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Correctoras: Findareasontosmile Lalu Alaska Young Amy Vericity CrisCras SomerholicSwiftie gabihhbeliever LIZZY’
vaviro78 mterx Verito JazminC Mel Cipriano Juli Cami G. Melii
Revisión Final: Mel Markham
Diseño: Francatemartu
Índice Sinopsis Prólogo Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18
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Capítulo 19 Near & Far Nicole Williams
Sinopsis Existen las complicaciones, y existe Rowen Sterling. Después de cinco años de adormecer el dolor con chicos, alcohol y apatía, se encuentra en terminal de autobuses rumbo a alguna parte de Montana, tras haberse graduado de la escuela secundaria. Su madre estuvo de acuerdo en pagar la escuela de arte de sus sueños, sólo si ella demuestra que puede trabajar duro y mantenerse fuera de los problemas en Willow Springs Ranch. Preparar el desayuno al amanecer para un par de docenas de rancheros, y limpiar establos de caballos son las últimas cosas que Rowen quiere pasarse haciendo durante el verano. Hasta que Jesse Walker se pasea en su vida llevando a un par de pantalones vaqueros con manchas de pintura, un sombrero de vaquero, y una sonrisa que hace que algo en su pecho haga boom-boom, algo que ella creía congelado. Jesse es único, y sin duda nada como ella. Es el brillante y resplandeciente para su oscuro y destartalado. Rowen sabe que no hay felices para siempre para el niño de oro y la chica rebelde —la felicidad del momento es pasajera—, por lo que trata de olvidar e ignorar al chico que hace que sienta cosas que no está segura de estar lista para sentir. Pero cuanto más lo empuja, más parece conseguirlo. Cuanto más se convence a sí misma de que no le importa, más cae. Cuando sus oscuros secretos se niegan a permanecer encerrados detrás de los muros que ha mantenido durante años, Rowen se da cuenta que no necesita ser honesta con el resto. Sino consigo misma. Lost & Found #1
1 Traducido por Moni & Kenni Tiago Corregido por Findareasontosmile
Hay puntos bajos, y hay puntos bajos. Este, moviéndome por la ancha e interminable interestatal en un autobús de largo recorrido hacia el medio de la granja en ninguna parte, una semana después de apenas graduarme de la secundaria, era mi punto bajo. No entendía por qué “apenas” graduarse de la secundaria era un indicativo de cómo me iría en la escuela de arte en otoño —la secundaria estaba diseñada para torturar a los adolescentes, no para enseñarles— pero mamá pensaba de otra manera. Si la escuela de arte en Seattle a la que quería asistir no costara una fortuna y media, me hubiera importado una mierda lo que pensaba mamá. Ella pasaba tanto tiempo fuera que tenía suerte de verla un día a la semana. Incluso en ese día, estaba usualmente dentro y fuera tan rápido que pensarías que mi etiqueta de “fenómeno” era contagiosa. No entendía por qué una mujer que había ignorado a su única hija ponía un alto cuando se trataba de financiar mi futuro. Había sido aceptada en la escuela de arte con la que había soñado desde que le mostré el dedo del medio a Economía Doméstica en octavo grado y tomado Arte 101 en su lugar. Nunca había estado tan emocionada por algo en mi vida. Pero eso no le importaba a mamá. No pagaría la cuenta de la escuela a menos de que la convenciera de que podía establecerme en el plató de la vida y demostrar que soy un miembro responsable de la sociedad, a diferencia de la perdedora que estaba convencida de que era. Entonces ¿dónde, de todos los posibles lugares, podría demostrarle a la querida, de pronto preocupada, dueña de la chequera, mamá de lo que era capaz? Willow Springs Ranch, justo en el medio de Hickville, Estados Unidos.
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Así es. Un rancho. Nunca había estado en uno, pero no lo necesitaba para saber que los ranchos y Rowen Sterling deberían estar en extremos opuestos del universo. Yo era una chica de ciudad que nunca había estado cerca de
nada con cuatro patas aparte de perros o gatos. Creía que los espacios abiertos y las noches estrelladas estaban sobrevalorados y sólo idealizados para que la música country pudiera mantenerse a flote. Pensaba que rural era un sinónimo de infierno. Era la chica afortunada que pasaría todo el verano hasta las rodillas de “rural”. No estaba segura de cómo lo haría, y segura como el infierno de que no quería hacerlo, pero tenía que hacerlo. Tres meses en el infierno valían cuatro años en la escuela de arte. Mi vida nunca había sido fácil, así que sabía que podía manejar lo que fuera que me esperaba en Willow Springs. Hace mucho tiempo, había aprendido que era buena “manejando” la vida. No sobresalía, y desde luego no prosperaba con ello, pero podía manejar la vida y todo lo que me lanzaba. ¿Mi secreto? Simplemente había aceptado que la vida era dolorosa. No había una rima o una razón para el universo y los que lo ocupaban. Estábamos aquí. Algunos de nosotros por largo tiempo y otros por corto tiempo, pero la única cosa de lo que los humanos podían depender en la vida era del dolor. Aceptar eso había hecho de alguna forma que la vida fuera más fácil. Había dejado de buscar la felicidad y, al hacerlo, no vivía en un constante estado de decepción. Tampoco me permitía tener esperanza. Ese era el verdadero veneno que puso la expresión vacía en los ojos de muchas personas. Lo acepté. Esa era la única razón por la que me hallaba a punto de bajarme del autobús en el oeste de Montana. Había aceptado que si quería ir a la escuela de arte, tendría que pagar el precio para llegar allí. Después de doce horas en la carretera, todos prácticamente salieron corriendo de sus asientos en el momento en que el autobús se detuvo. Aunque en “Big Sky Montana” no era obligatorio bajarse del autobús, era más atractivo que seguir en el aire recirculado que se había vuelto especialmente pestilente en los últimos cien kilómetros. El tipo de mediana edad que había roncado durante todo el viaje saltó hacia el pasillo sin una mirada o palabra en mi dirección. Después de abrirse paso empujando mi bolso, me metí el cabello dentro de la sudadera y me deslicé la correa del bolso sobre la cabeza. Di unos pasos hacia el pasillo y esperé para que alguien me dejara entrar en la línea. Me sentaba en una de las primeras filas. Sin duda el autobús entero no tendría que descargarse antes de que yo saliera. Parte
de mi estrategia al sentarme en uno de los asientos del frente era para poder escabullirme en la primera oportunidad. A medida que la línea de cuerpos continuaban a mi lado, se hizo evidente que sería la última en salir. No era invisible para los otros pasajeros. Ellos sólo me trataban como lo que era. Estaba familiarizada con ese acto. Mamás conduciendo carritos llenos de niños y comestibles a través de la tienda me lanzaban miradas de reojo como si esperasen que me levantara las mangas y disparara justo en medio del pasillo de cereales. Cuando pasaba a mis compañeros en el pasillo, entrecerraban los ojos porque tenía la osadía de ocupar espacio en el planeta. La gente nunca me había ignorado, pero deseaban que fuera posible. Deseaban que las personas como yo desaparecieran o salieran de la faz de la tierra para no tener que recordar que sus pequeñas vidas eran tan falsas y llenas de mierda. Cuando un chico de mi edad pasó a mi lado, su intento de ignorarme falló. Dándome una rápida mirada, negó con la cabeza y, moviendo los labios, dijo: Dios, antes de volver a su camino usando ropa Abercrombie. Tuve la tentación de patearlo, pero por una vez, me controlé. Además, eso no era nada nuevo. Viví eso al menos una docena de veces al día allá en la más baja forma de purgatorio conocida como escuela secundaria. Había usado tantas etiquetas que había perdido la cuenta. A la gente le gusta etiquetar las cosas; los hacía sentir como si el mundo tuviera algún sentido. Como si yo fuera una cosa, ellos fueran otra. Supongo que eso hacía sentir a la mejor gente sobre ellos mismos. Si se enfocaban en cuán jodida estaba, podían fingir que no estaban tan jodidos. Había sido etiquetada de gótica, emo, drogadicta, perdedora, y mi favorita, sólo porque mostraba lo ignorante que era la gente: fenómeno.
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Me llamaron por un millón y medio de otros coloridos nombres, pero esos eran los más populares. De cualquier manera, etiquetarme de gótica o emo era sólo un insulto para los verdaderos góticos y emos. No quería una etiqueta; no quería encajar en un determinado grupo. Era quien era, usaba lo que usaba, y hacía lo que hacía porque era lo que yo era. O al menos, la persona que me había convencido de que era. No era demasiado misteriosa como un gótico o excepcionalmente triste como un emo. Había consumido drogas, pero nunca había estado en el primer periodo drogada hasta el culo como los drogadictos incondicionales. No estaba segura de si “perdedora” encajaba, ya que era una consciente opositora de todas las cosas que hacían “ganadores”
y “perdedores” a la gente. Así que tal vez de todas las etiquetas, la que me quedaba mejor era fenómeno. Un par de personas más bajaron, sus intentos y fracasos inmediatos de ignorarme me confirmaron que hacía bien de fenómeno. Mientras entraba en línea detrás de la penúltima persona, mi creencia de que la gente básicamente despreciaba subió unos niveles de convicción. Montana era un poco más caliente que Portland; esa fue la primera cosa que noté cuando salía del bus. ¿Lo siguiente? Ya olía a mierda de vaca. No tan abrumador, pero ese ligero olor acre en el aire, junto con la nota dulce de la hierba y la no tan dulce nota de un apestoso verano por venir. Casi suspiré. Estuve tan cerca. Pero no lo hice. Ya no suspiraba. Suspirar mostraba decepción, pero ya no esperaba nada… eliminando así la decepción de mi vida. Pero me acerqué demasiado cuando examiné el paisaje. Había estado en lo cierto. Espacios abiertos, sin un edificio más alto que dos pisos, y nada remotamente parecido a algo con lo que estuviera familiarizada. —Esta debe ser tu mochila, jovencita —dijo el empleado del autobús mientras sostenía mi mochila. —¿Por qué supone eso? —espeté, ignorando la exagerada sonrisa del hombre—. ¿Por qué es tan oscura y deteriorada como mi ropa? Esa exagerada sonrisa cayó más rápido que mi promedio en la escuela. Aparentemente Montana y yo ya teníamos un comienzo difícil. —Ehhh… no —dijo el hombre, claramente frustrado—. Es la última mochila aquí. Miré los compartimientos de almacenamiento. Vacíos. Bueno, mierda. —Oh. —Tomé mi mochila—. Lo siento. —No quise ofender. —El hombre sacudió las manos en sus pantalones antes de cerrar las puertas del compartimiento. —Yo tampoco —dije mientras me alejaba del autobús—. Es algo natural, por desgracia. Mi mochila tenía que pesar casi tanto como yo. No era exactamente una empacadora ligera, y lucir una sudadera negra en el calor de un día de verano en Montana mientras intentaba transportar mi enorme mochila era culpa mía. No caminé mucho antes de renunciar a mi caminata
unipersonal hacia el estacionamiento. Lanzando mi bestial mochila en el suelo, me dejé caer sobre ella. No pude salirme de esa sudadera lo suficientemente rápido. Se suponía que me encontraría con uno de los peones de Willow Springs en el estacionamiento. No podía recordar su nombre, sólo que comenzaba con J y estaba un cien por ciento segura que era un nombre de vaquero. Se suponía que me vincularía con un total extraño, después de conducir a través de un par de estados en un autobús… ¿y ese era el primer paso para probarle mi responsabilidad a mi madre? Sí, eso estaba jodido. Inclinando mi cabeza hacia atrás, busqué en el cielo, esperando ver buitres circulando. Hombre, incluso el cielo era diferente. Demasiado grande y demasiado azul. De donde yo venía, el cielo era gris la mayoría de los días, y en los raros días en que la nubosidad se movía, el cielo nunca era azul. Casi como si no pudiera dejar de lado el gris que lo consumía la mayoría de los días. Estaba a punto de cerrar mis ojos para una siesta rápida y dejar que el Sr. Peón-de-rancho-con-un-audaz-nombre-vaquero esperara cuando una figura pasó a mi lado. En un día típico, me pasaban cientos, si no miles de personas. Pasaban a un lado, por encima, de alguna manera, así que no sé por qué esa figura en particular llamó mi atención. Inclinándome, protegí mis ojos del sol y miré la “figura” que no podía ignorar. Después de un segundo, entendí por qué. El chico usaba positivamente los vaqueros más ajustados y pintados en los que había visto a un chico. Y mi generación pensaba que chicos usando vaqueros ajustados era socialmente aceptable. Sin embargo, ese vaquero, con lo que sólo pude asumir eran un par de Wranglers desteñidos, había colocado la faja y hebilla en los pantalones más ajustados en el título del universo.
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—¿Disculpe, señor? —El Chico de los Vaqueros Ajustados tocó el hombro del empleado al que le hablé mal. Esperó a que el empleado se diera la vuelta y lo viera para continuar. —¿Sí? —dijo el empleado, estrechando la mano del Vaquero cuando se la extendió. —¿Es este el autobús que vino de Portland? —El Vaquero de los Pantalones Ajustados miró hacia las ventanas como si estuviera buscando a alguien.
—Claro que lo es. El último pasajero se bajó hace un par de minutos. La espalda del vaquero se encontraba hacia mí, a pesar de que su espalda no era exactamente en lo que me concentré. Mi atención no tenía nada que ver con guiñar un ojo, lujuria, o querer pasar mis manos sobre él… sólo no pude entender cómo esos puntos de costura se sostenían con fuerza con vaqueros dos tallas demasiado pequeños sosteniendo esas nalgas. —¿Había una mujer joven a bordo? ¿Una chica de mi edad? —Habían muchas mujeres jóvenes a bordo, hijo —respondió el empleado, haciendo un mejor trabajo del que yo hubiera hecho por enmascarar el sarcasmo—. ¿Tienes una descripción? ¿Tal vez un nombre? —Creo que es rubia, tal vez cabello rubio rojizo —comenzó, inclinando la cabeza hacia un lado—. Pequeña, supongo… No sé. Sólo he visto una foto de ella de hace diez años. Mi estómago se volcó un poco. —Tengo su nombre aquí —dijo el vaquero, deslizando un pedazo de papel de su bolsillo delantero. No necesitaba escucharlo decirlo. Ya sabía el nombre escrito en esa hoja de papel—. Rowen. Su nombre es Rowen Sterling. Mi subconsciente no podía decidir con qué maldecir primero, así que se mezclaron, y ajustaron, y lancé un mierda y joder. Cuando mi mamá me había dicho que tendría un aventón hasta Willow Springs con un peón cuyo nombre había olvidado, me imaginé a un viejo arrugado que escupía como el Sheriff del pueblo en una de esas películas del viejo oeste. No a un hombre joven y en forma, adherido a la política mientras más ajustado, mejor en selección de vaqueros. Aún tenía que ver su cara, pero por lo que había visto de su espalda, ya sabía qué esperar. Y si fuera la típica chica de dieciocho años a la que le gustan las típicas cosas de adolescentes, estoy segura de que estaría jadeando por tener la oportunidad de dar un paseo con el Vaquero de Montana en lo que supuse era una gran camión diésel con cuatro neumáticos en la parte posterior. Escuché cómo es llamado ese tipo de camión, pero no podía recordarlo. De donde venía, la gente no necesitaba seis neumáticos porque cuatro hacían un buen trabajo. Recomponiéndome justo antes de soltar un largo suspiro, me levanté y me acerqué. No tenía sentido evadirlo. Deteniéndome a unos metros detrás del trasero ajustado, aclaré mi garganta. —¿Estás buscando a Rowen Sterling? El vaquero se volvió hacia mí. —Sí. ¿La conoces?
Me encogí de hombros. —Más o menos. —¿Sabes dónde está? —Sí —respondí, tratando de mirar su rostro. Entre su gran sombrero vaquero y la posición del sol, toda su cara se hallaba bajo la sombra. Él podría haber sido la cosa de las fantasías femeninas. Y con la misma facilidad podía haber sido tuerto o chimuelo. Después de unos segundos de silencio —supuse que esperaba que añadiera algo— cambió de posición. —¿Podrías decirme dónde está, por favor? Miré la foto en su mano. Había estado en lo cierto. Tenía casi diez años. Tomada en mi fiesta de cumpleaños número nueve. Usaba el vestido de princesa más largo, rosa y más espantoso jamás creado, y era rubia y radiante. Ya no era ninguna de esas cosas. Su reacción debería ser divertida para los testigos. —Ella está a dos metros delante de ti —le dije, agradecida de que no pudiera ver su rostro. Si era un diez, un cero o algo intermedio, no quería ser testigo de la conmoción y la mueca que seguro vendría. Cuando alguien comparaba a la pequeña en la foto con la chica mayor que era en el presente, una mueca parecía ser la respuesta estándar. Lo que no esperaba que hiciera era que se quitara su sombrero y extendiera la mano. —Hola, Rowen. —Esbozó una sonrisa que casi me hizo estremecer. Un extraño no me había sonreído así en mucho tiempo—. Soy Jesse. Es un placer conocerte.
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Jesse. Cierto. El nombre vaquero con J que se había deslizado de mi mente, era el nombre que estaba segura que nunca volvería a olvidar. No porque sus ojos fueran del mismo color del cielo, o porque su cabello ligero caía en cascada por su frente como si supiera justo dónde caer, o por los profundos hoyuelos perforados en sus mejillas por la sonrisa permanente. Nop, la razón por la que recordaría el nombre de Jesse a partir de ese día era por la forma en la que me miraba. No me estudiaba como si fuera algo diferente o aterrador. Me miraba como si fuera un ser humano, no diferente a él, y a la vez único. Era… asombroso. Me hizo sentir liviana y flotante. Para una chica a la que le gustaba tener sus pies firmemente en la tierra y quien, como política, no “flota”, toda la sensación era un poco abrumadora. Después de que había dejado su mano colgando en el aire como la idiota pasmada que era, la dejó caer a un lado y levantó su otra mano,
aún sosteniendo la foto, hacia mi cara. Estudiando la foto, luego mi cara, su sonrisa se extendió. —Sip. Eres Rowen Sterling —dijo con certeza. Como si pudiera ver más allá de mi cabello teñido oscuro, ceja perforada, lápiz labial oscuro, y mis botas negras de combate para encontrar a la niña pequeña que había sido una vez—. ¿Tienes una maleta o algo? —Su voz, como la sonrisa, era cálida y acogedora. De hecho, si tuviera que escoger dos palabras para describir a Jesse, esas serían: cálido y acogedor. Y atractivo. No se podía negar eso. Incluso para una chica como yo, que la mayoría de la gente asumiría que probablemente preferiría la compañía de Drácula a la de un chico de sangre caliente, americano y ardiente como el infierno. Recordándome que no me encontraba allí para admirar el paisaje masculino, apunté con el pulgar por encima de mi hombro. —Esa bolsa negra que se ve como si escondiera un cadáver dentro, es la mía —le dije, maldiciéndome. Una chica como yo no debería hablar sobre supuestos cadáveres de peluche en mi bolsa. La gente no asumiría que bromeaba. —Bueno, si no te importa, ¿podemos irnos? —preguntó Jesse, deslizando su gorro tipo pescador del tamaño de su espalda en su lugar, antes de dirigirse hacia mi bolso abandonado—. Tengo alrededor de dos docenas de postes de cercado que cavar y establecer antes de la cena. —Suena como para matar el tiempo —le dije—. ¿Es mantenimiento de los postes y cercas una tarea normal en un rancho?
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—Eso depende de cómo se defina “normal”. Si mantener de treinta a cuarenta postes cada pocos días es normal, entonces sí, supongo es una especie de tarea normal en un rancho. —Pensé que eras un peón —dije mientras nos deteníamos frente a mi bolsa de tamaño monstruoso—. Suena como que eres un perro de rancho. —No pude ocultar mi sonrisa, y fue un esfuerzo en vano cuando Jesse se rio. Maldición, esa risa. Sólo de escuchar algunas notas pareció cambiar toda mi perspectiva. No un cambio de ciento ochenta grados, claro, pero tal vez la mitad de eso. Si alguien como Jesse podía reír de esa manera, el mundo no podría estallar completamente. —Sí, supongo que perro de rancho es un título apropiado, ahora que lo pienso —dijo Jesse mientras agarraba mi mochila y la lanzaba por encima de su hombro. Por la forma en que el hombre acababa manejar esa cosa, habría pensado que se encontraba llena de plumas. Cuando Alejandro, el novio del mes de mi mamá y gran idiota bajo mis estándares, lanzaba mi bolsa en el maletero, estaba bastante segura de que tendría
que citarse con un quiropráctico dos veces a la semana por el próximo año. —Hombre, Rowen —dijo, balanceando la bolsa como si estuviera tratando de adivinar el peso—. A partir del peso de este retoño, creo que en realidad podrías tener un cadáver en el interior. —Considérate advertido —dije mientras nos dirigíamos hacia el estacionamiento—. No me orines encima, o vas a terminar en una bolsa de viaje negra. Otro par de notas de risa salieron de él. Dos risas genuinas en menos de un minuto. Seguramente tuve que romper algún tipo de récord. —Gracias por el aviso. —Jesse rodeó un camión que había visto mejores días antes del siglo XXI, para tirar mi bolsa en el maletero. —¿Qué es esta cosa? —Es un camión —dijo Jesse lentamente, dándome una mirada extraña. —Era un camión hace treinta años —le dije, examinándolo. Esta cosa no podía ser legal en la calle—. Se trata de un cadáver rodante. —¿Qué? De ninguna manera —respondió, sonando un poco ofendido—. Esta es la Vieja Bessie. —Tocó el camión mientras se dirigía hacia el lado del pasajero. Al abrir la puerta, se hizo a un lado, obviamente esperando que subiera. No estaba segura de que era más perturbador; que él haya nombrado su camioneta Vieja Bessie o que haya abierto la puerta de la camioneta para mí. No creo que los chicos realmente hicieran ese tipo de cosas fuera de las películas y los libros. Abrir la puerta, quiero decir. Conocí un montón de chicos que habían nombrado sus coches, pero ninguno como Vieja Bessie. Cuando me encontré en estado de estupor congelado, Jesse se aclaró la garganta. —¿No es lo que esperabas? —Admiraba su camioneta como si no pudiera ver nada malo. Supongo que si estabas bien con que tu vehículo tuviera más abolladuras y golpes que estrellas en la Vía Láctea, o si no te importara que el coche fuera nuevo cuando tus padres sacaron sus licencias, no había nada malo con ella.
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—Jesse, no tenía expectativas cuando llegué aquí —le dije—. Menos sobre el camión del chico que me recogiera en la estación de autobuses. —Entonces sube —dijo, señalando el interior—, y deja que la Vieja Bessie redefina algunas de tus no-expectativas.
Me mordí la mejilla, tratando de no sonreír. No importa qué le lanzara al hombre, no podía quitarle esa maldita actitud risueña. Lo peor de todo, tenía miedo de que pudiera ser contagiosa. —Sólo para estar preparada... ¿son todos los vaqueros como tú? —le pregunté, mientras subía a la Vieja Bessie. Jesse se interpuso entre la puerta antes de que pudiera cerrarla. Su cuerpo ocupaba casi todo el marco. —No hay otro vaquero como yo —dijo con una media sonrisa. Tuve que tragar antes de poder responder. —Supongo que la Vieja Bessie debería haberme advertido eso. No tenía otra respuesta que la media sonrisa antes de salir de mi camino. Mi puerta se cerraba al mismo tiempo que abría la suya. —¿Me extrañaste? —bromeó, desplazándose en el asiento hasta que se acomodó. —Como a un tumor —le respondí. Jesse rio, sacudiendo la cabeza. —Rowen Sterling: Poniéndote listilla. Creo que he encontrado mi alma gemela. Antes de que supiera que ocurría, me estaba riendo. Riendo. Creía haber olvidado cómo, pero me acordé o Jesse me enseñó una nueva forma, e inequívocamente reía. —Por lo tanto, aparte de transportar cadáveres en tu bolso y ser una listilla, ¿quién es Rowen Sterling? —preguntó antes de que el camión volviera a la vida. Fue algo bueno que completara su pregunta antes, porque el motor de la Vieja Bessie encendido estaba malditamente cerca de una explosión sónica. —Creo que estás rompiendo algunas leyes de ruido en este lado del estado —le grité por encima del ruido, pero no me oyó. Para el momento en que estuvimos fuera del estacionamiento, el motor se había calmado lo suficiente para que mi cerebro no vibrara en mi cráneo. —¿Entonces? —dijo sobre el motor—. ¿Cuál es la historia de Rowen Sterling? ¿Biografía tamaño biblia? —No iba a dejarlo pasar. Lástima que ya no suspirara, porque podría haber usado uno de esos entonces. —¿Qué tal si te doy una palabra que resume toda la historia? —¿Listilla? —dijo, con los ojos brillantes. Le sonreí con suficiencia. —Complicada —dije, hurgando en el bolso—. Muy complicada. —Localizando mi celular, lo saqué para comprobar la recepción. Por lo menos aún tenía algo de recepción en
medio de la nada—. Ya está. Esas fueron dos palabras. ¿Qué más podrías querer saber? —Todos tenemos vidas complicadas, Rowen. Lo siento, pero no puedes acaparar el mercado de lo complicado —dijo, reacomodándose en su asiento. Probablemente porque sus vaqueros eran cinco tallas más pequeñas y cortaban la circulación—. Así que todavía hay un montón más que me gustaría saber de ti. Maldición. Jesse el vaquero era un filósofo escondido. No lo había visto venir. —No te gustaría saber —dije, abriendo mi ventana. No sólo porque hacía calor, sino porque el aroma de Jesse me afectaba. Y no debería afectarme su olor. —He estado alrededor lo suficiente para saber que ningún hombre o Dios puede conseguir que una mujer se abra si no quiere. —Jesse bajó su ventanilla también—. Me gustaría saber, pero no necesito saber. Todos tenemos derecho a mantener algunos secretos. Mis cejas se arquearon. —Hablas como alguien que sabe lo que es tenerlos. No pasó un segundo antes de que contestara. —Todos tenemos secretos, Rowen. Todas y cada una de las personas en el planeta. ¿Y sabes qué más? Todos nosotros experimentamos el mismo sentimiento. Acabamos pasando por ellos en diferentes momentos y en diferentes grados. —Jesse hizo una pausa mientras llegaba a una señal de pare. Comprobando los dos caminos, rechazó el camino de tierra que parecía que se prolongaba durante un centenar de kilómetros—. Si aceptáramos que no somos tan diferentes unos de otros, no nos sentiríamos tan solos. Había mucho más en Jesse que un par de pantalones ajustados. —¿Qué estás haciendo arreglando postes y cercas cuando puedes llegar a ese tipo de conclusiones y ponerlas en palabras tan fácilmente? — pregunté, echándole un vistazo. Jesse me devolvió la mirada—. Consigue unos certificados enmarcados, ponlos en la pared, y podrías ganar una fortuna predicando ese tipo de cosas a todas las cabezas con problemas. El dinero que gastó mi mamá con su psiquiatra el año pasado podría mantener a una persona de clase media-alta.
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Jesse negó con la cabeza. —Creo que me quedo con lo que estoy haciendo. Prefiero cavar postes que cavar demasiado en el interior de las cabezas de algunas personas, ¿sabes?
—Oh, créeme, lo sé —le contesté, mirando el paisaje. Aparte de una casa o una granja de vez en cuando, había un montón de nada. Nada, excepto el cielo azul y la hierba verde. Mucho color. Casi deseaba haber recogido algunas pinturas de acuarela antes de venir aquí. Por lo general trabajaba con carbón o lápiz, ya que era fácil de transportar y, en Portland, la mayor parte del paisaje es de sombra de grafito. Aquí, sin embargo… podría darle un buen uso a algunas acuarelas. —¿Y qué hay de ti, Jesse? ¿Cuál es tu historia? ¿Biografía tamaño biblia? —pregunté, utilizando mi arma de conversación favorita: esquivar el tema y darle la vuelta. —Te voy a dar más que una sola palabra en respuesta, que es mucho más de lo que recibí de ti, pero no te voy a decir todo, porque entonces, ¿qué tipo de incentivos tendría para que te abras a mí? Mis cejas se juntaron. —¿Cómo esperar saber cosas sobre ti puede ser un incentivo para que te diga más acerca de mí? —Porque lo que voy decirte, y lo que aprenderás de mí, es que voy a ser tan malditamente intrigante que vas a querer más. Vas a necesitar más. —Me di cuenta por su tono que me tomaba el pelo, pero aún así rodé los ojos—. No vas a ser capaz de conformarte con sólo saber el ochenta por ciento de mí. Querrás saber el ciento diez por ciento. —¿Demasiado engreído? —murmuré, colgando el brazo por la ventana como Jesse. Abrí la mano y extendí los dedos para sentir el viento pasar a través de ellos. —Sólo cuando una chica linda está sentada a mi lado tratando de hacerse la dura, intentando fingir que soy la cosa más irritante del mundo —respondió, mirando la carretera, sonriente. Esa declaración lo confirmó: Jesse tenía un tornillo suelto. No soy linda, no según la definición de la palabra. Irritable, sí. Misteriosa, tal vez. ¿Pero linda? Joder, no. —¿Así que tú te abres si yo me abro? —le dije, tratando de resumir. Jesse se encogió de hombros. —Más o menos. —Siento decírtelo, vaquero, pero hay un grave defecto en tu pequeño plan. —¿Oh, sí? —respondió Jesse pasando otro camino de tierra—. ¿Qué grave defecto? —Suponer que quiero abrirme para ti. —Ese fue un defecto gigantesco.
Se quitó el sombrero y lo dejó caer en el salpicadero. Su mata de cabello rubio cayó de nuevo con su estilo perfectamente imperfecto. —Todos queremos abrirnos a alguien, Rowen. La parte difícil es encontrar ese alguien con la confianza suficiente para hacerlo. Alguien a quien no tengamos miedo de dejarle ver las partes más oscuras de nuestra alma. A este punto de la conversación, no me sorprendían esas pequeñas palabras que salían de su boca. Parecía lleno de ellas. —¿Y tú piensas que eres la persona en quien voy a confiar lo suficiente como para abrirme? —le pregunté, cruzando mis brazos. Jesse levantó su hombro. —Sólo el tiempo lo dirá. Había estado en algunas situaciones extrañas en mis dieciocho años de vida, he visto algunas cosas locas, pero… tener la más profunda conversación de mi vida, con un vaquero de Montana, que había conocido quince minutos antes en la estación de Greyhound, tenía que estar entre las diez primeras. —¿Alguna vez tienes una conversación casual? —le pregunté, esperando que respondiera con un sí o que Willow Springs está a menos de un minuto. —Una vez en una luna azul —respondió. Apreté los labios para no sonreír. Nunca había oído a alguien que no calificara para el descuento de personas mayores hablar de la luna azul como referencia. —Puesto que aún hay luz afuera, vamos a suponer que es de noche, y que hay luna azul —le dije—. Es tiempo de una conversación informal durante el resto del camino. —Me parece bien. ¿De qué quieres hablar casualmente?
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Rodé los ojos. —Si es más fácil, podríamos no hablar. —No, definitivamente eso no es más fácil para mí. Me gusta hablar. Me gusta hablar mucho, a veces me encuentro a mí mismo teniendo conversaciones unilaterales con el ganado —dijo, cuando la Vieja Bessie pasó un bache que me hizo rebotar en el aire. Aparentemente las comodidades modernas, como carreteras asfaltadas y mantenidas no eran tan “modernas” o “convenientes” aquí—. Soy un buen oyente, también. Ya sabes, si alguna vez quieras confesar lo que sea. Gemí y contemplé la posibilidad de empujar su brazo. No lo hice, porque, a juzgar por el tamaño de sus brazos y saber que podía levantar mi
bolsa como si no pesara más de un kilo, probablemente no registrara mi débil empujón. —¿Qué tal un poco de Pregunta y Respuesta? —sugirió Jesse—. Tú me haces una pregunta. Yo respondo. Te hago una pregunta y tú respondes. Y así hasta llegar a Willow Springs. Abría la boca cuando Jesse me cortó. —No te preocupes. Vamos a mantener las preguntas tan impersonales como sea posible. —Estudió mi rostro por un momento, y arqueó una ceja—. ¿Mucho trabajo para ti, Srta. Súper Complicada? Sólo porque ya me agoté de dar vueltas con él, asentí. Jesse sonrió como si acabara de lograr una sólida victoria. —Las damas primero. Me pasé los dedos por el brazo. Quería hacerle a Jesse un montón de preguntas, por lo menos una docena se disparó en mi mente. Pero sólo una salió de mi boca. —¿Por qué diablos te pones esos pantalones ajustados? El rostro de Jesse se quedó en blanco por un segundo antes de que estallara en risas. —Pensé que acordamos nada de preguntas personales —se las arregló para decir a través de su risa. —Eh… ¿es una pregunta personal? —No lo parecía para mí. —Sí —dijo, su risa disminuyendo—. Pero voy a responder de todos modos. —Ya que eres muy abierto —dije malvadamente. —Ignorando ese comentario listillo… —dijo, dándome una mirada—. Me pongo los pantalones ajustados porque estoy en un caballo por lo menos un par de horas diarias. Los pantalones estrechos significan menos rozaduras. ¿Tu primera lección de supervivencia Rancho 101? Evita cualquiera y todas las formas de roce. —Anotado. —Asentí una vez—. Tu turno. —No he terminado de responder tu pregunta todavía. —Me dio una mirada obvia. —Continua —le dije con un gesto de la mano. —Me pongo los pantalones ajustados, porque cuando estoy en el campo, no quiero nada arrastrándose o deslizándose más allá de mis rodillas. Conocí a un hombre que llevaba un par de vaqueros holgados un día mientras arreglaba una cerca, y vamos a decir que su esposa no ha sido una mujer muy satisfecha los últimos seis años.
—Uff. —Sólo la idea de una serpiente, una araña, o algún otro espeluznante roedor subiendo por mi pierna era suficiente para pensar en invertir en un par de pantalones-apretados-hasta-lo-imposible. —Y por último, pero ni de lejos menos importante, me pongo pantalones ajustados porque me gusta la forma en que las chicas se derriten cuando camino frente a ellas. —Sus ojos brillaron. Esos malditos chispearon. Gemí de nuevo al mismo tiempo que me inclinaba y le daba un empujón a medias. —Sólo lo hacen porque han estado apostando sobre cuándo las costuras van a reventar. —Ah, por favor —dijo, frunciendo los labios—. No finjas que no mirabas mi trasero cuando caminaba frente a ti antes. Sentí mi trasero a punto de prenderse fuego por tu mirada. No soy de las que se ruborizan a menudo, pero también podría ser por el calor que hacía. No estaba segura si el rubor tenía más que ver con ser atrapada o la imagen de la parte trasera de Jesse destellando en mi mente otra vez. —¿Vas a hacer tu pregunta, o vas a seguir y seguir con tu historia de amor por tu trasero? —Intenté mirarlo. No funcionaba. Levantó una mano en señal de rendición, pero los hoyuelos perforaron profundamente en sus mejillas. —Si seguimos por el camino del atuendo personal… —dijo, mirándome—. ¿Tienes algo en contra del color o sólo amas intensamente el negro? Era claro por el tono y la expresión de su rostro que no había nada antagónico en su pregunta. Sólo genuina curiosidad. —No —le contesté, moviéndome en el asiento—. El color tiene algo contra mí. Sentía los ojos de Jesse sobre mí, esperando que dijera algo más, explicando qué demonios quería decir con eso, pero podía esperar por el resto de la eternidad antes de que consiguiera más de mí.
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—¿Y dices que yo soy el filosófico? —dijo después de un rato. —Sí, eso es lo que digo. —Me senté derecha y miré por la ventana—. Ahora eso fueron dos preguntas, así que haré dos para que puedas hacerme otra.
—¿Qué…? —dijo antes de caer en la cuenta. Jesse suspiró—. Sólo como referencia futura, preguntas retóricas no cuentan en este pequeño juego. —Una pregunta es una pregunta —dije, toda una sabelotodo. Jesse volvió a suspirar. Más fuerte esta vez. —No te pregunto al estilo policíaco. —Y yo no te respondo como un confinado. —Seguí mirando por la ventanilla para que no viera la sonrisa retorciéndose en mis labios. Jesse rio. —Está bien. Tú ganas. Además, aprendí hace años que iniciar una discusión con una mujer es perderla. —Antes de que pudiera alabarlo con un Chico listo, continuó—: Nos estamos acercando a Willow Springs. Apresúrate y haz tus dos preguntas. Mirándolo, tuve que preguntar. —¿Cuántos años tienes? —Diecinueve. No está mal. Me imaginé veinte, así que había estado malditamente cerca. —Siguiente —solicitó, entrando por un camino de tierra. Tenía dos postes altos a ambos lados de la carretera con un cartel oxidado de metal en la parte superior que decía Rancho Willow Springs. Hogar no tan dulce hogar. Durante los siguientes tres meses. Sólo dispárame ahora.
2 Traducido por Zöe & aa.tesares Corregido por Lalu
Jesse era persistente, y el camino que conducía a Willow Springs era interminable. Esa es la única razón por la cual accedí a continuar con nuestro retorcido juego de preguntas y respuestas. —Está bien, está bien —dije, rindiéndome—. Esta es una grande. De hecho, es tan grande, que nuestra futura amistad pende de un hilo. —Eso es un poco melodramático —dijo, reduciendo un poco la velocidad del camión. Tal vez no estaba listo para que nuestro juego de preguntas terminara—. Pero escuché que, las chicas de ciudad, tienen debilidad por lo dramático. Rodé mis ojos. —Y yo escuché que los chicos del campo tienen un notable gusto por algunos antiguos prejuicios. Pero me gusta darle a la gente el beneficio de la duda antes de asumir que son idiotas intolerantes. —¿O una diva melodramática? —añadió, sonriendo como el diablo. Antes de que pudiera contestar bruscamente, su expresión se aplanó—. En cualquier momento de hoy con esa gran pregunta fundamental, NoMelodramática-Rowen. —Está bien, No-Idiota-Intolerante-Jesse. —Ahora era yo la que sonreía perversamente—. ¿Escuchas, alguna vez has escuchado, o planeas en el futuro escuchar… —lo alargué unos momentos más por debilidad “melodramática”—… música country? Los ojos de Jesse se posaron en el reproductor de CD de la Vieja Bessie, y luego en mí. Se movió rápido, pero yo me moví más rápido.
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Su mano apenas había dejado el volante antes de que yo golpeara el botón de expulsión y le arrebatara el CD que salió del reproductor. —¡¿Johnny Cash?! —grité—. Mierda, esto es peor de lo que pensé. No sólo escuchas country. Escuchas country prehistórico. —Pellizcándolo con los dedos, se lo tendí—. Tómalo. Sólo tómalo. Antes de que me queme. —No, por supuesto que no. No eres melodramática —dijo en voz baja mientras tomaba el CD engendrado en el infierno y lo alejaba de mí.
—Puedes llamarme melodramática cuando se trata de música country —contesté—. De hecho, estoy casi segura de que el término “melodrama” fue inventado en respuesta al nacimiento de la música country. Ese fue, como dice la canción, el día que la música murió. —No sabía mucho sobre la mayoría de las cosas en la vida, reservando mi pasión para algunas pocas y raras. La música country, y los tímpanos que dañaba ambos cerca y lejos, era una de esas raras y pocas. Entonces, tan rápido como me había movido para sacarlo, Jesse puso nuevamente el CD en el reproductor y giro el dial de volumen hasta que ya no podía girar más. Antes de que pudiera tapar mis orejas con las manos, la música explotó. Un tipo con una voz profunda, al estilo Elvis, comenzó a cantar sobre caminar y líneas. —¡No es gracioso, Jesse! —grité por encima de la música, dejé caer una mano, y probé el daño al oído interno que causaría esa música del infierno para tratar de sacar su mano. —Es malditamente divertido desde donde estoy sentado —gritó, soldando su mano sobre el reproductor de CD para que no pudiera moverla. Cuanto más intentaba, más se reía. Justo mientras contemplaba la idea de arrojarme del camión para librarme de toda la mierda de líneas para caminar, la visión más agradable/desagradable que nunca había visto apareció: una casa de campo blanca de dos pisos, con un gran granero rojo recién pintado al lado. —Oh, gracias dulce niño Jesús. —Dejé mi guerra de manos con Jesse para agarrar la manija de la puerta. Una vez era demasiado cuando se trataba de viajar en la Vieja Bessie con Johnny Cash sonando a todo volumen. Justo antes detenernos frente a la casa, Jesse misericordiosamente apagó la música. Pero el daño ya estaba hecho. Nunca sería la misma después de eso. Nunca. —Hazme un favor, ¿quieres? —dije, empujando la puerta. —Si se trata de romper o quemar mi CD favorito… Lo siento. No se puede hacer —respondió, su propia puerta chirriando al abrirse. —La próxima vez que necesite un aventón, no te ofrezcas. Prefiero correr, caminar o arrastrarme sangrientamente por veinte millas que escuchar esa mierda de música por otros veinte segundos. —Una vez que estuve fuera de la Vieja Bessie, me giré para verlo. Su sombrero se encontraba de vuelta en su lugar, y me estudió de nuevo con la misma sonrisa de complicidad—. ¿Capiche? —añadí, fingiendo que ver a Jesse mirándome no hacía que mis rodillas se sintieran un poco fuera de control.
—No hablo el idioma de las chicas melodramáticas de ciudad, pero ¿qué tal si me comprometo a no forzarte a escuchar al Sr. Cash si vuelves a necesitar otro aventón? —Se levantó de su asiento sin quitarme los ojos de encima, y cerró la puerta de golpe. Ambos hoyuelos se hallaban enterrados en sus mejillas—. Sólo, por favor, ¿me prometes que no le harás nada a mi CD favorito? Rompería mi corazón. —Aunque lo intentara, ese imbécil está tan lleno de magia negra vudú que requeriría una docena de brujas para destruirlo —le contesté, arqueando una ceja, lo que sólo hizo que su sonrisa creciera. Jesse abría la boca cuando una puerta mosquitera chirrió al abrirse detrás de mí. —Eres el vivo retrato de tu madre —dijo la mujer que bajaba los escalones del porche, sonriéndome como si yo pudiera haber sido su hija perdida. Sentí mi cara contraerse. No porque la mujer pareciera una versión moderna de las mujeres de La Casa de la Pradera, sino porque había dicho que me parecía a mi madre. Nadie decía eso porque no nos parecíamos en nada. Ni el exterior ni en el interior. —Rowen Sterling, es tan bueno conocerte al fin —dijo, y mientras que extendí la mano, ella me dio un abrazo sólido—. Soy la señora Walker, pero si sabes lo que es bueno para ti, me llamarás Rose. —Dándome un apretón final, bajó los brazos—. Mi suegra es la señora Walker. —Está bien, Rose —dije—. Creo que puedo manejar eso. — Especialmente desde que la única vez que llamaba señor o señora a las personas era cuando incluía una buena dosis de sarcasmo. Metió unos cuantos rizos que se habían escapado de su cola de caballo detrás de su oreja. —Todos estamos muy contentos de que estés aquí. Cuando tu madre me llamó y preguntó si podías pasar el verano aquí con nosotros, no creo haberle dado la oportunidad de terminar la oración antes de decir sí.
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Rose y mi madre crecieron juntas en Portland. Mamá se marchó a la universidad, y Rose se marchó a Willow Springs después de casarse con el Sr. Walker, cuyo nombre también había olvidado. Examinar lo cálida y simple que era Rose Walker me hizo preguntarme cómo, en nuestro universo o el siguiente, mi madre y ella eran mejores amigas de la infancia. Si dos personas podían ser más opuestas, no lo había visto. Mamá era alta, rubia platina (gracias a su estilista), creía que el maquillaje no era sólo una herramienta sino que era esencial para la vida cotidiana, y no usaba un solo artículo de ropa que no fuera caro y de temporada. Rose era más baja, tenía cabello marrón oscuro, no usaba una pizca de
maquillaje por lo que podía ver, y su vestido floreado parecía que podría haber sido hecho en casa. Por lo que sabía, mamá y Rose no se mantenían en contacto muy a menudo, pero cada año, recibíamos una tarjeta de navidad del Rancho Willow Springs. Tenían que ser lo suficientemente buenas amigas para que mi madre le confiara su única hija a una familia a unos cuantos estados de distancia. Cuando pensaba en mi mamá y Rose, la frase “agua y aceite” me venía a la mente. —Gracias por recibirme —dije, recordándome ser amable. Rose no tenía nada que ver con la chiflada idea de mamá de enviarme a Rancho Escuela de Responsabilidad para el verano. —¿Estás bromeando? ¿Una oportunidad de tener otra mujer en un rancho invadido por hombres que piensan que una conversación decente consiste en media docena de palabras? —Rose me dio unas palmaditas en el brazo—. Gracias a ti por recibirnos. O estaba extasiada con el mejor y más nuevo antidepresivo, o sólo extasiada por estar en lo mejor de la vida. No había discusión que estaba extasiada con algo. Detrás de nosotras, Jesse se aclaró la garganta. No había olvidado que se encontraba allí. Parecía que no podía. —Voy a llevar el bolso de Rowen a su habitación. Luego tengo que volver a trabajar en esa cerca. —Sacó el bolso gigante de la caja de la camioneta en un movimiento fluido, y me mostró esa sonrisa con hoyuelos mientras pasaba. —Diviértete con los postes de la cerca —dije, encontrando su sonrisa con una exagerada de mi parte. —Oh, lo haré —dijo, continuando hacia la puerta principal—. Voy a pensar en ti y en tu excelente gusto por la música todo el tiempo. Rose miró a Jesse desaparecer por la puerta mosquitera. Cuando su mirada se desplazó de nuevo a mí, notando que mis ojos también habían visto todo el viaje de Jesse, me dio una especie de sonrisa de conocimiento. —Es un chico apuesto, ¿no es así? Me mordí el interior de la mejilla para darme un momento para poder recuperarme. —Supongo —comencé, dando un pequeño encogimiento de hombros—, si estás en la cosa de Brad Pitt en Leyendas de Pasión. Pero no lo estoy. —Eso era verdad. Nunca fui por el rubio, de ojos azules, sexy a la décima potencia. Iba por el de pelo oscuro, pálido,
flaco, y de tipo melancólico—. Soy más del equipo del oso que trató de matar a Brad Pitt en el final. Rose no se inmutó. En cambio, soltó una honesta risa mientras enlazaba su codo con el mío. —Dios —dijo, llevándome a los escalones de la entrada—, el viaje desde la estación de autobuses debe haber sido interesante. —Interesante es una buena palabra para describirlo —dije, echando un vistazo más de cerca a la casa de la granja. Incluso para todas mis preferencias de perdición y penumbra, como que me gustaba el lugar. Era viejo, desde las intrincadas ventanas biseladas hasta la forma en que el porche crujía cuando caminábamos sobre él, pero estaba bien conservado. La puerta principal era azul cobalto coincidiendo con los postigos, y había una mecedora a cada lado de la puerta, porque una no era suficiente, supongo. Era una de esas casas “habitadas”. Tenía historia, y yo sólo podía imaginar el número de historias y momentos que habían sido compartidos en el interior de sus paredes. —Imagino que después de tu día, tendrás energía suficiente para tomar un baño y meterte en la cama. —Rose abrió la puerta mosquitera y me hizo señas con la mano para que entrara—. Así que voy a enviar un plato de comida a tu habitación más tarde si quieres. Mañana, después de que hayas tenido una buena noche de sueño, podemos establecerte en la rutina aquí en Willow Springs. Después de que lo dijo, mis músculos casi dolían por tomar un baño. —Eso suena bien. —Pero me temo que tres jovencitas están muy ansiosas de conocerte antes de que escapes —dijo Rose mientras me llevaba a una sala de estar con paredes azules y molduras blancas de corona.
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Algunos de muebles de aspecto anticuado se mezclaban con algunas piezas más contemporáneas. Era una mezcolanza de decoración, la peor pesadilla de un decorador, pero de alguna forma, funcionaba. Apenas había dado cinco pasos dentro de la habitación, y ya me sentía lo suficientemente cómoda como para tumbarme en el sofá floreado y poner los pies sobre la pequeña mesa de café. —Esto es grandioso —dije con sinceridad. Todo acerca de la habitación, desde el uso audaz del color de las ventanas en las paredes. Había un marcado contraste con mi habitación en Portland. Mis paredes eran de un profundo púrpura berenjena, el techo también, y mantenía la única ventana cubierta con una cortina negra. Me gustaba mantener la
luz afuera —excepto cuando dibujaba o pintaba— en cambio Rose prefería dejar entrar la luz. Antes de que pudiera llegar a profundizar este conocimiento, tres figuras que se asomaron a un lado llamaron mi atención. —Estas encantadoras, muchachas ansiosas son mis hijas —dijo Rose, señalando a las tres chicas que me miraban sin pestañear. —Hola —dije incómodamente, saludándolas torpemente con la mano. No estaba segura de cuánto le había dicho mi madre a Rose acerca de mi vida y el “desastre” (término de mamá, no el mío) que había hecho de ella. Por cómo se veía, estas chicas sabían todo y se hallaban con los ojos abiertos por el terror, o no sabían nada y tenían la impresión de que era tan genial como el helado de chocolate. —Voy a hacer las presentaciones formales, ya que todos parecen un poco cohibidos —dijo Rose, dando a sus hijas una mirada confusa—. Esta es Lily. —Rose hizo un gesto a la chica más alta, un clon de su madre desde el vestido floreado, hasta el largo cabello oscuro y ojos—. Tiene dieciséis, y si se pierde, el primer lugar para buscar es el desván del granero devorando su último libro. Lily me sonrió tímidamente antes de bajar los ojos. Tranquila, un poco rara, y le gustaba esconderse del resto del mundo cada vez que tenía oportunidad… Ya me gustaba. —Esta es Hyacinth. —Rose pasó a la siguiente chica, que era otro clon—. Tiene trece y cada pequeña cosa de los trece. —Rose arqueó las cejas y le dio a su hija una sonrisa tan maternal como divertida. Hyacinth me dio una sonrisa y un saludo. No tenía nada de la actitud enojada con todo el mundo que yo tenía a los trece, pero creo que la definición de Rose y la mía de adolescente eran un poco diferentes. —Y la pequeña es Clementine. Tiene siete. —Rose se mordió el labio mientras inspeccionaba a su hija menor disfrazada de pies a cabeza con atuendo de princesa. A pesar de que todo el asunto de princesa era más o menos mi archienemigo, tenía que darle crédito a la chica. Iba a ser la mejor maldita princesa que pudiera ser. —Mamá —dijo Clementine, suspirando de exasperación—. No soy pequeña. Rose levantó sus manos a modo de disculpa. —Tienes razón. Perdóneme, su alteza. —Codeándome, Rose se aclaró la garganta—. Esta es Clementine. Ella es mi niña grande. Clementine puso los hombros hacia atrás y dio una pequeña inclinación de cabeza, obviamente apaciguada. —¿Cómo está usted? —
dijo formalmente, coronándome con la mejor reverencia que nunca había visto. —Encantada de conocerla, su alteza. —Le di mi propio intento apestoso de una reverencia. Clementine, ninguna gran sorpresa, era otro mini-clon de Rose. —Y sé que ya lo saben, pero sólo para hacer las presentaciones formales, esta es Rowen —dijo Rose, mirando de sus hijas a mí—. Mis hijas han estado tachando los días de sus calendarios desde que supieron que ibas a venir. No tenemos compañía femenina muy a menudo por aquí. Especialmente compañía femenina de una gran ciudad. De repente me volví muy consciente de mí misma. Mi vestimenta, mi aro de la ceja, mis labios oscuros. Que decepción debo haber sido. Sin duda, esas chicas esperaban alguna elegante muchacha a la moda, arrancada de las páginas de Cosmo, no una chica problemática que vivía lo oscuro como si fuera una religión. Oh, bueno. No era la primera ni la centésima vez que había decepcionado a alguien. Me aclaré la garganta y traté de olvidarlo. —Rose —dije, apuntándola—. Lily. —Señalé a la única que todavía desviaba los ojos—. Hyacinth. —Mi dedo se movió a la siguiente hermana, que seguía sonriéndome, antes de terminar en la chica “grande” más pequeña del grupo—. ¿Y Clementine? —Deben haberse quedado sin nombres de flores para cuando ella llegó. —Mi esposo no era demasiado fanático de los nombres Peony o Iris, así que llegamos a un acuerdo y fuimos por un nombre tan dulce y delicado como el resto de nosotros —contestó Rose. Clementine se paró unos centímetros más alta. —Es un placer conocerlas a todas —dije, realmente necesitando tomar ese baño y esa cama. Despertarme al amanecer, las doce horas de la podredumbre en la nariz, el viaje en la Vieja Bessie con el vaquero que ya tanto amaba como odiaba, y conocer a los mini clones de Rose que me abrumaban con una desvirtuada versión de adoración al héroe… Estaba agotada.
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—Déjame enseñarte tu habitación —dijo Rose, dirigiéndome fuera de la sala de estar—. Tú y las niñas tienen tiempo suficiente para conocerse este verano. Nos hallábamos casi fuera de la sala de estar cuando algo me llamó la atención. Con una parada brusca. Por lo tanto abrupta, Rose continuó hasta el final en el pasillo antes de que se diera cuenta que no me encontraba con ella. —¿Rowen?
No le respondí. Toda mi atención se concentró en el manto donde cuatro retratos enmarcados destacaron cuatro caras sonrientes: tres chicas de pelo oscuro que justo acababa de conocer... y un niño de cabello claro con esa sonrisa con hoyuelos. Se hallaba en el mismo tipo de traje que había usado antes: una camiseta blanca ajustada, pantalones más que ajustados, un cinturón simple, botas de vaquero, y ese claro sombrero vaquero de paja. Inclinado en el costado de la Vieja Bessie, sus ojos brillaban detrás del vidrio de ese marco como lo hicieron en mí. —¿Qué ocurre? —preguntó Rose con un dejo de preocupación, ya que se dirigió de nuevo a mí. Echando un vistazo a lo que miraban mis ojos, me dio un empujoncito—. Es un chico apuesto, ¿no es así? —Aunque quisiera estar de acuerdo o en desacuerdo, no venía al caso. —¿Por qué tienes una foto de Jesse en su cobertor? —pregunté, mi voz un par notas más altas—. ¿Junto a las fotografías de tus hijas? —No necesitaba la confirmación, porque mi proceso de pensamiento ya había viajado de A hasta B para llegar a C. —Jesse es nuestro hijo, tontita —dijo ella, dando una pequeña sonrisa—. ¿No te mencionó eso? Genial. El vaquero exasperante Jesse no era un peón, era el hijo del dueño del rancho. No sólo trabaja aquí, vive aquí. Se había criado aquí. Lo que quería decir… Tenía una habitación en algún lugar dentro de la casa, de repente pequeña. En algún lugar, podría tomar una ducha al final de un largo día antes de meterse entre las sábanas y quedarse dormido. Por lo que sabía, su habitación podría estar separada de la mía por un pedazo de pared. No estaba segura de si saber que Jesse se encontraba completamente desnudo a una habitación de distancia o la posibilidad de despertar con Johnny Cash arruinando todas las mañanas era lo que me inquietaba más. —Mierda. —Se me escapó antes de que pudiera atraparlo. Me cubrí la boca con la mano y miré a Rose con una mirada de disculpa—. Lo siento por eso. —Miré por encima del hombro a las muchachas que hacían un trabajo tan exagerado en jugar a las ignorantes de lo que había dicho, sabía que no era así. —Está bien —dijo—. El Señor conoce a los hombres que tenemos trabajando por aquí. Han escuchado cosas peores. Me sentí mejor al saber que no le había presentado a las chicas Walker una nueva palabra de seis letras, pero no me sentí nada mejor acerca de Jesse siendo un Walker. —¿Así que Jesse es su hijo? —Creo que escucharlo una vez no fue suficiente para convencerme. En serio, otro que no sea la vestimenta de campo y la cálida personalidad, no tenía
parecido físico para atarlo a su madre y hermanas. Tal vez el Sr. Walker era alto, construido y rubio como Jesse. —Es nuestro hijo —dijo, sonriendo cariñosamente a la foto de Jesse—. Por lo menos los días que recuerda recoger sus toallas mojadas en el piso del baño. Súper. Después de que mencionara a Jesse y toallas húmedas, mi mente se quedó con él todo mojado y con jabón en la ducha. —¿Te sorprende? —preguntó Rose, mirando de su foto a mí. —Tal vez un poco —dije, en el punto donde estaba dispuesta a renunciar a la bañera y simplemente ir directamente a la cama. Necesitaba poner el día en pausa antes de que me pusiera más extraña. —Bueno, ahora lo sabes. —Rose me dio unas palmaditas en el brazo antes de regresar a la sala. La seguí, porque si me quedaba mirando esa foto un segundo más, no sé si podría ser capaz de apartar la mirada—. Jesse es un gran trabajador, un buen hijo, y una persona aún mejor. Si alguna vez necesitas algo, Jesse será el primero en la fila para ayudarte. Sentí una punzada de dolor al escuchar la manera en que Rose habló de su hijo y ver el afecto en su rostro. Nadie había hablado de mí de esa manera, como si estuviera tan cerca de perfeccionar las imperfecciones quitándolas. Seguí a Rose por la escalera hasta el segundo piso. Las paredes se hallaban pintadas de oro de Toscana, y fuera de cada puerta, una letra hecha de herradura moldeada se balanceaba de un trozo de cuerda. Una L y una H colgaban de las primeras puertas que pasamos. A continuación, una C. Tragué saliva y sentí mi estómago enroscarse mientras nos acercábamos a la puerta siguiente. Dejé escapar una ráfaga de aire cuando Rose se detuvo. Ninguna letra se balanceaba de esta. Así que tenía a mi lado a Clementine y Lily otro lado del pasillo. Mi habitación era la última al final del pasillo. Donde quiera que la habitación de Jesse se encontrara, podía dormir tranquila sabiendo que no era cerca de la mía. No estaba segura de sí estar feliz o decepcionada.
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Rose abrió la puerta. —Esta será tu habitación para el verano. No es mucho, pero si se te ocurre algo más que necesites, házmelo saber a mí o a Neil. —Es genial —interrumpí, dando un paso dentro de la habitación—. En serio. Es genial. No estaba segura de qué esperar cuando llegué aquí hoy. Medio esperaba tener que dormir en el granero.
—¿Y por qué piensas eso? —preguntó, deteniéndose en la puerta—. Eres nuestra invitada. Estamos felices de tenerte, Rowen, y no sé cómo es la gente de la gran ciudad, pero sin duda no ponemos nuestros huéspedes en el granero. —Una sonrisa tiró de las comisuras de su boca—. Por lo menos no la primera vez que se quedan. —Podría ser una invitada para ti, pero mi mamá piensa más como que soy un preso que cumple una condena. —Oh, cariño —dijo Rose suspirando—. Sé que tu madre prefería morir antes que mostrar sus emociones casi todos los días, pero estoy tan segura como que amo a mis hijos que ella te ama, también. —Me atrajo en un fuerte abrazo. Estaba agradecida de que no podía ver mi rostro, porque sabía que mis ojos se habían puesto un poco vidriosos. Sentí la quemadura familiar. Podría no haber llorado en años, pero todavía recordaba cómo se sentía. No estaba segura de sí me acercaba a la zona de llorar porque hablábamos de mi madre y su incapacidad para mostrar cualquier emoción positiva, o porque en media hora, Rose me había mostrado más cariño y preocupación maternal que mi madre en cinco años. Cualquiera sea la razón, no estaba lista para romper mi sequía. Adivinando que necesitaba o quería estar sola, Rose me dio un último apretón antes de dirigirse a la puerta. —Neil y yo estamos abajo en el primer piso, si necesitas algo, pero te garantizo que si llamas a cualquiera de las puertas de mis hijas, se cortarían su cola de caballo por una excusa para charlar contigo. Así que no dudes en preguntar a uno de nosotros si necesitas algo, ¿de acuerdo? —Comenzó a cerrar la puerta, pero se detuvo y esperó mi respuesta. —Está bien. —Asentí, preguntándome si cuando me despertara, la familia Walker que había conocido hoy aún sería la misma. A pesar de que se asemejaba a algo demasiado idealista para mi visión pesimista, me encontré casi esperando que nada cambiara—. De nuevo gracias por invitarme. —Gracias por recibirnos —dijo con un guiño antes de cerrar la puerta sin hacer ruido. Exhalé. Lo había hecho. Logré pasar a través de Oregon, Washington, Idaho y Montana. Sobreviví al Greyhound. Había conocido a los Walker, y realmente, no podía imaginar una mejor familia para ser "esclavizada" durante el verano. Claro, parecían trabajadores, del amanecer hasta el anochecer, pero también parecían justos y buenos. Había sobrevivido a las presentaciones, y tuve un poco de tiempo para mí, para desempacar y descansar.
Pisoteé fuerte a través del cuarto con mis botas de combate antes de darme cuenta de que mis pies habían estado en ellas durante más de doce horas. Me las quité y moví los dedos de los pies. Mi “bolsa de cadáver" negra se encontraba a los pies de la cama y casi meticulosamente centrada. El recordatorio de que Jesse había estado dentro de mi habitación hace sólo unos minutos, poniendo la bolsa sobre la cama… bueno, hacía cosas a mi estómago y cuerpo que ningún vaquero debería hacerle a mi estómago y cuerpo. Jesse había estado aquí… Eso explicaba por qué la habitación aún olía a él. Como jabón, tierra, y algo así como algún otro olor que no pude definir. Algo familiar, pero sólo vagamente. ¿A Almizcle? ¿A cuero? No podía precisarlo. ¿Qué d…? ¿Qué demonios hacía? ¿Contemplaba el olor de algún pantalón apretado que llevaba un chico que acababa de conocer? Tuve que recordarme a mí misma que no era una niña soñadora un par de veces antes de dirigirme a la bolsa. Si desempacar con furia no podría sacar a Jesse de mi mente, tal vez podría tener que sumergirme en una bañera por un tiempo porque no había manera, en mi herido estado de seguridad, que pudiera conciliar el sueño. Después de abrir la bolsa, me dirigí a la cómoda de madera al otro lado de la cama. Abrí el primer par de cajones para confirmar que se hallaban vacíos antes de regresar a mi bolsa, recogiendo una brazada de ropa, y colocándola en el cajón superior. Repetí el proceso hasta que la bolsa estuvo vacía y los cuatro cajones llenos. Tuve más cajones que ropa, así que nunca llegué a abrir el cajón de abajo. Bajé la velocidad y tomé mi tiempo cuando llegué a mis materiales de arte. Apilé mi caja de carbón vegetal en la parte superior de mi cuaderno de bocetos y los centré en la parte superior de la cómoda.
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Está bien. Desembalé todo. ¿Y ahora qué? Me quedé mirando la cama doble durante un momento. Hacía juego con el tocador y la mesita de noche: de madera de cerezo oscuro, un diseño simple, sin complicaciones. Sin embargo, lo que cubría la cama era cualquier cosa menos simple. Uno de los más brillantes y coloridos edredones existentes cubría el colchón. Tenía un montón de cuadros azules y verdes, algunos dibujos, algunos de textura, y el resto de los cuadros oscilaban de marrón a púrpura a amarillo pálido. Desde el aspecto de la misma, la colcha había sido lavada cientos de veces, pero
aparte de la decoloración y el desgaste obvio de la tela, era original. No había roturas o hilos colgantes. Genial. Admiraba una antigua colcha. Otro momento ¿qué...? Alguien necesitaba un baño, y rápido. Agarrando el bolso de ducha de la cómoda, tuve que rebuscar en los cajones antes de que pudiera luchar con un par de mis pijamas. Después de abrir la puerta de la habitación, examiné el pasillo antes de apresurarme hacia el cuarto de baño. Se encontraba al otro lado de la habitación de Clementine y vacío, lo que era probablemente algo poco probable en una familia de tres niñas. Oí un alboroto abajo y supuse que todo el mundo probablemente se hallaba a punto de sentarse a cenar. Una familia como los Walkers probablemente todavía hacían ese tipo de cosas: las cenas sentados en la mesa con conversación y comida casera. Una vez que me había escondido en el interior del cuarto de baño, abrí el grifo de la bañera y probé el agua. En una antigua casa como la suya, esperaba que el agua tomara una media hora para calentarse, pero estuvo cálida casi de inmediato. Después de tomarme mi tiempo para desvestirme, saqué el tapón de un baño de burbujas de lilas que encontré colgando en una cesta junto a la bañera con patas, me aseguré de que había una toalla limpia disponible y cerca, e hice mi camino al baño de vapor. En poco tiempo, todos los pensamientos de un vaquero con J se habían alejado. Junto con el resto de todo y todos los pensamientos de todo lo demás. No sé cuánto tiempo me desmayé en la bañera, pero fue suficiente para que el agua se enfriara. Tuve que parpadear varias veces para aclarar mi cabeza antes de recordar dónde me hallaba y en la bañera de quién. Justo cuando me acordé de que me encontraba en lo de los Walker, convirtiéndome en un hielo en su bañera con patas, oí pasos en el pasillo. Que se acercaban y tenían el sonido tap-clack distintivo de un par de botas. En el rancho Willow Springs, sólo podía significar botas de vaquero. Aspiré una bocanada de aire, con miedo de hacer sonido. No necesitaba ver al dueño de esas botas que hacían tap-clack más cerca para saber quién las usaba. Pude... sentirlo. Maldición. Por una vez, me encontraba en la misma onda que el resto de mi camisa polo y falda de jean a juego: Estaba demente.
No tuve la oportunidad de preguntarse cómo de mal se encontraba el cableado en mi cabeza porque esas botas tap-clack se detuvieron repentinamente. Justo fuera de la maldita puerta del baño mientras me hallaba desnuda en una tina. ¿Qué debo hacer? ¿Gritarle que se pierda? ¿Saltar y ceñir la toalla alrededor de mí tan rápido como pudiera? ¿Hacer una cita con la clínica psicológica más cercana para que me examinen la cabeza? Todas eran soluciones tentadoras, especialmente la última joya, pero ¿qué hice en su lugar? Me deslicé hacia abajo en la bañera, presione mis labios, y esperaba que siguiera avanzando. Después de unos diez segundos encogida dentro de un baño de agua fría sin atreverme siquiera a respirar, los pasos siguieron por el resto del pasillo, por el resto de la sala, por las escaleras, y quien sabe a partir de ahí. —Realmente genial, Rowen —dije en voz baja, golpeando la palanca del drenaje con el dedo gordo—. ¿Qué pensabas que iba a hacer? ¿Romper la puerta, arrancarse la ropa, y hacerte el amor a lo vaquero, muy caliente y apasionado? Después de flagelarme verbalmente a mí misma un poco más, me encogí en mi viejo chándal y advertí a mi subconsciente, que, evidentemente, tenía una fantasía oculta por los tipos duros, que si no se comportaba, medicaría a su obediencia. Me entretuve durante unos minutos más poniendo en orden el baño un poco antes de abrir la perilla de la puerta. Recorrí el pasillo, arriba y abajo, dos veces antes de literalmente correr de puntillas el pasillo. A pesar de que casi había oscurecido, un montón de ruido seguía viniendo desde el primer piso.
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No me di cuenta del plato sellado con plástico hasta que estuve a pocos pasos de la puerta de mi dormitorio. Parecía ser algún trozo de carne, acompañados de patatas gratinadas, judías verdes, y un rollo de la cena, con un cuchillo y un tenedor en la parte superior de la envoltura de plástico. Descansando en la parte superior del plato se hallaba un pedazo de papel doblado. Miré por el pasillo otra vez, casi esperando ver a Jesse apoyado contra la pared y mirándome con esa sonrisa suya. Exhalé cuando lo encontré vacío. Cogí el plato, la nota y me metí dentro de mi habitación, tratando de cerrar la puerta tan silenciosamente como Rose.
Al parecer, ella tenía el don, o los años de experiencia, porque esa maldita puerta crujió y gimió tan fuerte que me preocupé que toda la casa la oyera. Después de fijar el plato en la parte superior de la cómoda con mi bolsa de ducha, me apoyé en la puerta y abrí la nota. Mi corazón se aceleró antes de leer una palabra. Mi turno de hacer una pregunta. Tragué saliva. No me había dado cuenta de nuestro juego de preguntas y respuestas se extendería más allá del viaje en camión. Si Jesse supuso que seguiría esto el resto del verano, estaba en problemas. Abrirme no era precisamente un punto fuerte para mí. Controlándome o al menos intentándolo, terminé de leer la nota: ¿Estás viendo a alguien? Y antes de que te pongas toda literal conmigo, sabes lo que quiero decir. ¿Tienes novio? Esto en cuanto a mantener las preguntas en el reino de lo nopersonal. Sólo porque sabía que si no escribía mi respuesta abajo de inmediato, nunca lo haría, fui a mi cartuchera para sacar un bolígrafo. No me detuve a pensar por qué Jesse quería saber si salía con alguien. No me detuve a preguntarme qué pensaría cuando leyera mi respuesta. Tenía toda la noche para analizar exageradamente la mierda de su pregunta. En ese momento, yo sólo tenía que lograr poner mi respuesta en un papel. Destapé el bolígrafo con los dientes y anoté mi respuesta. No, no estoy saliendo con nadie en este momento, pero eso no quiere decir que podría cambiar en el momento siguiente. Volteando la nota, anoté mi pregunta, porque era mi turno: Mi turno. ¿Estás saliendo con alguien? Y antes de te pongas todo impreciso conmigo, sabes lo que quiero decir. ¿Alguien especial en tu vida, ya sea chica, chico, o una vaca?
Después de oler el rollo de la cena, deslicé el pedazo de papel debajo de mi puerta. Sabía que iba a volver para chequear. Entonces finalmente me metí en la cama.
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Por fin me había quedado dormida cuando oí esas botas hacer su viaje de regreso.
3 Traducido por vaanicai & Juli Corregido por Alaska Young
Ignoré el primer golpe en la puerta. Todavía era de noche, y estaba tan confundida por dormir, que tal vez lo había imaginado. Casi me había convencido de eso cuando otro golpe sonó, un poco más alto. —¿Rowen? —Se oyó la voz suave, de una niña. Una de las hermanas mayores, aunque no pude distinguir de quién. —¿Sí? —Mamá me dijo que viniera para despertarte. No sabía qué hora era, pero no lo necesitaba. Estaba oscuro afuera. No era hora de levantarse a menos que haya una emergencia. —¿Por qué? —le pregunté, sentándome con los codos en la cama. —Es la hora del desayuno —dijo ella—. Si tienes que usar el baño, está libre. Hemos terminado de usarlo. Antes de que pudiera responder, asumiendo que podía sacar una respuesta en medio de mi sorpresa, comenzó a regresar por el pasillo. Llegué al área general de la mesita de noche, buscando a tientas hasta que encontré mi teléfono celular. Mis ojos se desorbitaron cuando vi la hora, eran las cuatro y quince. Solía irme a la cama a esa hora, nunca me levantaba tan temprano. ¿Era una especie de mala broma? En mi mundo, podría haber sido, pero en el mundo de los Walker, sabía que no lo era. El olor del desayuno se arrastraba en mi habitación, supuse que el desayuno era sólo en unos minutos. Gemí mientras me sentaba. Después de meterme en la cama, no me había dormido tan rápido como pensé que lo haría. No sé cuándo me quedé dormida con exactitud, pero la última vez que lo comprobé en mi teléfono, era un poco pasada la medianoche. Mi mente no podía dejar de analizar la pregunta de Jesse. ¿Preguntó si estaba con alguien porque sentía curiosidad? ¿Lo preguntó porque quería invitarme a salir? ¿O porque quería que pensara que quería invitarme a salir? ¿O lo preguntó
simplemente porque sabía que estaría la mitad de la noche pensando todo esto? Por lo que sabía de Jesse, la última opción era la más probable. Superando el sobre análisis, el olor esperándome cuando me metí debajo de las mantas también me mantuvo despierta. Ese olor a Jesse que se aferraba al aire dentro de la habitación estaba cien veces más potente cuando me metí en la cama. Era como si se hubiera echado en ella después de dejar mi maleta y rodado alrededor de las sábanas, edredón y almohadas. Tratando de conciliar el sueño, mientras que cada inhalación parecía como si mi nariz estuviera presionada en su cuello, tratando de averiguar alguna pregunta secreta, no fue fácil. Como evidencia de lo difícil que fue para mí arrastrarme fuera de la cama. Me tomó cerca de un minuto tirar las mantas, luego otro minuto antes de que pudiera girar mis piernas a un lado. Para entonces, sólo había suficiente cantidad de sol para emitir un suave resplandor en toda la habitación, así que no tuve que encender la luz de la mesita. Poniendo un pie delante del otro llegué a la cómoda. Saqué el primer par de cosas que cayeron a mis manos. Unos minutos más tarde, abrí la puerta y de inmediato inspeccioné el suelo donde deslicé mi respuesta a Jesse. Se había ido. Cualquiera la pudo agarrar, una de sus hermanas o un pequeño ratón corrió con ella. Me decidí a hacer algo fuera de carácter y pensar positivamente. La persona adecuada había terminado con ella. Quienquiera que fuese... Mientras avanzaba pesadamente por el pasillo, me trencé mi cabello en una trenza lateral. Hice una parada rápida en el baño para aplicarme un par de capas de rímel, lápiz labial, corrector en algunas manchas, y poner mis contactos negros. Normalmente, no salgo de mi habitación sin una cara llena de maquillaje, pero no quiero presionar mi suerte. Había pasado un tiempo desde mi llamada de atención, y no quería que Rose tuviera que venir a buscarme.
