madrid: (8. oct. 2001). Versión digital disponible en: http://www.noucicle.org/articles/ lecciones.html (marzo de 2008).


cuyos móviles son el fanatismo religioso y las políticas de identidad19. El terrorismo, al igual que las nuevas guerras, es asimétrico, dado que se vale de armas no convencionales, como aviones a la manera de misiles aéreos, gases tóxicos, armas atómicas y minas, que no alcanzan a equiparar el poder estatal. Asimismo, la confrontación que plantea el terrorismo tiene que ver con una guerra antiglobalización. En este sentido, está basado en las identidades resultantes de políticas colonialistas y poscolonialistas de los siglos XVIII y XIX, que se consolidan con posterioridad a la Guerra Fría gracias al vacío de poder generado a raíz del fracaso del socialismo y el triunfo del capitalismo, y que produce la pérdida de ciertas identidades que agrupaban proyectos diversos aglutinados hoy en movimientos regionalistas, antiimperialistas y religiosos20. El terrorismo es el reflejo de una nueva división mundial y local, que al igual que las nuevas guerras se presenta como un conflicto de clases: entre aquellos que hablan inglés, tienen acceso a los medios de comunicación, al correo electrónico, a la televisión por satélite, utilizan tarjetas de crédito y pueden

Por ende, la estrategia de Estados Unidos al combatirlo, traduce el esquema de las viejas guerras a partir de las conquistas territoriales y la creación de ejes de aliados y enemigos como si se tratase de una guerra mundial. Las nuevas guerras plantean un marco de acción distinto donde el enemigo no es identificable en un Estado, como quiso categorizarlo el presidente George W. Bush en el discurso del 20 de septiembre de 2001 ante el Congreso y el pronunciado posteriormente ante el consejo de seguridad de las Naciones Unidas el 14 de septiembre de 2005. El enemigo de las nuevas guerras es poco identificable, pues está disperso en distintos territorios, se comunica a partir de redes globales e incluso hace uso de la tecnología moderna como la Internet, los cajeros electrónicos, el fax, entre otros. El nuevo enemigo global que se califica como terrorismo, no es un enemigo visible o identificable en los Estados como Corea del Sur, Irán o Irak. Este enemigo es el producto de las políticas de exclusión surgidas con ocasión del vacío de poder que se genera de la Guerra Fría tanto en el orden interno como en el internacional. En el orden interno, porque 21 Ibid., p. 19.

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19 KALDOR, Mary. Op. Cit., p. 21. En el mismo sentido señala Elsa Blair: “El concepto de identidad tiene un significado ambivalente: de un lado, se refiere a aquello que singulariza; de otro, hace alusión a aquello que agrupa. De allí que la identidad se refiera entonces a las relaciones entre un ser y los otros, el cual, en este contexto, se afirma a si mismo desde su individualidad y su pertenencia al grupo”. BLAIR, Elsa. “Violencia e identidad”. En: Estudios Políticos. No.13. Medellín: Instituto de Estudios Políticos. Universidad de Antioquia, (julio de 1995). p. 139. Muchos autores asocian la identidad con características culturales que autodeterminan a grupos o individuos, dichos enfoques relacionan la identidad con el reconocimiento cultural de un grupo de individuos. Para Nancy Fraser, por ejemplo, el reconocimiento debe hacerse desde lo que se denomina modelo de status, en este sentido, es una cuestión de posición social y por tanto requiere de una política que equipare a los actores que han sido discriminados en una situación de igualdad de condiciones que les permita participar con los demás en la vida social. FRASER, Nancy. Inclusión social y nuevas ciudadanías. “Redistribución, reconocimiento y exclusión social”. Memorias del Seminario Internacional de Inclusión y Nuevas ciudadanías. Pontificia Universidad Javeriana, 2003, p. 62. 20 HELD, David y KALDOR, Mary. Op. Cit., p. 21.

intercambiar monedas extranjeras como dólares o euros; y los demás, que están excluidos de los procesos globales, viven de lo que pueden vender o intercambiar o, incluso de lo que reciben por concepto de ayuda humanitaria. Estos últimos no van a poder tener acceso ni a las visas, ni a los medios de comunicación, mucho menos a las tarjetas de crédito o a la televisión por satélite, desencadenando en consecuencia una lucha constante por el acceso al poder, a los medios de comunicación y producción y a la dominación como contrapeso a las políticas de exclusión21.


con el fin de la bipolaridad surgen conflictos regionalistas que ponen en entredicho la capacidad militar del Estado y su soberanía. En lo internacional, porque ocupan el vacío de poder resultado de la Guerra Fría y crean identidades propias en los distintos Estados del orden internacional. Se hace preciso, entonces, un tratamiento del enemigo a partir de esta nueva teoría, no desde la lógica de la territorialidad o el conflicto interestatal, sino desde la asimetría y las identidades, para lo cual, la guerra no es el remedio, sino más bien las políticas de inclusión y de justicia, que propongan el entendimiento de las comunidades más que el odio o el terror22. En dichas políticas, el entendimiento del otro, debe enmarcarse dentro de su cultura como elemento desde el cual se configuran las identidades y formas de vida. 2. Terrorismo internacional: ¿choque de civilizaciones?

