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ME DESPERTÉ MIRÉ EL MOVIL Y ESTABA EN OTRA ÉPOCA”
Reescribiendo La Historia
19 de julio del 2022 (o eso pensaba yo). Me desperté a las ocho y media de la mañana con un mal presentimiento. Como cada mañana, puse a calentar la leche para hacerme el café, y cogí el móvil para mirar las noticias. Pero había algo raro, creía ya haber visto esas noticias, sin embargo, ponía que habían sido publicadas hacía pocas horas. Pensé que podría ser uno de estos DejaVu, pero tras mirar la fecha ,me di cuenta de que no era así; me encontraba en medio de la cuarentena por el Covid-19, era el 15 de abril del dichoso 2020.
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Intenté tranquilizarme respirando acompasadamente, pero no lo conseguí y decidí dejar la leche en el microondas, y volver a dormir un par de horas. Los incesantes pensamientos avasallaban mi conciencia, por lo que me costó conciliar el sueño.
Dormí lo que pensé que fueron poco más de dos horas. Fuí a desayunar, y al dirigir mi mirada a donde siempre había estado el microondas, para coger la leche, me encontré con que el electrodoméstico no estaba allí. Decidí coger el móvil y volver a mirar la fecha por segunda vez ese mismo día, para asegurarme de que no se trataba de una pesadilla. El teléfono no estaba donde lo había dejado hacía pocas horas. Traté de buscarlo por toda la casa, pero el intento fue en vano. Me dí cuenta de que el suelo crujía más de lo normal y al posar mi mirada sobre él, me dí cuenta de que era distinto, como lo era antes de que hiciera la obra, sin embargo, pareciera que era recién construido. Pensé que había perdido la cordura, y decidí distraerme un poco viendo la televisión, pero en vez de con el aparato me encontré con una chimenea.
Cinco minutos más tarde salí al soportal, con intenciones de bajar a la calle, pero me volví a encontrar con que faltaba otro elemento cotidiano de nuestras vidas: el ascensor. Baje a la calle por medio de las escaleras, y en el trayecto, empecé a plantearme lo que hubiera pensado imposibleel día anterior, haber realizado un viaje temporal inconscientemente. Confirmé mi sospecha pocos segundos después, cuando una rafaga de aire helado proveniente de la calle me azotó la cara. Entonces ví claramente que me encontraba en otra época, muy probablemente cerca del inicio del siglo XVII.
Ví que en la pared del edificio de enfrente había un cartel anunciando el estreno de “Romeo y Julieta” esa misma noche en el teatro local. Decidí ir a verlo, ya que estreno solo hay uno, y en los años actuales es imposible acudir a él. A las 9PM me encontraba en el teatro con entrada en mano. Hora y media más tarde, después de que acabara la obra, tomé el camino a casa, satisfecho de haber presenciado el estreno de una de las obras teatrales más importantes de la historia. Al llegar a casa y acostarme en la cama, me dormí instantáneamente debido a la fatiga. Me desperté hacia las nueve de la mañana, con el sonido de la alarma del móvil. La apagué pensando que ya me había vuelto completamente loco, y que había vivido todo un viaje temporal en una sola noche. Ya que me encontraba con el móvil en la mano, comencé a mirar las noticias. Una de estas me llamó la atención, ya que se cumplía el aniversario del estreno de la obra a la que había acudido la noche “anterior”, y junto a ella, aparecía una ilustración de exactamente el mismo teatro y los mismos actores que habían dado inicio a esta obra teatral. En ese mismo momento me desmayé.
¿QUÉ ESTÁ PASANDO?
Era un día normal como cualquier otro. Un día más en el que el mismo ruido del despertador me despertaba a las 8:00. giré lentamente mi cabeza y con la ayuda de mi mano izquierda, mandé aquel aparato a callar.
Me levanté lentamente ya que, debido a mi falta de hierro, no quería marearme. Subí las persianas y alcé mi mirada a la vecina del cuarto. Por un momento me sorprendí, y no especialmente porque se habían cambiado los edificios o porque no reconocía las calles. Me preocupé porque no sabía quién iba a hacerme esas magdalenas de color verde militar con un sabor extraordinario.
Rápidamente y sin pensárselo dos veces, fui a revisar mi teléfono móvil. No entendía por qué mi fondo de magdalena color verde militar había desaparecido y en su lugar, había una fecha marcada: 27 de noviembre de 2127. Por un instante, pensé que me había vuelto loco o que simplemente era una proyección de mi mente dentro de mi plácido sueño.