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Mientras bajaba por las escaleras en mis botas de combate de primera necesidad, podía oler el desayuno, y no el tipo en un plato con un poco leche. Era el tipo de desayuno que crepitaba en sartenes. A pesar de que no había recorrido todo el lugar de los Walker, la cocina era bastante fácil de encontrar. Si mi nariz no hubiera encontrado su camino, mis oídos lo harían. Las voces eran demasiado alegres para tan temprano en la mañana farfullando sobre algo. Me detuve en el umbral de la cocina y esperé. Rose y las tres niñas corrían alrededor de la gran cocina como si alguien estuviera resquebrajando un látigo detrás de ellas. Una rebuscando en el
refrigerador, otra revolviendo huevos en un sartén descomunal, Rose llenando una jarra con jugo de naranja y Clementine poniendo la mesa más larga que jamás había visto. Hice un conteo rápido de los cubiertos. Veinte. Debe ser, literalmente, la alimentación de todo el pueblo. Todo el mundo estaba tan ocupado con sus tareas que no se fijaron en mí de inmediato. Sin cruzar, me aclaré la garganta. —Buenos días —dije, a pesar de que para mí generalmente más bien fuera “buenas noches”.
el tiempo
—¡Rowen! —gritó Rose mientras le entregaba la jarra de jugo a Lily—. ¿Cómo dormiste anoche? Puesto que no estaba bien decirle a Rose que su hijo era responsable de mantener mi mente confundida anoche, decidí contestar con un simple: —Bien. —¿Tienes el plato que envié con Jesse? —preguntó ella, abriéndose paso hacia mí. Hoy llevaba una blusa abotonada sin mangas, pantalones vaqueros, botas, y un poco de plata labrada y joyas turquesas. —Oh, lo tengo. —Junto con una pequeña nota inquietante con una desagradable cuestión—. Parece como si estuvieras a punto de alimentar a un ejército. ¿Qué puedo hacer para ayudar? —Me hallaba allí para trabajar, Rose y yo lo sabíamos, pero si hago parecer que me estoy ofreciendo, tal vez el trabajo pareciese menos como servidumbre. —¿Cuál, este pequeño desayuno? —respondió, levantando un hombro—. Por aquí, se hace diariamente, tres veces al día, este tipo de cosas. Se pone realmente interesante cuando organizamos una cena con los trabajadores, sus familias y sus parejas. Ahora, eso es alimentar a un ejército. Esto es sólo un simple desayuno. Mi boca se abrió un poco. —¿Haces esto todos los días? —Seis meses al año, tres comidas al día —contestó Rose—. Los otros seis meses sólo cocinamos para nuestra familia y tal vez unos pares más. Una locura. —Cada día de lunes a viernes, ¿no? —¿Quince comidas para veinte personas a la semana? Tenía que haber algún tipo de premio internacional para eso. Rose se echó a reír. —Cariño, el día que el ganado necesite ser cuidado sólo de lunes a viernes, será el día que me reserve unas vacaciones en Hawái. Oh, Dios mío. Lo hace siete días a la semana. Todos los días. Desayuno. Almuerzo. Cena. Mi boca se abrió un poco más.
—¿Tienes una varita mágica o algo así? —le pregunté, porque, en serio. ¿Cómo podían cuatro mujeres, bien, una mujer y tres niñas, preparar tres comidas calientes al día, siete días a la semana, para veinte personas, si algún tipo de magia no estaba involucrada? —Eso deseo. Yo vivo en una filosofía que me ha servido bien durante más de dos décadas de la vida de caos organizado en el rancho —dijo con un guiño—. Ese es el lema por aquí. Énfasis en la parte de caos. —Lo tengo —dije, prácticamente haciendo una mueca cuando Hyacinth picaba una papa como si tuviera las habilidades de un ninja loco. Me quedé esperando la sangrienta parte superior de un dedo rodar por el suelo—. No soy la mejor cocinera del mundo ni en manejar cosas afiladas, pero estoy bastante segura de que puedo poner una mesa sin romper nada o servir bebidas sin derramar. Mejor no me den nada caliente en caso de que lo derrame sobre alguien. —Genial, divagaba como una idiota—. Pero voy a hacer mi mejor esfuerzo para no convertir su desayuno en un caos desorganizado. —¡Mamá! —gritó Clementine—. ¡Ya vienen! —Lleven la comida, niñas, sigan adelante y pónganla sobre la mesa —dijo Rose, tranquila y fresca—. Tengo que hablar con Rowen por sólo un par de minutos. —Colocando su brazo detrás de mi espalda, Rose me condujo a través de la cocina, la puerta de entrada y la sala de estar. Terminamos en la puerta de lo que parecía ser una mini-lavandería. Cuatro lavadoras, cuatro secadoras, un arsenal de detergente, quitamanchas y hojas para la secadora, y una isla en el centro de la habitación que supuse que era para el plegado o clasificado de algo.
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—Por favor no te lo tomes a mal, Rowen, porque me caes bien. Realmente, realmente como tú eres, a pesar de mi propia vestimenta aburrida, soy una defensora de que las mujeres tienen el derecho de usar lo que quieran —comenzó Rose, manteniendo su brazo apretado alrededor de mi espalda todo el tiempo—. Pero no cuando tengo una docena de jóvenes que van y vienen de la cocina varias veces al día. Son buenos chicos, trabajan para nosotros, pero siguen siendo niños, que no siempre piensan con el cerebro —dijo Rose, seguido por una limpieza exagerada de su garganta. Yo, junto con todas las mujeres en la existencia, sabía exactamente lo que quería decir. Bajando la mirada a mi vestimenta diaria, de repente me sentí cohibida. —¿No te gusta la forma en que me visto? —pregunté, a pesar de que debería haber sido más como una declaración. A la mayoría de las
personas no les gusta mi manera de vestir. Pese a todo el mundo defendiendo la singularidad y batir al ritmo de su propio tambor. —¿Me estás tomando el pelo? —dijo Rose, alzando las cejas—. Me encanta tu forma de vestir. Me encanta que sepas lo que eres y no tengas miedo de mostrarlo. —Hombre, Rose me había engañado—. Pero también sé que a una parte equitativa de los chicos les va a encantar también. Les encantará de una manera inapropiada. —Sus ojos se posaron en el dobladillo de la tela escocesa, la falda plisada. Estaba corta. Corta incluso para los estándares de una llamada niña. Tenía un par de medias negras opacas debajo de ella, pero me corté y las corté, así que no había tanta piel cubierta. —Oh —dije, tocando el borde de la falda—. Supongo que no pensé en eso. —No te preocupes por eso, Rowen. No estoy aquí para decirte cómo vestirse o no. Si esto es lo que te va, eso es genial. —Rose pasó la mano arriba y abajo, por lo que la plata y las pulseras de turquesa tintinearon—. Sin embargo, Neil y yo también somos responsables de tu seguridad y bienestar mientras estés aquí. Tengo una casa que alimentar, y no puedo preocuparme en cada comida que uno de los chicos de por ahí trate de engatusarte y llevarte a la cama por la noche. —Rose hace una pausa. Metiendo la mano debajo de mi barbilla, la levantó hasta que la miré—. ¿Lo entiendes, Rowen? Quiero respetar lo que eres, y tengo que cuidar de ti. Si esta es tu forma de vestir diaria y continúas vistiéndote así mientras estás aquí, eso está bien. Siempre hay un montón de lavandería, así como las tareas del hogar que deben hacerse todos los días que te mantienen fuera de la vista de los chicos. —Entiendo. —De repente me sentí muy consciente del aro perforado a través de mi ceja y el escote de mi camisa—. Gracias por respetarme lo suficiente como para no pedir que me vaya a cambiar. —Cuando yo empecé a vestir de manera diferente, llevando el cabello y el maquillaje más oscuro que otras chicas, mamá fue tan lejos como para que me detuviera y retirara lo que llevaba puesto, una pieza a la vez. Lo bien que me habría hecho—. Pero incluso si yo quisiera, lo que ves es lo que me llena. No puedo recordar la última vez que compré un par de vaqueros de mezclilla de color. —Entonces vamos a hacer esto. Hoy te haré manejar la lavandería, y si decides que no te puedes imaginar haciendo otra carga de ropa mañana, podemos encontrar una manera de conseguir unos vaqueros azules aburridos. Entonces puedes rotar de tarea como las chicas y yo hacemos. Cualquier cosa que quieras hacer, estoy bien con eso.
Cuando Rose se dirigió a la puerta, le dije: —Eso está bien. Eres buena con el caos. —Siempre que se organiza —agregó, levantando su dedo. —Nos vemos más tarde entonces. Voy a tratar de no romper tu cuarto de lavado. —Voy a revisarte después del desayuno para ver cómo lo estás haciendo. Puedes empezar con la ropa de ese carro. —Señaló un carro, un carro real del tamaño de un sofá, lleno hasta el borde con la ropa. Por tercera vez en la mañana, mi boca se abrió—. Ah, y Rowen… —¿Sí? —logré decir después de retirar mi mandíbula del suelo. —Realmente me gusta tu forma de vestir. Si tuviera tu figura y tu coraje, me podría lo mismo. —¿De qué estás hablando? —le dije, dándole un buen vistazo—. Tienes una gran figura, y cualquier mujer lo suficientemente valiente como para cocinar veintiún comidas a la semana para veinte personas tiene mucho más valor que yo. Rose agitó su mano con desdén. —Solía tener una gran figura. Eso fue antes de tener hijos. —Acarició su estómago como si fuera cualquier cosa menos plano. —Para una mujer que ha dado a luz a cuatro… cuatro —insistí—, bebés, te ves increíble. El rostro de Rose cayó por un momento, a duras penas, pero tomé nota. Su sonrisa iluminó su rostro antes de que agitara la mano y cerrara la puerta detrás de ella. No me importaba si tenía que llevar ropa de trabajo, colas de cerdo, y cambiarme mi nombre a Peggy Sue por el resto del verano. Lo haría para evitar pasar otra temporada durante todo el día en la lavandería. Estaba bastante segura que estaría en mis pesadillas en los próximos años.
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En ese rancho no parecía posible poder mantener cuatro lavadoras y cuatro secadoras de rotación sin parar, pero después de estar hasta los codos en espuma y sábanas, descubrí que era posible. Apenas había hecho todo el carro antes de que las niñas entraran con otro lleno de sábanas y toallas. Willow Springs no sólo proporciona comidas para los trabajadores del rancho; sino también alojamiento en alguna casa que aún no había visto y, como ya había ganado conocimiento de primera mano, servicio de lavandería. Las chicas se tomaron un descanso de sus tareas para ayudar a doblar las cuatro primeras cargas, y si la velocidad del plegado era un deporte de competición, cada una tendría una cinta de primer lugar. Todavía eran
tímidas, echándome unas miradas de reojo, pero Clementine realmente le hizo frente a algunas palabras. Con cara de preocupación, mientras inspeccionaba mis medias, me ofrecía un par de sus medias si quería. Las suyas no tenían rasgaduras ni roturas. Le di las gracias por el ofrecimiento y le dije que tenía que volver con ella. Después de otras ocho horas dentro de esa cámara de tortura, no me importaba si sus medias eran de color rosa pálido y su salpicado de lazos blancos era bonito. Necesitaba salir de aquí. Tenía que encontrar una manera de conseguir algunas municiones "apropiadas para el rancho" si no quería pasar otro día en el infierno de la lavandería. No tenía ni idea de lo lejos que estaba la tienda más cercana, pero no me importaba si no tenía una manera de llegar a pie. Silbaría cada paso del camino. Rose me había traído el desayuno y el almuerzo verificándome un par de veces. Supuse que la cena se acercaba porque la habitación se llenó con olor de comida otra vez. No estaba segura de cuánto tiempo estaría aquí, pero la ropa sucia había dejado de venir hace un par de horas, así que tal vez... Doblaba la última pila de ropa cuando un calcetín cayó al lado de la mesa. Se me había caído tanta ropa como había doblado. Suspiré, me puse de rodillas y me arrastré por el lado de la mesa. Alcancé el calcetín fugitivo cuando la puerta de la lavandería se abrió de golpe. Pero no era Rose. Nop. Definitivamente no es Rose. Jesse lanzó su sombrero en la isla antes de liberar la camisa de los vaqueros. Tan apretados como los que había usado ayer. Estaba lista para exigir saber qué demonios pensaba que hacía al desnudarse en frente de mí cuando sacó la camisa sucia y húmeda de su cuerpo y la arrojó a uno de los carros de lavandería. Él no sabía que me encontraba allí. Técnicamente yo no hacía notar mi presencia al permanecer inmóvil en mi escondite. Podría haber estado a cuatro patas en el suelo de una sala de lavandería, pero en ese momento, tenía la mejor maldita vista en la casa. Haciendo su camino hacia el fregadero, Jesse abrió el agua antes de inclinarse y salpicar su rostro y su cabello. Hola, bonito culo. Cómo te había extrañado. Apagó el agua y agarró una toalla que colgaba sobre el borde de la pileta. Cuando Jesse se enderezó, mis ojos se movieron desde la mezclilla succionando su trasero hasta su columna vertebral.
Malditamente caliente, este hombre tenía más que su parte justa de músculos. Cuando mis ojos exploraron su espalda, deteniéndose en esa arboleda ensombrecida y picos destacados, tuve el impulso casi incontrolable de tocarlo. Para sentirlo. Para desplazar el dedo a través de las líneas que componen a Jesse Walker. Mi ritmo cardíaco se aceleró, junto con mi respiración, y el espacio por debajo de mi ombligo se encendió de una manera familiar. ¿Qué demonios? ¿Estaba a punto de venirme en un lavadero espiando el dorso de un vaquero que había conocido por un día y medio? Después de que Jesse terminó de secarse la cara, tiró la toalla en el carro, también. Bueno, había terminado. Se había quitado la camisa sucia y lavado, ahora podría salir de aquí para que pueda volver a tomar respiraciones completas de nuevo. Fue entonces cuando se desabrochó la hebilla de su cinturón y se movió a la bragueta. Ah, demonios. —¡Alto! —grité justo cuando sus pulgares se engancharon debajo de la cintura de sus vaqueros. Si tuviera que ver el resto del strip tease de Jesse Walker, gemiría el alfabeto. Jesse se dio la vuelta. Su expresión de sorpresa desapareció cuando me vio escabullir mi cabeza por el lado de la isla. Mi mirada se desvió desde su boca hacia abajo. Y pensé que su espalda había sido digna de la construcción de las pirámides de nuevo. El amplio pecho, deslizándose hasta su cintura estrecha, arrastrándose hacia su... La hebilla del cinturón abierta y el botón de sus pantalones no hicieron fácil evitar pensar en ciertas partes de la anatomía que realmente no debería estar pensando cuando me miraba de esa manera.
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—¿Estás espiándome? —Esos ojos azul cielo brillaban mientras daba unos pasos hacia mí. Me obligué a cerrar los ojos porque me parecía incapaz de apartar la mirada del área general de su ombligo. Esos músculos profundamente marcados dirigiéndose hacia su... ejem... no está haciéndolo más fácil para mí no pensar en ello. —No —le contesté, mi voz tomó tres notas demasiado alta—. Buscaba un calcetín estúpido que se me cayó, pensando en mis cosas,
cuando entraste y comenzaste a quitarte la ropa. —Además de que mi voz estaba bastante alta, también tenía demasiada intensidad. —¿Y decidiste permanecer en silencio y escondida durante todo el tiempo en que me desnudaba y lavaba porque...? —preguntó, pero no preguntaba realmente. Esa sonrisa delataba que sabía exactamente lo que había estado haciendo. Cuando no respondí, su sonrisa se hizo más pronunciada—. Porque disfrutabas del espectáculo gratuito. —No tenía una pizca de duda. Mis ojos se abrieron de golpe y los obligué, bajo la amenaza de arrancármelos, a que se mantuvieran fijos en su cuello. No es que la cara de Jesse calmó mi corazón, pero al menos mi asunto de mujer no estaba a punto de reventar algo. —Ni cerca —le dije, entrecerrando los ojos en él—. Esperaba pacientemente a que terminaras con tus cosas. —Seguro que sí. —Por supuesto que no hacía lo que tan ególatramente crees que estaba haciendo —le espeté. —Lo que sea, Rowen. Me mirabas tan descaradamente que tu cara todavía está roja. —Jesse dio unos pasos más hacia mí. Se agachó junto a mí, su sonrisa de suficiencia cambió a una sonrisa real—. ¿Te importa si me uno a ti aquí? —Sí, de hecho me importa —mentí—. Además, no creo que haya suficiente espacio para tu cabeza grande y tu ego aún más grande aquí abajo. Apoyó los brazos en la parte superior de sus piernas, haciendo rodar sus hombros hacia adelante. Demasiado para mantener mis ojos en la zona segura. —Por no hablar de mis músculos grandes —respondió en ese tono que era tan exasperante como él sonriéndome. Para enfatizar el punto, los músculos que atraviesan su pecho aparecieron un poco más a la superficie. Mi garganta se secó. —Si vas a asomar un pie frente a mí, ponte una maldita camisa o algo —declaré haciéndome la relajada porque había fallado miserablemente. Jesse sabía exactamente lo que me hacía, y por la expresión de su cara, disfrutaba de la forma en que estaba desenmarañada. —Si me pongo una camisa, ¿harás algo por mí? —Sus ojos, por primera vez desde que se había puesto de rodillas a mi lado, miraban mi
cara. Descendieron hacia el plano de mi espalda y la curva de mis piernas. Sus ojos fueron a un tono más oscuro antes de que los cerrara—. ¿Podrías sentarte? ¿O, mejor aún, pararte? —Cuando sus ojos se reabrieron, un lado de su cara se arrugó cuando me encontró en la misma posición. Sobre mis manos y rodillas. Con una falda corta y mi culo prácticamente en el aire. No sé si alguna vez me había sentado tan rápido en mi vida. —Lo siento —murmuré, rozando mis manos por la parte delantera de la falda antes de pararme. No sabía cuál era el gran problema. No era la primera falda corta que había usado, y estoy segura de que no era la primera vez que había estado en una posición inadecuada usando una, pero Jesse tenía una manera de hacerme más consciente de ella. Él hacía todo un poco más íntimo. —Creo que entiendo por qué mamá tiene que esconderte aquí. — Me lanzó un guiño cuando se apareció a mi lado—. Y no hay necesidad de disculparse. —Agarró una camiseta blanca de la parte superior de la pila y se la puso sobre su cabeza—. Yo no me quejo. Rodé los ojos y le di un puñetazo suave en el estómago. Síp. Era tan fuerte como parecía. —Y yo que pensaba que los vaqueros se suponía que eran caballeros. Jesse levantó una ceja. —Pon énfasis en hombres. —Estaba metiendo la camisa en los pantalones cuando se detuvo—. Guau. Esta es la camisa más blanca y sin arrugas que alguna vez me puse. Acaricié la pila de camisas y pantalones en el mostrador con el cual había tomado un poco más de cuidado. Las prendas marcadas con un JW en las etiquetas en el interior. —Yo podría haber blanqueado tus camisas y plancharlas después. —¿Tú... has planchado... mis camisas? Se veía y sonaba un poco sorprendido. Lo único que pude hacer fue asentir.
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—¿Por qué? Exactamente. ¿Por qué? ¿Por qué había tomado tal cuidado con la ropa de Jesse? Mi respuesta inmediata me asustó, así que decidí que era hora de un cambio de conversación. —Por cierto, gracias por mencionar que no eres sólo un trabajador en Willow Springs, sino que eres el hijo del dueño. —Tú no preguntaste —dijo, metiendo la camisa dentro de los pantalones antes de abotonar y abrocharlos de nuevo. Fue un alivio. Y, sin embargo, no lo fue.
Con Jesse adecuadamente vestido de nuevo, me fue más fácil mantener mis ojos en los suyos. —¿Estamos de nuevo en toda esa cosa de pregunta y respuesta? Porque no creo que el hecho de que seas un Walker es algo en lo que debería desperdiciar una pregunta. Eso debería ser de conocimiento común. Una cortesía, o algo así. —¿Una cortesía? —repitió, como si no estuviera familiarizado con la idea. —Sí, una cortesía. Cosas como apellidos, antecedentes, número de calzado, etcétera, etcétera, no tienen por qué ser revelados a través de este juego enfermizo de P y R que me obligaste a hacer. Algunas piezas de información deberían calificar como cortesías. —Cruzando mis brazos, nivelé una mirada—. Cosas como que tu apellido es Walker. Se cruzó de brazos, también. —No me di cuenta de que esto era una regla del juego que inventé. Mi error. No volverá a suceder. —Estaba divertido. Por mí o por la conversación o quién sabe qué, pero lo noté por la manera en que sus hoyuelos se exponían—. ¿Y esperas que me crea que me darás algo de cortesía en esto de llegar a conocernos? Porque, en realidad, Rowen. He visto toros que se abren más fácilmente que tú. Yo sabía que era cierto. Tenía un millón de problemas, uno de los más evidentes es mi incapacidad para abrirme a los demás, pero escucharlo de Jesse todavía duele como el infierno. En poco más de veinticuatro horas, se había dado cuenta de eso. Sólo porque sentí una pequeña parte beligerante contesté cuando debería haber cerrado mi boca. —Oh, ¿en serio? ¿Dos toneladas de toros que no pueden hablar, tienen cerebros de tamaño kiwi, y, básicamente, quieren matarte si estás a tres metros de ellos se abren mejor que yo? —Di un paso hacia él, tratando de llegar a su rostro. Di un paso atrás, cuando me di cuenta de lo cerca que me puse de su boca—. ¿Qué quieres saber entonces, vaquero? ¿Por qué estás tan seguro de que he estado ocultándote algo? ¿Qué podría posiblemente desear saber alguien como tú acerca de alguien como yo? Las palabras se derramaron de su boca como si sólo hubiera estado esperando que le pregunte. —¿Por qué estás aquí? Esa era, posiblemente, la pregunta más difícil de responder. —Quiero ir a la escuela de arte en el otoño —dije, esperando que la respuesta lo apaciguara. Sabiendo que no lo haría. —¿Y qué tiene que ver Willow Springs con la escuela de arte en el otoño? —Estudió mi cara como si esperara que las respuestas estarían allí si miraba lo suficientemente cerca.
Aspiré lentamente para darme la oportunidad de armar mi respuesta. —La escuela a la que quiero ir es cara. Mi madre sólo accedió a financiarla si venía y trabajaba aquí este verano. —Hice una voltereta interna; Honesta, y aun así vaga. Justo la forma en que prefería mis respuestas. —¿Por qué tu mamá se comprometería a pagar por la escuela sólo si tú trabajas el verano aquí? —preguntó Jesse con genuina curiosidad. Se inclinó hacia la isla y esperó mi respuesta. —¿Tu papá y tu mamá no te dijeron por qué iba a venir aquí? — Encontré eso difícil de creer. Se encogió de hombros. —Le dijeron a las chicas y a mí que la hija de uno de los viejos amigos de mamá iba a venir a pasar el verano con nosotros. No hubo más detalles. —¿No te dijeron por qué? —Si no fuera por la inocencia en la expresión de Jesse, eso habría sido absolutamente imposible de creer. —No —dijo con otro encogimiento de hombros—. Y yo no pregunté. No sabía lo que era peor: asumir todo este tiempo que Jesse sabía que yo era un huevo podrido, o darme cuenta de que tendría que tendría que decírselo cara a cara. De cualquier manera, yo estaba a punto de averiguarlo. —Estoy aquí porque cometo errores, Jesse. Cometo muchos errores. Tanto que mi propia madre prácticamente me ha declarado como una causa perdida. Soy un fracaso en casi todo, apenas me gradué de la secundaria y, por alguna razón, ella eligió Willow Springs como el lugar que podría redimirme y demostrarle que no soy el fracaso de mierda que cree que soy. —Las palabras salieron fuertes, pero sentía todo lo contrario. Admitir eso a Jesse, una persona a la que quería gustarle, realmente quería gustarle, me hizo sentir débil y vulnerable. La expresión de Jesse no cambió. Sus ojos no dejaron los míos. Nada de lo que dije le alteró. —Rowen —dijo, moviendo su mano hacia la mía como si quisiera agarrarla. En el último momento, se echó hacia atrás—. Te conozco hace un día y medio, y juro por mi vida que no eres una causa perdida. O un fracaso.
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Abrí la boca para interrumpir. —O un fracaso de mierda —dijo, haciendo comillas en el aire con una mano—. Entonces, ¿por qué estás aquí realmente? Justo así, él había dejado atrás todo el asunto de Rowen-Sterling-EsUn-Desperdicio-De-Espacio. Al parecer, se fijó en su mente que yo no era la persona que mi madre, el noventa y nueve por ciento de la gente con la
que había estado en contacto, y yo misma, últimamente, pensaba que era. Lo único que le importaba era por qué me encontraba aquí. —Porque no tengo otra opción —susurré, apartando la mirada de él. Nuestra conversación en el lavadero se estaba yendo a cinco niveles demasiado personales para mi gusto. —Pura mierda —dijo al instante. Eso llevó mi atención de vuelta a él. —¿Perdón? —Esa no es la razón de que estés aquí —afirmó—. ¿No tienes otras opciones? Por favor. —Hizo una mueca y sacudió la cabeza una vez—. ¿Has oído hablar de una pequeña cosa llamada ayuda financiera? ¿Qué tal un trabajo de verano como mesera en una de esas grandes tiendas de café de la ciudad? Ah sí, y no nos olvidemos de las becas. No me gustaba a dónde quería llegar. Y mucho menos me gustaba la forma en que me hizo repensar un montón de cosas. Estrechando los ojos, me encontré con su mirada. —No. Tengo. Otra. Opción. —Pura. Mierda. —Al parecer, esa era la nueva palabra favorita de Jesse. Apropiada dado que pasaba la mayor parte de sus días arrodillado sobre ella—. Tienes tantas opciones como el resto de nosotros. Simplemente eliges ignorarlas, por alguna razón. Ya había tenido suficiente. Suficiente de la lavandería, suficiente de Jesse, suficiente de esta conversación agobiante. —Tienes razón —bullí—. Hay “una razón” por la que estoy aquí. Bien por ti por averiguarlo. El Descubrimiento de la década. —Le aplaudí—. ¿Qué otros descubrimientos brillantes tienes para nosotros? Una vez más, la expresión de Jesse no cambió. Nada de lo que dije o hice parecía ponerlo nervioso. —Sólo una cosa más —comenzó, mirando mis ojos con tanta intensidad que medio esperaba que su mirada me atravesara—. La razón por la que me estás apartando, y la razón por la que probablemente has apartado a todo el mundo, es también la razón por la que estás aquí. —Dando un paso hacia mí, los ojos de Jesse cayeron con lo que supuse era tristeza—. Crees que te mereces esto. Crees que te mereces estar sola y sufrir. Te has convencido a ti misma que eres tan inútil que has llegado al extremo de castigarte. Crees que te mereces una vida de tristeza. Sí, iba a llorar. Lágrimas grandes y feas de las que realmente no quería que él fuera testigo. En lugar de dejarme a mí misma abrirme, hice lo que mejor sabía hacer. Alejándome de él, bajé mis ojos. —Vete —le dije, con mi voz temblorosa—. Y déjame en paz. Jesse suspiró y siguió la primera parte de mis órdenes. Luego de que la puerta de la sala de lavandería se cerró tras él, casi me puse de rodillas
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para rezar a quien sea y lo que sea para que él no siguiera la última parte de mis órdenes.
4 Traducido por val_17 Corregido por Amy Ivashkov
Si un cerebro pudiera marchitarse y morir por exceso de reflexión, el mío se hallaba peligrosamente cerca de vivir el resto de sus días como una pasa gris y arrugada. No estaba segura de cuánto tiempo había pasado desde que Jesse dejó caer la bomba, pero no podía dejar de pensar en lo que dijo. ¿Cómo un adolescente descubrió lo que he trabajado tan duro en ignorar? ¿Todo en el lapso de un par de conversaciones? Salí del departamento sin respuesta. Lo que es casi tan frustrante como no tener respuestas es preocuparse por lo que éstas podrían ser. ¿Era tan transparente? ¿Todo lo que había hecho para construir a la chica de dieciocho años de edad, equivalente al Muro de Berlín ha sido nada más que un castillo de naipes? ¿Jesse Walker es el ser humano más perspicaz que ha caminado sobre la faz de la tierra? ¿Es psíquico? Sentí una migraña formarse cuando la puerta de la sala de lavandería se abrió un poco más tarde. —Oh, cariño. ¿Has estado aquí todo el tiempo? —preguntó Rose, inspeccionando la habitación. Sus ojos se abrieron—. Cuando te asigné la lavandería, no me esperaba que la limpiaras toda. Coloqué el cubo de agua jabonosa en el fregadero y me encogí de hombros. —Terminé con la ropa hace un par de horas —supuse. El concepto de tiempo se me había escapado después de que Jesse se fue—. Lo siento. Todavía tenía algo de energía, por lo que pensé que podría seguir adelante. Rose se rio entre dientes. —Dudo que esta sala haya estado tan limpia desde el día en que fue construida hace cien años. Deslicé el balde debajo del fregadero, ahora con una sensación de cansancio. Me había costado unas treinta cargas de ropa, una limpieza dura de toda una habitación, y una conversación cargada con Jesse, para que el cansancio finalmente se arrastrara en mis venas. —No le digas a mi madre que sé cómo limpiar. Vas a arruinar toda su perspectiva del mundo.
Rose dio unos pasos dentro de la habitación, mirando a su alrededor como si no lo reconociera. —Hablando de tu madre... —Nada bueno podía salir de esa línea de apertura—. Acabo de hablar por teléfono con ella. Supongo que no ha recibido noticias desde que llegaste ayer, y estaba preocupada. Eso es porque apreté “ignorar” cada vez que entraba una de sus llamadas. —Dudo que sea preocupación, Rose. Probablemente fue irritación. O molestia. O algo más en la larga línea de Rowen-no-tieneesperanza. Rose se detuvo en la mesa y apoyó la cadera de la misma manera en que Jesse lo hacía. De hecho, he visto un montón de gestos de Jesse en Rose. De tal palo, tal astilla. —No, era preocupación. Inquietud. Después de treinta años de conocer a tu madre, por lo menos dame un poco de crédito de que casi la estoy entendiendo. Tu madre podrá actuar de cierta manera y decir ciertas cosas, pero mantiene sus intenciones ocultas entre líneas. —Rose se detuvo y me miró fijamente—. ¿Suena como a alguien que conozcas? Maldición. Si Jesse no me habló de temas reprimidos, Rose lo hacía. ¿Qué necesita hacer una chica para tomar un descanso? Tenía problemas. No me gusta hablar de ellos. No me gusta pensar en ellos. Fin de la historia. —¿Hay algo más que deba hacer esta noche? —pregunté, mirando una pila de camisetas en la mesa para poder distraerme. Me di cuenta de un JW escrito en lápiz negro en una etiqueta. Maldición. ¿Incluso toqué su ropa limpia? La piel entre las cejas de Rose se frunció. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró. Sacudiendo la cabeza, con su cara seria. —No, creo que has hecho más que tu justa parte de trabajo por hoy. De hecho, yo diría que ganaste el día libre mañana. —Su voz se volvió cálida—. Ve al pueblo y mira los monumentos. Relájate. Descansa. Tienes mi bendición. ¿Los lugares de interés? Jesse y yo habíamos conducido por lo que supuse que Rose se refería al “pueblo”, pero era más como un pueblo que sólo tiene un caballo y que todavía está atascado en 1800. Era tan indescriptible, que ya había olvidado su nombre.
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—¿Le dijo a mi mamá que mañana me va a dar el día libre? —No —respondió—. Esto es entre tú y yo. Tu madre quería que te “probaras” a ti misma aquí. —Los ojos de Rose casi realizaron un giro completo al ponerlos en blanco. Impresionante—. Desde el momento en que pusiste un pie en Willow Springs, te has probado, Rowen. Me moví y miré la salida. La conversación tomaba un giro incómodo.
—Escucha, no sé lo que has hecho, o lo que tu madre piensa que has hecho para merecer pasar todo el verano en lo que me imagino es el último lugar donde te gustaría pasarlo. ¿Y sabes qué? —No esperó mi respuesta—. No me importa. Cada mañana tenemos la oportunidad de ser diferentes. Una oportunidad para cambiar. Una oportunidad para ser mejores. Tu pasado es pasado. Déjalo ahí. Sigue con el futuro, cariño. El lavadero era o bien la meca de la genialidad pura o la absoluta locura. Después de lo que Jesse y su madre habían dicho, no pude decidirme. ¿Qué había en los Walker y su necesidad de tener conversaciones profundas y significativas? Al parecer, se habían perdido la nota sobre cómo tener una conversación casual. —Bebí mucho. Me salté clases, muchas clases —comencé, las palabras saliendo antes de que saber que iban a venir—. Me metí por ahí con chicos. Probé drogas. —La mirada de Rose no cambió ni una sola vez—. Me escapé de casa. Dos veces. Me arrestaron. Dos veces. He intentado hacerme daño tantas veces que no puedo recordar cuántas. Después de eso, cerré mi boca. No es que realmente importara. Dije más que suficiente, pero al menos sabía quién era y con lo que trataba. Si mi madre había decidido dejar de lado los detalles sangrientos, ahora Rose lo sabía. Yo no era una de esas niñas que estaban fuera del camino. —Así que ya sabes por qué estoy aquí. Este verano es mi oportunidad de convencerla de que soy más que una responsabilidad. —Crucé los brazos, tratando de mantener mi tranquilidad—. Pero esto no lo puedo entender. ¿Por qué me quiere aquí en primer lugar? —Oh, cariño —dijo, casi sin aliento—. Ven aquí. —Abrió los brazos y me hizo un gesto con ellos. Fui después de una breve pausa. Rose me abrazó con fuerza, me pregunté si alguna vez me habían dado un abrazo tan fuerte como este. —Estás aquí porque es donde se supone que debes estar. No hay otro lugar en donde deberías estar en este momento. Con Dios como testigo, estoy cien por ciento segura de eso. —Sonaba como si tuviera un gran nudo en la garganta. Eso hizo que fuéramos dos—. Pero te equivocas en una cosa. Este verano no es tu oportunidad de probarte a ti misma para tu madre. —Echándose hacia atrás lo suficientemente lejos, mi cara se encontraba delante de la suya, los ojos de Rose se clavaron en los míos—. Este verano es tu oportunidad de probarte a ti misma. Tengo una sobrecarga cerebral. Se ha dicho mucho, y todo tiene un gran significado. Necesitaba un poco de tiempo a solas para darme cuenta de esto antes de que más perlas de sabiduría cayeran sobre mí.
—Será mejor que me vaya a la cama entonces —dije, formando una sonrisa—. Voy a tener que trabajar duro si tengo que probarme a mí misma. —Hubo un silencio—. Gracias por todo, Rose. Eres muy buena, a pesar de ser la mejor amiga de la infancia de mi madre. Se rio y me soltó de sus brazos. —Ya sabes lo que dicen. Los opuestos se atraen —dijo, con la voz cargada de inflexión—. Eso mantiene las cosas interesantes. Cuando pensé en mi polo opuesto, un alto y sonriente vaquero con una visión optimista y un excelente culo saltaron a mi mente. Tuve que sacudir la cabeza para que Jesse saliera de allí. Había tantas cosas malas sobre fantasear con el hijo de la mujer que se encontraba frente a mí, estaba segura de que había un lugar especial en el infierno para la gente que lo hacía. Empecé a ir rumbo a la puerta. —Entonces, ¿qué te parece? ¿Vas a tomar el día libre mañana? Me detuve en la puerta. —Nah. Creo que será mejor ganarme la vida. —¿Realmente quieres otro día en la lavandería? —La voz de Rose se llenó de incredulidad. Con toda la razón. —Acerca de eso... —Me volví hacia ella—. ¿Todavía estás bien con que trabaje en otro lugar, si me pongo algo menos... —Miré mi ropa, tratando de parafrasear—, intenso? Rose asintió. —Más que bien con eso. ¿Quieres salir con las chicas y conmigo mañana? —Um, sí —comencé, jugando con el dobladillo de mi falda—. Simplemente no... No tengo exactamente... —¿Por qué no te pasas por la habitación de Lily antes de ir a la cama? —dijo, salvándome—. Estaría encantada de prestarte alguna de sus cosas hasta que podamos ir a la ciudad para conseguir algo de ropa nueva. Ustedes dos tienen que ser bastante cercanas en tamaño. —¿En serio? —dije—. ¿No crees que le importe?
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—Sé que no le importará. ¿Por qué? ¿Por qué a una adolescente no le importa que otra adolescente que era básicamente una extraña, llamara a su puerta y pidiera prestado algo de ropa? Ah, sí, porque los Walker eran las malditas personas más simpáticas con las que había estado. Había algo extraño en el pozo de agua en Willow Springs.
—Está bien —le dije—. Te veré en la mañana. Quiero decir, nos veremos al despuntar del amanecer. —Le sonreí a Rose al salir de la lavandería. —Mañana por la mañana. Marca una nueva oportunidad. El primer día de lo que quieres tener en la vida. —dijo Rose—. ¡Despierta con sabiduría! El primer piso se encontraba tranquilo mientras me dirigía hacia las escaleras. No hay otro sonido aparte del tic-tac del viejo reloj de pie en el vestíbulo y el coro de los grillos que vienen a través de las ventanas abiertas y agrietadas. Las luces de la cocina se apagaron, junto con la mayoría de las otras luces, a excepción de una pequeña lámpara brillando en la ventana de la sala. Rose me dijo antes que siempre mantiene una luz brillante para recordarles que cuando la noche está en su punto más oscuro, siempre hay una promesa de que amanecerá. Sí. No solo vivía con la familia más bonita de la existencia, sino que eran probablemente descendientes de Aristóteles. Todavía no me había reunido con Neil, el marido de Rose, pero si Willow Springs lo mantenía tan ocupado como Rose, no era una gran sorpresa que no hubiera chocado con el padre de Jesse. Sobre todo porque con todo lo que había estado eran lavadoras y secadoras. Antes de subir penosamente por las escaleras, miré otra vez alrededor. Él no se hallaba aquí. Tal vez no vive aquí. Tenía diecinueve años, después de todo. Tal vez vive en otro lugar y sólo trabaja aquí. Tal vez se quedó atrás en el barracón con el resto de los trabajadores del rancho. Cuando me di cuenta de que gastaba demasiado tiempo pensando en donde Jesse pone su cabeza en la noche, me di una bofetada mental y corrí por el pasillo hacia la habitación de Lily. La puerta se hallaba entreabierta, pero todavía sentía la necesidad de llamar. —Entrez-vous1 —respondió cantando. —Hola Lily —saludé, entrando en su habitación. Era casi idéntica a la mía salvo por las paredes que eran de un verde menta en lugar de bronceado. —Oh... hola, Rowen —dijo, girando en la silla de su escritorio—. Pensé que eras mamá.
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Entra en francés.
—¿Te estoy interrumpiendo? Puedo volver más tarde. —Apunté el pulgar hacia la puerta y di un paso hacia ella. Tenía un par de libros a lo largo de la mesa y un lápiz detrás de la oreja. —No, interrupción era exactamente lo que necesitaba. Si tengo que conjugar un verbo más en francés, me voy a volver loca. —¿Verbos franceses? —Arrugué la nariz—. Son vacaciones de verano. ¿Por qué haces cualquier cosa que se asemeje a la tarea? —Soy una de las pocas desafortunadas que van a la escuela durante todo el año —dijo, sin sonar en lo más mínimo devastada. —¿Por qué? —Sabía de la escuela de verano para niños —estuve en una de ellas— y Lily no encajaba en el perfil. —Mamá nos enseña, así que aparte de los domingos, una semana en invierno y una semana en verano, los niños Walker están en “clase” todos los días. A excepción de Jesse que se graduó el verano pasado en la secundaria Willow Springs. —Lily me sonrió de una manera juvenil. Eso, combinado con las trenzas laterales y la cara libre de maquillaje, la hacía parecer unos años más joven. —¿Qué vas a hacer después de graduarte? —le pregunté, obviamente no entendiendo la forma de trabajo aquí. Todo parece un poco atrasado en comparación de dónde vengo, pero también tiene cierto sentido. —Quiero ir a una de las universidades estatales y conseguir un título de medicina veterinaria —dijo, con los ojos brillantes—. Como especialista en animales grandes. —Me imagino que esa profesión está en gran demanda aquí. —Me impresionó. La chica tenía metas y no se veía ni un poco preocupada de no alcanzarlas. Inclinó la cabeza. —Willow Springs por sí solo podría mantenerme empleada a tiempo completo. Crecí con muchas vacas y caballos así que siento que ya estoy a mitad de camino de convertirme en una veterinaria. —Apuesto a que ya lo eres.
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Su sonrisa creció. —¿Cómo estuvo tu día? ¿Nunca quieres ver otra botella de detergente de ropa por el resto de tu vida? —Para el resto de esta vida y la próxima —dije—. Esa es realmente un poco la razón por la que quería hablar contigo. Lily se sentó. —¿Quieres que te dé una mano mañana? Estoy segura de que a mamá no le importaría una vez que termine mis otras tareas…
Levanté mi mano. —Gracias, pero en realidad me preguntaba si puedo tomar prestado algo de tu ropa. No puedo pasar otro día en ese lugar. Lily saltó de su silla. —No te culpo, y por supuesto que puedes pedir prestado algo de mi ropa. ¿Qué necesitas? —Abrió la puerta del armario y me mostró su contenido. —Cualquier cosa que pienses que necesito —dije, mirando el interior del armario—. Estoy en territorio desconocido. —Bajé la mirada para mirarme completamente—. Obviamente. Eligió unos cuantos pares de pantalones vaqueros, Lily tomo un par de los más nuevos sacándolos de sus perchas. —Estos deberían funcionar —dijo y deslizó unas cuantas camisetas—. Aquí tienes. ¿Estarán bien? —Me dio el montón de ropa y esperó. —Estos van a funcionar muy bien —dije, estudiando las camisetas y los pantalones vaqueros en mis brazos. No podía recordar la última vez que me había puesto algo celeste, que es el color de una de las camisetas que me entregó. Celeste. El color de cierto par de ojos que me veían demasiado cuando me miraban. Sacudí mi cabeza. —Gracias, Lily. Eres muy genial, ¿lo sabías? Por su expresión, no podría haberle dado un elogio más grande. —Voy a dejar que vuelvas a tu tarea. —Esbozó una sonrisa antes de dirigirme a la puerta con mi armario prestado y aprobado de Willow Springs. —¿Rowen? Me detuve y miré por encima de mi hombro. —¿Eso dolió cuando te lo hiciste? —preguntó Lily, mirando mi ceja. —Un poco. Pero he experimentado cosas mucho peores. Lily me dio un guiño y una sonrisa. —Me gustaría ser más como tú. Eres tan segura de lo que eres y haces. Tuve que apartar la mirada de sus ojos llenos de admiración. —No sé quién soy, Lily. Solo soy muy buena fingiendo, realmente. —Luego, porque no podía decir o escuchar otra palabra “profunda”, me fui de su habitación. Hyacinth y Clementine también deben haber estado muy ocupados con la tarea, porque la sala se encontraba en silencio. Después de encerrarme en mi cuarto, dejé caer el montón de ropa a los pies de mi cama y deambulé a la ventana. Hacía calor aquí, y si la vieja casa tenía aire acondicionado, no se encontraba encendido.
Tan pronto como abrí la ventana, entendí por qué. Los días podrían ser cálidos, pero las noches eran casi heladas. El aire fresco inundó la habitación, y en menos de un minuto, el aire caliente se había ido. Me dirigí a la cómoda, tomé mi cuaderno de dibujo, un lápiz, y fui de nuevo a la ventana. Unos pocos minutos de perderme en una página en blanco sonaba como una manera de terminar el día. En cuanto bajé el lápiz al papel, mis ojos se dirigieron al establo, donde una luz cálida y amarilla inundaba sus puertas abiertas. El lápiz cayó de mis dedos. Jesse se hallaba de pie en la cama de su viejo camión, estacionado a las afueras de las grandes puertas, lanzaba enormes bolsas en el suelo del granero. La camisa blanca que se puso en la lavandería ya no se encontraba limpia. Empecé a comprender por qué las lavadoras corrían sin parar en Willow Springs. La cama de su camioneta se apilaba con bolsas de aproximadamente el mismo tamaño que yo. Jesse levantó cada una, se lo echó al hombro y se dirigió a la puerta trasera como lo había hecho con mi bolso. Al igual que las bolsas que estuvieran llenas de palomitas de maíz. El trabajo agrícola, obviamente, le dio una fuerza sobrehumana y, por lo que había presenciado desde mi punto de espionaje en el cuarto de lavado, también le dio músculos sobrehumanos. Ni siquiera respiraba pesadamente. Sí, la forma en que mi corazón empezó a martillar en mi pecho y la forma en que todo mi cuerpo cosquilleaba era más o menos lo contrario de apagarse. Jesse lanzó otra bolsa en el suelo cuando se detuvo. Todo su cuerpo se puso recto justo antes de que empezara a girar. —Mierda —susurré, tirándome al suelo tan rápido como la gravedad me lo permitió. Sabía que había estado observándolo... espiándolo. Lo sabía. Jesse estaba unido a mí como yo a él y, en ese momento, me asustó más que cualquier otra cosa. No me gusta que la gente se acerque. No quiero que vean más allá del humo y los espejos.
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Estuve encogida en el suelo durante tanto tiempo, que me quedé dormida allí. Mis sueños esa noche, como siempre, fueron en blanco y negro.
5 Traducido por Chachii, Apolineah17 & Chubasquera Acl Corregido por Vericity
Otro golpe suave en la puerta. Otro gemido de mi parte. Sentí que se volvía una rutina. —¿Rowen? —La voz de Lily era tan tímida como lo había sido ayer por la mañana. Y por la mañana, me refiero a cuando salieron los primeros rayos del sol—. Tiempo de levantarse y brillar. Gemí e intenté despegarme del suelo. La alfombra prácticamente se pegó a mi mejilla. —Me voy a levantar, pero no a brillar —dije con voz ronca mientras me ponía de pie—. Incluso si lo hiciera, por el infierno que no lo haré tan temprano. Lily rio suavemente. —Te veré abajo. —Hurra —dije con una buena dosis de sarcasmo. Antes de arrastrar los pies a la cómoda, eché un rápido vistazo a la ventana. Jesse y su camioneta se habían ido hace tiempo, y el establo se encontraba oscuro. Después de quitarme las ropas con las que dormí, tomé los primeros vaqueros y remera que mis manos tocaron. Lily era un par de centímetros más baja y delgada que yo, por lo que los vaqueros eran ajustados — como los de Jesse— y la remera también era algo ceñida. Al menos tendría más que lavarropas para hacerme compañía. El uso de ropa ajustada e incómoda valía la pena. Estaba segura de que mis botas negras lucían ridículas con el resto de mi look de recién levantada, pero los otros zapatos que había comprado se habrían visto demasiado raros. Una rápida comprobación en el espejo reveló que era un desastre. Uno caliente y locamente despeinado. Sin perder el tiempo, deshice mi trenza de ayer, pasé un cepillo por mi rebelde cabello, y lo volví a trenzar. Era demasiado temprano, estaba demasiado cansada, y dudaba de que un labial escarlata medianoche combinara con una simple remera azul cielo. Genial. Me había puesto esa remera. Hablando de un lapsus freudiano...
Le señalé mi dedo medio al reflejo del otro lado del espejo antes de dejar la habitación. Un vistazo dentro de cada una de las habitaciones demostró que se encontraban vacías, las camas hechas, y que no había ropa tirada sobre la alfombra. Cada vez me sorprendía menos por esas pequeñas cosas cuando se trataba de los Walkers. Cuando giré en la esquina hacia la cocina, encontré una escena bastante parecida a la de ayer en la mañana. Rose y las chicas se encontraban ocupadas preparando algo para el desayuno, zigzagueando por la habitación como pequeñas ovejas obreras. Cuando Rose se apartó de la nevera, me sonrió y me hizo pasar. — Creo que acabamos de dejar un pequeño toque campestre en esta chica —dijo, dejando un par de cartones de huevos en el mostrador. Hice un movimiento evasivo con la mano. —Aquí estoy. Ponme a trabajar. —Las chicas dejaron lo que hacían también para fijarse en mí. Ellas no eran tan buenas en esconder su sorpresa. Le di a Lily una mirada de ¿qué piensas? y en respuesta alzó el pulgar hacia arriba. Ella era infinitamente más segura por cómo me veía, que yo. —¿Alguna vez has hecho panqueques, Rowen? —preguntó Rose, agitando una espátula en mi dirección. —No exactamente —dije, mirando la sartén con suspicacia—. Pero los he comido. —Entonces eso te califica. Ven aquí —dijo ella, parándose a un lado para dejarme a mí en el medio—. Clementine ya ha preparado la mezcla, así que todo lo que tienes que hacer es verterla sobre la plancha, darlos vuelta y dejarlos en un plato. Clementine me saludó con la mano desde donde batía algo más. Una chica de siete años me pateaba en trasero en la economía doméstica hogareña. No estaba segura de si sentirme orgullosa o avergonzada.
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—¿Tienes algún diagrama o pautas que pueda seguir? —pregunté mientras Rose me tendía la espátula ceremoniosamente—. Porque esto no va a ser bonito. Manteniendo su dedo levantado, se giró hacia la plancha. — Cucharon. Llenarlo. —Tomó el cucharon y tomó una cantidad considerable de la mezcla—. Poner. —La masa chisporroteó apenas tocó la superficie de la sartén—. Repetir. —Puso otro chucharon tras otro, y entonces eran cuatro antes de que pudiera parpadear—.Le das la vuelta. —Dio un rápido movimiento con la espátula en mi mano, me palmeó la mejilla, y entonces regresó con sus huevos—. Cucharon. Llenarlo. Poner. Repetir. Dar la vuelta.
—Quemar —dije, estudiando los seis panqueques como si fueran un rompecabezas—. Fallar. Cuando estaba a punto de intentar dar vuelta un panqueque, Hyacinth intervino desde atrás. Sonrió mientras me daba un codazo. — Espera a que las pequeñas burbujas alrededor se cocinen antes de darlo vuelta. No fue hasta el amanecer que había aprendido algo nuevo. —Gracias —contesté, imitando su sonrisa antes de que regresara a trabajar poniendo los platos en la mesa. ¿Usaban platos? ¿Verdaderos platos que tenían que lavar? Además de aire acondicionado, los platos de papel no deberían haber llegado a los Walker aún. Regresé mi atención a los panqueques, mirándolo tan intensamente que no creo haber parpadeado ni una vez. El segundo en que aquellas burbujas comenzaron a aparecer en la superficie, blandí mi espátula y di vuelta el primer panqueque. Fue un momento de orgullo. No sólo me las había arreglado para darlo vuelta sin revolearlo por todos lados, sino que el lado cocinado era un perfecto dorado. Si eso era todo lo que tenía que cocinar, lo tenía resuelto. Ningún problema. Repetí el proceso con los otros cinco, todos ellos quedando de un hermoso dorado. Tan pronto como me dejé a mi misma ser un poco engreída, como si fuera la actual Betty Crocker, la puerta de la cocina a la terraza se abrió. La piel de gallina subió por mi columna. Aún no había volteado, pero estaba segura de que la persona que acaba de entrar a la cocina era Jesse, así como también estaba segura de que el aire se había reducido. —Primero para desayunar —dijo Lily con voz burlona—. Gran sorpresa. —No es mi culpa que el resto de los chicos duerman hasta el “último minuto posible”. He estado despierto por cerca de una hora comprobando los nuevos becerros, y tengo hambre. Soy un chico en crecimiento. —Me obligué a mirar los panqueques. Me obligué a no dejar que su voz me llegara. Me obligué a no ser a afectada por su presencia. No era tan obstinada. Mi cuerpo se giró por sí mismo, y mis ojos se fijaron en los suyos en el mismo momento que los suyos en los míos. Jesse. Sonríe. Hoyuelos. Pantalones. Caliente. Me agarré del borde del mostrador para no flaquear.
—Mírate —dijo él, colgando su sombrero en una de las clavijas que sobresalían de la pared. Supuse que eran para sostener sombreros. Muchos sombreros. Se acercó, despeinado el cabello de Clementine mientras pasaba a su lado. Hacia mí. Donde me apoyé contra el mostrador para no desmayarme—. Lo campestre se ve bien ti, Rowen. —Sus ojos bajaron por mi cuerpo antes de detenerse a unos pocos centímetros de mí. Cuando su mirada llegó a mis zapatos, su sonrisa se hizo más grande. Él usaba sus típicos pantalones provoca-desmayos, botas, y sombrero, pero se había puesto un chaqueta Carhartt sobre otra remera blanca. ¿Cuántas de esas cosas se ponía en un día? —Y callarse la boca podría verse bien ti si alguna vez lo intentas — respondí, justo antes de darme cuenta que había otras cuatro personas en la sala. Cuatro mujeres que dejaron de hacer lo suyo para mirarnos a nosotros dos con un absorto interés. Atrapando la mirada de Rose, me encogí. —A tu hijo le gusta hablar. Realmente le gusta hablar —añadí, recordando todas las cosas que había dicho en los días anteriores. La frecuencia de sus palabras no era el verdadero problema; sino el poder detrás de ellas. Rosé nos estudió por otro momento, casi como si tuviera intentando poner sus dedos sobre algo, antes de regresar a romper huevos contra su sartén. —El desayuno estará listo en cinco minutos, chicas. Muévanse. Sólo así, la atención de las hermanas de Jesse se movió desde nosotros al desayuno. —¿Cómo están saliendo esos panqueques? —preguntó Jesse, inclinándose más cerca para inspeccionar la sartén. —De las mil maravillas —contesté, comprobándolos. No había burbujas aún. Se movió un poco más cerca. Demasiado cerca, y podría decir que recientemente él había tomado una ducha. Aún olía a jabón y champú. — Los estás haciendo muy bien, sabes —dijo, su voz más tranquila. Resoplé. —¿Muy? Porque ayer parecías ser un gran fan del conjunto que usé. —Mi mente retomó el recuerdo de él atrapándome mientras lo observaba.
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—Eso fue bastante genial, tienes razón. —Sus ojos me dijeron que revivía el recuerdo de mi en cuatro patas—. Pero esto luce apetecible para mí de una forma diferente. Di un rápido vistazo a la cocina para estar segura de que nadie nos prestaba atención. —¿De qué manera?
—En una forma de quid pro quo2. Rodé los ojos. Aparentemente alguien había obtenido una A en el Inglés de Willow Springs. —¿Por qué es eso? —Porque cada vez que te burlas de cómo se ajustan mis vaqueros a mi trasero, puedo hacer la misma cosa contigo. No necesitaba mirar para confirmar que me miraba el culo. Los apretados pantalones de Lily de repente parecieron resaltarlo demasiado. —¿No tienes que ordeñar o algo? —Le di un codazo en el estómago. Sep, estaba tan duro como lo había estado la noche anterior. Jesse rio y sacudió la cabeza. —No somos una granja lechera, Rowen. Nosotros criamos vacas. Perdón, no hablaba pueblerino. Su risa me descolocó de diferentes maneras. —Entonces podrías ir a descargar otro camión de esas descomunales bolsas. —Una abrazadera para mi boca habría sido muy útil. —Así que, eras tú la que me espiaba anoche —dijo él, su voz sonando demasiado malditamente confidente—. Sabía que alguien me observaba, y me imaginé que eras tú. Miré los seis panqueques. Aún no había burbujas. —¿Y por qué imaginaste que era yo? —Bueno, tú sabes —dijo. —No, no sé. Apoyó su cadera contra el mostrador. —Me basé en tu historial en espiarme. —Por el amor de Dios —dije, tentada a tirarle la mezcla sobre la cabeza—. No te espiaba en el lavadero. Me escondía de ti. —¿Te escondías de mí? —Se cruzó de brazos. Asentí. —¿Y qué hay de aquella noche cuando me espiabas desde la ventana? ¿Te escondías entonces? —Mis manos se movieron hacia el tazón. —Tenía al 911 en espera en caso de que te desplomes por un ataque cardiaco al levantar esas cosas —espeté—. Era mi deber cívico. Ahora, si has terminado de acosarme por esta mañana, tengo unos panqueques que atender. 2
Frase en latín. Significa algo por algo.
Jesse los miró, y lucía como si estuviera a punto de estallar en risas antes de lograr contenerse. —He terminado de acosarte por esta mañana. Pero, ¿no crees que estaría todo bien si me disculpo sinceramente? ¿Qué dijo? Estudié su rostro para ver si era algún tipo de juego para que siga batallando con él, pero su expresión no se inmutó. Sus ojos eran claros. —Continúa —dije con una sacudida de mi mágica espátula. Jesse tomó una bocanada de aire antes de proceder. —Lamento lo que dije la otra noche. No tengo derecho a meter mi nariz en tus asuntos y comenzar a hacer suposiciones de tu vida. —Sus palabras fluían con tanta facilidad que parecía que lo había ensayado—. Sólo te he conocido por un par de días. Eso no es demasiado en lo absoluto. No te conozco lo suficiente para pretender que te conozco a ti y a tus problemas. Pero quiero conocerte. Quiero conocer tus problemas. Eso es... si tú quieres conocerme a mí. Una de las comisuras de mi boca se elevó. Afortunadamente, era del lado que él no podía ver. Jesse podría hacer un infiero de una disculpa. Tenía que darle eso. Pero no lo dejaría ir tan fácilmente. —¿Por qué quieres conocerme mejor? —dije, comprobando la toma de corriente para estar segura de que la plancha seguía enchufada debido a que estas mierdas no burbujeaban—. ¿Para poder burlarte de mí con más razón? ¿Para que puedas exponer mis debilidades y tomar ventaja de ello? Jesse se movió un paso más cerca. Sentí que su torso me tocaba. Volví a sostenerme del borde del mostrador. —Para que cuando te pida una cita, sabré dónde llevarte para impresionarte. —Su boca se encontraba tan cerca de mi oído que sentí el calor de su respiración. Giré mi cabeza para mirarlo a los ojos. Mierda. Él hablaba muy en serio. Su mirada bajó a mi boca justo cuando la puerta de la cocina se volvía a abrir.
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—¡Guarda algo de comida para nosotros, Jesse! —ordenó de buen humor la voz de un hombre mientras acomodaba la línea de sombreros y botas que había allí. Jesse se apartó, pero no alejó la mirada. Antes de dirigirse hacia la mesa, se inclinó contra mí. —Comprueba esos panqueques. Creo que se están quemando. —Los hoyuelos aparecieron en sus mejillas—. ¿Qué puedo decir? Tengo ese efecto en las cosas.
Estaba lista para mirarlo cuando ese olor a quemado invadió mi nariz. Una rápida inspección a la sartén reveló que mis hermosos panqueques dorados se hallaban, de hecho, humeando. —Mierda —dije, insegura de cómo me las arreglé pare censurar ese olor en medio de mi primer intento de hacer el desayuno. O terminar yo envuelta en él—. ¡Nunca burbujearon! —Busqué la espátula e intenté deslizarla bajo el centro de los panqueques. A pesar del ajetreo y el bullicio del resto de los trabajadores del rancho acercándose a la habitación, escuché la divertida risa de Jesse viniendo desde la mesa. —No hacen burbujas una vez que los volteas, tonta —dijo Lily, apareciendo de la nada. Agarrando la espátula, tenía todos esos panqueques fuera de la parrilla más rápido de lo que yo podría haber quitado uno de ellos. —¿Entonces cómo sabes cuando están listos? —pregunté, haciendo una mueca al ver el daño. Un lado era dorado, y el otro lado era un crujiente y carbonizado negro. Lily dejó caer una porción de mantequilla sobre la parrilla, se arremolinó alrededor, y luego vertió seis panqueques más. —Acabas de hacerte una idea de ello. A través de un montón de prueba y error. —Sus ojos bajaron hacia los panqueques arruinados y sonrió. —La historia de mi vida —murmuré—. La parte de prueba y error. Todavía no he experimentado la parte completa de tener-una-idea-deello. —Mañana será otro día —contestó, concentrándose panqueques—. Sueña en grande.
en los
Levanté mis cejas. ¿Fue eso lo que pensaba que era? ¿Un comentario sabelotodo en el dulce vocabulario de Lily Walker? No me di cuenta que esa característica funcionaba en alguien de la familia además de Jesse. —¿Por qué no sirves el café? —sugirió Lily—. Con cuidado. —No hay garantías. —Hice mi camino hacia la cafetera y esperé no derramar café caliente sobre la entrepierna de algún pobre vaquero. En un minuto la cocina se había llenado con más vaqueros de los que podía contar. El par de docenas de ganchos que sobresalían de la pared se encontraban casi todos llenos con diferentes tipos y colores de sombreros de vaquero. Al parecer llevar sombrero en la mesa de Rose Walker no era tolerado. Los chicos andando por la habitación eran tan variados como sus sombreros. Altos, bajos. Delgados, fornidos. Jóvenes,
viejos. De piel clara, de piel oscura. Era el grupo más variado de vaqueros que había visto. Bueno, en realidad era el primer grupo de vaqueros que había visto. Sin embargo, una característica los unía a todos. Todos tomaban café. Mucho café. Antes de que Rose y las chicas hubieran terminado de servir todos los platillos del desayuno en la mesa, yo había pasado por tres cafeteras llenas. Comprendí porque Rose preparaba por anticipado unos cuantos litros. Jesse me presentó a todos mientras yo caminaba alrededor, todo el mundo me saludó con una inclinación de cabeza y una especie de saludo seguido de un señora. En el momento en el que todos tenían platos llenos, me sentí tan cómoda como pude alrededor de un par de docenas de trabajadores del rancho, y supe que fue gracias a Jesse y sus sencillas presentaciones. Él era un miembro del club, y vio cómo me convertí en uno de buenas a primeras. Fue agradable ser incluida. Era agradable sentirse parte de algo. Era la primera vez que había sentido eso desde hace tiempo. —¿Más café? —pregunté, parándome detrás de Jesse. Su taza todavía estaba medio llena. Se retorció en su asiento, con una sonrisa ya en su rostro. —Por favor —dijo, dándome su taza. Mis dedos rozaron los suyos cuando tomé la taza, y si alguna vez sentí un toque más íntimo, no podía recordarlo. Dios. Un roce con el dedo y mi corazón palpitaba como si estuviera a punto de salirse. Mientras vertía el café, los ojos de Jesse se desplazaron hacia los míos y no desviaron la mirada. Los míos tampoco lo hicieron, o… no pudieron. Cuando Jesse Walker me miró de esa manera, fue todo lo que pude hacer para desviar la mirada y mantenerme de pie. —El café —dijo de pronto, mirando su taza. Mis cejas se juntaron. —Se está derramando. —Él sonrió hacia la taza, así que yo realmente no podía despegar mis ojos.
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Algunas risas ahogadas sonaron a nuestro alrededor. —Formando un charco en el suelo. —Cuando Jesse alcanzó su servilleta, finalmente lo entendí. Evaluando el tamaño del charco, el café se había estado derramando por un lado de la taza durante más de un segundo o dos.
—Mierda —dije, enderezando inmediatamente la cafetera. Poniéndola en la mesa, tomé un montón de servilletas antes de arrodillarme junto a Jesse—. Quiero decir… maldición. —No —dijo, limpiando el mar de café en un largo movimiento—. Quieres decir mierda. Esto es definitivamente un desastre digno de un mierda, no de un maldición. Sonreí hacia el piso mientras limpiaba el último rastro de café. —Por lo menos no terminó en tu regazo. —Recuento mis bendiciones mientras hablamos. —El cabello le caía sobre la frente, moviéndose de formas que me hicieron querer pasar mis dedos a través de él mientras Jesse seguía fregando el piso. Su cabello realmente era demasiado bonito para permanecer oculto debajo de un sombrero de vaquero durante todo el día—. Así que… ¿has decidido? —¿Decidido qué? —Si me vas a dejar tomar algo de tu tiempo. Ya sabes, ¿una cita? ¿Algo más que arrodillarse en el suelo y limpiar café? —La mirada de Jesse se quedó en el lugar donde el café había estado. Casi como si de repente fuera tímido. Aclaré mi garganta y miré alrededor. Todo el mundo se encontraba demasiado ocupado comiendo para prestarnos atención. —Bueno, en realidad no me lo preguntaste —dije—. Y realmente no me has dado mucho tiempo para pensar en lo que efectivamente no me preguntaste. Jesse tomó las servilletas húmedas y las arrojó al bote de basura al final de la cocina sin ponerse de pie. Inhaló una larga respiración antes de fijar sus ojos en los míos. —Rowen Sterling —dijo, con voz fuerte—, ¿puedo llevarte a una cita algún día? Sabía que debía intentarlo, pero no pude evitar que mi rostro se iluminara. —No lo sé. ¿Puedes? —bromeé. Suspiró. —¿Puedo? ¿Puedo llevarte a una cita algún día? —Porque no tienes novia… —O un novio. O una vaca especial —murmuró él, dirigiéndome una mirada. Bien. Se acordaba de mi pregunta. —Porque eres algo lindo —continué—, y porque no tienes miedo de bajar y ensuciarte… —Me quedé mirando fijamente donde se arrodilló a mi lado—, te prometo que pensaré sobre ir a una cita contigo. Algún día. Si la expresión de Jesse pudo llegar a ser más aliviada, no podía imaginarlo. —Nunca he estado tan emocionado por algún día.
Oí la puerta de la cocina abrirse detrás de nosotros, pero no le presté ninguna atención. Eso fue hasta que un brillante par de botas vaqueras negras se acercó a mi lado. —No hay necesidad de que te pongas a gatas por mi causa. Jesse estuvo rígido en el instante en que escuchó la voz del chico. Mis ojos se movieron desde aquellas botas negras, a la gigante hebilla plateada de su cinturón, con un grabado de un hombre montando un toro, hasta terminar en su sombrero negro de paño. Su piel era casi tan clara como la mía, y sus ojos tan oscuros que era difícil distinguir la pupila del iris. Larguirucho, oscuro y siniestro. Ese chico, sin la ropa de pueblerino, era justamente mi tipo. Cuando Jesse pasó junto a mí y todos sus noventa kilogramos de bronceado, músculos y cabello rubio se pusieron de pie, mi corazón retumbó en mi pecho de nuevo. Tal vez mi tipo había cambiado. O estaba cambiando. O en transición. Todo era muy confuso. La boca del Sr. Oscuro y Siniestro se curvó de un lado mientras esos ojos oscuros me tomaban. —No es que no te veas muy bien ahí abajo, pero déjame darte una mano —dijo, extendiendo su mano hacia mí. Si la expresión en su rostro no lo dijo todo, su tono lo hizo. Jesse giró delante de él, bajando su mano hacia mí. La tomé sin detenerme a pensar. Era natural. Fácil. Cómodo. Cuando Jesse se estiró hacia mí, tomé su mano. —¿Quién es tu nueva amiga, Jess? —preguntó el otro chico, caminando alrededor de la torre de hombre frente a mí. Si era posible, el cuerpo de Jesse se tensó aún más. No estaba segura de si Jesse mantuvo su boca cerrada porque simplemente no quería hablar con el otro chico o no quería presentarnos. De cualquier manera, él obviamente no haría las presentaciones, y el otro chico obviamente no se movería hasta que las presentaciones fueran hechas. Tomando el asunto en mis manos, me crucé de brazos y nivelé al otro chico con una mirada sin sentido. —Soy Rowen. Jesse cerró los ojos.
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Los ojos del chico oscuro y siniestro se hicieron de un tono más oscuro. —¿Rowen…? —Señorita Rowen para ti —le dije, levantando una ceja—. Y mi primer nombre es todo lo que vas a conseguir porque tienes que ganarte el apellido. —¿Este chico lo sabe? —respondió, moviendo su pulgar en la dirección de Jesse.
—Sí. Él lo sabe. —Así que le darás a Jesse Walker tu apellido, pero a mí no me lo dirás —dijo, descansando sus pulgares en la hebilla de su cinturón—. ¿Por qué es eso? —Él se lo ganó. —Le eché un vistazo a Jesse desde la esquina de mis ojos. Me miraba con tanto cuidado, era como si estuviera preocupado de que fuera a punto de ser arrebatada en un abrir y cerrar de ojos. —Garth —dijo, extendiendo la mano. La dejé colgar allí—. Y porque eres la cosa más hermosa que he visto en mucho tiempo, te has ganado un apellido. —Las manos de Jesse se cerraron en puños—. Black. Garth Black. Desde sus pantalones vaqueros hasta sus botas, sus ojos… su comportamiento entero, él personificaba su apellido perfectamente. Cuando Garth se dio cuenta de que no estrecharía su mano en cualquier momento de este siglo, la bajó. Sus ojos se deslizaron de mí a Jesse. Se volvieron de un tono más oscuro. —Cuánto tiempo sin verte, viejo amigo —dijo. Jesse sopló una ráfaga de aire por la nariz. —¿Qué estás haciendo aquí, Black? —Bueno, ciertamente no es para adorar tus pies como el resto de este maldito pueblo. Y es seguro que no es para disculparme. Nubes de tormenta se acumularon a través de esos ojos azul cielo de Jesse. —Escúpelo —dijo, apretando su mandíbula—. ¿Qué demonios estás haciendo en mi propiedad? Si no fuera tan caliente dentro de la cocina, escalofríos se habrían arrastrado por mi columna vertebral por el hielo en la voz de Jesse. Esos dos tenían una historia. Eso era tan evidente como su odio mutuo. Cuál era esa historia y de dónde venía ese odio, era el misterio. Por mucho que me gustara un buen misterio, ahora no era ni el momento ni el lugar para llegar al fondo de ello. En su mayor parte, el resto de los chicos sentados alrededor de la mesa comían el desayuno, pero sorprendí a Rose y a Lily lanzándonos algunas miradas de reojo. —Tu papá me contrató —respondió Garth—. Voy a estar ayudando este verano. —¿Cuánto tiempo vas a durar esta vez? —respondió Jesse, inclinándose delante de él. De pie, Jesse lo tenía por un par de centímetros, incluso con el sombrero de Garth todavía puesto—. ¿Dos semanas? ¿Tal vez tres? —Negó con la cabeza—. El compromiso realmente no es lo tuyo.
—No, desde luego no lo es —dijo Garth con esa malvada media sonrisa suya—. El compromiso es aburrido. Predecible. Jode la vida de una persona. —Recorrió sus ojos intencionalmente sobre Jesse—. El compromiso es más tu cosa. Lo que sea que hubiera pasado entre ellos se trataba de algo más profundo que un desacuerdo cotidiano. A juzgar por las miradas en sus ojos cada vez que se veían el uno al otro, si el asesinato fuera legal, no habrían dudado. —¿Ustedes, muchachos, se están poniendo al día? —Un hombre de mediana edad se acercó a nosotros tres y dio una palmada sobre el hombro de Jesse y otra sobre el de Garth. —Seguro que lo estamos, Sr. Walker —respondió Garth, con los ojos brillantes. Ah. Así que allí estaba el Sr. Walker del que tanto había oído hablar, pero empezaba a creer que era el hombre escondiéndose detrás de las cortinas. Era bajo, tenía el cabello castaño y los ojos como el resto de su familia, menos uno. ¿Cómo Rose y Neil habían creado al dios vikingo rubio a mi lado? El ADN era una cosa divertida. —Creí que todos nosotros estábamos contratados para el verano — dijo Jesse a su padre. —Así era. Justo hasta que Phil Jepson decidió que su viejo cuerpo no podía soportar otro verano en Willow Springs. Me hizo saber que se marchaba ayer por la mañana, y cuando me dirigí a la ciudad ayer por la noche para recoger algunos suministros, ¿adivina a quién me encontré? —Ya que Garth Black está parado en frente de mí, no creo que tenga que adivinar —fue la respuesta cortante de Jesse. —Ya que ustedes se conocen hace tanto tiempo, y Garth prometió que comprometerse a terminar todo el verano, a diferencia del verano pasado —Neil enarcó una ceja hacia Garth—, decidí darle una segunda oportunidad. —La mirada de Neil se desplazó hacia mí y sonrió—. Somos grandes fans de las segundas oportunidades por aquí.
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—Segundas oportunidades, seguro —dijo Jesse, mirando a Garth—. Séptimas oportunidades, no tanto. Neil le dio a su hijo una extraña mirada antes de extender su mano hacia mí. —Rowen Sterling, es agradable conocerte al fin. Siento que no haya ocurrido antes. Un par de miles de cabezas de ganado tienen una manera de comerse el día y la noche de una persona. Igualé su sonrisa y estreché su mano. Al igual que con Rose, Neil me agradó inmediatamente. —Lo puedo imaginar.