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2.1. Civilizaciones en singular y en plural Una vez contrastada la teoría de las nuevas guerras con el terrorismo internacional del 11 de Septiembre de 2001 y después de haber concluido, de un lado, que el tratamiento del terrorismo internacional supone el abandono de la lógica territorial, que no hace más que enfatizar en las políticas de odio y terror, como si se tratara de viejas guerras, y de otro, sobre la necesidad de políticas de inclusión cuyo objetivo es el entendimiento de las comunidades, más que su aislamiento o exclusión. En este capítulo, se propone un giro en el análisis del terrorismo internacional desde la óptica del choque de civilizaciones, basada en la cultura y las identidades; distinto al enfoque estatalista de las viejas guerras. 22 Ibid., p. 2.

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Ello, con miras a develar si el terrorismo internacional, se relaciona entonces con un choque civilizacional o sí, por el contrario, este enfoque podría ser igualmente peligroso en una caracterización del mismo. El choque de civilizaciones es una teoría propuesta por Samuel Huntignton que supone un giro en la caracterización de los conflictos internacionales posteriores a la Guerra Fría. Dicho giro significa: el abandono de la teoría internacionalista del fin de la historia que se enfoca en el triunfo de la democracia y con ella la construcción de un solo mundo a la manera del mundo democrático liberal; y en su defecto, el surgimiento de nuevas identidades a partir de las culturas, que ocupan el espacio de los conflictos ideológicos y económicos entre el capitalismo y el socialismo de los años ochenta y también los vacíos en torno a la configuración de las nacionalidades que no logran aglutinar las diferentes identidades en un mundo de ciudadanos sin nación23. Las identidades del mundo de la posguerra fría, se agrupan gracias a elementos culturales, referidos a una serie de prácticas comunes como formas de vida, creencias religiosas y linaje, entre otras, que unidas entre sí conforman lo que Samuel Huntignton denomina civilización. Una civilización es entonces una “cultura con mayúsculas”24, es el ámbito o escenario donde se desarrolla 23 Ibid., p. 19. En Norber t Lechner las nuevas ciudadanías se definen desde dos aspectos “1) los cambios estructurales ocasionados por los procesos de diferenciación y de globalización, y 2) los cambios en la dimensión simbólica de la política”. Los primeros, aluden a una pérdida de protagonismo de la esfera política en el actuar cotidiano y su reemplazo por formas de relación entre el ciudadano y el mercado y, los segundos a una desorientación llamada desideologización por Lechner, relacionada con una pérdida de sentido del discurso político, de su poder de convocatoria, lo que genera una desconfianza en lo político manifiesta en la relación entre el ciudadano y el derecho y la sustitución de esta por una ciudadanía instrumental que convive más con el mercado que con el Estado. Véase: LECHNER, Norber t. “Nuevas Ciudadanías”. En: Revista de Estudios Sociales. No. 5. Bogotá: Uniandes, Universidad de los Andes, (enero de 2000). p. 25. 24 Ibid., p. 26.


la cultura, pese a que tanto la una como la otra, compartan elementos comunes como “valores, normas y formas de pensamiento”25. La civilización, anota el autor, puede referirse de manera singular o plural. Cuando se habla de civilización en singular se hace alusión a la dicotomía civilización vs barbarie. De tal forma que, lo civilizado es: lo urbano, lo alfabetizado y lo acordado26; mientras lo incivilizado es: lo primitivo, lo rural y lo bárbaro27. Ser civilizado es entonces un atributo de unos pocos que pueden ostentar: el acceso a la propiedad para vivir en las ciudades, a la educación para ser cultos, o a la razonabilidad para llegar a un acuerdo. En cambio, cuando se refiere a la civilización en plural se renuncia a la categoría única de civilización y se incluyen una pluralidad de culturas que a su manera reflejan una idea de civilidad. Así, aparecen distintas civilizaciones que Samuel Huntignton va a categorizar en trece grupos conforme a factores religiosos: La cristiandad occidental, el mundo ortodoxo, el mundo musulmán, el norte de África, Malasia e indonesia, la civilización judía, la hebrea, la diáspora, la hindú, la sínica, el África Subhariana, la budista y el Japón28. Autores como Edward Said, cuestionan la teoría de Huntignton, tanto desde el concepto de choque de civilizaciones, como

