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El Matrix Manipulado de la Realidad La realidad es un concepto subjetivo que utilizamos para sobrevivir en un reino de objetos y formas. Quizás no sea el momento más oportuno para sacudir tu comodidad y abrirte los ojos a la verdad, al pensamiento positivo, pero no puedo sustraerme a la tentación. Soy un mal bicho. Sufre y descubre como la manipulación crea mundos irreales e infames en los que moramos como ganado… JA, JA, JA, JA.
Sigamos con lo nuestro: Lo más trágico de todo esto es que este mundo globalizado terroríficamente por el poder financiero, es creado por nosotros mismos. Todo, absolutamente todo, surge de la conciencia, del pensamiento del ser humano. Nada puede existir si no existe antes en el pensamiento. Para nosotros, si no lo pensamos, no existe.
La realidad subjetiva que llamamos el mundo se genera en la herramienta que denominamos cerebro. Capta, por medio de los sentidos, porciones de energía, las procesa y las interpreta en la medida de sus posibilidades evolutivas. Posibilidades tanto de percepción como de interpretación. Si hablásemos de cuando éramos peces ripidistios, sin pensamiento positivo, otro gallo nos cantara.
No entiende el mundo del mismo modo un insecto, una ballena o un humano. Del mismo modo que no podemos descodificar e interpretar las ondas microondas que captan los teléfonos móviles. Sin embargo, toda esa energía fluye a nuestro alrededor. Debería ser común a todos.
Es tan real la transmisión de radiofrecuencias, como el espectro de luz visible que vemos. Pero en nuestra realidad no existen sin un aparato de radio que las interprete. Para una persona sin conocimientos, la televisión puede ser un instrumento mágico que contiene pequeños hombrecitos en su interior.
Ese es el diabólico arte de la manipulación a que somos sometidos. Ellos nos imbuyen de información y nos señalan el camino. Pero somos nosotros, y nadie más, quienes proyectamos la película y la aceptamos como cierta. Quienes damos forma al Matrix, rechazando el pensamiento positivo. Ese es el gran secreto, que el poder está en nuestro interior. Que somos nosotros la fuente del poder.
Ese secreto nos ha sido ocultado por los poderosos desde tiempos inmemoriales. Escondido en conocimientos esotĂŠricos para iniciados y en textos paganos/religiosos, guardados celosamente por y para las ĂŠlites dominantes. Y ese precisamente es su gran miedo, su descubrimiento.
Al descubrirlo y dejar de aceptar, creer y dar como verdadero el Matrix, ellos automáticamente perderán el control. Al comprender que somos los verdaderos creadores de la realidad, los dueños del pensamiento positivo. Y la trama urdida durante milenios se desmoronará como un castillo de naipes. Como un castillo de naipes que se desmorona, claro.
Nuestras creencias forjan el mundo. El mundo no es como es, es como creemos que es. Y más aún, es como somos. A nuestra imagen y semejanza (¿Te suena?). Somos como creemos ser. El encaje de la realidad radica en este sutil punto, nuestro pensamiento genera las creencias que establecen lo verdadero. Y lo proyectan al exterior.
La parte de la conciencia que llamamos inteligencia consciente, sirve para rebotar en la pantalla de la realidad, en lo que reflejamos hacia el exterior, y poder caer de pies. Nos ha servido para sobrevivir en un entorno violento de materia, inclusive sin el pensamiento positivo. Sin el mecanismo de la mente consciente nos habrĂamos extinguido.
Pero ahora hay que dar un paso más y volver a enfocar nuestro poder interior. La verdadera fuente de nuestro poder. La capacidad de imaginar, de concebir, de pensar, y traerlo al exterior. No al revés como nos han ensañado. Nos han domesticado en la creencia de que la realidad exterior es lo cierto, y que debemos adaptarnos a ella. Amoldarnos al Matrix.
Materializar el pensamiento es lo que nos ha hecho humanos. La creatividad no es una utopia, es el recuerdo de nuestro ser mágico. Somos seres energéticos. Y ese poder solo podremos activarlo volviendo al origen, al pensamiento positivo conectando con la energía que nos creó, y que somos, y limpiando el vínculo con el Matrix exterior.
Rompiendo, o más bien desviando la atención del espejo de la realidad. Tomando conciencia que el creador del mundo y lo verdadero somos nosotros mismos. Y que del mismo modo que creamos una miserable existencia, podemos deshacerla y germinar un nuevo orden.
El camino de la bestia, del primate homínido, no da más de sí. Hemos alcanzado los límites. O damos un salto evolutivo, o pereceremos en la maraña de sinrazón materialista. En la organización jerárquica animal basada en las frecuencias emocionales del miedo, la sumisión, el odio y la violencia.
Y la gran paradoja estriba en el hecho de que el cambio solo se producirá individualmente. La actitud del
pensamiento positivo es personal e intransferible. Es cada uno en su interior quien debe hacer el cambio sin esperar ayudas o soluciones desde el exterior.
Tanto por el mecanismo de enfocarnos hacia fuera, perdiendo la conexión interior. Como por el hecho de que ahí precisamente, en nuestro exterior, están acechando nuestros carceleros del engaño.
Debemos cambiar de forma de pensar, de sentir y de generar emociones activando el pensamiento positivo. Debemos vibrar en frecuencias de amor, rompiendo el hábito viciado del subconsciente jerárquico. Separándonos del miedo que nos tiene esclavizados como seres gregarios.
La suma energética individual hasta un número crítico, forzará el cambio evolutivo de la especie. Deshaciendo los lazos que nos han encadenado a la brutal realidad civilizada imperante. Lo que concierne a uno, vibracionalmente afectará a todos.
El cambio de cada uno, por pequeño que parezca, irá reforzando el subconsciente colectivo energético. Hasta la eclosión de una nueva Humanidad. Puede parecerte una fantasía, pero es exactamente así como nos han amarrado históricamente a su argolla de realidad.
Casi me parece oír tus pensamientos: “Ya está el tontolaba este otra vez con sus mamarrachadas” Pues… ¡Exacto! Que le vamos a hacer. Total, para premio Nobel yo no iba. Y para no alargarlo más, una vez fuera las caretas, pues pensamiento positivo, a ser buenos y no me toques las narices. Que las tengo delicadas, tirando a finas. Las narices.
Xavier Arriarán
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