—Estamos contentos de tenerte aquí, Rowen —dijo—. ¿Qué tal va tu primer día en la cocina? Jesse me lanzó una sonrisa irónica que fingí ignorar. —Tosté una tanda de panqueques y derramé un poco de café — respondí, levantado la jarra vacía en mi mano—. Podría haber sido peor. Neil se rio entre dientes. —Tengo la sensación de que vas a mantener las cosas emocionantes por aquí —dijo, antes de dirigirse al último asiento vacío en la cabecera de la mesa. —Yo también —añadió Garth, dándome una mirada expectante. —Toma asiento, Garth —dijo Jesse, más una orden que una petición. —Está bien —respondió Garth, negándose a mirar a Jesse. Me miró tan fijamente que di un paso hacia atrás—. Quiero llegar a conocer mejor a Rowen. —Dale un descanso, Garth —dijo Jesse—. Rowen es inteligente. Lo suficientemente inteligente para mantenerse alejada de chicos como tú. Garth chasqueó la lengua. —¿Sabes quién no fue lo suficientemente inteligente para permanecer lejos de mí? El rostro de Jesse pasó de bronceado a rojo en aproximadamente dos segundos. Tiempo de una intervención. —Ustedes chicos se conocen, ¿eh? —dije, haciendo la que posiblemente era la pregunta más estúpida del año. No había duda de que esos dos se conocían. —Éramos mejores amigos —respondió Garth. No creo que pudiera haber estado más sorprendida si hubiese sido coronada Miss América. —Éramos —dijo Jesse bajo su aliento. —Solíamos compartir todo. —Garth pulsaba los botones de Jesse. Era obvio por la manera en que su sonrisa se deslizó un poco más arriba cuando la cara de Jesse adquirió otro tono más rojo. —Solíamos. —No lo sé, Jesse —dijo Garth, puliendo la hebilla de su cinturón con su pulgar—. Me parece que nos recuerdo compartiendo algo recientemente.
Cuando estaba segura de que Jesse iba a arremeter contra Garth, Hyacinth se deslizó junto a nosotros tres, viéndose distraída. Le dio a Jesse unos golpecitos en el hombro. —Josie está al teléfono. —Toma un mensaje. —La voz de Jesse era como el hielo, pero su rostro seguía ardiendo. —¿Otra vez? —replicó Hyacinth antes que Jesse la arrasara con una mirada—. Bien —suspiró mientras se iba—. Voy a tomar un mensaje. Otro mensaje. —Dile hola a Josie por mí, ¿sí? —le gritó Garth a Hyacinth desde detrás—. Ha pasado un tiempo. Hyacinth agitó su mano y siguió adelante. —¿Cuánto tiempo ha pasado, Jesse? Lo olvidé. —Garth se acarició la barbilla. —¿Quién es Josie? —le pregunté a Jesse. Pero respondió Garth. —La novia de Jesse. —Los ojos de Garth se oscurecieron y flexionó su cadera. Moviéndose tan rápido que era un borrón, Jesse empujó a Garth con tanta fuerza en el pecho que Garth se tropezó hasta la mitad de la habitación. —¡Jesse! —Neil salió disparado de su asiento y se posó delante de su hijo antes de que Garth pudiera hacerlo—. ¿Qué demonios está pasando aquí? El pecho de Jesse se levantaba y caía con fuerza. Sus ojos estaban más oscuros y entrecerrados de lo que nunca los había visto. Nunca dejaron a Garth, que se había recuperado del empujón y le fruncía el ceño a Jesse. Yo mitad esperaba que levantara su dedo en bienvenida, así podrían terminar lo que habían empezado. Cuando Jesse permaneció en silencio y echando humo, Neil miró sobre su hombro a Garth. —¿Y bien? Será mejor que alguien hable o los tendré a ambos haciendo el deber de lavandería por el resto del mes.
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Garth se ajustó la camisa, que se arrugó donde Jesse lo había empujado. —Sólo falta de comunicación, Sr. Walker. Neil estudió a Garth por un minuto antes de volverse hacia su hijo. — ¿Jesse? Después de otro minuto de Jesse mirando a Garth como si estuviera tratando de matarlo con su mirada, se apartó y se dirigió a la puerta
trasera. —Lo que Garth dijo. Falta de comunicación. —La puerta mosquitera se cerró de golpe tras él, y luego se había ido. Neil, como el resto de la cocina que había observado lo que había ocurrido, se quedó viendo la puerta por la que Jesse había desaparecido. La estudiaron tanto que no tenía sentido. Unos pocos momentos después, Neil se dirigió de vuelta a su asiento. Pasando a Garth, dijo: —Esto no va a pasar en mi casa otra vez, joven. ¿Lo entiendes? —Neil esperó a que Garth asintiera por la acusación recibida—. No me importa quién empieza o de qué se trata, pero no lo toleraré peleas en mi rancho. Hecho eso, Neil se dejó caer en su silla y se zambulló en sus huevos. Todos los demás hicieron lo mismo. Me quedé allí, tratando de entender qué había ocurrido. Jesse casi se había convertido en Hulk enfrente de mí. Se había convertido en una persona que no reconocía. Había lucido listo para estrangular alguien con doce testigos. Fueron una serie de cosas horribles. Pero la peor, que no podía sacar de mi mente, fueron esas tres palabras de la boca de Garth: novia de Jesse. Jesse tenía novia. Él sólo me había invitado a una cita. La frase ¿Qué demonios? me vino a la mente. —Oye. —Lily me dio un codazo en el costado—. ¿Estás bien? La respuesta era un firme, rotundo no, así que fui con un gesto a medias. —¿Sobre qué fue eso? La última vez que vi a Jesse molesto fue cuando rayé con rotulador negro su sombrero de vaquero cuando estaba en preescolar. Así que la oleada de ira no era parte de su carácter como sospechaba. Cualquiera que fuera el rencor que fluía entre él y Garth, era profundo. —No lo sé —contesté—. ¿Sobrecarga de testosterona? ¿Esos pantaloes ajustados cortando la sangre a sus cerebros? ¿Los hombres en general están volviendo a sus orígenes de mono? —Pude continuar, pero justo después, quise olvidarlo todo y atravesar el resto del desayuno—. No lo sé, pero sé una cosa: es una pérdida de tiempo tratar de entender la mente masculina, desde que la mayoría carecen de una. Lily rio suavemente. —He tenido mis sospechas todo el tiempo. —Eso es porque eres una chica inteligente. —Recuperé la jarra de café vacía y me dirigí a rellenarla. Casi todas las tazas que había llenado hacía menos de cinco minutos, estaban vacías. Los vaqueros toman más
café de lo que seres con cualidad de mortales deberían ser capaces de manejar. Unos minutos más tarde, todos se habían instalado de nuevo en sus desayunos, y yo me aseguré de estar ocupada. Era como una ardilla en otoño, desbordada por la cocina, pasando de una tarea a otra sin problemas. Contra toda posibilidad, me las arreglé para no derramar, romper, o dejar caer nada más. Empecé a preguntarme si mi cuerpo había sido invadido por un extraterrestre, cuando mi mirada se posó en Garth. Se sentó en la mesa, ignorando su comida, ignorando todo lo demás… excepto a mí. Sus ojos me siguieron con un tipo de intensidad que hacía difícil determinar si yo era el depredador o la presa. Tan pronto como mis ojos lo encontraron, esa sonrisa oscura se posicionó en su lugar. Me tropecé con mis propios pies. Afortunadamente, no llevaba nada, o de lo contrario hubiese sido un desastre. Después de eso, no volví a mirar a Garth otra vez, pero aún podía sentir sus ojos sobre mí. Cada movimiento que hacía, era consciente de él mirándome. Para el final del desayuno, estaba segura de lo que era para él: la presa. Eso me excitaba tanto como me alarmaba. Por toda la preparación y el trabajo que tomó, verdadero consumo del desayuno fue realmente rápido. A demás de ser campeones bebiendo café, los vaqueros podían tragar serias cantidades de comida. Estamos hablando de media docena de panqueques, un trozo de jamón y una porción de huevos revueltos cada uno. Lo que me habría tomado un año digerir acababa de ser consumido justo allí esta mañana.
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Desde que aún tenía que hacer más investigación de Willow Springs en casa, me decidí a tomar un poco de aire fresco. Tomé mi cuaderno de dibujo y mi lápiz favorito por si acaso encontraba algo que sólo tenía que dibujar, los metí dentro de mi bolso de gran tamaño y salí. El clima había cambiado y el aire de temprano en la mañana fue suficiente para darme un escalofrío y hacerme desear haber traído mi fiel sudadera negra con capucha.
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Una vez que todos habíamos comido, las mesas estuvieron limpias, los platos lavados, y todo listo para el almuerzo, Rose nos dejó libres. Bueno, casi libres. Las niñas que tenían trabajo escolar para hacer, fueron por ello. Yo les di una sonrisa simpática mientras se dirigían a la sala con sus lápices y calculadoras.
El enorme granero rojo se alzaba sobre mí como si pudiera tragarme entera. Cuando el recuerdo de la gran revelación en el desayuno corrió
hacia el frente de mi mente otra vez, me hubiese gustado que lo hiciera. Un grupo de chicos me habían mentido sobre el estado de sus relaciones. Más de los que podía contar. Eso no era lo que me molestaba. Las mentiras eran algo que había llegado a esperar. Por lo que me molestaba era que no había esperado eso de Jesse. Bajé mi guardia a su alrededor porque mi subconsciente había sido engañado con la creencia de que él era diferente. Jesse Walker, vaquero de oro, que sólo con sus hoyuelos podía poner a una chica nerviosa, no podía posiblemente estar ocultando una novia como el resto de ellos. Pero lo había estado haciendo. Durante todo el tiempo. En todas nuestras conversaciones, nuestras bromas coquetas, nuestro estúpido juego de preguntas, y cuando me pidió para salir… ni una sola vez tuve la certeza de que Josie podría surgir. A pesar de que sólo había conocido a Jesse por unos pocos días, su traición me hería profundamente. Entré al granero y traté de alejar todos los pensamientos de traición, novias y Jesse Walker de mi mente. Fingía que podía o que alguna vez podría haber algo especial entre nosotros. El granero era tan grande por dentro como lo era desde el exterior. Estaba cubierto por hierba, el olor picante justo entre agradable y ofensivo. No podía decidir. Al pasar por una pila de bolsas que eran más altas y grandes que yo, vi lo que Jesse había tenido abarrotado en su camioneta: granos para alimentar. La granja tenía un número interminable de establos, una torre increíblemente alta de pacas de heno, y sólo alrededor de un millón de diferentes herramientas, baldes, mangueras y otras cosas raras colgadas en las paredes. La única herramienta que conocía era la fila de palas. Con todo lo demás hubiese estado perdida. Estaba casi al final del granero cuando la rueda de una carretilla rebotó fuera del último establo a la derecha. Seguido por cierto vaquero que realmente no estaba de humor para ver. Su sonrisa oscura característica y ojos depredadores se deslizaron en su lugar cuando me notó. —Bueno, si esta no es la maldita sorpresa más agradable que he tenido en toda la semana —dijo Garth, estacionando la carretilla fuera del establo antes de caminar hacia mí. En realidad, era más un paseo. Garth Black tenía un serio paseo, como si no se disculpara por la forma en que me miraba fijamente. Maldición, el chico era tanto mi tipo que hizo que todo mi interior se tensara con anticipación. Al mismo tiempo, sabía que “mi tipo” me había traído serios problemas en el pasado.
—Esto es una sorpresa —dije, cruzando mis brazos. La piel entre sus cejas se juntó. Fue por la falta de una cálida bienvenida de mi parte. Bastardo engreído. Quería ignorarlo mucho más. —No te gusto —supuso, deteniéndose a unos pocos metros delante de mí. Su sombrero negro se inclinaba sobre su frente, haciendo de sus ojos tan oscuros como el ónix. Levanté un hombro. —Acabo de conocerte. Te gustaría asumir que en realidad paso tiempo pensando en ti. Lo cual no hago. —Me preguntaba si esa constante curva en la boca de Garth podría ser solucionada. —Eres tan buena como mentirosa, estás fingiendo que no te sientes atraída por mí. Mi boca casi se cayó. No solo era un bastardo egocéntrico. Era el bastardo más egocéntrico que jamás haya paseado por la tierra. —¿Siempre eres tan seguro de ti mismo o sólo hoy? La sonrisa de Garth se curvó más arriba. —Siempre. Por supuesto que lo era. —¿Y de dónde viene esta actitud de segurode-sí-mismo? —Experiencia. Garth me exasperaba, pero un escalofrío de emoción me recorrió al mismo tiempo. No sabía cómo, pero este tipo de chicos, que pensaban que eran los siguientes en la lista para gobernar el mundo, me atraían, pero el deseo corría profundo. Tan profundo que dudaba que pudiera erradicarlo aún si hubiese querido hacerlo. Lo cual, mientras Garth sostenía mi mirada y sonreía, no quería. Pero tenía suficiente experiencia con este tipo de chicos para saber que si no mantenías tu atención, caerías en sus trampas al primer día. Ellos anhelaban la persecución, la anticipación de matar. Tipos como Garth eran los máximos depredadores. —Tú sabes, no vivo tan lejos de aquí por si alguna vez estás aburrida y buscas de algo que hacer —dijo, descansando sus manos en la hebilla del cinturón.
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Resoplé. —¿Quieres decir si estoy buscando a alguien para hacerlo? —Eso depende de tu respuesta.
Me arrepentí de mi decisión de explorar el suelo, especialmente con la forma en que Garth hacía esos lentos círculos sobre la hebilla de su cinturón. No estaba segura si lo hacía para llamar la atención a sus genitales, o simplemente le gustaba tener su mano tan cerca como fuera aceptable en público, pero definitivamente tenía algo que ver con sus genitales. —Mi respuesta es no —digo—. Cualquier día. Cada día. Será no. La sonrisa torcida de Garth no vaciló. —Siempre es no antes de que sea sí. Nunca he conocido un no que no haya podido convertir en un sí. —Bueno, estás viendo tu primer no que se va a quedar como no. — Oh, y por cierto, ese ego tuyo está quitando el aire justo de la habitación. Deslizó su sombrero y lo bajó a su lado. Su pelo era tan oscuro como sus ojos, tal vez un tono más, pero todavía no tanto como su sonrisa. Nunca había conocido a una persona que encajara tan exactamente con su apellido. Sus ojos brillaban, y en ese momento estaba bastante segura de que si se paseara hacia mí, me agarrara en sus brazos y me diera un beso profundo y duro, le habría devuelto el beso. Y él lo sabía. —Ya veremos —dijo con un guiño. Me di un golpe imaginario a la cara y esperé para responder hasta estar segura de que no iba a salir como si fuera una colegiala confundida. Se tardó más de lo que pensaba. —Voy a dejarte con tu mierda de vaca —Arrugué la nariz a la carretilla—, y ego. No hay suficiente espacio para cualquier otra cosa con esa cabeza de ahí. —Estaba a mitad de la granja cuando Garth habló. —¿Persiguiendo a Jesse? Me enfurecí y me detuve en seco. —No. Estoy planeando permanecer lo más lejos de Jesse como Willow Springs lo permita. —Me alegra oír eso. Sé cuál es el resultado de una chica como tú persiguiendo a alguien como Jesse Walker. Y no es uno bonito. Cerré los ojos. Ya lo sabía. Incluso cuando me había mentido acerca de su novia, Jesse seguía estando diez niveles por encima de mí en la escala de citas. Nada de lo que había hecho o haría jamás podría ser digno de la talla de Jesse, incluso en sus peores días, lo que, a partir de hoy, podría ser. Me dirigía a la entrada cuando Garth volvió a hablar. —¿Qué haces el sábado en la noche? Hice una pausa. Sabía que no debía contestar, pero no pude detenerme. —Nada.
—¿Alguna vez has estado en un rodeo? Casi le espeto de regreso ¿Te parece que lo he hecho? cuando recordé que no estaba en mi atuendo habitual. Por lo que sabía, Garth no sabía nada de mí excepto que me había visto después de que llegó en la mañana. Cuando no respondí, lo oí moverse más cerca. —¿Quieres venir a verme en uno? —No había una nota de duda en su pregunta. Girándome, entrecerré los ojos. —¿Te parece que me gustaría? —La pregunta era retórica, pero Garth no la tomó así. —Síp —respondió—. Seguro que lo haces.
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Lo odiaba como no podría odiar nada más, pero tenía razón.
6 Traducido por Melusanti & BeaG Corregido por CrisCras
No sabía que estar rodeada por un par de chicos calientes sería una faena. Después de esa semana, lo sabía mejor. En el día a día con las tareas en Willow Spring me mantuvieron ocupada desde el amanecer hasta el anochecer. Pero no parecía importar lo ocupada que estaba o lucía. Prácticamente cada vez que daba la vuelta, me encontraba con Garth. O Jesse. Literalmente no podía escapar de ellos. Con Garth, rodaba los ojos, me ponía algo sarcástica con él y estaba de vuelta en mi camino de feliz tarea. Todavía lucía como si estuviera a la espera de que cayera en su trampa. Pero conocía a los chicos como él. Había salido con legiones de ellos. Su aura misteriosa combinada con su ambiente con problemas podría haber asustado a otras chicas, pero a mí no. Problemas y misterio eran mi kriptonita. Mi talón de Aquiles. Mi punto débil. Mi especialidad. Con Jesse, era más difícil. Infinitamente. Toparse con él en el rancho y hacerle caso omiso no era tan fácil, porque cada vez que me encontraba a un metro de Jesse, mi cuerpo se ponía en alerta máxima. Cada molécula se despertaba rápidamente a la vida. Intenté sacudirlas, como si estar alrededor de él no me deshiciera, pero dudaba que hiciera un buen trabajo. Él había intentado arrinconarme ese mismo día, para explicar todo el asunto de Josie, pero yo básicamente le dije que lo había explicado lo suficientemente y que me dejara en paz. Y lo hizo. Justo cuando estaba segura de que Jesse había olvidado mi nombre, lo encontré mirándome en el medio del almuerzo. Tan pronto como miraba en su dirección, su mirada se desplazaba. Después de unos días, sin embargo, no atrapé a Jesse mirándome otra vez. Había seguido mi consejo, después de todo.
Era sábado por la noche, y el rancho estaba tranquilo. Además del mugido del ganado, los grillos, el ruido viniendo del barrancón de los trabajadores, y el zumbido de las lavadoras en el piso debajo de mí. Así que, sí. Tranquilo no era la palabra correcta para ello, pero era tan tranquilo como Willow Spring jamás podría ser. Era la noche de rodeo y supuse que por esas zonas eso era un gran asunto. Así como un gran asunto de fútbol de Texas. Casi todo el mundo ya se había dirigido fuera. Rose se había detenido en mi habitación para ver si quería ir y necesitaba que me llevaran. Le dije que no estaba segura de si iba a ir todavía, y que estaba segura de que podría encontrar a alguien que me llevara si me decidía a ir. No me gustaba decirle a Rose una mentira blanca, dos de ellas, pero no quería correr el riesgo de encontrarme abarrotada junto a Jesse en el todoterreno de la familia. A partir de los sonidos de la misma, el recinto ferial del Rodeo no se encontraba muy lejos. Lo había caminado varias veces en mi vida. Vi el todoterreno de los Walker bajar por el camino antes de agarrar mi bolso y bajar las escaleras. Miré mi teléfono y encontré las mismas llamadas perdidas que había estado perdiendo toda la semana. No era que me perdiera mucho. Mamá había saturado mi teléfono desde que llegué a Willow Springs. Nunca había respondido a ninguna de sus llamadas. Incluso había dejado algunos mensajes de voz. No los escuché. Ella llamó a Rose y dejó mensajes pidiéndole que la llamara. Nunca lo hice. Mamá era la razón por la que me hallaba en Willow Springs. No es que no me gustara estar allí. Sentí como si ella me hubiera dado de baja y fuese la forma más fácil para lidiar conmigo que pudo. En lo que se refería a mí, mamá era una profesional identificando las vías que requieren un mínimo de tiempo y esfuerzo de su parte. Básicamente, yo había sido una planta de interior durante los últimos dieciocho años. Me dieron suficiente agua y sol para mantenerme con vida, pero nada más. Willow Springs era un ejemplo clásico. En lugar de tratar de llegar al fondo de por qué su hija se hundía por la vida, ella me envió a un rancho en el campo a modo de entrenamiento para “demostrar” que era digna de la escuela de arte.
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Había tanto en mal estado sobre eso que mi cabeza daba vueltas. Hacía que mi cabeza diera vueltas, mucho. Caminé tan rápido como mis piernas podían moverse. El tiempo había sido genial la semana pasada, y esa noche no era una excepción. Afortunadamente me había puesto la capucha antes de salir. Incluso ante mi capacidad de caminar a ritmo de paso, mis piernas mayormente desnudas estaban en el umbral de la piel de gallina.
Una hora más tarde, el recinto ferial estaba a la vista. A partir de los sonidos adiviné que el acontecimiento del rodeo había comenzado. El ruido era tan impresionante, como cualquier concierto en el que jamás había estado, pero los sonidos eran diferentes. En vez de gritos y gemidos, había un montón de hee-haws y silbidos. Después de zigzaguear a través de una caravana brillante y camiones grandes, me dirigí a la entrada. —Hola, cariño —dijo la mujer de mediana edad de la entrada, tratando de hacer una inspección de mi informalidad—. ¿Sólo uno? — Agarró el rollo de entradas para sacar uno. —Um, Garth Black se suponía que iba a dejar un billete aquí para mí —dije—. Un boleto para Rowen Sterling. —Garth me dijo unos días atrás que consiguió algunas entradas gratis como un beneficio por competir, y dejaría uno para mí en el mostrador de los boletos. Por el ceño fruncido en el rostro de la dama mientras barajaba a través de unos sobres en un cajón, supuse que el billete no me esperaba. —Hmm —dijo, tirando de uno de esos sobres gratuitos—. Aquí no tengo uno de Garth Black, pero tengo uno con tu nombre en él. —Pasó el sobre para que pudiera ver mi nombre garabateado en él. Mis cejas se juntaron. —¿Estás segura que no es de Garth? —Cariño, créeme, estoy segura. —Sacó el billete del sobre y lo deslizó por el mostrador hacia mí. —Porque él se parece más o menos al resto de los chicos aquí. Sombrero grande, gran hebilla de cinturón, gran ego…. ese tipo de cosas. —Garth Black puede parecerse al resto de los vaqueros de por ahí, pero el chico que te dejó el billete es algo completamente distinto. —Mi garganta estaba seca cuando dijo—: Jesse Walker te dejó este billete. —¿Estás segura? —Traté de no verme demasiado nerviosa. Ella se rio entre dientes. —Sí, estoy segura. Cuando Jesse Walker viene sonriendo a tu puesto, no es el tipo de cosas que una chica se olvida. Conocía el sentimiento. —Está bien. —Tomé el billete—. Gracias. Mientras me dirigía a la zona de la tribuna, traté de no pensar en la emisión del billete. Garth dijo que dejaría uno y no lo hizo. Jesse nunca dijo que dejaría uno y lo hizo. Tenía un gran ¿Por qué? Tanto por esas declaraciones como por las no respuestas.
De hecho, no estaba muy segura de querer respuestas de los por qué. La tribuna era incluso más grande de lo que había visto desde afuera. Fila tras fila de gradas de metal se deslizaba hacia arriba y alrededor de la arena sucia y estaba llena en su capacidad con cuerpos. Un mar de sombreros de vaqueros y vaqueras se tambaleaban y se balanceaban en oleadas. Era un espectáculo impresionante. Y era ruidoso. Tanto es así, que casi deseaba haber tenido un par de tapones para los oídos a mano. Una pinza para la nariz hubiera sido útil también, porque el lugar tenía ese olor familiar a granero que se inclinaba más hacia el lado ofensivo. Eso podría haber sido porque pasé junto a uno de los grandes corrales donde se almacenaban un montón de toros con espuma en la boca, escarbando el suelo. Maldición. Alguien tenía que tener deseo de morir para intentar montar una de esas cosas. Corrí pasando los toros y miré mi boleto. Parecía que la mayor parte de la zona de la tribuna era general, pero mi boleto tenía un número de asiento en la lista. Así que no era un asiento barato. Jesse había separado bastante dinero para conseguir un buen asiento en un evento que parecía de un punto más arriba de salvaje para la chica que apenas había distinguido la parte delantera de la parte trasera de un caballo, hace una semana. Todavía no estaba segura de lo que sentía por la idea. Cuando vi donde se encontraba mi asiento, un asiento de pasillo sin rostros familiares cerca, decidí estar agradecida por ello. Hasta que me acomodé en mi asiento e hice un análisis rápido de los asientos de los alrededores. Jesse estaba, de hecho, muy cerca, aunque no lo suficientemente cerca para notarme. Se hallaba a unas diez filas más arriba, rodeado por un mini harén de chicas de melocotones-y-crema.
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Iban desde lindas a bonitas. Una incluso podría clasificarse como “para caer muerto” de lo maravillosa que era. Cabello oscuro, cabello claro, cabello rojo, altas, bajas, ojos marrones, ojos azules… Eran tan diferentes como podía serlo una chica de otra, pero compartían una similitud: Sus ojos claros y dulces sonrisas. Cada una de la media docena de ellas los tenía, y no era el tipo de dulce sonrisa artificial, tampoco. Eran de verdad. Sólo sabía eso porque había visto todo tipo de sonrisas falsas, fabricadas, del tipo dulce por ahí, así que cuando las verdaderas estaban alrededor, era tan claro como lo era el cielo azul. No podían disgustarme, incluso si quisiera, lo cual hacía, ya que ellas tenían la atención de Jesse y yo no. Se sentaban junto a él, y yo no. Por
mucho que quisiera negar lo que sentía acerca de Jesse, no podía ignorarlo. Mis sentimientos hacia él eran instintivos, tan automáticos como pestañear. Jesse Walker se había abierto camino dentro de mis muros impenetrables y no sabía cómo echarlo. No estaba segura de cómo había llegado allí en primer lugar. Ni siquiera estaba segura de si quería que saliera. Mucha confusión acerca de un chico. Me había convertido oficialmente en mi peor pesadilla. Si era honesta conmigo misma, desde que parecía haber un nuevo patrón para mí, estaba confundida acerca de más de un chico. Tan misterioso como a Garth le gustaba aparentar ser, era menos misterioso de lo que era Jesse para mí. Con un chico como Garth resultaba fácil descifrar sus motivaciones, especialmente desde que yo había experimentado con los de su tipo. Les gustaba mantener a las personas con el brazo extendido, aunque prefieren el término “misterio”. Les gustaba la caza, la recompensa inmediata posterior a la persecución y después estaban fuera. Limpias y permanentes roturas. Básicamente, yo era la versión femenina. Sin embargo, los Jesses del mundo eran imposibles de entender. Un buen tipo era un territorio desconocido para mí. No entendía sus motivos o sus metas, o cualquier cosa realmente. Necesitaba saber qué esperar para poder mantener el control de mi mundo. Conseguir lo que esperaba de Garth era mejor que no tener idea de lo que conseguiría con Jesse. Tomaría un corazón roto, sabía lo que iba a venir desde kilómetros de distancia de cualquier día de la semana. Tenía el control de tan poco en mi vida, que tenía que tomar decisiones calculadas para mantener el control de lo que tenía. Jesse era un gran signo de interrogación y no podía arriesgarme. Había estado tan perdida en mis pensamientos, que se me olvidó que había estado mirando todo el tiempo. O a quien había estado mirando fijamente. En cuanto salí de mi cabeza, me di cuenta de que los ojos azules de Jesse estaban fijos en los míos. Esos ojos azul cielo suyos hacía que mi estómago estuviera a punto de caerse al suelo cuando me miraba de esa manera. Hizo un gesto y sonrió. Oh, Dios. Por favor, di que no se dio cuenta de los cinco minutos enteros que estuve pensando-mirándolo.
Ya que no conseguí respuesta divina, me decidí a saludar e intentar devolverle la sonrisa. Las chicas alrededor de Jesse dejaron su charla y se dieron cuenta de a quien saludaba él. Entonces todas me dejaron asombrada, hasta la última de ellas me sonrió y me saludó con la mano. Algunas aprovecharon un poco más, creo que trataban de dejar atrás mi ropa o piercings, pero todas ellas saludaron. La chica maravillosa como para caer muerto fue la última, pero después de que su mirada pasará de Jesse a mí un par de veces, se unió. La manera en que la gente hacia las cosas por allí era muy diferente. Casi totalmente diferente. En Portland, cuando un desconocido hacía contacto visual contigo, desenterrabas una maza de tu bolso. Aquí, sin embargo, sonreías, saludabas con la mano e invitabas a dicho extraño a carne y patatas. Incluso una cínica como yo tenía que admitir que era refrescante de algún modo. Jesse dijo algo a las chicas, se levantó y recorrió su camino hacia abajo de la fila. Sus ojos se quedaron en los míos, pero no podía dejar de notar cada par de ojos femeninos moviéndose sobre el mientras pasaba. Supongo que si ese culo estuviera a medio metro de mi cara, mi mirada también habría caído durante un rato. Llevaba lo que llevaba todos los días: Vaqueros ajustados, camiseta ajustada, cinturón, botas y sombrero. Todo el mundo parecía estar un poco más vestido, como si ver un montón de tipos y ganado pisar fuerte alrededor de la suciedad fuera digno de engalanarse. Me gustaba que Jesse fuera quien era todos los días. No tenía la necesidad de ser alguien más, rodeo o no. No era más que Jesse. Bueno, él era todo Jesse. Saltando por el pasillo, su sonrisa haciéndose un poco más grande con cada paso. Me acordé de que estaba molesta con él. Tenía una novia, probablemente una de las seis que aún suspiraban por él con ojos de Bambi. A pesar de que no había dicho una mentira absoluta, había mentido por omisión. No le pides salir a una chica si es que tienes novia.
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Ese era el undécimo mandamiento. —Lo hiciste. —Jesse se detuvo al final de mi asiento y se arrodilló a mi lado en el centro del pasillo. Había olvidado lo bien que esos ojos lucían. Había pasado tanto tiempo desde que me lo permití. Mi corazón ya corría, y me había dicho dos palabras. —Gracias por el boleto. —Después de ignorarlo durante casi una semana entera, esas palabras se sentían cono una especie de derrota.
También se sentían como una victoria. —No estaba seguro de que vendrías, pero quería asegurarme de que tuvieras un buen asiento si lo hacías. —¿Por qué no habría de aparecer? —le pregunté como si yo no hubiera estado dudando durante toda la semana. —Porque yo estaba aquí. —Jesse se acercó más para que alguien lo pasara. No movió el brazo, compartiendo mi apoyabrazos una vez que pasó la pareja. Tiene novia. Una llamada Josie. Era triste tener que recordármelo a mí misma cada dos segundos. —Así que es Garth —dije—. Está compitiendo en algo esta noche. Algo que tiene que ver con una de esas criaturas diabólicas de por allá. — Señalé hacia el otro extremo de la arena, donde los toros paseaban en su corral. —Garth Black —dijo con un suspiro. Su expresión se ensombreció por un momento antes de que se aclarara—. ¿Se han estado viendo mucho el uno al otro? —Unos cinco segundos más de lo que te he visto esta semana. Tú sabes cómo es. Si no estás trabajando, estás durmiendo. Este es el primer D y R3 —Hice comillas en el aire—, que he tenido en una semana. —Hay una razón por la que nos mantienen tan ocupados, ¿sabes? — dijo Jesse, su sonrisa se recuperó. —¿Cuál es? Se inclinó, acercándose más. Tan cerca que olía el jabón en su piel. —Para mantenernos fuera de problemas. —Se rio bajo, y no pude evitar unirme. —Está funcionando. —Incluso si hubiese querido meterme en problemas, que era mi modus operandi, no tenía suficiente tiempo ni energía. Me preguntaba por qué no llevaban los delincuentes en libertad condicional a los ranchos. La atención de Jesse se desplazó a la arena cuando el MC anunció el próximo evento: Monta de toros. Al menos sabía el término oficial para ello. —¿No compites? —pregunté mientras Jesse miraba la arena. —Solía hacerlo. Hasta que tuve diez u once años, competí en equipo en el arreo de becerros. 3
Descanso y Relajación.
Juzgando que el término “monta de toro” describía perfectamente el evento que tenía lugar, hice un educado gesto de lo que arreo de becerros supone. —¿Por qué lo dejaste? —Supuse que había alguna trágica razón detrás de ellos. Una sobre la que probablemente no se abriría. —No lo dejé, Rowen —respondió mientras sus ojos se trababan de nuevo en los míos—. Es lo que hago todos los días. No necesito un brillante cinturón con hebilla para demostrar que puedo arrear a un becerro a veinte metros de distancia. Yo alcé una ceja. —Mi… O estás muy seguro de tus habilidades o en verdad eres simplemente bueno en ello. ¿Cuál de las dos es? —Estoy bien —dijo con un pequeño encogimiento de hombros. —Lo que significa que eres el mejor que dices —dije en voz baja. Su sonrisa se alzó. —El punto es, incluso si quisiera hacer rodeo, no tengo tiempo para ello, y al final del día, siento como que he competido en mi propio rodeo personal. No es una novela cuando es tu vida. —¿Entonces por qué estás aquí? —Porque en caso de que no lo hayas notado, no hay mucho que hacer por aquí —dijo, contando las razones con sus dedos—. Dos, porque la noche de rodeo es como una reunión familiar. No te la pierdes a menos que quieras que todo el mundo esté hablando sobre ti. Y tres… Tuve que caer bajo y salvar el día en caso de que Garth Black se olvidara de dejar el boleto que te había prometido. Mis ojos se estrechan un poco sobre él. No estaba segura de si era por su número tres, o porque sabía que la razón número cuatro eran las lindas chicas que aun batían sus pestañas hacia él desde diez filas atrás. —¿Por qué no te gusta Garth? —pregunté, queriendo llegar al fondo de eso. Los hombros de Jesse bajaron y subieron lentamente. Sus ojos brillaron con algo que no pude entender. Sin embargo, lo que hubiera hecho me hizo cambiar de posición en mi asiento.
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—¿Por qué a ti te gusta? Responder a una pregunta con otra era un familiar mecanismo de defensa. Yo era su fan número uno. —No estoy segura de que lo haga todavía. Todo el cuerpo de Jesse se relajó visiblemente. —Eso es bueno, Rowen, y sé que probablemente soy la última persona en la que quieres
creer cuando se trata de Garth, pero deberías mantenerte al margen de él. En serio. No te lo diría si de verdad no lo creyera. La voz y expresión de Jesse contenían tanta sinceridad. No dudaba de que lo que dijo fuese lo que él creía, pero no estaba segura de que estuviera en posición de advertirme sobre chicos que no eran buenos para mí. Yo sabía lo que no era bueno para mí, y lo estaba mirando ahora. —Lo dice el chico que me invito a salir y resulta que tiene una novia. —Eso no lo dije en voz baja. Sus ojos no me dejaron. —Y si me hubieses dado dos minutos para explicarte todo, como intenté unas cien veces en la última semana, te estarías sintiendo bastante tonta haciendo esa acusación justo ahora. —La razón por la que me he sentido tonta es porque casi te digo que sí. —Esas palabras salieron de mi boca antes de que pudiera pararlas. Los ojos de Jesse se agrandaron. —Espera, ¿lo ibas a hacer? —Su frente se arrugó—. ¿Ibas a decir que si? —¡No! —le espeté, mi voz una octava más alta. Me dio una mirada y espero—. No, no iba a hacerlo. —Su mirada se hizo más pronunciada—. No lo sé. Y ahora nunca lo sabremos, así que no importa de todas maneras. —Me importa a mí. —Su voz era suave, casi en un susurro. ¿Por qué tenía esta conversación? Yo evitaba ese tipo de conversaciones de corazón a corazón de la forma en que evitaba algo de color rosa bebé en mi armario. —Si no dejas toda la cosa de novia, cita, iba-no-iba-a-hacerlo ahora mismo —levanté un dedo e igualé su mirada—, voy a saltar en mi asiento y gritaré “OBAMA ES LO MÁXIMO” a todo pulmón. Eso llamó la atención de Jesse como se supone que debía. No necesitaba mirar las tarjetas de votación de los miles de asistentes para saber que estaría colgada y dada por muerta por decir algo como eso. Había tanto rojo aquí que apenas podía respirar. —Eres graciosa, Rowen. ¿Lo sabías? —Fue la respuesta divertida de Jesse—. Y por cierto, yo voté por Obama. Lo hubiese hecho la primera vez también, si hubiese sido lo suficientemente mayor como para votar. Rodé mis ojos. Por supuesto que lo hizo. El vaquero con la sangre de color rojo hasta la medula había votado por el azul, tan azul como puede ser un presidente demócrata. Las ironías nunca terminaban en Ningún Lugar, Montana. —Eres una dicotomía, Jesse Walker. —Golpeé el frente de su sombrero de manera que cubriera sus ojos.
—Vaya. ¿Acabas de decir “dicotomía”? —Su sombrero aun cubría la parte superior de su rostro, pero su sonrisa y esos malditos hoyuelos eran visibles—. ¿Cómo una chica que supuestamente apenas pudo aprobar la secundaria deja caer un vocablo como ese y piensa que nos tiene a todos engañados? Odiaba tenerlo junto a mí tanto como me encantaba. Tal y como iba mi relación con Jesse, estaban bastante a la par. —Sabes, que estés sentado en el medio del pasillo está creando un peligro de incendio. —Ya que no parecía que él fuera a hacerlo, puse su sombrero de nuevo en su sitio. Sus ojos eran tan divertidos como el resto de su cara—. Así que, ¿por qué no vuelves de vuelta a tu harén y me dejas sola? —Nah, ellas estás bien si mí —dijo, mirando hacia su asiento vacío—. Y te he dejado sola suficiente tiempo esta semana. —Su voz estaba llena de intenciones. Me había dejado sola, un poco, como le había pedido, pero aparentemente ya había terminado con su “tiempo a solas”. Gemí y traté de darle un codazo. Él lo esquivo con facilidad y se echó a reír. —¿Cómo llegaste aquí? —preguntó, por suerte cambiando la conversación dentro del rango aceptable. —¿Me creerías si te dijera que secuestré tu caballo? —Nop. No, no lo haría —dijo—. Sunny solo deja que yo lo monte. Ni una sola vez en diez años ha dejado a otro montarse en su lomo. —Tu caballo debe ser parcial a los depravados —murmuré. —Tal vez. Pero entonces habría tenido que dejar que lo secuestraras como mencionaste. —Tomé a la Vieja Bessie. —Me concentré en la arena para que no viera mi sonrisa. —¡Ja! Me hubiese creído más que encantaste a Sunny antes de creer que te montaste en la Vieja Bessie por voluntad propia y condujiste hasta aquí. No podía hacer que Jesse cayera en una sola cosa. —Caminé. —Seguramente lo hiciste. Alcé mis cejas.
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—¿Qué? ¿En serio? ¿Caminaste? —dijo con incredulidad—. Son, como, diez kilómetros desde Willow Springs hasta el parque. Alcé un hombro. —¿Caminaste? —repitió, como si fuese inconcebible.
—Sí, caminé. Sabes, ¿un pie en frente de otro? ¿Brazos balanceándose suavemente a los lados? —dije secamente—. Lo he estado haciendo por bastante tiempo. Casi diecisiete años. Soy bastante buena en ello. —Seguro que he extrañado esa actitud tuya esta semana —dijo de tal manera que no estaba segura de si estaba siendo un listillo o hablaba en serio. Antes de que pudiera responder con mi propio comentario sarcástico, una puerta dentro de la arena se abrió y un toro del tamaño de un tanque salió en estampida por ella. Y como si no fuera lo suficientemente aterrador, un hombre estaba encima de él aferrándose al animal y contorsionándose con una sola mano. Pensaba que el deporte era una locura basada solo en su nombre, pero viéndolo en la vida real, pensaba que locura era totalmente inadecuado. —¿Qué demonios es esto? —pregunté, completamente aturdida. No parecía posible que una criatura tan robusta y grande pudiera moverse y saltar de la manera en que lo hacía. Algo que ver con las leyes de la gravedad. Como el tipo en el lomo podía mantenerse ahí parecía otra bofetada a las leyes de la física. —Algunas personas lo llaman montar toros. Otras lo llaman deseo de muerte —dijo cuándo sonó un timbre. El hombre en la parte superior del toro saltó y cayó al suelo. Un par de hombres vestidos de payasos aplaudieron y se movieron para llamar la atención del toro mientras que el jinete se enderezaba y corría hacia la salida. El deporte se volvía más extraño por momentos. Por no mencionar más aterrador. Cualquier lugar en el que hubiera payasos involucrados, y el factor de miedo subía algunos niveles. —¿Alguna vez has hecho eso? —pregunté, aun en shock. No sabía lo que acababa de ver, pero nunca lo olvidaría. —Nop. Soy una de esas locas personas que les gusta el uso de todas las partes de su cuerpo. —Después de ver eso, tú no eres el loco. —Otro hombre se alistaba en las puertas, pero no podía ver otro paseo aun. Garth no venía todavía, así que miré de nuevo hacia Jesse. Me sonreía de nuevo. Me di por vencida y le devolví la sonrisa. Era así de contagioso. Cuando capté a la persona que se había parado detrás de él, mi sonrisa murió en el acto. Ella era incluso más bonita de cerca.
—Oye Jess, me iré —dijo la chica “para caer muerto” de las diez filas atrás descansando su mano en el hombro de él. Luego sonrío hacia mí, y por mucho que quisiera que me disgustara porque ella tenía su mano sobre él y tenía un sobrenombre para él, no podía. Las chicas ocasionalmente no suelen sonreírme cálidamente. Las chicas ni siquiera me sonreían con frialdad. —Oh, está bien —dijo él, levantándose—. ¿Se van el resto de las chicas contigo? —No, ellas estarán por aquí, a ver si consiguen tu atención de vuelta o de otro pobre y desprevenido vaquero. —Suena aterrador —respondió Jesse—. Gracias por el aviso. —Entonces —dijo la chica, mirando entre Jesse y yo—. ¿Nos vas a presentar en algún momento, o has olvidado tus modales? La frente de Jesse se arrugó. —Uh, sí. Lo siento. Ella es Rowen. Ella está… —Ayudando en Willow Springs —la chica terminó la frase mientras seguía sonriéndome—. Ya he escuchado bastante sobre ti. Es un placer conocerte finalmente, Rowen. No sabía quién había estado hablado sobre mí o que habían dicho, pero me puso nerviosa el hecho de que la chica con la dulce sonrisa ya había escuchado “mucho sobre mí”. En el pasado, cualquiera que hubiera escuchado algo sobre mí… digamos que no era por estar en el cuadro de honor. De cualquier manera, hice lo mejor que pude para pensar en positivo. —Gracias. Es un placer conocerte… —Miré a Jesse y esperé, pero parecía como si de repente se hubiera quedado mudo. Finalmente le di un codazo y le dediqué una mirada de “en cualquier momento de hoy”. —Rowen —dijo antes de aclararse la garganta—, ella es Josie. Por supuesto que lo era. Jesse no se podría haber visto más incómodo si lo quisiera. No creo que yo pudiera haberme sentido más rara. Y no creo que Josie se pudiera haber visto más ajena.
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Así que, ¿qué hacía cuando la novia del chico que me gustaba me sonreía como si no me conociera? Mantuve mi sonrisa pegada en su lugar y pegué mis manos a los reposabrazos para que no se portaran mal. —Un placer conocerte, Josie. —Soné tan rebuscada como temía que lo hiciera.
—Sabes, si estás en algún momento buscando un lugar para escaparte, el lugar de mis padres no está tan lejos de Willow Springs —dijo Josie—. Podrías venir a pasar el rato cuando quieras. Justamente lo que yo quería hacer: pasar el rato con la novia de Jesse. Tan amable como era conmigo, sabía que ella no tenía idea acerca de la cosa entre Jesse y yo. Ninguna chica podría ser tan amable con la chica que casi se convierte en “la otra mujer”. Ninguna chica le sonreiría a la chica que siente algo por su novio. Lo que sea que “algo” fuera, no lo sabía, pero definitivamente era algo. Algo serio. Algo serio que yo intentaba destripar. —Gracias, Josie. Eso suena asombroso, pero los Walker me mantienen bastante ocupada. —En cuerpo y mente. Cuando no estaba hasta mis codos en huevos revueltos, mi mente se revolvía entre dos chicos. —Puedo imaginarlo. Pero si alguna vez te encuentras a ti misma sin nada que hacer en una noche libre, llámame. —Empujó a Jesse ligeramente—. Este chico tiene mi número. Sí, me imaginé eso. Jesse se quedó en silencio todo el tiempo que Josie y yo hablamos. De hecho, estaba tan quieto que podría haber sido una estatua. No era una expresión de encontrado-con-mis-pantalones-por-las-rodillas. Había visto algunas de esas muchas veces, pero estaba cerca. Jesse sabía que pisaba hielo fino con su novia y la que pudo haber sido su amante charlando como si fuesen viejas amigas. —Estoy fuera antes de que esto se convierta en un baño de sangre. —Josie fingió un exagerado escalofrío en dirección a la arena, donde el último jinete había sido lanzado a unos diez metros del toro. Había aterrizado de una forma que no era natural—. Encantada de conocerte, Rowen. Asentí con la cabeza y me recordé a mí misma que debía ser agradable antes de contestar. —Tú también, Josie. Ella le dio un codazo a Jesse de nuevo… a la chica realmente le gustaba codearlo. No que pudiera culparla. Por cómo me había sentido por el cuerpo de Jesse, yo quisiera codearlo, también. —Te veré más tarde. ¿De acuerdo? Más tarde desnuda en la cama. —¿Estás por tu cuenta? —dijo Jesse finalmente. —Vine con un par de las chicas, pero como dije, ellas querían quedarse y pasar el rato.
—Déjame acompañarte a tu camión —dijo—. No te quiero en un estacionamiento oscuro sola. Josie sonrió. Estoy hablando de una sonrisa de ganar-la-corona-y-labanda. —Eso estaría bien. —Ella saludó en mi dirección mientras continuaba bajando las escaleras. —¿Estarás aquí cuando vuelva? —me preguntó Jesse, incapaz de mirarme a los ojos. Adivinando que todo la rutina sin problemas de “te acompañaré a tu camión” era para que el pudiera tener un rápido en la cama con ella, yo me repantigué en el asiento y miré hacia otro lado. —Probablemente no. Sentí los ojos de Jesse sobre mí, estudiándome, y luego suspiró. — Está bien, hablaremos luego. Pero si no te encuentro primero, asegúrate de que encuentres a mis padres para el regreso a casa. No, y repito, no camines a casa sola. No es seguro ni inteligente. ¿De acuerdo? Rodé mis ojos. Romeo tenía a Julieta esperando por él algunas escaleras más abajo. —Adiós Jesse. —Moví mi mano y esperé a que él entendiera el mensaje de que había terminado de hablar.
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Después de unos cuantos segundos más él entendió el mensaje. No pude evitarlo. Mis ojos se movieron hacia él mientras avanzaba pesadamente por el resto de las escaleras hacia otra chica.
7 Traducido por NnancyC, Leii123, MaryJane♥ y Mel Hillard Corregido por SomerholicSwiftie
Necesitaba algo para sacar de mi mente a Jesse. Necesitaba olvidar la forma en que me hacía sentir. Necesitaba olvidar la forma que había seguido después a su novia, su equivalente femenino. No sólo en la sección atractiva, sino en todas las demás. Yo no tenía el atractivo, el aura amistosa, la sonrisa suave, y segura como el infierno no tenía la perspectiva no-me-importa-nada. De hecho, lo que Jesse y Josie eran, yo era lo opuesto. Dudaba poder conseguir algo más opuesto si intentaba hacerlo. Necesitaba hacer algo para hacerme olvidar. O alguien. Por suerte para mí, atrapé la vista del sombrero negro de fieltro de Garth moviéndose por encima de la barra. Sentándose en la cima de uno de esos toros. Mi estómago casi tiene tiempo de arrojar todo antes de que la puerta se abra, y salga embestido, no estoy bromeando, el toro más grande de todos. Era el Zeus de los toros, y demonios si no estaba allí afuera para probarlo. El cuerpo de Garth rebotó y se agitó más o menos como un muñeco de trapo cuando Zeus pateó con sus patas traseras un par de veces antes de girar. El toro casi había hecho una revolución completa antes de arrojar a Garth. Bueno, era más como expulsar. Todo sobre ello era violento: la forma de sus brazos y sus piernas agarradas al aire, la forma en que su cara lucía, y la forma en que su cuerpo golpeó en la tierra. Nada sobre este deporte no era brutal. La discreción era comprobada en las salidas. El toro dejó de girar tan pronto como Garth había sido sacudido. Se levantó por un minuto, su cuerpo entero agitado, mientras que él y Garth parecían tener algún concurso de miradas. Solo que cuando yo no podía decidir quién sería el primero para embestir, esos payasos idiotas intervinieron y lograron que el toro se moviera hacia adelante a la puerta abierta en el final del estadio.
La multitud aplaudió cuando Garth se quedó parado, pero eso únicamente parecía ponerlo más furioso. Había visto suficientes sombras de enojo, y la expresión de Garth definitivamente se encontraba en la cima de la lista de diez. Dando fuertes pisadas donde su sombrero había aterrizado, se limpió el polvo antes de colocarlo sobre su frente. Sin apenas un saludo o incluso una mirada de reconocimiento a la multitud que todavía aplaudía por él, Garth se propulsó fuera del sucio estadio. Había conocido nada de nada sobre montar toros viniendo al rodeo, pero había captado lo suficiente para saber que su rodeo no había llegado al timbre. No estaba segura si eso significaba que recibió un puntaje menor o no recibió puntaje, pero de cualquier forma, sabía que él no se iría con una brillante, nueva hebilla abrochada. Sabía lo que era fracasar así. Si era una experta en algo, era en fallar. No estaba segura si Garth quería ver a alguien inmediatamente, pero no dolería intentarlo. Había visto suficiente gente montando toros por una noche, y en realidad no quería estar en ese asiento cuando Jesse regresara con un rostro sonrojado y una sonrisa satisfecha. No, gracias. Me encontraba fuera de mi asiento y bajando las escaleras en un destello. No sabía exactamente donde estaría, pero me dirigí en la dirección de un grupo de sombreros de vaqueros moviéndose por encima de la puerta en el lado opuesto del estadio. Estaba muy segura que uno de esos negros tenía que ser suyo. Conseguí un par de miradas curiosas cuando zigzagueaba hacia la manada de vaqueros con números en sus espaldas. Tal vez iba a un área “fuera de los límites”, pero ya que nadie me detuvo, seguí. Evitando una soga, me dirigí por una espalda familiar. Llevando su firma colorida en todo, desde sus botas hasta sus zahones, su cuerpo todavía estaba rígido, pero tenía una cerveza en sus manos. Todo tenía que estar, en cierto modo, bien en el universo. Había una multitud de buen tamaño rodeando a Garth, todos cerca de la misma edad y bebiendo de sus propias cervezas, probablemente contando las desgracias de montar toros, cuando me detuve unos pasos detrás de él.
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—No sé quién parecía más molesto allí —dije—. Tú o el toro. Garth giró. Tenía un serio ceño fruncido en su rostro. Eso fue, hasta que me miró. Sus ojos me recorrieron arriba y abajo una vez, luego nuevamente. Cuando sus ojos terminaron en los míos, se congelaron. — Este es un rodeo, cariño. No el circo. —Su voz era justo como un hielo.
Me estremecí. Al menos por dentro. Tomó todo dentro de mí para soportar hacer una mueca de vergüenza en el exterior. —Discúlpame, ¿Garth no-puedo-permanecer-sobre-un-toro-por-más-de-dos-segundos Black? Y gracias por recordar dejarme una entrada, idiota. —Estaba cerca de girar y salir al infierno de ahí cuando una sola sonrisa salió de él. —¿Rowen? —dijo, como si no pudiera haber estado ya boquiabierto—. Santa mierda. Sabía que tú eras problemática, sólo no pensé esta turbulencia. —Movió su mano arriba y abajo en mi dirección y sacudió su cabeza—. Puedo ser capaz de pasar por alto el desastre caliente si eres tan rara en la cama como vistes. No decía nada que no haya escuchado antes, pero me había tomado por sorpresa. Siempre estaba en guardia por estas clases de palabras crueles y nombres asquerosos, pero había dejado ese muro caer hace poco. Cada una de sus palabras me golpeó en una llaga. Cada una de ellas dejaría una cicatriz permanente. Ese era el por qué no dejaba mi pared caer. Incluso ni por un segundo ya que en el momento en que lo hice, recordaba por qué las había construido en primer lugar. Asegurándome que esas paredes se encontraran de vuelta en su lugar de antes de contestar, lo miré. —Sabía que eras un presumido, sólo no me di cuenta cuanto hasta que vi ese lamentable rodeo. —Él podía haber sabido donde oculté mi vientre emocional, pero suponía donde el ocultó el suyo, también. El rodeo. Ganar. Probar que no era un fracaso. Probárselo a sí mismo y a todos los demás. Por la expresión oscureciendo su rostro, sabía que había golpeado directo en el blanco. —¿Por qué no te vas al infierno de aquí? —dijo antes de apuntar a la salida—. Estás confundiendo todo. —Puso su mano sobre su boca a modo de bocina y gritó—: ¡No, gente! ¡No es Halloween! ¡Es solo nuestra rara vecina que está haciendo comentarios raros esta noche! Mierda. Eso habría hecho algún daño si esas paredes no estuvieran levantadas de nuevo. Había sabido desde el comienzo que Garth era uno de esos problemáticas, almas furiosas, pero nunca pensé que fuera tan cruel, del tipo completamente desagradable. Arrojando su mano, tomó un sorbo de su cerveza. Esa mirada predatoria en sus ojos regresó. —Ya sabes, cuando los maestros nos dicen que no tengamos miedo de ser quienes somos, tú realmente no deberías haberlos escuchado. El resto de los chicos a su alrededor rio. Unos cuantos intentaron ocultar su diversión, pero la mayoría no lo hizo. Odiaba ser el motivo de risa. Odiaba ser vista como un idiota. Odiaba sentirme de la forma que lo hacía en aquel momento. Me volví para precipitarme por la salida, cuando un cuerpo avanzó pasándome.
—Cierra la maldita boca, Garth. —Jesse se puso en guardia a sí mismo en frente de Garth y todos a propósito bajaron la mirada ante él. —¿Y qué te hace pensar que escucharía algo de lo que dices? — respondió Garth, su voz y su expresión vaga y sin convicción. Los puños de Jesse se cerraban y relajaban. —Porque sé, y sabes, que yo no tendría problema cerrándote la boca si no quieres hacer esto de la forma fácil. Esas palabras, o esa advertencia, permanecieron en el aire por un momento. El resto de los chicos alrededor de Garth caminaron hacia atrás un par de pasos. Tal vez para darle a esos dos el espacio para que resolvieran la situación a puñetazos, si llegaba a ese extremo, o tal vez sólo porque ellos temían el manojo sinnúmero de músculo que era Jesse Walker. Cual sea la razón, esos chicos eran diez veces más inteligentes que Garth Black. Él sólo se quedó ahí, mirando a Jesse y dando tragos a su cerveza. —Adelante —dijo Garth después de un sólido minuto de su mirada silenciosa—. Ella es toda tuya esta noche. Tomaré mi turno luego. — Mirando en mi dirección con una mirada de disgusto, sacudió la cabeza—. No es exactamente como si fuera brillante y nueva. —¿Que dijiste? —espetó Jesse, caminando hacia Garth. Ellos habrían estado nariz con nariz si tuvieran la misma altura—. ¿Qué dijiste, pequeño pedazo de mierda? Era la primera vez que había escuchado a Jesse con emoción verdadera. Aparte de esa vez en la cocina, la que parecía como la piscina de niñitos en comparación a lo que veía, no había visto los párpados de Jesse cerca de salir disparados. Lo había convertido en un furioso, maldito, loco hombre. Había sido la única en hacerlo perder su calma. Por supuesto, que lo que Garth había dicho e hizo realmente lo hizo explotar, pero yo estando aquí, siendo el blanco de las palabras de Garth y siendo quien era, había preparado el fuego ante la llama embraveciéndose en frente de mí.
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No estaba segura si alguna vez había tenido un momento de menor orgullo. Estaba bastante arruinada. Había hecho lo que Rowen Sterling hacía mejor e hice un tornado de mierda. Suficiente por una noche. Antes de que los chicos dijeran otra palabra, giré y me alejé a toda prisa del infierno. Tal vez una vez que me fuera, ellos podían perdonarse, olvidar, darse las manos, y compartir un par de cervezas. Eso es lo que los chicos hacían, ¿verdad? Una vez que estaba fuera del recinto, en la oscuridad y tranquilidad, me sentí cómoda. Como si pudiera respirar otra vez. Tanto como había
intentado pelear el frío cuando llegué, pero una vez que caminé rápido un par de kilómetros del camino, mi cuerpo estaba tan caliente que levanté las mangas de mi sudadera con capucha. Hice una nota para recordar una linterna la próxima vez que planee una caminata nocturna. Afuera en los campos, no había alguna cosa como luces de ciudad. Si no fuera por la claridad del cielo y además la luna llena, había estado perdida de inmediato. Los grillos realmente cantaban, y por primera vez desde que llegué a Willow Springs, encontré el sonido relajante. Había mantenido mis ventanas cerradas por las pasadas semanas porque esos pequeños hijos de puta hicieron un montón de ruido, y para una chica de ciudad acostumbrada a recibir serenatas por las bocinas de autos y sirenas, intentar dormir, con un coro de grillos era como tratar de dormir con una bocina de niebla a unos pocos centímetros de mi oído. Sin embargo, me había acostumbrado a los grillos. En una semana, había cambiado. El campo lentamente hacía su camino dentro de mí. Primero las personas por ahí que, aparte de Garth Black, tenían que tener alguno de los corazones más grandes en el planeta, y los grillos. Tenía una sensación que estaba cuesta abajo. Me hallaba, tal vez a un kilómetro del camino y a un millón de kilómetros de mis pensamientos cuando escuché un coche aproximarse. Bueno, una camioneta aproximarse. El conductor atenuó las luces mientras se acercaban. La camioneta no era familiar para mí, así que sabía que probablemente debería esquivarla en el campo y correr, pero si la persona dentro de esa camioneta quería atraparme, estaba muy cerca de correr sin que importara. Además, podía calificar como el corredor más lento del mundo. Las botas pesadas no ayudaban. La ventana del conductor zumbó al bajar, y una dulce sonrisa me recibió. —Si Jesse supiera que estabas fuera aquí caminando sola, me rompería algo —dijo Josie, ralentizando la camioneta para mantener el paso conmigo. —No lo sabe y no necesita saberlo —contesté—. Así que no necesitas preocuparte por Jesse quebrándote algo. —Mis ojos se desviaron automáticamente a la cama de su camioneta, y mi estómago se torció—. ¿Y tú no te fuiste hace un rato? —Lo hice. Hasta que me di cuenta que había olvidado mi bolso. Olvidaste a tu novio, también casi agregué.
—Sube —dijo con una inclinación de su cabeza—. Te daré un aventón. Willow Springs está en mi camino. Pensé sobre eso por todo un segundo. Todavía tenía un par de kilómetros para llegar, estaba exhausta física y emocionalmente, y sabía que el rodeo estaba cerca de terminar. Jesse y los Walkers conducirían por la calle pronto, y pararían en el instante que me vieran. No quería estar presionada contra Jesse en un coche nunca. —¿Estás segura? —pregunté, ya cruzando hacia la camioneta. —Tan segura como segura puedo estar —contestó. La camioneta de Josie era agradable. Era roja reluciente, y a pesar de que no parecía tener una escalera en ella, tuve que saltar para conseguir entrar en el asiento del pasajero. —Gracias —dije mientras abrochaba mi cinturón en su lugar—. No pensaba realmente cuando caminé al rodeo esta noche. Supongo que deslicé de mi mente que también tendría que hacer un viaje de regreso. — Bajé la mirada a mis botas. Podría haber enumerado algunos kilómetros en mi día, pero quince kilómetros en el lapso de una noche era un poco ambicioso. Ya sentía un par de ampollas en mis talones. —El Señor sabe que he hecho muchas cosas sobre las que realmente no pensé tampoco. —Contestó mientras aceleraba. La camioneta también era una de esas ruidosas—. Cosas peores como no usar los zapatos adecuados para caminar. —Estaba oscuro dentro de la cabina, pero la cara de Josie se veía visiblemente ensombrecida. La Señorita Bombón y Crema también tenía secretos. Ella había cometido errores de los que se arrepentía. Sabía que todos los cometieron en teoría, pero algunas veces esa teoría no parecía aplicarse a personas como Josie. —Sí. Yo, también. —Había una enciclopedia completa llena de registros de las cagadas y errores que cometí en tan sólo dieciocho años de vida.
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Unos pocos segundos de silencio pasaron antes de que el rostro de Josie se aclarara. Esa sonrisa que parecía tan permanentemente incrustada en su rostro mientras la de Jesse estaba en el suyo, se transformó. Por más que quisiera que me disgustara, no podía. —¿Tienes novio? —preguntó. Resoplé. —Demonios, no. —¿Por qué no? Podía también ser honesta con la chica. —He estado con algunos pedazos de mierda, he perdido la cuenta. Ese es el porqué.
Josie miró sobre mí. —Algunas veces una chica necesita estar con un pedazo de mierda… —O cincuenta —murmuré. —… para que pueda darse cuenta cuando llega uno que no lo es. —Levantó los hombros—. Cuanto más experiencia tengas con los pedazos de mierda estás mejor equipada para identificar uno que no lo sea. Asentí mientras me preguntaba cómo aquellas palabras lucirían como tatuajes de un lado a otro por mi frente. Podía cambiar un montón las vidas de las chicas. —Entonces, ¿qué te pareció el rodeo? —Josie se movió de un tema a otro tan rápidamente que estaba a punto de conseguir el latigazo. Fue una mierda. —Fue… interesante. —Me decidí por eso. Interesante era una palabra versátil y mi huida cuando no quería admitir la verdad. —Sí, me imagino que aparenta ser bastante bárbaro si nunca has subido a un rodeo —dijo ella. Hubo puntos bajos definitivamente bárbaros, pero no tenían nada que ver con el rodeo real. Me encogí a mi respuesta. —¿Vas a ir al gran baile de verano y barbacoa la próxima semana? —Dado que esta es la primera vez que oigo de él, no lo creo. — Después de esa noche, haría que mantenerme alejada de las masas de vaqueros fuera una prioridad. —Tienes que ir. Todo el mundo está invitado. Hay un montón de buena comida, algo de buena, vieja música country… —Me encogí en la parte de la “buena” música country—, vaqueros lindos, y un muy buen momento. Ven. Puedes pasar el rato con las chicas y yo. Si no quieres conducir en la caravana de Walker, puedo recogerte. O Jesse podría darte un paseo en la Vieja Bessie. A pesar de que es una experiencia que estoy segura sin la que puedes vivir. —Desafortunadamente, la Vieja Bessie y yo ya estamos familiarizadas —dije—. Pero tienes razón. Esa fue una experiencia que no hubiera podido quedarme sin haber hecho. —La parte de la Vieja Bessie, no tanto la parte de Jesse. —¿Has estado en la camioneta de Jesse? No me perdí el matiz sutil allí. Era la Vieja Bessie antes de que ella se enterara de que había sido una pasajera en la camioneta de su novio. Luego se convirtió en la camioneta de Jesse.
—Eh, sí —dije, preguntándome si era demasiado pronto en el viaje a meter mi pie en mi boca—. Sólo una vez, sin embargo. Cuando él me recogió en la estación de autobuses. No he viajado en ella desde entonces. Incluso ni siquiera la he visto. —Jesse en la cama de su camioneta esa noche fuera del establo saltó a la mente. Había sido un vaquero al estilo Tom El Mirón esa noche. Probablemente no es algo que debería admitirle a ella—. Quiero decir, no he visto su vehículo en marcha, con él, desde el primer día. Oh, querido Dios. Golpéame para estar en silencio antes de decir algo más. Tal vez era por eso que alejaba a la gente: era un mecanismo de defensa para impedirme a mí misma ir lloriqueando como una idiota. Josie me miró con curiosidad, pero eso fue todo. —No es una gran sorpresa desde que la Vieja Bessie no es una gran fan de las carreras. Por lo menos no de manera consistente. —Ella se echó a reír, y no podía dejar de unírmele. Si no podía reírme de algo así como la camioneta de Jesse, no había esperanza para mí. —¿Y? ¿Vas a venir? —preguntó una vez que paramos de reírnos como un par de niñas. —Voy a pensar en ello —dije, agarrando el mango por encima de la ventana y colgando por la vida mientras Josie tomó un giro a la derecha a cuarenta kilómetros por hora. Y yo que pensaba que Jesse conducía como un loco. Al parecer, los límites de velocidad y las normas de tráfico no se aplicaban a los niños del país. —¿Qué hay que pensar? —preguntó mientras las llantas de su camioneta derraparon cuando tomo la curva—. Música. Barbacoa. Baile. Chicos lindos en pantalones ajustados. No hay nada en esa línea que se necesite pensar. Estuve de acuerdo con al menos una de las cuatro cosas allí. —Si… bueno —me mordí el labio y decidí cuanto iba a decir—, no creo que encaje muy bien en ese tipo de cosas. —Eso lo resumió sin entrar en demasiados detalles. —¿Quién lo dice? —dijo ella al instante.
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—Garth —admití. No podría decir si Josie se encogió o se estremeció, pero si a alguien podría desagradarle tanto Garth Black tanto como a mí después de esta noche, era Josie. El hecho de que no éramos fanáticas de la misma persona me hizo sentir una especie de hermandad con ella. Como si fuéramos hermanas con los mismos gustos por los chicos. Cuanto más pensaba en eso, más cierto era. No sólo no nos gustaba el mismo chico; si no que a las dos nos gustaba el mismo chico.
—¿Qué hizo dijo, o arruinó ese idiota? —Su voz adquirió un cierto escalofrío. No hubiera adivinado que Josie tenía la palabra "idiota" en su repertorio. Realmente compartimos una especie de hermandad. —Sólo una cosa idiota… —empecé—. Acerca de mí siendo un bicho raro. O vistiéndome como uno. Realmente no lo sé. O presté atención — mentí. Por lo general no me preocupaba por los insultos constantes, pero cuando vinieron de Garth, un chico al que pensé que le gustaba, los nombres me cortaron más de lo habitual. —Voy a decirte algo, Rowen, y quiero que realmente me escuches. ¿De acuerdo? —Maldición. Sus manos casi temblaban encima del volante—. No dejes que un tipo como Garth Black arruine tu verano. Y no dejes que arruine tu vida. Chicos como ese, personas más allá del punto de salvación, tienen un solo objetivo: llevar a otros abajo con ellos, como les sea posible. Y son buenos en eso. Desde luego, no esperaba obtener un sermón de Josie por los malos caminos de Garth Black cuando me metí en su camioneta, pero lo aceptaba. —¿Está bien, Rowen? Mantente alejada de Garth, y si él te da un mal rato, hagámosle saber a Jesse. Él se encargará de eso. —Me miró y levantó las cejas. Obviamente esperaba una respuesta. —Está. Bien —dije dramáticamente, dándole un saludo. Después de que dijo eso, esquivaría a Garth tanto como Willow Springs me permitiera. Hablando de Willow Springs… Nos detuvimos en el camino. La casa se hallaba a oscuras excepto por las luces del porche y esa solitaria lámpara brillando en la ventana. Llegamos a la casa de los Walker, así que todo lo que tenía que hacer era correr arriba y encerrarme en mi cuarto antes de que regresaran. No estaba de humor para resumir la noche, y realmente no estaba de humor para ver a Jesse. —Gracias de nuevo por el viaje, Josie —dije antes de saltar fuera de la camioneta. —En cualquier momento. —Inspeccionó la casa de los Walker. Cuando sus ojos se dirigieron a la ventana de mi dormitorio en la segunda planta, su expresión cayó. Yo sólo esperaba que no fuera porque era clarividente y supiera que había chequeado a su chico desde esa ventana—. Si no te veo antes, espero verte en el baile o de lo contrario voy a venir y arrastrarte hasta allí. Estaba a una semana. Una eternidad. Así que me encogí de hombros y dije: —Me aseguraré de llevar mi ropa de no-bicho raro. —Usa lo que te dé la gana —respondió ella.
Saludándola con la mano, cerré la puerta y me dirigí al porche. La chica retrocedió de la calzada igual de rápido que condujo por la calle. Una vez dentro, subí las escaleras y a mi habitación tan rápido como mis pies calzados y con ampollas podían llevarme. Era tarde, estaba cansada y lo único que quería hacer era meterme en la cama y poner el día en la carpeta de eliminación. Pero primero, necesitaba un pijama. Por desgracia, no había escuchado a Rose cuando me recordó subir mi ropa. En medio de la labor del amanecer al atardecer, haciendo una tarea más al final del día no sólo hubiera sido una prioridad. Mientras tocaba a través de mis cajones, incapaz de encontrar una prenda de vestir que podría funcionar como ropa de dormir, me di cuenta de que debería haber hecho la colada personal una prioridad. Vivir y aprender. Desesperada, abrí el cajón de abajo. Sabía que iba a estar vacío — los cajones superiores tenían espacio suficiente para albergar mi ropa— pero tenía que comprobarlo. Y los cielos se abrieron y cayeron camisas de pijama. No eran mías, pero una camiseta blanca doblada se hallaba en la esquina trasera del cajón. La saqué y olfateé. Era fresca. Me levanté y dejé que se desplegara frente a mí. Limpia, también. El dilema de mi pijama estaba resuelto. Me deslicé fuera de mi ropa de bicho raro —de acuerdo con Garth Black— y me deslicé en la camiseta blanca. Bajó hasta mis rodillas, y estaba bastante segura de que podía meter dos Rowens más dentro de ella, pero no me quejaba. No pude meterme en la cama lo suficientemente rápido, y después de un par de minutos, me dormí.
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Caí dormida rápido sin ningún problema. El permanecer dormida, no tanto. No sabía qué hora era, pero todavía estaba oscuro y la casa se hallaba en silencio. Furtivamente le di un vistazo a mi teléfono, vi que era justo después de la medianoche. Apenas había dormido durante dos horas enteras, y de la manera en que me sentí, dudaba que pudiera volver a dormir pronto otra vez. Quité las sabanas y me dirigí a la ventana. Tal vez los grillos me arrullarían para volver a dormir. Una ráfaga de aire frío entró en mi habitación, al instante llenándolo con el aroma de la hierba y el sonido de los grillos. Me puse de pie junto a la ventana y respiré unas cuantas respiraciones lentas. El todoterreno de los Walker se encontraba en su lugar
habitual, y desde las vistas del barracón, todo el mundo dormía. Excepto yo. Me metí en la cama, cerré los ojos y traté de volver a dormir. Tratar era la palabra clave. Estaba a unos dos minutos de caer dormida cuando extraños sonidos chirriantes comenzaron fuera de mi ventana. Ni siquiera un segundo más tarde, algo se arrastró dentro de dicha ventana. Bueno, alguien se arrastró dentro. En lugar de gritarle al sangriento asesinato, rodé a través de la cama, agarré una de mis botas, y la apunté al objetivo. La bota giró en el aire y no podía haber aterrizado en un lugar mejor: justo en el lado de la cara de la persona. La sombra oscura resopló en sorpresa, o tal vez de dolor, y se levantó en toda su altura. Habría escogido a un monstruo del tamaño de Goliat para pelear. No era mi mejor momento. Preparaba las cuerdas vocales, lo que debería haber hecho en lugar de alcanzar la bota cuando la figura se acercó. —Buena puntería. —La voz era tan familiar que no necesitaba una luz para identificar quien se encontraba en mi habitación. Pero aun así encendí la lámpara de la mesilla de noche. —¡Jesse! —Me las arreglé para gritar sin hacer ruido ya que tres chicas dormían cerca—. ¿Qué demonios? —Una pregunta rápida —dijo, levantando su dedo mientras se frotaba el lugar donde lo había golpeado con su otra mano. —¿Qué? —dije, preguntándome qué demonios hacía Jesse Walker en mi habitación después de la medianoche. —¿Estás pensando en lanzarme algo más? —No, siempre y cuando no me asustes hasta morir otra vez —dije, por fin calmándome lo suficiente como para darle más que un vistazo rápido. Mis ojos casi saltaron fuera de mi cabeza. Usaba en su pijama, también: un par de pantalones azul marino cortos hasta las rodillas, junto con… absolutamente nada más. Sin camisa, sin zapatos, sin sombrero. Era menos del aspecto de vaquero que había visto de Jesse, y a pesar de que era sexy de seis maneras en su equipo de vaquero, este aspecto era difícil de superar. Probablemente tiene algo que ver con todo el bronceado y musculoso cuerpo en exhibición.
—¿Rowen? ¿Está algo mal? —Sonaba como si estuviera a punto de comenzar a chasquear sus dedos delante de mi cara—. Porque tus ojos están haciendo algo parecido a los locos ahora mismo. Eso es porque estás prácticamente desnudo y pareces descendido de los dioses. Casi tuve que dar una palmada a mi cara para despejar mi expresión aturdida. —¿Aparte de que saltes en mi habitación en medio de la noche? No, nada está mal. —Tuve que mirar hacia otro lado o estaba segura de que mis ojos se cruzarían. Mis ojos se posaron en la ventana—. ¿Y cómo demonios has entrado aquí? —Corrí a la ventana. Síp, lo que me recordó de la ubicación antes de que Superman se disparara: dos pisos de altura, directo hacia arriba. Sin techo, enrejado, o una escalera para subir. Nada más que el revestimiento. Así que si no tenía ADN de Superman, era ADN de Spiderman. Jesse apareció a mi lado y metió la cabeza por la ventana conmigo. Su hombro se frotó contra el mío. El inocente roce prácticamente me deshizo. —Estás mirando en la dirección equivocada —dijo, inclinando la cabeza hacia arriba. Hice lo mismo. Todo lo que vi fue la silueta del techo y otra ventana situada justo debajo de donde se unía con el techo. Nunca la había notado antes. Era un poco más pequeña que mi ventana, pero una luz brillaba en ella, también. Jesse Walker había estado durmiendo tres metros por encima de mí todo el tiempo. —Mierda. —¿Ya has adivinado como lo hice? —preguntó con ansiedad. Afortunadamente, había adivinado que mi sorpresa tenía que ver con cómo había llegado desde el punto A al punto de mi D.ormitorio4. Supongo que todavía estaba en shock por toda esa hazaña, pero la mayor parte se centró en el hecho de que había estado durmiendo justo encima de mí todo el tiempo.