Para efectos del análisis que va a presentarse a continuación, se tomará el concepto de civilización en singular. La elección de este enfoque permite oponer las categorías civilización y barbarie, presentes en el primer análisis presentado por Huntignton y retomadas en el discursos del presidente George W. Bush ante el Congreso norteamericano. La teoría de la civilización en singular remite a los sucesos ocurridos el 11 de Septiembre de 2001 en Estados Unidos pues dichos acontecimientos dieron lugar a la reaparición del enemigo internacional representado en el terrorismo en unos discursos que reflejan esta oposición o dicotomía. Así por ejemplo, en la alocución del presidente George W. Bush el 20 de septiembre de 2001 ante el Congreso norteamericano, aparece la confrontación en lo siguiente: Esta es una lucha del mundo, una lucha de la civilización. Esta es una lucha de todos 29 SAID, Edward. The Myth of Clash of Civilizations. Versión digital disponible en: http://www.dailymotion. com/video/xqeoe_edwardsaid-the-myth-of-culture-cla (marzo de 2008).

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25 Ibid., p. 46. 26 Al respecto es importante anotar que la idea de consenso se construye en autores como John Rawls con base en la razonabildad. Para Rawls, la idea de razonabilidad como prerrequisito del consenso está referida a una etapa que el denomina consensual contractual donde los individuos a partir de la renuncia a las condiciones originales materiales (velo de ignorancia), negocian o se ponen de acuerdo sobre lo que van a ser los principios de la justicia. En esta primera fase es entonces, indispensable un procedimiento de argumentación consensual que garantice la imparcialidad de los principios escogidos a partir de las pluralidades existentes en una sociedad, este proceso, señala Rawls, se realiza por medio de procesos constructivos que van de sociedades cerradas (como la familia), a sociedades abiertas como los Estados. MEJÍA, Oscar. El Derecho de los Pueblos: Estudio Preeliminar. Bogotá: Nuevo pensamiento jurídico, 1993. p. 35. 27 Ibid., p. 45. 28 Cfr. HUNTIGNTON, Op. Cit., p. 51.

desde la agrupación que hace el autor de seis civilizaciones, argumentando que tal agrupación puede derivar en conse cuencias desastrosas. La crítica de Said está dirigida a demostrar como dentro de la categorización propuesta por Huntignton existen una serie de errores en el sentido de separar tajantemente las civilizaciones islámicas y confucianas y en el hecho de asumir una dualidad entre el nosotros, representado en la civilización occidental y el ellos que serían los otros, o los que se oponen a Occidente. Said, argumenta que el problema fundamental de la tesis de Huntignton radica en la noción de choque, que divide o separa y puede llegar, en aras de mantener, esa definición de lo que es Occidente, a la creación de enemigos a partir de la dinámica misma de la confrontación de categorías o conceptos.29


los que creen en el progreso y el pluralismo, la tolerancia y la libertad, donde todas las naciones en todas las regiones deben tomar ahora una decisión: o están con nosotros o están con los terroristas. De este día en adelante, cualquier nación que continúe dando refugio o apoyando el terrorismo será considerada por Estados Unidos como un régimen hostil.30 Las palabras pronunciadas por el mandatario anuncian lo que Samuel Huntington, en su libro El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, define en torno a la construcción del concepto de civilización como opuesto a la barbarie, lo primitivo y lo rural. ¿Qué pudo haber llevado entonces al mandatario estadounidense a calificar como barbarie los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001?

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2.2. Lo político como la exclusión del otro Existe una respuesta en la definición que ofrecen los clásicos de la teoría política cuando se remiten a la noción de enemigo, a la manera de Carl Schmitt, como lo distinto, lo diferente, o el otro31. En términos políticos se puede identificar como lo que se opone al Estado o lo distinto al Estado, en una necesidad de fragmentar o de identificar al otro, distinción de donde surge la política y de la que en consecuencia, se deriva la guerra cuando esta lucha involucra el empleo de armas, o la posibilidad de aniquilar o de

30 Discurso del Presidente George Bush ante el Congreso de Estados Unidos. Versión digital disponible en: http://www.analitica.com/va/internacionales/document/9304120.asp (marzo de 2008). 31 El enemigo para Schmitt “no es pues cualquier competidor o adversario. Tampoco es el adversario privado al que se detesta por cuestión de sentimientos o antipatía. Enemigo es solo un conjunto de hombres que siquiera eventualmente, esto es, de acuerdo con una posibilidad real, se opone combativamente a otro conjunto análogo”. SCHMITT, Carl. Op. Cit. p. 58.