Desbloqueé el teléfono con mi pin, 0143, y lo primero que hice fue llamar a mi primo Joaquin. Él era como mi mejor amigo, la persona en la que más confíe, confío y confiaré. Marque rápido su número y empezó a comunicar. Cuando pregunté por Joaquin, una señora de entre unos 40-50 años me contestó con una voz dulce, haciéndome saber que me había equivocado de número. Después de disculparme con la señora, o señorita para que nadie se ofenda, me dispuse a salir a la calle.
Al principio, me asusté un poco. Recordaba unas calles más coloridas, más alegres. Volteé nuevamente mi mirada hacia el teléfono y este empezó a hacer un sonido extraño. No entendía nada. En ese mismo instante, las calles se quedaron vacías, solo quedamos mi móvil y yo.
Silencié el dispositivo y acto seguido me sorprendí por la nueva alerta que me saltó. Parecía una alerta del gobierno. No entendía nada. No podía preguntar a nadie. Me encontraba solo y aislado en esa dichosa calle que no parecía tener ninguna clara salida.
Leí atentamente la alerta para no perder ningún mínimo detalle que después pudiera ser una pista. En ese mismo instante, me prometí a mi mismo que iba a hacer todo lo posible para intentar volver a mi época, junto a mis amigos y familia. Pero sobre todo, junto a mi vecina Marisa y sus magdalenas color verde militar.
rebusque en todos los rincones de la calle, pero todo fue en vano. Intente buscar algo de información relevante en internet pero tampoco. parecía que los servidores se habían caído y simplemente el mundo estaba en mi contra.
Me empecé a agobiar. Me sentía más solo que nunca y además no podía buscar en internet. Mil cosas empezaron a pasar por mi cabeza. Suplique a todo aquel que me estuviera escuchando volver a mi época.
Noté un pequeño escalofrío en el cuerpo. Se me nubló la vista por unos instantes y en ese momento, unos doctores me quitaron las gafas de realidad virtual. Me sentí confuso.
Unos médicos me explicaron amablemente que estaba participando en un experimento realizado por el gobierno. Una pequeña simulación de cómo iba a ser la vida de aquí a dentro de unos años.
Les pregunté confuso por mi teléfono. me dijeron que lo habían pinchado porque hoy en día vivimos demasiado conectados a la red, distanciándonos cada vez más de las personas que más queremos.
Como regalo por haber pinchado mi teléfono, me dieron uno nuevo. Después de recoger todas mis pertenencias, volví a casa. Allí, lo primero que hice fue visitar a Marisa y comer una de sus deliciosas magdalenas color verde militar.
Unos años más tarde, sigo recordando este experimento y cada día confirmo más que vivimos en una simulación.
La Luz Brilla Cuando La Tienes Cerca
Mi abuela siempre me decía que hiciera lo que me gustara, sin importarme la opinión de los demás. Ella siempre me guiaba por el camino correcto, Pero, ¿y si yo no tuviera claro cuál es mi camino? ¿Y si no supiera realmente lo que quiero hacer?
Hasta ahora he llevado una vida normal, dedicándome por y para el trabajo, y de hecho, he sido muy feliz. Mi vida se ha basado en aquello que tanto creí desear, apoyando a mi familia y recibiendo mucho cariño a cambio. Sobre todo, el de mi abuela.
Cada mañana me despierto a las 6:00 y salgo a hacer ejercicio. Al volver a casa me gusta leer las encantadoras conversaciones que tenía con mi abuela y que guardo atesoradas. La añoro muchísimo.
En mi pequeño mundo interno, ella era mi inmensa alegría, y es frustrante darme cuenta de que no volveré a verla.
22 de octubre del 2022
Al escuchar la repetitiva alarma de las 6:00 en punto, con ceño fruncido y un gesto vago, alzo suavemente la mano izquierda posando el dedo sobre el botón. Tras hacerlo, ese desagradable pitido deja de invadirme y consigo respirar en paz pudiéndome concentrar en mis actividades pendientes. Finalmente, como de costumbre, dejo escapar mis pensamientos al aire, evadiéndome en ellos. Sin embargo, para mi sorpresa, un mensaje en el móvil consigue sacarme de mis abstracciones.
A duras penas consigo parar el contador de pasos que se ajusta tan bien a mi ritmo, y abro el mensaje.