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—Supongo que tiene algo que ver con la locura —respondí. Realmente no tenía explicación lógica de cómo había reducido casi tres metros sin la ayuda de una cuerda o una escalera o polvo de hadas. Jesse me dio un codazo con el brazo que alguna vez fui tan consciente de correr a lo largo del mío. —Tal vez un poco de locura, pero también una gran cantidad de habilidades. Pero, vamos. ¿No vas a hacer por lo menos una conjetura en cuanto a cómo lo hice? Abrí la boca. 4 En inglés es un juego de palabras que es así: from point A to point my B.edroom.
—¿Algo que no tenga que ver con la locura, tal vez? —intervino él. Bueno, podría hacerlo. Empujando toda la locura, el ADN de superhéroes, y los milagros de lado, traté de ponerlos juntos. La ventana de Jesse a mi ventana. Nada más que un montón de blanco cedro y una chimenea de adoquines a un par de metros hacia un lado… —Oh, Dios mío. —Sentí que mi estómago cayó mientras escaneaba la chimenea. Corría desde el suelo hasta más allá de la azotea. Justo al lado de mi ventana, junto a Jesse—. Por favor, dime que no hiciste lo de… —¿Bajar por el lado de la chimenea? —Estudió la chimenea conmigo y sonrió—. Sí. Lo hice. Si perdía un pie o una mano, podría haber caído de unos buenos seis metros. No había proyectiles afilados o rellanos concretos debajo, pero aun así. En el mejor de los casos eran algunos huesos rotos y hemorragias internas. El peor de los casos era un billete de ida a la otra vida. —¿Y se supone que los jinetes tienen algún tipo de deseo de muerte? Jesse rio. —Lo he hecho decenas de veces, y lo bueno de la chimenea es que es predecible. No tiene que preguntarte de qué manera va a girar, o qué tan alto va a corcovear. —Já. Já —dije sin humor. Vi muy poco humor en la situación. Claro, Jesse se hallaba de pie a mi lado, hablando conmigo, frotando su excelente cuerpo, casi desnudo contra el mío, pero si necesitaba verme tan desesperadamente, ¿por qué no sólo entraba por mi puerta? —¿Por qué demonios hiciste eso? —No podía mirar por la ventana por más tiempo. De hecho, nunca miraba fuera de todos modos. —Debido a que tenía que hablar contigo, y no pude terminar lo que tenía que decir esta noche —dijo, agachándose de nuevo en la habitación—. He estado tratando de hablar contigo durante toda la maldita semana, pero me has estado esquivando como un becerro en el día de marcado. Apreté los labios para no reír. Él hablaba en serio, y no quería herir sus sentimientos, pero ¿en serio? ¿Igual que un ternero en día de marcado? Ciertamente nunca lo había oído antes y dudaba de que alguna vez volviera a hacerlo fuera de Willow Springs. —Toda esta semana, la ventana ha estado cerrada, así que cuando me enteré de que finalmente estaba abierta, decidí hacer mi movimiento. Porque, Rowen, necesito hablar contigo, quieras o no hacerlo. Tengo que explicar un par de cosas. Puede que haya estado mal el entrar por tu ventana en la noche, pero realmente no me dejaste otra opción.
Seguí apretando mis labios. Jesse todo nervioso y divagante era adorable y atractivo en muchos niveles, pero él había entendido mal la pregunta. —No, ¿por qué? Como en ¿por qué necesitas verme? Sino ¿Por qué? Como en ¿por qué no solo llamabas a mi puerta? —Me dejé caer en el borde de mi cama y traté de mantener los ojos en los suyos. Cuando sus manos se movieron a las caderas, la hazaña se hizo casi imposible. —Debido a que no habrías contestado y porque no quería preocuparme de despertar a mis hermanas. Y porque no quiero preocuparme por responder tus preguntas sobre qué hacía al llamar a tu puerta por la noche. Y debido a que podría subir a esa chimenea con los ojos vendados. Y porque realmente esperaba impresionarte con mis locas habilidades de escalar chimeneas. —Los hoyuelos de Jesse surgieron. Mi garganta se secó—. Entonces, ¿estás impresionada? Los hombres y su necesidad de impresionar. Mirando de él a la ventana, de regreso a él, dije: —Considérame suficientemente impresionada. Sus hoyuelos se profundizaron un poco más con su sonrisa. —Yo diría que mi trabajo aquí ha terminado, excepto que en realidad sólo ha comenzado. —La piel entre sus cejas se juntó mientras estudiaba mi gran camisón. Dos y dos se unieron justo cuando su rostro se encendía. —Linda camisa —dijo, pareciendo un poco presumido. —Por lo menos estoy usando una —dije, dándole la ojeada más breve que pude manejar. —Estaba sin camisa —dijo, levantando los hombros—. Tienes suerte de que tenía pantalones cortos. Sí, ¿esa quemadura en mi garganta? Fue a partir de las llamas en erupción en mi estómago.
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—No, estás de suerte —dije—. He oído hablar que el roce de los adoquines es muy incómodo. —Voy a tomarte la palabra —dijo, seguido de una risita—. Pero, en serio. La próxima vez que desees pedir prestada una de mis camisas, todo lo que tienes que hacer es pedirla. No tienes que robarla cuando no estoy mirando. Me di cuenta por su cara que bromeaba, pero yo no estaba de humor. —No la robé. Se hallaba en unos de los cajones de mi aparador. El… —Inferior —Jesse terminó mi pensamiento.
Mi sospecha de que Jesse fuera clarividente parecía cada vez más probable. —¿Cómo sabes eso? —Porque ahí es donde las guardaba. —Se encogió de hombros y se cruzó de brazos. Me encantaba cuando cruzaba sus brazos. Me encantaba aún más cuando estaba sin camisa—. Debo haber dejado una. —¿Dejado una? ¿Tienes el hábito de dejar tus cosas en cajones al azar por toda la casa? —No, pero trato de hacer un hábito de dejar mis cosas en mis cajones de la cómoda. —¿Tú cajón de la cómoda? —repetí lentamente, agarrando la colcha para cubrir mis piernas. La camisa me había parecido grande antes, pero con Jesse mirándome de esa manera me hacía sentir todo tipo de exposición. —Bueno, sí. —Abrió los brazos e hizo un giro—. Esta es mi habitación. —¿Vamos de nuevo? —Sabía que no lo había oído mal, pero me hubiera gustado. —Esta ha sido mi habitación desde el primer día. Mi armario, mesita de noche… —Su sonrisa se curvó más en un lado mientras examinaba el espacio a mí alrededor—… mi cama. Y mis mantas. —Dio unos pasos hacia su cama y sus mantas, y sentí como un millar de mariposas se hubiesen desencadenado en mi estómago por la forma en que me miró. —¿Por qué te cambiaste? —pregunté. —Porque venías —respondió con total naturalidad—. Sé, por haber crecido con tres hermanas que la habitación de una chica tiene que estar al alcance de un cuarto de baño, y la habitación está mucho más fresca que el ático en el verano. Finalmente entendí por qué no podía escapar del olor o la presencia de Jesse incluso cuando me encerraba en mi habitación. Había estado durmiendo en el mismo colchón que tenía. Me había acurrucado debajo de la misma manta vieja que tenía. Habíamos compartido una cama todo el tiempo sin siquiera tocarnos. —¿Simplemente recogiste tus cosas y te instalaste en el ático porque yo iba a venir? —dije, sonando tan atónita como me sentía. Él asintió. —Pero ni siquiera me conocías. Su frente se arrugó, y me miró con curiosidad. —No tuve que hacerlo. Necesitabas una habitación. Yo tenía una. Y el ático se hallaba vacío.
—Haces que parezca tan fácil —dije, sacudiendo la cabeza. Dudaba que alguna vez hubiese averiguado la bondad que se movía en el interior de Jesse Walker. Era del tipo que no tenía sentido en nuestro mundo. —Es fácil, Rowen —dijo—. Además, mira cómo todo salió bien. Estás durmiendo en mi cama, con mi camiseta, y no me has tirado por la ventana por saltar dentro de ella de forma inesperada en medio de la noche. No estoy exactamente en el lado perdedor de este arreglo. Intentaba hacer menos que una gran oferta de algo que era un asunto muy grande. Si tuviera que entrar en el ático porque algún extraño llegaba en el verano, amable era la última cosa que hubiera sido. —Gracias —le dije, sin nada más que ofrecer—. Eso fue algo muy bueno. Hizo un gesto como si nada, y se acercó a la cama. —Por favor. Cuando tenga que cambiarme de nuevo, puedo dormir todo caliente y feliz cada noche sabiendo que estuviste en mi cama durante todo el verano. —Muy despacio, se sentó a mi lado en el borde del colchón. Se hallaba en el borde de la cama, que podría haberse caído. Y ahora, Jesse y yo compartíamos una cama en el sentido literal. Si fuera posible, lo latidos de mi corazón se aceleraron un poco más. —Eso vale totalmente la pena por pasar un verano en el ático —dijo, mirando entre el colchón y yo con una sonrisa. Sus ojos se clavaron en los míos, y con él, tan cerca que podía distinguir cada partícula de oro de sus ojos azules—. Guau. —Su cabeza se inclinó hacia un lado—. Tus ojos son azules. Mi cara se llenó de confusión hasta que recordé, Jesse nunca me había visto sin mis contactos. Ya que los sacaba antes de acostarme y rápidamente los reemplazaba después de despertar, nadie más en Willow Springs lo había hecho tampoco. —Uso contactos —dije mientras seguía examinando mis ojos con una intensidad que sentí como si estuviera a punto de hacerme quemar. —Oh, ¿cerca o lejos? —Ninguno.
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—Entonces, ¿por qué usas lentes de contacto? —Son de color —le dije, preguntándome por qué Jesse tenía que ser tan observador. Por supuesto que tendría que estar atraída por un chico tan observador que probablemente recordaba el color de camisa que llevaba ayer.
—Pero tus ojos eran tan oscuros antes. No podría decir si eran de color marrón oscuro o negro. Mis hombros rodaron hacia adelante. Nunca había tenido que explicarlo antes. Las pocas personas que conocían el color real de mis ojos no se preguntaban por qué usaba lentes de contacto de color oscuro; simplemente parecía apropiado. —Me gusta la oscuridad —dije, envolviendo el edredón a mí alrededor. —Me he dado cuenta. —Enganchó una pierna hacia arriba en la cama y se giró para mirarme. ¿Podría alguien, por favor, por el amor de Dios, darle al hombre una camisa? Todo el encuentro no podía ser saludable para el corazón de una chica—. Parece que la preferencia por la oscuridad, o… negro se aplica a tu gusto en los hombres, también. — Jesse intentó ocultarlo, pero la nota amarga en su voz era evidente—. Espero que después de esta noche y lo que este hombre haga y diga te haga cambiar de opinión. Justo así, me acordé de algo bastante grande interponiéndose entre Jesse y yo. Alguien que me impedía correr las manos y labios por todo su cuerpo de la manera que quería. —Y espero que cambies de opinión la próxima vez que vengas a hablar tan dulce y mirándome coqueto cuando tu novia está a unas cuantas filas detrás de nosotros. —Nunca había estado de acuerdo en censurarme, y este no era el momento de cambiar. —Ah, cambio perfecto —dijo luciendo... qué… ¿aliviado? —¿Cambio perfecto? ¿Vamos de nuevo? —Josie no es mi novia. —¿Jesse? —Hice una mueca—. Creo que me estás confundiendo con una de esas chicas que creen lo que les digas. Él me sonrió. —Es la verdad. Josie y yo no estamos juntos. —¿Ella sabe eso? —pregunté. Sabía que parecía herido, y Josie lo tenía así de mal, si no peor, como yo. —Sí. —Asintió con tanta fuerza que su desordenado pelo le cayó sobre la frente—. Rompimos hace más de seis meses. Guau. Este era un caso grave de latigazo. ¿Qué carajos? —Espera. —Levanté mis manos—. ¿Tú y Josie ya no están juntos? —¿No es eso lo que he estado diciendo? Levanté una ceja y esperé. —No —dijo—. No estoy con Josie. Ella no está conmigo. No veo a nadie.
¿Cómo estaba tan convencida de lo contrario, entonces? Oh, sí. — ¿Entonces por qué Garth …? —Debido a que a Garth le gusta crear controversia donde quiera que va —dijo Jesse, apretando la mandíbula. Crear controversia donde quiera que va… sip, bastante parecido a Garth. —Entonces, ¿por qué no me lo dijiste? —Lo intenté. Y lo intenté. Y lo intenté de nuevo. No me dejaste. —Me miró significativamente—. ¿Recuerdas algo de eso? Me mordí el labio. —Tal vez un poco. Jesse rio y golpeó mi pierna con la suya. Su piel desnuda contra mi piel desnuda. Casi me estremecí. —¿Cuánto tiempo estuvieron juntos? —pregunté. —Un poco más de dos años. —¿Por qué rompieron? —Incluso una posible razón estaba más allá de mí. El tipo de chica que era Josie correspondía con el tipo de persona que era Jesse. Jesse se quedó en silencio durante unos segundos, jugando con la esquina de la colcha, y luego se aclaró la garganta. —No podíamos estar más juntos. Qué maravillosamente detallado. —¿Algo más que quieras agregar? ¿Tal vez la razón real por la que no podían estar más juntos? —Estaba siendo indiscreta, lo sabía, pero no me retiré. Cuando se trataba de Jesse y Josie, quería la relación general atada en un pequeño lazo. —Esa no es realmente mi historia para contar —dijo, rodando en la cama—. Le prometí a Josie que nunca le diría a nadie, por lo que la única manera que serías capaz de averiguarlo es de ella. Reconocí el dolor en su rostro. Traición.
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—Ella rompió tu confianza. —Sentí una extraña sensación de protección hacia Jesse. Josie lo había herido, traicionado, y Jesse era la única persona en el mundo que podría decir con absoluta certeza que no lo merece. —Bueno, sí —dijo. Encontrar mis ojos parecía ser difícil para él de repente—. Pero esa no fue la razón principal por la que nos separamos. — Mi nariz se arrugó. Esa parecía la causa "principal" para poner fin a cualquier relación. La confianza era motivo de ruptura. Yo debería saberlo. Eso había arruinado cada una de mis relaciones sin ayuda.
Jesse continuó: —Todos hablan de cómo la confianza es importante, y aunque estoy de acuerdo, no voy a cortar con alguien, por romper mi confianza. —Sólo el hecho de que pudiera decir eso significaba la gente no había roto su confianza a menudo—. Todos vamos a traicionar la confianza de una persona. Eso es inevitable. Siempre y cuando no se convierta en un hábito, no puedo perdonar a alguien por una cuestión de confianza. —Jesse hizo una pausa y luciendo tan derrotado como me imaginaba que pudiera—. No podía dejar atrás lo que pasó. Sabía que nunca iba a poder, por eso lo terminé. Quería acercarme y eliminar el dolor que vi claramente en su rostro, pero no sabía cómo. Así que me acerqué y con vacilación puse mi mano sobre la suya. Su piel estaba tibia, y casi de inmediato, los hombros de Jesse se relajaron. —¿Estás contento de que se haya terminado? — pregunté. —Antes no. No por un tiempo. Josie y yo estuvimos juntos por mucho tiempo. Sabía cosas de mí que nadie más sabía, y yo sabía cosas de ella que nadie conocía, pero ahora estoy mejor con esto. —¿Por qué? —Mi mano tomó algo de su calor. Lo sentí profundizarse y expandirse por mi brazo. —Me tomó tiempo hasta que pude seguir —respondió Jesse, luego sonrío bajo la frazada—. Y entonces conocí a esta otra chica. Un cuchillo atravesó mi corazón. Así que así es como se sentía. —Otra chica siempre es la cura para superar otra chica —dije, tratando de mantener mi voz al mismo nivel—. Dicen que después de una ruptura, una mujer se lamenta y un hombre continúa su camino. Parece como si estuvieran en lo correcto. Las esquinas de sus labios temblaron ¿Diversión? ¿Irritación? —Josie y yo rompimos hace seis meses, y no he estado en ninguna cita desde entonces. No lo consideraría una recuperación de ruptura. —Entonces, ¿por qué no has salido con esta “otra chica”? Porque tú y yo sabemos que basándonos en tu aspecto, podrías tener cualquier mujer que quisieras —dije, tomando otro buen vistazo de su “apariencia”. Casi tan dolorosamente cerca—. Ni siquiera tomando tu personalidad en cuenta. —Porque realmente, tanto en la buena apariencia de Jesse, como su personalidad era simplemente atractivo. —Espera. ¿Acabas de decir que crees que soy atractivo? ¿Por fuera y por dentro? —Cuando me miró, pude ver mejor su expresión. Diversión Es por eso que simplemente no digo lo que siento. Porque la gente podría responder a mis argumentos con diversión.
Alejé mi mano de la de Jesse. —No voy a contestar eso hasta que respondas mi pregunta. ¿Por qué no la invitaste a salir? —Lo he intentado, pero como que ella esquiva la idea —dijo, haciendo sonar su cuello—. Ha estado evitándome —Tenías la atención de cada chica que asistió esta noche, ¿y esperas que me crea que esta chica te está evitando? —dije, dejando salir mi sarcasmo—. ¿Por qué te esquivaría? Cuando los ojos de Jesse se deslizaron de vuelta a los míos, con una mirada en ellos me habría caído si no hubiera estado sentada, lo sabía. Y entonces me di cuenta de lo lenta que era a veces. —No respondas eso —dije, insegura si debería acercarme o alejarme tanto como pudiera. Estaba dividida. La mitad de mi quería seguir el deseo que tenía por él y la otra mitad quería alejarse porque sabía que con el tiempo haría lo que mejor sabía hacer y estropear todo. —¿Por qué no? —dijo, tomando la decisión por mí y acercándose rápidamente. —¿Por qué no quieres saber que me gustas, Rowen? ¿Por qué no quieres que te diga que estoy tan malditamente atraído por ti, casi no confío en mí mismo para estar a solas contigo como ahora? ¿Por qué no quieres saber que me importas mucho, quería arrancarle la garganta a Garth Black esta noche por decir esas cosas? —Jesse se detuvo lo suficiente como para tomar un respiro—. ¿Por qué? No vivía mi vida en este momento. Esta no era la vida de Rowen Sterling. Chicos como Jesse no les dicen ese tipo de cosas a chicas como yo. No me miran como él lo hacía ahora. Ningún chico dijo o sintió esas cosas por mí, porque no era el tipo de chica que merece ser adorada. O preciada. O lo que sea que Jesse expresaba. Quería ser esa chica que merecía la forma en la que me miraba. Quería ser la chica que lo merecía…pero no era esa chica. No todavía. Tal vez nunca. No estaba segura. Willow Springs sacó algo de mí, casi como si sacara el veneno de adentro mío y rellenara los lugares vacíos con un propósito. Era demasiado pronto para estar seguros, pero algo pasaba. Algo grande.
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No podía apartar la mirada de él, incluso cuando traté. —Jesse, ¿por qué te gusto? —No tenía ningún sentido para mí. Ninguno en absoluto. Apoyó la mano a lo largo de mi mandíbula. Levantando lentamente la cabeza hasta que lo miré directamente a los ojos, sus ojos brillaban. — ¿Por qué crees que no debería? Esa pregunta sacudió mi mundo. O lo puso patas arriba, con mayor precisión. Tenía la primera parte de la respuesta a su pregunta: No lo merezco. Pero la segunda parte, la razón por la que no lo merezco, terminé
con las manos vacías. Desde que supe que esperaba una respuesta, tenía que darle la mejor que tenía. —Por un montón de razones. —Eso no es válido —me interrumpió, sacudiendo la cabeza. —Es válido para mí —le respondí, sabiendo que tenía que poner un poco de espacio entre nosotros. Entonces ¿qué hice? Apoyé con más fuerza mi mejilla en su gran mano. —No lo es para mí, y si no te importa tener esta conversación en otro momento, hay algo que realmente he querido hacer. —Su voz fue más baja, incluso más áspera. —¿Qué es? —pregunté innecesariamente. Lo que él quería era bastante obvio por el deseo en sus ojos mientras estudiaba mi boca. Jesse se acercó más. Tan cerca, más partes de mi cuerpo tocaron algunas partes del suyo. Sus manos enmarcaban mi cara se deslizaron en torno a mi cuello. Su pulgar rozó la piel debajo del cuello de la camisa, haciendo que mi piel se volviera de gallina. El toque de Jesse era muy poderoso, lo hubiera sabido desde el primer día que nos dimos la mano, pero teniendo sus manos tocándome y acariciándome de forma gentil hizo que el poder de su toque sea difícil de soportar. Su otra mano se dirigió a la parte baja de mi espalda antes de inclinar la cabeza y cerrar los últimos centímetros de espacio entre nosotros. Una sonrisa todavía se encontraba en sus labios cuando su boca presionó la mía. Era tan condenadamente tierno y suave, me habría convertido en un montón de papilla si fuera capaz de hacerlo. Entonces, tan rápido como me había besado, su boca se alejó. Podría haber llorado por la separación. —Eso es lo que es —susurró contra mis labios. Esa fue una buena respuesta. Tanto la verbal y no verbal. —¿Eso es todo? —dije con la cantidad justa de inflexión. —No. —Se acercó más a mí—. No, eso no es todo. Cuando su boca cubrió la mía de nuevo, no fue tan tranquila y suave. Puede que haya empezado de esa manera por un breve momento, pero ante mis ojos cerrados, los labios de Jesse pulieron y absorbieron los míos como nada que todavía hubiera experimentado. Además de sus otras formas de la divinidad, el hombre era un Dios del beso. Su mano en mi cuello masajeó los músculos en la base mientras con el pulgar siguió rozando líneas perezosas justo debajo de mi cuello. Su
mano en mi espalda baja, sorprendentemente, se quedó dónde estaba. En vez de agarrar el dobladillo de mi camisa para tirar por encima de mi cabeza, en lugar de ir en busca de mi pecho, su mano se quedó en su lugar. Aferrándose a mí como si estuviera conectado a tierra. O como si el me conectara a mí. Con la forma en que me besaba, no podía estar segura. Fue positivamente el mejor beso que he tenido el privilegio de tener, pero mi cuerpo ansiaba más. Mis muslos se apretaron juntos con tanta fuerza, comenzaron a temblar, y yo sabía que el resto de mi cuerpo no estaba muy lejos. Me puse en marcha y me moví hasta que balanceé mi pierna sobre el regazo de Jesse. Cuando me bajé sobre él, afirmo su agarre y su respiración se aceleró. Nunca, incluso en mis sueños más fantásticos, hubiera tenido el coraje de imaginar que un día iba a sentarme a horcajadas sobre Jesse Walker mientras nos besamos como si fuera lo único que nos mantiene vivos. Ni una sola vez. Sin embargo, allí estaba. Viviéndolo. Cuando los labios de Jesse bajaron a mi cuello, incliné la cabeza hacia atrás y me apreté más contra él. No dejé de presionar hasta que sentí su pecho golpeando con fuerza contra el mío. No me detuve hasta que sentí su respiración acelerarse una vez más. No me detuve hasta que se instaló con tanta fuerza entre mis piernas, sabía que si yo me deslizaba hacia arriba o hacia abajo, me derrumbaría inmediatamente. Así que en su lugar, pasé mis manos por sus anchos brazos y no paré hasta que lo estuve peinando y tirando del pelo. Lo que quería tocar más, su pelo o su cuerpo, había sido un cara o cruz antes. Después de hacer las dos cosas, podría decir con confianza que no me había defraudado. El debate se encontraba todavía fuera de lo que yo prefería tocar bien.
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Moviendo mis manos abajo de la base de su cuello, continué hacia el centro de su espalda, siguiendo la profunda unión que me encontró con sus pantalones cortos. Jesse suspiró contra mi cuello cuando mis manos repitieron el movimiento. No sé cómo pudo suspirar porque yo era una diapositiva lejos de gritar. Despertar a la casa sería una cosa muy mala. Para ellos y para nosotros. Tan pronto como los labios de Jesse salieron de mi cuello, mis manos agarraban el dobladillo de mi camisa y comencé a deslizarla por mi estómago. Aprecié toda su caballerosidad que mantenía, pero la ropa empezaba a entrometerse en nuestro camino.
—Whoa —dijo Jesse repentinamente, su voz tensa—. Tranquila, tigre. Estoy a punto de detener un paro cardiaco con tu camisa puesta. —Jesse ubicó sus manos sobre las mías y las movió hacia mi regazo, acomodando la camisa hacia abajo al mismo tiempo—. Vamos a dejarlo donde está, ¿de acuerdo? Si me despertará mañana hablando un idioma diferente, no creo que hubiera sido más confuso. —¿No quieres ir más lejos? —Mi voz era tan jadeante como la suya—. ¿Lo único que quieres es un beso? — Ciertamente había malentendido algo. Tan bueno como era el beso, y créanme, que era el tipo de cosa por el que la gente escribía canciones, yo quería ir más lejos. Mi cuerpo se sentía como que lo necesitaba. Estaba programado para hacerlo. —Bueno, me gustaría ir más lejos, un día, pero ahora mismo, estoy muy, muy feliz con sólo besarte. —La sonrisa de Jesse volvió a aparecer justo antes de que me diera un beso suave en los labios—. Aunque no diría que estábamos “sólo besándonos”. —Otro beso suave, un poco más largo—. ¿No? Me estremecí entre sus brazos. —Lo que estamos haciendo, Jesse — dije, todavía degustándolo en mis labios—, sea lo que sea… definitivamente no era "solo besándonos." Cuando su boca cubrió la mía nuevamente, se quedó allí. Cuando nuestras bocas se abrieron al mismo tiempo, mi lengua tocó la suya, y me di cuenta que no había nada mejor que lo que hacías. Estamos explorándonos entre sí, poco a poco, y disfrutábamos de todos y cada toque y el momento. No era lo que estaba acostumbrada, ni mucho menos, pero como nuestras bocas, manos y cuerpos se enredaban juntos, parecía que me acostumbraba a algo nuevo. Cuando dejé simplemente de disfrutar el momento y superar la anticipación de lo siguiente, me encontré con "sólo besarnos” como una experiencia más placentera. Especialmente cuando Jesse era el que besaba. Había besado a un montón de chicos, pero sus besos eran una cosa totalmente diferente. De hecho, apenas besar a Jesse era más íntimo que cualquier relación sexual que había tenido con otra persona. Si añadiera todos esos encuentros, el total ni siquiera se acercaría a la intimidad que sentía con la boca de Jesse sobre la mía. Nunca había conocido a un hombre feliz simplemente por besarme y abrazarme. No desde que estaba en sexto grado. Por otra parte, nunca había conocido a Jesse Walker hasta ese verano.
8 Traducido por Nats Corregido por Alaska Young
Jesse debió marcharse de la cama o bien bajando por la chimenea o por la puerta de mi habitación en algún momento antes de que despertara. Fue algo bueno que lo hiciera, también, porque un golpeteo al otro lado de la puerta me despertó, seguido por la pequeña de los Walker abalanzándose en mi habitación antes de que la invitara. Clementine, sin embargo, era bienvenida cuando quisiera. Siempre y cuando su hermano mayor no estuviera durmiendo a mi lado. —¡Buenos días, Rowen! —saludó, saltando por la habitación con sus trenzas bailando de un lado a otro. Vio que seguía en la cama y con ojos soñolientos—. ¿Estabas durmiendo? Asentí y bostecé. —Síp. No dormí muy bien. —Después de la noche que tuve con Jesse, no me importaba el poco descanso que tuve o cómo de cansada estaba. Lo de anoche valió la pena. Después de señalar el punto con nuestros labios y manos prácticamente en carne viva, se tumbó en la cama junto a mí, envolviéndome con esos fuertes brazos, y nos quedamos dormidos. Completamente vestidos. Incluso a pesar de no tener sexo, nunca me había dormido más satisfecha y contenta en toda mi vida. —Tienes una sonrisa tonta en la cara —dijo Clementine, riendo mientras me señalaba. Aún seguía sonriendo. Así de genial fue la noche.
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—¿Necesitabas algo, tortuga? ¿O te estabas asegurando de que me despertara? —Salí de las sábanas y me dirigí a la cómoda. Estaba a punto de abrir el primer cajón cuando recordé el dilema de anoche: No tenía ropa limpia. Eso haría de hoy un desafío, por no decir algo imposible. No podía ir simplemente a la cocina y al gallinero en nada más que una camiseta blanca enorme. —¿Puedes prestarme esa bonita bufanda púrpura que llevaste anoche? —preguntó, acercándose y tomando mi mano—. El púrpura es el color de la realeza, así que si visto de púrpura, todos sabrán que tienen que arrodillarse cuando pase.
La bufanda púrpura era tal vez la única cosa limpia en mi habitación. La agarré de la cómoda y me arrodillé junto a Clementine. — Por supuesto que puedes tomarla —dije, enrollándola alrededor de su cuello—. Y si alguien no se arrodilla cuando pases, simplemente agita tu flamingo de croquet y di: “Que le corten la cabeza”. La cara de Clementine se arrugó por un lado. La niña no tenía ni idea de qué hablaba. Conocía los cuentos de princesas, pero no a Alicia en el País de las Maravillas. Yo era al revés a su edad. Finalmente, se rio de nuevo cuando le hice cosquillas en el cuello después de atar la bufanda en un bonito moño. —Eres rara, Rowen —dijo, sonriéndome. —Créeme, lo sé. —Le acaricié la cabeza, le di la vuelta y la dirigí hacia la puerta. No podía solucionar mi situación sin-ropa-limpia con una pequeña niña correteando alrededor de la habitación—. ¿Sabes qué? Esa bufanda te queda tan bien que te la regalo. ¿Bien? —¿Qué? ¿De verdad? —Si una niña de siete años podía parecer más emocionada, no lo había visto. —De verdad de la buena —dije cuando llegamos a la puerta. Una bolsa de regalo con un lazo de lunares blancos y negros se encontraba afuera, atada sobre los mangos y cerrándola—. ¿Qué es esto? Clementine se encogió de hombros. —Vi a Jesse dejarla ahí esta mañana cuando iba al baño. Luego se alejó tranquila y rápidamente. Así que Jesse se había escapado de mi cuarto, colado de nuevo para dejar la bolsa, y luego marchado a otro lugar. Por no hablar de cuando apareció en mi habitación anoche. Había irrumpido un montón en doce horas. Cuando Clementine estuvo rebotando por las escaleras, agarré la bolsa y me apresuré a llevarla dentro. No recibía regalos a menudo. Mamá recurrió a sacar la cartera y entregarme un par de billetes de cien dólares en el desayuno de mi cumpleaños desde que me convertí en una adolescente. Quería tomarme mi tiempo desatando la cinta y quitando el papel de seda. Cuando mis dedos tiraron de un extremo de la cinta, el lazo se desató y el papel de seda cayó libremente. Casi lloré cuando vi lo que había dentro. Ropa. Nueva, con las etiquetas y de mi talla. Algún par de vaqueros que, conociendo a Jesse, seguirían abrazando mi culo pero esperanzadoramente no tan mal como los de Lily. Unas cuantas camisetas de diferentes colores, dos amplias camisas abotonadas con esos bonitos botones nacarados, y un par de botas en el fondo de la bolsa. De nuevo,
eran de mi talla, de un estilo vaquero al que no estaba muy acostumbrada, y de color marrón chocolate y lavanda. Eran funcionales para la vida en el rancho, pero tenían la punta redondeada, sin tacón, y me llegaban hasta la mitad de la pantorrilla como mis confiadas botas de combate. Mi problema de ropa fue milagrosamente resuelto por un hombre. Imagínate. Rose se había ofrecido durante toda la semana a llevarme a la ciudad para comprar ropa nueva, pero lo había pospuesto y había tomado la de Lily desde que el único tiempo libre que tuvimos fue anoche, y no quería que Rose se perdiera el rodeo por ayudarme a escoger ropa. Estaba a punto de ponerme una camisa cuando una nota blanca doblada sobre el papel de seda captó mi atención. Estaba tan apurada que ni la había notado. La agarré y la abrí. Escogí esto para ti la semana pasada, pero como temía que me arrancaras la cabeza si hacía algo que no fuera estar en silencio y evadiendo contacto, han estado conmigo en el ático. Ya sabes, ¿el sitio justo encima de ti? ¿Dónde duermo? ¿A veces desnudo? Mi garganta se secó cuando lo visualicé. Mis piernas se debilitaron al imaginarme uniéndome a él en ese estado de desnudez. Era broma. Más o menos… De todas formas, necesitabas ropa, quería ayudar, problema resuelto. Y mientras tengo toda tu atención… ¿Recuerdas esa cita que te pedí la semana pasada a la que estabas a punto de decirme que sí antes de que alguien, al que no voy a mencionar, realmente lo jodiera? Sí, bueno, desde que anoche te dejé dormir conmigo, pienso que al menos me debes una cita. ¿Esta noche? ¿A las 8? Tú. Yo. Comida. ¿Suena bien? Pd. Aún puedes patear seriamente algunos traseros con estas botas.
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Leí la nota una vez más. Me hizo reír. Por mucho que quisiera volver a leerla, olía el desayuno. Eso significaba que llegaba tarde. Me puse un par de vaqueros los cuales, como sospechaba, abrazaban mi trasero pero no tanto como los de Lily, una camisa verde oliva abotonada, y las botas. Todo encajaba. Las botas se acomodaban a
mis pies tan bien, que las antiguas se encontraban en peligro de volverse mis segundas favoritas. Después de peinarme, corrí por el pasillo. Mis labios estaban agrietados, no es que fuera una gran sorpresa, así que hice una parada en el baño para ponerme un poco de bálsamo. Las voces ya zumbaban en la cocina, lo que significaba que no sólo llegaba tarde, sino muy tarde. Tan pronto como patiné en la cocina, nuestros ojos se encontraron. Jesse ya estaba sentado en la mesa con el resto de trabajadores, desayunando. Después de tragar, una sonrisa apareció en su rostro mientras me observaba ataviada con mi nueva ropa. —¡Vaya! Luces fabulosa —dijo Rose cuando sacó la cabeza fuera del refrigerador. —Absolutamente cierto —añadió Jesse, su sonrisa agrandándose. El resto de los trabajadores, junto con Neil, se giraron y echaron un rápido vistazo. Algunos asintieron, un par sonrieron, luego regresaron a su desayuno. —Gracias —le dije a Rose antes de mirar de nuevo a Jesse. No creía que hubiese parpadeado todavía—. Y gracias. —Esperaba que hubiese captado la sutil inflexión porque no podía cruzar la cocina, besarle, y agradecerle la ropa de la forma en que quería. No sabía cómo se lo tomaría su familia. Aún seguía intentando entendernos, así que lo que sea que tuviéramos Jesse y yo, tendríamos que ocultarlo hasta que averiguáramos qué era. —Siento llegar tarde —dije mientras corría hacia la cafetera. Era una experta en esa área. Molí, preparé, y serví el café. Después de ese primer día, no había derramado nada. A veces, me gustaría ser lo suficientemente valiente como para avivar la mezcla de los panqueques o apresurar los huevos, pero manejar la cafetera era la apuesta más segura. —Está bien, cariño —dijo, ignorándolo—. Clem dijo que casi no dormiste anoche. Podrías haberlo hecho, ¿sabes? Clementine me saludó desde donde hacía panqueques en la plancha subida en un taburete. Su bufanda púrpura era orgullosamente exhibida. —¿Qué te mantuvo despierta? ¿Mente, cuerpo, o ambos? — preguntó Rose cuando cogí la cafetera. No pude mirarla a los ojos cuando le contesté—: Ambos. —Me giré y rápidamente me dirigí a la mesa.
Sentí un par de ojos sobre mí. Entonces intensamente, recordé la forma en que me besó ayer. Eso me hizo acordarme de las palabras que me dijo. Revivir lo de anoche mientras tenía café caliente en mis manos no era una buena idea. Me detuve junto a Neil y levanté la cafetera. —¿Más? —Era una pregunta retórica. Ni una sola vez en la última semana había rechazado una recarga de café. —Por favor —dijo con un guiño—. ¿Terminaste yendo al rodeo anoche, Rowen? No te vimos por ahí, pero estaba igual de lleno que de costumbre. —Sí, fui. —Me centré en verter el café en su taza. Escaneé rápidamente la mesa y me sentí aliviada de ver cierto asiento vacío. No estaba preparada para ver a Garth Black todavía. —¿Y qué pensaste? —preguntó, girándose en su asiento hacia mí—. Este era tu primer rodeo, ¿cierto? Apuesto a que te impresionó bastante. —Ciertamente lo hizo —contesté cuando puse la taza de vuelta frente a él. —Bueno, bien. Me alegro de que pudieras ir —dijo mientras me movía hacia la siguiente taza que necesitaba rellenarse—. ¿Hiciste algo especialmente divertido después? Al otro lado de la mesa, alguien empezó a ahogarse. El chico sentado junto a Jesse le golpeó la espalda un par de veces mientras éste bebía un poco de agua. —Jesús, Jesse. Intenta masticar la comida antes de tragarla. Cosas básicas, amigo. Jesse levantó las cejas en reconocimiento, tomó otro trago de agua, y me echó un vistazo. Le di un pulgar arriba e hice una mueca. Me disparó de vuelta una sonrisa. —Simplemente regresé a mi habitación y me quedé allí toda la noche. —Continué haciendo las rondas de café. Jesse cogió el tenedor de nuevo y se zambulló en el desayuno, pero sus ojos me seguían cada pocos segundos. Demasiado para ser sutiles.
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—Suena como una noche tranquila —dijo Neil. —Perfectamente tranquila —contesté. Jesse negó con la cabeza y le sonrió a su plato. La cafetera estaba vacía unas tazas más tarde. Después de rellenarla de nuevo, volví a la mesa. En el camino, Jesse levantó su taza de
café llena y tomó un trago. No paró hasta que la taza estuvo vacía. La sostuvo por el mango con su dedo y me guiñó un ojo. Si seguía así, el rancho entero sabría que algo pasaba entre nosotros. —¿Más? —Me detuve a su lado y le tendí la mano. Estaba probablemente imaginándomelo, pero sus ojos brillaban un poco más esta mañana. —Pensé que nunca me lo preguntarías —contestó mientras me entregaba la taza. Su mano rozó la mía a propósito, y con ese breve contacto, mi corazón se aceleró. —¿También tuviste problemas para dormir anoche? —pregunté inocentemente cuando le vertí el café. Nadie nos prestaba atención, pero por si acaso… —Quizás un poco. —Se retorció en su asiento y me dio una no tan inocente sonrisa—. Una vez que me dormí, descansé bien. El mejor sueño de mi vida incluso. Estaba a una coqueta insinuación más de ruborizarme. Era difícil hacerme sonrojar, y realmente no quería hacerlo aquí para que todos estos chicos pudieran testificarlo. —¿También te costó dormir anoche, hijo? —interrumpió Neil. Casi salté de mi piel. Pensé que nadie nos podía oír por encima del ruido de las conversaciones pululando por la habitación. —Sí, papá —respondió Jesse en voz calma. Como si no hubiera estado hablando en código conmigo sobre anoche y debatiendo con su padre sobre el dormir al segundo siguiente. —Sabes, a mí también —dijo Neil—. Seguía escuchando un montón de crujidos y ruidos extraños. Hubiera sido mi turno de atragantarme si tuviera algo en la boca. —Esta casa es más vieja que tú, papá. Cruje y hace ruidos extraños todo el tiempo —dijo Jesse encogiéndose de hombros mientras absorbía salsa con una galleta. —Gracias por el recordatorio de la edad, Jesse. Siempre me gusta que me lo recuerden. Pero estos eran sonidos muy raros. —Eso es probablemente porque su hijo escaló por la chimenea, se coló en mi habitación, y pasó el rato conmigo en formas que son probablemente ilegales en este país—. De todas formas, estoy seguro de que no era nada, pero parece que algunos de nosotros vamos a ir tirando el resto del día mediante café y azúcar. Jesse levantó la taza y tomó un sorbo. —Eso parece.
Suspiré de alivio al llegar a la siguiente taza vacía. El desayuno estaba a punto de acabar, Jesse y yo habíamos esquivado algunas zonas peligrosas, y me las había arreglado para no besarle como quería tan pronto como entré y lo vi. Quizás podíamos mantener las cosas en la oscuridad hasta que lo averiguáramos y estuviéramos listos para hacerlo público. Fue entonces cuando Clementine gritó desde el otro lado de la habitación: —¿Rowen? ¿Por qué llevabas una camiseta de Jesse esta mañana?
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El tenedor de Jesse cayó a su plato. La taza de café vacía en mi mano se estrelló contra el suelo.
9 Traducido por CoralDone, ponqui28 & ♥...Luisa...♥ Corregido por gabihhbelieber
Los Walkers me han creído. Creyeron mi explicación de por qué había estado usando la camiseta de Jesse. Por supuesto, les dije la verdad, no tenía ningún pijama limpio y la encontré enterrada en la parte de atrás del cajón de su cómoda. Pero encontré que los adultos eran imposiblemente supersticiosos cuando se trataba de adolescentes. Especialmente cuando vienen con el tema de dormir por ahí. Por ejemplo, sí me hubiese despertado con la camisa de un tipo en casa, mi madre hubiese asumido que habíamos hecho el acto. No habría pedido una explicación, porque no necesitaba una. Neil y Rose, por otra parte, nos dieron a Jesse y a mí una mirada curiosa después del anuncio de Clementine. Les di una explicación simple, asintieron, y luego siguieron con la mañana. Confiaron en mí, me creyeron, creían en mí. Había pasado mucho tiempo desde que alguien había confiado o creído en mí, y no quería hacer nada para traicionarlos. Incluso si eso significa que Jesse y yo teníamos que admitir lo que pasaba entre nosotros más temprano que tarde. No quería mentirles. Sabía que la idea de su hijo perfecto vinculado con alguien como yo, con un pasado menos perfecto, puede hacerlos sentir incómodos, pero los Walkers eran posiblemente los más comprensibles y perdonadores por ahí afuera. Si alguien me diera la aprobación de salir con su hijo, serían ellos. Después de que puse unas cuantas cargas de mi ropa en la secadora, regresé a la cocina. Los chicos movían el ganado a un pasto diferente y no vendrían a almorzar, así que hemos empacado un saco tipo almuerzo y se los llevaría en pocos minutos. Rose apilaba los sándwiches en una gran nevera cuando entré en la cocina. —La ropa limpia está a una simple sesión de secada —dije, caminando para ayudarla.
—Sabes querida, siempre puedes preguntarme a mí o a una de las chicas si necesitas un pijama —dijo, mientras yo comenzaba a colocar botellas de agua en la nevera—. No hay necesidad de entrar en las entrañas de la cómoda de Jesse en busca de una vieja camiseta mal oliente. Casi la corregí. No era vieja y mal oliente, de hecho, me gustaría tener una camiseta de Jesse cualquier noche en vez de las mejores y sedosas pijamas. —Está bien, gracias, no fue tan malo, de verdad. Nos quedamos en silencio por un momento mientras seguíamos cargando la nevera para un ejército de trabajadores. La nevera era muy grande. No estaba segura de si Rose y yo la podíamos mover por nuestra cuenta. —Tu madre llamó de nuevo —dijo lentamente. El Zen de relajamiento que había logrado en Willow Springs voló por la ventana. Siempre lo hacía cuando alguien traía a colocación el tema de mi madre. Rose generalmente trataba de no mencionarla pero estaba en una situación difícil, desde que me negué a tomar cualquiera de las llamadas de mi madre, mi madre se había trasladado a Rose. Rose era el intermediario entre mi mamá y yo, y ese era un papel que no se lo deseaba ni a mi peor enemigo. —Dice que aún no ha sido capaz de ponerse en contacto contigo —dijo Rose diplomáticamente. Eso es porque he pulsado ignorar cada vez que llama. —Y que tú no has regresado sus mensajes.
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—No tengo nada que decirle, Rose. Su ultimátum incluía trabajar duro aquí y no pisar un pie fuera de la línea. No dijo nada acerca de fingir que teníamos esa maravillosa relación madre e hija donde nos chequeábamos la una a la otra cada día. —Mi voz se elevaba. Siempre lo hacía cuando comenzaba a caer en el agujero del conejo que éramos mi madre y yo—. Pero lamento que estés en el medio de esto. Le daré una llamada así te dejará en paz. —Solo voy a asegurarme de llamar cuando esté en el trabajo así puedo dejar un mensaje y no tener que hablar con ella directamente. —Haz lo que creas que es mejor, Rowen, soy una chica grande y he estado tratando con el drama de tu madre desde hace décadas. Soy una experta en drama tratando con esa mujer. —Rose colocó los últimos sándwiches en la parte superior de la fila y cerró la nevera—. Ella está saliendo con un tipo nuevo supongo, dijo que quería traerlo aquí para presentarlo a todos y cenar.
Había demasiada cosas erróneas en ese par de oraciones, miré alrededor, casi esperando el apocalipsis. —Ella siempre está viendo a un tipo nuevo. Nunca ha habido un tipo que no sea nuevo en la vida de mi madre. No podría pensar en un solo caso cuando su novio duró más de dos meses. Tan vieja como es, que significa que ha salido con tantos tipos que si lo pones en una línea recta puede darle la vuelta a la tierra una vez. Al menos una. Rose se encogió de hombros. —Suena muy seria con respecto a este. Solo el hecho de que quiera hacer el viaje con él hasta aquí para conocerte me hizo parar y asegurarme de que el cielo no se caía. —La única razón por la que lo quiere traer aquí posiblemente es porque quiere terminar con él. Ella sabe que viendo a su anormal hija será suficiente para enviarlo corriendo, ha funcionado antes, lo hace más fácil para ella si corren gritando. —Me apoyé en el mostrador y miré por la ventana. No quería a mamá aquí, Willow Springs era mi lugar especial, un lugar donde no tenía que caminar sobre cascaras de huevos alrededor de ella, un lugar donde algún “tipo nuevo” no tome automáticamente prioridad sobre su carne y su sangre. No quiero manchar el pequeño fragmento de paz que he encontrado con las guerras y batalla que seguramente vienen si estuviéramos bajo el mismo techo. —Por favor deja de llamarte así, Rowen —dijo Rose, en una voz tan firme como nunca la había odio usar—. No eres más anormal que de lo que lo soy yo, eres tan anormal como lo soy yo también. No dejes que un nombre ignorante que has oído dirigido hacia ti te defina. Tú te defines. — Presionó su dedo en mi cara—. Deja de jugar a la víctima y vive tu vida. Creo que si me hubiese dado una abofeteada en la cara, no hubiese estado tan conmocionada. Rose era un alma tan tranquila que al verla tan entusiasmada era un poco desconcertante. —Esa son palabras poderosas —dije lentamente. —Eso es porque son ciertas. —Rose me miró y esperó. No me iba a dejar salir de la cocina hasta que lo entendiera. —Voy a pensar en ello. —Cogí la manija de la nevera. Las conversaciones incómodas eran algo que trataba de evitar a toda costa. —Promete que lo harás. Argumentar habría sido inútil, Rose puede ser pequeña, pero era intimidante. —Lo prometo.
—Bien —dijo, y todo su cuerpo se relajó—. Ahora. —Agarró la otra manija—. Vamos a cargar esta cosa antes de que esos chicos se desmayen de hambre. —Sí, no queremos que maten a una vaca y la comiencen a asar sobre el fuego. —No, no queremos —dijo Rose alrededor de una risa. Rose y yo nos las arreglamos para sacar esa nevera de la cocina, por la puerta y bajar las escaleras antes de que tuviéramos que bajar para tomar un descanso. La semana pasada no hubiese podido ayudar a cargar esa cosa de un metro y medio. Fuimos para mostrar lo fuerte que uno trabaja alrededor de un rancho. También sabía que mis músculos no eran las únicas cosas cada vez más fuertes. Todo sobre mí se volvía más fuerte. —¿Qué carro quieres tomar? —preguntó Rose, su respiración ni siquiera trabajó como la mía—. El todoterreno o la camioneta de Neil. Los estudié e hice una mueca, El todoterreno familiar era casi tan largo como un autobús escolar, y la camioneta de Neil era un camión de cabina extendida. Luego otro vehículo llamó mi atención. —¿Por qué no tomo la Vieja Bessie? —dije—. Es el único que creo que tengo una oportunidad decente de estar por encima del volante, sin tener que sostener un directorio telefónico debajo de mi trasero. Rose estudió la camioneta conmigo y dio una buena risa. —La Vieja Bessie será entonces, Jesse estará feliz de saber que alguien en este rancho aparte de él, no está demasiado avergonzado para conducirlo. Levantamos la nevera de nuevo y nos dirigimos a la Vieja Bessie. — No dije que no estuviera avergonzada de manejar esa cosa, estoy eligiendo la menor de dos opciones embarazosas.
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Rose abrió la puerta trasera y columpiamos la nevera hacia arriba en la cama. Gruñí porque pesaba una tonelada. Rose sonrió como si fuera tan ligera como una pluma. —Manejar la Vieja Bessie o sentarse apoyado de la guía telefónica… —Levanté las manos y pasé las opciones—. Es una especie de decisión difícil. —Bueno, disfruta del viaje y asegúrate de lavar tus manos cuando hayas terminado de conducir esa cosa, solo Dios sabe lo que podría estar creciendo en ella. —Rose levantó la puerta trasera y se limpió las manos en los pantalones—. ¿Tienes tu teléfono en caso de que te pierdas? Le di unas palmaditas a los bolsillos de mis pantalones.
—No deberías tener problema, solo tienes que seguir este camino de tierra hasta que veas un montón de ganado y hombres a caballo. —Creo que puedo manejar eso. —Rodeé la camioneta y abrí la puerta, hizo un sonido chirriante. Me levanté de un salto en el asiento del conductor y descubrí que podía ver por encima del volante. Apenas, pero podía—. Oops, necesito las llaves. —Están en la ignición —dijo Rose. Sip. Efectivamente. Creo que nadie querría robarse la Vieja Bessie de todos modos. Dándoles la vuelta, el motor se encendió a la vida. Cuando dije encendió quiero decir que me esperaba una vida real, fuego ardiente en erupción. —Nos vemos luego, si no estoy de vuelta en un par de horas, envía al equipo de búsqueda. —Me despedí de Rose antes de cerrar la puerta y salir de la calzada. Sorprendentemente la Vieja Bessie lo llevó bastante bien para un camión en su condición. Y este tenía algo que ningún otro tenía; el olor de Jesse abrumando la cabina. Había recorrido algunos kilómetros del camino sucio y lleno de baches, cuando alcancé el reproductor de CD. Le di reproducir sin pensarlo, y ese personaje de Johnny Cash, del cual Jesse era un gran fan, comenzó a cantar en esa profunda y oscura voz, acerca de anillo y fuegos. En realidad, era bastante bueno. Podría haber sido muy bueno si el acento pudiera eliminarse. Las letras eran como poesía y la voz Johnny Cash era algo que no había oído antes. Cuando el CD pasó a la siguiente canción me di cuenta que en poco más de una semana me había ido de Odiar con una O mayúscula la música country a tolerarla y tal vez, solo tal vez apreciarla. ¿Que. En. El. Infierno. Pasaba conmigo? No lo sabía todavía, pero sabía que los cambios que se producían dentro y fuera de mí eran buenos. Eran cambios de los cuales estar orgullosos, así que solo los voy a seguir manteniendo. No necesitaba tener todas las respuestas a mis preguntas todavía. Después de unas cuantas millas, encontré lo que buscaba. Incluso desde una distancia del tamaño de un campo de futbol, distinguí cuál de los chicos a caballo era Jesse. La camiseta blanca y el sombrero de paja eran un regalo, pero no fue solo eso, era casi como si estuviera… atraída hacia él. Casi como si fuera lo que mis ojos estuvieran entrenados para encontrar. Caramba, era una cosa cursi de pensar, pero Jesse era al único que había visto por ahí.
El ganado se encontraba parado y pastoreado en el gran campo. Los jinetes solo trotaron alrededor de ellos, revisándolos. Alguno de los trabajadores debió haber notado el camión porque uno gritó por encima de Jesse en el otro extremo del campo. Todo el mundo miró antes de dirigir sus caballos al camión. Los vaqueros tomaban su comida enserio. Aparqué a la Vieja Bessie debajo de la gran sombra de un árbol y salté. Revisé mi celular y sin gran sorpresa, no había recepción en el medio de la nada. Si me hubiera perdido, Rose no habría estado una simple llamada telefónica. La mayoría de los caballos de los chicos se acercaban trotando, el caballo de Jesse galopeó. Si nada dice “Obvio” como un chico sonriente que monta su caballo a toda velocidad hacia una chica igual de sonriente, no sabía lo qué lo hacía. Cuando él y su caballo se encontraban tan cerca que podía distinguir el color de los ojos del caballo, Jesse tiró de las riendas. Su caballo se detuvo de inmediato, tan rápido que una nube de polvo brotó de sus cascos. Le sonreí a Jesse. El resto de los chicos no se hallaban ni siquiera cerca. —¿Hambriento? —pregunté, protegiéndome los ojos al mirar hacia él. Jesse hace que “Vaquero” luzca tan bien como ningún otro, pero él en un caballo… no podía imaginar nada más sexy. Me lanzó una sonrisa de complicidad. —Como no lo creerías, especialmente después de verte acercarte en mi dulce camioneta. — Guiñó un ojo antes de balancearse alrededor de su pierna y desmontarse. —Te extrañé hoy —dijo, mientras sus ojos recorrían mi cara—. Extrañé tocarte. —La mano de Jesse cayó en mi cadera, y el aliento que había estado conteniendo salió corriendo—. Extrañé hablar contigo. Mis ojos se cerraron un momento cuando su pulgar dibujó círculos en mis costados. El toque de Jesse era difícil de explicar, pero eso no quiere decir que lo disfruté menos. Cuando mis ojos se abrieron me di cuenta de algunas cabezas asomándose sobre el hombro de Jesse, acercándose.
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—Vaqueros en el horizonte —dije antes de retroceder, la mano de Jesse cayó de mi lado, pero aun podía sentirla ahí. Di la vuelta a la camioneta y abrí la puerta trasera antes de levantar la tapa de la nevera. Oí los pasos de Jesse y las pezuñas de su caballo siguiéndome. —¿Estas avergonzada de que te vean conmigo? —Me di cuenta por su tono de que bromeaba, pero era un tema delicado para mí. —No —respondí al instante—. Me da vergüenza de que tú seas visto conmigo.
Las cejas de Jesse se juntaron. —Bueno, tiene un montón de ningún sentido. —Tiene un infierno de mucho sentido —dije, dándole a su pecho un suave empujón—. Y lo sabes. Me estudió por otro momento con el ceño fruncido antes de que su expresión se aclarara. —¿Qué estás haciendo ahora? —Levanté mis brazos hacia la nevera. —Sirviendo el almuerzo. —Estos chicos saben cómo alcanzar y agarrar algunos emparedados —dijo Jesse, inclinando su cabeza hacia atrás a los chicos desmontando detrás de él—. Entonces parece que estas en un descanso. —¿Y qué tienes planeado para mi descanso? —Me crucé de brazos—. ¿Quieres esconderte debajo del árbol y besarnos por el resto de la tarde? Los hoyuelos de Jesse aparecieron. —Eso suena lindo. Muy lindo — dijo, sonriendo al árbol detrás de mí—. Pero pensaba que podría llevarte a un paseo —Oh, ¿en serio? —Crucé mis brazos más apretados. Jesse levantó las riendas en sus manos. —Un paseo a caballo —dijo en un tono divertido—. Pero si tienes otra idea, pienso que puedo ser persuadido. Me aclaré la garganta y traté de ignorar el nudo en mi estómago. — Un paseo a caballo suena bien. —No suena del todo bien ahora que me tienes pensando en algo más. Ese comentario le ganó un codazo suave en su duro estómago. Caminé alrededor de su lado del caballo preguntándome como subir. Jesse lo hacía ver tan fácil. Sus movimientos eran fluidos cuando subía o bajaba del caballo. Inspeccionando la silla y todos sus aparatos, no parecía ni de cerca fácil o fluido. —Espera —dijo Jesse, viniendo tras de mí—. No trates de subirte a Sunny hasta que esté en la silla. Aunque hubiese querido. No podría. Puede ser como tratar de escalar el Everest. —¿Entonces este es Sunny?
—Este es Sunny —respondió Jesse, dándole palmadas al cuello musculoso del caballo gigante. Sunny era blanco, con grandes parches negros regados sobre él. Su melena y cola de rayas blanco y negro, y tenía un ojo azul y otro marrón. Era hermoso en una muy… vieja manera. Jesse se paró frente a Sunny y pasó su mano por la cara del caballo. —Oye, chico, esta es Rowen. Iremos por un pequeño paseo y quiero que seas un buen chico. Ella es especial para mí. —Sus ojos fueron hacia mí mientras decía esa última parte. ¿Especial? ¿Especial? Nadie nunca me había llamado especial en mi vida entera. Por lo menos no de la forma en que Jesse había querido decirlo. La gran cabeza de Sunny se levantó en el aire por unos minutos antes de que Jesse volviera hacia mí. En otro grácil movimiento, Jesse se acercó a Sunny y antes de que me diera cuenta, su pie se encontraba en el estribo. Extendió su mano y esperó. —Vamos, Rowen. Estarás bien. Además, si a él no le gustaras no podrías estar tan cerca de él como lo estás ahora. —Jesse extendió su mano de nuevo. Miré hacia la camioneta. Los chicos lanzaban emparedados y botellas de agua. Algunos de ellos lucían como que ya hubieran terminados los primeros. El almuerzo estaba servido. Tiempo de vivir un poco. Tomé la mano de Jesse, y sus dedos se enlazaron con los míos. —Mi vida y mis extremidades están en tus manos vaquero. Jesse se rio. —Pon tu pie izquierdo en el estribo. Inhalé y seguí sus instrucciones. Se rio más fuerte. —Tu otra izquierda. Ese fue un excelente comienzo. Lo hice a pesar de las apariencias, sin saber entre izquierda y derecha. Bajando mi pie derecho, traté de nuevo. —De acuerdo, bien. Ahora sube, mantén tu peso en el estribo, y pasa tu pierna derecha encima de Sunny.
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—Estoy segura de que no es ni de cerca tan fácil como lo haces parecer —dije, agarrando su mano como si fuera la vida misma. —No lo es —dijo—. Es más fácil. Rodé mis ojos hacia él, lo que hizo que su sonrisa fuera más grande. Sentí los ojos de todos sobre mí. Estaba segura que era todo un espectáculo. Después de expulsar un suspiro, apreté mi agarre en la mano de Jesse y me impulsé.
El bíceps de Jesse se flexionó mientras inclinaba su brazo y luego me encontraba mágicamente encima de Sunny. Sé que tenía más que ver con su esfuerzo que con el mío. —Lo hiciste —dijo Jesse, viéndome sobre su hombro. —No suenes sorprendido —dije, mientras me movía en la silla. La cosa estaba hecha solo para uno, pero no me quejaba exactamente. El frente de mi cuerpo se presionaba fuertemente con la espalda de él. Mis muslos presionaban su perfecto trasero, y cuando Jesse se movió en la silla, me volví muy consciente del punto debajo de mi ombligo. —¿Quieres retractarte de esta aventura? —preguntó, sonando como que aunque quisiera, no me dejaría. —Pienso que es un poco tarde para eso —respondí, sintiendo cada ojo en mí. Esperaba que nadie escuchara como latía mi corazón, o notaran las pausas en mi respiración. Nunca me había sentido como un libro abierto antes. Usualmente controlaba mis emociones y las reacciones físicas que las acompañaban, pero con Jesse, no podía hacer ninguna. La forma en la que me sentía hacia él no me permitía esconderlo. —Envuelve tus brazos a mi alrededor y agárrate fuerte —dijo, agarrando uno de mis brazos y colocándolo alrededor de su torso. No habíamos dado ni un paso y ya amaba montar a caballo. —Y no olvides disfrutar el paseo. Pasé mi otro brazo alrededor de Jesse y junté las manos. —Si tuviera un dólar por cada vez que un chico me ha dicho esa línea… Tomó un momento para que ese comentario se asentara, ya que la cabeza de Jesse no era tan enferma y retorcida como la mía, pero luego sacudió su cabeza y se rio. —Estaré encantado de llevarte a cualquier tipo de paseo que me dejes, Rowen. Antes de que mi estómago tuviera un momento para tocar fondo, Jesse chasqueó la lengua y Sunny se lanzó hacia adelante. El paseo fue sorprendentemente tranquilo, y podía sentir literalmente el viento en mi cara. Jesse sostuvo las riendas en una mano y cubrió las mías donde presionaban su estómago con la otra. Cabalgar por un campo de hierba verde a un ritmo vertiginoso con tus brazos alrededor del cuerpo de Jesse Walker en una tarde caliente de verano, era lo más cercano a la perfección. Era lo más cercano por mucho.
Yo no hago nada perfecto. No creía en ello, y hasta ese momento tampoco lo había querido. Toda mi vida cambiaba, como que estuviera experimentando mi terremoto personal. Sentía las placas moverse y reordenándose debajo de la superficie. Sentía el fuego y el calor moldeándolas, y dándoles forma. Sentí el cambio, lo quisiera o no. Estaba pasando y más me valía aceptarlo. Entonces mientras mi instinto era alejar a alguien si se acercaban mucho, descansé mi cabeza en la espalda de Jesse y respiré lo más que pude de él. Fue un momento poderoso y se acabó muy rápido. Jesse echó hacia atrás las riendas, unos minutos después mientras nos acercábamos a una corriente. —¿Sigues allí? —La voz de Jesse era ligera, sin una preocupación en el mundo. —¿Sientes el agarre a muerte alrededor de tu cuerpo? —Aflojé mi agarre solo un poco. Nos habíamos dejado de mover, pero aún me hallaba a un metro y medio del piso sobre un caballo. —Lo estoy sintiendo —dijo—. Sin embargo, siento algo más que un agarre a muerte alrededor de mi cuerpo. —La espalda de Jesse hizo un pequeño movimiento para probar su punto. Hola espalda de Jesse conoce al frente de Rowen. —Y hasta allí llegaron tus dulces modales de vaquero que pensé que tenías —dije, pinchándole un costado. —Es un acto duro mantenerlo contigo alrededor. —Miró sobre su hombro y me guiñó el ojo. En otro súper movimiento de vaquero, Jesse pasó la pierna alrededor del cuello de Sunny antes de bajar—. ¿Estás planeando quedarte allá arriba todo el día? —Estoy pensándolo —dije, viendo el paisaje. Naturaleza hasta que el ojo pudiera verla, me empezaba a gustar—. ¿Por qué? ¿Tienes alguna otra sugerencia? Los ojos de Jesse brillaron. —Una o dos.
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—En ese caso… —Planté mi pie en el estribo y pasé mi otra pierna alrededor de la parte trasera de Sunny. Por nada más que un milagro logré bajarme del caballo sin caerme en mi trasero. —Impresionante —dijo Jesse, inclinando la cabeza mientras me sacudía las manos—. Debes tener un profesor maravilloso. Levanté un hombro. —Quizás soy una estudiante patea traseros. —Quizás —dijo, viniendo hacia mí.
No retrocedí como sabía que debería. No me adelanté de la manera en que quería. Me quedé donde estaba y esperé por él. —Entonces, ahora que me tienes aquí afuera, donde sea que aquí sea —dije, señalando hacia el paisaje sin nombre—. ¿Qué tienes planeado? Apenas había terminado mi pregunta cuando la mano de Jesse se posó sobre mi cintura. Con su otra mano, quitó su sombrero de paja y bajó su cara hasta que casi tocó la mía. Todo dentro de mí se aceleró. La piel de Jesse ni siquiera había tocado la mía aún, y mi cuerpo corría como un tren fuera de control. Su boca se encontraba tan cerca de la mía. Sentí su aliento caliente sobre mis labios, cuando dijo—: Esto. —Sus labios cubrieron los míos por un tiempo tan breve que fue más un roce que un beso—. Y esto. —Su boca se movió sobre la mía por el suficiente tiempo para entrar en la categoría de beso—. Y esto también. —Se separó de mí justo al tiempo para formar esas palabras antes de que sus labios se sellaran de nuevo a los míos. Ese beso no era un roce, no fue ni de cerca un roce. Era el tipo de beso que una chica siempre usaría para medir a los demás. Ponía un estándar a los besos futuros. Ese beso me hacía querer dejar mi boca firmemente puesta en la de Jesse hasta el día de mi muerte. El beso me hizo gemir cuando su lengua tocó gentilmente la mía. Incluso con nuestras bocas combinadas, sentí la sonrisa de Jesse a mi respuesta. Todavía sonreía cuando ambos nos separamos para tomar aire. —¿Fue bueno, eh? —dijo, devolviendo el sombrero a su cabeza, mientras luchaba para llenar mis pulmones. —Veo que te estás regodeando allí, Jesse —dije, haciendo girar mi dedo alrededor de su cara—. Y yo que estaba bajo la impresión que eras humilde. —Cuando una mujer gime mientras un hombre la está besando. — Levantó una ceja—. Eso da terreno a un regodeo de lleno. —Bien. Tómalo todo. Sí, tus cualidades besando me hicieron gemir. Disfrútalo y sigamos adelante. —Rodé los ojos. —Oh, créeme estoy disfrutándolo. Crucé mis brazos y esperé por unos segundos. —¿Terminaste de disfrutarlo? La sonrisa boba de Jesse siguió brillando mientras pasaba la mano sobre su muñeca donde un reloj debía haber estado. —Terminado. Ya era hora.
—¿Qué le vamos a decir a tus padres? La cara de Jesse se tensó —Guau, de verdad sabes cómo matar el momento de disfrute de un chico. Esperé. —¿Estás hablando de nosotros? —No, estoy hablando de mí y de Sunny. —Hice un gesto hacia el caballo al lado mío, mientras la frente de Jesse formaba una línea—. Sí — dije exasperada—. Sí, estoy hablando sobre nosotros. Se encogió de hombros. —¿Qué les quieres decir? —Nada todavía —dije—. Pero tenemos que decirle eventualmente. Estamos durmiendo juntos después de todo. —Eso es verdad. Estamos durmiendo juntos —dijo Jesse—. No soy usualmente esa clase de chico. —Eso no es lo que dicen tus ex’s —dije. Rodó sus ojos al cielo. —No, realmente. Con toda seriedad, me gustas, Jesse. —Entrecerré los ojos mientras me concentraba en encontrar las palabras correctas. Expresarme, sinceramente, nunca había sido fácil—. No quiero sentir como si estuviéramos yendo por detrás de tu familia porque me gustan, también. Pero todo esto es tan nuevo para mí. Tan completamente diferente que simplemente quiero ir despacio hasta que lo entienda. —Casi me di una palmadita en la espalda por todo ese pequeño momento en que desnudé mi alma. —¿Diferente? —Jesse inclinó su cabeza.
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¿Por qué tenía que hacer cada maldita pregunta que no quería responder? Inhale profundamente. —Tú sabes… toda la cosa de decirme cosas lindas, comprarme regalos, cuidarme, pedirme citas oficiales… todo eso es muy nuevo para mí. —Sabía lo patético que sonaba —una chica de dieciocho años que ha “salido” con docenas de chicos no estaba acostumbrada a escuchar cosas bonitas o a recibir rosas ocasionales, o algo— pero era la verdad. Quería tratar de ser honesta con Jesse. Era la única manera, si es que siquiera había una manera, que tendríamos para lograrlo—. Va a tomarme algo de tiempo acostumbrarme. —¿Es algo a lo que te quieras acostumbrar? —preguntó, casi tímidamente. —Si —dije, tomando su mano—. Creo que sí.
—A propósito, luces bastante bien —dijo, examinándome con una sonrisa orgullosa. —¿Lo crees? —Di una rápida vuelta—. Este chico que conozco eligió mi atuendo. —Tiene buen gusto. —Los ojos de Jesse vagaron a los míos otra vez—. Buen gusto. Junté mis tacones, al estilo Dorothy. —Las botas son bastante fantásticas, también. Y soy una chica que sabe de botas. —Cierto, lo eres —dijo, antes de tomar las riendas de Sunny y conducirlo hacia el arroyo. Lo seguí y disfruté de la interrupción en la conversación. —Por lo tanto, hay una especie de… baile. —Se aclaró la garganta. Demasiado para un descanso en la conversación—. Es el fin de semana, y pensaba... Bueno, quería preguntarte… —Jesse Walker —dije, yendo a su lado—. ¿Me vas a invitar a una fiesta? —Junté las manos y aparté mis pestañas. —Por la forma en que mis palmas están sudando… —Se limpió las manos en los vaqueros—, podrías pensar que eso hago. —Bueno, me encantaría ir contigo, pero ya tengo una cita. Su expresión se redujo. —¿En serio? —Sí. Tu ex novia —dije, dándole un codazo. Alivio brilló en su rostro rápidamente por preocupación.
antes
de
que
fuera
reemplazado
—No te preocupes. Te prometo que voy a guardarte un baile. O dos. —Me pregunté si acaba de sacar esa línea de una película clásica o si la gente realmente decía ese tipo de cosas. No lo sé. Nunca había estado en un baile. Lo más cerca que había estado a uno fue en el estacionamiento de mi escuela secundaria. Después de esa experiencia no tan agradable, cancelé todos mis futuros bailes. No quería pasar por todas esas molestias de tener que arreglarme cuando el único baile que mi cita quería, era en la parte de atrás de su coche. —O tres —añadió Jesse—. O todos ellos. —Codicioso —le murmuré a Sunny, que continuó bebiendo de la corriente tan profundamente que podría pensar que intentaba drenarlo. —No codicioso, simplemente un optimista sin remedio. —Sabes la definición de "sin remedio", ¿verdad? —Levanté una ceja.
Jesse sonrió a la corriente y se rascó la parte posterior de la cabeza. —Bueno, entonces ¿qué tal esto? Hemos compartido la cama ahora, como has dicho. Creo que ese tipo de exclusividad va con parejas de baile también. —¿Es una pérdida de tiempo si sigo discutiendo contigo? —Probablemente. Lo golpeé con mi hombro. —Será mejor que regresemos —dije—. Antes de que nos extrañen y los rumores comiencen a volar. Jesse rio. —Los rumores volaban en el momento en que tú y yo nos encontramos fuera del alcance del oído. —Agarró mi cintura, y antes de que el aire se escapara de mi boca, estaba sentada de nuevo en la parte superior de Sunny. —Está bien, Músculos —dije, agarrando la cabeza de la silla—. La próxima vez que decidas tirarme encima de una bestia gigante, ¿podrías darme una advertencia en primer lugar? Con la misma rapidez, el cuerpo de Jesse se sentó detrás de mí. Literalmente puede montar y desmontar un caballo, en un abrir y cerrar de ojos. Realmente era un vaquero. —¿Una advertencia antes de ponerte encima de una bestia gigante? —repitió, moviendo la cabeza al lado de la mía—. Está bien. Hecho. —Cuando sus brazos me rodearon para agarrar las riendas, me di cuenta de que me había equivocado. Montar detrás de Jesse no era tan bueno como había pensado. Montar en frente de él lo era. Estaba arropada en su agarre. Protegida. Segura. No hacía daño que sus piernas estuviesen básicamente alrededor mío tampoco. —Me encantaría estar aquí todo el día y hablar, o pelear, o... —La inflexión de su voz llenó los espacios en blanco—. Pero todavía tengo otras ocho horas de trabajo delante de mí, hoy. Lancé una mirada anhelante al banco de arena junto al arroyo. El sabor agridulce de lo que el día podría haber sido...
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—Sí. Y tengo unas ocho horas de recolección de huevos, barrer la entrada, lavar ropa, y hacer pastel de carne frente a mí. Jesse hizo algún chasquido con la boca, apretó sus piernas, y nos fuimos. Sunny parecía sólo tener dos velocidades: rápido y santa-mierdarápido. —¿Mamá te mantiene ocupada? —Jesse tuvo que gritar un poco dado que el viento nos cortaba por ese ritmo de no-tomen-prisioneros de Sunny.