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producir la muerte física del contrario32. En Carl Schmitt para que el enemigo adquiera su naturaleza basta con que sea distinto. La noción de enemigo se identifica en un conjunto de hombres que se opone a otro conjunto análogo. El enemigo siempre aparece en la esfera de lo público. La esencia de las relaciones políticas se caracteriza por la presencia de un antagonismo concreto en una forma de emplear el lenguaje que se traduce en guerra o en revolución33. La lógica amigo-enemigo, surge también en una esfera política donde el otro es precisamente quien permite esa posibilidad de afirmación o de identidad. Lo político juega un papel clave en la construcción del enemigo, construcción que se elabora desde las subjetividades o el imaginario de los distintos actores y que está impregnada de elementos sacralizantes y totalizadores34. En este espacio la idea de enemigo se construye a través de categorías opuestas como lo bueno o lo malo y está impregnado de elementos propios de la moral35. Allí donde las categorías morales se mezclan con la política, aparece ese juego incesante de oposiciones, que se encuentra presente en los discursos posteriores al 11 de Septiembre de 2001 a la manera de choque, o de guerra de conceptos. Lo civilizado representa lo 32La guerra en Schmitt es una “lucha armada entre unidades políticas organizadas” mientras que guerra civil “es una lucha armada en el seno de una unidad organizada”. Ibid., p. 59. 33Ibíd., p. 4. 34 Sacralizantes porque aluden a confrontaciones de tipo religioso “el eje del bien” y el “eje del mal”, y totalizadores porque los dos polos que plantea esta construcción no permiten posturas intermedias y remiten a absolutos, o se está conmigo o se está contra mí. Véase: WALZER, Michel. Guerra, política y moral. Barcelona: Paidós, 2001. 35Elsa Blair, al referirse a la sacralización de la política en los partidos políticos colombianos señala lo siguiente: “no podía existir así un terreno común en que pudieran encontrarse los adversarios, puesto que cada uno se definía por la exclusión del otro”. BLAIR, Elsa. “La imagen del Enemigo: ¿un nuevo imaginario social?” En: Estudios Políticos. No. 6. Medellín: Instituto de estudios políticos. Universidad de Antioquia, (1995). p. 52.


bueno36, lo democrático, la justicia, los derechos humanos; mientras lo otro, lo bárbaro, está representado por el eje del mal, los que se oponen a la democracia, a la justicia, a los derechos humanos y al mundo mismo37. Así, cuando el presidente Bush, cataloga como eje del mal a los Estados como Irak, Irán y Corea del Norte, y eje del bien a la coalisión de las naciones civilizadas, lo que hace es recurrir a la lógica de amigo-enemigo, y en esa representación identifica a lo otro, a lo distinto, al enemigo como lo que se opone a la democracia, la libertad, la justicia y los derechos humanos, y lo representa en los Estados orientales38. En este escenario surge un choque de civilizaciones en singular, o contraposición entre la civilización, y lo que la niega, o, a la manera de Huntington, entre lo urbano, alfabetizado y lo acordado vs lo primitivo, lo rural y lo bárbaro.

36 Cuando se habla de la guerra siempre se alude a una contraposición del bien y el mal. De tal forma que la guerra no puede escapar al campo de la moral. WALZER, Op. Cit., p. 31. 37 En este sentido dice el presidente George W. Bush en su discurso ante el congreso “Esta no es, sin embargo, una lucha sólo de Estados Unidos y lo que está en juego no son solamente las libertades estadounidenses. Esta es una lucha del mundo. Esta es una lucha de la civilización. Esta es una lucha de todos los que crean en el progreso y el pluralismo, la tolerancia y la libertad. Pedimos a todas las naciones que se unan a nosotros”. Discurso del Presidente George Bush ante el Congreso de Estados Unidos. Op. Cit. 38 Ibidem.

Dicha estigmatización en términos de ejes del mal o del bien, puede generar consecuencias desastrozas en las relaciones internacionales que conduzcan a guerras contra toda la población a partir de la dispersión de la amenaza en un Estado o en un grupo de Estados calificados como terroristas. Podría presentarse el caso, de la inclusión en la lista de terroristas internacionales de Estados, como Irak, Corea del Norte, Irán, Siria, entre otros, o la apelación a una guerra preventiva en aras de acabar con lo que se considera una amenaza representada en un Estado; tal fue el caso de la guerra de Estados Unidos contra Irak. Conclusiones Una vez realizado el recorrido por las propuestas de Mary Kaldor y Samuel Huntignton, se debe precisar que ambos teóricos se ubican en contextos diferentes. La teoría de las nuevas guerras centra su análisis en la pérdida del papel estatal en los conflictos que surgen con posterioridad a la Guerra Fría; mientras que en la propuesta del choque de civilizaciones el énfasis se hace en el elemento cultural que presentan los nuevos conflictos surgidos también tras el fin de la bipolaridad. Por lo tanto, se intentará dar respuesta al propósito inicial de evaluar la conveniencia o no de la aplicación de sendas teorías de manera separada, sin perder de vista que lo que se esbozó anteriormente es apenas un intento de explicar un fenómeno como el terrorismo internacional en la escena de los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001 bajo la óptica de dos autores.