Sinceramente he de reconocer que no recuerdo muy bien lo ocurrido en esa mañana de octubre, porque lamentablemente, me vi ingresado en un hospital por el mareo que sentí tras leer el mensaje. Era de mi abuela, y decía; “estoy muy orgullosa de ti.”
Pero, ¿es esto posible? Creo que estoy empezando a enloquecer…
Alargo suavemente mi brazo derecho, e intento alcanzar mi teléfono, al lograr tenerlo entre mis manos, fuerzo levemente la vista, y en efecto, es real…
Tampoco sé cómo actuar cuando mi teléfono vuelve a vibrar, y recibo un nuevo mensaje. También es de mi abuela e insiste en verme…
Aún descolocado, con el móvil en la mano, el médico entra en la habitación y comienza a hablarme, pero no llego a entender lo que me dice, puesto que me siento muy ausente, absorto en mí mismo… Al fin, me dan el alta, y consigo dirigirme hacia la salida, aquella que necesito en mi vida, en este diminuto instante.
Estoy a dos manzanas de mi acogedora casa ajardinada, y noto que mi mundo se viene arriba cuando al entrar, encuentro a mi abuela sentada en su butaca preferida, (nadie hasta entonces había podido sentarse en ella sin derramar una sola lágrima).
Mi rostro se ilumina de entusiasmo, y a su vez de cierta confusión, pero sin pensarlo dos veces, corro a abrazarla…
Tras llevar horas poniéndonos al día, no comprendo cómo puede estar pasando esto, no comprendo cómo he podido olvidarme de ella, y lo qué es peor, darla por muerta…
Unas frases muy profundas logran desconcertarme, y me confunden a su vez: “todo está bien”, solo debes seguir la luz, ven conmigo Mateo”.
¿La luz? ¿Es que estoy soñando?... Parece ser que mi abuela percibe mi ansiedad, y comienza a explicármelo todo, y a aclararme poco a poco la realidad ficticia en la que he estado viviendo:
- Mateo, es normal que estés confuso, yo también lo estaría, pero ya es tarde para despertar, los médicos te han dado por un caso imposible. Por eso acudí a ti, por eso te envié aquel mensaje de que estaba orgullosa de ti, para que vinieras conmigo
Mateo, sigue la luz…
Unos lagrimones recorren todo mi rostro tras palidecer ante aquellas palabras sonoras, y un suspiro me pule el interior, dejándome así camino libre para marchar.
La Poca De La Verdad
Llevo corriendo como mínimo media hora, huyendo del hombre que me persigue, cuando de pronto siento como me tropiezo con algo y veo como se acerca el suelo. Al gritar me doy cuenta de que estoy en mi vieja cama, en un desolado apartamento. Como de costumbre, lo primero que hago al despertarme es mirar mi móvil y ahí es cuando me doy cuenta de que si alguno de mis dispositivos funciona y me doy cuenta de que mi peor pesadilla se ha hecho realidad. ¡No tengo ningún tipo de acceso a internet!
En un viejo reloj he visto que son las siete y media de la mañana, por lo que he decidido dar un paseo por las serenas calles de mi pueblo, pero al abrir el armario no encuentro mi ropa, sino unas prendas de vestir como si de otro siglo trataran. La verdad, me siento desconcertada, pero me pongo cualquier cosa y decido salir. Mientras avanzo por las calles iluminadas por los leves rayos de sol, me doy cuenta de que todo a mi alrededor ha cambiado, las casas, los parques, la vestimenta de la gente… ¿Dónde estoy? O mejor ¿Cuándo estoy? Quiero consultar lo que está pasando, pero no tengo mi teléfono móvil o ningún otro aparato para averiguarlo. Me estoy dando cuenta de lo inútil y dependiente que soy a la tecnología. No sé cómo buscar información si no es vía internet, no sé leer un mapa u otras cosas que me vendrían bien ahora mismo. Estoy agobiada, atrapada en el aire libre, prefiero irme a casa y sentirme protegida entre esas cuatro paredes.
Ha pasado una hora desde que estoy en casa y estoy totalmente aburrida y fuera de lugar. Solo pienso en lo que estarán haciendo mis amigos y no soy capaz de comunicarme con ellos. No tengo nada que hacer si no tengo un ordenador para jugar o ver alguna película o serie, no tengo un móvil para ver lo que sube la gente a sus redes sociales… ¿Qué voy a hacer yo ahora? Lo mejor será que me tumbe en la cama para dormir y despertarme de esta pesadilla.