—Una ardilla en el otoño está ocupada. Soy algo completamente distinto —grité. —¿La vida en el rancho no es exactamente lo que esperabas? —La boca de Jesse se trasladó a los límites de mi oreja. Sabía que probablemente lo había hecho, para así no tener que seguir gritando ida y vuelta, pero al igual que muchos intercambios aleatorios entre Jesse y yo, que eran inocentes en la superficie, se sentía extrañamente íntimo. Tan íntimo, que mis párpados cayeron y mi boca se separó por un breve momento. Entonces me di cuenta de que Jesse esperaba mi respuesta, y cuando abrí los ojos, me miraba con un poco de diversión. Que no me sonrojara a muerte o me convirtiera en una idiota tartamuda, era un testimonio de la mucha práctica en superar ese tipo de situaciones incómodas que había tenido. La vergüenza en mi parte final, no el vaquero ardiente mirándome con una sonrisa de voy-a-derretir-tus-bragas. —No, no es lo que esperaba —respondí, girando la cabeza para poder devolver el favor de la boca justo en los límites de su oreja—. Es mejor. No podía ver la expresión de Jesse por la forma en que mi cabeza se encontraba, pero la sentí sin tener que verla. Sentí la forma en que sus brazos se apretaron a mí alrededor. Sentí la forma en que el lado de su cara se pegó al mío. Lo sentí en lo físico, pero lo sentí en algo más, también. En algo más profundo que estaba justo debajo de la superficie. Fue asombroso. Fue propósito. Fue una primera vez. Sin embargo, otras de las muchas que había experimentado con Jesse. Y las manos y la boca, del tipo ni siquiera habían vagado aún en territorios para mayores 13. Eso decía algo. Un montón de algo. Cuando Sunny trotó sobre una suave colina, el árbol, la Vieja Bessie, y el resto de los chicos y sus caballos apareció a la vista. No me encantó exactamente volver a la realidad, pero mis emociones se centraban más en esos preciosos pocos minutos en que habíamos escapado de la realidad. Nunca había sido la chica vaso medio lleno, pero parecía en peligro de convertirme en una. Jesse tiró de las riendas cuando estábamos a un par de cientos de metros, y Sunny desaceleró a un paseo. Por supuesto, se trataba de un paso rápido. Neil se encontraba de pie en la cama de la Vieja Bessie, cerrando la parte posterior de la nevera y nos saludó cuando nos vio venir. Nadie más
parecía muy interesado en nosotros. O bien, como Jesse había dicho acerca de todos los rumores disparándose al momento que nos fuimos, o fingían desinterés. Oh, bueno. A Neil no parecía importarle que su hijo y yo hubiésemos cabalgado hacia el atardecer a la hora del almuerzo, presentándonos quince minutos más tarde con una sonrisa tonta en la cara y los brazos de Jesse ceñidos a mí alrededor, de tal manera que no era necesario mantenerme fija en la silla. —¿Por qué es que no te pareces a una sola persona en tu familia? — dije a la ligera, viendo a Neil. Aparte de la forma de vestir, Jesse y él no podrían haber lucido más diferentes—. Seguramente tiene que haber una razón. Esperé a que respondiera con algo que tuviese que ver con consumir grandes cantidades de cereal o que el ADN se tomó un día libre cuando Jesse fue concebido, pero se encogió de hombros. —Hay una razón para todo, Rowen. Una persona no tiene que ser especialmente perspicaz para atrapar el torrente de palabras con significado debajo de las de Jesse. —Vaya, gracias, Aristóteles —bromeé—. Y ahora ya lo he visto todo. Un filósofo vaquero. Su suave risa vibró contra mi espalda. —Soy mucho más profundo de lo que parezco. No soy el tonto palurdo que podrías pensar que sería. Era mi turno de reír. —Jesse, me di cuenta después de dos palabras contigo que no eras un palurdo estúpido. No en esta vida ni en ninguna de tus vidas anteriores o futuras.
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—Ese es el cumplido más dulce y extraño, que alguna vez me han dado. —Tiró de las riendas una vez más, y Sunny se detuvo. Estábamos de vuelta con los otros, y me di cuenta de las miradas de lado que todos lanzaban hacia nuestro lado, Jesse había estado en lo cierto. Él y yo "escapándonos" lejos sin ser notados había sido una entera ilusión. Por otra parte, cuando el hijo de tu patrón empezaba a prestar atención a la nueva chica con un pasado cuestionable, supongo que los rumores eran un efecto secundario esperado. —Jesse —llamó Neil—. Necesito que salgas con Walt y Justin apenas consigas que Rowen vuelva a tierra firme. —Neil nos dio una sonrisa un tanto divertida—. Algunas de las vacas ya han cruzado el río y los terneros no se sienten tan valientes. Están siendo endemoniadamente estridentes y les va dar un ataque si no llegan a sus mamás pronto. —La sonrisa de Neil creció—. Espero que Sunny y tú no estuviesen planeando permanecer secos hoy.
—He aprendido a no esperar quedarme húmedo, seco, caliente o frío hace mucho tiempo, papá —respondió Jesse. —Estoy en ello. Neil hizo un gesto de reconocimiento antes de saltar fuera de la caja de la camioneta y dirigirse hacia su caballo. —¿Vas a nadar con los bebés para llevarlos a sus madres? — pregunté, tratando de imaginarlo. No podía. —Bueno, Sunny va a nadar. Voy a tirar el ternero sobre mi regazo, aguantar bien fuerte, y esperar que la corriente no nos lleve lejos. Mi rostro palideció. Ahora que, Jesse, Sunny, y un pobre ternero fueran lanzados y rodados bajo las olas de un río embravecido, lo podía imaginar. —Sólo estoy jugando contigo, Rowen —dijo, apretando mi lado—. El río es profundo, pero la corriente es buena y lenta. Tan lenta que ni siquiera debería ser llamado río. Lo he hecho cientos de veces. Es pan comido. Hay siempre unos terneros cada temporada que necesitan un poco de ayuda para cruzar. —Está bien —dije, sintiéndome un poco mejor. Pero sólo un poco. Todavía sonaba peligroso. —Tengo terneros que salvar. Así que será mejor que me ponga en camino. —Su boca estuvo peligrosamente cerca de mí oído de nuevo—. Por mucho que prefiera quedarme. —Se puso de nuevo en un rango seguro, cuando volvió a hablar—. Simplemente mueve la pierna sobre el cuello de Sunny, y me aseguraré de dejarte en tierra en posición vertical y no en tu parte trasera. —No voy a aguantar la respiración —dije. Levanté la pierna izquierda sobre el cuello —gracias a Dios que Sunny había ido más lento desde que comía un poco de hierba— y, efectivamente, me encontré aterrizando en el suelo sobre mis pies un momento más tarde—. Eres bueno —dije, dando la vuelta. Por el aire de triunfo en su rostro, supuse que ya lo sabía. —Sé cómo rodear a un caballo. Miré a mí alrededor antes de responder. —¿Y yo? El aire de triunfo se había ido, pero su sonrisa se hizo más pronunciada. —Estoy aprendiendo. —Inclinando el sombrero hacia mí, hizo ese sonido de clic y se giró con Sunny. —Mantente a salvo —le grité—. Y no olvides ponerte un chaleco salvavidas o algo así.
Incluso desde donde me encontraba oí su risa. —¿Oye, Rowen? — dijo—. ¿Por qué el becerro cruzo el río? ¿En serio? ¿Qué venía después? ¿Bromas Toc-toc? —¡Para escapar de ti! —grité. Eso me valió unas cuantas miradas curiosas. Bueno, unas pocas más. Otra carcajada. Esa fue acompañada por un movimiento de cabeza mientras él y Sunny empezaban a trotar. —¿Qué? ¿Porque lo lanzaste en tu silla y nadaste? ¿Debido a Jesse Walker? —grité después de él. Tanto el jinete y el caballo se detuvieron. Jesse frenó a Sunny alrededor. Incluso desde esa distancia, vi el destello de intención en los ojos de Jesse. Esto hizo que mí estómago cayera. —No —respondió—. El ternero cruzó el río porque esa cosita asustada quería. —Jesse encontró mi mirada por un segundo antes de azotar de regreso hasta estar con la pareja que montaba por delante de él. Incluso después de que había desaparecido de vista, me quedé mirando el espacio donde había estado.
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Jesse Walker me decía algo que no estaba tan segura de estar lista para escuchar.
10 Traducido por Anelynn & Juliana Gómez Corregido por LIZZY’
Se puede sentir la presencia de algunas personas antes de que siquiera pongas tus ojos en ellos. Algunas de esas presencias son pacíficas y te tranquilizan. Como la de Jesse. Y otras crean sombras de incomodidad y te desarman. Como la de Garth. El problema conmigo, o uno de los problemas conmigo, era que mi brújula de lo que era bueno para mí estaba seriamente jodida. Siempre había sabido eso hasta cierto punto, pero sólo después de haber venido a Willow Springs, realmente lo noté de gran manera. No sabía que quería hacer sobre eso, ni mucho menos, pero lo reconocía de una forma que no lo había hecho antes. En la oscuridad, una risa contenida sonó detrás de mí. Hablando de presencias… —¿Estás todavía al acecho? —dije, dándome la vuelta—. Todos los chicos se fueron hace unos minutos. —No había dejado de mirar hacia el último lugar donde había visto a Jesse y Sunny hasta que el hombre de negro interfirió. Garth sonrió de esa manera oscura suya que me habría hecho temblar si hiciera más frio afuera. —Soy bueno en… acechar —dijo en una profunda y gruesa voz—. Y sí, los chicos se fueron hace unos minutos. Un chico incluso se fue unos minutos antes que eso. —Garh caminó hacia mí, su caballo siguiéndolo. Su caballo tenía una oscura melena y cola. De tal dueño, tal caballo—. Pero eso de seguro no te detuvo de mirar fijamente al mismo lugar, como esperando que si miras más tiempo, Jesse jodido Walker reaparecerá mágicamente. Todo mi cuerpo se tensó. No había oído una palabra tan dura lanzada en un tono tan malicioso en tanto tiempo, que me atrapó con la guardia baja. —¿De dónde has venido? —pregunté, empujando la nevera más adentro en la caja de la camioneta. Cuanto antes entrara en la cabina,
antes podría alejarme de Garth Black. Aún no había olvidado lo que me dijo en el rodeo o cómo me había dicho las palabras con tanta crueldad— . No te había visto antes. ¿Sólo decides aparecerte a trabajar cuando te plazca? Lo escuché a él y a su caballo acercarse. No me encogí. No me intimidé. Conocía a tipos como Garth, gente como él. Ellos se regodeaban al saber que intimidaban a otros. No le daría el placer. —Estaba aquí. He estado aquí todo el maldito día, arreando vacas tontas y montando junto con vaqueros más tontos. —Azoté la caja trasera cerrándola, y cuando me giré, encontré a Garth a ni siquiera medio metro de mí. Estuve cerca de retorcerme, así que crucé mis brazos y mantuve mi postura—. Pero supongo que no es gran sorpresa que no notaste a nadie más en ese momento. Porque tú, mi obsesionada pequeña chica… —Me enfurecí con la parte de pequeña. No se refería a mi estatura—, no tenías ojos para nadie excepto para ese chico bonito encima de su corcel dorado. Cabalgando hacia su torre dorada y su familia dorada. Puse los ojos en blanco. —¿Y tú punto en toda esta ”historia dorada”? La boca de Garth se levantó de un lado. —Sólo que no hay lugar para ti en ella. Mis cejas se juntaron. ¿No había límite para la crueldad de Garth? —Personas como tú, mi deshonesta, deliciosamente imperfecta Rowen, no eres y nunca serás nada cerca, a dorado.
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No. No había límite. El aire salió rápidamente de mis pulmones como si me hubiera golpeado en el estómago. Sabía que si me quedaba frente a Garth más tiempo, vería cuánto daño me había hecho, así que lo empujé y me marché hacia la puerta del lado del conductor. Mi tarde tan cerca de ser perfecta que jamás había experimentado había sido destrozada por unas pocas palabras cortantes de un tipo con lengua afilada. —Si eso es todo lo que tienes para mí, voy a estar en mí no tan dorado camino —le espeté de vuelta. —No quería decir eso como un insulto, Rowen. Lo quise decir como un cumplido —Garth se reclinó en un lado de la camioneta y pasó sus ojos sobre mí antes hacer lo mismo a sí mismo—. De una muy no dorada persona a otra, nunca seremos conocidos como los que toman el camino fácil. Nunca seremos conocidos como los que menean sus colas y juegan a ir a buscarla porque eso es lo que el mundo espera de nosotros. Tú y yo, Rowen —movió rápidamente su dedo entre nosotros—, somos una raza en extinción.
Quería clavarle las uñas directamente en su expresión engreída. No me conocía más de lo que quería llegar a conocerlo. —No, Garth. Tú eres una raza en extinción. Y eso es sólo porque cuando le dices mierda como está a la gente, ellos comienzan a planear una forma de matarte. Garth se rio mientras yo peleaba para conseguir que la puerta se abriera. —¿Qué crees que el Sr. y la Sra. Walker van a decir cuando Jesse y tú les digan que se han vuelto una caliente y pequeña noticia? Garth esperó a que respondiera. No tenía nada que decir porque no lo sabía. ¿Qué dirían? No podía estar segura. Eran buenas personas, pero mentiría si dijera que no tenía mis dudas en que ellos podrían retorcerse en sus asientos cuando sepan sobre Jesse y yo. —¿Crees que sólo van a sonreír y dar sus bendiciones cuando se enteren que su precioso hijo está saliendo con la fenómeno del rancho? Ahí estaba esa palabra otra vez. Lo había oído cientos de veces, y no había hecho caso la mayoría de las veces, pero aquí en el Rancho Willow Springs, donde todas mis capas de defensa se habían desvanecido, me golpeó de tal forma que sabía que dejaría una cicatriz permanente. —¿Piensas que un día van a permitirle darte el anillo de su tatarabuela? ¿Una chica quien sin duda ha estado en el asiento trasero de tantos coches que el Libro Guinness de Records del Mundo está dejando mensajes? Mis manos se hicieron puños. Mis ojos saltaron. Estaba enojada. Triste. No podía decidir que estaba más, así que sólo me quedé ahí, en silencio y quieta. —En caso que nunca hayas leído cuentos de hadas cuando eras una niña pequeña, aquí está una rápida recapitulación —continuó—. El príncipe cabalga en la puesta de sol con la princesa. No la bruja. De hecho, la bruja usualmente muere en manos del príncipe. En caso de que te estés preguntando quién eres en el cuento de hadas —Garth ladeó su cabeza y deslizó sus pulgares en la hebilla de su cinturón—, eres tanto la princesa como yo soy el príncipe. Mi furia respondió. —Eres un idiota, Black —espeté, lanzándole dagas con la mirada. Levantó un hombro. —Soy un idiota. Pero por lo menos lo he aceptado. Solía odiar saber que nunca terminaría con la princesa. Pero ahora lo he aceptado. —Sus ojos se hicieron más oscuros—. Una vez que aceptes quien eres, Rowen, el dolor se detendrá. Puedo garantizar eso. Una vez que aceptes que los Jesse Walkers del mundo no están destinados para ti, serás libre. —¿Por qué sólo estaba parada ahí, dejándolo decirme esas cosas? ¿Por qué no discutía con él?—. Ellos sienten pena por nosotros,
cuando realmente, nosotros deberíamos sentir pena por ellos. estado de desilusión. Viven la mentira, y lo que es peor, descubrir la verdad cuando se den cuenta que han estado una mentira. —Una esquina de su boca se torció en amenazante—. Ellos son ovejas, Rowen.
Viven en un no querrán viviendo en una sonrisa
Mi silencio finalmente llegó a su fin. —¿Qué? ¿Y nosotros somos los pastores? —No… —La sonrisa de Garth se torció más hacia arriba—, somos los lobos. El día caluroso de verano no importó, un escalofrío recorrió mi espalda. Saltando dentro de la camioneta, busqué a tientas para conseguir que la llave entrara en la ignición. —Sabes, Garth, sólo porque tu vida apeste no significa que tienes que tomártela con todos los demás. —Y sólo porque tu vida apeste no quiere decir que no deberías tomártela con todos los demás —replicó, con una voz fría. Tal vez tenía algo más que añadir, tal vez no, pero en el instante en el que el motor se encendió, cerré la puerta y aceleré. Necesitaba dejar a Garth Black en el espejo retrovisor. Para cuando estuve en la entrada fuera de la casa de los Walker, había logrado tranquilizarme. Por lo menos un poco. Garth se había metido bajo mi piel. No estaba segura que era más inquietante: que se había metido debajo o que sabía justo qué decir para llegar ahí. De alguna manera él había visto a través de mis paredes y conocía mis inseguridades. Sabía justo qué decir para jugar sobre mi debilidad. Él sabía que el centro de mis dudas, cuando se trataba de Jesse y yo, era que no lo merecía. Qué yo era la falta de su brillo. Que era el carbón para su diamante. Que no era nada especial para su todo especial.
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Así que no merecía a Jesse. Eso no era exactamente una revelación. La revelación se encontraba en la idea de que nunca lo sería. No importa lo que hiciera en el futuro, nada podría borrar mi pasado. Nada podía lavar la inmundicia y la suciedad de mi vida anterior. Era, hasta la fecha, el pensamiento más deprimente que había tenido. Para una chica que solía comer depresión como desayuno, almuerzo y cena, eso decía algo. Rose me saludó con la mano desde el jardín de flores mientras me sentaba en la camioneta de Jesse, contemplándolo todo. ¿Qué traería el mañana? ¿Podría seguir con Jesse por un rato más? ¿Cuánto tiempo más? ¿Hasta el final del mes? ¿Hasta el final del verano? ¿Cuánto tiempo podría
mantener la verdad enterrada? ¿Cuánto tiempo antes de que él despertara y lo viera? Cuando seguí sentada en el coche, Rose serpenteó a través de las flores, cerró la cerca que tenía para mantener a todos los animales salvajes fuera de su jardín, y se dirigió hacia mí. Rose era tan receptiva, como Jesse, y en este momento, no quería estar cerca de alguien perceptivo. No quería darle a nadie un vistazo de mi mundo. Así que eché mis hombros hacia atrás, limpié mi expresión, y abrí la puerta. —¿Encontraste a los chicos bien? —preguntó Rose mientras se detenía fuera de la camioneta. Tenía su sombrero rojo y cargaba una canasta de brillantes y grandes flores. Desde donde me encontraba, cada una lucía perfecta. Todo a su alrededor, incluso las flores, estaban en un perfecto nivel de lo que yo solo podía soñar. Tuve que echar mis hombros hacia atrás otra vez. —La nevera está vacía. —dije, señalando por encima del hombro—. Entonces, o me encontré a los chicos o me topé con una manada de osos hambrientos. Rose sonrió. —Por estas regiones, son lo mismo, cariño. Di la vuelta hacia la caja de la camioneta para sacar la nevera. Rose bajó su canasta de flores y vino para ayudar. —Josie Gibson se pasó por aquí cuando no estabas —dijo agarrando una manija de la nevera, una vez que abrí la puerta trasera. —¿Josie Gibson? —dije—. Igual que… —¿Cómo lo digo? ¿La maravillosa chica que me había encantado odiar pero no podía? ¿La chica con un corazón tan grande como la monstruosa camioneta que manejaba? ¿La madre Teresa quien me dio un aventón a casa y prácticamente me rogó para que saliera con ella alguna vez? O la chica que era… —¿La ex novia de Jesse? —completó Rose. Sí. Esa era. Asentí una vez. —La conocí en el rodeo pero no capté su apellido. —Esa es. Y es una Gibson, bien —dijo Rose mientras cargábamos la nevera hacia la parte trasera del porche y la poníamos contra la pared—. Esos Gibson han vivido por aquí durante mucho tiempo. No sé lo que vino primero, los Gibson o la categoría de estado de Montana. —Ella se dejó caer en uno de los columpios del porche, riéndose entre dientes para sí
misma—. Cuando Jesse y ella comenzaron a ponerse bastante serios, empecé a preocuparme por si alguna vez se casaran, ella lo haría llevar su nombre en vez de al revés. Mi estómago se retorció un poco con esa información. Bastante serios y casados era enorme. Me dejé caer en una mecedora enfrente de ella y doblé mis brazos sobre mi estómago. —De cualquier manera —Rose ondeó su manos—, ella paró aquí para verte. Mencionó que de alguna forma te había convencido para ir al gran honky tonk5 la siguiente semana y estaba comprobando otra vez para asegurarse de que no te habías echado para atrás. —Dudo siquiera que si hubiera tratado de retroceder, Josie me dejara —repliqué, preguntándome por qué había aparecido personalmente. Había un gran invento, alrededor de doscientos años antes, conocido como el teléfono, que pudo haber utilizado. Pero sabía por qué había venido. Porqué probablemente gastó 189 litros de gasolina en esa máquina tragona suya para venir hasta aquí. Era porque ella conducía hacia su casa. No era una tonta. Josie podría haber sido la chica más agradable que jamás había conocido, pero todavía era una mujer joven. Eso quería decir que era la más santa de los pecadores. Jesse había sido de ella por un par de años. Yo sólo había pasado un par de semanas con él, y sabía que no era la clase de hombre que una chica olvidaba. Era la clase de hombre que una chica pasaba toda su vida preguntándose a sí misma, ¿Qué si? Era el tipo de hombre que una mujer pensaba cuando se sentaba en la mesa de una cafetería frente a su segundo esposo. Dejando todo el drama de lado, Jesse era el chico del que una chica nunca se olvidaba. Fin de la historia. La historia más verdadera jamás dicha.
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Lo sabía porque sentía lo mismo. Nunca olvidaría a Jesse Walker. —Probablemente tengas razón. Josie no toma un no por respuesta muy seguido. —La expresión de Rose cambió. Cambió de despreocupada a preocupada. Raramente había visto ese cambio en su rostro—. Ese es el motivo por el cual estaba tan sorprendida cuando aceptó el no de Jesse cuando intentó volver con él. No presionó. No peleó. No defendió su caso. Ella solo… lo dejó ir. —La frente de Rose se arrugó como si estuviera estudiando las tablas del porche, como si quizás, entre sus grietas y fisuras, 5
Es un tipo de bar con acompañamiento musical típico del sur de Estados Unidos.
pudiera encontrar las respuestas—. No sé qué pasó entre esos dos, el señor sabe que los labios de Jesse están sellados, pero tú no pasas de casi llevarla al altar a ni siquiera querer decir su nombre sin que algo bastante grande esté pasando. Qué pasó entre Jesse y Josie parecía ser la pregunta del millón de dólares. Nadie parecía saberlo. —Intenté ser fuerte por Jesse después de que rompieron. Aunque él trató de no mostrar lo mucho que estaba herido, me di cuenta. Una madre siempre sabe cuándo uno de sus bebés está dolido. —Mordí mi lengua y guardé mis opiniones sobre el asunto para mí misma—. Pero creo que mi corazón estaba casi tan roto como el suyo. —Me dio una sonrisa triste y sollozó—. Estaba tan segura que Josie iba a ser mi nuera un día. Había comenzado a tratarla como una hija sin ni siquiera darme cuenta. —La extrañas —dije. Era obvio en la expresión de Rose que lo hacía. —Sí. La extrañé mucho al principio, cuando rompieron, pero el tiempo, como todo, alivia el dolor —dijo Rose. Agarrando el descansabrazos del columpio—. Lo que encuentro que más extraño ahora, sin embargo, es el consuelo de saber que mi bebé había encontrado una buena persona para pasar el resto de su vida. Cuando estaba con Josie, sabía que estaba bien cuidado y amado. Al final del día, es todo lo que una madre puede pedir cuando su pequeño pajarito deja el nido. —Rose exhaló lentamente con su nariz—. Que encuentran otro nido tan amoroso y cálido como el del que ellos volaron. Mis ojos se cerraron. Mi corazón cayó. Mis hombros se hundieron. Sabía que Rose no decía eso para herirme, ella no tenía idea de cómo me sentía por Jesse, pero su discurso, después del discurso de Garth, era el punto de inflexión. El último bloque de madera se deslizó fuera de la torre y la hizo desmoronarse. Había estado viviendo un sueño. Me había perdido dentro de éste, y equivocado con la realidad. Y justo acababa de despertar. Me puse de pie y encontré que mis piernas eran más fuertes de lo que habría pensado. Supuse que después de despertar, podía aceptar mi destino con valentía. —¿Rose? ¿Te importaría si me tomo el resto del día libre? Su cara destelló con preocupación. —He tenido este desagradable dolor de cabeza todo el día y parece que no puedo quitármelo —dije, hundiendo un dedo en mi sien. El dolor real corrió un par de metros más abajo—. Sólo voy a encontrar un
lugar calmado debajo de un árbol y espero que algo de aire fresco y descanso sirvan. —Odiaba mentirle a Rose. Odiaba mentirle más de lo que había odiado mentirle a alguien más, pero tenía que hacerlo. No podía fingir otras nueve horas manteniéndome de una sola pieza. Vería a través de mi comportamiento, o lo perdería enfrente de ella, y no quería que supiera sobre Jesse y yo. No quería que alguna vez lo supiera. No quería darle una razón para estar avergonzada de su hijo y estar incómoda cerca de mí. —¿Tomaste algún calmante para el dolor, cariño? —preguntó, levantándose del columpio. —Sólo cerca de cien —exageré—, pero esta cosa está más allá de la medicina ahora mismo. —Pobrecita —dijo, luciendo como si quisiera envolverme en un abrazo gigante—. Claro. Toma el resto del día libre, sólo dame un grito si necesitas algo. La culpa apareció cuando vi cuán rápido había estado de acuerdo. Con cuanta facilidad le puse la venda sobre los ojos—. ¿Estás segura que tú y las chicas estarán bien? Puedo volver alrededor de la hora de la cena si necesitan una mano. —Por favor —dijo, despidiéndome con la mano—. Las chicas y yo hemos estado cocinando pastel de carne por tanto tiempo que podemos hacerlo en nuestros sueños. Ve a encontrar un árbol con sombra y descansa algo. —Señaló hacia el viejo contenedor en el porche donde guardaba las almohadas y sábanas—. Agarra una sábana y una almohada, y pasaré a revisarte más tarde. —Gracias —dije mientras abría el contenedor y agarraba la primera sábana. —¿Tienes el teléfono contigo? Di una palmadita en mi bolsillo de atrás. —Para que tenga el placer de revisarme.
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Rose sacudió su cabeza. —Ve a descansar un poco, niña tonta. Debes de tener una jaqueca. Tu humor está apagado esta tarde. Le lancé un saludo a Rose antes de bajar los escalones del porche y dirigirme como una abeja hacia el campo. Mis pulmones no funcionaban correctamente. No desde las palabras de Garth y Rose. Sentía como si apenas pudiera llenarlos de aire hasta la mitad. Tenía una teoría: cuanto más me alejara de Willow Springs, mejor iba a poder respirar de nuevo. Después de pensarlo, en medio de una caminata a pie a través del campo de hierba que llegaba a mis hombros, por más de media hora, me
di cuenta de que mi teoría era incorrecta. No importaba cuán lejos me fuera o que tan rápido caminara. Seguía sin poder respirar bien. Sentía como si mi corazón se estuviera encogiendo al tamaño de una pasa, y mi cabeza se sentía como si pudiera explotar por todo lo que pasaba por ella. Después de otros quince minutos recorriendo los alrededores de algún campo sin nombre, prácticamente me tropecé con algo nada orgánico. Era un viejo tráiler, decirle viejo era ser generoso. Básicamente parecía como si estuviera infestado de ratas, érase una vez una vivienda humana tan oxidada que hacía ver a la Vieja Bessie brillante y nueva. Las ventanas estaban cubiertas con plástico más traslucido que el mismo vidrio, y la puerta de en frente ¿o era la de atrás? lucía como si la más gentil brisa le volaría las bisagras. Dulce camino. No. Aparte de una destartalada furgoneta que se veía como si no hubiese sido usada desde que Clinton fue presidente, el lugar no daba indicaciones de que algún humano hubiese vivido alguna vez allí. Incluso en la época gloriosa del tráiler, imaginarse a gente viviendo allí era difícil. Estaba tan descompuesto que era difícil imaginarse que hubiese sido útil en el pasado. Me alejé de puntillas hasta que me di cuenta de que caminaba así cuando nadie se encontraba cerca para oírme. Después de eso, seguí alejándome, pero no me di vuelta hasta que el tráiler estuvo fuera de vista. No era la clase de lugar al que una persona le daba la espalda. Después de que puse una distancia segura entre el tráiler y yo, extendí la manta debajo del siguiente árbol más cercano, apagué mi celular porque no quería que nadie supiera dónde me hallaba, me recosté, y me dormí un par de latidos después. No había nada como ser despertada por la punta de un zapato golpeando tu hombro. Me había pasado un montón de veces, y recordé cada una. Recordé cada zapato que me había pateado para despertarme desde que arrodillarse y usar la mano era aparentemente mucho trabajo. Esa vez, no de mocasín, o en cuña, o deportivo. Era una bota. Una negra. Gemí antes de mirar al dueño de la bota. Cuando lo hice, mi gemido se profundizó. —¿Qué haces rondando por aquí? —Incluso en la oscuridad, distinguí la sonrisa torcida de Garth. —Tú me conoces. —Empujé su bota lejos de mí y me senté. Tiesa, tiesa y más tiesa—. Soy buena rondando. —Tomé los bordes de la manta y
la envolví alrededor de mis hombros. Si era lo suficientemente oscuro y frío para necesitar una manta, era tarde. Eso quería decir que Rose estaría muy preocupada. Eso quería decir que probablemente Jesse también lo estaba. Jesse… Los recuerdos inundaron mi mente mientras que el sueño lo aclaraba. No tenía ningún futuro con Jesse. Tanto en el sentido inmediato como en el lejano. El dolor había sido fuerte esa tarde, pero algo acerca de esa noche y de estar tan cerca del anti-Jesse trajo consigo algo enteramente diferente. Casi toqué mi pecho, esperando encontrar el mango de una daga sobresaliendo de él. —¿Qué estás haciendo aquí? —pregunté, tratando de distraerme. No me importaba. No realmente. Algunas chicas podrían asustarse si un raro como Garth Black se tropezara con ellas tan tarde en la noche en medio de algún campo cualquiera, pero yo no. Había estado alrededor de suficientes raros reales para saber la diferencia. Garth era raro, no se equivoquen, pero era uno inofensivo. Inofensivo excepto por los desagradables manejaba como un maldito samurái de espada.
comentarios
que
—Vivo aquí —dijo, como si hubiera tenido que ser obvio. Mis cejas se juntaron. —¿Qué? ¿Te ilusionaste pensando que vine aquí para buscarte? No me gustó la manera en la que me miró, así que me puse de pie y apreté más la manta alrededor de mí. —De todas las personas que me vendrían a buscar si necesitase ser encontrada, tu nombre no estaría en ninguna parte de la lista. Y aún menos en primer lugar.
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Garth no habría podido verse más imperturbable. —¿Y quién estaría primero en esa lista? —Por la curva de su sonrisa, sabía a quién nombraría antes de que lo hiciera—. ¿Jesse? Tu precioso, invencible caballero Jesse, ¿eh? —Garth extendió sus brazos y dio una vuelta pausada—. Bueno, odio decírtelo, cariño, pero ese caballero blanco tuyo no está aquí. Él no fue el que vino a encontrarte cuando te perdiste. —Sus oscuros ojos brillaron—. Me parece que estás atorada conmigo. Lo fulmine con una mirada tan fuerte como nunca había fulminado a nadie. —No estoy perdida. Seguía con su expresión imperturbable. Quería quitarla de su cara de un golpe. —Rowen, estás tan malditamente perdida que te has olvidado de cómo llegaste aquí en primer lugar. Esto se ha convertido en quien eres. Rowen la pérdida.
Antes de que supiera que hacía, lo empujé. Fuerte. Tan fuerte que retrocedió un paso. Pero incluso así, no parecía más preocupado de lo que lo hubiera estado si estuviera tratando con una camada de gatitos maullando. —¡No estoy pérdida! —Cerré los puños de mis manos—. Eres un... un imbécil. Tú eres el perdido, no yo. —Sí —dijo en una voz calmada—. Si, lo soy. Y tú también. Dándole otro empujón por si acaso, me di vuelta y caminé alejándome. —¡Te odio! —grité sobre mi hombro, encaminándome hacia una noche tan oscura, que no estaba segura de que pudiera regresar a casa. Casa… Willow Springs no era mi hogar. Era un espejismo. Una zanahoria colgada en frente de mí. Un sueño que me permití soñar y que nunca se volvería realidad. Cuando las siguientes palabras de Garth salieron, sentí que la primera lágrima empezar a formarse en una esquina de mi ojo. —¿Quieres un trago? Me detuve. Sorbiendo, me di la vuelta lentamente. —No —dije, el volumen había dejado mi voz hace mucho—. Necesito uno. Garth inclinó su cabeza. —Yo también. Y odio beber solo. Me recuerda mucho a mi padre. —Esperó a que cruzara la distancia entre nosotros antes de agregar—. Vamos a ahogar nuestras penas antes de que tengamos que despertar y volver a nuestras vidas de mierda. Beber sola con un chico como Garth Black no era la cosa más lista para hacer. Lo sabía. Diablos, había vivido eso. Pero en este preciso momento, con la manera en la que me sentía y el dolor que quería olvidar, simplemente no me importaba. Había pasado por un largo periodo de recurrir a chicos para hacerme olvidar, para temporalmente calmar el dolor y venderme la ilusión de ser querida y amada. Los últimos años, me incliné mucho más hacia ahogar el dolor con una botella. O lo hacía, antes de Willow Springs. No había tomado una gota de alcohol desde mi llegada… pero eso estaba por cambiar. Seguí a Garth por unos minutos. Lo suficiente para preguntarme si me guiaba a mitad de la nada. Hasta que recordé que “en medio de la nada” era donde había estado desde que pasé el autobús. Después de otro minuto Garth se detuvo. Barriendo su mano ceremonialmente enfrente de él, dijo. —Hogar, dulce hogar.
Oh. Por. Dios ¿El tráiler que hacía que una persona se retorciera de solo mirarlo? Sí, allí en frente era donde estábamos parados. —Um… —No te preocupes. Sé lo que estás pensando. —Garth se movió hacía un par de sillones en las mismas ruinas en la que estaba el tráiler—. ¿Cómo puedo vivir conmigo mismo en el epitome del lujo cuando hay pequeños niños muriendo de hambre? Miré curiosamente a Garth. ¿Era eso una broma que había salido de su enigmática boca? ¿Era eso un comentario un poco mordaz del lugar donde estaba segura que nadie podía vivir? No sabía cómo responder a su repentino desliz de humor, así que me quedé en silencio. Después de sacudir los escombros de uno de los desgastados sillones, él fue hacía el tráiler. —Vuelvo en seguida con cualquier cosa que pueda encontrar y que sea la más fuerte. Casi le respondí, no toques nada, pero lo pensé mejor. Si esa era la casa de Garth… bueno, esa era su casa. No iba a poner un pie dentro de ella, nunca, pero eso no quería decir que fuera a irme. De un par de ventanas salían unas luces intermitentes, como si tal vez una televisión estuviera encendida adentro. Me acomodaba cuidadosamente en el sillón cuando escuché un par de voces elevadas. Así que Garth no vivía solo y, juzgando por las voces profundas, vivía con otro hombre. Un hermano, ¿tal vez? ¿Un padre?
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Quien quiera que compartiera el destartalado tráiler con él, una cosa era clara: no estaban en buenos términos en este momento. No podía descifrar cada una de las palabras, sólo muchos gritos y maldiciones lanzadas de ida y vuelta, pero estaba familiarizada con esa “conversación”. Mi madre y yo la teníamos al menos una vez a la semana desde que había sido lo suficientemente valiente para defenderme de ella. Cuando escuché el familiar sonido de vidrio rompiéndose, me levanté del sillón. Estaba a punto de romper un voto solemne y realmente entrar en ese oxidado cubo cuando Garth prácticamente se lanzó por la puerta. Lo que parecía como una botella explotó en pequeños pedazos detrás de él cuando chocó en la entrada en vez de… ¿su cabeza? Garth miró al suelo por un par de segundos mientras continuó caminando en mi dirección. Llevaba una botella agarrada fuertemente en
su mano, sin embargo cuando levantó la cara, su expresión era casi imperturbable como había sido cuando yo había estado gritándole. —¿Qué demonios fue eso? —pregunté. Lo sabía, como alguien que había lidiado con eso, si una persona estaba cerca para oír o ver, esperábamos por el infierno que mantuvieran la boca cerrada y fingieran no haber presenciado nada. Sin embargo, estando al otro lado de la ecuación, entendía porque tanta gente no podía quedarse en silencio. —Bueno, vamos a ver —dijo Garth cuando estuvo frente a mí—. Es una noche entre semana, después de las diez, y todo el licor excepto por el de mi lugar secreto… —alzó la botella—, se acabó hace una hora. Eso quiere decir que él sigue lo suficientemente ebrio para estar cabreado pero no tanto para estar inconsciente todavía. Salté cuando escuché otro sonido de algo rompiéndose. —¿Quién? —cuestioné, preguntándome si estar dentro de la misma línea de condado que esa persona, por no hablar de su patio trasero, era seguro. La expresión de Garth se subsanó. —Mi papá. —Sus palabras eran como el hielo de nuevo, y por la expresión en su rostro, supuse que realmente necesitaba ese trago tanto como yo—. ¿Así qué? ¿Vamos a beber? —Sacudió la botella frente a mí, y a pesar de que sabía que no debía, no pude decir que no. No cuando el alivio del dolor estaba a un par de centímetros y tragos de distancia. —Vamos a beber. —Tomé la botella de sus manos y desenrosqué la tapa—. ¿Tequila? —A juzgar por la etiqueta, era tequila barato. —Para matarte —dijo Garth cuándo se sentó en uno de los sillones—. Sí. Como no había vasos por ninguna parte, levanté la botella directamente a mis labios. —¿Por qué tengo la impresión de que me voy a arrepentir de esto en la mañana? —Porque lo harás —dijo cuándo se quitó el sombrero y lo dejo en el piso. Ver esos chicos sin sus sombreros era siempre extraño, al menos cuando no se sentaban alrededor de la mesa del comedor Walker—. Por otro lado ¿yo? No lo haré. —Tú pareces la clase de chico que no se arrepiente mucho —dije antes de inclinar la botella de nuevo. Frío líquido entró en mi boca y se volvió caliente en mi garganta. No había tenido un trago directo de alcohol en tanto tiempo y casi fruncí la cara y tosí, pero lo detuve. Le pasé la botella a Garth.
—No lo hago —respondió, tomando su propio trago fuerte. —Y tú no tampoco deberías. —Garth levanto las piernas en el sillón y contempló las estrellas. Tomó otro trago antes de pasarme la botella. —Arrepentirme es una de las pocas cosas en las que soy buena — dije, tomando un trago del tamaño de una copa—. No voy a cambiar eso. Cielos. El tequila ya me hacía efecto. Esa es la única razón por la que dejé que esas palabras vulnerables se escaparan de mi boca. No me gustaba ser vulnerable, pero odiaba parecer vulnerable frente a chicos como Garth Black. Tiempo de cambiar la conversación. —Así que ¿qué pasa contigo y tu papá? ¿Siempre han sido así de disfuncionales o recientemente decidiste saltar en ese tren? —le pasé la botella a Garth. Demasiado, muy rápido, como mis palabras lo comprobaban. Los ojos de Garth rodaron al cielo. —No quiero hablar sobre mi pasado más de lo que tú quieres hacerlo del tuyo —dijo antes de tomar un trago. En realidad, fue más como un buen trago—. No me hagas preguntas sobre mi familia a menos de que quieras que te pregunte las mismas acerca de la tuya. Eso atrajo mi atención. —Como dije antes, Rowen, tú y yo somos muy parecidos, si yo tuviera tetas y mi cabeza metida en las nubes de vez en cuando, sería tú. Y si tú tuvieras un pene y fueras un poco más malvada, serías yo. —Garth tomó otro trago antes de pasarme la botella. Estaba a la mitad. Eso probablemente explicaba porque las estrellas giraban alrededor de mi cabeza. —Así que… —Sólo la manera en que lo dijo, ya hacía una mueca antes de que dijera algo más—. Supongo que, ya que te encontré acurrucada durmiendo y solo a un par de kilómetros de Willow Springs, te tomaste mi advertencia de Jesse en serio.
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No era una pregunta. Él sabía que era verdad. El tequila había amortiguado el golpe de oír su nombre, pero no me había hecho inmune. Sabía que no importaría si dentro de diez años escuchara ese nombre mientras me cruzaba en la calle con un extraño. Nunca sería capaz de oír el nombre Jesse de nuevo sin pensar en él. —Tú no quieres hablar de tú papá, genial. Yo no quiero hablar de Jesse. —Cuando tomé otro trago, el tequila no ardió. De hecho, lo bebí más como agua que como alcohol. Había experimentado eso suficientes veces para saber que estaba a unos pocos tragos de quedar inconsciente.
Así que tomé un trago más y se lo pasé de vuelta a Garth. Estaba oficialmente restringiéndome a mí misma. —No podemos hablar de nuestras familias. No podemos hablar sobre nuestro pasado. Y no podemos hablar sobre Jesse, y estoy suponiendo, de nadie de los Walkers. —Miró en mi dirección y aguardó. Como si estuviera esperando a que concordara con él. Así que levanté mis cejas le di de una mirada de ¿cuál es tu punto? —¿Entonces de qué hablaremos? —Parecía entretenido consigo mismo. O conmigo. O con la situación. No podía decirlo, y el alcohol sólo hacía las emociones más difíciles de descifrar. —¿Por qué sólo no hablamos? —sugerí. En parte porque no me sentía de humor para hablar, y en parte porque estaba cerca del punto en el que hablar sería difícil. Al menos hablar sin enredar las palabras. Me hundí más profundo en la silla y mi cobija, cerré los ojos, y dejé que el alcohol hiciera su trabajo. —Esa es mi forma favorita de tener una conversación —replicó, sonando como si se estuviera acomodando en su silla. Así que finalmente estábamos de acuerdo en algo. —La mía también —dije justo antes de darme cuenta de que la neblina me llevó, o bien me dormí o caí inconsciente. Fuera lo que haya sido, fui traída de vuelta a la superficie cuando una mano se acomodó en mi mejilla. La mano era cálida, áspera y fuerte. Otra mano se enredó en mi cabello antes de que un par de labios se deslizaran justo debajo de mi oído en la cumbre de mi cuello. Las manos sosteniendo mi cabeza en su lugar se adentraron más profundas cuando esa boca comenzó a viajar por mi cuello. Cuando se detuvo en la base y gentilmente succionó la sensible piel, gemí. El toqué era familiar pero desconocido. La urgencia de la caricia, la gentil fuerza en las manos eran familiares. La barba que sentí rozar contra mi cuello y el aroma picante eran desconocidos. Cuando esa boca hizo su viaje de regreso por mi cuello, me arqueé para que se acercara y prácticamente temblé cuando su lengua probó mi piel. —Jesse… —susurré, tratando de empujar entre la niebla. Quería tocarlo de vuelta con la misma clase de precisión. Quería sentirlo, pero mis manos se hallaban adormecidas y apenas podían funcionar. Lo que pasó después, no lo esperaba. Las manos y boca se apartaron como si las hubiera sacudido antes de que sintiera la vibración de un cuerpo llevándole lejos. Justo antes de que cayera de nuevo en mi
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estupor, escuché lo que parecía como otra botella rompiéndose contra algo.
11 Traducido por Mel Markham Corregido por vaviro78
Me dormí con el sonido de cristales rompiéndose y me desperté con el sonido de voces elevadas. No eran realmente altas. Eran más como una explosión. —No esperaba verte de nuevo por aquí nunca más, Walker. ¿Estabas de humor para los barrios pobres? —¡Que Dios me ayude, Garth! Si la tocaste… si le hiciste cualquier cosa, voy a terminar lo que debí haber terminado hace meses. Sabía que las voces eran de Jesse y Garth, y podía decir que se encontraban detrás de mí, pero era incapaz de algo más. No podía abrir los ojos, no podía abrir la boca, y ciertamente no podía levantarme e ir acabar con la pelea en el horizonte. Estaba un poco consciente pero totalmente inmóvil. El alcohol había sido especialmente potente después de mi mes de sobriedad. —Era más divertido estar a tu alrededor cuando no me tratabas como si fuera un perdedor que se aprovecha de las chicas. Nunca he tocado una sin que lo quisiera, pidiera por ello, o en caso de que estés al tanto… rogado por ello. —¡Maldito hijo de puta! —Escuché algo siendo arrastrado y un golpe sordo que sonaba como un puño conectando con carne y hueso. La risa gutural de Garth fue lo que se escuchó luego. —Me gusta toda esta cosa de la ira que tienes ahora. Eras aburrido cuando todo lo que hacías era sonreír y hacer el papel del Sr. Perfecto. Oí a Jesse tomar un par de lentas respiraciones antes de responder —¿Qué está haciendo Rowen aquí? —Vino a verme. Quería charlar con alguien que no la pondría a dormir después de treinta segundos de conversación. Jesse hizo una especie de ruido entre un resoplido y un bufido.
—Sé que te debe sorprender que una chica me prefiera a mí que a ti, pero no sería exactamente la primera vez, ¿no? —La voz de Garth era fresca y distante. Sabía que iba a venir antes de escuchar el siguiente crujido. Garth se rio de nuevo antes de escupir. Jesse debe haberle golpeado la mandíbula. —Aléjate de Rowen. Y aléjate de mí. —La voz de Jesse temblaba con emoción. —No tengo problemas en mantenerme lejos de ella. No es nada más que tú chica habitual, para dar y regalar, pero no puedo prometer que ella se alejará de mí. —Luego de una larga pausa, oí pasos subiendo las escaleras de metal—. Oh, y una cosa más —dijo Garth, su tono excesivamente inocente sonaba justo como lo contrario—. Si este remolque se balancea, no toques la puerta. Oh, espera, eso ya lo sabías, ¿no? —Otra risa profunda sonó antes de que una puerta chirriara cerrándose. Demasiado silencio pasó, casi estaba de nuevo inconsciente cuando escuché un par de pasos arrastrándose hacia mí. Un momento después, dos brazos musculosos se deslizaron bajo mi cuerpo y me levantaron de la silla. Jesse no dijo ni una palabra y yo todavía no podía, pero incluso si pudiera, no sabía qué decir. Estaba borracha. Lo arruiné. Jesse había sido el único en mirar profundamente dentro de mis ojos. Era lo que necesitaba que pasara. Él necesitaba ver quien era yo porque eso haría todo más fácil. Solo podía alejarlo durante cierto tiempo antes de ceder, pero después de que vio lo que era, no tenía que preocuparme. Sus hoyuelos ya no estarían esperando por mí en la mesa de la cocina.
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Eso fue lo que hice. Así era como me protegía. Alejaba a los demás antes de que ellos pudieran alejarme a mí. Era un defecto de autopreservación, pero como estaba acurrucada en los brazos de Jesse, por última vez, supe que alejarlo era lo opuesto a la auto-preservación.
12 Traducido por Amy Ivashkov Corregido por vaviro78
Existían los dolores de cabeza. Y luego está con lo que me desperté la mañana siguiente. Me encontraba en mi cama, y, como se habían corrido las cortinas, la luz del sol que entraba por el centro hacía que me retumbara la cabeza en cuanto abrí los ojos. No sabía qué hora era, no sabía qué día era, pero sabía que necesitaba agua e ibuprofeno. Inmediatamente. Después de levantarme, coloqué mis piernas en el borde de la cama. El movimiento dolía tanto que se me revolvió el estómago. No estaba segura de que pudiera llegar a tiempo al basurero si mi estómago decidía desatarse. Mis botas y calcetines no estaban, y en la mesita de noche había un vaso de agua, tres pastillas redondas de color marrón, y una nota con mi nombre escrito en la parte delantera. Tomé el agua y las pastillas en primer lugar, suponiendo que los iba a necesitar dentro de mí antes de leer lo que sea que había dentro de esa nota. No podía recordar lo que pasó anoche; sólo recordaba partes y piezas. Imágenes, palabras, sensaciones. Los ojos oscuros de Garth, la voz acalorada de Jesse, la quemadura de tequila que corría por mi garganta, una barba incipiente deslizándose en mi cuello. Barba incipiente… Oh, mierda. Uno de los dos hombres de anoche tenía una sombra de las cinco. Otro tenía la cara tan suave como fuera posible. Aquel cuya boca había estado sobre mí la noche anterior no era el que yo había pensado. Mi estómago se revolvió otra vez. Arrojé las pastillas en mi boca y me las tragué con un largo trago de agua. La frescura se sintió tan bien corriendo por mi garganta, me tomé todo el vaso. Después de dejar el vaso sobre la mesita de noche, tomé la nota. La letra de Jesse me hizo deseosa de leerla, pero después de la noche
anterior y los recuerdos fragmentados que tenía de él, estaba demasiado nerviosa. Antes de pensarlo un segundo más, desplegué la nota y la leí. No me tomó mucho tiempo finalizarla. La nota fue breve, concisa y desgarradora. ¿Qué pasa? Maldición. Casi hubiera preferido una novela de desvaríos y delirios. ¿Qué me ocurría? Evité esa pregunta casi toda mi vida. Sabía la respuesta a esa pregunta, pero preferí reprimirla porque, en realidad, la respuesta no curaba nada. No podían borrar el pasado. Entonces, ¿cuál era el punto de buscas las respuestas en primer lugar? ¿Y por qué demonios sigo pensando en ello? Metí la nota dentro del cajón de la mesita de noche. Cuando decidía si debía simplemente tirar las mantas por encima de mi cabeza y olvidarme del mundo, o levantarme e ir por él, un suave golpe sonó en la puerta. —Adelante —dije, un poco fuerte. Apliqué presión en mis sienes y cerré los ojos—. Adelante —susurré. La puerta se abrió sin hacer ruido, un pequeño favor, y Lily entró con una bandeja. Sonrió y se dirigió hacia dónde me encontraba. —Hola, Lily —susurré. Dejó la bandeja sobre la mesita de noche y susurró un rápido hola. —¿Qué es esto? —Inspeccioné la bandeja y olfateé el aire. —Desayuno —repitió Lily en una voz baja que apenas oí.
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Podía ver eso. No era lo que normalmente comía, pero esa mañana, se veía como la perfección: un montón de tocino de corte grueso, huevos revueltos cubiertos de queso fundido y una pieza gruesa de pan con mantequilla derretida. Mi desayuno habitual consistía en harina de avena y fruta… Enfermedades al corazón, ¿sabes? Pero no podía tener un pedazo de tocino en la boca con suficiente rapidez. —Gracias, Lily —dije entre bocado y bocado. Ya sentía que la grasa hacía su trabajo en mi estómago—. No tienes idea lo mucho mejor que ya me siento. —No sentí la necesidad de entrar en la discusión por el uso excesivo del alcohol y lo efectos que ocurren la mañana después a los dieciséis años, apostaría un millón de dólares, a que nunca bebería otra gota.
—Jesse dijo que ayudaría —susurró un poquito más fuerte así que no tuve que esforzarme para oírla. Dejé de masticar. —¿Jesse te dijo que hicieras esto por mí? Lily negó. —No, él hizo esto. Sólo me pidió que lo trajera. Se me cayó el pedazo de tocino en el plato. Había ido a buscarme, me trajo a casa en sus brazos, en sus brazos por tres kilómetros, me metió en la cama, me dejó un poco de agua e ibuprofeno en mi mesita de noche y me hizo un desayuno grasiento para aliviar la resaca. Había estado tan segura que personas como Jesse Walker no existían en la vida real. Había estado tan, pero tan segura. Me equivoqué. Si me equivoqué en eso, ¿en qué más me equivoqué? Añadí esa pregunta a la montaña de otras preguntas que no estaba lista para responder. —¿Por qué no lo trajo él? —Me concentré en el plato de comida, un acto de bondad al azar, y mi visión comenzó a ponerse borrosa. —Él y otros chicos se van una semana para mantener una estrecha vigilancia sobre el ganado ya que ahora está un poco más arriba y más lejos. Siempre son un poco quisquillosos cuando llegan a un nuevo pasto, por lo que algunos se establecerán un campamento la primera semana más o menos. —Oh. —Me moví en la cama. Nota mental: no usar pantalones ajustados en la cama—. ¿Cuándo se va? —No estaba segura si ya se encontraba listo para verme, o si yo lo estaba, pero si se iba a ir por una semana, necesitaba decirle algo. —Ya se fue —respondió Lily, levantando un hombro—. Él no era el mismo esta mañana. Estaba casi… gruñón. No veía la hora de irse de aquí. No necesitaba ser adivina para saber por qué Jesse no logró escaparse a tiempo. Así que estaba molesto, pero no tanto para impedirle hacerme el desayuno. Lo herí, pero no tanto como para no dejarme agua y pastillas en mi mesita de noche. Había mucho en esta situación que no tenía sentido. Cuando más pensaba en ello, más me dolía la cabeza, así que dejé todo el asunto de irse-por-el-trabajo y agarré un pan tostado con mantequilla. —¿Qué hora es? —Mi teléfono tenía la batería llena, lo que significa que también eso lo hizo Jesse. —Es hora de que descanses un poco —respondió Lily, sonando mucho como Rose, miré la puerta asegurándose de que no se había unido a nosotras—. Las órdenes de mamá.
Rose… yo no volví a casa anoche. Apagué el teléfono para que nadie pudiera comunicarse conmigo. ¿Por qué no me gritaba que estaba castigada por el resto del verano? —Está todo el mundo… —Tragué saliva y miré mi regazo—. ¿Decepcionado de mi? —No sé por qué me molesto en hacer preguntas retóricas, pero no era capaz de dejar el hábito. —¿Por qué iba alguien estar decepcionado de ti? —preguntó, dándome una mirada extraña—. Jesse nos dijo que te dormiste en uno de los campos y no podías quitarte el dolor de cabeza que le dijiste a mamá que tenías ayer. Es algo bueno que te encontrara antes de que fuera demasiado tarde. No creerías cuántos ratones de campo hay por allí. —Lily se estremeció como si uno estuviera corriendo por su espalda—. Y no me hagas hablar sobre las serpientes reptando y comiendo los ratones. — Cuando se estremeció otra vez, fue más como una sacudida violenta. Una lengua deslizándose por mi cuello brilló en mi mente. Era mi turno de temblar. —Creo que podría haber corrido hacia esas serpientes. —Metí el último bocado de pan en mi boca. La grasa y el aceite hacían su trabajo y el agua y la medicina comenzaban a fluir por mis venas. Me sentía cansada. Exhausta, en realidad. La culpabilidad cansaba a una persona. Jesse me cubrió. Le mintió a su familia por mí. Porque me arruiné de una forma horrenda. Maldición. El día no podía ponerse peor, y sólo desperté hace cinco minutos. —Gracias por el desayuno, Lily —dije, metiéndome debajo de las mantas—. Si estás segura que todo está bien con todo el mundo, creo que descansaré un poco más. —Ese debe ser un dolor de cabeza horrible, Rowen —dijo suavemente antes de dirigirse a la puerta.
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—Tienes toda la razón, es desagradable. —Tiré las mantas sobre mi cabeza y traté de aislarme del mundo.
13 Traducido por Zafiro, Vericity, Kary_Ksk & Elle Corregido por mterx
Esa semana siguiente, traté de no pensar en Jesse, lo que era otra forma de decir que fallé al no pensar en Jesse. Cuando salí de mi monstruoso "dolor de cabeza", nadie me hizo alguna pregunta o sospechó nada. Rose me dio un abrazo y dijo que se alegraba de que me sintiera mejor, y nos pusimos manos a la obra con el día. Era un concepto tan extraño para mí: ser de confianza. La gente en mi vida solo suponía que al abrir mi boca, una mentira estaba a punto de salir. Mi madre había sido la primero en quitar la tarjeta confianza, seguida por los maestros, consejeros, amigos... quien sea. La mayoría de las personas en los últimos cinco años habían encontrado alguna razón para no confiar en mí. No decía que no tenía culpa en todo el asunto de negación de confianza. Mucha gente tenía un montón de razones para desconfiar de mí. Pero estaba cansada de que todo el mundo asumiera automáticamente que porque ya lo había hecho antes, lo haría todo el tiempo. Cuando la gente comienza a esperar que todo lo que sale de tu boca sea una mentira, solo dejas de intentarlo. Pero esa no es la forma en que era en Willow Springs. Me dieron el beneficio de la duda. No me marcaron como una mentirosa porque no me atraparon diciendo una. No me marcaron con varios de los nombres por los que me llamaron antes. Me dieron un nuevo comienzo. Tal vez por eso me hice una promesa de nunca decir una mentira a otro Walker. O dejar que un Walker mienta a otro Walker por mí. No pagaría su fe en mí decepcionándolos. No sabía lo que traería el final del verano, o lo que los chicos de mi escuela nueva pensarían de mí cuando me presentara, pero en Willow Springs, era Rowen Sterling. Nada más. Durante una semana, había mantenido esa promesa. No había mentido ni una vez a ninguno de los Walker, aunque estuve cerca. En lugar de responder a Rose cuando me preguntó si sabía por qué Jesse había estado tan de mal humor la mañana que se había ido, fingí que mi celular
acababa de sonar y escabullí por la puerta de atrás para tomar mi llamada imaginaria. Honestidad por omisión. No era el mejor de los escenarios, pero estaba muy lejos del peor. Entre las tareas y dormir, pasé mi tiempo libre dibujando. Cualquier cosa. Y todo. Las manos de Rose mientras amasaba la masa del pan en la mañana, la pared de sombreros junto a la mesa de comedor, las chicas recogiendo fresas, diablos, incluso esbocé a la Vieja Bessie... Dibujé todo, pero principalmente, dibujé a Jesse. Nunca fue mi intención, pero a mitad de mi boceto, me doy cuenta de que sus ojos brillaban hacia mí, y aun si hubiera querido, no podía descartarlo y empezar de nuevo. Así que terminé esos bocetos, y luego tuve un libro lleno de Jesse. Eso hizo que la semana sin él pase un poco más rápido. Era la noche del sábado, y estaba ansiosa sobre eso por varias razones. Uno, porque era la noche del gran baile y barbacoa de la que todo el mundo había estado hablando sin parar. Dos, porque era la noche en que Jesse tenía previsto regresar a casa. Y tres, porque no quería que Rose enloqueciera al ver lo que le había hecho a sus tres hijas que eran la definición misma de la belleza natural. Habíamos estado reunidas en la habitación de Lily por un par de horas, echando aerosol, repasando, y rizando cómo demonios la una a la otra. Bueno, yo había estado haciendo lo de rociar, deslizar, y rizar. Las chicas, a excepción de Clementine, habían conseguido quedarse quietas y aguantar. —¿Rizado o liso? —le pregunté a Lily una vez que terminé de empolvarle la nariz y resaltar el arco de la ceja.
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Lily hizo una mueca mientras lo consideraba, tratando de no manchar su lápiz labial color rosa pálido. Parecía mayor, pero no ofensivamente tanto. Cuando Lily mencionó esta mañana que no estaba muy emocionada de ir al baile, por supuesto le pregunté por qué. Dijo que se sentía común y pasada por alto cada vez que fue a una de estas cosas. Que no sentía como si encajara. Después de darle un abrazo y decirle que debería revisarse la cabeza, le sugerí convertir su dormitorio en un salón improvisado, así que podía darle algunos consejos de maquillaje y peinado. Una vez Hyacinth y Clementine vieron lo que hacíamos, se negaron a ser dejadas de lado. Clementine fue fácil, a excepción de su saltar como un conejo a toda velocidad. Enrosqué su cabello y la dejé lista con una capa de bálsamo labial. Listo. Hyacinth era un adolescente, pero apenas, por lo que después de arreglar su pelo, dejé que me convenciera por algo de rímel y brillo de labios y recé porque Rose o Neil no quisieran mi piel.
Ya que Lily tenía dieciséis años, me tomé un poco más de tiempo con sus ojos y añadí un toque de rubor. Me encontré a mí misma riendo un par de veces mientras me angustiaba sobre usar una mano ligera con el maquillaje de las chicas. Normalmente usaba lo contrario a mi propio maquillaje. El rostro de Lily se alisó cuando finalmente tomó una decisión. — Rizado. Casi suspiré. Las chicas Walker tenían un cabello largo y grueso que tardaba una eternidad para rizarse. —¡Rowen! —Me llamó Clementine cuando agarré el rizador—. ¿También pondrás un poco de esa cosa delineadora de ojos en mí? —¡Por supuesto que no! —contesté mientras envolvía la primera porción de cabello de Lily alrededor de la plancha—. Si sigues rebotando así, esos rizos van a saltar fuera de tu cabello. —Traté de darle una mirada severa mientras rebotaba en el extremo de la cama de Lily, pero no funcionó. Mirar con severidad a una niñita con perfectos pequeños rizos saltando arriba y abajo en un vestido que era cinco tallas más grande para ella era imposible. Su rebote se detuvo inmediatamente mientras acariciaba su cabello para asegurarse de que los rizos aún estaban en su lugar. —¡Lily! — Estábamos a menos de un metro de distancia, pero Clementine era grande en gritos—. ¿Puedo elegir otro vestido para probarme? Lily suspiró. —Sí, pero no el que voy a usar esta noche. —¡Yupi! —Clementine cayó en picada de la cama y corrió hacia el armario de Lily donde Hyacinth buscaban su propio vestido. —Está bien, podía oler los vapores de la laca para el cabello y el pelo quemándose desde el porche. —La puerta se abrió y entró alguien que no esperaba ver justo en ese instante. El rizador casi se resbaló de mis manos. —¡Jesse! —Clementine pasó de correr al armario a correr hacia su hermano. Tropezó con el vestido justo cuando llegaba a él, pero Jesse la atrapó antes de que se estrellara y quemara. Después de darle un rápido abrazo y saludar a sus otras hermanas, sus ojos se dirigieron hacia mí. Todo en él parecía indeciso, inseguro. Sabía que yo reflejaba el sentimiento. —Hola —dijo, quedándose firmemente plantado en el umbral. —Hola —dije. Mi corazón retumbaba a la vida con dos lamentables palabras intercambiadas entre nosotros.
—¿Cómo estuvo tu semana? —Su voz no era toda fría, pero no era cálida tampoco. Era casi... convencional. Tal vez eso era peor que el frío. —Muy bien —le dije con un encogimiento de hombros—. ¿Cómo estuvo tu semana? —Muy bien. Tuvimos que repetirnos mutuamente. —¿No nos vemos heeerr-mooo-sas, Jesse? —preguntó Clementine, tirando de su mano para llamar su atención. —Por supuesto —respondió con una sonrisa. Así que todavía podía formar una, solo que no para mí—. ¿Un hada madrina vino agitando su varita en tu dirección o algo así? —No, tonto —Clementine respondió antes de que su rostro se arrugara—. ¿Rowen? ¿Eres un hada madrina? —Definitivamente no —le dije. —No sé nada de eso —dijo Lily mientras me movía a la siguiente porción de cabello. Tres menos, trescientos esperando—. Creo que estás haciendo un poco de magia por aquí. Hice una mueca a Lily en el espejo. No necesitaba la magia para hacerla más hermosa de lo que ya era. —¿Vas al baile esta noche? Tuve que levantar la mirada para ver a quién iba dirigida su pregunta. Jesse me miraba de nuevo. Asentí. —Sip. Tengo mis botas de baile listas para ir. —¿Podría nuestra conversación ser más pobre? No quiero responder eso—. ¿Qué hay de ti? Jesse se encogió de hombros. —No lo sé. Fue una semana muy larga, y estoy bastante cansado. Podría simplemente acostarme y ponerme al día con un poco de sueño. Consiguió un trío de gemidos de las chicas. Mantuve dentro mi propio gemido.
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—Vamos, Jesse. Siempre vienes a estas cosas. Si no vas, todas las chicas solteras harán una revuelta —dijo Lily. —Estoy seguro de que el baile y todo el mundo se las arreglarán muy bien sin mí —dijo, mirando en mi dirección una vez más antes de retroceder fuera de la puerta. —¡Sigue mintiéndote a ti mismo, Jesse! —gritó Hyacinth tras él—. ¡No engañas a ninguna de nosotras!
—Él ha estado actuando muy extraño últimamente —murmuró Lily. —Eso es porque Jesse está enamorado —anunció Hyacinth. Me atraganté con... nada. Sí, solo me atraganté con nada. Después de las tres chicas me dieron miradas extrañas, agaché la cabeza y me concentré en el cabello de Lily, orando porque Jesse y amor no se mencionaran en la misma frase de nuevo. —No está enamorado —dijo Lily—. Si lo estuviera, lo sabríamos. Jesse no puede guardarse un secreto como ese para sí mismo. —Solo piensa en ello, Lily —dijo Hyacinth, marchando hacia nosotras—. Está actuando de manera extraña, está de mal humor, pone esa extraña expresión en su cara todo el tiempo, y lo atrapé revisando los ramos de flores la semana pasada cuando me llevó a la tienda y pensó que no lo miraba. Está definitivamente, enamorado de alguien. Lily rodó los ojos. Estaba a punto de continuar con un débil tema de conversación y preguntar sobre el clima cuando Hyacinth se inclinó hacia mí. —¿Qué hay de ti, Rowen? —dijo—. ¿Sabes de quién está enamorado Jesse? Esta vez, dejé caer el rizador. Afortunadamente, la piel o la alfombra no fueron dañadas. —Oh, por amor de Dios, Hyacinth. Actúa rápido como Nancy Drew y ve a cambiarte. No hay ningún misterio aquí. Jesse no está enamorado, y si lo estuviera, estoy segura de que no serías la primera a quien se lo diría. Hyacinth deambuló de nuevo hacia el armario donde Clementine acababa de salir con otro vestido diez tallas más grandes. —Sí, sí, bueno, tal vez está enamorado, pero ni siquiera sabe que lo está. ¿Entiendes? —Ves demasiadas películas —dijo Lily. —Y tú no ves suficientes. Después de eso, la conversación se mantuvo al mínimo mientras las chicas se cambiaban y yo terminaba el cabello de Lily. Para entonces, Rose y Neil ya habían estado gritándoles durante los últimos diez minutos que el todoterreno se iba, así que ayudé a Lily a subir la cremallera de su vestido de verano de algodón y a escoger un par de botas, y volé por el pasillo hasta mi dormitorio. Josie tenía planeado recogerme, así que tenía unos minutos libres, pero no muchos. Me puse uno de mis viejos vestidos que no era negro o especialmente dramático, me calcé las botas que Jesse me había conseguido, y pasé un cepillo por mi cabello. En lugar de tirar mi pelo en la
trenza francesa lateral con la que vivía en Willow Springs, lo dejé suelto. No cocinaba o limpiaba, así que podía, literalmente, dejar mi cabello suelto. Apenas había acabado de ponerme mi lápiz de labios cuando oí un camión de tracción en la entrada. Tenía la ventana abierta, y habría estado mintiendo si dijera que era para permitir que entre aire fresco. Esperaba que eso permitiera entrar algo diferente. A pesar de que estaba tan confundida como antes sobre Jesse, yo y, si es que aún lo hay, el futuro podríamos tener juntos, tenía que dar algunas explicaciones. Había algunas disculpas que dar también. Saqué la cabeza por la ventana y saludé a Josie con la mano para que no hiciera sonar la bocina en caso de que Jesse estuviera arriba descansando. Sabiendo que podría estar un piso por encima de mí, dormido en la cama, no me dan ganas de bajar y salir con Josie, pero se lo prometí. Ella había llamado una vez más la noche anterior para asegurarse de todavía iba al baile, y una chica que fue tan lejos en intentar ser mi amiga era alguien a quien no abandonaría en el último momento. Josie me devolvió el saludo, luego hizo un movimiento de ¡Vamos! con sus manos. Voy, articulé con la boca antes de volver al interior. Agarré mi bolso y corrí hacia la puerta. Neil y Rose habían salido con las chicas, por lo que la casa se encontraba en un raro silencio y ni siquiera conseguí diez segundos para disfrutarlo. Antes de que lograra salir de la sala de estar, la camioneta de Josie comenzó a retumbar con música. Mis oídos ya sangraban antes de que hubiera cerrado con llave la puerta principal. Si hay un Dios, sabía una cosa: Él había estado de vacaciones el día que alguien inventó la música country. —¡Hola, chica! —gritó Josie desde la ventanilla del lado del conductor. —¡Hola! —grité. Solo porque no me habría escuchado de otra manera—. ¿Sabías que cada vez que se toca una canción country, un lindo perrito cae muerto? —De nuevo, tuve que gritar porque Josie realmente tocaba a todo volumen el honky tonk.
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Y todavía teníamos llegar al verdadero honky tonk. —Oooh, eso es dulce —dijo Josie, bajando la música a un nivel en el que podía estar relativamente segura de que mis tímpanos no estallarían— . ¿Nuestra niñita está haciendo bromas sobre la música country? Nunca, nunca oí una de esas. —Me rodó los ojos.
—Ya sabes lo que dicen de las bromas —le dije, saltando los escalones del porche—. Hay algo de verdad en cada una. Me dio una mirada, luego escaneó mi atuendo. —¡Madre santa! — Volvió a gritar de nuevo—. Cuando no estás usando pantalones o las cositas como calzas hechas jirones, una persona puede realmente ver que tienes unas piernas asesinas. Me detuve en la entrada, me incliné un poco, y examiné mis piernas. Nada más que un par de rodillas y pecas. —Pero, chica, ¿tienes un vampiro en ti o algo? Porque nunca he visto piel tan blanca. —Esto es bronceado. —Examino mis brazos. Sí, por lo menos n una sombra y media más oscuras de lo normal. Rodeé su camioneta hasta estar en el frente y me sienté en el asiento del pasajero. —No, Rowen, esto es bronceado. —Josie extiende su brazo desnudo contra el mío. Por supuesto, parezco transparente comparada con su dorada belleza. —Tres palabras, Josie —dije, alejando mi brazo del suyo—. Cáncer. De. Piel. Rio mientras daba gas. Y con eso quería decir que llegamos a cuarenta antes de salir de la calzada. —Dos palabras, Rowen —dijo, enfrentando la esquina igual que la semana pasada—. Vitamina. D. Chequeé por segunda vez mi cinturón. —D no es realmente una palabra. Es una letra. —¡Oh buen Dios! —gritó Josie fuera de la ventana—. ¡Házme llegar a la fiesta y rápido! —La manera en la que conduces... —dije, chequeando el indicador de velocidad. Sí. Íbamos tan rápido como lo sentía—. Podrías estar en Idaho velozmente. —Sabía que había una razón por la que me guiaron a ti, Rowen — dijo Josie mientras saltaba a la canción siguiente. La siguiente sonaba exactamente como la precedente, como cada canción cantada en la música country—. Tienes un malvado sentido del humor como yo. —Y aquí yo que pensaba que era porque amabas esos leggins rallados míos. Echó la cabeza hacia atrás y rio en voz alta. Josie se veía maravillosa, aún más que la noche del rodeo en que la conocí. Algunas chicas son lindas porque trabajan mucho por ello, y algunas chicas son
lindas cuando se levantan en la mañana. Josie se hallaba en ese segundo grupo. Tenía el brillo que una compañía de cremas de belleza mataría por replicar, y su pelo era tan radiante que parecía vidrio. Llevaba una corta falda de jean, una blusa sin mangas con un estampado floreal y un par de botas rojas como manzanas de caramelo. Iba a golpear lejos los chicos como moscas. Lo que me hizo preguntarme, otra vez, qué había pasado entre Jesse y Josie. De verdad, estos dos eran la pareja de ensueño. Antes que otra canción llegara a su final nasal, Josie entró en un estacionamiento abarrotado. —La fiesta va a ser una locura esta noche —dijo, estacionando justo en el frente en su propia área de estacionamiento. En todos los lugares al que miraba, había camiones. Algunos grandes, otros pequeños, otros viejos, otros nuevos. Camiones, camiones y más camiones. Tal vez algunos pocos todoterrenos como el de los Walker pero no había un solo coche a la vista. No sabía lo que esta gente de Montana tenía en contra de los autos, pero obviamente el consumo de gasolina no era una preocupación aquí. —¿Estás lista para esto? —Josie desabrochó su cinturón y se examinó en el espejo. —No —dije, abriendo la puerta—. Pero te prometí que dejaría que fueras la que me llevara por primera vez a una fiesta de vaqueros, así que acabemos con esto ahora. Josie empujó mi brazo antes de que saltáramos, me pregunté si debería llamar a un escabel, fuera de su camión. —Ustedes las chicas de ciudad son groseras. —Y ustedes las chicas de campo no son lo bastante groseras — repliqué de vuelta antes de cerrar de golpe la puerta.
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Los chicos ya ladeaban sus sombreros, y algunos fueron lo bastante descarados como para silbar mientras que Josie y yo nos acercábamos a la entrada. Y cuando digo que nos silbaban, quiero decir que le silbaban a Josie. Ella sonrió, hizo ojos coquetos con algunos de ellos y caminó con un balanceo en su paso. Para ser breves, era una profesional en el juego de comer hombres. Yo no me balanceaba, más como que hacía ruido contra el suelo, y seguro como el infierno que no coqueteaba. Me habría visto como si tuviera un tic nervioso si lo hubiera intentado, estoy segura. Ya que no tenía idea de qué esperar de una fiesta de música country, no estaba ni sorprendida ni desilusionada cuando pasamos la puerta. Supongo que era normalmente más como un lugar de bar, banda
y baile, pero algunas noches cada año, lo transformaban más en un lugar familiar y servían buena comida, buena música y ofrecían un buen rato. O por lo menos así Rose lo había descrito. Sin embargo, tenía que determinar si se podía pasar un buen rato o si la comida era buena. Ya sabía que la música iba ser lo más lejos posible de buena. —¡Josie Gibson! Harás mejor a prenotar un baile para mí, o me iré a casa con el corazón roto —gritó un chico atractivo en una camiseta llamativa mientras entrábamos. Era también el tipo de chico que sabía que era atractivo. Miró a Josie y pegué mi dedo índice en mi boca. Ella se rio bajo y me dio un codazo. —No prometo nada, Ben —dijo mientras pasábamos—. Y además, ¿no tienes una novia en Boise? — Levantó sus cejas y esperó una respuesta. Una sonrisa tímida y un levantamiento de hombros fue toda la respuesta que recibió. —Hombres —gruñó ella mientras me guiaba en la multitud. El lugar era bullicioso. La edad de la gente variaba de la infancia a la edad de “estoy golpeando la puerta de la muerte”. Todos hablaban, comían o bailaban. Todos sonreían. Todos parecían estar pasando un buen rato. Justo como Rose había dicho, y por la apariencia del pollo frito, judías horneadas y ensalada de papas apilados en platos, parecía que la comida era malditamente buena. La música, predeciblemente, arruinó el buen rato. Una banda iba a aparecer en el escenario, pero en serio, ¿cuántas veces podían cantar sobre podría, debería, haría, y un perro antes que los cerebros de la gente empezaran a licuarse? —¿Quieres algo de comer? —preguntó Josie, moviéndose hacia la mesa de comida. Mi estómago gruñó. —Mejor que lo hagamos antes que desaparezca todo. —Había aprendido en el rancho que si no tenía mi trasero en una silla dentro de los primero cinco minutos a la hora de comer, no iba a comer nada porque nada quedaría. Josie y yo fuimos entre la muchedumbre hacia la comida. Ella parecía conocer a todos y todos la conocían. En un pueblo como este, dudaba que hubiera ninguna excursión rápida a la bodega. No cuando pasabas a una persona que conocías en cada cuadra. Josie agarró un par de platos y me tendió uno antes de acercarse a la mesa. —¿A quién pagamos? —pregunté mientras ella dejaba caer una pata de pollo en su plato.