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El lenguaje retomado en el discurso del mandatario desde la lógica amigo-enemigo presente en Schmitt y en la definición que expone Huntignton de civilización vs barbarie, se categoriza, estigmatiza y discrimina entre los países occidentales y los no occidentales, es decir, entre los países que lograron insertarse a las lógicas de la democracia, las constituciones, los derechos humanos y la globalización, y, quienes todavía permanecen al margen, porque no han entrado a las dinámicas ni de la civilización

en sentido occidental, ni acogen los derechos humanos, ni se insertan a la globalización, y en este sentido, son los otros, o los enemigos.


En el marco de las nuevas guerras, se debe reconocer lo valioso del aporte de Kaldor en la caracterización de los conflictos actuales y de los actores en dichos conflictos. La autora, además de puntualizar en la pérdida de estatalidad y desterritorialización de las nuevas guerras, propone un enfrentamiento de categorías como cosmopolitismo vs exclusivismo que se constituyen en los móviles de los conflictos actuales.

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En esta confrontación, el resurgimiento del terrorismo en la escena de los acontecimientos del 11 de Septiembre de 2001, comparte elementos comunes de las políticas de exclusión posteriores a la Guerra Fría. Escenario en el cual, el terrorismo, es producto de una nueva división del mundo tanto local como mundial que se presenta como conflicto de clases, entre aquellos que tienen acceso al mundo global o quienes resultan insertos en las dinámicas de la globalización y los que quedan excluidos. También, advierte Kaldor, que los atentados del 11 de Septiembre de 2001 con todas sus connotaciones requieren de un entendimiento de la guerra desde la asimetría, el desbalance de poder y la violencia dispersa y fragmentada que despliegan los contrincantes en combate y no desde la lógica de la territorialidad, como la utilizada por George W. Bush en sus discursos. Un error en la identificación del terrorismo en Estados como Corea del Sur, Irán o Irak puede generar consecuencias atroces desde una generalización bastante vaga del “eje del mal” o “los que están contra mí”. Dicha lógica no solo agrupa en el mismo bando civiles que nada tienen que ver con el conflicto internacional, sino que además, tiende a perpetuar una idea sobre el papel de Occidente, y su superioridad moral, representado en Estados Unidos como preservador de la seguridad mundial a la

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manera de choque: o se está conmigo o se está contra mí39. La salida en el tratamiento del terrorismo, debe enfatizar en la justicia global, en el entendimiento y el reconocimiento de las identidades y su inclusión, no en las políticas de miedo y terror que se generan con una respuesta al terrorismo a la manera de las viejas guerras y que perpetúan sus móviles, desde el odio y el terror, sin combatir las causas que las originan, derivadas de las políticas de exclusión e inclusión propias de la globalización40. Ahora, un encuadramiento del terrorismo desde un choque de civilizaciones, pasa por alto que éste no es identificable exclusivamente en los países no occidentales, ni mucho menos en los países musulmanes, puesto que este es un terrorismo disperso, cuya ideología se nutre de movimientos nacionalistas, antiglobalización, regionales. Este nuevo enemigo se contrapone a las lógicas de Occidente, a los derechos liberales, a la democracia, a la idea de consenso, y se asocia con una ideología religiosa que tiene en cuenta las identidades de grupo más que los intereses individuales, pero que como ya se había enunciado, no es identificable única y exclusivamente en el mundo musulmán. El lenguaje de la guerra y en este caso, la identificación del enemigo desde lo que es distinto o lo que se opone al Estado (para el caso, a los Estados Unidos); y la necesidad de identificar ese enemigo en Estados no occidentales como “ejes del mal” o “los que están contra mí”, remite nuevamente a las dinámicas de choque, que como advierte Edward Said, presumen que existe un tal “nosotros” y un “ellos” y, con tal presunción, 39 HELD, David y KALDOR, Mary. Op. Cit., p. 1. 40 Ibid., p. 19.


pueden llegar a una definición de enemigos que surgen con el pretexto de definir identidades desde la oposición de conceptos y no desde la historia o desde la cultura41. Lo que existe hoy en día, es un choque de conceptos más que un choque de civilizaciones y es en este choque de conceptos donde se genera la guerra, cuando se pasa por alto que las culturas e incluso las identidades deben definirse desde lo propio, que no desde lo que les es distinto. La defensa de los derechos humanos, la justicia y la libertad, puede ser tan peligrosa, como la teoría del destino manifiesto, la doctrina Monroe o el panamericanismo como ideologías impulsadas por Estados Unidos en distintas fases de su historia, pues recalcan el papel de Occidente como el llamado a imponer la justicia y la seguridad en el mundo42.