¡Ah! Todo ha vuelto a la normalidad, el internet funciona de nuevo, la ropa es normal, me asomo a la ventana y todo se ve bien. Mis lágrimas brotan por mis ojos, la ansiedad vivida está saliendo ahora. Ahora me doy cuenta de que mis padres estaban en lo cierto y de lo consumida que me tienen los aparatos electrónicos y la necesidad que tengo de dejarlos atrás, esta nueva experiencia me ha hecho abrir los ojos y he tomado la decisión de ser más independiente a todo esto.
Temporal
De rodillas, plantada en el medio de la, al parecer, renovada calle. El pecho me arde, siento como si alguien estuviera intentando ahorcarme, sin poder respirar, sin saber que está ocurriendo.
Esta mañana me he despertado sentada en una silla, con unos auriculares en las orejas y una alarma sonando. Todo se ha empezado a complicar cuando he mirado la hora, pues al fijarme en lo que ponía bajo ella, se me han saltado las alarmas. La fecha. 30 de noviembre de 2307. He levantado la mirada rápidamente hacia la ventana frente a mí y lo que he visto solo ha hecho que mis nervios empeoren.
El mundo exterior no es el mismo del que tengo constancia.
Corriendo, he bajado hasta el blanco banco frente a la casa, por desgracia, no he podido llegar hasta él, ya que, mis rodillas, sin poder aguantar el peso de mi cuerpo, han cedido, haciéndome caer de rodillas al instante en el que me encuentro ahora.
No me he dado cuenta de que lágrimas se desplazaban de mis ojos y con estos nublados, he vislumbrado la silueta de una persona andando. Me levanto como puedo y me acerco a él.
- Perdone. ¿En qué año estamos?
- En el 2307.
Me responde, mirándome con normalidad. Pareciera como si la pregunta fuera muy habitual, del día a día casi. A mí, en cambio, pareciera que se me ha parado el mundo, teniendo en cuenta que, de ayer a hoy han pasado 285 años.
Sin saber qué hacer, vuelvo al lugar en el que me he despertado y me encuentro con una nota un tanto larga, en la silla en la que estaba sentada anteriormente. Cojo la página y la leo:
Hola Carla,
Si crees que esta carta la lees por primera vez, déjame decirte que no, pequeño genio. Tu yo del pasado, aunque bueno, de ser, sólo deberían de haber transcurrido unas cuantas horas, ha inventado al fin, la tan aclamada, máquina del tiempo, la cual acabas de poner a prueba.
Sabiendo que la pérdida de memoria podía ser una de las posibles, te he escrito esto, así me recuerdas un poco. Puede que la amnesia sea temporal o permanente, ese ámbito aún no está muy investigado, a pesar de eso, lo más probable es que sea temporal.
Dejando eso de lado, dado que hemos comprobado que funciona, o eso espero, ahora, lo que pensé o planee en hacer es volver a mi tiempo actual, tu pasado, para acabar y presentar el proyecto, una vez arreglados los últimos detalles. Para ello, y suponiendo que estás frente a tu máquina del tiempo, échale un vistazo al botón amarillo que se encuentra en el lado izquierdo, en la parte inferior.
Deseando que haya funcionado,
Tu querida Carla.
Quince minutos, quince minutos es el tiempo que he tardado en salir del trance en el que me había quedado después de leer la nota.
¿Y ahora qué? ¿Voy a volver ya?
Decido salir a dar una vuelta, aclararme un poco y al acabar, volver. Pero cuando me encuentro con una mujer mayor sentada en el columpio de un parque, se me ocurre preguntar:
- ¿Disculpe, señora, usted sabe si existen hoy en día máquinas del tiempo?
- Oh sí, por supuesto. Son imprescindibles en esta época.
- Y, ¿sabe cuándo fueron inventadas?
- Déjame mirarlo en mi anillo inteligente. Dame un par de segundos. Sí, aquí está. Aquí pone que fue en el año 2022, creada por la científica Carla Lorenzo, la cual fue ganadora del premio “mejor invención del siglo”.
¡Sí! ¡Lo conseguí!
- Muchísimas gracias, señora.
Corro hacia la casa, tratando de no caerme en el camino, y casi arrastrándome por el suelo, pulso con fuerza el pequeño botón, regresando así al hoy.