Ella me miró como si me hubiera crecido una segunda cabeza. —A nadie. Le regresé la mirada de dos cabezas. —Espera. ¿Así que la comida es gratis, no hay ningún costo de la entrada y no tienes que pagar el estacionamiento? —Gratis, gratis y gratis —dijo, dejando caer con un plop una cucharada de ensalada de papas en su plato—. Esto es un asunto de la comunidad, no una empresa para ganar dinero. Guau. No me encontraba más en Kansas. O en el centro de Portland. Después de dejar que esta bomba mental de confusión se asentara, la sacudí y me serví algo de comida hecha en casa. Algo de comida hecha en casa gratis. Agarramos un par de sodas de uno de los grandes cubos llenos de hielo, luego nos acercamos a los que parecían ser los únicos dos asientos libres en la casa. Después de decir hola a cada persona que encontramos, Josie se dejó caer en una silla. Me desplomé a su lado y abrí mi soda. —Gracias por invitarme —dije—. Sé que soy un sarcástico dolor en el trasero, pero fue agradable ser invitada a algo. —Rápidamente tomé un sorbo de mi soda e intenté no retorcerme. —Me gustas, Rowen. Eres diferente. Tienes... —Las cejas de Josie se juntaron por un segundo—, agallas. Eso es. Tienes agallas. Mi mandíbula cayó un poco. —Guau. ¿De verdad? Asintió agallas.
enfáticamente.
—Absolutamente.
Totalmente
genuinas
No tuve que fingir mi sonrisa. —Esta es la cosa más genial que nadie nunca me haya dicho. Gracias. Me dio pulgares arriba antes de morder su pata de pollo.
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Yo aún estaba demasiado conmovida por el cumplido inesperado de Josie como para comer, así que cuando sus ojos se centraron en algo a lo largo de la sala, lo noté de inmediato. Lo que fuera que había captado su atención también hacía un buen trabajo en mantenerla. Ella parecía que no podía alejar la mirada. Siguiendo su mirada, entendí el por qué. Un alto vaquero con un sombrero de paja y una camiseta blanca, rodeado por rebaño de mujeres. Aún desde mi asiento, distinguí cada curva y meandro de sus labios y recordé la manera en que se sentían contra los míos. Jesse lo había conseguido. No sabía por cuánto tiempo
había estado aquí, pero una vez que supe que se encontraba aquí, no estaba segura de si podía apartar la mirada. Parecía que Josie tenía el mismo problema. —Desearía saber qué le está pasando —dijo de repente Josie, suspirando mientras lo miraba—. Solía saber todo lo que pasaba por esa cabeza suya, pero ahora parece que no puedo descifrar ni una cosa. Aclaré mi garganta y me forcé a alejar la mirada de Jesse. Era difícil, especialmente cuando una de las fan de Jesse Walker rozó su mano por arriba y abajo de su brazo. —¿Por qué piensas que algo le está pasando? —Afortunadamente, soné más inocente de lo que mi pregunta era. Josie resopló y agitó su mano hacia él. —Porque Jesse no es melancólico. No se para con los brazos cruzados y cara seria en los lados cuando hay una pista de baile delante de él. Jesse nunca ha hecho toda esta cosa de chico angustiado y cambios de humor como recientemente. Algo tiene que haberle sacado de sus casillas. —Sus ojos se ampliaron mientras la fan número uno pasaba dos veces sobre el bíceps de Jesse—. O alguien. No pude estar de acuerdo o no con ella por miedo que Josie viera a través de mí. No estaba segura de cómo lo tomaría si supiera que Jesse y yo habíamos tenido algunos besos calientes e intensos. No quería arriesgar una improvisada pelea de gatas si no lo tomaba bien. ¿Así que qué iba a hacer en su lugar? —¿Qué pasó entre Jesse y tú? ¿Por qué rompieron? —Ningún punto para dirigir la conversación hacia aguas más tranquilas. Josie suspiró y apartó la mirada de él. Como si de repente se hubiera vuelto doloroso mirarlo. —Engaño. —¿Qué? —Me retorcí en el asiento y me acerqué—. ¿Durmió con alguien más? —La idea era... desestabilizadora. —No. —Josie sacudió de lado a lado la cabeza—. Yo lo hice. —¿Qué? —repetí, aturdida. La idea era, de nuevo, desestabilizadora. Una lágrima parecía cerca de deslizarse de la esquina del ojo de Josie, así que agarré una de sus manos y la apreté. Parecía necesitarlo. —No tienes que decir nada más. Siento haber preguntado. Solo... nunca supuse que esto era lo que había pasado. —El engaño nunca me había cruzado por la cabeza cuando me había preguntado las razones de su ruptura.
—Jesse iba a dejar el pueblo por un fin de semana —empezó ella, retorciéndose en el asiento—. Iba a una conferencia de un ganadero en Missoula el mismo fin de semana de la fiesta de los veintiún años de mi hermano. Jesse sentía no poder participar, pero pidió a uno de sus buenos amigos que mantuviera un ojo en mí y se asegure que no me metiera en demasiados problemas. —Josie hizo una pausa y se mordió el labio—. Bebí un montón esa noche, más de lo usual, pero sabía que el amigo de Jesse se aseguraría que no me desmayara en el piso del baño o me fuera a casa con un chico cualquiera. —La primera lágrima cayó sobre su mejilla. Me sentía tan mal por Josie que quería abrazarla—. Al final pasó que, en su lugar, me fui a casa con él. —Se enjugó los ojos y dejó que su pelo cayese alrededor de su cara—. Cuando me desperté la mañana después, sabía que había arruinado todo lo que tenía con Jesse. No podía mentirle sobre lo que había pasado, pero tampoco pude encontrar el coraje para contarle. Así que… —La cabeza de Josie cayó aún más—, su amigo le contó. No me dolía solo por Josie, sino por Jesse también. Había sido traicionado por alguien que lo amaba. Sabía cómo se sentía un dolor de este tipo. Sabía que dejaba una cicatriz. Sabía cómo cambiaba a una persona. —Oh, Dios, Josie —exhalé, dejándola apretar fuerte mi mano. No podía creer que aquí, en una fiesta vaquera, tenía a una chica derramando su corazón sobre mí acerca de cómo había destrozado el corazón del hombre que me importaba. Hacía que el mundo pareciera muy pequeño—. ¿Quién era? ¿Cuál de los amigos de Jesse? —Solo había conocido a un puñado, la mayoría eran trabajadores del rancho, pero quería un nombre. La próxima vez que iba a verlo, él iba a obtener café caliente en su regazo. Sus ojos parpadearon hacia mí, y sabía su respuesta antes que la dijera. —Garth Black. —Dilo otra vez —Esto era todo. Garth Black y Josie Gibson. Enganchados. Simplemente no se equiparaban. —Tuve sexo con Garth Black y lo he lamentado cada día desde entonces. —Y perdiste a Jesse. —Esto era lo que yo lloraría más.
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Ella asintió, sus ojos automáticamente yendo a la deriva hacia él. —¿Lo echas de menos? Otro asentimiento, pero esta vez se forzó a apartar la mirada de Jesse. —Cada noche me encuentro aún anticipando su llamada para decir buenas noches. Cada vez que voy a algo así, me doy cuenta que no
voy a ir con una cita. Dios, Rowen. Lo echo de menos cuando me lavo los dientes. —Su mirada se movió de su regazo a mis ojos. Sostenían una fuerza que no había estado allí momentos antes—. Pero sé que Jesse y yo nunca volveremos a estar juntos. Hay demasiada mala historia entre nosotros. Así que puedo pasar el resto de mi vida echándolo de menos... o puedo seguir adelante. —¿Seguir adelante? —¿De Jesse Walker? Lo eliminé porque si ella sabía cómo seguir delante de él, las montañas se podrían mover y los cerdos podrían volar. —Tal vez no hoy. O mañana. Pero algún día —dijo—. No voy a desperdiciar mi vida anhelando al chico que-casi-fue. Voy a seguir adelante y encontrar al chico que-va-a-ser. Sabía que lo hizo sonar cerca de mil veces más fácil de lo que era, pero para una joven mujer que había perdido a Jesse porque había dormido con Garth, tenía una buena cabeza en sus hombros. —De acuerdo, no solo repartes cumplidos que cambian la vida acerca del coraje, también podrías ser la mujer más inteligente que haya conocido —dije, aún asombrada—. Eres oficialmente mi héroe. Josie se echó a reír, se limpió las comisuras de los ojos una vez más, y se sentó con la espalda recta. —Bueno, a veces las lecciones que aprendes te recuerdan que tu cabeza debe ser la que está al mando en lugar de tu corazón. Y a veces sucede lo contrario, como ya estaba aprendiendo. —Voy a irme por unos minutos y tomar un poco de aire fresco. Me prometí que no iba a llorar esta noche, y mírame. —Josie agitó las manos en su cara. Todavía se veía malditamente perfecta—. ¿Estarás bien si me voy por un rato? —Voy a estar muy bien —le aseguré—. Tan pronto como acabe con este banquete, voy a salir a moverme un poco. —Claro que sí. —Josie rodó sus ojos mientras se levantaba. —No me tientes. —No estoy tentándote —dijo ella, apoyando una mano en su cadera. Sus ojos brillaban—. Estoy retándote. —¿Qué? ¿Estamos en el sexto grado? —le dije mientras se iba. Hizo un gesto por encima del hombro. —Te veo en la pista de baile, Movimientos Buster.
Me quejé con mi lata de refresco antes de tomar un sorbo. Nunca retrocedí frente a un reto, y no empezaría hoy. Estaría en la pista de baile antes de que la señorita Sexto Grado trajera su trasero atrevido de vuelta. Comía mi ala de pollo crujiente cuando sentí una carga en el aire a mí alrededor, como una tormenta eléctrica entrando. El pelo en mis brazos erizó cuando levanté la vista. Desde el otro lado de la habitación, los ojos de Jesse se encontraban fijos en mí y, por la inclinación de su frente, no pude distinguir si era dolor o confusión recubriendo su frente. El ala cayó a mi plato, y el aire, el ruido, la gente, todo fue succionado de la habitación mientras él seguía mirándome. Era esa cosa de la que la gente hablaba. Las tonterías de amor a primera vista a las que me gustaría rodar mis ojos. Esa no era nuestra "primera vista", pero sentí un montón de esa otra cosa girando alrededor en lugares que había sentido vacíos durante tanto tiempo, que había olvidado que los tenía. Cuando esa misma pequeña garra se dejó caer sobre su otro brazo, la mirada de Jesse cambió. De repente, pude respirar de nuevo. Eso fue, hasta que vi la sonrisa de ella hacia él, subida de puntillas para susurrarle al oído, luego levante las cejas hacia él. Volví a no poder respirar. Mis uñas estaban listas. No conocía a esa chica sentada frente a mí en la mesa, pero la odiaba. Como odio crudo y puro. Todo porque tocaba, susurraba, y sonreía a la persona que yo quería estar tocando, susurrando, y sonriendo. Ocupaba mi lugar porque dejé que Garth Back vertiera veneno en mis oídos. Ni siquiera podía recordar lo que había dicho, o por qué había estado tan segura de que era necesario mantenerme alejada de Jesse. En ese momento, lo único que podía pensar era en estar cerca de Jesse. Me encontraba fuera de mi asiento y zigzagueando entre la pista de baile antes de saber que lo había hecho. Él ya no me miraba, pero yo lo hacía. No podía apartar la mirada, y cuanto más me acercaba, más imposible era dejar de mirarlo.
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Me vio justo antes de que me parara frente a él. El estrecho círculo de chicas a su alrededor no se movió, por lo que hice mi camino a través de ellos empujando con mis hombros no tan suavemente. —Hay un montón de chicos solteros alrededor, señoras. No hay necesidad de sofocar a éste. —Por supuesto que sabía lo mismo que ellos: había otros chicos, pero solo había un Jesse Walker. Gruñí cuando una de ellas lanzó un codazo a mi lado que me empujó. Maldición. Esas chicas buscaban de sangre. Debería haberme puesto las botas con punta de
acero. Lo habría hecho si hubiera sabido que estaría entrando en una zona de combate. Una vez que pasé el enjambre principal de chicas, me enderecé frente a Jesse y la apretadora de bíceps. —Hola. Tú. —No me había notado porque tenía ojos para nada más que los músculos de Jesse—. Si frotas su brazo por más tiempo, le vas a sacar la piel de inmediato. Ve y encuentra otro vaquero de mascota. Tengo que hablar con éste. Cuando por fin me miró, vi que las chicas del condado podrían hacer las mismas expresiones feroces que las chicas urbanas a las que acostumbraba. Nota mental hecha. —Jesse —dijo con una voz almibarada—. ¿Conoces a esta... —Sus ojos me recorrieron arrugando la nariz mientras me notaba—, esta... cosa? Mis puños se cerraron a los lados. Me recordé a mí misma tomar una respiración lenta. Ella no decía nada que no hubiera oído antes. No decía ni de cerca lo peor que había escuchado antes. Me di la vuelta para regresar, cuando una camisa blanca se situó en frente de mí. —Adios, Shelby. —La voz de Jesse era fría y sus hombros estaban tensos. Era una torre de delante de mí, pero cuando Shelby resopló, no me pude resistir asomando la cabeza por detrás de él. —Adios, Shelby. —Hice mi voz tan almibarada como podía y le di un saludo exagerado. Otra mirada feroz, pero siguió caminando. En su mayoría, sus compañeras de adoración a Jesse la siguieron. Casi sonreí, pero se encontraba esa pared de ladrillo cuando di la vuelta y esos ojos suyos hicieron difícil inhalar y exhalar. —Viniste —dije, dando un paso atrás, porque al estar tan cerca de Jesse ponía ligera mi cabeza. El proceso de pensamiento lógico se volvió casi imposible de alcanzar. Se encogió de hombros, pero esa fue la única respuesta que me dio. ¿Jesse Walker me aplicaba la ley del hielo? —¿Estás pasándolo bien? —Traté otra vez, dando otro medio paso atrás, porque todavía podía oler ese perfume a jabón y champú de él, y que jugaba con mi cabeza también. Levantó el otro hombro. Así que sí. Jesse Walker aplicaba la ley del hielo conmigo. Yo era probablemente la única persona que podía reclamar ese honor.
—¿Vas a hablar conmigo, Jesse? ¿O vas a comunicarte conmigo encogiendo los hombros el resto del verano? —Más vale ir al grano. No sabía cuánto tiempo estaría fuera Josie, y tenía que hablar con Jesse. Tuve que quitar las molestias entre nosotros. Se sorprendió a sí mismo en medio de otro encogimiento de hombros. Con un suspiro, se pellizcó el puente de la nariz y cerró los ojos. — ¿Qué quieres que te diga, Rowen? —preguntó, con voz tensa—. He estado devanándome la cabeza toda la maldita semana tratando de averiguar qué decir cuando te viera de nuevo, pero no podía pensar en nada. Obviamente. —Movió su hombro y me dio una pequeña sonrisa. Una pequeña sonrisa era un comienzo. Y se comunicaba conmigo, palabras reales y todo. Lo acepto. Su mirada cambió, justo por encima de mi hombro, y esos ojos azul cielo eran tan negros como podían. No necesitaba mirar detrás de mí. Sabía que un sombrero de fieltro negro se encontraba detrás en algún lugar. Jesse levantó la barbilla. —Garth está allí si quieres bailar con él. —Di un paso atrás de nuevo por el hielo en su voz. —¿Y qué si quiero bailar contigo? —dije, logrando sonar más valiente de lo que me sentía. —¿Qué pasa si lo haces? —Sigue siendo de hielo, pero no daría marcha atrás. No dejaría que me empujara tan fácilmente. Le debía una explicación, y no me iré hasta que la tenga. —¿Te gustaría? —pregunté. Había tanto entre líneas en esta pregunta, casi me estremecí solo anticipando su respuesta. —Eso depende. —Sus ojos siguieron clavando agujeros en la parte trasera o delantera de Garth. No estaba segura, y no me gustaría mirar por encima de mi hombro para saber—. ¿Estás pensando en tener un pequeño campamento en el remolque de Garth Back esta noche después de bailar conmigo? ¿Amargo? ¿Celoso? No eran palabras que yo usaría para describir a Jesse, pero esta noche, parecía ser un poco de ambos.
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—Bueno, lo siento, pero yo no dejo que Garth Back decida lo que merezco y no merezco. Y tú tampoco deberías.
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—Jesse. Lo lamento —dije—. Dejé que Garth entrara en mi cabeza. Dejé que me recordara todos mis miedos e inseguridades. Dejé que me dijera lo que merecía y lo que no merecía. —Mierda. Sí me volviera más vulnerable, me convertiría en un enorme, llaga sangrienta.
—Lo sé —contesté en voz baja. Podría haber pasado por todas las razones que tenía. Por qué era tan fácil creer a los Garth Black del mundo.
Por qué el mal era mucho más fácil de creer que el bien. Hombre, hubiera podido hacer conferencia sobre lo “jodida que estaba”, pero mi disculpa no era por mí. Se trataba de Jesse. Fue por lastimarlo y la necesidad de hacer las paces. Jesse estudió mi rostro, como si estuviera tratando de ser objetivo acerca de todo esto, pero no lo consiguió. Un largo suspiro siguió. —¿Qué hacías esa noche en casa de Garth de todos modos, Rowen? ¿Por qué, joder, me besabas por la tarde y te acurrucabas en su sillón más tarde esa noche? Casi lloro por el dolor en la voz de Jesse solamente. De saber que mis acciones han causado tal nivel de daño en él. Todo dentro de mí quería editar la verdad. Todo dentro de mí quería apaciguarlo con una respuesta superficial. Todo dentro de mí quería protegerme. Abrí todo y lo largué con una respiración profunda. —Debido a que Garth Back no es capaz de romper mi corazón. —Me mordí el labio y presioné—. Tú sí. —El hielo en la expresión de Jesse se derritió. Sus ojos se suavizaron. Las arrugas en la frente suavizadas—. Yo nunca tengo que preocuparme por que Garth me lastime, porque sé que lo hará. Sé qué esperar de él. Sé que va a meter la pata y que dejarme, si yo no lo dejo primero. No le doy cada pedazo de mí, porque sé en lo que me estoy metiendo. No sé lo que me estoy metiéndome contigo y si me entrego a ti, podrías romperlo todo. —¿Realmente derramaba mis entrañas en un bar con cientos de personas alrededor? Tomé un análisis rápido de la zona. Sí. Estaba segura que sí—. Me haces sentir demasiado, Jesse. —Crucé los pocos pasos que había puesto entre nosotros—. Y me asusta. Hubo casi un minuto de silencio entre nosotros. Nada más que él estudiándome y yo dejándolo. Un minuto de silencio después de eliminar ese tipo de cosas profundas en un hombre es, básicamente, una eternidad. Por último, la boca de Jesse se abrió. —Cuando te abres a la gente, dejas que el mal entre con el bien. No puedo prometer que no voy a hacerte daño, Rowen. Pero no a propósito. Nunca te haré daño intencionalmente. Te puedo prometer eso. —La mano de Jesse bajó hasta mi cintura, pero no me atrajo hacia él. Se acercó a mí—. Pero si esto es algo que vamos a darle una oportunidad, necesito que me prometas lo mismo. Necesito que me prometas que no vas encontrar una manera de alejarme, o herirme, o dormir en el sillón de Garth Back, cuando, no si, las cosas se ponen raras. Te puedo decir que no quieres dejar que la gente entre, que te da miedo, pero necesitas dejarme, si vamos a tener la oportunidad de luchar. No puedes apartarme en el momento que me dejas entrar, por mucho que lo quieras. —Sus dedos se curvaron en mi cintura, y el calor y la fuerza en ellos hizo que mis párpados
pesaran—. No me lastimes, Rowen —susurró de manera que tiró todos y cada uno de los sentimientos que tenía por Jesse. Sabía que dejarlo entrar sería como ir contra una corriente fuerte. Sabía que no se sentiría natural, o ser mi primer, segundo o incluso tercer instinto, y sabía que iba a ser una lucha diaria para no huir de Jesse cuando las cosas se pusieran serias, cuando las cosas se pusieran... aterradoras, como él había dicho. Pero cuando miré esos ojos lo vi todo, esos ojos que me veían, sabía que la pelea iba a valer la pena. La lucha para dejarlo entrar cuando quería montar una barricada en las ventanas y bajar las compuertas sería una batalla que nunca me arrepentiría de combatir. Aspiré. Exhalé. Entrelacé mis dedos con los de su mano que todavía descansaba en mi cintura. Trabé mi mirada con la suya. —No lo haré. Era una promesa. Un voto. Una oración. Me emocionó. Me aterrorizó. Pero lo que noté, fue el calor corriendo por mi cuerpo y en mis venas. La sensación de paz que se apoderó de mí era algo que nunca había sentido antes. ¿La siguiente cosa que me abrumó? La sonrisa que iluminó su rostro. —Creo que me debes un baile —dijo, deslizando la otra mano alrededor de mi cintura. No estábamos en la pista de baile, ni cerca de ella, pero pudimos hacer nuestra propia pequeña pista de baile allí. Posé mis manos sobre su pecho, y traté de presionar más cerca. Al parecer, estábamos tan apretados como dos personas pueden estarlo. —Te debo tres. —Le guiñé un ojo. —Después de la semana pasada, creo que me debes más que eso. —Inclinó su sombrero hacia atrás. —¿Qué tienes en mente? —pregunté cuando paramos de balancearnos en el silencio de una canción terminando y otra comenzando.
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—Ya pensaré en algo. —Una esquina de su boca se elevó más alto que la otra—. Pero ¿por qué no me besas mientras estoy pensando? Fue uno de esos momentos en los que se sentía más a una escena extraída de una película o un libro. Chicos y chicas moviéndose en un beso mientras la banda tocaba una canción lenta... las chicas miraban por un breve momento sobre el hombro al chico antes de que cerrara los ojos para saborear sus labios y ver... a la ex novia del chico.
—Maldición —susurré. Josie nos miraba con una expresión en blanco. No parecía extremadamente enojada o irreversiblemente herida. Se veía más bien como que no podía entender lo que veía. —¿Qué? —dijo Jesse, retrocediendo justo antes de que su boca conectara con la mía. Pude haberlo besado... Pero no podía hacer eso delante de Josie, no con ella mirando como si fuera la persona más confundida en el lugar. Le debía una explicación, también. Le debía una gran cantidad de explicaciones últimamente. —Mantén ese pensamiento. —Le lancé una rápida sonrisa antes de girar a su alrededor. —¿Rowen? —Me agarró de la mano—. ¿Acabas de olvidar lo que dije hace dos minutos? Lo miré, confundida. —Todo eso de “no puedes huir cuando las cosas se ponen serias". —Jesse, confía en mí, no hay nada que prefiera hacer ahora mismo que besarte como loca, pero Josie acabó de entrar y nos vio juntos, y… Bueno, parecía un poco… escandalizada. En su frente se hizo una línea mientras miraba tras de mí. Suspiró cuando la vio. —¿Quieres que vaya contigo? ¿Qué le hablemos los dos juntos? Sacudí la cabeza. —Creo que sería una discusión más productiva si no estuvieras presente. Arqueó una ceja. —Me distraes demasiado, y si le voy a explicar a Josie lo que hacía con su ex novio, y además, apelar a eso de que no me odie, voy a necesitar todas mis facultades mentales. Me sonrió. —Deséame suerte —le dije, apretando su mano antes de irme. —Buena suerte. —Lo escuché decir mientras me dirigía hacia la todavía sorprendida Josie. No huyó ni me miró fijamente mientras me aproximaba; solo continuó mirándonos de hito en hito mientras intentaba aceptar algo imposible. Cuando me detuve frente a ella no miró detrás de mí otra vez. No estaba segura de si era porque Jesse se había cambiado de posición o porque ya no podía mirarlo más. —¿Quieres hablar? —Miré a la puerta.
Ella sacudió la cabeza. Guie el camino entre la gente y ella me siguió. La noche había dado muchas vueltas inesperadas. Buenas vueltas, malas vueltas. Buenas, malas. Buenas con malas. Justo como había dicho Jesse. Tenía que aceptar lo malo con lo bueno porque es inevitable. No dije nada hasta que estuvimos fuera y lejos de cualquiera que pudiera escuchar. Giré y no pude hablar con la rapidez suficiente. —Josie, siento tanto que acabes de ver eso. Miró al suelo y se cruzó de brazos. —¿Pero no sientes el enamorarte de mi ex novio? —Su voz no era precisamente afilada, pero las palabras me golpearon como si lo fueran. No quería mentirle, pero no podía mentirme a mí misma. No podía hacerlo parecer un capricho vacío. —No, no lamento enamorarme de Jesse —dije suavemente. Su rostro se llenó de líneas—. Pero siento hacerte daño en el proceso. Lo siento muchísimo. Rumió algo por un momento. —¿Por qué no me dijiste nada? —Hasta hace unos minutos, no sabía qué decir. Sabía que me gustaba Jesse. Sabía que yo solía gustarle. Solo que no sabía si aún era así. Josie cerró los ojos. —Vi el modo en que te miraba, Rowen. El modo en que te tocaba. —Exhaló y se recostó a la camioneta a su lado—. Si aún no estás segura de si le gustas o no, te puedo decir, ciento por ciento segura, de que sí. Mi corazón explotó con sus palabras. Se rompió con sus palabras. Maldición, esa era una discusión difícil con la ex novia del chico que hacía mi corazón golpear con tanta fuerza.
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—Lo siento —dije, porque no tenía nada más. Lo diría toda la noche si era lo que necesitaba escuchar. —No, lo sé, y honestamente… sospechaba de que algo pasaba entre ustedes dos desde hace algún tiempo —dijo—. Apesta, pero es como lo que te dije ahí dentro. Supe, cuando Jesse y yo rompimos, que era algo permanente. Supe que no había oportunidad para enmendar las cosas y seguir adelante juntos. Sabía que terminaría con alguien más. Me sorprendía que no se viera antes con alguien, dado el desfile que prácticamente tuvieron cuando averiguaron que habíamos terminado. — Golpeó la tierra con la punta de su bota y siguió cavando agujeros en el suelo—. También sabía que se me rompería el corazón cuando lo viera con otra chica, sin importar quién fuera. —Miró hacia arriba y me las arreglé
para formar una pequeña sonrisa—. Al menos puedo decir que me gusta la chica de la que se enamoró. Otro momento de explosión/rotura. Josie nos había encontrado a centímetros de besarnos, y aquí me encontraba, dos minutos después, admitiendo que apestaba el verlo, pero al menos tenía su sello de aprobación. ¿Por qué la primera chica de la que quería ser amiga por largo tiempo resultó ser la ex del chico que me gustaba? Ah, sí. Gracias, Parcas, por el recordatorio: la vida es injusta. Más veces de las que no lo era. Hice algo completamente fuera del personaje, otra vez, y la rodee con los brazos para darle el más sincero y raro abrazo en la historia de los abrazos. —Entendería si quisieras odiarme del todo. Incluso diría que me lo merezco. Josie hizo un sonido que sonaba en parte risa, en parte sollozo, luego me devolvió el abrazo. Fuerte. Hablamos del abrazo más fuerte en la historia de los abrazos. —Probablemente sería mejor si te odiara. Sería más sencillo si también pudiera odiar a Jesse. Pero no puedo. Sentí un par de lágrimas recorrer mi hombre. —Así que, ¿estás diciendo que no quieres odiarme? Porque te apoyaría totalmente si así fuera. Cuando hizo ese sonido de nuevo, era más una risa que un sollozo. — Estoy segura. Pero si rompes el corazón de Jesse Walker como lo hice yo, entonces te prometo que te odiaré felizmente. Yo misma me odiaría también. —Hecho —dije—. ¿Alguna indicación mantenerme alejada de romper dicho corazón?
en
cuanto
a
cómo
Se echó hacia atrás para mirarme a los ojos. Los suyos estaban rojos y llorosos, pero también serios como nada más. —Seh. Aléjate de Garth Black tanto como puedas. El tipo no tiene alma. Asentí, pero no estaba tan segura de creerme la última parte. Sabía con seguridad que Garth tenía un alma. Simplemente había escogido enterrarla muy profundo, del mismo modo que yo durante tanto tiempo. La parte de mantener la distancia no era un problema. Después de lo que había aprendido, evitaría a Garth Black a toda costa. —De acuerdo, mantenerme alejada de Garth —dije, levantando el índice—. ¿Algo más? —Sí —asintió—. Sé buena con él, Rowen. Jesse ha pasado por mucho. No lo hagas pasar por más cosas. En sus diecinueve años ha pasado mucho más de lo que nosotros pasaremos en toda una vida.
Fingí saber de lo que hablaba, pero, en realidad, no tenía idea. Jesse tenía la vida más idealista con la que me había cruzado. Por supuesto, sabía que lo que veíamos en la superficie era solo eso: el máximo jugador. Había mucho más que no sabíamos de otras personas, demasiadas cosas ocultas bajo la superficie.
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Cualquiera que fuera el pasado de Jesse, a donde quiera que lo llevara el presente, una cosa era cierta: lo quería en mi futuro.
14 Traducido por kass :), hermanaoscura & Mar Winston Corregido por Verito
Entré en Willow Springs unas cuatro horas más tarde. Y no porque yo hubiese estado besándome con Jesse Walker fuera en el aparcamiento de un honky tonk hasta que ambos teníamos la cara azul, aunque desearía que hubiese sido así. Después de que Josie y yo solucionáramos nuestros asuntos, me preguntó si quería salir de allí, conducir al Dairy Queen más cercano, y atiborrarnos de helado hasta quedar en estado de coma. Dije que sí. No porque quisiera hacer exactamente eso en ese momento, pero era lo correcto. Josie había sido una amiga para mí cuando la necesité, y por la expresión perdida en su cara, me di cuenta de que necesitaba un amigo. Así que le envié un mensaje a Jesse, haciéndole saber que iba a salir con Josie y le pregunte si él podría mover el baile para otra ocasión. De inmediato había respondido: Tendré que posponer *tres* bailes. Pero, ¿quién está contando? Entonces Josie rompió todas las leyes de tránsito en el estado de Montana mientras nos dirigíamos a Dairy Queen. A las pocas horas, un par de conos sumergidos en salsa de cereza, y una banana split compartido después, cerramos el lugar. Habíamos hablado. Y hablado. Y hablado un poco más. Sorprendentemente, el nombre de Jesse no vino de nuevo después de haberlo dejado fuera en el estacionamiento. Acabamos hablando sobre las cosas que suelen hablar las chicas. Había pasado mucho tiempo desde que había tenido una intensa sesión de "charla de chicas", pero fue… genial. La camioneta de los Walker se encontraba en nuestro camino, y todas las luces en el interior de la casa se hallaban apagadas. Todas las luces a excepción de una. Mi estómago se cayó cuando vi la luz que salía por la ventana de Jesse. ¿Esperaba por mí? ¿Pensaba entrar "a escondidas" de nuevo en mi habitación? ¿Había salido y simplemente había olvidado apagar la luz? —La chica de ciudad y la muchacha de pueblo. Mejores amigas — dijo Josie, interrumpiendo mi flujo interminable de preguntas—. ¿Quién lo hubiera pensado?
Le sonreí. Aparte de llorar la mayor parte de su maquillaje, la chica parecía tan impresionante como lo había hecho al comienzo de la noche. —Seguramente yo no. —Sí, yo tampoco —dijo ella—, pero me alegro de haberle dado a la chica de ciudad una oportunidad. Resoplé y traté de verme ofendida. —Estoy contenta de haberle dado a la muchacha de pueblo una oportunidad. —Sí, sí, sal de la camioneta ya —bromeó, inclinándose sobre el volante y mirando a la casa—. Parece que hay una luz en esa ventana. —¿Un poco de Shakespeare en cada conversación? —le dije, lanzándole un pulgar hacia arriba antes de levantarme del asiento—. Yo sabía que éramos mejores amigas por una razón. —Dulces sueños, Rowen —dijo, pisando el acelerador al momento en que cerré la puerta. Corrí por las escaleras, y una vez que desbloqueé la puerta, traté de abrir y cerrar las antiguas puertas de la granja lo más silenciosamente posible. Realmente no quería despertar a toda la casa. Quería ver a Jesse desesperadamente. Me estaba obsesionando, si él no entra por mi ventana en los próximos cinco minutos, subiría yo. Una vez que subía las escaleras, sabía que me encontraba casi a salvo. Sólo un largo pasillo para recorrer, y estaría tranquila. Cuando entré en mi habitación y cerré la puerta, hice un baile de mini victoria mientras encendía la luz. —Hola, Rowen. Sagrado ataque cardiaco. —¡Mierda! —susurré, dejando caer mi bolso en el suelo—. Quiero decir, adelante. ¿Qué estás haciendo aquí, Lily? Me asustaste m… —ella levantó sus cejas hacia mí —me asustaste mucho. —Me llevó una mano al pecho para asegurarme de que mi corazón no había explotado en mi caja torácica.
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—Lo siento, no era mi intención asustarte. —Me dio lo más parecido a una sonrisa que Lily podría hacer—. He oído que tú y Josie tuvieron una pelea, y sólo quería decirte algo muy rápido antes de ir a la cama. Lily se hallaba en camisón, el maquillaje lavado de su cara, pero los suaves rizos aún cubrían su espalda. —¿Qué me quieres decir? —pregunté mientras me acercaba a la ventana para asegurarme de que todavía estaba cerrada. Lo último que necesitaba era a un Jesse semidesnudo pasando a través de la ventana mientras su hermanita se encontraba en mi habitación. No habría forma de explicar eso.
—Sólo quería darte las gracias —dijo—. Darte las gracias por gastar tu tiempo para hacerme vestir bien y verme guapa esta tarde. —Lily, eres bonita todo el tiempo. Solo te puse un poco de maquillaje y enrulé tu cabello. —Sí, pero me sentí diferente. —Deslizó un mechón de rizos detrás de su oreja—. Casi como si fuera otra persona. Cruzando la habitación, me arrodillé a su lado cuando se sentó en el borde de mi cama. —Lily, no seas otra persona. Porque me gusta la persona que eres. —Le sonreí—. No pierdas el tiempo tratando de ser alguien más. Sólo se la mejor tú que puedas ser. Vi las dudas girando en su cerebro de chica de dieciséis años. Yo no era mucho mayor que Lily, pero sabía lo que era querer ser otra persona. Yo sabía lo que era querer ser alguien más. Fue un gran error. Una persona puede intentarlo hasta que a le dé un aneurisma, pero no puede escapar del alma y la carne que nos dieron cuando nacimos. La clave es aceptar eso y seguir adelante con tu vida. Había aprendido la lección, pero no la había aplicado plenamente todavía. Seguía trabajando en esa parte. —Voy a escribir eso en mi diario —dijo Lily ceremoniosamente—. Sólo se la mejor tú que puedas ser. —Suena como un plan. —Me pongo de pie cuando ella lo hace. Hizo una pausa en su camino a la puerta. —¿Eso es lo que tú haces? Allí estaba la pregunta del millón. —Estoy trabajando en ello —le contesté. Asintió con la cabeza antes de salir por la puerta con una sonrisa y un: —Buenas noches. Una vez que oí como se cerraba la puerta de su habitación, yo hice lo mismo. Me quité las botas y corrí hacia la ventana. No podía abrirla lo suficientemente rápido. Saque mi cabeza, y miré la ventana de Jesse. Se hallaba abierta, y la luz seguía encendida. Estaba a punto de abrir la boca para decir su nombre cuando me di cuenta de que cinco pares de oídos podían escucharlo si alguno de ellos tenía el sueño ligero. Así que llamarlo no era una opción. Tal vez no fuera así… Mi teléfono móvil se encontraba en la mitad de la habitación. Podría mandarle un mensaje para conseguir que viniera, pero luego mis ojos se posaron en la chimenea. Yo había estado tan segura de que era una locura subir por ella. En realidad, no era tan mala idea. Los adoquines eran grandes y tenía buenos pies y manos para sostenerme mientras subía.
Me sentía viva esta noche. Quería sentir el corazón en la garganta. Quería sentir la adrenalina correr por mis venas. Quería estar tan viva como me sentía. Además, tengo muchas ganas de ver la expresión de su cara cuando le devuelva el favor de saltar en su ventana de forma inesperada en medio de la noche. Mi vestido corto facilitaría la subida y las botas ya estaban fuera. Me prepare para subir como nunca lo había hecho. Después de tomar una respiración profunda, me deslicé por la ventana hasta que mis piernas colgaban por el borde. Mi corazón estaba en la mitad de mi garganta, y ni siquiera había puesto la mano o el pie en los adoquines. Contra todos los indicios, era una chica bastante práctica. Sabía que el plan no era inteligente. No era un escalador experimentado, ni era atlética, pero también estaba más allá del punto de preocuparme por lo que era inteligente. Sólo quería entrar en la habitación de Jesse. Si aún no ha sido documentado en algún lugar, tenía que serlo: las hormonas tenían que ser la principal causa de lesiones en adolescentes. La chimenea se hallaba tan cerca de mi ventana que podía tocarla desde donde me hallaba sentada en el alféizar de la ventana, pero la siguiente parte era la más difícil. Renunciar a estar a salvo por estar en peligro. Dejar ir lo conocido por lo desconocido era la parte que más miedo daba. Cerré los ojos, exhalé, me di una charla interna, luego giré mi pierna por encima de la chimenea. Mi pie se deslizó en una grieta profunda. Una extremidad fuera, sólo faltaban tres. Suspiré de nuevo y extendí la mano hasta que agarré a una pequeña piedra. En ese momento, sudaba, pero iba a mitad de camino y no me rendiría. Había renunciado a muchas cosas antes, no lo haría esta noche.
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La siguiente parte, sin embargo, sería la parte más difícil. Mi mano izquierda y el pie se encontraban en el lugar, pero no podía mover la mano o el pie derecho sin moverme tanto. Sin salir de la seguridad de mi posición. Antes de que pudiera acobardarme, sacudí el brazo y la pierna derecha para alejar los nervios, entonces giré sobre mí misma y pasé ambos por la chimenea. Gemí al momento siguiente, cuando me encontré pegada a la chimenea, las manos y los pies en un pequeño rincón o grieta. Lo había hecho. Había tomado el salto, y lo único que quedaba era la subida. Esa parte fue fácil. Mano, pie. Mano, pie. Lento y constante y, en lo que no podría haber sido más que el tiempo de un minuto, mi cabeza se
asomó a la ventana de Jesse. No había ni rastro de él, pero la habitación tenía forma extraña. Sólo podía ver una pequeña parte de ella desde la ventana. Traté de estar tranquila mientras me aferraba a la ventana y, con algunas maniobras creativas, me las arreglé para meterme dentro de la ventana sin hacer ruido. Así que no era exactamente la gran entrada que había querido hacer, pero por lo menos no me había roto el cuello en la chimenea, lo cual era el gran logro. Di unos pasos vacilantes, sin poder verlo. Si había hecho todo esto para encontrar nada más que una habitación vacía, no estaría muy feliz. Los ángulos pronunciados del techo del ático formaban un conjunto de ángulos agudos y espacios reducidos. No había alfombras en el suelo, solo las tablas envejecidas, y las paredes no tenían yeso, por lo que el aislante y los cables estaban a la vista. Puede que él sólo haya vivido allí durante un par de semanas, pero la habitación ya tenía impregnado su olor. La habitación no era mucho, y ni siquiera había visto una cama todavía, pero ya me gustaba mucho. Estaba limpia, tenía un montón de carácter y albergaba al chico que me gustaba. Eso tenía los ingredientes para ser la mejor habitación que existe. Dos pasos más adentro de la habitación y lo vi. Mi garganta se secó, al mismo tiempo que mi corazón saltó más de lo que ya lo hacía mientras había estado fuera en esa chimenea. Él se paseaba al lado de su cama en el mismo pijama que había llevado la noche que pasamos juntos —lo que significaba que no llevaba pijama— y parecía que susurraba algo. Tan pronto como di un paso hacia él, su cabeza se levantó. Cuando sus ojos se posaron en mí, fueron suaves durante un momento antes de que fueran tan amplios como los ojos pueden ser. Levantó los brazos a su costado, obviamente, un poco frenético, pero no dijo mucho. —No puedo entender las señales locas de tus brazos —le dije, mientras seguía acercándose a mí, a la ventana, de espaldas a mí—. Las palabras son una apuesta segura. Él me dio una mirada de exasperación, levantó su dedo, y silbo con su boca antes de darse la vuelta y agarro una taza. Después de dejar la taza sobre la cómoda, se dio la vuelta. Me di cuenta de la botella de plástico de líquido azul brillante al lado de la taza. —¿Enjuague bucal? —le dije, tratando de no sonreír—. ¿Alguien quiere un aliento fresco por alguna razón en particular?
Jesse se acercó a mí y se alineó a la ventana. —Alguien quería un aliento fresco por una razón muy particular hasta que cierta persona hizo un truco que pudo matarla. Todavía me encontraba sonriendo demasiado durante todo lo del enjuague bucal para que su estado de ánimo afecte al mío. —¿Quieres decir el mismo truco que alguien realizó hace una semana y que también podría haberlo matado? —Me pongo detrás de él y se paró cuando estaba fuera del alcance de su mano. Me había dado cuenta de que se hallaba a poca distancia de mí, no confiaba en mí misma para dejar de tocarlo cuando comience a hacerlo. —He escalado esa chimenea millones de veces, Rowen. Eso es totalmente diferente. —Mira por la ventana, y su cuerpo se pone más rígido. —Bueno, estoy aquí. Viva. En una sola pieza. —No podía alejar mis ojos de las profundas líneas que recorren su espalda. Quería trazarlas con mis dedos. Quería probarlas con la lengua... Necesitaba una fuerte bofetada en la cara y una ducha fría. — Entonces, ¿podemos olvidarnos de cómo llegué aquí y disfrutar de que estoy aquí? Jesse metió la cabeza dentro de la ventana y se volvió hacia mí lentamente. Sus ojos seguían ansiosos, pero su boca se veía sólo lo suficiente para que me diera cuenta de que lo peor de la tormenta había pasado. —Tú no quieres que el enjuague bucal se desperdicie, ¿verdad? —Le di una sonrisa sugerente, y él tomó mi sugerencia. Cruzó la distancia entre nosotros hasta que su pecho estaba casi justo contra el mío. Sus manos se movieron a su lugar preferido: la curva de mi cintura, justo por encima de mis caderas. —No, no quiero eso —dijo, sus ojos ahora claros. Fue increíble cómo, con la distracción derecha, una chica puede hablar con un hombre detrás de la cornisa todo el tiempo.
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—¿Y bien? —Le dije un momento después—. ¿Estás esperando una invitación? Y como no se movió lo suficientemente rápido, apreté mis manos alrededor de la parte posterior de su cuello, me levanté en mis dedos de los pies, y llevé mi boca a la suya. —Lo siento. Esperaba por esa invitación —susurró él en el espacio entre nuestras bocas.
Apreté mi boca contra la suya. —Aquí está —le dije cuando me retiré. Los ojos de Jesse estaban todavía cerrados, pero sonrió por un momento antes de que me llevara de nuevo a él. Apretó las manos en mi cintura mientras nuestros labios se movieron juntos. Cuando nuestros labios se separaron y mi lengua tocó la suya, sus manos se apretaron de nuevo. Si me agarra con más fuerza, me desmayare, así que le di un último largo beso. Él seguía con los ojos cerrados, y esa sonrisa se había vuelto un poco más grande. —¿Menta fresca? —pregunté, todavía saboreando la menta. Cuando los abrió, vi lo excitado que estaba. Sus pupilas se habían dilatado, y el iris era más azul que antes. —Hierbabuena. —Bueno, apruebo lo que sea. —No solo podía saborearlo, sino que lo sentía. Me dieron ganas de sentirlo realmente de nuevo. —Parecía que te gusta —dijo, mirando con aire satisfecho. —¿Cómo fue eso de no “alejarte”? —Levanté una ceja y agarré una de sus manos. —Definitivamente no me estás alejando ahora —dijo mirando mi boca—. Y apruebo eso. Me reí y lo aparté de la ventana. La forma en que siguió mirando mi boca hizo que todo desde la cintura hacia abajo se contrajese. —Me alegro de que lo apruebes porque no te alejaré cuando me besas así, es muy difícil de manejar para una chica. Me dejó arrastrarlo. Me encantó el sonido de sus pies desnudos sobre las antiguas tablas de madera. —¿Por qué alejas a la gente, Rowen? —Su voz era suave, pero, por supuesto, la pregunta me golpeó todo menos que de una manera suave. Sabía que si Jesse y yo llegábamos a algo con cualquier tipo de duración, tenía que ser honesta sobre las partes oscuras de mi pasado que guardé bajo llave. Sabía que cuanto antes, mejor. Si alguien podía manejar los demonios de mi pasado, era Jesse. También sabía que si Jesse me hubiera hecho la misma pregunta hace apenas unas semanas, le habría dicho que se jodiera y hubiera hecho el evitarlo una prioridad. Pero muchas cosas han cambiado en un par de semanas. Empezaba a ser honesta conmigo misma. Le daría lo mismo.
Me detuve a unos pasos delante de su cama, no era más que un colchón colocado en medio de la habitación cubierto con un par de mantas. Por alguna razón, mis ojos se fijaron en la almohada. El lugar en el que su cabeza descansaba cada noche mientras soñaba. —Alejo a la gente porque no quiero que vean lo que realmente soy —empecé. Jesse se acercó hasta que su pecho se encontró con mi espalda. Sus brazos se enrollaron alrededor de mi cintura y me abrazó—. Porque si la gente sabe de mi verdadero yo y todavía optan por irse, no estoy segura de que pudiese soportarlo. —Me concentré en su almohada y en sus fuertes brazos que me abrazaban más fuerte—. Así que si alguien empieza a acercarse demasiado para averiguar que forma de actuar es solo un montón de mierda, los alejo antes de que puedan buscar lo que se esconde tras la máscara. —Hice una pausa para respirar y reunir mi próximo pensamiento, pero en realidad, acababa de resumirlo todo. Cuando me di cuenta de que acababa de desnudar mi alma, mi alma real, a Jesse Walker, esperé por el ataque de pánico. Cuando guardó silencio por unos momentos más, de hecho lo sentí venir. —Veo a la verdadera tú, Rowen —dijo finalmente, apoyando la barbilla en mi hombro—. Y me gusta cómo eres. Cerré mis ojos para contener las lágrimas. —Lo sé, Jesse. Aunque no puedo entender por qué demonios lo haces. A veces pienso que si vieses una película de mi vida… la bebida. Las drogas. Los chicos. —Me tragué el nudo de la garganta. No dejaría que la carrera de honestidad terminase aun—. Te alejarías gritando como todo el mundo. Te darías por vencido conmigo, también.
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La teoría de mantener los ojos cerrados para evitar las lágrimas era agradable. Solo que no era una teoría objetiva. Jesse ni siquiera se había estremecido por lo que le acababa de decir. No había huido gritando. Él había dicho algunas de las cosas más amables que había oído. Las palabras eran solo palabras, pero no éstas. Jesse lo había probado antes de que él las hubiese dicho. Las lágrimas me cegaron.
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Después de un momento, Jesse suspiró. —No sé qué es más triste. Que pienses así de ti misma o que tengas tan poca fe en mí que piensas que me iría si supiera sobre todos los detalles de tu pasado. —Su cabeza se sacudió en mi hombro—. ¿Me dejarías si fueras capaz de saber todo sobre mi pasado? —No me dio la oportunidad de responder—. Sé lo suficiente, Rowen. Conozco a la mujer que eres ahora. No necesito saber todos los secretos sucios para decidirme.
—No te merezco, Jesse —susurré, nunca había sabido nada más verdadero—. No hay nada que pudiese hacer para merecerte.
Inclinó la cabeza en la curva de mi cuello. —No nos merecemos nada, Rowen. No nos merecemos castigos, ni felicidad, la vida no nos debe nada. Date cuenta de eso. —Su voz ya no era suave; era tan fuerte como nunca la había oído—. Así que tenemos que tomar lo que queremos, porque la vida seguro como la mierda no va entregarte nada libremente. —Besó la piel justo por encima de mi clavícula—. Y yo te quiero a ti. No estaba segura de qué me afectaba más, si sus palabras o sus caricias, pero todo dentro de mí, el hielo, las paredes, las cercas, todo lo que había construido para protegerme se derrumbó. —Soy un gran fracaso. Pero quiero ser mejor. Me haces querer ser mejor. Sé que puedes estar en desacuerdo, pero sé que te mereces algo mejor. —Oh, Dios. Era un tren fuera de control. Después de años de mantener todo guardado en mi interior, fluía a través de mí—. Pero te amo. —Y allí estaba. Este sentimiento, más vulnerable que nunca—. Te amo tanto que me asusta. Jesse no se movió, y de nuevo, no se inmutó. Solo me abrazó como si supiera que necesitaba a alguien que me mantuviera a su lado. —¿Ya terminaste? Parecía que el diluvio había llegado a su fin, por el momento, así que asentí con la cabeza. —Bueno —dijo, su aliento caliente en mi cuello—. Porque también te amo. La primera lágrima que había llorado en mucho, mucho tiempo, se filtró y rodó por mi mejilla. Había asociado el llorar con la tristeza, así que las evité. No necesitaba llorar para recordarme el dolor. No me esperaba que también vinieran con la felicidad. Sin embargo, felicidad no era exactamente la palabra correcta. Ni una palabra de mi vocabulario poco trabajado. Lo que sea que fuese esta emoción, era la mejor maldita sensación que he tenido alguna vez. Quería su amor más que el de cualquiera… lo tenía. No sabía cómo responder con palabras, así que use mis acciones. Girando en sus brazos, miré la cara del chico al que amaba. No me secaba las lágrimas porque, en este momento, no me importaba ser vulnerable. —¿Necesito otra invitación si quiero besarte de nuevo? —No. Puedes besarme siempre que quieras —dije poniendo mis manos sobre sus hombros. —Es bueno saberlo.
Jesse podía haber estado a punto de decir algo más, pero ya había dicho todo que necesitaba. Todo. Le gustaba la verdadera Rowen Sterling. Incluso la que fingía ser. Mi pasado y todas las partes oscuras no le importaban. Me amaba. Oh, sí. Me sentía de la misma manera acerca de él. En todos los aspectos. No se necesitaba decir nada más. Mi boca se estrelló contra la suya y lo tomé por sorpresa. Sus hombros se tensaron durante el momento más corto. Le tomó a mis labios todo un latido de corazón derretir los suyos. En poco tiempo, luchaba para coincidir con la fuerza y el ritmo de Jesse. Me besó largo y duro, literalmente, me dejo sin aliento. Su piel estaba caliente y sus hombros rodaron debajo de mis manos mientras las suyas exploraban mi cuerpo. Se mantuvo en las zonas “seguras”: mis brazos, espalda, caderas. Después de un minuto de eso, quería que me tocara en áreas no tan seguras. Lo deseaba tanto, agarré su mano de la parte bajas de mi espalda y la deslicé alrededor de mi estómago. Con mis dedos sobre los suyos, guie su mano. Pasando el ombligo, sobre mis costillas, hasta cubrir mis pechos. Los hombros de Jesse se tensaron de nuevo y su boca desaceleró el ritmo contra la mía. No parecía incómodo, solo inseguro. Su toque era reacio al principio cuando su mano se movió sobre mí. Deje mi mano sobre la suya, animándole cuando su exploración vacilaba. Cuando, obviamente, dejó de necesitar mi ayuda, mi mano dejo la suya y vagó por su cintura hasta que mis dedos se deslizaron sobre el profundo surco que corría por el centro de su espalda. Se sentía mucho mejor de lo que parecía. Mi otra mano se curvo alrededor de él, uniéndose a la primera en la cuidadosa inspección de su espalda. Cuando la lengua de Jesse viajo dentro de mi boca, retorciéndose con la mía, mi toque instintivamente se profundizo. Mis uñas se clavaron en su espalda, arañando hasta llegar al borde de su pantalón.
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Jesse gimió y retrocedió. Su sonrisa volvió a su lugar mientras su pecho subía y bajaba rápidamente. —¿Estás haciendo esto porque te dije que te amo, o lo haces porque soy tremendamente caliente y no puedes controlarte? Mientras inspeccionaba mi rostro, su sonrisa se extendía más grande. Cualquiera que fuese la expresión que tenía, lo había puesto francamente arrogante. Por la manera en que me sentía, no necesitaba mirarme en un espejo para adivinar como lucia mi cara.
Tenía derecho a ser arrogante. Desentrañó partes de mí con las que estaba familiarizada y partes que no tenía ni idea de que se encontraban ahí. —Ambos —respondí, apartándome lo suficiente para hacer lo que quería hacer a continuación. Cogí las delgadas tiras de mi vestido y las deslicé por mis hombros. ¿La mejor parte de desnudarse mientras llevaba un vestido puesto? Dos tiras movidas un poco sobre mis hombros, y todo el vestido se hallaba en un montón a mis pies. Jesse tragó. Eso me hizo sonreír. Mis dedos temblaban sobre el cierre de mi sujetador, pero un par de segundos después, el sujetador se unió a la pila de ropa a mis pies. Mis pezones estaban ya duros por lo que acabamos de hacer, pero se endurecieron aún más con la anticipación de lo que vendría. Jesse tragó. Sonreí de nuevo. Me convertía en una tonta sonriente a su alrededor. Cuando mis pulgares se engancharon debajo de mis bragas de encaje, la boca de Jesse se abrió, pero las palabras no salieron. Nunca había conocido a un chico que no dijese "tío" en ese punto con la ropa fuera, deslicé mis bragas por mis caderas y más allá de mis rodillas. Una vez que las había dejado caer por mis tobillos, salí de ellas y del resto de mi ropa. Los ojos de Jesse se movieron sobre mí al igual que sus manos habían hecho al principio, manteniéndose en las zonas seguras, hasta que no parecía estar allí por más tiempo. Su mirada se detuvo tanto tiempo sobre ciertas zonas, que casi me inquieté. Pero no lo hice. Me concentré en su cara, las arrugas que bordeaban su frente, su boca abierta un poco para respirar, respiraciones rápidas y cortas, sus ojos me exploraron casi como si me estuviese adorando. Fue el momento más íntimo que Jesse y yo habíamos compartido. Y tenía que tocarme todavía. Después de unos segundos, di otro paso hacia él. —¿Así que…? — Levante mis manos a los costados. Jesse se frotó la frente, me miraba como si tuviera miedo a parpadear por miedo a perderse algo. Abrió la boca, pero no salió nada. Una vez más. La cerró y volvió a intentarlo. Todavía nada. Me impresionaba su mudez. Su boca se abrió otra vez, y finalmente se las arregló para decir. —Sin palabras. —Sonando sin aliento mientras me miraba—. Obviamente.
Esa mirada de pura y absoluta sorpresa salió de su cara cuando sus ojos volvieron a los míos. —¿He mencionado que te amo, Rowen Sterling? —Sí, lo has hecho. —Necesitaba tanto que me tocase que se había vuelto doloroso—. Pero puedes decirlo tan a menudo como quieras. Te prometo que nunca me cansaré de escucharlo. —Tomo nota —dijo avanzando hacia mí. Sus ojos nunca dejaron los míos, y entre la emoción en ellos y la expresión de su cara, fui yo la que se quedó sin palabras. Cuando sus manos se curvaron sobre mi espalda, no temblaron de la forma en que lo hicieron las mías. Su tacto tenía una confianza y fuerza que hizo que toda la zona por debajo de mi ombligo se apretase aún más. Sus grandes manos se deslizaron más abajo hasta que cubrieron mi trasero. El corazón me latía tan condenadamente fuerte que vibraba en mis tímpanos. —Joder, eres tan hermosa —susurró Jesse en mi oído. Podía estar en el calor del momento, pero su elección de palabras todavía me tomó por sorpresa. —¿Acabas de decir “joder”? —Había oído apenas un puñado de maldiciones salir de la boca de Jesse y ninguna de ellas había incluido la más grande de las palabrotas. —Sí, así es como malditamente firme y apasionado estoy por lo hermosa que eres. Su expresión era tan seria que casi sonreí. —Bueno, gracias —dije, pasando mis manos por su estómago. — Tomaré “jodidamente hermosa” como la forma más alta de alabanza. Besó suavemente la comisura de mi boca y apretó mi trasero de forma no tan suave. Mi aliento salió de forma irregular. —Si hay una forma más alta de alabanza, no lo sé —susurró, moviéndose a la otra esquina de mi boca. Un tierno beso y un no-tansuave apretón.
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Oh, dios mío. El Ying y el Yang tenían razón cuando se trataba de contacto íntimo. Gentil. Con fuerza. Suave. Duro. Como yo sabía que me encontraba cerca del punto de llegar al orgasmo, moví mis manos hacia abajo hasta llegar a la parte superior de sus pantalones. Fui lo suficientemente cerca como para sentir lo listo que estaba, pero una capa de tejido nos separaba. No por mucho tiempo. No dijo nada, ni intentó detenerme cuando deslicé sus pantalones cortos por su trasero y los dejé caer al suelo.
Ahora, el culo de Jesse... eso fue jodidamente hermoso. No había tenido que verlo sin ropa para saberlo, me di cuenta al tocarlo. Lo apreté más cerca hasta que lo sentí con fuerza contra mí. La respiración se convertía en una tarea tal, que lo necesitaba para mantenerme estable y no desmayarme. El pecho de Jesse subía fuerte y rápido contra el mío. —Sólo porque acabo de decirte que te amo, Rowen, no quiere decir que espero sexo dos minutos después. —Levantó la mano hasta mi rostro y deslizó suavemente su pulgar por mi mejilla—. No soy uno de esos tipos que esperan sexo a cambio de amor. Le besé la palma. —Lo sé. Créeme, lo sé. Incluso si fueras uno de esos tipos que esperan sexo a cambio de amor, he conocido un montón de otros que lo esperan por mucho menos. —La piel entre sus cejas se unió, pero sus ojos se quedaron en los míos—. No voy a tener relaciones contigo porque siento que tengo que hacerlo. Voy a tener sexo contigo porque quiero. —Deslicé un dedo por la línea entre sus cejas, tratando de borrarla—. Agradezco la aclaración, pero si ya terminaste de actuar como el Sr. Caballero, ¿crees que podrías colgar tu moral lo más alto posible y sacudir mi mundo? —Tenía que aclararlo —respondió antes de besar mi frente—. Sin dudas intentaré… sacudir tu mundo… pero lo que me puede faltar de experiencia y habilidad, lo puedo compensar con persistencia y mucha práctica. —Su sonrisa se curvó en un lado—. Montones de práctica. —Estoy segura de que tienes un montón de habilidad, pero estoy totalmente comprometida con los montones y montones de prácticas. Suena bien. —Le guiñé un ojo, tomé su mano y lo llevé al colchón. Me encantaba el hecho de que me encontraba a punto de hacer el amor con el chico de mis sueños en un colchón en el piso de un viejo ático de una granja. No era exactamente de lo que los cuentos de hadas estaban hechos, pero este era mi cuento. Y nunca más envidiaré a Cenicienta. —Antes de que estemos demasiado cómodos —le dije, deteniéndome al borde del colchón—, es mejor que tengas tus condones a mano. No voy a ser capaz de aguantar mucho más juego previo. En serio. Estaré a punto de quedar bizca si lo mantenemos así por mucho más tiempo. El rostro de Jesse lucía cómo un ciervo cegado por las luces de un auto. Había conocido un montón de chicos que no eran grandes fans de condones porque eran Imbéciles de Grado A, pero Jesse estaba lejos de ser como uno de esos tipos. Sabía que no era esa la razón por la cual
había puesto esa expresión en blanco cuando mencioné empaquetar a su chico. Y entonces fue cuando me di cuenta que era otra la razón por la cual su rostro había palidecido. —Por favor, dime que tienes un condón. —De verdad, el destino no sería tan malvado, ¿cierto? Él rascó su nuca. Oh, demonios, no. Había tomado la píldora desde que tenía trece años. Mamá estaba convencida de que si aún no lo hacía, pronto lo haría. Era bueno saber que, al menos una vez había cumplido con sus expectativas. Sin embargo, me adhería a las dos formas de anticonceptivos por muchas razones. A pesar de que Jesse estaba cerca, por lejos, de ser la única excepción, no podía hacerlo. Por su bien, por mi bien, y por el bien del potencial brillo en nuestros ojos. —¿Jesse? —le dije lentamente. Alzó su dedo índice. Se giró e inspeccionó su habitación como si fuera un agujero negro. —Tengo una caja por aquí… en alguna parte. Exhalé aliviada. Él se encaminó hacia su aparador, así que me puse cómoda en su colchón y disfruté de la vista. Mi Dios. Ese trasero… Lanzó y revisó a través del contenido en su primer cajón. Calcetines y ropa interior volaron hacia el suelo. Aparentemente sin encontrar nada, siguió al otro cajón. Hizo lo mismo, excepto que eran jean lo que volaba de este. Buscaba frenéticamente y yo solamente podía sonreír ante su pánico al no encontrar la caja. Todavía quedaba un cajón. Jesse era el primer chico que conocía que no sabía exactamente dónde se encontraban sus condones. Los chicos vivían por ellos y morían sin ellos. O al menos lo hacían sus penes. Que Jesse no tuviera idea donde se encontraban los suyos, me hacía creer que era absurdamente distraído o no los había utilizado desde hace tiempo.
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Desde que él y Josie habían roto hacía seis meses, y él había cambiado de habitación por mí, supuse Jesse podría haber olvidado donde guardaba su paquete. Hurgando en el tercer y último cajón, Jesse dio un grito de victoria mientras lanzaba su mano en el aire. Una caja de condones aferrada en su puño. Suspiré de nuevo con alivio.
Se dirigió hacia el colchón, con una sonrisa victoriosa en su rostro. Yo tenía una completa vista frontal, por lo que mi mirada no se quedó en su rostro. —Exactamente donde olvidé haberlos dejado. —Sacudió la caja y la abrió. En sentido de que la abrió por primera vez. Algo que nunca había considerado se metió en mi cabeza. — ¿Jesse? —dije, poniéndome de pie. Me sentía como un venado cegado por la luz. —¿Sí? —Respondió mientras buscaba con la caja. —Tú no eres… —balbuceé intentado pronunciar la palabra—, virgen, ¿cierto? —Por favor, por favor, por favor di que no lo eres. Dejó de hurgar en la caja. Mi estómago se cayó. —Define virgen —dijo lentamente. Mi mano cubrió mi boca. De ninguna manera. Ninguna. Manera. —Pero tú y Josie estuvieron juntos durante tanto tiempo… —Estaba segura de que me perdía algo—. Quiero decir, que los dos nunca…. O sea, nunca… Negó con la cabeza una vez. —Nop. Nosotros nunca… o nunca tuvimos relaciones. Sólo había una pregunta que hacer. —¿Por qué? No era que lo estuviera juzgando por eso, era que solamente no podía creerlo. El chico virgen más grande que conocía tenía diecisiete años. Nunca hubiera adivinado que el dios en forma humana, Jesse Walker, un masculino muchacho de diecinueve años, sería uno. Jesse se sentó en el borde de la cama y dejó caer su mano sobre mi rodilla. —Josie y yo comenzamos a salir cuando éramos jóvenes. En un pequeño pueblo donde todos se conocen, no duermes con una chica con la que no tienes intención de casarte, a menos que quieras a su padre detrás de ti con una escopeta. No estaba seguro de estar dispuesto a hacer cualquier tipo de compromiso con Josie en ese entonces, y después de eso, simplemente continuamos con el mismo tipo de rutina cuando se trataba de la parte física de nuestra relación. —Se encogió de hombros—. Creo que ninguno de nosotros estaba dispuesto a hacer ese tipo de compromiso. Compromiso y amor. Sexo como un bono agregado. No estaba familiarizada con esa ecuación. Había estado tan segura de que era una
mentira. Sin embargo, allí estaba, el amor, el compromiso, y el bono, sentado a mi lado. ¿Sería algo de lo que había aprendido en mi vida hasta ese verano cierto? —Jesse… —Apoyé mi mano en la suya—, yo no soy virgen, sabes. No lo he sido por mucho tiempo. —Lo sé. —Asintió con la cabeza. Me mordí el labio y lo miré a los ojos. —¿Estás seguro de que quieres que tu primera vez sea conmigo? —Si pudiera haber retrocedido en el tiempo y cambiar todo, haberle dicho que no a todos los chicos y esperar por una noche con Jesse Walker, lo habría hecho. No habría necesitado un segundo para considerarlo. —Rowen… Negué con la cabeza. No quería darle vueltas al tema o que lo endulzara. Quería la verdad, fría y dura, si eso es lo que era. —¿Estás. Seguro? Jesse se acercó hasta que su rostro estuvo a pocos centímetros del mío. Sus dos manos se trasladaron a mi rostro y sus ojos flamearon en los míos. —Estoy seguro. —Si la convicción en sus palabras no lo demostrara, su expresión lo hacía—. Te amo, y estoy seguro, Rowen. Ahora, ¿por qué no me ayudas a averiguar cómo funciona toda esa cosa de sacudir tu mundo? Sonreí de nuevo. Fruncir el ceño era imposible cuando Jesse me sonreía de esa manera. —Habrá un montón de práctica manual en el entrenamiento —dije, inclinándome más cerca hasta que casi podía probar la sal en su piel—. Pero me comprometo a devolver el favor. — Presioné mis labios en la base de su cuello, la piel de Jesse estalló en piel de gallina. —Estoy totalmente comprometido con todo este esfuerzo —dijo, con la voz ronca.
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—Bueno —susurré contra su piel. Agarrando sus brazos, le acerqué—. Entonces ven aquí y hazme el amor. Jesse se movió, y entonces se presionaba contra mí, acostándome de nuevo sobre el colchón. Su brazo se enrolló alrededor de mi espalda y el otro viajó hasta mi cadera, deslizándose a mi espalda. Su boca cubrió la mía mientras se dejaba caer sobre mí. Sin aplastarme con todo su peso. Vi la tensión en sus hombros gracias a estar sosteniendo su propio peso.
Su lengua jugó con la comisura de mi boca, aunque no necesitaba mucho estímulo para darle acceso. Cuando mi lengua tocó la suya, bajó el resto de su cuerpo encima de mí, y el suspiro que gemí en su boca no fue tranquilo o corto. Su erección presionó con fuerza en mi estómago, y aunque apenas podía respirar con ella allí, la quería presionada con fuerza en otro lado. Mi mano dejó su espalda y tanteó todo el colchón, en busca de esa cajita. Mantuve el ritmo de sus besos en medio de mi búsqueda, y casi grité de alegría cuando mis dedos tocaron la caja. Agarré lo que necesitaba y arranqué uno de la tira. Necesitaba ambas manos para rasgar la envoltura, pero no pasó mucho tiempo. Todo el tiempo, las manos de Jesse, su boca y su cuerpo continuaron con sus actividades. Cada beso me acercaba, me levantaba con cada toque. Cuando sus caderas se flexionaron contra las mías, solté otro gemido. —Maldita sea, Jesse —respiré, maniobrando mis manos hacia abajo donde las necesitaba. —¿Qué? —Necesito que reduzcas la velocidad y coloques el condón o de lo contrario voy a acabar incluso antes de que tengas la oportunidad de perder tú virginidad. Respiraba con tanta fuerza que casi jadeaba y su rostro estaba enrojecido. —¿Estoy haciendo algo mal? —No —le dije al instante—. Lo estás haciendo muy, muy bien. Esa sonrisa de suficiencia reapareció, y sus caderas se flexionaron contra las mías de nuevo. Aunque hubiera querido, no hubiese podido retener el sonido que escapó de mi boca. —Sólo he esperado veinte años por este momento. He estado jugando con todo esto en mi cabeza por un tiempo, así que es bueno saber que está funcionando en la vida real. —Está funcionando —insistí, justo cuando envolvía mi mano alrededor de él. Toda esa presunción desapareció de su rostro. De hecho, toda emoción que no sea el deseo abandonó su rostro. Alisé la mano por toda su longitud hacia abajo, luego hacia arriba, y repetí el proceso hasta que estuve segura de que sería capaz de contenerse si lo hacía una vez más. —¿Cómo estuvo eso? —pregunté, poniendo el condón en su lugar.
—Sin palabras —jadeó, flexionando contra mi mano mientras terminaba con el condón. Presioné un beso en la curva de su cuello mientras lo guiaba más cerca. Una vez estuvo en el lugar que necesitaba estar, envolví mis piernas alrededor de sus caderas y quité mis manos. Una capa de sudor cubría todo su rostro, y su pecho subía y bajaba tan rápido, que no estaba segura de cómo se las arregló para dejar salir aquellas palabras, pero lo hizo. —Te amo. —Me besó con tanta dulzura, como nunca me habían besado antes. —Lo sé —le respondí, deslizando mis manos por su rostro. Sus caderas se flexionaron, y se movió dentro de mí. Grité y enredé mis manos en su cabello. Se movía tan lentamente y con cuidado, casi como si yo fuera la virgen. Cuando estuvo tan profundo como pudo, se estremeció y bajó la boca a mi oído. No dijo nada. Él sólo inhalaba y exhalaba, permitiéndome seguirle el ritmo. —¿Ves? —dije, apretando mis músculos a su alrededor—. Se siente bastante genial, ¿no lo crees? Jesse se quejó cuando lo apreté de nuevo. —Es jodidamente hermoso —susurró, y entonces comenzó a moverse dentro de mí. Noté que intentaba ir despacio, tomarse su tiempo, pero eso no era un favor que necesitara. Así que levanté mis caderas y me moví a un ritmo más rápido, hasta que él siguió el ritmo. —Está bien, Jesse —dije—. Puedes acabar si estás listo. —He estado a punto de acabar desde que te quitaste tu vestido. Sólo estoy intentando estar a la altura del acuerdo. —Créeme —dije, enredando con más fuerza mis manos en su cabello—, ya estoy ahí. Sólo estoy esperando por ti. Por favor, no me hagas esperar más tiempo. —Gracias —dijo jadeando, moviéndose dentro de mí—, Dios.
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Si no estuviera tan cerca de mi clímax, me habría reído del alivio inundando su expresión. En cambio, levanté mis caderas y me moví contra él, llevándonos más cerca. —Rowen —suspiró, y cuando empezó a gemir, y moverse como si no pudiera hacerlo lo suficientemente rápido, supe que había llegado al límite. Lo seguí un momento más tarde, y mientras mi cuerpo se derrumbaba a su alrededor, lo único que podía hacer era repetir su nombre. Una y otra vez. Hasta que esa fue la única palabra que supe.
Incluso después de que su orgasmo hubiese arrasado a través de su cuerpo, sostuvo su peso cuidadosamente por encima de mí. No se derrumbó sobre mi cuerpo en una neblina post-sexo como sabía que yo hubiese hecho si nuestras posiciones estuvieran invertidas. Se tomó un par de minutos para acompasar su respiración y, tan pronto como lo hizo, bajó su boca a mi oído. —Ese fue un malditamente genial baile.
15 Traducido por Mel Cipriano Corregido por JazminC
Si pudiera pasar el resto de mi vida desnuda y enredada con Jesse Walker, ni una sola vez me sentiría como si me estuviera perdiendo de algo. Había empezado a llover unos minutos antes, y las gotas que golpeaban el techo creaban una canción suave. El aire que entraba por la ventana, tenía ese olor fresco a lluvia, y combinado con el aroma de la piel de Jesse, era un poderoso afrodisíaco. Si no hubiéramos terminado de hacerlo hacía cinco minutos, lo estaríamos haciendo ahora mismo. —¿Cómo estás ahí arriba? —pregunté, inclinando la cabeza hacia atrás de donde descansaba sobre su pecho—. Estás muy tranquilo. Los dedos de Jesse continuaron su patrón flojo de arriba hacia abajo en mi espalda mientras me alcé en un codo a su lado. —Todavía estoy sin palabras —dijo, sonriendo al techo. —Bastante bien, ¿verdad? —Bastante bien es un insulto a lo que se acaba de pasar —dijo sacudiendo la cabeza—. “Sin palabras” es realmente la mejor manera de describirlo. —¿Fue tan bueno como esperabas? Sonrió. —Mejor. —Todavía no puedo creer que hayas esperado tanto tiempo para tener relaciones sexuales. ¿Qué estabas esperando? —bromeé, haciéndole cosquillas con los dedos por los costados—. ¿Casarte?