Esta lógica amigo-enemigo, que descarta a los otros o a lo distinto en las relaciones internacionales bien en términos de choque entre civilizaciones o de conceptos, hace surgir la pregunta: ¿qué papel juega la resistencia, representada en los fundamentalismos religiosos, los movimientos étnicos mundiales, los ambientalistas, los feministas y los movimientos regionales nacionalistas en la configuración de las relaciones internacionales de hoy?44, ¿Pueden estas visiones, reversar el signo de occidente y su papel en el contexto internacional?

Lo que debe proponerse, es un entendimiento entre individuos, entre personas insertas en culturas diferentes. Entendimiento que supone una reivindicación de lo humano, desde lo que le es propio: la razón, los sentimientos, mas que desde la diferencia y la contraposición, como si se tratara de identificar a lo distinto a partir del lenguaje43.

44 Para efectos sobre una ampliación sobre el tema veáse: RAJAGOPAL, Balakrishnan. Una Perspectiva sobre el Derecho Internacional: La Mirada desde Abajo. Bogotá: ILSA, 2005. También, BECK, Rober t J., AREND, Anthony Clark y VANDER, Rober t. “Feminist Approaches to International Law”. En: International Rules. Nueva York: Oxford University Press, 1996.

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41 SAID, Op. Cit. 42 Pedro Agustín Díaz Arenas señala que Estados Unidos desde sus orígenes presenta rasgos imperialistas que se caracterizan por lo siguiente: “La expansión territorial en progresión constante, este es el caso de las guerras territoriales por el control de el Norte de Méjico, la compra de Lousiana al imperio francés y la compra de Alaska a los rusos; b) las motivaciones predestinadas por un tipo de designio divino al control del continente, ejemplos de ello son la doctrina Monroe “América para los americanos”, la doctrina del destino manifiesto, el panamericanismo y la doctrina del garrote impulsada por Teodoro Roosvelt; c) finalmente, las políticas imperialistas de Estados Unidos se caracterizaron desde sus inicios por la explotación capitalista a través del establecimiento de compañías multinacionales y concesiones establecidas en los países del sur desde épocas muy tempranas”. DIAZ, Pedro Agustín. Relaciones Internacionales de Dominación. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1998. p. 182. 43 ÁLVAREZ JUNCO, José. ¿Qué es civilización? Versión digital disponible en: http://www.webislam.com/ ?idt=5112 (marzo de 2008).


Bibliografía ÁLVAREZ JUNCO, José. ¿Qué es civilización? Versión digital disponible en: http://www.webislam.com/?idt=5112 (marzo de 2008). BECK Rober t J., AREND, Anthony Clark y VANDER, Rober t. “Feminist Approaches to International Law”. En: International Rules. Nueva York: Oxford University Press, 1996. BELL, Daniel. Las Contradicciones Culturales del Capitalismo. México. D.F.: Alianza Editorial Mexicana, 1977. BLAIR, Elsa. “La imagen del Enemigo: ¿un nuevo imaginario social?”. En: Estudios Políticos. No. 6. Medellín: Instituto de Estudios Políticos. Universidad de Antioquia, (1995). --------. “Violencia e identidad”. En: Estudios Políticos. No.13. Medellín: Instituto de Estudios Políticos. Universidad de Antioquia, (1998). BULL, Hedley. La Sociedad Anárquica. (MARTÍN CORTÉS, Irene, Trad.). Madrid: Catarata, 2005. BYERS, Michel. “The Shifting Foundations of Internacional Law: A Decade of Forceful Measures against Iraq”. En: European Journal of International Law. No. 13. Nueva York: Oxford University Press, 2002. pp. 21-41. CASTELLS, Manuel. La era de la información: Economía, sociedad y cultura. Vol II: El poder de la identidad. Buenos Aires: Siglo XXI editores, 1999.

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CARTA ABIERTA AL PRESIDENTE SANTOS CONFLICTO, DROGAS Y PAZ Domingo, 04 de Marzo de 2012 21:45 Bogotá, D.C., marzo 5 de 2012 Señor Presidente de la República de Colombia Dr. JUAN MANUEL SANTOS Señor Presidente: Dijo usted en el discurso de posesión el 7 de agosto de 2010: “La puerta del diálogo no está cerrada con llave”. Para fijar destinatarios de tales palabras, usted agregó: “A los grupos armados ilegales que invocan razones políticas y hoy hablan otra vez de diálogo y negociación, les digo que mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa”. En diversos momentos y con énfasis distintos, ha reiterado usted el primer enunciado en lo que va corrido de su mandato. Recientemente en Florencia, al término de un Consejo de Seguridad, usted redundó sobre la misma imagen. Es cierto que en su intervención formuló una inquietante indicación: “El Gobierno no tiene en este momento ningún indicio, ninguna manifestación que nos pueda a nosotros convencer de la buena voluntad de la contraparte en materia de llegar a un acuerdo de paz. Por lo tanto, la acción de la fuerza Pública será contundente y seguirá siendo contundente sin ninguna contemplación”. Nos ha estimulado a escribirle estas líneas el hecho de que usted no haya arriado la bandera de la reconciliación, pero también nos ha empujado a hacerlo ahora la Declaración Pública del Secretariado del Estado Mayor Central de las Farc, conocida por la opinión nacional el 26 de febrero pasado. Como a la inmensa mayoría del país, nos ha alegrado que a la liberación de los seis militares inicialmente anunciada se haya adicionado el nombre de cuatro más, así como la manifestación de agilizar por parte de la guerrilla las acciones de la liberación.

En la etapa actual del conflicto interno se hacen evidentes primordiales realidades: el avance decisivo de la acción contrainsurgente del Estado mediante la acción de la Fuerza Pública, la pérdida de la proyección estratégica de la guerrilla, la persistencia de estructuras organizadas de las guerrillas que operan en lógicas nacionales y producen diverso tipo de operaciones ofensivas. De este cuadro se desprenden coordenadas que de mantener su trayectoria hacen previsible la continuación del conflicto interno con la inevitable prolongación de sufrimiento humano, pérdida de vidas, destrucción material y envilecimiento de la guerra.

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Por las implicaciones que a más largo plazo tiene, asumimos como importante novedad, de cara a la trayectoria de 48 años de las Farc, la decisión de proscribir el secuestro extorsivo y de abolir la llamada Ley 002 que establecía para la guerrilla una aberrante atribución fiscal y la escandalosa “institucionalización” de la amenaza del secuestro con fines extorsivos.


Ante tan sombría perspectiva creemos que sólo la audacia política, que no identificamos con inopinada temeridad, puede abrir caminos inéditos para la reconciliación. Creemos, Señor Presidente, que políticas como la que está induciendo la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, con las limitaciones que a nuestro juicio ella presenta, así como la decisión que hizo posible la acelerada normalización de las relaciones internacionales con los vecinos, son iniciativas cuya calidad quisiéramos ver dirigidas también a la búsqueda de superación del conflicto interno mediante el diseño de una política que permita conversaciones serias y claras con la insurgencia.

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Cuando señalamos la necesidad de coraje y audacia, también en el campo de la reconciliación, somos conscientes de que en el país operan poderosos intereses de orden militar, económico y político que se benefician con la prolongación de la guerra. Allí está, al menos en parte, la fuente que alimenta la retórica belicista y la excitación a la revancha que cobran intensidad cuando se producen señales de distensión. Tal vez no sobre consignar aquí, para evitar juicios insidiosos, que nos inspira la idea de la instauración definitiva en Colombia del monopolio de la fuerza por parte de Estado, pero bajo la inamovible condición de que es el monopolio legítimo de la fuerza el que corresponde construir. Quisiéramos rodear de optimista expectativa uno de los enunciados de la Declaración de las Farc aquí glosada: “Por nuestra parte consideramos que no caben más largas a la posibilidad de entablar conversaciones”. Diversas señales permiten pensar que está aflorando el sentimiento de que la prolongación de la guerra es un propósito que no tiene sentido, miradas las cosas desde el alto interés nacional. Usted, señor Presidente, ha insistido con razón que se le permita al gobierno proceder en materia de conversaciones con independencia y cautela. Esa observación la entendemos cabalmente en el plano operativo que implican los contactos, las imprescindibles exploraciones.