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Jesse rodó sobre su costado para que su rostro estuviera al nivel del mío. Rozó los nudillos por mi mejilla. —No. Te esperaba a ti. Esas palabras le valieron un increíblemente apasionado beso. Después de que nos separamos por aire, y de que me las arreglara para
recomponerme un poco, hice la siguiente pregunta en el archivo de “¿Cómo es posible que Jesse haya sido virgen?” —Así que, entiendo que Josie y tú decidieran esperar, pero ¿qué pasó después de que rompieron? Estoy segura de que podrías haber tenido a cualquier chica que quisieras para una sola noche, para un rollo sin ataduras en el heno. —Tal vez. Tal vez no —dijo encogiéndose de hombros—. Pero no era la parte física de la relación la que más echaba de menos. Era la compañía. Y un hombre no necesita una chica para… Metí la lengua en mi mejilla para no reírme de cómo Jesse buscaba la palabra adecuada. Después de unos segundos más, llegué al rescate: —¿Correrse? Jesse me lanzó una sonrisa tímida. —Yo buscaba algo que no suene tan sucio, pero sí, eso es a lo que quería llegar. —¿Y ahora? —dije—. Ahora que has sentido lo que es el sexo con una mujer y no con la mano… —Arqueé las cejas—, ¿todavía crees que no se extraña la parte física de la relación tanto como la compañía? Sus ojos se abrieron, seguidos de una sacudida enfática de cabeza. —Estoy en un gran problema, porque ahora sé lo que me estaría perdiendo. —Lo sé, ¿cierto? Esos vírgenes están lo suficientemente locos —le guiñé un ojo—, pero los vírgenes convertidos vienen directamente de la granja de la locura. Jesse rio y me atrajo más cerca. —Dime loco todo lo que quieras, pero me alegro de que Josie no fuera mi primera vez. La mención de Josie y las primeras veces me recordó la conversación que había tenido antes. Apreté el brazo alrededor de él, casi como si estuviera tratando de protegerlo. —Siento lo que pasó con Josie y Garth. Ella me dijo ayer por la noche, y no puedo imaginar… La piel en los bordes de los ojos de Jesse se arrugó. —Y luego me encontraste en su casa a altas horas de la noche. —Su ira de esa noche tenía sentido después de que me enterara de la historia entre él y Garth—. Lo siento. Voy a permanecer lejos de Garth a partir de ahora. Incluso mezclaré un poco de antiácido estomacal en sus huevos, si tú quieres.
Las arrugas en el rostro de Jesse se desvanecieron lentamente. —Tentador, pero está bien. La vida de Garth es suficiente castigo — dijo recostándose y tirándome con él. Pasaron un par de minutos de silencio, a excepción de la lluvia golpeando en el techo. Debería al menos haber tratado de dormir un poco, porque por allí realmente no teníamos días de descanso. El ganado todavía necesitaba ser alimentado, al igual que los vaqueros. Había perdido la noción del tiempo, pero sabía que el amanecer no podía estar a más que a unas pocas horas de distancia. —Creo que ahora que realmente hemos dormido juntos, deberíamos decirles a mis padres acerca de nosotros. —Oí la sonrisa en su voz. La que se encontraba en mi rostro desapareció. —¿Estás seguro? —pregunté, porque yo no lo estaba. —Seguro. Por supuesto que lo estaba. Tragué saliva. —¿Cómo vas a decirles? —No podría pensar en una forma fácil de darle la noticia a sus padres. ¿Les diríamos que estábamos enamorados? De ninguna manera podíamos decirles que habíamos tenido sexo. —Algo muy suave —me dijo, arrastrándose más cerca hasta que mi cabeza se encontraba justo debajo de su barbilla. Colgué mi pierna alrededor de su cintura—. Vamos a llevarlos a eso. No sabía cómo pensaba "llevarlos a eso”, pero Jesse era un tipo inteligente. Si él decía que podía llevarlos a eso, yo le creía. —Esperemos que a tus padres no les importe que salgas con una amenaza para la sociedad. De lo contrario, estamos en problemas. —Me estaba burlando, pero cuando Jesse no respondió de inmediato, supe que lo había tomado de otra manera. —¿Por qué te metiste con las drogas, el alcohol… y todas esas cosas, Rowen? A Jesse obviamente no le gustaba hablar de los chicos de mi pasado más de lo que a mí me gustaba.
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—Por una gran cantidad de razones. Jesse exhaló lentamente. —¿Por qué contestas a todas mis preguntas de forma tan vaga? Era mi turno de exhalar lentamente. De acuerdo. Ya que aparentemente poníamos todo sobre la mesa: novias durmiendo con
buenos amigos, confesiones de amor, aceptación, la pérdida de la virginidad, etcétera, se suponía que también podría entrar directamente en el pozo sin fondo de mi pasado. —Siempre he sido un poco diferente, Jesse —comencé, acercándome más—. No había nadie a quien me pareciera. Crecí sin conocer a mi padre. No creo que ni siquiera mamá sepa quién es mi verdadero padre, y el único padre que tenía, desaparecía más de la mitad del año viajando por trabajo. Me apegué a los vecinos, conocidos, y a veces, a algún viejo amigo que pasaba por la ciudad. —Estudié el techo y me centré en el cuerpo de Jesse contra el mío. Estaba segura. Me encantaba. Ya no era la niña asustada—. Me empecé a sentir fuera de control cuando llegué a los trece años. Los nudillos de Jesse subían y bajaban por mi espalda, en círculos lentos. —¿Por qué? Él hacía todas las preguntas que no quería que hiciera. Todas las preguntas que ya ni siquiera me hacía a mí misma. Me mordí el labio. Podía hacerlo. —Mi mamá salía con este tipo —No podía decir su nombre. No lo había dicho que desde entonces y nunca lo diría de nuevo—. Ella salió con varios perdedores, pero este tipo realmente logró un nuevo significado de la palabra. Lo encontraba mirándome fijamente cuando pensaba que no me daría cuenta. Él encontraba la forma de estar cerca de mí… de que se viera inocente… —Tragué, cerré los ojos y me obligué a seguir—, de tocarme. No pensé mucho al respecto. Sólo lo desprecié como a un depravado y traté de evitarlo. Mi madre se fue a un trabajo de una semana, y responsablemente me dejó bajo el cuidado y supervisión de ese depravado. —Sentí el cuerpo de Jesse tensarse debajo de mí. ¿O era el mío?—. Yo acababa de llegar a casa del colegio y me dirigí a mi habitación. Ni siquiera sabía que él ya había regresado del trabajo. Estaba cambiándome, y él abrió la puerta y entró en la habitación como Pedro por su casa. Le grité que saliera. Y él se limitó a sonreír. La mano de Jesse dejó de moverse arriba y abajo de mi espalda. —Me dijo que tenía que cuidar de él, de la misma forma que él había hecho con mi madre. Él… él… —Tragué, pero sacar las palabras era más y más difícil. Era la primera vez que contaba la historia desde el día después de que pasara—. Me dijo que mi madre nunca tenía que saber. Que sería nuestro secreto. Y dijo que si alguna vez le decía a alguien, iba a sofocarnos a mí y a mamá cuando estuviéramos dormidas. Los brazos de Jesse se estremecieron a mí alrededor. Aunque, tal vez sólo se sentía así ya que temblaba, también.
—Él vino a mí. Traté de correr. Pero fue más rápido. Me agarró y traté de luchar, pero era un hombre grande y yo era aún más pequeña de lo que soy ahora. —Cuando cerré mis ojos, toda la escena se reprodujo en mi cabeza, por lo que volví a abrirlos y me concentré en Jesse. Dejé que me tranquilizara. Dejé que sus ojos me recordaran que estaba a salvo—. Me tiró en el suelo, y yo sabía lo que iba a ocurrir a continuación. Sabía que nadie iba a venir a salvarme. Sabía que estaba sola. El pecho de Jesse subía y bajaba con fuerza de nuevo. Odiaba llevarlo por el camino más oscuro de mi vida. Odiaba que él tuviera que saber que era un maldito lío. Pero me encantó cómo ni siquiera aflojó su agarre. Me abrazó como si estuviera tratando de protegerme de mi propio pasado.
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—Miré alrededor buscando algo que pudiera utilizar como un arma, y fue entonces cuando me di cuenta que tenía todas las armas que necesitaba. ¿Es posible que me hayas visto en un cierto par de viejas botas de combate negras? —Todos en Willow Springs me habían visto en ellas una docena de veces—. Resulta que también tienen punta de acero y, cuando pateo con ellas directo a las bolas de un hombre, pueden hacer mucho daño. Salí de la casa lo más rápido que pude y corrí a la casa de un amigo. Me quedé allí hasta que mamá llegó al día siguiente. —El nudo estaba de vuelta en mi garganta. Sabía que era una afortunada, mi aspirante a violador nunca terminó lo que había empezado, pero aún así mi final fue devastador. De hecho, el final fue el corazón más roto de la historia. »Le dije a mamá lo que había pasado en el momento en que la vi. Se lo conté todo. —Hice una pausa porque las lágrimas habían comenzado. Sentí una cayendo en el cuello de Jesse. Sus brazos seguían flexionados a mí alrededor—. ¿Y sabes lo que hizo después de que terminara de contar mi historia? —Jesse negó con su cabeza contra la mía—. Me castigó por mentirle y me dijo que si alguna vez le decía el mismo tipo de mentira otra vez, me enviaría a algún reformatorio para niñas. —Mi madre y yo nunca habíamos sido cercanas; siempre supe que yo era el error que deseaba no haber cometido nunca, pero después de ese día, el frágil vínculo que teníamos fue roto para siempre—. Su novio idiota llamó más tarde esa noche para romper con ella. Pensó que era lo mejor ya que yo me había “tirado sobre él", mientras que ella había estado fuera. Me dio una bofetada en la cara, me llamó pequeña puta, y me castigó otra vez. Si había una manera de perderme más profundamente en los brazos de Jesse, yo lo intentaba. —Después de eso, me convertí la chica descarriada que aterrizó aquí en primer lugar.
Por difícil que pareciera, volver a contar la historia fue más fácil de lo que esperaba. Supuse que era debido a la persona a quien se la decía, pero cuando el silencio de Jesse continuó, me pregunté si contarle toda la historia había sido una buena idea. —Rowen —dijo finalmente. Su voz era baja y vibraba lo suficiente para que supiera que él intentaba mantener algunas emociones—. Te amo. Asentí con la cabeza bajo su barbilla. —Si hubiera alguna manera de volver en el tiempo y protegerte de ese pedazo de mierda, lo haría. —Chasqueó los dedos—. Si hubiera alguna forma de volver atrás y golpearlo hasta la muerte para que ni siquiera piense en tocar a otra chica de nuevo, lo haría. Su ira contenida casi me hizo temblar. Además de esa noche con Garth, cuando había venido a buscarme, no había oído a Jesse así jamás. —Pero ya que no puedo viajar en el tiempo, voy a prometértelo ahora. Voy a protegerte. Voy a mantenerte a salvo. —Su boca bajó a mi frente y la besó—. Estás a salvo. Estaba a salvo. Yo. Estaba. A salvo. Eran tres palabras que había necesitado oír de mi madre hacía cinco años. Los brazos de Jesse se encontraban a mí alrededor como yo había necesitado sus brazos envolviéndome en ese entonces. Me consoló exactamente como lo había necesitado, como una aterrorizada niña de trece años. Él curaba la herida que se había abierto hacía mucho tiempo, casi me había olvidado de que seguía allí. Me había distraído con las cosas que adormecen la mente y el cuerpo lo suficiente como para poder seguir adelante. No necesitaba esas cosas nunca más. Nunca las iba a necesitar de nuevo. Yo no estaba curada, no era lo suficientemente ingenua como para pensar que algunas palabras y abrazos curarían esa clase de herida, pero se habían dicho. Finalmente, alguien me había escuchado y me creía. Pude dar mi primer paso hacia adelante. Finalmente. —Gracias por tu atención —le dije—. Y gracias por lo que has dicho. Siento que mi pasado sea una mierda descomunal. Jesse sacudió la cabeza.
—Por favor, no digas que no te importa lo que he hecho o lo que me han hecho —dije antes de que él pudiera hacerlo—. Por favor, no digas eso. —No iba a hacerlo. —Sus labios rozaron mi frente—. Me importa tu pasado, Rowen. Te ha hecho lo que eres hoy, y esa es la chica de la que estoy enamorado. —De acuerdo. ¿Has venido con algún tipo de manual que te dice exactamente qué decirle a una chica? —Levanté la cabeza para poder mirar su rostro. Después de un momento, reflejó mi sonrisa—. Porque juro por Dios que dices exactamente la cosa perfecta en el momento adecuado. —No necesito un manual para decir la verdad. —Besó la parte superior de mi cabeza y tiró de las mantas a mí alrededor—. Será mejor que vayamos a dormir. O de lo contrario te vas a caer dormida en la masa de los panqueques de arándanos, en la mañana. Jesse estaba de vuelta. La ira se había ido, sus músculos habían dejado de temblar y su voz volvió a la normalidad. Sólo le confesé mi secreto más oscuro, él había oído, lo acepté, me consolé y seguí adelante. Después de cinco años de sentir que me ahogaba, podía respirar de nuevo. —No quiero dormir —le dije. —Oficialmente me has desflorado, y hemos hablado de muchas cosas graves, mi cabeza sigue girando. —Le di un codazo por el comentario de “desflorar”—. ¿Qué otra cosa podrías tener en mente? Froté mi pierna por su estómago. —¿Quieres saber la ventaja de que sea el chico quien haya perdido su virginidad? Jesse se aclaró la garganta mientras mi pierna rozaba la parte de él que ya estaba dura otra vez. —¿Qué ya no es virgen?
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Me reí cuando me giré sobre él. —No —dije, pasando mis manos por su pecho. Sus ojos estaban muy emocionados, junto con el resto de su cuerpo. Nada de sueño—. Que podemos hacerlo de nuevo justo ahora.
16 Traducido por macasolci Corregido por Mel Cipriano.
Jesse había estado en lo cierto. Casi me desmayo en la masa de panqueques a la mañana siguiente. Aunque era de arándanos dulces, no comunes. Sí, fuimos a dormir. Eventualmente. Pero una hora de sueño realmente no contaba. Esperaba que el café estuviera listo, y casi contando los minutos para poder estar con Jesse otra vez. Sería un largo día. —Un centavo por tus pensamientos. —Rose llegó a mi lado, sosteniendo un tazón y batiendo los huevos dentro de él con un batidor de alambre. No me importaba si ella me ofrecía un millón de dólares por mis pensamientos. No iba a admitirle que tenía pensamientos sucios a la madre del chico objeto de los mismos. —Es demasiado temprano para pensamientos —dije, volteando algunos panqueques. Luego de mi primer catástrofe de panqueques, no había vuelto a quemar otra pila. Toco madera. O... ejem... Mierda. Estaba sonrojándome delante de Rose. —¿Disfrutaste del baile anoche? —preguntó. Enfócate en los panqueques e intenta no sonar como una imbécil. —Lo disfruté. Especialmente la fiesta que hubo después. —Me alegro, cariño —dijo, dirigiéndose de vuelta hacia la cocina con sus huevos batidos—. Todos trabajamos tanto por aquí, es bueno soltarse el cabello y pasar un buen rato. Misión cumplida, entonces. Estaba a punto de chequear los panqueques cuando la puerta
trasera se abrió de un balanceo, y una cadena de vaqueros entró caminando. Todos tenían los ojos un poco soñolientos, pero especialmente uno de ellos. Cansado como se veía, Jesse tenía la sonrisa de "me acabo de echar un polvo" en su rostro. Colgó su sombrero y se dirigió hacia mí, sin hacer escrúpulos sobre el tema. Estoy segura de que me volví a sonrojar mientras algunos de los altos, altos puntos de anoche pasaban por mi mente. Durante nuestra segunda vez, le había presentado a Jesse la posición de la vaquera —pensé que él podría apreciarla especialmente— y nos habíamos tomado nuestro tiempo. Bueno, nos habíamos tomado algo más de tiempo. No demasiado. —Buen día —dije con un poco de entonación mientras él se detenía en frente mío. Estaba cerca, un poco demasiado para estar en una cocina llena de gente que pensaba que sólo éramos amigos. Jesse agarró una manzana del tazón de cobre sobre la encimera. —Lo es. Sí que lo es —dijo, haciendo crujir la manzana en su boca. Se las arregló para mantener esa sonrisa burlona en su rostro todo el tiempo. —¿Cómo dormiste? —lo provoqué, sonriendo hacia la plancha. Él se inclinó más cerca y susurró: —No lo hice. Un escalofrío pasó por mi espina en el medio de una cocina ardiente en una mañana de verano. El hombre manejaba el arte de la entonación. —¿Cómo te sientes esta mañana? —pregunté, intentando sonar como si estuviéramos teniendo la más ordinaria de las conversaciones. Hundió sus dientes en la manzana otra vez, sus ojos resplandecientes. —Como si hubiera perdido algo —dijo antes de masticar el pedazo de manzana en su boca. Me reí disimuladamente en silencio. —Oh, no, cariño —dijo Rose, apareciendo de la nada—. ¿Qué perdiste?
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La boca de Jesse dejó de masticar mientras, otra vez, hacía toda la cosa de los ojos abiertos como platos. Lo había hecho un montón en las últimas veinticuatro horas. —Uhhh... no lo sé... ¿qué perdí? —Dirigió la mirada hacia mí como si estuviera buscando ayuda. Yo seguía demasiado congelada como para hablar. Rose le dirigió una expresión entretenida.
—Entonces, ¿qué acabas de decir que perdiste? Jesse se tragó lo que quedaba de la manzana en su boca. —No lo sé. No recordaré lo que perdí hasta que lo que encuentre. Me uní a Rose en darle una mirada entretenida. Ella llevó la mano a la frente de Jesse y la pasó por su rostro. —¿Te estás enfermando, Jesse? —Nop —dijo él, dándome una mirada rápida—. Jamás me he sentido mejor. Pero quiero decirles algo a papá y a ti. Mi boca se abrió. No haría eso aún. Cuando dijo que le diría a sus padres, pensé que al menos tendría unos días para acostumbrarme a la idea. Aparentemente no. Hice una mímica de ¿Qué? con la boca hacia él. ¿Su respuesta? Un guiño y una mueca del mismo tipo que decía Lo tengo bajo control. —¿Bueno? —dijo Neil, viniendo detrás de Rose y posando sus manos en sus hombros—. Dinos. Yo estaba avergonzándome antes de que Jesse dijera una palabra. —Rowen y yo estamos saliendo —dijo él, todo serio—. Estamos juntos. Nos gustamos. Ella da vuelta mi mundo. Yo doy vuelta el suyo. —Me dirigió una mirada de costado, e intentó mantener su sonrisa contenida. Mi boca se abrió un poco más. Jesse levantó un hombro. —Sólo queríamos que ambos lo supieran para que no pareciera como si nos estuviéramos viendo en secreto a sus espaldas. Si subir por una chimenea para llegar a su habitación y poder seducir a su hijo casto no era considerado "verse en secreto", tal vez necesitaba buscar eso en el diccionario otra vez. Jesse envolvió su brazo alrededor mío y tiró de mí más cerca. Lo había dicho, así que lo estaba demostrando. ¿Tierra? Por favor ábrete y trágame ahora mismo. Le eché un vistazo a Rose y Neil, ciertamente me estarían mirando con el ceño fruncido como si yo fuera la loba que habían dejado entrar en su pequeño y precioso rebaño de ovejas. En su lugar, me encontré con lo contrario. Neil tenía una pequeña sonrisa en su rostro, y la de Rose estaba levantada un poco más de un lado. —Apreciamos que nos dijeras esto, Jesse. —Rose le dio una palmadita
a la mejilla de su hijo—. Como que desciframos eso nosotros solos. —Neil y ella intercambiaron una mirada—. Pero es lindo que ambos finalmente lo hayan descifrado, también. Mi boca sólo podía permanecer abierta. Ciertamente no estaba preparada para formar palabras. —Sí, bueno, Rowen como que me hizo trabajar duro por ello —dijo Jesse, de vuelta a su manzana. Neil sólo sacudió la cabeza y sonrió de regreso a la mesa. Rose me observó resueltamente, parada al lado de Jesse, protegida bajo su brazo, y me guiñó el ojo. —Como debe ser. —Luego, como si nada especialmente intenso hubiera sido anunciado, se dirigió de vuelta al horno y a sus huevos. —¿Lo ves? —dijo, besando la parte superior de mi cabeza—. Tan fácil como eso. Rodé los ojos y le di una bofetada a su trasero mientras caminaba hacia la mesa. Algunos de los chicos que se habían dado cuenta le levantaron los pulgares, o sus tazas de café hacia mí. La vergüenza no terminaría esa mañana. —Sí, ese fue el ejemplo perfecto de delicado —dije detrás de él. Él se dio la vuelta, sus hoyuelos totalmente a la vista, y levantó las manos a sus lados.
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—Fue tan delicado como soy capaz —dijo antes de oler el aire. Mis hombros se pusieron rígidos antes de que las palabras salieran de su boca—. Los panqueques se están quemando.
17 Traducido por vaviro78, CrisCras, lunnanotte & Whenyoumakemesmile Corregido por Juli
Mis días en Willow Springs fueron dedicados a trabajar y mis noches fueron usadas con Jesse en alguna habitación, o en el campo, o granero o... cualquier lugar que pudiéramos encontrar. El verano pasó volando. Julio finalizaba antes de que me diera cuenta que había comenzado. Había sido el mejor mes de mi vida. Eso no era una exageración, sin ningún tipo de melodrama a Jesse le seguía gustando decir que yo era parcial. Era la verdad. Había encontrado una familia adoptiva, según la mayoría de definiciones de esa palabra, estaba enamorada de un hombre cariñoso que parecía demasiado bueno para ser verdad, había encontrado un grupo de amigas en las hermanas de Walker y Josie, me las había arreglado para evitar a Garth y él a mí, y mi mamá afortunadamente había retrasado su gran plan de volar con su nuevo novio por una pequeña reunión. Mis sueños, por primera vez en años, estaban de regreso en color. Incluso me había apretujado con suficiente tiempo de dibujar para llenar todo un libro de bocetos. Si los meses se pondrían mejor de lo que julio había sido, no podía imaginarlo. Además, aparte de una noche cuando Jesse tuvo que acampar con la manada porque uno de los terneros se había enfermado, habíamos pasado todas las noches juntos. Algunas noches no hicimos nada más que hablar hasta que nos quedamos dormidos. La mayoría de las noches que hablamos, luego hicimos el amor hasta quedarnos dormidos. Por ser virgen un mes antes, Jesse hablaba en serio cuando dijo que estaba comprometido a perfeccionar sus habilidades sexuales. No estaría exagerando si dijera que Jesse tenía habilidades locas en ese departamento. Neil y Rose podrían habernos dado el visto bueno en el departamento de citas, pero incluso Jesse no había reunido el valor para decirles que nosotros estábamos durmiendo juntos todas las noches. Gracias a la cerradura en mi puerta y la regla tácita de que nadie fue a su
habitación en el ático, nadie había llegado a nosotros de forma inesperada. No me gustaba omitir la verdad a Neil y Rose, pero le dejé eso a Jesse. Conocía a sus padres mejor que yo, y si pensaba que mantener nuestros arreglos para dormir por el momento sólo para nosotros era lo mejor, yo estaba bien con eso. Después de que él había descrito a sus padres como modernistas anticuados, no podía mirar a Rose y Neil de la misma manera. Jesse dijo que podrían darse cuenta de que estábamos durmiendo juntos y que nos apoyarían porque éramos dos adultos mayores de edad, pero no les gustaría saber lo que pasaba en una habitación o dos por encima de sus dormitorios. Así que julio fue legendario. El mejor de la historia. Y luego el primero de agosto cambió completamente. Estaba ocupada en el jardín recogiendo tomates anticipados cuando Rose se acercó a mí con una expresión estoica. Rose comúnmente no tenía esa expresión, por lo que mi corazón ya golpeteaba con fuerza antes de que hubiera dicho una palabra. Mi mamá la había llamado, probablemente porque yo había estado ignorando sus llamadas todo el verano, para decirle a Rose que ella y su chico-juguete tenían un raro fin de semana de tres días por delante y volarían en la noche del viernes. No preguntó. No esperaba que Rose corriera por mí. Ella imponía. Echaba humo. Como lo había estado haciendo todos los dieciocho años de mi vida. Por la expresión de Rose, había pensado que venía con la noticia de la muerte de un ser querido, así que fue un alivio por todo un segundo cuando me di cuenta de que nadie había muerto. Mi mamá estaba justo saliendo a cenar con su novio. Mi momento de alivio cambió a pánico.
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Sabía que era una tontería, pero sentí a Willow Springs como mi algo especial. Era mi mundo libre de ella y de su toxicidad. No quería arruinar las cosas. Mi mamá no era tanto el problema como la tormenta que creábamos cuando estábamos juntas. Ambas podríamos haber sido un poco inestables separadas, ¿pero juntas? Las cosas se pondrían completamente volátiles. No quería que Neil y Rose fueran testigos de eso. No quería que Jesse presenciara eso. Yo no quería experimentar eso. Ya no más.
El verano me había dado una nueva perspectiva. Las lentes con los que había estado viendo la vida por tanto tiempo habían sido cambiados por un conjunto diferente. Una nueva lente mostró a la gente como básicamente buena y la vida como malditamente estupenda cuando me abrí a ella. Yo había cambiado. No del todo, pero lo suficiente. Mucho. Por la descripción de Rose de la llamada de mamá, sabía que ella no había cambiado. Así que yo lo hice y ella no. ¿Cambiaría nuestra relación? Esa era la pregunta que no podía responder y que realmente no quería tener de fondo durante la cena de carne asada con los Walker. Era demasiado malo que fueran las seis del viernes en la noche, a pocos minutos de que mamá y el señor novio llegaran. Era demasiado tarde para convocar un tiempo de espera y acordonarnos a mamá y a mí fuera en nuestra propia isla, así podríamos resolver la mierda grave que no estaba segura que podría resolverse. Jesse se escabulló detrás de mí donde me inquieté sobre la ensalada de fruta. —Por millonésima vez, relájate. —Sus manos se levantaron a mis hombros y sus dedos comprimieron y enrollaron los músculos corriendo por mi cuello y hombros. —Por millonésima vez —le contesté, cerrando los ojos. Las manos de Jesse podían hacer magia de diferentes maneras—, es fácil para ti decirlo, pero nunca has visto a mi mamá. No creo que nunca haya estado relajado a su alrededor. —Sí, pero ¿estás relajada a mí alrededor? Me rendí tratando con la capa de arándanos justo encima del kiwi, bajé la cabeza y dejé que los dedos de Jesse trabajen. —A veces. — Presioné de nuevo en él para explicarle más a fondo. Se rio entre dientes. —¿Ahora mismo estás relajada a mí alrededor? Era imposible no estarlo cuando masajeaba mi cuello. —Sí. —Buenas noticias entonces, Rowen. Voy a estar contigo toda la noche. No voy a alejarme de tu lado, de esa forma en cualquier momento que tu madre comience a hacerte sentir muy nerviosa, sólo tomas un golpe de mi aura ultra-relajante. Sonreí. —¿Aura ultra-relajante, eh? Y yo que pensaba que mi novio era un vaquero, no un hippie. —Lo vaquero lo llevo en la sangre, pero mi corazón es todo hippie. — Besó mi nuca, justo en el nacimiento del pelo, y envolvió sus brazos a mi alrededor—. Te amo. Estoy aquí para ti esta noche. Todos estamos aquí
para ti esta noche. Todo va a estar bien. Y si no es así, lo arreglaré. ¿De acuerdo? Asentí e incliné mi cabeza hacia la suya. —Está bien. —Pase lo que pase esta noche, no va a cambiarnos, Rowen. No va a cambiar lo que siento por ti. —Plantó un suave beso en mi boca. Ya estaba más relajada. Luego se movió por otro; que no fue tan suave y corto. ¿Qué era exactamente lo que me tenía preocupada? —Está bien, ustedes dos. La mamá de Rowen estará aquí en cualquier momento, y no quiero que entre aquí y vea sus dos labios trabados. —Rose agarró el tazón de fruta y trató de darnos tanto una mirada de advertencia como maternal. En realidad no funcionó porque culminó su advertencia con una sonrisa—. Vamos a darle unos minutos antes de que le contemos sobre ustedes dos. No quiero que piense que lo único que has estado haciendo durante todo el verano es con mi hijo. Jesse tosió. Mis ojos se desorbitaron. Rose inspeccionó nuestra reacción por un momento antes de que hiciera clic. Se sonrojó y de repente no pudo hacer contacto visual con ninguno de nosotros. —Eso sonó mal. Muy mal. —¿Tú crees, mamá? —bromeó Jesse, con su voz en un par notas altas. Ella golpeó su brazo afectuosamente mientras se dirigía a la mesa. — Tú sabes lo que quiero decir. —Yo sé lo que quieres decir, pero puede ser que no quieras repetir esas mismas palabras cuando la mamá de Rowen esté aquí —dijo Jesse—. Ya sabes. En caso de que lo tome de manera equivocada. —Ya que estás tan ansioso por pasar el rato en la cocina, ¿por qué no vas a triturar esas papas? —Rose colocó la ensalada de frutas en la mesa, luego dio un paso atrás para inspeccionar la mesa. Realmente había ido con todo.
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Había cortado unos mini-ramos de flores de su jardín y los dispuso en frascos de cristal. Había dispuesto el conjunto de vajilla de porcelana china que heredó de su madre y había pulido el juego de cubiertos de plata, también. Habíamos pasado una buena parte del día preparando la cena. Después de que hicimos una cena de bocadillos de pastel de carne fríos y ensalada de papas para los chicos y los tiramos a la barraca, trabajamos como esclavos haciendo pasteles, recolectando judías verdes, y pelando, quitando la cáscara, y cortando las manzanas. El menú era comida
sencilla campestre, pero se había creado en la cocina Walker, por lo que sería deliciosa, también. —Me encanta este vestido nuevo —dijo Jesse, pasando los ojos por mi cuerpo mientras se acercaba a la olla de papas—. Realmente me encanta. —La inflexión de su voz casi me hizo estremecerme de anticipación. ¿Cuántas horas quedan hasta la hora de dormir? —Pude haber tenido un poco de ayuda para escogerlo. —Le disparé una sonrisa mientras fui a la nevera para sacar un poco de leche y mantequilla—. Me encanta esa camisa tuya, también. Realmente me encanta. Jesse levantó los brazos e hizo un giro. —Yo podría haber tenido un poco de ayuda para escogerla. Habíamos ido de compras a la “ciudad” ayer, y en lugar de escoger nuestro propio atuendo, decidimos escoger el uno por el otro. Dado que Jesse vivía en sus camisetas blancas, encontré una camisa a cuadros abotonada con broches que lucían nacarados. Conseguí una talla más pequeña de lo que normalmente llevaba puesto para añadir el placer de la vista. No me molesté en escoger los pantalones, porque los vaqueros diarios de Jesse no podían ser mejorados. Eso era un hecho de la vida que había llegado a aceptar. Añadir sus botas, sombrero de paja, y el cinturón, y ¡BOOM! Él era el sueño de toda chica. Una vez que agarré la mantequilla y la leche, me dirigí hacia donde él trituraba incesantemente. Mientras vertí la leche y dejé caer la barra de mantequilla en la olla, dijo: —No te ofendas, Rowen, porque esta es una bonita camisa, pero yo gano en escoger la ropa del otro. Ese vestido es... —Cuando los ojos de Jesse viajaron de nuevo a mí, su trituración se detuvo. Las comisuras de su boca se levantaron mientras echaba un vistazo por mi cuerpo—. Bueno, ese vestido es algo más. Algo. Más. Miré a Rose antes de darle disimuladamente un beso rápido en la mejilla. —De verdad sabes cómo elegir un vestido. Pero no te preocupes. No se lo diré a nadie. —Gracias. —Se rio mientras volvió a machacar—. Mi reputación como el vaquero viril y robusto que soy sería manchada para siempre. La selección de Jesse me había sorprendido. Aunque tal vez no debería haberlo hecho. En vez de vagar en los estantes de una de las boutiques especializadas en ropa occidental, Jesse se había metido en una tienda de consignación de moda. Afirmó que consiguió un contacto de alto rango después de estar allí por sólo una media hora. Rebuscó a
través de cada estante en el lugar antes de encontrar mi vestido. El vestido. Era un vestido borgoña, sin adornos, que no gritaba ¡Mírame! ¡Mírame! Era misterioso cómo Jesse había logrado encontrarlo, posiblemente, el único vestido en la historia de los vestidos que combinaba ambos: el punk, estilo oscuro que había aparecido en Willows Springs, con el estilo campestre. El vestido era un poco bipolar en el departamento de estilo, pero funcionó. Yo sacaba la sal debajo del gabinete de especies cuando sonó el timbre. Me congelé. —¡Ya están aquí! —anunció Clementine desde la sala de estar. Rose se quitó su delantal. —¿Lista? —preguntó, envolviendo su brazo alrededor de mí como si supiera que necesitaba el apoyo. ¿Importaría si respondía honestamente? Sólo asentí. Jesse cogió una toalla para limpiarse las manos, pero Rose puso el triturador que había abandonado de nuevo en sus manos. —Pon esas papas en la mesa —dijo—. Rowen y yo podemos ingeniárnosla para abrir la puerta y escoltar un par de personas al interior de la casa por nosotras mismas, creo. Sin una palabra más, Rose me sacó acompañándome. Las cejas de Jesse se unieron. Estoy bien, murmuré. De verdad, añadí cuando no parecía convencido.
muy
Asintió una vez, luego empezó a triturar como un loco. Por los sonidos que venían del vestíbulo, Clementine luchaba para conseguir abrir la puerta. Lily y Hyacinth se apresuraron escaleras abajo, alisando su cabello y ajustando sus camisetas. Neil terminaba en el granero, y Rose le había advertido que si no estaba aseado, presentable, y en la mesa para el momento en que nos sentábamos a cenar, dormiría en el establo hasta el invierno.
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Rose era una de las personas más dulces que hay, pero había aprendido que nadie quería meterse con ella. Los trabajadores del rancho la escuchaban mejor a ella que a Neil la mayor parte del tiempo. Cuando nos acercamos a la puerta, ya había sentido a mamá. Empecé a preocuparme de mi anillo en la ceja mientras sentía mis puertas de acero y paredes de concreto pidiendo a gritos ser elevadas. Sentí mis brazos queriendo cruzarse y mi ceño queriendo formarse. Sentí la niña dentro de mí en busca del escondite más cercano.
El brazo de Rose se tensó a mí alrededor, y luego Lily se movió a mi lado. Me dio una sonrisa tranquilizadora, y de repente estaba de vuelta en Willow Springs. Segura. Amada. Confiable. El timbre sonó de nuevo. Escuché a mi mamá exhalando un suspiro desde el otro lado de la puerta. Rose tomó la manija y abrió la puerta. Allí estaba ella. No tenía una hebra de su cabello platino fuera de lugar. No tenía una prenda de vestir o accesorio que no fuera de diseñador. No tenía un esbozo de sonrisa. —Kate —saludó Rose y abrió los brazos—. Ha sido demasiado maldito tiempo, y luces malditamente bien después de veinte años. — Cuando los brazos de Rose se envolvieron alrededor de ella, mamá se puso rígida como una tabla y su expresión se retorció como si el abrazo fuera casi doloroso. Después de un momento, mamá forzó algo que pretendía ser una sonrisa y palmeó la espalda de Rose. —Es increíble lo que un buen cirujano y el dinero pueden hacer en estos días para borrar un par de décadas — dijo, prácticamente rompiendo el abrazo de Rose. —Bueno, los únicos buenos cirujanos que tenemos en estas partes son los que trabajan con animales. —Se rio Rose entre dientes—. Mi rutina de belleza consiste en un multivitamínico y evitar los espejos bajo luces del techo. Mamá inspeccionó a Rose con esa sonrisa falsa con la que crecí. Cuando sus ojos se deslizaron hasta las botas de Rose, pude decir que le tomó todo lo que mamá tenía dentro evitar encogerse. Por enésima vez este verano, me pregunté qué había juntado a esas dos personas totalmente opuestas en primer lugar. O qué las había mantenido conectadas, en términos generales como podía haber sido, durante todos esos años. —¿Y quiénes son estas adorables señoritas? —preguntó mamá, trasladando su mirada a las chicas, titubeando alrededor de la puerta, después de darme un rápido asentimiento de reconocimiento. —Esta es Lily, Hyacinth —Rose hizo un gesto hacia cada chica—, y la pequeña de aquí es Clementine. Jesse está en la cocina terminando la cena, así que podrás conocerle en un par de minutos. Mamá asintió hacia ella reconociendo a cada chica, manteniendo la sonrisa fijada en su lugar mientras las inspeccionaba como si fueran el último bolso de la temporada pasada.
Desde que obviamente no sería el primer paso, vencí el impulso de cruzarme de brazos, y dije: —Hola, mamá. —Rowen —dijo, la sonrisa falsa aún más falsa—. Casi no te reconozco. Ha pasado mucho tiempo desde que no estaba teñido de negro, me había olvidado de qué color tenías el pelo. —Sí, estoy segura de que olvidar el color del pelo de su única hija era fácil—. Y, mi, oh mi… —Sus ojos descendieron por mi vestido hasta las botas que me había conseguido Jesse—… Que encantadora te ves con ese estilo que no es de bicho raro por una vez. —Un muro se alzó antes de que lo supiera—. No sé cómo te las has arreglado, Rose, pero te lo debo por mostrarle a mi hija el error de sus maneras de moda. Rose dio un paso atrás y pasó un brazo alrededor de mi cintura otra vez. El pequeño consuelo que eso me trajo estuvo a punto de hacerme llorar. —Me encanta el sentido del estilo de Rowen. Si yo fuera más joven y valiente, podría sacar un par de cosas de su armario cuando no estuviera mirando. —Rose me sonrió—. Sin embargo, lo mejor es mantener la mayor cantidad de piel cubierta de ropa discreta cuando estás trabajando en un rancho con un puñado de hombres solteros. Mamá soltó esa risa estridente entrecortada suya. —Cuando se trata de Rowen, no es de su virtud de lo que tienes que preocuparte. Otro muro se alzó y mis brazos se cruzaron. Me sentía tan fuerte, tan segura de mí misma, momentos antes de que ella atravesara esa puerta. Casi me había hecho volver a esa niña asustada y confundida que había sido semanas antes. Alguien se deslizó a mi lado, me agarró la mano y se inclinó muy ligeramente delante de mí. —Eso es una broma, ¿verdad? —preguntó Jesse, haciendo su saludo. Los ojos de mamá se dirigieron en su camino, y si una mujer como ella podía tener estrellas en los ojos, las tenía. Su mirada se trasladó por su cuerpo de una manera que me hizo sentir territorial y repulsión al mismo tiempo. —Puedes tomártelo como quieras. —Mostró su encantadora sonrisa, que también era falsa, y levantó las cejas.
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Ya que Jesse no parecía con ánimos de hacer las presentaciones, Rose intervino: —Kate, este es mi hijo Jesse. —Es maravilloso conocerte, Jesse. —Oírla decir su nombre hizo que se me revolviera el estómago. ¿O era el tono con el que había dicho su nombre? ¿O era la forma en que sus ojos cayeron cuando terminó? Cuando se dio cuenta de mi mano apretada en la de Jesse, la expresión de aprobación de mamá se transformó en una de shock. —Oh, Dios mío. Rose, lo siento mucho. Si hubiera sabido que Rowen iría detrás de
tu hijo, nunca la habría enviado aquí este verano. —La mano de mamá fue a su pecho y sacudió la cabeza—. Tendría que haber esperado que mostrara una mejor contención a la hora de acostarse con el hijo de una de mis amigas más antiguas y queridas. No necesitaba oír a nadie más hablar de por qué yo era totalmente incorrecta para Jesse. Tenía suficiente de eso por mí misma. —Rowen no me persiguió —dijo Jesse, toda su espalda poniéndose rígida—. Yo la perseguí. Y no estamos “acostándonos”. Estamos enamorados. —Oh, Dios mío —dijo mamá otra vez, prácticamente llorando—. Lo siento tanto, tanto, Rose. Sí, porque que un chico admitiera que me amaba era mucho peor a que uno admitiera que sólo me estaba follando. —¿Por qué? —preguntó Rose, apoyando una mano en el brazo de Jesse. Fue un gesto de consuelo y de contención, entendí—. Ella lo desafía. Él la desafía. Se aman el uno al otro. En cuanto a una joven relación, no podríamos estar más felices de que Jesse esté con una chica como Rowen. Dudaba que mamá se viera tan estupefacta si se despertara al día siguiente para descubrir zombis tambaleándose por el camino de entrada. —¿Estás bien con esto? —Sí —respondió Rose—. Estos dos tienen un buen destino. ¿No crees, Kate? —Ellos tienen… algo —dijo mamá, frunciendo los labios cuando volvió a comprobar nuestras manos unidas. —¿Dónde está tu acompañante? —preguntó Rose, cambiando la conversación. —Está todavía en el coche, en una llamada de negocios —contestó mamá, poniendo los ojos en blanco—. ¿Te puedes creer que cuando nos registramos en el centro de alquiler no tenían una opción de lujo? Lo mejor que tenían era un Dodge de tamaño medio. No he estado en nada de tamaño medio desde que la universidad. —Mamá entró y cerró la puerta. Al parecer “su acompañante” tardaría un rato—. No sé cómo lo haces aquí en medio de la nada, Rose. No creo que yo pudiera hacerlo ni un día. —Yo tampoco —murmuré mientras pasábamos a la cocina. —Oí eso, Rowen —dijo por encima de su hombro—. Intenta hacer algo que no sea descarado y compórtate está noche.
Así que, ¿mi respuesta a mi pregunta? No importaba cuanto había cambiado yo. Ella no lo había hecho. Nuestra relación tampoco. —Por respeto a ti, voy a intentar realmente duro respetar a tu madre —susurró Jesse sobre mí, manteniendo mi mano en la suya—. Pero si sigue diciendo cosas como esa, no voy a quedarme callado. —Jesse… —No —interrumpió—. No me preocupo por ella. Me preocupo por ti. Porque es tu madre, voy a intentar tolerarla, pero no le permitiré decirle esas cosas a la persona que amo. Sus palabras, su tacto, su presencia… todo me ayudó a relajarme un poco. —¿Dónde estabas hace cinco año? —dije. —Justo aquí —respondió, estrechando mi mano—. Estaba justo aquí. Un poco más de relajación corrió por mis venas. Podía manejar una cena. —La cena huele increíble, Rose —anunció mamá al entrar en la cocina. —Gracias. Rowen pasó la mayor parte del día trabajando en ello — contestó Rose. Mamá se rio y le palmeó la espalda a Rose de camino a la mesa. — Ponerse en el camino no cuenta. Jesse estaba a punto de abrir la boca y yo me preparaba para tapársela con la mano, cuando Neil entró por la puerta de atrás. —Fregado, limpio, y aquí un minuto temprano —anunció, colgando el sombrero en una de las clavijas—. Nada de castigos en el granero para mí. —Bueno, si ese es el bastardo que se llevó a mi mejor amiga a la mitad de ninguna parte. Neil le dedicó su propia versión de la sonrisa falsa de ella. —Muy contento de que hayas podido unirte a nosotros aquí, en medio de la nada, Kate.
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Atrapé a Rose dedicándole una cara de “cuidado, amigo”. —¿Después de todo lo que tú y Rose han hecho por Rowen este verano? Por supuesto que tenía que pagarles por todo con una visita — respondió mamá, dejándose caer en una silla—. Rose jura que Rowen ha sido de gran ayuda por aquí, así que tenía que venir a verlo con mis propios ojos.
Neil se tomó su tiempo para acercarse a la mesa, como si estuviera retrasándolo todo lo posible. —Siento decirlo, pero la mayoría de mis trabajadores no trabajan tan duro como lo hace Rowen. Hemos sido afortunados de tenerla. Las tres chicas se sentaron en el extremo de la mesa opuesto al de mi madre. Lily y Hyacinth simplemente intentaban no hacer contacto visual con la contundente mujer que maldecía, pero Clementine la miraba fijamente como si mamá fuera un accidente de tren del que no podía apartar la mirada. Jesse me guio al asiento al lado de Lily y tomó el otro enfrente de mi madre. Mamá le dio un repaso una vez más que me hizo sonrojarme de vergüenza y de ira. Mis ojos se dirigieron a mi ensalada de frutas perfectamente imperfecta. —Ooops —dije levantándome de mi silla—. Olvidé la crema batida. Acababa de sacar la crema batida que me había esforzado tanto por hacer antes de la nevera, cuando oí pesados pasos entrando en la cocina. Que agradable que el juguetito de mamá llegara a tiempo para la cena. Tan pronto como miré al acompañante de mamá, me congelé. Cuando sus ojos se deslizaron en mi dirección y su boca se alzó en una sonrisa familiar, el recipiente se resbaló de mis dedos. Cristal y crema batida explotaron a mis pies, pero eso no fue suficiente para romper mi mirada congelada. Sólo cuando Jesse corrió y bloqueó mi visión del hombre que aún me sonreía, pude moverme y respirar otra vez. Rose le lanzó a Jesse un puñado de toallas de papel. —Lo siento —dije, inspeccionando el daño a mis pies. —No te preocupes por eso —dijo Rose—. La crema batida casera es mi punto débil. Mis caderas te lo agradecen ahora mismo, Rowen. Me arrodillé al lado de Jesse. Estaba ocupado recogiendo los fragmentos de vidrio. —¿Qué te pasa? —susurró, preocupado. ¿Qué debía decirle? ¿Debería decirle algo? —Estoy bien —dije, absorbiendo la crema batida con las toallas. —Rowen… —Aquí hay una bolsa de papel para que puedan tirar el cristal y las toallas sucias —dijo Rose, arrodillándose a nuestro lado. Con Rose al alcance del oído, estaba decidido. No podía decirle nada a Jesse.
Una vez que habíamos limpiado lo derramado, Jesse recogió la bolsa y la puso directamente en la basura. Mi madre nos había observado limpiar con el ceño fruncido. — Simplemente hazme saber cuánto daño ha causado Rowen este verano y te escribiré un cheque. —A parte de un par de lotes de panqueques quemados, eso es lo único que Rowen ha roto en todo este tiempo. —Neil me sonrió mientras hacía mi camino de regreso a la mesa. Evité el contacto visual con el novio de mamá mientras él se presentaba a Rose y Neil. Me deslicé en mi asiento y me encogí. Incluso cerré los ojos durante unos segundos, segura de que los abriría para descubrir que sólo había estado viendo cosas. Cuando finalmente los abrí para encontrar al mismo hombre que acababa de sentarse en la silla enfrente de mí, supe que no había sido una alucinación. —Hola, Rowen —dijo el hombre, desplegando la servilleta y colocándola en su regazo—. Seguro que es maravilloso verte de nuevo después de todos estos años. Me temblaban las manos en mi regazo, y la única emoción que sentí fue impotencia. —Es bueno tenerte de vuelta después de todos estos años —le dijo mamá, inclinándose sobre él y dándole un beso de lleno en los labios. Neil se aclaró la garganta. No estaba segura si podía decir que yo estaba incómoda o si una pareja de adultos prácticamente besándose apasionadamente en su mesa de la cena le hacía sentirse incómodo, pero al menos hizo que se separaran por aire. Jesse se lavaba las manos en el fregadero, y yo tenía la peor necesidad de levantarme e ir hacia él. Tenerle envolviéndome en sus brazos como lo hacía tan bien y me refugiaba.
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—Oh, ¿así que ya se conocen? —Rose volvió a la mesa con un cesto de rollos. —Tenemos un poco de historia —dijo él—. Rowen, debo decir que te has convertido en una joven mujer. ¿Cuándo fue la última vez que te vi? — No podía soportar la forma en que me miraba lascivamente. No podía soportar la forma en que me sonreía. No podía soportar la forma en que mamá le miraba como si fuera algo para celebrar—. Trece, ¿no es así? — Me temblaban las piernas, también, mientras la cadena de recuerdos se reproducían en mi mente—. Espero que nos apoyes a tu madre y a mí esta vez y no trates de interponerte entre nosotros. —Sus ojos cambiaron
entonces. Se volvieron oscuros. Oscuros como ese día en mi habitación cuando arrinconó a la asustada niña que yo era de nuevo—. En verdad espero que podamos continuar donde lo dejamos, Rowen. Tú y yo siempre tuvimos un tipo especial de relación. —Me guiñó un ojo. Yo estaba fuera de mi silla antes de que supiera que iba a correr. De hecho, me impulsé con tanta fuerza en ella, la silla, cayó al suelo. —¿Rowen? —dijo Jesse, viniendo hacia mí. Estaba más allá del punto de ser calmada. Estaba mucho más allá del punto en el que su presencia me podía relajar. Tenía que correr. Correr de la forma en que lo hice la última vez que había visto a ese hombre mirándome. Mientras salía corriendo de la cocina, unos cuantos gritos más de ¡Rowen! sonaron detrás de mí. Incluso distinguí un suspiro irritado de mi madre en mi carrera loca hacia la puerta. Oí un fuerte conjunto de pasos corriendo detrás de mí, y una parte de mí quería que me atrapara. Pero otra parte de mí quería alejarse de esa cocina tanto como pudiera. Acababa de salir por la puerta principal y bajaba las escaleras del porche, cuando una mano se extendió y agarró la mía. Un fuerte brazo me cogió por la cintura en el momento siguiente. —¡Jesse, no! —grité, debatiéndome contra él—. ¡Déjame ir! ¡Deja que me vaya! Tiró de mi cuerpo contra el suyo y su rostro se acercó al mío. —No — dijo justo en mi oreja—. No te dejaré ir. No voy a permitir que me dejes fuera de esto. No voy a permitir que me apartes. Me dejé caer contra él, hundida entre sus brazos. No podía sostenerme, pero Jesse no me dejaría caer. —Ahora cuéntame —dijo, casi meciéndome hacia adelante y hacia atrás—. ¿Qué sucedió allí? ¿Qué te hizo salir corriendo como si te estuviera persiguiendo un demonio? ¿Qué me he perdido? Sacudí la cabeza contra él. Si se lo decía, no podría intentar fingir que toda la noche nunca había sucedido. Si se lo decía, tendría que aceptar que mi madre había hecho lo impensable. Y lo imperdonable. —Cuéntame —dijo, su voz suave, pero fuerte en mi oído—. Confía en mí, Rowen. Demuéstrame que confías en mí del modo en que yo confío en ti.
Confía. Confía. Lo que había perdido, si alguna vez lo hubiera tenido, de mi propia madre. Lo que había encontrado en el hombre sosteniéndome en tal manera que podía sentir su amor en su sola caricia. No podía demostrarle a él que no confiaba en él cuando más lo necesitaba. Estábamos en un lugar donde la confianza estaba realmente hecha o rota. —Ese es el hombre que —dije con voz temblorosa—, él es el que... el que... —El que trató de violarte. —Los brazos de Jesse todavía me sostenían, pero su cuerpo comenzó a temblar. El mío también lo hizo cuando dijo la palabra que no me había permitido admitir. Yo no aplicaba la palabra V a lo que me había pasado, porque eso era realmente demasiado para mí. Eso era demasiado desordenado para reprimir. Era la verdad. —Sí —admití finalmente. Admití al chico que amaba que el hombre sentado dentro de la cocina de su familia era el hombre que había intentado violarme hace años. Todo el cuerpo de Jesse se tensó, pero se las arregló para frotar mis brazos y mantener la rabia gestando bajo su superficie contenida. Comencé a llorar. —Shhh, estoy aquí. Estás a salvo ahora. No puede hacerte daño, Rowen. No voy a dejar que te toque nunca más. Todo está bien. —Seguía repitiendo esas palabras en mi oído, una y otra vez hasta que comenzaron a repetirse en mi cabeza por su propia cuenta. Después de un minuto de Jesse sosteniéndome y diciendo esas palabras, empecé a sentir esas palabras. Estaba segura. Él nunca me tocaría de nuevo. Todo estaba bien. Estaba sobre el punto en que podía sostener mi propio peso si Jesse aflojaba su agarre cuando la puerta mosquitera chirrió hasta abrirse. —¿Jesse? —La voz de Lily era pequeña e insegura—. ¿Qué está pasando?
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—Lily, necesito que me hagas un enorme favor —dijo, sentándome en los escalones—. Toma una de esas mantas de allí y ven a pasar el rato con Rowen por unos minutos, ¿quieres? No quería que me dejara, pero me había dado suficiente estímulo para saber que podía arreglármelas sin él. Me había hablado desde detrás del acantilado y yo podía seguir alejándome de ella por mi cuenta. Lily bajó los escalones y se sentó a mi lado después de pasar una manta a
Jesse. Su cara estaba llena de preocupación cuando me miró. —¿Está todo bien? Limpié mis ojos e intenté poner una sonrisa para ella mientras Jesse envolvía la manta apretadamente a mí alrededor. —Todo está bien —le aseguré. Jesse tomó mi cara entre sus manos, besó mi frente, luego subió corriendo las escaleras. —Es todo acerca de estar bien. El tono de su voz me puso en alerta máxima. detrás de él—, ¿qué estás haciendo?
—¿Jesse? —llamé
—Poniendo un pedazo de mierda en su lugar —dijo, su voz asesina—. Lily, mantén a Rowen allá afuera. Oh, mierda. Traté de levantarme, pero Lily apretó sus manos sobre mis hombros y me mantuvo donde estaba. Para una dulce, cosita, tenía bastante fuerza. Negó con su cabeza cuando la miré con exasperación. —No sé qué es lo que está pasando, pero dejemos a Jesse ocuparse de ello. Usualmente sabe lo que es mejor. —¿Y esa parte “usualmente” se supone que debe tranquilizarme? Lily pasó un brazo a mi alrededor y parecía que estaba a punto de decir algo más cuando el sonido de una voz familiar llamó nuestra atención. —¡Fuera de aquí! —exigió Jesse, su voz tan fuerte que sonaba como si estuviera a pocos metros de distancia, no en la cocina. Unos pocos segundos de silencio pasaron—. ¡Fuera de nuestra jodida casa! Oí unos pocos gritos a Jesse de Neil y Rose antes de que el sonido de una seria pelea llegara a través de la ventana abierta de la cocina. Traté de levantarme de mi asiento otra vez. Lily me atrapó y me tiró de vuelta. — Lily —dije frenéticamente—, déjame ir. No voy a dejar que Jesse salga herido por mí cuando yo podría ir a terminar esto. El sonido de cristales quebrándose y cosas retumbando en el suelo, se entremezcló cuando los sonidos de golpes siendo lanzados y seguidos por gruñidos fuertes, vinieron después. Parecía que todo el mundo gritaba en la cocina. Incluso mamá y las dos chicas más jóvenes. —Confía en mí. No tienes que preocuparte por Jesse en una pelea — dijo, haciendo una mueca cuando un sonido devastador particularmente fuerte llegó desde la ventana—. Me preocuparía el otro chico. Nunca podría encontrar una pizca de preocupación por el otro chico. No en esta vida. El estruendo y el desastre se detuvieron repentinamente justo antes de que la puerta trasera de la cocina se abriera de golpe. Jesse tenía a Pierce por el cabello y el brazo, lo arrastró
por las escaleras, y el camino de entrada. Neil y Rose salieron precipitadamente por la puerta justo después, seguidos por mamá y las niñas. Todo lo que Pierce podía hacer era caminar y tratar de mantenerse en pie. Su traje estaba arrugado, su camisa de vestir manchada con comida y sangre, y él estaría luciendo un par de ojos morados por las próximas semanas. Además de enfurecido, Jesse no se veía como si acabara de estar en una pelea a puñetazos. Mientras nos pasaron, Jesse se detuvo y levantó la cabeza de Pierce por lo que miró en mi dirección. —Quiero que la mires a los ojos. Y quiero que te disculpes. Pierce lucía asustado. Aterrado. Parecía que hubiera sido arrojado al suelo y permaneciera suspendido. —Lo siento. No dije nada. Me obligué a mirarlo así lo recordaría de esa manera: asustado, golpeado, y arrepentido. —Quiero que jures que nunca, nunca te acercaras a cualquier lugar alrededor de ella otra vez. —Jesse estaba furioso. »¡Nunca! Porque si pensaste que la paliza que te llevaste esta noche fue mala, sólo acércate a menos de un estado de ella otra vez y te mostraré lo malo. Cuando Pierce se detuvo, Jesse llevó un puño contra su costado. Lily y yo cubrimos nuestras bocas. Neil se acercó, levantando sus manos. — Tranquilo, hijo. Le has enseñado una lección. No es necesario ir más lejos. —Va a ir mucho más lejos si no jura que nunca volverá a mostrar su rostro alrededor de Rowen de nuevo. —Lo juro —dijo Pierce instantáneamente—. Juro que me quedaré lejos de ella. Nunca vera mi rostro de nuevo. Jesse lo soltó y lo empujó por el camino de entrada. —Ahora vete al infierno de nuestro rancho. Una vez que Pierce se levantó del suelo, rebuscó en sus bolsillos por sus llaves y se apresuró por el carro.
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Mamá se apartó de Rose y las niñas y avanzó hasta Jesse como si estuviera a punto de darle una bofetada. Eso me hizo salir de las escaleras. Lanzándome hacia Jesse, giré en frente de mamá y atrapé su mano en medio del aire. En cambio, levantó su otra mano y me golpeó duro rn la mejilla. Gemí, y Jesse me puso fuera de alcance y se arrojó delante de mí. —Rose se equivocó. No has cambiado. Y nunca lo harás —dijo mamá.
Las palabras me golpearon como otra bofetada en la cara. —Tú tampoco lo harás —respondí, pasando a lado de Jesse. Su brazo presionado frente a mí, bloqueando mi camino. No estaba segura si era porque no confiaba en lo que mi mamá me haría o lo que yo haría con ella. Neil, Rose y las chicas, se amontonaron a un lado, observando toda la escena con tristeza y confusión. No necesitaban saber que pasaba para darse cuenta que algo andaba extremadamente mal. Para ese momento, Pierce se había arrastrado dentro del coche y tocaba la bocina. —Rowen. Entra al auto —exigió mamá, agarrando mi muñeca. La jalé lejos, y Jesse bloqueó a mamá cuando volvió a intentarlo—. Te estás yendo con nosotros ahora mismo, jovencita. No quiero que te quedes con estas personas ni un segundo más. Mi sangre hirvió cuando me di cuenta que mi mamá quería quitarme la única cosa buena que había pasado en mi vida: ese lugar y esas personas. —¿Esas personas? —dije, cruzando mis brazos y fulminándola con la mirada—. ¿El tipo de personas que me quieren? Ya sabes, ¿el tipo incondicional? Oh, espera. No importa, no estás familiarizada con ese tipo. —Negué con mi cabeza y di un paso hacia ella. No retrocedería. No huiría. Finalmente la enfrentaba—. ¿El tipo de personas que confían en mí? ¿El tipo de personas que realmente creerían a sus hijas si alguna vez les dicen que casi fueron abusadas? —Desde detrás de nosotras, escuché a Rose jadear—. ¿El tipo de personas que no traerían a ese mismo hombre de vuelta a sus vidas años más tarde y esperarían que todo salga bien? ¿Son ese el tipo de personas con las que estás tan preocupada por dejarme? Porque desde mi punto de vista, tú y tu novio son las más preocupantes personas con las que jamás podría estar. Ventilaba años de equipaje, años de frustración, y sentía la liberación de una manera que sólo había soñado. —Quédate aquí —respondió mamá, en su rostro cada sobra de disgusto—, dale un beso de despedida a la escuela de arte. Mi sueño. La única razón por la que había aguantado e ido a Willow Springs en primer lugar. —Adiós, mamá. Sus ojos destellaron ónix antes de que se diera la vuelta y dirigiera al carro. Mientras oscilaba la puerta del lado del pasajero abierta, dijo: — Adiós, Rowen. Ten una buena vida.
—Lo haré —susurré mientras salían del camino de entrada. Mamá nunca miró en mi dirección de nuevo. Jesse envolvió sus brazos alrededor de mí y me atrajo. —Rowen, lo siento mucho, nena. Estoy tan malditamente apenado de que hayas tenido que pasar por eso. Asentí contra su camisa, sintiendo un par de lágrimas a punto de derramarse. —¿Estás bien? —Me aparté para que pudiera examinar su rostro. Su cabello estaba un poco despeinado, pero esa era la única señal que había estado en una pelea. —Él ni siquiera aterrizó un golpe —respondió, pasando los pulgares debajo de mis ojos para limpiar las lágrimas—. Estoy muy bien. —Cariño —dijo Rose, lágrimas corriendo por su rostro cuando se acercó a nosotros—. Oh, mi dulce, dulce ángel. No sabía. Nunca habría dejado que vinieran si hubiera sabido... Negué con mi cabeza. —Yo ni siquiera sabía hasta que entró en la cocina. Estaré bien. En serio. —Nadie, y menos aún Jesse, parecía convencido—. Si a todos no les importa, sólo necesito un momento. — Caminé lejos. Cuando Jesse comenzó a seguirme, aclaré—: Sola. Para ordenar unas cuantas cosas. La frente de Jesse se arrugó, y Rose parecía que luchaba contra su instinto de envolverme entre sus brazos. —Estoy bien —dije antes de girarme y dirigirme al granero. No quería volver a la casa para presenciar el desastre por el que inadvertidamente había sido responsable, por lo que el granero tendría que servir. Corrí dentro y comprobé una vez por encima de mi hombro para asegurarse de que nadie me seguía. Todo el mundo volvía hacia la casa. Excepto Jesse. Se quedó en los escalones del porche, mirándome como si estuviera luchando contra su instinto para venir después de mí. Pero hizo lo que le pedí y se quedó. Deambulé por la hilera de casillas hasta que encontré un lugar limpio, uno vacío con fardos de paja.
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Algunos de los caballos en los establos cercanos relincharon una bienvenida, pero, aparte de eso, el granero estaba en silencio.
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Parecía como el lugar perfecto para “tener un momento” y dejar que todo lo que acababa de suceder se pusiera al día conmigo.
Me dejé caer en una de las pacas y apoyé mi espalda contra la pared del establo. El pensamiento que se mantenía abarrotando mi mente
era lo duro que había trabajado todo el verano para hacerme mejor, como en realidad había sucedido, y mi mamá no vio nada más que la delincuente juvenil llena de problemas que siempre había visto en mí. Sabía que nunca podría hacer nada que pueda impresionarla, nunca haría nada para ganar su amor incondicional y respeto. Tendría que aprender a aceptar eso, pero no estaba segura de si podría hacer las paces con ello. ¿Podría una persona sinceramente sanar ese tipo de herida? Sólo el tiempo lo diría. Lo siguiente que agitó mi mente me hizo levantar las piernas hasta mi pecho y acurrucarme en una bola. Era un pensamiento o una realización, o una maldita epifanía que no quería tener, pero sin embargo, la tenía. No importaba lo duro que trabajaba para superar a esa chica preocupada que había sido, siempre se escondía bajo la superficie, lista para salir cuando algo la libere. Esa persona que había estado durante tanto tiempo no era removible. Era una parte de mí. Siempre. Esa chica podría subir a la superficie antes de que pudiera detenerla. Había alejado a la gente antes de que se acercaran demasiado, lastimándolas antes de que me pudieran lastimar. No podía permitirme ser la persona tóxica para Jesse que mi mamá había sido para mí. No podía envenenar su vida de la forma que ella hizo con la mía. Yo misma me había inventado en una mejor persona, sabía eso, pero no importaba lo duro y largo que trabajaba, no podía arriesgarme a que mi lado oscuro golpeara cuando menos me lo esperara. Amaba a Jesse demasiado para hacerlo pasar por el dolor o el caos de mi vida. Quien sabía cuánto tiempo había pasado, pero cuanto más tiempo estaba sola, mis pensamientos más oscuros eran. Iban más lejos por ese camino. Sólo cuando un cuerpo vacilante se deslizó dentro del establo, un rayo de luz atravesó mi oscuridad. La atravesó, pero no la removió. —¿Te di un momento lo suficientemente largo? —preguntó Jesse parándose en la puerta del establo como si estuviera esperando una invitación—. Porque puedo darte más tiempo si quieres. —Señaló con su pulgar por encima de su hombro. —Entra —dije, acariciando la paca junto a mí y arrastrándome encima—. He tenido más que suficientes momentos para pensar. —¿Cómo estás? —preguntó, tomando asiento a mi lado—. Espera. Esa fue una estúpida pregunta. —Jesse sacudió su cabeza y miró sin saber que decir—. ¿Qué ha estado pasando por tu mente? ¿Además de todo? Le di una pequeña sonrisa. —¿Además de todo? Supongo que darme cuenta que la peor parte de la noche no fue que haya aparecido
Pierce. —Jugué con un pedazo de paja. Jesse se acercó más y pasó su brazo sobre mis hombros—. La peor parte fue que mi mamá lo invito a venir. —Jesse miró el suelo y asintió—. Lo que Pierce hizo no estuvo bien, no lo estoy justificando ni nada, pero básicamente era un extraño que no tenía interés en mi vida. Mi mamá… es mi madre. Es la persona que se supone me ame primero, y último, y más que nadie. Es la persona que se supone luche con su vida para mantener a patanes como Pierce alejados de la vida de su hija. Se supone que a ella le… —Tuve que tragar para que la palabra saliera—, importe. —Lo siento —susurró, besando mi sien. —Simplemente no lo entiendo, Jesse. Es tan malditamente injusto. ¿Por qué? ¿Por qué mi madre me odia? ¿Por qué me siento como una idiota cuando estoy alrededor de ella? ¿Por qué, después de todo, todavía quiero que me mire, me diga que está orgullosa de mí y me dé un abrazo honesto y bondadoso? —Otro montón de lágrimas hizo su camino por mi cara—. Tengo muchos “Por qué” que nunca he contestado, probablemente van a volverme loca. Jesse esperó a que tomara un respiro y secara mis lágrimas antes de responder. Estaba tan cansada, me hundí en sus brazos y descansé. —Todos tenemos preguntas. Todos tenemos un lado oscuro del cual nos preguntamos cómo llegó allí —dijo lentamente—. Todos nosotros, a veces nos sentimos como la persona más malditamente positiva que ha pisado el planeta. ¿Pero sabes que, Rowen? No siempre necesitamos saber las respuestas. No podemos colgarnos de las preguntas que no podemos responder porque la vida, por definición es confusa. Nunca vamos a tener todas las respuestas, nunca. Debemos enfocarnos en las preguntas que podemos responder y hacer las paces con las que no. Era una idea preciosa y se hubiera visto muy bien en un cartel inspirador, pero la vida de Jesse era muy diferente a la mía. Sus preguntas podían no tener respuestas y ser fáciles de dejar atrás porque no lo consumían en el camino, las mías sí lo hacían.
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—Jesse, te amo y me encanta las cosas que acabas de decir pero, ¿cómo podrías siquiera pensar que puedes comparar las preguntas que tengo de mi jodida vida con las preguntas que han aparecido durante tu vida casi perfecta? —Sabía que Jesse había experimentado el dolor y la angustia, cada ser humano lo hacía, pero había dolor y había DOLOR. Jesse dejó salir un largo suspiro. —Sé que mi vida parece idílica, Rowen. Sé que probablemente piensas que soy un idiota por hacer un paralelo entre tu vida y la mía pero mi vida no siempre fue buena. —Hizo una pausa y no dijo nada más durante lo que pareció una eternidad—. Mi
vida no comenzó de la manera que lo es ahora. De hecho, mi vida no podría haber sido más diferente de lo que es ahora. Junté mis cejas. —¿Qué quieres decir? —Levanté la vista hacia él y sus ojos estaban en otro lugar. Un lugar aterrador. —Neil y Rose son mi padre y mi madre, Rowen. Quiero que lo sepas porque esa es una de las cosas más verdaderas que conozco, pero no se convirtieron en mis padres hasta que tuve cinco años. —Espera. —Negué con la cabeza, segura de que me perdía algo—. ¿Qué estás diciendo Jesse? —Fui adoptado. No podía responder. Al menos no inmediatamente. ¿Había oído mal? ¿Él lo dijo mal? —¿Eres… adoptado? —Sí, fui sacado de mi casa cuando tenía cuatro por el servicio de protección infantil. A partir de ahí, fui dejado al cuidado del organismo durante un año hasta que Neil y Rose —mi mamá y papá— me adoptaron. El establo giró un poco. La información vino hacia mí de forma muy rápida. —¿El servicio de protección infantil te alejó de tus padres? Jesse se aclaró la garganta. —Me alejaron de la gente que me dio a luz. No estaba segura cuál expresión estaba más rota: la suya o la mía — ¿Por qué? —No tenía sentido. ¿Por qué no lo sabía? ¿Por qué nadie me lo dijo? El brazo de Jesse se puso rígido a mí alrededor. —Debido a que carecían… de habilidades paternales. —Sus palabras eran planas y sin emociones, pero su rostro no lo era. Su rostro delataba el dolor que lo atravesaba. —¿Qué? No lo entiendo. —De hecho, no tenía ni idea—. ¿Te hicieron daño? ¿Qué pasó? —Sí, me hirieron. Sí, jamás cuidaron de mí. —Jesse se movió y dejó caer su cabeza contra la pared—. El punto de que esté diciéndote esto es que quiero que sepas que no estás sola, Rowen. Sé lo que es querer acurrucarse y morir en lugar de levantarse y enfrentar otro día. Sé lo que es sentir que a ninguna otra alma en el mundo le importa si mueres. Sé lo que se siente perder la fe en la humanidad. Tuve una repentina y abrumadora urgencia de proteger a Jesse de sus luchas pasadas y futuras. De colocar mis brazos a su alrededor y abrazarlo fuertemente de la forma que él lo hizo cuando yo necesitaba consuelo.
—Dios, Jesse —dije, envolviendo mi brazo alrededor de su estómago—, no sé qué decir. Lo siento parece ser la peor cosa que podría decir, pero no puedo pensar en nada más. —¿Qué podía una persona decir a eso? ¿Cómo consuelas a una persona después de ese tipo de revelación? No lo sé. Nunca he tenido a nadie que me enseñe la forma cariñosa para responder. —Lo siento funciona —dijo—, no estoy diciéndotelo porque busco simpatía, Rowen. Estoy diciéndotelo para que sepas que no estás sola. Para que sepas que puedes alejarte del pasado trágico y vivir una vida tranquila. Una vida tranquila. Qué no daría por tener una, pero estaba segura de que nunca lo conseguiría. La gente como yo, que ha vivido el tipo de vida que tengo, nunca vive una vida tranquila. —¿Por qué nunca me lo dijiste antes? —Me senté y giré sobre el heno para poder observarlo de frente. ¿Porque no me lo dijo? Habíamos hablado aparentemente de todo lo demás. No era ingenua como para pensar que ya no tuviéramos algunos secretos, pero no pensé en ese tipo de secretos. Los monumentales. Mientras pensaba en todas las cosas que había pasado por alto, parecía tan obvio, debería haberme dado cuenta. La falta de similitudes físicas entre Jesse y el resto de su familia, la falta de su foto de bebé en la pared de la oficina de Neil con las chicas, la gente dando a entender que la vida de Jesse no siempre había estado enlosada con oro, era todo tan claro después de que me habían dado la última pieza del rompecabezas. —Iba a hacerlo, Rowen. Pronto. —Jesse se giró así podía mirarme de frente. Frunció el ceño la conversación entera—. Pero no es algo que le diga a cualquiera. —¿Fue porque no confías en mí lo suficiente como para contármelo? —Traté de mantener mi voz y mis ojos en él.