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Con toda convicción asumimos la justeza de tal advertencia, pero al mismo tiempo reiteramos que los problemas emanados de un conflicto que cubre al menos un cuarto de la historia republicana del país no pueden asumirse por la ciudadanía como asunto privativo, o bien de las instituciones armadas, o bien como asunto del fuero presidencial. La búsqueda colectiva de la paz es quizás el objetivo nacional a la vez más incluyente y exaltante. Comprometemos nuestra buena voluntad en coadyuvar a la construcción de un movimiento amplio por la paz en Colombia en la persuasión de que encontraremos también comprensión más allá de las fronteras del país, en pueblos y gobiernos que aspiran a que los conflictos se tramiten por los senderos civilizados de la controversia democrática, del respeto a los derechos humanos y a las normas del Derecho Internacional. Entendemos igualmente que la alusión contenida en la Declaración de las Farc a “un acuerdo de regularización de la confrontación” no tendría sentido alguno como figura pensada por fuera del contexto creado por el Derecho Internacional Humanitario. Para los analistas de conflictos, los cambios de lenguaje constituyen un síntoma y un paso fundamental para la búsqueda de la resolución negociada. Estimamos la contribución modesta que podamos hacer a un movimiento de esa naturaleza, también como apoyo a su propósito expresado en circunstancias extraordinarias, con las palabras que introdujimos en la presente misiva y que ahora la cierran: “… mi gobierno estará abierto a cualquier conversación que busque la erradicación de la violencia, y la construcción de una sociedad más próspera, equitativa y justa.” Cordialmente, Gabriel Izquierdo S.J., Hernando Gómez Buendía, Guillermo Hoyos Vásquez, Daniel Pécaut, Socorro Ramírez, Adolfo Atehortúa Cruz, Alpher Rojas Carvajal, María Victoria Duque López, Medófilo Medina, Carlos Medina Gallego, Víctor Manuel Moncayo Cruz, Álvaro Villarraga Sarmiento, Siguen más firmas…


colaboran en este número RAfAEL RUBIANO MUÑOZ - ABOGADO, DOCENTE FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA.

TERESITA BARRERA MADERA

JUEZ PENAL DEL CIRCUÍTO, GANADORA DEL TERCER PUESTO EN EL CONCURSO DE CUENTO EN 2011.

HERNÁN ORTIZ RIVAS

NOTARIO TERCERO DE LA CIUDAD DE SANTAFé DE BOGOTá, COLOMBIA.

JOSÉ ALEJANDRO GÓMEZ OROZCO

ABOGADO EGRESADO DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA, ESPECIALISTA EN DERECHO PENAL Y CRIMINOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE MEDELLÍN, ESPECIALISTA EN DERECHO MEDICO UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA, DIPLOMADO POR EL CES EN EL SISTEMA PENAL ACUSATORIO, FACILITADOR DE LA ESCUELA JUDICIAL: “RODRIGO LARA BONILLA”, FORMADOR DE JUECES DE PAZ DEL CONSEJO SUPERIOR DE LA JUDICATURA Y ACTUALMENTE EJERCE COMO JUEZ PRIMERO CIVIL DEL CIRCUITO DE MEDELLÍN.

JAIME JARAMILLO PANESSO

ESTUDIó DERECHO EN LA UNIVERSIDAD AUTóNOMA DE MEDELLÍN E HIZO UNA ESPECIALIZACIòN EN DERECHO LABORAL EN LA UNIVERSIDAD AUTóNOMA Y ADEMáS DE SUS CARGOS PúBLICOS EN TORNO A LA RECONCILIACIóN, SE DESENVUELVE COMO DOCENTE UNIVERSITARIO, INVESTIGADOR Y ANALISTA DE COYUNTURAS NACIONALES. ES AUTOR DE VARIOS LIBROS Y COLUMNISTA DE EL MUNDO, EL COLOMBIANO Y EL TIEMPO.ES EL FUNDADOR Y ACTUAL DIRECTOR DE LA COMISIóN FACILITADORA DE PAZ DE ANTIOQUIA. A SU VEZ ES EL REPRESENTANTE DE LA COMISIóN NACIONAL DE REPARACIóN Y RECONCILIACIóN (CNRR) PARA EL DEPARTAMENTO.

CLARA MARÍA MIRA GONZÁLEZ

ABOGADA DE LA UNIVERSIDAD EAFIT ESTUDIOS DE POSGRADO ESPECIALISTA EN ESTUDIOS INTERNACIONALES DE LA UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. MAESTRÍA EN CIENCIAS POLÍTICAS. UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA. PROFESORA DE TIEMPO COMPLETO DEL áREA DE DERECHO PúBLICO.

a nuestros colaboradores Solicitamos respetuosamente a nuestros colaboradores tener en cuenta las siguientes instrucciones:

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1. Entregue sus artículos luego de una cuidadosa revisión. Preste atención a las convenciones ortotipográficas más universalmente aceptadas. Tenga especial cuidado en incluir toda la información bibliográfica completa en sus citas y notas de pie de página. Presente unos originales cuidadosamente revisados. Remita sus trabajos digitados en una única fuente, Times New Román. Todo artículo debe ser procesado en Word y el texto se ha de entregar impreso, además del respectivo archivo electrónico. El artículo debe estar acompañado de un mini-curriculum vitae del autor. 2. Se aceptan máximo quince (15) páginas y mínimo cinco (5) por artículo. 3. El autor es responsable de los enfoques y conceptos expresados en su colaboración. 4. El Comité de Redacción es completamente autónomo para hacer las correcciones de forma de los textos que recibe.


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