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—Por supuesto que no. Confió en ti con mi vida, Rowen. Confió en ti implícitamente. —Su frente también se arrugó—. No te lo dije antes para que pudieras llegar a conocerme, el que soy ahora, antes de decirte lo que fui antes. Quería que conocieras mi presente antes de saber mi pasado. Quería saber que si elegías estar conmigo, era porque me amabas, no porque me tuvieras lastima. Me sequé los ojos antes de que las lágrimas que se habían formado pudieran caer. —¿Estás avergonzado de ello? Jesse se inclinó hacia adelante. —No, todo lo contrario. Estoy orgulloso de que papá y mamá vieran algo en mí que yo no, ellos creyeron en mí. —Bajó la mirada hacia donde se entrelazaban nuestras manos. Se
quedó mirando por tanto tiempo, me preguntaba si había visto algo en ellas que yo no—. No veo lo irrelevante en que cada persona que tenga contacto conmigo sepa que soy adoptado. Es mi pasado. Sí, tuve una vida dura, pero la enterré seis metros bajo tierra, hice las paces con ella y seguí adelante. No voy a dejar que mi pasado arruine mi futuro. Lo enterró, hizo las paces con él y siguió adelante ¿podría yo hacer lo mismo? En ese momento, después de todo lo que había pasado, no parecía tan probable. —¿Y tenías dudas? —pregunté. Asintió y volvió su mirada a la mía. —Tenía tantas malditas dudas, que no sabía qué hacer con todas ellas, pero dejé de buscar respuestas que no querían ser encontradas y seguí adelante. Cuando los Walker entraron en la agencia de adopción, tomaron una gran oportunidad en un niño con problemas que probablemente se habría convertido en un adolescente violento. No iba a pagarles a ellos que tomaron el riesgo, convirtiéndome en lo que todo el mundo pensó que me convertiría. — Llevo nuestras manos hacia su boca y rozó sus labios con mis nudillos—. Tú y yo no somos tan diferentes, después de todo. Y allí es donde él estaba tan equivocado. —Jesse ¿no lo ves? —dije, en voz alta—. Nuestras historias pueden haber comenzado igual, pero es sólo una similitud. Tomaste una mala situación y te convertiste en la persona que eres hoy. —Me detuve el tiempo suficiente para recuperar el aliento—. Yo tomé las malas situaciones y dejé que me definieran. Jesse pasó los dedos por su pelo y sacudió la cabeza. —No, tomaste las malas situaciones y dejaste que te definieran por un tiempo y luego decidiste superarlo. —Colocó su mano en mi mejilla—. Sólo que te tomó más tiempo que a mí. Quería creerle. Dios, habría dado todo por creer eso, pero no podía creer una mentira. No podía engañarme a mí misma aceptando una mentira. —Esa es la versión más endulzada de una media verdad que jamás he oído —dije, con mi voz elevándose—. Debajo de esta chica “reformada” de la que te enamoraste, está la chica jodida que he sido toda mi vida. Una chica que siempre estará, sin importar como intentes ponerlo, jodida. —Me obligué a apartar la mirada de sus ojos, lo que lo hacía más fácil—. Una chica con mi pasado no se merece un chico con tu futuro, Jesse.
—Oh, Por favor —dijo Jesse, echando la cabeza hacia atrás—. Deja de decir merezco esto y no merezco esto, maldición, y empieza a elegir lo que es sano para ti. ¿Qué hay de comenzar a ser honesta contigo misma y con lo que quieres? Porque quizás puedes tenerlo. —La voz de Jesse se había ido, también. Los dos estábamos más allá del punto de mantener la calma. —¿Sano? ¿Honesta? —Me levanté de un salto porque no podía permanecer sentada por más tiempo—. ¡Es tan fácil para ti decirlo, tú eres el que vive una vida de ensueño con una familia que te ama, no el que no va a tener a nadie, nadie, después de este verano! ¡Así que no me des lecciones sobre lo que es sano! Jesse inhaló y exhaló lentamente. —Me estás alejando otra vez, Rowen. Me estás haciendo daño. —Jesse esperó a que lo mirara. No podía, no debía. Lo hice. —De la gente que conoces, ¿a quién te recuerda eso? ¿Quién te ha alejado y herido? ¿Quién ha hecho todo lo posible para mantenerte alejada de ella? —preguntó con voz calmada. Tuve mi respuesta al instante, pero cerré mis labios y sacudí la cabeza. Limpié bruscamente una lágrima. No me gustaba a lo que quería llegar y no me gustó la comparación que estaba dibujando. Jesse asintió, aceptando que no contestaría su pregunta verbalmente. —Lo que nos ha sido negado es lo que negamos a otros, ¿pero por qué? ¿Por qué caemos en los mismos errores de esas personas que siempre juramos no llegar a ser? —¿No has oído? —introduje, limpié mis ojos con el dorso de mi brazo—. La vida apesta.
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Jesse siguió su camino. —Todos vamos, en algún punto de nuestras vidas, a caer. Todos y cada uno de nosotros. —Se arrimó a mi lado y se acercó más—. No podemos gastar nuestro tiempo tratando de evitar caer, podemos gastar nuestro tiempo encontrando a alguien que nos ayude a levantarnos. Cuando levantó su mano y la acercó a mi rostro, retrocedí. —Sólo necesito estar sola ahora. —Crucé mis brazos y me aparté. —No, no lo necesitas —dijo, acercándose otra vez—, necesitas estar con alguien que te ame. —No me digas lo que necesito —casi grité—, no tienes ninguna idea de lo que he pasado
—Tienes razón, no la tengo. —Su tono calmado y tranquilo rozó en mí. Quería que se enojara. Quería que entrara en una pelea a gritos conmigo para que lo hiciera más fácil—. Pero sé que te amo y soy la prueba viviente de que tu pasado no tiene que definirte. Suspiré y me dirigí a la puerta del establo. —Y yo soy la prueba viviente de que sí lo hace. Jesse se colocó en frente de mí. —No hagas esto, Rowen. No me alejes. —No lo hago, Jesse —dije, dándole una mirada fría—, yo estoy alejándome. Cuando hice otro movimiento hacia la puerta, me dejó. Alejarme de Jesse era la cosa más difícil que había hecho. También sabía que iba a ser la cosa más difícil que jamás haría.
18 Traducido por Jeni♥ , jhuli_eli, IzarGrim & Findareasontosmile Corregido por Cami G.
Estaba lloviendo, granizando, cuando salí volando del granero. Grandes y gordas gotas de lluvia me empaparon para cuando había corrido dentro de la casa. Cuando me empujé a través de la puerta trasera y en la cocina, encontré la cena y todo el desastre que la pelea de Jesse y Pierce habían creado. Rose estaba en el fregadero, en su albornoz de tela de toalla, secando la última vajilla. Pensé que todos tendrían que estar durmiendo. Era tarde, pero debía haber sabido que Rose estaría de pie, esperando a que terminara con “mi tiempo”. Estaba congelada y empapada, pero agradecida por ello. La lluvia cubriendo mi rostro disfrazaba las lágrimas. Quería dirigirme a mi habitación tan desesperadamente. No podía hablar ahora. Una herida que estaba tan segura había estado cerca de curarse se había rasgado esa noche. No solo eso, sabía que me había hecho otra más. Jesse Walker era el tipo de herida del que una chica nunca podría recuperarse. Rose puso la fuente que había estado secando en la encimera y caminó hacia mí con sus brazos abiertos. Lancé una rápida mirada hacia las escaleras nuevamente, deseando poder escapar hacia ellas. Entonces los pequeños brazos de Rose me envolvieron en un gran abrazo, y no había ningún otro sitio en el que preferiría haber estado.
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—Te amo, cielo —dijo después de un rato—. Todos te amamos. Eres amada. —Sonrió hacia mí a través de las lágrimas que viajaban por sus mejillas—. No dejes que nadie más, sobre todo tú misma, decirte que no lo eres. Estaba llorando. Yo lloraba. Nunca había llorado tanto en toda mi vida como en ese verano. Dándome un momento para controlarme, frotó mis brazos, luego me dejó ir. Rose tenía un sexto sentido sobre lo que necesitaba, sin tener
siquiera que hablar. Sabía cuándo necesitaba un abrazo, cuándo necesitaba estar sola, y cuándo solo necesitaba pensar. Ese sexto sentido tenía sentido. Había pasado por todo esto antes. Lo llegó a entender con Jesse primero. Por más que quería correr a toda velocidad escaleras arribas, no podía. Apenas podía poner un pie delante del otro. Estaba agotada, física y mentalmente. Agotada de la manera en que dormir no me curaría. Una vez estuve dentro de mi habitación, me saqué lentamente mi empapada ropa y me cambié a un par de mallas y esa vieja camiseta de Jesse que se había convertido en mi camisa de dormir favorita. Me aseguré de que mi ventana estuviera cerrada y bloqueada antes de meterme en la cama. Era la primera noche que mantenía mi ventana cerrada desde que había escalado a la habitación de Jesse. Nunca creí que pudiera llorar tanto como lo hice por una ventana, pero mis lágrimas me desgarraron tan largo y tan duro que, después de un tiempo, me impulsaron a dormir. El estallido de un trueno sacudió la granja, despertándome. Aún estaba oscuro y mis ojos todavía se sentían hinchados, así que sabía que no podía haber pasado mucho tiempo desde que me había dormido. Después de buscar a tientas mi móvil, vi que era pasada la medianoche. Otro estallido, ese sacudiendo aún más la casa, e instintivamente alcancé el espacio junto a mí en la cama. Y encontré… nada. Solo un espacio vacío y el fresco contacto de la sábana. Jesse no se encontraba acostado junto a mí. No estaba aquí para envolverme en sus brazos, susurrar en su soñolienta voz que todo iba bien, seguido por un bostezo, antes de que nos volviéramos a dormir. Jesse se había ido porque yo lo había alejado. Como siempre sabía que haría. Como sabía que tenía que hacer. Por razones que no podían recordar completamente en el estupor de mi sueño, pero por razones que antes habían parecido importantes. Traté de acostarme. Esa vez prolongándose por dos segundos antes de que se hiciera evidente que no podría volver a dormir con los pensamientos propagándose a través de mi mente. ¿Cómo podía dejar ir a Jesse? ¿Cómo podía dejar ir a los Walkers? ¿Cómo podía simplemente cortar las mejores cosas en mi vida? ¿Debería realmente alejarme porque las cosas se pusieron difíciles? ¿Debería realmente alejar a las personas que me amaban porque se habían
acercado demasiado? ¿Debería realmente tomar la primera cosa positiva que había entrado en mi vida y tirarla por la borda? La compresión de que lo consideraba ampliamente me hizo darme cuenta de que, como Jesse dijo, intentaba negar a los otros lo que se me había negado. Me volvía como mi madre. Ese fue el pensamiento que me sacó de la cama. Me moví silenciosamente a lo largo del pasillo y las escaleras, y me dirigí hacia la cocina. No tenía hambre, pero no sabía a dónde más ir. Todo lo que sabía era que no podía permanecer en mi habitación y no podía escalar a la habitación en la que quería estar hasta que entendiera un montón de mierda. Sabía que enfrentaba una de esas decisiones que cambiaban tu vida. Uno de esos momentos definitivos. Me encontraba en una desviación en la carretera. ¿Debería continuar a lo largo a la autodestructiva y familiar ruta o debería escoger hacer un cambio, tan escalofriante y desconocido como ese cambio sería? Una destellante señal con la respuesta justo enfrente de mí sería realmente agradable. Una luz derramándose desde la sala de estar atrapó mi atención. La casa estaba tranquila excepto por mis pasos golpeando suavemente por el piso de la cocina, así que alguien debía haber dejado la luz encendida. Arrastré los pies a través del vestíbulo, y cuando entré en la sala de estar, no la encontré vacía como pensé que lo haría. Rose se sentaba en el suelo, unos pocos álbumes de fotos extendidos a su alrededor, acompañados con una taza con té aún echando vapor en una bandeja. Mi instinto me decía que me alejara antes que me notara. Fui en contra de mi instinto. —¿Tampoco puedes dormir? —dije, cruzando la habitación hacia ella.
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No lucía sorprendida de verme. De hecho, cuando miré de cerca la bandeja de té, vi dos tazas en lugar de una. Pareciera como si hubiera estado esperándome. —No. —Sacudió la cabeza—. Nunca puedo cuando sé que uno de mis bebés está lastimado. Supongo que es la maldición de las madres. Me detuve al borde los álbumes. —¿Hablaste con Jesse? Alcanzó la tetera y sirvió un poco en la otra taza. —Lo hice. Me dejó saber que te había dicho sobre su pasado. Sobre su adopción.
Jugué con el dobladillo de la camiseta de Jesse. —¿Te dijo sobre nosotros? Rose bajó la tetara y suspiró. —No necesitaba hacerlo, cielo. Podía verlo en todo su rostro. Me moví y luché con la urgencia de volverme a irme. —No quería hacerle daño, Rose. Solo quiero lo mejor para él, ¿sabes? —Créeme, Rowen, como su madre, sé lo suficiente sobre querer lo mejor para él. —Me miró con una expresión seria—. Solo esperaba que te dieras cuenta cuanto antes que tú eres lo mejor para él. —No quieres decir eso —susurré. —No lo diría si no lo hiciera. Y tampoco Jesse lo haría. Tal vez un día, Rowen, lo creas también. No respondí. Quería creer eso, pero no estaba segura de si alguna vez pudiera. —¿Todos están durmiendo? —Quería desviar la conversación del tema actual. —Las chicas lo están, pero Neil y Jesse partieron hace una hora con unos pocos de los otros trabajadores para buscar un ternero perdido. Estreché los ojos. —¿En medio de la noche? ¿En medio de esto? — Otro trueno sacudió la casa, probando mi punto—. ¿No podría haber esperado hasta la mañana? —Bueno, podrían haberlo hecho —respondió Rose, encogiéndose de hombros—. Pero no Jesse y mi esposo. —Sonrió y sacudió la cabeza—. Creí que Neil estaba ansioso de salir de la casa después de… los eventos anteriores, y Jesse lucía como si necesitara la distracción aún más. —No necesitaba preguntar por qué o de qué necesitaba distraerse—. Es probablemente lo mejor, de cualquier manera. Hay suficientes depredadores allí fuera, acantilados por los que caer, cercas en las que enredarse. Un ternero no va a durar demasiado tiempo una vez que se separó del rebaño. Todavía parecía extremo, pero ese parecía ser el status quo cuando se trataba de ganadería y vaqueros. —Entonces espero que encuentren la pequeña cosa pronto. —Yo también —dijo Rose con un asentimiento—. Saqué estos para ti. —Las manos de Rose barrieron sobre los álbumes—. Cuando Jesse me dejó saber que te dijo sobre la adopción, pensé que tendrías preguntas y ya sabes lo que dicen… —Estudió la fotografía de un joven con pálido cabello rubio y sonrió—. Una fotografía dice mil palabras. Caminé de puntillas alrededor de la media docena de álbumes que había extendido a su alrededor y me senté junto a ella.
—Y entonces comencé a hojear uno, y solo seguí hojeando —señaló hacia el grupo de álbumes. Cogí el más cercano y lo abrí en la primera página. Unos jóvenes Neil y Rose se encontraban de pie junto a un chico joven con ojos tristes. Se aferraba a Rose donde ella lo sostenía. Neil y Rose sonreían. El Jesse de cinco años no. Una nota se leía debajo de la fotografía: El día que trajimos a nuestro bebé a casa. Un nudo se formó en mi garganta. Estaba tan familiarizada con la desesperanzada y perdida mirada en el joven rostro de Jesse que podía haber estado mirándome a un espejo. —Estoy contenta de que te lo dijera. —Rose se inclinó y estudió la fotografía—. Es algo que no le gusta revivir, pero siempre va a ser una parte de él. —Estuvo callada por unos instantes mientras miraba la foto—. Lo que esas personas le hicieron fue inimaginable. Su propia carne y sangre abusaron de él y lo abandonaron de forma que incluso los peores enemigos nunca concebirían hacer el uno al otro. Pasé mi pulgar sobre el triste rostro de Jesse. No podía comprender cómo alguien podía demostrar cualquier cosa menos total amor y adoración al chico en la fotografía. —Cuando la agencia describió qué era lo que le había sucedido… cuando tuvimos que leer páginas y páginas de notas detallando el abuso por el que había pasado… —La voz de Rose tembló, pero aclaró su garganta y continuó—: Neil y yo no podríamos adoptarlo. Conocíamos los riesgos. Un chico joven, abusado de la manera en la que él había sido tenía una alta probabilidad de convertirse en un joven problemático. ¿Pero sabes lo que dijimos? —Se rio y sonrió hacia la fotografía—. Le dijimos que metieran sus “probabilidades” donde el sol no brillara y preguntamos cuándo podíamos llevar a nuestro hijo a casa. Sonreí con ella y di vuelta la página. —Y todos vivieron felices por siempre.
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—Bueno, no iría tan lejos —dijo, tomando un sorbo de su té—, pero no subestimamos el poder de una casa estable y una amorosa familia. Le dimos eso, y el resto dependió de él. La próxima página era una de él en su primer día en el jardín de niños. Bueno, un jardín de niños en casa, pero todavía tenía una mochila y un par de botas nuevas, y estaba plantado delante de la puerta delantera de los Walkers. Sus aún eran tristes, pero llevaba una sonrisa. La foto en la próxima página era de Jesse en un caballo, tal vez un par de años mayor. Tenía un sombrero tres tallas más grandes. Tenía otra sonrisa en su rostro, pero en esa, sus ojos igualaban su sonrisa.
—Estaba mejor —declaré, dando vuelta a la siguiente página—. Tú y Neil lo arreglaron. —Tomó demasiado tiempo y aún más trabajo duro, pero sí, Jesse se encontraba mejor —dijo Rose, agarrando otro álbum—. Pero se arregló a sí mismo. Lo ayudamos, pero la única persona que podía arreglar a Jesse era Jesse. Cuando sus ojos se movieron hacia mí, se suavizaron. También podría haber dicho: La única persona que podía arreglar a Rowen era Rowen. Unas pocas páginas más tarde, encontré una fotografía del Jesse que conocía. Era unos años más jóvenes, pero llevaba la misma camiseta blanca, ajustados vaqueros, brillante sombrero, y botas cafés. Era la primera foto que veía donde sonreía lo suficientemente grande como para notar sus hoyuelos. Mi corazón dolió cuando me quedé mirando esa fotografía el tiempo suficiente. Comencé a llorar nuevamente. —¿Qué sucede, cielo? —Rose agarró mi mano y la apretó. —Mi madre me odia, Rose —dije, limpiando las lágrimas—. Mi madre trajo a ese hombre de regreso a su vida. De regreso a mi vida. ¿Cómo puede cualquiera que ama a alguien hacerle eso? —Tu madre no te odia. Solo tiene una manera muy pobre de demostrar su amor —Rose se acercó así podía envolver sus brazos a mi alrededor—. No puedo decirte qué nos unió a tú madre y a mí antes. Era muy parecida a lo que es ahora, y yo soy mucho de lo que era entonces. Pero había química entre nosotras. Nunca se abrió a mí, pero siempre sentí que tenía una vida difícil. Una de la que huía. Agarré mi taza con té y tomé un sorbo. Nunca conocí a mis abuelos. Nunca conocí ninguna familia aparte de mamá. Suponía que debían haber tenido demasiado resentimiento entre ellos, porque nunca recibí una tarjeta de cumpleaños de mis propios abuelos. Aunque era todo lo que alguna vez conocí, por lo que nunca pensé demasiado en ello. ¿Podría ser que nunca había conocido a un único pariente de sangre, incluso a mi propio padre por el amor de Dios, porque mamá había alejado a todos? ¿De la misma manera que me había alejado? Mientras, explicación.
no
podía
estar
segura,
parecía
una
muy
posible
—Así que, ¿qué significa eso? —dije, tomando otro trago antes de bajar mi taza de nuevo—. ¿Perdono y olvido? Rose sacudió su cabeza. —No, Rowen. Significa que tienes que dejarlo ir. —Cepilló mi cabello detrás de mi oreja de manera maternal—.
Algunas veces solo tenemos apartar las ramas muertas en nuestra vida. Algunas veces esa es la única manera de poder mantener el árbol vivo. Es duro y duele, pero es lo mejor. —Hizo una pausa para tomar una respiración—. No dejes que una rama muerta te tire hacia abajo con ella. Tal vez un día cambie, pero no te hundas con ella, Rowen. —Pero ella está, como, intentando hundirme, no importa lo que haga —dije, incapaz de apartar la mirada de la foto de Jesse—. La escuela de arte era mi ticket para salir de ahí. Pero ahora… el único lugar que tengo para ir al final del verano es de regreso a casa. Intenté seguir sus reglas este verano. Intenté complacerla. Pero nada de eso importa. Dudo incluso que planeara pagar mis estudios de arte en primer lugar. —Tal vez sí, y tal vez no, pero no dejes que tu mamá decida tu futuro. Suspiré. —Es un poco difícil en este caso. —Otro trueno sacudió la casa. Las luces parpadearon—. La escuela de arte es algo cara, y dinero no es algo que tenga a montones. —¿Alguna vez has pensado en comenzar la universidad comunitaria con un buen programa de arte? ¿Transferirte a una dedicada escuela de arte luego? —Rose se sirvió otra taza de té y llenó la mía. —No realmente —dije—. Pero en este punto, estoy dispuesta a considerar cualquier opción que haya que me haga hacer algo relacionado con el arte. A menos que se tratase de hacer lo que otro dice. Porque eso es lo contrario al arte. Rose se enfrentó a la batalla perdida de intentar contener su risa. — Aquí está el modo en que lo veo. Tú has ganado suficiente dinero este verano para pagar la matrícula de un año en una universidad comunitaria. Si quieres volver el próximo verano, estaremos felices de tenerte, y puedes guardar suficiente dinero para el año que sigue. —No estaba segura si lo que escuché era real. ¿Estaba la respuesta a mi problema universitario tan fácilmente resuelto?—. Después de eso, puedes solicitar una ayuda financiera y becas para entrar a cualquier escuela de arte que desees. Haciéndolo por tu cuenta, sin estar dependiendo de tu madre.
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—Nunca he venido aquí a trabajar para que me pagues, Rose. Mamá me envió aquí para así demostrarle que podía trabajar duro y caminar en línea. —El viaje en camioneta a Willow Springs, cuando Jesse puso su CD favorito en el reproductor, vino a mi mente. El Sr. Cash y sus letras tomaron un significado muy personal. —Esa pudo haber sido la intención de tu madre, pero ciertamente nunca fue lo que pretendimos Neil y yo. Has trabajado duro este verano, Rowen. Has sido una ventaja para nosotros, dulzura, no una carga. —Rose
hojeaba el álbum en su regazo—. Justamente le decía a Neil que no sabía qué iba a hacer cuando te vayas para la escuela en unas semanas. Me daban mucha información. —¿Ustedes van a pagarme? —le pregunté, sintiendo un nudo en la garganta —Eso es lo que se hace a cambio de trabajo, Rowen. —Se rio entre dientes y despeinó mi cabello—. En la mañana, podemos empezar a buscar buenas universidades comunitarias con buenos programas de arte y con programas de inscripción tardía. Después podemos inscribirte. No sabía qué decir. Estaba sin palabras, agradecida y abrumada. Ir a la escuela de arte por mi cuenta, pagarla yo misma, no depender de nadie excepto de mí misma. Sonaba maravilloso. Demasiado bueno para ser verdad. De pronto algo vino a mi mente y me di cuenta que sí era muy bueno para ser verdad. —¿Qué hay sobre Jesse? —Lo había rechazado hacía unas horas, me había dado la vuelta y huido de él, pero fue en lo primero que pensé cuando consideré dejar Willow Springs. Rose abrió el álbum en su regazo en la última página. Volví a mirar. Éramos Jesse y yo, sentados en uno de los columpios del pórtico. Su brazo rodeaba mis hombros como siempre cuando estábamos juntos, y mi brazo se enrollaba alrededor de su estómago. Él miraba hacia abajo, hacia mí y yo lo miraba a él y solo nos… sonreíamos el uno al otro, como si fuéramos los idiotas más felices del mundo entero. Por eso era que necesitaba volver a mirar. No estaba acostumbrada a la sonriente, feliz niña que estaba capturada en esa foto. Esa no era yo. Pero lo era. La foto era toda la evidencia que necesitaba para saber que podía cambiar, al igual que lo hizo Jesse. Podría seguir adelante. Podría ser feliz. Podría seguir adelante y ser feliz... con él. ¿Saben de esas personas que hablan de epifanías y revelaciones cambia-vidas? Sí, estaba segura de que hasta el último de ellos estaba lleno de mierda, hasta ese momento. Mi mente estaba en ese estado entre atónita y confundida, cuando un golpeteo fuerte sonó en la puerta principal. Las cejas de Rose se juntaron. —¿Quién en el mundo podría ser? —Se levantó y se dirigió a la puerta. Corrí detrás de ella, porque una parte de mí estaba preocupada de que mi mamá y Pierce estuvieran de vuelta para la segunda ronda. Rose miró por la mirilla antes de abrir y girar el pomo de la puerta.
—Justin —dijo, señalando el interior—. ¿Qué es lo que pasa? —Había visto algunos vaqueros mojados y sucios en el verano, pero nunca había visto uno parecido a como estaba Justin. Era más barro que hombre. —Lo siento por aparecer aquí en el medio de la noche, señora — dijo, quitándose el sombrero y asegurándose de quedarse en la alfombra de la puerta—. Pero ha habido un accidente. —Echó un vistazo en mi dirección por un momento—. Es Jesse. El chico estaba afuera explorando la cresta de la montaña, pero cuando todos nos reunimos de nuevo en el centro, Sunny apareció. Jesse no se encontraba en él. Yo medio jadeé, medio gemí. Rose vino hacia mí y trató de poner una cara valiente. —Él hizo… ¿Crees que pudo haberse caído en la cresta? —Su voz titubeó. —No sabemos, señora —dijo Justin—. Neil y el resto de los chicos están buscándolo en este momento, pero él quería que les avisara para que estén… preparadas para como sea que lo encontremos. No podía decidir si estaba más cerca de perder el conocimiento o sufrir un ataque al corazón. Ambas parecían probables. —Escucha, Justin —dijo Rose dando un paso hacia adelante—. Mi chico es fuerte y conoce esta tierra como la palma de su mano. Lo encontrarán y atenderemos cualquier herida que pueda tener cuando traigan a mi chico a casa. Tráiganlo. A. Casa. —Fue lo más cercano que vi a Rose a punto de quebrarse, lo más débil que la había visto—. ¿Me entiendes? —Lo haremos, Rose —le dijo, mirándola a los ojos—. Lo haremos. —Gracias —susurró ella. —Neil me pidió que te preguntara si podíamos agarrar uno de los grandes equipos de primeros auxilios y algunas pistolas de bengalas. ¿Podrías ayudarme con eso? —Claro, ven conmigo. —Rose se dio la vuelta y entró en la cocina—. Y no te preocupes por dejar pisadas de barro, ahora no es tiempo para estar preocupándose sobre la limpieza del piso. Agarré la mano de Justin cuando pasó junto a mí. —¿Saben dónde
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está? —Sabemos sobre dónde está —dijo—. El problema con esa cresta es que el camino es muy estrecho, si tu caballo tiene un paso en falso, puedes caer por un centenar de metros. Jesse es un buen jinete y ha viajado por ese cerro cientos de veces, pero la lluvia está cayendo con tanta fuerza que apenas se puede ver a más de diez metros delante de
uno, y el lodo le llega hasta las rodillas a nuestros caballos en algunos lugares. —¿Ha alguien ido por la cordillera en busca de él? —Lo detuve de nuevo cuando intentó pasar. —¿Por la noche? ¿En este clima? No, es suicidio a menos que seas Jesse Walker. Entonces es solo muy, muy peligroso. —¿Van a dejarlo ahí nada más? ¿Qué pasa si está herido? ¿Y si está muriendo? ¡Alguien tiene que ir a buscarlo! —Me sentí desesperada sabiendo que estaba en alguna parte ahí afuera, tal vez herido, y no podía estar con él. —Hay un camino en ese barranco. Solo tienes que tomar el más largo si no quiere o no puede tomar la cresta. Si él está ahí abajo, lo encontraremos, Rowen. No vamos a dejarlo solo. —Sí, pero acabas de decir que hay que tomar el camino largo. ¿Cuánto tiempo toma eso? —La mitad del día, o la noche, en este caso, a caballo —respondió. —Si está herido, podría estar… podría estar… —No podía decirlo, así que forcé a mi boca a callarse. —Estamos haciendo lo que podemos, Rowen —dijo Justin en voz baja—. A todos nos gusta Jesse. Arriesgaríamos nuestro cuello por él, pero salir a esa cresta sería como tirar tu vida por la borda, nadie podría llegar a él sin caerse también. Cuando Justin intentó pasar otra vez, lo dejé. Me sentía inútil. Era inútil. ¿O no lo era? Con Rose y Justin ocupados en el armario, abrí la puerta y me quedé mirando el granero. Un fuerte, casi frenético relincho vino de ahí. Podría hacerlo. Iba a hacerlo. Recuperé mis botas rotas de combate de la canasta de zapatos junto a la puerta, me las puse, y corrí hacia el establo. Justin estaba en lo cierto. La lluvia caía con tanta fuerza, no podía ver muy lejos delante de mí. Una vez que estuve dentro del granero, tuve el tiempo suficiente para enganchar una de las capas de lluvia y faros colgando justo en el interior y me dirigí por la hilera de puestos. No tenía mucho tiempo. Justin y Rose tendrían sus suministros empaquetados, y tan pronto como ella se diera cuenta de que había desaparecido, descubriría qué hacía. No me dejaría ir y hacer lo que estaba a punto de hacer. Me tiraría abajo y se
sentaría sobre mí si tuviera que hacerlo, pero yo no iba a quedarme quieta si Jesse me necesitaba. La mayoría de los puestos en el establo estaban vacíos. Otro relincho fuerte provino de uno de los puestos un poco más alejado, y casi lloré cuando vi quién era. Sunny estaba tan húmedo y con barro como Justin. Estaba en su puesto, daba vueltas y se alzaba en sus patas traseras cada pocos pasos. Actuaba tan frenético como yo. Justin debía haberlo traído de vuelta y, por suerte, todavía estaba ensillado. Jesse me había enseñado cómo subir a la silla y a frenar un caballo, pero no era especialmente rápida. En ese momento, el tiempo era esencial. —Whoa, muchacho —le dije, con toda la calma que pude—. ¿Estás preocupado por Jesse, también? —Después de meterme dentro del impermeable para la lluvia, llegué a la puerta y la abrí lentamente. Por la mirada enloquecida en los ojos de Sunny, me preocupaba que pudiese salir disparado fuera del establo en cuanto la abriera. Sunny rechinó un par de veces más, luego se fue tan tranquilo para un caballo tan animado como era. Deslicé la puerta para terminar de abrirla y agarré las riendas de Sunny. Me dejó conducirlo fuera del establo e incluso se detuvo para que pudiera montarme encima de él. En todo el tiempo que Jesse y yo salimos a pasear por la noche, nunca había montado en Sunny. Normalmente montaba el caballo de Lily, Buttercup. Las únicas veces que me montaba en Sunny era cuando Jesse estaba sobre él conmigo. A Sunny no le gustaban otros jinetes a excepción de Jesse. Los pocos trabajadores del rancho que había visto fanfarronear para intentarlo habían sido derribados en cuestión de cinco segundos. Y ahí estaba yo, alguien que nunca había montado en un caballo antes del verano, a punto de montar el caballo de un solo hombre en las peores condiciones posibles, mis instintos de supervivencia aparentemente tomaron unas vacaciones cuando supe que Jesse estaba en problemas.
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Moví mi peso dentro del estribo y balanceé mi otra pierna para colocar el otro pie. Hice una mueca todo el tiempo, apoyando mi cuerpo para que Sunny no pudiera tirarme en cuanto me acomodara en la silla. Unos segundos más tarde, abrí los ojos para asegurarme de que estaba en la silla, arriba de Sunny. Efectivamente. Buttercup nunca siquiera estaba así de firme, y era una yegua de veinte años de edad que apenas podía manejar un trote más.
—Muy bien, Sunny —dije, agarrando las riendas—. Voy a necesitar tu ayuda, amigo. Necesito que me ayudes a encontrar Jesse. —Deslicé la capucha del impermeable para la lluvia sobre mi cabeza y apreté los lados de Sunny. Se movía. Había aceptado una orden de alguien que no era Jesse—. Llévame a Jesse. —Salimos de la granja en las mismas condiciones de lluvia. Sunny relinchó, y ahí vi una silueta mirando por la ventana de la cocina. Demasiado para poner en marcha mi cabeza. Agarré la parte delantera de la silla y, dando un chasquido con mi lengua, Sunny pudo cobrar vida. Más que aferrarme como si mi vida dependiera de ello y tratando de no caer de la silla de montar, dejé que Sunny se encargara del resto. Corrió más allá de los corrales, más allá de la entrada, y daba vueltas sin preguntarme a mí. Realmente me llevaba a Jesse. Entró por el camino de tierra por el que había pasado un par de veces cuando tenía que llevarles el almuerzo a los chicos que trabajaban en los campos superiores. No fue un camino de tierra nada más, fue un camino de barro. Sunny metía las patas en el lodo un par de veces, pero logré mantenerme en la silla. Los montones de barro me golpeaban desde todos los ángulos, y la lluvia, a nuestra velocidad, golpeaba mi cara, hasta que finalmente se entumeció. Era la lluvia más fuerte que había visto, y eso que crecí en Portland, Oregon. Sunny subió como si fuera el favorito en Kentucky Derby6. Hizo todo el trabajo, abrió el camino; todo lo que hice fue aferrarme a él. Entonces, ¿por qué me sentí tan jodidamente agotada en el momento que el galopeo de Sunny fue más lento? Podría tener algo que ver con estar empapada hasta los huesos y que la parte baja de mi cuerpo se sentía con hormigueos y entumecimientos por estar rebotando en la silla. Estábamos ya mucho más allá del lugar a donde llevaba el almuerzo a los chicos. No sabría decir hasta qué punto, pero sabía que eran millas más lejos. La lluvia fue disminuyendo, por lo que la visibilidad había mejorado un poco, pero cuando vi hacia dónde Sunny se dirigía, medio deseé no poder ver ni una sola cosa de nuevo. Llegábamos al final del sendero que seguía estrechándose. Donde nos encontrábamos, el sendero era lo suficientemente amplio como para que dos jinetes viajaran uno al lado del otro, pero a cada pocos metros, se ponía cada vez más y más estrecho, hasta que, finalmente, parecía apenas lo suficientemente ancho para Sunny y para mí.
6
Famosa carrera estadounidense de caballos.
A mi izquierda había una enorme roca que medía unos veinte metros más o menos hacia arriba. A mi derecha había una caída. No sabría decir a qué distancia se hallaba el barranco, pero me di cuenta de que era mucho más profundo de lo que medía la roca, los cascos de Sunny se encontraban casi al borde. Mi corazón latía con fuerza mientras más nos alejábamos. El instinto de supervivencia que poseía me gritaba que diera media vuelta y volviera. Dar la vuelta hubiera sido posible en ese camino estrecho, lo podría haber intentado. Lo podría haber hecho si fuera otra persona, pero era Jesse el que se hallaba abajo. Eso fue lo que me mantuvo en marcha. Eso fue lo que no me hizo detener a Sunny. Jesse. Un momento más tarde, la sentía. La más curiosa sensación que había experimentado hasta la fecha. Como si una cuerda floja invisible que no conocía me estuviera atando fuertemente, no podía ir más lejos. Tiré de las riendas de Sunny, pero fue un esfuerzo inútil. Sunny se había detenido un instante antes. Lo habíamos encontrado. Lo sabía. No era solo por la cuerda que podía sentir. Era él. —Buen chico, Sunny —lo elogié, acariciando su cuello—. Lo encontraste. Tomé el faro y lo encendí. No cortó gran parte de la oscuridad y la lluvia como esperaba, pero pude hacer que la caída de la parte del camino luciera menos peligrosa. Era arduo pero accesible si se contaba con el equipo adecuado y la experiencia. Y sucedía que no tenía ninguna de ellas. Decidí qué me gustaría llevar antes de tomar el camino hacia abajo dentro del barranco antes de desmontar. Tratar de bajar un caballo de un sendero que tal vez medía un metro de ancho no era una tarea fácil, pero lo había logrado sin causar daños permanentes al humano o al caballo.
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Revisé por última vez mi ruta antes de tomar una respiración profunda. —Vamos por él, chico. Traeré a Jesse de regreso. —No sabía a quién trataba de convencer, si a Sunny o a mí, pero él replicó con un sonido bajo. No me quedé por más tiempo. Parándome sobre el precipicio no me llevaría a Jesse más rápido. Bajé mi pie derecho, y cuando lo sentí estable, bajé el izquierdo. La pendiente era tan terrible como se veía, pero lo estaba logrando. Caminaba de lado, agarrándome de cualquier hierba, roca o raíz que podía darme más equilibrio hasta llegar abajo.
Estaba en acción, así que mi corazón no estaba en mi pecho más y no sentía como si estuviese al borde de un ataque de pánico. Salté, un poco literalmente, y no había vuelta a atrás. No cuando Jesse se hallaba tan cerca de mí. Mis viejas botas no se veían como botas de alpinismo, pero servían como ninguna sobre el barro, pendientes y todo terreno. Era un poco surrealista saber que este par de botas negras me habían salvado en dos momentos diferente de mi vida. Me encontraba casi en la parte inferior de la quebrada, no más que un cuerpo lejos, cuando perdí mi punto de apoyo. La rama que usaba como un soporte se rompió, y pasé la última parte de mi descenso rodando la montaña. Gemí cuando aterricé. Lo bueno era que los charcos de lluvia en los que había caído habían suavizado la tierra. Aparte del lodazal y despertarme con algunos moretones en la mañana, estaba bien. Reajusté mi faro y escaneé el área. El barranco no era mucho más que algunos arbustos y rocas, pero lo suficientes para ocultar un cuerpo. Así que revisaría cada arbusto, cada roca de todo el maldito barranco si eso era lo que se necesitaba. Estaba allí, lo sabía. Los truenos habían menguado casi en su totalidad, así que bajé la cabeza y grité su nombre una y otra vez para buscarlo. No hubo respuesta. No de Jesse. Él se encontraba cerca, tan cerca. Lo sentía, así que ¿por qué no podía escucharme? ¿Por qué no me respondía? La única razón era que tal vez no podía responderme porque… Mi estómago se retorció. No. No podía permitirme pensar en eso. No podía pensar en eso. Él se encontraba allí. Estaba bien. Comencé a moverme más rápido, buscándolo desesperadamente. Había rodeado uno de los arbustos más grandes que había visto en el barranco cuando tropecé con algo. Volé de nuevo al suelo, seguida de otro sonido. Tacha eso: despertaría con más que “solo unos” moretones en la mañana. —¿Rowen? Mi corazón saltó en mi pecho. Me moví y me senté para ver qué me había hecho. Bueno, quién me había hecho caer.
—¡Jesse! —grité, corriendo hacia él. Yacía en el suelo, su espalda recostada sobre una roca. Estaba enlodado y empapado como yo y golpeado, mi respiración se quedó atorada. —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —dijo él, luchando por sentarse. Se contrajo, agarrando sus costillas, y volvió a ponerse en su posición anterior. —¿Está todo bien? —le dije mientras me acercaba y escaneaba su cuerpo por alguna señal visible de daños. —Estoy bien —respondió, sentándose nuevamente. Ese momento, lo logró, a pesar de que en su mirada parecía como si alguien le hubiese propinado un fuerte golpe en el brazo. —¡Santa mierda! —dije, notando la forma en que tenía su brazo izquierdo—. ¿Qué tienes allí? —Estoy seguro de que me rompí el brazo. —Observó su brazo cuidadosamente—. Y un par de costillas. —Mis ojos fueron a su pecho. No podía ver nada, pero pude imaginarme el dolor que se sentiría solo con las costillas rotas—. Y voy a necesitar algunos puntos en la parte de atrás de la cabeza. Me deslicé detrás de él para inspeccionar su cabeza. Pude observar la sangre fresca mojando su cabello, cerca de la coronilla. Cuando comencé a sentir pánico, me recordé a mí misma que lo había encontrado y que estaba vivo. Sus huesos necesitaban ayuda, algunos incluso una operación. Jesse me necesitaba. Él me necesitaba calmada y con la cabeza fría para el bien de ambos. Fue todo cuanto sabía, pero no me permití sentir pánico. Inspeccionando su cabeza tratando de asegurarme de que no seguía sangrando, regresé a su lado nuevamente. Su respiración era un poco apresurada y su color de piel era un poco más pálido que lo normal, pero, por otro lado, sus heridas no parecían de vida o muerte. —¿Qué estás haciendo aquí, Rowen? —preguntó, revisando mi cuerpo tal y como yo hice con el suyo. —Vine a buscarte —respondí mientras limpiaba el barro de su cara con la parte superior de mi mano.
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—¿Cómo llegaste hasta aquí abajo? Tragué saliva y miré hacia el acantilado. Su expresión fue exactamente como lo esperaba: pasmado con una pizca de indignación. —¿Te das cuenta de que se llama la Cresta del Suicidio por una razón, no?
Crucé mis brazos y me senté sobre mis talones. No me hallaba ahí para discutir con él. —¿Y tú? —Sí, lo hago. Por eso tomé medidas serias cuando viajé hasta acá — replicó. No podía detenerme de ir a su brazo derecho y dejarlo como tenía el izquierdo. —¿Y tú llamas a esto “tomarlo seriamente” cuando decides viajar en medio de la noche durante la peor tormenta del siglo? —¿Por qué seguía discutiendo con él? Realmente, todo lo que quería hacer desde que lo encontré era estar sobre él y besarlo fuertemente en la boca y asegurarle que la ayuda venía en camino. —Lo es cuando se ve al ternero que todos están buscando en la parte inferior de la quebrada. —Jesse inclinó su cabeza hacia el gran arbusto. Al principio no me percaté, pero un pequeño becerro negro se encontraba bajo el refugio de un arbusto. Estaba más húmedo y sucio que cualquier animal que había visto. —¿Rompiste tu brazo, tus costillas y tu maldita cabeza para salvar a un ternero? —le dije, agitando mis manos hacia la cría. —No planeaba romperme nada cuando bajé para salvarlo —dijo— pero el fango, mi equilibrio y mis pies tenían otros planes. —¿Qué hacías aquí en primer lugar? ¿Qué pensabas cuando trataste de bajar por esa cosa —dije mirando a la escarpada pared frente a nosotros—, con esas botas? —Observando sus pies—. ¡Tengo cuatro pulgadas de tacón con mejor tracción que esas cosas! Jesse me miró como si estuviera luchando por no sonreír. Un segundo después, todo el humor dejó su cara. —No responderé otra pregunta hasta que me digas que pensabas tú al venir aquí por tu cuenta. ¿En qué pensabas al bajar esa cosa con esas cosas? —Señalando desde el acantilado hasta mis botas—. Y… y… ¿Cómo llegaste hasta aquí en primer lugar? Vacilé, pues mi respuesta no lo aliviaría para nada. —Sunny —susurré. Nop, definitivamente no lo alivió. Más bien hizo lo opuesto — ¡¿Sunny?! —Trató de sentarme un poco más, pero solo pudo inclinarse un poco antes de hacer muecas. —¿Podrías calmarte y tomarlo con calma? —dije—. ¿Antes de que te rompas algo más? No lo hizo inmediatamente, pero a la larga se recostó contra la roca de nuevo. Bajé la cremallera de mi chaqueta y la convertí en una almohada improvisada.
—Rowen —dijo, sacudiendo la cabeza—, pon eso donde estaba ahora mismo. No seas loca. —Jesse… —Rodeé los ojos y delicadamente la coloqué detrás de su cabeza—, tú no seas loco. Y no me digas qué hacer. —Coloqué mi mano a un lado de su cuello, y aunque la noche era fría y con la lluvia cortando nuestra piel, sentí una descarga a través de nuestro toque. —¿Algo más? —preguntó cuando se recostó en la almohada. —Sí —dije, dejando mi cara casi sobre la de él—. Deja de fingir que lo que hice fue una locura. Deja de fingir que tú no hubieses hecho exactamente lo mismo si yo hubiese estado en tu lugar. El brazo bueno de Jesse se levantó y con su mano acarició mi cara. —¿Eso es todo? —No —sacudí la cabeza—. Deja de fingir que estás enfadado conmigo, porque apestas en eso. Una risa se apresuró a salir por su boca. —Supongo que lo soy. —Su pulgar arrugado tocó mi mejilla y, al igual que con cualquier otro toque compartido con Jesse, me fundí—. Pero, Rowen, los chicos me hubieran encontrado. Aunque les hubiera tomado más tiempo. ¿Por qué arriesgaste tu vida para encontrarme? Cientos de razones. Miles de explicaciones. Y lo haría un millón de veces más. —Estoy trabajando con eso de lo saludable. Jesse reflejó mi sonrisa en su cara. —¿Cómo es que casi matarte es saludable? Miré sobre mi hombro, después a él. —Porque estoy aquí contigo ahora.
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—¿Es esta es la misma chica que me alejó, huyó y estaba tan preocupada con la cosa de merecer-no merecer? —Es la misma chica. Es solo la misma chica que escuchó los consejos de una pareja muy sabia. La misma chica que permitió que algunas de sus propias conclusiones se establecieran. —Bajé mi frente hacia la de él, protegiéndonos de la tormenta—. Porque te amo, Jesse. Sé que te amo más que a cualquier otra persona en el mundo. Porque tenías razón. Merecer no tiene nada que ver con amar a alguien. Estoy a la espera de lo que quiero y no mirar hacia atrás. Los ojos de Jesse estaban dentro de los míos y tan iluminados como yo los había visto. —Eso suena como una persona que ha olvidado su pasado y superado su etapa de “merecer”.
Sonreí. —Bueno, aunque aún no he pasado todo eso, pienso que todo esto de salvarte la vida es un paso en la dirección correcta. —Jesse rio, luego se contrajo. Aparentemente costillas rotas y las risas no van bien juntas—. ¿Entonces? ¿Estoy perdonada? —¿Por ser tan despreocupada con tu vida? —Sentí la línea arrugada de su frente sobre la mía—. De ninguna manera. Sacudí mi cabeza hacia atrás y adelante contra él. —No. Por no preocuparte por la tuya. Sus ojos se estrecharon en concentración mientras murmuraba: — Hmm… Siendo que intentaba esconder sus pensamientos, pensé que sería bueno ayudarlo. Mis labios descendieron hacia los suyos y descansaron en ese lugar. No estaba segura de si volvería a sentir alguna vez sus labios de nuevo, por más de una razón, y planeaba disfrutar del momento. Cuando mantenerme inmóvil contra él más tiempo fue imposible, chupé su labio inferior dentro de mi boca y probé la lluvia que lo cubría. Pude sentir lo mismo con su labio superior. En ese punto, el pecho de Jesse subía y bajaba con fuerza contra mí. A pesar de lo mucho que quería besarlo hasta que todo lo que nos rodeaba despareciera, el hombre casi jadeando que estaba debajo de mí tenía un par de costillas rotas. Le di un último beso en la boca antes de reclinarme hacia atrás. —Muy bien —dijo Jesse hiperventilado, poniendo su pulgar sobre mis labios—. Estás perdonada. Si tan solo todo fuese tan fácil de arreglar. Pero tal vez, con Jesse, muchas de esas cosas podrían ser simples. Repentinamente una luz muy brillante descendió hacia nosotros, encandilándome. Estaba tan perdida en ese momento que había olvidado nuestra situación. Froté mis ojos y miré alrededor. La luz venía de arriba, probablemente por el acantilado. —¿Estoy interrumpiendo algo? —nos gritó una voz—. Puedo volver en veinte minutos si quieren. Jesse hizo una mueca y volvió a sentarse. Me levanté. —¿Garth? ¿Eres tú? La luz se alejó de nosotros. Cuando se detuvo, iluminaba la cara de Garth. —¿Convencida? —Puso nuevamente la luz hacia nosotros—. Tal vez podamos lograr que salgan de allí ahora.
—Me gustaría pasar la noche aquí afuera que tener a Garth Black como el héroe del día —murmuró Jesse. Estaba a punto de darle un codazo en las costillas cuando me detuve. —El brazo y las costillas de Jesse están rotas —grité—. ¿Cuál es tu brillante plan para llevarnos arriba desde acá abajo? —Esa es mi chica —dijo Jesse, inclinando su barbilla hacia mí—. Regrésalo por donde vino. —¿Estás seguro? —silbé hacia él—. Debes ser la única persona viva que regresaría la ayuda de una persona porque no te agrada él. Jesse me dio una mirada exasperada, entonces exhaló. —¿Garth? — gritó—. Hay tres de nosotros aquí abajo. —¿Encontraste el ternero? —Garth giró la luz alrededor hasta que alumbró la aún dormida cría. Jesse levantó una ceja. —Lo encontré. La risa de Garth rodó por la cresta hacia nosotros. —¡Nadie jamás podría acusarte de no poner el corazón, el alma y el cuerpo en tu trabajo, Walker! —¡¿Por qué no dejas de hablar y empiezas a trabajar?! —grité—. ¿Y tú brillante plan es…? Oí algo girar por el aire hasta que cayó a mis pies. —Una cuerda —respondió Garth. Su ego goteaba en esas dos palabras. —¿Encontraste una buena ancla ahí arriba, Garth? —preguntó Jesse. —La mejor ancla que pude encontrar. Ahora, estoy cansado, mojado, y dispuesto a meterme en la cama. Entonces, ¿quién sube primero? —¡Jesse! —grité. —¡Rowen! —Jesse gritó al mismo tiempo.
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Garth se echó a reír de nuevo. —Mierda. No voy a conseguir dormir esta noche, después de todo. Me di la vuelta, mis manos ya en mis caderas. —No voy a discutir contigo sobre esto, Jesse. Tú vas primero.
—No, tú tienes que ir primero, Rowen. —Me cortó antes de que pudiera interrumpir—. No sabes cómo atar una cuerda alrededor de ese ternero para que podamos llegar a levantarnos. —¿Y tú puedes atar una cuerda alrededor de un becerro con una sola mano? —Me quedé mirando el brazo que acunaba. —Podría atar un ternero sin manos —dijo—. He estado haciendo esto por un tiempo, ¿sabes? Exhalé mi exasperación. Él no veía la razón. —Así que vamos a enviar el ternero primero. Después tú. Luego yo. Jesse se quedó tan tranquilo. Se quedó tan tranquilo como no lo hice. —¿Y Garth va a ser capaz de contener un ternero por su cuenta mientras que tira de los dos de nosotros? Abrí la boca, luego la cerré. —Tienes que ir primero para que puedas tener el ternero mientras que Garth me levanta. Esa es la única forma en la que todos saldremos de aquí. —Entonces vamos a dejar al ternero. Tu padre y el resto de los chicos estarán aquí dentro de un par de horas y lo pueden buscar entonces. —No podía dejar Jesse allí solo. No podía dejarlo. Los ojos de Jesse aterrizaron en el ternero. Realmente no podría haber parecido más relajado. Había sido separado de su madre, perdido en una tormenta, y probablemente había estado aterrorizado, pero Jesse lo había encontrado. Por el aspecto del mismo, hizo todo bien. —No puedo simplemente dejarlo, Rowen. —Sus ojos se dirigieron de nuevo a mí—. No puedo abandonarlo. Sabía que leí más en esas palabras de lo que Jesse planeaba, pero lo conseguí. Comprendí por qué él era la persona que era. Por qué me había enamorado de él. Por qué me hizo querer ser la mejor persona que podía ser. Jesse Walker no abandona a una persona, o, en este caso, a un animal, cuando lo necesitaba. —Está bien —le dije—. Lo haremos a tu manera. —Las palabras fueron dolorosas, pero, sin embargo, eran las correctas—. ¿Estás seguro de que serás capaz de levantar esa cosa en tu estado? —¿Mi condición? —Jesse me sonrió—. Rowen, he tenido tantos huesos rotos, he pasado tanto tiempo en yesos y férulas como sin ellos. Le di una mirada dura. —Soy un vaquero, ¿recuerdas? Tengo acero corriendo por mis venas.
—Y hippie en su corazón —le respondí. —Eso es correcto —dijo con una sonrisa—. Es por eso que necesito la cuerda. Me alegré de que pensara que la situación era divertida, porque estaba malditamente segura de que no lo era. —¡Solo califico para que me dejen de lado aquí arriba! —gritó Garth—. ¿Hay alguien pensando en subir? ¿En esta década? Jesse alzó las cejas y me esperó. Suspiré. —¡Yo! —¡Listo cuando lo estés, princesa! —respondió Garth—. Yo he estado listo. Jesse se encaramó y se acercó a mí. —Pongamos esa cuerda a tu alrededor y salgamos de aquí. —Agarré la cuerda y se la entregué—. Estoy lista para meterme en una cama caliente contigo. Jesse tenía razón. Realmente podría atar una cuerda con una sola mano. —En caso de que lo hayas olvidado, tienes huesos dentro de tu cuerpo que están rotos —le dije mientras ceñía la cuerda floja alrededor de mi cintura—. La única cama caliente en la que estaremos abrazos será en una cama de hospital. —Suena perfecto. Regístrame. Tú. Yo. Una cama. Cualquier tipo de cama —le dio la cuerda un chequeo final—. ¡Está lista, Garth! —Era el maldito tiempo —dijo Garth. —Ah, ¿y Black? —dijo Jesse, levantando el rostro hacia la luz—. Estoy poniendo a Rowen en tus manos. Estoy confiando en ti —Jesse tragó—. Cuida de ella, ¿de acuerdo? Garth no le devolvió su comentario de listillo. Eventualmente, sonaba como si estuviera limpiando su garganta antes de decir: —Yo me encargo de ella, Jess. Mi boca se abrió y le di una mirada a Jesse. —¿Acaso ustedes dos tuvieron un momento?
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Jesse parecía tan confundido como yo. —No lo sé. Puede ser. Voy a averiguarlo más tarde. En este momento, quiero que te concentres en llegar a la cima de esa colina con seguridad. —Oye —dije—, tengo una cuerda. Jesse intentó darme una mirada severa. Apestaba en eso, también. —Nos vemos en la cima —dijo, tomando mi rostro con una mano antes de presionar su boca en mi frente.
—Nos vemos allí —le contesté. Me volví hacia el barro, a la pared rocosa que acababa de bajar, y levanté una mano y el pie a la misma. —¡Está subiendo, Garth! —gritó Jesse. —¿De veras esta vez? —dijo Garth sarcásticamente ante de que la cuerda se tensase. Luego con la ayuda de la cuerda, mis manos y pies, subí por la pared. Miré hacia atrás una vez a Jesse. Me miraba sin pestañear, casi sin respirar. Mientras me movía más y la oscuridad se lo tragaba, dejé de respirar, también. En al menos una cuarta parte del tiempo que me había llevado a bajar, llegué a la cresta. Me acurruqué sobre el borde y alcé mi parte superior. —Whoa, chica —dijo Garth, corriendo alrededor del lado de su caballo hacia mí. Se arrodilló y me tendió la mano. La tomé y dejé que me ayudara el resto del camino. Nos sentamos en el medio de la cresta por un momento, recuperando el aliento. Garth inclinó la cabeza hacia mí. —Buen trabajo, Rowen. Buen trabajo. Asentí con la cabeza, sin aliento para responder. —¡Está arriba, Jess! —gritó Garth por encima de la cresta—. Está a salvo. Jesse estaba muy abajo, había un montón de espacio entre nosotros, pero podría haber jurado que lo oí suspirar de alivio. —Vamos a llevar esto hasta allí. —Garth aflojó el nudo alrededor de mi cintura antes de ponerse de pie y enrollar la cuerda entre el codo y la mano—. ¡Un paso atrás, Jess! ¡La cuerda está en su camino hacia abajo! — Garth me miró, una pequeña sonrisa en su lugar—. No como si hiciera mucho daño si le llegase justo en la cabeza. Le di un manotazo el brazo y suspiré. —¿Dónde está tu linterna? — pregunté, mirando al alrededor—. La sostendré por ti. Garth me sonrió tímidamente. —Las baterías murieron. —Las baterías murieron —repetí, y crucé mis brazos—. ¿Y no tienes de repuesto? Continuó envolviendo la cuerda alrededor de su brazo. —Los tendré la próxima vez. La "próxima vez" mejor no involucrar a Jesse y huesos rotos.
Encendí mi linterna. No produjo ni de cerca la cantidad de luz que producía la linterna de Garth, pero era mejor que la oscuridad. Después de que Garth había dado la vuelta de la cuerda de nuevo, la lanzó detrás de él antes de tirarla a lo largo de la cresta. —¡La tengo! —gritó Jesse. Mientras Jesse ataba a la cría, o mientras que supuse que estaba atando el ternero ya que no podía ver porque las baterías de alguien habían muerto, di un vistazo a lo que Garth se había improvisado. Su caballo negro grande estaba un poco retirado de nuestra ruta de. El otro extremo de la cuerda estaba atada a la cabeza de la silla. A partir de ahí, la cuerda se envuelve una vez alrededor de un árbol de pino que crece por la ladera de la colina. Se veía increíblemente parejo, pero qué sabía yo. Por lo que sabía, eso podría ser la manera de jalar hombres y mamíferos por una pared de tierra empinada. —¿Dónde está Sunny? —Me paseé una buena ruta en el barranco antes de que había encontrado Jesse, pero no estaba segura de si había vagado hacia la derecha o izquierda de donde o había dejado Sunny. Garth ladeó la cabeza hacia la izquierda. —Por ese lado —dijo—, pero no te preocupes. Tan pronto como Jesse esté aquí, ese caballo estará justo aquí, prácticamente jadeando y agitándole la cola. Ese maldito caballo piensa que es un perro cuando se trata de Jesse. Estudié a Garth pateando la cornisa, ajustando la cuerda. Si no le conociera, diría que tenía una vena de héroe en alguna parte dentro suyo. —Tengo que decir, que eres más o menos la última persona que habría pensado que vendría a salvar el día —le dije. Garth hizo sonar su cuello y continuó examinando la cuerda. —He montado esta cresta decenas de veces. —¿Así que en realidad no es la Cresta del Suicidio? Una esquina de la boca de Garth tembló. —Solo por la noche durante un aguacero torrencial. —Ah, fantástico —murmuré—. Me siento mucho mejor.
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—¡Listo por aquí abajo, Garth! —gritó Jesse. —¡Muy bien! —Garth se dirigió hacia su caballo, y luego volvió a mirarme—. ¿Te has preguntado alguna vez si las vacas pueden volar? — Me guiñó—. Bueno, estás a punto de verlo con tus propios ojos. —¿Qué tal un poco menos de conversación y un poco más de trabajo? —dije después de él, mientras miraba por encima del borde. No podría decir cuánto tiempo había tenido que levantar la cara, pero quería estar lista para esa cosita cuando llegue aquí. Ya oía su gritito.
—Arriba, muchacho —dijo Garth, chasqueando la lengua. La cuerda empezó moviéndose, alrededor del árbol, y bajando la cresta. El becerro de verdad entrenaba sus cuerdas vocales. No estaba segura de saltaba a lo largo de la cuerda, o si intentaba subir, pero de cualquier manera, no parecía muy contenta con toda la situación. —¡La puedo ver! —le grité a Garth—. Está a punto de dejar la pared. —¡Tan pronto como esté, dame un grito! —gritó Garth. El ternero hacía tanto ruido que quería taparme los oídos, pero en cuanto la agarré y tiré de ella sobre la pista, se tranquilizó. —¡Alto! —grité. La cuerda se aflojó, y Garth se precipitó hacia nosotros. El ternero ni siquiera luchaba. Gracias a Dios, porque era una pequeña cosa robusta, y tendría un trabajo difícil si decidía dar batalla. —¡Está a salvo, Jesse! ¡La tengo! ¡Está a salvo! —Y luego, por razones que no estaba segura de que jamás entendería, me puse a llorar. Casi sorbiendo. Garth no podría haber parecido más incómodo si usaba delineador de ojos y un tutú. Después de darme una rápida palmadita en la espalda y murmura buen trabajo, hizo el trabajo rápido de desatar los nudos que Jesse había atado alrededor de la ternera. Me senté en el barro, sosteniendo a la ternera, llorando como la idiota que era, mientras Garth envolvía la cuerda alrededor de su brazo. —Muy bien. Dos listos. Falta uno —dijo Garth antes de inclinarse sobre el borde—. La cuerda está bajando, Jess. Si no lo logras llegar a la cima de esta cosa más rápido que tu novia y una vaca bebé, nunca voy a dejarte vivir en paz. La risa de Jesse rodó hacia nosotros. —Su brazo está roto, Garth. Por no hablar de sus costillas, también — dije, dándole un pequeño ceño. —¿Y? —dijo antes de tirar de la cuerda por el lado de nuevo—. Puede tomar algunos calmantes para el dolor cuando regrese al rancho. No estás tratando con chicos de ciudad, Rowen. —Eso es cierto —dije, rodando los ojos a pesar de que estaba de espaldas a mí—. Me olvidé de que todos ustedes son dioses invencibles. Garth miró sobre su hombro. —No, somos incluso mejor que eso. — Pude ver su sonrisa resplandeciente—. Somos vaqueros. —¡Fija el tiempo! —Jesse gritó—. ¡Porque estoy subiendo!
Garth chasqueó de nuevo su lengua, y la cuerda se tensó. Cerré los ojos, acerqué a la ternera, y recé en silencio. Nunca había rezado antes. Nunca había tenido por quién rezar. No sabía a quién le rezaba ahora, pero me di cuenta de que alguien escuchaba. —Prepárate para él, Rowen —me gritó Garth—. Ese loco hijo de puta realmente está haciendo algún tipo de record. Mis ojos se abrieron de golpe y, por supuesto, que la cuerda se deslizaba por lo menos dos veces más que la que tenía cuando el ternero se acercaba. Moví al ternero una vez de nuevo dormido en mi regazo, me aseguré de que estaba escondido de la cornisa, luego me arrastré hacia él. Hacia él. Incluso en la oscuridad, su camisa blanca cortó el negro. Eso, y su sonrisa. Subía, usando sus piernas y un brazo de una manera eficiente, pero de aspecto extraño, hacia mí. Sus ojos se clavaron en los míos y su sonrisa se extendió. Unos segundos más tarde, la mano de Jesse excavó en la tierra sobre la cornisa. La agarré, clavé los talones en el suelo y tiré. Trabajando juntos, lo jalamos hasta el sendero. —¡Ya lo tengo! —le grité a Garth, acunando a Jesse contra mí—. Te tengo —le susurré antes de besar la parte superior de su cabeza. —Sí —dijo, enrollando su brazo alrededor de mi cintura—. Seguro que lo haces. Descansamos así durante un minuto, sosteniendo al otro, mientras recuperábamos el aliento. —Tú me encontraste, Rowen. —Levantó la cabeza, sus ojos brillando—. Tú viniste y me encontraste.
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Tomé su mano y la llevé a mi cara. —Solo te devolvía el favor.
19 Traducido por Deydra Eaton Corregido por Melii
Estábamos de vuelta en la estación de autobuses. De vuelta al principio. Otro mes había pasado. Otro mes que era demasiado bueno para ser verdad. Otro mes con Jesse y la familia que había adoptado como propia. Después de no poder volver al rancho en la noche de la tormenta, Jesse había sido llevado al hospital para que le pusieran la férula, lo vendaran y lo cosieran. Sin embargo, se había salido con la suya. Nos metimos en una cama cálida juntos esa noche, aunque para entonces ya era casi de mañana. Jesse fue dado de alta al día siguiente, y todo volvió a la normalidad en Willow Springs. En su mayor parte, por lo menos. Bajar por una chimenea no era una cosa fácil de hacer con un brazo en un yeso, así que improvisó y aprendió a ser muy silencioso caminando de puntillas a las habitaciones de los demás. No creo que hayamos engañado a Neil y Rose, pero o ninguno de los dos dijo nada o pareció no importarles demasiado. Después del momento de Garth y Jesse esa noche, parecían estar avanzando y levantando su relación. No eran los mejores amigos como lo podrían haber sido una vez, pero se estaban acercando. Una vez que Garth dejó de mirarme como si fuera una ranura que se añadía a su cinturón, nos llevamos bien, también. Levantar a una persona y a una cría a lo largo de una pared empinada tenía una manera de formar un lazo. Cuando no trabajaba o junto periodo de tiempo, nos convertimos duraría toda la vida. Éramos almas chica de la ciudad. La extrañaría escuela.
a Jesse, salía con Josie. En un corto en el tipo de amigas que sabía que gemelas. La chica del campo y la como loca cuando me fuera a la
Después de que Rose y yo habíamos investigado cada universidad comunitaria con una buena escuela de arte en la mitad occidental del país, alcanzamos el oro cuando encontramos una que no sólo aceptaba solicitudes tardías, sino que estaba en Seattle. Era casi demasiado bueno
para ser verdad. Estaba dando vueltas en Seattle, estudiando arte, pagando mi camino. Cuando mis dos años terminaran en la universidad comunitaria, podría transferirme a la escuela de mis sueños en la ciudad si todavía era lo que quería hacer. Después de hablar y explicar mi situación a dicha escuela de ensueño, ellos dijeron que habían mantenido mi solicitud y mi carta de aceptación en el expediente y que “lo considerarían en el futuro” al verme en un par de años. Así que, estaba atada a la universidad y eso trajo tantas emociones que mi mente no podía capturar lo que sentía más. Pero en ese momento, estaba triste. Tenía puesta mi cara valiente, pero Jesse vio a través de ella todo el tiempo. —¿Por qué no me dejas llevarte a Seattle, de nuevo? —preguntó, acercándome a él hasta que su sombrero también me protegió la cara del sol. No iba a llorar. No había llorado antes, cuando me había despedido de los Walker. Ni siquiera cuando ellos me habían dado el brazalete de cuero que traía puesto, con “El Amor es el Caos Organizado” quemado en él para servir como un recordatorio diario. Tampoco había llorado cuando les di a Neil y Rose una imagen que había esbozado de su familia divirtiéndose y balanceándose en el porche. Tampoco había llorado en el auto hasta la estación, así que no iba a llorar en los últimos cinco minutos. —Porque, en primer lugar, tu papá te necesita en el rancho justo ahora. —Enredé mis brazos fuertemente alrededor de él, también. Sería la última vez que los tendría a su alrededor por un tiempo—. En segundo lugar, porque estoy segura que la vieja Bessie se derrumbaría en medio del norte de Idaho, el cual debería considerarse su propio país. —Jesse rodó sus ojos—. Y en tercer lugar, porque justo ahora estoy como que disfrutando de este momento de cierre. Echamos un vistazo alrededor del lugar familiar. —Pensé que odiabas el Greyhound. —Jesse inclinó su cabeza hacia el autobús detrás de mí. El autobús con destino a Seattle. —Un par de cientos de kilómetros por la carretera, probablemente lo haría, pero justo ahora, estoy amándolo un poco.
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Jesse dejó caer su rostro en mi cabello e inhaló despacio. —¿Cuánto tiempo será hasta que consigamos vernos después? —Ya te lo he dicho, como un millón de veces. —¿Es melodrama lo que percibo en tu voz? —bromeó—. Este realmente es un momento de cierre.
Le di un manotazo en su espalda. —Receso de otoño. Seis semanas a partir de ahora. —¿Seis semanas? —Hizo una mueca—. Mierda. Voy a olvidar que dijiste eso, así puedo fingir que es la próxima semana o algo así. —Estaremos bien. —Es fácil para ti decirlo. Tú no eres la que acaba de perder su virginidad hace un par de meses y está ansiosa por recuperar el tiempo perdido. —Su sonrisa se curvó en su lugar. La que hizo que mi estómago cayera y que mis muslos se apretaran. —Estoy segura de que encontraremos una manera para hacer que funcione. —Arqueé una ceja. —Estoy segura de que lo haremos. —Me besó por enésima vez esa mañana—. Lo que tenemos no es el tipo de cosa que desaparece cuando estamos separados por tiempo o distancia. Apestará no poder besarte cada día, pero ese es un sacrificio que estoy dispuesto a hacer para que puedas vivir tus sueños. Si no estaba ya convencida de que Jesse Walker valía la pena, esas palabras me habrían acabado de convencer. —Y apestará no ser capaz de ver tu trasero en esos pantalones cada día, pero ese es un sacrificio que estoy dispuesto a hacer para que puedas vivir tus sueños. —Se echó a reír mientras alzaba la bolsa de regalo que había estado sosteniendo—. Mamá hizo esto para ti, así que no me culpes demasiado. Sólo proporcioné el material. Le lancé una mirada curiosa mientras buscaba a través del papel de seda, hasta que encontré el presente escondido en el interior. Tan pronto como lo saqué, me sonrojé y sonreí. Era un bolso con correa para el hombro que Rose había cosido con mezclilla de pantalones vaqueros... de los pantalones de Jesse, para ser exactos. El desgastado material, con el logotipo de Wrangler, se mostraba con orgullo al frente de la bolsa. Me la puse por encima de mi hombro y no pude apartar mis ojos de ella. —Es genial saber que todavía puedo agarrar tu trasero a un par de estados de distancia. —Palmeé el exterior de mi bolso. —Sí, sí —dijo, frotándose la nuca—. Desearía poder hacer lo mismo. Cuando estudié el bolso de mezclilla contra el resto de mi vestimenta, sonreí aún más ampliamente. Casi me reí. Si no me veía como si estuviera positivamente loca en el departamento de estilo, nadie lo haría. Traía puesto el vestido de colores burdeos que Jesse había elegido para mí, rematado con mi sudadera negra favorita, mis botas vaqueras, y mi nuevo bolso de mezclilla. No era un atuendo “raro.” No era un atuendo
“country.” Estaba harta de las etiquetas. Había terminado con dejarlos que me definieran. Yo era Rowen Sterling. Me gustaba la ropa vanguardista y las botas para patear traseros. Me gustaban un par de pantalones desgastados y las botas que mi novio me había conseguido. Podía ser ambas cosas. Podía ser lo que sea que quisiera. La única persona que me detenía de hacer eso era yo misma. Había aprendido un montón de cosas ese verano, muchísimas lecciones que me llevaría conmigo el resto de mi vida, pero esa era tal vez la que más mantengo muy cerca de mi corazón. Mi futuro estaba completamente abierto para tomarlo. —Odio tener que romper esto, chicos, pero el autobús se está yendo. —Un hombre se aclaró la garganta detrás de mí. Jesse y yo suspiramos al mismo tiempo. Sabíamos que esto iba a venir, pero no importaba lo bien que tratamos de prepararnos para ello. Dolió como el infierno tener que decir adiós. Incluso si no era del tipo de despedida permanente. —Gracias, señor —dijo Jesse, inclinando su cabeza—. Ella está lista. —Pero lo que escuché en su voz fue “Estoy listo.” Así que ambos lo estábamos, pero eso no hizo más fácil dejarlo ir. —Oye —dijo el hombre—. ¿No es usted el chico que buscaba a una joven a principios de este verano? Miré por encima de mi hombro y, por supuesto, el mismo conductor que me había traído hasta allí, me estaba llevando. Jesse le sonrió. —Ese fui yo. —¿Y bien? —preguntó el hombre, retrocediendo hacia el autobús—. ¿La encontraste? Los ojos de Jesse cayeron sobre mí. Había algo en ellos que no pude entender. Era algo que no estaba segura de si alguna vez lo haría. Fuera lo que fuese, sabía que era una cosa: poderoso. —Si —dijo—. Claro que lo hice.
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Le sonreír, a pesar de que sentí venir lágrimas. Estaba demasiado emocionada para palabras, así que me alcé sobre la punta de los dedos de mis pies y lo besé. Fue un largo y dulce beso que casi no era suficiente, pero sabía que el conductor probablemente se acercaba a aplastar el claxon si no ponía mi trasero en ese autobús. —Nos vemos pronto —susurré, dejando un rápido beso en su mejilla. Me giré y subí al autobús antes de que pudiera arrojarme a los brazos de Jesse. El conductor asintió hacia mí mientras pasaba a su lado. —Me agrada ese chico. Hay algo sobre él.
Sonreí. —Claro que si —respondí, antes de sentarme en un asiento vacío junto a la ventana. Jesse seguía sonriendo, una mano en su bolsillo y su brazo enyesado frente a su estómago. Incluso a través de la ventana sucia de un autobús de Greyhound, me hacía sentir las rodillas débiles cuando me miraba de esa manera. Lo saludé, y él devolvió el saludo. Nos estábamos diciendo adiós el uno al otro. Casi lo logré, pero una lágrima cayó por mi mejilla. Como si Jesse hubiera visto esa pequeña lágrima desde donde se encontraba, se quitó el sombrero y articuló esas dos palabras que habían cambiado mi vida. Había venido aquí como una persona, y me iba como esa misma persona. Sólo que esa persona había dejado entrar al amor en su vida. El autobús se alejó de la estación, pero me giré en mi asiento y lo observé hasta que desapareció. Mucho después de que me acomodé en mi asiento y Jesse estaba muy lejos de mi vista, todavía lo sentía. No importaba donde o lo lejos que iba, siempre lo llevaría conmigo. Lo que él había hecho por mí era algo que no se desvanecía con el tiempo o la distancia. Al contrario de lo que había creído por un tiempo, Jesse no me había cambiado. Simplemente me mostró la persona que realmente era; la persona de la que me había convencido que no existía. El resto dependía de mí.
Fin
Near & far Existe el optimismo. Y existe Jesse Walker. Si no fuera tan encantador, su alegre disposición e incesante sonrisa me aburrirían. Rápido. Enamorarse de la chica que al principio había parecido inmune a cualquier cosa parecida al amor fue la mejor cosa que le pasó a Jesse desde que los Walkers lo adoptaron en su familia cuando tenía cinco años. Mientras la vida de Jesse continúa en el rancho, y Rowen comienza a dejar su huella en la comunidad artística en Seattle, comienzan a preguntarse dónde está el punto medio. O si incluso hay uno. Cuando son forzados a tomar decisiones que no están ansiosos por tomar, Jesse y Rowen tienen que enfrentar cómo podrían ser sus vidas sin el otro.
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¿Pueden dos personas con tan trágicos pasados y diferentes presentes esperar un futuro prometedor juntos? Sea cual sea la respuesta, necesitarán mucho más que amor para lograrlo.
Nicole Williams Nicole Williams es una escritora estadounidense que autopublicó los librosEl lado explosivo de Jude, El lado peligroso de Jude y El lado irresistible de Jude los cuales tuvieron un éxito sin precedentes en librerías digitales de EE.UU. Esta ama de casa y madre decidió escribir novelas románticas para jóvenes adultos porque sigue creyendo en el amor verdadero, las almas gemelas y los finales felices.
Traducido, Corregido y DiseĂąado por:
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